La agencia de empresa de pasajeros "LA OVETENSE", en CORONEL OVIEDO era todos los días un racimo de voces humanas, un incesante ir y venir de gente. Como era un punto de confluencia para tomar conexiones a distintos puntos del país, la vida bullía sin pausa en ese lugar.
Estamos en 1968. El que comandaba la batuta en esa encrucijada de urgencias y preguntas incesantes era el músico y compositor ya fallecido MANUEL ROMERO VILLASANTI -que había nacido el 12 de enero de 1926 en la calle Troncón que luego pasaría a llamarse Las Mercedes de la ciudad en la que trabajaba; falleció el 10 de diciembre de 2006 en Coronel Oviedo-, que al año siguiente -con el DÚO MÉNDEZ-LÓPEZ, PAPI BASALDÚA y CACHITO VARGAS- conformaría el CONJUNTO "LOS DE LA SELVA".
Fue en ese escenario que emergieron dos pasajeras. Eran dos hermanas que venían de la compañía Olegario, distante una legua del centro urbano de Oviedo. Manuel le echó ojo a una de ellas, SERMIA AGUILAR.
"Iporãngo, morotĩ kyrýĩ guasu. Ahecháre chupe che mopirĩ (Era hermosa, blanca, llena de vida. Al verla, me estremecí)", contaba Manuel en una conversación mantenida con él en su casa el 4 de mayo de 1999.
Las jóvenes aparecían y desaparecían. Eran como luceros que, de forma intermitente, resplandecían en aquel sitio hecho para miradas rápidas, pasos apurados y ansiedades contenidas.
"Chéngo anovillea mbarete la mitãkuña rehe. lletráda sin segundo, ha'ete ku oñeme'ẽtava jepi chéve ha upéi oguevi jey. Ha'éngo la iñinterés noĩrĩ cherehe: ohayhu la che subagente-pe. Chéngo apillapa la oikóva, añembotavynte ko (Flirteaba con la muchacha. Era muy viva: parecía que ya iba a ceder a mis reclamos amorosos, pero luego retrocedía. Su interés, en realidad, no estaba en mí: amaba a mi ayudante. Yo sabía su intención real, pero me hacía el desentendido", relataba en una tarde que el autor de este texto guarda en su memoria como si hubiera ocurrido ayer. Transcurrió el tiempo. El poeta y la joven tenían conciencia del juego que, a ratos, ya no era tan inocente como al principio. El amor entreteje su telaraña de modos muchas veces imposibles de descifrar. Nunca se conoce del todo los vericuetos del corazón que sueña con un hombre o una mujer.
"Un día, cuando iba a tomar mi guardia a las ocho, le encontré a mi compañero conversando con ella. Y me entraron unos celos terribles. Yo sabía perfectamente que el privilegiado, el amado era él, no yo. Ndaikuaái mba'épa oike chéve (No sé qué se me antojó). El tenía el derecho, no yo. Aun así, me sentí mal. Y fue entonces cuando escribí la letra de MI LIRIO BLANCO y le puse la música", contaba el autor de REINITA MÍA -registrada así, aunque se la conoce más como REINA MÍA, dedicada a la generalaquinense (de la compañía Santa Clara) ANA MARÍA NIZ -y otras inolvidables obras.
"La comparé con un lirio blanco y le ambienté en un jardín. Sabiendo que no era ni iba a ser mía, imaginé lo contrario, výrogui rei (de puro tonto)", terminaba de relatar el poeta, riéndose de sí mismo.