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MILDA RIVAROLA ESPINOZA

  VAGOS, POBRES & SOLDADOS - LA DOMESTICACIÓN ESTATAL DEL TRABAJO EN EL PARAGUAY DEL SIGLO XIX (MILDA RIVAROLA) - Año 2010


VAGOS, POBRES & SOLDADOS - LA DOMESTICACIÓN ESTATAL DEL TRABAJO EN EL PARAGUAY DEL SIGLO XIX (MILDA RIVAROLA) - Año 2010

VAGOS, POBRES & SOLDADOS

LA DOMESTICACIÓN ESTATAL DEL TRABAJO

EN EL PARAGUAY DEL SIGLO XIX

MILDA RIVAROLA

Editorial Servilibro,

www.servilibro.com.py

Tel.: 595 21 444.770

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Tapa. Diseño gráfico y cuidado de la edición:

MIRTA ROA MASCHERONI

1ª Edición, Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, 1994

2ª Edición, Servilibro. Corregida con ilustraciones.

Asunción – Paraguay

2010 (138 páginas)

 

 

 

ÍNDICE

 

INTRODUCCIÓN

LAS RELACIONES LABORALES EL EN VIEJO PARAGUAY

 

I

LOS PRIMEROS OFICIOS EN EL PARAGUAY COLONIAL

LOS PRIMEROS ARTESANOS

INDIOS YERBEROS Y DEBACLE DEMOGRÁFICA

LA MORTANDAD DE LA MANO DE OBRA INDÍGENA

EL ENDEUDAMIENTO DEL PEONAJE COMO SISTEMA DE ENGANCHE

VAGOS, POBRES, SOLDADOS

OBRAJES DE MADERA

INDIAS ENCOMENDERAS

LA MANUFACTURA DEL TABACO Y LOS ASTILLEROS

PILOTOS, BAQUEANOS, MARINEROS

EL CANTO DEL CISNE DEL PARAGUAY COLONIAL: LA INTENDENCIA

EL MUNDO LABORAL EN LAS POSTRIMERÍAS DEL SIGLO XVIII

 

II

SOMETIMIENTO ESTATAL DE LA FUERZA

DE TRABAJO. EL PARAGUAY DEL SUPREMO (1814-1840)

LOS CAMBIOS, LAS CONTINUIDADES

EMPLEO, INGRESOS, EGRESOS: LA ECONOMÍA DEL NUEVO ESTADO

TRABAJAR PARA LA PATRIA

1. LA ESCLAVITUD

2. EL EJÉRCITO

3. LOS PRESIDIARIOS COMUNES

4. LA POBLACIÓN INDÍGENA DE LOS PUEBLOS

5. EL SISTEMA DE "LEVAS" O "AUXILIOS DE VECINOS

6. EL TRABAJO LIBRE DE ARTESANOS, MAESTROS DE OBRAS Y CAPATACES.

EL MUNDO DEL TRABAJO

LAS PERMANENCIAS: EL ENGANCHE POR DEUDAS

TRABAJADORES Y HOLGAZANES

 

III

FORMACIÓN DE LAS CLASES TRABAJADORAS BAJO LA PRIMERA REPÚBLICA (1840-1869)

LOS CAMBIOS, LAS PERMANENCIAS

EL ESTADO Y LOS TRABAJADORES

FORMAS COACTIVAS DE EXTRACCIÓN DE TRABAJO

1. LA ESCLAVITUD

2. EL EJÉRCITO

3. TRABAJO FORZADO DE CONVICTOS

4. AUXILIOS Y REQUISICIONES

5. EL TRABAJO INDÍGENA

LOS ESPACIOS DEL TRABAJO

A. PRODUCCIÓN GANADERA

B. EXPLOTACIÓN DE LOS YERBALES

C. LOS OBRAJES FORESTALES

D. ARSENALES Y ASTILLEROS

E. LA FUNDICIÓN DE YBYCUI

F. EL FERROCARRIL

G. LA MARINA MERCANTE

H. OBRAS PÚBLICAS

I. IMPRENTA

J. EL GREMIO ARTESANAL

K. EL COMERCIO

SOMETIMIENTO DE LA MANO DE OBRA Y CONDICIONES LABORALES

FORZAR IGUALDADES: UNA FORMA DE DOMESTICACIÓN

SALUD Y VIVIENDA

SALARIOS

LOS MECANISMOS DE RESISTENCIA

EL CONATO DE HUELGA EN EL FERROCARRIL

LAS CLASES LABORIOSAS EN LA SOCIEDAD PARAGUAYA

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

INTRODUCCIÓN

 

LAS RELACIONES LABORALES EN EL VIEJO PARAGUAY

 

Pensar el Paraguay, su presente o su historia, implica remitirse obsesivamente a sus múltiples orígenes. De algún modo, los del Paraguay contemporáneo se pierden en el siglo XIX, tiempo mayor de crisis y de cambios. Pero también tiempo donde lo viejo -llámese economía, trabajo, vida cotidiana, normas consuetudinarias, mentalidades, poder político- prolonga su existencia, persiste, adoptando formas nuevas.

El período de formación del Estado Republicano interesó por igual a historiadores clásicos -B. Garay, E. Cardozo, C. Pastore, J.F. Pérez Acosta, J.C. Cháves, J. Plá -y a autores nacionalistas J.E. O'Leary, J.N. González, J.P. Benítez. Los primeros conocían el carácter fundador de ese tiempo, no sólo de ruptura sino también -paradójicamente- de cristalización de viejos procesos. Para los nacionalistas, la justificación del Estado Nuevo de la posguerra del Chaco exigía glorificar alguna perdida Edad de Oro, y eligieron para ello el tiempo del "demasiado gobierno" de Francia y los López, el Viejo Paraguay.

Pero no fue la derecha nacionalista la única en reivindicar el régimen pre-constitucional del siglo XIX. La generación de izquierda surgida en la preguerra, la del Nuevo Ideario y el sindicalismo social-comunista, la del 23 de octubre, buscó ella también los fundamentos míticos de la "democracia social" en la Primera República. Y ensalzó el igualitarismo jacobino de Francia, el socialismo de Estado de Carlos Antonio y el anti-imperialismo del Mariscal: entre Creydt y O'Leary, Jover Peralta y Teodosio González se tendieron curiosos puentes ideológicos.

Julio César Cháves hizo en 1941 un ferviente voto: "es tiempo de que termine entre los vivos la controversia que iniciaron los muertos". Deberíamos, para ello, retirar la polémica del espacio estéril de la hagiografía o la denuncia; revisar hoy, setenta años más tarde, los mitos históricos construidos por el revisionismo -el de la izquierda y el de la derecha radical- en la posguerra del Chaco. Para que los muertos descansen en el lugar creado por ellos. Para que nosotros seamos libres de construir otras historias en el lugar donde nacimos, otros lugares en la Historia que vivimos.

Y si fue en la biografía y el ensayo político donde odios y afectos se enlazaron, donde textos escogidos convocaron al respeto o a la repulsión, la tarea de desanudar -de desandar- los mitos nos conduce a interrogar la sociedad. Arrojar miradas distintas a lo cotidiano. Rememorar el Paraguay, no desde la figura unívoca del poder, sino desde los múltiples rostros del trabajo.

Esta perspectiva no es original. Dos generaciones de historiadores americanos y europeos - J.H. Williams, B. Poothast, T. Whigham, J. Cooney, J.C. Garavaglia- trabajaron ya el último período colonial y el nacimiento de la República paraguaya desde la demografía, la economía, la vida cotidiana, la religión, las mentalidades. Hicieron, están haciendo historia desde la sociedad.

Creo necesario prevenir a los lectores sobre los alcances de esta pequeña obra. En la investigación que dio origen al libro Obreros, Utopías y Revoluciones, debí remontar tiempos anteriores a la Guerra de la Triple Alianza. Me limité a la revisión bibliográfica de material secundario (textos editados): este nuevo trabajo porta esa traza, tiene esa limitación.

Es así como, más que certezas, los capítulos presentan a veces hipótesis de investigación. Hay sospechas, intuiciones, interpretaciones que encontraron pistas y fundamentos en trabajos de otros escritores. Éstas deberían confrontarse en el futuro con investigaciones de archivos, con conjuntos documentales más exhaustivos y rigurosos.

Los supuestos son relativamente sencillos. La transición de la Intendencia del Paraguay a la República Independiente estuvo cargada de lastres, tentada por estancamientos y retrocesos. Fue un tiempo largo de crisis donde lo viejo no terminaba de morir y lo nuevo no alcanzaba a nacer. Mientras el discurso político llamaba al futuro, la economía y la sociedad re-memoraban y repetían con fuerza su pasado.

Las cinco primeras décadas del Paraguay independiente estuvieron atravesadas por tendencias históricas pluriseculares. En lo que hace a la producción, si las técnicas, si hasta los gestos de producir yerba, talar montes, criar ganado, atravesar picadas, manufacturar tabaco o navegar ríos eran idénticos a los de siglos anteriores, algo cambió radicalmente en las relaciones laborales.

A lo largo de la Colonia, el trabajo había ido liberándose paulatinamente. Los auxilios o "Mandamientos", la encomienda indígena, la esclavitud fueron -lenta y dificultosamente- cediendo espacio a formas "libres", asalariadas, de explotación del trabajo. El trueque de la producción campesina empezó a ser sustituido por la moneda. El agobiante servicio militar se racionalizó, liberando mano de obra rural. Llegaron capitales, se diversificó la producción manufacturera, aumentó el número de trabajadores, se multiplicó el comercio. La Intendencia del Paraguay fue el orgulloso anuncio de la modernidad decimonónica. Y también su canto de cisne.

Las clases trabajadoras habían encontrado terreno fértil de expansión y desarrollo en las reformas borbónicas. Artesanas, asalariadas, "enganchadas", luchaban contra ataduras que pasaban cada vez menos por la legislación encomendera colonial, cada vez más por relaciones contractuales, por el dinero. Pero no estaban llamadas a crearse en la clásica confrontación con yerberos, empresarios, negociantes, industriales, madereros, estancieros o navegantes privados. Nacerían, re-nacerían desde el Estado.

El proceso formativo de la República independiente, a primera vista incoherente y tortuoso, cobró dirección unívoca en el largo plazo. La ruptura del comercio exterior destruyó aquellas clases propietarias llamadas a dirigir esa economía cada vez más mercantil. Éstas arrastraron, en su agonía, a millares de peones, obreros, pequeños artesanos. Los propietarios se retiraron a sus estancias, los antiguos asalariados volvieron a sus chacras. En mayor o menor grado, todos retornaron a la auto subsistencia y al trueque.

Pero las "clases populares" no permanecerían eternamente en ese edén agro pastoril. Los hombres fueron llamados bajo armas, ocuparon de nuevo los fortines abandonados desde fines del siglo XVIII. Como soldados, trabajaron en yerbales, obrajes y Estancias de la Patria. Los indígenas de los pueblos volvieron a pagar diezmos, o mejor, a trabajar para el Estado porque carecían de dinero para hacerlo. Los pobladores más viejos debieron recordar el antiguo sistema de "mandamientos" de la Corona española cuando el Estado independiente volvió a solicitar sus "auxilios". Los presidiarios entregaron, ellos también, su cuota forzada de trabajo.

Los Supremos Gobiernos no se contentaron con exigir a los ciudadanos sumisión al nuevo régimen libertario. Demandaban, cada vez más, trabajo. Y trabajo sólo excepcionalmente remunerado. Viejos mecanismos heredados de la administración virreinal fueron re-diseñados por Francia, y llevados al límite de sus potencialidades por sus sucesores. El complejo sistema de extracción coactiva de fuerza de trabajo establecido por El Supremo proporcionó mano de obra al proyecto "modernizante" y agro exportador de Carlos Antonio y Francisco Solano López.

Cabe preguntarse si el modelo de Estado "hacendado, industrial y propietario" de los López, hubiera logrado éxito sin la masa de trabajadores no asalariados que lo cimentó. O si el Estado liberal posterior a 1870, ya desprovisto de esclavos e incapacitado constitucionalmente de exigir servicios al Ejército, auxilios a los vecinos o trabajos forzados a los presos, tenía opciones distintas a la privatización de sus bienes, sin la mano de obra servil que hiciese -como antaño- rentable su explotación.

Es también probable que las clases propietarias precisaran convocar una guerra para recuperar el lugar que sentían propio, del que habían sido tan singularmente apartadas. El costo fue demasiado alto. Un ex combatiente de la Legión lo resume en una frase terrible: Les pedimos que nos mataran las chinches y terminaron rompiéndonos el catre.

En ese territorio roto, en esa sociedad desgarrada por historias truncas, renacerían a fines del siglo XIX las clases laboriosas, bajo otras políticas, obedeciendo lógicas económicas diferentes. Ni esta nueva ruptura fue completa, ni este renacimiento, desmemoriado. Pero esto es otra historia. Es la misma historia.

 

                        MILDA RIVAROLA

 

 

 

III

 

FORMACIÓN DE LAS CLASES TRABAJADORAS

BAJO LA PRIMERA REPÚBLICA (1840-1869)

 

Algunas de las tendencias ya delineadas durante la dictadura del Dr. Francia se refuerzan o institucionalizan (regimentación militar del trabajo, los auxilios, trabajo forzado de convictos) mientras otras sufren alteraciones (esclavitud) durante los gobiernos de Carlos A. (1841/62) y Francisco S. López (1862/70).

La apertura de los ríos al comercio regional -lograda a través de tratados internacionales- en un período de auge económico mundial, permitió al Paraguay un crecimiento económico y comercial sin precedentes. El Estado obtuvo (gracias al control de parte de la producción y del monopolio de ciertos circuitos de comercialización) importantes excedentes que posibilitaron el proceso de modernización del país a partir de la segunda mitad del siglo XIX.1

Este proceso económico estuvo en el origen -y fue, al mismo tiempo, consecuencia- de la constitución de grupos sociales nuevos: el de los nativos de los Pueblos de Indios liberados de sus obligaciones serviles y desposeídos de sus tierras y ganados comunales: y el de las nacientes -y extremadamente heterogéneas- clases trabajadoras locales. La presencia de un número importante de extranjeros en el país -comerciantes, artesanos calificados, cuerpo consular, técnicos e ingenieros contratados por el Estado; el fortalecimiento de los propietarios (hacendados, obrajeros, yerberos, comerciantes, etc.); y la formación de una élite ligada al gobierno contribuyeron a borrar los últimos vestigios igualitarios que la sociedad paraguaya pudo haber mostrado en décadas anteriores.

El régimen económico instaurado en esas tres décadas -de "naciente capitalismo agrario" según algunos historiadores- se integró al mercado regional y mundial a través de la exportación de materias primas agroforestales, manteniendo formas económicas peculiares para la región. El Estado siguió detentando en propiedad la casi totalidad de tierras de cultivo, praderas y bosques (que explotaba en forma directa o a través de "habilitamientos" a particulares) y ocupó un papel central -a veces monopólico- en la producción y comercialización de los bienes.2

El sector privado, en forma directa o funcionando como agente intermediario de estos procesos, logró captar parte de los excedentes generados por una heterogénea fuerza de trabajo -esclava, servil o asalariada- conformando una naciente burguesía rural y comercial, relacionada por lazos políticos o familiares al círculo presidencial.3

Gran Bretaña actuó en estos años como principal proveedor de bienes de capital, insumos y técnicos destinados a crear la infraestructura necesaria a ese modelo (flota mercante, arsenales, ferrocarriles, telégrafos, fundiciones, etc.), y de los bienes de consumo dirigidos a un creciente mercado interno. Este proceso generó un constante aumento de precios (productos de primera necesidad, renta de predios urbanos, etc.) que elevó sustancialmente el costo de vida respecto a los niveles del período anterior.4

 

            LOS CAMBIOS, LAS PERMANENCIAS

 

El crecimiento del Estado -y la diferenciación progresiva de la sociedad civil- exigió y obtuvo sancionamiento jurídico. Un congreso de cuatrocientos diputados ratificó en 1842 la Independencia del Paraguay y ese mismo año se promulgó el "Estatuto provisorio de la administración de la justicia", por el que se abolían las Leyes de Indias, conservándose las de Castilla, Toro y las Partidas Españolas. Este Estatuto fue seguido de una "Reglamentación de la Policía" (27.06.1842), que extendía las funciones de la misma de la prevención y represión de delitos a las de "atención del orden social" y "reforma de las costumbres".'

Parte de este Bando atañe al mundo del trabajo: él reglamento de castigos por fuga de esclavos va acompañado de un listado de nuevos delitos (pronunciar palabras obscenas o insultantes en pulperías, cometer actos deshonestos en las calles, emborracharse con indígenas, prófugos, esclavos, vagabundos o personas sospechosas; pedir limosna no estando autorizado a ello, etc.) punibles con dos meses a dos años de trabajos forzados en las Obras del Estado.6

Una nota elevada en 1847 por una autoridad de Valenzuela al Presidente da cuenta de la vigencia de estas medidas años más tarde; "no hubo en todo este tiempo intruso, vago ni mal entretenido alguno, ni amancebados públicos sobre que tomar conocimiento y providencias, ni vecino alguno enteramente pobre dado a todo género de vicios, acreedor de una sujeción, poniéndose su persona a cargo de un hombre que lo sugete y haga trabajar y esté a la mira de su conducta".7

El Estado continúa ejerciendo roles ya asumidos en el período anterior: transformar una población "pre laboral" (vagos, vecinos enteramente pobres, etc.) en mano de obra sujeta a la disciplina de trabajo. Por otra parte, sigue asignándose al trabajo una función punitiva-regeneradora que se suma a la más concreta de la productividad. La condición de "propiedad" fue exigida explícitamente, por vez primera, a los diputados de este Congreso8, y si una de sus decisiones fue la de aprobar la Ley de libertad de vientres (que incluía la prohibición del tráfico de esclavos), autorizaron por otra ley a los cónsules C. A. López y M. Roque Alonso a establecer medidas de expropiación de bienes comunales de los Pueblos de Indios.

Es así como la ley del 26.XI.1842 reparte entre los pobladores indígenas "capaces y de servicios" parte de las tierras y ganados de uso comunal, destinando -según el historiador Pastore- los nativos no beneficiados a convertirse en mano de obra de obrajes y yerbales, mientras que "las tierras y ganados que estos mismos nativos (...) habían poseído hasta entonces, servirían para sentar las bases (...) de una próspera industria ganadera del Estado". El traslado masivo de la población indígena de Villa de la Encarnación en abril de 1843 fue la primera aplicación de esta ley, prolegómeno de otra del mismo carácter, más general, de 1848.9

El siguiente Congreso de marzo de 1844 reunió a sólo 300 diputados electos entre los propietarios (una de sus decisiones fue limitar en el futuro su número a 200) y promulgó la "Ley que establece la Administración Política del Paraguay", redactada por el presidente Carlos A. López.10

El Código de Comercio español fue adoptado en 1846 (tuvo vigencia durante más de cuatro décadas) y dos años más tarde, considerando que el régimen de comunidad de los 21 Pueblos de Indios estaba basado en la condición de "no poder enajenar sino conservar" los bienes de estos indígenas, y que tal régimen no era "compatible con el presente estado de la República", el decreto presidencial del 7.X. 1848 despojó de tierras y ganados a los nativos y mestizos asimilados de estos pueblos.

Realizado el inventario de los "bienes raíces, muebles, semovientes, acciones y créditos" de los mismos, todas las tierras comunales y las privadas, y unas doscientas mil cabezas de ganado pasaron a integrar el patrimonio del Estado. El mismo decreto confirma la calidad de ciudadano paraguayo de los nativos de estos pueblos y los exime del pago del diezmo y del canon de arrendamiento de tierras públicas durante tres años, concediéndoles la facultad de ingresar al Ejército.11

Una vez que los gobiernos americanos y las principales potencias europeas reconocieron formalmente a la República del Paraguay, algunas personas demandaron cambios en el sistema económico y político establecido por el presidente Carlos A. López. El mensaje presidencial al Congreso de 200 diputados realizado en 1854 dio cuenta de estas demandas, sentando claramente la posición gubernamental.

"El Gobierno quiere evitar con tiempo y previsión (...) el peligro revolucionario que quiere precipitar todo, y trastornar todo a pretexto de mejoras". "El Gobierno (...) conoce que se han de crear en la República necesidades sociales, que es necesario satisfacer (...) pero lejos de dejarse influenciar por un espíritu precipitado y revolucionario, se resistirá con firmeza y prontitud, porque el espíritu precipitado y revolucionario es enemigo del orden público".12

Este mensaje señalaba también "los inconvenientes que trae el sufragio universal para no conferir el derecho electoral sino a personas revestidas de ciertas condiciones que deben habilitar a electores y elegidos, como pueden ser la propiedad, buena fama", etc. En el Bando presidencial del 19.03.1854 por el que Carlos A. López aceptó la prórroga de su mandato presidencial, "ordenaba y mandaba" al pueblo, dado el cese del peligro de agresiones extranjeras, "que habiendo entrado la República en una época normal de paz y tranquilidad, todos los ciudadanos se entreguen al trabajo, labor e industria que más les convinieren".13

De acuerdo a las prevenciones presidenciales, se estableció el 3.XI.1856 la Reforma del Estatuto Provisorio de 1842, que disminuyó el número de diputados a cien, extendiendo la condición de propietarios de los elegidos a los electores. Con estas medidas se dio fin a la suerte de "sufragio masivo" de hombres libres que había funcionado antes en el país.14

 

            EL ESTADO Y LOS TRABAJADORES

 

Las formas de extracción de la fuerza de trabajo adquirieron complejidad, mientras crecía la población incorporada a sistemas laborales atípicos. El Estado -demandante él mismo de trabajo- continuó detentando mecanismos reguladores de la oferta de mano de obra (sucesivos reclutamientos para el Ejército, recurso a los auxilios, cuasi monopolio del comercio de los esclavos, etc.) que eran frecuentemente empleados en detrimento de los propietarios rurales y de artesanos urbanos demandantes de fuerza de trabajo.15

Paralelamente al surgimiento de técnicos y obreros asalariados (extranjeros y nativos) de las Obras del Estado y al florecimiento del gremio de artesanos urbanos dedicados a satisfacer un mercado interno más extenso que el de las décadas anteriores, se mantenía el mundo de relaciones serviles y esclavas heredado de la Colonia.16

Dado que frecuentemente coexistían en cada uno de los establecimientos industriales, agro ganaderos o de servicios -del Estado y de los particulares- formas asalariadas y no asalariadas de trabajo, los límites entre ambas se tornan sumamente difusos. Algunos esclavos cobraban gratificaciones; la mano de obra calificada de origen europeo se hallaba sometida en ocasiones a disciplina militar; los artesanos y aprendices de las pequeñas manufacturas asuncenas eran llamados a auxilios -no remunerados- del Estado, y los forzados, realizando idéntico trabajo, cobraban salarios al término de su condena.

Por otra parte, los oficiales del Ejército se entrenaban en oficios manuales; esclavos "con oficios" eran alquilados por sus propietarios, quienes cobraban el importe de sus salarios. Estas situaciones tornan difícil el análisis de la diversidad de situaciones laborales vigentes, y el de las esporádicas formas de resistencia que los distintos grupos de trabajadores pudieron articular en esa época.

De las diversas formas de trabajo no retribuido, el Estado tenía recurso exclusivo a tres: el de los soldados del Ejército, el proveniente de levas y auxilios y el forzado de los condenados. A las dos formas restantes; la esclavitud y el trabajo servil indígena, accedían tanto los particulares como el Estado, en forma diferenciada. El sector público y el privado empleaban mano de obra asalariada, mientras un grupo de artesanos independientes ocupaba el resto del restricto (aunque creciente) mundo de trabajo libre de esos años.

 

            FORMAS COACTIVAS DE EXTRACCIÓN DE TRABAJO

 

            1. LA ESCLAVITUD

 

Tres años después de emitida la Ley de Libertad de Vientres, el Censo Eclesiástico de 1845 daba, sobre una población negra de 17.181 personas, 7.866 esclavos y 519 libertos (esclavos/as hasta la edad de 24 y 25 años) en toda la República. La cantidad existente era, de hecho, mayor; el análisis del Censo Parroquial de 1844 y otro de 1867 permitió estimar en 15 a 23. 500 el número de personas sometidas a régimen de esclavitud, sobre un total de 240.000 habitantes censados en 1845, lo que elevaría la proporción de esclavos a uno de cada diez habitantes.17

Dada la controversia sobre los datos, resulta difícil deducir qué parte de esclavos pertenecía al Estado. Un cronista estimaba en 1.500 el número de los mismos en 1855.18 Otros indicadores permiten elevar sustancialmente esta cifra: en la Armería Nacional existían 44 esclavos en 1857, en el Cuartel de la Ribera, 58 seis años más tarde. En obrajes y talleres la cantidad promedia era de 50; cientos de esclavos y libertos trabajaban en la construcción del Teatro y de la Aduana; y eran miles los peones esclavos de los sesenta y cuatro establecimientos ganaderos del Estado (algunas decenas en los puestos pequeños, más de 500 en las estancias mayores).

Existían igualmente esclavos del Estado en casi todas las obras públicas, en los arsenales, en la herrería, en carpinterías y sastrerías, en los muebles, en la fundición de Ybycuí, y en los cuarteles y ministerios.19 A partir de 1847, el Estado propietario de esclavos se convirtió en el principal proveedor de éstos a los particulares; el precio de los mismos variaba - en las Almonedas - de 40 a 150 pesos, según el sexo, edad y capacidades laborales.20

Aparte del sustento y del vestuario, los esclavos percibían ocasionalmente -en las estancias y obrajes- gratificaciones en metálico; a veces eran autorizados a cultivar sus chacras y vender sus productos agrícolas. En las industrias (armerías, arsenales, etc.) cobraban eventualmente -como aprendices de oficios- de 1 a 1,50 reales por día (8 reales hacían un peso), lo que permitía a algunos rescatarse con sus ahorros de la esclavitud, estableciéndose como jornaleros o artesanos independientes.21

El comercio de esclavos parece haber cobrado importancia en la década del ‘50, y si bien su explotación continuó limitada al ámbito doméstico (no hubo empleo masivo de los mismos en explotaciones de yerba, tabaco o maderas en el país), la concentración de esclavos en manos de algunos propietarios22 y el hecho que éstos dieran oficios calificados a muchos de ellos con el objeto de alquilar su trabajo, permite suponer que la esclavitud se estaba integrando -bajo formas particulares- a la economía mercantil del país.

J. Plá menciona el caso del estanciero de Encarnación que legó en testamento 17 esclavos con oficios (maestros ladrilleros, tejedores, jergueros, oficiales albañiles, oficiales zapateros, capataces de estancia, etc.); y las esclavas mujeres se desempeñaban como vendedoras callejeras, planchadoras, cocineras, lavanderas o costureras. El trabajo de estos esclavos con calificación era arrendado a particulares o al Estado, o donado al Estado y a la Iglesia, y el hecho que adquirieran "valor de cambio" dificultaba el auto rescate de aquellos que tenían oficios, por quienes sus propietarios exigían altos precios.23

El proyecto de establecer un complejo industrial (aserraderos, molinos, fábricas de cigarros) con mano de obra esclava comprada al Estado fracasó en 1845 con la expulsión del cónsul-empresario norteamericano Hopkins.24 De haber tenido continuidad éste u otros proyectos similares, se hubiese afirmado la tendencia de integrar la esclavitud a la economía mercantil y a la incipiente estructura industrial del país.

En lo que hace al trato dado a los esclavos, éste era considerado "humano" para la época y en relación al sufrido por los esclavos de otras regiones, pese a que la pobreza de la alimentación y del vestuario, los castigos corporales (el cepo, azotes, los grillos) y el abuso sexual de los propietarios sobre las mujeres y los niños eran habituales con los esclavos, destinados a las tareas artesanales o domésticas más pesadas.25

La fuga de esclavos -forma exclusiva de resistencia en una sociedad que no tuvo rebeliones colectivas ni "quilombos" de esclavos cimarrones- se multiplican en el período de los López. Las razones pueden obedecer tanto a la creciente explotación laboral de éstos, como a una relación, de proporcionalidad numérica. 26

La Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) dio fin a la esclavitud en el Paraguay. De acuerdo a la Ley de 1842, los hijos de esclavos nacidos luego de esa fecha podrían obtener su libertad definitiva a partir de 1867. Un episodio de 1865 da cuenta de las derivaciones absurdas que podía tener la vigencia de la esclavitud en una República: los oficiales riograndenses que habían vencido a las tropas paraguayas en Uruguayana, remitieron para venta en el Brasil -como esclavos- a los soldados negros o mulatos prisioneros.

Las considerables pérdidas humanas del Ejército paraguayo en el primer año de la contienda condujeron a un primer enrolamiento de esclavos en el Paraguay en 1865. Una segunda leva, precedida de una ley que autorizaba la donación o la venta de esclavos por los particulares al gobierno, se dio a mediados de 1866. Unos seis mil esclavos provenientes de las "Estancias del Estado y establecimientos particulares" fueron así distribuidos en los distintos cuerpos del Ejército. 27

Un censo de esclavos "aptos para llevar las armas" había elevado el número de los mismos a 10.000 en mayo de 1866 y luego de la batalla de Curuzú (1867) el Mcal. López "ordenó la emancipación en masa de los esclavos del Estado", medida que trasladó lo que restaba de éstos al Ejército.28 De hecho, la "libertad efectiva y sin cláusula restrictiva alguna" de los esclavos paraguayos se dio recién con el decreto del gobierno Provisional del 2 de octubre de 1869 (ante la demanda del Conde d'Eu, Cmdte. de las Fuerzas Aliadas), beneficiando a apenas 450 sobrevivientes. Más que la legislación, o que procesos sociales o económicos internos, fue el conflicto bélico el que dio fin a esta forma de servidumbre en el Paraguay.

 

            2. EL EJÉRCITO

 

Varias reformas afectaron al Ejército durante el gobierno de los López. El Consulado (1841-1842) licenció a soldados y oficiales que habían excedido el tiempo de servicio durante el gobierno anterior, fijándolo en tres años. En agosto de 1845 -año de reinicio de las hostilidades con el dictador Rosas- se estableció el servicio militar obligatorio, creándose además la Guardia Nacional.29

El decreto del 7.10.1848 legalizó el ingreso a la carrera de las armas a los nativos de los veintiún Pueblos de Indios, con lo que se amplió aún más la composición social del Ejército paraguayo. Las diferencias étnicas continuaron sin embargo reflejándose en el escalafón militar: los mulatos; indígenas y mestizos de primera generación formaban el grueso de las tropas, mientras los jefes y oficiales seguían siendo paraguayos "blancos de linaje" o criollos mestizos.30

La creciente militarización del país obedecía a reiterados conatos de conflictos bélicos: el estado de guerra con el gobierno de Rosas desde 1842 a 1852 fue permanente, e incluyó la declaración formal de hostilidades a Buenos Aires en diciembre de 1845. En octubre de 1850 el conflicto del Pao de Azúcar enfrentó al Paraguay con el Imperio del Brasil. Nuevas diferencias diplomáticas con este país vecino surgieron en 1853 y 1855; el caso Hopkins y el bombardeo del Water Witch originaron una expedición punitiva norteamericana contra el Paraguay en 1859/60; y las relaciones con Gran Bretaña y Francia también estuvieron alteradas por conflictos diplomáticos en estos años.

Se sucedieron los reclutamientos casi ininterrumpidamente: hubo levas en 1842, 1845, 1847, 1849, 1854, 1855 y éstas aumentaron su importancia en 1856/7, con el regreso del general López de Europa. El Ejército permanente contaba con 18.000 hombres en esos años, cifra que podía elevarse a 45.000 con el llamado de las reservas. Entre 1862 y 1863 (ya electo el Gral. F.S. López a la presidencia) los efectivos variaban entre 19 y 25.000 hombres; y en 1864 (año de inicio de las hostilidades) éstos ascendían ya a 64.000.32

Los salarios nominales de los miembros de las FF. AA. (de los que se seguían descontando vestuario y alimentación, como en décadas anteriores) eran de 40 pesos a los coroneles, 17 a los tenientes, 12 y 10 pesos a sargentos y cabos; y 7 a 8 pesos a los soldados rasos, montos que dejaron de pagarse una vez iniciada la Guerra de la Triple Alianza. El servicio militar era obligatorio y gratuito; antes del conflicto llegaron a pagarse algunas gratificaciones a los conscriptos de Humaitá.33

Los reclutamientos llegaron a generar penurias en la población campesina, cuya actividad agrícola estacional se resentía con cada leva intempestiva, y creaban inseguridad respecto a la oferta de mano de obra en los empleadores particulares, quienes se veían privados con frecuencia de su personal.34 Además de las funciones estrictamente militares, esta población acantonada debía cumplir las tareas "constructivas en la paz". Éstas abarcaban la construcción y mantenimiento de la infraestructura militar, y las tareas productivas destinadas al abastecimiento de las tropas.

"En los cuarteles, campamentos, fortalezas y guarniciones, los soldados construían no sólo las trincheras y obras de fortificación como las famosas de Humaitá (...) sino también los locales y edificios de las comandancias, cuadras, hospitales, depósitos, maestranzas, etc., etc.; aparte de los ineludibles trabajos anexos de cultivos, chacras, talleres (...)". Incluso, hacia 1863, se distribuían en la fortaleza de Humaitá cortes de lienzo de algodón "para que las tropas los cosieran", de modo que parte de los uniformes y equipos eran confeccionados por los propios soldados.35

Pero el "aporte constructivo" mayor se dio en el empleo de esta mano de obra militarizada en los obrajes, yerbales y Estancias del Estado, en la construcción y puesta en marcha de la infraestructura de comunicaciones y en las diversas industrias estatales establecidas en el segundo tercio del siglo XIX.

La presencia de batallones de soldados-peones (mulatos, en la mayoría de los casos) bajo órdenes de oficiales-capataces es constante en las Estancias de la Patria, en los obrajes de madera y en la explotación de yerba mate de los bosques fiscales. Allí donde el proceso productivo requería tecnología europea, los oficiales al mando de batallones obedecían tanto las instrucciones de los ingenieros ingleses encargados de la dirección, como las ordenes del Superior Gobierno, en una doble relación no exenta de conflictos técnicos y laborales.

Los trabajos de terraplenado y trazado de vías del ferrocarril, los de construcción de caminos, puentes y edificios públicos, el de los arsenales y astilleros y los de la Fundición de Ybycuí incluyeron, en la heterogénea masa de personal (obreros asalariados, personal convicto y esclavos), batallones del Ejército o reclutas que hacían el servicio militar obligatorio.

El hecho de que la inserción de miles de paraguayos al mundo del trabajo "industrial" (podría incluirse en esta categoría, en su sentido laxo, el de la construcción y ferrocarriles, diferenciándolos del trabajo rural de peones de obrajes, estancias y yerbales, o del artesanal de oficios calificados independientes) se haya dado en el ámbito de la institución militar constituye un fenómeno peculiar que dejó huellas en su historia laboral posterior.

Por una parte, la rígida disciplina militar imperante en los distintos lugares de trabajo (las faltas laborales se castigaban según códigos castrenses) impidió el surgimiento de formas más o menos clásicas de lucha obrera.

Los escasos datos de protestas no desbordan el ámbito militar y tienen que ver con el retraso de pago de soldados o la insuficiente provisión de vestuarios, todas ellas canalizadas por los comandantes de tropas.36 Era evidentemente difícil hacer reivindicaciones laborales en tanto el trabajo se desarrollara "manu militari" y tuviera como patrón a un Estado de tradiciones fuertemente despóticas.

Llamativamente, la relación de disciplina funcionaba en doble sentido: una vez comenzaba la guerra, fueron consideradas mejores tropas -en términos militares- precisamente aquellas que habían sido "endurecidas" (disciplinadas) en los trabajos de construcción del ferrocarril.37

 

            3. TRABAJO FORZADO DE CONVICTOS

 

"En cuanto que caminaba, vi pasar una cuerda de presidiarios, atados de dos en dos a gruesas cadenas, conducidos por un capataz. Conté hasta el número de setenta y dos condenados, todos andrajosos, unos mulatos y otros enteramente negros. Pregunté a mi guía (que sabía español) adónde se encaminaba aquella gente, y me dijo que a trabajar en las obras del Estado".38 Para un europeo, ese espectáculo en la Asunción de 1850 era sorprendente; los trabajos públicos de presidiarios se habían suprimido en casi todo el viejo continente a fines del siglo XVIII, o en la primera década del XIX.39

Las cárceles seguían proporcionando regularmente mano de obra convicta al Estado, cuya demanda de fuerza de trabajo aumentaba en razón directa a la cantidad de sus "obrajes". Tres emprendimientos estatales, los ferrocarriles, los arsenales (y los astilleros anexos) y las fábricas de materiales de construcción contaban con un número variable de convictos, y una cuarta, la Fundición de Ybycuí, era de hecho un campo de presidiarios dedicado a la producción metalúrgica. Consideraba pena menos infamante que la picota, el cepo o los azotes, tanto los tipos de delitos como el rango de las personas punibles con trabajos forzados parecen haberse ampliado en forma considerable en esos años.

La vagancia, insubordinación o falta de respeto a la autoridad, riñas callejeras y otras infracciones menores detalladas en el decreto consular de 1842 (mendicidad, ebriedad o lenguaje obsceno en lugares públicos, etc.) se sumaron a los delitos ya castigados por Francia con este tipo de pena. Los plazos de prisión eran a menudo inexistentes; los condenados podían ser enviados a servir por tiempo indeterminado a las obras, arsenales o fundiciones.40

Soldados, ciudadanos "blancos de linaje" y extranjeros fueron agregándose a las categorías de la población antes condenables a trabajos forzados: el intento de enviar colonos de Nueva Burdeos a trabajos públicos por las deudas contraídas con el Estado generó un serio conflicto diplomático con el Imperio francés, en marzo de 1856. Las riñas en pulperías entre los técnicos europeos contratados por el gobierno y ciudadanos paraguayos dieron origen, igualmente, al envío de aquellos a los trabajos públicos: en 1863 al menos cuatro técnicos (tres ingleses y un francés) cumplían penas de trabajos forzados por esta causa.41

La Fundición de Ybycuí proporciona un registro detallado de las condiciones de trabajo de estos presidiarios. Ya antes de la puesta en marcha de la fundición, Ybycuí - o "La Rosada"- funcionaba como penal. Con la llegada del técnico inglés Godwin se inició en 1850 la instalación de los hornos que funcionaron -salvo cortos intervalos- hasta el final de la guerra, con mano de obra presidiaria (75 a 100 forzados, en promedio).

Batallones militares se encargaban del control de este personal, alojado en siete barracones. La ausencia de calificación y el rechazo a todo intento de formación técnica -en pocas palabras, la renuencia al trabajo- se sumaba a la indisciplina y desobediencia a los técnicos ingleses encargados de la dirección, justificando el uso de crueles medidas disciplinarias no exentas de crueldad.

Los intentos de fuga fueron sumariamente castigados (al menos dos convictos, G. Tindé y J.D. Naguai, fueron pasados por las armas en la fundición por esta causa) y los golpes, azotes y el cepo eran aplicados indistintamente por técnicos ingleses y oficiales militares como castigo a los presidiarios "renuentes al trabajo".42

La Guerra de la Triple Alianza empeoró sensiblemente las condiciones laborales -las jornadas se extendieron hasta la medianoche en las industrias de insumos bélicos- y agregó un número creciente de nuevos forzados: los prisioneros de guerra, entre quienes había mercenarios europeos. Estos fueron enviados a Ybycuí (donde existían 83 prisioneros de guerra en 1868) y eventualmente a obras públicas en Asunción y a los arsenales.43

 

            4. AUXILIOS Y REQUISICIONES

 

Como los "auxilios" estaban históricamente destinados a llenar necesidades de defensa bélica, no es extraño que subsistiera bajo el régimen militarizado de los López. Dado los orígenes feudales de esta forma de extracción de trabajo (ya extinguida en las otras Repúblicas de América del Sur) algunos críticos del gobierno empleaban con frecuencia el término "siervos" al referirse al ciudadano paraguayo de la época.44

Pero los auxilios fueron también empleados en sectores productivos y de servicios. Los empleados civiles del gobierno y los oficiales militares portaban, al trasladarse al interior del país, "pasaportes" que los facultaban a exigir medios de movilidad -caballos y carretas- y forrajes para sus animales, de los campesinos que vivían cerca de los caminos.45 En ocasiones, los miembros de la familia presidencial y los jefes del Ejército apelaban a estos servicios para actividades económicas privadas, generando protestas en la población, debido a la impunidad que estos excesos tenían.46

Parte de la mano de obra de las Estancias de la Patria (las de tipo estacional, como rodeos, castración de reses, etc.) provenía de los "auxilios" de peones de las estancias vecinas a estos establecimientos. La conservación de los caminos y la limpieza y canalización de los ríos y arroyos, se realizaba normalmente con auxilios de vecinos. Este sistema parece haber predominado en el interior del país, aunque su empleo no era excepcional en Asunción, donde llegaba a afectar artesanos y obreros de mayor calificación.47

Como era previsible, el recurso a los auxilios y requisiciones se generalizó a partir de 1864, con el inicio de la Guerra Grande. Durante el conflicto bélico las requisiciones afectaron el ganado existente, los medios de transporte, las cosechas agrícolas, joyas, utensilios domésticos e instrumentos de labranza metálicos.

Llamada prácticamente toda la población masculina bajo las armas, debió apelarse a los "auxilios" femeninos: el hilado y el tejido del algodón, la confección de ropas y mantas para el Ejército, los servicios de enfermería, etc., precedieron a la formación de "batallones de mujeres" destinados a la alimentación y cuidado de tropas, transporte de material bélico, cavado de trincheras, etc.48

 

            5. EL TRABAJO INDÍGENA

 

Existen escasas referencias sobre el destino de los nativos de los pueblos indígenas luego de la ley de desamortización de bienes comunales y concesión de ciudadanía de 1848. Con anterioridad a la misma, "la tercera parte del trabajo de todos los indígenas civilizados" -junto a otras contribuciones- revertía al Estado. 49

La mayor parte de esta población guaranítica de la región oriental debió haberse integrado, lentamente, al peonaje de las estancias y obrajes del interior; y hacia 1857 existían trabajadores indígenas en la fundición de Ybycuí50, siendo difícil deducir si estos nativos se integraron igualmente a otras obras estatales en la época. Hacia mediados del siglo, indígenas payaguá se dedicaban a transportar personas y mercancías en sus canoas sobre el río Paraguay, y eventualmente, a la explotación de salinares en la ribera.51

 

            LOS ESPACIOS DEL TRABAJO

 

Pese a que los datos manejados sobre el volumen de mano de obra, su tipo y calificación, salarios, régimen interno de trabajo en cada establecimiento, etc., son insuficientes, pueden delinearse algunas características de los distintos sectores productivos en la época.

 

            A. PRODUCCION GANADERA

 

Menos desarrollada que en el resto del Río de la Plata (tanto en lo que concierne a tecnología de explotación como al volumen y calidad del ganado existente) la producción de carne y cueros vacunos en el Paraguay estaba orientada fundamentalmente al consumo interno. Las estimaciones del stock de ganado vacuno y caballar en la época variaban entre cifras tan distantes como 2 a 4.000.000 de cabezas. Datos más precisos existen para el ganado perteneciente al Estado: hacia 1853 unos 350.000 animales -entre vacunos y equinos- estaban distribuidos en 64 Estancias de la Patria y más de 30 puestos ganaderos en el país.52

El peso relativamente menor del Estado frente al sector privado en la producción ganadera lo llevó a establecer un monopolio de hecho allí donde existía competencia por el mercado interior. Este monopolio estatal se confundía en ocasiones al detentado por algunos miembros de la familia López -estancieros ellos mismos- en la provisión del mercado de la Asunción.53

En las Estancias de la Patria, además del ganado vacuno, equino y ovino, existían "chacras" agrícolas destinadas a la subsistencia del personal, y en ocasiones se cultivaban especies de renta como el algodón. Dado el bajo nivel de calificación requerido para las distintas tareas de los establecimientos ganaderos, el Estado Lopizta utilizó preferentemente trabajo no asalariado en ellas. En la Estancia Tabapy residía un importante contingente de esclavos negros; éstos debieron distribuirse igualmente en otros establecimientos ganaderos como personal permanente.54

En Surubí-y (la estancia más importante en las cercanías de la capital, con unos 12.000 animales), "el personal encargado de la administración, del cuidado de las tropas, de las numerosas y variadas operaciones que exige la cría del ganado, se compone de un capataz mayor que reside en el centro, es decir, en los edificios principales de la Estancia. Este mayordomo tiene a sus órdenes cinco capataces que viven en los puestos en que la Estancia se subdivide. Cada uno de estos sub jefes está encargado de un cierto número de animales que bajo sus órdenes vigilan soldados de color elegidos en la milicia, quienes vienen rotativamente a realizar el trabajo de peones. Su servicio dura un mes. Cada mañana, parten a caballo llevando consigo unas pocas provisiones, recorren el campo, hacen rodeo controlando las tropas de ganado que trasladan por las noches hacia los corrales, luego vuelven al puesto del cual dependen. El capataz mayor recibe órdenes del jefe de Estado y mantiene correspondencia personal con él".55

Algunos capataces eran oficiales militares (capitanes o tenientes), y en estos casos "los peones o trabajadores de todas las estancias vecinas estaban a las órdenes de este oficial, quien podía solicitar en cualquier momento a sus patrones que los enviaran a trabajar" en los establecimientos ganaderos del Estado, mecanismo asimilable al de "auxilios", vigente con mayor intensidad en el interior del país.56

En los establecimientos ganaderos particulares, el peonaje asalariado que preexistía desde mediados del XVIII debió sumarse a la mano de obra esclava en la realización de las tareas de estancia.

 

            B. EXPLOTACIÓN DE LOS YERBALES

 

Diversos factores contribuyeron a endurecer las condiciones de trabajo de los peones yerbateros a lo largo de este período, cuando la yerba mate recuperó el primer puesto entre los productos de exportación del país.57 En primer lugar, debido a la caída del volumen de yerba exportada durante la dictadura del Dr. Francia, el Imperio del Brasil -con una tecnología de explotación    i mucho más avanzada- había ocupado literalmente todo el mercado regional de este producto. Reabierto el comercio, el gobierno de C. A. López respondió "vendiendo su producto a un precio mucho más bajo que el brasileño" en el exterior, con el objeto de recuperar para el Paraguay parte de su tradicional mercado. Esta disminución de precio debió trasladarse al costo de mano de obra empleada en la explotación.58

Por otra parte, luego del decreto del 2.01.1846 -que estatizó los yerbales del país- el Estado asumió directamente la explotación de gran parte de los mismos, recurriendo como mano de obra al Ejército. La política de "habilitamientos" o beneficios a concesionarios particulares de explotación de yerba mate, permitió la sobrevivencia -en forma restringida- del sector privado.59

Los yerbales naturales más importantes se encontraban alejados de los centros de poblamiento, en Ygatimí, Puente Aguaraí, Curupicai, Mbaracayá, Pecurí, Agua'é, Curú, Yurutí, Toribio, Mbocayaty, Morombí, Tayazucatí, Caremá, Iribucuá, Mondaí, Yapepó, Mbaeverá, Tacurupucú, Trinidad, Jesús, Yutí, Caazapá, Villarrica, San Joaquín, Caihó, San Estanislao, Ycuamandiyú y Concepción, en la región oriental del país.60

El Estado, a través del monopolio del comercio exterior de este producto, quedaba con importantes excedentes: el precio por arroba pagado a los beneficiarios estaba fijado de antemano, y era muy inferior al obtenido por el Estado o sus agentes comerciales en el mercado de Buenos Aires. Esto no impedía a los concesionarios obtener ellos mismos tasas altas de ganancias, por el bajo costo de la mano de obra local.61

"El Gobierno paga actualmente de 5,4 a 6.48 francos <1 $ fuerte = 5,4 Frs. Fs.> la arroba de yerba mate producida por los concesionarios de la explotación, pero concede a los beneficiarios de yerbales lejanos la propiedad del tercio de la yerba que producen, tercio del cual éstos pueden disponer como deseen. Los beneficiarios pagan a sus obreros de 0,80 a 1,10 Frs. Fs. las 25 libras <25 Libras = 1 arroba> de yerba mate, descontándoles el trabajo de 6 a 8 arrobas por mes a cuenta de los alimentos que ellos proveen. Puede estimarse aproximadamente que el precio de costo de los beneficiarios, por una arroba de yerba mate entregada a los Almacenes del Estado, incluyendo el valor de los sacos de cuero, el llenado de éstos, el suplemento de gastos de alimentación de los obreros, el salario y la alimentación de los capataces y el flete, es de 3.80 Frs. Fs.; y que en consecuencia, su beneficio es de 2 a 3 Frs. Fs. por arroba, teniendo en cuenta también las ganancias que los beneficiarios hacen con los artículos que entregan a los peones a cuenta de sus salarios, muy sobrecargados de precio".62

El proceso de colecta y posterior tratamiento de la yerba mate no había variado desde los tiempos de la Colonia. "En todas partes, la colecta de la yerba mate tiene lugar de diciembre a agosto. Se empieza a veces más temprano, nunca se termina más tarde. A partir del mes de octubre, salen de los diferentes centros poblados los destacamentos de trabajadores civiles (yerberos) o de soldados, quienes bajo las órdenes de un capataz o de un sargento, se dirigen hacia los bosques donde tienen planeado beneficiar la yerba".

"Carretas cargadas de instrumentos y de algunas magras provisiones marchan seguidas del ganado destinado a la alimentación de los hombres; éstos van con frecuencia montados a caballo y bien armados, para defenderse de los animales salvajes o del ataque de los indígenas (...) la caravana penetra finalmente en la zona donde abunda el preciado arbusto. Buscan un arroyo y se instalan en la ribera. Limpian una extensa área, se levanta allí una cabaña (rancho) para albergar a los obreros y las construcciones necesarias para el tratamiento y la conservación del mate".63           

Luego de trazar la red de picadas en los montes de yerba mate, precedían a realizar el desgaje de las ramas, el desgollado y chamuscado (primer tratamiento de desecación), para colocar posteriormente, durante dos noches, volúmenes de 100 y 150 arrobas de yerba sobre la "barbacoa". La yerba luego era apaleada, pisada, puesta en percheles y tras unos meses, colocada en "tercios" o "surones" de cuero vacuno (de un peso de 5 a 10 arrobas) por tercio para trasladarla a los centros de consumo e exportación.

Si la ausencia de mecanización y el cuidado que ponían los peones en cada una de las tareas hacían mucho más trabajosa la explotación, redundaban paralelamente en una calidad de producto muy superior a la de la yerba brasileña o platense que con ella competían en el mercado. "Habiendo monopolizado el Gobierno el comercio de este producto, se observa cómo sus prescripciones son fielmente ejecutadas; incluso en el seno de la selva virgen, donde pudiera pensarse que su acción cesaría sobre estos hombres que se mantienen en condiciones de vida casi salvajes".64

La explotación directa de sus yerbales por el Estado afectaba a miles de soldados conscriptos, cuyas condiciones de trabajo -dejando de lado la ausencia de salario- parecen haber sido aún más duras que las de peones yerberos asalariados por los "habilitados".65 Los destacamentos militares establecidos en los yerbales de Villarrica y Curuguaty para defensa de ataques indígenas terminaron dedicados a la producción de yerba.

Los oficiales reclutaban personal de esas zonas, sumándola a la mano de obra militar de los yerbales. "El pago se hacía con vales otorgados por el Estado, utilizables en almacenes estatales. Por supuesto, el cambio de los vales era muy desventajoso para los trabajadores".66

 

            C. LOS OBRAJES FORESTALES

 

Esta explotación rural compartía con la de yerba mate algunas características: el rudimentario nivel tecnológico de las tareas, y el control del Estado sobre su comercio exterior. Las maderas finas (de ebanistería) y las duras (para construcción y astilleros) paraguayas eran muy solicitadas desde la Colonia, y su comercio sufrió un fuerte descenso durante el gobierno francista, cuando la producción de origen brasileño ocupó el mercado platense.

Considerados material estratégico, los bosques de maderas duras fueron estatizados por el mismo decreto de enero de 1846; y el Estado se hizo cargo de la explotación de sus obrajes, detentando -a través de un pesado sistema impositivo- el cuasi monopolio del comercio exterior de estos productos.67

Los valores totales de exportación de productos forestales tendieron a decrecer a lo largo del período, cayendo de un valor medio de 155.000 Frs. Fs. de 1855 a uno de 65.000 Frs. Fs. en 1860.68 Es probable que el aumento de la demanda interna de la madera, empleada en arsenales, astilleros, construcciones y el Ferrocarril, sumado a cierto desarrollo tecnológico de su explotación (dos sierras a vapor se instalan en el Arsenal en la década del ‘60), hayan jugado un papel importante en este descenso de valores exportados.

Existían obrajes de madera en la ribera del Jejuí Guazú, Jejuí Mini, en Curuguaty y el Tebicuary (es decir, a lo largo de los ríos principales que eran vías de transporte de las "jangadas"), en los tiempos de C. A. López la mayor parte de los rollos parecen haberse traído del Alto Paraguay: Caraguatay y Villa de San Pedro.69

Las condiciones de trabajo de la industria forestal eran similares o peores a las de los yerbales: "Los obrajes de madera piden más costo y demora que los de yerba mate, porque para aquellos es preciso abrir varaderos anchos para sacarlos de los montes, y arrimar al río a costa de mucho trabajo para formar las jangadas".70

Hachas, hachuelas y machetes (excepcionalmente sierras manuales de vaivén) constituían todo el instrumental empleado, y algunos pares de bueyes se encargaban del transporte de los pesados troncos a través de las picadas. El peligro de ataque de fieras o de indígenas "monteses" era el mismo que en los yerbales, y las condiciones de vida de los trabajadores (vivienda en ranchos precarios, alimentación frugal, etc.) de los obrajes tampoco parecen haber sido diferentes.

El Estado tenía aquí nuevamente el recurso a la mano de obra militar. "La explotación de las ricas selvas del Paraguay sólo tiene importancia real para el Estado. Los soldados suben a las embarcaciones, que retornan a la Asunción cargados de esta materia prima, desde donde se la dirige al mercado exterior. Los gastos de mano de obra son inexistentes para el Gobierno, que se contenta con alimentar a sus trabajadores".71

El transporte de rollos y tablones -igualmente a cargo de los batallones de soldados- se realizaba por las picadas en "alzaprimas" tiradas por bueyes, y por los arroyos y ríos en las jangadas que descendían a favor de las corrientes hacia los puertos o la capital.

Los obrajes privados, que proveían al mercado interno, contrataban peones hacheros, a los que se pagaba un promedio de 3 reales por día <8 reales = 1 peso> además de la comida. Los jornales diarios de los peones que aserraban manualmente los troncos se elevaban a 4 o 5 reales en la misma época. 72

 

            D. ARSENALES Y ASTILLEROS

 

De todas las unidades industriales del país, es quizá el Arsenal de construcciones militares y navales el que reunía las características de una industria de tipo moderno, tanto en lo que hace a tecnología como al régimen laboral establecido en su interior. Desde la Colonia y los tiempos de Francia, existía un rudimentario Arsenal en las cercanías del puerto asunceno, donde los artesanos y obreros se dedicaban a la reparación y mantenimiento del armamento militar. Los Astilleros de Asunción y Pilar, activos en la Colonia, continuaron produciendo embarcaciones para el transporte de la yerba y el tabaco.

Bajo la dirección del Ing. Whitehead, se inició en 1856 la construcción de los nuevos arsenales, de los locales para técnicos, depósitos, instalaciones sanitarias, el edificio central de 180 pies de altura, tinglados laterales para las manufacturas auxiliares (aserradero, herrería y carpintería), etc. El complejo estaba subdividido en secciones de maquinarias, de construcción naval; de construcción de barcos a vela y embarcaciones menores; de calafates y la de carpintería de obras blancas.73

Se instalaron posteriormente un motor de energía a vapor, dos máquinas de aserrar a vapor, el horno de fundición y una línea interna de vagones sobre rieles para el transporte del material. La casi totalidad de estas maquinarias y equipos provino -a través de Blyth Brothers & Co. de Gran Bretaña, y la ausencia de personal calificado para su manejo se solucionó contratando ingenieros, técnicos y obreros especializados ingleses. Unos 250 técnicos europeos (200 de ellos ingleses) cumplieron contratos variables en el Paraguay desde 1850 a 1870, y de éstos al menos 140 trabajaban alternativamente en los Arsenales, en la Fundición o en la Marina.74

La Blyth & Co. se encargó paralelamente de formar en sus talleres y fábricas decenas de técnicos paraguayos enviados a Londres para ese efecto. Una de las cláusulas de los contratos con la mayoría de estos europeos los obligaba a formar en sus respectivas especialidades obreros paraguayos que pudieran sustituir en el futuro la onerosa mano de obra extranjera.75

"El personal del Arsenal se compone del Ingeniero jefe (director), del Ingeniero de Construcciones Navales, y de varios sub ingenieros, jefes de cada taller y doscientos a doscientos cincuenta oficiales, obreros y aprendices".76 En marzo de 1864, época de máxima producción, trabajaban en el Arsenal y en los Astilleros cuatrocientos treinta oficiales y obreros especializados (exceptuando técnicos) asalariados; el promedio daba doscientos para el Arsenal y ciento ochenta para los Astilleros. Además de los obreros asalariados, había en el Arsenal y los Astilleros un número variable de presidiarios comunes y medio centenar de esclavos del Estado.77

En los astilleros se construyeron los buques Iporá (1856), Salto del Guairá (1857), Correo (1857), Apa (1858) y Jejuí (1859); se reacondicionaron el Paraná y el Olimpo (embarcaciones adquiridas por el gobierno) y se realizaron reparaciones de las máquinas ferroviarias o navales descompuestas. A lo largo de trece años, los Arsenales produjeron innumerables piezas metálicas de locomotoras y vagones del ferrocarril, cañones, rifles y municiones, piezas de artillería, útiles y máquinas para obrajes y establecimientos industriales, instrumentos de labranza, etc.78

Trasladado parte de este Arsenal en 1868 a Caacupé, se producía aún allí tres piezas de artillería por semana, y en 1869 -cuando el ejército aliado destruyó lo que restaba de él- se encontraban una veintena de técnicos ingleses, además de los obreros paraguayos, soldados y mujeres, produciendo material bélico con las precarias instalaciones que pudieron retirarse de Asunción el año anterior.

El rango de salarios del personal europeo de los Astilleros y Arsenales era muy amplio, y no parece haberse dado -allí ni en las otras industrias- niveles equivalentes de sueldos para la misma calificación o tipo de trabajo. El del director, Whitehead, ascendió de 250 pesos a 500 pesos mensuales de 1855 a 1863, los demás técnicos ganaban entre 85 y 180 pesos mensuales, la mitad en metálico (oro y plata), el resto en papel moneda. A algunos se les asignó vivienda, caballos y sirvientes; los sobresueldos y las horas extras se pagaban exclusivamente al personal de origen extranjero.

Los obreros paraguayos formados en Londres ganaban salarios inferiores al de sus pares ingleses, pero que en mucho al de los oficiales o maestros paraguayos del Arsenal. Los jefes de secciones (Calafate, Obras blancas, Carpintería de Ribera, Construcción de embarcaciones a vela, etc.) tenían sueldos mensuales de 35 a 50 pesos entre 1862 y 1865.

Los salarios de los demás obreros paraguayos (enroscadores, mecánicos, herreros, dibujantes, torneadores; afiladores, etc.) oscilaban entre 6 y 20 pesos al mes, "los simples operarios ganaban de 1 o 1,50 a 3 reales diarios, y los oficiales haberes variables entre esta suma, a 8 reales diarios los maestros''.79

Los aprendices (algunos de ellos esclavos), cuyo número se incrementó a partir de 1862, recibían en principio sólo alimentación, con eventuales gratificaciones. El salario del personal paraguayo se pagaba en papel moneda y no parece haberse dado sobresueldos ni pago de horas extras, como ocurría con sus pares europeos.80

 

            E. LA FUNDICIÓN DE YBYCUI

 

Creada con el propósito de proveer de materia prima local -metal de hierro fundido- a las demás industrias estatales, La Rosada tuvo características diferentes a las de los otros "obrajes del Estado" en la época. En primer lugar, ubicada en las cercanías de las minas ferruginosas de Quyquyó, Caapucú y San Miguel, se constituyó en el primer establecimiento industrial importante del interior del país.

En segundo término, la Fundición fue también la única en usar el trabajo de presidiarios comunes con fines industriales en el país, lo que supuso procesos coactivos de calificación del personal convicto y el establecimiento de un régimen disciplinario interno particular. Durante el primer período de la Fundición (1850/1854) bajo la sucesiva dirección de Godwin y Liliedat, se produjo experimentalmente hierro fundido y forjado, llegándose a fabricar útiles e instrumentos de hierro con personal casi exclusivamente convicto.

La segunda etapa, iniciada bajo la supervisión de Whitehead, tuvo un marcado incremento de la producción de las 5.500 libras de productos de fragua y fundición en 1854/5 se pasó a 105.000 libras en 1865/6. A los útiles o instrumentos como hachas, tenazas, martillos, taladros, machetes, clavos y tornillos, etc., se sumó ya material bélico de hierro y bronce; cañones, municiones de artillería, granadas de mano, etc., en cantidades importantes.81

La energía empleada para las maquinarias era hidráulica, y entre las tecnologías en uso en la época, la francesa o catalana y la de los altos hornos, se prefirió la última, que daba como resultado un metal fundido de mayor calidad.82 Parte de las tareas preliminares, como la construcción de barracas y talleres, limpieza y canalización del arroyo Mbuyapey (que proporciona energía a la Fundición), se realizaron entre 1850 y 1852 con mano de obra proveniente de los "auxilios" de vecinos de Mbuyapey, Ybycuí y Quyquyó.83

Hacia 1857/8 "el personal de fábrica, incluidos los de la fragua y carreteros, se compone exclusivamente de ciudadanos paraguayos; y consta de: un director; un vicedirector; un maestro fundidor; diez obreros fundidores; tres moldeadores; seis herreros; tres carpinteros; un albañil; cuarenta y seis para la carga y descarga, la clasificación y el triturado del mineral y los trabajos generales; treinta peones hacheros; siete carreteros; cinco peones para el ganado; un zapatero''.84

Otros informes especifican la calificación de este personal: además de los dos técnicos ingleses y de los treinta artesanos u oficiales especializados, noventa y dos eran peones convictos a cargo de oficiales, y veinticinco, peones indígenas.85

Un meticuloso listado fue enviado en 1866 por el oficial Julián Insfrán, encargado de la Fundición hasta el final de la guerra, "en que menciona 52 artesanos incluidos Samudio y ocho que trajo el fundidor Newton de un reciente viaje a la capital, de los que 14 eran moldeadores, incluso 5 aprendices; 17 foguistas, 2 cinceladores para rebordear las balas fundidas, 8 herreros y 8 carpinteros, 1 albañil, 1 zapatero, 30 carboneros, incluso los peones de abasto, 75 presos incluso 5 libertados, estando 4 de estos asalariados, 3 con cadenas y zoquetes, 4 engrillado por desertores".86

Tanto el número como la calificación del personal de Ybycuí se había ampliado considerablemente en esos dieciséis años: de hecho, la ausencia de obreros calificados y las dificultades inherentes a la formación técnica del personal convicto -y de los peones paraguayos en general- fueron causa constante de reclamos por parte de los encargados europeos de la Fundición. Ésta sólo entró en funcionamiento regular al incorporarse a su plantel un número mayor de obreros y artesanos asalariados.

El nuevo personal no entró, sin embargo, a sustituir la mano de obra convicta, cuya afluencia hacia La Rosada aumentó desde el inicio de la guerra. En diciembre de 1866 fueron enviados veintiún prisioneros de guerra a la Fundición; parte de los presos acusados de participar en el complot de 1868 se sumó al grupo de presidiarios ese año, y cuando las tropas brasileñas tomaron la Fundición en mayo de 1869, el Cnel. Coronado encontró 83 prisioneros de varias nacionalidades. 87

Dedicada en forma exclusiva a la producción bélica y lejos del teatro de la guerra, la Fundición fue la única industria que funcionó hasta el final de la misma. Como el aporte de nuevo personal no fue suficiente para llenar la creciente demanda de mano de obra, las jornadas de trabajo tuvieron que extenderse hasta la medianoche en los años de la contienda.88

El salario del director inglés de Ybycuí oscilaba en torno a los 150 pesos mensuales, el de los maestros y oficiales no sobrepasaba 40 o 50 pesos. Los sueldos del personal paraguayo iban de 3 a 7 pesos al mes, alcanzando a 15 en el caso de los mejores artesanos, salarios inferiores a los de la capital. El oficial militar del piquete ganaba, a inicios de la década del ‘60, 9 pesos mensuales.89 Estos salarios solían pagarse con retraso, parte en moneda, parte en especie; el personal convicto no recibía (mientras durase la condena) retribución de ningún tipo, salvo la manutención.

 

            F. EL FERROCARRIL

 

Entre 1856 y 1858 llegaron a la Asunción dos locomotoras inglesas, algunos vagones de primera clase, y rieles comprados a través de la Blyth & Co. de Londres. Se construyeron los vagones restantes en los Arsenales, de donde se trasladaron los mecánicos y herreros para los primeros trabajos ferroviarios. En 1858 llegó de Chile el ingeniero inglés Padisson, acompañado de G. Thompson, iniciándose el trazado y tendido de líneas.

"Es en 1858, al principio del invierno, cuando se emprendieron los trabajos preliminares del ferrocarril, bajo la dirección de ingenieros ingleses (*) con algunos centenares de obreros reclutados a título de auxilios, es decir, obligados a trabajar a cuenta del Estado90 y gratuitamente, o casi. Desde el inicio, y a pesar de los esfuerzos de los ingenieros, los trabajos avanzaron con mucha lentitud.

La escasa diligencia de los trabajadores, la impericia de los encargados paraguayos y la imprevisión de los planes gubernamentales, hacían temer que el término de esta empresa estuviera bastante lejano (**) pero el empleo de obreros seleccionados de las filas del Ejército, que trabajan bajo el control de sus oficiales, el creciente conocimiento y hábito en el trabajo, la experiencia, en una palabra, que hace falta adquirir en todas las cosas, hicieron desaparecer en parte la lentitud del comienzo".91

El empleo de los auxilios parece lógico, ya que los ferrocarriles eran parte de la infraestructura de comunicaciones (construcción y mantenimiento de caminos, trasporte de mercancías del Estado, reposta de animales de tiro y montura, etc.) donde el uso de auxilios era tradicional. Pero al mismo tiempo, y quizá por la modernidad que este transporte significaba, la resistencia de las antiguas formas de trabajo servil se hicieron patentes: los batallones de soldados, más fáciles de "disciplinar", reemplazaron con eficiencia a los vecinos renuentes a cumplir los "auxilios".

Hacia 1861/2 existían mil quinientos zapadores trabajando en el trazado y la instalación de las vías férreas. Se trataba, entre otros, de los Batallones 60 y 70, que se ocuparon durante "muchos años de la construcción de terraplenes para los obras del ferrocarril. (...) Estos eran los dos mejores batallones del Ejército, compuesto de soldados de carrera, todos ellos mulatos, conocidos con el apodo de orejas chicas".92

Cesaron definitivamente los problemas de "escasa diligencia" del personal: "M. Padisson respondió a la confianza que le fuera otorgada por el Gobierno llamándolo a la dirección de tan importantes trabajos, y las tropas encargadas de la ejecución del terraplenado bajo la dirección de sus jefes respectivos, lo realizaron con buena voluntad, habilidad y entusiasmo. Los albañiles, carpinteros, herreros y otros artesanos empleados en los trabajos son todos paraguayos, salvo un maestro albañil inglés, ellos trabajan con mucha inteligencia y cuidado".93

Entre 1861 y 1862 llegaron al país doce foguistas y maquinistas ingleses contratados para el Ferrocarril (el primer viaje a Trinidad se dio a mediados de 1861) y al igual que los contratados para los Arsenales y Astilleros, estos tenían obligación de formar en sus oficios al personal paraguayo. Un grupo de paraguayos entrenados en Londres a través de la Blyth, se adiestraba, paralelamente, en los oficios de mecánico, foguista y maquinista ferroviario.

De los oficiales de las FF.AA. encargados de las cuadrillas de obreros soldados, se destacaron José M. Bruguez, Estigarribia y Elizardo Aquino. Éste último, carpintero e hijo de carpinteros, se había formado en oficios mecánicos y metalúrgicos en la Fundición, y llegó a ser uno de los oficiales más idóneos (ganó el grado de general durante la guerra) en el cumplimiento de estas tareas. 94

Sumados a los técnicos ingleses y los batallones de soldados, existían también presidiarios comunes -a los que se agregan más tarde prisioneros de guerra- en el mantenimiento de las vías del Ferrocarril.95

En lo que hace a salarios, Padisson (cuyo contrato duró de 1858 a 1862) ganaba 270 pesos mensuales, y el alojamiento en la capital; los sueldos de sus asistentes los ingenieros ingleses aumentaron de 250 a 333 pesos mensuales, a los que se sumaban sirvientes y caballos. Los foguistas y maquinistas ingleses tenían ingresos que variaban de 35 a 80 pesos por mes, los cuatro operarios paraguayos formados en Londres en estos oficios estaban ya sustituyendo en 1864 a sus pares ingleses y ganaban 35 pesos, mitad en metálico, mitad en papel moneda.96

El ferrocarril llegó en 1864 a Paraguarí, desde donde salía un ramal al campamento militar de Cerro León. Iniciada la guerra, el personal militar fue retirado de los trabajos de terraplenado y trazado de vías, muchos de los maquinistas y técnicos ingleses rescindieron sus contratos y abandonaron el país. El personal paraguayo pudo mantener, con muchas dificultades, el transporte en el tramo abierto al tráfico.

En 1869, una sola de las tres locomotoras se hallaba en funcionamiento. Parte de las vías habían sido levantadas por las tropas paraguayas en su retirada, los aliados encontraron seis vagones de primera, doce de segunda y tercera clase y veinte vagones de carga, trasladando parte de estos a la Argentina.97

 

            G. LA MARINA MERCANTE

 

Reabierto el puerto de Asunción en 1861, los de Pilar e Itapúa van perdiendo progresivamente importancia y el movimiento de embarcaciones en la capital se incrementa paralelamente. De 180 goletas (entradas y salidas) en los dieciocho meses que van de julio de 1851 a diciembre de 1852, el número asciende a un promedio de 328 embarcaciones anuales entre 1854 y 1857.

A partir de noviembre de 1856 la Marina del Estado, con once buques de diverso calado (construidos casi todos en los Astilleros con motores ingleses) se hizo cargo del transporte marítimo a Buenos Aires, Montevideo, llegando a puertos europeos. Fueron establecidas también líneas regulares entre Asunción, el Alto Paraguay y algunos puertos del Paraná.

Las salidas de Asunción a Buenos Aires (y viceversa) se daban cada dos semanas, con cierta irregularidad, el costo del flete variaba entre 16 y 18 pesos fuertes la tonelada, el precio del pasaje, de 32 a 64 pesos, según fuera en proa o camarote. En 1860, el movimiento de entradas y salidas del puerto de Asunción alcanzó la cifra de 356 embarcaciones, y en 1861 la de 403.

La proporción de navíos y embarcaciones de bandera extranjera (Argentina, Oriental, Brasilera, Norteamericana, Sarda, etc.) sobre el total de los que hacían transporte de mercancías y personas a lo largo del Paraguay y del Paraná era singularmente elevado, alcanzando en la época del 75 al 85 % de las embarcaciones que fondeaban y partían del puerto de la capital.98

Pese a que el Estado funcionaba como un poderoso competidor en el tráfico de los ríos, el transporte fluvial privado -nacional y extranjero- no decayó en esos años; desde 1852 a 1865 "un verdadero enjambre de chalanas, goteras, pailebotes, bergantines, balandras, sumacas, piraguas y aún simples canoas" privadas navegaban aguas abajo y aguas arriba transportando personas y mercancías, e independientemente de sus pabellones, la mayoría de estas embarcaciones tenía patrones -propietarios y tripulantes- de origen sardo.99

De esa época datan las primeras referencias de los buquecitos naranjeros que transportaban cítricos hasta Buenos Aires, con el empleo de mujeres estibadoras (las "naranjeras") de los puertos de Villeta y San Lorenzo, cuya descripción se repite en narraciones de viajeros hasta bien entrado el siglo XX.

Armadores y patrones de embarcaciones privadas debieron haber contratado al menos una parte de su tripulación en el Paraguay, y no es difícil imaginar un importante grupo de estibadores locales en el puerto de Asunción ligados a este creciente tráfico fluvial.

Los navíos de la Marina paraguaya transportaban regularmente a Buenos Aires y Montevideo maderas de construcción, yerba mate, tabaco, viajeros y correspondencia, trayendo de esos puertos los productos manufacturados de origen europeo que se comercializaban con importantes beneficios en los Almacenes del Estado.100

El número de marinos -comandantes, foguistas, mecánicos, oficiales- de origen europeo (en su mayoría ingleses) alcanzaba el medio centenar; en ocasiones provenían de los Arsenales y Astilleros, a los que retornaban una vez finalizado el servicio de cabotaje. El salario de los mismos, durante 1861/4, variaba de 30 a 115 pesos mensuales (el promedio oscilaba en torno a los 80 pesos), un sobresueldo de 20 pesos se agregaba al salario de los técnicos y mecánicos del Arsenal cuando trabajaban a bordo. Los comandantes, primeros y segundos oficiales, etc., del Ejército que tripulaban los barcos de la Marina cobraban salarios correspondientes al escalafón militar; los mecánicos, foguistas y maquinistas paraguayos formados en Londres con la Blyth & Co. tenían sueldos de 50 pesos mensuales, aquellos que habían recibido su formación en el país recibían salarios variables entre 16 y 25 pesos.101

El transporte marítimo paraguayo propiamente dicho (el de buques a vapor que realizaban viajes trasatlánticos) fue el lugar privilegiado de encuentro de oficiales militares, personal civil asalariado con alta calificación y técnicos ingleses. No es extraño que haya sido precisamente entre los marinos, de frecuente contacto con sus similares bonaerenses y europeos, donde podía detectarse un espíritu liberal, ausente de otros sectores laborales del país. 102

Una vez iniciado el conflicto bélico de la Triple Alianza la tripulación inglesa se resistió a continuar su servicio a bordo de navíos que, de mercantes, se habían transformado en buques de guerra. Fue necesario someterlos a disciplina militar; y varios técnicos ingleses encontraron la muerte en la batalla naval de Riachuelo en 1865.103

Los mejores oficiales de Marina sucumbieron igualmente en los primeros meses de la Guerra Grande (Campaña del Mato Grosso y batalla de Riachuelo), cuando los buques de mayor calado paraguayos fueron inutilizados en acciones bélicas. Pudo sin embargo mantenerse, a costa de grandes sacrificios, un activo tráfico (transporte de armamentos, tropas, bastimentos, heridos, etc.) de Asunción a Humaitá hasta la caída de esta fortaleza en los inicios de 1868.

 

            H. OBRAS PÚBLICAS

 

El proceso de modernización vivido por el Paraguay durante el gobierno de los López se hizo patente también en la transformación edilicia de la capital y en la creación y/o reparación de caminos, puentes y edificios públicos en la campaña. Ya durante el Consulado (1841/1844) se había mejorado la red caminera, reparado ciertos edificios y canalizado algunos cursos navegables.

Bajo la administración de C.A. López se repararon calles, y levantaron vallas de contención para impedir la erosión del Río Paraguay sobre la capital; se inició la construcción de la Catedral y de las iglesias de San Roque, Recoleta, etc.; y empezaron las obras de la Capitanía de Puertos de Asunción. En el interior del país continuó el trazado y levantamiento de rutas de Asunción a Villarrica, y de vías de comunicación en Caaguazú, Curuguaty, San Joaquín, Jesús, Caió, Palomares; se construyeron diversos puentes; se realizaron tareas de canalización en Concepción y San Estanislao y de desagüe en los humedales del Ñeembucú. Los proyectos de colonización europea (Nouvelle Bordeaux, en el Chaco) supusieron igualmente trabajos de desmonte y creación de infraestructura en la región cedida a los inmigrantes.104

Luego del retorno del Gral. F.S. López de Europa, un completo plan de reestructuración edilicia de la Asunción se inició con la construcción de su residencia particular (el "Palacio de López"), la refacción del Cabildo, el trazado de avenidas, la construcción del Panteón, del Teatro, el Club Nacional y la Estación del Ferrocarril. Al constructor italiano Ravizza (llegado en 1856) se sumaron A. Taylor y P.O. Moynihan; a cargo de quienes estuvo la dirección de estos trabajos, junto a los técnicos ingleses del Ferrocarril Burrel y Valpy.105

La producción de ladrillos, tejas, baldosas, cal y otros materiales de construcción se incrementó notablemente, y hacia 1860 se instaló -con maquinarias a vapor- una fábrica de materiales en Zeballos Cué. Ésta se sumó a las olerías de tejas y ladrillos existentes en el Campamento de Humaitá, en Itauguá, Guarambaré, Villa Hayes y Tacumbú, que funcionaban bajo técnicas más artesanales.

Nuevamente el Estado empleó aquí -donde no requería personal especializado y podía suplir en corto tiempo la ausencia de calificación de maestros y oficiales con la formación en el trabajo- sus diferentes mecanismos de extracción de trabajo no asalariado de la población.

"No debe olvidarse, empero, que la ejecución de esos trabajos recae casi exclusivamente bajo responsabilidad de los habitantes del vecindario, sometidos hasta el momento a la obligación colonial de los auxilios, o sea, obligados a ponerse a disposición de las autoridades y trabajar a la primera requisición, sin recibir ni salarios ni alimentos; obligación comparable a la corvée (*) aún existente entre los Fellahs de Egipto; que se repite a menudo y que ellos cumplen no solo sin protestar, sino lo que es asombroso, casi con placer, tan completa es su abnegación cuando de un servicio al Estado se trata".106

El llamado a auxilios de vecinos no pudo satisfacer la magnitud del trabajo que estas obras requerían, y el peso principal de la construcción recayó nuevamente sobre los batallones de soldados, esclavos del Estado y presidiarios convictos. Había soldados produciendo ladrillos y tejas en varias olerías militares (v. gr. la de Humaitá), mientras el personal de Zeballos Cué, bajo la dirección de Parkinson, se componía casi exclusivamente de presidiarios. Los esclavos y libertos realizaron, en cuadrillas bajo control policial o militar (José E. Díaz y Eustaquio Vega, entre otros oficiales), la construcción de la Aduana y del Teatro Nacional.

Al menos tres de estos grandes edificios -el Palacio de López, el Teatro y el Panteón- continuaron en obras entre 1855 y 1866, ya iniciada la contienda. Como los sucesivos reclutamientos habían retirado la población masculina adulta (libre o esclava) de todos los Obrajes del Estado no ligados a la fabricación de armamentos y municiones (Arsenal e Ybycuí), debió apelarse a la mano de obra infantil (niños de 9 a 12 años) y a prisioneros de guerra para la continuación de estos trabajos, mano de obra tampoco retribuida salarialmente. 107

En lo que hace a salarios de constructores y maestros de origen europeo, Taylor ganaba, en 1861, 34 $ oro más 43 $ papel por mes, Ravizza cobraba, en la misma época, 62 $ metálicos y otros tantos en pesos papel. Los capataces de las fábricas de materiales de construcción ganaban de 7 a 8 $ al mes; y el rubro de alimentación del personal esclavo, convicto o infantil, se mantenía en niveles más bien bajos. 108

 

            I. IMPRENTA

 

Durante el Segundo Consulado se estableció en el país una imprenta rudimentaria, que llegó a editar un texto histórico y el "Repertorio Nacional" (Boletín oficial). Posteriormente fue contratado un tipógrafo europeo para formar personal nativo. En 1845 apareció "El Paraguayo Independiente", semanario oficial que tenía al Presidente C.A. López como su principal redactor.

Al encargarse el español Ildefonso Bermejo de la dirección de esta imprenta en 1855, El Paraguayo Independiente se transformó en "El Semanario de Avisos y Conocimientos útiles", con artículos, anuncios y una redacción más variada. El viejo equipo fue renovado con máquinas y tipos europeos y a los dos tipógrafos paraguayos que ya trabajaban en la imprenta se agregaron varios aprendices que se adiestraban en los oficios gráficos.109

Una suerte de escuela de impresores y litógrafos, dirigida por el francés C. Riviere, formó obreros especializados a partir de 1856. El salario de Bermejo alcanzó 100 pesos mensuales (mitad en metálico, mitad en papel moneda), el rubro "salarios" del regente de la Imprenta, sus operarios y aprendices no sobrepasaba en conjunto los 140 pesos al mes.110

 

            J. EL GREMIO ARTESANAL

 

Los distintos oficios artesanales habían sobrevivido al período francista sin grandes alteraciones, y los observadores coincidían en la descripción de las "manufacturas" locales. "La industria manufacturera es mala, digo esto, porque aunque en el Paraguay se hila y se teje mucho, no se conocen ni ejercitan las artes, sino de un modo muy imperfecto y rutinario. A pesar de la inteligencia y capacidad que tienen generalmente aquellos habitantes, les falta los conocimientos, instrumentos y métodos que las ciencias y los descubrimientos modernos han aplicado con tan feliz resultado en las artes y manufacturas".111

Si esto era cierto para las manufacturas urbanas, la rudimentaria tecnología empleada en las rurales -desmontado manual e hilado del algodón, elaboración de mosto o azúcar en trapiches rústicos, elaboración de cigarros, molienda de cereales, etc.- justificaba aún más esta apreciación.

"Toda clase de trabajo agrario, mecánico e industrial, se realiza de la manera más primitiva y rudimentaria (...). Tablones de madera para construir las embarcaciones se serruchaban a mano, con la ayuda de una sierra de vaivén (...). En la capital hay buenos artesanos que trabajan el oro, la plata y la madera, y de tener un modelo bastante tiempo, pueden hacer cualquier cosa que se desee (...)".112

Las críticas insistían en la rudimentaria tecnología empleada, ya que la eficiencia de los artesanos era reconocida. "Se encuentra en la capital del Paraguay un buen número de obreros orfebres, carpinteros, herreros dotados en general de un gran talento de imitación", aunque la creatividad no era mencionada entre sus habilidades.113

En el barrio de la Catedral se concentraban los talleres artesanales en la época, como muchas de las residencias de extranjeros y de las familias acomodadas nativas. En 1843, además de sesenta y un almacenes o tiendas de comercio, doce tabernas, más de medio centenar de vendedores ambulantes y diez escribanos, fueron censados en él "33 carpinteros, 49 plateros, 42 herreros, 106 sastres y modistas, 51 sombrereros, 8 peluqueros, 36 zapateros, 15 albañiles, 6 fabricantes de barajas, 1 relojero alemán, 5 pintores, 4 techadores en paja, 2 barberos, 2 destiladores de licor, 1 joyero, 1 herborista, 1 baqueano de ríos, 4 armadores de embarcaciones y 82 jornaleros".

En los barrios de Encarnación, Recoleta y San Roque el número de artesanos era considerablemente menor. Diez años más tarde, existían en Asunción nueve talleres de platería, el mayor de los cuales contaba con 6 artesanos y 8 aprendices.114 Una compleja jerarquía de maestros, oficiales y aprendices regía en estos talleres. Si gran parte del gran y pequeño comercio estaba en manos de inmigrantes, también era importante el número de hojalateros, zapateros, farmacéuticos, panaderos, plateros y molineros de nacionalidad española, sarda o italiana, francesa, brasilera o argentina que desempeñaba sus oficios en la capital.115

Censos por oficios de "jóvenes vulgares" de 1854 y 1858 de dos barrios asuncenos arrojaron porcentajes de 43 y 60 % de "pardos", lo que permite deducir la alta proporción de gentes de color ligada al trabajo libre en la época.116 La ampliación del mercado interno, y el creciente poder adquisitivo de las clases acomodadas asuncenas, abiertas a formas más sofisticadas de consumo incentivaron indudablemente el auge de las "artes y oficios" destinados a satisfacer esa demanda, a partir de la década del ‘50.

Es también cierto que la creciente importación de productos manufacturados europeos no permitió que esta diversificación fuera importante, ni que se dieran fenómenos de modernización técnica de los procesos artesanales tradicionales. "A excepción de la Fundición de Ybycuí (...) y de algunos talleres de fabricación de cigarros abiertos por comerciantes extranjeros, no existe ninguna manufactura, en la acepción europea de este término. No es que el habitante del Paraguay esté desprovisto de aptitud industrial, lejos de ello: posee un llamativo talento de imitación comparable al que caracteriza al chino; y esta facultad le permite reproducir fielmente los modelos que se le presentan (...).

Entre las artes mecánicas, la orfebrería estuvo situada en primer rango en todas las épocas. Si el gusto de los diseños no es siempre impecable, la terminación no deja nada que desear. Pero a menudo hay carestía de materia prima (...). Es en la fabricación de cuchillos, espadas y objetos destinados al arreo de las cabalgaduras donde se concentra exclusivamente el trabajo de la plata (...). La talabartería y todo lo que concierne al enjaezamiento del caballo ocupan igualmente algunos brazos en la preparación de cueros curtidos, cuya solidez ya apreciamos anteriormente (...).

La cerámica es una industria concentrada en Itá y Yaguarón (...). Ella es responsabilidad casi exclusiva de las mujeres que la fabrican y cuecen a fuego abierto (...). Luego de la cerámica, falta citar los ladrillos, las tejas, las baldosas y la fabricación de la cal (...). Se sabe que el tejido del algodón y la confección de telas (...) tienden a perder progresivamente importancia, debido a la introducción de artículos manufacturados de Europa y EE.UU. (...).117

La fabricación de muebles, materiales de obras blancas, carretas y embarcaciones ocupaba a ebanistas, carpinteros de obras y carpinteros de ribera en esos años.. Además de la cerámica (manufactura eminentemente rural), otro oficio ocupaba en forma preferencial mano de obra femenina en la época: la elaboración de cigarros.

El valor de cigarros exportados sobrepasó en 1860 los 270.000 pesos, mientras la calidad de los mismos mejoraba sustancialmente: "Los cigarros que se obtenían anteriormente de los pueblos fronterizos, de Itapúa, por ejemplo, fabricados y vendidos por los soldados de la guarnición, no valían nada. En las casas particulares, donde su preparación entra dentro de las atribuciones de las jóvenes, su calidad es completamente distinta. Actualmente algunos comerciantes extranjeros, ejerciendo un control continuo sobre las obreras, obtienen cigarros más uniformes, hechos de hojas mejor escogidas, pero que no ofrecen aún la perfección de los de La Habana".118

Algunas matronas asuncenas producían y distribuían -a través de sus sirvientes o esclavos- pan de harina de trigo, chipas y dulces, aunque la demanda del primer producto no llegó a ser importante.119

La llegada de centenares de técnicos europeos que tuvieron a su cargo la formación de obreros locales en diversos oficios, y la formación de obreros paraguayos en fábricas londinenses pudo haber elevado el nivel de calificación técnica de un importante estrato de trabajadores locales. Estos hubieran podido establecerse luego como artesanos, legando tradiciones de oficio a generaciones sucesivas, pero este proceso -como tantos otros- fue abortado por la debacle de la Guerra Grande.

La puesta en marcha de los ambiciosos emprendimientos del Estado -Arsenal, Fundición, Astilleros, Ferrocarril- exigió, además de los contratados europeos, mano de obra especializada que sólo podía encontrarse entre artesanos independientes locales. Es así como maestros u oficiales carpinteros, herreros, plateros, orfebres, moldeadores, albañiles, armadores, etc., pasaron a convertirse en personal asalariado -mejor o peor pagado- del Estado. Estos artesanos locales vieron diversificados y perfeccionados -con formación en los locales de trabajo- sus respectivos oficios.

Iniciadas las hostilidades, muchos artesanos extranjeros se retiraron del país entre enero y febrero de 1865; un gran número de técnicos pudo también, al término de sus respectivos contratos, abandonar el país en guerra en 1864 y 1865.120 En abril de 1865 el resto de los artesanos y obreros calificados fue reclutado en la capital, compartiendo en la guerra la suerte del resto de la población paraguaya.

 

            K. EL COMERCIO

 

Estado y negociantes particulares -en su mayoría extranjeros- se dividían el comercio de exportación e importación del país. La participación del Estado era monopólica en lo que hace a la exportación de yerba, madera y a la importación y comercialización de bebidas finas, cristalería y lozas, tejidos diversos, y cuasi monopólica en otros rubros. Pese a todo, se dejaba un 50 o 60 % del mercado exterior al sector privado, a través de concesiones y permisos de exportación e importación de determinados productos. 121

No sólo la producción agrícola, sino también la artesanal campesina -lienzo de algodón, ponchos y mantas, etc.- era acopiada por funcionarios gubernamentales y comercializada en los Almacenes del Estado en la capital, junto a artículos importados de ferretería, mercería y alimentación. 122

Según fuentes consulares, el auge de las importaciones -de bienes de capital y productos manufacturados- de mediados de la década del ‘50 benefició prioritariamente a las industrias británicas, casas importadoras británicas de Buenos Aires y comerciantes de esta misma nacionalidad instalados en Asunción. Italianos, españoles, correntinos, entrerrianos, chilenos, alemanes, suizos, etc. controlaban el resto del comercio local, al lado de unos pocos nativos.123

Un espacio, sin embargo, seguía perteneciendo por derecho propio a vendedoras locales: el del mercado de la capital, cuya pintoresca descripción sufre pocas variantes desde inicios del XIX hasta las primeras décadas del siglo XX.

"La plaza principal, o la plaza del mercado de Asunción estaba situada en el centro de la ciudad; y en las claras y soleadas mañanas presentaba un aspecto de lo más interesante. El mercado de la carne, que era normalmente monopolio de algunos miembros de la familia López, se situaba en una gran construcción de adobe frente a la plaza, pero el resto de los productos comestibles se ofrecía a la venta en el mercado al aire libre. Las carretas iban llegando de la campaña por la noche, cargadas de maíz, naranjas, melones, leña y miel de caña, y en la mañana se ubicaban en fila a uno de los lados de la plaza, exponiendo a la venta su cargamento. Veintenas de mujeres vienen cabalgando, también por la noche, en burros con árganas llenas de chipa, gallinas, huevos, mandioca o cualquier otra cosa que tengan para vender y que pudieran encontrar compradores en la capital. Los burros vuelven sin su carga, y cada mujer ocupa su lugar en la plaza al aire libre, disponiendo enfrente suyo la mercancía.

Estas mujeres se muestran generalmente orgullosas de su aspecto pulcro y arreglado. Las ropas polvorientas con las que hicieron veinte millas de caminata para traer sus escasas provisiones al mercado, son sustituidas por otras, blancas y limpias. El número de mercaderas que se ajetrean cada mañana oscila entre cuatrocientos y quinientos, y desde la madrugada hasta las 8 o 9, la escena es una de las más animadas y singulares que puedan imaginarse".124             

 

            SOMETIMIENTO DE LA MANO DE OBRA  Y CONDICIONES LABORALES

 

En una sociedad donde aún no se dieron aquellos fenómenos que anteceden y acompañan la conversión del campesino en trabajador asalariado -privatización de tierras, migración rural-urbana, instalación de manufacturas industriales, mercantilización de la producción campesina, debilitamiento de las economías familiares de subsistencia, etc.- la constitución de las clases trabajadoras debía contar con elementos coactivos que forzaran ese pasaje. El papel jugado por el Estado en el caso paraguayo fue sido determinante.

Décadas más tarde, la memoria del rol jugado por el Estado en la constitución -más o menos coactiva- de "clases laboriosas" resurgió en un discurso nostálgico, según el cual sólo era posible obtener trabajo del nativo - reacio "por naturaleza" a cualquier tipo de actividad laboral asalariada- a través de coacción, como "en López tiempo pe guaré".125

La persistencia de las condiciones de vida coloniales durante el período estudiado es mencionada en algunas fuentes: "La masa del pueblo era tal vez comparativamente la más feliz del mundo. Apenas tenían que trabajar para ganar su vida", sostenía uno de los ingenieros ingleses contratados. 126

Una de las causas de esta renuencia al trabajo sería la parquedad de necesidades: "las masas son miserablemente desposeídas de ambición alguna para mejorar su condición a través de su propia iniciativa, mientras que el clima, la pequeña cantidad de fuerza de trabajo que se requiere para el cultivo del suelo y lo menguado de sus necesidades contribuyen a modelar su carácter apático, y a inducir hábitos de holgazanería y vicio".127

Un grupo históricamente desposeído de propiedades y sin posibilidad de realizar actividades agrícolas si mostraba "hábitos de trabajo": el de los pardos o mulatos libres y el de esclavos recientemente auto-rescatados de su condición de servidumbre gracias al trabajo. En efecto, muchos de estos esclavos con oficios se establecieron -una vez recuperada su libertad- como artesanos en sus propios talleres de sastrería, herrería o carpintería en Asunción. 128

Idéntica laboriosidad se reconocía a los paraguayos que se encontraban en países de economías más mercantilizadas. Un viajero francés vio en la Argentina a aquellos "nativos del Paraguay buscados como excelentes buenos trabajadores y considerados generalmente muy honestos. En las ciudades o en la campaña, se les confía con gusto la administración de intereses o la dirección de los trabajos a un paraguayo, dado que se los considera, en principio, como personas esclavas de su deber".129

Si el Estado francista había ya "domesticado" amplios grupos de ciudadanos -a través de los auxilios, el servicio militar, el trabajo forzado de presidiarios, etc.- en una cierta tradición laboral, la incrementada demanda de fuerza de trabajo, tanto en lo que hace al volumen de trabajadores como a su calificación, durante la última etapa del gobierno de C. A. López y de su hijo Francisco Solano, requirió métodos de disciplinamiento más complejos.

 

            FORZAR IGUALDADES:

            UNA FORMA DE DOMESTICACIÓN

 

La suerte de "promiscuidad" laboral instaurada en cada una de las unidades industriales o sectores productivos pudo haber facilitado una rígida disciplina colectiva de trabajo. La revisión de las formas de extracción de fuerza de trabajo empleadas en cada área productiva puede dar una idea de lo que ésta heterogeneidad suponía.

Si la línea divisoria entre los derechos laborales de técnicos y obreros especializados europeos y los del resto del personal nativo era relativamente clara, la que separaba los de distintos tipos de trabajadores paraguayos en cada empresa se tornó difusa. Muchas de las medidas disciplinarias empleadas con esclavos, presidiarios y mano de obra militar se extendían - aunque más no fuera en su efecto ejemplarizante- a peones y obreros libres (asalariados o no) que trabajan en los mismos lugares.

Piquetes militares se encargaban de la "vigilancia y custodia" de vecinos, peones, presidiarios y soldados de la Fundición de Ybycuí, en la del tendido de las líneas del Ferrocarril, y en la construcción de obras públicas.

Estos mismos oficiales, por otra parte, se entrenaban en varios oficios en cada lugar 130. El empleo de autoridades militares en el control y la dirección del personal solucionó un grave problema disciplinario: la persistente renuencia de los peones nativos a obedecer civiles y "pytangas" (extranjeros).131

Ante la carencia de legislación laboral en el período, es probable que una parte de los códigos y ordenanzas militares se aplicaran a peones no asalariados: el uso de cadenas, cepos y grillos era frecuente con los peones del Ferrocarril, de Ybycuí y de las fábricas de materiales de construcción, y estas prácticas se extendían probablemente a otras industrias donde trabajaban en forma conjunta soldados, esclavos y presidiarios.132

La sumisión con que los presidiarios aceptaban los maltratos de oficiales militares, llevó a algunos técnicos ingleses a una gran licencia en la aplicación de castigos corporales. Liliedat, uno de los directores de la Fundición, "aporreaba" personalmente a los convictos, y llegó incluso a disponer el arresto de otros técnicos europeos de La Rosada. Parkinson, el encargado de la fábrica de materiales de construcción de Zeballos Cué, tampoco encontraba reparos en arrojar como proyectiles tejas y ladrillos a sus peones, cuando la "insubordinación" en el trabajo así lo requería.133

Pero las medidas punitivas difícilmente bastaban al arduo proceso de disciplinamiento laboral que se estaba dando sobre la población. Pese a la escasez de fuentes, cabría suponer que el rol cumplido por sacerdotes católicos en este proceso de "domesticación" no fue despreciable. Algunos directores de industrias tenían como secretarios a miembros del clero asignados por el gobierno, y siguiendo órdenes gubernamentales se impuso -al menos en Ybycuí- el adoctrinamiento religioso de los peones. El médico Echeverría escribía a C.A. López en 1854: "Cuando se entabló, les impuse el deber de rezar toda la doctrina cristiana todos los días, con más dos rosarios diarios, pr. el buen acierto de S.E., y como su orden especial. Hoy, el se halla más moralizado". 134

Puede suponerse que los obreros y artesanos de mayor calificación (v.gr. los formados en talleres londinenses) adquirieron una suerte de "conciencia profesional" que, sumada a salarios relativamente altos para el medio, tornó innecesarios los métodos coactivos de disciplinamiento usados con la mano de obra menos calificada, sujeta a servidumbre penal, civil o militar.

En lo que hace a técnicos y obreros europeos, portadores ellos mismos de tradiciones laborales diferentes, diversas circunstancias -las distancias lingüísticas, sus altos ingresos económicos, sus funciones de dirección o control en las empresas- les impidieron convertirse en trasmisores de una cultura de trabajo más amplia, con sus hábitos, derechos laborales, formas de resistencia, etc. Se contentaron con llenar las funciones de entrenamiento profesional a las que sus contratos los obligaban.

Estos trabajadores gozaban de beneficios laborales sin precedentes en el Paraguay -contratos renovables, salarios que doblaban a los vigentes en sus países de origen, primas diversas como alojamiento, caballos, siervos, viáticos, pago de horas extras e incluso jubilación familiar en casos de deceso-, derechos no extendidos a sus pares locales. Vivieron aislados en su comunidad, sin integrarse a la sociedad asuncena, ni establecer ninguna relación -distinta a la de autoridad/ subordinación- con las clases trabajadoras que se estaban formando a su lado.

Si supieron convivir con formas de explotación ya desaparecidas en Europa -el trabajo forzado de presos, los auxilios, la esclavitud- e incluso adoptar métodos violentos en el trato de los trabajadores locales, difícilmente aceptaron someterse ellos mismos a las formas de coacción extraeconómica (obediencia a la autoridad militar, v.gr.) vigentes en el país.

Los conflictos laborales surgidos con estos técnicos extranjeros tenían como Juez al propio presidente de la República, y como "abogados" a representantes diplomáticos de países europeos, lo que los alejaba aún más de sus colegas nativos, sometidos a la autoridad de simples oficiales del Ejército o de funcionarios policiales.

 

            SALUD Y VIVIENDA

 

En lo que hace a condiciones de vivienda, en los Obrajes del Estado del interior -Ybycuí, el trazado de líneas ferroviarias, etc.- se construyeron barracas para alojar peones y soldados. En la capital, el barrio de la Catedral fue definiéndose como área "residencial" a la que accedían artesanos calificados con sus talleres o manufacturas; en otras zonas -San Roque, Encarnación, Chacarita, Recoleta- los peones y obreros, "jóvenes con oficios", habitaban chozas de paja y adobe similares a las viviendas campesinas. Difícilmente pueda pensarse en áreas o barrios obreros definidos en esa época.

Los técnicos europeos eran alojados en mansiones o casas asuncenas pertenecientes al Estado. El Hospital de Caridad y una suerte de "Hospital de mujeres" instalado en Asunción, ofrecían servicios de practicantes nativos ("médicos") formados por el cuerpo de doctores en Medicina ingleses. En Ybycuí funcionaba un puesto sanitario a cargo de un médico paraguayo, cuyo stock medicinal consistía en productos de farmacopea nativa (raíces, tallos o cortezas de plantas) y "otros de botica" importados.135

Las condiciones de salubridad y seguridad en los lugares de trabajo debieron ser bastante precarios -excepción hecha del Arsenal, donde se introdujeron las primeras instalaciones sanitarias- a juzgar por el creciente número de técnicos, oficiales y obreros que enfermaron en esos años, y de los accidentes laborales que se sucedieron en los Arsenales y el Ferrocarril.136

Las jornadas de los contratados europeos se extendían desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, con un breve intervalo para el almuerzo, de lunes a sábado. La de peones y obreros paraguayos debió ser igual o superior a la de aquellos. El personal no asalariado -esclavos, convictos, soldados- difícilmente pudo haber gozado de horarios fijos. Una vez iniciada la contienda, estas jornadas se extendieron hasta medianoche en Ybycuí, los Arsenales y Astilleros, las horas extras no eran pagadas a los trabajadores paraguayos antes ni durante la Guerra.137

 

 

            SALARIOS

 

Pese a que la desigual calidad de información sobre sueldos y salarios pagados por el Estado a los distintos trabajadores impide realizar análisis seriales, parece útil registrar las cifras pagadas entre 1856 y 1865 con fines comparativos. Un listado de precios de mercaderías y bienes de primera necesidad permite hacer estimaciones sobre costo de la canasta familiar en la época.

 

 

Un decreto del Consulado creó la moneda nacional (en papel y acuñada en metálico), cuya circulación posibilitó una mayor fluidez en las transacciones comerciales y laborales. La importancia del trueque en la economía no disminuyó sino parcialmente: muchos salarios pagados por el Estado a sus técnicos y funcionarios se entregaban parcialmente en especie (mercancías de Almacenes del Estado), mientras que los pagos a peones rurales contratados por empresarios privados o "habilitados" continuaban sufriendo descuentos por alimentación, compra de instrumentos, y mercaderías adelantadas, en las estancias, obrajes y yerbales del interior.138

 

 

Por otra parte, el encarecimiento del costo de vida en esos años afectó el valor real de los salarios pagados. El incremento de sueldos de 1861/2 benefició prioritariamente a los técnicos extranjeros que renovaban sus contratos, y sólo secundariamente a los trabajadores paraguayos de las industrias estatales. El aumento del costo de vida alcanzó niveles alarmantes a partir de 1864, cuando las levas provocaron una caída de la producción campesina, y el bloqueo del país impidió la entrada al país de productos importados.

Los sueldos y salarios no siempre estaban estipulados en plazos mensuales -como tampoco el alquiler de las casas o las asignaciones de altos funcionarios-, se pagaban bimensual o trimestralmente, y en algunos casos, en forma anual. El Estado se retrasaba -en forma considerable, a veces- en el pago de salarios, y la práctica del Ing. Whitehead de prestar cantidades de dinero a obreros europeos o paraguayos indicaría que los adelantos salariales no entraban dentro de las normas en uso.139

Los sueldos de técnicos y obreros europeos, altos funcionarios y técnicos paraguayos entrenados en Londres eran pagados en un 50% en oro o plata hasta 1865, lo que suponía valores reales más altos que el de los salarios exclusivamente pagados en papel moneda y mercancías al resto de los trabajadores nativos.

 

            LOS MECANISMOS DE RESISTENCIA

 

La coexistencia de formas heterogéneas de trabajo -serviles en su mayor parte- en una sociedad sometida a un régimen de "demasiado Gobierno" (al decir del historiador J.C. Cháves) postergó el surgimiento de asociaciones clásicas de los trabajadores, y el de luchas o manifestaciones por derechos laborales en el Paraguay de mediados del siglo XIX.

Quizá el peso del Estado autoritario y despótico -los analistas norteamericanos hablan de Estado-patrimonial- determinó estas ausencias en forma más decisiva que la pervivencia de formas pre-capitalistas de explotación del trabajo. Sociedades latinoamericanas en las que una parte considerable de la población estaba aún sometida a la esclavitud, ya habían tenido formas clásicas de organización y protesta obrera en la época. En 1858 los tipógrafos de Río de Janeiro se declaraban en huelga por aumentos salariales y siete años más tarde en La Habana se editaba el Semanario obrero "La Aurora". Hacia 1866 se crearon en la capital cubana Sociedades Obreras y de Socorros Mutuos, y estallaba la huelga de tabacaleros de la Manufactura Cabañas.

En el Río de la Plata, el flujo de inmigrantes europeos se tradujo rápidamente en organizaciones obreras. Periódicos de inspiración socialista -Le Messager Français- se editaban en Montevideo en 1840, y en Santiago de Chile la "Sociedad de Artesanos", de (1847), se constituyó en la primera asociación mutualista del continente, seguida por la Sociedad de Igualdad de Artesanos, fundada por Francisco Bilbao en 1850 y la Sociedad Tipográfica de 1853. La Sociedad Tipográfica Bonaerense se creó en 1857 y el Ateneo de Artesanos en 1864, a los que se sumó poco después una Sociedad de Jornaleros Argentinos.

Sería poco razonable -por otra parte- exigir de las incipientes clases trabajadoras locales formas de expresión o manifestación propias, cuando otros grupos sociales de mayor poder -los comerciantes asuncenos, los propietarios rurales- tampoco tenían prensa, sociedades gremiales o partidos políticos propios, en un espacio controlado por el casi omnipresente Estado Lopizta. Pero la inserción -en muchos sentidos violenta- al trabajo "industrial" de la población campesina supuso un conjunto de trasformaciones tan radicales, respecto a sus anteriores condiciones de vida y trabajo, que sería extraño no encontrar resistencias al proceso de modernización que estaba sufriendo el país. Incluso cuando estas formas no clásicas puedan categorizarse, en su conjunto, como "pre-políticas", no por ello dejan de ser expresiones -más o menos abiertas- de estas clases trabajadoras en formación.

La disciplina laboral impuesta por técnicos europeos y oficiales del Ejército, las jornadas continuas de 12 a 14 horas de trabajo, los accidentes y las enfermedades causadas por el desempeño de tareas antes desconocidas, el cambio de alimentación y vivienda, el paso de economías familiares de subsistencia a otras mercantiles, etc., implicaron una revolución en las bucólicas costumbres de ese país definido poco antes como "uno de los más felices" porque menos industrializados.

La primera manifestación popular de estas resistencias pudo haber sido la generalizada animadversión hacia los técnicos extranjeros, percibidos como portadores -y beneficiarios- de esta economía de hierro y salarios, de disciplina y horarios extenuantes, de conglomerados fabriles y hábitos europeos, de ruidosas locomotoras y altos edificios en construcción. Si el anterior aislamiento del Paraguay había fomentado un ingenuo nacionalismo negador o desconocedor de todo lo extranjero en amplios sectores populares, ese sentimiento tomó formas xenofóbicas desde la década del ‘50.140

En lo que respecta a los trabajadores nativos, la resistencia pasó -en sus formas más débiles- por el simple mecanismo de la fuga. El ausentismo de peones y obreros se transformaba en "deserción" -y era castigada como tal- no sólo en aquellas industrias que contaban con mano de obra presidiaria o militar, sino incluso en los yerbales explotados por particulares.

Los ataques indígenas a los yerbales dieron pie a un curioso decreto de C. A. López sobre peones fugados de los yerbales, el 16 de setiembre de 1848. Según su primer artículo, "los desertores de los beneficios de la yerba serán castigados con la pena capital impuesta a los desertores de un combate". El último autorizaba a los beneficiadores que vendían yerba al Estado a "acudir al Ministro de Guerra por las armas y municiones que necesiten para aumentar la guardia de los trabajadores". 141

Aun considerando que las extenuantes jornadas de trabajo debilitarían las resistencias físicas de peones, obreros y artesanos, y que las precarias condiciones de salubridad de algunas industrias fomentaban diversas dolencias en los mismos, puede entenderse la generalización de partes de enfermedad en estas industrias como otra forma primitiva de rechazo a las condiciones de trabajo.142  Basta recordar que hasta nuestros días, y en los sectores laborales menos calificados -servicio doméstico, obreros de la construcción, peones agrícolas, etc.- este justificativo continúa siendo usado como explicación del ausentismo por parte de estos trabajadores.

Manifestaciones más violentas se dieron contra los instrumentos mismos de trabajo en algunas industrias. El maltrato, el descuidado manejo de maquinarias e instrumentos y la frecuente descompostura de máquinas y equipos eran motivo reiterado de queja de técnicos ingleses, y causa de retrasos y suspensiones del trabajo. Un incendio se desató en el Arsenal en 1861; y dos años más tarde hubo un descarrilamiento por colisión de una locomotora con una carreta, desaprensiva -o intencionalmente- colocada en medio de las vías del tren.143

La descompostura de maquinarias se intensificó con la guerra, causando perjuicios aún más graves ya que la disminución del personal técnico europeo impedía repararlas. Formas de rechazo emparentadas lejanamente con el luddismo europeo del siglo XVIII, y que en el país fueron sólo resistencias aisladas e individuales, cebadas en los instrumentos y medios del trabajo.

No fueron estos, sin embargo, los mecanismos más violentos que se dieron en el país. Los atentados cometidos por algunos trabajadores contra capataces o directivos de las industrias se inscriben entre las formas pre-políticas de resistencia, en una tradición que se extiende -de obrajes y yerbales a fábricas tanineras; de estancias del interior a panaderías en la capital- hasta mediados del siglo XX en el Paraguay.

El primer caso documentado es el de un joven carpintero que asesinó al oficial del cuartel encargado de sacarlo -por cuarto día consecutivo- de su trabajo. Este militar lo llevaba a trabajar, bajo "auxilios", en el Hospital de Asunción. El artesano confesó su crimen, y fue pasado por las armas días más tarde.144 El segundo es el fallido atentado del obrero del Arsenal Ramón Pedrozo contra los ingenieros Whytehead y Grant, en enero de 1863. A. Grant, contramaestre del Arsenal, lo habría amonestado amenazándolo con castigos durante el trabajo, y el obrero respondió hiriendo a ambos de gravedad con un cuchillo. Pedrozo fue juzgado y pasado por las armas en octubre del mismo año. 145

Si en su conjunto, los peones y obreros paraguayos no encontraron mecanismos propios, colectivos, de expresión y protesta, entre los técnicos y obreros especializados ingleses se dio la primera manifestación clásica de lucha laboral registrada en el país: un conato de huelga en el Ferrocarril.

Cierto es que tampoco éstos desdeñaban el uso de mecanismos de resistencia "pre-políticos". Ausentismo y enfermedades de técnicos y obreros ingleses -incrementados en ausencia del Superintendente Whytehead- fueron constante motivo de queja de sus superiores. Próximo el conflicto bélico, las ausencias, el desorden y la inoperancia aumentaron en forma alarmante. Esto se debía, en parte, a que siendo causales de rescisión de contrato, podían motivar el despido (ahora deseado) de los técnicos y obreros por el Estado. El descontento se expresaba también en borracheras, querellas, peleas y agresiones entre ellos y/o con paraguayos, en violencias contra sus mujeres, e incluso en suicidios. Se mencionó ya que varios de estos contratados fueron juzgados y condenados -por períodos variables de tiempo- a trabajos forzados a causa de estos delitos.146

El marcado aumento del costo de vida y la carestía de productos en el inicio de la guerra coincidió con la decisión gubernamental de suspender el pago en metálico del 50 % de los salarios a los técnicos extranjeros. Fenecidos los contratos de algunos técnicos, tampoco les fue permitido salir fuera del país, y sus protestas, canalizadas a través de agentes consulares, no tuvieron buena acogida. Muchos técnicos que estaban en el país al inicio del conflicto permanecieron por lo tanto en él hasta el fin de la guerra, con suerte diversa. 147

 

            EL CONATO DE HUELGA EN EL FERROCARRIL

 

En los últimos meses del gobierno de Carlos Antonio López tuvo lugar el conato de huelga que terminó con la rescisión del contrato y la expulsión de cuatro maquinistas ingleses del Ferrocarril. El descarrilamiento de una locomotora que transportaba materiales -con la consiguiente pérdida de parte de los mismos y descompostura de la máquina- ocurrió el 10 de abril de 1862. En la plataforma de la misma se encontraban los maquinistas ingleses Joseph R. y Natahm J. Shaw, Johnston R.J. Forrester y Richard Rice. 148

Rice y ambos Shaw habían llegado al país en diciembre de 1860 e iniciado sus tareas en el Ferrocarril el 24 de febrero del año siguiente, con salarios de 60 y 90 $ respectivamente; Rice fue ascendido a primer maquinista, con un salario de 40 $ al mes. Algunas observaciones respecto a las condiciones de trabajo fueron elevadas, a través del Ing. Padisson -Jefe del Ferrocarril- al Gral. Francisco S. López, entonces Ministro de Guerra y Marina y Comandante del Ejército. El tiempo vivido en el país habría sido insuficiente para habituarlos a las condiciones políticas y laborales vigentes, y el arresto y posterior envío a la Policía que sucedió al descarrilamiento, motivó en ellos una airada reacción.

Escriben a F. S. López el 11 de abril, adjudicando la responsabilidad del accidente a la intervención de oficiales militares en la plataforma de las locomotoras, lo que era incompatible con las condiciones estipuladas en sus contratos. Preferían estar bajo órdenes de un ingeniero civil -en este caso, Padisson- y protestaban por el injustificado arresto al que fueron sometidos. Seguirían trabajando en el Ferrocarril hasta el regreso a la capital del Gral. López -ocurrido el día 14- momento en el cual dejarían de hacerlo, hasta que obtuvieran justicia.

En otra nota paralela, elevada al Ing. Padisson, daban explicaciones sobre el descarrilamiento, justificando su proceder. F.S. López respondió en un nota al Ing. Padisson el 14 de abril, sosteniendo que no estaba dispuesto a "alterar el servicio establecido, ni a retirar los oficiales militares empleados en el Ferrocarril". Rescindía el contrato de los cuatro maquinistas, a quienes no exoneraba -hasta el final de las investigaciones- de las responsabilidades civiles o penales del accidente.

Padisson solicitó la reconsideración de esta medida el 16 de abril, apoyando a sus maquinistas y presentando quejas contra el Mayor José M. Bruguez, empleado en el Ferrocarril. El Ing. Whytehead, paralelamente, respondió a la consulta ministerial con un informe -aparentemente desfavorable- sobre los maquinistas implicados, quienes vieron perdidos no sólo sus contratos, sino también sus salarios.

Una última nota fue cursada por el Gral. López a Padisson el 20, en la que confirmaba el despido, conminando a los Shaw, Rice y Forrester a abandonar el país, medida que éstos acataron saliendo de Asunción en un paquebote el 21 hacia Buenos Aires. La última reacción de los maquinistas no se dirigió contra el Gral. López, sino contra Whytehead, a quien acusaron a gritos -desde el muelle hasta que el barco se perdió río abajo- de "tirano".

Padisson no quiso renovar su contrato y salió del país en julio de 1862, y para el Ing. Whytehead ese conflicto supuso la pérdida de confianza de su personal europeo. Este desafecto alcanzó su clímax en una manifestación organizada por los técnicos ingleses en contra suya poco antes de su suicidio, ocurrido el 13 de julio de 1865.

Dada la ausencia de maquinistas que pudieran reemplazar a los expulsados, la circulación del Ferrocarril se suspendió. J.C. Almirón, J. de la C. Giménez, E. Ramos y J. T. Astirraga, maquinistas paraguayos formados en Londres, retornaron al Paraguay en 1863 asumiendo el servicio en junio de ese año. Ellos se encargaron de la reparación de la locomotora dañada, y condujeron la máquina de Asunción hasta Pirayú -estación terminal- sustituyendo satisfactoriamente a los maquinistas ingleses despedidos.

 

            LAS CLASES LABORIOSAS EN LA SOCIEDAD PARAGUAYA

 

Los datos que existen sobre la población paraguaya entre 1840 y 1865 arrojan cifras que varían entre 239.000 habitantes en 1845 (Censo eclesiástico de ese año) y 1.340.000 en 1862 (Datos publicados por Du Graty). Estimaciones más objetivas que la última suponen 400  a 450.000 paraguayos en los años previos a la guerra, (cifra que incluye unos 25.000 esclavos) además de unos 100.000 (o más) indígenas "no civilizados" que habitaban las extensas regiones aún no pobladas por otros habitantes del país. 149

Asunción continuaba siendo el único centro urbano, donde no sólo se concentraban las instancias políticas, sino que, como puerto principal, centralizaba gran parte del comercio exterior y las actividades manufactureras e industriales del país.

Pueden detectarse algunos rastros de igualitarismo social en relatos que describen la población paraguaya como conjunto homogéneo, diferenciado sólo del círculo presidencial y de los esclavos; en la presencia de pardos o mulatos entre los diputados de los diferentes congresos de 1842 a 1861; o en la participación de las "distintas clases de sociedad" en los festejos organizados por el gobierno.

Pero el proceso de acumulación que permitió la puesta en marcha de varias obras estatales y una europeización de hábitos y condiciones de vida de las "familias acomodadas" locales, dio formas nuevas a las viejas diferencias existentes en el seno de la sociedad paraguaya. Éstas se reflejaban, como antes, en criterios étnicos: los ciudadanos "blancos de linaje" continuaban gozando de un status jurídico y social privilegiado.150

El amplio espectro de grupos sociales que estaba definiéndose al interior de la sociedad -familia y círculo presidencial, altos funcionarios gubernamentales, jefes militares, negociantes beneficiados con permisos de comercio exterior, grupos de la "burguesía" rural, habilitados de obrajes y yerbales, artesanos, peones y obreros, mercaderas, kygua verá, esclavos, etc.- era simplificado en dos o tres categorías sociales por los cronistas de la época.

Éstos usaban en general una clasificación en la que criterios políticos -proximidad al poder- se confundían con los económicos en confusa jerarquía. La heterogénea masa de trabajadores urbanos atravesaba, escindida ella misma, las categorías en que la sociedad era percibida por observadores atentos a sus diferencias internas.

El uso de zapatos era el indicador definitivo de la posición social y económica, y la distinción entre "descalzos" y "calzados" daba cuenta de la vieja oposición entre "clases acomodadas", gentes de "alta categoría", "personas acomodadas" o "distinguidas", "habitantes respetables", "gentes de buen tono", "mejores familias", etc. y ese conglomerado difuso denominado "gente ordinaria", "vulgares", "gente de pueblo" o más escuetamente, "populacho".151

Las fiestas oficiales a las que asistían representantes de las "diferentes clases de la sociedad" 152 respetaban, en su distribución de invitados, la clásica jerarquía de clases altas, medias y bajas. "En los últimos días de la República, se ofrecían frecuentemente bailes en la plaza situada frente al Palacio de Gobierno. Se preparaban en esas ocasiones tres compartimentos distintos para las diversas clases de gentes. El primero tenía sillas en torno, y alfombras cubriendo el suelo. En ese sector podía encontrarse al Vicepresidente, al Gabinete de Ministros, al Jefe de Plaza y Jefe de Policía, y, por supuesto, a las clases altas de ciudadanos con sus mujeres e hijas (...).

Cerca de esta área se hallaba el siguiente recinto, muy semejante al primero, excepto por el hecho que no tenía alfombras. Era el destinado a las "peinetas de oro" (kygua verá), a militares que se habían elevado del rango de soldados rasos, a artesanos y a otros pertenecientes a la clase de los peones. En esta área, eran excepcionales las danzantes femeninas que no portaran joyas valuables entre 3 a 4 onzas de oro y varios centenares de dólares, incluso cuando los pies de cada una de ellas estuvieran -como siempre lo han estado- desprovistos de calzados. Tanto hombres como mujeres iban descalzos.

"La siguiente división estaba asignada a las clases más pobres -desde mujeres que se ganaban la vida como aguateras, o tenían un pequeño puesto en el mercado, las del servicio doméstico, hasta gentes que bajo algún concepto permanecían alejadas en la decencia o de la moral. Los hombres que bailaban con ellas eran soldados rasos, peones o esclavos". 153

Si probablemente los técnicos e ingenieros ingleses accedían a la "primera clase", la segunda recibía a artesanos, maestros y oficiales, mientras la clase "más pobre" incluía en su seno, en forzado igualitarismo, mercaderas, peones, soldados y esclavos. Las clases laboriosas se estaban constituyendo en una sociedad donde la condición del trabajo no significaba aún denominador común de grupos sociales específicos.

 

 

NOTAS

 

1Herken Krauer, Juan Carlos, "Proceso económico en el Paraguay de C.A. López: la visión del cónsul británico Henderson (1851-1860)  en Revista Paraguaya de Sociología 54, Asunción, Mayo/Agosto de 1982, pp. 85/88 y 103/105.

2Herken, Juan Carlos y Giménez de Herken, M. Isabel, Gran Bretaña y la guerra de la Triple Alianza, Asunción, Arte Nuevo, 1983, pp. 44/47. Justo P. Benítez no duda en categorizar ese régimen de "socialismo de Estado"; en similar revisionismo que el que reivindica la Dictadura de Francia como socialista, ver su Carlos Antonio López, Buenos Aires, Ayacucho, 1949, p. 178/9.

3Herken, J.C., Ibíd.

4Ibíd., p. 53; Plá, Josefina, British in Paraguay 1850-1870, Oxford, The Richmond Publishing & Co., 1976, pp. 104 y 183/193; Díaz Pérez, V, op. cit., p. 26 y Whigham, T. "El resurgimiento del comercio del tabaco: El Alto Plata, 1840-1870" en Cooney & Whigham (Comp.), op. cit., p.128. Entre 1862 y 1864 el incremento de precios alcanzó ya niveles alarmantes, ver Laurent Cochelel á Drouyn de L'Huys, D.C. N. 33, Asunción, 31.07.1865, Ministére des Affaires Etrangéres, Archives du Quai d'Orsay.

5 Aunque este estatuto abolió, entre otras cosas, el tormento y la confiscación de bienes, ambas penas siguieron vigentes hasta el final de la Guerra Grande. Ver Cardozo, E. op. cit., p. 86.

6Williams, J.H., op. cit., p. 114.

7 Pérez Acosta, Juan Francisco, Carlos Antonio López, Obrero Máximo. Labor Administrativa y constructiva, Asunción, Guarania, 1948, p. 470. Cartas similares fueron recibidas desde distintos distritos en 1863, indicando la vigencia de esta medida a lo largo del gobierno de los López.

8Mariñas Otero, Luis, Las Constituciones del Paraguay, Madrid, Edic. Cultura Hispánica, 1978, p. 55/60 y Pastore, C., op. cit., p. 161.

9Pastore, C., op. cit., pp. 113/115. También se dispuso que cambiaran sus nombres indígenas por gentilicios españoles, ver Benítez, J.P., Carlos A...op. cit., p. 191.

10Las únicas referencias al trabajo en esta ley estipulan entre las atribuciones del Congreso, "Crear y suprimir empleos de todas clases" (Art. 9, Cap. III) y entre las del Presidente de la República, "Nombra y destituye a los empleados civiles, militares y políticos" (Art. 13, Cap. VII) y "Puede aumentar o disminuir los sueldos de los empleados públicos" (Art. 21, Cap. VII), ver Mariñas Otero, op. cit., pp. 131/136.

11 Pastore, C., op. cit., pp. 127/131.

12Citado por Pastore, op. cit., pp. 166/167.

13Citado por Cardozo, E., op. cit., p.129.

14"El Semanario", citado por Cardozo, op. cit., p. 138 y Pastore, C., op. cit., p. 167.

15Herken Krauer, J.C., "Proceso..." op. cit., pp. 85 y 91. Ver el caso del oficial de carpintería que debe abandonar su empleo al ser llamado a auxilios, citado por Bermejo, Ildefonso, Episodios de la vida privada, política y social de la República del Paraguay, Madrid, Labajos, 1913, p. 201.

16Según Herken, se dio el "surgimiento de relaciones típicamente capitalistas" en aquellos sectores donde el Estado gozaba de influencia. La expansión paralela de formas de trabajo servil podría matizar esa afirmación, ver Herken & Giménez de Herken, op. cit., p. 44.

17Williams, J.H., op. cit., p. 116 y Plá, J., Hermano negro... op. cit., pp. 41/42.

18Bermejo, I., op. cit., p. 13.

19Plá, J., Hermano negro... op. cit., pp. 1051108; Pérez Acosta, op. cit., p. 538, Williams, J.H., op. cit., p. 120, Bermejo, I., op. cit., p. 19 y Cooney, Jerry, "La abolición de la esclavitud en el Paraguay- en Cooney y Whigham (Compiladores), El Paraguay bajo los López, Asunción, CPES, 1994, pp. 30 y 34.

20Plá, J., Hermano... op. cit., pp. 60 y 107/8; Williams, J.H., op. cit., p. 119; Díaz Pérez, op. cit., pp. 26/7. Este último autor agrega que en 1860 el precio de un caballo era de 10 $, monto equivalente al de la renta trimestral de una casa solariega en Asunción. Los precios de un esclavo eran bajos, tanto en relación a los vigentes bajo el gobierno de Francia, como a los del mercado del Brasil.

21Plá, J., Hermano...op. cit., pp. 69/70 y 105/106.

22Ciento setenta y seis personas poseían en total 2.769 esclavos y libertos en 1846. En Bobí un sólo propietario, J.B. Dávalos, poseía 43 esclavos, ver Williams, J.H., op. cit., pp. 119/120.

23Plá, J. Hermano...op. cit., pp. 68/72 y Whigham, T., "La fundición de Hierro de Ybycuí: el desarrollo industrial del Paraguay a mediados del S. XIX" en Revista Paraguaya de Sociología 55, Asunción, Setiembre-Diciembre 1982, p.20.

24Cháves, J.C., op. cit., pp. 231/232.

25Ver la opinión del cónsul Henderson, citada por Herken, "Proceso económico..." op. cit., p. 91 o Williams, J.H., op. cit., p. 121. Ver también Plá, J., Hermano... op. cit., pp. 67/70, 96, 107/108 y 155.

26Plá, J., Hermano... op. cit., p. 157.

27 Cardozo, E., op. cit, p.220; L. Cochelet á Drouyn de L'Huys, Asunción, 15.09.1865, M.A.E., Quai d'Orsay y Centurión, Juan Crisóstomo, Memorias, o sea reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay, Buenos Aires, Imp. de Obras, 1895, pp. 140/141 del 11 Tomo.

28Palleja, León (Cnel.), Diario de la Campaña de las Fuerzas Aliadas contra el Paraguay, Montevideo, Imp. El Pueblo, 1865/6, pp. 418/9 del 11 Tomo. Gould, el Secretario de la Embajada británica en Buenos Aires, elevaba la cifra a 40 o 50.000 esclavos, lo que parece excesivo, ver Herken & Giménez de Herken, op. cit., p. 114. Ver también Plá, J., Hermano... op.cit., pp. 163/164.

29Cardozo, E., op. cit., pp. 86/7 y 103.

30Pastore, cp. cit., pp. 130/131. El Cnel. Centurión mencionaba que sólo un mulato había llegado al grado de alférez en el ejército paraguayo, ver su op. cit., p. 43 del 11 Tomo.

31Cardozo, E., op. cit., pp. 96 y sgtes. y Pastore, C., op. cit., p. 162.

32Cardozo, E., op. cit., pp. 149 y 154; Cháves, J.C., op. cit., p. 209; Du Graty, Alfred Marbais, La République du Paraguay, Bruxelles-Leipzig-Gand, Lib. Muquardt, 1862, pp. 147 152; Washburn, Charles A., The history of Paraguay, with notes...; Boston, Lee & Shepard Publishers, 1871, p. 474 de II Vol. y Thompson, Jorge, La Guerra del Paraguay. Acompañada de un bosquejo histórico..., Buenos Aires, Imp. Americana, 1869, p. 23.

33Williams, J.H., op. cit., P. 204; Thompson, J., op. cit., p. 23 y Pérez Acosta, J.E, op. cit., P. 74.

34Ver la opinión del cónsul Henderson, citada por Herken, J.C., "Proceso económico…'' op. cit., p. 91.

35Pérez Acosta, J.F., op. cit., p. 71/72.

36Ibíd., pp. 76/77 y 442.

37Ver la opinión del cónsul Laurent Cochelet sobre los Batallones 6to. y 7mo. en la campaña del Mato Grosso, citados en mi trabajo La polémica francesa sobre la Guerra Grande, Asunción, Histórica, 1988,p.101.

38Bermejo, Ildefonso, op. cit., p. 15.

39El mecanismo punitivo de los trabajos forzados está relacionado a dos tipos de economía, la servil y la mercantil; el sistema industrial sustituye éste por la detención con fines correctivos, ver Foucault, Michel, Vigilar y castigar, México-España, Siglo XXI, pp. 16 y 31/32 de la 10ma. edición.

40 Pérez Acosta, J.F., op. cit, pp. 164/165, 168 y 191; Bermejo, J., op. cit., p. 39; Williams, J.H., op. cit., p. 114 y Whigham, T., "La fundición..." op. cit., p. 9.

41Cardozo, E., op. cit., P. 136, Chives, J.C., op. cit., pp. 260/263; Washburn, Ch., op. cit., pp. 412/414 del I Vol. Ver también Laurent Cochelet á Drouyn de L'Huys, Asunción, 5.08.1863 y 6.11.1863, C.P., M.A.E., Quai d' Orsay. En la primera nota, el cónsul denunció que numerosos extranjeros habían sido enviados a trabajos forzados sin recibir condena previa en juicio.

42Pérez Acosta, J.F., cp. cit., pp. 143, 156, 164/166 y 176; Plá, J., British... op. cit., pp. 14/15, 18/20 y 121/122 y Williams, J.H., op. cit., pp. 181/182.

43Plá, J., British... op. cit., pp. 125 y 145/148; Pérez Acosta, J.F., op. cit., p. 177; Whigham, T., "La Fundición..." op. cit., p. 22 y Laurent Cochelet á Drouyn de L'Huys, Asunción, 5.11.1866, C.P., M.A.E.,

Quai d'Orsay.a

44Cháves, J.C., op, cit., p. 135 y Amaud, Léopold, La vérite vraie sur le conflit entre le Brésil, Buenos Ayres, Montevideo & le Paraguay, Marseille, s.d., 1865, p. 21. La conscripción vial, vigente aún en muchos países latinoamericanos, es reminiscencia de este mecanismo feudal de extracción coactiva de trabajo.

45Masterman, George, Seven eventful years in Paraguay, London, Sampson Low, Son & Marston, 1869, p. 64 y Rivarola, M., op. cit., p. 120.

46Bermejo, l., op. cit., p. 60 y Washburn, Ch., op. cit., p. 391 del Vol. l.

47 Washburn, Ch., op. cit., p. 421 del vol. 1.; Pérez Acosta, J.F., op. cit., p. 162; Demersay, A., op. cit., p. 468 del Vol. II. Ver el caso del carpintero llamado a auxilios en el Arsenal en Bermejo, I., op. cit., pp. 200/201.

48Thompson, J., op. cit. p. 154; Masterman, G., op. cit., p. 130; Washbum, Ch., op cit., pp. 175/6 del II Vol. y mi trabajo, op. cit., pp. 108/117.

49Graham a Buchanan, 23.12.1846, citado por Nagy & Pérez Maricevich, op. cit.

50Unos 25 peones indígenas según el informe elevado al gobierno ese año, ver Pla, J., British... op. cit., p. 31.

51Molas, M., op. cit., p. 32.

52Herken, J.C., "Proceso..." op. cit., p. 104 y Demersay, A., op. cit., p. 104 del II Vol. Según el informe elevado al Pte. López en 1849, existían 48 estancias y 33 puestos, totalizando 274.000 vacunos y 71.000 equinos del Estado.

53Ver Washbum, Ch., op. cit., p. 265 del ll Vol. y Thompson, J.,op.. cit., p. 16.

54Williams, J.H., op. cit., p. 122 y Plá, J., Hermano... op. cit., pp.. 106/108.

55Demersay, A., op. cit, pp. 141/142 del II Vol.

56Washbum, Ch., op. cit., p. 421 del I Vol.

57La exportación pasa de 85.676 arrobas por valor de 282.489 pesos en 1854 a 174.238 arrobas por valor de 1.093.671 pesos en 1860, según Demersay, A., op. cit., pp. 50/51 del II vol.

58Williams, J.H., op. cit., p. 130.

59Hacia 1863 existían apenas 39 beneficiarios privados, que producían en conjunto unas 34.000 arrobas año, ver Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 36138.

60 Molas, M.A., op. cit., pp. 63/63.

61Ver Gelly, J.A., op. cit., pp. 132/133; Williams, J.H., op. cit., P. 132; Demersay,A., op. cit., pp. 43/44 del II Vol.; y Herken, J.C., "El proceso..." op. cit., pp. 88/89 y 98.

62Du Graty, A. M., op. cit., pp. 382/383.

63Demersay, A., op. cit., pp. 30/35 del II Vol. El Cmdte. de Villa del Rosario daba cuenta en 1863 de ataques indígenas a ranchos yerbateros, ver Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 35136 y Molas, M.A., op. cit., pp. 64/68.

64Demersay, A., op. cit., pp. 31/34 del 11 Vol.

65"Los indígenas los explotan bajo la dirección de funcionarios a los que se describe como despiadados (...) Los yerbales en el Paraguay inspiran el mismo terror que las minas del Brasil o del Perú", según Page, M.Thomas, "Le Paraguay et les Républiques de La Plata", extrait de la Revue des Deux Mondes, Paris, 1.04.1851, pp. 12/13. Es difícil estimar la cantidad de soldados que trabajaba en los yerbales, Laurent Cochelet menciona reclutas "en número de miles" llegados de las Misiones, que colectaban yerba en esa zona, ver mi trabajo, op. cit., p. 129.

66Whigham T, La yerba mate... op.cit., p. 44.

67Los impuestos de exportación iban del 20 al 40% del valor de la madera, ver Demersay, A., op. cit., pp, 121/122 del 11 Vol. y Herken, J.C., "Proceso..." cp. cit., pp. 89/90.

68Demersay, A., op. cit., pp. 121/122 del II Vol.

69Molas, M.A., op. cit., p. 57 y Demersay, A., op. cit., p. 123 del II Vol.

70Molas, M.A., op. cit., p. 58.

71Demersay, A., op. cit., p. 122 del II Vol.

72Ibíd., p. 124.

73Plá, J., British... op. cit., pp. 45/46 y Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 179 Y 215.

74Plá, J., British... op. cit., pp. 5/8, 25, 44/46, 102 y 227/230. Entre los obreros especializados llegan caldereros, fresadores, herreros, fresadores, torneros, moldeadores, ajustadores, colocadores de rieles, maquinistas, foguistas, mecánicos, etc.

75Ibíd., pp. 17 y 39 y Whigham, lb., "La fundición..." op. cit., pp. 11/12.

76Du Graty, A.M., op. cit., p. 154. La cantidad de personal local variaba, Plá menciona 120 a 150 peones y obreros paraguayos en el Arsenal, ver British... op. cit., p. 63.

77Plá, J., British... op. cit., pp. 105/106. En 1857 había 44 esclavos aprendices herreros en la armería, bajo dirección de Lázaro Aquino, que ganaban de 1 a 1.50 reales diarios. La cantidad varió de 25 en 1863 a 53 en 1866, ya iniciada la guerra.

78 Plá, J., British... op. cit., pp. 41 y 99/101.

79Pérez Acosta, J.F., op. cit., p. 155.

80Plá, J., British... op. cit., p. 155.

81 Whigham, T., "La Fundición..." op. cit., pp. 12/23.

82Demersay, A., op. cit., p. 464 del II Vol.

83Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 129 y 162.

84Du Graty, A.M., op. cit., pp. 295/296.

85Ver Plá, J., British... op. cit., p. 31.

86Citado por Pérez Acosta, J.A, op. cit., p. 176.

87Ibíd., P. 177; Whigham, T., "La Fundición..." op. cit., p. 22 y Plá, J., British... op.cit, pp. 147/148.

88Plá, J., British... op.cit., p. 147.

89Whigham, T., "La fundición..."op. cit., p. 24 y Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 171/175.

90Demersay, A., op. cit., pp. 170/171 del Vol. 11.

91Demersay, A., op. cit., pp. 170/171 del Vol. 11.

(*) El Ing. en jefe M. Padisson tiene bajo sus órdenes varios ingenieros y capataces ingleses (Nota del autor, A. Demersay)

(**) Annales du commerce extérieur. No. 1227, p. 5 (Nota del autor, A. Demersay).

92Thompson, J., op. cit., p. 38. Unos seis mil soldados habrían llegado a trabajar bajo órdenes de Burrel y Valpy en esos años, ver Mulhall, M.G. & E., Manual de las repúblicas del Plata. Datos topográficos, históricos y económicos... de las Repúblicas Argentina, Oriental y Paraguay, Buenos Aires-Londres, Imp. Standard de P. Coni, 1876, p. 327.

93Du Graty, A.M., op. cit., pp. 158/159. Dos picapedreros-colocadores de rieles, Hichimbotom y Walmesley, eran ingleses.

94Plá, J., British... op.cit., p.. 108 y Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 162, 260 y 276.

95Plá J., British... op.cit., p. 163 y Williams, J.H., op. cit., p. 127.

96Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp.261/280.

97  Plá, J., British... op. cit., pp. 163/4.

98Herken & Giménez de Herken, op. cit, p. 49.

99 Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 363/365 y Demersay, A., op. cit., p. 207 del Vol. II. Una lista de propietarios sardos de embarcaciones en esos años puede verse en Majavacca, J. y Pérez Acosta, J.F., El aporte italiano al progreso del Paraguay (1527/1930), Asunción, Soc. Científica del Paraguay, 1951, pp. 51/57.

100Demersay, A., op. cit., p. 465 del II Vol.

101Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 319/335.

102Ver Centurión, Cnel., op.cit., p. 141 del I vol. Bermejo sostiene que estos marinos introducían clandestinamente al país panfletos y periódicos antigubernamentales desde Bs. As, ver su op. cit., p. 162.

103Plá, J., British... op. cit., pp. 128/129.

104Cháves, op. cit., pp. 135/6; Gelly, J.A., op. cit., pp. 86/7 y Williams, J.H., op. cit., p. 122. Pastore menciona a más de "1.000 obreros empleados en la construcción de viviendas y en los trabajos de tala de montes" de Nueva Burdeos.

105Plá, J., British... op. cit., pp. 59/61 y 120/122; Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 62/64 y Demersay,

A., op. cit., p. 160 del II Vol. y Benítez, J.P., Carlos A... op. cit., p. 232/233.

106Demersay, A., op. cit., p. 468 del II Vol.

(*) Corvée: Obligación de trabajar un número de jornadas -o entregar el equivalente en productos- que tenían los siervos respecto al señor feudal.

107Ibíd., p. 462 del II Vol.; Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 537/538; Herken, J.C., "Proceso..."op. cit., p. 92; Washburn, C., op. cit., p. 94 del II Vol. y Plá, J., British... op. cit., pp. 121/122 y 165. Esta autora no cree verosímil el uso de mano de obra infantil en las construcciones.

10812 reales diarios (1.50 $) asignados a E. Vega para alimentación de esclavos y libertos que trabajaban en el Teatro o la Aduana, ver Díaz Pérez, V, op. cit., pp. 28/29. Washburn estima en 6 a 8 centavos el costo de alimentación de los niños que trabajaban en las obras del Palacio de López.

109Cardozo, E., op. cit., pp. 91/92 y Cháves, J.C., op. cit., p. 70. El ejemplar de este semanario costaba 1 real, ver Demersay, A., op. cit., pp. 471/472 del II Vol.

110Bermejo, I., op. cit., p. 143; Díaz Pérez. V., op. cit., pp. 27/29; Cháves, J.C., op. cit., p. 326 y Williams, J.H., op. cit., p. 188.

111Gelly, J.A., op. cit., p. 143.

112Cnel. Graham a Buchanan, Asunción, 23.12.1846, citado por Nagy & Pérez Maricevich, op. cit.

113Page, M.T., op. cit., p.12.

114Lista de Oficios, Barrios de la Capital, 17.12.1843, en ANA 5H, 259-10-1/1 y Williams, J.H., op. cit., pp. 114/115.

115Williams, J.H., op. cit, pp. 179/180.

116Plá, J., Hermano... op. cit., pp. 23/33

117Demersay, A., op. cit., p. 156/160 del II Vol., ver también Bermejo, I., op. cit., pp. 23/25.

118Demersay, A., op. cit., p. 76 del II Vol. y Ortiz, J.C., op. cit., pp. 117/118.

119Bermejo, I., op. cit., pp. 23/25.

120 Laurent Cochelet á Drouyn de L'Huys, Asunción, 6.02.1865, C.P., M.A.E., Quai d'Orsay.

121 Herken & Giménez de Herken, op. cit., p. 45 y Cháves, J.C., op. cit., pp. 207 y 133/134.

122Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 20/34.

123Herken, "Proceso..." op. cit., p. 87 y Williams, J.H., op. cit., p. 179/180. Casi cuatro de cada diez residentes extranjeros del Barro de la Catedral ejercían en 1850 la profesión de comerciantes.

124 Washburn, C., op. cit., pp. 227/228 del II Vol.

125Ver Child, Théodore, Les Républiques Hispano-américaines, Paris, A la Lib. Illustrée, 1891, pp. 422/425 y González, Teodosio, Infortunios del Paraguay, Bs. As, s.l., 1931, pp. 98/104. Algo más veladamente, la nostalgia de ese mundo donde se institucionalizaron formas coactivas de extracción de trabajo puede verse en Pérez Acosta, J.F., op. cit., pp. 72/73 y 110/113, o en Bogarín, Juan Sinforiano, Carta Pastoral del 24.02.1895.

126Thompson, J., op. cit., pp. 16/17.

127Informe de C. Henderson del 22.01.155, citado por Herken, J.C., en "Proceso..," op. cit., p. 86. Un discurso similar en Washburn, C., op. cit., pp. 433/434 del I Vol. Sobre la sobriedad de necesidades, en Ybycuí "40 reses (...), una arroba y 21 libras de yerba, 2 arrobas y 11 libras de sal, 69 almudes de maíz, 107 liños de mandioca y 4 arrobas y 20 libras de jabón" bastaban a las necesidades mensuales de unas 214 personas, ver informe de Insfrán del 31.07.1866, citado por Pérez Acosta, J.F., op. cit., p. 176.

128Plá, J., Hermano... op. cit., pp. 33, 105/106, 117/128.

129Poucel, Benjamin, El Paraguay moderne et l'intéret géneral du commerce, Marseille, T. de M. Olive, 1867, p. 3.

130Pérez Acosta, op. cit., pp. 162 y 166. Ver el caso del Tte. Elizardo Aquino, oficial encargado del piquete, quien informaba desde la Fundición al Pte. López en 1857: "tenemos aprendido todo lo que hemos visto funcionar, y se nos ha hecho practicar".

131Plá. J., British... op.cit., pp. 14/15 y 86 y Pérez Acosta, op, cit., p. 156. Este autor cita una carta del médico paraguayo Echeverría al Pte. C.A. López, del 14.08.1854: "V.E. sabe qe. nuestros paysanos se resisten a la voz del qe. no es su paysano".

132Pérez Acosta, op. cit., pp. 176/177 y 266/268 y Plá, J. British... op. cit., p.122.

133Pérez Acosta, op. cit., p. 143; Williams, J.H., op, cit., p. 181 y Plá, J., British... op.cit., p. 18/19 y 121/122.

134Citado por Pérez Acosta, op. cit., pp. 156/160, ver también Plá, J., British... op. cit., p. 17.

135 Pérez Acosta, op. cit., pp.156/160 y 308/309.

136“Los accidentes se multiplicaban con el desarrollo de los trabajos públicos como el Ferrocarril y el Arsenal. Las fracturas graves se curan sin que haya necesidad de recurrir a la amputación, y las heridas se cierran fácilmente”, según el informe del médico inglés Steward, citado por Du Graty, A.M., op. cit., pp. 269/271.

137Plá, J., British… op. cit., pp. 27, 147 y 155; Pérez Acosta, J.F., op. cit., p. 177.

138Díaz Pérez, V., op. cit., p. 28 y Herken, J.C., "Proceso..." op. cit., pp. 89 y 95.

139Pérez Acosta, J.F., op, cit., p.225 y Plá, J., British..., op. cit., pp. 26/27 y 74/76.

140Berméjo, I, op. cit., pp. 114/115; Plá, J., British... op. cit., pp. 104 y 183/188 y la opinión del cónsul L. Cochetlet, citada en mi trabajo op. cit., pp. 190/191.

141 Citado por Whigham, T., La yerba... op. cit., pp. 45 y 83/84.

142 Plá. J., British... op. cit., pp. 17, 74 y 85.

143Ibíd. pp. 97, 101 y 112.

144Bermejo, I, op. cit., pp. 201/202.

145Plá, J., British... op. cit., pp. 82/84; Pérez Acosta, J.F., op. cit., p. 203 y el Informe del cónsul Izarié a Drouyn de L’Huys, Asunción, 4.01.1863, C.P., M.A.E., Quai d'Orsay.

146Plá, J., British... op. cit., pp. 74, 85, 104/106 y 128/129.

147Ibíd., p. 27, Washburn, C., op. cit., pp. 542/546 del I Vol. y Herken & Giménez de Herken, op. cit., pp. 53/57. Cerca de veinticinco técnicos y obreros ingleses perecieron entre 1865 y 1870; de los veinte franceses muertos en el mismo lapso, tres eran obreros contratados por el Gobierno.

148Todas las referencias de esta huelga provienen de Plá, J., British... op. cit., pp. 108/109 y Pérez Acosta, J.F, op. cit., pp. 275/278.

149Williams, J.H., op. cit., pp. 116/117; Plá, J., British... op. cit., pp. 41/42; Molas, M.A., op. cit., pp. 27/28, Gelly, J.A., op. cit., p. 118 y Campos Doria, L., op. cit., p. 353. Había censados un centenar de súbditos franceses y unos trescientos ingleses en esos años.

150La persistencia de legislación colonial sobre privilegios de sangre y raza durante este período debería ser analizado por los estudiosos: los castigos corporales no podían aplicarse, v.gr., a los ciudadanos que probaran su condición de "blanco de linaje".

151Términos de clasificación social usados por los contemporáneos como Bermejo, Thompson, Washburn, Centurión, Du Graty, etc., y en informes consulares de la época.

152Ver El Semanario, en cuyos artículos este término clases sociales aparece con frecuencia.

153Washburn, C., op. cit., p. 100 del II Vol., un relato similar en Thompson, J., op. cit., p. 54.

 

 

 

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ARCHIVOS

 

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