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MILDA RIVAROLA ESPINOZA

  LA OPM: EL PROYECTO FRUSTRADO - Por MILDA RIVAROLA


LA OPM: EL PROYECTO FRUSTRADO - Por MILDA RIVAROLA

LA OPM: EL PROYECTO FRUSTRADO

Por MILDA RIVAROLA

 

A mediados de la década de 1970, el régimen de Stroessner estaba en franco apogeo. En términos políticos, había conseguido algunos galardones democráticos: el parlamento sesionaba con bancadas opositoras, y en consecuencia, los directorios del Partido Liberal y Febrerista evitaban cualquier radicalismo que arriesgara su rol de oposición legal. La Constitución de 1967, con participación "pluralista" de esos mismos partidos, había legitimado las nuevas y sucesivas reelecciones presidenciales.

En el campo socioeconómico, empezaba el "boom" de Itaipú y de las grandes inversiones agroexportadoras, que duraría -con un crecimiento anual del PIB de 10% en promedio-hasta el año 1983. Se estaban formando una nueva burguesía y clases medias locales, que entusiasmadas con los beneficios económicos del stronismo, eran bien indiferentes a la ausencia de libertades y a la violación sistemática de derechos humanos.

Ese régimen de "democracia sin comunismo" contaba aún con el apoyo incondicional de los EE.UU., gobernado por el republicano Gerald Ford. La región estaba dominada por gobiernos que compartían con el de Stroessner la Doctrina de Seguridad Nacional. En el Brasil, con cuyo gobierno militar se firmó el Tratado de Itaipú en 1973, estaba el Gral. Ernesto Geisel, Uruguay soportaba la dictadura cívico-militar de Juan Ma. Bordaberry y el Gral. Hugo Banzer se mantenía desde 1971 en Bolivia. Solo la Argentina conservaba ciertas libertades bajo la presidencia de Isabelita Perón, pero ya se estaba gestando el golpe que abriría el proceso militar en 1976.

Quedaban sin embargo dos frentes internos, que serían preventivamente aniquilados por el régimen de Stroessner en 1976, sin mayor crítica interna o exterior. Ya presos o asesinados los líderes de ambas fracciones del Partido Comunista, estaba surgiendo una nueva izquierda en el Movimiento Independiente de las universidades y entre algunos dirigentes de las Ligas Agrarias. Y un sector de la Iglesia católica, políticamente sensibilizado tras la Conferencia de obispos latinoamericanos de Medellín (1968), tenía sus maestros progresistas entre los jesuítas del Paraguay.

 

Los orígenes de la organización

Una nueva generación de izquierdas, surgida de las clases medias urbanas, se estaba formando en el país. Sin ninguna relación con el Partido Comunista, era también muy crítica respecto a la oposición tradicional, que poco antes había legitimado al régimen stronista participando de la Constituyente de 1967, y seguía dándole credenciales democráticas con sus minorías parlamentarias incapaces de incidir legislativamente.

Desde su mismo origen, el stronismo tornó imposible la alternancia política por vía de las elecciones pacíficas. Cualquier intento de terminar con la dictadura suponía entonces medios violentos, como lo confirmó el "golpe de la Candelaria" de febrero de 1989. El espíritu de los tiempos contribuyó a valorar la guerrilla en América Latina. Como sostiene Evelin Welbach, "la lucha armada como herramienta política, lejos de ser una acción aislada, se inscribe en procesos históricos globales donde emergían movimientos de radicalización política que cuestionaban el sistema vigente, que caracterizaron la historia de América Latina entre las décadas de 1960-1970".

"La política paso a formar parte de la vida cotidiana, y se configura el militante como exponente paradigmático; esto es, la persona que defiende y divulga los principios de una ideología determinada en la esfera pública o clandestina, dando testimonio con su práctica. En la década del setenta ser militante significaba la entrega total a una causa. La concepción del hombre nuevo, pregonada por Guevara, y la ideología revolucionaria marxista-leninista ocupaban un lugar relevante en el espíritu de la época...".

El proyecto de lucha armada de la OPM se ubica en un contexto regional de grupos de jóvenes guerrilleros de inspiración marxista- leninista, que en la década del '70 buscaban derrocar a gobiernos (militares en su mayoría) a través de la lucha armada: los Tupamaros en el Uruguay, el ERP y los Montoneros en la Argentina, y varios grupos ideológicamente afines en Bolivia y el Brasil.

Culturalmente, esa nueva generación era hija de procesos mundiales y regionales: del Mayo del '68 parisino y de la gran protesta conocida como "el Cordobazo" del año siguiente. En Paraguay, hizo su primera experiencia de enfrentar la represión en junio de 1969, durante las protestas contra la visita del enviado especial del Gobierno norteamericano Nelson Rockefeller. Muchos de sus miembros vivieron ideas y climas políticos diferentes en las universidades de La Plata o Corrientes (Argentina) y en Santiago de Chile.

Y fue precisamente en el Chile de Salvador Allende, ese inédito gobierno socialista instaurado democráticamente a través de elecciones, donde surgió el proyecto de la Organización Político Militar (OPM). En 1973, allí seguían sus estudios superiores de economía o sociología los hermanos José Félix y Eduardo Bogado Tabackman, Diego Abente, Víctor Hugo Ramos, Melquíades Alonso y otros jóvenes asuncenos.

En los debates políticos era inevitable comparar la inédita experiencia chilena con la inacabable dictadura paraguaya. Ese año tomó contacto con ellos quien sería el líder indiscutible de la OPM, Juan Carlos Da Costa. Ese joven de 27 años acababa de sufrir torturas en las cárceles asuncenas, en una de las frecuentes represiones a las Ligas Agrarias, y era el arquetipo del revolucionario dispuesto a dar la vida contra el régimen dictatorial.

De estas conversaciones surgió el consenso previsible: la "vía chilena al socialismo" estaba por completo cerrada en el Paraguay, y quedaba como única alternativa la lucha armada. Poco después, Da Costa contactó con otros estudiantes universitarios en Corrientes (Argentina), ligados a una Asociación Cultural Guaraní –Carlos Brañas, Carlos Fontclara, Jorge Zavala, etc. - mientras mantenía relación con los Montoneros a través de Carlos "Pocho" Livieres, otro paraguayo integrante de ese movimiento guerrillero peronista.

En las dos universidades asunceñas, desde fines de los años '60 crecía un movimiento opuesto a la cooptación de centros de estudiantes por la ANR, centrado en las facultades de Ingeniería y Medicina de la Universidad Nacional y en las de Humanidades de la Católica. Con lazos hacia el estudiantado secundario, a través de las Ligas de Academias Literarias, se reunieron en un Movimiento Independiente (MI), editando incluso un periódico -FRENTE - de alto nivel teórico y de análisis.

En 1973, surgieron divergencias entre los sectores más radicales y los más "reformistas" del MI, acentuadas con la llegada de Da Costa y de los estudiantes paraguayos en Chile. Al año siguiente, el Movimiento Independiente ya se había convertido en un prolífico semillero de cuadros y militantes de la OPM. Poco después se incorporaron a su cuadro de dirigentes Fernando Masi, Mario Schaerer Prono y su esposa Guillermina Kanonnikoff, Miguel Ángel López Perito, Carlos Ortiz P. y Daniel Campos, este último de la Escuela Agrícola Carlos Pfannl, de Cnel. Oviedo.


La fracción campesina

En forma simultánea y sin lazos con estos grupos universitarios de la capital, desde 1972 se daba una escisión semejante entre "radicales" y "reformistas" en las Ligas Agrarias Cristianas del interior. Estas habían sido creadas a inicios de la década anterior al calor de la Doctrina Social de la Iglesia, como Comunidades Cristianas de Base similares del Brasil y otros países latinoamericanos, bajo liderazgo espiritual del obispo Helder Cámara, Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, etc.

Buscando "vivir como hermanos"-, según la enseñanza evangélica, las familias rurales orientadas por sacerdotes comprometidos con la Pastoral Social y la Teología de la Liberación cultivaban chacras en común en el sistema de minga o "jopói" y creaban sus almacenes comunitarios. Con las líneas pedagógicas de Paulo Freire, mantenían sus propias Escuelitas bilingües, con programas y textos propios adaptados a la realidad campesina.

Pronto fueron acusados de "comunistas" por los almaceneros, acopladores, directores de escuelas oficiales y miembros de las seccionales coloradas. Esta acusación fue adoptada con entusiasmo por las fuerzas represivas, que las extendió a los religiosos guías de la experiencia: los obispos Aníbal Maricevich y Bogarín Argaña, el padre Braulio Maciel, y los jesuítas José Miguel Munárriz, Luis Farré, José Caravias, etc. Entre 1965 y 1970, centenares de "ligueros" de Caaguazú, Cordillera, Concepción, Paraguarí y Misiones fueron detenidos en las comisarías locales, remitidos y torturados en la Técnica o en Investigaciones de Asunción.

Pero el apoyo de la Pastoral y del obispo de Misiones se debilitó en mayo de 1972, cuando un grupo de familias decidió ocupar y sembrar unas 200 hectáreas, propiedad de la iglesia en Misiones. Poco después, el Gobierno expulsó del país a los sacerdotes jesuítas que acompañaban la experiencia liguera. Atemorizadas por el acoso de seccionaleros y la sistemática represión policial, muchas comunidades -v.gr., en Cordillera- abandonaron la experiencia "liguera" a inicios de los '70.

Otras -las de distritos de Misiones- decidieron separarse de la "tutela paternalista" del clero, mientras a su vez el episcopado se distanciaba del movimiento campesino radicalizado. Algunos de sus dirigentes se reunían ya en la clandestinidad: ante las sucesivas represiones no veían más alternativa que resistir violentamente a la violencia. Unos diez jóvenes campesinos fueron enviados a la Argentina, donde recibieron entrenamiento político y de lucha armada.

De todas las comunidades de las LAC, la de Jejui (distrito de Lima, San Pedro) era emblemática por sus prácticas comunitarias. En febrero de 1975, este asentamiento fue atacado por 120 efectivos comandados por el Cnel. José F. Grau y milicianos colorados. El padre B. Maciel fue herido, y un centenar de hombres -incluidos funcionarios de organismos de cooperación americanos y europeos-y dos monjas españolas fueron trasladados en camiones de carga, algunos hasta un lugar de reclusión en Jejuí y a otros hasta la Técnica e Investigaciones, donde fueron cruelmente torturados.

Las mujeres y niños de comunidad quedaron en el asentamiento, que fue cercado militarmente -sin provistas ni medicamentos- durante tres meses. Los asaltantes militares y civiles habían saqueado fondos de la cooperación, los escasos bienes de estos pobladores, muebles de la escuela y provisiones del almacén de consumo. Entre abril y mayo, fuerzas de Infantería hicieron un procedimiento similar en la Colonia Buena Vista de Yhú, Caaguazú, quemando chozas y cultivos y tomando prisioneros a campesinos, que permanecieron recluidos en comisarías y campamentos mili- lares de Caaguazú y Villarrica.

La destrucción de Jejuí -experiencia pacífica y fuertemente religiosa de las Ligas- y la dura represión de Yhú fortalecieron indirectamente la posición del sector de las Ligas Agrarias que planeaba resistir con las armas a la violencia stronista.

 


Estructuración de la OPM

Da Costa había retornado clandestinamente al Paraguay en la Semana Santa de 1974. Ya tenía militancia anterior junto al dirigente de las Ligas Agrarias Constantino Coronel, y sus años de prisión anterior se debieron al trabajo con estos campesinos. A través de su compañera, Nidia González Talavera, fortaleció aún más los contactos con este grupo campesino organizado.

Meses después, la OPM realizó su primer y único operativo violento: tres jóvenes de la conducción intentaron "recuperar" - sin éxito- un maletín con dinero que un girador traía para pagar sueldos en el Seminario Metropolitano. El funcionario resultó ligeramente herido, pero logró salvar los fondos y el caso no alertó en eso momento a la Policía.

A fines de ese año 1974 entraron al país algunos Montoneros a dar instrucción guerrillera y política a jóvenes ya reclutados de la OPM, y a inicios de 1975 se estructuró una conducción tripartita (Da Costa, Nidia González y Coronel). Ese año se aceleró la creación de células campesinas en el departamento de Misiones y con menor intensidad, en Ñeembucú, Paraguarí, etc.

Con un mimeógrafo hurtado del Colegio Cristo Rey, esta organización clandestina llegó a editar y distribuir diez números de la revista TATAPIRIRÍ, de formación política. En la posterior represión, la tenencia de esta revista (con tirada de 200 ejemplares por número) constituía "prueba policial" suficiente de la condición guerrillera del estudiante o campesino detenido. La conducción redactó igualmente un programa/ideario de diez puntos, en un conjunto algo heterodoxo de principios nacionalistas y revolucionarios.

 

Decálogo de la OPM

1. La consolidación de la organización político-militar.

2. La alianza obrero-campesina como base fundamental del proceso revolucionario, con hegemonía de la clase obrera.

3. La construcción del partido proletario revolucionario.

4. La formación del Ejército Popular Revolucionario.

5. La guerra popular prolongada como estrategia general de lucha.

6. La formación del frente de liberación nacional.

7. El marxismo-leninismo como metodología de análisis de la realidad.

8. El nacionalismo revolucionario.

9. El internacionalismo proletario.

10. El socialismo como proyecto histórico.

 

Los puntos 2 y 3 del ideario respetaban la ortodoxia marxista- leninista, más que atender condiciones reales de procesos de cambio en el país: al no encontrar clase o movimiento obrero organizado, el "proletariado" fue sustituido en la dirigencia de la OPM por jóvenes universitarios de izquierda. El nacionalismo asumido en los puntos 6 y 8 era real, y respondía a la cultura estudiantil de la época. En 1973, el Movimiento Independiente había convocado un acto multitudinario en honor a Emiliano-re: un festival reunió en el Estadio Comuneros a 5000 personas (y se vendieron 2000 ejemplares de FRENTE) en homenaje al vate del nacionalismo de la Guerra del Chaco, Emiliano R. Fernández.

El tardío cambio de nombre de la organización (Político Militar por Primero de Marzo) en 1977, en el intento de revivir esta organización ya destruida entonces por el gobierno, saludaba la lecha magna del nacionalismo lopizta, en vigor también al interior de los partidos conservadores, del Partido Comunista y dentro del Ejército paraguayo.

Se fijaron complejas normas de seguridad para los militantes, que no siempre fueron respetadas. El organigrama tenía en su base “células" compartimentadas de pocos integrantes, que a través de un militante se conectaban con los jefes de las columnas. Cada columna pretendía reunir 160 militantes, en principio desconocidos mire sí. Si alguien caía preso, sólo estaba en condiciones de dar nombres o "alias" de los escasos integrantes de su célula, sin afectar al resto de la organización.

Esta compartimentación funcionó mal en una organización que crecía en círculos pequeños de Asunción: en su mayoría los integrantes se conocían previamente, eran amigos, parientes o compañeros de facultad. A inicios de 1976 solo se habían formado dos columnas incompletas en la capital y algunas bases dispersas en el interior, aunque luego la Policía sostuvo haber desarticulado ocho columnas guerrilleras.

Para ese momento la OPM contaba con dos camionetas, algunas molos y un incipiente arsenal: 1 ametralladora, 30 pistolas y revólveres, unos 10 fusiles y rifles Se habían alquilado tres casas como sede de reuniones, archivo y vivienda temporaria de algunos líderes. Aunque mucho más numerosa en militantes, el arsenal de la fracción campesina concentrada en Misiones sumaba un fusil, un rifle, 1 pistola y 15 revólveres.

Debido a una "crisis de crecimiento" de nuevos militantes, muchos de ellos campesinos, para suplir la carencia de cuadros se convocó al país a estudiantes paraguayos en Corrientes, ya comprometidos con la OPM. A inicios de abril del 1976, estos se embarraron con material de propaganda, armas personales y documentos desde Posadas o Corrientes hacia Asunción.

 

El desmantelamiento de la organización

Las medidas de seguridad de la OPM funcionaron algún tiempo: pese a que durante más de dos años se enrolaron y entrenaron militantes en Asunción y el interior, se editó y distribuyó una revista propia, las fuerzas de seguridad no sabían nada de esta organización clandestina. Pero la caída de uno de sus cuadros en la frontera desencadenó una rápida y violentísima razia represiva que la destruyó en menos de un mes.

En la mañana del sábado 3 de abril de 1976, el estudiante de medicina Carlos Brañas, su esposa y otras dos mujeres cruzaron en la lancha de pasajeros desde Posadas a Encarnación. Durante la revisión rutinaria, la Policía de Aduanas encontró material de propaganda de la OPM y un arma en un compartimento oculto de su equipaje. Detenido con sus acompañantes, fue trasladado ese mismo día al Departamento de Investigaciones, en Asunción. Tras horas de tortura, la policía obtuvo datos sobre locales y dirigentes de la organización, y esa misma noche asaltó en Lambaré la vivienda del líder campesino Martín Rolón, quien fue muerto en la balacera. Su esposa Estela Jacquet, remitida a Investigaciones, fue sometida a terribles torturas.

A la mañana siguiente, antes de desembarcar cayeron presos - con más documentos y un mimeógrafo- otros dos estudiantes que llegaban en el buque C.A. López, y en la tarde fue detenido otro, llegado poco antes de Corrientes. A las 02.00 A.M. del lunes 5, en un operativo en el barrio Herrera dirigido por el jefe de Política y Afines, Csrio. Alberto Cantero, la policía asaltó la vivienda de Mario Schaerer Prono, que servía de sede a la organización, a pocas cuadras de la iglesia San Cristóbal de la capital.

En el tiroteo resultó herido el comisario Cantero, y fue muerto el fundador y principal líder de la OPM, Juan Carlos Da Costa. Schaerer logró escapar con su esposa Guillermina Kanonnikoff hasta el colegio parroquial, donde ambos enseñaban. Poco después, confiando en las garantías recibidas del jefe de Investigaciones Pastor Coronel, el párroco (extranjero) los entregó a ambos. En el local de Investigaciones, Mario Schaerer fue muerto en tortura horas más tarde. Tras sufrir maltratos, meses después su esposa dio a luz a un hijo suyo en la cárcel.

Esa misma madrugada del lunes 5 cayeron en una camioneta, con el archivo de la organización, otros dirigentes del segundo nivel, Diego Abente, su esposa y Miguel A. López Perito. Tras una confusa llamada telefónica de aviso, habían ido a indagar qué ocurría en la casa del barrio Herrera. En otro allanamiento en San Lorenzo, fue gravemente herido el segundo jefe de la OPM, el dirigente de las Ligas Constantino Coronel. De los tres integrantes de la conducción, solo logró escapar Nidia González Talavera, quien encontró refugio clandestino en Asunción, dio a luz una hija de Da Costa y consiguió luego salir del país.

Con algunos nombres extraídos bajo tortura, el jefe de Policía Pastor Coronel envió al subcomisario Camilo Almada (alias Sapriza) a reprimir la fracción campesina de la OPM en Misiones. Instalado en la cárcel de Abraham Cue, en San Juan Bautista, y apoyado por militares de la División de Infantería y milicianos colorados, este suboficial especializado en tortura dirigió la terrible razia represiva que sería conocida como la "Pascua Dolorosa".

Allí fueron asesinados -algunos frente a sus familiares- Silvano Flores, Diego y Dionisio Rodas, Alejandro Falcón, Ramón Pintos, Elixto, Policarpo, Francisco y Adolfo López. Centenares de campesinos -hombres y mujeres- de los distritos cercanos fueron torturados en Abraham Cue y luego enviados a Investigaciones. Otros dos miembros de las Ligas, Juan de Dios Salinas y Albino Vera, fueron detenidos y muertos en tortura en Paraguarí. Allí, en Simbrón Cue, actuaron miembros de la Delegación de Gobierno y fuerzas del Comando de Artillería, y la represión golpeó a otro centenar de campesinos de la zona.

Nuevamente en este caso, por el carácter rural del territorio y campesino de los militantes, se reprodujeron métodos bestiales de toril ira empleados contra los guerrilleros de 1960: estaqueado o "tumbeado" de personas con alambres, azotes con tejuruguái, degollamiento, violaciones de mujeres y menores, además de la destrucción de viviendas y cultivos y saqueo de almacenes comunales y bienes familiares, tanto por la Policía como por los milicianos colorados.

En ese ambiente de terror, el Gobierno aprovechó para reprimir otros grupos progresistas, sin relación orgánica con la OPM, en los siguientes meses. Fue detenido el sacerdote jesuíta Miguel Munárriz, y se libró orden de captura contra otro, el padre Miguel Sanmartí, que vivía entonces en España, acusado de liderar la OPM. Como era habitual en la estrategia represiva, la policía destruyó también las restantes comunidades de las Ligas Agrarias no ligadas al proyecto de resistencia armada.

Pero la política exterior estaba cambiando y las organizaciones internacionales de defensa de Derechos Humanos ya tenían bajo observación al régimen stronista. Con el hacinamiento de prisioneros en el Dpto. de Investigaciones, comisarías barriales y la Guardia de Seguridad asuncena, y bajo presión internacional, en setiembre se trasladó al Penal de Emboscada (a 50 km. de Asunción) a más de un millar de prisioneros, incluyendo un considerable porcentaje de mujeres.

A esa suerte de "campo de concentración" poco antes rehabilitado al efecto, se envió también a militantes comunistas y otros presos políticos de izquierda. El Poder Judicial abrió un tardío proceso, aceptando como prueba los interrogatorios bajo tortura de los prisioneros. Dos miembros de la OPM que habían logrado escapar fueron secuestrados en Buenos Aires por fuerzas de seguridad argentinas y remitidos, bajo el Operativo Cóndor, a la Policía paraguaya.

Casi todos los miembros de la OPM fueron liberados dos años después, en 1978, y al menos dos -Brañas y Gill Ojeda- cumplieron su condena en Emboscada recién el año siguiente. Algunos, ya "marcados" políticamente, fueron detenidos nuevamente en los años posteriores, y otros fueron al exilio del cual retornarían recién una década más tarde, tras la caída de Stroessner en 1989. Unos pocos quedaron a residir definitivamente en el exterior.

Lo peor de la represión se cebó nuevamente los más vulnerables, los militantes pobres y rurales. Constituían la mayoría de los presos, y campesinos fueron catorce de los diecisiete miembros de la OPM (o acusados de integrar esta organización) ejecutados por la policía entre abril y mayo de 1976. Salir del Penal no significó para ellos la liberación: con sus ranchos quemados, sus enseres robados, sus familias destruidas, acosados por autoridades locales y vecinos, debieron migrar sucesivamente a otros lugares del interior del país.

Esta organización tuvo su epílogo dos años más tarde. A inicios de 1977, cuando aún estaba presa toda la militancia anterior en Emboscada, algunos dirigentes escapados de la represión -Nidia González, E. Bogado Tabackman y Jorge Zavala- intentaron reconstruir la OPM tras redactar una extensa autocrítica. Titulándola ahora, según sus siglas, Organización Primero de Marzo, repitieron sin grandes variaciones la estrategia anterior: crearon células clandestinas, alquilaron sedes en Asunción, introdujeron armas, reeditaron TATAPIRIRÍ, etc.

Bogado Tabackman cayó preso casi accidentalmente ese año, y en enero de 1978, la historia se repitió en formato menor. Cuando la Policía detuvo y torturó a R. Udrízar, estudiante en Corrientes llegado poco antes a Asunción, este indicó la vivienda donde estaba Jorge Zavala en la clandestinidad. Allí, la Policía ejecutó a este joven de 27 años, y al intentar abrir un baúl, estalló una bomba e hirió a dos comisarios.

Nuevamente la Policía encontró allí documentos importantes como los planes y el archivo de la reorganizada OPM. Dos integrantes mujeres logran asilarse en embajadas y salir del país. Nidia González, buscada tenazmente por la Policía paraguaya, se hallaba en Buenos Aires y escapó una vez más a esta segunda y definitiva razia policial.

Este segundo intento de resistencia armada y la expansión de la represión gubernamental tuvieron consecuencias desastrosas sobre el desarrollo del movimiento estudiantil, que recién empezó a recuperarse una década después. El movimiento campesino, duramente golpeado en su experiencia de las Ligas Agrarias, volvería a organizarse y luchar por sus reivindicaciones tras la caída de Stroesner, en 1989.


 

ENLACE INTERNO AL DOCUMENTO FUENTE

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LA RESISTENCIA ARMADA AL STRONISMO. Por MILDA RIVAROLA

Colección 60 AÑOS DEL STRONISMO N° 7

Editorial EL LECTOR

Directores de la Colección:

HERIB CABALLERO CAMPOS/ IGNACIO TELESCA

Corrección: MILCIADES GAMARRA

Asunción – Paraguay. Mayo, 2014 (96 páginas)

 

 

 

 

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GENERAL ALFREDO STROESSNER MATIAUDA en PORTALGUARANI.COM

 

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