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GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

  LA CERTEZA DE LA DUDA - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 08 de Abril de 2018


LA CERTEZA DE LA DUDA - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 08 de Abril de 2018

LA CERTEZA DE LA DUDA


Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

En vísperas de elecciones generales lo que en este país respiramos es escepticismo y ansiedad. Las manifestaciones de triunfalismo no pasan de ser artilugios, droga estupefaciente para electores idiotizables. Las encuestas y sondeos de opinión intentan aportar alguna base fiable a los cálculos y pronósticos, aunque también es fácil convertir ambos en simple herramienta publicitaria.   

El elector paraguayo encara un problema grave: su gran decepción de la política en general y su profunda desconfianza hacia los candidatos, en particular. Entiende –y así lo expresa en los medios masivos– que la inmensa mayoría de los postulantes están clasificados en dos: los peores y los menos malos; y que para votar a uno bueno, si finalmente se lo halla en medio del pajar, también hay que votarle al resto de su rebaño. Y así, este estado de duda cartesiana (no la que suscita Horacio Cartes sino la metódica de Descartes), preside el ánimo ciudadano. La salida para esto no es muy filosófica que digamos: como electores nos resolvemos, en última instancia, movidos por el provecho personal y egoísta. Quienes te inspiren más certeza en la conservación o promoción de la buena pitanza, tendrán tu voto, sin importar quiénes sean. 

Conversábamos entre amigos, hace poco, acerca de los límites que deben ponerse al escepticismo antes de que se convierta en negación irracional o absurda. Se acomodó bien al tema y al momento recordar que, por ejemplo, hay gente que cree que Jesucristo es un personaje ficticio, que nunca existió realmente. Los islámicos fundamentalistas y los neonazis sostienen enfáticamente que el holocausto judío es un bleff montado para cobrar indemnizaciones y pensiones al próspero estado alemán. Algunos aseguran que el hombre nunca llegó a la luna; que las imágenes de ese acontecimiento no son más que montajes de laboratorios fotográficos. 

Yendo un poco atrás, hallaremos a los que negaban fanáticamente que algo más pesado que el aire pudiera volar, que intentarlo era una pérdida de tiempo, como se escribió en el New York Times el 10 de diciembre de 1903, una semana antes de que los hermanos Wright pusiesen en el cielo un avión. Y, otra anécdota (mi preferida), de 1899, cuando el director de la Oficina de Patentes de EE.UU., escribió al presidente McKinley aconsejándole que cerrara esa oficina porque “todo lo que puede inventarse ya está inventado”. 

La incertidumbre como única certeza también puede ser tomada a chacota; como este cuento que se atribuye a James Joyce, quien, con el diario en la mano, le comenta a la esposa que en él hay un aviso fúnebre referente a una amiga de ella. “¡No me digas que ha muerto!”, exclama ésta; a lo que él responde: “Morirse, no sé. Pero al menos la han enterrado”. 

La pregunta del colofón es: ¿hasta dónde es racionalmente admisible mantenerse escéptico en asuntos políticos? ¿No confiamos en ningún candidato? Está bien; pero aun así hay una alternativa que resolver: ¿simplemente nos abstenemos de concurrir a comicios o vamos y, de todos modos, votamos a alguien? ¿Cómo escoger? La incredulidad ni la sospecha sirven de mucho para una decisión correcta; entonces es cuando llega en nuestro auxilio un factor irracional: la esperanza. La esperanza de que fulano, por ejemplo, aun siendo un candidato mediocre y sin méritos, una vez en el poder será capaz de actuar como persona honesta, eficiente y patriota. O sea, persuadirnos de que en la política electoral, como en el póker, no son tus cartas lo realmente importante sino las fichas que tengas y cómo las juegues. 

En definitiva, concluimos que de la próxima elección general no puede salir algo mejor que lo que conocemos. Es aquella duda inicial, pues, la que produce esta certeza final, tal como pretendía Cartes; digo Descartes. Dudo de todos los candidatos, luego pienso, luego existo, luego voto. ¡Ah! Qué trabajos da la democracia a los que se la toman en serio. Bajo la dictadura no sufríamos estos trastornos intelectuales.

Fuente: ABC Color (Online)

www.abc.com.py

Sección: OPINIÓN

Domingo, 08 de Abril de 2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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