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SERVILIANO SOLÍS (+)

  RASGOS BIOGRÁFICOS DE ARTISTAS PARAGUAYOS - LA PINTURA, LA CARICATURA, EL FOLKLORE DEL PARAGUAY Y OTROS ENSAYOS - Por SERVILIANO SOLIS


RASGOS BIOGRÁFICOS DE ARTISTAS PARAGUAYOS - LA PINTURA, LA CARICATURA, EL FOLKLORE DEL PARAGUAY Y OTROS ENSAYOS - Por SERVILIANO SOLIS

RASGOS BIOGRÁFICOS DE ARTISTAS PARAGUAYOS

LA PINTURA, LA CARICATURA, EL FOLKLORE DEL PARAGUAY

Y OTROS ENSAYOS

Por SERVILIANO SOLIS

Talleres Gráficos LUCANIA

Asunción – Paraguay

1975 (61 páginas)

 

 

         Dr. Dn. LUIS A. LEZCANO.

 

         A MANERA DE PROLOGO

 

         Señores Académicos:

         Señoras y señores;

         Nuestro distinguido compatriota Dn. Serviliano Solís es un valor intelectual bien conocido, no sólo en nuestro país sino también en la Argentina y en otros países de nuestra América. Supo triunfar dignamente en un medio tan exigente como Buenos Aires, pues se distingue como escritor, poeta notable, dibujante-caricaturista, y ha conservado siempre su condición de buen paraguayo.

         Antes de la obra cuya publicación nos tiene reunidos alrededor de esta digna figura de las letras paraguayas, ya publicó dos poemarios titulados "Cofre de Cristal" y "Arca de Bronce", ambos adquiridos por la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares de la Nación Argentina.

         La producción que ahora nos ocupa es la titulada "Evocación de Ortiz Guerrero" (Su Vida y su Obra), con prólogo del escritor y poeta paraguayo Antonio Ortiz Mayans, y de la cual nos ocuparemos dentro de un momento.

         Tiene Solís obras inéditas; "Perfiles Singulares" (Conferencias, semblanzas y ensayos) y "Poemas de ternura, de belleza y de sangre".

         Don Serviliano Solís Acosta ejerció el periodismo en "El Diario" de Buenos Aires, cuando era su director el Dr. Dn. Norberto Láinez; también en la Editorial Atlántida y en la Editorial Haynes, vale decir, en "El Mundo", "El Hogar", etc., hasta el año de 1960, en que se retiró para jubilarse.

         Distinciones: Es fundador del Club de Letras de Buenos Aires; cuya presidencia ejerció por un período.

         Fue presidente asimismo de la Comisión Cooperadora de la Escuela N° 11, del Consejo Escolar 9°, "Manuela Pedraza", de la Capital Federal, y es Miembro de importantes instituciones culturales como la "Sociedad Argentina de Escritores (S. A.D.E.) , de la Asociación Internacional de Prensa", fundada por José Enrique Rodó en 1906, en Montevideo; del Instituto Cultural Argentino Paraguayo; Asesor de Cultura y Prensa del Círculo Médico Argentino-Paraguayo, cuando era su presidente el Dr. Italo Caselli.

         Solís es Miembro también de la Unión Cultural Americana, fundada por Dn. José Jacinto Berrutti, y actualmente es Vicepresidente 2° del Movimiento Pro Federación Americana, de corte continental, ya que su actual presidente provisional es el Dr. Genesio Pereira Filho, brasileño y Vicepresidente 1° el Dr. Santiago Gutiérrez, de Colombia.

         Por último, cabe agregar que Solís fue Director de la revista "Casa Paraguaya", cuando ejercía funciones en el Directorio de la misma, en carácter de Secretario de Cultura.

         En las solapas de la obra de Solís que hoy sale a la luz pública, podrán todos leer las opiniones de personas de calidad, de alcurnia intelectual, sobre "Cofre de Cristal" y "Arca de Bronce", entre ellas, el Miembro de la Academia Argentina de Letras Dn. Álvaro Melián Lafinur; escritores de nota como Juan Pablo Echagüe, Héctor P. Agosti; el Presidente de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares Carlos Obligado, el Prof. Jorge M. Baño, y, además, artículos de los diarios "Clarín", "Crítica" y la revista "Nuevo Mundo".

         Y voy extractando algo de la Hoja de Vida o Curriculum Vitae de nuestro admirado escritor y poeta, que ente las muchas cualidades que le adornan tiene una que por algunos es considerada un defecto: su modestia. Hace ya muchos años, alguien escribió sobre "la anacrónica virtud de la modestia", y ahora más que nunca es en realidad anacrónica tal virtud, por los tantos críticos y censores como vemos aparecer, algunos de ellos no sólo nacionales sino que también los hay extranjeros advenedizos.

         El fino espíritu de Serviliano Solís nos brinda ahora otro fruto de su robusto intelecto: "Evocación de Ortiz Guerrero. Su Vida y su Obra". Con toda generosidad, con la nobleza de su gran corazón, habla Solís del digno paso por la vida del poeta guaireño, quien, no obstante la cruz de su martirio, sólo dejó flores en su camino. Al parecer practicaba la consoladora y estoica filosofía que encierran estas palabras de Amado Nervo:

         "Si eres sano, alégrate, porque en ti las fuerzas de la Naturaleza han llegado a la ponderación y a la armonía: si eres enfermo, alégrate, porque en ti se ensaya ese divino alquimista que se llama el Dolor".

         Recibió ya el autor juicios consagratorios de su nueva producción que hoy ve la luz pública en nuestra Ciudad Capital. He aquí algunos provenientes de escritos argentinos:

         De Juan Antonio Solari, escritor, elocuente orador, ex  diputado:

         (Mi estimado compañero y amigo Dn. Serviliano Solís:

         "Le agradezco el envío de su reciente trabajo sobre Ortiz Guerrero, el poeta paraguayo cuya vida, signada por el martirio de terrible enfermedad, fue no obstante alta lección idealista. Su evocación es hondamente emotiva. La personalidad, y la obra de Manuel Ortiz Guerrero, truncas a los 36 años de         edad surgen a la luz de su comprensivo y cariñoso análisis con perfiles perdurables.     Ortiz  Guerrero fue sin duda un poeta y, por cierto, un hombre libre. Llevó con dignidad la cruz de su dolor y entregó la buena simiente de su amor a la verdad, la belleza y la justicia. Los versos que Vd. transcribe permiten formarse juicio sobre la noble inspiración del poeta y la sencilla pureza de sus sentimientos. Me ha impresionado sobre todo el canto a Chamorro de gran fuerza expresiva, digno de figurar junto al de Machado a la muerte de Giner de los Ríos.

         "Le felicito por su labor y hago votos para que pueda proseguirla por muchos años en la medida en que nuestro horizonte se llena de sombras, por el imperio de fuerzas primarías en lo político-social, habrá que sostener con más firme brazo la vieja bandera de los ideales que ayudan a los humanos a desbestializarnos".

 

         21 de marzo de 1973.

 

         Cabe recordar aquí que ya en 1945, mis hermanos y yo incluimos en nuestro Libro III de "Lecciones de Castellano", la hermosa poesía dedicada al ilustre Maestro Chamorro por Ortiz Guerrero. Chamorro fue también egregio poeta.

 

         Del Presidente de la Asociación de Jubilados y Pensionados de Empresas Periodísticas (AJYPEP), Palmiro Vanoli:

 

         Buenos Aires, 20-2-73.

         "Estimado Serviliano Solís:

         "Sin duda es Vd. un hombre noble y generoso. Certifica estas expresiones su libro sobre la vida y obra de Manuel Ortiz Guerrero. Esto con relación al gesto y al esfuerzo, hoy ya tan en desuso en este mundo "congelado". Pero todo el libro es una bella contribución para no olvidar al brillante poeta motivo de la recordación emocionada de Vd.".

 

         Del Dr. Andrés J. Abad:

 

         San Martín, 2-4-73.

         Mi querido y recordado amigo:

         ...Emotiva su "Evocación de Ortiz Guerrero". Ajustado el criterio para juzgar una labor de verdadero mérito, de fino, elegante y talentoso poeta. Las hermosas transcripciones hablan de calidad y jerarquía.

         Es evidente que los homenajes líricos que se le tributaron, las merecía. Y mucho. Y que esta obra suya reubica al poeta en su verdadera dimensión, y da el más categórico

mentís a criticones que viven, sean o no universitarios, buscando peros en la labor de los demás...

         Acepte Vd., mi gratitud por este regalo espiritual, y mi aplauso por este gesto de honrada intención que busca destacar los méritos de los auténticos creadores de la belleza.

 

 

         Del Prof. Alberto A. Roveda:

 

         …al agradecerle el envío de su trabajo que intitula "Evocación de Ortiz Guerrero", le expresa sus congratulaciones por ese apasionado documento y justiciero alegato en favor del recuerdo de un poeta auténtico y de un estoico espíritu cuya producción enriquece las letras americanas. Buena falta hace en estos tiempos de prosa economista enaltecer las esencias de los soñadores y los líricos que entregan sus vidas a la noble causa de la depuración espiritual.

 

         Buenos Aires, 19 de febrero de 1973.

 

 

         De Américo Cali abogado y poeta:

 

         "Por Vd. he sabido muchas cosas sobre Ortiz Guerrero. Se trata de un afectuoso homenaje propio de un espíritu generoso como es el suyo.

         "Gracias a gestos así muchos nombres gratos se salvarán del olvido.

         "La cultura paraguaya y la nuestra agradecerán a Vd. su sentido trabajo",

 

         Mendoza, 30 de marzo de 1973.

 

 

 

         De Juan Bautista Grosso. Poeta. Colaborador de "La Prensa"

 

         Buenos Aires, 24 de marzo de 1973.

         Querido poeta y amigo:

         "Evocación de Ortiz Guerrero" es un trabajo admirable, puesto que recuerda a un magnífico poeta paraguayo tan hondo y sensible, al mismo tiempo humano y sufrido, por el inmenso dolor de su cruel enfermedad, pero a pesar de todo un auténtico poeta, inmortal dentro y fuera de su patria.

         "Su trabajo tiene delicadeza en la prosa y galanura en el verso y nos lleva a través de sus páginas a conocer a ese artista que sembró la belleza y el amor, la fe y el optimismo y nos dio un lección de ética, de canto y de belleza.

         "Lo felicito de todo corazón por tan hermoso trabajo".

 

 

         De Susana Nile Palumbo, Licenciada en Ciencias Políticas y Sociales:

 

         Mendoza, 27 de marzo de 1973.

         "Leí su obra «Evocación de Ortiz Guerrero» con la emoción que despiertan sus bellas páginas. ¡Hermoso homenaje al escritor paraguayo!

         "Creo que, sin extenderse demasiado, Vd. ha logrado dar a través de su disertación una imagen muy clara del poeta: de su drama, de su expresión lírica, de su personalidad. Las poesías que ha escogido, son encantadoras, en especial "Suma de Bienes".

         "Lo felicito y le agradezco este envío".

 

         Como bien expresa Ortiz Mayans en el hermoso prólogo puesto a la obra, no debe uno acercarse a la producción del bardo guaireño con la "la engreída fatuidad cientificista, y menos aún, haciendo alarde de una cultura libresca, deficientemente aprendida y apresuradamente engullida". Debe tenerse bien presente que Ortiz Guerrero no pudo dedicarse a estudios superiores a causa del terrible mal que tempranamente comenzó a minar su organismo. De allí que puedan hallarse algunos lunarcitos en su obra, pues ni siquiera tuvo tiempo de pulir en forma sus trabajos a causa de sus apremios económicos. Pero no cabe duda que hay verdadera inspiración en su producción, y hay dignidad, altivez. El cantó a la vida a pesar del acecho permanente de la Muerte. Y recuerda Solís que el excelso Rubén Darío fue objeto de crítica a pesar de ser un artífice del verso, por "el venerable Manuel Gondra", como lo llamó aquel iconoclasta que fue José M. Vargas Vila, crítica que no aminoró la gloria del nicaragüense.

         Cabe recordar aquí que el Centro Guaireño, presidido por ese médico, historiador y humanista, que se llama Víctor Franco, organizó en el Teatro Municipal, un acto de desagravio a la memoria de Ortiz Guerrero, acto que tuvo como una de sus alentadoras principales a una guaireña de esclarecida memoria, la Lic. Dominga Silvero Vega, brillante profesora de matemáticas, que cultivaba a la par, con amoroso afán, las bellas letras.

         En la última producción de Solís podemos leer una hermosa poesía dedicada a Ortiz Guerrero, y están los comentarios acertados, justicieros, sobre toda la producción del gran poeta. Muy acertada también es la mención de los admiradores de Ortiz Guerrero, y, particularmente, los recuerdos y juicios de ese gran escritor, dramaturgo y, noble corazón que se llama José Arturo Alsina.

         Es también un gran acierto la selección de las poesías: "Suma de bienes", "La amarga plegaria de unos labios en flor", "Munificencia" y "A Chamorro", de quien dijo ese otro altísimo poeta que es Vicente Lamas: "Nos enseñó a hablar en buen español".

         E hizo muy bien Solís en incluir en la obra las poesías dedicadas a Ortiz Guerrero por el gran Maestro, poeta y sociólogo, Dr. Ignacio A. Pane, del consagrado liróforo Manuel Verón de Astrada y del prologuista Ortiz Mayans.

         No cabe duda que Ortiz Guerrero nació poeta, y a través de su producción, transida de dolor, podemos apreciar el temple de su alma, porque sabía que estaba próxima " la inexorable visitadora"; si de sus versos se desprende melancolía, también fluye de ellos una lección de fortaleza moral, de esperanza, junto con gran sensibilidad y abundancia de verdaderos acentos líricos.

         Al felicitar al grande y buen amigo Solís por este nuevo fruto de su robusto intelecto, que ahora se difunde en la Asunción de nuestros amores, decimos con Ortiz Mayans: "Versos y flores para el recuerdo inmortal de Ortiz Guerrero, cuya nombre traspasó las fronteras de la patria".

 

         Luis A. Lezcano.

 

 

(1) Fueron las palabras pronunciadas por -el doctor y académico, 'don Luis A. Lezcano, el día 10 de agosto de 1973 en la Librería "Comuneros", en oportunidad de la presentación del opúsculo intitulado "Evocación de Ortiz Guerrero'. Su vida y su obra. Este discurso fue difundido, asimismo, íntegramente por la radio "Charitas" de Asunción, Paraguay.

 

 

 

DOS ARTISTAS ARGENTINOS, EVOCACION DE DIOGENES TABORDA,

CARICATURISTA ARGENTINO

 

         Por Serviliano Solís.

 

         En merecida evocación permítaseme traer aquí el recuerdo de un inolvidable caricaturista argentino, cuya destacada personalidad artística logró alcanzar una notoriedad que rebasó los horizontes patrios.

         Me refiero a Diógenes Taborda, el popular Mano Taborda, aquél talentoso muchacha entrerriano, al que sin duda han de recordar porque Taborda, hace más de cuatro décadas iluminó con el agudo ingenio de su lápiz de humorista las páginas del popular rotativo porteño "Crítica".

         Era entonces, el dibujante Taborda, una figura artística de relieve personalísimo y, sobre todo, una figura de gran popularidad que él logró acrecentar con su labor tesonera diaria, a través de sus páginas hípicas y de sus memorables caricaturas políticas y también teatrales que hicieron época.

         En aquellos tiempos de su apogeo artístico, con Columba y Eduardo Alvarez, ostentaban el decanato de nuestra agrupación de caricaturistas. Podría parangonársele al primeros, en cuanto a lo que se refiere a popularidad, porque Taborda, fue un artista esencialmente popular al servicio de su pueblo. Fue, en efecto, uno de los dibujantes que dio categoría al arte de la caricatura nacional. Al igual que José María Cao, uno de los precursores más celebrados de este género de arte en el Río de la Plata; como Mayol, Alonso, Zavattaro, Málaga Grenet, Sorazabal, Pelele, Sirio, Alvarez; Gubellini, Guevara, Tristán y Verona, para no citar aquí, desde luego sino a una pléyade de caricaturistas desaparecidos y en justo homenaje recordatorio, a quienes con el agudo ingenio de su talento prestigiaron las páginas del periodismo rioplatense.

         Taborda, con su ingenio extraordinario e indudable capacidad creadora, consiguió darle impulso renovador a la prensa diaria de entonces, con su lápiz festivo, chacotón y alegre. Su labor artística -y por ende periodística-, en este sentido fue importante, por meritoriamente suya y por precursora al propio tiempo. El fue, por consiguiente, quien dio carácter, nuevo ritmo y una atrayente modalidad al periodismo porteño de antaño. Y también fue así que "Critica", iba ganando en circulación y calidad, gracias a los monos y a las caricaturas de Taborda, porque el mencionado diario constituyó su medio cabal de expresión gráfica para llegar a su público, a ese público que tanto lo admiraba y lo quería.

         Taborda se constituyó, pues, sin proponérselo, en el alma misma del popular y difundido diario argentino. Se hizo, en efecto, tan necesario, el humorismo chispeante e incisivo del caricaturista en las ágiles páginas del aludido vespertino, que llegó a constituirse en el hombre necesario, insustituible, vital para el diario.

         Por eso cuando se apagó su vida joven, tan útil y necesaria, "Crítica", sufrió un desgarrón profundo en su estructura interna, porque la muerte del artista significó para el diario, algo así como el derrumbe de una de sus columnas principales.

         Cuando yo tuve la satisfacción de estrechar por primera vez la mano amiga de Diógenes Taborda, fue en el año 1925.

         Lo hice por intermedio de un redactor de apellido de la Fuente, para quien llevaba yo una carta de Segundo B. Gauna, periodista ya fallecido. Era en los tiempos lejanos, difíciles, en que yo me iniciaba en el periodismo metropolitano, "garabateando" las primeras caricaturas y también las primeras crónicas para la vieja publicación "El Diario", que dirigía a la sazón el Dr. Norberto Láinez, hijo del distinguido y eminente periodista Dn. Manuel Láinez.

         Allí, en el antiguo edificio de "Critica", de la calle Sarmiento, lo trate a Taborda por primera vez. Yo no era, sino un adolescente que recién se iniciaba en el arte de la caricatura y en cambio él, era un hombre maduro, fogueado, que ya tenía mucho nombre. Sin embargo, esto no lo envanecía, pues Taborda, era precisamente lo que bien podía llamarse con acierto un hombre llano, sin pretensiones, sencillo, cordialísimo. Era modesto hasta en la forma de vestirse, sin preocuparle demasiado la elegancia; no le daba ningún valor a la indumentaria; pues el atuendo personal, para él, era lo de menos; acaso por aquello de su simpática fealdad, o por lo mismo que se le llamó y se le conoció en todas partes por el Mono Taborda; tendría presente, sin duda, aquellos clásicos versos octosílabos de Iriarte y prefirió, por lo tanto, no "vestirse de seda".

         No obstante, quede dicho aquí en su honor, que, cuando la circunstancia se lo exigía, supo vestir también su "smoking" como cualquier otro, si no con elegancia, por lo menos con buen gusto. Taborda, pese a su aparente humildad de origen, procedía de una destacada y honorable familia entrerriana, bien situada en la sociedad, de la que el artista nunca jamás hizo alarde entre sus amistades.

         Recuerdo que en esa ocasión que yo le fui presentado tratóme deferentemente, como un hermano mayor. Me alentó muchísimo; recuerdo además, que le causó mucha gracia una de las caricaturas que le enseñé en esa oportunidad. Eran aquellos tiempos, en verdad, difíciles para los que nos iniciábamos en la ardua tarea periodística. Pero Taborda, ese día, estuvo conmigo tan risueño y cordial que levantó mi espíritu. Salí renovado y con la moral a prueba de sinsabores. Y no era para menos; Taborda poseía un carácter alegre, contagiaba su buen humor de inmediato y era, además, un conversador ameno. Era inquieto, alegre e ingenioso, como cuando dibujaba y daba vida a sus personajes grotescos del ambiente político, teatral y turfístico. En su espíritu no cabía aquella aguda reflexión filosófica de Luis Bagaría, pintar-caricaturista hispano y una de las altas cumbres de la caricatura moderna española, que aseguraba que "en el fondo, no hay nada más triste que el humorista, porque el humorismo no es sino la venda rosa de la decepción". En este sentido, nuestro artista era antítesis de su colega español, pues Taborda, fue una viva expresión de jovialidad ilimitada. Y si alguna vez dejó trasuntar su decepción, no lo hizo con la amargura del avinagrado, ni del envidioso, sino que por su habitual buen humor e ingenio, siempre festivo, como cuando por ejemplo nos relata sus impresiones de caricaturista teatral. Escuchémosle: "En mis largas correrías por las plateas y los escenarios -dice- he aprendido muchas cosas y me he tornado escéptico y desconcertado. ¡Cómo se falsea desde la escena,... ¡Cuántos camelos físicos nos dan ciertos cómicos! ... Desde el puesto de lucha (la butaca lejana) del monista, es muy fácil engañarse. Yo no sabía en mis primeros tiempos, que Vittone miraba contra el gobierno, el impagable Parra fuera canoso hacía rato, que Casaux usara cuellos de goma, Muiño fuera cetrino, Alippi amarillo como el pergamino de don Fernando Díaz de Mendoza, la Rico fuera harto rugosa, Arata feo como un purgante, la Pagano, la Quiroga, la Membrives, la Ghio y otras tantas figuras populares de la escena porteña; cambiaron opuestamente al abandonar el maquillaje los bastidores...! ¡Cuánta decepción! ...    Las baterías y los reflectores son para los artistas lo que la tinta, el carbón, las pinturas al dibujante. Algo imprescindible para la estética y la visualidad. Sin las luces y sin la tinta, no podríamos ganarnos la vida…". Y así, con fino humorismo, Taborda nos comunica sus impresiones de caricaturista teatral, acusando siempre su jovialidad, pese a la momentánea decepción.

         Un tiempo después de nuestro encuentro lo volví a ver a pedido suyo. Hablé relativamente poco con él esa tarde, porque comprendí que se hallaba atareado como para distraerlo. Y la tercera vez, ya en 1926, que quise verlo, no me fue posible, porque cuando llegué á la redacción de "Crítica" y pregunté por él al señor Casarino, secretario de redacción entonces, éste me dio la noticia de su grave enfermedad, con las siguientes palabras; "nuestro amigo Taborda, se está muriendo". Luego de esta contrariedad, intenté verlo en el sanatorio donde se asistía, pero cuando quise hacerlo, supe que lo habían trasladado a Mendoza, en busca de alivio a su mal y de mejores climas. Y allí, en la ciudad cuyana, dejó de existir el día 3 de junio de 1926, a la temprana edad de 37 años.

         Un tiempo después de su óbito y por disposición de la Municipalidad, se denominó una calle de la ciudad de Buenos Aires, con el nombre inolvidable de Diógenes Taborda, como un merecido homenaje a la memoria del popular artista. Es la que nace en la calle Caseros al 3.400, es decir, en pleno corazón de Parque de los Patricios.

 

         De "Propósitos", Buenos Aires, 16-6-1971.

 

 

LOS DIBUJOS DEL BUENOS AIRES ANTIGUO DE HOHMANN

 

         (De "El libro", mayo 1950, Buenos Aires).

 

         Por Serviliano Solís.

 

         A menudo suele bastar el trazo certero e ingenioso del caricaturista para revelar su arte cumplidamente, o la mancha de colores hábilmente distribuidos en una tela, para demostrar su calidad y buen gusto el pintor, cuando lo es de verdad. Igual cosa acontece con el dibujante; basta, a veces, un simple dibujo de su mano para convencernos de la presencia del artista. No es menester la minuciosidad en el dibujo para producir impresiones perdurables en el alma; y cuando el artista ha conseguido esta finalidad sin la redundancia decorativa, sin pesantez y sin trasudar demasiado, podrá afirmarse entonces que ha lograda su propósito.

         Luis Bagaría, el inolvidable pinto caricaturista hispano, igual que su colega el portugués Leal Da Cámara y el llorado argentino, Diógenes Taborda, pertenecían a esa pléyade escasa de caricaturistas singularmente ingeniosos que ponían espíritu en cada obra suya. Walter de Navazio, artista bohemio, que hacía arte con fervor casi religioso, que prefería en la humildad de su pobreza franciscana distraer su dinero -cuando lo tenía-, en adquisiciones de colores al óleo antes que en su propio alimento material, era también de los iluminados. Hijo dilecto de Apolo, solía pintar porque sentía íntimamente la necesidad espiritual de hacerlo sin premeditar jamás en posibilidades económicas ni en recompensas. Y así anduvo por la vida, haciendo arte con devoción sincera. Y merced a esa clara pureza de sus naturales inclinaciones, pudo legarnos sus manchas, sus colores primorosos, que hoy, a muchos años de su temprana muerte, todavía se sigue admirando porque en cada tela suya ha sabido sellar la presencia de su espíritu y la esencia de su personalidad artística.

         A esa estirpe espiritual de artistas ejemplares pertenece también el conocido dibujante Juan Hohmann, que desde hace casi medio siglo viene engalanando las páginas de notables publicaciones bonaerenses con su arte sobrio y prolijo. Baste decir con respecto a su veteranía como ilustrador que en sus años mozos fue compañero inseparable del extraordinario caricaturista José María Cao. Así lo cuenta el escritor Soiza Reilly en su libro "Hombres Luminosos", trazando una semblanza del precursor de la caricatura en la Argentina.

         Artista fino el señor Hohmann, posee un estilo personal e inconfundible. Supo imponer desde muy joven su arte y su nombre a través de sus admirables colaboraciones en publicaciones del Río de la Plata. Laborioso siempre, ha realizado últimamente una interesante muestra de sus obras en la sede social del Círculo de Aeronáutica, ofreciendo un conjunto de diseños originales a la tinta china que se complementan armoniosamente. Sus motivos son del Buenos Aires antiguo. Casas, callejones, rejas y patios desfilan en estas estampas coloniales con rico sabor romántico. Paginas vivas, elocuentes, de una época memorable de la argentinidad. El barrio de San Telmo está reflejado con fidelidad auténtica de esta bella y delicada colección de Hohmann.

         Dibujante de gusto selecto, espontáneo, bien documentado, ha sabido penetrar hondo y seguro en el alma de un barrio que fue en su tiempo centro vital de una generación ya extinguida y del que hoy sólo restan algunas que otras casonas derruidas, todavía en pie, a pesar de la evolución constante de esta gran metrópoli que, día a día, va ampliando sus contornos. Y Hohmann, con ese lirismo natural en todo buen artista, ha querido captar y documentar en sus dibujos para la posteridad, algunos de esos rincones con sus reliquias históricas, antes de que la voracidad edilicia, la evolución y el progreso terminen por aniquilar un rincón venerable de la historia patria.

 

         Bs. Aires, enero 30-711.

 

 

         Sr. Serviliano Solís.

         De mi consideración:

         He recibido la revista "Nuevo Mundo", con su artículo "El Paraguay y su folklore", que he leído con interés y los felicito por él, agradeciéndole la referencia a la opinión de mi hermano Ricardo sobre el nombre Yapeyú, que es el criterio consagrado entre nosotros, a pesar del desconocido que pretendió rectificarlo post mortem.

         Con toda cordialidad quedo a sus órdenes en cuanto pueda serle útil y lo saludo muy atte.

 

         Nerio Rojas.

 

(1)     En el N° 86 de la revista "Nuevo Mundo", correspondiente a noviembre-diciembre de 1970, su actual director y secretario general del Movimiento Pro Federación Americana, Prof. Jorge M. Baño, publicó en ese número especial de fin de año una colaboración mía, es decir, un apéndice de la obra de mi autoría intitulada "El Paraguay y su folklore". Y un ejemplar de la mencionada revista llegó a poder del ex diplomático, político y destacado hombre de ciencias Dr. Nerio Rojas, quién me envió una amable carta en señal, de aprobación y de reconocimiento por la justa y cumplida referencia que yo hacía en la ocasión al maestro y eminentísimo escritor argentino autor de "El santo de la espada" y por otra parte, figura señera como su hermano del radicalismo argentino. Y finalmente, deseo destacar que acaso haya sido esa carta aludida, la última escrita antes de su muerte por el Dr. Nerio Rojas. Al publicarla ahora en mi libro no hacemos sino merecida justicia a los dos ilustres maestros argentinos. - El autor.

 

 

 

EL PARAGUAY Y SU FOLKLORE

APENDICE

 

         Por Serviliano Solís.

 

         Apropósito de la denominación "Tavapi o bien Tavapy, deseo aclarar que se trata de una voz guaraní compuesta cuya equivalencia literal es la siguiente: Tava: Pueblo y Pí: Pie. En otra forma, Pie de pueblo o también pueblo bajo, dicho así figurativamente.

         Esta localidad o ciudad, que a pesar de su antigüedad ha progresado poco, tuvo sin embargo su importancia en el pasado, porque ella fue teatro durante más de una década de la histórica revolución de los comuneros de Antequera, cuando este ilustre panameño, hombre de derecho, orador y literato, llegó a la Asunción del Paraguay con título de juez Pesquisidor, otorgado por la Audiencia de Charcas, el 20 de agosto de 1721.

         Como Diego de los Reyes Balmaceda, entonces, fuera objeto de graves acusaciones formuladas por el vecindario de Asunción, el Pesquisidor Antequera, le inició proceso; y como dichas acusaciones fueran comprobadas, le dictó prisión. No obstante, logró fugar organizando una revuelta de aborígenes, ignorando éstos las reales intenciones de este autoritario y ambicioso agente el absolutismo contra el común. Avanzó pues, con sus huestes hasta Tavapi, ese mismo año, en donde Antequera se hizo fuerte con el apoyo de pueblo y cabildantes haciéndole retroceder.

         La tercera y última revolución comunera del Paraguay, también tuvo por escenario a Tavapí, la que aconteció el 14 de marzo de 1735 a más de tres años después que, el adalid de la revolución comunera y precursor indiscutible de la emancipación indoamericana, José de Antequera Enríquez y Castro, traicionado por felones, fuera preso y luego ejecutado en la ciudad de los virreyes, el 5 de julio de 1731.

         Por eso, Tavapí, tiene y debe tener siempre vigencia en la toponimia americana, porque posee valor esencialmente histórico; pues este pueblo fue reiteradamente escenario de las primeras luchas del común contra el absolutismo realista. Mal estuvo entonces, quien desconociendo los hechos y sin la necesaria información, de un plumazo lo borró del mapa de la República del Paraguay, nominándolo, desde hace más de tres décadas, con el nombre del beato Roque González de Santa Cruz.

         Me expreso así sin animosidad ninguna hacia la santa memoria del mártir, hoy venerado como el primer santo americano en la hagiografía santoral; y lo hago tan sólo por gratitud y respeto al histórico solar guaraní, donde me cupo el honor de haber nacido, y porque considero que había, en toda la república, lugares igualmente importantes como para llevar el nombre de Roque González de Santa Cruz, víctima del hechicero y malévolo cacique Ñezú: De rodillas. Por otra parte, deseo señalar que el venerable santo paraguayo entre otros méritos ostenta el haber sido fundador de ciudades que aún subsisten como Itapúa, la actual, Villa Encarnación, San Francisco Xavier, Candelaria y finalmente Yapeyú, la cuna del Libertador Gral. José de San Martín, fundado en 1627, vale decir, un año antes de ocurrido el martirologio del beato en manos de los indios del cacique Ñezú en 1628.

         Y como aquí se menciona otro léxico aborigen que también integra y enriquece la toponimia americana, conviene hacer como corresponde la traducción literal del vocablo para conocimiento exacto de los lectores.

         Según el ilustre lingüista guaraní, Dr. Anselmo Joven Peralta, autor de un importante diccionario: "Guaraní-Español-Español-Guaraní" -en colaboración con el Dr. Tomás Osuna- dice lo siguiente acerca de Yayepú: De y: agua; apé, superficie, y yú, amarillo: arroyo o río de superficie amarillo: "Yapeyú significa también según el mismo autor, amarillar, madurar, pintón".

         Ahora bien; yo sedeo agregar a esta definición que los autores olvidaron señalar que Yú, en este caso, es apócope de Saiyú que es la correcta denominación de amarillo. Y, además, para más correcta propiedad lexicográfica- yo diría Ihapeyú. No, hay que olvidar que dicho vocablo como otros de origen guaraní es una voz compuesta. En este caso, ya castellano, no es sino una deformación fonética de Jha, pues está actuando de prefijo a una voz esencialmente guaraní. Lo correcto es por consiguiente: Jhapeyú para ser guaraní enteramente auténtico. Es el mismo caso de Avambaré, Rambaré escríbase con r mayúscula o Rambaré convertido en Lambaré al pasar al castellano a consecuencia de la errónea pronunciación que le han dado los primitivos españoles de la época colonial, para quien más fácil era expresar Ya por Jha. Y en este caso la traducción del cuestionado vocablo habría que también modificarlo. Ejemplo: Jhapeyú. vienen, llegan o bien otro ejemplo, recurriendo a una oración: Jha, peyuma pa caraicuera, que llevado al español, daría la cabal traducción de "Ya llegaron o ya vienen los señores".

         Al respecto recuerdo haber leído en "La Prensa" de Buenos Aires, hace unos tres o cinco años la carta de un señor cuyo nombre ya olvidé y que se permitió hacer una observación a la traducción que hiciera don Ricardo Rojas, del aludido vocablo guaraní en su obra: "El santo de la espada", es decir, acerca de Yapeyú. Y como el ilustre escritor argentino, hacía tiempo que había fallecido, es obvio que no pudo defenderse de su atacante. Y tampoco, entonces, surgió la voz de quien lo había asesorado al maestro acerca del cuestionado vocablo como para aclarar el asunto. No obstante y en honor a la verdad, yo afirmo que don Ricardo Rojas no estaba equivocado, pues no hay que olvidarse que en guaraní como en español, los vocablos suelen tener varias acepciones. Tal el caso de Yayeyú. Por otra parte, siempre es menester conocer a fondo y radicalmente un idioma, como para ejercer la crítica y no sin una base sólida, tan luego, en un diario tan difundido como "La Prensa" y como lo hizo el señor de mi referencia, que, limitóse a transcribir la definición que se hace de Yapeyú en el ya mencionado diccionario de Peralta-Osuna y sin mencionar siquiera a los autores como hubiera correspondido al caso.

         Itapúa, erróneamente aprobado en forma oficial como denominación de una localidad paraguaya del departamento de Villa Encarnación, fundada por el beato Roque González de Santa Cruz, ofrece el error de un acento escrito, y que se debe trasladar sobre la vocal a para que dicha voz sea auténticamente, voz guaraní, pues denominándola en la forma oficial con que se la escribe, expresa una voz compuesta, guaraní-castellano: Al Itá, piedra, guaraní y púa, castellano.

         De modo que entonces, debe escribirse en guaraní es decir, Itapuá, conforme lo establece en su diccionario: Toponimia guaraní-castellano su erudito autor el Dr. Anselmo Jover Peralta. Lo explicaremos en seguida, Itá-piedra roca y puá, erguida, o y Itá puba, piedra sonora, con todo lo cual, queda así definitivamente aclarada esta cuestión de la denominación de la localidad de Itapuá.

 

 

 

JUAN SORAZABAL

 

         "¿Cómo hallar otro nardo con más alta fragancia de amistad camarada,

que su frente de fuego". 

 

         Herib Campos Cervera,

 

         Referirse en esta crónica a la personalidad artística de Juan Sorazábal, extraordinario dibujante, caricaturista y cartógrafo, equivale nada menos que a evocar toda una época memorable del desarrollo promisorio del arte de la caricatura de la República del Paraguay, en donde Sorazábal, conjuntamente con Andrés Guevara, Edmundo P. Salerno, López Riquelme y otros, constituyeron en sus tiempos, los más sólidos pilares del humorismo gráfico en el Paraguay.

         No obstante los nombre citados, todos ellos desaparecidos ya, debemos señalar con toda justicia, además, el nombre insigne de Miguel Acevedo, como el verdadero y auténtico precursor del arte de la caricatura y de la ilustración en el Paraguay; pues la actuación de este fino artista del lápiz, ilustrador y admirable caricaturista, data casi desde la misma fecha de la fundación de la revista "Crónica" de Asunción, ocurrida el 22 de abril de 1913 y meses después, comenzaba Acevedo, a convertirse en el dibujante de la publicación mencionada, ofreciendo en sus páginas las primeras caricaturas de personajes del foro, de la ciencia, de la política y de las letras, así como también estilizadas ilustraciones de cuentos y otras notas.

         Por lo tanto, no es posible, pues, prescindir de la trayectoria artística de Miguel Acevedo, en el desarrollo de la caricatura en el Paraguay, como tampoco sería justo olvidar en la Argentina, la importante influencia artística que ejerciera en su época el gran dibujante José María Cao, en el impulso inicial y en el desarrollo de las primeras expresiones del género humorístico en el Río de la Plata.

         En cuanto a Sorazábal, por otra parte, consideraba a Miguel Acevedo, su único maestro. Así nos informa Antonio Ortiz Mayans, poeta y escritor paraguayo, hermano en la amistad y en el espíritu del artista desaparecido. En efecto, en su libro: Sorazábal. Su Vida y su Obra, nos dice al respecto en la página 16 lo siguiente: "Por Miguel Acevedo tuvo Sorozábal un profundo respeto y sus palabras emocionadas en su recordación fluían espontáneamente en una admiración sincera. Puede decirse -nos expresaba-, que fue el único maestro que he tenido, y ésta era la huella que él anhelaba seguir.

         De manera que entonces, nada más justo para Sorazábal, que asociar su recuerdo al de Miguel Acevedo en esta cita. Existe sin duda, una corriente de simpatía espiritual que une a ambas artistas, ayer en la vida y hoy, en el sendero de la posteridad que ya comienza a nombrarlos, en la historia del humorismo gráfico en el Paraguay.

         Después de la temprana muerte de Acevedo, ocurrida en Asunción, el día 5 de diciembre de 1915, y luego de haber actuado él mismo brevemente en París, tocóle de inmediato a Sorazábal, realizar una actuación importante en el ambiente artístico asunceno. En efecto, surgió Sorazábal con la brillante generación intelectual y artística de 1923. En el libró: Historia de las Letras Paraguayas, tomo tercero, del Dr. Carlos R. Centurión, figura su nombre al lado de otros, de cotizados dibujantes que ilustraron con su arte el periodismo paraguayo. Y él fue por excelencia, no solamente el afortunado caricaturista, sino que también el fino y elegante ilustrador obligado de cuantas publicaciones surgían de la capital asuncena. Y así como Andrés Guevara, se iniciara publicando las primeras caricaturas en las páginas de "El Diario" y "El Liberal" de Asunción, Sorazábal hacía lo propio publicando las suyas en el "Diario", entonces, decano de la prensa paraguaya.

         Cabe consignar a renglón seguido que "El Diario" era a la sazón el principal órgano de la prensa nacional. Lo dirigía el distinguido periodista y hombre público, don Iliseo Da Rosa, y en sus páginas colaboraron los mejores dibujantes paraguayos que trataban de superarse en encomiable esfuerzo artístico.

         Por fortuna, esta equivalencia de valores y emulación artística entre los principales caricaturistas, constituyó para todos ellos un verdadero aliciente. Y es así que Guevara, un buen día, decide abandonar la ciudad asuncena y se lanza al Río de la Plata, en busca de mayores posibilidades para el desarrollo de su arte. Fue así que logró figurar con éxito en la prensa porteña, montevideana y carioca, para retornar finalmente a la primera, luego de muchos años de ausencia y consagrada actuación artística.

         Pero Sorazábal, fiel al terruño, realiza allí, entre tanto, su obra que luego ha de ir proyectándose con singular fortuna en toda la prensa paraguaya. Cuando en el año 1923, los malogrados poetas Raúl Battilana De Gásperi y Heriberto Fernández concibieron fundar la revista "Juventud"; Sorazábal fue designado colaborador artístico de la nueva publicación hasta que, en 1925, asumió la dirección artística de la misma revista; en las páginas de la misma, comenzó a publicar sus dibujos que le conquistaron merecida estimación como ilustrador.

         En 1931 llega a las playas del Río de la Plata, desterrado, con motivo de los sucesos políticos ocurridos en Asunción el 23 de octubre del mismo año. Entra a formar parte como miembro del cuerpo de dibujantes del popular rotativo "Crítica". A través del gran diario metropolitano sé hace conocer, al propio tiempo, el ilustrador y el caricaturista. Llaman la atención sus trabajos, sus retratos bien logrados y el acierto de sus caricaturas, con sello personal. Su nombre repercute en los centros artísticos merced al éxito alcanzado por su obra. Por cierto que desde Asunción, con anterioridad a esta actuación suya en Buenos Aires, y en forma circunstancial, ya se había hecho conocer a través de la otrora popular revista "Caras y Caretas", publicando sus primeras caricaturas.

         Pero es aquí, en esta gran urbe, y con la experiencia que dan los años, que en realidad asumió su labor de artista verdadera envergadura y personalidad, adquiriendo su técnica una fisonomía propia, sustantiva, y una robusta solidez la estructura de sus concepciones artísticas.

         Aparte de su cotidiana labor en el diario "Crítica", ilustraba libros y atendía asimismo la dirección artística de una revista paraguaya. En verdad trabajaba mucho, pero también ponía en ello un gran desinterés. Y de ahí que nuestro artista muriera en la mayor pobreza. Sus compañeros de "Crítica", juntamente con la "Agrupación Folklórica Guaraní", con solidario gesto fraterno, se hicieron cargo de todos los gastos del sepelio, en ocasión de su deceso.

         En aquella oportunidad don Ramón Columba, presidente a la sazón de la Asociación de Dibujantes, entre otros oradores en el acto del sepelio, nos dijo entre otros conceptos de Sorazábal ... "que honró a nuestra ciudad trayéndonos el aporte de sus luces y de su corazón".

         Por otra parte, en la portada de la precitada revista paraguaya que aparecía entonces en ésta, desfilaron sus vigorosos dibujos; figuras proletarias por lo común, con rasgos típicos, reflejando el ambiente vernáculo como escenario de las mismas. Citemos aquí algunos títulos como ejemplos: "Icuá", el que traducido al castellano significa: Fuente, manantial. "Ribereños' "Obraje", "Burrerita", etc. Gustábale muchísimo dibujar lo más esencial y puro del solar nativo. Y buscaba de reflejar con la mayor seriedad y exactitud, el escenario y los sujetos raciales en cada diseño de sus creaciones. "Obreros y campesinos curtidos por el sol calcinante de nuestro clima tropical" según un acertado concepto de Ortiz Mayans.

         Este mismo escritor paraguayo fue quien dedicó a nuestro artista, dos sonetos en el segundo aniversario de su óbito; como asimismo, el talentoso bardo paraguayo, Herib Campos Cervera, no hace aún mucho tiempo desaparecido en esta gran metrópoli del Sud: "En la desnuda dimensión del sueño", se intitula el poema y figura en su libro de poemas "Cenizal Redimida".

         Por último, diremos que Sorazábal fue en suma, el dibujante magnífico de la raza guaraní, su fiel intérprete, y de seguro que ningún otro artista paraguayo podrá despojarlo en adelante de ese legitimo título adquirido en su fecunda actuación y desde los albores de su iniciación artística. Porque allí, justamente, en lo vernáculo radica la fuerza expresiva y el vigor de sus dibujos llenos de vida y en la originalidad de su estilo el éxito de sus caricaturas de rasgos tan personales.

         Juan Ignacio Sorazábal, murió en Buenos Aires, repentinamente a los 42 años, en plena madurez, el 2 de junio de 1944.

 

         Serviliano Solís.

 

 

 

"ANDRÉS GUEVARA

EMULO GENIAL DEL HUMORISMO GRÁFICO"

 

         M. Virgilio Barrios.

 

         En este juicio, sintético pero consagratorio, expresaba su estimación crítica acerca de Andrés Guevara don Virgilio Barrios, profesor y crítico de arte, en un ensayo publicado en "El Diario", el lunes 29 de octubre de 1923, intitulado: "La caricatura". "Arte que va conquistando muchos adeptos".

         En dicho trabajo, Barrios, analizaba asimismo la actuación de otros dibujantes paraguayos, cuyos nombres ya hemos citado en notas anteriores, escritas especialmente para " Ñande". Insistiremos sin embargo, en repetirlos a través de la propia palabra del autor para el debido conocimiento de nuestros lectores. Oigámosle: "Sorazábal es indudablemente el continuador de la obra de Acevedo y el que ha sabido despertar verdadero interés hacia el arte del impagable  Cao. Después tenemos a Guevarita, émulo genial del humorismo gráfico. Luego está López Riquelme el más original e incisivo de nuestros caricaturistas jóvenes. Aguilera es otro que pugna por dar paso a las solicitaciones de su espíritu que siente las inquietudes de un arte superior"...

         Luego de estos conceptos vertidos por el Prof. Barrios y que lamentablemente olvidó en la cita de honor a Edmundo P. Salerno, malogrado en la primavera de la vida y cuya actuación era conocida entonces, continuaremos en la tarea de trazar aquí, en ceñido espacio, las actuaciones de Andrés Guevara.

         Pero para referirse a un artista de la categoría de quien nos ocupa, será menester, ante todo, situarlo en su propio ámbito; vale decir, al lado de los ases de la caricatura, pues tanto él como Sorazábal, fueron dos dibujantes que estuvieron situados al lado de los mejores de su tiempo.

         Por eso, habrá que citar también acá a los que fueron figuras descollantes en el escenario de la caricatura de América latina, como por ejemplo: al peruano Mágala Grenet; al mexicano Cobarrubias; al salvadoreño Toño Salazar; a los argentinos Diógenes Taborda, Ramón Columba, caricaturistas que alcanzaron en el Rio de la Plata, una resonante popularidad en el desarrollo de sus respectivas actividades. Habría que citar otros nombres como el de Alejandro Sirio; español de origen y el de Alcides Cubellini, italiano, pues ambos hicieron toda su obra en la Argentina. No olvidaremos tampoco a los que aún continúan en la brecha laborando con tesón como Víctor Valdivia, el fino artista boliviano; los argentinos Bermúdez Franco, Tristán, Lino Palacio que, aparte de ingenioso historietista, es un insigne caricaturista y, por último, Eduardo Alvarez, considerado como el decano de los dibujantes, no solamente por su antigüedad, por su diestra veteranía, sino que, a la vez, por su bien ganada reputación de artista. Por algo fue reemplazante de Juan Carlos Alonso en la Dirección Artística de "Caras y Caretas". Habría que citar otros nombres, pero ya no vienen al caso en esta nota.

         En cuanto a Guevara, desde su iniciación promisoria en Asunción, fue escalando posiciones. Ubicado ya en Buenos Aires, colaboró en publicaciones como "Fray Mocho". Luego pasó a la otra orilla actuando con merecido éxito en el periodismo montevideano. Ello fue la base que posibilitó su posterior traslado al Brasil.      Allí, en Río de Janeiro, ejerció sus tareas en el periodismo con singular fortuna durante nueve años sin interrupción.

         Pero, no obstante su afortunada actuación, hombre inquieto al fin o acaso empujado por su buena compañera doña Gloria Garay, que es de nacionalidad argentina, retornó a Buenos Aires, allá por el año 1928 o 29 posiblemente. Actuó como dibujante de "Crítica", diario de cuyo cuerpo de dibujantes, posteriormente, formó parte también Sorazábal. Acá en la capital porteña, más o menos en esa época, Guevara obtuvo un primer premio en un concurso de afiches organizada por la Caja Nacional de Ahorro Postal.

         Posteriormente abandonó "Crítica" para ejercer la jefatura de diagramación de "Clarín", cuando este diario fue fundado y requerida su colaboración por su director el Dr. Roberto Noble. Durante diecinueve años actuó allí denodadamente, pues a juzgar por los conceptos de un autorizado vocero del popular rotativo, fue Andrés Guevara un "profesional apasionado y maestro cuya obra perdura como ejemplo, como escuela, de la que es "Clarín" auténtica expresión de su talento".

         Y es que Guevara reunió en su personalidad las condiciones esenciales del verdadero artista. De él podríamos decir lo que ya afirmáramos en un ensayo publicado en el periódico bonaerense "El Libro", en mayo de 1950, que: "A menudo suele bastar el trazo certero e ingenioso del caricaturista para revelar su arte cumplidamente, o la mancha de colores hábilmente distribuidos en la tela para demostrar su calidad y buen gusto el pintor, cuando lo es, de verdad. Igual cosa acontece con el dibujante, basta, a veces, un simple dibujo de su mano para convencernos de la presencia del artista. No es menester la minuciosidad en el dibujo para reflejar su intento el dibujante. Bastan sus trazos, su maestría, para producir impresiones perdurables en el alma; y cuando el artista ha conseguido esa finalidad, sin la redundancia decorativa, sin pesantez y sin trasudar demasiado, podrá afirmarse entonces, que ha logrado su propósito".

         En cuanto a Andrés Guevara respecta, podemos insistir que, en el sentido estético, fue una auténtica realidad artística. Y por ello podemos agregar sin ninguna hipérbole que fue él uno de los ases de la caricatura panamericana, que honró a su nacionalidad paraguaya en el mundo de las artes.

         Andrés Guevara falleció el 4 de agosto de 1964. La gente de "Clarín", numerosa, y en conmovido homenaje se hizo presente en la necrópolis del Oeste el miércoles 5, despidiendo los restos del compañero desaparecido a través de las palabras de cuatro oradores designados al efecto, por la dirección del diario; administración, redacción y talleres.

         En esa oportunidad, lamentablemente, la colectividad paraguaya no se hizo representar por ningún orador coma hubiera correspondido al caso. Y su concurrencia al sepelio fue mínima, limitándose a cuatro personas: José Asunción Flores, Fleitas Insfrán, Aniceto Ferriol y el que escribe estas líneas, respondiendo no sólo a un deber de la amistad sino que también a un imperativo de estricta justicia.

 

         Buenos Aires, 1966.

 

         Serviliano Solís. 

 

 

 

 

RASGOS BIOGRAFICOS DE ARTISTAS PARAGUAYOS LA PINTURA,

LA CARICATURA Y EL FOLKLORE DEL PARAGUAY Y OTROS ENSAYOS

 

         El proceso político del Paraguay desde los orígenes de la nacionalidad hasta los momentos actuales, ha influido, sin la menor duda, en el breve desarrollo de las artes plásticas de este país, rico en posibilidades, en colorido, belleza y en poesía.

         Las convulsiones políticas, por un lado -mal nacional de toda la vida- y las guerras por el otro, fueron los factores determinantes y negativos que restaron a la pintura paraguaya un mayor desarrollo y una evolución más significativa en el complejo mundo de las artes plásticas.

         En primer término, e inicialmente, un gobierno de fuerza que se prolonga por espacio de más de dos décadas, que aísla al Paraguay de sus vecinos, obra de un mandatario celoso en extremo de la soberanía nacional, como el Dr. Rodríguez de Francia, impide, lógicamente así, el intercambio de las ideas y el desarrollo progresivo de la cultura paraguaya a la par de sus hermanas americanas.

         Luego la guerra denominada del 70, y que constituyó para toda la Nación una verdadera tragedia nacional, una guerra inmerecida, cruenta, agotadora y que sus nobles hijos deben soportar con estoicismo integral, en lucha impar contra la Triple Alianza. Ello significó, en consecuencia, cinco años de vía crucis para el heroico pueblo paraguayo.

         De manera que, pues, los hechos referidos, influyeron poderosamente para que el proceso cultural paraguayo, en lo pictórico se entiende, avanzara con cierta lentitud. Y recién después de la guerra, es decir, desde el año 1870 vuelve a retomar su iniciativa las expresiones del espíritu que habían quedado truncas con la muerte del presidente don Carlos Antonio López.

         Se reorganizaron algunos hombres que, unidos a los que regresaban del exterior trataron de unir su esfuerzo a la obra común de recuperación nacional, hicieron lo posible por recuperar algo de lo mucho perdido. Y merced al esfuerzo de unos pocos, algo se fue logrando en este aspecto.

         Así nacieron el Primer Ateneo Paraguayo en 1885 y, una década después el Instituto Paraguayo, entidades que acogían en su seno las inquietudes de estudiosos jóvenes, siempre entusiastas, músicos, escritores algunos y pintores otros.

         Entre el alumnado que perteneció al Instituto Paraguayo, figuraba precisamente el pintor Juan Anselmo Samudio, uno de los artistas paraguayos que alcanzaron mayor brillo posteriormente.

 

 

 

JUAN A. SAMUDIO

 

         Este pintor nació en la Asunción el 21 de abril de 1878 y aprendió en el citado Instituto, con el profesor turinés, naturalizado paraguayo, don Héctor Da Ponte.

         El padre de Samudio, fue un distinguido marino de la primera escuadra paraguaya, y falleció cuando él apenas salía de la niñez. Ello fue causa para que bien pronto debiera alternar las aulas con el taller en procura de la ayuda a la madre, doña Juana Domínguez de Samudio y también, como es lógico, en procura del sustento cotidiano. Era entonces, la época difícil de la restauración nacional.

         Pero a pesar de las vicisitudes, en esa época incipiente de la cultura paraguaya, había ya jóvenes que sobresalían en el cultivo de la vocación artística. Y uno de ellos fue precisamente Samudio, a quien se le instituyó una de las becas que el gobierno de Italia había ofrecido al del Paraguay, por intermedio de Guido Boggiani para los mejores estudiantes de pintura de dicho país.

         En efecto, Juan Anselmo Samudio, en 1903 partía para Italia con dos compañeros más; uno de los cuales fue Pablo Alborno; ambos fueron luego estudiantes en la Academia Real de Roma, y al cabo de tres años participaban ya en la Exposición Internacional de la ciudad eterna, honor que se concedía entonces, sólo a los pintores de mérito excepcional.

         En el año 1907, tanto Alborno como Samudio, remitieron a la capital paraguaya, los primeros cuadros y bocetos, los cuales se expusieron en el salón del Instituto Paraguayo. Y a fines del año 1908, ambos regresaban al solar nativo con los merecimientos de auténticos triunfadores. Y ya en Asunción, los dos amigos y colegas fundaron la primera Academia Nacional de Bellas Artes, la que luego, tardíamente, dio sus frutos con otros dos pintores que se destacaron netamente. Ellos son Jaime Bestard y Holden Jara, ambos muy cotizados en la actualidad artística paraguaya, así como lo es el vigoroso pintor paraguayo Delgado Rodas.

         El pintor Juan Anselmo Samudio, participó, posteriormente, en la importante exposición del Centenario Argentino en Buenos Aires, en donde obtuvo medalla de bronce con su cuadro: "Puente Canónica" (Venecia) y el cual hoy figura en el Museo de Bellas Artes y Biblioteca Americana Juan Silvano Godoi, de Asunción. En aquella oportunidad dijo de él un crítico argentino de la época: "Este artista es un enamorado de las marinas venecianas que tan bien las siente y las expresa; de cada rincón de Venecia, ha cantado un poema en sus telas, con pinceladas vigorosas caracteriza con verdad esos días grises tan difíciles de expresar en el arte".

         Luego de este triunfo inicial en el arduo sendero el arte, nuestro pintor, continuó laborando con singular entusiasmo y fue así que él puede realizar anualmente una exposición de sus obras. Por otra parte, participa, asimismo, en el año 1922 en la exposición de Artes Contemporáneas efectuada en Río de Janeiro, en ocasión del Centenario del Brasil. Allí le corresponde a nuestro extraordinario paisajista la tercera medalla por su cuadra: "Vista de Caacupé".

         De por si significaba ya un honor el ser admitido en un certamen internacional de tanta importancia como la mencionada exposición de la capital carioca.

         Por otra parte, no dejaremos de citar aquí el elogio que mereció de la crítica su hermoso cuadro: "Los dos vigías", lleno de sugerencias poéticas" al decir del escritor paraguayo don Jorge Báez y que, por cierto, mereció el honor de figurar en la Exposición International de Baltimore.

         Por último diremos además que, en 1933, Samudio concurrió en una muestra colectiva de artistas paraguayos en Buenos Aires. Con él se hicieron presentes en una admirable exposición los connacionales Pablo Alborno, Delgado Rodas y Campos Cervera, éste último más conocido en España por Julián de la Herrería, en donde vivió y falleció finalmente luego de un retorno relativamente corto en el Paraguay.

         El conjunto presentado entonces, era bastante numeroso. Por supuesto que en un conjunto así no fue posible exigir una calidad pareja y uniforme, pues eran varios integrantes, diversos los estilos y distinta la técnica empleada por cada pintor en la creación y realización de su respectiva obra pictórica. Por lo tanto, no era cuestión de buscar equivalencia de valores, intentando discriminaciones de estilo o escuela. Pero en lo que concierne a Samudio, si hemos de hablar de su técnica y estilo, diremos sin temor a equivocarnos que él, desde un principio, fue más bien un devoto de la pintura naturalista, para abrazar luego la escuela impresionista y desembocar, finalmente, en una técnica que trasluce un modernismo atenuado, como podrá apreciarse en las últimas obras de este pintor.

         Juan Anselmo Samudio, falleció el 18 de abril de 1936 en Asunción, su ciudad natal, a los 58 años de edad, luego de haber dedicado toda su vida al noble ejercicio de la pintura, dejando algunas obras dignas de museo como ser: "El Oratorio", "Un canal de Burano", "El Árbol de Artigas" y "Paisaje de Caacupé".

         Fue este artista paraguayo, esencialmente un auténtico paisajista.

 

 

EL PINTOR ALBORNO

 

         En cuanto al pintor Pablo Alborno, siendo un adolescente fue llevado por su padre, don Santiago Alborno, a Montevideo, con ayuda oficial para internarlo en la Escuela de Artes y Oficios. Al cabo de cuatro años regresó a la patria y seguidamente en compañía de Samudio, como ya hemos dicho, viajó a Italia a proseguir sus estudios pictóricos.

         Ingresó en Roma en la Real Academia de Bellas Artes, igual que su amigo y colega. Pero además de Samudio, fue compañero asimismo de los pintores argentinos: Pió Collivadino y Antonio Alice, a quienes posteriormente contó entre sus buenos amigos. Y también le cupo el honor a Alborno de participar en la Exposición Internacional de Roma en 1905.

         Durante su aprendizaje en Italia, Alborno, supo sacarle provecho a su tiempo trabajando intensamente. Puede decirse entonces, que como estudiante era de los más aprovechados, pues aparte de Samudio, fue becado otro joven de apellido Colombo, de quien, en verdad, tenemos escasas referencias, ya que en ningún momento brilló como sus dos compañeros que llegaron a alcanzar mucho nombre en el Paraguay y mucho más allá de los límites de la patria.

         Ya en Asunción, con su inseparable amigo Samudio, fundaron     la Academia de Bellas Artes. Y en 1910 concurrió así mismo a la Exposición del Centenario en Buenos Aires, en donde lo distinguieron con la segunda medalla de honor por su bien logrado trabajo: "Partida a las cartas". "Aquel su triunfo -dice el escritor paraguayo don Jorge Báez- entre tantas celebridades mundiales, era como diana anunciadora de que en el Paraguay se empezaba a hacer arte".

         Este artista de estampa romántica, de mediana estatura, de ojos negros y vivaces, de espíritu inquieto y soñador, tropezó en su tierra de origen con muchas dificultades. El ambiente asunceno, estrechó en posibilidades entonces y aún hoy, ha solido ser poco acogedor de inquietudes artísticas, y es así que no fue al encuentro de Alborno sino que, como ocurre casi siempre, rehuyó al artista, arrinconándolo a menudo.

         Pero esto no ocurría solamente con él, sino que esto era, por supuesto, lo que le acontecía a toda persona que se aventuraba alguna vez por el difícil sendero del arte. Hay muchos ejemplos de escritores y de artistas que han preferido callar y arrinconarse, o alejarse simplemente del solar nativo, antes que ser un instrumento más de cualquier ególatra mandatario.

         Hombre atento, bondadoso, franco en la expresión y modesto en su manera de ser y de vestir; más de una vez Alborno, vióse en dificultades, justamente porque con frecuencia sentía cómo ciudadano, la necesidad de opinar sobre cuestiones de interés público que algunos mandatarios prefieren callar o ignorar adrede.

         Hubo sin embargo -y justicia es decirlo-, un gobernarte paraguayo que alguna vez reparó en este hombre bueno y capaz, enamorado de la tierra que le vio nacer. Y fue así que le permitió realizar una iniciativa suya, como fue la construcción de un edificio adecuado para la Escuela de Artes y Oficios, así como que le confió su organización y dirección técnica. Pero ya sabemos que la suerte es siempre esquiva, como una diosa versátil e inconsecuente. Y fue así que nuestra artista fue despedido de la dirección de la Escuela de Artes y Oficios que él creara y organizara con tanto desvelo y cariño. Fue por cierto, un rudo golpe para Alborno esta enorme injusticia con que le trató un nuevo gobierno surgido de un golpe de estado, como solía ocurrir esporádicamente en el Paraguay.

         Por eso, aún hoy, creemos con todo fundamento que es difícil tarea para el pintor ejercer su oficio con dignidad y decoro en el Paraguay. No obstante, Pablo Alborno, solía dedicarse a la docencia, para vivir honestamente en compañía de sus seres queridos. Siendo yo estudiante del Colegio Politécnico de Asunción, tuve la honra de tenerlo de profesor de dibujo a este noble patriarca del Arte Paraguayo.

         En el mes de noviembre de 1950, en oportunidad de un viaje al Paraguay, tuve ocasión de verlo en Asunción, fue un encuentro casual en una vía central de la capital paraguaya; lo encontré como siempre, ágil, inquieto y dábame la impresión que los años no habían transcurrido para él. Estreché su mano con placer y no le volví a ver nunca más al insigne artista.

         Supe después que, dos años antes de su muerte, se le tributó un homenaje con motivo del cincuentenario de su brillante campaña artística, con el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Nación. Merecida honra para un hombre tan honesto como capaz y que no había recibido hasta entonces, sino olvido y postergaciones de los que gobiernan.

         Pablo Alborno fue por otra parte, el pintor extraordinario de la galería de los próceres de Mayo del Paraguay, y cuya adquisición se espera aún hoy de algún gobierno generoso e inteligente como recompensa a esa ingente labor artística.

         Este pintor falleció el 11 de enero de 1958, a los 82 años, en San Lorenzo, un pueblecito aledaño a la Asunción. Allí en su quinta vivió Alborno sus últimos días.

         Había nacido en el año 1876.

 

 

MIGUEL ACEVEDO

 

         Fue este ingenioso artista paraguayo, incuestionablemente el precursor del arte de la caricatura y de la ilustración en Paraguay.

         Decía Luis Bagaría, el celebrado pintor-caricaturista hispano fallecido en La Habana, hace algunas décadas, en declaraciones hechas a una importante revista argentina, en ocasión de su visita al país del Plata, que: "En el fondo no hay nada más triste que el humorista. El humorismo no es sino la venda rosa de la decepción".

         Efectivamente; por su aspecto físico y por su rostro más bien grave que risueño, daba la impresión que Bagaría, el lápiz genial de otrora, no podía ser sino eso, es decir, un decepcionado.

         Antes de referirme a Miguel Acevedo en particular, recurro a la frase del gran humorista, en la reflexión que por lo general los humoristas, en privado, no suelen ser eufóricos ni efusivos como podía suponerse por ahí.

         Entre los profesionales del género apuntado, citaré algunos casos comprobados, por la amistad que me uniera a ellos. Por ejemplo, Juan Sorazábal, el popular "Chuchín", artista de exquisita sensibilidad, siempre identificado con su pueblo, no fue, en verdad, sino un hombre un poco triste, callado y reflexivo; Andrés Guevara, otra figura artística de singular importancia, en el fondo no fue sino otro gran decepcionado; Edmundo P. Salerno, pintor-caricaturista, fallecido en pleno goce de una promisoria vocación juvenil; fue otro humorista triste que parecía vivir en permanente estado de angustia. Y así, podíamos ir citando otros casos de negación de la euforia en el humorista paraguayo. Y no hablemos de los rioplatenses que llenaron con sus luces las páginas de diarios y revistas porteñas de gran circulación. El caso de Alcides Gubellini, por ejemplo, fue también típicamente elocuente.

         Pero el objetivo de esta nota era la personalidad artística de Acevedo. Sin embargo, a su temperamento en particular, no podría yo referirme aquí con el mismo conocimiento con que lo hice, refiriéndome a los anteriores dibujantes, pues a él, personalmente, no tuve la oportunidad de conocerlo. No obstante, para hablar de un artista, de un escritor o de un músico, nos bastará, desde luego, conocer sus obras. Y en cuanto a Miguel Acevedo concierne, me basta, pues, haber conocido sus diseños y sus caricaturas tan originales y me basta asimismo, saber que desde muy joven caminó con paso firme hacia la gloria. Y por eso, su presencia en el periodismo de antaño, será siempre recordada con la debida justicia y ponderación por los cronistas del futuro, porque a él le cupo la honra insigne de haber sido el verdadero precursor del arte de la caricatura y de la ilustración en nuestro país.

         Se podrá argüir contra mi afirmación que hubo con anterioridad a su actuación en la prensa paraguaya, otros humoristas, anónimos, que en sus diseños trataron de ridiculizar la figura del dictador Francia. Es verdad, pero esos dibujos eran pobres, carecían de estructura artística y parecían más bien obras de algún aficionado que los trabajos de un profesional como lo fue realmente Acevedo y cuyas ilustraciones y caricaturas, revelaban de inmediato, la presencia de un diestro dibujante de talento excepcional.

         De manera que, entonces, por la calidad artística de sus trabajos, dentro del género de la caricatura y de la ilustración y cronológicamente hablando, era Miguel Acevedo a quien corresponde ostentar el titulo de precursor del humorismo gráfico en el Paraguay.

         Por otra parte, la actuación de este fino artista del lápiz, ilustrador y admirable caricaturista, data, puede decirse, desde la misma fecha de la fundación de la otrora popular revista "Crónica". Ella ocurrió el 22 de abril de 1913 y meses después comenzaba Acevedo a convertirse en el dibujante oficial de la publicación mencionada, ofreciendo en la misma las primeras caricaturas de personajes del foro, de la ciencia, de la política y de las letras, así como también, estilizadas ilustraciones de cuentos y notas cuyas viñetas eran también de su cosecha artística.

         Por lo tanto no es posible, pues, soslayar la trayectoria artística y la influencia ejercida por Miguel Acevedo, en el desarrollo del arte de la caricatura y de la ilustración en el Paraguay.

         Pero antes de poner término a la semblanza del talentoso artista, autor entre otras celebradas caricaturas de la del poeta uruguayo Juan Zorrilla de San Martín y la del Dr. Eduardo López Moreira, dos obras dignas de antología o de museo1 veamos lo que nos dice el cronista del pasado Dr. Carlos R. Centurión, acerca de Acevedo en el tomo III de su "Historia de las Letras Paraguayas".

         "Nacido en Villa Florida, en 1889, cursó estudios en el Colegio Nacional. Viajó por Francia en 1914. Su breve estada en París enriqueció su cultura y afinó su lápiz, «hábil en el aprisionar los rasgos cómicos del muñeco humano en dos o tres líneas de intención aguda y sonriente». Del grupo de «Crónica» «surgido bajo el signo de una fatalidad devoradora, Miguel Acevedo era el primer predestinado a una muerte prematura», el delantero de los que iban a extinguirse en la aurora de la vida. "Su elegante silueta, su rostro fino y pálido, ocultaba ya un mal incurable. Y un buen día, silenciosos y adoloridos, sus camaradas acompañaran hasta el camposanto los restos del artista hurtado por la muerte, a una gloria cierta".

         Miguel Acevedo desapareció el 5 de diciembre de 1915, a la temprana edad de 26 años.

         Pero nos queda de él, el legado de su breve pero valiosa cosecha artística. Y yo espero que alguna vez, con el apoyo material de algún Mecenas, podrá hacerse una selección del conjunto de las obras de este artista y así, conjuntamente con las de Guevara, Sorazábal, Salerno, López Riquelme y otros que aún vienen actuando en nuestro periodismo actual, podrá formarse la estructura para la creación del Primer Museo de la Caricatura Paraguaya, del mismo modo que se hizo en la Argentina, merced al interés personal e iniciativa privada de un hombre bueno, amigo de los caricaturistas y que se llamara Vicente Vaccaro.

         Las obras magníficas de los grandes dibujantes paraguayos que, según opinión del acuarelista alemán Widner, pueden parangonarse con las de los mejores dibujantes de América, así lo reclaman y con entera justicia.

 

         Serviliano Solís.

 

         Buenos Aires, 1966.

 

 

 

         A modo de epílogo incluimos en este libro las conceptuosas palabras del escritor tucumano, Eduardo Joubin Colombres.

        

         Vida y obra de un poeta paraguayo, por E. Joubin Colombres

 

         Serviliano Solís, escritor y periodista paraguayo, residente en Buenos Aires, acaba de dar a la estampa un breve ensayo sobre la viola y la obra de Manuel Ortiz Guerrero, lírico que murió a los 36 años, cuando su voz había logrado conquistar lauros imperecederos como poeta nacional del Paraguay.

         Serviliano Solís, en esta obra lo sigue desde su nacimiento, cuando Ortiz Guerrero se manifestó desde muy niño como un predestinado a la lírica, perfilándose como un ser melancólico, dueño de una inspiración natural y espontánea, profundamente humana. Solís lo exalta con pasión y emotividad, poniendo de relieve la herida que quedó grabada en él, desde su nacimiento, cuando su madre perdió la vida justo en el momento en que él nacía. Este trágico advenimiento parece que dejó su secuela en el alma, pues la soledad y la tristeza llegaron de pronto unidas a un mal incurable que lo amargó en plena juventud, cuando comenzaba a cantar a la vida con el vigoroso optimismo de los hombres fuertes.

         No obstante este cuadro de realismo y desventura que se presenta en plena juventud, el amor no lo abandona, una abnegada mujer, Dalmacia Sanabria, paraguaya de ley, lo acompañará desde entonces para suavizar su drama hasta la última hora de su muerte.

         El romanticismo de Ortiz Guerrero, su acendrada sensibilidad y la bondad sin tacha de su corazón, lo indujeron a Sevillano Solís a dedicarle sentidos versos, como aquel que publicó en 1967 en el diario "La Palabra" en la República de Santo Domingo.

         El autor del libro, ubica al poeta como heredero privilegiado de las mejores letras paraguayas. Alude a la prolongación espiritual de Natalicio de María Talavera, oriundo también de la selva del Guaira. Señala los triunfos obtenidos en juegos florales, tanto en el Paraguay como en el extranjero y hace una rápida síntesis de su breve y copiosa a la vez, producción poética: "Surgente", "Nubes del Este" y "Pepitas", como asimismo sus obras de teatro escritas en versos: "Eireté" voz guaraní que significa "Miel de abeja", "La Conquista" y "El crimen de Tintalila".

         Solís se detiene a explicar la importancia y el significado de su primer libro "Surgente", diciendo que esta obra "constituye la esencia de su intelecto y la floración anímica de su personalidad".

         Autodidacto, Ortiz Guerrero contó con grandes condiscípulos, como el ensayista y dramaturgo de origen tucumano, Arturo Alsina, quien escribió también sobre el poeta, dedicándole un documentado libro que intituló "Ortiz Guerrero y su época".

         Serviliano Solís, en la última parte de su obra, cita uno de los poemas más representativos de su bibliografiado, el titulado "Suma de Bienes", donde se percibe el sabor amargo de su angustia. Así nos dice: "Rumbo a la sombra. Pienso que en el lodo está el secreto de la dicha humana": En otro poema: "La amarga plegaria de unos labios en flor", el lírico paraguayo dirá lo más hondo de su infortunio, confesándose a sus amigos: "Dejadme sólo -dice- y agrega: "Mi carne pecadora ya tiene las señales profundas de la vida; las injurias del mundo me acribillan feroces con sus siete puñales. Por eso mis amigos, quiero que huyáis de mi, mil veces está pasmada la sangre de mis venas por el glacial espanto de la miseria humana, y en mi jardín fragante las blancas azucenas, moradas las ha vuelto mi invierno juvenil"…

         Más allá de su vocación lírica y romántica, Ortiz Guerrero, fue también un luchador que amó las causas populares y proclamó su fe en aras de la liberación del hombre latino americano en defensa de nuestra cultura continental. Así lo asevera el autor de esta obra dedicada a su memoria, sencilla y amplia, generosa y abierta, para sumar juicios y poemas favorables al poeta, como los de Ignacio Pane, Manuel Verón de Astrada, Antonio Ortiz Mayans, que se incluyen en el libro.

         Serviliano Solís inserta también un significativo poema de Ortiz Guerrero dedicado al poeta Delfín chamorro en ocasión de su muerte, y que aparece como un presentimiento de trágica anunciación. Entre los sentidos versos, Ortiz Guerrero expresa: “Con humildad de pan daba sustento – a la virtud callada de trabajo a los hijos sin luz del sufrimiento; - los indoctos, los tristes, los de abajo”. Más adelante, exclama: “Sus cenizas, un día – devolved a la tierra, que es la dueña, - llevad a la azulada serranía – de su cuna guaireña; - llevad en primavera – cuando el tayí florece y el timbó, - a enterrar en su fresca Pisadera, - donde su agreste infancia floreció”.

 

         Buenos Aires, diciembre de 1973.

 

(1)     Hoy en día las obras del genial caricaturista paraguayo, engalanan toda una sala muy importante del Museo de Bellas Artes y Biblioteca Americana Juan Silvano Godoi de la capital paraguaya.

 

 

 

HA MUERTO CARLOS PRENDEZ SALDIAS,

POETA DE CHILE

 

         Por Serviliano Solís

 

         Hace poco nos enteramos por una publicación, órgano de la Unión de Escritores Americanos de Santiago de Chile, de la sensible desaparición de este poeta, cuyo nombre ilustre llegó a ubicarse en sitio preponderante en el mundo de las letras de su patria.

         Su obra literaria y muy especialmente la lírica, había trascendido, hacía rato, merced a la calidad y elevación de sus producciones, fue así que, allá en la década: 1925-1935, su nombre llegó a brillar intensamente a la par que su cosecha literaria atraía sobre sí el juicio consagratorio de la crítica autorizada de su país y del extranjero.

         Mucho antes que otros hoy consagrados escritores de su tierra, Préndez Saldías era ya una personalidad conocida en ambas márgenes del Plata. Y los que comenzábamos entonces, a borronear las primeras cuartillas, con frecuencia ya oíamos hablar del poeta transandino en los cenáculos literarios de Buenos Aires, ya que Préndez Saldías, era a la sazón, algo así como un poeta del momento o, si se prefiere, de moda.

         Hoy, un escritor de Santiago de Chile, Carlos Sander, perteneciente a una generación posterior al aedo desaparecido, nos habla de él precisamente, en prosa vibrante, sincera, en esa última entrega del Boletín Informativo – 1er. semestre 1963-, órgano ilustrado de la Unión de Escritores Americanos y cuya presidencia ejercía entonces el escritor don Benjamín Morgado.

         Dice allí, entre otras cosas, el señor Sander, en su bien pergeñado artículo: "Era un poeta de fuerte y definido temperamento. Tal vez por ello ha muerto, como Hernán Hesse, envuelto en una auténtica soledad". Para agregar, más adelante dibujando el retrato físico de Préndez Saldías, en los términos siguientes: "Alto, como los álamos que cantó en sus primeros libros. Atildado en el vestir: chambergo de alas anchas, gafas sujetas con una negra cinta, melena becqueriana v renegrida, que el tiempo iba nevando".

         Pero lo más significativo fue una anécdota que lo pinta al hombre y al poeta, en su aspecto moral y que, naturalmente, debe conocerse como ejemplo de hombría de bien y de altivez de verdadero poeta, que tanta falta hace destacar en los tiempos que corren en que predomina por doquier, como una característica de la hora  , el exitismo, y para que sirva de ejemplo a aquellos que, en su afán de figuración, pretenden avanzar a codazos o de cualquier manera: "En una oportunidad un amigo le escribió diciéndole que podría colaborar en un importante rotativo, siempre que hablara con los dueños y estos lo aprobaran. Contestó textualmente: "Los conozco. No daría jamás un paso para pedir que aprobaran mi trabajo periodístico. Y no por orgullo, sino porque siempre he pensado que los escritores no debemos solicitar la aprobación o la ayuda de quienes se creen dispensadores de todo bien por el solo hecho de tener fortuna o de ocupar posiciones expectables.  Así por lo menos, he  vivido siempre, y así acabarán mis días.

         Así era en efecto, este cabal poeta santiaguino. Altivo si, por dignidad de escritor, pero no orgulloso y menos aún vanidoso. -"Entendámonos y hagamos la distinción"-, como a propósito diría el malogrado escritor y periodista paraguayo, Roque Capece Faraone, un bohemio impenitente que pasa su existencia en Asunción, muchas jornadas "vigilando", pero predicando altiveces en medio de una sombría inopia, pues él entendía, que "el artista debe ser orgulloso más no vanidoso". Por lo visto, pues, en algo coincidían ambos, por lo menos en dignidad de artista.

         Carlos Préndez Saldías, presidió en vida durante varios períodos la prestigiosa Sociedad de Escritores de Chile. Fue autor de importantes obras literarias, entre las cuales necesariamente, habrá que citar una: "Veintisiete Mujeres en mi Vida", la cual, cuando su aparición, provocó encontradas opiniones de la crítica, circunstancia que, en su momento benefició la personalidad del autor desaparecido.

        

         De la presidenta de la Sociedad Argentina de Escritores

         doña María de Villarino.

 

         Saluda a Serviliano Solís y le agradece el envío de su libro "Evocación de Ortiz Guerrero" cuyo noble homenaje de memoria y admiración, en el que transmite de su propia alma, define lo esencial del espíritu y del sufrimiento que identifican al malogrado vate paraguayo Ortiz Guerrero.

 

         Buenos Aires, 4 de enero de 1975.

 

 

         Buenos Aires, 3 de marzo de 1974.

 

         Señor Serviliano Solís.

         Recordado amigo. Apenas llegó a mis manos leí con simpatía y emoción su "Evocación de Ortiz Guerrero" y su obra: 1897-1933.

         Gracias por haberme hecho conocer a un poeta de      de verdad como lo fue este compatriota suyo, honra de las letras paraguayas.

         En estos altos años a que he llegado -77, sólo incorporo a mi biblioteca obras que me tocan el alma y antes de hacerle sitio en mis anaqueles, estampo a cada tomo su correspondiente apostilla todos sinceros, aunque no todos buenos.

         Aquí tiene -y perdónemele- lo que puse a su librito.

         Por su emoción sentida

         del poeta Ortiz Guerrero

         a Serviliano Solís

         llegue mi aplauso sincero.

 

         Que su pequeña, pero delicada obra, encuentre acogida en el público y la crítica:

 

      " Un abrazo cordial Germán Berdiales.

 

         Otros conceptos valiosos sobre "Evocación de Ortiz Guerrero, Su vida y su obra, (1897-1933)".

 

         Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas 

 

         Buenos Aires, 27 de febrero de 1974.

 

         Señor Serviliano Solís Acosta        

         Acevedo 2245, dto. 8

         Buenos Aires.

 

         De mi mayor estima:

 

         Luego de haber leído con sumo interés su "Evocación de Ortiz Guerrero" que tan gentilmente me obsequiara, quiero expresarle mi profundo agradecimiento y el elevado concepto que guardo de usted.

         Es de admirar como en tan apretada síntesis ha logrado la pintura del poeta paraguayo, entrelazando su vida, las evocaciones que de él hicieran otros líricos, con el vibrante decir que a usted lo caracteriza.

         Al reiterarle mi gratitud, hago propicia la oportunidad para saludarlo con especial consideración.

 

         Dr. Vicente Hector Cicardo

                   Intenventor


 

CON MOTIVO DEL CUMPLEAÑOS DE UN HOMBRE ILUSTRE

        

         Por Serviliano Solís

 

         Del diario costarricense "Mundo Femenino"

         San José de Costa Rica, 15 de octubre de 1956.

 

         Al evocar en estos renglones la personalidad ilustre del Dr. Luis Alberto de Herrera, con motivo de haber celebrado, el 22 de julio último sus gloriosos 83 años de existencia, podría hacerlo repitiendo aquí como míos los conceptos del poeta y periodista uruguayo don Juan José Mendieta Astorga, cuando afirma al referirse al Dr. Herrera que: "Sin declinar en nuestras discrepancias con su línea política debemos reconocer que dicta una lección de trabajo, en este país de los jubilados de 45 años".

         No pertenezco a la ciudadanía uruguaya para abocarme al comentario de jubilados; y menos aún para inclinarme a la crítica de sus sabias leyes sociales, que no son de mi incumbencia. Pero no puedo negar que me siento profundamente identificado con las palpitaciones e inquietudes de este pueblo hermano, a través de su prensa culta, de sus escritores y de las obras de sus poetas. Y llevado por esa corriente de simpatía espiritual que fomentan sus escritores y artistas, a veces mucho más que la diplomacia protocolar, es que conozco detalles relacionados con la vida y la obra de personalidades del Uruguay como el Dr. Luis Alberto de Herrera, por ejemplo, que a los 83 años, todavía le sobran energías para batirse con renovado brío en el Consejo Nacional de Gobierno. En verdad su ejemplo, merece señalarse a esa juventud que gusta de la vida fácil y también a los más viejos, que a los 60 años se llaman a cómodo sosiego.

         En honor del Dr. Herrera referiré algo que, acaso, muchos jóvenes uruguayos desconocen y que se relaciona precisamente con los merecimientos del gran ciudadano uruguayo; pues este hombre, escritor, polemista y político, es uno de los que han tenido la satisfacción de ver en vida, grabado su nombre para siempre en una de las calles principales de la ciudad de Asunción, Paraguay.

         Cuando niño, el que escribe, vivió justamente en esa arteria principalísima de la capital del Paraguay, país del que dijera José Enrique Rodó en gesto fraterno y noble simpatía, que, "el Paraguay del trópico no era sino el Uruguay del Atlántico..." y, viceversa.

         Yo aprendí así, desde niño, a sentir respeto y admiración por el nombre del Dr. Luis Alberto de Herrera; y luego, más tarde, ya en las aulas del Colegio Nacional, tuve de profesor de Historia Americana y Literatura, nada menos que al historiador paraguayo don Juan E. O'Leary, quien entonces, ya mantenía una franca e inalterable amistad con el Dr. Herrera. Puede suponerse, pues, que mi profesor influyó para que yo conociese cabalmente al estadista oriental a quien, tanto se quiere y se admira en el Paraguay, a pesar de diferencias políticas que siempre separan a los hombres y que sin embargo, se dejan de lado cuando la patria lo requiere.

         Yo no tengo el honor de conocer personalmente al Dr. Herrera.    Pero su figura política e intelectual me son familiares, por los hechos arriba señalados a aquéllos, pues nuestro grande hombre es además, ciudadano Honorario del Paraguay, y es así, que, como tal, hubo de concurrir a presencia de autoridades militares paraguayas en Asunción, primeramente, y luego, en el Chaco Boreal, en ocasión de la sensible contienda a que fueron llevados los pueblos hermanos de Paraguay y Bolivia, en el año 1933.

         De modo que entonces, al Dr. Luis Alberto de Herrera, por su leal amistad hacia el Paraguay, le fue grabado su nombre hace más de 50 años a una calle de la capital de este país que no hizo así, más que testimoniarle su reconocimiento por sus afanes por esclarecer conciencias ciudadanas, precisamente con relación a la historia paraguaya.

             Por último, diré que en ocasión de visitar en el mes de marzo de 1954 la ciudad de Asunción, me cupo la satisfacción de poder ver una vez más a mi viejo amigo y ex profesor dore Juan E. O'Leary. Al llegar en Asunción, supe por un amigo, que el ilustre maestro -que fuera canciller del Paraguay y su embajador en España e Italia-, actuaba en la dirección de la "Biblioteca Americana y Museo Nacional de Bellas Artes Juan Silvano Godoi. Allí fui a verlo, en efecto, y pude comprobar con admiración que también él, como su colega y amigo oriental, daba la lección de trabajo a los 80 años de vida. Magnífico ejemplo, el de estas dos hombres eminentes- del Paraguay y Uruguay contemporáneos, ligados por una amistad tan antigua como sincera.

         Me acompañó gentilmente el Dr. O'Leary, por las dependencias del Museo, en una de cuyas salas, me enseño, con orgullo de verdadero amigo, un retrato al óleo en tamaño natural de acertada realización del Dr. Luis Alberto de Herrera. Ahí estaba y estará siempre, en su recia estampa varonil, exhibiéndose a las generaciones del futuro este varón insigne que hoy, a los 83 años, sigue actuando en el Consejo Nacional del Gobierno del Uruguay, como en los mejores años de su vida ejemplar.

         Antes de retirarme, le dije a O'Leary, que si hubo dos próceres de países hermanos y vecinos, que se ganaron el corazón de los paraguayos por su obra de exaltación histórica de este pueblo, y que se merecen estos sitios de honor en su museo, eran precisamente el Dr. Herrera y el ilustre sociólogo, escritor y polemista tucumano, Dr. Juan B. Alberdi. Y por rara coincidencia, éste posee también su magnífico busto en el museo citado, como asimismo, su nombre da lustre a la vez a una importante calle asuncena. Y O'Leary, compartiendo mi opinión, respondióme con una expresiva sonrisa, amplia en cordialidad, y al estrecharme la mano, en señal de despedida, lo hizo con la sinceridad de los hombres cabales que saben que la amistad está por encima de las pequeñeces que separan a los hombres.

 

         "Mundo Femenino", San José de Costa Rica.

         15 de octubre de 1956.

 

         A Rosalía de Segura, con el homenaje de mi cordial saludo y mi emocionado recuerdo, de amigo de hoy y de siempre.

 

         Serviliano Solís.

 

 

 

 

OBRAS Y AUTORES CONSULTADOS

 

Jorge Báez: "Agustín P. Barrios", "Revista de turismo", Asunción, Paraguay,  septiembre 1945.

Dr. MoisésS. Bertoni. "Pre y proto-historia de los países guaraníes";    "Revista de turismo", Asunción, julio y agosto de 1946, "Observaciones del Dr. Moisés S. Bertoni, a algunas de las notas explicativas de «Nandé ipi cuera» (Nuestros antepasados), Apéndice, Asunción, 1929.        

Narciso R. Colman "Nandé ipi cuera". (Nuestros antepasados, Asunción. Paraguay, 1929.

Dr. Manuel Domínguez. "Raíces guaraníes". Asunción, Paraguay, 1916.

Dr. e Ing. Juan Luna Cárdenas: "Gramática analítica del idioma Tarasco", México, 1951; "La educación aztekatl", México, 1951; "Historia patria", México, 1956; "La casa de Jade", México, 1960.

Antonio Ortiz Mayans: "Diccionario Español-Guaraní-Guaraní-Español, Buenos Aires, 1961.

Dr. Anselmo Jover Peralta y Dr. Tomas Osuna: "Diccionario Guaraní-Español-Español-Guaraní", Buenos Aires, 1952.

Federico Riera. "Recuerdos musicales del Paraguay", Buenos Aires, 1959.

Juan Manuel Sosa Escalada: "La fundación de las ciudades de la Asunción y Buenos Aires", conferencia, Buenos Aires, 1938.

Juan de Dios Trejo: "Agustín Barrios" (Mangoré) La guitarra y el arte. De "Diario Latino", San Salvador, República de El Salvador, septiembre de 1944.

J. M. Vargas Vila: "Rosas de la tarde", Barcelona, 1900.

Paulo de Carvalho Neto: "Folklore del Paraguay", Quito, Ecuador, 1961.

Presbítero Dr. César Zoni: "El idioma guaraní". Conferencia, 1958.

J. A. Cova. "Solano López y la Epopeya del Paraguay", Caracas-Madrid; 1956.

Lindolfo Dozo Labeaud: Disertación, LRA Radio del Estado, abril 3 1949; Guía Quincenal C. N. de Cultura.

Jorge Báez: "Latorre del silencio y otros ensayos".

 

 

(1)     Bibliografía referente a las obras consultadas en mi libro “Paraguay y su Folklore”, obra inédita de la que se publica e este libro un solo capitulo. No obstante, el 30 de mayo de 1970 en la “Escuela República del Paraguay”, el autor se refirió al tema en una disertación en homenaje al Paraguay, en celebración de su fecha aniversario.

 






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