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GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

  ¡DESPIERTEN, SOCIEDADES APÁTICAS! - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 17 de Noviembre de 2013


¡DESPIERTEN, SOCIEDADES APÁTICAS! - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 17 de Noviembre de 2013

¡DESPIERTEN, SOCIEDADES APÁTICAS!


 Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Es bueno saber que hay todavía quien está dispuesto a sacrificar sus testículos en pública expresión de protesta, como hizo el joven ruso que clavó su escroto (no exactamente las criadillas, por fortuna para su descendencia) en los gélidos adoquines de la Plaza Roja, cuando el ya bien entrado otoño moscovita entumece hasta el pensamiento. En aquel sitio donde se libraron tantas batallas memorables quedó sentado el manifestante, sin pedir cámaras ni entrevistas, en recatado silencio, apáticamente se diría, protestando contra la apatía, la indiferencia política y el fatalismo de la sociedad rusa.

Atravesarse partes blandas del cuerpo suele ser ejercicio de faquires, al que este joven ruso parece estar aficionándose, ya que se cuenta que una ocasión anterior se cosió los labios. Aquí también hubo quien se cosió los labios en alguna oportunidad parecida, aunque a ratos parecía dominar el arte de ventriloquia. A otra forma extrema de reclamar a las autoridades solían recurrir los bonzos de Indochina, algunos de los que llegaron a echarse gasolina encima y prenderse fuego en medio de la vía pública, dejando a la posteridad fotografías escalofriantes de una determinación tan valerosa como inútil.

En los últimos años de lucha del Ejército Republicano Irlandés, varios de sus líderes presos en cárceles británicas reclamaron estatus de prisioneros de guerra. Comenzaron por arrojar afuera sus orinales, forzándose a sí mismos a efectuar sus deposiciones fisiológicas en sus celdas, hasta que ni los bomberos se atrevían a asomarse a ellas. También quemaron los uniformes rayados del presidio cubriéndose sólo con las mantas, por lo que varios tuvieron que ser asistidos por principios de congelamiento. Margaret Thatcher respondió: “El crimen es el crimen, no es política”; y no se les sustituyeron los uniformes rayados.

Entonces los combatientes irlandeses recurrieron a la medida extrema: la huelga de hambre. Cuando murió el primero, la Thatcher declaró algo así como que aquello era una forma de morir voluntariamente, elección que el IRA no permitía a sus víctimas. En definitiva, fueron diez huelguistas los que acabaron con su vida de esta manera. En estos países del trópico salsero no solemos ver protestas tan extremas. Salvo para la fiesta, el fútbol y la parrilla, solemos ser muy apáticos.

Por ejemplo, con ser muchas y frecuentes, nunca se supo de alguien aquí que muriera por causa de una huelga de hambre. De hecho, ni siquiera se sabe de algún huelguista que haya adelgazado. Los que recientemente se crucificaron parecen haber resucitado todos, como, desde luego, anuncian las Sagradas Escrituras. Los que acampan bajo toldos o en carpas en alguna plaza, en los corredores del ferrocarril o frente a los edificios públicos de donde fueron despedidos, obtienen lo que demandan o se aburren; lo cierto es que cuando levantan sus medidas nadie se entera por qué. Sus nombres nunca figurarán en Wikipedia.

Noticia aparte merecen otras expresiones colectivas, menos masivas pero no menos auténticas, como el “besotón” de los homosexuales revoltosos y la marcha del “orgullo gay”, que suelen ser pintorescas y divertidas, al tiempo que testimoniales. Muy buen recuerdo dejó aquella manifestación “Tetas y Culos por la Paz”, cuyo demorado reprís está siendo aguardado con la mayor expectativa por la ciudadanía consciente de los peligros de la guerra.

Se afirma que la notable proliferación de protestas públicas que vivimos en esta época es consecuencia de la apertura de los regímenes políticos y de la mayor tolerancia social; mas, de ningún modo debería soslayarse la importancia de la globalización en la similitud que adoptan los comportamientos colectivos, tarea a cargo de la prensa. El caso está a la vista: no hay cosa que se globalice más rápidamente que los foros mundiales que protestan contra la globalización.

Más allá de las excepciones, objeciones y críticas que pudieran oponerse a ciertas excentricidades, es preciso reconocer que la gran mayoría de las manifestaciones callejeras constituyen la expresión más honesta de que es capaz una comunidad saludable, sensible, solidaria y éticamente comprometida. En particular aquellas en que la gente se autoconvoca, sin perseguir un beneficio personal, concurriendo a pesar de la distancia o el mal clima, restando tiempo a sus compromisos o a su vida familiar. Estas son, más allá de que logren o no éxito en sus propósitos, las actitudes que vencen al conformismo, la apatía, la indiferencia política y el fatalismo colectivo.

Fuente: ABC Color (Online)

www.abc.com.py

Sección: OPINIÓN

Domingo, 17 de Noviembre de 2013

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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