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GUSTAVO LATERZA RIVAROLA
  UN HOMENAJE A LA LUZ - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 21 de Febrero de 2016


UN HOMENAJE A LA LUZ - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 21 de Febrero de 2016

UN HOMENAJE A LA LUZ


  Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

En tres días más se conmemorarán cuatro siglos del primer proceso incoado por la Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición contra Galileo Galilei, acusado de sostener la teoría del heliocentrismo, “filosóficamente falsa y contraria a las Sagradas Escrituras”, específicamente en relación con el relato contenido en el Libro de Josué, en que este ruega a Jehová que pare la marcha del sol hasta que pueda terminar el asedio a Jericó, prodigio concedido.  

Ante la denuncia presentada por el dominico florentino Niccolo Lorini, Galileo es convocado a Roma. Su fiscal era el famoso inquisidor jesuita Roberto Belarmino, mejor recordado por su amable apodo de “el martillo de los herejes” (también acusador de Giordano Bruno y otros). No obstante la delicada índole del caso, el Papa Paulo V no le exigía al astrónomo florentino otra cosa sino declarar que la teoría heliocéntrica era una mera hipótesis y no un hecho comprobado, lo que era rigurosamente cierto, hasta ese momento.

Pero Galileo se negó a darle esta satisfacción, recibiendo, a cambio, una pena relativamente leve: la censura. Pese a ella, persistió en sus polémicas, molestando especialmente a los jesuitas, controvirtiendo con el astrónomo de esta orden, Horazio Grassi, a quien ridiculizó en un escrito sobre la naturaleza de los cometas, debate en el que, curiosamente, Grassi estaba en lo cierto y Galileo equivocado. Tocado en su autoestima, el jesuita reaccionó intrigándolo y provocando la segunda intervención de la Inquisición.

La audiencia de este segundo proceso se realizó en abril de 1633. Como las pruebas contra Galileo eran demasiado débiles para fundar una condena jurídicamente respetable, se le exigió abjurar o someterse a una sesión de tormentos. Optó, como es natural, por lo primero. El Papa Urbano VIII escuchó su retractación y le condenó a prisión domiciliaria perpetua. En aquel momento nace la leyenda de que Galileo, inmediatamente después de abjurar, pronunció la famosa frase “eppur si muove” (y, sin embargo, la Tierra se mueve), versión que ningún biógrafo respalda pero que se fijó como aforismo representativo de la lucha entre fe y ciencia, entre dogma y razón, entre tolerancia y autoritarismo. Murió nueve años después, en su casa, trabajando en la fabricación de un reloj a péndulo, rodeado de discípulos.

Muchos adversarios y críticos de la Iglesia católica le dieron a Galileo el carácter de mártir de la Ciencia. Los protestantes aún se sirven de su caso para desacreditar al papado, sin mencionar que ellos tuvieron también su inquisición, sus quemas de brujas, sus injusticias y sus penas crueles; además, sin expresión de arrepentimiento por todo eso, que ya no remedia nada pero al menos es un gesto.

En honor a la pura verdad histórica, Galileo investigó, disputó y polemizó todo lo que quiso en su vida. Aunque en el extranjero, toda su obra fue publicada. La condena a prisión domiciliaria fue laxa, pues se movió cuanto necesitaba o deseaba; el daño recibido de la Iglesia fue solo de índole anímica. Y hay quienes aseguran que, en realidad, no fue víctima de la intransigencia papal sino de la perversidad jesuítica, hipótesis que tampoco fue probada.

Galileo fue un formidable gladiador mas no un mártir profano, como Bruno. Por eso, no es coherente elevarlo a los altares del racionalismo en alas de la irracionalidad del mito y del emocionalismo. Queda en pie, no obstante lo dicho, la infamia del proceso inquisitorial y la prueba incontestable de que la lucha contra el dogmatismo fue intensa y desigual. Giordano Bruno murió en la hoguera; también el aragonés Miguel Servet, descubridor de la circulación de la sangre, que no fue condenado por este motivo sino por sus escritos teológicos heréticos. Al primero lo quemaron los católicos, al segundo los calvinistas. Parece que todos quemamos a alguien molesto, en cuanto podemos.

En este país donde la luz es escasa; en estos momentos tiempos de apagones –eléctricos e intelectuales–; dese el oportuno homenaje de esta estrecha columna al fundador de la Física moderna, que al morir dejó un mundo mucho mejor iluminado que el que encontró al nacer.

Fuente: ABC Color (Online)

www.abc.com.py

Sección: OPINIÓN

Domingo, 21 de Febrero de 2016

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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