FOLCLORE Y DICTADURA

Artículo de JUAN PASTORIZA

Fuente: Suplemento Cultural del

Diario ABC COLOR.

Hay un tema hasta ahora dolorosamente latente cuando uno se refiere concretamente al folclore,

y es ese pasaje o largo túnel ciego interminable que de alguna manera estuvo ligado

a las más de tres décadas de dictadura política,

cuya proyección todavía sentimos hoy día en carne propia,

como garfios por las garras de algunos personajes tristemente vigentes y con poder.

Sobre todo una cuestión mental que tiene encima el peso de la bota del autoritarismo,

que elimina toda voz contraria sin asco y sin contrapartida.

Se sabe que los artistas populares, los más desprotegidos, en gran medida, siempre fueron como parias, en una sociedad que los manejó de acuerdo a sus propias necesidades y conveniencias, incluso sociales, sobre todo en las referencias convocantes de los mismos, en las concentraciones multitudinarias políticas, utilizando como extremo recurso de la comunicación propia o extensiva de los referentes, la canción y la poesía nuestra, que debían necesariamente tocar el tambor de lo impuesto en esos oscuros años. Sus secuelas aún perviven en tantos casos, porque todavía al parecer no nos despertamos del todo de la terrible pesadilla, y creemos que debemos escribir o cantar sólo al que está ocasionalmente de turno en el poder, la herencia, de lo antes citado, o de lo contrario, están marginados de lo mínimo para vivir.   

  
La situación casi mendicante de nuestros autores y músicos que por ganarse el pan del día a día debían doblegarse a las imposiciones del momento, en este caso la loa al Único Líder de entonces –algunos pocos treparon muy alto como gatos de siete vidas y que siguen camuflados demasiado bien y hoy son señores sin sonrojarse de sus pasados espurios-, de lo contrario, el descabezamiento moral, intelectual, y hasta físico era normal y nadie ponía el grito en el cielo, de la comunidad nacional e incluso internacional, total eran poetas simples y populares de ignotas aldeas que a lo mejor ni figuran en el mapa, pero en su momento radiografiaron la situación social de todo un país, asfixiado por una, hasta ahora imprevisible,  dictadura, de daños que jamás podrán ser reparados en lo social, económico e incluso mental del ser paraguayo.   


Es así que ellos consideraban un mero recreo social y artístico, en aquella nefasta sociedad, que creaban hijos privilegiados, con poder de vida y muerte sobre el común, cuyas secuelas todavía se ramifican ahora como póstulas malignas, han marcado a fuego a varios representantes de la comunidad cultural ligados con lo popular, incluso hay hasta cuadros de danza, música o eventos que nos remiten a aquellos años dignos de olvidarse definitivamente, para empezar de cero una cuestión más justa y dignificante.   


Muchos se habrán prestado al juego de la dictadura como por vocación represora innata, y otros más endebles cayeron por necesidad de sobrevivir en un tiempo, manejado por un sólo canto, o sea, al Único Líder y otras raíces periféricas adyacentes. Prueba de todo lo que mencionamos es una impresionante antología de lo que un connotado investigador de lo popular calificó como el purahéi kele´e y ahí están muchos de los que suelen poner la cara cuando se habla de folclore y hoy fueron premiados por el Congreso con pergaminos refulgentes. Hay un sobrevuelo de polleras de las danzas que en esos días fueron creados o manejados por las que incluso ahora son consideradas gurúes intocables o vacas sagradas en dicha disciplina artística, quienes seguramente habrán sido bien pagadas y en estos días, por una brutal falta de ética, continúan insistiendo en las mismas coreografías, que duelen como quemaduras o marcas de ganado en la piel de nuestra historia de hace algunos años  nada más.   


Hasta este punto estamos totalmente de acuerdo que los signos folclóricos fueron manejados en gran medida por el tiempo de la dictadura, incluso dilapidadas fortunas en el nombre de los mismos por un patrioterismo barato y agobiante, cuyas monedas de mayor o menor valor casi nunca repiquetearon en las alcancías de ningún creador nuestro, al menos que nos demuestren lo contrario, porque todo el caudal pecuniario desembocó en la desalmada clase política que nos vació moral y económicamente, y eso nos consta, que hasta inclusive existe una casta de intérpretes que recoge centavos en los colectivos, como una flamante fuente de expresión, mientras los otros habrán puesto sus divisas en inviolables bancos, en cuentas internacionales, de imposible investigación. Pero hay que reconocer que la base formal del movimiento de la música popular estuvo sustentada por figuras intransigentes con cualquier clase de imposiciones y por no agachar la cabeza y tranzar con los turbios intereses de aquel momento, o se desarrollaron a duras penas en el doloroso exilio y mucho de ellos jamás regresaron aun cuando en sus obras, manifestaban sus deseos de descansar finalmente en su tierra natal y no lo consiguieron, por una crueldad sin nombre.   


Citemos solamente algunos pocos, comenzando por el poeta popular por excelencia: al gran maestro José Asunción Flores, como se sabe, creador de la emblemática guarania y bastión inexpugnable de la ética, la moral y pregonero de lo social. Teodoro S. Mongelós, que después de varias décadas de exilio “post mórtem” incluso, sus restos reposan en paz en un modesto cementerio de Ypacaraí, o Epifanio Méndez Fleitas, cuyo nombre no debía ser citado al presentar sus canciones en los programas de radios o televisión. Mismo el gran Emiliano tiene poemas muy fuertes sobre la condición de los desterrados de la gleba, como diría un famoso poeta, y su posición con respecto a la clase más desprotegidas sigue siendo un ejemplo para los que ahora creen que las sociedades y los gobernantes deben ser más justos y abarcantes sin distinción de ninguna especie.   

Seguramente uno de los aportes más importantes, de los poetas, cantores y artistas populares en general fue lo que se llamó en su momento el Nuevo Cancionero, que entre otras cosas sirvió para llenar de cruces los libros negros de la no difusión, si es posible la prisión, pero motivó a las nuevas generaciones una conciencia sobre lo que era el arte como condición de crítico inclaudicable de la sociedad, que como todo momento autoritario llenó celdas de supuestos rebeldes, pero las canciones fueron liberadas como palomas y el mensaje llegó al alma del pueblo, no solamente en círculos capitalinos, sino el Paraguay profundo, que es lo más importante, que es donde realmente se resuelven y se definirán todos los temas del país, aun cuando algunos creen que todo está solucionado con una firma en un escritorio, con todas las comodidades posibles, sin ensuciarse los zapatos en el noble barro de los pueblos.   

Fuente: FOLCLORE Y DICTADURA

Artículo de JUAN PASTORIZA

Fuente: Suplemento Cultural del Diario ABC COLOR,

Lunes, 17 de agosto del 2009.

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Escultura de raíz de timbó

Artesanía Popular Paraguaya.

Obra de JOSÉ ESCOBAR