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José Escobar

  MBOI YAGUA - ESCULTURA POPULAR PARAGUAYA (ARTISTA: JOSÉ ESCOBAR)


MBOI YAGUA - ESCULTURA POPULAR PARAGUAYA (ARTISTA: JOSÉ ESCOBAR)

MBOI YAGUA

ESCULTURA POPULAR PARAGUAYA

MITOLOGÍA GUARANÍ

ARTISTA: JOSÉ ESCOBAR

 

 

 

MBOI YAGUA

Por TOMÁS MICÓ

 

 

            Este motivo mitológico tiene matices náuticos, deviene probablemente de una misma concepción etnolegendaria de hombres de dispersa fraternidad. Las versiones tienen escasas variantes en gran parte del subcontinente americano, conservando imagen tangible en las moles mayas donde cabezas de serpiente adornan -arman y jalonan- las gruesas paredes de su arquitectura.

            La amazonia trae rastros de serpientes superdimensionales como premio y castigo del hombre sílvido. Cuando éste abusa de sus prerrogativas la gran serpiente lo devora -o desaparece de una u otra manera. Castiga especialmente depredaciones y también cuida del hombre -y a veces lo nutre- le acerca provisiones cuando su obrar coopera al orden de la naturaleza.

            La serpiente es el anillo universal del saber étnico, así en Europa como en la Polinesia y en toda el África, especialmente en los países cálidos se nota su simbólica influencia; vayan como ejemplo India y Egipto. En cuanto a la tradición marinera de la serpiente debemos anotar que la gran serpiente emplumada Texacoalt vino del mar.... La primera historia de la navegación ultramarina evoca figuras de serpientes atacando naves y devorando hombres. Solamente se salvan los que deben narrar el cuento. Testigo imaginario, se entiende.

            El cuento "Anaconda" de Horacio Quiroga, es una extracción sub-amazónica labrada en buena madera; estudiada y plasmada en las proximidades del legendario Paraná. Nuestras lenguas la propalan, el Zoológico la exhibe en gran serpentario, sola, en ámbito de ofidio real, majestuosa e indiferente. Nuestros arrieros la oyen silbar -roncar, dicen- en sus largos sueños de digestión pos-manducar venados, terneros, hombres sorprendidos por su mimetismo... ¡Tantos han desaparecido!. Hay observadores de las costumbres de esta serpiente que podemos llamar gigantesca; llega a medir ocho metros por lo general, aunque lugareños refieren de dimensiones notablemente mayores.

            La Anaconda existe. Por eso se ha introducido hasta la profundidad de la leyenda, para que se vaya haciendo en el subconsciente una permanente noción del peligro que representa esta acechadora de la cual no es posible librarse una vez acometido. Se oculta bajo mantos de vegetación acuática y ataca cuando alguien se acerca a beber, o lo aprisiona mientras nada desprevenidamente.

            Se comprende así que hablar de grandes serpientes tiene sentido en Paraguay, como también en otros países de su proximidad dado que permite prevenir sus peligros y seguir viviendo. ¿Qué más se puede pretender de una ciencia de la seguridad que la proporción de una noción de precauciones a adoptar en los campos, lagunas, o grandes ríos donde el peligro acecha- Y en el mar también. Las extendidas velas de las naos batalladoras que se atrevían en los lindes de la mar ignota tenían un dragón con alas, echando fuego por -qué digo fosas nasales- las troneras de la nariz tonante. Así en la noreuropa como en la China que calza milenios; sus recuerdos se guardan en respetuosa narrativa actual y se conservan evidencias de su fantasmagoría bélica.

            Mucho puede decirse de la Anaconda -la Mboi Yaguá- la de cabeza de perro; la que se supone ladrar inclusive para aterrorizar a sus perseguidores o presuntos captores. Esta serpiente se abisma a descansar en cuevas subterráneas a digerir su presa, teniendo

también madrigueras subacuáticas. Bástenos lo apuntado para señalar que las leyendas no siempre, no en todo momento se hilan y tejen con suposiciones. Veces hay -como ésta- en que las leyendas son ecos magnificados de sucesos reales, reflejos de escenas aleccionadoras, evocaciones cultivables, en memoria fértil. Su nombre varía con la conformación geográfica, y su habitáculo también, pero sus hechos, formas y dimensiones en gran parte del globo se mantiene idéntico y aterrador: ¡La gran serpiente!.

            Esta serpiente aparece en grandes crecientes. La de esta narrativa mítica tiene dos púas en la cola, cualquiera sea su tamaño. Logra gran flotabilidad, tal vez por órganos natatorios, o vejigas de aire. En su aparición circunstancial o accidental avanza con la cola delante semejando un raigón arrastrado por las aguas, su aspecto es rugoso como corteza vegetal al que ascienden pequeños mamíferos o avecillas erradicados por la creciente, circunstancia de que se vale la serpiente para atrapar y devorarlos.

            Refiérese que en esterales de Itacurubí del Rosario, río Jejuí, se ven estos ejemplares cuya dimensión más adecuada sería de dos metros, mediana longitud que señala tratarse de colosales viboreznos cuya juventud no le permite hacer fuerza en relación necesaria al fluir torrentoso de las aguas, siendo desalojados de sus cubiles o escondederos. Los ejemplares plenamente desarrollados no serían tan fácilmente arrastrados, siendo por ello menos visibles. Con la "salida" de estos "bichos" cunde el pánico en las comarcas afectadas, a la vista de la serpiente, o tan solo al oír su terrorífico nombre.

            Las gentes que refieren sus acechanzas no están lejos de haberla visto -o presentido- en gran número de casos. Zoológicamente, estos ofidios tienen fauces de fácil dilatación que les permite ingerir -tragarse en el decir popular- hombres, terneros, cabras, venados y similares, estrujándolos por presión de sus anillos constrictores, que aún como serpiente joven posee tremenda fuerza estranguladora.

            La muestra escultórica realizada por Elías tiene dos metros -dos brazas cortas- semejando un raigón mal formado en el cual al apoyarse engañados sucumben aves, roedores y diversos ungulados lacustres.

 

 

Fuente (Enlace interno) :

LEYENDAS DEL PARAGUAY

MITOLOGÍA GUARANÍ

TOMÁS L. MICÓ

Imprenta Salesiana

Asunción – Paraguay, 1997

 

 


 

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PAISAJES DE LA CIUDAD DE AREGUÁ

Obra de JUAN DE DIOS VALDÉZ

 

 

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