DE ARTE Y TRAGEDIA
Ensayo de CARLOS SOSA RABITO
La Guerra contra la Triple Alianza es, sin discusión posible, una experiencia histórica que afectó profundamente la sensibilidad y el imaginario de la población paraguaya y acicateó el interés y la curiosidad de un gran sector de la comunidad mundial. En cinco largos años de confrontación la novel nación resignó sus estructuras estatales–por cierto, muy avanzadas y modernas- hasta acabar en el más completo exterminio. Hay mucho escrito y dicho sobre este notable suceso latinoamericano decimonónico: expertos en asuntos bélicos, politólogos, historiadores, la ciudadanía interesada, poetas, literatos, artistas…, ocuparon, cada uno a su modo, su tiempo, su saber y sensibilidad en la interpretación de lo ocurrido. Hay quienes sostienen que la Guerra pudo ser resultado directo de desencuentros de intereses político- económicos regionales de ese entonces, otros arriesgan teorías raciales de fundamentación y no menos importante son las argumentaciones que sostienen el desacierto del Mariscal López en su política internacional, etc., etc.,… Desde donde se mire, la Guerra trastrocó todo un proyecto de vida y sueños colectivos y ocupa en la memoria y la estructura psico-emotiva del paraguayo un lugar llamativamente significativo.
Desde sus inicios, el conflicto fue acompañado y rodeado de un sistema de registro y documentación de carácter oficial, confiado a fotógrafos, artistas plásticos, periodistas, tanto del lado paraguayo como el de los aliados. En la complejidad del sistema, la imagen se posiciona como el medio documento-testimonial más eficaz y expresivo, legando a la historia y la cultura visual de la región un rico y notable patrimonio artístico.
Grabados del Periódico de Guerra Cabichuí
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Una mirada atenta percibe las sutilizas propias de la operación plástica. Por un lado, lo que se espera y exige al registro: fidelidad histórica y legitimidad documental; por el otro, el ajuste de la práctica artística al concepto de pintura histórica, herencia del romanticismo centro europeo y por sobre todo el de la estética posrevolucionaria francesa. Así, la imagen oscila entre lo bello artístico y los valores ético-nacionalistas. Entre tanto, la suerte de otros modos de la imagen buscaría capturar del momento trágico lo que el gesto espontáneo de la gráfica y la fotografía viabilizaban. Aquí, la imagen, complementada con la escritura en guaraní y español, de Cabichuí –avispa- (mayo de 1867 hasta julio de 1868), periódico de guerra del Paraguay, ocupa un lugar central en el marco de la producción simbólica continental. El Centinela, La Estrella, Cacique Lambaré, formaban también parte del sistema de los periódicos de guerra que transmitieron y alentaron al espíritu paraguayo ante el destino infausto que suponía La Guerra Guasú.
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Motivaciones iniciales y destinos diferentes explican la participación y el papel personal de cada uno de los artistas comprometidos con levantar y constituir la imagen de la Guerra. Por ejemplo, Víctor Meirelles de Lima (1832-1903) y Pedro Américo de Figueiredo y Melo(1843-1905), pintores brasileños, cercanos a la corte de Pedro II y activos participantes de la evolución de las Bellas Artes en el Brasil, pintaron las escenas de las campañas más impactantes de la Guerra de la Triple Alianza. El primero había estado en el campo de acciones entre agosto y octubre de 1868, próximo a la región de Humaitá, tomando notas y esbozando lo que, antes, sería los Estudios paraguayos y, después, se mostraría como obras de gran suceso en Río de Janeiro: El combate naval del Riachuelo, 1872, (4,60 x 8,20); Paso de Humaitá, 1886, (2,68 x 4,35). Por su lado, Pedro Américo no había visitado el campo de contienda y tuvo que trabajar confiando en documentos y relatos de Caxias y otros oficiales de alta jerarquía del ejército brasileño. La Batalla de Campo Grande, 1871, (5,30 x 3,32) y la Batalla de Avaí, 1877, esta última exhibida en ese año en Florencia, Italia, con la presencia de Pedro II, son obras que se ajustan al género de pintura histórica cuya condición inicial compromete un aspecto documental y otro emotivo-nacionalista.
Cándido López (1840-1902), pintor argentino, enrolado en el Batallón de Infantería San Nicolás del ejército argentino, conocido también como el manco de Curupayty, tomó notas precisas de cada una de las circunstancias que le tocó vivir en el frente de batalla y esbozó con dibujo dinámico y rico las escenas de la tragedia; hoy esta documentación constituye uno de los acervos más significativos de la historia del arte de la argentina. De retorno a Buenos Aires, y entrenada la mano izquierda, pinta noventa cuadros de la contienda detallando fielmente, como dato histórico y como registro de lo real, las imágenes que había delineado en plena contienda. Su obra, sin embargo, esquiva con radicalidad las convenciones propias del género histórico en plena gestación en la pintura de la región brasileña y Cisplatina de fines del siglo XIX. La Batalla de Tuyutí , entre 1876/85, (40x106), es, con todo derecho, una de los capítulos estéticos más emotivos del arte histórico latinoamericano.
Desde otra historia y otras expectativas, la imagen xilográfica de Cabichuí, elaborada magistralmente por los soldados artistas en los talleres de Paso Pucú, mostraba, en sus noventa y cinco números, con humor y emoción particular lo que sentían e imaginaban cada uno de los paraguayos en la contienda defensora y salvadora de la patria. Improvisados el papel, las tintas de impresión y las herramientas xilográficas, la imagen era casi una transposición espontánea de los sucesos y la creación de una crítica humorística que señalaba los desajustes morales y físicos de los hombres del ejército aliado.
Salidos de las manos guerreras de Saturio Ríos, G.I.Aquino, Gregorio Cáceres, Francisco Velasco, Juan Vargas, entre otros, la gráfica ponía en escena un modo genuino de expresión estética alejada del marco académico que había pautado y administrado el contenido y la forma del género histórico. Cabichuí fue casi un acto fotográfico, por su espontaneidad y su sincronía.
IMÁGENES DE FOTOGRAFÍAS DE LA COLECCIÓN DE JAVIER YUBI
Fuente: LA GUERRA GRANDE. IMÁGENES DE UNA EPOPEYA
Editorial EL LECTOR, Asunción 2010
Filtrado en el sistema de imágenes, la fotografía, heraldo del nuevo mundo, bajo la mirada de Esteban García, fotógrafo uruguayo contratado por BATE & Cía, la imagen de la guerra se tiñe de los valores lumínicos fotográficos y cree captar con fidelidad lo real de la contienda. Sin embargo los registros de García, por lo menos los que corresponden al breve tiempo de su estancia – abril a setiembre de 1866-, aparentemente, son de una expresividad notable y no meros registros informativos.
Mucho queda por analizar, hay otros protagonistas en la memoria artística de la Guerra Guasú, pero lo que hoy ofrecemos es sólo algunas obras que ganaron prestigio en el ámbito cultural mundial por su peculiaridad y contundencia estéticas.
Carlos Sosa
Abril de 2012
