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Miguel Heyn

  SIN TÍTULO, 1980 - Acrílico de MIGUEL HEYN


SIN TÍTULO, 1980 - Acrílico de MIGUEL HEYN

SIN TÍTULO, 1980. Medida: 70 x 40 cms.,

Técnica: Acrílico sobre tela,

Autor: MIGUEL HEYN,

Colección CAV/ MUSEO DEL BARRO

(Reproducción de imagen en blanco y negro)

 

 

 

 

Obra: “Sin título”

Medida: 122 x 138 cms.,

Técnica: Acrílico sobre tela,

Año 1983

Autor: MIGUEL HEYN,

Colección CAV/ MUSEO DEL BARRO

Primer Premio Benson & Hedges 1983

 

 

Obra: “Huevo y plomada sobre mueble”

Medida: 115 x 61 cms.,

Técnica: Acrílico sobre tela,

Año 1983

Autor: MIGUEL HEYN,

Colección Jack Fremond

 

 

 


Obra: “De la serie repollos (III)”

Medida: 115 x 61 cms.,

Técnica: Acrílico sobre tela,

Año 1983

Autor: MIGUEL HEYN,

Colección Familia Adorno

 

 

 


 



Discípulo de Olga Blinder y Livio Abramo, Heyn comienza una imagen de cuño surreal: dibujos abigarrados que representan seres humanos e insisten en las sugerencias viscerales y eróticas. Luego el hombre desaparece y queda sólo la naturaleza: reptiles y vegetales mezclados en un clima espeso; son animales inciertos, antiguas criaturas que superviven a extinciones ecológicas y culturales. El armadillo, semioculto siempre, casi identificado con su ambiente (indefinidamente terrígeno, vegetal o acuático), adquiere en su obra un sentido de mutación y metamorfosis que confunde diferentes especies animales entre sí o las convierte en plantas, hojas o mera naturaleza indeterminada. Acá Heyn sienta las bases de una poética de lo equívoco y de lo cambiante que caracterizará su mejor trabajo.

En algunas ocasiones aparece cierta tendencia analítica en el mismo: las Variaciones sobre un mismo tema reiteran el motivo simple y directo de la manzana. La figura de la fruta es una forma esquemática, elemental, aparentemente libre de connotaciones y ambigüedades. Tanto su presentación como imagen literal de un objeto meramente puesto ante el espectador, como el sentido serial y discursivo de la repetición, se inscriben dentro de preocupaciones conceptuales que consideran la figuración como signo y como texto. Pero esta actitud es casual en la obra de Heyn: las mismas frutas, presentadas simultáneamente en tamaño mayor, se basan en las sugerencias producidas por formas mórbidas, climas densos, texturas temblorosas y colores corroídos. Las frutas no son acá ya señales de sí mismas, sino símbolos complejos cargados de erotismo y destrucción, seres sensuales y vulnerables, plenos de vitalidad, pero acechados por los peligros del medio, la fragilidad del momento o el corromperse de las formas propias. Son formas mutantes, a medio camino entre la flor y el fruto, lo vegetal y lo animal, el crecimiento y el deterioro. Por eso el momento analítico aparece encubierto por el clima de sugerencias y metáforas: las escuetas manzanas encasilladas ordenadamente en cuadrículas iguales son más que las puras referencias que aparentan ser; también constituyen, a su modo, figuras híbridas que oscilan entre la naturaleza y el símbolo, entre la secuencia del lenguaje y el discurrir del tiempo natural. Siempre la manzana es arquetipo y síntesis de la fruta y la fruta, el modelo del origen y la descomposición. Aun como pura forma, como aséptico esquema visual o como concepto, siempre puede estar contaminada por pecados originales y amenazada por el devenir.

La obra que pasamos a comentar corresponde a la última etapa de la pintura de Heyn. El repollo, recortado nítidamente sobre un fondo negro e iluminado artificialmente, está puesto sobre una mesa con un sentido de exhibición, de puesta en escena. Tanto la referencia directa al objeto, representado en forma naturalista, como la utilización de determinados elementos icónicos (ataduras, hilos, mesa-escenario, etc.) y procedimientos metalingüísticos (la pintura parte de una naturaleza muerta al estilo de Sánchez Cotán) suponen criterios refigurativos, pero los significados fluctuantes, las connotaciones basadas en ambigüedades y asociaciones, las implicaciones eróticas de las formas naturales, imponen un sentido general de imprecisión, una imagen hecha de sugerencias y alusiones que encubre los elementos analíticos.

El fruto es una figura incierta, un signo híbrido que tanto señala un repollo como insinúa un paquete, un envoltorio de telas o papeles arrugados. Sujeto por cuerdas, amenazado por un gancho, arrancado de su entorno y expuesto sobre un mostrador, el repollo ha devenido producto empaquetado o desecho listo para ser retirado. Prototipo de lozanía natural, el fruto es también cifra de lo perecible: sentenciado por su destino de mercadería sólo cuenta con la salida de su propia ambigüedad.

Comentario: TICIO ESCOBAR

 

Comentario sobre las obras y el autor en el

CAPÍTULO V: La consolidación,

página 601, del libro 

UNA INTERPRETACIÓN DE LAS ARTES VISUALES EN EL PARAGUAY

Autor: Ticio Escobar

Editorial Servilibro,

Asunción-Paraguay 2007

 

 

 

 

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