VATICINIOS Y ADIVINACIONES

  Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Hacia mediados del siglo XIX, Auguste Comte predijo que ninguna máquina podría vencer jamás el campo gravitatorio terráqueo. En la misma época, un astrónomo anticipó que un barco a vapor no podría cruzar el Atlántico porque requeriría más carbón que el que cabría en sus bodegas. H.G. Wells escribió, en 1902: “Mi imaginación rehúsa ver cualquier suerte de submarino haciendo otra cosa que no sea sofocar a su tripulación y hundirse en el mar”.   

Cuando le propusieron al presidente de Warner Brothers crear películas sonoras, respondió “¿Y quién carajo quiere oír hablar a los actores?”. Y Chaplin agregó (1928): “Las películas necesitan sonido tanto como las sinfonías de Beethoven necesitan letras”. Pero a su vez, el victorioso propulsor del cine sonoro, Darryl F. Zanuck, en 1946 declaró, respecto a la TV que nacía: “La gente pronto se cansará de estar frente a una caja de madera”. En 1948, el fundador de la IBM, T.M. Watson, se largó con la siguiente predicción: “Como mucho, hay mercado mundial para cinco computadoras”. Tres décadas después, un físico a quien Bill Gates reconoce como mentor, dijo: “No hay razón para que cada persona tenga una computadora en su casa”.

Se cuenta que cuando el presidente de la Capitol Records, que había comprado los derechos de grabación de los Beatles para EE.UU., escuchó los temas que el grupo iba a interpretar en su gira por USA, expresó sotto voce: “No creo que estos tipos consigan nada en este negocio”. Y, posiblemente lo que fue la peor predicción: en 1899, un director de la Oficina de Patentes dirigió un memorándum al entonces presidente de los EE.UU., Mac Kinley, solicitando el cierre de esa dependencia, alegando que “Todo lo que se puede inventar ya se inventó”.

En nuestro país, por ejemplo, podríamos predecir algunos hechos y fenómenos para el 2015, tan solo repitiendo lo de años pasados; como por ejemplo: el Niño o la Niña producirán inundaciones o sequías, la chikunguña proliferará; los números estadísticos del VIH subirán, igual que los accidentes de motos, los asaltos y el tráfico fronterizo delincuencial y, de seguro, nuevas modalidades de robo en cajeros automáticos, tarjetas de crédito y operaciones informáticas.

Alguna que otra alerta podría agregarse sin mayor temor a errar, como las contrataciones masivas por el año electoral; “profundos cambios” en la justicia; cierres de rutas y sobornos políticos a los dirigentes que las organizan; en fin, “avances significativos en las manifestaciones de voluntad política” referentes el metrobús, el ferrocarril, el aeropuerto, la prospección petrolífera, los rellenos sanitarios y otros proyectos perpetuos.

Si bien es cierto que hoy en día las artes adivinatorias no reciben el respeto que merecían en siglos pasados, ni las ganancias que proporcionaban al agorero, todavía hay un montón de gente que dilapida su dinero y su tiempo en hechicería, ocultismo, videncia, cartomancia, etc.; o encargando tareas especiales a San Expedito (el único santo que lee diarios).

A menudo, los pronósticos son de cumplimiento casi forzoso. En el ámbito periodístico se recuerda un caso pintoresco: en Inglaterra, un director que mantenía pública enemistad con un político, publicó un artículo deplorando la muerte de éste, acaecida el día anterior, según se escribía. El afectado, que estaba vivo y sano, protestó vivamente. Unos meses después, el periódico volvió a “lamentar” el fallecimiento de la misma persona, quien nuevamente tuvo que enojarse y molestarse en rectificar la información. Y así, de vez en vez, hasta que un día, efectivamente, el político falleció. Entonces el director publicó un artículo que decía: “Por fin admiten que el Sr. Smith falleció”.

El porvenir es lo que todavía no vino; y no vino aun porque todavía no es. Para peor, lo que está viniendo trae consigo al azar. ¡Y qué gran estupidez humana es esa de creer que se puede conocer el futuro mientras se hace ostentación de completa indiferencia hacia el pasado! De todas formas, si pudiésemos adivinar lo que vendrá, nuestra existencia sería, por lo menos, aburrida, si no trágica. Celebremos el Año Nuevo, pues, con la lúcida y alegre certeza de que no sabemos de él más de lo que hace doce meses sabíamos de este año que se va.

Fuente: ABC Color (Online)