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MARIANO ANTONIO MOLAS (+)

  BATALLAS DE PARAGUARI Y TACUARI (Autor: MARIANO ANTONIO MOLAS)


BATALLAS DE PARAGUARI Y TACUARI (Autor: MARIANO ANTONIO MOLAS)
BATALLAS DE PARAGUARI
Y TACUARI
Autor:
MARIANO ANTONIO MOLAS
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
 
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PARAGUARI Y TACUARI
 
Don Bernardo de Velazco, considerándose ya no como mandatario subalterno, sino como Gobernador absoluto de la provincia, con el atributo de legítimo representante del señor don Fernando 7º, empezó por poner en cumplimiento lo resuelto y ordenado por el artículo 3º. Formó la Junta de Guerra, y de ella resultó determinado que el mismo Gobernador pasase a los pueblos de Misiones de la otra banda del Paraná, a extraer de ellos las armas que habían para armar con ellas y con las pocas que tenía en la Asunción, las tropas que hasta el completo de seis mil hombres, intentaba levantar y acuartelar, no para oponerlas a la invasión de la potencia vecina (el Brasil) como se anunció en la arenga del Cabildo, sino para resistir a los designios de la Junta Provisional de Buenos Aires, y evitar la unión de ambas provincias.
Antes de su partida al Paraná, mandó desocupar el Colegio Seminario para cuartel general; cerró el Puerto; hizo parar el tráfico del comercio; equipó y pertrechó algunos buques, y los destinó a guardar la boca del río Paraguay, y cubrió todos los pasos del Paraná con milicianos sin sueldo y a expensas de los vecinos del Pilar sin distribución alguna, para que, ni de acá, ni allende pasase nadie; y así consiguió privar y cortar la correspondencia y relaciones con Buenos Aires, contra lo resuelto por el artículo 2º; confinó a Borbón a algunos ciudadanos y a un religioso eclesiástico, que se habían insinuado adictos al sistema de Buenos Aires. Y habiendo puesto en movimiento todos los resortes que creyó propios para poner en un estado de mediana defensa a su provincia inerme, marchó aceleradamente escoltado de cien hombres al Paraná, hasta el pueblo de Candelaria, dejando en su lugar en la Asunción, al coronel de milicias de Costa arriba don Pedro Gracia, Comandante Político y Militar da la Villa de Ycuamandiju, para que en su ausencia activase el alistamiento y acuertelamiento de tropas, como lo verificó, creando y nombrando oficiales, hasta el grado de Capitán.
Con las pocas armas que encontró en Candelaria, regresó a la Asunción, y se ocupó en disciplinar las tropas, y en otros aprestos de guerra. El Cabildo en su arenga, había propuesto al Congreso, que se armasen cinco o seis mil hombres, con el fin de oponernos a la potencia vecina, que observaba los momentos de tragarse esta preciosa y codiciada provincia, con cuyo objeto tenía sus tropas acantonadas sobre el río Uruguay, no distante del Paraná, nuestra frontera; pero las providencias y determinaciones del Gobierno de Velazco, demostraron muy pronto la falsedad de esta invención ilusoria, por que si era cierto que la aproximación de tropas portuguesas, era con el objeto de invadir a esta provincia y tragarla, ¿cómo el Gobernador Velazco, que en el Congreso del 24 de julio manifestó tanto celo, lealtad y fidelidad al señor don Fernando 7º persuadiendo con tanto anhelo, se reconociese y jurase al Congreso de Regencia de España, por legitimo depositario de su soberanía, y que no nos dejásemos subyugar de nadie que no fuese nuestro legítimo soberano, o su representante, no fortificó las dos fronteras nuestras, a saber el Paraná al sur y el río Apa al norte, y las dejó francas para que libremente sin oposición ni recelo pudiesen entrar cuando quisiesen los portugueses, a posesionarse de esta provincia?
Bajo de este especioso pretexto y del de fidelidad al Rey, burlándose de la credulidad de los paraguayos, ignorantes de sus derechos, y de las aspiraciones de la Junta Provisional de Buenos Aires, puso toda su atención en cerrar y cortar las antiguas relaciones de parentesco, amistad y comercio que vinculaban a las dos provincias desde su infancia, fomentando la desavenencia y discordia que había influido a la del Paraguay contra aquella ciudad, para afianzar la permanencia de su gobierno en la desunión de ellas, sin considerar que siendo las dos de un mismo origen, tarde o temprano, de grado o por fuerza, se unirían a formar una causa común para su total independencia de la dominación española. ¡Ah! no había entrado en los cálculos de Velazco, que su armamento y preparativos bélicos, se emplearían muy pronto en deponerlo y despojarlo del mando en que intentaba prevalecer; y en que la provincia quebrantando el juramento de fidelidad al Consejo de Regencia, se sustraería del dominio peninsular!
Es muy natural que el Coronel don José Espínola a su arribo a Buenos Aires, hubiese informado a la Junta Provisional, su comitente, del mal éxito de su comisión y de la repulsa del Gobernador don Bernardo Velazco a las propuestas de unión y envío de diputados que se le había hecho por aquella Junta; como igualmente verosímil que el mismo Espínola que había salido de la Asunción gravemente ofendido, y deseoso de vengar su agravio hubiese también persuadido a la Junta que los paraguayos, sólo necesitaban de que se les auxiliase con alguna tropa armada para lanzar de su puesto al gobierno Velazco, y unirse con Buenos Aires. Aquella Junta bien sea en este concepto, o bien suponiendo imbecilidad en esta Provincia, o ya porque hubiese previsto la oposición de Velazco, de acuerdo con el Gobernador de Montevideo, que se negó el primero a prestar su reconocimiento a otra autoridad que no fuese instalada en la España: sin considerar el natural bélico de los paraguayos, ni cerciorarse de si el deseo o necesidad de ser auxiliados para sustraerse de la dominación Española, era positiva y general, dispuso que el Vocal don Manuel Belgrano, pasase a esta Provincia con la investidura de representante de la Junta Superior Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, y con un cuerpo de tropa compuesto de 700 hombres, con suficientes pertrechos, confiándole también el grado de General en Jefe de este pequeño ejército, en calidad de auxiliar, y el de mayor General a don José Ildefonso Machaín, paraguayo (57).
Con este especioso pretexto, salió Belgrano de Buenos Aires, en el mes de setiembre de 1810, apenas con cien hombres, los más oficiales, y en su marcha les agregó seiscientos, con los que formó un ejército de setecientas plazas, (si es que se le puede llamar tal a un puñado de hombres armados).
Persuadía Belgrano a sus oficiales que no venían a conquistar al Paraguay, sino a auxiliar a sus habitantes; que a la vista de sus fuerzas se le unirían y depondrían a su Gobierno Velazco, y deliberarían libremente sobre el envío de Diputados pedidos por la Junta de Buenos Aires. Estos anuncios eran aparentes; con ellos creyó paliar su verdadera misión. Belgrano traía orden positiva de aquella Junta, que se había abrogado la superioridad, sobre los demás pueblos, que componían el Virreinato del Río de la Plata, de que vencida la oposición de Velazco, se apoderase del mando de la Provincia, la gobernase dependiente del arbitrio de aquella superioridad, como representante de ella, y envíase 10.000 hombres a la disposición de aquel Gobierno. Estos eran los verdaderos designios a que se dirigía la expedición de Belgrano, directamente contrarios a los principios adoptados al tiempo de la instalación de la Junta Superior Gubernativa, que el pueblo de Buenos Aires había creado por sí sólo, sin consultar la voluntad de los demás, sin embargo de haber manifestado en su capciosa proclama, que no pretendía usurpar los derechos de los demás pueblos.
A los tres meses de marcha, llegó Belgrano al Paraná, lo pasó en Candelaria sin oposición alguna, a últimos de diciembre. Esta circunstancia lisonjeó más su esperanza, viendo que no encontrando oposición en aquella frontera, se le abría la puerta para penetrar francamente hasta la capital. Del Paraná, siguió su marcha no como auxiliar, sino como conquistador enemigo. Ignoraba él la fuerza que se le iba a oponer.
Con la noticia que se tuvo de haber pasado el Paraná, movió el gobernador Velazco sus tropas que hasta entonces permanecían en la capital y en sus alrededores. Su ejército se componía de 4000 hombres de todas armas, fuera de más de 2000, que le siguieron voluntariamente. Velazco los condujo en trozos hasta Paraguarí, donde se acampó, colocando el ejército en tres divisiones cada una con suficiente artillería. Cubría el flanco izquierdo, el sargento mayor de Milicias regladas de Costa Arriba, con mil hombres, don Manuel Anastasio Cabañas; y el de la derecha, don Juan Manuel Gamarra; el primero, a la banda del norte del arroyo Juceri, y el segundo, a la del Sur. El centro compuesto de 2000 hombres, al mando del coronel de milicias don Pedro Gracia, estaba colocado entre el mencionado arroyo y la capilla de Paraguarí. El Gobernador Velazco, general en jefe del ejército, y su mayor general don Juan Cuestas, con otros oficiales de estrado, se mantenían divertidos en el colegio de Paraguarí. El día 13 de Enero, quedaba así todo, bien ordenado y dispuesto en actitud de resistir vigorosamente a cualquier ataque, cuando apareció en la banda sur del arroyo Mbasy, la vanguardia de Belgrano.
Este, a pesar de tener a la vista un ejército capaz de hacer pedazos al suyo, tuvo la animosidad de seguir adelante; pasó el arroyo, y acampó su pequeño ejército en el Cerrito, que está a la banda del norte de dicho arroyo, a dos leguas de Paraguarí. Allí arrojó Belgrano la vaina, despreciando el inminente peligro de ser sitiado por hambre, por el quintuplicado ejército del gobernador Velazco, y caer prisionero con todo su corto ejército en manos de éste.
No pudo ocultársele a Belgrano el riesgo a que se exponía; acaso tomaría esta temeraria resolución, confiado en que estando allí, se le unirían los paraguayos, cuya esperanza le traía engañado; quizá por esto, se mantuvo quedo y sin acción en el Cerrito, por espacio de cinco días. El pelmazo de Velazco que en todas sus proclamas, se anunciaba un militar experto y chamuscado de pólvora, sin aprovecharse de la favorable ocasión que se le presentaba de sitiar a Belgrano en el Cerrito, y tomarle prisionero sin un tiro de fusil, se dejó observar, y se mantuvo también por igual tiempo irresoluto y sin acción, sin pensar ni aún cortar los víveres al enemigo.
A los cinco días de haber estado en inacción uno y otro ejército, determinó Velazco mover el suyo con la mira de sitiar o más bien de acorralar a Belgrano. Al efecto se apersonó él mismo en el centro de su ejército, la noche del viernes 18 de enero a disponer y activar la marcha, para que a la madrugada del sábado quedase rodeado el Cerrito, fuera del alcance del cañón enemigo; pero a esa hora y cuando él menos lo esperaba, fue de improviso atacado el centro por 400 hombres al mando del mayor general don José Ildefonso Machaín. El centro, sin hacer resistencia alguna, se desordenó y dispersó; Velazco lo desamparó y fugó; subió con sus adheridos oficiales la cordillera arriba con miras de seguir y no parar hasta los establecimientos portugueses del Norte. Su mayor general don Juan Cuesta, fugó antes que él, y entró en la capital y se presentó en la Sala Capitular asegurando que el ejército de Velazco quedaba completamente derrotado, y victorioso Belgrano. Con esta noticia comunicada por un mayor general, a quien se suponía o debía suponerse haber entrado en acción y presenciado el ataque y su resultado, se alarmó la ciudad, y los Capitulares se embarcaron, y muchos de los españoles con sus caudales, con intento de pasar a Montevideo.
Desordenado el centro y dispersa la mayor parte de él, acudieron las dos divisiones del mando de don Manuel Atanacio Cabañas, y de don Juan Manuel Gamarra, haciendo fuego al mayor general Machaín, con lo que lo contuvieron y le hicieron retirar hasta su campamento del Cerrito, habiendo perdido entre muertos y prisioneros el número de cincuenta y tantos hombres. La acción no fue formal ni decisiva, fue más bien una tentativa o ensayo que se hizo por parte de Belgrano. Machaín no porfió en continuar el ataque; se retiró en orden defendiéndose del fuego de las dos divisiones que le iban a envolver.
Los tres generales, Gracia, Cabañas y Gamarra, retrocedieron aunque ya victoriosos, sin atreverse a apurar y oprimir o cortar la retirada a Machaín. Y sin embargo de que el gobernador Velazco, por el hecho de haber desamparado el ejército y fugado vergonzosamente a los primeros tiros del cañón enemigo, quedaba ya privado del gobierno de la provincia, y de toda intervención en el ejército, y por lo mismo se había hecho digno de la pena capital, no se le formó causa por un consejo de guerra que incontinenti debían celebrar los tres predichos generales; antes bien le hicieron buscar y llamar, más por ignorancia que por necesidad. Vuelto Velazco al ejército, determinó perseguir, y al efecto se destacaron algunas compañías ligeras, con orden de seguir pisándole la retaguardia, hasta dejarle pasar libremente el río Tacuarí, sobre cuya margen del sur se acampó y fortificó Belgrano, aguardando el refuerzo de tropa que había pedido a la Junta de Buenos Aires, para volver con fuerza más respetable sobre el Paraguay.
El río Tacuarí es angosto, pero profundo, rápido, montuoso y sin vados; estas circunstancias alucinaron a Belgrano poco o nada militar, para creerse seguro e inexpugnable en aquel sitio, a pesar del descalabro que había padecido en Paraguarí. Así fue, que sobre el paso único que tiene el Tacuarí, levantó sus baterías, y se puso en estado de resistir a cualquiera invasión paraguaya. Allí se mantuvo todo el mes de febrero.
El gobernador Velazco, pensando que Belgrano, por el susto que llevó en Paraguarí, y por su precipitada desordenada retirada, no había de parar hasta pasar el Paraná, se detuvo en perseguirlo, hasta que noticioso de haber hecho alto y fortificándose sobre el paso de Tacuarí, hizo marchar 2000 hombres de todas armas, contra él, al mando de don Manuel Cabañas, y don Juan Manuel Gamarra, con orden de desalojarlo de aquel punto, y perseguirlo hasta hacerlo pasar el Paraná. A principio de marzo se presentó nuestro ejército sobre las márgenes de Tacuarí, al frente del enemigo, pero Belgrano nada temió a la vista de un ejército superior al suyo.
Los generales y oficiales paraguayos que observaron la ventajosa posición en que se hallaba el enemigo al otro lado del río, que le servía de antemural, y conociendo por estas circunstancias que no sería fácil desalojarlo de aquel punto, atacándolo sólo de frente, sin batirlo también por la espalda, determinaron construir un puente sobre el Tacuarí, por no haber vado por donde esguazarlo. Así lo ejecutaron construyéndolo a una legua arriba, del paso. En un monte grande cercano al río, cortaron de noche a la lumbre de los fogones y condujeron al paraje designado, toda la madera proporcionada al ancho del río, y necesaria para el puente. Concluido éste en dos días, se dividió nuestro ejército en dos considerables trozos, y el 9 de marzo al amanecer, comenzó el que había a este lado, a batir de frente al enemigo, mientras que el otro pasaba el puente al mando de don Juan Manuel Gamarra. Divertido así el general Belgrano, sin pensar en ser atacado por su retaguardia, puso toda su atención en corresponder a nuestros fuegos; cuando de repente se halló oprimido por las tropas que habían pasado al otro lado del río Tacuarí, y al mismo tiempo por los botes armados que del Paraná arribaban batiéndole por el flanco izquierdo. Nuestras tropas del otro lado, entraron en acción con el mayor general Machaín y a pesar de haberse defendido este con mucho valor, fue hecho prisionero con otros oficiales y considerable número de soldados, se le tomaron dos piezas de artillería, un carro de municiones, fusiles y demás armas blancas. Pocos fueron los muertos, de una y otra parte.
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ENLACE DE LAS NOTAS SERÁN DERIVADAS
A LA BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY.
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Fuente:
DESCRIPCIÓN HISTÓRICA
DE LA ANTIGUA PROVINCIA DEL PARAGUAY.
Autor: MARIANO ANTONIO MOLAS
Tercera edición,
EDICIONES NIZZA
Asunción - Paraguay, 1957.
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