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  DEL PARAGUAY PROFUNDO Nš 8 - REVISTA DIGITAL FA-RE-MI


DEL PARAGUAY PROFUNDO Nš 8 - REVISTA DIGITAL FA-RE-MI

DEL PARAGUAY PROFUNDO Nº 8

 

 

FIGURAS DE AYER Y DE HOY

MARTÍN GOYCOECHEA MENÉNDEZ

Anclarse en las palabras (x)

por: César González Páez
cesarpaez@yagua.com.py

 

La historia en todos sus aspectos, incluso la literaria, se hace también con escritores, hombres y mujeres que no necesariamente nacieron aquí, pero que sintieron el hilo conductor de la inspiración que surge de la singularidad de cada sociedad. Hay  por cierto un embrujo temático que envuelve al forastero y termina por convertirlo en un vocero de diversas maravillas inspiradas por estas tierras.

Hoy hablaremos de Martín Goycoechea Menéndez (1877-1906). Nació en Córdoba, Argentina, y su destino fue andariego. Se vinculó a las letras paraguayas desde su llegada a Asunción en 1901. Con Rafael Barret, Viriato Díaz Pérez y José Rodríguez Alcalá integró un pionero grupo de intelectuales extranjeros que se destacaron en el ambiente literario de aquellos años de principios de 1900. Poco sabemos de este hombre, su rostro se nos desdibuja en el tiempo, la crónica dice que fue compañero de ideales de Juan E. O´Leary, procursor del modernismo literario y del revisionismo histórico impulsado por éste. Goycoechea Menéndez murió joven, a los veintinueve años, pero, como muchos espíritus truncados por la temprana muerte, dejó sin embargo célebres páginas. En especial aquellas que hablan de las hazañas, del heroísmo paraguayo demostrado en la Guerra de la Triple Alianza que se desarrolló entre 1864 y 1870.

Una de las piezas literarias es La noche antes, un famoso relato que se sitúa la víspera de la última batalla de la guerra. El encontronazo de Cerro Corá, donde sucumbiría el Mariscal  Francisco Solano López, líder de la contienda y figura clave del Paraguay de entonces.

En el siempre oficioso diccionario Narrativa Paraguaya de ayer y de hoy –editado por Intercontinental-, la investigadora y docente paraguaya Teresa Méndez-Faith indaga en este personaje, acercando en su publicación el cuento referido como una inapelable carta de presentación. Este relato fue incluido además en la Antología Paraguaya (1901-1905), un libro que salió de la imprenta en 1985 bajo el sello Alcándara Editora. La edición estuvo a cargo del historiador Raúl Amaral.

Goycoechea Menéndez murió en Mérida, México; otros aires lejanos se cerrarían para él. Hablamos de un hombre que presumimos idealista cuando al describir la última jornada del Mariscal señalando con encendida pluma ”aquel guerrero cuya espada se aprestaba a describir bajo cielos la elíptica sangrienta, entre cuyos términos iba a rimarse el último canto de la epopeya, se sintió inmenso porque se sintió patria”. Hay, como se ve en el escrito, una honesta emoción del escritor que amoneda en palabras los momentos más difíciles de una batalla, la espera antes del enfrentamiento, justamente lo que a todo soldado valiente inquieta.

Entre sus obras dejó una que nos interesa especialmente, la colección de cuentos Guaraníes. Cuentos de los héroes y de las selvas guaraníes. El tiempo lo cubrirá tal vez de polvo y de años, pero no de olvido, pues el reconocimiento es como ese retoño del desierto que florece sin riego y sin estima, crece porque alguien arriesgó la semilla.

 (x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal),

21-22 de octubre de 2000 (Asunción, Paraguay).

 

 

 

Anécdotas que nos muestran la cotidianidad de

aquellos personajes inmortalizados por sus versos

 

LOS POETAS POPULARES (x)

por : Francisco Bazán

(Escritor)

Quiero dejar aquí dos palabras en homenaje a los poetas humildes de mi tierra que, más que otros, han conservado y guardado la llama azul del ideal, luego de emerger de los mágicos efluvios producidos por las obras primorosas que he leído atrozmente, filosofía, jurisprudencia, poesía, telogía, retorno a vosotros poetas a quienes he conocido con vuestras modestas indumentarias, para sentir alivio en mis afanes y apuros en busca de ese algo etéreo, impalpable, que no se encuentra sino en mi fantasía. Debéis de saber que siento mi corazón inclinado todavía a las formas que turbaron mi infancia y juventud, ideales lamentablemente perdidos para el hombre maduro a quien ya nada satisface.

Poetas, sin escuela, con vuestros versos a ratos amargos, de sentido dolor, o de añoranzas, vuelven a mí las imágenes de otros días, sombras amadas que desaparecieron burladas por la desventura cuando no vuelven a mí como leyenda añeja, semiolvidadas, el recuerdo sagrado del primer amor y de la primera amistad.

Conocí a varios, desde la adolescencia, más de las veces de pasada. Una sola vez vi a Emiliano R. Fernández, una siesta caliginosa, sentado en el cordón de la esquina de las calles Oliva y Chile, abrazado a su guitarra, dormido, etílico, bajo el Sol rajante, en el sopor infernal del mes de febrero. Estaba descalzo, enfundado en un sudoroso, deshilachado uniforme verde olivo. Habrá sido por el año ya viejo de 1939. La visión hoy se halla desteñida en la mente del niño que fuí. A su espalda, somnolentes, en la modorra de la canícula, la recova petisa de los boliches en los ranchos menudos que hacían esquina. Vaya a saber si es sólo una imaginación de mi mente azarosa. Creo todavía que por esos sitios una vez más lo vi de espaldas, siempre con su chaqueta raída verde olivo, caminando por la calle hundiéndose en el crepúsculo. Mucho después alguien me dijo que lo habían rematado de un balazo por la espalda. En el sagrado y engañoso recuerdo se forma en mi mente, vista desde atrás, la cruz escuálida de sus hombros estrechos, perdiéndose en la tarde. Hasta el orificio oscuro aparece en mi visión de su humanidad triste.

A Carlos Miguel Giménez, habitué del El Enano, el impertérrito semanario de los Acosta, lo ví algunas veces, ya ciego, cruzando la calle Independencia Nacional, con su bastón tantanleando en el escabroso empedrado. Caminaba con pasos lentos, inseguros, el rostro blanco, los ojos transparentes, fijos en una dirección que ya no veía.

 

En un ómnibus crujiente y destartalado, rumbo a Santísima Trinidad, observé frente a mí a otro poeta en ocasión en que un amigo me dijo: ”Lo conocés ?”. ”Ése es Darío Gómez Serrato”. Al escuchar su nombre, volteó el rostro hacia nosotros. Su sonrisa transida nos llegó con modesta afabilidad e indiferencia, en gesto doliente. Sus ojos acuosos no eran alegres. ¡Cómo podían serlo siendo de mirada aguda y demasiado lúcida para escudriñar la condena que es la vida! No podía tener sino ese rostro doliente y macerado el autor de ”Jasy morotï”, que sentía el amor como una tisis que lo iba sorbiendo (”Mba´asy po´ícha che pytéva ohóvo ko mba´e pota”), y que de llamar a su amor, como un pordiosero, tenía los labios ensangrentados (”Tupã mba´e jára nerenöi haguéma hembe ruguypáva). Era el poeta que preguntaba dónde se encuentra el sitio de la alegría plena (”Mamópa henda vy´a pave ?).

 Ya no recuerdo dónde lo ví, en verano, brilloso de sudor moreno, dos o tres veces, a Félix Fernández, lento, serio de pies a cabeza, con una semirisa, que ni sonrisa era, en la boca. Sus ojos expresaban un brillo melancólico; ojos de quien ha pasado a través de pruebas difíciles, por no decir dolorosas, con el solo bagaje de sus poemas;  ojos que han conservado el reflejo de sentimientos severos en la mirada. A ellos se agregaba su leve sonrisa de bondad, que, más bien, era de protesta que de conformidad. Cuando décadas después regresé al país, supe que se había refugiado en un pueblo y que en su vejez cultivaba claveles y rosas que obsequiaba a los que pasaban cerca de su casa.

Al poeta de nervio social, autor de ”Minero sapukái”, lo vi una vez en las puertas del Sorocabana de la Plaza Cagancha, de Montevideo, atareado en un grupo de compatriotas que trajinaban en la primera noche de su exilio, como hormigas que le han pateado el nido. Teodoro S. Mongelós tenía los ojos separados. Décadas después me enteré, en São Paulo, de que había tenido allí una muerte causada por una enfermedad deplorable.

Los vislumbro maduros en un tiempo pretérito en la aldea grande, cuando las calles Amambay y Gral. Aquino eran calles de tierra y suburbio, toda Ciudad Nueva un inmenso arenal que cabeceaba en colinas de subir y bajar laboriosos, con los pies hundidos hasta los tobillos. Exasperante Asunción, cuando la vida era tan estrecha que una llevadera la imaginábamos más allá de las fronteras patrias. Cuántas veces, en noches crueles y tristes en esta ciudad, estos poetas no convivieron con el corazón lleno de lágrimas, y cuántas veces, en sus domingos, habrán vagado por las calles vacías, pegando puntapiés a las piedras tratando de embocar en algún agujero profiriendo que la vida es un asco.

Mis ocho años fueron testigos de una escena que dejó impronta inmortal en mi recuerdo. Llega a un almacén, con olor a pimienta y comino, un hombre con un rollo de papel entre sus dedos, y en un momento en que el almacenero se pone al alcance, se le acerca y le habla por lo bajo, y despliega el papel bajo su rostro, mirándole atentamente. El despensero mueve la cabeza negativamente y yo alcanzo a ver el contenido de la hoja: unas estrofas de versos con dos florecillas dibujadas a lápiz de color arriba. Era sin duda un poeta, o amante de la poesía, que pretendía vender unos versos quizás suyos o copiados a un almacenero. !Vamos! Mal oficio es la poesía, más sin duda el más noble.

Esos poetas pertenecieron a una época casi campestre; aún  la Capital, apenas un poco más allá, no pasaba de ser una gran aldea de calles de tierra y severa pobreza, con suburbios de ranchos diminutos, con techos de paja y pared ”francesa”. Tapiadas con barro colorado. Transcurrían sus existencias en una vida de ritmo lento de anonadante parsimonia, en la que la producción, como contrapartida lógica, escaseaba hasta rayar en carencias que lindaban en indígencias penosas. En medio de esas dolorosas estrecheces, estos poetas mal heridos, de vida despiadada, sólo atinaban a ofrecer, en generosa, humilde y suprema dación, como en cestillas cargadas de flores, sólo atinaban a ofrecer con manos temblorosas sus poesías. A cambio de sus lágrimas amargas brindaban sus sueños e ideales.

El contenido de sus versos era  de una simplicidad admirable, albos ranchitos a orilla de arroyos, lánguidos y dulces paseos a la luz de la Luna, advertencia de partidas definitivas, cuando no ardorosas nostalgias cual exasperante quemadura en el corazón.

Poetas, modestos poetas de mi tierra, sabiamente contenidos, sujetos en vuestros límites, severos de tristeza, de temple y entereza, inmarcesibles aedos, portadores del ideal de mi pueblo, por vosotros quiero decir aquí mi oración.

(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal),

21.22 de octubre de 2000 (Asunción, Paraguay).

 

 

 

    Postales de la Asunción de antaño    

ALBAÑILES  (x)

por: Jorge Rubiani
(Arquitecto e historiador)

 

Parafraseando a Miguel Hernández, desde su poema ”Aceituneros”, podría decirse de los albañiles de Asunción, aquellos albañiles altivos, que ”…no los levantó nada/ ni el dinero ni el señor/ sino la tierra callada/ el trabajo y el sudor”.

Llegaron con los soldados que fundaron la ciudad;  o se hicieron en el camino construyéndola  palmo a palmo, casa a casa. Asumieron de ingenieros cuando fue necesario salvarla de los raudales; y de artistas, cuando, a falta de ellos, se permitieron decorar la modestia de las casas de entonces. La materia de ”la Asunción” se debió a ellos. Y nadie los recordó nunca.

Mi padre fue albañil… y yo lo recuerdo siempre. Porque fue bueno, fue honesto y asumió su pobreza con dignidad. Con él supe de términos raros que me acompañarían toda la vida: andamio (nunca tuve la habilidad de andar sobre ellos); machinal, ”latacho” o alfajía; conocí los nombres específicos de las partes de una construcción: cornisa, alféizar, ”mocheta”, sardinel, mojinete, entre otras expresiones más usuales.Vi cómo –en nuestra misma casa- él fabricaba las formas que adornarían los edificios de entonces, el extraño y simple proceso de preparar moldes en los que se ”vaciaban” capiteles, bases, balaustres y figuras –de todos los aspectos imaginables- para otorgar relieve a las fachadas. Observé la meticulosa preparación de los instrumentos y herramientas -      también de doméstica fabricación- para los ”salpicados”, los revoques de ”imitación piedra” (rayados, peinados y combinaciones diversas).

 Como casi todos los hijos de los albañiles de antes, fui ayudante de mi padre. Antes que yo, mis dos hermanos también lo fueron. Era el modo en que aprendiéramos ”el oficio”. Una posibilidad de trabajo por si llegara el temido momento de abandonar la subsistencia de los hogares pobres. También  significaba un ahorro de mano de obra que –de cualquier manera- tenía que pagarse y era mejor que el dinero retornara a la casa.

 Aquella actividad laboral era ”nuestras vacaciones escolares”; acarreando arena, ladrillos o piedra; excavando zanjas para cimientos (cuando el suelo no era tan duro) o preparando distintos tipos  de mezclas según el uso que fueran a tener. En tiempos de clases, la obligación era otra: llevarle la comida. Una tarea con la que nos familiarizábamos desde muy  pequeños, con 4 o 5 años, acompañando a un hermano o hermana mayor. La ”vianda” era simple, modesta, en forma y contenido. Un mantelito atado en sus extremos envolvía la ollita del ”caldo”…, ”puchero” siempre. Como tapa, un plato con los soquetes de la carne, la mandioca, mbeju o batata a veces: o alguna tortilla haciendo de ”tyra” o complemento a la comida principal. Como también de ”muelle” para los traqueteos del camino. Porque casi siempre las construcciones estaban lejos de nuestra casa, en el centro o en los alrededores de la calle España, enclaves que –por entonces- propiciaban la expansión de la ciudad: Las Mercedes, Barrio Jara, ”Lida Rosa”.  Llegar hasta este lugar –por ejemplo- significaba caminar desde el costado de la cancha del club Guaraní, donde vivíamos, hasta el ”Estado Mayor”, en donde subíamos al tranvía. Al bajar en la esquina de la avenida Mcal. López con la calle Luna, hoy Venezuela, nos esperaba, por ésta, otra larga caminata hasta más allá del cruce con la calle España.

Meterse en aquel desfiladero de árboles, en la casi-siesta de aquella silenciosa calle empedrada, era para mi hermano José, de 7 años, y yo, de 5, una experiencia tenebrosa. La construcción quedaba en algún lugar impreciso, por donde hoy cruza la calle Sargento Gauto. Para llegar hasta allí, nos metíamos entre las aberturas del matorral y pasábamos por donde se encontraba la engalanada ”crucecita” de Lida Rosa, una niña  que en el día de su ”primera comunión”, y camino de saludar a su abuelita, fue violada y asesinada. Se decía que allí quedó tendida con su alba vestimenta de novia en miniatura, el ”castecismo” y las correspondientes estampitas de ”recuerdo del feliz día…”, manchada de sangre. De más está decir que, en su momento, la información ya nos había conmovido profundamente, por lo que el paso de cualquier teju hovy, agitando la maleza del borde del caminito, nos parecía el inminente ataque de algún monstruo diabólico o el alma en pena de Lida Rosa clamando por venganza.

Mi padre era ”frentista” y, como tal, realizó la decoración de los ”frentes” de muchas casas. Recuerdo vagamente nombres y apellidos como los de Larán, Ginés, Méndez Paiva, Raimundo Rolón. Hizo el escudo ”en el Cabildo”, las letras del Banco del Paraguay y luego las del Banco Nacional de Fomento; las columnas ”moriscas” del Club Centenario; hizo el frente y las letras del Colegio Nacional de la Capital, del Colegio María Auxiliadora, así como los ornamentos del Cine Victoria. De aquellos altos  andamios cayó y murió un compañero de trabajo, Sixto Lugo, desconocida víctima de un vicio conocido: la inseguridad en las construcciones. Recuerdo que trabajó también con los constructores Marchese, Buccini, Renna, Orsini, Tumino y con algunos arquitectos de la vieja guardia: Bergonzi, Canese.

No puedo dejar de recordar el festín de los días de lluvias, donde a falta de posibilidades de trabajar, la familia estaba junta alrededor de la mesa y alguna actividad novedosa se hacía entre todos, siempre en relación al arreglo de la siempre inconclusa casa. O fabricar planteras, aquellos amasijos de alambre y cemento que también constituían en un recurso de sobrevivencia cuando el trabajo escaseaba.

Muchas veces, el sábado –glorioso día de cobro- nos llenaba de gran ansiedad porque ver llegar a mi padre, un poco después del mediodía, era anticipar el humor que reinaría en la casa durante toda la semana. Su semblante nos revelaba –de lejos- si había cobrado el escuálido salario, o no. Era la incertidumbre que gobernaba la vida de los albañiles en aquel tiempo, sin contratos ni leyes que los  protegieran. Sin nada más que la confianza –a la palabra del patrón, por supuesto- como arreglo de las ”formas contractuales”. Porque sucedía frecuentemente que, llegados el sábado y la hora de pagar, el contratista, el propietario de la casa o el ingeniero, sencillamente…, no aparecían.

Papá: Al dejar estas columnas sobre la Asunción de Antaño, que yo recorrí a través de las fotografías, los escritos y recuerdos de otras personas, te rindo este tardío, pero necesario y justo, homenaje. Para vos, que la recorriste con tu valioso trabajo de albañil. Aunque no apareciera tu nombre en ningún texto o catálogo que recuerde a los sacrificados constructores de la ciudad, no importa…fuiste el mejor.

 (x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal),

9-10 de setiembre de 2000 (Asunción, Paraguay).

 

 

 

POTRERO MONTIEL

a: Carmencita (x)

 por Elvio Romero
(Poeta y escritor)

 

Es un sitio fantasmal, donde el polvo de los árboles parece de otros siglos; un lugar detenido en el tiempo, como se dice, donde nada se ha movido de la matriz original.

A 100 kilómetros de Asunción subsiste, por no sé qué milagros. Está hacia el sur, como flotando sobre un estero, entre el Tebicuary y el lago Ypoá; es una islita, como una estrella caída para vivir en soledad; un ámbito paradisiaco soltado por la mano de Dios y también abandonado por Él, huérfano de todo y de todos, pueblo expósito, como tantos hay en el Paraguay.

Potrero Montiel tendrá 20 casas, no más, corroídas por los bichos y descascaradas; no lejos de Caapucú. Allí nadie trabaja: sus habitantes trabajan en la Capital o en las cercanías; tiene una alcadía, con un policía que la cuida, descalzo y con mirada neutral, indiferente; y un almacén, expendedor de caña y frituras, de donde sale algún borracho para mirar la carretera.

El estero tiene un color de azogue, lleno de pájaros, y está rodeado de cerros que brillan y –dice la gente- que guarda oro en sus entrañas.

Tiene Potrero Montiel una iglesita, en la que se oficia misa una vez al año, donde acude gente de los alrededores y de otras vecindades. Allí se ejercitan malabaristas solitarios, rústicas orquestas para bailar, músicos trashumantes de toda laya y el santo pasea entre los promeseros alegres sorteando las mesitas con naipes y loterías.

La reverberación del Sol en la atmósfera cristalina produce alucinaciones.

Un anciano, sentado en un sillón de paja, nos contó que, luego de la Guerra Grande, acampó en ese lugar un circo que venía de London –así dijo-, con su cohorte de ilusionistas, payasos, trapecitas hermosas como muñecas, tragasables, tiradores de cuchillos, tigres traídos de Malasia y toda la parafernalia del espéctaculo, pero que el día de su presentación no había nadie y que el dueño, un señor gordo vestido con smoking y un reloj de bolsillo colgado con cadena de oro, completamente solo,aplaudía frenéticamente bajo la carpa inmensa, con una sonrisa de loco.

El mono, saltando en la pasarela, aplaudía también como su dueño.

Eso  nos contaba el viejo, con palabras que apenas se entendían en la boca vacía, afirmando que el patrón del circo, para acercarse allí con su compañia, tenía que estar con un tornillo flojo.

Omito referir que apenas terminó de contarnos esta ilusoria visita de un circo a Potrero Montiel, el viejo desapareció, volviéndose invisible en la resolana que hizo de cristal el mediodía.

Obviamente, todo es falso; es mentira que aquí haya llegado un circo, que exisitiera un viejo desdentado fabulando sobre asuntos inexistentes y que se haya vuelto invisible; todo es resultado del espejismo que produce en el viajero el aire de un pueblo como Potrero Montiel, resto de un  tiempo irremediablemente perdido, muestra del retraso y del abandono en una tierra paradisiaca que mereció y merece mejor destino.

 (x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal),

9-10 de setiembre de 2000 (Asunción, Paraguay).

 

 

 

 UN MILAGRO DE LA VIRGEN DE CAACUPÉ(x)

por: María Eugenia Garay

 

Hoy se cumplen 66 años del rotundo triunfo paraguayo en la batalla de Yrendague, durante la guerra con Bolivia. Luego  de una estoica marcha bajo el sol calcinante que minaba las fuerzas de los combatientes, una resonante victoria coronó el esfuerzo. En homenaje a esa epopeya, se instituyó el 8 de diciembre como Día de la Infantería Paraguaya.

 El Tte. 1o. de reserva Manuel Galindo, combatiente de la contienda chaqueña, es uno de los últimos protagonistas de la epopeya de Yrendague. Conmemorando un aniversario más de aquel triunfo de las fuerzas paraguayas durante la Guerra del Chaco, el teniente 1ro. Galindo desgranó sus recuerdos sobre aquel suceso descollante de nuestra historia.

 -La misión que se les encomendó, de conquistar los pozos de Yrendague, era necesaria, o sencillamente fue ordenada sin medir el hecho real, de que podían morir todos de sed en el intento ?

-La misión de tomar los únicos pozos de agua existentes en aquella inhóspita región era absolutamente vital para nosotros. Sin el agua estábamos perdidos. Quin poseía el agua, tenía la victoria de su parte. Eso fue lo que pasó.

Al tomar nosotros los pozos, el ejército boliviano sufrió un verdadero desastre, y afianzamos nuestro avance sobre esa zona. Era indudablemente una ”misión suicida”, y nosotros lo sabíamos. La consigna era llegar, o morir en el intento. No teníamos alternativa, ya que necesitábamos urgentemente del agua para poder seguir resistiendo y avanzando en el Alto Chaco. Era un problema de subsistencia. Teníamos que hacerlo.

 -Era un largo camino el que debían hacer ?

 -Teniendo en cuenta las condiciones tan especiales de esa región, sí. La misión asignada consistía en salir desde Puerto Estrella hacia Yrendague, caminando a pie, 60 kilómetros,  rumbo norte, por un territorio sin agua, por piques que teníamos que abrir sobre la marcha. Apenas a los 20 km. ya se empezaba a sentir los efectos de aquel calor sofocante de 45 grados, sumando el peso del equipo que debía cargar el soldado a sus espaldas, incluyendo proyectiles, arma y ropa, la marcha resultaba más pesada.

-Cuando comenzó la marcha ?

-Comenzó el 5 de diciembre. De mañana temprano, a eso de las 5:00, arrancó nuestra columna con el regimiento Batallón 40 en la punta, comandado por el Tte. Ceferino Vega Gaona. Le seguía el regimiento Pitiantuta, comando por el Cap. Ireneo Díaz, y en tercer lugar iba el regimiento Mariscal López, comandado por el mayor Lorenzo Medina. Este había dejado parte de su unidad en patrulla y  servicio de inteligencia de la retaguardia. Quedando prácticamente al final con un batallón, que continuó la marcha al mando del Tte. Trinidad Mayans. Se marchó durante tres días: el 5, 6 y 7.

-Cómo fue esa marcha ?

-Mucho se ha escrito al respecto, todos los pormenores, la parte crítica de la sed, el calor sofocante de diciembre en aquellos parajes, marchábamos a pie, y nos abríamos camino a través de los arbustos espinosos con las manos, para hacer el menor ruido posible. El agua que llévabamos estaba en nuestras caramañolas. Fue una aventura terrible, que felizmente culminó con nuestro triunfo.

-Cuándo llegan al objetivo ?

-La maniobra culminó el día 8 de diciembre a eso de las 7 de la mañana. Los tenientes Troche y Saldívar incursionaron en la posición enemiga, cayendo de sorpresa, y tomaron finalmente los pozos. Pudiendo desde ese momento ya, lograr proveer agua a nuestras tropas. Justamente mucho de lo que voy a relatar, son testimonios fidedignos del Tte. Reinaldo Troche, quien fue uno de los actores principales de la batalla de Yrendague. También está la obra del Tte. Julio Paraguayo Saldívar, que se ajusta a la verdad, o los libros del recientemente fallecido Cecilio Escobar Rodas, patrullero de la D.8.

-Cuál era la posición boliviana ?

-Los pozos estaban situados a la retaguardia del ejército boliviano, había rancheros y sanitarios, porque toda la tropa estaba empeñada hacia delante, hacia Picuiba. La fuerza de este ejército hacía que los paraguayos debiéramos ir retrocediendo (en esa zona de Picuiba se hallaba el 2do. Cuerpo a cargo del Cnel. Franco).

El regimiento Batallón 40 iba en la punta; el 7 de noche, sorpresivamente apareció un camión boliviano. Totalmente desprevenidos sus ocupantes, lo que daba la pauta que ellos jamás se imaginaron que por allí pudiese andar una tropa importante, con planes de atacar su retaguardia. Porbablemente tenían noticias de  que había paraguayos por allí, pero tal vez pensaban que era solamente alguna patrulla de exploración.

-Error de cálculo de los bolivianos ?

-Era increíble de pensar que una misión así podría haberse planeado, y mucho menos puesta en ejecución. De ninguna manera iban a concebir que nada menos que toda la 8a. División estaba cruzando sigilosamente, ese extenso desierto del Chaco, en condiciones tan precarias. Nuestros hombres pasaron entre las divisiones enemigas 7a. y 2a. de Caballería, a través de aquellos parajes enmarañados y hostiles, eludiendo patrullas y puestos bolivianos. La aridez de la región hacia que un ataque desde ese punto por el que veníamos nosotros quedara totalmente descartado por considerárselo imposible.

-Qué sucedió después ?

-Cayeron en nuestro poder nada menos que 3 camiones enemigos. Los dos primeros, cargados con bebidas alcohólicas, dulces, confituras y el tercero, que fue absolutamente milagroso, ya que todo el mundo estaba con sed, inclusive había algunos que soportaban ya a duras penas el suplicio, era un enorme camión tanque por suerte lleno, que transportaba agua.  Sobre la cabina venía un soldadito cantando, totalmente desprevenido. Esa fue una casualidad increíble. Apareció de repente, fuera de toda predicción. Y gracias a esos 2.000 litros de agua nuestra tropa revivió. Mediante eso pudieron reponerse, y además enviar agua al resto de nuestra división, que venía marchando, en una larga y sigilosa columna. Pudimos cargar el tanque de la ametralladora pesada, que era fundamental para establecer la defensa de nuestra retaguardia. Sin agua, la ametralladora no funcionaba.

-Podríamos hablar de un milagro ?

-Hay algo extraordinario en este hecho, porque, de dónde tan oportunamente apareció ese camión con agua ? Solamente como materialización de un milagro ese imprevisto camión enemigo apareció en el momento exacto, y en el lugar exacto cuando más lo necesitábamos. A pesar de todo los escritos que hablan de técnicas militares, este hecho fortuito es algo que ningún militar, nadie pudo haber previsto. Esa agua dio nueva vida a nuestra tropa, fue decisiva para revivir a nuestros soldados.

-Alguna anécdota al respecto ?

-Poco antes de caer ese camión, el Cnel. Garay llamó a los comandos que le acompañaban para consultar  y preguntar cuál era la situación. Los tres oficiales, Emérito Recalde, Arsenio Molinas y Rodas, del regimiento Pitiantuta, le informaron que la sed era desesperante. ”Bueno, pero hay que defender esas tropas” –les recomendó. A lo que Rodas contestó: ”Mi coronel, anína pejapurátei, ha nemandu´áke: este diáko 8 de diciembre, ha pe Ñandejára ha isy Tupãsy Kaacupe ko nopermitiva´erã la ivaitereíva oguahë ñandéve”. Y tuvo razón. La Virgencita no permitió que sucumbieran todos por la sed.

La Virgencita, el estoicismo del sufrido soldado paraguayo, el valor de los comandantes de regimientos, sumados al espíritu combativo y la contagiosa presencia de ánimo de nuestro comandante de división, el viejo coronel Garay, que siempre estuvo alentando y acompañando a la tropa, y que dirigiéndose hacia los que caían casi muertos, les arengaba diciendo: ”Anína pemano gueteri che ra´ykuéra. Che ra´arõmína 20 minuto pemano haguã. Ñaguahë ha ñakumpli ñane misión, ha upéi ñamano mbaite”. El  pedido angustioso de un jefe, que sabía que el retroceso era imposible: sencillamente porque no había agua, nadie lograría sobrevivir si lo intentaba.

-Las condiciones del terreno eran terriblemente adversas.

-En efecto, y la prueba está en los millares de soldados bolivianos que perecieron de sed, dispersos y desbandados por los alrededores. Según algunos testimonios, de toda una división, (la 8a, de 1.800 hombres) solo permanecían en pie, rodeando al coronel Garay en el decisivo tramo final, apenas unos doscientos hombres. Y con ellos se logró la victoria la victoria.

-Cuál fue la reacción del Cnel. Toro desde su remoto PC de Carandayty ?

-El Cnel. David Toro (comandante boliviano), lanzó una comunicado que decía: ”Las tropas enemigas nos dieron más que suficientes ejemplos (…) demostrándonos que es posible vivir aún meses careciendo casi de todo alimento. El día de ayer hicieron un raid de casi 50 km. Avanzando por sendas y a pie, para atacar Yrendague con máxima audacia y energía”. Fue el mejor elogio que nos podían hacer.

 (x) Del diario ABC COLOR, 8 de diciembre de 2000 (Asunción, Paraguay).

 

 
 

 COMO UNA MENTIRA AL TIEMPO…(x)

 

Sin duda alguna puede considerarse como uno de los acontecimiento más importantes en el mundo folklórico actual. El lunes último, en un espacio de televisión actuaron Eladio Martínez y Mauricio Cardozo Ocampo. Más allá de la tremenda  carga emotiva que significa oír a uno de los primeros dúos en la historia, hay una calidad que late y sigue vigente.

 


Un siglo de folklore entre las dos figuras. Todas dos vidas dedicadas al quehacer musical, entre polcas y guaranias. Y esa noche se unieron de nuevo mientiéndole al tiempo, como si los años no hubiesen pasado siquiera. De repente el ayer se hizo presente, y ahí estaban de nuevo Eladio y Mauricio, con ese mismo espíritu que les aminara en sus años jóvenes. Con demasiado nostalgias y recuerdos agrupados en la memoria.

Cuantas cosas habrán surgido de pronto, cuando ”Floripa-mi” cayó sobre el escenario. Más que un respetuoso sentimiento de escuchar, una honda vibración respetuosa embargó a los oyentes. Y el folklore, la máxima expresión musical paraguaya tuvo en escena a dos notables figuras.

Sí, era noche para aunar recuerdos, para prolongar la madrugada en las interminables notas de dos guitarras. En un dúo que no tiene esas mismas características de antes, pero ofrece una mayor calidez, más sentimiento como si  el paso de los años enroncara la voz y ayudara a formar mayor experiencia.

Noche para recuerdos, para contar a gente que ahí habían actuado dos de los mayores nombres de la música paraguaya actual. Y nos fuimos con las retinas llenas de emoción, de un puro sentimiento de satisfacción. Fue realmente inolvidable. Justificó muchas cosas, interminables recuerdos. Y cuantos años pasaron, treinta a lo mejor cuarenta. Pero de repente se hicieron minutos, segundos, porque ahí estaban Mauricio Cardozo Ocampo y Eladio Martínez, como en los mejores tiempos, la misma guitarra templada, el idéntico sentimiento albergando en las voces y después si, una canción que es todo un símbolo, y no se apagó sino en los últimos momentos cuando la catarata de aplausos premió un hecho notable.

Noche para afirmar recuerdos, para quebrar nostalgias; para decir que hemos visto al dúo Martínez- Cardozo. Uno ya no canta, compone y sigue en la abierta brecha del folklore, el otro sigue siendo figura, con ese apelativo cariñoso y significativo de ”El Grande”.

Una noche fuera de lo común, representativa, como para no olvidarla nunca. Como para decir que en una noche de junio de 1974 actuaron por última vez juntos. Y ese es el mayor orgullo de haber estado presentes para ser testimonio de un hecho valioso, imperecedero en la historia de nuestro folklore.

(x) Del diario LA TRIBUNA (hoy desaparecido)

domingo 9 de junio de 1974 (Asunción, Paraguay).

 

 

El tema fue dedicado a Luisa Moreno

 

CECILIO VALIENTE, EL AUTOR DE LA LETRA

"CHE PYKASUMI" (X)

por: Marlene Sosa Lugo

 

La inclusión de la guarania ”Che Pykasumi” en el nuevo disco ”Cansiones” de Joan Manuel Serrat ha generado ya polémica en nuestro medio, porque es la única del CD de la que no figuran los autores. Olvido involuntario, falta de respeto o una negligencia más de la que son víctimas los autores y creadores paraguayos ?

Ninguno de los autores de ”Che Pykasumi” figura en la ficha técnica del disco de Joan Manuel Serrat. Pero de entre todos, es Cecilio Valiente el más olvidado, ya que tampoco figura como autor de la letra en el disco que fuera grabado por ABC Color, con los arreglos de Jorge ”Lobito” Martínez y en la voz de Oscar Gómez, que es el material en el que se basó la versión del cantante catalán.

Cecilio Valientees un poeta yaguaronino al que pertenecen otros temas de igual belleza, dedicados a Luisa Moreno, y ”Che Pykasumi” es la tercera poesía de una serie de tres escrita en guaraní tradicional y dedicadas todas a la misma dama a la que el artista denominaba ”Pykasu” (que en realidad sería torcaza y no tórtola, como se tradujo para el título del disco de Serrat). Ella era considerada la flor de ”Ycuá Mbocayá”, famoso barrio norte de Yaguarón de la época, hoy barrio San Roque.

Los versos fueron inspirados cuando Valiente, quien amaba profundamente a Luisa, se encuentra con la ingrata sorpresa de que los padres de su amada la llevaron lejos de su presencia, a Puerto Pinasco, emporio de riqueza de aquella época (1928), sin haberle dejando ningún mensaje. Esta ausencia inesperada motivó los versos de ”Che Pykasumi”, cuya versión completa de seis estrofas fue publicada por primera vez en el No. 32 de la Revista ”Ocára poty cué mi”,en 1928.

Los autores de la música

De esa revista la sacó don Eladio Martínez para ponerle música, haciendo de ella una polca-canción, que escuchó el maestro José Asunción Flores, en una pensión en Buenos Aires, según cuenta Adelio Pastor, el hijo de Cecilio Valiente. Siguiendo con el relato, señala que Flores al comprobar las exactas métricas de los versos y el subliminal sentido pasional de la poesía, decide transformarla en guarania, y le pone la introducción y el intermedio a la canción.

Don Eladio le agradece, y le dice que lo registrará en música a nombre de los dos. Flores le dice que es muy poco lo que ha colaborado, y que se haga responsable solamente él de la música. Don Eladio en un descuido, le roba la cédula de la pensión en la capital porteña. La registra en la Sociedad de Autores (Sadaic) en música como de Eladio Martínez y José Asunción Flores, de acuerdo a lo referido por Rubén Darío ”Lobo” Martínez, hijo de Eladio ”El Grande” Martínez.-

 

Rubén Bareiro Saguier tradujo ”Che Pykasumi”

con amor y entusiasmo (xx)

El embajador paraguayo en Francia (que también representa al país ante la Unesco, Suiza y Andorra) Rubén Bareiro Saguier se encargó de la traducción al castellano de ”Che Pykasumi”, junto con Joan Manuel Serrat, para el disco ”Cansiones”. Bareiro Saguier, quien tiene una destacada trayectoria como escritor, dijo que realizó su trabajo con amor y entusiasmo y que no tuvo responsabilidad en que no figuren los nombres de los autores de la guarania en el disco del músico catalán.

Bareiro Saguier a través del correo electrónico nos contó que se dedicó a la traducción y adaptación del poema de Cecilio Valiente al castellano. Luego envió el texto con los nombres de los autores, incluidos, por supuesto, los de Eladio Martínez y José Asunción Flores en lo que respecta a la música. ”Como usted comprenderá, no estaba a mi alcance, no hacía parte de mis funciones, el de controlar si los autores figuraban o no en el CD. Lo que hice lo realicé con amor, con entusiasmo, con admiración por esa nuestra música maravillosa y por los autores de la misma, así como hacia Serrat”.

Serrat canta en guaraní y, en la segunda parte, canta en castellano para el público internacional. Presentará el disco en Asunción el próximo 2 de diciembre en el polideportivo León Coundou, como parte de la gira sudamericana, que se inicia esta semana en Buenos Aires.

La sigla D.A.R. (derechos de autor reservados) no significa que no se pagarán los derechos de autor. La canción fue registrada en Sadaic (la sociedad de autores de Argentina) por José Asunción Flores y Eladio Martínez, quienes fallecieron en 1972 y 1990, respectivamente. Cecilio Valiente –fallecido en 1976- no estaba registrado en ninguna sociedad de autores. Escribió el poema en 1928 y luego, hacia los treinta, Martínez y Flores lo convirtieron en guarania.

(x) Del diario NOTICIAS EL DIARIO , 1º de noviembre de 2000.
(xx) Del diario ABC COLOR, l de noviembre de 2000.

 

CHE PYKASUMI (l)
-Guarania-

Che pykasumi re vevé vaecué che jhegüi rejhovo
Ouva ne angué cada pyjharé che kera yopy
Rojhacjhugüi ai´ayepy´apy che ne ra´arovo
Michinte yepepa nda ivevui vei che mba´é mbyasy.

Ne añaitegüi ndé aicova co´icha aicové asy
Yaicoma riré cu yuacjhú porame oñondiveté
Resé re vevé che reyá reí che mo tyre´i
Aicó aicó rei nda vy´á mi vei upetégüivé.

Cu amaske co´é rojhacjhú asy na remediavéi
Ñaimo´a voi cu itavymiva mba´é aicó
Ama´é asy pe nde roga mire jha nde nereiméi
Corazó rasy che mbo tarová, che mbo yajhe´ó.

Re vevé vaecué che jhegüi rejhovo che pykasumi
Reipotá´véygüi rojhavi´úmi ni royavyky;
Eyumi yeyna ikatu mi jhaicha che consolami
Ta ivevui mi che yopy asyva che mba´é mbyasy.

Letra: Cecillio Valiente
Música: Eladio Martínez y José Asunción Flores

(1)     Publicada por primera vez en la Revista Ocára  Poty Cué Mi, No. 32 (1928), y reproducida en la edición extraordinaria de la revista FA-RE-MI (Fa-Re-Miscope), No. 31 (diciembre 1959).

(2)     Vuelva a la Página Principal (Real Audio) y escuche en la voz de Oscar Gómez, su brillante interpretación de esta bellisíma canción paraguaya, con el brillante arreglo musical de Jorge ”Lobito” Martínez (Piano Cuerdas de teclado).

 

 

Un enfoque de la vida social de la época lopizta

 

LA TRANSFORMACIÓN DE LA SOCIEDAD

EN LOS "AÑOS DORADOS" DEL PARAGUAY (X)

por: Bárbara Potthast-Jutkeit
(Historiadora)

 

A fines del periodo colonial habían llamado la atención de los visitantes españoles la sencillez de las familias paraguayas, la vida social muy poco activa –según criterios europeos- y el provincialismo tanto en la moda como en las normas sociales y las reglas de comportamiento como consecuencia de un aislamiento de siglos. Ellos fue agravado por la política de Francia, quien no sólo intentó eliminar a la élite sensible a las influencias extranjeras, sino también limitó drásticamente todo contacto más allá de las fronteras.Cuando el país se abrió nuevamente al mundo bajo C.A. López, la sociedad paraguaya también comenzó a experimentar cambios.

Después de la caída del dictador Rosas y del reconocimiento de la independencia paraguaya por Argentina –lo que por fin permitió el libre acceso del Paraguay al mar- también se intensificaron las relaciones con el mundo exterior. A comienzos de los años cincuenta del siglo XIX, el Paraguay celebró tratados comerciales con varios Estados europeos y el creciente bienestar del país hizo surgir un mercado sin duda limitado, pero lucrativo, para artículos europeos. Al menos en la capital, las telas inglesas fueron conquistando el mercado y en las familias de la alta sociedad la porcelana fue desplazando a la vajilla de plata y los sencillos objetos de barro de Itá. Aun cuando las nuevas instalaciones industriales como la fundición de hierro, el astillero o la red de telégrafos –construida por técnicos alemanes- servían casi exclusivamente para fines militares, también llegaron al Paraguay en el proceso de renovación económica las primeras máquinas de coser y los primeros aparatos fotográficos. Sin embargo, para la transformación de las costumbres y las relaciones sociales seguramente fue aún más importante la creciente presencia de extranjeros.

 A los comerciantes y representantes diplomáticos pronto se sumaron una serie de ”expertos” europeos. En 1853/54, C.A. López había enviado a su hijo Francisco Solano López a Europa, donde éste no sólo debía promocionar a su país en el ámbito diplomático, sino también hacer una serie de encargos a firmas europeas, sobre todo británicas, y contratar técnicos y expertos, que pudieran dirigir la construcción de las instalaciones en el Paraguay y adiestrar al personal paraguayo. Así vinieron al país no sólo artesanos y técnicos calificados, sino también ingenieros, médicos, arquitectos y maestros con sus familias, quienes ejercieron influencia en los modelos de las  relaciones sociales en la capital.

En una ciudad aún bastante pequeña como Asunción era natural que la presencia de algunos cientos de extranjeros, no dispuestos amoldarse a la sencillez de la vida paraguaya, tuviera un impacto en el estilo de vida, incluso sin que al principio hubiera muchos contactos sociales directos entre mujeres extranjeras y las paraguayas. Así, por ejemplo, le pidieron a la esposa del educador español Ildefonso Bermejo, por intermedio de su marido, a poco de su llegada, poner a disposición de una de las hijas del presidente uno de sus vestidos para que ésta pudiera copiar el modelo. Doña Purificación, quien hasta entonces no había sido presentada a la familia López ni a otras mujeres de la clase alta, había sido observada al ir a la iglesia. La moda y la vestimenta, temas totalmente irrelevantes bajo Francia, ahora  también comenzaban a interesar a los paraguayos.

Cuando después del ascético soltero tomó el gobierno un presidente sin aversión a las alegrías de la vida y con una pronunciada inclinación hacia la familia, se modificó la etiqueta en los círculos influyentes, lo cual a su vez les otorgó a las mujeres y a las familias una importante posición en la estructura social y políticas. Las cenas formales siguieron siendo reuniones sociales limitadas a los extranjeros y a los banquetes ofciciales extraordinarios, pero Asunción obtuvo un teatro y un ”Club Nacional”. Aquí los paraguayos de la élite y los extranjeros podían encontrarse, exhibirse y sobre todo hacer fiestas. No obstante, la mayoría de los extranjeros seguía encontrando bastante aburrida y provinciana la vida social paraguaya, incluso poco tiempo antes de estallar la guerra. El inglés residente en Buenos Aires, Michael G. Mulhall relata sus impresiones del siguiente modo:

”El club es una linda casa (…) con habitaciones alta y amplias, una buena cocina, bodegas de tamaño mediano, una sala de billar, un comedor y un salón de baile de primera categoría. (…) La sala de lectura es una decepción, ya que las mesas están cubiertas de ilustraciones de la moda parisina de verano para hombres y del ”Correo de Ultramar”; este último y el ”Semanario” local son los únicos diarios que se suscriben. (…) En una esquina hay dos mesas para juegos de naipe, que constituyen la única atracción y que al atardecer animan a ocho o nueve naturales del país a reunirse. Los extranjeros asisten raramente a semejantes ”soirées” intelectuales (…).”

La falta de noticias o de buenos cigarros hace la vida todavía más desagradable de lo que ya lo hace el clima. Nadie habla nunca de política, ya que la educación general felizmente ha proscrito esta maldición de las repúlicas sudamericanas.

”Muy a disgusto yo elegiría Asunción como lugar de residencia, pero estoy firmemente convencido que ésta es la ciudad más floreciente del continente.” (Mulhall.).

Es difícil precisar si también se permitía participar a las mujeres de estos ”soirées intelectuales” o si  su presencia sólo se limitaba a los frecuentes bailes, pero lo último es lo más probable.

 (x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal),

7-8 de octubre de 2000 (Asunción, Paraguay).

 

 FIGURAS DE AYER Y DE HOY

 

TEODOSIO GONZÁLEZ

Las cosas tal como son (x)

por: César González
(cesarpaez@yagua.com.py)

 

Hoy hablaremos de un hombre cuya vida y obra pueden concentrarse en un libro que tituló Infortunios del Paraguayy que influyó en la vida pública paraguaya. Hablamos de don Teodosio González (1871-1932).

”Pocos libros como Infortunios del Paraguayhan causado tanto impacto en el ámbito de las letras, la política y la economía de nuestro país”, señaló Alfredo M. Seiferheld en 1982 sobre la obra de nuestra figura de esta semana. Agrega Seiferheld –que prologó el libro citado cuando se editó en homenaje a los cincuenta años de la primera  edición- que desde entonces (1932) ”ha sido empleado por representantes de los dos partidos políticos tradicionales para acusarse mutuamente con citas de aquella obra”.

Teodosio González partió de la frase de Rafael Barret ”Si quieres que todo el mundo te odie, di la verdad”. En su libro, poco a poco, enumera las desdichas del Paraguay que – según su modo de ver- comienza con estar encerrado en el centro de América Latina y sin vista al mar, es decir, sin comunicación fácil con el resto del mundo. Enumera la mala admistración, los problemas fiscales y un tema que parece no estar resuelto siquiera en la actualidad: la salud pública. Este tema parecía  de suma importancia, ya que consideraba que la salud es la primera riqueza del hombre, pues gracias a ella puede trabajar y fortalecer al Estado. También  consideraba de vital importancia la alimentación y el cuidado de la niñez, que es el referente de la vida adulta.

Según se advierte en las páginas de este libro, T. González aporta ideas progresistas en todo sentido, como cuando habla de la Asunción ”que se acuesta y se levanta como las gallinas”, dando el mismo aspecto que un cementerio de vivos. Asimismo, cuestiona el horario de los oficinistas estatales, que ”han optado uniformemente por escomotear al Estado esas dos o tres horas de servicio, presentándose después de las ocho a la oficina”.

Otro aspecto que llamaba la atención a don Teodosio era el abandono de los monumentos y las obras de arte citando unos versos de Victorino Abente: 

"¡Cuán triste en las ruinas y humillado reposa lo pasado!”

Si vemos al aspecto de las casas coloniales del centro de la Asunción actual  veremos que las actitudes de desanteción no han cambiado.

Otro tema  que parece actual  es el desamparo del campesino paraguayo, que ”es siempre la obligada víctima de todas las calaminades que se desencadenan sobre el país” y esto que sigue dígame si no pasó ayer; ”nunca nos hemos cuidado de hacerle amable y llevadera la existencia; jamás se ha acercado el Gobierno a estudiar sus necesidades, a conocer sus males y facilitarle su penosa tarea”. Agrega que sólo ”les recordamos cada vez que los necesitamos, ora su persona, su hacienda, sus bienes, para una revolución o su voto para una elección”. Parece que fue escrito ayer; por eso recomendamos este libro que acaba de reeditar El Lector.

 (x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal),

7-8 de octubre de 2000 (Asunción, Paraguay).

 

 

Fuente digital:

PARAGUAY PROFUNDO NRO.8

Para información:
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