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ADELA y CELSA SPERATTI

  DISCURSO DE CELSA SPERATTI, 3 DE FEBRERO DE 1888.


DISCURSO DE CELSA SPERATTI, 3 DE FEBRERO DE 1888.

DISCURSO DE LA PROFESORA PARAGUAYA CELSA SPERATTI EN UNA VELADA LITERARIA-MUSICAL, ORGANIZADA POR LA SOCIEDAD UNIÓN URUGUAYA EN EL TEATRO 1° DE MAYO, EN CONMEMORACIÓN A LA BATALLA DE CISNEROS. URUGUAY, 3 DE FEBRERO DE 1888.

 

 

"Señoras y Señores

Invitada por la asociación "Unión Uruguaya" para que tomara parte de este certamen, hubiera querido evitar una tarea tan difícil para mí, como es la de escribir una composición que debe leerse ante un público competente e ilustrado.

Pero estimulada por el ejemplo de los demás, y alimentando la grata idea de que aquí contribuiría aunque en pequeñísima parte á que esa asociación llene sus propósitos, me he resuelto a trazar algunas líneas sobre un tema conocido, convencida de que mi deficiencia será mirada con la benevolencia que acompaña á los levantados sentimientos de reunión tan distinguida.

Me he propuesto, señores, trazar á grandes rasgos el parangón entre dos seres cuya misión tiene mucha semejanza y deben mantenerse en estrecha y perfecta unión.

Estos dos seres son: madre, que nos depone, alimenta y guía en la niñez, y la maestra que desde la infancia nos educa y nos ilustra. No es del momento, ni la estrechez del tiempo, ni mis escasos conocimientos me permitirían el cuadro completo, fijando todos los puntos de semejanza y contacto que existen entre la madre y la maestra; pero debo indicar siquiera los perfiles que hagan visible el parangón que me he propuesto realizar. ¡La madre! ¡Cuánta dulzura! ¡Cuánta grandeza! ¡Cuánta poesía simboliza solo este nombre!

El pensador escéptico, que con la sonrisa de la ironía en los labios, pone en duda todo sentimiento noble y grande que existir puede en el ser, veía de seguro su error, si dirigiera su vista a la madre cariñosa, al depositar el beso maternal en la rente pura de su hijo, enseñarle con embeleso á articular las primeras palabras, velar su sueño, atender su alimento, procurarle el ambiente bonancible en el estío, el abrigo en el invierno, sosteniendo sus rimeros y vacilantes pasos. El aprendizaje humano empieza donde a vida tiene su principio, la madre como veis, comienza la educación del niño, despierta en el los sentimientos y le transmite el caudal de sus conocimientos, empezando á ponerlo en relación con el mundo que lo rodea.

Le da con los primeros rudimentos del idioma la fórmula cariñosa de saludar á su padre, la palabra amable con que acoger al amigo, la oración que debe elevar al Todopoderoso.

Entre los cánticos con que le entretiene y arrulla, el oído del niño percibe las notas, las estrofas del Himno Nacional; y en el pequeño estandarte que pasea en sus juegos, en los lazos que adornan su vestido o en la tierra argentina, mostrándole los cielos, le enseña a conocer los hermosos colores de la gloriosa bandera de la patria.

Apenas despierta la inteligencia, la necesidad de la Escuela se manifiesta; la maestra recibe entonces al infante de los brazos de la madre, estudia sus inclinaciones, trata de identificarse con su naturaleza para seguirla en sus diversas manifestaciones: sublime misionera de la idea, la maestra emplea todos los recursos de su talento y de su arte para penetrar en ese interior, reconocer lo que vive allá adentro y que lucha por ocultarse á la mirada más escudriñada: ¡difícil y laboriosa tarea!

La educación del niño ha ya empezado por la madre: ella por indecible amor ha desarrollado un tanto su inteligencia, ha despertado en él la curiosidad y el interés por la adquisición de los humanos conocimientos, continúa por la maestra que con delicado tacto sigue el trabajo tan felizmente empezado, aprovecha en el aula las lecciones que ha recibido de su primer preceptor en el hogar y deposita en el terreno más ó menos fecundo la semilla de la instrucción, para que después en la familia y la sociedad recojan sazonados frutos.

La maestra le enseña la moral que toma base y es continuación de las lecciones rudimentales que le diera la madre en el hogar. La maestra tiene una doble misión; al mismo tiempo que llena la memoria, ocupa el corazón del niño; es á la vez el criterio y sentimiento.

Augusta es la misión de la maestra, que perfecciona y adelanta en alto grado lo que la madre ejercita en el hogar, dirigiendo al niño en esa edad en que todo le impresiona vivamente y las impresiones que recibe, buenas y malas, lejos de borrarse por la acción gastadora del tiempo, se afirman y graban indefectiblemente en el correr continuo de los años.

Veo entonces la necesidad imperiosa de educar á la mujer, para que una vez hecha madre, empiece á desempeñar ese verdadero magisterio, y con esa adecuación superficial que consiste en comportarse graciosamente en el estrado, arrancar armonías a un instrumento, o recitar con propiedad un verso, es la educación sólida que habilita á la mujer para preparar al niño en el hogar y cooperar á la acción activa de la maestra.

Debe saber Historia que le enseñe á conocer los grandes hombres que ha de presentar como modelos.

Historia Natural, para que aprenda y haga comprender la magnificencia y la maravillosa armonía de la creación.

Filosofía, que le ayude a conocer su "yo" y sus deberes todos; pues á cada paso en las diversas fases de la vida necesita sus conocimientos para dirigir sus acciones. Debe saber Higiene, que es la ciencia de la vida, necesaria para procesar al infante desde el primer día de la existencia de la salud y el desarrollo.

No es mi propósito detenerme sobre esta materia que he querido tratar á la memoria, para recordar la unidad que debe existir en la educación dada por la madre la maestra, pues sin la ayuda de la primera, los esfuerzos de esta ultima nunca serían infructuosos, pero serían mayores y con menos resultado.

El espíritu se entristece al pensar cuán incompleta es aún la educación en general de la mujer, pero esa dolorosa impresión es mitigada al recordar cuanto se ha trabajado ya en este sentido y cuánto se adelanta paulatinamente; y la mujer, sobre todo la mujer argentina, puede decirse que es digna de llenar debidamente su misión de madre, que es la primer maestra y de maestra que es segunda madre.

Felicitémonos por ello, señoras y señores y confiemos que ilustrando y educando a la mujer, no está distante el día en que pueda decirse que se ha conseguido habilitarla por completo para que llene su misión augusta, forme otras madres y otras maestras, dé a la familia vástagos lozanos, a la sociedad miembros útiles y á la patria virtuosos ciudadanos.

He dicho.

CELSA SPERATTI."

 

Fuente: ADELA Y CELSA SPERATTI - PIONERAS DEL MAGISTERIO NACIONAL. MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA - COLECCION PROTAGONISTAS Nº 7 © Editorial El Lector. Asunción – Paraguay 2011

 

 






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