DÍA DE ELECCIONES

Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Día de elecciones. Día de imprecaciones y deprecaciones. Sobre la eficacia de estas últimas nada sabremos hasta que los intercesores milagrosos manifiesten sus veredictos a través del TREP. De todos modos, ya sabemos que hay candidatos que salen en la “pole position”, con fuertes máquinas y altísimo octanaje, mientras los de menores recursos encomiendan su suerte a sus santos patronos. De este modo se comprobará también, por consiguiente, cuál es realmente el poder del espíritu sobre la materia.   

Debemos consignar, para los estudiosos del futuro, que esta debe ser la campaña electoral más soporífera en estas tres décadas de libres competencias. Las concentraciones de partidarios en las que se derrochan euforia, empanadas y cervecitas, hurras y vítores, prácticamente desaparecieron; los cierres de campaña, melancólicos y parsimoniosos, más bien parecieron velorios; aunque estaban organizadas en provecho de los muy vivos y no para los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría. A las alegres manifestaciones callejeras, los desfiles, caravanas, discursos, se les vio desmayados. Las chicas llamativas y chicos entusiastas que reparten remeras, birretes, calcomanías y figuritas, también se borraron. No sé explicar. Tal vez estas cosas ahora se ofrecen por wasap y se reparten por delivery. 

Ah! Y las batucadas… ¡qué nostalgia! Encontré a un joven reunido con su grupo en una plaza céntrica, cada uno debidamente equipado con su instrumento de tortura percusional; y le pregunté: ¿Qué pasa? ¿No están actuando? “No”, me respondió. Y yo: ¿Pero justo ahora, en plena campaña electoral? Me miró fijamente y confesó: “Noguahêi oréve la subsidio”. 

Sin embargo, hay algo positivo que apuntar: en Asunción no se pintarrajearon más paredes que aquellas cuyos propietarios autorizaron; este, sin duda, un paso de gigante en pos de la civilización. No cubrieron la ciudad con pasacalles, esos trapos destinados a colgar desflecándose durante meses, hasta que algún furioso viento sur los arrebate. Ya casi no padecimos las “volanteadas” y su basura consecuente. En vez de ver los rostros de los candidatos impresos en papel, disfrutamos de sus donosos semblantes en carteles armoniosos (algunos también luminosos). Los más discretos se conformaron con fijar sus retratos en las columnas de ANDE y Copaco. Luego, de igual modo, el viento sur se encargará de ellos. 

¿Hay causa conocida para el desinterés, el “caigüetismo”, la somnolencia popular?¿No seducen los candidatos? ¿No alcanzan las empanadas? ¿No fluyen los líquidos estimulantes? ¿Ya no se regalan motocicletas a los operadores? ¿Será cierto que no llegan los “subsidios”? O es que la democracia paraguaya agotó su encanto, decae, se desvencija. De hecho, los elogios a la dictadura que se escuchan en estos días son muy elocuentes. 

Bien; veremos qué esperpentos sentamos hoy en las bancas legislativas. Y qué explicaciones de nuestra pésima elección daremos después. “¿Quién votó a este tipo, a esta tipa?” nos preguntaremos unos a otros dentro de poco. Mas ninguno confesará. “No es raro encontrar ahora mismo gente en los Estados Unidos que digan, aún en shock, que no conocen a nadie que haya votado a Trump. Lo mismo pasaba con los jóvenes cosmopolitas de Londres: no sabían de nadie que hubiera estado a favor del Brexit, y repetían como un mantra vergonzoso que al día siguiente del referéndum la principal búsqueda de Google era: ¿qué es la Unión Europea?”, escribía hace poco la periodista Natalí Schejtman. 

Aquí abajo, en el hemisferio sur, nos pasa igual; las votaciones parecen siempre tomarnos desprevenidos. En la política paraguaya las sorpresas vienen envueltas en sábanas blancas. Tengamos en cuenta que a nosotros, Google no nos va a informar mañana cómo los sinvergüenzas volvieron a conseguir triunfos en esta jornada. Los oráculos locales nos dirán, seguramente, que es manifestación de la voluntad popular. 

Siempre me pregunté si aquel recurrido adagio latino Vox populi, vox Dei, alguna vez fue corroborado debidamente o nunca pasó de constituir un soberano disparate. Al parecer, y más allá de las deprecaciones y de la mayoría de las encuestas, esta vez volverá a manifestarse como un soberano disparate.

Fuente: ABC Color (Online)