PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN

  1954: EL CONTEXTO HISTÓRICO, 2014 - Por CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN


1954: EL CONTEXTO HISTÓRICO, 2014 - Por CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN

1954: EL CONTEXTO HISTÓRICO

 

Por CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN

 

Colección 60 AÑOS DEL STRONISMO N° 1

Editorial EL LECTOR

Directores de la Colección:

HERIB CABALLERO CAMPOS/ IGNACIO TELESCA

Corrección: MILCIADES GAMARRA

Asunción – Paraguay

Abril, 2014 (111 páginas)



Contenido

Prólogo - 13

Introducción - 15

Capítulo I

El período militar nacionalista (1936 -1947) - 19

El ascenso de los militares nacionalistas - 19

El fallido retorno liberal (1937-1940) - 23

La dictadura militar nacionalista de Morínigo (1940-1946) - 24

La Primavera Democrática de 1946 - 27

La Guerra Civil de 1947 - 29

Capítulo II

El Partido Colorado y los militares en la Posguerra Civil (1947-1949) -  35

La inmediata posguerra - 35

La Convención Colorada de noviembre de 1947 - 40

Las elecciones de febrero de 1948 - 49

Los guiones rojos en el Palacio - 52

El gobierno de Felipe Molas López - 56

Capítulo III

El Paraguay de los democráticos (1949-1953)  - 61

El ascenso de Federico Chaves - 61

El Paraguay en 1950 - 63

El gobierno de Federico Chaves - 67

La salida de Epifanio Méndez Fleitas y el quiebre en la Junta de Gobierno - 73

Capítulo IV

El ascenso de Stroessner (1953-1954) - 77

La caída de Chaves - 37

El golpe del 4 al 8 de mayo de 1954 - 80

El contexto histórico del ascenso de Stroessner - 86

Stroessner asume el mando - 92

Conclusión - 95

Fuentes Consultadas - 105

Diarios - 105

Archivos - 105

Bibliografía 106

Biografía del autor 109



PRÓLOGO

En el 2014 se cumplen 60 años del ascenso al poder de la República del general Alfredo Stroessner, el 4 de mayo de 1954 y 25 años de su derrocamiento el 3 de febrero de 1989. En ambas fechas el Golpe de Estado fue el mecanismo utilizado, el primero para iniciar al gobierno dictatorial más largo de la historia paraguaya y el segundo para ponerle fin y dar inicio al proceso más prolongado de convivencia democrática en el Paraguay.

Por estos motivos, hemos organizado está Colección con el doctor Ignacio Telesca, en la cual han aceptado participar los mejores especialistas en el período que abarca el stronismo. Hemos considerado que es necesario conocer a cabalidad lo que implicó dicho proceso histórico para no caer en explicaciones simplistas. Esta colección es un gran esfuerzo editorial para reflexionar desde la historia lo que fue el stronismo y cuáles fueron sus consecuencias en nuestro país.

El primer volumen está a cargo del joven historiador Carlos Gómez Florentín, quien realiza un acabado análisis de la coyuntura política, económica y social en la cual surgió el régimen stronista. El autor explica detenidamente cuáles fueron las circunstancias políticas en las que se enfrentaron los distintos sectores colorados luego de la finalización de la Guerra Civil de 1947, y como dichos enfrentamientos favorecieron el acceso al poder de un militar como Alfredo Stroessner.

El autor comienza la obra describiendo las características del período de la Post Guerra del Chaco, con la hegemonía del nacionalismo como ideología y la fuerte preeminencia del ejército en la política paraguaya. Posteriormente analiza el proceso por el cual los colorados lograron primero insertarse en la estructura estatal bajo el gobierno del dictador Higinio Morínigo, para luego conformar el gabinete de Coalición durante la Primavera

Democrática y finalmente derrotar en la Guerra Civil de 1947 al 70% del ejército profesional aliado a los liberales, febreristas y comunistas.

En el siguiente capítulo explica lo que se dio en llamar la anarquía colorada, contexto en el cual va situando la figura de Alfredo Stroessner y de otros actores políticos que colaborarían decididamente para su acceso al poder en 1954, como el caso de Epifanio Méndez Fleitas.

Finalmente el autor describe las maniobras del general Stroessner para lograr su acceso al mando con legitimidad y no inmediatamente luego del Golpe de Estado que encabezó para derrocar al presidente Federico Chaves, en mayo de 1954. En este marco explicativo, Carlos Gómez logra con claridad demostrar las características originarias de la "modernización conservadora" que desarrollaría el stronismo como programa de gobierno durante más de tres décadas.

Asunción, abril de 2014

Herib Caballero Campos



INTRODUCCIÓN

El martes 20 de julio de 1954 el general Alfredo Stroessner retornó a Paraguarí, la ciudad en la que vivió probablemente sus mejores días como militar. En un acto frente a aproximadamente veinte mil personas, el hijo de un inmigrante alemán de Bavaria y de una ciudadana paraguaya de Encarnación era homenajeado por militantes colorados de Carapeguá, Quiindy, Caapucú, Acahay, Ybycuí, Santa Rosa (Misiones), Escobar, Piribebuy, Yaguarón y Asunción, entre los que se contaban sus correligionarios del barrio Cachinga (Sajonia) y de la Seccional número 22, "Dr. Juan León Mallorquín

El acto resumió la mezcla de tradicionalismo y modernidad que iría a caracterizar al régimen de Stroessner. Por un lado el desfile vio pasar a campesinos, entre los que se privilegiaban mujeres, niños, jinetes y sus caballos en un homenaje al colorado de tierra adentro, el pynandi que hizo posible la llegada al poder del Partido Colorado en 1947, y ahora del propio Stroessner. Por otro lado, el acto fue coronado por el sobrevuelo de aviones, símbolos inconfundibles del progreso, que arrojaron ramos florales en paracaídas para saludar al presidente electo en las elecciones de candidato único celebradas el 11 de julio de 1954.

Al evocar el pasado bélico de Paraguarí, y por extensión del Paraguay militarista y nacionalista en extremo que entonces caracterizaba al Partido Colorado, Stroessner hizo detalladas exposiciones históricas sobre los Comuneros, la guerra de la Independencia, la Guerra del 70, la Guerra del Chaco y la Guerra Civil de 1947, resaltando el valor heroico del soldado paraguayo.

Al cierre, Stroessner definió su concepción ideal de la sociedad paraguaya frente a la encrucijada que presentaba, según él, un país hundido en la miseria y alejado del desarrollo económico al cual los países latinoamericanos aspiraban entonces como único horizonte posible:

"Y al despedirme de vosotros, correligionarios y amigos, os pido, en este día, que llevéis con mi gratitud, a vuestros hogares, la fe en el porvenir, y la resolución de ser mejores cada día, por la moral que debéis heredar a vuestros hijos, multiplicando vuestros esfuerzos en los afanes diarios del trabajo, pensando que esos afanes os darán bienestar e independencia. Desterrad de vuestras mentes las preocupaciones de la discordia, y disponeos a vivir la hermandad del Partido, como un ejemplo necesario para la otra gran hermandad, en el seno de la familia paraguaya".

En este Paraguay utópico de Stroessner, el siglo veinte resumía incertidumbre, batallas fratricidas, desorden y pobreza. El futuro estaba en la familia partidaria. La misma familia patriarcal y autoritaria que se presentaba como la opción ineludible para todo el país si el deseo era finalmente salir del atraso e ingresar a la esquiva modernidad.

Este volumen inicial de esta nueva colección de El Lector tiene por objeto hacer un recuento del contexto histórico en el cual Stroessner llegó al poder en lo que se convertiría en la dictadura más prolongada de la historia del Paraguay. En particular, se trata de indagar sobre los factores internos que dieron origen al régimen de Alfredo Stroessner. Si bien esta distinción responde a una división del trabajo entre los autores, otro volumen se encargará de presentar el contexto internacional en el que ascendió Stroessner, cabe destacar que los factores internos pesaron mucho más en el período inmediatamente anterior a 1954. Si eventos domésticos hicieron posible que Stroessner llegase al poder, el contexto internacional resultó mucho más decisivo en la consolidación del régimen autoritario que comenzó en mayo de 1954.

Los sesenta años del ascenso de la dictadura más larga de la historia de América presentan una oportunidad para retornar al pasado para, más que cerrar heridas, repensar las razones que nos separan, los caminos que seguimos, los desencuentros y las nuevas oportunidades que nos da el presente de enmendar errores, apuntar al futuro historiando críticamente nuestro itinerario compartido.

Este libro se concentra en el contexto interno que dio origen a la llegada de Stroessner al poder. Está dividido en cuatro capítulos, precedidos por una introducción y seguidos por una conclusión. El primer capítulo hace un recuento largo de los hechos que transcurrieron entre 1936, cuando los militares ingresaron decisivamente a la política, y 1947, cuando se desató la Guerra Civil. El segundo capítulo es más detallado y se concentra en el primer período de los colorados en el gobierno tras el final de la guerra civil (1947-1949) bajo gobiernos afines al movimiento interno de los guiones rojos. El tercer capítulo se ocupa del período de gobierno de los democráticos liderados por el doctor Federico Chaves. Por último el cuarto capítulo se concentra en la caída de Chaves e ilustra el contexto histórico que antecedió a la llegada de Alfredo Stroessner a la presidencia. Finalmente la conclusión presenta un sumario de lo desarrollado en el libro, además de hacer algunas proposiciones de investigación que permitan retornar a los años iniciales del stronismo con una mirada fresca y potencialmente, más provocativa para interpretar nuestro presente.

Por último agradezco la oportunidad que me han dado los editores Ignacio Telesca y Herib Caballero Campos, colegas y apreciados amigos para quienes tengo admiración y gratitud por el inmenso apoyo que me dieron desde que me integré al solidario colectivo de investigadores que trabajan por el crecimiento de la historiografía sobre el Paraguay. En esto, quizá, el horizonte todavía luce prometedor en la medida en que seguimos produciendo nuevas miradas a nuestra historia. Por supuesto, esto es posible gracias al equipo de El Lector, representado por Pablo Burián.



CAPÍTULO II

EL PARTIDO COLORADO Y LOS MILITARES EN LA POSGUERRA CIVIL (1947-1949)

 

LA INMEDIATA POSGUERRA

El resultado de la Guerra Civil reestableció a Morínigo en el poder, si bien en forma precaria. A la guerra siguieron los ajustes de cuentas, los abusos y las persecuciones, además de las interminables celebraciones de las fuerzas exitosas y las premiaciones a quienes hicieron posible la victoria de las fuerzas gubernistas. La Organización Republicana Obrera (ORO), organización laboral que había coloradizado las fuerzas laborales, llamaba al presidente Morínigo el "primer obrero de la victoria patria", las diferentes reparticiones militares le organizaban jugosos asados y se sucedían los homenajes al general Francisco Caballero Álvarez, el general de la resistencia gubernista.

Otro homenajeado fue el entonces comandante teniente coronel Alfredo Stroessner, quien junto con el delegado de gobierno de Ñeembucú, Avelino Delgado Vera, recibieron de la comisión de Damas Coloradas de Pilar medallas recordatorias por su gestión exitosa en el Frente Sur. La medalla decía en el anverso "C.D. Coloradas Pilar. - Honor al Comando Sur, Teniente Coronel Alfredo Stroessner", y tenía el escudo nacional en el reverso.

En una célebre homilía, reproducida por el político liberal Carlos Pastore, el arzobispo de Asunción, Juan Sinforiano Bogarín, denunciaba el 8 de setiembre de 1947, no sin antes reconocer al Gobierno el mérito de haber puesto fin a la amenaza comunista representada por los revolucionarios de Concepción, que "Nadie, en efecto, duda ya más ahora que todos los pueblos de la República, unos más que otros, han sido víctimas de maleantes organizados y armadas que se entregaban o que se entregan al robo, al saqueo e incendio de casas comerciales, a violaciones, asesinatos y a todos los excesos de un salvajismo inexplicable en un país civilizado y tan cristiano como el nuestro... Se está presenciando una devastación condenable como la que más, por lo que la Iglesia no puede callar, porque en lo que está sucediendo va también incluida la violación flagrante de las leyes de la moral cristiana. En los ya largos años que el Señor nos concede nunca hemos presenciado hechos semejantes, los que de todas veras condenamos... Y no se diga que tales actos se ejercen en contra de los enemigos políticos, porque entre las víctimas figuran quienes en política nunca han actuado".

La caza de brujas también se transmitía por los medios de prensa escritos. La publicación diaria EL PAÍS condenaba la actuación de los generales institucionalistas, Juan S. Rovira, Amancio Pampliega, Vicente Machuca y al propio Paulino Antola, ya exiliado desde antes de la Guerra Civil, por su responsabilidad en la contienda. Todos ellos acusados de febreristas y de complotar con las fuerzas revolucionarias de Concepción. La purga del ejército tenía eco en la prensa que buscaba justificar su salida de las Fuerzas Armadas reivindicando el proceso de coloradización entonces en ascenso al interior del ejército.

También, en un esfuerzo por eliminar dudas sobre la justicia de la victoria, EL PAÍS se hacía eco de publicaciones internacionales que reflexionaban sobre la ubicación de la causa popular en la Guerra Civil. El solo planteamiento de la pregunta es sintomático de las dudas que emergieron con la victoria: ¿quién representaba al pueblo en el conflicto? En la parcializada lectura de EL PAÍS, la respuesta debía plantearse como antinomia: Los pynandi o descamisados paraguayos versus los oligarcas en una coalición líbero-franco-comunista que en realidad apenas tenía unos agitadores de izquierda y opresores de derecha.

Otras exposiciones internacionales sobre el conflicto se basaban en la falta de cultura paraguaya y el atraso en que vivía el país para explicar la derrota de la causa revolucionaria. A esta crítica que reducía la victoria de las fuerzas gubernistas a una precariedad originaria de la población del país, los editores colorados replicaban defendiendo el valor autóctono de la cultura de lucha del Paraguay, supuestamente inexplicable para quien no pertenezca, acusación de la que eran pasibles los opositores por su amor por lo foráneo: "La tragedia del pueblo paraguayo radica en la violenta oposición del coloradismo, del coloradismo sin frisuras [sic] ni desteñidos, que insiste en conservar, señera, nuestra personalidad auténtica mientras las otras agrupaciones obedecen directivas foráneas, están desarraigadas y propugnan soluciones exóticas a los problemas nacionales

Ante esta mala prensa internacional y subversiones, reales e imaginarias, desde las propias entrañas de la sociedad paraguaya, los colorados delineaban el comportamiento necesario para salir adelante ante la doble amenaza. Durante el homenaje al capitán Pablo González Maya, jefe y organizador de la infame guardia urbana que fue creada durante la Guerra Civil, el homenajeado decía, al describir a su organización parapolicial como "el brazo armado del coloradismo", que "La unidad del coloradismo depende de eso, del mantenimiento de la disciplina interna partidaria; del respeto y acatamiento a las autoridades legítimas, de conformidad a las leyes e instituciones del partido, o sea dentro de sus estatutos y reglamentos; en una palabra, de la vigencia intangible del principio de autoridad. Cualquier posición contraria a dicho principio, no hará sino conducirnos por la pendiente de la anarquía, la descomposición moral y el fracaso".

Al mismo tiempo los militares que se sacrificaron en la defensa de la causa gubernista eran premiados con ascensos, algo que también ocurría en la Policía de la Capital. El reacomodo y profunda reorganización de las fuerzas públicas prácticamente puso fin al orden anterior a la llegada de los colorados al poder con lo que la nueva estructura política quedaría afianzada.

También se reorganizaron las empresas fiscales con el objetivo, supuestamente modernizador, pero que en realidad apuntaba a hacer pagos pingües para los que se mantuvieron fieles a la causa del Gobierno. Al mismo efecto puede apuntarse el caso de la nacionalización, entonces llamada “oficialización", de la Compañía Americana de Luz y Tracción que fue estatizada según el decreto No. 22.209 bajo la excusa del pésimo servicio que prestaba. El giro estatista del Gobierno era al mismo tiempo defendido por el ministro de Hacienda, Juan Natalicio González, quien explicaba que si bien llegando al país tardíamente, solamente el Estado empresario podría hacer posible la industrialización del Paraguay.

El gobierno de Morínigo había hecho de la reforma electoral un argumento justificador de su aspiración a credenciales democráticas. Así, en agosto llamó a elecciones anunciando una modificación de la ley electoral. La reforma introdujo el voto directo para presidente y miembros titulares y suplentes de la Cámara de representantes y miembros de las Juntas electorales seccionales. La ley instalaba un nuevo sistema de representación proporcional integral de doble cociente con listas completas. El comunicado del gobierno decía que: "El cociente electoral se determinará dividiendo el número total de votantes de las listas por el de cargos a designar. Cada partido político legalmente reconocido tendrá cuantas bancas o cargos cuantas veces el número de sus votos sea múltiple del cociente. Todas las fracciones de cocientes serán adjudicadas al partido mayoritario o que haya obtenido mayor número de votos".

Estos arrebatos democratizantes, sin embargo, eran contestados por los sectores duros del Partido Colorado que reivindicaban para sí el derecho a gobernar de forma única y exclusiva manteniendo a los partidos que se plegaron a la rebelión fuera del sistema político. Los defensores de esta línea de pensamiento sostenían que la prueba del fracaso de un sistema democrático multipartidista era la "ficción democrática" de la Primavera Democrática de 1946. En lugar de ser un gobierno de coalición que funcione en un régimen de plenas libertades políticas, lo que se puso en marcha fue un experimento anárquico que condujo a una sangrienta Guerra Civil.

Ya entonces, tanto la oposición como sectores gubernamentales hablaban de las posibles consecuencias de mantener un sistema político de partido único. Los observadores más sagaces apuntaban que al concentrar el juego de fuerzas democráticas en un solo partido, las disputas que desmontaron el gobierno de coalición de 1946 retornarían al Partido Colorado a través de los movimientos internos. Así saltaba el principal temor de que el internismo voraz termine por dividir al partido al concentrar los esfuerzos electoralistas y las pujas por el poder a los correligionarios del coloradismo.

Ante estos temores, y de forma de ahuyentar los fantasmas del cisma partidario hábilmente referidos por las fuerzas de la oposición, el político colorado Silvio Bécquer anunció en un encuentro político por la unidad partidaria realizada en Caacupé el 6 de octubre de 1947: "Los que especulan sobre una división del Partido Colorado son unos tontos o unos ilusos. Nadie tiene poder bastante para ni siquiera intentar tamaña insensatez y si hubiere, tendrá en su contra a todo el campesinado colorado. La unión colorada para el sacrificio, para el dolor y la muerte debe seguir más fuerte si cabe para afianzar la paz y realizar la obra de progreso que el país necesita".

El tiempo le demostraría en breve que Bécquer era en todo caso el "tonto" o el “iluso". La interna colorada estaba ya en marcha. Y efectivamente, al enmarcar las disputas por el poder dentro de la misma agrupación política los enfrentamientos subieron de tono obligando a los actores a hacer todo lo que esté a su alcance, inclusive en contra de correligionarios con quienes habían peleado codo a codo durante la reciente Guerra Civil, para hacerse del Gobierno y de sus recursos.

 

LA CONVENCIÓN COLORADA DE NOVIEMBRE DE 1947

La interna colorada, que decidía quién gobernaría el Paraguay, se disputó entre los agrupados detrás de la figura del doctor Federico Chaves, conocidos como "democráticos" y los seguidores del intelectual nacionalista Juan Natalicio González, conocidos como "guiones rojos". Mucha de la inestabilidad política, el uso de la violencia para llegar al poder, el caos institucional que siguió al período de gobiernos colorados se originó en la disputa entre estos dos sectores colorados.

Las disputas, si bien tenían por objeto llegar al poder y ejercerlo, provenían de mucho tiempo atrás, más precisamente, de la época de los gobiernos liberales., EL PAÍS, entonces en manos de los guiones, y LA RAZÓN, en poder de los democráticos, permiten seguir las diferencias entre los dos bloques.

A medida que se acercaba la fecha de la Convención, en la cual ambos sectores medirían fuerzas, los ajustes de cuentas por actuaciones pasadas se intercambiaban entre los dos periódicos. Los guiones rojos estaban en una posición mejor teniendo en cuenta que el dramatismo de la Guerra Civil reciente, la radicalización política y el uso de la fuerza para llegar al poder habían confirmado las ideas políticas de su ideólogo, Juan Natalicio González.

Según los Guiones Rojos, el Partido Colorado tuvo que pasar por varias fases para llegar al poder. En primer lugar, el partido tuvo que abandonar su purismo democrático ya en la década de 1920 cuando Natalicio defendió la necesidad de participar en el sistema político, aún a sabiendas de la falta de garantías democráticas, con el objetivo de alterar el sistema desde adentro. Esta técnica política, llamada "infiltrismo" o "participacionismo", le permitiría a los colorados modificar gradualmente el sistema político de los liberales. Si bien González no duró mucho y se retiró del Congreso debido a lo que consideró falta de garantías políticas para los colorados "abstencionistas", los que eligieron no participar del proceso político para quitar legitimidad a los gobiernos liberales, el político colorado retornaría a esta estrategia en el futuro.

El participacionismo sirvió de fundamentación para el protagonismo de los colorados durante el gobierno del coronel Rafael Franco cuando Bernardino Caballero integró el gabinete como ministro de Agricultura y Ganadería. Cuando esto sucedía, J. Natalicio González y Víctor Morínigo hacían apología de la promesa de transformación que significaba el ascenso de Franco al poder. El experimento, que fracasó entre la rápida ruptura del Gobierno con los sectores populares y el reacomodo de las fuerzas militares, sirvió a los infiltristas para experimentar con la participación en carácter de minoría dentro de un gobierno de signo político diferente.

Durante la dictadura de Higinio Morínigo, el Partido Colorado de nuevo encontró en J. Natalicio González a uno de los pocos defensores de una estrategia infiltrista. González fue incorporado al gobierno de Morínigo en 1945 cuando el presidente lo ubicó en el cargo de embajador en Montevideo para combatir a la prensa local, supuestamente inficionada de la mala propaganda producida por los exiliados en el Uruguay. Cuando González planteó esta opción a los líderes partidarios, entre los que se contaba Federico Chaves, la opción fue rechazada por tratarse de colaboracionismo con un régimen dictatorial. Desautorizado, González se incorporó al Gobierno de todas maneras en el punto más álgido de las acusaciones contra sus excesos totalitarios.

La opción infiltrista de González fue confirmada como correcta por los hechos, puesto que tras los sucesos de la Caballería de junio de 1946, cuando el llamado "Grupo de Caballería" liderado por el coronel Victoriano Benítez Vera fue desplazado del poder, se hizo un llamado a la creación de una coalición en la cual el Partido Colorado se contaba como bastión principal. Si bien esto no fue solamente obra de González, al fin y al cabo lo más importante de los hechos de junio de 1946 fue el ascenso de un bloque colorado en las Fuerzas Armadas liderado por el coronel Enrique Jiménez. La opción infiltrista se justificó cuando la plana mayor del partido se plegó al nuevo gabinete, todavía encabezado por Morínigo pero supuestamente "prisionero" de las fuerzas democráticas.

Una vez asentado en el Gobierno de coalición, de nuevo la estrategia de J. Natalicio González de confrontar directamente con los febreristas le sirvió para debilitar a sus líderes a la par que sembraba la semilla de desconfianza del presidente y de los militares hacia los mismos. Esta estrategia afianzó, según Alcibíades González Delvalle, "las colisiones de la coalición" que derivaron en la ruptura a fin de 1946 y que a partir del 13 de enero puso en el poder a una nueva alianza, esta vez solamente conformada por los militares y el Partido Colorado.

Una vez que se desató la Guerra Civil en marzo de 1947, la estrategia extremista de los Guiones Rojos supuestamente fue la opción correcta para combatir a los revolucionarios de Concepción. Según la versión dada a conocer por los guiones rojos a través de las páginas de EL PAÍS durante la campaña para la Convención Colorada de noviembre de 1947, este itinerario histórico demostraba el merecimiento de esta agrupación para liderar el país a partir de agosto de 1948.

Los Democráticos respondieron a esta campaña por medio de la pluma del político colorado Epifanio Méndez Fleitas desde las páginas de LA RAZÓN defendiendo el derecho de Federico Chaves a liderar al país. Según los Democráticos, una política de apertura que buscara conciliar los intereses de todos los sectores políticos permitiría en un plazo breve la normalización democrática de la república.

Según los Democráticos, el doctor Federico Chaves a lo largo de su carrera política había hecho gala de su profundo convencimiento en los valores democráticos inclusive desde su tiempo de juez durante los gobiernos liberales. Si bien su participación como juez en tiempos liberales fue cuestionada por los guionistas como colaboracionismo de Chaves con las administraciones liberales, para los democráticos esto fue fruto de su apego a las leyes en el ejercicio del derecho.

Ya en la década de 1920, Chaves defendió el participacionismo, algo que contradictoriamente para los Guiones era visto tomo colaboracionismo cuando se trataba de su rival político a pesar de ser abiertamente defendido por J. Natalicio González. A raíz de su larga militancia en la política paraguaya, Chaves había desarrollado buenas relaciones con los políticos de los demás partidos. Si Chaves defendía esto como parte de una política dirigida a lograr la normalización institucional de la república, los guionistas lo acusaban de traicionar al partido complotando con los enemigos de siempre.

Esta práctica de Chaves se volvió manifiesta durante los giros autoritarios del gobierno de Franco, en el cual colaboró con la oposición de la misma manera que lo haría a partir de la Carta Política de 1940 con la cual el presidente general José Félix Estigarribia restringió las libertades para instalar un gobierno autoritario. Lo mismo ocurriría ya durante la dictadura del general Higinio Morínigo, a quien Chaves enfrentó desde el comienzo forjando alianzas con los demás partidos políticos para defenderse de la posición antipartidista sostenida por el Gobierno.

En ese contexto, Chaves criticó la opción infiltrista de González, al tiempo que le recordaba su pasado de flirteo con el autoritarismo del coronel Rafael Franco a quien los guionistas recibieron con esperanza cuando subió al poder en 1936. Por último, las diferencias más fundamentales se originaban en el comportamiento de ambos sectores colorados durante la gestión de Higinio Morínigo.

Según los Guiones, Federico Chaves se había acercado a las fuerzas de oposición exigiendo la salida del gobierno de Morínigo trabajando en un complot para remover al presidente e instalar una nueva coalición liderada por él mismo para normalizar la política paraguaya. Este plan supuestamente se había fraguado en el fragor de la lucha armada sostenida por las fuerzas coloradas durante la Guerra Civil en el encuentro de Río de Janeiro de junio de 1947. Chaves había participado de dicho encuentro en su carácter de canciller del gobierno de Morínigo, y fue durante una de las pausas de su visita oficial que políticos liberales se le acercaron con una supuesta propuesta de negociación para poner punto final a la Guerra Civil con la conformación de un nuevo gobierno conciliatorio.

En tanto que los Democráticos buscaban poner punto final a la Guerra Civil ajustando cuentas con un viejo enemigo, el general Higinio Morínigo, los guionistas se radicalizaron en su opción de defender por las armas al Gobierno y de no detener la lucha hasta la victoria final y el exterminio de las fuerzas subversivas. Como se señaló previamente, en esto los guionistas inclusive llevaron la delantera a los militares ya que ante cada intento de negociar un arreglo que satisfaga a todas las partes fueron los seguidores de González los que más se opusieron junto con el general Morínigo.

Esta fue precisamente la diferencia más fundamental entre los dos sectores en pugna por el poder en el Partido Colorado que marcaría la época posterior a la Guerra Civil. El historiador Francisco Doratioto recopiló el testimonio de un diplomático brasileño que hizo una premonitoria reflexión en junio de 1947 cuando se hacían los últimos intentos por negociar una tregua. Según el diplomático brasileño el fracaso en una salida pacífica y la continuidad de la lucha desatarían "una fase de violencia extrema contra las personas, lugares y bienes, y que después de terminada, su repercusión impediría por largo tiempo el reajuste político y económico del país".

La resolución de la Guerra Civil por la violencia puso en mejor pie a los guionistas para hacerse del poder en la convención de noviembre. En un ambiente radicalizado, los guionistas habían formado grupos armados que tras defender con éxito al gobierno de Morínigo, funcionaban como grupos de presión para asegurarse de que se imponga el grupo encabezado por Juan Natalicio González.

El avance de las internas se produjo en un ambiente marcado por los enfrentamientos entre grupos armados seguidores de González y los seguidores de Chaves, que carecían de la misma eficiencia en la organización de bandas armadas. Así, los Democráticos buscaron en el Gobierno las garantías al proceso democrático ya que al menos de boca para fuera Morínigo decía estar al margen de la interna de la convención. La orden del Presidente puede comportarse con absoluta neutralidad, entendiéndose por este concepto, pasividad de parte de las fuerzas del orden ante los abusos de las bandas armadas "guioneras".

El proceso de las internas coloradas estuvo marcado por la irregularidad. Esta irregularidad era producto de la transición del poder de fuego de los militares a organizaciones civiles armadas al servicio de los guiones rojos. El resultado de la interna fue un efecto de la mayor capacidad de fuego de los Guiones sobre los Democráticos originada durante la Guerra Civil. Inclusive en la comparación entre las capacidades de combate del diezmado ejército que sobrevivió al conflicto y las bandas armadas de los guiones rojos las diferencias probablemente no habrían sido tan significativas a fines de 1947 como serían luego con la gradual reorganización del ejército y disciplinamiento de los grupos armados civiles.

En este proceso, el Partido Colorado que ascendió al poder no fue todo el bloque político, sino su facción armada, encabezada por los Guiones Rojos y por sectores armados del interior del país, los pynandies. El bloque civilista, todavía controlaba la Junta de Gobierno, entonces se vio fuera del Gobierno aunque funcionaba como el aliado institucional de Morínigo. Así las cosas, las afinidades previas entre Juan Natalicio González y el general Higinio Morínigo fueron decisivas en la convención del 16 de noviembre de 1947. Esta afinidad no solamente resultó clave para González, sino también para Morínigo ya que con el ejército desarmado las bandas armadas del Partido Colorado jugaron un rol fundamental para estabilizar al propio gobierno.

De esta manera, la convención se jugó con todo tipo de artimañas. Mientras la Junta de Gobierno buscaba aferrarse a las normas legales para bloquear el uso de la violencia por sectores guionistas, estos últimos se valieron de la confusión, la "filosofía del garrote" y la vista gorda de las fuerzas públicas para imponerse en la convención acaparando los cargos electivos, reemplazando a las autoridades de la Junta de Gobierno, y eligiendo a Natalicio González como candidato a la presidencia. En una incidentada asamblea, que fue interrumpida y llamada a cuarto intermedio en varias ocasiones hasta que los Guiones Rojos se aseguraron la mayoría absoluta dejando fuera del Teatro Municipal a los Democráticos, se impuso el bloque de Juan Natalicio González poniendo en marcha su proyecto de "coloradizar el coloradismo" al reemplazar autoridades tibias que carecían de la firmeza necesaria para hacer un gobierno de partido único.

El clima de intolerancia política bajo el dominio de los guiones, ahora ya en control de la Junta de Gobierno, del gobierno con Higinio Morínigo y de la situación política del país, alcanzaba nuevas dimensiones marcando el ritmo de la política de la posguerra civil. Al tiempo que sumaban las denuncias contra los abusos de la Policía, se conocieron torturas por parte de la propia "Sección Especial" de la Policía Federal Argentina que trabajaba para el gobierno de Morínigo entrenando a las élites policiales represoras domésticas, el Partido Comunista publicó un manifiesto en el cual exigía garantías para los partidos políticos de la oposición, la liberación de los presos políticos, una amnistía general, el cese de la intervención policial y de la censura de la prensa para que las elecciones de febrero de 1948 tengan algún sentido.

Lejos de materializarse, la unidad partidaria se había convertido en una ficción. El sectarismo y la falta de tolerancia que había estado dirigida a los enemigos durante la última guerra civil se habían trasladado al interior del partido abarcando hasta la instancia política más local.

Patricio Cáceres, presidente de la seccional de Itá, decía durante la campaña política en relación a sus adversarios democráticos, con quienes supuestamente les unía el fraternal e inquebrantable lazo partidario: "...algunos miembros, que en esta última contienda se prestaron públicamente con los elementos de la fuerza rebelde. Así pudo verse cuando los liberales, franquistas y comunistas ocuparon este pueblo y saqueaban a nuestros correligionarios, tales miembros recibían en su casa y se codeaban con los traidores, gozando ellos de la más absoluta franquicia, sin sufrir daños algunos; que tales miembros tampoco cumplieron con el deber de protestar contra los rebeldes por los saqueos y crímenes cometidos contra colorados, en esa forma han dejado de merecer la confianza de las masas coloradas y no pueden en ningún caso llegar a obtener la representación de este pueblo".

Hechos similares se habían producido en la seccional colorada de San Lorenzo donde quienes controlaban la seccional oran las fuerzas democráticas y quienes denunciaban la exclusión política respondían al guionismo duro. También se denunciaron hechos similares en Concepción, Horqueta y Piribebuy en los cuales si bien se intercambiaban los roles de víctimas y victimarios entre Guiones y Democráticos, la realidad era más o menos la misma.

Una interna que pudo ser seguida en los diarios entonces fue la de Coronel Martínez. En esa localidad se intercambiaron sueltos periodísticos acusándose de las irregularidades en la interna entre fuerzas democráticas y guionistas. La situación de anarquía y violencia política era cotidiana en ese lugar, por lo menos de acuerdo a las notas del guionista Rosendo E. Otazú. Los enfrentamientos entre bandas armadas en este lugar hacían pensar que la Guerra Civil todavía no había concluido. Las denuncias señalaban a los empresarios de la violencia que tras haber servido como grupos armados del febrerismo y del liberalismo se habían incorporado a la interna colorada buscando ampliar sus recaudaciones a cambio de protección. Estos trashumantes de la política se habían convertido en peajeros paraestatales accionando como guardia urbana al servicio de quienes pudieran pagar por su trabajo.

Esta privatización de la violencia al nivel local servía de justificación a los guionistas para mantener sus cuadros armados en diversos puntos del país. En control de la capacidad de coacción, los guionistas acusaban la política conciliadora de Chaves como una estratagema para encubrir su tibieza y potencial entreguismo.

El internismo además trasladó el odio político a todos los niveles instalando la imposibilidad de conseguir arreglos políticos negociados. Así por ejemplo cualquier contacto con febreristas o liberales se había convertido no solamente en signo de debilidad política sino más fundamentalmente en prueba de traición al Partido Colorado. Por lejos, el peor crimen político era estar cerca de los comunistas. La intolerancia hacia los comunistas había llegado a un nivel de esquizofrenia tal que cualquier acción que supuestamente sea similar a las operaciones de los líderes de ese partido -por ejemplo, la publicación de manifiestos políticos, la mentira y la difamación como si esto sea privativo del comunismo- se había convertido en prueba irrefutable de pertenecer secretamente al Partido Comunista y de estar trabajando para el eje de Moscú.

El resultado de la interna colorada había confirmado el triunfo de la intolerancia política. El editorial del diario EL PAÍS del lunes 17 de noviembre, en la semana del asalto a la convención por parte de las fuerzas guionistas que abrió una profunda herida al interior del Partido Colorado, resume en mucho el clima político que siguió a la Guerra Civil de 1947. Según el artículo, ser colorado "representaba la vocación heroica de nuestro pueblo" y al mismo tiempo "el coloradismo e[ra]s la más lúcida y brillante expresión ideológica de la tierra guaraní".

Este esencialismo colorado justificaba el sectarismo más transparente: "Por eso, cuando se habla de hacer un gobierno colorado, netamente colorado, no se predica el sectarismo: se afirma sencillamente, que el gobierno de la nación debe actuar en función del pueblo, como expresión auténtica del poderío, del genio constructivo y de la vocación democrática de las masas populares. Porque ser colorado no excluye lo paraguayo; al contrario, ese es el modo más profundo y auténtico de ser paraguayo. Y un gobierno colorado tendrá que representar el respeto al pensamiento libre, a los derechos ciudadanos, a todas las libertades que el hombre moderno goza en el seno de una sociedad civilizada; pero también tiene que representar un esfuerzo constante de reeducación de los adversarios, hasta lograr que renazcan en ellos el sentimiento de la paraguayidad, la capacidad de pensar, de actuar y de vivir en paraguayo y como paraguayos".

 

LAS ELECCIONES DE FEBRERO DE 1948

Una vez establecido el poder de los guiones rojos, la transición política pareció tomar un ritmo tranquilo. Tras superar las acusaciones hechas por los democráticos a la gestión de Juan Natalicio González como ministro de Hacienda, el editor de La Razón, Epifanio Méndez Fleitas, fue removido y reemplazado por Gabino Montanaro, miembro del guion rojo. Los democráticos utilizaron los últimos días que tuvieron de libertad de prensa para acusar a González de corrupción en el manejo de los fondos públicos durante la Guerra Civil. Durante la contienda el Gobierno había cobrado compulsivamente un cinco por ciento del salario de los empleados colorados para hacer frente a los cuantiosos gastos generados por el frente de batalla. Esto poco o nada importó ya que la victoria guionista estaba consumada.

En unas elecciones de candidato único realizadas el 15 de febrero de 1948 Juan Natalicio González obtuvo 206.564 votos contra 17.122 votos blancos. Con esto se confirmó la nueva dirección política que tomaba el país, mal que le pese a Federico Chaves quien asistía a la votación recluido en su casa de San Bernardino bajo la atenta mirada de las fuerzas del Gobierno.

La cohabitación en el Gobierno entre las fuerzas guionistas y el presidente Higinio Morínigo pasaron ahora a ocupar el espacio central del análisis político. En rigor, Morínigo se alió con González al quedarse sin otras opciones políticas. Al alienar a sus bases militares institucionalistas terminó sometido a los ascendentes militares colorados, especialmente el coronel Enrique Jiménez quien comandaba la Caballería. Jiménez era fundamentalmente un hombre de partido, y en este sentido el uso de mecanismos extremos para sostenerse en el poder que había demostrado González no ofrecían garantías de que pudiera estabilizar la situación política. Con Jiménez moviendo los hilos del ejército en la dirección de un acercamiento a los sectores colorados recientemente desplazados por los extremistas del guion rojo, Morínigo ponderó sus posibilidades de continuidad ante la falta de confianza y la polarización que despertaba el mandatario electo en febrero. Encima, los seis meses que faltaban hasta que asumiera el cargo se tornaban mucho más largos en vistas del clima de conspiración que se vivía.

Como forma de ganarse su lealtad, el presidente electo González le garantizó al presidente saliente Morínigo que en el nuevo gobierno ocuparía el cargo de Comandante en Jefe del Ejército. Con esto cubriría sus espaldas ante posibles vendettas por parte de sus viejos enemigos políticos con la protección del presidente electo González.

En tanto la alianza moriniguista-natalicista se confirmaba, un sector del ejército afín a Natalicio removió a los jefes militares colorados Emilio Díaz de Vivar y Enrique Jiménez en marzo de 1948. Esto generó más intranquilidad en el ejército al notarse que los guionistas ahora ejercían el poder en los cuadros castrenses. Los intentos subversivos frustrados en la Caballería en abril por militares afines a los democráticos derivaron en el ingreso masivo de guionistas a la función pública y al ascenso de militares cercanos a González.

Nuevas intentonas en mayo generaron olas de persecución a los opositores creando mayor resistencia al presidente electo González. Las conspiraciones también venían de territorio argentino razón por la cual el Gobierno paraguayo había solicitado el apoyo del Gobierno argentino en la tarea de controlar las actividades de los exiliados que vivían en Formosa y militaban en la oposición. Muchos de ellos resultaron detenidos bajo sospechas de participar en un plan subversivo.

En este caldero en ebullición de rumores, conspiraciones y violencia llegó la ruptura entre los natalicistas y el presidente Higinio Morínigo. Francisco Doratioto apuntó al político colorado Felipe Molas López como el origen de los rumores de que González no asumiría el poder porque Morínigo no estaría dispuesto a entregárselo.

Según Alcibíades González Delvalle, la conspiración guionista en contra de Morínigo se venía tramando desde la noche siguiente de la convención colorada que eligió a Natalicio González como candidato a presidente. El golpe había sido planeado en la casa del político colorado Enrique Volta Gaona, quien esa noche prometió obtener el apoyo de la Marina para el futuro levantamiento. También estaban comprometidos el coronel Alfredo Stroessner, comandante de Artillería; el político doctor Felipe Molas López quien negociaría el apoyo de la Caballería; y el coronel Carlos Montanaro quien estaba al frente de la Escuela Militar.

La explicación inmediata de la ruptura parece estar más próxima a la posible alianza que Higinio Morínigo estaba tejiendo con los democráticos del Partido Colorado y con los militares desplazados por los guionistas. Según Francisco Doratioto, desde el principio Morínigo no estuvo conforme con el ascenso de González: "la embajada brasileña tenía la información de que el presidente planeaba fundar un nuevo partido político, el Partido Obrero, que lanzaría su candidatura a la elección presidencial y para cuya publicidad ya había encargado en Argentina 150.000 carteles y 50.000 botones de solapa. La candidatura de Morínigo contaría inclusive con el apoyo de algunos ricos paraguayos exiliados en Argentina, que tenían vínculos con los 'considerables intereses' privados argentinos en Paraguay". Estos intereses extranjeros estaban inquietos ante el inflamado discurso nacionalista del presidente electo González e inclusive, según Doratioto, el general Domingo Perón preferiría la continuidad de Morínigo.

Lo cierto es que, como lo señalara el historiador Ricardo Scavone Yegros, el presidente electo Juan Natalicio González, quien entonces se desempeñaba como ministro de Hacienda, no dio la orden de hacer el Golpe de Estado con lo cual se demostró que más allá de su verborragia poco control ejercía sobre las decisiones del ejército y mucho menos sobre sus partidarios más enérgicos como Felipe Molas López. La conspiración fue liderada por el mayor Adalberto Canata en la Caballería, el coronel Carlos Montanaro en la Escuela Militar, el jefe de Policía Liberato Rodríguez y los políticos colorados Felipe Molas López y Mario Mallorquín. A los civiles les correspondió la tarea de obtener la renuncia de Morínigo mientras los militares acordonaban la ciudad. Morínigo justificó su falta de reacción por su compromiso de evitar mayor derramamiento de sangre tras la Guerra Civil de 1947.

En realidad parece ser que Morínigo arregló secretamente con González su retorno al ejército una vez que el presidente electo asuma el cargo. Inclusive Morínigo dijo que el gobierno de facto que asumió el 3 de junio de 1948 le debía el reconocimiento del gobierno argentino del general Juan Domingo Perón, gestionado a través de su hermano, Lorenzo, quien entonces ejercía el cargo de embajador en Buenos Aires.

La Asamblea Nacional, entonces conformada por el Consejo de Estado y los miembros de la Cámara de Representantes, aceptó la renuncia del Presidente y lo reemplazó por el histórico dirigente colorado, entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Juan Manuel Frutos quien juró como presidente provisorio hasta la asunción de González el 15 de agosto de 1948. El gabinete estuvo compuesto por miembros del guionismo, destacándose el rol decisor que tenía Felipe Molas López, una figura que de a poco iba opacando al propio presidente electo González.

 

LOS GUIONES ROJOS EN EL PALACIO

El gobierno del doctor Juan Manuel Frutos no duró mucho tiempo en el Palacio de López. Apenas lo suficiente para completar la transición y permitir la llegada de Juan Natalicio González. El control ejercido, de todas maneras, era tenue. Según Francisco Doratioto, al momento de darse el golpe que removió a Morínigo y lo reemplazó por Frutos había tres grupos político-militares en pugna por el poder. Por un lado estaba el grupo militar encabezado por el coronel Carlos Montanaro, director de la Escuela Militar; por otro lado estaba un grupo de oficiales de carrera de perfil bajo que estaba liderado por el coronel Alfredo Stroessner, comandante de la Artillería; finalmente estaba el grupo de los guiones rojos que ejercían el Poder Ejecutivo y tenían valiosos aliados en el ejército.

Importante en este tablero político, según Ricardo Scavone Yegros, era el rol de los democráticos. Si bien sin poder de acción abierta, instalaron la falta de confianza en el gobierno de González y solidificaron la idea de que bajo su conducción la unidad partidaria de los colorados sería imposible.

Natalicio González en tanto intentaba movilizar el Estado para viabilizar sus ideas del gobierno como una máquina de generar desarrollo ante la denunciada inhabilidad del libre mercado para hacerlo posible. Sus opciones, sin embargo, estaban restringidas. Por un lado buscaba aliados regionales, principalmente el gobierno argentino del general Juan Domingo Perón que mantenía un modelo similar. Esto sin embargo reforzaría sus relaciones de dependencia del Gobierno argentino, algo que entonces todos los sectores políticos consideraban al menos problemático. Y que además Perón acabaría negándole. Además, las conversaciones en torno a una unión aduanera con el gobierno de la Argentina ya venían ocasionando roces entre el sector empresarial paraguayo y el gobierno desde la época de Higinio Morínigo.

En el plano local, la coloradización de la función pública se gestaba en medio de creciente oposición, lo que agregaría enemigos a una lista de por sí ya larga. Entonces se dio una aproximación entre los dos bloques militares de los coroneles Carlos Montanaro y Alfredo Stroessner, en connivencia con los democráticos, para dar un golpe el 25 de octubre de 1948. Tras intensos combates el Gobierno retuvo el poder gracias a la gestión del mayor Adalberto Canata, comandante de la Caballería, quien a último momento se bajó de la conspiración y lideró las fuerzas leales a González. El propio González había acudido a la Caballería a exigir la fidelidad a las autoridades constitucionales por parte de los militares acuartelados.

Significativamente, la inacción del coronel Stroessner, definida a último momento, también resultó clave. Complotado previamente, dividió desistir advertido del destino desalentador que la rebelión estaba tomando. Como relatara Alcibíades González Delvalle, “Stroessner, para no quedar preso, se escondió en la valijera de un coche" buscando llegar a la embajada del Brasil, escapando de una manera poco honorable que contrastaba con el gesto de González para mantenerse en el poder confrontando con autoridades militares. Stroessner finalmente se asiló en la República Argentina donde permanecería hasta el año siguiente.

Los líderes democráticos, encabezados por el doctor Federico Chaves, fueron radiados del partido en sesión extraordinaria en la cual también fueron eyectados, entre otros, Osvaldo Chaves, Mario Mallorquín, Roberto L. Petit, Sabino Augusto Montanaro y Washington Ashwell, muchos de ellos importantes protagonistas del Paraguay de la segunda mitad del siglo veinte. Felipe Molas López, otro de los complotados, se valió de sus conexiones para evitar ser inculpado y siguió participando de la política local sin consecuencias por sus acciones.

A pesar de resistir el levantamiento, el nuevo año no mejoró la situación del gobierno de González. Políticos liberales como Arturo F. Bordón habían propalado en la prensa argentina la versión de un inminente golpe contra González ya el 23 de enero de 1949. El conspirador más conspicuo de la fase de inestabilidad que siguió entre el final de la Guerra Civil de 1947 y el ascenso de Stroessner en 1954, el doctor Felipe Molas López, consiguió articular una alianza entre los democráticos y el entonces ministro de Defensa, el general Raimundo Rolón, para remover del cargo a Juan Natalicio González. El Presidente se fugó en el auto del embajador brasileño Julio Augusto Barboza-Carneiro quien lo asiló en la Embajada donde, según Francisco Doratioto, firmó su renuncia al cargo de presidente. Esto ocurrió el 29 de enero de 1949. El factor militar decisivo de la revuelta fue el coronel Adalberto Canata quien cumplió su promesa de conspiración, a diferencia de su anterior intento de remover a los Guiones del poder.

Al conocerse la caída de González, un simpatizante del bloque de los democráticos del Partido Colorado fue entrevistado para la United Press. El testigo de la caída de González, anónimo en el reportaje, resumió lo que mucha gente sentía: "ha terminado la era del terror". Para apuntar seguidamente que ahora los paraguayos refugiados en los países hermanos podrían regresar a su país natal tras varios años de destierro. Precisamente la causa principal defendida por los complotados para remover a González fue que su salida era el precio a pagar para poner fin a la división partidaria entre guiones y democráticos y comenzar una gradual normalización de la república.

El nuevo gobierno duraría todavía menos. Los representantes del Congreso habían nominado al general Raimundo Rolón como presidente el 31 de enero de 1949. Esto habría estado bien para el doctor Felipe Molas López de no ser porque los militares terminaron proponiendo la continuidad en el cargo del general Rolón y su nominación para presidente en el próximo período. Fue durante el gobierno de Rolón que Felipe Molas López tomó la presidencia de la Junta de Gobierno reemplazando al guionista Manuel Talavera con lo que le puso fin a la época de los guiones en el Partido Colorado.

Esto no obstante poco sirvió para que Molas López le jurara fidelidad a Rolón. Disconforme con el posible nombramiento de Rolón para el próximo período presidencial, esta vez Molas López demostró la capacidad necesaria para comprometer en la revuelta también al general Emilio Díaz de Vivar, entonces jefe militar de Campo Grande; el líder democrático Epifanio Méndez Fleitas y el todavía exiliado coronel Alfredo Stroessner. El nuevo golpe se produjo el 26 de febrero de 1949, poco antes de que se cumpliera el primer mes del nuevo gobierno.

Como relatara Alcibíades González Delvalle, la conspiración estaba planeada para el 26 de febrero durante un almuerzo de camaradería en el Cuartel de Paraguarí. Stroessner, contrabandeado por el puerto de San Antonio, estaba refugiado en la Delegación de Gobierno de Paraguarí debido a que la inteligencia del gobierno se había enterado de su presencia en el país. Cuando Rolón llegó a Paraguarí, hasta donde había llegado a pesar de que el almuerzo se había suspendido por el fallecimiento del monseñor Juan Sinforiano Bogarín la noche anterior, los conspiradores lo aprehendieron tras una breve resistencia. Con esto tanto Stroessner como Méndez Fleitas retornaron exitosamente a la vida pública paraguaya tras conocer el destierro durante la administración de los Guiones Rojos.

El comunicado lanzado por el nuevo gobierno del presidente Felipe Molas López aseguraba estar en total control del país, de la mano de la alianza entre un Partido Colorado unificado y las Fuerzas Armadas. Las elecciones originalmente convocadas para el 17 de abril se mantendrían para la misma fecha y se garantizaba la transición del mando para el 15 de mayo. Con esto, según el manifiesto, se lograría la normalización institucional de la república. El escritor Alcibíades González Delvalle irónicamente rescató el editorial del diario La Unión, entonces órgano oficial del Partido Colorado que justificaba la remoción de los tres últimos presidentes, Morínigo, González y Rolón, por no haber sido capaces de interpretar "la auténtica voluntad del pueblo colorado". Molas López, según el editorialista, encarnaba "el triunfo definitivo" de la "voluntad del pueblo colorado". "Definitivo" en la era colorada anterior a la dictadura de Alfredo Stroessner era un término muy volátil. Molas López no duraría más de siete meses en el sillón de los López.

 

 

 

 

EL GOBIERNO DE FELIPE MOLAS LÓPEZ

Felipe Molas López llegó al poder transitoriamente el 27 de febrero de 1949. En abril fue electo en las elecciones nacionales, justo en el Domingo de Pascua, lo que irritó a la Iglesia Católica, cuando obtuvo 218.796 votos contra 4.891 nulos. Juró frente a la Cámara de Representantes el 14 de mayo del mismo año. Su elección, sin embargo, lejos de significar el ascenso de Molas López era la confirmación de la creación de una nueva entente detrás del poder.

A juicio del periodista uruguayo Carlos Borche, un antiguo enemigo de Higinio Morínigo y de Juan Natalicio González, el país estaba en vías de pacificación. Después de la declaración de amnistía se calculaba que al menos diez mil paraguayos que vivían en Argentina desde la Guerra Civil habían retornado al Paraguay. El clima de tranquilidad política se produjo debido al control que ejercían sobre el poder las autoridades civiles del Partido Colorado: el presidente del partido J. Eulogio Estigarribia y el doctor Federico Chaves. Otra garantía de la nueva situación política, según Borche, era el jefe de Policía, el político progresista Epifanio Méndez Fleitas.

Por último, el cuadro castrense tenía una nueva ecuación de Poder. Ahora el rol de la Caballería disminuyó, proyectándose en su reemplazo la creciente importancia de la Artillería bajo el mando del coronel Alfredo Stroessner. Otra figura clave de los militares fue el general Emilio Díaz de Vivar. Durante esta fase los militares jugaban un rol clave, a juicio de Borche, desarmando a los grupos de choque utilizados por la alianza natalicio-moriniguista para permanecer en el poder.

El gobierno de Felipe Molas López se vio obligado a llegar a un arreglo sobre el tema de los exiliados políticos. Además del deseo de la propia sociedad paraguaya de hacer las paces con lo ocurrido durante la Guerra Civil, el Gobierno argentino comenzó a presionar por llegar a un acuerdo que permita el retorno de los muchos paraguayos que se encontraban viviendo en el vecino país. Algo similar había ocurrido previamente con los paraguayos que vivían en el estado brasileño de Mato Grosso cuando las autoridades políticas estatales trataron de crear una colonia agrícola paraguaya en la ciudad de Dourados ante los reclamos de ciudadanos brasileños que pedían la salida de sus vecinos paraguayos.

El proceso se aceleró del lado del Gobierno argentino cuando las autoridades de ese país lanzaron una ley de radicación que regularizaba la situación de los extranjeros que vivían en la Argentina. Según esta ley, los paraguayos que habían permanecido por más de dos años de seguido en la República Argentina que no opten por mantener su nacionalidad de origen serían automáticamente nacionalizados. Esto les permitiría permanecer en el país. De otra manera, deberían hacer los trámites para asegurar su permanencia o serían directamente deportados. Esta ley se publicó el 8 de julio de 1949 precipitando la decisión del gobierno de Molas López de decretar una amnistía para todos los procesados por medio de su jefe de Policía de entonces, Epifanio Méndez Fleitas.

Según datos del consulado paraguayo en Formosa, solamente en esa ciudad vecina del Paraguay existían aproximadamente noventa mil paraguayos en enero de 1949. Con esto muchos paraguayos volvieron al país. Aunque otros más numerosos no quedaron satisfechos con las garantías del Gobierno paraguayo y permanecieron en el vecino país. La amnistía también afectó a las autoridades políticas que cargaron con la responsabilidad de efectivizarla. Especialmente Epifanio Méndez Fleitas fue acusado por sus detractores de entreguismo, traición al coloradismo y conspiración con los comunistas, muchos de ellos beneficiados por la amnistía.

Las relaciones del presidente Molas López con su par argentino Perón habían sido motivo de diferencias durante su tiempo de presidente. El periodista del NEW YORK TIMES Milton Bracker destacó a fines de noviembre de 1949 las relaciones cercanas de Molas López con el Ministro de Educación argentino, Ivan Ivanissevich. Esto lo había acercado a Perón. Según el periodista de los Estados Unidos, el Paraguay nunca había estado tan cerca de ser entregado a la República Argentina como durante la gestión de Molas López. En un cuadro clasificatorio de los regímenes políticos de Sudamérica, guiado fundamentalmente por las afinidades de los presidentes con Juan Domingo Perón pero que también otorgaba una prejuiciosa credencial democrática, el Paraguay, junto con Bolivia, pertenecía a la categoría de democracias dudosas. La "larga inestabilidad y la continuación de tendencias extremas" opacaban las esperanzas democráticas del Paraguay.

El presidente Felipe Molas López fue removido del cargo el 10 de setiembre de 1949 cuando intentaba hacer un autogolpe, disolución del Congreso mediante, para sacarse de encima a los Democráticos del Partido Colorado y gobernar con su propio grupo de poder. Molas López había construido su carrera política con alianzas precarias y lealtades efímeras. Tras mantenerse cercano a los Guiones se movilizó sigilosamente hacia el sector de los democráticos. Cuando sintió que el poder real estaba en los políticos democráticos y en sus aliados de las Fuerzas Armadas, Molas López quiso golpear primero para permanecer en el poder. Al acercarse a los Guiones despertó la desconfianza de sus aliados democráticos. Liderados por Federico Chaves, se lo sacaron de encima en la primera oportunidad.

Defenestrado por una rápida acción defensiva encabezada por el coronel Alfredo Stroessner, el general Emilio Díaz de Vivar y Epifanio Méndez Fleitas, poco pudo hacer Molas López para combatir los problemas generados por la espiral anárquica en la que se desenvolvía el país. Como resumiera el historiador Ricardo Scavone Yegros, Molas López mismo enunció estos problemas cuando definió los desafíos de su gobierno: el encarecimiento de la vida, el éxodo de poblaciones campesinas hacia la ciudad y al extranjero, la inflación galopante, el mal uso del dinero del Estado, el crónico déficit presupuestario y el manejo arbitrario de las divisas extranjeras. Este paquete de urgencias constituiría el legado para los Democráticos en el Palacio de López.

 

 

 

 

Juan Domingo Perón y Federico Chaves

 


 

 


 

CONCLUSIÓN

Como muestra la fotografía de la tapa, Alfredo Stroessner asumió el poder uniformado de militar. Sobre el punto el investigador Andrew Nickson resaltó la significación que tuvo el hecho de que, a diferencia de sus antecesores, Stroessner retuviera el puesto de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas luego de asumir la presidencia. Resulta significativo sobre el punto el juego de imágenes de Stroessner que planteó el oficialista diario Patria cuando el militar fue proclamado candidato. En la tapa aparecía la imagen del candidato ataviado con su uniforme de militar. Sin embargo, en la fotografía publicada en interiores Stroessner aparecía vestido de civil durante la ceremonia de proclamación de su candidatura en la Junta de Gobierno.

Esta doble filiación de Stroessner fue aprovechada al máximo para montar un régimen político sobre bases endebles que, como se intentó demostrar en este libro, fue construyéndose a tientas, con avances y retrocesos durante un período que llevó aproximadamente veinte años. Como periodizara el periodista Roberto Paredes, el ascenso de un régimen cívico-militar fue conformándose gradualmente entre 1936 y algunos años más allá de 1954. Clave en este proceso fueron los factores internos, analizados en las secciones anteriores, y los factores externos, que tuvieron mucho más peso después de 1954, como lo plantearon los especialistas del período. Especialmente importantes fueron los años que transcurrieron entre la Guerra Civil de 1947 y el ascenso de Stroessner en 1954, como sugieren las investigaciones de este período, incluyendo este trabajo.

La primera parte de esta historia se extiende entre 1936 y 1947. Este período, al que José Carlos Rodríguez llamó "El Paraguay gobernado por las Fuerzas Armadas Nacionalistas", supone la emergencia de un ejército vencedor durante la Guerra del Chaco que reclama para sí el liderazgo de los cambios sociales negados por el régimen liberal. Este ejército es nacional en su conformación forjada por todas las fuerzas sociales que pasaron por el frente de batalla creando el impulso de cambio que sacudió el orden político con la Revolución de Febrero de 1936.

Este movimiento militar nacionalista encontró muchos problemas tanto a nivel ideológico como a nivel práctico-político cuando tuvo que articular su visión de la sociedad que represente el cambio. El problema más fundamental provino de la participación de las masas en el proceso de cambio ya que fuerzas obreras, campesinas y urbanas se sumaron al proyecto sin tener claro el rol que jugarían en la ansiada transformación social. A un nivel más elemental y elitista, los grupos dirigentes no encontraron un proyecto que los agrupe. Al contrario, tropezaron de entrada con problemas políticos de organización y terminaron bloqueando la participación de las masas privilegiando un modelo autoritario que replicaba los modelos autoritarios internacionales de la década de 1930.

De esta manera, las propias debilidades de la nueva coalición facilitaron la respuesta de los liberales que volvieron al poder en 1937, aunque ya de la mano de los militares que tenían fundamentalmente diferencias relativas a asuntos militares con el coronel Rafael Franco y el gobierno de Febrero. El experimento del retorno liberal fue breve y ya en 1940, al empuje de las nuevas generaciones de dirigentes liberales, se conformaba un régimen autoritario bajo el liderazgo del general José Félix Estigarribia. Sería sin embargo el general Higinio Morínigo quien explote a su favor la unidad del ejército y el creciente movimiento antipartidista que había en el país para establecer su dictadura nacionalista. En esto el ejército tuvo éxito aprovechando la coyuntura autoritaria internacional para establecer un modelo que buscaba el desarrollo desde arriba disciplinando con métodos antidemocráticos tanto a los partidos políticos como a los movimientos populares.

La apertura de 1946 puso en jaque la unidad de las Fuerzas Armadas cuando se enfrentaron un bloque que buscaba la gradual institucionalización del proceso político paraguayo con otro que reivindicaba el derecho de los militares a liderar la modernización de la sociedad paraguaya. Hubo un antecedente, sin embargo, ya desde la época temprana de Morínigo que indicaba la salida posible a este impasse. Viendo que el ejército había perdido la unidad política que lo caracterizó en el proceso previo, Morínigo comenzó tímidamente a intentar una alianza con el Partido Colorado. Al comienzo el proceso involucró a algunos actores individuales. Así a partir de 1945 Juan Natalicio González, el líder del movimiento de los guiones rojos del Partido Colorado, comenzó a colaborar con el régimen de Morínigo. Esto lo hizo a pesar de que la Junta de Gobierno del Partido Colorado desechó la propuesta de colaborar institucionalmente con el Ejecutivo.

Esta alianza desautorizada entre colorados, específicamente del Guion Rojo, y el presidente Morínigo generó una afinidad mayor entre ambos actores. De esta manera cuando llegó la Primavera Democrática, en la cual los partidos políticos consiguieron una apertura democrática forzando la participación de todos los sectores a pesar de la voluntad en contrario de Morínigo, ya existía una relación preferencial entre Morínigo y los guiones. Esto se reforzó durante la difícil convivencia democrática entre colorados, febreristas y militares en el breve período de la Primavera Democrática. Mucho más difícil fue la actividad política durante este proceso para los liberales y los comunistas que directamente eran admitidos en la arena política pero en condiciones de desigualdad absoluta sin poder ejercitar sus derechos políticos de la misma forma que lo hacían los partidos de gobierno.

Ante este escenario, que cerraba la primera etapa desarrollada en este volumen, la salida militar institucionalista fue la opción favorecida por todos los partidos políticos salvo por el colorado. Esta voluntad de permanecer en el poder atado al gobierno de Morínigo fue defendida vigorosamente por J. Natalicio González. Ante la oposición de todos los partidos políticos y la mayoría de los militares, y la decisión firme de Morínigo de continuar la cohabitación en el poder exclusivamente con los colorados a partir del 13 de enero de 1947, la guerra civil se convirtió en el último resorte para dirimir las disputas fundamentales por qué sociedad sería construida en el Paraguay de la segunda mitad del siglo veinte.

Factores internos, similares a los que caracterizaron la falta de practicismo de la Revolución de Febrero de 1936, terminaron disminuyendo las chances de éxito de los revolucionarios de Concepción. Divididos entre la conveniencia de hacer una alianza con todos los partidos de oposición, liberales, comunistas y febreristas, o la defensa de una revolución institucionalista enteramente militar, los rebeldes perdieron tiempo y recursos. Mientras tanto los colorados cerraron filas detrás del Gobierno de Morínigo y al contar con tangible ayuda del Gobierno argentino de Perón terminaron imponiéndose. La victoria, sin embargo, había sido pírrica. Lejos de romper el "empate catastrófico" que había generado el conflicto en primer lugar, el final de la Guerra Civil marcó el comienzo de un largo período de definición que concluiría, como argumentó el sociólogo Roberto Céspedes, recién con la consolidación del Gobierno de Alfredo Stroessner.

Los actores, sin embargo, fueron otros con posterioridad a la Guerra Civil. Con los opositores exiliados, desmovilizados o muertos, la disputa por el poder se dio entre las corrientes moderada y extrema del Partido Colorado. La pulverización del acceso a las armas y el desmantelamiento del ejército profesional -aproximadamente el ochenta por ciento fue dado de baja- establecieron un clima de guerra civil que continuó entre 1947 y 1949. A esta fase se dedicó el segundo capítulo de este libro. Lo característico del período fue el poderío del Partido Colorado que estaba dado por el control que ejercía sobre la Policía, la Caballería y los grupos armados anárquicos, guardia urbana y pynandies, al servicio de las facciones coloradas.

El desmantelamiento del Ejército facilitó su coloradización aunque el proceso tomó su tiempo ya que inclusive dentro de las Fuerzas Armadas las facciones coloradas se disputaban el poder creando divisiones que eliminaban la posibilidad de disciplina y estabilidad en el mando castrense. El control del poder de fuego que tenían los colorados favoreció esta situación y el Ejército solamente pudo recuperarse cuando limitó el acceso de los ciudadanos comunes a las armas. Así, los Guiones ejercieron su preeminencia en la política paraguaya prácticamente hasta 1949. Recién ahí, cuando perdieron su poder de fuego, subieron los democráticos liderados por Federico Chaves que eran el ala moderada del Partido Colorado. Los militares tomaron el poder de las armas, y con el control de fuego pusieron un candidato más maleable a sus intereses. A esta etapa se dedicó el tercer capítulo de este volumen.

Entre 1949 y 1954 la puja se redujo a dos sectores relativamente moderados, ambos originalmente pertenecientes a los democráticos. La disputa en este caso fue entre el sector oligárquico terrateniente de abolengo colorado liderado por Federico Chaves, y el bloque populista representado por Epifanio Méndez Fleitas. En un extremo estaba el bloque democrático tradicional que buscaba explotar el oportunismo de las relaciones internacionales manteniendo el modelo liberal pero con un cierto maquillaje de preocupación por los problemas del campo. Del otro lado estaba Epifanio Méndez Fleitas que en su aventura de transformación radical se apoyaba en el presidente argentino Juan Domingo Perón, si bien su propuesta fue más retórica que práctica. De todas maneras, en los papeles las dos propuestas carecían de sensatez política. Ubicándose, al menos al nivel discursivo, equidistante entre estos dos extremos surgió la propuesta militar encabezada por Alfredo Stroessner.

Su propuesta de cambio mezclaba de forma oportunista la estabilidad de la tradición conservadora de la sociedad paraguaya con la expectativa de modernización que sacudía a la región todavía sin efecto en el Paraguay de 1954. A eso venía la referencia del inicio de este texto con relación al homenaje que se hizo al presidente electo en la ciudad de Paraguarí en julio de 1954. La mezcla de campesinos, jinetes, aviones, historia y nacionalismo conformó la receta propuesta por Alfredo Stroessner para convertirse en el presidente de la modernización conservadora.

Visto con la ventaja del paso del tiempo, se descubre con cierta espontaneidad la aceptación de la opción Stroessner a mediados de 1954. Como se ilustró en la última parte, hubo un cierto catastrofismo apocalíptico en su ascenso al poder que fue interpretado como algo inevitable a través de las generaciones posteriores creadas al influjo del gobierno stronista. Así a principios de 1954 se veía que la economía pasaba por un momento pésimo. El latifundio improductivo, el agotamiento de la producción minifundiaria que hizo necesario importar alimentos básicos, la caída de las explotaciones agropecuarias y forestales de exportación que agotó al fisco terminó cerrando un largo ciclo de crecimiento negativo que poco podía hacer para satisfacer los requerimientos del crecimiento demográfico del país.

La situación política tampoco era prometedora. Ocho presidentes en menos de siete años hacían del récord de los colorados en el poder poco o nada diferente del anarquismo liberal al que tanto criticaron. Una guerra civil que había sido más costosa que todas las guerras civiles del período liberal juntas, una condición de guerra civil que se extendió por lo menos hasta 1949 y la secuencia de cuartelazos y golpes de estado dejaron a las Fuerzas Armadas en su peor momento desde antes de la Guerra del Chaco. La promesa de paz y orden, como le gustaba plantear al gobierno de Stroessner, seducía por igual a políticos y militares que buscaban un retorno a la estabilidad.

El empresariado paraguayo fue quizás, como se vio en la sección sobre la asunción de Stroessner, el actor más entusiasta de la llegada de un militar al poder. Stroessner había sido objeto de varios homenajes por parte de la Asociación Rural del Paraguay y contaba igualmente con el beneplácito de la FEPRINCO. Como militar estable y confiable, su inserción en la política ofrecía nuevos horizontes.

Esto estaba también palpable en el caso de los grandes actores regionales. Tanto el Gobierno de los Estados Unidos, del Brasil como de la Argentina tenían buena referencia de Stroessner. Como militar era serio, profesional y su aporte a un país anárquico estaba bien visto como un correctivo necesario para poner en vereda al vecino pequeño pero revoltoso que se había vuelto el Paraguay.

Por último, hasta las inundaciones generadas por el efecto del fenómeno climatológico El Niño en 1954 pusieron en jaque la pobre estructura que poseía el Gobierno. Incapaz de atender sus propias catástrofes naturales, rico en recursos naturales, el país era prisionero de sus ríos y sus procesos de anegación cíclicos.

Este contexto histórico, desde luego, estuvo lejos de ser inevitable. Poner el proceso del ascenso de la dictadura de Stroessner en un espacio de dos décadas le quita ese sentido teleológico que muchas veces bloquea nuestro entendimiento del pasado. Mayor investigación en este período clave, culminante del cual se cumplen seis décadas, sería el mejor resultado posible de este ensayo histórico.

Muchas de las tesis que se han vuelto recursos automáticos para explicar el ascenso de Stroessner necesitan de revisión. Al menos este fue el objetivo con este volumen. No se puede reducir el ascenso de Stroessner a sus acciones personales como lo han establecido explicaciones serias y panegíricas oficialistas. Tanto críticos como adherentes, por razones diferentes, enfatizaron la astucia política de Stroessner para sobrevivir por décadas en un ejército altamente politizado y en el cual pocas remesas alcanzaban a tener un general. También señalaron su imbatible maquiavelismo político que le hizo establecer alianzas oportunas, traicionar a sus mejores aliados y eliminarse rivales directos sin mayor peso de conciencia. Así se remarca que Stroessner conspiró contra todos los presidentes entre 1948 y su llegada al poder. Sin embargo, también debe decirse que si es cierto que estuvo del lado ganador en casi todas sus aventuras golpistas, también fracasó en 1948 cuando Juan Natalicio González resistió el golpe y exilió a Stroessner.

Tampoco existió una condición esencial de la cultura paraguaya, la clásica tesis autoritaria, que pueda explicar este proceso. Los factores socioeconómicos son fundamentales, igual que la falta de institucionalización democrática y la inestabilidad política pero tampoco cuentan toda la historia. Lo mismo puede decirse de los factores internacionales que como se buscó explicar en este trabajo, si bien fundamentales durante la consolidación del régimen no resultaron igual de decisivos en el periodo previo al ascenso de Stroessner.

Así, lo que queda es un proceso incidentado que revela una curva de aprendizaje que terminó favoreciendo la llegada de Alfredo Stroessner al poder. Tanto Stroessner como los militares y el propio Partido Colorado aprendieron de los procesos de cohabitación que precedieron la experiencia de 1954. En este aprendizaje de lo que ocurrió durante la Primavera Democrática y el período de anarquía que siguió se fue construyendo el Paraguay de 1954.


 



BIBLIOGRAFÍA

ABENTE, Diego. "Constraints and Opportunities: Prospects for Democratization in Paraguay". Journal of Interamerican Studies and World Affairs, 30 (1), 1988, pp. 73-104.

ARCE FARIÑA, José./. Natalicio González. Asunción, El Lector, 2011.

ARDITI, Benjamín. Estado omnívoro, sociedad estatizada, poder y orden político en el Paraguay. Asunción, Centro de Documentación y Estudios, 1987.

COLMAN DUARTE, Evaristo Emigdio. Nacionalismo e Movimiento Operario na origen do Estado Nacional Revolucionario Paraguaio: 1936 -1947. Tesis de doctorado, Departamento de Historia, Universidad Estadual Paulista, UNESP/ASSIS, 2002.

CESPEDES L. Roberto R. Emergencia y consolidación de una dictadura militar en Paraguay (1954 - 1959). New Jersey, Tesis de maestría en Sociología, Rutgers University, 1983.

CONTRERAS, Julio Rafael. "El valle aluvial del Río Paraguay como "Caja de resonancia" de la oscilación climática "El Niño": su influencia en el Paraguay natural e histórico". En: Anuario de la Academia Paraguaya de Historia, Vol. XLIII, 2003, pp. 545-587.

DORATIOTO, Francisco. Una relación compleja, Paraguay y Brasil, 1889-1954. Asunción, Editorial Tiempo de Historia, 2011.

FARIÑA, Bernardo Neri. El último supremo, La crónica de Alfredo Stroessner. Asunción, El Lector, 2003.

FLECHA, Víctor-Jacinto. Déficit de hegemonía y autoritarismo militar en el Paraguay contemporáneo, 1937 -1947, el empate catastrófico. Asunción, Editorial Base, 1990.

GALEANO, José Antonio. "La Posguerra del Chaco", pp. 799 - 860. En: VARIOS Autores, Crónica Histórica Ilustrada del Paraguay III, Paraguay Siglo XX, segunda edición. 1998. Buenos Aires, Distribuidora Quevedo de Ediciones, 1998.

GAONA, Francisco. La hegemonía argentina en el Paraguay, El decálogo del Gral. Perón, ¿Desapretará las amarras de la Dependencia? Buenos Aires, Talleres Continental, 1954.

GÓMEZ FLORENTÍN, Carlos. Higinio Morínigo, el soldado-dictador. Asunción, El Lector, 2011.

GÓMEZ FLORENTÍN, Carlos. La Guerra Civil de 1947. Asunción, El Lector, 2013.

GONZÁLEZ DELVALLE, Alcibíades. El drama del 47, documentos secretos de la guerra civil, 2da. Edición. Asunción, El Lector, 2007.

GONZÁLEZ DELVALLE, Alcibíades. La Hegemonía Colorada 1947-1954. Asunción, El Lector, 2011.

GROW, Michael. The Good Neighbor Policy and Authoritarianism in Paraguay: United States Economic Expansión and Great Power Rivalry in Latin America During WWII. Lawrence, Regents Press of Kansas, 1981.

MARTINI ESCOLAR, Carlos Federico. "Alfredo Stroessner", pp. 861 - 915. En: VARIOS Autores, Crónica Histórica Ilustrada del Paraguay III, Paraguay Siglo XX, segunda edición. 1998. Buenos Aires, Distribuidora Quevedo de Ediciones, 1998.

MIRANDA, Aníbal (Comp.). EE.UU. y el régimen militar paraguayo (1954-1958), Documentos de fuentes norteamericanas. Asunción, El Lector, 1987.

MORAES, Ceres. Paraguai: A consolidacao da ditadura de Stroessner -1954- 63. Porto Alegre: EDIPUCRS, 2000.

NICKSON, Andrew. "El régimen de Stroessner", pp. 265-294. En: TELESCA, Ignacio (coord.), Historia del Paraguay. Asunción, Editorial Taurus, 2010.

PAREDHS; Roberto. 1936    1956Veinte         años de caos y violencia política. Asunción, Ultima Hora, 2006.

PASTORE, Carlos. La lucha por la tierra en el Paraguay, tercera edición. Asunción, Editorial Intercontinental, 2013.

PÉREZ, Carlos. "Proceso Político 1946/1954: Antecedentes del golpe de mayo de 1954. Necesaria autocrítica y revisión de la actuación de los Partidos Políticos", Revista Novapolis, No. 7, 2004.

RODRÍGUEZ, José Carlos. El Paraguay bajo el Nacionalismo 1936-1947. Asunción, El Lector, 2011.

SCAVONE YEGROS, Ricardo. "Guerra internacional y enfrentamientos políticos", pp. 225-264. En: TELESCA, Ignacio (coord.), Historia del Paraguay. Asunción, Editorial Taurus, 2010.

SEIFERHELD, Alfredo M. Conversaciones político-militares, Volumen I. Asunción, Editorial Histórica, 1984.

SEIFERHELD, Alfredo M. Conversaciones político-militares, Volumen II. Asunción, Editorial Histórica, 1986.

SEIFERHELD, Alfredo M. Conversaciones político-militares, Volumen III. Asunción, Editorial Histórica, 1986.

SEIFERHELD, Alfredo M. y DE TONE, José Luis. La Caída de Federico Chaves, Una Visión Documental Norteamericana. Asunción, Editorial Histórica, 1987.

SEIFERHELD, Alfredo M. y DE TONE, José Luis. El Asilo a Perón y la Caída de Epifanio Méndez Fleitas, Una Visión Documental Norteamericana. Asunción, Editorial Histórica, 1988.

VARIOS Autores, Crónica Histórica Ilustrada del Paraguay III, Paraguay Siglo XX, segunda edición. Buenos Aires, Distribuidora Quevedo de Ediciones, 1998.

YORE, Fátima Myriam. La dominación stronista - Orígenes y consolidación. Asunción, BASE Investigaciones sociales, 1992.



BIOGRAFÍA DEL AUTOR

Carlos Gómez Florentín. Candidato al Doctorado en la Carrera de Historia en la Universidad del Estado de Nueva York, Stony Brook.

Actualmente investiga el tema de su tesis de doctorado, "La transnacionalización de la represa Itaipú y sus consecuencias indeseadas de la construcción de la región del Paraná (1957-1991)" con la beca "International Dissertation Research Fund IDRF" del prestigioso Social Sciences Research Council (SSRC) de Estados Unidos. Previamente publicó Los veteranos (El Lector, 2013); La Guerra Civil de 1947 (El Lector, 2013); "El Paraguay en la Construcción del Paraguay Moderno", con Bridget Chesterton, en El Reto del Futuro, asumiendo el legado del Bicentenario, editado por Diego Abente Brun y Dionisio Borda (Ministerio de Hacienda de la República del Paraguay, 2012); Higinio Morínigo, el soldado - dictador (El Lector, 2011) y El Paraguay de la Posguerra, 1870 - 1900 (El Lector, 2010). En el 2010 obtuvo la beca Tinker para hacer investigación en archivos paraguayos. Es máster en Ciencias Políticas con énfasis en Teoría Política por la Universidad de Nueva York (NYU) (2009) donde usufructuó una beca Fulbright. Anteriormente obtuvo la Licenciatura en Ciencias Políticas por la Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Asunción (2006). Fue miembro del Seminario "Hacia una Crítica Cultural" del CAV/Museo del Barrio organizado con el apoyo de la AECI (2005-2006). Obtuvo el primer premio en el concurso de ensayos "Construyendo Gobernabilidad Democrática en Paraguay" del PNUD (2003). Publicó artículos en la revista

Estudios Paraguayos de la Universidad Católica, en los textos del Seminario "Hacia una Crítica Cultural", en la publicación del PNUD del concurso sobre gobernabilidad, y en la revista Novapolis. Recientemente presentó artículos en varias conferencias en los Estados Unidos, Alemania, Colombia y Paraguay.

 

 

 

 

 

Para comprar este libro deberá contactar con:

 CENTRO CULTURAL “EL LECTOR”

Avda. San Martín c/ Austria

Telefax: (595-21) 610 639 - 614 259

E-mail: comercial@ellector.com.py

 

EL LECTOR 1 – PLAZA URUGUAYA

25 de Mayo esq./ Antequera

Telefax: (595-21) 491 966 – 493 908

E-mail: comercial@ellector.com.py

Asunción - Paraguay.

 

 

Enlace al espacio de la EDITORIAL EL LECTOR

en PORTALGUARANI.COM

 (Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

ENLACE INTERNO AL ESPACIO DE LECTURA RECOMENDADA

GOBIERNO DEL GENERAL ALFREDO STROESSNER MATIAUDA 

en PORTALGUARANI.COM

 (Hacer click sobre la imagen)


 

 

ENLACE INTERNO RELACIONADO

 (Hacer click sobre la imagen)





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
EDITORIAL
EDITORIAL EL LECTOR
DISCURSOS
DISCURSOS DE PRESIDENTES DE LA REPÚBLICA DEL
HISTORIA
HISTORIA DEL PARAGUAY (LIBROS, COMPILACIONES,...



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA