-Chamígo, FÉLIX PÉREZ CARDOZO rendápena tereho. Ame’êta ndéve peteî tarjeta chupe guarâ (Por qué no te vas a lo de Félix Pérez Cardozo. Te voy a dar una tarjeta para que le lleves, de mi parte)-, le había dicho JOSÉ ASUNCIÓN FLORES a VÍCTOR MONTÓRFANO (llamado, en realidad, VÍCTOR BENÍTEZ MONTÓRFANO cuando éste, en Buenos Aires, le llevó la letra de TETÂGUA SAPUKÁI. El creador de la guarania, en 1940, se hallaba trabajando en la versión sinfónica final de MBURICAO. Le explicó claramente a su amigo que no tenía tiempo.
El poema tiene una fuerza extraña. Es la tragedia de sangres de nuestro pueblo, pero es también la esperanza de que se acaben las tinieblas de la intolerancia para dar paso a la paz y la concordia. Ya la contienda con Bolivia había terminado y era el tiempo de comenzar una nueva era. Esta era la idea que, lentamente, había moldeado el escritor nacido en Villeta el 23 de julio de 1909.
-Chéngo kóa ndaikatu mo’âi ajapo (No voy a poder componer una música para esto)-, fue la respuesta que le dio, tras escuchar el texto, el arpista y compositor Félix Pérez Cardozo. Montórfano, sin embargo, insistió. Le contó que Flores le había dicho que el único capaz de hacer de esos versos una verdadera obra de arte era él. Esto animó al arpista y aceptó el desafío.
Pérez Cardozo se dedicó de lleno a TETÂGUA SAPUKÁI. Al poco tiempo, Montórfano escuchó la melodía y quedó encantado. Solamente le observó que en la parte donde dice tavy, tyre’ỹ mboriahu pepo guýpe aretéma jaiko le parecía no responder al espíritu de la obra. Le dio una melodía triste, quejumbrosa y, por tanto, débil, que no trasuntaba la fuerza de protesta en ella contenida» señala el propio Montórfano en un autorreportaje donde habla de la manera en que nació la composición.
Ese mismo año, el Conjunto de arpas y guitarras de Félix Pérez Cardozo, grabó por primera vez la obra con 11 voces. Fueron las de AGUSTÍN BARBOZA, los hermanos LARRAMENDIA (AGUSTÍN, LUCIANO Y GENEROSO), MAURICIO CARDOZO OCAMPO, DELFÍN FLEITAS, ELADIO MARTÍNEZ y EMILIO BOBADILLA CÁCERES, entre otras.
JOSÉ FÉLIX ESTIGARRIBIA era aún el presidente del Paraguay. Pérez Cardozo pensó que la canción de protesta no iba a ser bien recibida. Montórfano, entonces, le dijo que «la pieza musical estaba dedicada a la revolución libertadora de mayo de 1811 y a los próceres de la independencia» para no tener problemas.
El genial arpista creía también que la composición no iba a ser comprendida por los campesinos y que, por lo tanto, gozaría solo de la aceptación de una minoría selecta. El tiempo transcurrido le desmiente al autor de TREN LECHERO.
La historia aún no acaba. PEDRO OSVALDO BENÍTEZ MONTÓRFANO PERIS, más conocido en el ambiente artístico como MONPER, hijo de VÍCTOR MONTÓRFANO, cuenta que un tiempo después, cuando SOFÍA MENDOZA, con su coro, lo estrenaba en el Teatro Municipal de Asun-ción , su papá se puso tras el cortinado y cuando se cantó ñorairô reípe ñande ruguypa hizo un ñembokapu descomunal con bombitas y tres por tres para darle un efecto dramático a la letra. El telón, en medio del barullo, se incendió. Montórfano, desesperado, intentaba apagar las llamas. La gente aplaudió de pie. Creyó que el fuego era parte del espectáculo.