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GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

  GUISOS MALDITOS - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 19 de Marzo de 2017


GUISOS MALDITOS - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 19 de Marzo de 2017

GUISOS MALDITOS

 

Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

La anécdota pintoresca de la semana la produjo una persona que, con aguzada vista, le pareció ver que un perro escapaba raudo del ultimátum de cuchillos y tenedores de un restaurante de comida oriental. Lo relató en las redes sociales y el cuento pasó de lo viral a lo virósico. Unos se indignaron, otros se persignaron, los más dictaron sentencias feroces. Nunca el mejor amigo del hombre ganó tantos abogados pro bono.  

Hace unos 30 millones de años, una rama de los antropoides evolucionó convirtiéndose en otra especie animal con mayor capacidad cerebral y mental. Progresando aún más en esa línea, la evolución acabó formando finalmente nuestro gajo, el homo sapiens-sapiens, o sea, el ser humano inteligente, “esa especie a la que tantos de mis lectores pertenecen”, como, socarrón, solía decir Chesterton.

Este paso decisivo hacia la mayor inteligencia fue posible, entre otros factores, porque nuestros ancestros se hicieron omnívoros. Al dejar de depender de una sola fuente alimentaria, al poder comer de todo, sus posibilidades de adaptación a distintos ámbitos naturales se incrementaron fabulosamente. Los omnívoros superaron rápidamente a los demás animales y se expandieron en el orbe.

De modo que, originalmente, los humanos comemos todo y de todo, y a esta y otras capacidades similares les debemos nuestra supremacía. Pero las distintas culturas que se desarrollaron a lo largo y ancho del mundo crearon sus propias concepciones acerca de muchas cosas, entre las cuales qué se puede comer y qué no, qué es sabroso y qué no.

De modo que si los habitantes del Lejano Oriente gustan de tener incluida en su mesa platos de carne perruna, es tan normal como que en la nuestra esté presente la vacuna. Los hindúes, que se ubican en la vereda de enfrente respecto a esto, no consumen perros ni vacas. A los judíos religiosos les están prohibidas carnes de cerdo, conejo, liebre, caballo y camello. A los musulmanes, los suinos. A los budistas todo alimento de origen animal. Y esto es solo lo más conocido, porque la lista de comidas-tabú es más larga.

Si en países del Lejano Oriente crían una clase especial de perros destinada al consumo humano; en Francia hacen lo mismo con un tipo de caballo. En Escandinavia y Siberia, renos. En Arabia y el Magreb, camellos. Los italianos del norte son aficionados a preparar un manjar hecho con un hermoso pajarito que nos inspiraría ternura pero no apetito. Los esquimales gustan de bocados de grasa pestilente de animales gordos. En Polinesia aprecian el pescado semipodrido, igual que a muchos europeos les agrada madurar así las carnes de aves. Menos piedras, en el África rural se ingiere de todo. Y no hablemos de los indígenas del Paraguay, que antes de la colonización hispana hasta se comían entre ellos.

La conclusión de todo esto se ve venir: en el reino de la gastronomía todo es cultural; solamente el apetito y la digestión son componentes fisiológicos del proceso de alimentarse. ¿Gustan, hambrientos lectores, de comer monos, perros, pájaros, reptiles, peces, crustáceos, insectos o miriápodos? Pues bien, ¡avanti! Solo hay que asegurarse de que la ley obligue a los productores de estos alimentos a manejar criaderos, mataderos, frigoríficos y lugares de expendios especiales, tal como hacemos con la ganadería común.

Nuestro pecado cultural original consiste en suponer que somos el faro que ilumina al mundo y que todo lo que no caiga bajo el haz de nuestra luz es errado, siniestro, deforme o vicioso. De modo que degustar carne de animales que para nosotros son mascotas amadas nos causa repugnancia, y esto nos lleva a tomar por bárbaros a quienes no sienten igual rechazo. Esta actitud no es racional, sino emocional; así se forma un prejuicio; y de los prejuicios, como se sabe, nacen la intolerancia, el fanatismo y la discriminación, entre otros males.

En el caso del perro, que fue el menú de esta semana, tuvimos un poco de todo eso; pero el plato principal fue la estupidez a la provinciana.

 

Fuente: ABC Color (Online)

www.abc.com.py

Sección: OPINIÓN

Domingo, 19 de Marzo de 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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