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  LA VIDA ES UN HAPPENING - Confesiones de Laura Marquez - Domingo, 06 de Febrero de 2005


LA VIDA ES UN HAPPENING - Confesiones de Laura Marquez - Domingo, 06 de Febrero de 2005

LA VIDA ES UN HAPPENING

Confesiones de Laura Marquez

 

 

Es menudita, dicharachera, inconformista, impenitente y con un halo de vitalidad sorprendente; inquieta, como siempre lo fue, Laura Márquez es, ella en sí, un nombre con un lugar en el arte paraguayo.

Paradójicamente, un bucólico entorno -un umbroso yvapovõ y el constante trinar de pajarillos- fue el escenario en el que Laura Márquez abrió su baúl de recuerdos, contándonos parte de su historia personal, lo que era el ambiente artístico de su juventud.

Y era la época -como dice Ticio Escobar en su Interpretación de las Artes Visuales del Paraguay- del "advenimiento de una nueva generación, el súbito aumento de los viajes a Buenos Aires y Sao Paulo, la presencia mayor de los medios de comunicación, la circulación de diversas publicaciones que traían inquietudes nuevas, la intensificación, en fin, de la vida cultural asuncena y de la actividad de instituciones extranjeras fomentaban esa ansiedad por la renovación y el cosmopolitismo caracterizando el espíritu de la década".

Eran los años de la Guerra Fría, de los Beatles, de la minifalda, de los hippies, del pop art... de la emergencia de los Novísimos de José Antonio Pratt, de Enrique Careaga, de William Riquelme y varios más...

Eran los años en que "la llegada de Laura Márquez ayudó a remover el ambiente...". 

Así es Laura. Adónde va causa alboroto. Era algo así como un kavure'i. Y sigue siendo así. Basta con estar cerca de ella para sentirla como un hechizo que a uno le envuelve y le cautiva.

Volvió luego de diez años de su última visita a nuestro país. Está radicada en los Estados unidos desde hace más de tres décadas. Sobre sus hombros descansa una larga trayectoria artística y de pionerismo. Sí. Laura fue la introductora del arte abstracto en el país.

Se había formado en la Escuela de Bellas Artes bonaerense (Academia Pío Colivadino), pero su actitud inconformista la llevó a la búsqueda de nuevas propuestas, de experiencias siempre distintas, siempre cambiantes.

"Fundamentalmente soy una persona que nunca estuvo radicada definitivamente en ninguna parte -dice, repasando su vida-. Quizás, involuntariamente, a veces.

"Cuando tenía 16 años, mi familia se trasladó a la Argentina (su madre es argentina y su padre era paraguayo). Nos fuimos para allá, después yo me casé (con el crítico de arte Juan Carreras Bujan); empezamos a viajar otra vez, a ir y venir, ir y venir".

Aun así, esa constante trashumancia le permitió seguir sus estudios artísticos y allá por 1961 ó 62 "ya empecé a venir a Asunción con muestras. Yo ya estaba haciendo arte abstracto".


De aquí para allá y viceversa

Inquieta, trashumante, Laura nunca se quedó quieta en un solo lugar, en un solo país. "Yo nunca estuve arraigada en un sitio por toda mi vida. Yo creo que eso ha influido mucho en mi hacer artístico; en este sentido: un artista que está quieto en su lugar puede desarrollar una obra secuencial, tranquila y serena. Mi vida, en cambio, fue siempre un cambio, un cambio, un cambio; siempre yéndome a otro lugar: después de haberme criado en Asunción, después otra vez estar en la Argentina por mucho tiempo, diez años, algo así, viajando siempre a Asunción, para volver a mi ambiente y, después, yéndome a los Estados Unidos, y después, haciendo otros viajes que me hicieron conocer Europa y ver el espíritu de uno y otro lugar".

Ahora vive en Nueva York, una ciudad que conoció por casualidad: "Habíamos ido a Washington, invitados a una muestra, varios artistas paraguayos. En aquel momento pensé: ‘¡Qué ciudad más energética, qué ciudad tan activa!’, que dije ‘acá yo me siento bien’. Eso pensé, en aquel momento, porque uno ve las ciudades que visita, de paso, digamos, y puede pensar: ‘es el lugar ideal’, pero después, cuando viene la realidad y uno empieza a vivir el lugar, uno se da cuenta de que no es fácil y no es fácil y no es fácil, entonces ahí, uno se da cuenta de que tal lugar no era el Paraíso.

"Aun así, me siento bien viviendo allá. Así como me siento bien cuando estoy en Asunción, me siento bien cuando estoy cerca de mi madre en Buenos Aires -ella está allá (tiene 96 años)-".


Laura y el arte abstracto

"El arte abstracto es como una consecuencia en mi carrera -recuerda Laura Márquez-. No es que yo empecé haciendo arte abstracto. Yo empecé muy académicamente. Estoy muy agradecida a dos maestros argentinos, que fueron el pintor De Ferrari y, sobre todo en composición y fundamentos de la visión, el profesor Héctor Cartier; él fue el que nos introdujo a los estudiantes argentinos y a los extranjeros que pudieran haber, como yo, al conocimiento de los muy contemporáneos maestros de entonces. Además Cartier era profesor mío en anatomía artística. Así que tuve una base de entendimiento de la figura humana muy buena: la estructuración de las formas, la armonía; de por qué un ángulo siempre se opone a una recta y demás, en el cuerpo humano".

La primera muestra de Laura se realizó en un café de la calle Palma, el Capri. "Después, tuve una segunda muestra en el Unión Club, también en la calle Palma. Ya eran abstractos.

"En cuanto a la figura, yo nunca dejé de practicar la figura humana ni las figuras de la naturaleza".

Según Laura, en un primer momento su obra tuvo buena acogida en nuestro medio. "Al principio fui muy bien recibida. Después, ya cuando vine a vivir un tiempo en Asunción, empecé a hacer obras grandes muy abstractas, ahí sí ya empezó una resistencia. Como que parecía que yo traía, digamos, escuelas diferentes. Me acuerdo que en una oportunidad yo discutí en una mesa redonda, discutí sobre la capacidad de muchas piezas paraguayas de ser abstractas y geométricas.

"Recuerdo, hice la propuesta de que muchas piezas de nuestro entorno podían ser pasibles de una abstracción. Por ejemplo, el ñandutí, un elemento cultural que nos representa extraordinariamente. Es impresionante -si uno estudia a fondo el ñandutí, realmente es una maravilla-. Mi propuesta era que el ñandutí era una de las cosas más abstractas y geométricas que teníamos y, al mismo tiempo, en aquella época, respondía al arte cinético. Recuerdo que me referí a los ñandutí que eran exhibidos al costado de la ruta, en Itauguá.

"Ahí se producía la cuestión del arte cinético, porque, yendo en auto -por ejemplo- podía verse el cambio que se producía con el movimiento y las cositas de atrás del ñandutí. Una joya."


Laura hoy

"Mi visita en esta oportunidad, se puede decir, que no es de alegría. Yo viajé por venir a verlo a Pilo (su hermano, fallecido hace unas semanas atrás). Con Pilo fuimos muy camaradas. El y yo éramos hermanos camaradas."

Pilo Márquez también era pintor. De él dice Laura: "Era un gran pintor, pero le faltó apoyo. La verdad es que me impresiona mucho la obra de mi hermano. Interpretaba las frondas de una manera muy particular. Muy particular. Aparte, él tenía su línea humorística. Eran muy simpáticas y hasta dramáticas sus figuras humorísticas.

"Hoy estoy con esta realidad de tristezas, de ausencias... En realidad, estoy viniendo de una circunstancia parecida, con el fallecimiento de mi esposo (en 2002). Ahora, empezando el 2005, otro de mis seres más queridos y cercanos se va.

"Ahora tengo una visión diferente de la vida. Yo realmente no sabía lo que era la muerte, con todo que ya había muerto mi padre... En fin, después de la muerte de dos seres queridos, una tiene una visión diferente de la vida.

"Respecto a mi obra... mi obra es una serie de momentos de mi vida. Ultimamente estoy haciendo mucha fotografía. Me resultó como más directo, después de quedarme sola, y me dio muchas satisfacciones".

Con respecto al movimiento cultural en nuestro medio, Laura confesó que notó que "hay un montón de artistas jóvenes nuevos, que están viniendo otra vez con una carga de conceptos, más que nada. Más que la obra es el concepto. Muy interesante. Creo que voy a tener la oportunidad de conocerlos personalmente. Creo que en este momento hay un renacer, a la manera de los Novísimos de principios de los 60.

Pienso que hay como una explosión."


Laura y los happenings

"Los happenings eran todas cosas espontáneas. Recuerdo que, en una ocasión, yo venía de Buenos Aires. Algunos amigos sabían que yo venía ese día y, mirando los diarios, encuentro que yo tenía que dar una conferencia ese día, a la noche. Yo no sabía nada. Y entonces digo ¿qué conferencia voy a dar yo?... y de puro... ¡qué te diré!, disparate... dije, bueno, muy bien... me voy a hacer un gorro de esos de graduados universitarios, y un antifaz... me hice el gorro con papel negro, llevé el antifaz y un cacho de banana. Creo que fue en el Museo de Arte Moderno -que lo habíamos fundado un tiempo antes un grupo de artistas-. Me enfrenté al público y le dije: ‘Yo no sabía que hoy tenía que dar una conferencia, así que me siento completamente inhibida y para esconderme un poco, vine así vestida y como pienso que no tengo casi nada que decir, porque me tomó de sorpresa esto, ¿qué tal si nos ponemos a comer bananas?’. Una cosa así fue. Eran todos disparates, esos eran los happenings. Estaba ocurriendo en todas partes del mundo, situaciones espontáneas, siempre medio disparates... Y yo siempre fui así.

"Otro happening fue aquella de cuando hice una composición de varias piezas escultóricas bien grandes y entre ellas construí una esfera enorme de hierro, de varillas de hierro, que llevaban chapas de aluminio (‘Réquiem para la libertad’, 1969), que se agarraban entre los cuadraditos que formaban la esfera, algunos pintados en negro y otros sin pintar.

"Resulta que cuando yo la quise guardar, no entraba por la puerta. Entonces se quedó en la calle. Esa esfera anduvo, anduvo, yo no sé lo que le pasó después. Anduvo rodando por las calles de Asunción. A veces la llevaban los raudales, otras los niños la llevaban rondando a otra parte. Yo no sé qué pasó con aquella esfera...". ¡Quién sabe si no sigue todavía rodando por algún lugar!.

 

 

 

Fuente: Revista Dominical de ABC Color

Domingo, 06 de Febrero de 2005


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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