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ALEJANDRO CUBILLA (+)

  I MA’Ê ME - Música: ALEJANDRO CUBILLA


I MA’Ê ME - Música: ALEJANDRO CUBILLA

I MA’Ê ME 

Música: ALEJANDRO CUBILLA

Letra: MANECO MORA

 

En mi vida atormentada

No pensé que encontraría

Mujer dulce y seductora

I ma'ême che añuava

 

Eres la luz divina

Virgencita adorada

De voz dulce y cantarina

Che korasô apytiha

 

Yo quisiera que el destino

En mi vuelque tu mirada

De amor puro y cristalino

Ha nendive ta gozá

 

Con solo verte mi cielo

Y tenerte junto a mi pecho

Esta vida ya desecha

Toikovemive yevy

 

 

LECTURA RECOMENDADA:

 

NIÑEZ EN LA CHACARITA

"LUSTRE" Y JUEGOS

Cuando le preguntamos cómo fue su infancia en ese barrio tan emblemático de Asunción, que en aquellos tiempos albergaba muchos artistas y gente que luego fue importante en el devenir histórico del país, don Alejandro no duda en decir que tuvo una "infancia linda, a pesar de las privaciones".

La familia vivió un tiempo en una casa de alquiler y más adelante, con mucho sacrificio, según cuenta don Alejandro, su padre pudo levantar una pequeña casa propia. "La hizo poco a poco" – relata ­"Porque el sueldo de músico de Banda era muy poco. Entonces para ayudarlo, los hijos empezamos a trabajar..."

El trabajo que los niños hacían era el que la mayoría de los niños de la zona realizaba: el de lustrabotas.

"Primero mi hermano mayor que se llamaba Víctor Ramón, se iba a lustrar zapatos a la Plaza Uruguaya y también a la Estación de Trenes. Después de Víctor, mi segundo hermano, Juan Pío, también continuó con el trabajo de lustrar en la misma zona".

Eso ayudaba un poco, porque las cosas en la casa no eran fáciles. La madre trabajaba todo el tiempo y atendía a las criaturas estirando como podía el exiguo sueldo de don Rogelio, que jamás dejaba de traer a la casa todo lo poco que ganaba.

"Luego de ésos dos hermanos mayores, yo también comencé a lustrar en la misma zona", cuenta Cubillas.

"Yo lustré también. Por mucho tiempo fui a la Plaza Uruguaya, la Estación, a San Roque, a toda la zona. Los mejores lugares, donde había siempre clientes eran la Plaza y la Estación de trenes, porque en ésos tiempos, había viajes internacionales de trenes que iban y venían de la Argentina. Había muchos que se hacían lustrar..."

Don Alejandro cuenta que él y sus hermanos se sentían muy bien, porque así ayudaban en la casa, aunque no fuera gran cosa el aporte, servía.

Además, relata que en ésos tiempos, los chicos que trabajaban en la zona del centro de la ciudad, especialmente los "lustrabotas", eran niños que tenían familia a la que ayudaban de esa manera. "Éramos muchos y todos conocidos de la Chacarita. "Trabajábamos para ayudar en la casa, pero no dejábamos de ir a la escuela. Además, teníamos una crianza muy buena en la casa, con nuestros padres. No había peligros ni vicios en las calles. No conocíamos cosas que ahora los chicos padecen en las calles. Todo era muy diferente. Simplemente nosotros, trabajábamos unas horas al día, lustrando zapatos y después nos íbamos a la casa, a comer, a la escuela a estudiar ... Nada de vicios ni de delincuencia. Eso no existía entonces..."

Alejandro, al igual que sus hermanos, iba a la Escuela regularmente. Y confiesa que fue un buen alumno, muy aplicado. "Todos estudiábamos y estábamos siempre bien limpios, bien arreglados y muy correctos. Mi madre en ese sentido era muy cuidadosa, muy exigente".

En la casa, la disciplina la marcaba su madre, doña Buenaventura. "Ella nos enseñó desde muy chicos a hacer un poco de todo. Ayudábamos en la limpieza, en la cocina, en todas las tareas de la casa. Mamá siempre decía que todos teníamos que aprender a manejarnos solos, aprender a hacer de todo, porque en la vida, decía ella, uno nunca sabe lo que le esperará y que había que saber hacer de todo".

La vida del niño Alejandro y sus hermanos y amigos de La Chacarita, estaba llena de privaciones: "Pero no nos faltaba el amor. Y tampoco la comida y la ropa limpia, gracias a que mi madre, se preocupaba por darnos el mejor trato".

Y en la calle, cuando llegaba la hora de lustrar, tampoco olvidaban que eran ante todo, niños. La sonrisa se le sube a la cara cuando se acuerda de aquellos tiempos:

"Andábamos todos juntos, de aquí para allá, como bandada de gorriones -recuerda el maestro- "con nuestros pantaloncitos cortos y el cajón de lustrar ... Pero nunca dejábamos de jugar. Teníamos nuestros juegos propios, además de los de todos los chicos de entonces. Porejemplo, me acuerdo que hacíamos apuestas para vera quién le iba a tocar atender al próximo cliente. Jugábamos a adivinar los números de las chapas de los autos que pasaban. Entonces, cada uno elegíamos un número de terminación o mayor o menor y así, el que acertaba la chapa siguiente, era el que iba a lustrar al próximo cliente.."

También recuerda otros juegos. "Cosas de chicos -dice el maestro -"Había un hombre que cada tarde, vendía bollos en la Plaza Uruguaya. Juntábamos monedas para comprar la mayor cantidad de bollos que pudiéramos y después, hacíamos un sorteo, haciendo papelitos con números. El que sacaba el número más grande, se llevaba todos los bollos. ¡Ganar los bollos era lo mejor! Cada uno que ganaba, los compartía con sus socios más cercanos!. La pasábamos muy bien, dentro de todo... Nos divertíamos a nuestra manera. Éramos inocentes"

De ese tiempo, don Alejandro recuerda especialmente sus habilidades para lustrar. "Todos nos esmerábamos mucho ¡Sacábamos brillo a los zapatos con todas nuestras fuerzas! Así teníamos clientes y la gente nos trataba bien y nos daba propinas"

Y no olvida decirme que muchos de sus amigos de toda la vida, con quienes se encontró siempre a través de los años e incluso compartieron sueños y desvelos juveniles, eran sus compañeros lustrabotas de entonces.

"Éramos como una hermandad", dice el maestro. "Con el tiempo, cuando ya éramos grandes, formamos el Grupo de Lustrabotas de Plaza Uruguaya y de la Estación". Solíamos encontrarnos y compartir.

Todos fuimos y somos amigos hasta ahora. Los que viven, seguimos hablando y recordando tiempos felices.."

"Yo nunca me avergoncé de haber sido lustrabotas. Al contrario, para mí fue y sigue siendo un orgullo. Siempre dije que mi nombre era Alejandro Cubilla, lustrabotas y músico, en ése orden. Toda la vida...­

Y como para que no queden dudas, insiste en que su infancia fue "Muy feliz. Muy feliz con mi familia y mis amigos. Yo era también un buen alumno en la escuela. Hasta tercer grado, entré a la Escuela "Pedro Juan Caballero"; después Cuarto y Quinto, hice en la Escuela "Brasil". Entonces, yo ya integraba la Banda de Músicos de la Policía, como aprendiz. Hasta quinto no más era la primaria..."

Entonces la memoria de don Alejandro se traslada a lo que era su barrio natal de entonces: "Podías andar tranquilo, sin ningún problema. La Chacarita era un barrio humilde pero de gente honesta y trabajadora. No teníamos luz eléctrica, pero cualquiera podía andar por la calle, sin temor. Nadie te molestaba. Después tuvimos luz, y tampoco hubo problemas".

"Con los años - explica- "vinieron gente de otros lugares, del interior, traída para la época de las elecciones, a vivir a la zona del Barrio Chino, sin trabajo ninguno, como arreados por los políticos... eso arruinó la zona y nunca más fue lo mismo. Hoy es un drama".

Y recuerda que además de músicos importantes como el propio José Asunción Flores o Arturo Pereyra, salieron de ese barrio populoso, muchas personalidades de todos los ámbitos: "De La Chacarita salieron muchos abogados, médicos famosos, personas de bien que aportaron lo suyo ... Era muy diferente todo".

 

 

Fuente:

ALEJANDRO CUBILLA – BIOGRAFÍA

(EL SAXO DE LA LIBERTAD – LIBRE COMO EL VIENTO).

Colección Homenaje a SALEMMA a notables artistas del Paraguay,

Tomo Nº 5. Por MARYCRUZ NAJLE.

 Salemma Editorial.

 Asunción – Paraguay 2009 (174 páginas)






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