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JUAN FRANCISCO PÉREZ ACOSTA (+)

  VIEJA FRATERNIDAD ARGENTINA – PARAGUAY - Por JUAN F. PÉREZ ACOSTA


VIEJA FRATERNIDAD ARGENTINA – PARAGUAY - Por JUAN F. PÉREZ ACOSTA

VIEJA FRATERNIDAD ARGENTINA – PARAGUAY

Por JUAN F. PEREZ ACOSTA

Buenos Aires – Argentina

1939 (133 páginas)



         A modo de pálido homenaje a la amistad argentino-paraguaya, que en tantas ocasiones y particularmente en estos días, ha tenido tan significativas exteriorizaciones con el brillante y cordial recibimiento dispensado por el Gobierno y el Pueblo de la Argentina al Presidente electo del Paraguay, General de Ejército D. José Félix Estigarribia, el autor de este opúsculo ha reunido en él algunas de sus colaboraciones que responden a este lema común: VIEJA FRATERNIDAD.

         Cumple con ello un anhelo personal suyo y satisface a la vez amables indicaciones de amigos argentinos y paraguayos.

         Su propósito no es otro que ratificar una tesis que ha sido norma constante y orientadora de sus ensayos, en esté orden de ideas, al poner de relieve que esas vinculaciones fraternales vienen desde los orígenes remotos de ambas nacionalidades y se manifiestan acentuadamente en el curso de su historia, completando así lo ya dicho en otra complicación reciente: Fechas y Emblemas patrios del Paraguay. Aún en los períodos críticos de la formación nacional de ambos pueblos, cuando esas vinculaciones parecían oscurecidas pasajeramente, no han faltado grandes figuras argentinas - un Alberdi, por caso - que se encargaron de combatir los factores adventicios que pudieran empañarlas.

         Dispersas las publicaciones del autor a este respecto en páginas fragmentarias, ojalá tengan reunidas el valor de una modesta ofrenda fraternal.


         Buenos Aires, julio de 1939.




UNA MEDIACIÓN HISTÓRICA


         Al Dr. LUIS S. CASTIÑEIRAS.     


SUMARIO: Presidentes argentinos en el Paraguay. - Urquiza y la independencia nacional. - Conflictos y mediaciones. - La cuestión con los Estados Unidos - Su origen y trascendencia. - Espectativa mundial y comentarios que sugiere. - El comisionado Bowlin y la cancillería fluminense. - La escuadra americana en el Plata. - La misión Urquiza. - Su séquito. - Alojamiento. - Otras misiones. - Crónicas. - Las conferencias. - Fracaso inminente. - Al borde de la ruptura y la conflagración. - Solución feliz. - El regreso. - Expresivas notas y agasajos. - Contrastes singulares. - Alto significado y proyecciones de esta mediación.


         Si la prensa ha de ser cátedra de fraternidad y mentora de la opinión, justo es que señale a los pueblos aquellos felices y memorables sucesos que los unen realmente en los hechos.

         En este sentido, nada mejor al conmemorar el aniversario del 9 de julio que empezar recordando las honrosas visitas que nuestro país ha recibido en distintas ocasiones y con diferentes motivos de muchos ilustres mandatarios que han regido los destinos de la República Argentina desde la caída de Rosas, empezando por el primero de ellos en esta lista de honor.

         Urquiza, de quien vamos a ocuparnos en esta ocasión; Derqui, su sucesor en la Presidencia; Mitre, quien, al igual que Belgrano, nos visitó primero como militar y después como diplomático; Sarmiento que terminó sus días entre nosotros, como el ministro argentino José Manuel Estrada; Roca, oficial en la guerra del Paraguay; Pellegrini, por dos veces, en la guerra y después; Quintana, como ministro negociador del arreglo de límites, y casado con ilustre dama paraguaya; Uriburu, Irigoyen y Justo, pudiendo agregarse el nombre de Dardo Rocha, gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Un singular destino parece haber traído hasta aquí a todos esos eminentes hombres públicos que han desempeñado la primera magistratura en la patria de San Martín.

         Pero ninguno de estos altos y autorizados embajadores del pueblo argentino ha tenido el extraordinario relieve del vencedor de Caseros, aparte de haber sido el único que ha venido en su carácter oficial de Presidente de la Confederación, en ocasión señaladamente memorable.

         Su posición personal, tan descollante, de suyo, en la política de la vecina república y en sus relaciones con nuestro país, le sindicaban desde luego a su consideración con caracteres propios. Bajo el gobierno de Urquiza, aliado al fin del Paraguay en su contienda con Rosas, se reconoció formalmente la independencia del Paraguay, en acta del 17 de Julio de 1852 y por ley del 7 de Junio de 1856, acontecimiento que fue acogido y saludado aquí con efusivas demostraciones de regocijo.

         Ya a raíz de aquella victoria, se había modificado en el Paraguay, por decreto del 1º de Enero de 1852, la fórmula de la salutación patriótica, por entonces obligatoria en todos los actos y documentos oficiales, suprimiéndose de ella la segunda parte ("¡Independencia o Muerte!") por considerar que ya no corría peligro bajo el nuevo régimen, signo cierto de una profunda modificación promisora en el ambiente internacional, con las nuevas y cordiales relaciones que ese acontecimiento abría en los destinos de estos pueblos.

         Ellos habían pasado por no pocos y graves conflictos, empezando por los mismos gobiernos de Asunción y Buenos Aires, lo que en 1846 había dado motivo a la amistosa oferta de mediación de los Estados Unidos, por intermedio de sus comisionados Graham y Brent, aceptada en 15 de septiembre de dicho año, pudiendo verse su extensa documentación en los diarios oficiales y periódicos de la época.

         Se había producido así mismo la mediación anglo-francesa en la guerra civil de federales y unitarios, como también la de los Estados Unidos después entre Mitre y Urquiza. Quiso el destino que los mediadores de 1846 se convirtieran en agresores en 1859, a consecuencia de la reclamación del ciudadano norteamericano Eduardo A. Hopskins y su compañía de comercio y navegación con los Estados Unidos y del disparo hecho por la batería de Itapirú sobre la "Water Witch", hechos bien conocidos y ampliamente documentados que originaron una fuerte reclamación pecuniaria, estimada en un millón de dólares, incluyendo diez mil para la familia del marinero muerto a bordo.

         Las incidencias de esta reclamación motivaron que el presidente Buchanan pasara los antecedentes al Congreso de la Unión, el cual autorizó a exigir las indemnizaciones y satisfacciones del caso, en apoyo de las cuales se resolvió enviar al Paraguay, como también es sabido, una respetable fuerza de mar y tierra compuesta de 18 buques con 191 cañones, 257 oficiales y 2700 hombres, al mando del comodoro William B. Schubrick, para apoyar las gestiones del comisionado especial Mr. James J. Bowlin, a quien servía de secretario el doctor. Samuel Ward.

         Gran espectativa causó en todo el mundo la noticia de semejante demostración de fuerza, no sólo por la importancia de sus elementos y la alta posición internacional de quien los enviaba, sino también por la ingrata experiencia de este género de reclamaciones en forma de cobro compulsivo que ha agitado siempre la opinión de todos los pueblos débiles y de los tratadistas de derecho internacional originando la doctrina argentina Drago.

         La cuestión afectaba, además, grandes intereses de vecindad, de neutralidad, de buena armonía y hasta de solidaridad racial. "Nunca mejor que ahora -dice una publicación oficial del Paraguay de aquellos días- se hace necesaria una solución para saber si contamos con muchos o con pocos enemigos".

         "L’Union Etrangére", periódico francés, que se publicaba en Buenos Aires llegó a decir al respecto lo siguiente: "Con ocasión de esa cuestión del Paraguay que interesa a toda la América del Sur, ha llegado el caso de formar un Congreso de todos los estados de la América del Sur para examinar los fundamentos de la reclamación, naturaleza de las ofensas sufridas por el pabellón estrellado, y llegar por vías pacíficas y conciliatorias a terminar un asunto que a pesar de tener las apariencias de poco grave en el fondo, puede muy bien ser un pretexto para arraigar el poder norteamericano en un territorio codiciado ha largo tiempo".

         La "Revista Española y Americana" escribió lo siguiente: "Respecto a la cuestión de los Estados Unidos con el Paraguay, exceptuando algunos pocos visionarios, el público de Buenos Aires y su gobierno reconocen que puede traer malos resultados; si en Estados Unidos cualquier ciudadano a pretexto de exigir indemnización y pedir reparación de agravios, casi siempre exagerados, puede obtener soldados y buques, cada día y en todas las Repúblicas se verá llegar negociantes armados... Hoy se da el primer paso: mañana si los indios del Chaco hostilizan a un buque americano y el Presidente de la Unión quiere aumentar su popularidad autorizará a una sociedad anónima para que vaya a colonizar y explotar el territorio, sin cuidarse de los derechos de la Confederación... Con el pretexto de que el gobierno argentino no puede garantizar el comercio, otro día los americanos pretenderán explotar y asegurarlos ríos interiores... En Panamá y otros puntos, hemos visto cosas peores".

         En los mismos Estados Unidos que sentían las agitaciones precursoras de la ya próxima guerra de secesión, la opinión estuvo dividida al apreciar estos hechos y así, el "New York Dispatch", publicó un artículo de censura bajo el rubro de "El misterio de la doble misión británica" en que se leen párrafos como estos: "Echando una mirada hacia los fatales designios que abrigamos respecto a Cuba, Haití, México y la América Central, ningún gabinete extranjero puede pensar de otra manera. (Aludía a un juicio de lord Palmerston, sobre la política de la Casa Blanca). La inclasificable contradicción de abandonar todas nuestras más cercanas y mucho más importantes injurias en nuestra propia casa, de desinteresarnos por las mismas, dirigiéndonos más de mil millas río arriba en el lejano Paraguay con el objeto de hacer la guerra a causa de un solo tiro de errada puntería de un pequeño fuerte de barro, en el interior de un país con el que tenemos muy escasas relaciones, es una parte del misterio de esa embajada de dos cabezas en Washington (aludía a Mr. Ousleys). Inglaterra tiene algún comercio en dirección al Paraguay y desea aumentarlo; mas si el hermano Jonhatham tiene voluntad de tomar el trabajo y el odio de abrir a viva fuerza esos ríos para los comerciantes británicos, Folin Bull y Burkis no se opondrá... Inglaterra nos ofrece tomar a Cuba con tal que paguemos la deuda de España y que tomemos sobre nosotros la peligrosa responsabilidad de arreglar las consecuencias con España y con Francia".

         Tal era el estado del espíritu público y hasta la alarma general existentes cuando el Presidente Urquiza se decidió a venir al Paraguay como mediador en este sonado conflicto.



         Era lógico que, dado el estado embrionario y de continuas discordias internas y amenazas exteriores en que vivían estos países nuevos, infantes entonces en la vida propia, rodeados de peligros y continuas acechanzas de las mismas cortes europeas, la extrema resolución del gobierno de los Estados Unidos, como la importancia y posición excepcional del estado reclamante, unido a lo extraordinario de sus medidas, originaran no sólo honda y general expectativa, sino verdadera preocupación, en los países sudamericanos. Una publicación oficial asuncena de esos días decía: - "La noticia no podía ser más apremiante. De ella deducimos que las pretensiones han de ser prontas, ejecutivas y además provocativas".

         Al pasar por Río de Janeiro el comisionado norteamericano, con su flota, la cancillería fluminense intentó ya una mediación con resultado negativo, lo que contribuyó a dar un carácter más grave aún al asunto. El gobierno del Brasil, no lo abandonó por eso y, por el contrario, redobló su interés y lo siguió hasta Asunción donde, precediendo a aquél, llegó sin demora un enviado plenipotenciario a renovar la formal oferta de su mediación

         Mr. Bowlin con su secretario Ward, llegó a Buenos Aires en el buque insignia del comodoro Schubrick, con la vanguardia de la escuadra, compuesta del "Fulton", comandante Juan J. Almy, el "Harriet Lane", comandante Africano, bergantín "Rainbridge", comandante "Reushaed, id., "Dolphin", comandante Steadman, bergantín "Perry", incorporado allí así como la ya famosa "Water Witch" (bruja del agua) comandada por el comisionado especial, capitán Tomás Jefferson Page, ascendido después a comodoro. (Un hijo de éste, el capitán Juan Page murió después explorando el Pilcomayo al servicio del gobierno argentino, en busca de una comunicación fluvial con Bolivia. En dicha exploración acompañábale un hijo suyo, el distinguido oficial de la marina argentina, Franklin Nelson Page).

         El conflicto iba entrando en su periodo álgido. Ya en otras ocasiones se habían presentado escuadras extranjeras en él Río de la Plata en son de guerra, como la francesa en 1838 y la inglesa en 1.806 y 1807, pero habían sido rechazadas y no llegaron a penetrar en el Paraná. Si en 1845 lo logró la escuadra anglo-francesa, fue aliada con los enemigos de Rosas y en cierto modo con la anuencia y apoyo de los mismos interesados. Y si en 1855 una fuerte escuadra brasileña al mando de Ferreira de Oliveira remontó también dicho río hasta Corrientes, como la norteamericana, tuvo que detenerse en las Tres Bocas ante la categórica intimación del gobierno paraguayo.

         ¡Olas soberbias, ambas, venían a morir mansamente en estas playas lejanas!

         La expedición norteamericana era de un carácter nuevo, para todos, y aun cuando el Paraguay había tenido cuestiones y rozamientos con el Brasil y la Argentina, estos países en realidad no podían mirar impasibles el curso de esta peligrosa avalancha, que, en carta, de Buenos Aires publicada entonces aquí, se equiparaba nada menos que a las célebres invasiones inglesas. El "Correo del Plata", de Montevideo, hasta llegó a hablar de inteligencias secretas del gobierno de Buenos Aires con los expedicionarios para subyugar al Paraguay. Tal fue la alarma que produjo.


         Surgió entonces como medida salvadora de todos los intereses comprometidos, la oferta de intervención personal del Presidente de la Confederación ante el nuestro. "Urquiza, sagaz y previsoramente inspirado, enérgico, resuelto a salvar al Paraguay y a su propia patria, de incalculables peligros futuros", llamó urgentemente a su residencia en Concepción del Uruguay al brigadier general don Tomás Guido, ex ministró en Río y en el Paraguay donde ya había actuado en ocasión del reconocimiento de su independencia dejando muy buen nombre y gratos recuerdos, a fin de acompañarlo en carácter diplomático en su proyectado viaje. Guido partió de Buenos Aires al 18 de diciembre y trasladados a Paraná, capital de la Confederación, tuvo una primera entrevista ya allí, el 11 de enero, con Mr. Bowlin a quien conoció en la legación francesa. El mismo día el vicepresidente en ejercicio, Del Carril, nombró a Guido plenipotenciario en la Asunción y se expidió el decreto autorizando al Presidente Urquiza para interponer sus buenos y prestigiosos oficios ante su colega del Paraguay y trasladarse en caso necesario hasta la Asunción.

         Acerca del carácter de su misión, Urquiza en su informe oficial lo explicó en los términos siguientes: "El señor Comisionado, expresó que sus instrucciones no le permitían aceptar la mediación oficial que se disponían a ofrecer los plenipotenciarios del Brasil y de la Confederación, si bien en obsequio de la conciliación y en tributo de especial consideración a mi persona, aceptaba la única intervención personal de mis buenos, francos y desinteresados oficios, y que al efecto se abrirían conferencias preparatorias confidenciales con objeto de buscar los medios de una transacción", cuyo resultado esperaría la escuadra a las puertas del Paraguay.

         Entre tanto, por decreto del 14 de diciembre de 1858, don Carlos Antonio López había delegado el mando en su antiguo ministro de Hacienda don Mariano González que quedó nombrado vicepresidente de la República, por haber aquél acordado visitar personalmente al ejército nacional, y partió al sur. Se convino que la entrevista de ambos presidentes se efectuaría en la ciudad de La Paz o en todo caso; en Corrientes, mas habiendo aquél regresado de Humaitá a la Asunción ante la noticia de la aproximación de la escuadra norteamericana, Urquiza que el día 12 de enero, a las 9 y 30 a. m., se había embarcado con su séquito en uno de los vapores paraguayos de la carrera Montevideo-Buenos Aires-Asunción, resolvió seguir viaje hasta esta capital, aun dejando pendientes sus graves atenciones.


         He aquí cómo uno de sus acompañantes describe su llegada al primer puerto paraguayo:

         "El día 15 fondeamos en Humaitá, donde numerosos soldados trabajaban descargando piezas de artillería de a 18 y sus cureñas, para montarlas en batería. Un ayudante del Estado Mayor vino a bordo a saludar al Presidente en nombre de su jefe y ofrecerle sus servicios. Una batería de 17 piezas de artillería volante y una banda de música, formaron en línea frente al puerto para hacer los honores a S. E. El viaje continuó a las 7 de la tarde. En el acto de moverse el vapor una salva de artillería y la música saludaron al Presidente.

         No obstante, su repentina llegada a la Asunción el día siguiente domingo por la noche, fue una verdadera sorpresa que tomó desprevenido al mismo previsor don Carlos quien no lo esperaba tan pronto.

         Refiere un testigo autorizado que el chasque que salió de Humaitá no llegó a tiempo a la Asunción a causa de un accidente, y el Presidente López ignoraba completamente la aproximación de Urquiza que había precipitado su viaje, y fue sorprendido con la noticia de hallarse ya en la bahía. El capitán del puerto pasó momentos después a saludar al mandatario argentino. A las 11 y media el ministro de Relaciones Exteriores, don Nicolás Vázquez, llevó un saludo del señor López y a las 12 y media fue también a bordo el general Francisco Solano a saludar también a Urquiza.

         "Desde muy temprano varios otros ciudadanos fueron también a bordo y a las 8 y media de la mañana dos coches y una escolta de honor esperaban en la plaza el desembarco. Los huéspedes fueron conducidos a su alojamiento, casa de Saguier.

         "Una vez allí el Presidente del Paraguay don Carlos Antonio López, de gran uniforme acudió a visitar a su colega argentino, y éstas fueron sus primeras palabras de saludo: "Este día, señor Presidente, es de grande honra para mí y de gloria para la República". Siguieron luego las presentaciones del caso y mediaron cumplimientos de delicadeza recíproca. Se habló también en dicho acto de la misión del ministro Amaral, llegado poco antes para proponer la mediación del Brasil en el mismo asunto.

         "El día siguiente a las 8 y media de la mañana la carroza del señor López estaba a la puerta del alojamiento del general Urquiza con una escolta a su disposición... Una guardia de 20 hombres y un oficial hacía los honores al ilustre huésped".

         Por su parte, el órgano oficial del gobierno paraguayo, en un alcance especial a la edición ordinaria, hizo la siguiente descripción:

         "El domingo (16 de enero) a las diez y media de la noche fondeó en este puerto el vapor nacional "Salto de Guaira", de regreso de Buenos Aires, conduciendo a su bordo al Excmo. señor Presidente de la Confederación Argentina general don Justo J. de Urquiza, su apreciable señora, uno de sus hijos menores, con la comitiva correspondiente a su elevado carácter. (Comandaba dicho barco el entonces teniente Remigio Cabral, con los oficiales José Toribio Pereira y José Espora). Al día siguiente pasó a la morada del señor Presidente de la Confederación el de la República a saludarlo y darle la bienvenida. La visita no ha sido breve (agrega el articulista oficial, dando a entender que se trataron importantes asuntos).

         "El martes el señor Presidente Urquiza correspondió con iguales demostraciones de atención al señor Presidente López a quien visitó con alguna detención en su casa particular.

         "Entendemos - agrega aquél - que el señor Presidente Urquiza ha venido solamente a conocer personalmente a nuestro Gobierno: a estrechar las buenas relaciones que felizmente subsisten entre los dos países, y con tal motivo a ofrecernos su poderosa mediación -entre la República del Paraguay y los Estados Unidos a evitar si es posible la guerra que esperamos de un día a otro. En efecto: se halla ya en Corrientes parte de la escuadra norteamericana compuesta de seis buques de guerra, a saber tres vapores y tres de vela. Sabemos que allí está el comisario que nos trae el ultimátum de que hemos hablado otras veces y que anunciaba seguir de Corrientes el 20 de tarde.

         "Hemos oído que el señor Presidente Urquiza regresará pronto a causa de sus graves atenciones en la capital provisoria de la Confederación. Mucho sentiremos que tenga lugar su partida antes del arribo de dicho comisario a estos puertos, no obstante lo cual, esperamos que S. E. el señor Presidente de la Confederación hallará medios de interponer oportunamente su mediación".

         Componían su distinguido séquito, a más del enviado extraordinario, general Guido, guerrero de la independencia y diplomático distinguido, el doctor Benjamín Victorica, diputado, el canónigo doctor Juan José Álvarez, capellán, Deán de la Catedral de Paraná y ex presidente de la Cámara de    Diputados en el Congreso de la Confederación, el doctor Ángel María Donado, cirujano mayor del ejército y médico particular de Urquiza, doctor Eduardo Guido, secretario de la legación, coronel Ricardo López Jordán, Juan Coronado, oficial mayor de la Secretaria de Guerra, coronel Juan N. Serrano y teniente coronel Juan Ramón Nadal, la señora de Urquiza, doña Dolores Acosta y uno de sus hijos menores, una escolta de 10 hombres de caballería, 12 ordenanzas y varios sirvientes.

         Acompañaba también al Presidente argentino el Cónsul del Paraguay en Paraná, don José Rufo Caminos.

        

         Una vez en la Asunción, -dice su biógrafo Julio Victorica, - "fue alojado con toda su comitiva en una de las más hermosas casas de la ciudad" (que fue ocupada después por la legación norteamericana y es el actual local del Instituto Paraguayo), edificio descripto después por Mastermann en los términos siguientes: - "El señor ministro (Washburn) estaba alojado, dice, en una gran casa en la plaza vieja de la Asunción, lugar bastante espacioso para servir de cuartel. En efecto, agrega, hubo época (¿Misión Urquiza?) en que cincuenta personas vivían en ella cómodamente y caso necesario habrían cabido otras tantas en los cuartos... Ocupaba la casa todo el costado de la plaza (que ya no existe); tenía un espacioso jardín en el centro (tampoco subsiste); un enorme aljibe (que existe todavía) y almacenes capaces de llenar inmensos depósitos". Después el mismo Washburn tuvo alojados allí gran número de asilados y en tiempo más recientes fue sucesivamente escuela, cuartel de guardia nacional y otras dependencias. Propiedad de don Carlos Saguier, influyente comerciante, López, conla premura del caso le pidió que desocupara en el día el negocio que allí había y un batallón se encargó incontinenti, esa misma noche de la llegada, de despejarlo manu militari para alojamiento de la embajada argentina. (Es el edificio de la calle General Díaz y 15 de Agosto).

         Según documentos inéditos compulsados para este resumen, a don Carlos Saguier se abonó al día siguiente del regreso de Urquiza la cantidad de 375 pesos metálicos con dos reales e igual suma en billetes, por los gastos ordinarios que tuvo en su asistencia, durante los días de su estada y a Bautista Isasi, otra cantidad para diversos obsequios al mismo y a su comitiva, a su regreso.

         Por su parte, en su informe oficial de 5 de febrero, del Presidente Urquiza a su gobierno, dijo lo siguiente con referencia a su recibimiento:

         "E1 16 llegué a la Asunción, donde he sido recibido y hospedado con toda consideración y amistad. Recomiendo a la estimación de V. E. y del país la manera deferente y obligante con que he sido tratado por mi ilustre amigo el Presidente del Paraguay. Yo reconozco en ello para el pueblo y el gobierno argentino una deuda de fraternidad y gratitud hacia el gobierno y pueblo paraguayo.

         "Desde luego me dediqué a disipar del ánimo del señor Presidente López las aprensiones producidas por la alarma de intencionales informaciones y de vociferación siniestras de cierta parte de la prensa. El gobierno del Paraguay estaba enérgicamente decidido a una resistencia heroica; una reunión considerable de elementos militares se había hecho para defender hasta el último trance la dignidad del país.

         "El inmenso poder de la Unión Americana debía encontrarse con la fuerza de voluntad de un pueblo y de un gobierno altivo de sus fueros nacionales. Permítaseme expresar a V. E. que el aspecto de esa guerra ha conmovido mi corazón profundamente: temblé por la suerte de ese pueblo inocente, temblé por el porvenir de estos países nacientes a la vida política y al progreso, el comercio y la industria perturbados por esa guerra internacional".


         La excepcional embajada argentina del teniente general don justo José de Urquiza, Presidente de la Confederación, y el ministro plenipotenciario del mismo gobierno, brigadier general don Tomás Guido, no fueron las únicas misiones diplomáticas que en esos memorables días llegaron a la Asunción con motivo del mentado conflicto. Precediéndolas en el teatro del futuro encuentro diplomático, había anclado ya (el 10 de enero) el buque de guerra brasileño "Araguay", al mando de Francisco José Coelho Netto, conduciendo en carácter de ministro residente de S. M. el Emperador del Brasil a don José Joaquín Tomás do Amaral, comendador de la orden de la Rosa y de la de Francisco I de Nápoles, quien en 14 del mismo mes ya había presentado sus credenciales. Un comentario oficioso al respecto dijo: "Quedamos pendientes y ansiosos de conocer el objeto de esta misión que en vista de las circunstancias en que nos encontramos no ha de dejar de ser interesante". El ministro Amaral permaneció aquí hasta el fin de las negociaciones y el regreso de los norteamericanos.

         El 18 de dicho mes arribó también a la Asunción otro cañonero brasileño -"Amambay" -; y el mismo día el buque de guerra "Bisson", comandado por Ernesto Mouchez, conduciendo a bordo a Mr. Lefebvre de Bécourt, enviado extraordinario y plenipotenciario de S. M. el Emperador de los franceses, cuyo gobierno tampoco podía desinteresarse de este nuevo conflicto. El ministro francés regresó el 10 de febrero, después de zanjada definitivamente la cuestión. Se hospedó en el consulado francés a cargo del conde de Broissard.

         Era el tercer viaje del "Bisson" al Paraguay.

         En fecha 21 arribó el "Fultón", buque insignia de la división norteamericana, con el alto comisionado Mr. Bowlin y el almirante Schubrick.

         Era Mr. James J. Bowlin "hombre de luces, de noble aspecto, penetrante y grave, juez integérrimo de los Estados Unidos donde alcanzó alta reputación en el foro. Venia como juez, título a que los más distinguidos americanos aspiran como la recomendación suprema de todas las excelencias morales, y diplomático que representa la fuerza altanera, subordinando, sin embargo, sus actos a las inspiraciones de la justicia".

         El almirante William Brandford Schubrick había actuado en la reciente guerra de Norte América con Méjico y comandó después las fuerzas navales en el Pacífico. El comandante del "Fulton" John Hay Almy tomó parte también en la guerra de Méjico y en la de secesión, y después fue comandante de la escuadrilla del Pacífico y ascendido a comodoro.


         Están ya todos en la Asunción, y con todos ellos tenía que habérselas el Presidente don Carlos Antonio López, "empecinado, intransigente, con su criterio noble y patriótico, sin la flexibilidad necesaria para sacar ventajas a la fuerza, confundiendo los medios, porque quiere que triunfe su indiscutible derecho, con el absolutismo de su despótico sistema".

         Es de suponer la enorme y súbita transformación del ambiente político y social de la ciudad de las "quedas" en aquellos agitados días con la presencia de la embajada argentina y de cuatro misiones diplomáticas conexas, con la bahía llena de buques de guerra nacionales y extranjeros, con la inmensa expectativa pública de todo el continente que en esos instantes tenía fijas sus miradas en este escenario, con el desfile de las recepciones oficiales y el cruce continuo de carruajes de gala, de escoltas, de plenipotenciarios y de personajes extraños, con la sucesión ininterrumpida de día y de noche de sus reuniones, conferencias y visitas de cortesía, y el pintoresco aspecto de un mundo de curiosos que hacia cortejo permanente agolpado frente al alojamiento de Urquiza y su comitiva, llenando la plaza vieja y los edificios de sus inmediaciones y contagiada del bullicio de aquel verdadero enjambre diplomático.

         Sin posibilidad de encuadrarlo en este rápido bosquejo, cuyo material bien podría formar un libro, cabe imaginarse el también extraordinario e inusitado movimiento que debió tener la capital paraguaya en aquellas horas febriles con la llegada simultánea de tan caracterizados huéspedes que venían a romper de golpe su habitual silencio, cuando aún en nuestros tiempos tales sucesos dan lugar a lucidos actos sociales y demostraciones oficiales y populares.

         Agréguese a ello el hondo sacudimiento que haba causado el anuncio de la expedición y el esmero desplegado en agasajar dignamente a tan honrosas visitas, y se tendrá una impresión aproximada del cuadro de conjunto.

         Contribuiría asimismo a dar relieve y movimiento a la escena la importante compañía lírica que por entonces actuaba en el viejo Teatro asunceno, digna de una mención más detenida en los apuntes sociales de la época.

         Así en un intervalo de las negociaciones, refiere uno de sus acompañantes que la noche del día 20 el general Urquiza concurrió al Teatro con su señora y parte de su comitiva, habiendo sido conducido en el carruaje del Presidente, y con su escolta. También con escolta y en coche de seis caballos visitó el paseo público inmediato a la Recoleta, en compañía del ministro Guido, su señora y capellán de honor. También recorrió los arsenales y astilleros donde se trabajaba activamente en importantes construcciones navales y militares. En vísperas de su regreso le saludó, en su alojamiento una gran retreta nocturna en son de manifestación popular encabezada por una banda de música militar. Los domingos concurría con el general Guido, su capellán y su comitiva a la misa en el antiguo templo de la Encarnación, prosiguiendo después sus visitas oficiales.

         El 29 de enero hizo su viaje de ensayo el "Río Apa" construido en nuestros astilleros.

         Y para que en la crónica de estos sucesos no faltase la nota necrológica, cabe mencionar que en esos mismos días, el 16 de enero, falleció el obispo don Basilio, hermano del Presidente López, congregándose toda la sociedad asunceña en sus exequias, circunstancia que impidió la realización de un gran baile oficial en honor de Urquiza. Hubo después una recepción danzante a bordo del "Fulton".

         Y tras esta digresión incidental, para dar una ligera impresión del ambiente, entremos de lleno a las conferencias que constituían el objeto especial de la misión, seguidas muy de cerca también por el representante del Brasil, y el ministro de Francia y demás representantes extranjeros.

        

         En la primera visita de Urquiza, a López, después de mutuos y afectuosos saludos, le informó de las pretensiones norteamericanas; entre las que había algunas indeclinables como las reparaciones a las ofensas, indemnización a la familia del timonel de la "Waterwitch" y libre navegación del Pilcomayo según el tratado de Estados Unidos con Bolivia, y otras discutibles como indemnización pecuniaria por perjuicios a Hopkins y su compañía; acentuando el segundo su resolución "de no transigir si no quedaba a salvo su honor y el de la República: agregando que si los invasores le aniquilaban un ejército, le reemplazaría con otro y haría el último sacrificio por no dejarse humillar".

         En la misma entrevista se tocaron también varios otros puntos como ser las cuestiones de límites, la política en el Plata, la alianza ofensiva y defensiva del Paraguay con la Confederación, la misma sucesión de Urquiza, los trabajos exteriores contra éste de que el Presidente paraguayo se mostró bien informado, y, otros asuntos secundarios.

         En los días subsiguientes y en nuevas entrevistas oficiosas con el ministro argentino, se siguió hablando de la cuestión de límites, antes de entrar en la mediación con resultados tan contraproducentes e inesperados que las negociaciones hubieron de quedar rotas, suspendiéndose a causa de sus ingratas incidencias la presentación de las credenciales del ministro Guido y anunciando Urquiza su próximo regreso, incidente a que alude, sin duda alguna, el suelto del órgano oficial ya transcrito. En eso llegó el comisionado norteamericano quién presentó sus credenciales en audiencia solemne, en compañía del comodoro, su secretario y una brillante comitiva de la oficialidad del "Fulton". Terminado el acto visitaron a Urquiza "mostrándose muy satisfechos de su recepción oficial".

         Al día siguiente, a igual hora, después de nuevas y largas entrevistas preliminares, el general Guido presentó también las suyas en acto público y con el mismo lucido ceremonial. "El Presidente, dice, me recibió teniendo a su lado los ministros de Estado, su hijo el coronel don Venancio (mayor de plaza) y tres coroneles más. Recibí una contestación honrosa, presenté a mi secretario y concluido el acto se me invitó a quedarme, retirándose los ministros, jefes, asistentes y mis acompañantes".

         Cupo al general Guido secundar eficazmente la mediación oficiosa de Urquiza y poner término definitivo a las nuevas incidencias que surgieron con Mr. Bowlin después del regreso de aquél, suscribiendo el arreglo definitivo, de que se hablará en otra oportunidad. Resta sólo dar algunas notas finales, pertinentes a la importante misión del mandatario argentino.

         Las negociaciones, dice otra crónica, fueron difíciles, laboriosas y, puede agregarse, complicadas, a tal punto que llegó un momento en que se dieron por definitivamente fracasadas debiendo retirarse al día siguiente los americanos y regresar también Urquiza. Sin embargo, encargó éste al doctor Victorica hacer una última tentativa ante López y después de sostener una discusión que duró desde las diez de la noche hasta las dos de la mañana, quedaron conformes, al parecer, en las bases de conciliación que ya había aceptado la otra parte.

         No obstante, prosigue esta relación, al día siguiente López trató de modificar algo su proyecto. Urquiza que en ese momento celebraba en un almuerzo con toda su comitiva la paz alcanzada después de tantos esfuerzos, no pudo contenerse, y en presencia del enviado de López (el cónsul Caminos) prorrumpió en tales amenazas y hasta injurias contra el Presidente paraguayo, que los testigos de esta escena estaban asombrados, no habiéndolo visto nunca en un estado de irritación mayor. Dijo, entre otras cosas peores, que inmediatamente saldría del Paraguay para volver con el ejército argentino y hacerle sentir a López el empuje de su danza".

         "Así despachó al emisario que, aterrado, poco a poco había retrocedido hasta colocarse cerca de la puerta de salida. El general Urquiza no había nacido para diplomático y cuando se irritaba hasta ese grado no oía observaciones ni medía sus palabras. Sus amigos que lo sabían se contentaron con esperar el desenlace, que preveían no muy agradable para ellos, pues sabían que se encontraban a merced de un gobernante como López, acostumbrado a hacer su voluntad y a quien hasta entonces nadie se le había atrevido dentro de su formidable guarida".

         Este acudió en el acto al local de la embajada con escolta de coraceros, reciéndolo el doctor Victorica y el coronel López Jordán, mientras Urquiza con sus pistolas cargadas se paseaba a lo largo del salón. Siguióse una escena, violenta al principio, que, para bien de todos, terminó cordialmente, llegándose a un completo acuerdo y desvaneciéndose esa pasajera tormenta de verano, que, infelizmente, los sucesores de ambos protagonistas volvieron a agitar, más tarde.

        

         Por su parte, el representante del vecino Imperio insistía en tener injerencia, a lo que manifestó Urquiza que en su carácter de Presidente de la Confederación no le era dado compartir con aquél su tarea de mediador, y, en todo caso, sólo podría hacerlo con el jefe de dicha nación.

         Como no podía retardar ya su regreso, si aquel día no se llegaba a un acuerdo, el comisionado norteamericano empezaría a poner en ejecución sus estrictas instrucciones. Todas estas incidencias, renovadas aún después del regreso del mediador, al aumentar la nerviosidad y el interés de las negociaciones, lo mantuvieron vivo hasta la firma del arreglo final; multiplicándose las entrevistas, consultas y conferencias entre las diversas personas que en ellas intervenían. La relación de dichos actos demandaría muchas páginas.

         Urquiza con su señora y otras personas retribuía a López su visita en su domicilio. Después de hablar ratos a solas, se presentaron ambos del brazo, y dijo éste a la concurrencia que los aguardaba en la sala: -"Ya tenemos paz, merced a los oficios y consejos de mi buen y grande amigo el general Urquiza: todo está concluido", anuncio confirmado por éste en los siguientes términos: -"Sí, tenemos paz porque V.E. ha comprendido que el promoverla es el primer deber de los que estamos encargados de los destinos de un pueblo. La guerra es el último y más funesto arbitrio a que puede apelarse, y esto de acuerdo siempre con los intereses y con la voluntad de la nación. No trabajamos para nosotros, sino para nuestros hijos, para la generación que ha de sucedernos. Asegurarles una patria tranquila y feliz es el más rico patrimonio que podemos dejarles". - ¡Todavía son de actualidad estas palabras!


         Acerca de los resultados de su mediación, el presidente Urquiza se expresó en su informe en los siguientes términos:

         "Para deponerla enteramente ante mi patria, me jacto de la gloria de haber contribuido eficazmente a evitar la guerra entre dos naciones hermanas. Me complazco en anunciar a V. E. que me ha cabido la fortuna de presenciar el arreglo de bases convenientes y honorables entre el Excelentísimo señor Presidente del Paraguay y el Excmo. señor Comisionado del gobierno de los Estados Unidos... Tan próspero resultado eleva al gobierno argentino en la consideración de los pueblos libres estrechándolo en amistad con el coloso de América cuyas instituciones nos sirven de ejemplo y de cuya influencia y estímulo necesitamos en nuestra naciente vida y nos es honroso reclamar; tan próspero resultado nos estrecha en lazo eterno de fraternidad a nuestra inmediata hermana del Paraguay, ligada a nosotros por comunidad de intereses, de origen y de destino".

         Urquiza con su comitiva emprendió el regreso el martes, 1° de febrero, a las 8 y 10 p. m., en el vapor de guerra nacional "Tacuarí" que comandaba el capitán de fragata don Pedro Ignacio Meza.

         "El Excmo. señor Presidente de la República (dice un relato de la época) pasó en su coche a las 4 de la tarde acompañado de su apreciable hija la señorita Rafaela de López a la morada del Excmo. señor Presidente de la Confederación Argentina a conducirlo con su estimable señora hasta el muelle. Allí se despidieron SS. EE. con un abrazo, mientras llegaba el bote a llevar a bordo al señor Presidente Urquiza con su respetable señora y comitiva. También acompañaron a S.E. el señor general ciudadano Francisco Solano López y el coronel ciudadano Venancio López, y se despidieron cuando el vapor se puso en marcha.

         "Otros dos coches han conducido a la comitiva. Acompañaron a S. E. las autoridades civiles y militares. Un inmenso gentío cubría la ribera. La batería del Olimpo anunció con 21 tiros la despedida de S. E. y el "Tacuarí" al recibirlo a bordo disparó 21 cañonazos".

         El ministro Guido anotó al respecto lo siguiente: -A las 4 el Presidente López, de gran uniforme, y su hija en la carroza de estado, seguidos de un carruaje de reserva con una brillante escolta de caballería, vinieron al alojamiento del general para acompañarlo hasta el embarcadero. El general don Francisco Solano López, su hermano el coronel mayor don Venancio López, los ministros de Relaciones Exteriores y de Hacienda, varios jueces de paz y ciudadanos distinguidos, a pie y a caballo, formaban parte del acompañamiento. A las 4 y 30 el Presidente López, su hija, el general Urquiza y su esposa ocuparon la carroza, y el general López, el ministro argentino y el capellán de honor del general, el segundo coche.

         "Llegados al muelle, ante un inmenso gentío que cubría la ribera, se acercó la falúa que debía conducir a los huéspedes. Se abrazaron ambos Presidentes, y el general partió acompañado por su señora, el ministro argentino, el secretario de la legación don Eduardo Guido, los hijos del señor Presidente López y dos oficiales de marina. Al entrar el general a bordo del "Tacuarí", una salva de artillería de la batería del puerto lo saludó. Media hora después el vapor rompió su marcha bajo una salva del mismo al general, saludado también por la tripulación del "Fulton" en alarde de guerra, y una banda de música. La tarde era de las más deliciosas del trópico en la estación de verano, y después de una lluvia que había refrescado la atmósfera. El Presidente López se mantuvo en el muelle hasta el regreso de la comitiva que había acompañado al general, y después de despedirse del ministro argentino, volvió a su palacio.

         "Dos horas después, prosigue, visitó al Presidente, y pasamos revista a los acontecimientos de los últimos días S. E. pareció satisfecho y debía estarlo. Enseguida visité a su señora, y después al ministro de Francia, en cuyo alojamiento se hallaban el cónsul de aquella nación y el de Inglaterra. Así acabó este día memorable en los anales del Paraguay y honroso en la historia de la República Argentina, cuyo primer magistrado vino en persona a salvar a un Estado amigo de los estragos de una guerra inminente".

         Al día siguiente, a su paso por Humaitá, el ilustre viajero recibió nuevos agasajos: habiendo bajado a tierra, fue saludado por el jefe de la plaza cuyo recinto recorrió hasta el sitio de las nuevas baterías viendo parte de sus extensos atrincheramientos y fortificaciones artilladas, y dirigió una vibrante alocución patriótica a la guarnición. Al partir, la legión de artillería a caballo le despidió con otra salva de honor.

         A las 5 p. m. el "Tacuarí" fondeó en Corrientes, donde al día siguiente, 3 de febrero, tuvo lugar un solemne tedeum, al que asistió Urquiza con su comitiva y la oficialidad de la escuadra norteamericana, celebrando el satisfactorio arreglo de la cuestión y al mismo tiempo el aniversario de Caseros. Urquiza siguió hasta Concepción del Uruguay en el mismo vapor de guerra paraguayo.


         Ajustadas las bases del convenio que no podía ser más honroso para ambas partes, se cambiaron entre los negociadores todos que en la intervinieron las más expresivas notas, especialmente entre Urquiza, López y Guido y entre éstos y el comisionado americano. En bando especial y solemne, profusamente impreso aquí, publicó en su día "este feliz acontecimiento", en medio de nuevas salvas del "Fulton" y de tierra, iluminaciones y grandes paseos, nocturnos con varias bandas de música.

         Antes de partir de Asunción, Mr. Bowlin dirigió a Urquiza una honrosa nota de la que el ministro Guido ha dicho: "La historia registrará ese documento como una página gloriosa de la vida pública del general Urquiza. Sin la poderosa influencia de su prestigio, su nombre y sus esfuerzos desinteresados y patrióticas, secundados por la legación argentina, un rompimiento entre los Estados Unidos y el Paraguay hubiese sido inevitable. Haber salvado a esta joven república de tal calamidad, sin mengua de la dignidad de su gobierno, es un eminente servicio del general a la causa de la humanidad evitando una guerra de incalculables consecuencias". - En contestación, el Presidente Urquiza en fecha 1º de febrero, en nota también honrosa para Mr. Bowlin, le dijo: - Doy a V.E. un estrecho abrazo de felicitación y amistad y séame permitido recordarle que cuento con que V. E. se digne visitarme en San José para celebrar allí en el día del inmortal Washington la paz entre los Estados Unidos y el Paraguay, por lo que importa en sí y por lo que respecta a los demás Estados de la América del Sur que estimarán esta prueba de justicia y nobleza de la gran nación, contribuyendo a ligarla con ella en lazos convenientes a los intereses recíprocos y a la prosperidad común".

         Recién a fines de febrero pudieron reunirse los americanos con Urquiza quien los recibió en su residencia, los obsequió espléndidamente y en recuerdo de tan feliz suceso, regaló al comodoro Schubrick la espada que había ceñido al jurar la Constitución del 53.

         Contestando un brindis en que Mr. Bowlin expresó a Urquiza que debía aceptar su reelección de Presidente, después de declinar esta honrosa referencia, en nota del 1° de marzo le dijo, a modo de despedida:

         "Abrazo a V. E. El Dios de los buenos le acompañe con su protección a todas partes, para que reciba en la tierra y en el Cielo la recompensa de sus buenas obras. V.E. lleva las bendiciones de los pueblos, que adelantan el premio satisfaciendo un corazón elevado".

         En extensa y conceptuosa respuesta de la misma fecha, díjole certeramente Mr. Bowlin:

         "La paz interna en un Estado, es como el castor en nuestros ríos de Occidente, un lento, pero seguro arquitecto. El alegre canto del labrador y el ruido de la industria mecánica, es como la lira de Anfión en Tebas. Edificadas esas murallas, son los baluartes más seguros de las naciones.

         "Sólo resta al pueblo de V.E. resolver en las elecciones el gran problema político que lo espera, que arrojará al lobo de la discordia política fuera del rebaño de la libertad y felicidad argentina".

         Por su parte, el Presidente James Buchanam, en fecha 10 de agosto del mismo año expresaba también al Presidente Urquiza su vivo "reconocimiento por la santa obra de la restauración de la paz y de la amistad entre las dos repúblicas. Este servicio (agrega su nota) será siempre recordado por el pueblo americano".

         Nada mejor para demostrar la excepcional importancia que todos atribuyen a este asunto. Comentándolo decía el órgano oficial de don Carlos Antonio después de hacer ver los favorables resultados que tendría para nuestro país: Otro bien que nos ha proporcionado este aparato de fuerza es el trato y conocimiento personal del Presidente de la Confederación Argentina con el de la República del Paraguay, de lo cual ha resultado el incomparable beneficio de que se estreche más y más el vínculo amistoso que los une, y que desde hoy tendrá por fuerza que ser imperecedero... De este cúmulo de circunstancias reunidas, agrega, ha de surgir una serie no interrumpida de bienes positivos para la República del Paraguay".


         ¡Lástima es que el Destino o la Fatalidad haya malogrado luego tantas bellas promesas y perspectivas! Con todo, el viaje del Presidente Urquiza al Paraguay, retribuido poco después, en octubre del mismo año por el mariscal López con la también célebre mediación en la lucha entre la Confederación y Buenos Aires, es el primero en su género en Sud América, del mismo modo que el tratado del 12 de octubre de 1811 entre la Argentina y el Paraguay, es también el primer tratado internacional en Sud América cuyos anales diplomáticos, inicia siendo a la vez que de reconocimiento de independencia, de librecambio y de alianza en la aurora misma de estas nacionalidades.

         Aparte de este trato directo de Presidente a Presidente que contribuye siempre a allanar el camino de las grandes soluciones, como se ha visto palpablemente en este caso, la misión de Urquiza al Paraguay sirvió para dar personería internacional a nuestro país, para el arreglo pacífico y satisfactorio del grave conflicto con los Estados Unidos, acentuando el triunfo diplomático sobre la fuerza, en el conflicto mismo primero y en el fallo final, después; para desvanecer los recelos que despertaba la actitud de las países del Plata en el Paraguay; para establecer nuevas bases de relación entre Norte y Sud América preparando el arbitraje de Mr. Hayes en las cuestiones futuras, en que una vez más volvió a triunfar el derecho del débil sobre el fuerte, y también para desvanecer las sospechas de imperialismo que había suscitado la amenaza norteamericana en la América latina.


         El general Urquiza siguió ejerciendo constante influencia, aún bajo sus sucesores en los destinos de estos pueblos, como la tuviera desde Rosas. Curiosos contrastes se señalan en la historia de estos países y en la de algunos de sus hombres, singularmente en la de Urquiza. Aliado primero con Rosas, le tocó mandar su ejército contra López cuando éste envió al mariscal a secundar la campaña de Corrientes (1846), aunque sin llegar a chocar con el jefe paraguayo. Después combatió a Rosas, lo venció y reconoció la independencia del Paraguay del que fue amigo y hasta aliado en su lucha contra Buenos Aires. Solucionado aquel conflicto en que medió Norte América, le tocó a su turno prestar el eficaz servicio de su mediación en el del 59 con los Estados Unidos. Su misión de paz, por raro contraste, contribuyó grandemente a la guerra en la Confederación vecina, al suscitarse celos y animosidades internos y externos que estallaron a su mismo regreso del Paraguay con las descomedidas ofensas de que la prensa hizo objeto a su esposa a su paso por Rosario de vuelta de Asunción, guerra que originó a su turno la mediación paraguaya en el Río de la Plata. Cuando estalló la guerra del Paraguay con el Brasil, envió una misión confidencial a la Asunción para insinuar al mariscal López la conveniencia de evitar el choque con la Confederación Argentina, más una vez, producido, y aunque enemigo tradicional de Mitre a quien tanto combatiera, se puso noblemente al servicio de su rival, con lo que no sólo perdió partidarios sino la propia vida, pues por las incidencias de la política interna, al terminar la guerra del Paraguay, Urquiza fue asesinado, el 11 de Abril de 1870, casi simultáneamente con la muerte de López, como una víctima póstuma y expiatoria del conflicto del Paraguay que se había esforzado en evitar y al que años antes prestara eminentes servicios.

         Puede decirse con verdad que Urquiza es un símbolo auténtico de la confraternidad argentino paraguaya.


         Asunción, Julio 9 de 1923.



         (Colaboración publicada en "El Diario" de Asunción con el título de "CONFRATERNIDAD ARGENTINO - PARAGUAYA - Crónicas" y dedicada al Dr. Luis S. Castiñeiras, a la sazón Encargado de Negocios de la Argentina en el Paraguay).

         La reciente mediación en el conflicto del Chaco de los ilustres Presidentes argentinos General Agustín P. Justo y Dr. Roberto M. Ortiz y sus eminentes colaboradores, conjuntamente con los del Brasil, Chile, Estados Unidos, Perú y Uruguay por intermedio de sus respectivos Cancilleres y Embajadores, ha renovado en mayor escala y en más amplio escenario la de 1859 a que se refieren estas páginas.





LA MISIÓN DEL GENERAL GUIDO


         AL Dr. RICARDO OLIVERA


         Los apuntes que van a continuación son el complemento del articulo "Confraternidad argentino-paraguaya" que con motivo de un aniversario análogo dedicara el 9 de Julio de 1923 al doctor. Luis S. Castiñeiras, otro noble espíritu y buen amigo de nuestro país, a propósito de la mediación de Urquiza en ocasión del conflicto suscitado entre el Paraguay y los Estados Unidos del Norte, tan felizmente solucionado gracias a los buenos oficios personales del mandatario argentino y la diligente y meritísima labor de su ministro plenipotenciario, el general don Tomás Guido, quien llegado con el presidente Urquiza, quedó a ultimar tan importante negociación, la cual tuvo sus momentos álgidos y siguió ofreciendo sus serias dificultades aún después del regreso del mediador.

         El general Guido, viejo soldado de la campaña de los Andes, y ex ministro de Rosas en la corte de Río de Janeiro donde sostuvo las pretensiones de aquél contra nuestro país, experimentó una evolución análoga a la del propio general Urquiza que de jefe de sus ejércitos en la guerra contra Corrientes y López, vino a ser luego el mejor amigo del Paraguay, donde el destino los reunió en tan memorable ocasión, al servicio de los más altos intereses nacionales e internacionales de estos pueblos.

         Recordando su actuación en esta emergencia, escribió a su respecto la dirección de la Revista de Derecho, Historia, y Letras (entrega correspondiente a Junio de 1900) este boceto biográfico que lo retrata de cuerpo entero en tales circunstancias:

         "El general Guido, trasplantado de las eternas nieves andinas y de sus campos de victoria, a las selvas tibias y plácidas del país de la vida contemplativa y beatífica de las dominaciones jesuíticas o laicas... anciano de aristocrático semblante, ha cumplido los 71 años cuando llega al Paraguay poniendo al servicio de la mediación confidencial del presidente Urquiza sus talentos, y lo que vale tanto o más que ellos, a las veces, su experiencia de las cosas y de los caracteres, adquirida en su largo vuelo a través de las alturas. Su actividad triunfa del clima enervante, como allana su sagacidad y expedición las contrariedades de la diplomacia; y en un mes y cuatro días de incesante labor, contribuye a obtener, da forma y redacta las convenciones salvadoras y las apologías tan susceptibles y delicadas. Y todos se inclinan ante su talento. Oye quejas, escucha amenazas, recibe confidencias, y cuando la noble obra de la perseverancia, de la concordia y del tino reciproco, parece desvanecerse como un sueño color de rosa, ni desespera ni se arredra, y marchando nuevamente a su objeto, inspira confianza a los unos y a los otros, propicia sus voluntades, apacigua los ímpetus de férreos caracteres y despeja el camino anhelado de los avenimientos decorosos y razonables. Es de la raza de los estadistas que dirigen pareciendo ser dirigidos".


         Tal era el abogado que con tanta ecuanimidad y espíritu de alta confraternidad intervenía en aquel famoso pleito.

         No era tampoco esa la primera vez que visitaba nuestro país, pues ya le había tocado estar en él tres años antes en igual carácter y con otra misión diplomática de importancia relacionada con las gestiones internacionales del gobierno de la Confederación Argentina con el del Paraguay. En esta ocasión vino o bordo del "Tacuarí", llegado a ésta el 7 de mayo de 1856 en compañía de su hijo y secretario don Eduardo Guido, que también lo acompañó cuando la mediación, y de su ayudante el teniente coronel Ramón Nadal. En el mismo viaje venían esa vez don José Berges plenipotenciario paraguayo en Río de Janeiro con su secretario don Félix Eguzquiza y el enviado de S.M. el emperador del Brasil don Pedro Antonio de Carvalho, habiendo regresado el 17 de Setiembre del mismo año (1856) por el "Río Uruguay" en compañía de sus hijos Eduardo y José Enrique.


         Por lo que respecta a Eduardo A. Hopkins que era el que más había contribuido a desencadenar estos sucesos y la mano oculta que los movía, (como se ve por la correspondencia secreta de la época) leemos en la citada revista este otro boceto a su respecto:

         "Hijo del eminente prelado protestante de ese nombre, nacido en los Estados Unidos, de gallarda presencia, bello, vigoroso, era el prototipo de la fuerza física puesta al servicio de una inteligencia cultivada y vivaz. En 1846, hallándose en plena juventud, vino a Buenos Aires como Encargado de Negocios de su país. Pasados algunos meses de su misión, retiróse dirigiendo al partir al general Rosas aquella célebre carta, única quizá en los fastos diplomáticos, estigmatizando su dictadura y dándole consejos para el mejor gobierno. Pasados algunos años, después de Caseros, regresó en carácter particular a esta ciudad. Fue entonces que dio expansión a su infatigable espíritu de empresa; iniciando y llevando a cabo algunos de los adelantos que más han contribuido entre nosotros al desarrollo del progreso, como sean la navegación a vapor en nuestros ríos y el impulso a la creación de vías férreas. Manifestase además un pionner intrépido, penetrando, la carabina al nombro, en salvajes y montuosas regiones. De Buenos Aires pasó al Paraguay fundando allí una compañía para la explotación de algunos de sus productos naturales. Contrario al régimen despótico predominante en aquella República, impetuoso y audaz, no tardaron en sobrevenir disidencias profundas con la autoridad, ocasionando estas la cesación de su negocio, y las reclamaciones enormes a causa de perjuicios sufridos, por él interpuestos ante su gobierno".

         Por esos días (Febrero de 1859) apareció en el "Morning Cronicle" de Londres una extensa carta suscrita con las iníciales G. F. M. (las del comandante George Francis Morice que mandaba el "Río Blanco") en que se lee el siguiente párrafo:

         Con respecto al tal cónsul Hopkins si el comisario Bowlin investiga imparcialmente los planes promulgados por aquel funcionario y la compañía americana en la Asunción, y los favores dispensados a él por el Presidente López, incluyendo un empréstito de cerca de 3.000 libras esterlinas de las cuales ni un shelling ha sido pagado, encontrará por todas las referencias de sus procedimientos que Mr. Hopkins y los socios fueron los agresores. El cónsul Hopkins y sus amigos eran para usar una frase suave, irregulares y en varias ocasiones hicieron serias ofensas a los ciudadanos. Y sería bien investigar respecto a los procederes de Mr. Hopkins en Buenos Aires, Rosario y otros lugares".

        

         Las gestiones prosiguieron a raíz del regreso del mediador, pero en el curso de ellas (conferencia del 5 de Febrero), el presidente López, receloso de las posibles ulterioridades hizo al comisionado una nueva oferta de abonar 250.000 dólares en vez del arbitraje en Washington, ya convenido con la mediación. Por otro lado las instrucciones de Mr. Bowlin era arreglar en 500.000 (en vez del millón reclamado) si bien optó por el arbitraje, pues tanto él como el comodoro, al final se convencieron de la injusticia del reclamo y hasta significó Mr. Bowlin en una curiosa entrevista a este propósito con el general Guido, cuando consideraban desahuciada la negociación por las modificaciones al pacto convenido, que ellos serian en los Estados Unidos los mejores defensores del tratado y consiguientemente de la causa del Paraguay.

         No pocas dificultades tuvo Guido que allanar y de ellas, mejor que nada, da idea su expresiva carta a Victorica, del 10 de febrero al referirse a los esfuerzos que tuvo que desplegar para llegar a un feliz resultado.

         De éste, así como del regocijo público con que fue celebrado, dan cabal idea los siguientes datos que trae el prolijo "Diario" de anotaciones que el plenipotenciario argentino se tomó el trabajo, de formar para documentar las complejas incidencias de dicha mediación.

         El 10 de febrero, dice Guido, "a las 5 de la tarde el plenipotenciario americano, su Secretario, el Comodoro Shubrik y veinte y cuatro oficiales, pasaron a palacio a cumplimentar al Presidente, y a despedirse. Mr. Bowlin pronunció en la ocasión un discurso tocante, a que el Presidente contestó en el mismo sentido, y protestándose mutua amistad con términos bien expresivos, se cerró el periodo más célebre en la historia contemporánea del Paraguay. Enseguida el Plenipotenciario y la comitiva pasaron a visitar á la esposa del Presidente. (Doña Juana Carrillo de López) de la que se despidieron.

         "Vueltos a su alojamiento, me dirigí a visitar a ambos personajes, quienes me habían invitado para que nos juntásemos esa misma tarde. Reinaron en la reunión la cordialidad y la franqueza. Se cambiaron brindis expresivos. Pasé luego con los cónsules de Inglaterra y Francia hasta las 11 de la noche.

         Día 11. - A las 9 de la mañana, un gran bando precedido de una música militar, hacia saber al pueblo la terminación de las diferencias con los Estados Unidos. A las 10 una salva del "Fulton"' vapor americano, saludaba a la plaza, y otra salva de la batería del puerto contestaba el saludo. A las 3 de la tarde tuve larga conferencia con el señor Presidente en la cual quedó convenido lo relativo a los vapores. (Alude a los prometidos por López en apoyo de Urquiza en sus cuestiones con Buenos Aires).

         "A la noche se iluminó la ciudad y entre 9 y 12 vinieron a cumplimentarme dos bandas de música: la última con un numeroso cuerpo de oficiales de las tres armas.

         En la misma fecha se cambiaron muy expresivas notas Bowlin y Guido, agradeciendo aquél a éste "la cooperación empeñosa de vuestros amistosos oficios, los cuales en muchas ocasiones han removido las espinas del camino" (textual).

         La respuesta de Guido comienza con estas palabras: "V.E. ha querido con su respetable nota de ayer hacerme partícipe de una hoja de la oliva con que ha coronado su frente. Mil gracias, señor!"

         El periódico oficial, "El Semanario" en edición extraordinaria en su número 255 del 12 de febrero (cabalmente en el aniversario de Washington) hace mención del tedeum celebrado en solemnización del suceso, y de los discursos pronunciados, y trae, además, las siguientes crónicas noticiosas que trasuntan el alborozo del pueblo y del gobierno ante la feliz solución de las cuestiones pendientes:

         "Invitación. - Ayer la oficialidad del vapor de guerra "Fulton" invitó a varias señoras y caballeros para que visitasen el buque. Hemos sabido que después se improvisó a bordo de dicho buque un baile que duró hasta bastante anochecido.

         Regocijo. - La capital ha estado completamente iluminada. Las bandas de música militares han recorrido las calles de la Asunción seguidas de un gentío numeroso y al par de las aclamaciones de los civiles alternaban los disparos de diferentes clases de fuegos artificiales.

         Los festejos populares han durado hasta el amanecer. Hemos sabido también que en algunas casas particulares se ha solemnizado la paz con bailes bastante lucidos".


         Todavía en la visita del día siguiente de Guido a Amaral éste le formuló reparos acerca de algunas reservas que había usado con él el mediador Urquiza. Por su parte, el Presidente don Carlos Antonio en las nuevas entrevistas que siguió celebrando a propósito de las cuestiones pendientes con la Confederación y tratos de ayuda, dio a conocer también a Guido algunas intimidades de la política imperial de la que le aseguró que no ayudaría al gobierno de Urquiza, con quien se hallaba resentido, manifestándole que por su parte él estaría pronto para la alianza luego que Buenos Aires se incorporase a la Confederación como estaba en trámite. "Puede suceder al gobierno del general Urquiza -le dijo certeramente- otro gobierno que no sea amigo, y acaso nos envolveríamos en una guerra".


         El "Fulton" zarpó el día 13 de febrero a las 10.30 de la mañana con el comisionado Mr. Bowlin y el comodoro y al día siguiente salía también, el ministro Amaral.

         El 21 de febrero a las 10 de la mañana zarpó el vapor paquete nacional "Salto de Guairá" que fue el mismo que condujo al general Urquiza de venida, llevando al general Guido y a su secretario don Eduardo Guido para quien el comisionado Bowlin tuvo por nota palabras del más alto elogio. Estuvieron en el puerto a despedirlo don Benigno López, los cónsules de Inglaterra y de Francia, los señores Carlos y Fernando Saguier, Spalding, Izquier (¿Ezquer?) y otras personas.

         El 19 a las 9 a. m. había tenido lugar en la casa de gobierno la audiencia de despedida del general Guido, quien dijo al presidente López "llegué a este país cuando estaba amagado por la fuerza de un poder colosal, y me retiro con la satisfacción de verle fuera del conflicto, y a V. E., cubierto con la gloria de haber salvado la justicia y la honra de su patria".

         A nuestra vez podemos repetir hoy, después de casi sesenta años de estos sucesos, lo que el ministro y general Guido dijera al comisionado norteamericano:

         - "¡Gracias, señor!", haciéndolo extensivo a todo su pueblo.


         Asunción, Julio 9 de 1927.





VIEJA FRATERNIDAD


Disertación


         Al iniciarse el 24 de Mayo ultimo las reuniones del presente año de la Academia Americana de Historia, con una hermosa fiesta fraternal en honor de los representantes diplomáticos del Uruguay y del Paraguay, unida a la conmemoración del aniversario de la independencia argentina, que ha sido siempre una fecha augural para todos los pueblos de Hispano América, y singularmente para los más próximos a este potente foco de indudable gravitación continental, el señor presidente de este centro de estudios tuvo la bondad de anunciar mi incorporación, entre otros miembros, a la nombrada Academia, a la que pertenecía de años anteriores desde el Paraguay, sin otro título que el de haber colaborado a sus altos fines culturales y especialmente a la realización del II Congreso de Historia y Geografía Americanas en mi país el 12 de Octubre de 1924, lo que traigo a la memoria no sólo como antecedente explicativo de mi presencia en este acto, sino por haber sido aquella reunión de carácter internacional la primera en su género celebrada en Asunción.

         La prensa local, en su oportunidad, se ha ocupado ampliamente de tan loable iniciativa, para nosotros particularmente simpática, si bien sus trabajos y resultados, publicados sólo fragmentariamente, son poco conocidos, por no haberse reunido aún en volumen.

         Más que mi reconocimiento personal, ciertamente innecesario, quiero trasuntar en este acto el que colectivamente debemos como hijos del Paraguay a los entusiastas iniciadores de aquel Congreso, cuya sola enunciación presupone la magnitud del esfuerzo desplegado al llevar, por vez primera a tan alejada sede, el eco siempre prestigioso y benéfico de una congregación de esta índole, enaltecida como lo fue aquélla por la presencia de autorizados representantes diplomáticos e intelectuales de todos los países vecinos y de casi todas las naciones americanas, a más del de España, y por un apreciable número de trabajos, algunas de gran originalidad, encuadrados a su programa.

         No se reunía aquella asamblea para abocarse el estudio de conflictos o de encontrados intereses ni para buscar solución a dificultades económicas o para dilucidar enojosas cuestiones de soberanía, sino para proclamar una vez más, a la faz del mundo y en el más perfecto acuerdo, desde el apartado y propio corazón de la América Austral, el reconocimiento de esa otra soberanía moral inherente a la personería todavía joven, y ya vigorosa, de los pueblos que integran este continente, vinculados por los estrechos y promisores lazos de solidarios destinos.

         Este es también uno de los grandes objetivos que, a la par de otras instituciones análogas, persigue esta Academia, y sólo a título de fervoroso aunque modesto colaborador de estos fines que he procurado siempre servir, especialmente desde las columnas de la prensa o en los centros donde me ha tocado actuar, puedo sentarme entre vosotros al lado de tantos otros paladines de esta gran cruzada de confraternidad que va asumiendo caracteres cada vez más tangibles, que alguna vez habrán de hacerse sentir en todos los órdenes de nuestra común convivencia.

         Es así como el ejemplo de los países de América, nacidos sin el pecado original de los antagonismos de razas, creencias y civilizaciones, ni prejuicios seculares, en escenarios nuevos y amplios, pareciera determinar con caracteres de expansiva gravitación moral, ya visible actualmente, la organización análoga de los Estados Unidos de Europa, pensamiento hasta ayer acaso inconcebible o paradójico, pero que ha empezado a hallar también posibles concreciones en estos últimos años, como una proyección sobre el resto del mundo de esas fuerzas imponderables que irradian desde este continente y que acaso son precursoras de más vastas organizaciones y más profundas transformaciones mundiales en una edad ya no distante.

         Las anfictionías inspiradas en este nuevo espíritu, que se han venido sucediendo bajo diferentes formas en el Nuevo Mundo, constituyen otros tantos medios de cooperación y de estudio de sus propios problemas, y por ello son más fecundas que las meramente políticas de la hora actual, que se producen en el viejo continente y que han tenido un precursor en la ya lejana mas no olvidada ni abandonada primera tentativa americana del Congreso de Panamá, en que se han proclamado principios hoy consagrados por la Liga de los Naciones, y que en diversos terrenos, -ciencias, historia, derecho, economía, etc. - han tenido frecuentes realizaciones en nuestros días forjando así nuevos y cada vez más sólidos eslabones que contribuyen a mantener mancomunados de hecho a todos nuestros pueblos y han de prevalecer finalmente -es de esperarlo- sobre las diferencias que aun pudieran quedar como resabios de otros tiempos y hasta de otros escenarios.


         Concretándonos ahora a los comunes vínculos históricos y raciales que desde su primera infancia identifican a nuestros dos pueblos -Argentina y Paraguay,- no podrá menos de recibirse con beneplácito todo cuanto tienda a poner de relieve la corriente fraternal que, cual la de sus ríos, viene de tan lejos y es prenda de más firmes, comprensivos y perdurables afectos en el futuro, robustecidos por una cordial amistad y los sentimientos de innata simpatía que tradicionalmente han estado siempre latentes en el corazón de estos dos pueblos que en tantas ocasiones han dado prueba de ello y hasta ejemplos de resonancia, sin que hayan sido parte a empañarlos ni la sombra pasajera de las horas trágicas.

         Análogos ideales, comunes esfuerzos y sostenidas aspiraciones parecieran constituir la profunda trama vital de ambos, a despecho de todos los factores adversos que, contra su voluntad manifiesta, se han atravesado accidentalmente en su camino por obra de la fatalidad, sin lograr distanciarlos, ni al borde de los más recios conflictos.

         La Historia y la Geografía, fecundas siempre en enseñanzas y experiencias que nutren de savia secular la vida nacional y alimentan las tareas de estos institutos consagrados a la investigación y explicación del pasado caótico con noble y amplio espíritu, suman su aporte al factor étnico para erigir y consolidar un monumento cuyas proyecciones, entrevistas siempre desde los albores de su existencia, escapan a nuestra previsión porque se hunden en las lejanías del tiempo, pretérito o futuro.

         Es singular y hasta sorprendente, que al nuclearse la Argentina y el Paraguay en torno a sus centros coloniales - Buenos Aires y Asunción - fundada esta última por el esfuerzo audaz de aquellos férreos hombres de la memorable expedición de Mendoza, hubiese venido a ser a su vez, al poco tiempo, la refundadora de la primera, dándose así el raro caso, único tal vez en la historia, de dos ciudades capitales, de dos metrópolis que se dan la vida recíprocamente, sin que se pueda decir cuál es la madre y cuál la hija, y que se sucedieron en el gobierno político-militar del vasto territorio del Río de la Plata.

         Más aún: los asuncenos pudieron ser llamados entonces, pues lo fueron en realidad, los únicos "porteños" (o gentes de puerto) después de destruido el intento del primer puerto de la conquista, en aquel arduo paréntesis que trazaron Irala y Garay, los dos gobernantes del Paraguay que despoblaron y repoblaron respectivamente esta ciudad, el uno llevando de aquí aguas arriba los restos de sus primeros colonos para salvarlos de su total ruina, y el otro trayéndolos de nuevo al cabo de cuarenta años de injerto en la tierra fértil del trópico donde se les llevara para inyectarles, por una como tras fusión de sangre, nueva y perdurable vida, con el vigor ya inextinguible de nuestras selvas, como si allí previamente debiera plasmarse la fundición de la savia hispánica con la guaraní.


         Durante todo el tiempo del coloniaje fueron incesantes y múltiples los aportes y auxilios, en hombres y en recursos, de todo género, traídos del Paraguay a la obra de la población, consolidación y engrandecimiento del Virreinato platense. Su nutrido relato corre en copiosos volúmenes que son inseparables de su historia, como son inseparables del organismo los tejidos que lo forman.

         Luego, cuando se aproximaba la hora de la mayoridad y del seno bullente pero aun informe de la colonia, iban a surgir a la vida propia estas nacionalidades, los hijos de la Argentina y del Paraguay volvieron a unirse, sea en ocasión de las porfiadas luchas contra las usurpaciones lusitanas o cuando las invasiones inglesas en que actuaron los improvisados contingentes patricios y criollos en una inesperada revelación de las energías nativas.

         Puede decirse que en esa fragua se forjó, con la conciencia del propio valimiento, el acerado temple que al poco tiempo había de operar y consolidar la eclosión de la independencia.

         Y cuando sonó en la torre del viejo Cabildo la hora matinal del 25 de Mayo para dilitarse con ecos sonoros por todo el vasto contorno, así como Belgrano parlamenta con nuestros próceres en las márgenes del Tacuarí sobre los futuros destinos de estos pueblos, rubricados al año siguiente por el mismo con el histórico tratado de amistad, alianza y comercio del 12 de Octubre de 1811, Bogado acompaña a San Martín hasta la cumbre granítica de su gloriosa cruzada para regresar, terminada ella victoriosamente, al frente de los restos de sus invictos Granaderos.

        

         Vienen después los días inciertos y confusos de la ardua y lenta labor de la organización nacional en que, por encima de las barreras del aislamiento y de algunos inevitables rozamientos transitorios, ambos pueblos respetan mutuamente su autonomía, rehusando sistemáticamente uno y otro entrar en combinaciones que pudieran menoscabarla. Derribadas luego esas barreras temporarias por el empuje incontenible de los mutuos intereses, se inicia de lleno la corriente caudalosa de un fecundo y multiforme intercambio, en que se destaca como episodio culminante la visita al Paraguay del primer Presidente de la Confederación Argentina, general Justo José de Urquiza, en su famosa mediación para zanjar pacíficamente el conflicto que surgió entre el Paraguay y los Estados Unidos del Norte.

         Esta mediación fue retribuida al poco tiempo por la también afortunada del Paraguay en la Argentina, cooperando a cimentar las bases de su definitiva organización.


         Se ha dicho que pareciera existir un ritmo en la evolución de las colectividades humanas, según el cual ocurren hacia el final de cada centuria extraordinarios sucesos destinados a tener señalada repercusión en la historia de la Humanidad. Tal, por ejemplo, el descubrimiento de América al final del siglo XV, la Independencia de los Estados Unidos y la revolución francesa al terminar el XVIII, la transformación que se inicia con Bacon al fin del siglo XIII como preliminar de la democratización de la cultura y del Renacimiento, las primeras tentativas de unir las clases sociales a fin del siglo XVI como preludia de la democratización política y el resurgimiento del movimiento espiritual en las postrimerías del siglo XIX.

         Cualquiera pueda ser el grado de verdad de este enunciado, lo cierto es que el año 1870 parece cifrar uno de esos críticos períodos en la historia mundial. En Europa señala la terminación de la gran guerra franco-prusiana y la caída del tercer imperio, en Italia, el mismo año, la liquidación de la lucha con el Papado y la constitución de la unidad italiana, en tanto que en América del Norte acababa de terminar la guerra de secesión y en Sud América concluía igualmente la fatídica contienda que enlutó a cuatro pueblos y conmovió hondamente a todos los demás, así en el viejo como en el nuevo mundo.

         En esa hoguera gigantesca que fue como el episodio final de una vasta guerra civil con contornos internacionales, paraguayos y argentinos volvieron a encontrarse a pesar suyo como en espasmódica crisis; pero es justo reconocer y proclamar que la violencia del choque no ha hecho mella en sus arraigados sentimientos fraternales; el estruendo de la lucha no ha logrado apagar la voz ancestral de la sangre; de los enturbiados campos de batalla no brotó odio, sino recíproca admiración, y al día siguiente de Curupayty volvieron a entonarse los himnos de los comunes homenajes, sin rencores, cual en 1811, como si la prueba de fuego sólo hubiera servido para exaltar el sentimiento de recíproco respeto y la estima del valor auténtico, y para unir a los hijos de una y otra tierra más estrechamente al pie de las mismas trincheras antes que para separarlos por sus fosos.


         Tal es, en síntesis, una de las magnas lecciones que las generaciones presentes recogen del dilatado panorama de la historia, y por eso es tan interesante y tan plausible la obra de sincero acercamiento que cumplen estas instituciones que trabajan por desentrañar de la maraña del ayer incomprendido u obscuro, los lazos de los comunes orígenes, vinculaciones, intereses y destinos, a fin de que se hagan carne en todas las conciencias y lleguen a servir de norma permanente en su vida de relación.

         Los pueblos no viven sólo del intercambio material de sus productos, ni son sus grandes maquinarias y usinas industriales los únicos coeficientes de su riqueza. Antes bien, los intereses puramente materiales, desvinculados de los morales, suelen ser motivo de perturbación, como lo han sido de distanciamientos en el pasado por la incomprensión que a veces ofusca cuando gravitan aisladamente. Al lado de aquéllos constituyen apreciables e insustituibles exponentes de su verdadera grandeza estas instituciones culturales que son a modo de altas torres generadoras y trasmisoras de generosos pensamientos que se elevan por encima del humo de las fábricas, para irradiar y prodigar destellos de luz y ondas de amor.

         Y si estas fuerzas del espíritu, a semejanza de las ondas hertzianas que inundan el planeta en todos sus confines, se multiplican y entrecruzan cubriendo toda la superficie de la tierra con una red maravillosa que es como la sutil expresión y fórmula de un constante intercambio, como la pulsación de las mutuas aspiraciones vibrando al unísono, con mayor razón tienen que unir a pueblos como la Argentina y el Paraguay sintonizados por tradiciones seculares que tienen fuente dinámica en su nobleza ingénita de alma, con la consistencia indestructible de una vieja fraternidad.

         Y puesto que los organizadores de esta reunión han querido rendir en ella un homenaje a la esclarecida memoria de Juan Zorrilla de San Martín, el patriarca de los poetas uruguayos, e insigne amigo de mi país, donde contaba también con tantas simpatías, voy a permitirme agregar de mi parte un recuerdo a su respecto, asociándolo a las justicieras palabras con que el señor Presidente de la Academia ha iniciado el acto en honor suyo.

         Zorrilla de San Martin fue al Paraguay en dos ocasiones: una vez presidiendo una embajada oficial y otra dos años antes, como embajador de sí mismo y representante virtual de la intelectualidad uruguaya, sin más credencial que la muy prestigiosa de su propia personalidad, en visita al Solar de Artigas.

         Tuve ocasión de cambiar con él impresiones y hasta correspondencia respecto de las relaciones del jefe uruguayo con nuestros Próceres, acerca de lo cual, en carta fechada en Montevideo, en 28 de octubre de 1915, decía lo siguiente: "En la nueva edición de mi libro (Zorrilla de San Martin preparaba entonces la segunda edición de la Epopeya de Artigas), que espero dar al público dentro de seis meses, verá usted la influencia que ustedes han ejercido sobre mi criterio histórico con relación al Paraguay. La figura de don Fernando de la Mora, sobre todo, ocupará el puesto y tendrá el relieve que le corresponde y que hasta ahora le ha sido injustamente arrebatado".

         Artigas y De la Mora, vocal secretario el segundo de la Junta Gubernativa del Paraguay, como lo fuera aquí su colega Mariano Moreno, habían mantenido activa correspondencia y quiso el destino que ambos estuviesen después muy cerca uno de otro en Asunción, sin saberlo: el uno sumido vitaliciamente en un calabozo y el otro, encerrado a pocos pasos en un convento de donde el doctor Francia lo alejó a la población fronteriza de San Isidro de Curuguaty.

         Son conocidos los juicios que el dictador paraguayo consignó en diversos documentos contra Artigas, a quien, sin embargo, brindó amplia hospitalidad, negándose además a entregarlo a manos de sus adversarios las veces que fue instado a ello, aun a trueque de alianzas y auxilios, y el mismo historiador uruguayo consigna en su citada obra algunos de esos juicios que hubieran hecho temer terribles represalias del Dictador Perpetuo, cual las que consumó contra los parciales y amigos de aquél, sin excluir a los ex compañeros de la Junta Gubernativa.

         En extensas notas aun inéditas dirigidas por Francia a su representante en Itapúa en 1824, le explicaba prolijamente los motivos del enclaustramiento de Bonpland y uno de los cargos que le hacía era cabalmente el de sus relaciones con los caudillos de Artigas. Con todo, caído éste en su poder, lo trató con consideraciones especiales que estaba muy lejos de usar con los demás; hasta le asignó en su apacible retiro una crecida pensión, la única pensión civil graciable de que haya memoria durante su largo gobierno.

         En un documento del Archivo Nacional de Asunción que hemos tenido a la vista, el libro de cuentas del año 1823, a fs. 18 vuelta figura, por ejemplo, la siguiente constancia:

         "60 -julio 1º- Son data ciento cincuenta pesos y cuatro reales corrientes que en ciento cincuenta pesos plata se han remitido de esta Tesorería al comandante de la Villa de San Isidro, don Manuel Villalba, para mezada de Don José Artigas, refugiado en esta República, en virtud de suprema orden de nueve de abril del presente año, según comprobante N° 58. - Bernardino Villamayor",

         La pensión acordada por el Dictador a Artigas era, pues, doblemente excepcional, y desde luego no era inferior a la remuneración de los funcionarios de su mayor confianza. (1)

         La última vez que estuvimos con Zorrilla de San Martín a comienzos de este año en su residencia, en ocasión de la visita de la Escuela Artigas, volvimos a hablar de estos tópicos, quedando en proporcionarle estas noticias complementarias sobre el protagonista de su Epopeya, que constituyen otra comprobación más del invariable espíritu fraternal que ha habido siempre en el Paraguay para los hombres y los pueblos del Río de la Plata.


         Buenos Aires, noviembre 28 de 1931.



(1) Otro asiento de la época, obrante a fs. 44 del libro de tesorería del año 1820, en que se refugió Artigas en el Paraguay, dice en el rubro de egresos:

"Son data doscientos noventa y cinco pesos dos y tres cuartos reales corrientes a que ascienden las cantidades que en virtud de supremas órdenes verbales fueron contribuidas para el mantenimiento de D. José Artigas y en pago de varios artículos y útiles comprados para su gasto y servicio, según comprobante N.° 178.

         José Gabril Benítez.


         (Es la primera partida de caja que aparece al poco tiempo de su llegada y antes aun del decreto de pensión que le fue acordada posteriormente. La contribución a que se refiere este asiento no era otra que la del propio erario).

         En 31 de enero de 1822 se enviaron 515 pesos más al mismo objeto (mensualidades de Artigas), al comandante de la Villa de San Isidro.



 

LAS INVASIONES INGLESAS

SU REPERCUSIÓN EN EL PARAGUAY (*)


         El contingente auxiliar paraguayo


         El Comité Paraguayo ha resuelto asociarse a la conmemoración del aniversario de la Reconquista, como lo ha hecho a los del 25 de mayo y del 9 de julio, íntimamente vinculados con aquel suceso de tan fecundas proyecciones continentales.

         Al hacerlo cumple una aspiración solidaria de propender a la confraternidad y a la mancomunidad en el seno de la familia americana y lo alienta la convicción de que el magno acontecimiento que hoy se recuerda es el punto inicial de las profundas transformaciones políticas, económicas y sociales operadas en la vida de la colonia, llegada a la mayoría de edad al adquirir la conciencia de sus propias fuerzas.

         Las invasiones inglesas han sido como la piedra arrojada en la superficie al parecer en calma de estos pueblos, que formó alrededor ondas de insospechadas e incontenibles energías.

         Estas alcanzaron también al Paraguay, donde aquellas conmociones, al igual que en el Río de la Plata, aunque no en el mismo grado de intensidad, necesariamente atenuada por la distancia, han tenido una doble repercusión: una, la inmediata, y otra la mediata que, por lo mismo que actúa en las profundidades de la subconsciencia de los pueblos, es la de resultados más importantes y duraderos. En realidad, aun cuando aquéllas no lograron su objetivo de conquista material, que hubiera cambiado fundamentalmente el destino de estos países, los cambió de hecho ocasionalmente al conquistar éstos en cambio la conciencia de su propio valor, base de su futura autonomía que ya no tardó en manifestarse en forma definitiva.

         Habiendo sido expuestos prolijamente estos sucesos y sus consecuencias en la capital del Virreinato por autorizados historiadores en gran número de obras, sólo agregaremos algunas breves palabras por lo que al Paraguay respecta.

         En el orden de los factores inmediatos puede decirse que con las invasiones inglesas se cierra la larga serie de auxilios militares directos qué el Paraguay tuvo oportunidad de prestar en la Argentina durante los tres siglos de la dominación española, pues los indirectos siguieron aún después del 25 de mayo al escalonar aquél sus tropas en las fronteras para contener las amenazas y pretensiones de la corte portuguesa, con lo cual cubrió eficazmente el flanco del ejército argentino en operaciones contra las realistas del Alto Perú (1), y abren una nueva etapa que condujo también a su independencia.

         Los auxilios del Paraguay en el Río de la Plata se prodigaron desde los primeros días de la conquista de modo incesante en fundaciones, en poblaciones, en reducciones y en obras civilizadoras en todo su vasto contorno; en medios de subsistencia; en recursos y en contribuciones en efectivo; en protección militar de los nacientes núcleos; en grandes obras públicas como la Catedral de Buenos Aires e iglesias de Córdoba, o de fortificación como las de Santa Fe, Buenos Aires y Montevideo; en la custodia de extensas fronteras y en repeler las frecuentes incursiones de indígenas en todas ellas; desde su extremo norte hasta el estuario (Chaco, Bermejo, Corrientes, Santa Fe, Misiones, etc.); en el mantenimiento del orden en el Virreinato, o en la defensa eficaz contra las diversas tentativas de los lusitanos o las amenazas de franceses, dinamarqueses y corsarios, y cooperó para la reconquista de la Colonia en la otra banda. (2)

         Mal podía faltar entonces el concurso del Paraguay en la grave emergencia de las invasiones inglesas. Este sólo capítulo podría formar un libro y está ampliamente documentado por las constancias de los archivos de Asunción (3) y de Buenos Aires, donde obran los detalles de la partida y los cuadros completos del contingente paraguayo. (4)

         Un primer cuerpo del Regimiento de Voluntarios de Caballería, distribuido en siete compañías y constante de 534 plazas, al mando del coronel José Espínola, teniendo como segundo al sargento mayor Fulgencio Pereira y como ayudante de campo al mayor veterano Juan de la Cuesta, se alistó en Asunción y parte en Pilar, tan pronto llegó allí la noticia del ataque traído sorpresivamente a esta metrópoli con el consiguiente pedido de auxilios, habiéndose embarcado el 4 de agosto de 1806. Era todo lo que podía mandarse de inmediato después de los muchos miles que se habían distraído en estas regiones. Las dificultades de la distancia y, los deficientes medios de transporte no permitieron que ese contingente llegase a tiempo para participar en el memorable suceso de la Reconquista del 12 de agosto, pues recién el 2 de septiembre pudo desembarcar en la Capilla de San Nicolás de los Arroyos, cuando aquélla ya estaba consumada. (5)

         Con todo, no faltaron paraguayos en dicha jornada como el coronel Bonifacio Ramos, que actuó también en la Banda Oriental y en la defensa del año siguiente y luego en las campañas de la Independencia hasta Ituzaingó, según lo comprueba su foja de servicios obrante en el Archivo General de la Nación Argentina.

         En la oficialidad paraguaya figuraban el teniente Fulgencio Yegros como jefe de la segunda compañía; los capitanes José Fernández Montiel, Cristóbal Insaurralde y Juan Manuel Gamarra, comandantes de la quinta, sexta y novena compañías; el subteniente Benito Villanueva; los alféreces Fernando de la Mora y Gervasio Acosta, el entonces cadete Antonio Tomás Yegros y varios más que muy pronto habían de tener importante participación en las acciones militares del año 1811, que a su vez determinaron la independencia del Paraguay.

         El contingente paraguayo fue incorporado inmediatamente a las tropas regulares de esta ciudad, aunque con su comando y oficialidad propios (6), y debidamente uniformado con la vistosa indumentaria de la época (7), pasó al poco tiempo como tropa de refresco a la Banda Oriental, donde actuó en la reñida defensa de Montevideo cuando la segunda invasión de 1807 (8).

         Para reforzar este contingente vinieron otros dos regimientos de la misma procedencia, con un total de 314 plazas, al mando del teniente Pedro Antonio de Herrera y el capitán Manuel Antonio Coene (9).

         Estos refuerzos habían sido pedidos con la mayor urgencia al Paraguay por el virrey Sobremonte (10), y fueron agregados al cuerpo de tropas paraguayas allí en operaciones. Poseemos la lista completa de todos estos contingentes, a los cuales se dio capellán (11) y tren de sanidad propíos (12), y algunos heroicos episodios de sus componentes evadidos del poder de los ingleses para reintegrarse a sus unidades, son dignos del grandioso marco de aquellos sucesos. (13)

         El teniente Benito Villanueva siguió actuando al frente de los últimos y ya mermados efectivos que quedaron formando una sola compañía después de aquella campaña, hasta el regreso de los ya muy contados que figuran en las últimas listas. (**)

         Por su parte, el Cabildo de Asunción envió al de Buenos Aires efusivas felicitaciones y dos remesas de fondos (14), como también el Obispo del Paraguay, don Nicolás Videla, habiéndoseles agradecido en términos muy efusivos. (15).

         Lógico era que la efervescencia que siguió a estos sucesos repercutiera igualmente -esta vez aguas arriba- por influjo del contacto directo que los jefes y oficiales paraguayos tuvieron con los patriotas argentinos en circunstancias tan memorables y con las ideas separatistas que empezaban a bullir en el Virreinato (16). Los que regresaban llevaban necesariamente ese fermento, alentado por la conciencia del valor nativo, y no tardaron en presentarse en el Paraguay circunstancias análogas que hicieron también necesaria su defensa, y en ésta actuaron muchos de los que habían figurado en dicha expedición, con la misma característica de haberse tenido que improvisar la resistencia por los elementos criollos ante la ineficacia de los jefes peninsulares. El gobernador Velasco en el Paraguay fue, si bien en menor escala, una reedición del virrey Sobremonte.

         Análogas o parecidas escenas ocurrieron allá y del propio modo que aquí el jefe de los Patricios, don Cornelio Saavedra, vino a ver en 1810 el presidente de la primera junta, lo fue en el Paraguay don Fulgencio Yegros que tuvo destacada actuación en la defensa del país en 1811.

         Es verosímil, asimismo, que así como la enseña argentina nació en realidad ya cuando las invasiones inglesas (17), al ser recordados los colores y distintivos del cuerpo patricio de la Reconquista en las insignias de lazos bicolores que surgieron el 25 de Mayo y en las evocadoras cintas blancas y celestes que agitaron French y Berutti como emblema de pujanza y de victoria, también la bandera paraguaya parece haberse inspirado en dichos sucesos, lo que podía ser tema de otra disertación.

         Por hoy hemos querido tan sólo exponer a grandes rasgos los fundamentos históricos de nuestra adhesión a esta magna efemérides que es considerada como la primera manifestación de la nacionalidad argentina y que debemos mirar como una fecha realmente internacional desde luego que como generadora virtual del 25 de Mayo, ha tenido luminosos destellos para todos los sudamericanos.

         Quiso así el desino, al solidarizar nuestros comunes esfuerzos, durante las tres centurias de la conquista en el trabajo como en el peligro, y señaladamente en esta hora postrimera de la dominación hispánica, que la gestación de estas nacionalidades fuera saludada por los cañones del más grande de los imperios que recuerda la Historia.

        

         Buenos Aires, agosto 12 de 1933.



         (Publicado en el Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, t. XVII, octubre-junio 1934. Buenos Aires, pp. 142-150).

         NOTA: El autor se propone publicar asimismo un Apéndice documental con la nómina completa de jefes, oficiales y tropa de los dos contingentes paraguayos.




NOTAS


(*) Reproducción dedicada al Instituto Cultural Argentino-Paraguayo, fundado el 12 de agosto de 1937, conmemorando esta fecha.

(1) Ver articulo del autor "La revolución de Mayo y la deposición de Velazco" (El Orden, Asunción, junio 10 de 1931) y Conferencia sobre el 14 de mayo en el opúsculo "Fechas y emblemas patrios del Paraguay".

(2) Ídem, ídem "Auxilios del Paraguay en el Rio de la Plata" (Ídem, noviembre 6 de 1923).

(3) Libros administrativos de la época.

(4) Sección Contaduría. Documentos de caja (Nros. 52 al 125).

(5) Ídem, ídem. Detalles completos en el No 79.

(6) En Buenos Aires se le agregó el teniente de caballería Mariano Almeida hasta que el cuerpo pasó a Montevideo el 8 de noviembre de 1806. Figuran también agregados a su plana mayor desde el 7 de octubre el capitán Miguel de Ribeiro, de la segunda compañía del escuadrón de caballería de Yapeyú y los alférez de la misma arma, José Antonio Talavera y José Luis Encinas y Salas, de Mendoza, y desde el 1° de octubre al 30 de noviembre los tambores Guillermo Maquinton en la quinta compañía, Jaime Laberton en la sexta, y Guillermo Maclent en la novena. Los nombres de éstos parecen indicar que debieron ser de las tropas inglesas que quedaron prisioneras en esta ciudad.

         En el contingente paraguayo figuran 30 pardos al mando del capitán Jerónimo Villamayor.

(7) En 10 de diciembre de 1806 se le entregaron 570 chaquetas nuevas de paño azul, guarnecidas con cordones a lo húsares, 1.120 pantalones de mahon (2 para cada uno), 1.120 camisas, 560 sombreros de copa alta con escarapela y plumero, 560 corbatines y 530 pares de botas. (Más detalles en el legajo No 88).

(8) En sesión del 18 de octubre (1806) el Cabildo de Buenos Aires se negó a enviar las cañoneras a Montevideo, donde el virrey Sobremonte ya había llevado todas las tropas veteranas (infantería, dragones, artilleros y "todos los paraguayos que estaban en esta guarnición").

(9) Consta en los asientos de los libros administrativos de Asunción de ese año, que en 16 de diciembre (1806) se entregaron 1000 pesos al nombrado Coene para gustos de esta columna, y se abonaron varias partidas por un total de 10.300 pesos por fletamentos para su transporte. Además, en 22 de julio del mismo año se remitieron de Asunción 4.000 pesos para auxilio de las tropas paraguayas (cuyos haberes corrían desde su llegada, a cargo de la tesorería del Virreinato) y otra partida igual se envió el 22 de diciembre por conducto del teniente Narciso Echague. Mayores gastos de transporte debió originar el envió del primer contingente.

         Según constancia expedida por el comandante de San Fernando, don Carlos Belgrano, partieron de este puerto el 16 de enero de 1807, llevando sus equipajes en 5 carretas (Doc. N.° 31). El Cabildo de Montevideo apremiaba al de Buenos Aires por esos días, en forma insistente para, el envío de refuerzos.

(10) No menos urgentes eran los que el virrey Sobremonte pedía al Paraguay en notas del 22 de octubre y 5 de noviembre, cuyo texto íntegro se transcribe en los documentos de contaduría relacionados con estos refuerzos. En la primera de ellas decía Sobremonte al gobernador intendente del Paraguay que, "se hallan a la vista de esta plaza sobre 30 buques enemigos (entre ellos cuatro navíos y siete fragatas de guerra) y según las noticias contestes contiene esta expedición de 3.500 a 4.000 hombres de desembarco, esperándose de un día a otro el ataque, con cuyo motivó aceleré mi venida a ella con parte de las tropas que conduje para la reconquista de la capital, destinando a su defensa las milicias de esa provincia del mando del coronel don Joseph Espínola, y teniendo presente que en Santo Tomé se halla la compañía de don Juan Ventura Insfrán compuesta de cien hombres que estaba en buen pie y bien armada, la que entonces no encontré necesario se me reuniera, hoy llega a tanto grado la urgencia que por considerar más distante el socorro de esa Provincia, que mandé a V. S. prevenir con fecha de 13 del mes pasado desde San Nicolás, juzgo que aquella compañía puede venir más pronto y bien armada, pues carecemos de armamento de fuego, y dirigirse por donde V. S. le parezca más breve marcha para la Colonia o su costa aprovechándose del viaje por agua todo cuanto sea posible y si V. S. halla serlo algún número de hombres de esa Provincia bien armados y escogidos sería un servicio muy recomendable... aun cuando no sean sino de trescientos a cuatrocientos por hacer más fácil su remesa, serían de mucha utilidad para contribuir a la oposición de los enemigos por la preferencia que merecen estas plazas de que depende la seguridad de los interiores dominios del Rey'".

         El segundo oficio agregaba: "Se han posesionado los enemigos del pueblo de Maldonado, en número de más de cuatro mil hombres, y hallándose consiguientemente amenazada esta plaza de una próxima invasión es de la mayor importancia ponerla en estado de rechazarla, si coma se espera, intentan ejecutarla. A este fin despacho a V. S. esta orden por extraordinario ganando horas, a fin de que toda la gente de esa Provincia que a virtud de lo que le previene en la de 13 de septiembre último desde San Nicolás de los Arroyos, considere pronta para marchar, lo ejecute sin demora, tratando de verificar la marcha con la posible brevedad y por el camino más corto a fin de que pueda llegar con la prontitud que exige la situación del día".

(11) En fecha 16 de septiembre el virrey Sobremonte nombró capellán de las tropas paraguayas al agustino descalzó fray Pedro Linas, que se agrega desde entonces a su plana mayor. (Legajo N.° 79).

(12) En 14 de octubre del mismo año el comandante de armas de Buenos Aires nombró cirujano de este cuerpo a don José Antonio Fernández, incorporándose también a la plana mayor. (ídem).

         El 19 de noviembre se adquirió un bien provisto tren sanitario. (Ídem N.° 715). Varios de este contingente fueron atendidos en el hospital de la Colonia a cargo del cirujano José Antonio Prado. (Legajo No 8) y otros en el hospital de Bethlen, según partes de fray Felipe Baltasar de San Miguel y del prior fray José Vicente de San Nicolás (Ídem 612).

(13) El soldado Rafael Baldovinos logró escapar después de la toma de Montevideo y dirigirse al campamento de Las Piedras; acompañó al teniente Fulgencio Yegros y pasó luego a la escolta del Virrey a las órdenes del comandante Murguiondo.

         El soldado Roque Bazán estaba en el hospital de Montevideo cuando la toma de la ciudad, una vez dado de alta fue conducido prisionero a bordo de un barco del que fugó a nado y sin ropas, con grave riesgo de la vida, y volvió a actuar en la defensa de Buenos Aires.

(**) Es digno de mención que los cabos veteranos Francisco de Paula Ortiz y su padre Esteban Antonio Ortiz, que cayeron prisioneros de los ingleses después de libertados se incorporaron temporalmente al Cuerpo de Patricios, cuyo comandante don Cornelio Saavedra informó favorablemente la gestión de los mismos, presentada por don Bernardo de Velasco, para la provisión de fondos con que costear su regreso al Paraguay. (Legajo N° 777), a cuyas tropas regulares fueron reincorporados. El autor de estos apuntes tuvo oportunidad de dedicar a otros dos una mención especial en un artículo titulado "Prisioneros paraguayos en las invasiones inglesas" (El Orden, mayo 2 de 1931).

(14) La primera remesa del Cabildo asunceno fue de 5.189 pesos "de donativo colectado en aquel vecindario para ayuda de los gastos de este Ilustre Cabildo en sus preparativos de defensa", y la segunda fue de 1.500 pesos más (actas capitulares del 15 de octubre y de 15 de noviembre de 1807 de Buenos Aires).

(15) El obispo envió 500 pesos en una libranza a cargo de don Juan Bautista de Otamendi (acta capitular del 19 de noviembre de 1807) .

(16) Ver "Antecedentes de la Revolución de Mayo", T. III, por Diego Luis Molinari, pág. 23 y "Documentos relativos a los antecedentes de la Independencia de la República Argentina", publicados por el Instituto de Investigaciones Históricas, pág. 65, (notable carta de la Real Academia a Su Majestad del 21 de enero de 1809 sobre la agitación reinante en el virreynato) .

         Por su parte, los ingleses instigaban en toda forma a los nativos para la independencia, y el propio enviado de la junta de Sevilla brigadier Joaquín de Molina daba cuenta detallada del estado efervescente y de los planes revolucionarios que inflamaban a las plazas de Buenos Aires y Montevideo.

(17) "La Bandera Argentina" por José Manuel Eizaguirre (Buenos Aires, 1900) y "El escudo y los colores nacionales", por Estanislao S. Zevallos (Ídem). Ver también el capítulo "Símbolos nacionales del Paraguay" en el opúsculo citado.







EL TERREMOTO DE MENDOZA Y EL AUXILIO

DEL PARAGUAY EN 1861


         Entre los privilegios que la naturaleza parece haber acordado al Paraguay, figura el de no haber sido azotado por catástrofes provenientes de su propio suelo, que, más bien se muestra pródigo en favorecer a sus habitantes con los más variados y útiles productos.

         Es verdad que a cambio de estas ventajas, él ha sido teatro de la mayor catástrofe político-militar que se haya visto en América, y de los fenómenos sísmicos se han seguido manifestando sin interrupción en los dominios de la política, con continuos sacudimientos y convulsiones, por obra de sus habitantes ya que no de la naturaleza.

         Con todo, alguno que otro ligero temblor de tierra ha llegado a sentirse, siquiera como repercusión lejana de los centros volcánicos del continente. Así sucedió en el curso del año 1923, en que la población experimentó una seria alarma a media noche el oír los estampidos subterráneos; golpes de puertas y ventanas y ruidos en los techos, sin poder compararse ni con mucho este pasajero y ruidoso fenómeno a los truenos subterráneos que durante un mes consecutivo llegaron a sentirse en México en enero de 1784.

         Algunos se acuerdan vagamente de una breve trepidación, sucedida también de noche, allá por el año 1886. Pero muy pocos sobrevivientes habrá que recuerden el temblor de tierra que se sintió en esta ciudad el día martes 6 de septiembre de 1859, a las 4 de la mañana, fenómeno que causó gran alboroto y fue objeto de una mención especial en la prensa de la época, cuyos comentarios se extendieron a varios números, haciendo mención, con este motivo, de diversos fenómenos sísmicos ocurridos en otros países.

         En los primeros meses del año 1861, la ciudad de Mendoza sufrió un violento terremoto que causó estragos y víctimas y si bien el movimiento no repercutió en el Paraguay, repercutió en cambio su desgracia, conmoviendo hondamente el sentimiento público.

         El gobierno de don Carlos Antonio López quiso exteriorizar a la Confederación Argentina sus sentimientos amistosos y dispuso el envío de mil onzas de oro (16.000 pesos de dicha moneda), por intermedio del cónsul general del Paraguay en Paraná, don José Rufo Caminos, para ser puestos a disposición de aquel gobierno en concepto de auxilios a las familias perjudicadas por el terremoto de Mendoza.

         Agregan los documentos pertinentes, que dicha suma fue entregada en Asunción, en fecha 5 de mayo de aquel año, habiéndola suministrado el día anterior al tesoro nacional el mismo presidente de su peculio propio por la escasez de dicha especie, y siéndole devueltas el 30 de septiembre por intermedio del mayor de plaza, coronel Venancio López, según rezan los respectivos asientos de cargo y descargo.

         Corroborando estas mismas anotaciones, va a continuación el texto de las notas y diligencias a que dio lugar esta curiosa operación de tesorería. (1)

         Esta importante remesa puede agregarse a la extensa nómina de auxilios que el Paraguay prestara en tiempos anteriores al Río de la Plata, cuando aun no se había invertido la respectiva situación e importancia de ambos países.


(1) ¡Viva la República del Paraguay!

         Excmo. Señor:

         El día 4 de mayo de 1861 tuve el honor de dirigir una nota del tenor siguiente: ¡Viva la República del Paraguay! Con motivo de que son muchos los gastos del tesoro nacional en el ramo de onzas de oro, V. E., se sirvió mandar entregar de su peculio particular al infrascrito ministro de Hacienda, mil onzas de oro sellado con orden de que los remita al señor cónsul general de la república en la Confederación Argentina, ciudadano José Rufo Caminos, para que éste las ponga a disposición de aquel gobierno para algún auxilio a las familias y personas que han sobrevivido a los estragos del terremoto acontecido en la ciudad de Mendoza con calidad de que el tesoro nacional de la república devuelva a V. E. el valor de dichas mil onzas de oro, en plata blanca y billetes; y estando recibidas y acomodadas para remitirlas mañana por conducto del ciudadano Andrés Herreros, teniente 2° de marina y comandante del paquete nacional "Salto del Guairá-, doy cuenta a V. E. del cumplimiento. - Dios guarde la importante vida de V. E. muchos años. - Asunción, mayo 4 de 1861. - Excmo. señor Mariano González. Excelentísimo señor presidente de la República del Paraguay". Ahora que V. E. se halla próximo a marchar a una de sus estancias con la esperanza de convalecer de su grave enfermedad, me apresuro a comunicarle que ha cesado el conflicto que hizo lugar a que S. E. se sirviera franquear gratuitamente al tesoro nacional un mil onzas de oro para el fin y con las calidades expresadas en la nota que llevo inserta, y de consiguiente, que ahora puede, si gusta V. E., pagarse con la misma especie de mil onzas de oro.

         Dios guarde la importante vida de V. E. muchos años. - Asunción, setiembre 28 de 1861.

         Excmo. señor.


         Mariano González.


         Excmo. señor Presidente de la República del Paraguay.


         (Providencia recaída al pie).


         Asunción, setiembre 30 de 1861.


         El ministro tesorero entregará a mi hijo el ciudadano Venancio López, las onzas de oro que ofrece en reposición de igual cantidad que he suplido gratuitamente al tesoro con el objeto que refiere, previniéndose que para su resguardo tomará el correspondiente recibo a continuación de esta orden.


         López.


         En la Asunción, a treinta de setiembre de mil ochocientos sesenta y uno, en cumplimiento del supremo decreto que antecede, el infrascrito, ministro tesorero, ha entregado del tesoro nacional a S.S. el coronel mayor de plaza ciudadano Venancio López, las mil onzas de oro, en reposición de igual cantidad con que S. E. el señor presidente de la República ha suplido gratuitamente al tesoro nacional por los muchos gastos que tenía en el ramo de onzas de oro, para remitirlas, como lo remitió al señor cónsul general de la República en el Paraná, ciudadano José Rufo Caminos, para que las pusiera a disposición de aquel gobierno para algún auxilio a las familias y personas que sobrevivieron a los estragos del terremoto acontecido en la ciudad de Mendoza; en prueba del recibo, firma conmigo.

         (Firman): Venancio López. - Mariano González.








AMISTAD ARGENTINO-PARAGUAYA


         La tradicional amistad argentino paraguaya ha tenido constantes y elocuentes exteriorizaciones, aún en los momentos más álgidos del pasado. Ella tiene su origen en la misma cuna de los dos pueblos y se extiende con dilatada y fecundante corriente a través de cuatro siglos de historia. Esta comunidad se traduce hasta en el nombre del territorio. Es un criollo del Paraguay, Ruiz Díaz de Guzmán, quien al escribir la primera historia de estos países, en su obra "La Argentina", oficializó este nombre dando curso forzoso a la circulación de este vocablo que en ese tiempo designaba indistintamente al Paraguay y a la Argentina, reflejando o condensando los anhelos de los argonautas de la conquista, soñadores de nuevos vellocinos.

         "Río de la Plata", era no sólo la designación obsesionante del estuario, sino también la del mismo río Paraguay y aún del Pilcomayo, con más verdad intrínseca, ya que, como hilo de plata, desciende de las faldas del Potosí argentífero, cruzando toda la región, y "Mar del Paraguay" se llamaba al Atlántico meridional, como consta en la cartografía de la época. Buenos Aires Asunción se han fundado recíprocamente y se han alternado como capitales.

         Trazar los lineamientos de esa antigua vinculación equivaldría a revivir muchas páginas, algunas olvidadas, pero que, como las raíces, al perderse y esparcirse en el subsuelo; retoñan de trecho en trecho y nutren poderosamente con su savia oculta el frondoso árbol de la confraternidad, que tiene también su raigambre moral en los corazones, y vigoriza los sentimientos solidarios que no está en manos del hombre destruir o anular, por lo mismo que emergen de lo más profundo y recóndito de la común existencia con el triple imperativo de la geografía, de la historia y de la raza en el pasado, proyectándose en el campo infinito del porvenir.

         Y no es únicamente en las esferas oficiales o diplomáticas donde mejor se manifiestan estas vinculaciones innatas. Todos los escritores y estadistas les rinden su valioso tributo, tanto en la Argentina como en el Paraguay, y la prensa que es la expresión inmanente de la conciencia nacional, las prestigia con todo el peso de su autoridad moral.

         En consonancia con todo ello, en Asunción existen dos centros que son verdaderos templos donde se rinde culto a este ideal: la Casa Argentina y la Sociedad Amigos de la Argentina, en tanto que en Buenos Aires se ha formado el Comité Paraguayo (hoy Círculo Paraguayo) el cual no obstante las criticas circunstancias en que surgió a la vida, al producirse el conflicto armado del Chaco, inscribió en su carta orgánica estas declaraciones básicas:

         "Ser un centro de unión y solidaridad de los residentes paraguayos, y cultivar la confraternidad argentino-paraguaya mediante el mayor intercambio económico y cultural".

         De acuerdo con este programa ha desenvuelto su acción, habiendo rendido significativos homenajes a San Martín, a la Reconquista, a Sarmiento, a Alberdi, y se ha asociado a otros diversos actos inspirados en el mismo espíritu cordial.

         De data más reciente es la fundación del Instituto Cultural Argentino-Paraguayo que inició su actuación el 12 de agosto de 1937, también en horas criticas para la vida institucional del Paraguay, bajo los auspicios del Museo Social Argentino, presidido primeramente por el contraalmirante D. Pedro S. Casal, ex Ministro de Marina en el gobierno argentino, y actualmente por el general D. Rodolfo Martínez Pita, ex presidente de la comisión militar neutral que actuó en el Chaco a la terminación de la contienda. Esta entidad, su vez, ha inscripto en su programa orgánico las siguientes finalidades:

         "a) Gestionará y patrocinará la visita recíproca de hombres eminentes del Paraguay y la Argentina y el intercambio de profesores, artistas, literatos y hombres de ciencia; b) Cooperará en la obra de las universidades y demás instituciones de cultura de ambos países; c) Establecerá contacto y relaciones de intercambio y colaboración con las instituciones culturales y económicas paraguayas; d) Tratará de organizar o auspiciar exposiciones de cualquier manifestación cultural; e) Organizará una sección especial en la biblioteca del Museo Social Argentino y propenderá a que en las bibliotecas argentinas exista la más amplia documentación referente al Paraguay; f) Fomentará la formación de una biblioteca argentina como sección de alguna de las más importantes bibliotecas públicas del Paraguay y tratará de que en las bibliotecas exista la más amplia documentación argentina: g) Organizará conferencias y reuniones especiales de estudio relacionadas con los asuntos de su jurisdicción".

         Y también en cumplimiento de estos nobles propósitos, el Instituto Cultural Argentino-Paraguayo lleva realizados una serie de actos que enaltecen su obra (*).

         Al lado de estos centros de índole cultural o social, merece especial mención la Cámara de Comercio Argentino-Paraguaya que funciona en esta ciudad y publica una revista mensual "Dos Naciones", al servicio de las vinculaciones económicas de ambos países.

         En los diversos Congresos internacionales efectuados en la Argentina, lo mismo que en sus centros universitarios y de estudios, se ha contado siempre con la colaboración de expectables figuras de la intelectualidad paraguaya, cuyo aporte jamás ha estado ausente, como bien lo acreditan, entre otros testimonios, los numerosos trabajos publicados en los nutridos volúmenes del II Congreso Internacional de Historia de América, que se reunió en esta capital en 1937 y en varias conferencias dadas en las más prestigiosas tribunas argentinas.

         Por otra parte, la favorable acogida que ha tenido de inmediato la música folklórica paraguaya en este país y el decidido apoyo que le brindan sus más difundidas estaciones transmisoras, constituyen otra corroboración efectiva de la innata armonía que vibra en el fondo del alma de uno y otro pueblo.

         No es aventurado, por tanto, afirmar que la amistad argentino-paraguaya ha contado en estos últimos años con valiosos aportes de verdadero relieve que la han enaltecido en forma singularmente promisora, augurando nuevas y más hermosas conquistas en un porvenir inmediato en favor de la creciente vinculación material y espiritual de la Argentina y del Paraguay que son como dos denominaciones de una misma y gigantesca unidad étnica.


         Buenos Aires, marzo de 1939.


(Colaboración para la revista "Interamérica". N° 1, marzo de 1939).



(*) Ver la reseña que se inserta a continuación.

         Los convenios firmados últimamente el 5 de julio de este ato en esta Capital, consagran prestigiosamente varias de estas finalidades.






INSTITUTO- CULTURAL ARGENTINO-PARAGUAYO


RESEÑA DE ACTOS


         El autor ha actuado como Secretario en las comisiones organizadoras del Comité Paraguayo, y, del Instituto Cultural Argentino-Paraguayo, cuya reseña de actos correspondiente al ejercicio de 1937 a 1938, es como sigue:

         Agosto 12 de 1937. - Acta de fundación y Conferencia del doctor Luis De Gásperi. Tema: "Intercambio comercial Argentino-Paraguayo. Hacia un zoollverein".

         Septiembre 2. - Conferencia del doctor Justo Pastor Benítez. Tema: `'Las clases rurales del Paraguay".

         Septiembre 21. - Conferencia del doctor Justo Prieto. Tema: "Acción civilizadora de Sarmiento".

         Diciembre 22. - Almuerzo ofrecido por el doctor Higinio Arbo en el Jockey Club a los colegas de la Comisión Directiva del Instituto Cultural Argentino-Paraguayo y al señor Presidente del Museo Social Argentino, doctor Tomás Amadeo.

         Mayo 9 de 1938. - Iniciación de la Semana Paraguaya. (Transmisión por la Radio Excelsior, L. R. 5). Palabras del vocal doctor Juan Carlos Rébora, en representación del señor Presidente del Instituto.

         Mayo 10. - Ídem. Palabras del señor E.E. y Ministro Plenipotenciario del Paraguay, doctor Higinio Arbo.

         Mayo 11. - Ídem, Palabras del Plenipotenciario paraguayo y miembro de la Delegación Paraguaya a la Conferencia de Paz, doctor Efraím Cardozo.

         Mayo 12. - Almuerzo en el Hotel Continental ofrecido por los miembros de la Comisión Directiva del Instituto en honor del Ministro de Paraguay doctor Higinio Arbo y del Presidente de la Delegación Paraguaya a la Conferencia de Paz, Embajador doctor Jerónimo Zubizarreta.

         Sesión pública en la sede social del Instituto, abierta por el doctor Juan Carlos Rébora, en representación del señor Presidente del mismo, y Disertación del Vocal-secretario y Cónsul general del Paraguay, señor Juan Francisco Pérez Acosta. Tema: "El Paraguay en la emancipación. Espíritu y acción solidarios. Significado del 14 de mayo"

         Mayo 13. - (Por la Radio Excelsior). Palabras de clausura de la semana paraguaya por el señor Presidente de la Delegación Paraguaya: Embajador doctor Jerónimo Zubizarreta.

         Junio 11. - Actos conmemorativos del 358º aniversario de la fundación de la ciudad de Buenos Aires por Juan de Garay. Discurso del señor Presidente del Instituto, Contraalmirante Pedro S. Casal, en el acto de depositarse una ofrenda floral al pie del monumento a Garay: Transmisión por la Radio Excelsior (L. R. 5): palabras del Almirante señor Manuel Domecq García; id. del doctor Ricardo de Lafuente Machaín, Presidente Honorario y miembro respectivamente del Instituto. Conferencia del Rev. doctor José Fernando Pérez Acosta en el salón de actos del Consejo de Mujeres, tema: "Afinidades espirituales argentino-paraguayas".

         Junio 21. - Conferencia del señor Secundino Ponce de León, tema: "Los avá y la primitiva cultura universal".

         Julio 21. - Conferencia del señor Juan Manuel Sosa Escalada, tema: "La fundación de las ciudades de Asunción y Buenos Aires". (Subtemas: La piedra fundamental de Buenos Aires. La Casa Fuerte de Asunción. La Eva guaraní).

         Septiembre 6. - Conferencia del doctor Eudoro Acosta Flores, tema: "La poesía en el Paraguay. Referencias a algunos de sus mejoren cultores".

         Septiembre 9. - Demostración ofrecida por la Comisión Directiva del Instituto Cultural Argentino-Paraguayo a los miembros de la Delegación Paraguaya en los homenajes a Sarmiento, señores doctor Luis A. Argaña, Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública del Paraguay y Profesor Ramón I. Cardozo, en el Hotel Continental.

         En adhesión a los referidos homenajes, se envio nota a la Comisión Nacional respectiva y se le incluyó copia de los antecedentes relacionados con los honores tributados a Sarmiento, en ocasión de su deceso en el Paraguay, así como de los discursos pronunciados en 1888, al despedir sus restos.

         Además el Instituto patrocinó la Exposición del pintor paraguayo Jaime Bestard, efectuada en la Galería Moody, del 1° al 15 de junio.





A PROPOSITO DE UNA ENCUESTA INTERAMÉRICA", publicación Continental:


         Marzo 31, de 1939.


         Señor Cónsul General de Paraguay, Juan Francisco Pérez Acosta. - Buenos Aires.


         Distinguido señor:

         "INTERAMERICA" ha recibido una oportuna sugestión cuya practicidad interesa conocer por el aporte que la misma podría representar en beneficio de su acción americanista.

         Se trata de crear en Buenos Aires, con el auspicio de destacadas personalidades y figuras representativas del continente una Cámara de Cooperación Interamericana cuyos fines estarían encaminados a promover un mayor intercambio cultural y económico.

         La razón de esta iniciativa estaría abonada en el hecho de que sólo tres de los veintiún países americanos cuentan con Cámaras de Comercio establecidas en Buenos Aires. Por otra parte falta un organismo que propenda a un mayor intercambio cultural, ampliamente objetivo, que esté por sobre la acción de disgregación que realizan entidades que representan tendencias políticas de carácter local o instituciones limitadas a una acción nacional para colocarse en la defensa de los más nobles y permanentes ideales americanistas.

         En tal sentido nos permitimos solicitar su autorizada opinión respondiendo a las preguntas que se formulan por separado y que ha sido remitida a las principales personalidades americanas con residencia en Buenos Aires.

         Sin otro particular muy agradecidos por su gentil colaboración, nos reiteramos como siempre gratos a sus más completas órdenes.


         Leonardo J. Vidal.

         Editor.



         ENCUESTA


         1°-¿Cuáles son las causas fundamentales que conspiran contra un mayor intercambio comercial y cultural entre los países de América?

         2°-El momento es propicio para iniciar una acción en tal sentido?

         3°-¿Cree usted que la creación de una Cámara de Cooperación puede ser un indio apropiado?

         4º-¿Ese consulado vería con agrado una iniciativa en tal sentido?



         Buenos Aires, abril 22 de 1939.


         Señor Leonardo J. Vidal, editar de "`INTERAMERICA". - Ciudad.


         Distinguido señor:

         Respondiendo al pliego adjunto a su atenta nota del 31 de marzo próximo pasado, creo que la necesidad y ventajas del intercambio cultural y económico entre los países de América se van haciendo carne, en forma cada más imperativa, en la conciencia de todos ellos y se vienen realizando con ritmo progresivo, si bien paulatino, favorecida por la identidad de estructura, de ideales y de anhelos, la frecuencia, de las reuniones interamericanas, la facilidad creciente de las comunicaciones, la difusión del mutuo conocimiento y consiguiente mejor comprensión (good understanding) por el libro, la revista, el cine, la prensa, la radio y el turismo, así como por la acción de entidades diversas que cooperan a estrechar los vínculos continentales.

         A medida que se acortan las distancias materiales y espirituales entre los pueblos de nuestra América y se facilitan las comunicaciones, el acercamiento y el contacto entre los mismos, se irán vigorizando aun más esos vínculos naturales que son factores, potenciales de una sólida comunidad por todos anhelada.

         Propender a robustecer esos vínculos es un deber permanente que ya entrevieron y trataron de realizar en su tiempo los fundadores de las actuales nacionalidades americanas y el llevarlo a cabo, en forma definitiva y amplia sería el mejor homenaje que se puede rendir a su obra y a su memoria.

         Siempre he creído que así como en Washington funciona la Unión Panamericana con positivos beneficios para todo el continente y con la cooperación de todos los Estados que lo integran, aquí en Buenos Aires debiera existir otro gran centro de finalidades análogas o parecidas que completara esa acción solidaria. Ambos serian como los dos polos de una intensa corriente.

         El Museo Social Argentino tiene mucho trabajo práctico adelantado en este sentido con sus institutos culturales interamericanos en formación y creo que sería la entidad llamada a organizar tan plausible iniciativa.

         Dejando así contestada su interesante consulta, me es placentero saludarle con mi mayor adhesión a su noble campaña.


         Juan F. Pérez Acosta.

         Cónsul General del Paraguay.





SALUDO A LA ARGENTINA


         En mi carácter de Delegado Postal del Paraguay y en uso de la gentileza que nos brinda la selecta onda de la Radio del Estado por iniciativa de la Dirección General de Correos y Telégrafos, transmito un cordial saludo al gran pueblo argentino, asociándonos a su magna fiesta maya. Esta ha tenido ya feliz comienzo con la demostración, de tan alto relieve fraternal, como todas las que se vienen efectuando, tributada ayer a los miembros del XI Congreso Postal Universal que tan dignamente preside el doctor Adrián C. Escobar, y a quienes alberga jubilosa esta capital latinoamericana.

         A la solemne jura de la bandera a que también asistimos, siguió hoy el justiciero homenaje rendido al poeta patricio Vicente López y Planes, autor del himno argentino. En honor de esta preclara figura que es todo un símbolo nacional, voy a evocar brevemente una página un tanto olvidada de nuestros anales, más elocuente por si sola que todo lo que yo pudiera decir a este propósito.

         Después de las históricas conferencias de Belgrano con nuestros próceres, éstos tenían resuelto que el mejor modo de conmemorar el primer aniversario de vuestra gran revolución, era realizando un movimiento análogo en el Paraguay el 25 de mayo de 1811. Mas, los preparativos fueron advertidos y se entrecruzaron, por otra parte, inesperadas complicaciones que obligaron a anticipar en algunos días la fecha del suceso, quedando aquél consumado el 15.

         Luego vinieron los inevitables trastornos de los días iníciales en ambos países, Argentina y Paraguay, y tras un largo período de incomunicación, se reunió al fin, convocado por el Gobierno Consular de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso, nuestro Congreso del año 42 el cual ratificó la independencia y estableció como sus atributos el escudo y la bandera. Nos faltaba el himno para completar la trilogía de los símbolos patrios. Entretanto, el nombre de López y Planes habla traspuesto las fronteras clausuradas y llegado también al Paraguay.

         En cumplimiento de los acuerdos de aquel Congreso que por sus proyecciones internas y externas, tiene para nosotros, dentro de lo relativo, un valor análogo al de Tucumán del año 16 que ya había hecho aquí lo mismo: sellar la independencia y establecer los símbolos patrios de la Argentina nuestro Gobierno envió a Buenos Aires a un conspicuo ciudadano. Manuel Pedro de Peña, para obtener de Rosas el reconocimiento de dichas declaraciones, reconocimiento que sólo habria de hacerse efectivo después de Caseros, cuya aurora estaba aún lejana.

         A modo de complemento de su misión, nuestro comisionado gestionó de López y Planes otro himno para el Paraguay. Por circunstancias bien comprensibles de la época, esta gestión no llegó a traducirse en realidad, pero quedó arrojada una fecunda simiente.

         En efecto: el canta nacional del Paraguay se escribío poco después, también a orillas del Plata, en 1846, por el vate Francisco Acuña de Figueroa, autor del himno uruguayo y como obsequio del gobierno de la Defensa, en ocasión de haber ido a Montevideo otros comisionados del Paraguay en idéntica gestión diplomática para concertar la común alianza que tuvo principio de ejecución en la campaña de Corrientes bajo la dirección del General Paz. Allá estaban concentrados entonces los unitarios argentinos, animados de los mismos propósitos e ideales y es verosímil, por tanto, es casi seguro, que el recuerdo de la anterior gestión de Peña ante López y Planes hizo surgir la letra de nuestro himno.

         Si el bardo argentino no pudo ser su autor material, no obstante haber sido solicitado para ello por su celebrado estro, es, en cambio, un precursor indudable.

         He querido rememorar esta anécdota, un tanto velada ya por la pátina del tiempo, como nuestro mejor homenaje a la conmemoración del 25 de mayo y a la esclarecida memoria del insigne autor del Himno patrio argentino, asociándola al grato recuerdo de la hermosa velada de hoy, consagratoria del nombre inmortal de Vicente López y Planes en la escuela donde se veneran especialmente su efigie y su obra imperecedera, y que es no sólo un templo del saber, sino también un altar del más acendrado patriotismo en cuyo culto se modela el alma blanca y celeste, vale decir, pura e ideal, de la niñez educanda, que es el porvenir, y es también la esperanza de los pueblos nuevos y pujantes.


         Buenos Aires, mayo 22 de 1939.



         Inolvidables actos de confraternidad argentino-paraguaya han sido, además, las visitas de las Escuelas militares de uno y otro país, el homenaje al general José E. Díaz y las grandiosas recepciones tributadas en la Argentina a los Presidentes electos del Paraguay, doctor José P. Guggiari (1928) y últimamente al general de Ejército José Félix Estigarribia (1939) .





INDICE


I.       Una mediación histórica (Del Presidente Urquiza en el conflicto del Paraguay con los Estados Unidos de América, 1859)

II.      La misión del General Guido (Complementaria de la anterior)

III.     Vieja fraternidad (Disertación)

IV.    Las Invasiones Inglesas. - Su repercusión en el Paraguay. (El contingente        auxiliar paraguayo)

V.      El terremoto de Mendoza y el auxilio del Paraguay en 1861

VI.    Amistad Argentino-Paraguaya (Colaboración)  

VII.   Instituto Cultural Argentino Paraguayo (Reseña de actos)

VIII.  A propósito de una encuesta

IX.    Saludo a la Argentina   .


 

 

PUBLICACIONES DEL AUTOR


         ALGUNOS DE SUS TRABAJOS EN BUENOS AIRES


LOS AUXILIOS DEL PARAGUAY EN EL RIO DE LA PLATA. - Y su consiguiente empobrecimiento. (Serie publicada en "El Orden" de Asunción. Marzo 7. 13. 21, y abril 11, 1931).

UN CURIOSO RECLAMO DEL CABILDO DE ASUNCION AL DE BUENOS AIRES (Sobre medidas usuales y comercio con el Brasil). -- En "El Orden", abril 18, 1931).

LOS PRIMEROS ROZAMIENTOS DE NUESTRO VIEJO INTERCAMBIO. (Ídem, abril 25, 1931).

PROLOGOMENOS DE LA REVOLUCION DE MAYO, - Paraguarí y Tacuarí. (ídem, marzo 9, 10 y otros conexos).

EL MAESTRO ESCALADA (Juan Pedro). (En el libro de lecturas escolares "Aspiración', 1931)

LA PRIMERA MAESTRA PARAGUAYA - Asunción Escalada. (ídem, íd., "Solidaridad", 1931).

VALORES CULTURALES DEL PARAGUAY, - Centros diversos (1931).

IDEM, IDEM. - Revistas (1931).

IDEM. IDEM. - Club "Unión Paraguaya de Buenos Aires (ídem).

IDEM, IDEM. - "Centro Paraguayo", ídem. (ídem).

FRANCIA Y BONPLAND, - Disertación en la Sociedad de Historia Argentina (1932).

HIMNO NACIONAL DEL PARAGUAY. - Su letra y su música (Publicado bajo los auspicios del Comité Paraguayo (1933).

EL Dr. FRANCIA Y LA MUSICA. – Curiosidades de la dictadura vitalicia (1933).

EL Dr. FRANCIA Y LA INFLUENCIA DE CORDOBA. - Comentarios a Ramos Mejía (1933).

EL VICEPRESIDENTE SANCHEZ. - Curiosos detalles de su administración, (En la revista "Vida Nacional" de Buenos Aires; entregas de marzo a junio, 1933).

NUESTRAS VIEJAS MAESTRANZAS: - 1810-1840 (1934).

LA CONDUCTA DE BOLIVIA A LA LUZ DE LAS "REVERSALES" (1934).

FECHAS Y EMBLEMAS PATRIOS DEL PARAGUAY. - Buenos Aires 1939. (Recopilación de varios).


         OTROS DEL MISMO


EL PARAGUAY Y AMERICA. - Bosquejo presentado al 2º Congreso Científico Pan Americano (Washington, 1916).

LA INSTRUCCION PÚBLICA EN EL PARAGUAY. - Informe al mismo (Ídem).

ENSENANZA SECUNDARIA. - Proyecto de reforma (En colaboración con el doctor Pedro Bruno Guggiari - Asunción, 1917).

LOS ARCHIVOS DE LA ASUNCION DEL PARAGUAY. - (Publicado por el Instituto de Investigaciones Históricas. - Buenos Aires, 1923).

NÚCLEOS CULTURALES DEL PARAGUAY. - Publicado por la Unión Pan Americana, Washington, 1924).

DIVERSOS. - Memorias del Instituto Paraguayo. - Diario de Sesiones del Congreso. - Crónicas. - Colaboraciones varias. - Biografías. - Monografías).

 

 

Juan Francisco Pérez Acosta






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