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ADOLFO M. FERREIRO
25 de Abril de 1948
 
ADOLFO M. FERREIRO






Datos biográficos:

ADOLFO M. FERREIRO (1948).

Dio a conocer un manojo de versos en 1966: LA HUELLA DESDE ABAJO.

Desde aquel año se mantiene en silencio.

MI PUEBLO

- 1 -

Hay un humo vacío
que se disfraza
de espíritu.
Hay un viento pobre
que sopla trayendo
casi nada.
Hay un sol que no alumbra
más que un pedazo
de mi tierra.
Hay un pueblo que camina
y que no llega.

- 2 -

Un montón de años
se ha desmoronado
en mi almanaque.

La triste cascada
del miedo y el dolor.
Palpitó en mi pecho
de cerca,
la angustia del hombre
y su miedo.

- 3 -

Mi mundo hierve en su sangre
y en un caldero oceánico muere
mientras en un parto gigante nace
la savia nueva del hombre.
Y se extiende,
cual plaga triunfal
y perseguida,
sobre el estertor agónico
de la podredumbre.
Y surge la clase nueva
a pasos largos,
con bríos puros,
que empuje el pus
hacia el abismo.

Fuente: EL TRINO SOTERRADO. PARAGUAY : APROXIMACIÓN AL ITINERARIO DE SU POESÍA SOCIAL. TOMO II. Autor: LUIS MARÍA MARTÍNEZEdición digital: Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002 N. sobre edición original: Edición digital basada en la de Asunción (Paraguay), Ediciones Intento, [1986].



ADOLFO FERREIRO. Entrevista por VICTORIO SUÁREZ

(4-IV-93 - ABC)

“HAY UNA PESTE DE INTELECTUALEJOS PELIGROSOS, DAÑINOS Y AMORALES”

( GENERACIÓN DE 70 - LITERATURA PARAGUAYA )

 

 

Palpando nuestra realidad, tratamos de entender la cultura y la literatura paraguaya mediante las ideas –muchas veces sangrantes y abiertas– de los escritores nacionales. Esta vez habla Adolfo Ferreiro, poeta y militante político que pertenece a la promoción literaria del 70. Publicó “La huella desde abajo” (1965); colaboró en numerosas publicaciones culturales y revistas, entre ellas: Diálogo, Criterio, Alcor, etc. Actualmente se dedica al análisis político en un medio de prensa local. Adolfo Ferreiro no tuvo inconvenientes para brindar valiosos conceptos respecto al papel del intelectual en nuestra sociedad.

 

 –¿De qué manera definirías el proceso cultural de nuestro país? ¿Cuál es tu opinión respecto al artista, al intelectual? 

–Entiendo que todo país –en cualquier condición– tiene siempre un proceso cultural. Lo que podemos hacer es hablar de las diversas manifestaciones de la cultura. Creo que en el Paraguay existe una amplia secuencia cultural que define el proceso de formación de la cultura urbana, que es consecuencia de lo que ocurre en la sociedad en términos sociales, políticos, poblacionales, etc. Para mí, cultura significa fenómeno de expresión colectiva, es manifestación del proceso civilizatorio; es también el resultado de la práctica de la vida humana. Si bien no hay una cultura mejor que otra, podemos observar que aquí algunas manifestaciones superiores de la cultura (especialmente el trabajo intelectual) están en crisis. La producción estética se ha deteriorado y muestra de manera patética su incuestionable pauperismo. Si bien aparecen algunos pequeños grupos de artistas y escritores produciendo algo interesante, no se percibe, sin embargo, una discusión rigurosa respecto al lenguaje estético. El trabajo intelectual ha decaído, carece de formulación y profundidad. Esta situación impide la criticidad y, en consecuencia, los intelectuales están equivocados respecto al rol que les compete. Creo que el intelectual, en una sociedad atrasada como la nuestra, con sectores dominantes, debe ser marginal y actuar como un dispositivo de alarma contra las cosas que ocurren. Eso no está ocurriendo y nuestros intelectuales dan la sensación de tener demasiadas ganas de acomodarse, de transigir frente a los intereses ideológicos y programáticos de los factores de poder.

 

–¿Se puede decir que la crisis se agudizó tras la caída de Stroessner? ¿Anteriormente el intelectual tenía posturas más críticas? ¿Qué sucede realmente?

–En las primeras décadas del sistema dictatorial los intelectuales eran más fuertes, no les interesaba estar bien con el régimen político ni con la hegemonía conservadora de la sociedad. No les interesaba tampoco coquetear con las viejas gordas, los propietarios de medios, los diplomáticos. Entonces el intelectual entendía que debía encuadrarse dentro de una actitud profundamente cuestionadora, buscando el cambio de estructura de esta sociedad. Entonces el intelectual era libre y no precisaba del reconocimiento de los dominadores. Ningún intelectual pretendía vivir de su trabajo, la mayoría tenía ocupaciones colaterales que le permitían vivir. Después se crea todo un mito y llegan los intelectuales “haraganes” que quieren vivir de su trabajo intelectual. De esta forma, la mayoría se convirtió en asalariado y abandonó su caudal crítico. Hoy en día demasiada gente se ha ablandado, se ha rendido a la necesidad de ser reconocido por quienes facilitan el achatamiento del trabajo intelectual. Se ha perdido esa radicalidad que tiene que tener el intelectual.

 

–¿Qué pasa en los años 70, declina la literatura? ¿Tu promoción va a la militancia política?

–En la década del 70 el tema para el intelectual era resolver el problema del compromiso. Fue una década caracterizada por la hipersensibilización frente a los problemas de la humanidad, como la guerra, las represiones, el sufrimiento y las condiciones económicas y sociales deprimentes. Se planteaba la cuestión de qué se debía hacer. Gran impacto ejercieron sobre la conciencia joven la guerra de Vietnam, los genocidios, los sistemas militares represivos. La gente sintió que su trabajo intelectual –trabajo delicado y absorbente– tenía que ceder o en todo caso entender que el compromiso exigía la militancia política. Esto nos apartó –a mí en particular– de la sistematicidad que requiere la creación literaria. Hubo dos posturas: la primera sostenía la importancia del compromiso a través del proselitismo y la prédica política directa, sin usar la literatura creativa. Por otro lado, se postulaba que el arte debía ser un instrumento de propagación pedagógica y de propaganda. Esta última actitud bajó mucho el nivel de la literatura paraguaya.

 

–Ahora se me clarifica por qué los escritores del 70, casi todos, escribieron poesías en cierta forma alejadas de posturas políticas. Sin embargo, en la praxis cotidiana ejercieron una actitud política.

–Esa fue la mejor solución, porque aquellos que practicaron lo contrario no hicieron sino mal trabajo político y malas obras. Son dos campos diferentes, la utilización del arte como instrumento político no arrojó resultados interesantes. Muchos de nosotros, cuando avizoramos con claridad el panorama, nos lanzamos sin contratiempo a la arena estrictamente política.

 

–Llama la atención que la gente del 70, entonces con fuerte influencia de posturas revolucionarias y progresistas, hoy día aparece como renegando de sus antiguas creencias. ¿Cómo se explica ese cambio?

–Al respecto quiero definir lo siguiente: yo creo que la actividad artística y la intelectual son públicas, es decir, deben dar testimonios públicos de sus procesos. Teniendo eso como norma, diría que es legítimo cambiar de posición; lo que no es legítimo –y que está ocurriendo masivamente aquí– es cambiar oportunistamente (sin asunción pública, participada y responsable) el proceso de crítica y autocrítica que implica ese cambio. Yo respeto un cambio como el que hace Mario Vargas Llosa, quien de una inspiración política de corte marxista-leninista-castrista participa en debate su cambio de actitud. Hoy día asume sin problemas una postura neoliberal, aunque este término está mal dicho, tendría que ser neoconservadora. Pasar de esta forma, de la izquierda a la derecha, me parece honesto. Lo inmoral y lamentable es que haya gente que se sigue llamando socialdemócrata, socialista o progresista pero que está trabajando asalariada y activamente para beneficio de proyectos totalmente contrarios a la coherencia ideológica que requiere el cambio. Se produce lo que lisa y llanamente podríamos llamar: venderse. Hay gente que hipócritamente se ha vendido sin asumir ninguna responsabilidad. Esto no corresponde al proceso real de cambio. Por otra parte, cabe señalar que la izquierda haentrado en crisis en el mundo y que mucha gente estuvo en la izquierda solamente como adhesión a una moda de manera oportunista. Los mismos oportunistas que ingresaron en filas de la izquierda ahora siguen siendo oportunistas, pero en la derecha. Son los “yvytuistas” de siempre.

 

– ¿Qué planteamientos podrías ofrecer respecto a nuestra realidad cultural? ¿Qué es lo que se puede hacer desde el poder?

–Creo, básicamente, que desde el poder político es posible crear condiciones favorables para que la gente pueda desarrollar sus posibilidades. Creo que se debe insistir en la educación, especialmente en el campo donde existen problemas en la administración de recursos económicos. Al respecto, hay que destinar la mayor cantidad de recursos para la educación, de manera racional y controlada, para que el dinero no caiga en manos de cretinos. En efecto, tiene que haber un poder político con capacidad para detectar a qué nivel de liderazgos educativos se va a encomendar la educación. Ese es un campo de lucha actualmente, porque los grupos hegemónicos y corporaciones están peleando sus cuotas de poder en la educación, por ser esta el campo de formación de conciencia ciudadana. Yo hice algunas indagaciones tipo encuesta y encontré que alumnos egresados de los colegios más caros de Asunción son burros e ignorantes en una escala inimaginable; no tienen ideas ni información elemental, no alcanzan siquiera el nivel de cualquier alumno salido de alguna villa miseria del Uruguay. Ese es el nivel al que hemos llegado.

 

–Estamos pasando una etapa realmente pésima y resulta poco alentador el panorama.

–Sin lugar a dudas, estamos pasando una mala etapa y la consecuencia será degradante porque tiende hacia una fuerte expansión del pensamiento fundamentalista, integrista y supersticioso. Esta situación ocasiona el alejamiento de sectores medios para acceder a los valores esenciales de la civilización occidental. O sea, yo creo que habrá cada vez más gente culturalmente idiota porque lo que está dando nuestro aparato educativo son superstición y mito. A pesar de todo, creo que la voluntad de pocas personas puede producir cambios. Los artistas e intelectuales honestos y coherentes con los valores de la civilización occidental deben recuperar el sentido de la vanguardia y no alejarse de esa actividad radicalmente crítica. No se puede estar en una misma olla dándose besitos, eso sería la aniquilación del proceso histórico.

 

–Te noto escéptico y desilusionado respecto al papel que cumplen los intelectuales y artistas en nuestra sociedad. ¿Esa decepción te llevó al alejamiento de la literatura?

–Yo no estoy decepcionado del trabajo artístico, creo que es necesario. No dejo de creer, sin embargo, que el 95% de lo que se escribe y se habla en este país no sirve para nada, se puede prescindir de ello para entender la realidad y actuar sobre ella. Si bien se escribe mucho, la literatura es blanda, parece que el escritor no tiene un desacuerdo muy fuerte con la sociedad. Recuerdo que Roa, por ejemplo, en sus comienzos trabajaba con enorme tensión en su realidad que transformaba en acto de rebeldía. En aquellos años nadie lo consideraba, pero ahora la gente gorda, rica, copetuda y estúpida se pelea para llevarle a sus meriendas. Una necesidad para el artista es vivir en malestar con lo vulgar, los valores dominantes, y con las condiciones típicas para que pueda asumir esa enorme labor de destruir la realidad en su obra y reconstruirla de nuevo. Pero nadando en cerveceadas, recepciones y lanzamientos de libros no se puede hacer literatura, eso es pérdida de tiempo. Yo dejé realmente de escribir en sentido literario-académico, pero sigo utilizando mi capacidad o intelecto al servicio de la política. Estoy en contra de ese camanduleo populistoide de decirle a todo el mundo lo que quiere escuchar para seducirle.

 

–Es enredada la cuestión y no podemos negar que hay incertidumbre y mucha confusión.

–Estamos en una época de gran confusión, de una lucha salvaje por la recomposición del poder que controla ideológicamente la sociedad. La irrupción de sectores que durante el régimen anterior gestionaban los intereses de la dictadura y se han dado cuenta de que tienen que meterse y que ya nadie hace por ellos el trabajo sucio. Esto a nadie le gusta decir, pero estamos también en la época de la gran transada para buscar acomodos en la nueva situación, pero con mucho menos mística. Y como no existen demasiadas exigencias éticas, ex marxistas-leninistas y ultraizquierdistas están trabajando sin ningún tipo de problemas para los conservadores, fundamentalistas, reaccionarios, plutócratas. Nadie dice: “Sí señores, ahora somos de derecha”.

 

– ¿Ante qué situación estamos realmente: desentendimiento, falta de complementación, claudicaciones?

–Se dan todos los ingredientes problemáticos y la claudicación en masa de los intelectuales. Aquí incluyo especialmente a aquellos que hacen ruido y hablan desde una postura sostenida de autosuficiencia. Esos están desprestigiados y ni siquiera pagan las consecuencias de los engendros que producen. Son soberbios, agraviantes, mediocres y oportunistas; hay intelectuales de condiciones personales diferentes y que son sólidos y de buena conducta ética que se han alejado de la fanfarria de charlatanes. Pero, repito, hay una peste de intelectualejos peligrosos, dañinos, amorales, que producen cosas que no valen nada y que están al servicio de la plutocracia. Hay condiciones favorables para el oportunismo y se alienta la falta de conducta.

Fuente: PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA. PERFIL HISTÓRICO, BIBLIOGRAFÍA Y ENTREVISTAS LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PARAGUAYOS. Por VICTORIO V. SUÁREZ. Edición corregida y aumentada. Asunción, Paraguay. 2011 (654 páginas)



ADOLFO M. FERREIRO

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