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TOMÁS ROMERO PEREIRA (+)

  UNA TRAYECTORIA REPUBLICANA - Discursos políticos del Arq. TOMÁS ROMERO PEREIRA


UNA TRAYECTORIA REPUBLICANA - Discursos políticos del Arq. TOMÁS ROMERO PEREIRA

UNA TRAYECTORIA REPUBLICANA

Discursos políticos del Arq. TOMÁS ROMERO PEREIRA

Ediciones NELSON MENDOZA Y ASOCIADOS

Impreso en talleres de la Editorial “El Gráfico” S.R.L.

Asunción – Paraguay

Marzo 1976 (218 páginas)



INTRODUCCIÓN

En la presente edición que ofrecemos, el lector encontrará las más variadas y representativas piezas oratorias pronunciadas por el Arq. Tomás Romero Pereira en el curso de las dos últimas décadas. Hemos cuidado especialmente el carácter histórico-político de los discursos seleccionados de acuerdo con el más estricto sentido crítico y un severo carácter didáctico. Si se nos exigiera definir la personalidad del Arquitecto Tomás Romero Pereira con dos palabras responderíamos sin vacilaciones: Caudillo ilustrado. Caudillo por su temperamento, por su don de mando, por su identificación por las grandes causas populares, por su coraje, por su entrañable vocación política, por la fervorosa adhesión que despierta, por acto de sola presencia.

Ilustrado por su saber, por su amor al estudio, por sus prolongadas jornadas universitarias, por su fidelidad a los preceptos racionales. Buscando alguien que se le asemeje en el dilatado universo Latinoamericano, debemos trepar a las más altas cumbres. Y aunque la historia no se repite en lo colectivo ni en lo individual siempre es posible una aproximación a la materia vital en que están forjados los arquetipos para descubrir la similitud que los eleva por sobre el rasero común.

Caudillos ilustrados fueron el uruguayo Luis Alberto de Herrera, de proyección continental; Getulio Vargas, profeta de la grandeza brasileña. Tomás Romero Pereira, no es idéntico a ellos ni ellos son idénticos entre sí. Son similares, vale decir, están hechos de parecido metal, se mueven con análoga cadencia; más la estatua y la sinfonía exhiben matices diferenciadores.

Teniente de Caballería, combatiente en batallas libradas para restituir la Patria paraguaya a su eminente destino, arquitecto, publicista, soldado del Chaco, Jefe partidario. Ministro, Presidente de la República. En lo que va del siglo, pocas vidas se le pueden parangonar. Orgullo del Partido Colorado, decoro de la nacionalidad. En octubre próximo cumplirá 90 años, vividos intensamente, en los campamentos de las milicias populares, en las aulas universitarias, en los cañadones chaqueños, en los despachos ministeriales, en el Palacio de López. Erguido siempre, indicando derrotero, predicando con la palabra y el ejemplo. Descendiente de una Residenta, de ella heredó el temple de acero; discípulo de O’Leary, su alma vibra con el mismo incandescente patriotismo del Maestro.

Largo fue el tiempo de su preparación, recién pasaría al primer plano en las horas que pudieron ser caóticas de mayo de 1954.La crisis desató fuerzas elementales, dio luz a imprevisibles jacobinos que se embriagaban con la perspectiva de un Crepúsculo de los Dioses. Romero Pereira hizo oír entonces su voz para reinstalar al Coloradismo y al país en el cauce de la cordura, advirtió sobre los peligros de la anarquía, con enérgico ademán señaló el camino que debía seguirse. Y por una de esas premoniciones en que la Historia suele complacerse de tiempo en tiempo, comprendió que con Stroessner hacía su entrada en nuestra turbulenta arena política un auténtico “mburuvichá”, al que se debía preparar los caminos de acceso al poder. El encuentro de las dos personalidades debe considerarse como un momento estelar de nuestra historia. El joven militar y el político que ya cargaba una larga experiencia se entendieron con muy pocas palabras. Habituados al mando, activados por una energía avasallante, comprendieron que la gravedad del momento requería razón, no pasión. Se estaba al borde del abismo.

Únicamente la sagacidad, el talento, la experiencia, la voluntad fuerte y tensa, el patriotismo inmaculado de Stroessner y Romero Pereira pudieron preservarnos del naufragio y conducirnos a puerto seguro. Todavía no se ha valorado debidamente la magnitud del servicio prestado a la Patria en coyuntura tan peligrosa para los dos paladines de la concordia nacional, el orden, la paz social.

La ciclópea obra de Stroessner requería el apoyo activo del Coloradismo. Restaurada la disciplina en los cuarteles, había que poner orden en el país, como base de toda obra de Gobierno. Había que devolver los espíritus al acatamiento de las jerarquías, de la ley. De antiguo se sabe que ninguna comunidad se realiza fuera del orden. La conjunción Stroessner-Romero Pereira fue el cimiento inconmovible sobre el que se edificaron 20 años de una política signada por la paz, dinamizada por el progreso. Con señorío antiguo, el arquitecto convirtió al Coloradismo en instrumento de la estabilidad gubernamental; el General-presidente pudo de ese modo encabezar la marcha de todo un pueblo, erguido de nuevo en demanda de su identidad más gloriosa. Y así, el cadete de Boquerón y el tribuno de la Convención Constituyente de 1967, unidos por sólida amistad, impulsados por comunes ideales, y apoyados en la indestructible potencia del Coloradismo, han labrado el alma de esta patria que cien años después de Cerro Corá vuelve a brillar con la luz que encendió Gaspar Rodríguez de Francia, iluminó la vocación civilizadora de Carlos Antonio López y ardió con los fuegos del más alto heroísmo en el Mariscal-Presidente Francisco Solano López.


Editor

Nelson Mendoza



INDICE - Pág.

Introducción

Cursos libres de informaciones en la H. Junta de Gobierno 16-III-1955

En la inauguración del monumento a Juan E. O’Leary 19-III-1955

En Cerro León 19-III-1955

En la concentración de colorados 8-V-1955

En la concentración colorada. Estadio Comuneros 11-IX-1955

Sobre la unidad partidaria 27-X-1955

Ante la Convención del Partido Colorado 3-III-1956

Marcha de la Unidad 12-VI-1956

Con motivo del ascenso militar del General Stroessner VII-1956

Mensaje al pueblo colorado 31-XII-1956

Discurso en la nueva casa de los colorados 26-X-1957

En la inauguración del nuevo local partidario 26-X-1957

Respondiendo al homenaje rendídole por los líderes del coloradismo 14-XI-1957

A los colorados de la República 31-XII-1957

Ante los despojos del General Francisco Caballero Álvarez 17-XI-1958

En la concentración colorada de Luque 17-V-1959

Mensaje a los colorados de la República 3-VI-1959

Discurso pronunciado en el Día del Camino 5-X-1960

En el acto de recepción de los buques construidos en España 21-X-1960

En Paraguarí 6-III-1961

En la entrega al Primer Magistrado de la Nación, la Escritura de transferencia de los bienes del F. C. C. P. al Estado Paraguayo X-1961

Discurso pronunciado en Paraguarí 5-X-1962  

En el Campamento Cerro León 19-III-1965

En el acto de clausura de las jornadas ilustrativas sobre el espíritu del proyecto de Constitución Nacional III-1967

Ante la Convención Nacional Constituyente 26-V-1967

En la concentración colorada de los misioneros - puente monumental del Tebicuary 27-1-1968        

En la H. Junta de Gobierno 25-VIII-1968

Exposición ante la Convención del Partido Colorado 20-IX-1969

En el Círculo de Jefes y Oficiales Retirados de las FF. AA. 13-VIII-1971        

En la clausura del ciclo de conferencias auspiciada por la Federación de Funcionarios Públicos 3-XI-1971

En la inauguración de la Escuela Rosa Isabel Pereira de Romero, donada por el Arq. Romero Pereira, en memoria de su madre. (Pereira-cué, agosto 1975)



DISCURSOS


DISCURSO PRONUNCIADO EN LA CLAUSURA DE LOS CURSOS LIBRES DE INFORMACIONES AUSPICIADO POR LA H. JUNTA DE GOBIERNO DEL PARTIDO COLORADO. 16-III-1955

Excelentísimo General Presidente de la República Señores Presidentes y adjuntos de las Seccionales Campesinas Correligionarios:

Es para mí un insigne honor, pronunciar en este acto, las palabras de clausura de los cursos libres de informaciones, ordenados por la Honorable Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana, cuya Presidencia ejerzo, y que han estado a cargo de la Secretaría General de Coordinación.

Sean mis primeras palabras de felicitación calurosa para todos vosotros, señores Presidentes de las Seccionales Campesinas y sus Delegados Adjuntos, por vuestra asidua y ejemplar concurrencia a las clases dictadas, según un programa previamente confeccionado.

En mi calidad de Presidente de esta Junta de Gobierno cúmpleme destacar en forma excepcional la presencia del Excmo. Presidente de la República, General de División Don Alfredo Stroessner, que realza esta ceremonia y le otorga así, la más alta jerarquía.

Los tiempos que vivimos son de aquellos que se desenvuelven dentro de un crecimiento asombroso, de una velocidad de vértigo, y de una precisión matemática. Los hombres y las sociedades que no evolucionan al compás de este nuevo ritmo, que no amoldan sus estructuras internas y externas a la modalidad adecuada para su eficacia, son hombres y sociedades anacrónicos. El hombre que no cambia, ha dicho alguien, es un hombre absurdo. Sociedad que no se transforma decimos nosotros, envejece, se debilita y perece.

Dentro de una línea esencial que representa la personalidad humana, las transformaciones en la acción, en la ejecución y en el procedimiento, contribuyen a poner al día sus obras, sus conquistas, sus realizaciones. En este aspecto de la cuestión, todos los colorados podemos quizás tener divergencias relativas de opiniones; pero en lo absoluto del problema, todos los colorados, a fuer de tales, interpretamos nuestros deberes con la misma identidad de convicciones capaces de conducirnos por el sendero de la unidad de pensamiento y de acción, sin cuyos atributos, nada constructivo podría emprenderse. Nuestros procedimientos lógicos, a fin de obtener la máxima eficacia en el manejo de la masa partidaria, responden a este sistema de ideas. Sólo así obtendremos un mismo fin.

Es indispensable ejercitar el mando como cualidad especifica del hombre colorado en la posición de Director. Los principios de justicia y las normas de la equidad, deben presidir e inspirar nuestros métodos y nuestra conducta. Predicaremos y convenceremos mejor con el ejemplo diario que con el precepto teórico. Apreciamos y enaltecemos las excelencias de la moral en la vida privada; consagramos las virtudes emergentes del carácter como fundamento de la actuación política de los jefes partidarios. El incremento y la defensa del principio de autoridad es un deber irrenunciable. Las leyes, los estatutos, los reglamentos, establecen claramente las jerarquías y señalan con nitidez el proceso que deben seguir las tramitaciones realizadas con miras a cumplir los altos fines de nuestra asociación política.

Los Directores del Partido Colorado que han asumido la grave responsabilidad de orientar a la masa campesina saben, como sabemos nosotros, que el desinterés, el espíritu de sacrificio, la solidaridad con las víctimas de cualquier injusticia, constituyen los elementos de noble origen, bajo cuyos auspicios son posibles la conquista del respeto y la admiración de nuestros conciudadanos.

Está demás expresar en esta ocasión, nuestro repudio, al correligionario inmoral que abusa de sus prerrogativas para violentar el decoro de su investidura convirtiéndose así en un factor negativo, peligroso, para la marcha y el buen orden de la sociedad.

En el aspecto de los principios y en el terreno de la doctrina, hemos de seguir siendo inflexibles contra los delincuentes y contra los mixtificadores.

Ser colorado es, no solamente un privilegio del civismo paraguayo, sino también un título de nobleza espiritual. Ser colorado es contraer responsabilidad para con la patria. Ser colorado es ser hombre de bien, es ser patriota y es ser leal. Quienes han nacido en una cuna colorada y los que han abrazado nuestra insignia partidaria, están comprometidos ante la historia, a agotar sus sacrificios en aras de la felicidad común.

Al cerrar estos Cursos Libres de Informaciones, hemos de señalar por otra parte, la importancia especial que representan las visitas realizadas a distintas instituciones y reparticiones del Estado. Por este medio directo, nuestros gratos huéspedes han podido apreciar la obra constructiva del Gobierno presidido por el ilustre correligionario General Presidente; han podido aquilatar el esfuerzo tremendo empleado para levantar al Paraguay a la altura que le corresponde entre las naciones libres de América. Han podido juzgar acerca de los planes que forman la sustancia de la etapa de recuperación material y moral en que está empeñado el Partido Colorado en función de Gobierno.

El Gobierno de la Segunda Reconstrucción está inspirado en un sólido cimiento: el espíritu de bien público de los gobernantes y las virtudes de las masas coloradas de las ciudades y del campo.

Han apreciado de cerca el proyecto, ya en vías de terminación, que servirá de sede a nuestro gran Partido. Este monumento adquiere los perfiles de un profundo simbolismo: en su arquitectura moderna, recia, estilizada, se sintetiza el varonil empuje con que nuestros mayores se ofrecieron para salvar a la Nación en sus horas más amargas. Su escalinata principal es una ancha, avenida por donde han de ingresar las inquietudes de los jóvenes colorados, con la firme convicción de sacrificio que importa escalar esa cuesta para, al término de ella encontrar el ansiado ideal; por sus graderías han de volver a transcurrir las firmes decisiones de los hombres maduros, dispuestos a mantener incólume el sagrario de nuestras viejas tradiciones; por donde han de pasar una vez más las siluetas de los hombres envejecidos en las luchas por nuestro Partido, llevando a cuestas su carga de glorias pretéritas sobre sus anchas espaldas y sus cicatrices de heridas honrosas surcando el rostro donde brilla, todavía, la ilusión y la esperanza de la grandeza de la patria.

Ha de presidir en esta “Casa de los Colorados” el pórtico monumental con sus dieciséis columnas, como otros tantos recios soportes espirituales que sostienen, sin delineaciones ni entreguismos, el acervo moral y material que nos fuera legado por las huestes incontenibles del General Bernardino Caballero.

En su patio de honor con capacidad para tres mil personas y en sus amplias terrazas superpuestas, han de agruparse las muchedumbres coloradas del porvenir para deliberar sobre los problemas que atañen a la Nación, para escuchar a sus líderes y a sus maestros, para aplaudir a sus oradores y vitorear a sus emblemas y estandartes, a sus gallardetes y banderines colorados. En sus locales para museos en su biblioteca, en sus despachos de asuntos jurídicos, en el amplio restorán para sus afiliados, han de entrar y salir todos aquellos que deseen gozar de sus comodidades. En sus salas reservadas para la Presidencia, Secretarías y diferentes secciones, de la vasta y compleja organización de la JUNTA DE GOBIERNO, han de agitarse y vibrar las expresiones del trabajo. En la sala de sesiones, bajo la advocación de los próceres colorados cuyas efigies ornamentarán sus muros, han de escucharse de nuevo las palabras señeras que han de trasuntar la luz de la razón, cuyos reflejos han de iluminar los caminos a la felicidad.

Eso, en el aspecto material. En el aspecto moral, ese edificio moderno simboliza toda la pujanza y la energía de nuestro gran Partido, en función de un venturoso porvenir.

Aprovecho esta hermosa ocasión para decir a los colorados de toda la República, que estén tranquilos en sus hogares, en sus trabajos, en sus afanes. Que se sientan fortalecidos en sus esperanzas de conquistar días mejores. Que la solidaridad entre Gobierno, Partido y Ejército es total. Que no existen fisuras ni resquebrajamientos entre sus respectivas jurisdicciones. Que es en balde que nuestros enemigos políticos intenten dislocar este entendimiento, logrado gracias a la visión genial del correligionario Presidente de la República y de los hombres que le acompañan en el manejo de los sagrados intereses de la Nación.

Los Colorados de toda la República saben también de las realizaciones constructivas logradas en tan corto lapso: créditos para aguas corrientes de nuestra ciudad capital, crédito para modernizar nuestro “Aeropuerto Presidente General Stroessner” grandes posibilidades para la Flota Mercante Nacional integrada por barcazas a empuje; caminos abiertos en plena selva que prolongan nuestra decisión de acercar a las ciudades y a los pueblos como un medio de acrecentar el comercio y hacer prosperar las industrias; las rutas de Concepción a Pedro Juan Caballero, de Chaco-í a General Bruguez y el Transchaco, que concretan las múltiples iniciativas que, en este orden, jalonan el programa del actual Gobierno de la Nación.

Una vez más, recalcamos las esperanzas depositadas en los cultivos del cafeto en la zona norte de la República. Este renglón de la producción agraria ha de darnos sorprendentes ingresos y ha de ser fuente fecunda de bienes para el futuro.

Corresponde destacar el auge casi instantáneo de la Aeronáutica Nacional, tanto en su aspecto de transporte de pasajeros y de carga, así como arma aérea al servicio de la defensa de nuestra soberanía espacial, tal como pudisteis comprobarlo ayer con motivo de la inauguración de las ampliaciones de nuestro aeropuerto nacional.

Colorados que me escucháis: detrás de todas estas obras y de todas estas conquistas está un hombre brillante por su espíritu comprensivo, noble por sus sentimientos de amor al prójimo, desinteresado y probo como lo fueran los grandes hombres que forjaron la grandeza nacional en el pasado, es el General Presidente Stroessner. El Partido Colorado es el partido de este hombre singular. Nosotros encontramos en su persona al amigo sincero, al ciudadano honesto y al patriota integral. El General Presidente puede estar satisfecho de su labor, puede estar tranquilo en su esperanza. El Partido Colorado, de pie, como un solo hombre, está a su lado porque sabe que así hemos de forjar la imagen de una patria grande y feliz.


 

EN LA INAUGURACIÓN DEL MONUMENTO A JUAN E. O’LEARY/ 1º-III-1955

Excmo. Señor Presidente de la República,

Excelencias, Señoras, Señores...

El P. E. de la Nación, me ha discernido el gran honor de representarle en este acto, que constituye el cumplimiento de un deber de gratitud.

Tan honroso cometido me llena de orgullo e íntima satisfacción, porque doy una inmensa transcendencia a este acto que interpreta una vieja aspiración de mi vida. Esperaba con todas las ansias de mi corazón de paraguayo, el advenimiento de este día de justicia y gratitud, para el hombre que con extraordinario denuedo, consagró cincuenta años de su vida, al trabajo ciclópeo de consumar la obra más ardua que un paraguayo haya realizado jamás, para la rectificación de los valores esenciales de la nacionalidad.

No es preciso insistir en la magnitud de la empresa. Somos testigos de ella, desde los días iniciales de nuestra vida, hasta su culminación victoriosa.

El Reivindicador se le ha llamado al apóstol del nacionalismo paraguayo. Es título estrecho para contener y sintetizar la múltiple grandeza de su esfuerzo, iniciado en los albores de su juventud y cumplido durante su larga vida. Reivindicador y épico cantor de nuestras glorias es, ante todo, el reanimador del alma paraguaya, que yacía postrada, anonadada por la inmensa derrota.

Cuando todo era resignación y sólo se oía la voz imperativa del vencedor sobre la desolación de nuestra desgracia, sonó de pronto su palabra de protesta, para clamar contra nuestro triste apocamiento y avasallar los desplantes de los que hacían de la historia un nuevo campo de batalla para consumar nuestra inmolación. Fue el instante supremo de su cruzada redentora, en que dio los verdaderos quilates de su resuelta audacia patriótica.

Su voz fue escuchada dentro y fuera de nuestras fronteras, logrando así el primer sacudimiento del alma nacional, que empezó a despertar de su largo adormecimiento. Estábamos en presencia de un extraño adalid, que batallaba por la recuperación de las virtudes pretéritas y el reajuste de sus íntimos resortes que restaurasen su fuerza vital. Y mientras le rodeaba la confusión y lo cubrían de improperios, los muertos se agitaban en sus fosas y su voz se dejaba oír en la adhesión unánime de los sobrevivientes y de sus hijos.

Pocos le comprendieron al principio y la mayoría no atinó a darse cuenta de la revolución que estaba en marcha y que, la consigna recibida de Cerro Corá, ordenaba al pueblo paraguayo, ponerse de pie y andar de nuevo por la ruta del honor y la altivez. La reacción no tardó en llegar y el reanimador pudo ver coronada su obra por la adhesión general de sus conciudadanos. Desde entonces ya nada pudo detener el despertar del pueblo paraguayo; ni siquiera el triunfo efímero de una revuelta antinacional, pudo malograr su triunfo que fue creciendo, hasta templar definitivamente el alma paraguaya y restituirle su antigua fortaleza.

Es, este hercúleo trabajo, su mayor timbre de gloria, porque al devolvernos nuestras virtudes primordiales, resucitó al Paraguay que el Mariscal de la Patria, creyó muerto con él, en las márgenes del Aquidabán y nos preparó para salir triunfantes de una tremenda prueba, en los campos de batalla del Chaco.

Después vino la segunda jornada reivindicadora, que fue más allá de nuestras fronteras coronada también por el éxito. Lucha por la verdad histórica contra las imposturas del vencedor, lucha por la gloria de nuestra resistencia, lucha por el honor de nuestros héroes infortunados, en libros rutilantes de pasión que conmovieron al mundo y conquistaron su simpatía, enmudeciendo a nuestros enconados detractores. Su copiosa obra de publicista se ha prolongado hasta el presente y nunca fue, de tanta elocuencia como en los días de la contienda chaqueña, en que el escritor, con el acero de su pluma, marchó codo a codo con nuestras huestes, hasta la victoria final.

Vida grande y fecunda la de este hombre consagrado por entero al culto de la patria. Es difícil hallar un entregamiento más absoluto a un ideal, durante medio siglo. Contemplando el panorama de su existencia, llegamos a la conclusión que es la expresión más fiera de las virtudes, de la energía y de la fortaleza indestructible de la patria misma.

Nada más justo que este bronce que le dedica la patria agradecida, emplazado a pocos pasos del Panteón Nacional donde reposan los héroes por cuya rehabilitación se batió, sin reparar en tribulaciones, injusticias, días de miseria y luto, como si le sirvieran de acicate los sinsabores de la lucha sin cuartel.

Lección viviente de amor a la patria, queda aquí en vida, fundido en el metal de la perennidad.

Hablan por mis labios, en este solemne momento, no tan sólo los miembros del Gobierno de la Nación, también están junto a nosotros las sombras invisibles de mis hermanos y de los amigos que partieron antes y que fueron los compañeros del paladín, en una íntima amistad fraternal y que en este instante le aclaman, como nosotros, en la majestad de su gloria.

En nombre del Gobierno de la República, me inclino reverente ante el monumento del esclarecido paraguayo, prolongación luminosa de los héroes de nuestra epopeya.



EN CERRO LEÓN/ 1º-III-1955

Excmo. General Presidente de la República y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Excelencias, Señores, Señoras:

Este anfiteatro de cerros, digno escenario para la epopeya, fue teatro del acto primero de nuestra gran tragedia nacional, epilogada en Cerro Corá, hoy hace 85 años.

En este sitio se congregó el pueblo paraguayo en armas y formo el campamento del Gran Ejército que escribiría uno de los capítulos más extraordinarios de la historia universal.

Bajo la sugestión de este paisaje maravilloso, de cerros, praderas, bosques y arroyos cristalinos, síntesis de nuestra tierra, forjó el titán el formidable instrumento que esgrimiría en defensa de la Patria amenazada.

El General Francisco Solano López, Ministro de Guerra de aquella época, fue el gran capitán que acaudilló al Ejército " adiestrado por su genio militar en este histórico “Campamento Cerro León”, nombre salvado del olvido gracias al aire popular, cuyos sones marciales produce en el corazón de todo paraguayo, tantas evocaciones de patria.

En cambio, este lugar que debió ser siempre un santuario de peregrinación y recogimiento, ha permanecido durante ochenta años, casi totalmente ignorado por la mayoría de los compatriotas. Muchos sexagenarios de sus alrededores no lo habían conocido nunca.

Es difícil explicarse que un sitio semejante, consagrado por el sacrificio y el recuerdo de nuestros antepasados, situado a poca distancia de nuestra ciudad capital, haya permanecido indiferente por tanto tiempo. Este solo hecho demuestra la magnitud de nuestra infortunada derrota y que, sin el advenimiento del coloradismo en las funciones rectoras de la nacionalidad, todos estos signos tangibles de nuestro pasado, se hubieran perdido definitivamente.

Y es así Señor, que sois el primer Presidente de la República que llega a este Gran Cuartel General del Ejército de la leyenda, desde la partida del Mariscal Presidente, que entonces arrió en este cuartel el poybí tricolor, para luego hacerlo flamear gloriosamente, desde Paso Pucú hasta Cerro Corá.

Cuando, hace dos años, adquirimos estos edificios en ruinas, amenazados de una total destrucción por los insectos, no teníamos un concepto cabal de su significación. Pero a medida de su escrupulosa restauración y que sus planos y volúmenes adquirían de nuevo su primitiva fisonomía, parecía que las figuras augustas que cien años atrás los habitaron, se reincorporaban, y que las sombras de sus espíritus deben seguir presidiendo en sus recintos.

Este severo caserón, ante el cual nos encontramos congregados, fue la residencia del entonces General Francisco Solano López, Comandante en Jefe del Ejército Nacional. Aquí vivió varios años, el genio tutelar de la Patria, en compañía de la extraordinaria madre de sus hijos, la heroica mujer que compartió con el héroe, todas las penurias, todas las fatigas de la campaña de cinco años y Ella, sólo Ella, la inmensa ignominia de la derrota. Los grandes ladrillos que forman el pavimento de sus habitaciones y que vosotros pisaréis dentro de algunos instantes, son los mismos que soportaron las graves plantas de Díaz, Caballero. Genes, Barrios, Bruguez y de todos los que tuvieron el privilegió de concurrir al llamado del Jefe Supremo, para escuchar su fascinante conversación.

Ante esta obsesión del pasado, que constituye un imperativo para el presente, hemos adquirido el sentimiento, con mi esposa y mis hijos, que estos edificios forman parte del patrimonio histórico de la Nación.

Estas sencillas consideraciones, me inducen, Excmo. General Presidente, a sugeriros que tales edificios sean declarados Monumentos Nacionales y que sus ámbitos deben ser destinados a inculcar a los niños paraguayos, el culto de nuestros héroes, el amor a la tierra en que nacieron y la inquebrantable fe en su venturoso porvenir. Para la consecución de tan altos fines, el Directorio de la empresa familiar “Cerro León S. A. Agro Industrial” de mi gerencia, con íntima unción de patria, me autoriza a proponer al Gobierno de V. E., que estos históricos edificios, pasen a pertenecer al Estado Paraguayo, sin ninguna erogación para el tesoro nacional.

Están congregados en este sitio y rodean a V. E. y a los altos dignatarios de la Nación, el paladín de nuestra reivindicación histórica, a quien, hace algunas horas, le hemos dedicado el bronce de un monumento nacional que perpetuará su memoria: el nieto del Mariscal López, D. Miguel Solano López, ilustrado correligionario que colabora eficazmente con vuestro gobierno: tres hijos del General Bernardino Caballero, el lugarteniente favorito del Mariscal, miembros de la Junta de Gobierno de nuestro Partido, miembros de la Cámara de Representantes y altos funcionarios de la Administración Pública. La representación del Ejército es la más genuina. El marco de honor lo forma las banderas de guerra de nuestras legendarias unidades, cubiertas de gloria por el heroísmo de nuestros soldados, que han acudido de los confines de la República, para inclinarse antela memoria del Padre de la Patria y expresarle en el mudo lenguaje del ondear de sus estandartes y en las medallas de sus condecoraciones, que en ellas ha resucitado el poybí tricolor que EL arriara, hace cien años en este Campamento.

Invocando a los manes del Mariscal y su gloriosa falange y a los acordes del “Campamento Cerro León” (excepcionalmente), os suplico, Excmo. General Presidente de la República y Comandante en Jefe de sus Ejércitos, que por vuestras manos hagáis flamear de nuevo, al tope de este mástil, la gloriosa enseña que con su vida defendió el Mariscal de la Patria.



EN LA CONCENTRACIÓN DE COLORADOS/ 8-V-1955

Excelentísimo Señor Presidente de la República, Correligionario General Stroessner;

Colorados;

Coloradas:

La Honorable Junta de Gobierno del Partido Colorado me ha conferido el insigne honor de hablar en este acto en su nombre y representación.

Bien sabemos que la fecha que hoy conmemoramos, en su primer aniversario es para nosotros inolvidable, por muchos conceptos. Ya en ocasión de la lectura del mensaje del Excelentísimo General Presidente de la República ante el Parlamento Nacional, el Primer Magistrado, desde el alto sitial que ocupa por la voluntad del pueblo, se refirió a los sucesos políticos que genéricamente denominamos “La crisis del 5 al 8 de Mayo de 1954”. En ese documento se afirma, con verdad, que aún cuando la opinión pública fue debidamente informada por extensas consideraciones emanadas de la Junta de Gobierno, de todos los episodios que entraron a formar parte del cuadro panorámico, el Jefe del Estado juzgó oportuno volver a mencionar un tema que, en su momento, sacudió a la ciudadanía de toda la Nación. Quedó así constancia, en un documento oficial de valor inapelable, de que esos acontecimientos tuvieron un desenlace favorable a los intereses superiores de la patria. El Primer Magistrado expresó con énfasis sincero, que esos intereses fueron conjugados con fraterno espíritu patriótico, tanto por los miembros de las Fuerzas Armadas de la Nación, como por los conductores civiles responsables de la suprema dirección partidaria.

Todos fuimos testigos de la forma, cómo, civiles y militares, consubstanciados en el mismo ideal democrático y principista, supieron corresponder al juramento empeñado ante el altar de  la Nación, de defender, hasta la última extremidad, los fueros de la ciudadanía paraguaya, restituyendo el decoro y la dignidad a nuestras instituciones que, en última instancia, son las mismas que emergen con gloria inmarcesible de la bandera inmortal del coloradismo.

Y es eso mismo, queridos correligionarios, lo que venimos a festejar en este día jubiloso, a un año de distancia de aquellos dramáticos momentos de crisis integral de las Instituciones de Gobierno. Y entiéndase bien, que no festejamos el derramamiento de sangre inocente, desde que ninguno, entre nosotros, deja de lamentar las bajas registradas entre los hombres que defendían los eternos principios enarbolados como estandarte por el General Caballero y aquellos otros que eran sólo impulsados por fuerzas carentes de base moral.

Festejamos sí el triunfo de la causa del bien, del derecho, de la justicia. Festejamos el hecho de haber mantenido en alto, sin claudicaciones ni componendas, el acervo moral y material que el pueblo nos entregara en custodia. Festejamos la exaltación de los valores humanos jerarquizados, el triunfo de los postulados de paz, orden y concordia, la restauración de las leyes fundamentales. Festejamos —lo decimos con toda la potencia de nuestras íntimas convicciones de viejo militante— el comportamiento ejemplar de las gloriosas Fuerzas Armadas Nacionales, en instantes decisivos para los destinos de la democracia.

Estamos orgullosos de que estos ciudadanos que visten el uniforme de la Patria, hayan permanecido fieles a su compromiso de honor. Estamos orgullosos de Vos, General Presidente de la República, que supisteis conducir con serena visión y firme voluntad los sucesos orientados hacia un norte sagrado: LA LIBERTAD.

Orgullosos estamos porque habéis sabido entrar en la historia, por la puerta de honor, prefiriendo así, dar una lección imperecedera a los hombres de las presentes y futuras generaciones de todas las Repúblicas libres de nuestra América.

Nunca, como en los días que van del 5 al 8 de Mayo, brilló tan alto el decoro ejemplar de aquellos soldados valientes y disciplinados, que bajo vuestras órdenes, supieron aguardar la solución política de la crisis, confiada a la Honorable Junta de Gobierno.

Jamás habréis de arrepentiros de vuestra egregia conducta asumida aquel 8 de Mayo. Jamás habréis de arrepentiros de haber abrazado, hace tiempo, la causa del gran Partido Colorado que os ungió su candidato por unánime determinación. Jamás vuestra espada, lució más refulgente, al servicio de nuestros comunes principios orgánicos. Por mi parte nunca he de arrepentirme del papel cumplido en aquella emergencia, en mi carácter de Presidente de la Junta de Gobierno primero y de Presidente Provisional de la República después. Asumo íntegramente la responsabilidad de mis actos, hayan sido estos pequeños o grandes, trascendentales o insignificantes.

Quiero señalar al pueblo de la República con marcado énfasis, una realidad intergiversable: Y es, que en ningún momento, desde aquel entonces, se ha alterado entre civiles y militares, esa comprensión inicial, esa hermandad completa y absoluta. Lo ha dicho en repetidas ocasiones nuestro ilustre Presidente; y nos permitimos recalcarlo ahora, en nombre de nuestro glorioso Partido, en esta fecha memorable.

Es natural, que un fenómeno político semejante debía merecer múltiples interpretaciones de buena y mala fe, y entre éstas, la más corriente era, la del advenimiento del militarismo en nuestro régimen de gobierno. Nosotros, nunca admitimos la existencia de la línea divisoria, que los falsos apóstoles de la política quieren tender entre “civiles” y “militares”; porque nos consta, que bajo el traje humilde o elegante del ciudadano colorado, vibra la vocación del guerrero nato, y que la épica casaca del soldado colorado, abriga un corazón pleno de las virtudes del más acendrado civilismo, respetuoso de sus conciudadanos y de las leyes supremas de la Nación.

Constituye para mí un imperativo de conciencia y es, de estricta justicia, expresar mi profundo reconocimiento a los Señores Miembros de la Junta de Gobierno que, en la gesta cívica cuyo aniversario hoy festejamos, contribuyeron, con serenidad, sabiduría y profundo fervor colorado, para la eficaz solución de la crisis política.

Y en particular, permítaseme expresar mi emocionada gratitud a los viejos compañeros de lucha Don Pastor Filártiga, Don Rigoberto Caballero y Don Fabio Da Silva.

Creemos propicia esta oportunidad para renovar los votos que formulamos por el acierto de nuestros actos gubernativos, por la felicidad de nuestro heroico pueblo colorado y por el honor de nuestra bandera nacional.

Y renovemos, en esta ocasión memorable, nuestra integral solidaridad con el preclaro General Presidente, invocando para ello la memoria de nuestros muertos queridos y el fervor indeclinable de nuestros soldados civilistas.

Quiera Dios se cumplan nuestras esperanzas y nuestros sueños, para bien del pueblo paraguayo.


 

EN LA CONCENTRACIÓN COLORADA ESTADIO COMUNEROS/ 11-IX-1955

En este día jubiloso, todos los colorados de la República estamos de pie junto a nuestra bandera y bajo los auspicios de nuestras tradiciones. El Partido Colorado recuerda hoy un aniversario más de su fundación como entidad política. Este grato acontecimiento sacude las fibras más íntimas de nuestra sensibilidad. Recordar a los egregios fundadores de la Asociación Nacional Republicana es recordar la historia de sus sacrificios, de sus luchas, de sus principios, de sus ideales. Hoy, más que nunca, el Partido Colorado es una entidad poderosa y fuerte. Hoy, más que nunca, sentimos en nuestros pechos el latido de nuestro corazón de paraguayos recordando a los líderes que en la primera hora supieron dar concreción a un viejo pensamiento: agruparse alrededor de la brillante personalidad del Gral, Bernardino Caballero para comenzar, junto a él una trayectoria que el tiempo se encargó de modelar con relieves inconfundibles en el escenario público nacional. Lo que fue al principio algo así como un profundo sentido de patria, se convirtió con el correr del tiempo en un verdadero monumento de eficacia y gravitación. Eran los días en que la lucha por la recuperación de la dignidad nacional, disminuida después del desastre glorioso del 70, adquiría proporciones de lucha entre paraguayos y antiparaguayos. Eran los días de Setiembre de 1887. Caballero, cubierto con la fama que inmortalizó su nombre en los campos de batalla, sabía que era él a quien el destino llamaba para forjar en la paz una patria grande, digna de la que defendiera con tanto heroísmo.

Ya estaban echadas las bases sobre las cuales se apoyarían los cimientos del nuevo edificio; ya estaban señaladas las múltiples direcciones hacia las cuales se proyectaría su acción cívica. Esos hombres señeros sabían, con la intuición de los videntes, que ese sueño profético se convertiría muy pronto en realidad. Ciertamente que el empeño de fundar un Partido que tuviese como finalidad defender el patrimonio sagrado de la Nación y poner a salvo su acervo moral y material de los efectos deletéreos de la derrota, no era empresa fácil. Desde luego las duras condiciones del invasor se cernían como un íncubo sobre los destinos de esta patria gloriosa. Había que moverse por eso mismo, en un escenario complicado y difícil. Había que zafarse de las posturas falsas, de las voluntades foráneas, de las imposiciones que contrariaban nuestra propia determinación y nuestra auténtica inspiración. El ambiente era propicio para el auge de las ideas de los adversarios que en Cerro Corá nos derrotaron sin doblegarnos. El General Bernardino Caballero sabía de todo eso. Sabía mucho más que todo eso. Sabía que solamente haciendo pie en la tierra paraguaya podría salvarse del naufragio definitivo el legado moral que nos dio lustre y nombradía universales. El apogeo del Partido Colorado llegó pronto. Advino la magna obra de la Primera Reconstrucción Nacional. Constituye un catálogo imperecedero el muestrario de las conquistas logradas entonces por el coloradismo. En el campo material, estas conquistas quedaron concretadas en beneficios de todo orden para el pueblo; en el orden espiritual afloraron escuelas, colegios, universidades, academias, institutos, cenáculos, peñas, en que rivalizaban en esplendor el arte y la literatura nativistas. El Partido Colorado se empeñaba a fondo en explotar la rica cantera de las glorias vernáculas. La belleza de nuestros campos, la exuberancia de nuestros bosques, el esplendor de nuestro cielo, sirvieron de motivos de inspiración a nuestros poetas, a nuestros artistas. La epopeya del 70 y la grandeza de nuestro pasado fueron un ejemplo para nuestros historiadores y para nuestros escritores más esclarecidos. Todos los esfuerzos del Partido Colorado en aquella etapa de su vida se movieron hacia una misma dirección, inconfundible y patriótica.

Pero este partido tenía que tener una bandera, una enseña, un emblema. Había que enarbolar un estandarte en cuyos pliegues se concentrase toda una mística fervorosa. Y así fue como nació la bandera del Partido Colorado. Fue el rojo su color; fue una estrella su heráldica. Rojo fue el manto con que Cristo, el revolucionario religioso de los humildes, se cubrió para cumplir su calvario. El rojo es símbolo de reivindicaciones populares. Precisamente el Partido Colorado nació a la vida ciudadana para reivindicar al pueblo. Bien pues, le venía el bermellón de la sangre que circula por nuestras arterias; sangre que corrió a torrentes en la cruzada defensiva contra el invasor de aquellos tiempos, sangre que corrió a raudales allí cuando el destino obligó a nuestras huestes aguerridas a batirse por la libertad en nuestra propia tierra. Blanca es la estrella que ilumina esta bandera en uno de sus ángulos. Desplegada al viento la bandera colorada con una estrella blanca, es como el lucero que guió en el desierto a los magos orientales que concurrieron desde lejanas tierras con ofrendas para el Maestro que había nacido en un pesebre. Esa bandera desde entonces se cubrió de glorias y de prestigio, al lado de la bandera tricolor. Los colorados siempre encontramos una bella metáfora en la circunstancia de que de las tres franjas de la bandera paraguaya es la franja roja la que ocupa la parte superior. Sea o no coincidencia, la verdad es una: siempre el partido Colorado estuvo arriba de todo rencor, se colocó por encima de los odios que dividen y quiso, quiere y querrá, alcanzar una meta que si el rojo es la franja superior, integre con el blanco y el azul un simbolismo más fuerte que la adversidad, tan irreductible como nuestra voluntad soberana, más perdurable que el tiempo que todo lo destruye. Así como la bandera nacional es armonía, conjunción, unión, la bandera del Partido Colorado es sinónimo de redención humana.

En este 11 de Setiembre de 1955, correligionarios, amigos, estamos aquí reunidos en este Estadio “Comuneros” para festejar una efemérides ejemplar. Yo sé, como viejo militante de la Asociación Nacional Republicana, que vosotros todos habéis concurrido aquí atraído espontáneamente por los efluvios de esta fiesta cívica. Bien sé que en el pecho de todos vosotros se rinde hoy un homenaje silencioso a nuestros héroes, como a nuestros paladines, y a nuestros líderes muertos. Bien sé que estamos aquí congregados con la mirada firme hacia el porvenir, cerca de este nuestro Río Paraguay, cuyo nombre es como la vértebra que sostiene un armazón de acero: la Región Oriental, que fue el teatro de la diagonal de sangre en que desde Paso de Patria hasta Cerro Corá se trazó el rumbo del heroísmo, hasta la Región Occidental, en que el brazo y el empuje del soldado guaraní puso en el Siglo XX la misma nota épica que sacudió las fibras más sensibles del mundo entero en el Siglo XIX. Bien sé que en todos vosotros está viva la adhesión y la solidaria voluntad de acatamiento para la persona del Excmo, Señor Presidente de la República Gral. de División Don Alfredo Stroessner. Bien sabe él también, que en este 11 de Setiembre el Partido Colorado documenta su presencia como una prueba más de su admiración y de sus simpatías hacia la obra que se cumple bajo su magnífica conducción de gobernante. Su presencia aquí señala a su vez, la voluntad indeclinable del Primer Magistrado de la República, de unirse en un solo eslabón a esta corona de laurel que el coloradismo trae hoy consigo para depositarla al pie de nuestros altares cívicos. En este despliegue de banderas tricolores encontramos, conciudadanos, un trasunto del despliegue que hemos hecho de nuestras mejores energías en esta etapa de la Segunda Reconstrucción Nacional. En el despliegue de estas rojas banderas con la estrella blanca encontramos el trasunto de todas nuestras conquistas. Banderas de la patria y banderas del partido: sois ambas la fiel representación del heroísmo de nuestros mayores. Estos gallardetes y estas divisas tremolan hoy a los vientos de nuestras esperanzas. Estas banderas y estos gallardetes prestan vivo color a esta recordación magnífica. Así, desde los albores del nacimiento de nuestro Partido las banderas del Partido Colorado jamás se empañaron a lo largo de la lucha intensa; así hoy, que el Partido Colorado ocupa la responsabilidad en el manejo de los intereses superiores de la Nación, esta misma bandera que hemos recibido en herencia de nuestros padres, ha de ser mantenida con firmeza y dignidad indeclinable en nuestras manos, y jamás una mancha deshonrosa deslucirá su brillante ejecutoria.

Correligionarios: el genio de la raza está hoy presente ante vosotros. Las virtudes de la raza, también hoy os acompaña a vosotros, colorados de todo el Paraguay, que me escucháis al través de estas ondas del éter de la patria. Pido al Altísimo sean fecundos los beneficios que por nuestras manos reciba el pueblo paraguayo, y perdurables los ideales que por nuestro intermedio se derraman a lo largo y a lo ancho del territorio nacional.

En mi calidad de Presidente de la Junta de Gobierno de nuestro Partido, cúmpleme la honrosa misión de haceros entrega a vosotros, Presidentes de Seccionales de la Capital, da veinticinco banderas partidarias. Os las entrego con el corazón rebosante de alegría porque estoy seguro que vosotros las sabréis guardar en el seno de vuestras respectivas jurisdicciones, custodiadas por el celo y el fervor de miles de correligionarios que sabrán apreciar esta enseña gloriosa de nuestra gran Asociación. El juramento que dentro de pocos minutos recibiré de vosotros, será una mera ratificación exterior, desde el momento que siempre supimos ser fieles a su simbolismo.

Una palabra final: el Partido Colorado nació de las cenizas humeantes de la Guerra Grande, creció en la etapa más difícil de la reconstrucción de las instituciones públicas y ahora se viste con sus mejores galas para celebrar su fecha aniversario, que es algo así como el feliz cumpleaños festejado con dos canciones de eternas resonancias: el Himno Nacional y el Himno del Partido Colorado, cantos de paz y de esperanzas, de amor y de felicidad.


 

SOBRE LA UNIDAD PARTIDARIA/ 27-X-1955

Señor Presidente:

Esta reunión de hombres prominentes del Partido Colorado, convocada por su Junta de Gobierno, tiene por fundamental objetivo, iniciar conversaciones que tiendan a la consolidación definitiva de sus cuadros directores y la reagrupación de las masas del Coloradismo.

Nada tan adecuada como la hospitalidad de esta nuestra casa partidaria, ni momento tan propicio como el actual al cabo de ocho años de incomprensiones lamentables, de deambular por caminos divergentes y sin rumbo lógico pero sí, amenazando las bases fundamentales de nuestra gloriosa Asociación política.

Como directores responsables de la suprema autoridad partidaria, estábamos obligados a constituirnos en diapasón de las vibraciones espirituales del pueblo colorado, en toda sus escalas. Y así, desde hace algún tiempo, tuvimos la sensación de haberse producido el clima favorable para la reconciliación.

Las conversaciones para este magnífico acto, comenzaron varios meses atrás; pero, es sólo ahora que logramos congregar en este histórico hogar partidario, los semblantes familiares de los viejos compañeros de tantas encrucijadas dramáticas del trajín partidario, momentáneamente alejados por causas inexplicables y, que no podrían atribuirse sino al... virus universal de la malquerencia.

No era pues tolerable, que tal estado de cosas, pudiera continuar indefinidamente por intereses, siempre subalternos, cuando ellos son contrarios a la ética, a los principios y a la constructiva gravitación nacional de nuestro poderoso Partido.

No era posible, seguir tolerando el estado latente de la dispersión de fuerzas considerables, por motivos irrisorios que tarde o temprano, podría determinar la anemia y hasta el total aniquilamiento del acervo político de la familia Colorada.

Y la función gubernamental rectora del Partido, exige valores ponderables, seleccionados y cuantiosos, con los cuales cuenta nuestra Asociación, siempre que concentre su potencial humano, considerable en su conjunto.

Era pues imperativo, a toda costa, recuperar tan enorme fuerza política y es, al primer acto de tal determinación de vuestra Junta de Gobierno que en este instante asistimos. Y esta Junta de Gobierno cuya presidencia titular me honro en ejercer, se considera con suficiente personería, para plantear el problema ante esta calificada reunión, con plena conciencia de su transcendental responsabilidad.

Creemos oportuno aclarar, sin jactancia alguna, que el Partido cuenta en la actualidad, con una directiva suprema homogénea, disciplinada y en continuo afán de realizaciones: Reorganizada la administración de la Junta sobre bases racionales, se ha procedido simultáneamente a la reorganización de las seccionales de toda la República. El 80% de éstas, han renovado sus autoridades y están en tren de sistematizar disciplinadamente su funcionamiento. Las afiliaciones continúan su ritmo ascendente, en proporciones considerables y todos conocen la transcendental incorporación oficial a las filas partidarias de un calificado y numeroso contingente de colorados uniformados, antiguos y meritorios militantes, en su gran mayoría.

Cabe señalar con particular complacencia, que la colaboración entre Partido y Gobierno, se realiza en completa armonía, mediante la más perfecta comprensión que preside las relaciones entre el Jefe del Gobierno y la autoridad partidaria, imbuidos ambos, del mayor respeto de sus respectivas jurisdicciones y el riguroso y leal acatamiento al principio de autoridad.

Por estas consideraciones, creemos ineludible declarar en este solemne acto, nuestro profundo reconocimiento al Señor Presidente de la República, fervoroso correligionario General Stroessner, por su esfuerzo constante en pro del robustecimiento de la autoridad de esta Junta de Gobierno, a la que el Primer Magistrado “se honra en pertenecer” según sus propias palabras.

Esta es pues, 1a. autoridad partidaria que os ha convocado en esta hora, sin duda auspiciosa, para una vertical reconciliación de la familia colorada, sin asomo de sinuosidades, dispuesta a todos los sacrificios compatibles con nuestras convicciones heredadas del glorioso creador y de los próceres del coloradismo.

Y quizá fuese justificado rememorar en este instante, un episodio de nuestro historial político que hoy se repite:... Corría el año 1931, preñado de profundas preocupaciones nacionales. A raíz de la siniestra tragedia del 23 de Octubre perpetrada por el Gobierno Liberal, cesó toda participación de los Colorados eleccionistas en el Parlamento. Y la Comisión Central del Partido Colorado Eleccionista se declaró en “estado de rebelión”. Su nueva comisión reorganizada, nos dispensó la insigne honra de llevarnos a la Presidencia...

Desde el primer instante de nuestro mandato, buscamos el contacto del Presidente del Partido Colorado Abstencionista, Dr. Pedro Peña, quien de antiguo sabía dispensarnos, afectuosa consideración. Y en ese clima iniciamos las conversaciones para producir la unión; sí, la unión, porque entonces el Coloradismo estaba dividido en dos fracciones organizadas, con sus autoridades rectoras propias, con sus seccionales partidarias propias, con su prensa propia y, con todo propio para la escision definitiva del Coloradismo, uno e indivisible que nos legara dineral el General Bernardino Caballero.

Las conversaciones iniciadas, se desarrollaron en un ambiente de mutua tolerancia y la unión se hubiera producido orgánicamente si, la guerra que estalló a poco, no lo hubiese impedido. Pero algún tiempo después de terminada la tragedia, la unión quedó consumada.

Y hoy, a 24 años de distancia, de aquellos días tremendos, la historia si bien no se repite, se asemeja, puesto que si antes hubo división, hoy no lo hay, si antes hubieron dos directivas orgánicas, hoy no hay más que una, si antes hubo diferencia en algunos principios, hoy todos los principios están intactos: Hoy no hay más que una disgregación superficial, o mejor aún una dispersión.

Y la prueba es, que al primer toque de reunión habéis acudido hoy a la casa solariega del Coloradismo, que es la vuestra, que es la nuestra, que es la de todos los que alientan una visión mesiánica, al contemplar la estrella de nuestro escudo, madre amorosa de la estrella de nuestra insignia partidaria.

Invoco a los manes de estos próceres del Partido, que serenos nos observan desde la galería de retratos que dan solemnidad de templo a este recinto, y pido a Dios y a sus espíritus selectos que iluminen nuestras mentes y ablanden las asperezas de nuestro corazón, para así, retornar a la fraternidad soñada por ellos y hacer que la A. N. R. que tanta duración tuviera en el tiempo, adquiera los atributos de perennidad, para seguir laborando por la grandeza y felicidad de nuestra tierra mártir.

Sean estas palabras, humildes y sinceras, las que sirvan para ofreceros, viejos luchadores de todas las batallas partidarias y jóvenes correligionarios amigos, para ofreceros digo, nuestro brazo firme, y nuestra mano cordial que podéis estrecharla, con la certeza de su absoluta lealtad.



ANTE LA CONVENCIÓN DEL PARTIDO COLORADO/ 3-III-1956

Honorables Convencionales:

La Convención última, celebrada en Junio de 1954, proclamo por unanimidad la candidatura del eminente correligionario General Alfredo Stroessner, para Presidente Constitucional de la República por el período que expirará el 15 de Agosto de 1958. El veredicto del pueblo ratifico categóricamente la decisión de la Asamblea partidaria por una inmensa mayoría y el candidato del Partido, asumió con el beneplácito popular la Primera Magistratura de la Nación, el 15 de Agosto del mismo año.

El tiempo es el mejor juez de nuestros actos y, el transcurrido desde la asunción del mando por el General Stroessner, ha sido la mejor prueba, de la acertada determinación del Partido y del pueblo colorado.

Como tuviera la satisfacción de manifestar públicamente el General Presidente se ha mostrado, en el corto tiempo cumplido de su mandato, un estadista digno de la tradición partidaria de nuestros grandes soldados. Obrando siempre en contacto y en el más perfecto acuerdo con la autoridad partidaria, dentro de la más amplia libertad que como Jefe de Estado le corresponde, eligió sus colaboradores para la difícil responsabilidad del Gobierno, entre los colorados que considero de límpida ejecutoria, de firmeza y probidad. Como leal y antiguo militante del Partido, nunca tomó decisiones de importancia para la vida política partidaria y nacional al margen del pensamiento y de la solidaria voluntad de la Honorable Junta de Gobierno de la gloriosa Asociación Nacional Republicana.

Extraño en absoluto a nuestro espíritu todo designio de halago personal, no podemos menos que cumplir con el deber de declarar, una vez más, ante esta magna Asamblea, que el ilustre correligionario que asumiera la alta responsabilidad del Gobierno es un soldado intachable, Gobernante sereno y ecuánime, en cuya persona se amalgaman la fe democrática y la indeclinable devoción por la causa de la Patria y el Partido, puestas de manifiesto en todas las ocasiones.

Ese ejemplar espíritu del General Presidente, y la inspiración patriótica y partidaria que le guía para actuar al servicio de la doctrina republicana, ha permitido que una lealtad y una confianza recíprocas distinguieran a las relaciones normales existentes entre Gobierno y autoridad partidaria, dándose de ese modo las bases para una convivencia armónica, de la que participan las Fuerzas Armadas de la Nación, como firmes colaboradores en la ejecución de los planes del Estado y fieles custodios de la estabilidad de nuestras Instituciones.

La Junta de Gobierno es un organismo político de control y consulta, que no pretende en manera alguna, atribuirse funciones Gubernativas; el Gobierno tampoco ejerce ni pretende ejercer presión alguna sobre la Junta. Y el Ejército, brazo armado de la Patria, vela celosamente por sus fines específicos, que son, la defensa de la seguridad interna y externa, de la soberanía y el honor de la Nación. Los miembros de las Fuerzas Armadas, no dependen más que de sus superiores jerárquicos y todos, de una autoridad única que es el Comando en Jefe.

Atento al ideal de que las Fuerzas Armadas tengan toda la tranquilidad y garantía necesarias para dedicarse a sus tareas específicas, el Partido, no solamente no tolera, sino que tiene previstas las sanciones consiguientes, que cualquier ciudadano civil o militar intervenga a crear situaciones que atenten contra el régimen normal de paz, de orden y de trabajo que vive la República.

Sin propósitos de extendernos por ahora, sobre la obra de Gobierno del General Stroessner, no podemos dejar de referirnos, por su trascendencia, a algunas de ellas, tales, como la red vial en ejecución. La carretera Coronel Oviedo-Presidente Franco, empalmando con la ruta brasileña de Foz de Yguazú al Atlántico, incorporará en forma efectiva a la vida económica de la nación la rica región del Alto Paraná, a la vez que, obteniendo otra salida al mar para nuestros productos de exportación, acrecerá nuestra independencia económica. La carretera que enlaza la Capital con la laboriosa región de Itapúa ya utilizada por el tránsito público y próxima a terminarse; el camino a General Bruguez y la ruta TransChaco, de incalculables proyecciones para el porvenir, que abrirá nuevas posibilidades económicas e impulsará el progreso de esa inmensa zona de nuestro territorio, son otras de las importantes realizaciones.

Asunción contará dentro de 28 meses, con un moderno servicio de aguas corrientes, gracias a las inteligentes y empeñosas gestiones del Gobierno del General Stroessner, y al valioso concurso técnico y financiero de los Estados Unidos de América que, cumplen así una efectiva política de fraternal cooperación interamericana.

En cuanto a las realizaciones de esta Junta de Gobierno, cuyo mandato hoy fenece, nos permitimos exponer a la consideración de los Honorables Convencionales algunas de ellas:

El censo partidario levantado el año pasado en la Capital, con máximo cuidado, después de una adecuada preparación, podemos afirmar que dicho trabajo fue coronado por el éxito, pues nos permite apreciar la extraordinaria potencia de las fuerzas coloradas de la Capital y su indudable superioridad numérica sobre las demás agrupaciones políticas. Este censo debe ser, sin duda, objeto de sucesivos perfeccionamientos y abarcar a toda la República, como se tiene ya planeado, para poseer así un exacto conocimiento de nuestra inmensa fuerza electoral, a la vez que un instrumento insuperable para la organización de las elecciones partidarias. El censo comprendió en la Capital a todos los correligionarios civiles y militares, sin que se hubiera ejercido coacción alguna, como pretende la insidia opositora. La inmensa mayoría de los miembros de nuestras Fuerzas Armadas, son colorados de convicción y muchos, que habían manifestado inequívocamente su adhesión al Partido con una militancia activa, espontáneamente, aprovecharon la ocasión para oficializar su afiliación, inscribiéndose en el censo partidario. Queda así desvirtuado, uno de los infundios que con mayor empeño hicieron circular los adversarios políticos, sobre supuestas presiones del Partido Colorado para incorporar a los integrantes de las Fuerzas Armadas. Los que no lo hicieron en esa oportunidad, continúan en el Ejército gozando de los mismos derechos y prerrogativas de sus demás camaradas de armas. Una verdadera campaña de los adversarios se ha levantado desde el extranjero, censurando esta valiente y noble determinación de nuestros correligionarios de uniforme. Solamente, nos permitiríamos preguntar a los militares retirados que se nuclean con divisas verdes y azules, si repudiarían esas sus respectivas divisas, en el caso improbable que sus grupos políticos escalaran las grada del Capitolio. El Ejército institucional ha pasado a la categoría de una gran farsa, que los pueblos francos y valientes tienen el derecho de proscribir.

Paralelamente a la operación del Censo y como un indispensable complemento, la Junta de Gobierno actual ha procedido a preparar la cédula de identidad partidaria, que todos los colorados deben poseer. Las libretas se encuentran ya impresas y, creemos especialmente propicia esta solemne oportunidad, para hacer entrega de la cédula de identidad partidaria número uno, al primer ciudadano de la República y miembro eminente de nuestra Asociación política, el correligionario General Alfredo Stroessner.

El curso libre de informaciones para Presidente de Seccionales de toda la República, realizado en el local de la Junta de Gobierno, constituyó una fructífera iniciativa. Los correligionarios asistieron asiduamente a los cursos con el mayor interés y, además de las informaciones sobre el programa y Estatuto partidarios, merecen citarse las visitas hechas a las principales Instituciones y obras de la Capital, apreciando por sí mismos las importantes realizaciones del constructivo Gobierno del General Stroessner y la empeñosa labor efectuada por la Junta de Gobierno para el mejoramiento de la organización partidaria. Iniciativas como éstas que fortalecen las convicciones y contribuyen a la formación política y al conocimiento recíproco de los correligionarios de distintas regiones del país que ocupan funciones directivas, merecen el más franco apoyo y hacen, que miremos con optimismo el porvenir del Partido.

Otra iniciativa de primordial importancia para la directiva partidaria fue, la relativa al local social. No obstante las importantes mejoras realizadas en el antiguo edificio, que duplicaron su capacidad, estamos lejos de colmar las exigencias esenciales del movimiento administrativo de la Junta. De ahí el enérgico empeño que hemos puesto para acelerar la construcción del nuevo edificio, de proporciones gigantescas, en cuyo ámbito podrá funcionar la gran organización que tenemos proyectada, indispensable para una eficaz administración.

El proyecto inicial fue comenzado bajo la Presidencia del Dr. José Zacarías Arza y terminado durante la Presidencia de Don Rigoberto Caballero, en cuyo período se empezó con gran impulso la importante obra. Desde entonces se mantiene el ritmo de trabajo y es gracias a tal esfuerzo, que podemos anunciaros la posibilidad de su pronta terminación, de tal manera que la nueva Junta podrá ocuparla antes de finalizar el año en curso; y entonces, la próxima gran Asamblea de nuestro Partido podrá realizarse en un marco digno de su gloriosa tradición y ofrecer la mole monumental del hogar partidario, como un símbolo tangible de la pujanza, de la grandeza y de la capacidad realizadora, que aseguren la perennidad del Coloradismo.

Sin falsa modestia, nos atrevemos a declararos, ciudadanos convencionales, que si la autoridad suprema rectora de los destinos del Partido desde 1952, no hubiese concretado sino esta obra, su sola realización constituiría suficiente título para recomendar a sus autores, a la consideración y respeto de las generaciones coloradas del porvenir.

El reencuentro. En las postrimerías del año pasado, tuvo lugar uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia política de nuestro Partido. Un hecho sin precedente en los anales partidarios que “merecen bien de la Patria”, según la expresión de un viejo Jefe del coloradismo: el reencuentro de la gran familia colorada.

El vehemente anhelo de los buenos colorados de llegar a la concordia de todos los que practican nuestra misma religión política; el sentimiento poderoso de la ciudadanía republicana en pro de la unión efectiva de todos los correligionarios, pudo al fin concretarse en un hecho positivo. Se ha cumplido así, la aspiración que hiciera pública el Presidente Stroessner, desde el momento en que aceptó la candidatura a la Primera Magistratura de la República por el Partido Colorado, al expresar que pondría “todo su empeño para arribar a un punto de confluencia que logre unificar todas las fuerzas políticas del Partido, para que esa fuerza sea una sola, sin disidencias internas y sin más ideal que el afán patriótico de lograr un Gobierno estable, de firme autoridad, sobre la ancha base del veredicto popular”.

El objetivo político fundamental de la Junta de Gobierno fue, desde los primeros momentos, crear el clima propicio para el acercamiento de todos los colorados, para la unidad de la gran familia republicana, como paso preliminar, para intentar después la gran tarea de la hermandad de la familia paraguaya.

Largo y difícil fue el camino recorrido, Honorables Convencionales, porque no siempre se respondió con buena fe a la buena fe, ni siempre fue posible eliminar las pasiones personalistas y los intereses de círculos, en aras de los altos intereses del Partido. Pero los obstáculos hallados en el camino, lejos de infundirnos desalientos, redoblaron nuestras energías para alcanzar el noble objetivo perseguido. Y es así que hoy, esa concepción de esta Junta de Gobierno se ha convertido en auspiciosa realidad y con hondo júbilo de colorado podemos expresar, Honorables Convencionales, que esa reconciliación de la familia republicana, ese abrazo fraterno se realizó felizmente y que pudimos reunir en el recinto del hogar partidario a viejos compañeros de causa y a jóvenes correligionarios de probados méritos, que por diversos motivos permanecían momentáneamente apartados de la vida política activa y que acudieron al llamado de la Junta de Gobierno, decidido en la sesión del 20 de octubre próximo pasado, por unanimidad y aclamación. La histórica sesión extraordinaria del 27 de octubre, llamada del REENCUENTRO, reunió junto con los miembros de la Junta de Gobierno a prominentes personalidades de todos los matices del partido. Y allí se proclamó por aclamación la reintegración total de la familia colorada y se cancelaron las medidas disciplinarias que, por motivos políticos, pesaban sobre algunos correligionarios con cargo de dar cuenta a la Convención. Posteriormente, su llegó a un acuerdo sobre la fecha de convocatoria de esta Asamblea y se elaboró, conjuntamente con los amigos reencontrados una lista de correligionarios para miembros de la Junta de Gobierno que debe substituir a la que, en el día de hoy, termina su mandato.

En dicha nómina están representadas las personalidades más eminentes del Partido y, jóvenes valores a quienes por sus méritos partidarios se considera justo honrar con tan alta investidura. Se cumplió así el anhelo de esta Junta de Gobierno, hecho público en diversas ocasiones cuando manifestábamos que las puertas del hogar partidario, permanecían abiertas de par en par, para todos los correligionarios dignos y de buena fe que quisieran colaborar en la gran obra del progreso nacional y la consolidación partidaria, sin más condición que el acatamiento a los principios y normas del Partido y a su legítima autoridad.

La consolidación partidaria en el Gobierno ha sido respaldada por la gran unión partidaria. Esa consolidación y esa unión, que tanta molestia causa a los adversarios, es el resultado de las grandes fuerzas morales, encauzadas sabiamente por la política del Gobierno del General Stroessner y de la autoridad de la actual Junta de Gobierno, que así cumplieron, al unísono, una misión trascendental de fecunda influencia en la vida de la Nación.

El abrazo fraterno fue posible gracias al olvido recíproco de agravios y resentimientos, a la generosidad y desinterés puestos de manifiesto tanto por los miembros de esta Junta como por los preclaros hombres del Partido, especialmente invitados. Este abrazo fraterno fue posible gracias a que prevalecieron los supremos intereses del Partido sobre las pasiones personales y de círculos y porque al decir de uno de nuestros ilustres directores había que “llenar los abismos del pasado para despejar las sendas del futuro”.

Ahora debemos perseverar sin desmayos, sin desviaciones en el camino para que esta magnífica obra siga adelante y se consolide cada vez más la reintegración total del coloradismo. Lealtad, sinceridad, y fraternal cooperación entre todos los colorados para los trabajos de bien público y de interés partidario. Toda actividad contraria a esta fraternidad y a esta cooperación, toda tentativa para destruir o desacreditar esta sagrada unión, debemos considerarla como una verdadera traición al Partido.

La lista de candidatos para la futura Junta de Gobierno es la expresión de esa unidad total y por ello, es recomendada a esta Honorable Convención, tanto por la Junta de Gobierno como por la Comisión Especial de reintegración partidaria, es decir, por los Jefes de todas las tendencias o matices del coloradismo. No cabe pues esperar que alguien rechace esta lista, sopena de lastimar de nuevo el espíritu de unidad en que descansa la grandeza de nuestro Partido.

Un acontecimiento internacional, ocurrido el año pasado, creó a nuestro país una obligación especial en defensa del Derecho de Asilo. El Gobierno del General Stroessner, con la serenidad y firmeza habituales, dio una solución digna al delicado problema, granjeándose la admiración y el respeto de las naciones democráticas del mundo occidental, por la celosa defensa de la soberanía Patria y de los principios jurídicos que rigen la convivencia Internacional.

Honorables Convencionales: queremos reiteraros una vez más, que el espíritu llamado del 27 de octubre, el espíritu de la buena fe que alentó en el corazón de todo buen colorado el abrazo fraterno, ese espíritu que nos llevará por el sendero del engrandecimiento del Partido, ese espíritu noble y desinteresado debe presidir todas vuestras decisiones y las de nuestras seccionales, al renovar sus autoridades.

Os exhortamos pues, a que obréis siempre inspirados por ese espíritu del reencuentro siguiendo el ejemplo trazado por las personalidades más prominentes del Partido, olvidando intereses y eliminando pasiones personales.

Honorables Convencionales: al someter a vuestro juicio la labor realizada y a vuestra aprobación la memoria y balance de la Junta de Gobierno que me honro en presidir, hago votos porqué el más puro patriotismo y el más elevado ideal partidario inspiren vuestras deliberaciones. La hora política que vive nuestro Partido, reintegrados sus cuadros, recobrando la pujanza y el fervor de los mejores tiempos, hace que miremos con optimismo y confianza el porvenir.

Todos sabremos cumplir con nuestro deber; el Partido Colorado cumplirá la alta responsabilidad histórica que le corresponde y, el Gobierno que preside el primero de los colorados, General Alfredo Stroessner dará cima, felizmente, a la segunda reconstrucción de la Patria, en un clima de libertad, de respeto y de trabajo fecundo, de la totalidad de los paraguayos.



MARCHA DE LA UNIDAD/ 12-VI-1956

Correligionarios:

Hoy es un gran día para el Partido, para el Gobierno y para la Nación. Vuestra presencia encarna, fecunda y vibrante, la vitalidad inmarcesible del Coloradismo, cuyas raíces se nutren de las savias más auténticas de la Patria. Quiere decir entonces, que en el orden partidario, esta cita a la que habéis concurrido, es una reafirmación fundamental de la vigencia popular del ideario y de los principios políticos del General Bernardino Caballero, nuestro fundador y prócer máximo. En el orden gubernamental, esta adhesión vale tanto como una garantía de paz y de respeto, porque sabemos de vuestro valor como soldados y de vuestra entereza como ciudadanos. Sabemos que, cualquiera sean las circunstancias en que seáis llamados, concurriréis como ahora, entusiastas y rotundos, para defender la plenitud de nuestras instituciones republicanas y el imperio de la Ley. Y en cuanto a nuestra Patria, numen y resumen de toda ocupación y preocupación del buen paraguayo, tiene en vuestro celo el custodio infatigable de sus altos destinos. De ese celo dais otra prueba en esta jornada de hoy, pero muchas son las pruebas que ya han pasado definitivamente a las páginas de la Historia, para levantar aún más próximo al Pabellón de la Patria nuestra bandera roja con la estrella blanca.

Se os ha convocado hoy a esta cita, porque si es día de júbilo para todos los paraguayos, lo es especialmente para el pueblo Colorado, que cuando se encendió la hoguera del Chaco supo sobreponerse a todo, para concurrir como un solo hombre a los cuarteles, a demandar una plaza de vanguardia en defensa de la soberanía nacional. El destino quiso que fuera yo, en aquella oportunidad, como Presidente del Partido el que se honrara firmando el histórico documento. Y hoy, otra vez el destino, me ha sorprendido al frente de las responsabilidades partidarias, para que por el mandato unánime de sus dirigentes, y obedeciendo como antaño al sentir unánime de nuestro pueblo, os llamara para esta jornada de paz, en el marco inigualable del Día de la Paz.

Nos hemos reunido, correligionarios, para dejar esta constancia irrefutable de la vigorosa unidad de nuestras filas partidarias.

Estamos al pie de nuestras banderas, para rubricar con nuestra presencia la plenitud de un entendimiento que, al trascender de la vida interna del Partido, se ha transformado en el ámbito de la vida nacional en el más sólido sostén del Gobierno, que por lo mismo que ha surgido del voto mayoritario de la ciudadanía colorada, debe contar con la leal mancomunidad de nuestras fuerzas, para realizar sin obstáculos ni sobresaltos, la aspiración de un Paraguay grande, definitivamente redimido.

Si hemos sido capaces de deponer agravios y humillaciones, para sentirnos solamente paraguayos en una encrucijada de la Patria; si como paraguayos hemos sido capaces de ser los mejores en la guerra, he aquí que ahora nos hemos jurado sellos mejores en la paz, para que por la fraternidad, el espíritu de bien público y la lealtad, concurramos sin defecciones a sostener y a defender la convivencia pacífica de nuestro pueblo y la respetabilidad internacional de la Nación.

Correligionario Presidente: Como soldado y como paraguayo sabréis valorar esta adhesión que se expresa sin palabras. Es la adhesión del pueblo Colorado a sus viejos y siempre nuevos principios, que en esta hora esperanzada de la Patria es también adhesión a vuestro Gobierno. Vuestra lealtad, vuestro tesón, vuestros sentimientos republicanos y la confianza que inspiran esas virtudes al servicio de la grandeza nacional, justifican este homenaje extraordinario que os rinde un pueblo que no sabe arrodillarse, pero que sabe morir en la demanda cuando con obras como la de vuestra gestión lo habéis conquistado.

Por otra parte, si esta concurrencia, como queda dicho, ha de entenderse como una ratificación memorable de la unidad de nuestro Partido, debe decirse también que encarna una respuesta viril, civilizada, concluyente, a la infamia, a la calumnia, a la traición, con que desde más allá de nuestras fronteras, malos paraguayos en complicidad con intereses foráneos quieren poner sombras al buen nombre del Paraguay y a la conducta legítima de sus gobernantes. Sin improperios, sin gestos que desmerezcan la grandeza del Coloradismo, he aquí, correligionario Presidente, la contestación culta, la única que podemos dar mientras no se turbe peligrosamente nuestra paz interior, y mientras toda esa campaña sólo se reduzca a palabras que no desvían ni interrumpen el mandato que el pueblo ha puesto en vuestras manos y del cual nuestro Partido se siente responsable solidario.

Queremos vivir en paz, respetar y ser respetados; la familia paraguaya, toda ella, merece ese galardón a sus sinsabores de antaño, a la fe con que ha persistido en su vocación de libertad, en sus creencias y en sus tradiciones. Esta multitud republicana, cuyo paso nos estremecerá hasta las más íntimas fibras, es el testimonio a que apelan estas palabras. No necesitan otro. Ni el Partido apela a otro, porque en todas las situaciones ese ha sido el único suficiente para campear por la verdad del Coloradismo inmortal. Del Coloradismo que hoy, puesto de pie, como en sus mejores días, con el himno de la paz en los labios, marcha resueltamente al encuentro de los nobilísimos frutos de la reconstrucción nacional, para compartirlo con todos los hombres de bien que luchan, trabajan y se esfuerzan sobre la tierra sacrosanta de la Patria.



CON MOTIVO DEL ASCENSO MILITAR, DEL GENERAL STROESSNER/ VII-1956

Excmo. General de Ejército Don Alfredo Stroessner:

La Junta de Gobierno de nuestro Partido, ha dispuesto esta sesión en vuestro homenaje; pero sería disminuir sus motivos si solamente se la relacionara con el deseo unánime de los directores partidarios aquí reunidos, de expresaros bajo este techo y en este ambiente, testigos de tantas jornadas memorables, la más cálida enhorabuena por el reciente ascenso con que habéis coronado vuestra carrera militar, brillante por tantos conceptos y excepcional por la vibración ciudadana que habéis sabido imprimirle, a lo largo de un proceso tan estrechamente vinculado con el desenvolvimiento político de la nación y con el destino del Coloradismo.

Ciertamente es motivo de legítimo orgullo teneros entre nosotros, en el seno de la Junta de Gobierno de que formáis parte, y es cierto también que vuestro ascenso es un galardón que alcanza al Partido; pero más que por todo eso se explica esta sesión como la oportunidad singular brindada a la Alta Autoridad Partidaria, para destacar ante la ciudadanía de la República la certera inspiración con que apelar a vuestro patriotismo para la conducción de los destinos nacionales, en momentos en que se exigía al elegido virtudes extraordinarias, para evitar que se frustraran las esperanzas de orden y de paz, de progreso y de bienestar, puestas en la acción del Partido por la mayoría republicana del país.

Es vinculado a ese pensamiento que cobra su verdadera dimensión este homenaje, pues así se lo interpreta como una ratificación de la voluntad colectiva que encarna esta Junta, en el sentido de que lo que ayer fue inspiración es hoy convencimiento, de que lo que ayer fue confianza liminar en los atributos y cualidades del correligionario probo y sereno, es hoy consumada seguridad en el mandatario patriota y desinteresado, que ha sabido escoger los caminos más altos para trazar el derrotero de la nación, en consonancia con sus méritos y sus lauros, y ciñéndose a los preceptos básicos que definen la orientación redentora de la Asociación Nacional Republicana, nuestro glorioso Partido Colorado.

Como ciudadano habéis alcanzado el máximo honor que puede rendiros un pueblo libre y soberano cuando os elevo a la más alta magistratura de la nación, y es preciso reconocer que nada hay capaz de igualársele; pero cuando al cabo de dos años de gobierno constructivo y digno, de acciones y preocupaciones ennoblecedoras, apela a las prerrogativas de sus Representantes para brindaros en el terreno de vuestra dedicación vocacional la estrella que hace culminar la carrera a que libremente habéis consagrado vuestra vida, hay que pensar, más que en el ascenso en sí, en lo que tiene de confirmación de los motivos humanos, políticos y espirituales que han pesado en la circunstancia de atribuiros la suprema dirección de la República.

Si concedemos a nuestro pueblo el decoro de su conducta cívica, si le reconocemos la altivez ciudadana que explica su heroísmo, si concordamos en que su dignidad es incompatible con la obsecuencia, no se puede dudar de que esa nueva distinción está vinculada al éxito con que habéis hecho fructificar aquella otra, en la que a vuestra exaltación iba añadida, explicándola y nutriéndola el resumen de sus aspiraciones, de esas aspiraciones que vuestro celo de gobernante y vuestra capacidad de realizador ha ido materializando con la fisonomía y los relieves propios de una verdadera reconstrucción nacional.

Y es así, entonces, por estas razones, que este homenaje que hoy os tributamos en el seno de la Junta de Gobierno, siendo con el propósito de honraros, honra principalmente a la dirección partidaria que os ha elegido de entre sus miembros más conspicuos, para proclamaros el abanderado de los ideales republicanos en la esforzada lucha de nuestro pueblo por su inevitable grandeza.

El ascenso militar a que os habéis hecho acreedor como, soldado, ratifica la confianza y la fe ganadas como gobernante, y si como gobernante —independientemente del criterio nacional— habéis asumido la máxima responsabilidad ante vuestros correligionarios, ha de interpretarse ese ascenso como la prueba de los aciertos con que habéis realizado sus esperanzas y con que encamináis sus más caros anhelos.

A vuestra lealtad, correligionario Presidente, esta Junta de Gobierno corresponde con la suya, que sólo se nutre de los ideales eternos del Coloradismo y que os ofrece, una vez más y como siempre, el vigor de su autoridad intransferible, para cuanto sea construir un Paraguay grande, libre, venturoso.

El galardón que hoy festejamos, lo tenemos también como propio por cuanto queda dicho, e ilustrarlo con nuestro apoyo, para que por nada se detenga la marcha constructiva de vuestro Gobierno, concurrimos con voluntad solidaria, con determinación conciente, seguros de que se está escribiendo un capítulo nobilísimo de la historia del Paraguay Eterno.



MENSAJE AL PUEBLO COLORADO/ 31-XII-1956

Correligionarios:

Por tercer año consecutivo, la Junta de Gobierno del Partido Colorado se dirige en esta fecha a todos los correligionarios, para rendirles un resumen de las actividades políticas del año y hacerles llegar los votos de felicidad y prosperidad, cálidos y sinceros, que formulan los Jefes del Coloradismo, para toda la ciudadanía republicana.

El año que termina hoy, ha transcurrido bajo el signo de la unidad partidaria y ha sido crisol fecundo para el perfeccionamiento y consolidación de esa unidad, tanto por los acontecimientos positivos que se registraron, como por aquellos que pretendieron ser adversos a la suerte del Coloradismo. El resultado final no sólo es promisor sino verdaderamente reconfortante, y permite aguardar con confianza que el futuro del partido, tan hondamente identificado con el de la patria, ha de ser abonado con nuevos éxitos, con nuevas conquistas, a través de las cuales se irá haciendo cada vez más y más nítida la impronta de nuestro ideario y de nuestro programa, de nuestros principios y de nuestra doctrina, en la marcha de la segunda reconstrucción nacional.

Si la referencia destacada del mensaje del año pasado fue la correspondiente a la histórica sesión del 27 de octubre de 1955, en la que por la sola virtud de los comunes ideales, del común patriotismo y de la compartida vocación de bien público se echaron las bases del reencuentro de la gran familia colorada, ha de corresponder este año destacar con todos los relieves singulares que ha alcanzado, la Convención partidaria del 4 de Marzo, que devolvió definitivamente al Partido la integridad de todas sus capacidades por la concurrencia incondicional de sus directores y de su pueblo a la tarea única de contribuir al engrandecimiento de la nación.

Si un fervor sin paralelo posible en la historia de nuestras justas cívicas presidió los preparativos de la Convención, la magna jornada en sí adquirió los relieves de un ejemplo memorable, como reunión de hombres libres, como ensamblamiento de voluntades concientes, pudiendo señalársela como testimonio incontrastable de la cultura de nuestro pueblo, de su actitud para la convivencia civilizada, cultura y aptitud que con bárbaras negaciones y conducta bárbara, pretenden vanamente destruir nuestros adversarios.

La concurrencia de los convencionales fue total, evidenciándose con ello el prestigio de la consigna de restaurar sin lugar a dudas la unidad del Partido en toda su intensidad y grandeza y en todas sus proyecciones. A esta actitud responsable y constructiva del pueblo colorado, correspondieron con una solidaridad digna de sus glorias todos los grandes luchadores del Partido, los jefes encanecidos en las jornadas dramáticas de cuatro décadas de inhóspita llanura y, los que sin encanecer aún renuevan la guardia de los ideales republicanos, para preservar en el tiempo la continuidad histórica de la línea nacionalista, que si germina y persiste desde los días ya remotos de la colonia, madura y se jerarquiza definitivamente con la fundación del General Bernardino Caballero.

Nadie faltó a la cita y todos hicieron honor a ella, dando vida en un marco de grandiosidad conmovedora a una jornada digna del motivo que la había concertado. Así fue como con solvencia y autoridad, la Convención del 4 de Marzo, pudo limpiar el horizonte de la vida partidaria, resolviendo en un abrazo fraternal las eventuales incomprensiones personales y erigiendo sobre la unidad jamás desmentida de la ideología colorada, la actual Junta de Gobierno, cuya composición, representativa de sentimientos y afirmaciones trascendentales, satisface plenamente a nuestro pueblo y sirve con jerarquía y lealtad a los intereses permanentes del Partido.

Pero si esta solución, tan interesante anhelada por todos los correligionarios, tuvo la virtud de multiplicar en ellos el optimismo y la fe, motivó también, casi simultáneamente, la multiplicación de los manejos subversivos de nuestros adversarios, que lejos de interpretar la unidad colorada como un paso firme hacia la consolidación democrática de la vida del país, extrajo de ella la conclusión de que por la tranquilidad, por la paz y por el orden internos del Partido Colorado, se hacía todavía más problemática la bastarda pretensión de imponer sus ambiciones sobre el caos de la nación.

Mientras en el seno del Coloradismo se pasaba de la unidad partidaria ya perfectamente lograda a la aspiración sincera y resuelta de la unidad nacional, en los campamentos de la oposición se interpretaba negativamente este proceso a todas luces saludable y fundamentalmente necesario para la ventura del país. Hubieran preferido nuestros adversarios que nos consumiéramos en la división, para sacar provecho de la anarquía resultante e imponerse en el campo de nadie de las intrigas, de las rencillas, de los conflictos de grupos o de personas, de la descomposición, en fin, de los cuadros humanos y de la unidad ética y política del Partido.

Inagotables en el rencor, negativos para toda empresa de superación constructiva, irremediablemente encadenados en su nefasta tradición golpista, nuestros adversarios recibieron como un fracaso el triunfo de la unidad colorada, sencillamente porque con ella quedaba garantizado el terreno insobornable de la ley, como el único válido para toda competencia por la conquista de la conducción de los destinos nacionales. Y amargados antes que aleccionados, consumidos por el odio y por la impaciencia, obsecados y cerrados a todo razonamiento, soslayaron la base cierta de la unidad colorada para el logro de la Unidad nacional, y se lanzaron con furia de poseídos por los atajos de la conspiración.

Primero fueron las intrigas, para intentar por los procedimientos que ellos mejor conocen, el enervamiento de la unidad partidaria por las desconfianzas que esas intrigas pudieran suscitar; pero a sabiendas de que estos eran recursos trillados y burdos, añadieron casi simultáneamente la intromisión de la política en los centros de enseñanza. Si se toma en cuenta que todos estos manejos fueron movilizados entre el 4 de Marzo y el 13 de Abril, se comprende perfectamente hasta qué punto nuestros adversarios consideraron urgente reaccionar contra la pauta marcada para el desenvolvimiento de la vida política del país por la Convención del Partido.

Bien que nuevamente fracasados en estos intentos, la Junta de Gobierno consideró oportuno poner a los adversarios del Coloradismo frente a una nueva evidencia de la unidad partidaria, que al mismo tiempo que sirviera como una advertencia que los llamara a razón, ejemplificara ante propios y extraños, de la manera más rotunda y objetiva, la voluntad firme y sostenida del pueblo colorado, de dirigentes y dirigidos en el sentido de preservar de todo daño y evento, cualesquiera que estos fueran, la vigencia plena del espíritu del 27 de Octubre y la realidad concreta de la Convención de 14 de marzo.

Así fue como se planeó y organizó la Marcha de la Unidad Colorada, a la que sólo fueron convocadas las Seccionales de la capital, de los pueblos circunvecinos, y en la que, sin embargo, no faltaron delegaciones de correligionarios de los puntos más apartados del país, movidos espontáneamente por la grandiosidad del motivo y por la voluntad de servicio, concitada como defensa de la unidad partidaria, por los mismos actos con que nuestros adversarios pretendían perderla.

Cerca de 30.000 correligionarios entusiastas, fervorosos y disciplinados, protagonizaron el acto popular más grande del año, desfilando con banderas nacionales y partidarias ante un público próximo a las 100.000 personas, que llenaba totalmente las aceras de la Avenida Mariscal López, desde General Santos hasta Brasil.

Con la fecha elegida para la Marcha de la Unidad Colorada, se quiso simbolizar también el afán fundamental del Partido, como fuerza política mayoritaria del país, pues si el 12 de Junio se recuerda como el día de la Paz del Chaco, recuerda también la coronación de las luchas, esfuerzos y sacrificios del pueblo paraguayo unido para la defensa de su heredad, tal como quiere el Partido Colorado que se consagre unido y en paz para realizar la grandeza y la felicidad de la nación.

El efecto inmediato de la jornada del 12 de Junio fue el aplacamiento ele las manifestaciones disociantes y subversivas de la oposición, siquiera sólo en su faz aparente, pues como veremos más adelante, el trabajo de zapa, la conspiración subterránea, siguió terca e insensible a la promesa efectiva que la unidad del Coloradismo ofrecía como recto y fácil camino para restaurar con garantías adecuadas la plenitud democrática de las instituciones de la república.

Esa calma aparente del empeño opositor por destruir la paz nacional, tuvo nuevos apoyos que le dieron mayor verosimilitud en las conversaciones buscadas y mantenidas por representantes del Partido Liberal y del Febrerismo, con dirigentes del Partido Colorado y autoridades gubernamentales.

Así, por ejemplo, en ocasión de la visita que hicieran a Buenos Aires por motivos particulares los vice-presidentes lº y 2º de nuestra asociación política, doctores Gorostiaga e Insaurralde, fueron entrevistados en la capital porteña por dirigentes del P. Liberal entre los que se contaba, inclusive, su vicepresidente, doctor Justo P. Prieto.

En esta entrevista, montada discretamente sobre la base de una fiesta social, tanto el doctor Prieto como quienes le acompañaban, expresaron a los doctores Gorostiaga e Insaurralde el deseo de los liberales de arribar con el Partido Colorado a una fórmula de convivencia pacífica, en bien de la paz pública y de la democracia paraguaya. Ni remotamente se plantearon condiciones en esa entrevista, quedándose en el entendimiento de que si hubiera de haber condiciones, ellas serían las emergentes de la ley, que garantizan la seguridad interna del país y el respeto a las autoridades constituidas, sin cuyos requisitos todo trato sería criminal por atentatorio contra la estabilidad de las instituciones y las garantías del orden para las personas.

También aquí otros dirigentes liberales buscaron parecido contacto, valiéndose inclusive de la mediación insospechable del Excelentísimo Nuncio de Su Santidad, Monseñor Punzzolo, cuya actuación correcta y cristiana proclamamos enfáticamente, contra las versiones tendenciosas y malevolentes con que se quiso tergiversarlas, cuando fracasaron las gestiones por causas concretas y de la responsabilidad exclusiva del Partido Liberal.

No analizaremos aquí las tratativas habidas con sus detalles, de las que en su oportunidad informó ampliamente PATRIA, como vocero oficial que es de nuestro Partido, pero sí hay que decir que la primera sorpresa que produjeron, fue el cambio total de la posición entrevista en la conversación de Buenos Aires, antes aludida.

Con un cuadro de condiciones exigentes, el Partido Liberal se presentaba a pedir poco menos que la entrega del Partido Colorado a su merced, pretendiendo, de paso, la apertura de todas las compuertas legales que, tras dura lucha y tras penosos esfuerzos, consiguieron poner freno a la anarquía resultante de la revolución de 1947 y sus secuelas. Protagonistas principal de aquella tragedia, el Partido Liberal se desligaba, sin embargo, de la responsabilidad de reparar sus efectos, todavía subsistentes después de diez años, arrogándose el papel de censor de la vida política nacional y condicionando su participación en la vida pública a una serie de medidas que nunca fueron ni pueden ser concesión graciosa del Poder, sino que resultan de la conducta de quienes aspiran a beneficiarse con ellas, de la lealtad y perseverancia con que apoyen el clima de normalidad que las justifica y termina por hacerlas imperativas.

Empero, el planteamiento no fue desahuciado ni por el Gobierno ni por el Partido, cuya armonía indisoluble y ejemplar estuvo cabalmente representada en estas gestiones, como era de rigor por su naturaleza y por las consecuencias que de ellas pudieran derivarse. Sólo dos puntos se pusieron sobre el tapete como cuestiones especiales y previas, los cuales, más que al interés puramente partidario u oficial, repondían al interés de la Patria, a la defensa de sus tradiciones y de su vocación democrática y a la de su progreso y bienestar. La primera se refería al repudio expreso del comunismo ateo, y la segunda al reconocimiento de la política internacional del Gobierno del Presidente Stroessner, de cuyas proyecciones gigantescas el pueblo ha sido informado día a día.

Independientemente, también el Febrerismo, representado por los doctores Sánchez Palacios y Perrota, y un segundo grupo de liberales integrado por los doctores Efraín Cardozo, Cristóbal Cañiza y otros iniciaron gestiones parecidas por la vía del Ministro del Interior, las cuales tuvieron idéntica suerte por los acontecimientos posteriores, que se mencionarán más adelante y que confirman por sí solos, por su gravedad y por la ocasión en que tuvieron lugar, la falta de sinceridad de nuestros adversarios y su total carencia de interés para participar pacíficamente en una cruzada leal de restauración democrática.

 

EL PARTIDO PERSISTIO EN LA LÍNEA GENERAL DE LA CONCILIACIÓN

Sin embargo, hasta que desgraciadas evidencias pusieron las cosas en claro, nuestro Partido persistió en la línea generosa de la conciliación. Seguro de su unidad, convencido de sus ideales, apoyado en la voluntad mayoritaria de la ciudadanía nacional, identificado con el Gobierno y descansando en la inquebrantable lealtad institucional de las Fuerzas Armadas de la Nación, ni las primeras versiones de que se estaba conspirando, ni la persistencia del rumor, ni las primeras pruebas de su veracidad, fueron suficientes para disminuir el entusiasmo con que, logrado el reencuentro de la familia colorada, se acariciaba la esperanza de alcanzar otra gloria más alta todavía: la unidad de todos los paraguayos.

Con esta inquietud presidiendo todos los esfuerzos del Partido, todas sus directivas y todas sus previsiones, se llegó al primer aniversario de la histórica jornada del 27 de octubre, que la Junta de Gobierno resolvió festejar con toda solemnidad. Convocada por la autoridad partidaria, una gran masa de correligionarios colmó totalmente las gigantescas instalaciones del nuevo local del Partido, inconcluso aún, que de esta manera fue, incorporado con un acto positivo de solidaridad entre hermanos de la misma causa, a la vida activa del Coloradismo.

A tono con la ocasión y con el lugar, el acto adquirió relieves emocionantes, constituyéndose en una cálida ratificación de la unidad partidaria, que si vibraba al conjuro del entusiasmo de la concurrencia, se hacía voto y juramento unívocos en el lenguaje de los oradores, que destacados de la Junta de Gobierno, de las Seccionales y de los organismos auxiliares del Partido, coincidieron sin concierto previo, por la sola identidad de los comunes sentimientos, en la afirmación fundamental de que sólo por la unidad se puede preservar la grandeza del partido, la seguridad de su posición reactora en el ámbito de la dirección nacional, e inclusive, la reducción de los conatos antisociales de la oposición, para conducirla por la persistencia del orden y por la plenitud de la ley, al terreno razonable de la cooperación leal, como derecho y como deber.

Ni el fermento de la sedición adversaria, de cuya existencia ya nadie dudaba, fue capaz de disminuir la tónica constructiva y conciliadora de la celebración. Mientras no fuera imposible, había que seguir en la brecha de los grandes propósitos, allí estaba, manifiesta y ansiosa de nuevos lauros la unidad partidaria; era menester no contentarse y acometer la empresa de la unidad nacional. Tal como fue el espíritu del 27 de octubre de 1955 para todos los colorados, lo fue el de 1956 para todos los paraguayos.

 

PREDICANDO EN EL DESIERTO

Pero, desgraciadamente, no pasó una semana antes de confirmarse que estábamos predicando en el desierto. A espaldas de las tratativas, la conspiración había seguido su curso, especialmente impulsada por el Partido Liberal, cuyos voceros aquí renegaban de la fuerza, mientras sus directores de extrafronteras se disponían a emplearla con la máxima criminalidad, no ya como un medio para derrocar al Gobierno y al Partido, sino con la determinación de decapitar materialmente al Coloradismo con el asesinato del mayor número de sus dirigentes.

 

ANTECEDENTES DEL 4 DE NOVIEMBRE

Damos por conocidos todos los antecedentes y el plan del golpe que debía estallar el 4 de Noviembre último, ya que los correligionarios fueron cabalmente informados en su oportunidad, por la prensa, por la radio y mediante comunicados oficiales del Gobierno y del Partido. Pero es conveniente repetir que si el Partido Liberal aparece como el principal comprometido, ni el Febrerismo ni los comunistas eran ajenos a lo que se tramaba, porque habiendo recogido los liberales el hilo inicial de la conspiración de manos de esa fuerza híbrida que se dio en llamar el “institucionalismo”, y que paradojalmente es lo más anti-institucionalista que pueda concebirse, sus gestores sirvieron de vasos comunicantes, por tratarse, precisamente, de rezagados de todos los sectores de la oposición, dispuestos a medrar con el primero que corone su aventura con éxito.

Todo concurre a demostrar que fue así. El inusitado trajín de jefes liberales y febreristas a lo largo de la frontera argentina con nuestro país, especialmente entre Formosa y Clorinda, durante los meses anteriores a noviembre; la asunción del mando golpista por el ex-coronel liberal Alfredo Ramos y el viaje sospechosamente coincidente del ex-coronel Rafael Franco, jefe del Febrerismo, en vísperas de la fecha elegida para el golpe, son datos que corroboran la confabulación. Los comunistas, por su parte, y aún sin conexión aparente con liberales y febreristas, se movilizaron activamente, desatando una fuerte campaña panfletaria contra el Partido Colorado y contra el Gobierno. Pero la coincidencia que más impresiona es la de la absoluta similitud de fondo y de forma que se observa en el último manifiesto del Partido Liberal, firmado por su presidente, el doctor José P. Guggiari, y en las declaraciones formuladas a la prensa rioplatense por el alto dirigente febrerista, doctor Arnaldo Valdovinos. El cotejo de ambos documentos, señala una comunión que sólo puede provenir de la complicidad.

 

COMPLOT FRACASADO

Preparado fríamente desde el extranjero y a pesar de contar con la cortina de humo de las tratativas de paz, que aceptadas de buena fe por el Gobierno y por el Partido aconsejaron la substitución del estado de alerta y de vigilancia por un clima de confianza en aras de la conciliación, el golpe, sin embargo, fracasó. Descubierto sobre el filo de su ejecución, cuando ya estaba preparado en sus mínimos detalles, todo cuanto pudo ser obstáculos para una reacción eficaz o para el descubrimiento de sus reales alcances, se transformó en circunstancia favorable, trayendo a luz, completa y desnuda, la trama diabólica del complot más siniestro que se haya fraguado a lo largo de nuestra agitada historia política.

Dice el refrán popular que “no hay mal que por bien no venga” y la sabiduría del aserto salió ilesa de esta emergencia que, en otras circunstancias, pudo ser trágica. En efecto, a pesar de haber contado los agentes conspiradores de Asunción con la más generosa tolerancia de las autoridades para todos sus movimientos y reuniones, presentadas a guisa de actos sociales, culturales, deportivos o de beneficencia, de fiestas familiares o de “peñas”, y a pesar de la holgura con que a espaldas de la tranquilidad reinante pudieron moverse sus enlaces, el círculo de los complotados no pudo minar la integridad de ninguna de las instituciones nacionales.

El hecho de que se haya querido operar con cabos y conscriptos en las Fuerzas Armadas, es una demostración patente de lo que se afirma, porque, sin duda alguna, la premisa mayor del éxito estaba en el control de los cuarteles. La deserción de unos pocos oficiales de menor jerarquía, que sólo con el apoyo del factor sorpresa tenían algo que ofrecer, no hace sino confirmar la regla, que es la de la absoluta lealtad de las instituciones militares a la Constitución, a las Leyes y a las autoridades legítimas de la nación.

Pero si ha sido reconfortante la comprobación del alto valor moral de nuestro Ejército y nuestra Armada y de su incorruptible sentido de la responsabilidad, no lo ha sido menos el vigor inteligente de la Policía, que en el lapso de unas pocas horas desarmó la tramoya de la conjura, actuando certeramente sobre los elementos complicados, sin hacer pagar en ningún caso a justos por pecadores.

Por otra parte, a la señal de peligro, la reacción del pueblo colorado ha sido ejemplar. Nadie se sustrajo al deber de la hora y en toda la república los correligionarios se presentaron a ofrecer su concurso a las autoridades, dispuestos a reeditar la hazaña de 1947, en defensa del Partido y del Gobierno. Felizmente la conjura fue abortada, pero eso no disminuye el mérito de la determinación unánime de enfrentársele en cualquier terreno y a cualquier precio.

El saldo favorable del frustrado golpe del 4 de noviembre - y conviene que tomen nota de ello todos los conspiradores— es la confirmación, en el terreno de las resoluciones críticas, de la total unidad del Coloradismo y de la integral solidaridad del Gobierno, Partido y Fuerzas Armadas, para la defensa intransigente del programa en marcha de la reconstrucción, que dará al Paraguay, a breve plazo, la fisonomía de un país moderno, pujante y feliz.

 

SIEMPRE DISPUESTOS A DIALOGAR

No significa esto que desaparecerán la magnitud y la tolerancia característica de la conducción colorada en lo partidario y en lo nacional, aún a sabiendas de que han sido confundidas aquellas virtudes con debilidad y que ese ha sido el aliento de los conspiradores. Un gobierno y un Partido democráticos no pueden volverse totalitarios por el totalitarismo de la conducta de sus antagonistas, pero, eso sí —y ya está dicho—, frente a la necesidad de preservar al pueblo de nuevas zozobras y duelos y de asegurar para el país los frutos de esta coyuntura histórica que está viviendo, no se permitirá que se confunda democracia con negligencia, como sería si se dejara que las fuerzas antisociales malogren impunemente el desenvolvimiento jurídico de la nación. Fuera de estos extremos y dentro del marco del respeto a la ley y a las autoridades, siempre estamos dispuestos al diálogo y saludaremos con calor y con simpatía el aporte de toda idea y de toda obra encaminada a ilustrar el nombre del Paraguay y a perfeccionar la felicidad de sus hijos.

El mitin de repudio a la abortada intentona subversiva, realizado en el Estadio Comuneros la noche del 10 de noviembre, ha sido una rotunda afirmación de las ideas que aquí se expresan. A seis días escasos de la fecha señalada para el golpe y a pedido insistente de la ciudadanía colorada que deseaba dejar constancia pública de sus sentimientos, se concretó la cita de referencia en un ambiente de orden, pero también de cálida y viril determinación. Decenas de miles de correligionarios concurrieron a templar su espíritu con las palabras de los dirigentes partidarios y gubernamentales a informarse y a reunir los elementos de juicio indispensables para uniformar su conducta.

El enjuiciamiento de los hechos repudiados fue duro, ciertamente, pero en ningún momento fue excesivo. Al contrario, en el fondo de todos los discursos se trasuntó la idea optimista de que por la firmeza de nuestra unidad, por la solidaridad de Gobierno y Partido, por la lealtad de las Fuerzas Armadas, por la voluntad de bien público de todos y cada uno y por la persistencia en el quehacer fecundo, aquellos brotes regresivos se harían cada vez más improbables, asegurándose con las conquistas del orden y de la paz una conducta civilizada para la solución de todos los problemas de la ciudadanía.

Estas conclusiones, en oportunidad tan sensible como la que se comenta, pone de manifiesto la serenidad con que se afrontan todas las contingencias emergentes de la responsabilidad de gobernar, y si los que andan por vedados atajos pudieran sentirse amenazados en sus trajines, los que pueden exhibir su trabajo honrado y su conducta diáfana, cualquiera sea su opinión política, deben haberse sentido garantizados y compartiendo en su fuero interno la justicia del repudio.

 

LA PRENSA RIOPLATENSE

A este resumen de las actividades políticas del año, hay que añadir todavía que todos los manejos de la oposición contaron con el fuerte apoyo de connotados sectores de la prensa rioplatense, que han tergiversado sistemáticamente la realidad paraguaya, llegando por las pendientes de la calumnia y la difamación, a todas las bajezas de la infamia. Las noticias más antojadizas, cuando provenían de supuestos corresponsales en Clorinda o en Formosa y acreditaban suficiente maldad con el Gobierno del Presidente Stroessner o contra el Partido Colorado, merecieron los honores de los grandes titulares en diarios que se reputan serios, como “El País” o “El Plata”, de Montevideo o como “La Prensa” o “La Nación” de Buenos Aires. En cambio, informaciones serias, de fuentes completamente imparciales, y que consta que fueron transmitidas por todas las agencias periodísticas internacionales, o no fueron publicadas, o aparecieron mutiladas y tardíamente, por el sólo hecho de ajustarse a la verdad.

No vamos a negar que en este terreno la lucha ha sido y sigue siendo tremendamente desigual, porque mientras los grandes rotativos del sector de nuestra referencia vomitan por miles y millones las páginas con que se llena de ludibrio a nuestras autoridades y se escandalizan sobre el Paraguay, nosotros, con nuestros medios publicitarios, apenas si alcanzamos a cubrir el territorio de la república. Sin embargo nos asiste el orgullo de no haber recurrido a la prensa mercenaria, ni siquiera para ejercitar el derecho de legítima defensa y mucho menos conforme a nuestra tradición— para ventilar asuntos de incumbencia exclusiva de los paraguayos, más allá de nuestras fronteras. Cuantas veces se publicó fuera del país una referencia favorable al Paraguay, al Gobierno o al Partido, ha sido por la entera y libre voluntad del informante y por la espontánea hospitalidad de las columnas en que merecieron acogida.

De este conjunto de experiencias recogidas en los últimos doce meses, que se corroboran con otras del pasado mediato e inmediato y se repiten desde los días augurales de nuestra emancipación política, resulta evidente la persistencia dramática de la lucha entre las dos líneas antagónicas que signan la vida del Paraguay: la del legionarismo, detractor cuando no entreguista o pasivamente negativo, y la del nacionalismo, constructivo y dinámico, celoso de la defensa de las glorias y los derechos del pueblo paraguayo libre, enaltecedor tenaz de la Patria y esforzado luchador de su grandeza.

En este sentido hay que destacar que las pruebas más abrumadoras no las escogemos hoy en el campo de la controversia política de los partidos, ni en la acción de la oposición por lo que pudiera afectarnos como colorados. Nos remontamos ni plano de la ciudadanía pura y simple, para valorar como paraguayos y frente a la realidad de la hora que vivimos, lo que ellos llaman lucha por sus ideales y nosotros sólo concebimos como traición.

Si en el orden político nos hemos detenido a demostrar la dualidad de la conducta de nuestros adversarios, que hablaban de paz mientras preparaban la guerra, debemos detenernos ahora para analizar la posición de esa conducta en relación con las arduas tareas de la reconstrucción nacional que es por donde se descubre sin atenuantes su extracción legionaria.

Hablan, por ejemplo, de la miseria del país, conociendo perfectamente que jamás desde los días de Carlos Antonio López se ha realizado como al presente un esfuerzo tan grande para elevar el nivel económico de la nación. La compra de centenares de tractores y otras herramientas mecánicas obedecen a ese propósito cardinal, y sólo con la ceguera del que no quiere ver se puede presumir que toda esa maquinaria haya de tener otro destino que no sea el mejoramiento substancial de nuestra agricultura, base principal de la actividad del pueblo paraguayo. El desarrollo de la empresa agro-industrial, como el mejoramiento y la ampliación de los ingenios azucareros y de las plantaciones de caña de azúcar, la expansión del cultivo y laboreo de las oleaginosas, la modernización del tratamiento de los arrozales y su siembra en nuevas áreas, el incremento de la producción vitivinícola, la incorporación en gran escala del café entre los cultivos permanentes y la promisora asimilación del trigo a nuestro país, son unas pocas menciones que acreditan la nueva fisonomía que se está dando al campo y que por la continuidad del esfuerzo de gobernantes y gobernados ha de operar a corto plazo la transformación total de la vida campesina. Con los arados de una reja, en su mayoría de madera, con la inseguridad de los regímenes precarios del pasado y con la falta de alicientes esta nueva etapa se hubiera retardado un siglo.

Desde otro punto de vista, la falta de medios de comunicación había impedido la incorporación de las zonas más ricas del país a las actividades económicas. Hoy, con los caminos, con mejores medios de transportes, con líneas aéreas a todos los puntos cardinales de la república, es cosa natural comerciar en Asunción y en el día, las frutas de Encarnación o los productos de granja de las colonias mennonitas del Chaco. Con este aliento y sin ningún esfuerzo adicional, que sin embargo deberá programarse en el futuro inmediato, ya son numerosos los agricultores paraguayos que buscan mejores horizontes en las nuevas zonas rescatadas al aislamiento. También son numerosos los compatriotas que regresan al país atraídos por las nuevas perspectivas que ofrecen estos adelantos, mucho más halagüeñas, por lo visto, que los salarios ganados en tierras extranjeras o que la bonanza lejos del calor de la Patria.

 

LA SALUD Y LA EDUCACIÓN DEL PUEBLO

La salud y la educación del pueblo, merecerían un capítulo especial por cuanto se ha hecho en favor de ellos en los últimos años. Se han montado hospitales modernos en toda ciudad o pueblo de alguna importancia del país y nuevas unidades están en construcción o proyectadas. De la medicina curativa se está pasando con recio empuje a la preventiva, mediante todos los procedimientos de la ciencia moderna; males endémicos han sido erradicados, y mediante nuevos programas de saneamiento ambiental se está acometiendo la ambiciosa empresa de hacer de todo el territorio nacional tierra franca para el esfuerzo productor.

Si se ha dicho que la instrucción es el mejor camino hacia la libertad, lo que se está haciendo para que sea anchuroso y accesible ese camino es cosa que el Paraguay no conoce de medio siglo a esta parte. Una nueva escuela por semana abre sus puertas a la niñez paraguaya; nuevos centros de enseñanza media, colegios, escuelas normales y de comercio se multiplican en todo el país, para dar cabida a una numerosa juventud ávida de mayores conocimientos. La fundación de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, cuya ausencia de la Universidad sólo podía explicarse por la falta de sensibilidad nacional de las oligarquías y desgobiernos del pasado, vino a completar el cuadro básico de centros de enseñanza superior, vacío, justamente, en dos rubros fundamentales para nuestro desenvolvimiento económico: la agricultura y la ganadería. Todas las Facultades fueron substancialmente mejoradas; y en el coronamiento, la autonomía universitaria dentro del régimen de una ley amplia y previsora y mediante la integración de sus autoridades por irreprochables procedimientos democráticos, completa el panorama de una gestión patriótica que merece por sí sola bien de la Patria.

 

POLÍTICA EXTERIOR SINCERA, FRANCA, FIRME Y PREVISORA

Con el auxilio invalorable de una política internacional sincera, franca, firme y previsora, ha fertilizado de una manera sin precedentes las relaciones del Paraguay con los países vecinos y amigos y con los organismos internacionales. Mediante esa política se han posibilitado los más grandes planes de mejoramiento nacional, de los cuales unas pocas referencias nos darán idea. El camino de Coronel Oviedo a Puerto Presidente Franco, en construcción con la cooperación del Brasil, más el puente sobre el río Paraná que antes de dos años empalmará ese camino, ya en su mayor parte terminado, con la ruta brasileña al puerto de Paranagua, nos permitirá una salida directa al mar, prescindiendo del extenso rodeo por el Rio de la Plata, la costa del Uruguay y la del mismo Brasil, hasta el puerto de referencia. No se busca con esto la decadencia de nuestra salida fluvial, sino antes bien su mejoramiento por la competencia, lo cual como pueblo libre tenemos derecho, en defensa de nuestros más legítimos intereses. Tal el sentido de la expresión “respirar a dos pulmones” que ha puesto en boga la realización efectiva de esta obra siempre anhelada y tantas veces frustrada.

El camino Trans-Chaco, que se construye con la cooperación de los Estados Unidos de América, y que desde mediados del año 1957 contará para su más pronta terminación con toda la maquinaria nacional actualmente comprometida en la construcción del camino a Presidente Franco, más nuevas unidades ya en viaje al Paraguay, nos pondrá en comunicación con Bolivia y con los países del Pacífico. Parte de la Ruta Panamericana, este camino está destinado a influir poderosamente en el progreso de la nación y, especialmente, en el desarrollo del imprevisible potencial económico de la región occidental.

El oleoducto, que mediante convenio con Bolivia nos traerá el petróleo del Altiplano hasta la refinería nacional a instalarse sobre el río Paraguay, es otro ejemplo que destaca el vigor de nuestra política internacional. En este momento puede asegurarse que del acuerdo entre dos pueblos hermanos para la cooperación económica en gran escala, ya se ha pasado a la faz preparativa de las realizaciones, en las que han tomado interés empresas financieras de las más poderosas del mundo.

 

AEROPUERTO INTERNACIONAL

La ampliación y modernización del aeropuerto “Presidente Stroessner”, para darle la jerarquía y la capacidad de un aeropuerto internacional, se ha hecho posible mediante el crédito de que ahora goza el país en el extranjero, del cual no es ajeno como gestor e informante nuestro servicio exterior. Un préstamo del Export Import Bank conjugará los gastos de esta obra, que se pagará por sí misma y tanto más pronto cuanto más pronto quede terminada, ya que con ella se atraerán nuevos servicios aéreos internacionales.

 

AGUAS CORRIENTES

Por idénticos medios y mediante el concurso de los mismos factores, se ha concretado, por fin, el tantas veces fracasado proyecto de aguas corrientes para la ciudad de Asunción, cuyas obras se iniciaron hace apenas una hora y se proseguirán en firme desde el 2 de enero próximo. Mientras el Presidente Stroessner daba la palada inicial, era visible que sobre el ánimo de los presentes pesaba tanto como la emoción, el recuerdo de aquel pionero esfuerzo de 1903, truncado por la traición de 1904, cuando ya nuestra capital vivía la esperanza de dejar deser la cenicienta de las capitales del mundo por la carencia de tan importante servicio. Tuvo que pasar más de medio siglo y tuvo que volver el Partido Colorado a la rectoría de la nación, para tapar esa vergüenza.

 

OTRAS IMPORTANTES REALIZACIONES

Mediante otros tantos convenios con Argentina, Bolivia, Brasil, Estados Unidos, Chile, Uruguay y más países amigos tío América y Europa, se han resuelto importantes problemas del intercambio económico, abierto nuevos rumbos para la cooperación cultural y sentado nuevas bases para fecundizar en todos sus aspectos la fraternidad y la amistad.

En otro orden de cosas sin pretender agotar el tema de las realizaciones y sólo por tratarse de un hecho incorporado a la realidad nacional también el día de hoy mencionaremos la inauguración de la nueva planta transmisora radioeléctrica de la Antelco, cuya importancia no se comprenderá bien mientras no le comprenda la importancia de la independencia de nuestras Comunicaciones internacionales. Totalmente realizada por el esfuerzo paraguayo, esta planta nos libera de la intermediación de empresas extranjeras que desde otras capitales retransmitían los mensajes procedentes del Paraguay y remitidos a él, con la pérdida consiguiente de tiempo, con merma de la seguridad y al costo de importantes gastos en divisas.

El frigorífico nacional, permanentemente olvidado en el recuento de las obras que enaltecen la gestión colorada en el Gobierno, es sin embargo una adquisición valiosísima que se ha incorporado como recurso de la mayor eficacia para preservar las cosechas de frutos perecederos, con beneficio para el productor, que se defiende de la corrupción de los precios de temporada y para el consumidor, que dispone de los productos durante todo el año.

Digamos aún que quedan sin mención trabajos tan importantes como los realizados en el camino de Concepción a Pedro Juan Caballero, cuya picada del Chirigüelo, antes apenas accesible y trágicamente siniestra, es hoy pintoresco y dócil motivo de atracción para el viajero, que se desliza en automóvil a velocidad normal de ruta. Salida al puerto Franco de la capital del norte, recíproco del de Paranaguá, este camino será arteria por la que recuperará la savia pérdida toda esa importante región, anémica desde que con un caprichoso régimen de aduanas, fruto de la incuria de las oligarquías, se la despojó de sus más firmes y rendidores recursos.

 

LAS FUERZAS ARMADAS

Y para cerrar esta recapitulación, que sólo abarca algunos puntos sobresalientes a los efectos de la conclusión que nos proponemos, volvamos otra vez la atención a las Fuerzas Armadas, a cuya lealtad ha de agregarse una permanente dedicación al mejoramiento profesional y un proficuo concurso en las importantes tareas del progreso. En la construcción de los caminos, en la complementación de la producción civil, en la atención de los servicios aéreos de las líneas comerciales, en la instrucción de los conscriptos para el manejo de maquinarias agrícolas, en la tarea de los astilleros para incorporar nuevas unidades a la flota mercante y en muchas otras actividades que reclaman capacidad y patriotismo, selectos contingentes de nuestros militares, bajo las órdenes de jefes y oficiales responsables, cooperan con entusiasmo, perfectamente compenetrados de la nueva conciencia de que todo quehacer en aras de la grandeza nacional dignifica y ennoblece.

 

LA TÓNICA DE LA NACIÓN EN MARCHA

He aquí la tónica de la nación en marcha, que tiene su más entusiasta animador y su más incansable obrero en el correligionario Presidente Alfredo Stroessner. Parcos en el elogio, pero sinceros en el reconocimiento y profundos en el sentir, apenas si hemos mencionado su nombre. Sin embargo todos sabemos que en él se encarna una voluntad de servicio que no se resigna ni al cansancio ni al imposible. En esa voluntad está la razón del calor con que lo acompaña el Partido, como lo está en la sujeción de todos sus actos de gobernante a los postulados del programa nacionalista del Coloradismo.

Y es esta la trabazón que a cualquier costo quieren romper nuestros adversarios. La conspiración, la intriga internacional, la inconducta premeditada, todo cuanto pueda ser lesivo para el orden y las buenas relaciones del país, son recursos legítimos para quienes se han puesto al margen de toda legitimidad. En éste tren, hasta las fricciones internacionales que pudieran sobrevenir de sus maquinaciones, serían saludadas como un triunfo por la irresponsabilidad que los domina. Hasta una imposible desgracia mayor es para ellos un sueño que no dejan de acariciar. Pero ogaño no es antaño y la legión no reeditará en el presente la cruzada que le dio tan triste memoria.

 

SOLIDARIDAD DE GOBIERNO, PARTIDO Y FUERZAS ARMADAS

Hemos dicho al comienzo que el año ha transcurrido bajo el signo de la unidad partidaria. Añadimos ahora que ha sido esa unidad una de las fuerzas protagónicas del éxito con que se ha sorteado todas las emergencias, y que a esa misma unidad queda fiada la integridad del proceso reconstructor de la nación. La solidaridad de Gobierno, Partido y Fuerzas Armadas no se apoya en meras relaciones personales, sino en una armoniosa interpretación de las obligaciones emergentes de un común empeño. En salvaguarda de esa armonía, que es al mismo tiempo la máxima seguridad, hay que erigir el deber de ser unidos en la cima de toda preocupación colorada, como el máximo ejemplo en que puedan inspirarse cuantos comparten el Complejo quehacer del conjunto.

 

ÚNICA RECOMENDACIÓN

Y para terminar, correligionarios, vaya como única recomendación de vuestra Junta de Gobierno en víspera" del año llega, la de mantener, preservar y perfeccionar los bienes que derramó sobre el Partido el espíritu del 27 de octubre, para completar sin tropiezos ni frustraciones, sobre la más alta lumbre del Paraguay nuevo, la misión histórica del Coloradismo inmortal.



DISCURSO PRONUNCIADO EN LA NUEVA CASA DE LOS COLORADOS/ 26-X-1957

Excmo. correligionario General de Ejército

Don Alfredo Stroessner,

Correligionarios, Correligionarias:

La Junta de Gobierno que regía los destinos del Partido Colorado en 1950, halló insuficiente para el desenvolvimiento partidario el antiguo local de la calle España y en consecuencia, resolvió adquirir otra propiedad, para construir en ella un edificio adecuado a las exigencias del complejo mecanismo de un gran Partido moderno, como es el nuestro.

El Dr. José Zacarías Arza, que entonces ejercía la presidencia de la Junta de Gobierno, firmó la escritura de transferencia de este predio y de inmediato gestionó la confección del proyecto de edificación.

Los señores José Luís Escobar y Homero Duarte, fueron los Arquitectos elegidos para el planeamiento, de acuerdo a un programa de distribución, cuya redacción nos fuera entonces confiada.

El contrato respectivo fue signado el 9 de febrero de 1951 y el proyecto, con toda su documentación, quedó totalmente terminado en el curso de aquel año.

Los trámites para la contratación de la construcción fueron largos y laboriosos, hasta que en fecha 11 de Setiembre de 1952, se adjudicó la construcción a la firma CHRISTIANI Y NIELSEN, Ingenieros constructores de Copenhague, de renombre mundial. Don Rigoberto Caballero, que presidía entonces la Junta de Gobierno, firmó el contrato de construcción, adoptándose el sistema llamado de costos y costas. La Junta de Gobierno designó directores de la obra, a los Arquitectos proyectistas Señores José Luís Escobar y Homero Duarte y Supervisores, en representación de la Junta, al Ingeniero Gustavo F. A. Storm y Arquitecto Tomás Romero Pereira.

Mientras se procedía a la demolición del antiguo edificio que se levantaba en este sitio y se adquiría y almacenaba el cuantioso material necesario para el fabricado, surgió la imperiosa necesidad de alojar, racionalmente al diario del Partido, que ocupaba un local inadecuado y de subido arrendamiento. La Junta de Gobierno, imbuida del “signo del tiempo” que ya entonces se insinuaba, resuelta a concretar obras fundamentales que cimentaran sólidamente la férrea organización del Partido, resolvió darle carácter de prioridad a la edificación de la casa del diario, llamado entonces “LA UNION”, nombre augural que ya hacía presentir, un venturoso porvenir para el pueblo Colorado. Y fue así que, en febrero de 1954, el vocero colorado terminó su semisecular peregrinación por locales arrendados e impropios, para ocupar al fin, cómoda y decentemente, su casa propia, contigua al hogar común. El costo de esta edificación fue de Gs. 1.281.263.01.

El proceso de construcción de nuestra “Casa de los Colorados”, siguió sin interrupción y a un ritmo en consonancia con la capacidad del medio. Los materiales empleados fueron de preferencia nacionales y se importaron únicamente, aquellos inexistentes en el país.

A fin de dar una idea objetiva de la magnitud de esta realización, ofrecemos algunas cifras, elocuentes por sí solas, de los materiales empleados y de las estructuras construidas: 16.360 bolsas de cemento gris; 29.700 Kg. de hierro redondo; 800 m3. de hormigón armado; 360.000 ladrillos comunes; 151.000 ladrillos huecos; 1.300 m2. de revestimientos de ladrillos cerámicos nacionales; 450 m2. de revestimiento veneciano importado; 3.100 m2. de pisos graníticos; 1.600 m.2. de pisos calcáreos; 1.400 m2. de cielorrasos con metal desplegado; 1.000 m2. de carpintería de aberturas de madera; 200 m2. de carpintería de hierro; 475 m2. de cristales; 270 m.l. de barandas de tubos de hierro; etc.

El importe total abonado, hasta la fecha, por todo lo existente, incluyendo el mobiliario es de Gs. 25.143.441.72.

Es necesario aclarar, que el alto costo de los ascensores ha postergado su instalación y que, aún falta abonar pequeños saldos adeudados a los Sub-contratistas, que no han presentado sus liquidaciones.

El área cubierta comporta, en el primer piso: este espacioso pórtico de acceso que conduce al amplio Patio de Honor, destinado a los actos de gran significación partidaria; el local para el museo partidario, que servirá también como sala de conferencias y reuniones para los organismos auxiliares; el restaurant con sus dependencias; el hall de entrada con su Sección de Informaciones; pórticos y terrazas de gran capacidad. En el segundo piso: están ubicadas las oficinas para la Secretaría General; Sección de servicios Jurídicos; Secretaría de Seccionales de la Capital; Secretaría de Seccionales de Campaña; Secretaría de Reorganización partidaria; Sección de Afiliaciones; lección de Cédulas de Identidad Partidaria; Sección Archivo General; Secretaría de Asuntos Estudiantiles; Secretaría de Asuntos Obreros y oficinas para organismos auxiliares (Comisión Central Femenina, Comité Central Juventud Colorada y Centro Colorado “BLAS GARAY”) y la Central Telefónica. En el tercer piso: se sitúan: la Sala de Sesiones de la Junta de Gobierno; las Oficinas de la Presidencia; la Secretaría Política; la Rula de Comisiones; la Biblioteca; la Sala de Lectura; la Administración y Contaduría. La planta baja: cuenta con un gran depósito, el gabinete fotográfico y la entrada de autos con su portería elevada. Las comunicaciones entre los diferentes planos del edificio, está asegurada por tres amplias escaleras de tramos rectos, revestidas con material granítico. Los servicios higiénicos están distribuidos convenientemente en todos los pisos.

La superficie cubierta del edificio es de 4.279 m2., ocupando los patios, azoteas, terrazas y calle de autos un área descubierta de 2.390 m2.

Conviene aclarar, con énfasis, que a pesar de su posición de Partido de Gobierno, la Administración de la Junta en la construcción de esta casa, no ha recurrido a privilegio alguno, sea cambiario, impositivo o crediticio. Por todo ello, Nosotros los Colorados, podemos sentirnos orgullosos del alto espíritu de cooperación demostrado por aquellos que generosamente, aportaran su contribución para erigir este monumento, magnífico símbolo de la capacidad creadora del Coloradismo, que se manifiesta en todos los órdenes, tanto aquí, como en los ámbitos más apartados del suelo patrio.

Y en mérito a tal ejecutoria, nos permitimos recomendar o la consideración de todo el pueblo Colorado, a la Junta de Gobierno que concibió y proyectó esta obra, a la Junta que contrató y continuó su construcción y a la Junta actual, que ha alcanzado el extraordinario privilegio de terminarla e inaugurarla en este día, desde hoy memorable en el calendario de nuestro Partido. Los correligionarios que contribuyeron con sus generosas donaciones, sin las cuales hubiera sido imposible esta realidad, merecen, no sólo nuestra consideración, sino nuestra más conmovida gratitud. Es de estricta justicia, expresar nuestro público reconocimiento, a los Arquitectos que con talento y dedicación proyectaron los planos de este edificio y particularmente al Arquitecto Don José Luís Escobar, quien dirigió los trabajos hasta su total culminación. Es oportuno destacar que este compatriota inteligente, desinteresado y de gran probidad profesional, es nieto del General Don Patricio Escobar, fundador y prócer de nuestro Partido. También nos place encomiar la capacidad responsable y correcta demostrada por los Ingenieros constructores Christiani y Nielsen, en todo el curso de la construcción.

Los correligionarios Ingenieros Gustavo F. A. Storm y Enrique Barrail, que nos han prodigado su colaboración para la eficaz supervisión de los trabajos, merecen bien del Partido. Se han hecho acreedores de especial mención, los Sub-contratistas y obreros que afanosamente contribuyeron con su artesanía, a plasmar en realidad esta concepción arquitectónica que decora nuestra ciudad capital y es justo orgullo para todos los Colorados.

Este es, en suma el resultado de la colaboración integral del esfuerzo Colorado, que la Junta de Gobierno de mi presidencia hoy inaugura y libra, al uso de todos los correligionarios. Y si nosotros tuvimos la capacidad de erigir este monumento, tenemos el derecho de exigiros a vosotros, jóvenes amigos colorados que recibís la herencia, que lo uséis con dignidad y lo conservéis "con decoro, tal como cuadra a vuestro pundonor de colorados, tanto vosotros como nuestra más remota posteridad.

Ruego al Ilustre correligionario, General DON ALFREDO STROESSNER, quiera descubrir la placa que conmemora esta inauguración y al Excmo. Arzobispo de Asunción proceda a bendecir el edificio e impetre, para esta casa y sus moradores, la perenne protección de Dios Todopoderoso.



DISCURSO PRONUNCIADO EN LA INAUGURACIÓN DEL NUEVO LOCAL PARTIDARIO/ 26-X-1957

Excmo. correligionario General Don Alfredo Stroessner;

Señores miembros de la Junta de Gobierno;

Venerable Señora Da. Julia Alvarez Vda. de Caballero;

Señores Delegados de las seccionales del Partido;

Correligionarios, correligionarias:

Como el creyente que, pletórico de fe, acude al santuario de su religión, así, de todos los ámbitos de la Patria acudimos hoy, por primera vez a este recinto, para practicar el solemne oficio de nuestro credo político, los representantes de todos los Colorados de la República.

Y es justo que sea este lugar de la histórica cita, con su alta bóveda propicia a los vuelos del espíritu, y con sus amplios ventanales abiertos sobre el luminoso panorama de nuestra ciudad madre, cuyos afanes de progreso en pleno desarrollo ascencional, deben normar nuestra conducta de dirigentes colorados en trance de resuelta y continuada superación.

La franca entrada del palacio, carente de puertas monumentales o rejas macizas, simboliza el sentido de la libertad que entraña el coloradismo. Nada obstaculiza el trajín del viandante y la multitud de columnas que cubre el vasto ambiente, produce la sensación del fresco verdor de nuestras selvas de lapachos milenarios, donde nos hemos sentido más de una vez, sobrecogidos por la grandeza de esta tierra, colmada de cuantiosos bienes, por la mano del Creador. A la sombra de las amplias galerías interiores y de los pórticos abiertos, concebidos sin rebuscamientos ni resquicios, a la manera de un gimnasio ateniense, los correligionarios encontrarán el ambiente adecuado para el diálogo fraternal y amable, y para el pensamiento elevado que debe presidir la vida de relación entre colorados, tal como son ajenos estos pórticos y estas galerías al rebuscamiento malicioso o al resquicio desleal.

Esta obra, antes que augural, es el símbolo presente de la constructividad Colorada del tiempo que vivimos en esta tierra que se despierta de su modorra de medio siglo, resuelta a retomar el lógico destino a que tiene derecho, como tienen derecho a la divina recompensa, los que sufrieron y se desangraron en demanda del ideal.

Este templo que será morada del más alto nacionalismo, donde todos los próceres de la Patria serán reverenciados en .sus altares erigidos por la devoción republicana, es ante todo y sobre todo, una categórica afirmación de la profunda fe en la recuperación integral de la Nación y en la perennidad mesiánica del Coloradismo, como instrumento esencial de su grandeza.

Obras materiales llaman a estas y otras realizaciones similares, los abúlicos, los que no pueden liberarse del apocamiento de la toldería. No son obras materiales las catedrales góticas, levantadas piedra sobre piedra con el fervor abnegado de los creyentes, que a costa de incontables privaciones lograban erigir las suntuosas bóvedas a cuya sombra misteriosa adoraban los símbolos de su fe. Tampoco es obra material el Parthenón, el inimitable monumento que el genio de Pericles erigiera en el Acrópolis de Atenas, en honor de Palas Atenea, la Diosa de la Sabiduría. No puede ser una obra material, la que ha sobrevivido al pueblo que la engendrara y que a través de los siglos sigue constituyendo la expresión máxima de la inextinguible cultura helénica, que hoy a 2.400 años de distancia, aún forma la base de la civilización occidental.

Así también, este monumento que nos acoge, no es una obra que deba valorarse por su materialidad, porque el esfuerzo y el pensamiento que determinaron su creación, no fueron solamente los de aquellos que estuvimos permanentemente al pie del andamiaje. Por encima estaba la fuerza de un imperativo que venía de lejos, de muy lejos, como una orden transmitida de generación en generación, como un mandato de nuestra fe política para engrandecer a nuestro Partido. Era algo así, como el eco de la voz de Caballero desde Ñú-Guazú en 1873; la de Enrique Solano López desde Ypytá, en 1904; las de los que arrastraban sus grilletes en los tórridos palmares de Fortín Galpón, en 1908; las de Alejo Ramírez y los caídos en Laureles; la de los compañeros de Yacyretá, en 1909, que con la mecha encendida entre los dientes, emulando a Genes, intentaron a nado, minar la embarcación enemiga encallada por el fuego de nuestros infantes sobre los arrecifes del Salto Yacyretá; era la voz de los compañeros, que con Carmelo Rodi cayeron en la Retoma de Asunción, en febrero de 1912; la de aquellos otros que como Cornelio López, José Ruda y tantos más, cayeron a nuestro lado, en Luque, en marzo de 1912, en defensa de los ideales Colorados; la de los luchadores contra el malón comunista, desde Pirí-Pucú hasta Villeta y Cerrito, muertos o sobrevivientes; eran los ecos de todas esas voces que nos llegaban desde las profundidades de la historia, como un mandato imperativo que hoy dejamos cumplido, para reverenciar a la sombra de este recinto el recuerdo de sus penurias y la exaltación de sus glorias.

Sea pues este, un homenaje al pasado; pero, sea también y principalmente un anuncio al porvenir, considerando este acontecimiento como un punto en el que se cierra una etapa crucial, y desde el cual el Partido, fortalecido en todos sus recursos morales, espirituales y materiales, debe lanzarse decididamente a la conquista de todos los enunciados de su Declaración de Principios, que en forma cada vez más amplia y concreta va trazando el rumbo de la Nación, orientando la gestión de sus gobernantes y fructificando en conquistas para el pueblo.

Unos pocos ejemplos serán suficientes para probar esta verdad.

En lo relativo a Política Internacional, los cinco puntos enunciados en la Declaración, se han cumplido cabalmente. Respetamos la soberanía de las demás naciones y hemos hecho respetar la nuestra con una ergía sin precedentes, después de Cerro Corá. Predicamos y practicamos la igualdad jurídica de las Naciones y somos celosos defensores del principio de no intervención. El incremento de nuestras relaciones internacionales ha seguido una curva ascendente en grado máximo y nuestro afán de promover la mancomunión de esfuerzos con las naciones limítrofes, mediante vías de comunicación y de intercambio en todos los órdenes, constituye el éxito más clamoroso del Gobierno Colorado de los tres últimos años. Aunque todos lo saben, no podemos dejar de mencionar en esta solemne oportunidad, que el honor de la iniciativa y del éxito de todas estas gestiones diplomáticas, corresponden en primer término, al ilustre correligionario que hoy rige los destinos de la Nación.

Con idéntica decisión, se han planteado y resuelto exitosamente los problemas relativos a Educación y Cultura, reorganizando el sistema educacional, construyendo locales escolares en cantidad importante, creando institutos de experimentación y vocacionales, perfeccionando las instituciones destinadas a la formación del profesorado, restaurando la autonomía de la Universidad sobre bases institucionales insospechables, fundando nuevas Facultades, adjudicando bolsas de estudio, para el extranjero, a profesores y alumnos y diversas otras realizaciones que colocan al capítulo de la educación del pueblo, entre las obras más eficientes del Gobierno Colorado del Presidente Stroessner. En los mismos términos podemos señalar el impulso ponderable que se ha dado a la organización de las Fuerzas Armadas, la Salud Pública, la Economía, las Finanzas y a las Obras Públicas en particular, cuyo incremento ha sido de un coeficiente verdaderamente asombroso en estos dos últimos años, merced a la incansable dinámica y al optimismo a toda prueba del correligionario Presidente de la República.

Como veis correligionarios amigos, estamos bajo el signo de la fe, de la acción y del trabajo fecundo, atributos derivados de la paz serena y bienhechora del Gobierno del Partido, a dos años apenas de aquel día luminoso que alumbró la escena de la reconciliación de todos los Colorados.

Podemos imaginarnos el porvenir que nos aguarda, de continuar el ritmo semejante ordenación jurídica, por cinco o diez años más...

Seamos pues, de una vez y por siempre, amigos, buenos amigos de verdad y que la sombra hospitalaria de esta casa, aloje solamente a los desprovistos de toda malicia.

Los directores partidarios que tengan el honor de ocupar las bancas de este recinto, deben hacerlo con plena conciencia de la alta responsabilidad que tal distinción comporta. Debemos concurrir aquí pletóricos de ideas constructivas, de afán progresista y hasta de sueños; y para ello, al subir la ancha escalinata del pórtico de acceso, debemos despojarnos de todo cuanto signifique pasiones inferiores o ambiciones inconfesables, para convivir con lealtad y afecto-fraternal los hermanos, que fuimos, somos y seremos siempre, todos los Colorados.

Que nunca anide en nuestros corazones el sentimiento de la soberbia y que la humildad altiva y digna sea nuestra virtud esencial. No olvidemos que descendemos del pueblo y somos el pueblo y que si hoy residimos en este palacio, alguna vez acampamos en Mbopi-cuá, sobrellevando penurias sin cuento gracias al fervor de nuestras convicciones. Que ninguna presunción destiña el rojo de nuestra sangre espiritual, o la modestia de nuestro corazón, sin pujos de blasones que desde luego no nos interesan.

La imagen del creador de nuestra religión política, realizada por un gran artista paraguayo, representa al General Caballero en la época de la fundación de nuestro Partido. Desde hoy en adelante, nos mira y seguirá mirándonos con sus diáfanas pupilas azules, con una expresión de vida, que el genial pintor, correligionario Holden Jara, ha logrado en forma admirable. En lo sucesivo, nadie que levante la voz en este recinto debe pronunciar la palabra enconada que hiere, o la del odio que destruye; y en el instante fugaz que preceda a tales extravíos, contemplemos la mirada del prócer, que siempre presidirá nuestras deliberaciones y se calmará nuestro arrebato y se obrará el milagro de la moderación. Si procedemos en contrario, se empañará la luz de sus pupilas y habremos escarnecido su sagrada memoria.

En homenaje al glorioso fundador de nuestro Partido y a todos los que cayeron por el ideal Colorado: os pido un instante de recogimiento.



RESPONDIENDO AL HOMENAJE RENDIDOLE POR LOS LÍDERES DEL COLORADISMO/ 14-XI-1957

Excelentísimo correligionario Gral. DON ALFREDO STROESSNER;

Excelentísima Señora de STROESSNER;

Señores Vice-Presidentes y Miembros de la Junta de Gobierno;

Señores Presidentes y Miembros de las Seccionales

Coloradas de la Capital;

Señores Miembros de los organismos auxiliares de la Junta de Gobierno;

Correligionarios, Correligionarias:

Pocas veces, en nuestra ya larga y accidentada vida, nos hemos sentido tan abrumados por la emoción, como en este acto extraordinario —que según la acertada expresión del Vicepresidente de la Junta de Gobierno, Dr. Crispín Insaurralde y las generosas palabras del portavoz de las Seccionales capitalinas Señor Juan Esteche Fanego— ha sido convocado para ejercitar una de las virtudes más nobles del hombre: el sentimiento de la gratitud.

Esta manifestación de la amistad colorada, asume para nosotros la proporción de una apoteosis que no podríamos admitirla, si ella no estuviera dedicada a la más alta jerarquía responsable del Partido, que se enaltece en aceptarla. Y el honor es tanto más elevado, en este caso, en que es tributado por los más encumbrados y prestigiosos líderes del Coloradismo que presididos por el primer ciudadano de la República y Colorado número uno, se han congregado en este acto singular, de verdadera afirmación de las bases que hace inconmovible a nuestra poderosa ASOCIACION POLITICA.

En su alcance personal, el homenaje constituye el acervo más alto de nuestro blasón partidario, que lo recibimos en nombre de nuestros hijos y de los hermanos caídos en la tormenta, sin presentir siquiera la lejana aurora de la victoria.

El emblema de esta extraordinaria demostración que he recibido de la mano amiga del viejo compañero, constituirá la herencia capital que legaré a mis descendientes.

La erección de esta “CASA DE LOS COLORADOS” y nuestra brega permanente por la unidad del Partido, fueron los hechos determinantes de esta amistosa reunión, propiciada por los colegas de la Junta de Gobierno.

Respecto de lo primero, tuvimos la oportunidad de referirnos en fecha reciente, con motivo de la inauguración oficial del edificio y podemos agregar que, todos los correligionarios visitantes se sienten orgullosos, engrandecidos, eufóricos, al recorrer las dependencias del hogar común. Esta sola construcción, es harta recompensa al fervoroso y prolongado esfuerzo que le dedicáramos.

Paralelamente a la fabricación de este bloque de hierro y cemento, surgió la imperiosa necesidad de conglomerar los dispersos elementos humanos del Partido, para construir un bloque, tan sólido como este de material, símbolo visible de la unidad partidaria.

La empresa, complicada y ardua de por sí, a base de factores imponderables de difícil aglutinación, fue afrontada con el mayor empeño y con una fe, a prueba de todo pesimismo, fe que seguimos alentando y con la cual hemos allanado y seguiremos allanando montañas de incomprensiones, que se van aventando, una tras otra, mediante una mancomunión de esfuerzos de los más eminentes líderes del Partido y el sentimiento unánime de las masas, que exigen la fraternidad, la concordia, la unión integral, en fin, de la gran familia Colorada. Y si bien las dificultades menudearon, la colaboración eficaz de los compañeros y correligionarios de buena fe, vencieron los escollos más serios, despejando el ancho camino de la convivencia, donde no quedan sino algunos guijarros aislados, que pronto pulirán los cantos de sus asperezas, arrastrados por la poderosa corriente de la sensatez política.

Y no podría ser de otra manera; era la lógica de los hechos reales. De la Convención de marzo del 56, como concreción del espíritu del 27 de octubre, surgió la suprema autoridad partidaria, constituida por los hombres más representativos de los antiguos grupos. Su autoridad, por lo tanto, era indiscutible y legítima. En cuanto a su eficacia, el tiempo transcurrido, los hechos acaecidos y la obra construida, hablan con más elocuencia que todos los discursos. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que en la historia contemporánea de la Nación, jamás se ha registrado una situación política como la actual, de tan perfecto equilibrio entre Gobierno, Fuerzas Armadas y Partido gobernante. Y el fenómeno es explicable: los integrantes del Gobierno y las Fuerzas Armadas son Colorados convencidos de la necesidad de vivir en armonía, en comunión de ideas, sentimientos y aspiraciones, a fin de garantizar la paz indispensable para lograr el objetivo supremo: el bienestar del pueblo y el progreso integral de la Nación.

Es pues lógico, que la autoridad partidaria encargada de velar por la fiel observancia de las doctrinas y principios que informan nuestro credo político, se sientan solidarias con las instituciones del Estado, que interpretan fielmente esas doctrinas y esos principios. De tal íntima compenetración, surge este equilibrio macizo e inconmovible, no obstante las duras asechanzas a que fuera sometido.

Naturalmente, no todos los episodios fueron de color de rosa. Al reorganizar los cuadros directivos de las autoridades partidarias y el consiguiente elenco gubernamental, se produjeron los indispensables desplazamientos de valores inferiores a las posiciones alcanzadas.

Algunos de estos desplazados son los que predican el descontento y crean pequeños focos de agitación, de todo punto injustificable. De la otra parte, ciertos reintegrados del 27 de octubre, que acudieron con pretensiones excesivas, al no hallar satisfechas sus aspiraciones, formaron con los anteriores el coro del desconcierto, creando un clima poco propicio para las realizaciones constructivas de bien público.

En nuestro incurable optimismo sobre la unidad, conceptuamos estos fenómenos como una suerte de crisis de convalecencia, a la que todo organismo político o biológico, está expuesto. Es nuestra convicción y nos atreveríamos a afirmar que es también la del propulsor máximo de la unidad, del Jefe sin cuyo pensamiento y acción, hubieran sido vanos nuestros sueños de grandeza y nuestro empeño para hacerlos realidad; el mismo que en fecha memorable, dio la prueba inequívoca de su fe republicana confiando a la autoridad de su Partido la solución de una crisis política que otros, en su caso, la hubieran resuelto por sí ante sí y para sí. Por todo ello, correligionarios amigos, si este homenaje al esfuerzo por la unidad debe ser compartido por alguien, ese no puede ser otro que el más esforzado de todos; el ilustre correligionario GRAL. STROESSNER.

Es conveniente que estas cosas, por todos conocidas, las digamos una vez más en este recinto cuyos altos muros nunca hubieran recogido el eco de nuestras palabras, porque sin el providencial acontecimiento del 5 de mayo de 1954, hubieran quedado truncos para siempre.

Por otra parte, el sentimiento de la unidad es permanente e inmanente en el corazón Colorado. Muchas borrascas internas que amenazaron sus cimientos mismos, conjuró el Partido desde sus orígenes.

En los últimos años del siglo pasado, surgió un cisma terrible que puso en peligro su estabilidad. Un aventurero de la legión nefasta infiltrado en nuestro Partido, llegó a nuclear un grupo de hombres de frágiles convicciones republicanas que la jerga popular denominó “verdirrojos”. Estos al amparo de la amplia libertad que los Gobernantes de la Reconstrucción, daban al pueblo, se organizaron para desplazar a sus jefes auténticos.

Los Generales Caballero y Escobar, enterados de la situación que se les creaba, restablecieron la legitimidad partidaria en la histórica sesión de las Cámaras reunidas en Congreso el 9 de Enero de 1902. El saldo trágico de la jornada lo constituyó, una pérdida irreparable de la que el Partido no se recobró jamás: la eliminación física del sucesor legítimo del GENERAL CABALLERO, su albacea político, su amigo y pariente, el Dr. FACUNDO INSFRAN. Y si este cayó muerto, tampoco se libraron del plomo homicida el GENERAL CABALLERO, que ciego, aquejado de catarata presidía la sesión y Eduardo Fleitas, el caudillo popular, cuya eliminación también interesaba a los criminales conjurados.

Hace 55 años que presenciábamos consternados, el cuadro dramático de la extracción del cadáver del Dr. INSFRAN de la sala del Congreso, en brazos de sus alumnos de la Facultad de Medicina; y como si fuese ayer, aún tenemos presente en nuestra retina, los semblantes llorosos de Eduardo López Moreira, Ricardo Odriosola, Cayo Romero Pereira, Manuel Urbieta y Miguel Silvera que cargaban el cajón ensangrentado en una ambulancia de la asistencia pública, que lo condujo a su domicilio...

Esta descomposición interna, tuvo su lamentable consecuencia dos años después, en la desastrosa revolución de 1904 que, a semejanza de la de 1912, se perdieron ambas, más bien por la defección de adentro, que por el empuje adversario.

Desaparecido el fundador de nuestra Asociación Política en febrero de 1912 empieza la dilatada noche de veinte años, que con el Partido dividido formalmente en 1927, se cierra en 1932, cuando al llamado de la Patria todo el pueblo Colorado con su Presidente a la cabeza, acuden a enfrentar al invasor de la heredad Chaqueña.

Los que, durante ese largo período supieron mantener el fervor partidario y ampararon y defendieron los fueros del ciudadano colorado, merecen los honores de la consagración en un capítulo de oro de nuestra historia política, que debe ser perpetuada en el libro, por los jóvenes que se hayan incorporado a las huestes republicanas, en su marcha triunfal por las amplias avenidas del poder.

Mucho podéis aprender, jóvenes amigos, de las viejas cabezas republicanas que se enorgullecen de lucir sus canas familiarizadas con borrascas, canículas y tinieblas; y a buen seguro que podréis descifrar en ellas la forja del sufrimiento que enaltece, y la del pensamiento que ha ensayado el ascenso a las cumbres del ideal.

Veneradlas no sólo como reliquias del pasado, sino como fecundas fuentes de inspiración del presente inmediato y aún del porvenir. Y no olvidéis, que ningún árbol puede germinar, florecer y fructificar, sin que sus raíces se afirmen en la tierra y se nutran de sus entrañas.

La guerra del Chaco, del punto de vista partidario, sirvió para destacar valores y terminar con el mito de la perennidad oligárquica del liberalismo. Las condiciones en que iniciamos la campaña, sin ninguna preparación previa, según la expresión del propio Comandante en Jefe del Ejército del Chaco, su conducción política absurda y su conducción militar vacilante y tímida, tanto en los planes estratégicos de destrucción del enemigo, como para exigir al Gobierno los materiales y elementos imprescindibles a la obtención de la victoria, lograda no obstante a costa de enormes sacrificios, crearon en nuestro pueblo la conciencia de su superioridad y la confirmación plena de la prédica heroica de O’Leary, que reencarnó en los “Pilas” Chaqueños las gestas gloriosas del gran Ejército del MARISCAL LOPEZ.

Reincorporados los ex-combatientes a sus hogares, los hombres prominentes de nuestro Partido, olvidando sus diferencias de 10 años, unificaron sus cuadros directivos en 1936 y, desde entonces, comenzó la lenta reorganización de todas sus autoridades.

Pero al ocurrir el movimiento del 17 de Febrero, esta operación, aún incipiente, no permitió una acción eficaz para asumir el poder, a pesar de la participación principalísima de distinguidos correligionarios ex-combatientes, en la gestación y ejecución de la asonada.

Venciendo grandes dificultades, el Partido continuó su reorganización y cuando en 1946 llegó el momento de alistarse en aquel desafortunado ensayo democrático, llamado “Gobierno de Coalición”, el Partido presentó un grupo de hombres capaces, que actuó con gran acierto político. Lo acontecido después, en este pasado inmediato, lo conocen todos y no tenemos porque insistir sobre hechos lamentables. La pugna de siete años, fue pródiga en desaciertos, pero desde el 27 de octubre de 1955 brilla de nuevo la luz de la concordia y con ella, la esperanza de la definitiva fraternidad Colorada. Desde entonces, podemos analizar serenamente el panorama esbozado al iniciar nuestra exposición.

En lo nacional, todos conocen las realizaciones en el orden de la cultura, la economía, la salud del pueblo, la seguridad pública, las comunicaciones, los transportes, la exploración y explotación de las riquezas naturales y las obras públicas diseminadas en todo el país.

Atribuimos urgente prioridad a la construcción de la Ciudad Universitaria, ya en trámite de iniciación, que la Junta de Gobierno impulsará con toda energía, en lo que de ella dependiera.

En el orden internacional, la voz del Paraguay ha resonado con dignidad en las más altas tribunas del Continente.

El Jefe de Estado en persona, ha pronunciado la oración solemne de su Patria, en el histórico recinto cuyos muros recogieron el eco del verbo subyugante de Bolívar. Y por primera vez en la historia, las calles de Santiago, Caracas y Río de Janeiro se engalanaron con los colores de la gloriosa bandera de Cerro Corá, para rendir los máximos honores al Presidente de la República del Paraguay.

En el orden partidario, los hombres que gobiernan el Partido, en su mayoría, integran el Gobierno Nacional. Y estos hombres, no pueden actuar de otra manera, que aplicando fielmente los principios y las doctrinas republicanas. La supervisión de esta fiel aplicación, es la más alta misión de la Junta de Gobierno.

Es también su preocupación de primer plano, la normalización de las Instituciones democráticas de la República en un futuro que no debe demorarse.

Y para esto y para lo detallado anteriormente y lo que falta enumerar, es imprescindible la férrea unidad partidaria, base fundamental para mantener el equilibrio permanente entre Gobierno, Partido y Fuerzas Armadas, sin cuyo esencial requisito, todo será, “sembrar en el viento o arar en el mar”.

Este homenaje, generosamente propiciado por la Junta de Gobierno que en nuestra persona se ha tributado a la alta jerarquía que investimos, pudo merecer cualquiera de los veteranos Jefes que rodean esta mesa, de haber ocupado este sitial para el que, todos ellos tienen sobrada ejecutoria. Pero ya que el destino nos encontró en este sitio, no nos resta sino expresaros, en esta solemne ocasión, con el aval de nuestros antecedentes partidarios, nuestra permanente resolución de seguir empuñando con la misma energía de Yacyretá, la Retoma y Luque, la bandera inmortal del GENERAL CABALLERO. No es cuestión de resolverse a morir por una causa; es preferible vivir por ella y para ella. Pero si caemos en la demanda, bendito el sudario que nos amortaje.

Sean mis palabras finales para expresaros, una vez más, mi perenne reconocimiento por este homenaje inolvidable, el más alto que un Colorado puede ambicionar y para brindar por la salud y felicidad del ilustre correligionario y gran amigo GENERAL STROESSNER y su noble esposa, por la salud y acierto de los queridos compañeros de la Junta de Gobierno y de sus gentiles esposas, por la felicidad de los señores Miembros de las Seccionales partidarias, y organismos auxiliares, de las distinguidas correligionarias y de los correligionarios amigos, que nos han rodeado en esta noche, la más memorable de nuestra vida de Colorado.



A LOS COLORADOS DE LA REPÚBLICA 31-XII-1957

Por cuarto año consecutivo tenemos el insigne privilegio de ser el portavoz del Partido Colorado, para hacer llegar a los soldados de la causa inmortal del General BERNARDINO CABALLERO, los más cálidos votos de felicidad que para todos ellos formula, en este día de hondas reflexiones y de renovadas esperanzas, la Junta de Gobierno que presido. A esos votos, sincera expresión de los sentimientos de los directores partidarios, unimos el nuestro, con todo el calor de nuestra indeclinable fe republicana y con la emoción de nuestra vieja militancia política, que nos permite contemplar en la perspectiva del tiempo y los recuerdos, decenas de fechas como esta y valorar a través del resumen de ellas el proceso ascencional del Partido, desde la llanura a la que le llevara la traición de 1904, hasta la cumbre de unidad y poderío que hoy ostenta.

Y dentro de ese proceso, tan largo y doloroso, tan cruzado de luces y de sombras, tan áspero y angustioso muchas veces, por designio del Destino, nos ha tocado hacer oír nuestra voz desde el plano de la más alta responsabilidad partidaria, para anunciar los más encumbrados acontecimientos políticos que jalonan la vida positiva del coloradismo, desde el año 1932 a esta parte. Así fue, como nos tocó en suerte ser el portavoz de aquella memorable resolución que puso a todo el Partido, sin defecciones, por encima de diferencias personales o de grupos, en pie de guerra, para responder como parte esencial del pueblo paraguayo, al llamado de la Patria en defensa de su heredad amenazada. Y así fue también, como, veinte años después de cumplida gloriosamente la epopeya del Chaco, nos cupo la insigne "misión de hacer llegar a todos los correligionarios la voz de unidad, de solidaridad y de concordia que brotara del abrazo fecundo del 27 de octubre de 1955, en el que se confundieron, limpios de corazón, patrióticamente inspirados, leales al servicio de los ideales republicanos, todos los Jefes partidarios que ilustran con su autenticidad y con sus luces el vigor y la profundidad del coloradismo contemporáneo.

Señalamos estas ocasiones excepcionales ajenos a toda vanidad, sólo para revelar, con cuanta gratitud hablamos hoy al pueblo colorado en cumplimiento del mandato que motiva este homenaje, y con cuanta sinceridad ponemos en él los mismos sentimientos renovados de año en año, a cuya empecinada constancia seguramente debemos la recompensa de tan encumbrada representación, en esta hora luminosa de la vida nacional. Por la responsabilidad que entraña tamaña representación, no podemos pues, limitarnos a desear a los correligionarios un feliz y próspero año nuevo, sino que interpretando el sentir de la Junta, debemos hacer propicia esta oportunidad, para expresar que, así como en el orden individual, cada uno contribuye a su suerte favorable o adversa, así también en el orden colectivo, se triunfa o se fracasa en razón directa de los móviles que conciente o inconscientemente determinan la conducta de la colectividad.

Estrictamente hablando; nos referimos a la colectividad colorada, extensiva a todos los ciudadanos bien intencionados, porque las corrientes de opinión que dan fisonomía espiritual a los pueblos no se contemplan aisladamente, sino que por el hecho de responder a una unidad original, definidora de la autenticidad de un pueblo, se integran en premisas fundamentales concordantes y deben emanar de una única fuente identificada por la unidad del ser nacional, sin cuyo requisito la propia nacionalidad vacila o se niega a sí misma.

Es este un concepto tanto más estricto, cuando se trata del conjunto de ciudadanos que se afirma en torno a una única declaración de principios y levanta una sola bandera cívica como definición y resumen de sus ideales. Y en este orden de ideas, no nos asusta nuestra propia historia, la historia de la vida interna del Coloradismo; porque las discrepancias que lógicamente hubieron entre nosotros jamás fueron de orden ideológico, sino de orden práctico, para responder de un modo o de otro a la lucha con el adversario en el llano, o para abreviar el tiempo perdido por las oligarquías, desde el poder.

El absurdo de un coloradismo plural, sólo puede existir y persistir en la mente enfermiza de una oposición que trata de soslayar su propia debilidad, soñando con la debilidad ajena.

Sin embargo es evidente que cuando las discrepancias, aunque sean adjetivas, tocan el límite de la ruptura o nivel de la dirección superior de una Asociación Política, ésta se resiente en su eficacia ejecutiva, con efectos solamente internos cuando se trata de la pura vida partidaria; pero con efectos que alcanzan a ser nacionales, cuando media la responsabilidad de los destinos de la Nación. Encarada esta responsabilidad por el Coloradismo en el Poder, le ha dado la solución patriótica que correspondía, limando en un decenio todas las asperezas y superando el clima de desconcierto y el ambiente de anarquía fomentado desde arriba y exasperando con la sangre de muchas luchas fratricidas, por los desgobiernos que se sucedieron entre manotazos y golpes de fuerza, durante los cuatro decenios anteriores. La culminación del empeño está representada por la fecha prócer del 27 de octubre, y se ha confirmado cuantas veces, con posterioridad a ella, la ciudadanía colorada ha sido convocada a expresarse como concierto de hombres libres.

Así por ejemplo, la reorganización de las autoridades seccionales en toda la República, en su gran mayoría se realizan normalmente en los plazos estatutarios, sin que la rivalidad eventual de dos o más listas empañe la tolerancia debida entre correligionarios. Esto permite una franca democratización de la vida interna del Partido y la mayor importancia está en que nuestra ciudadanía se prepara así para protagonizar con la máxima responsabilidad el supremo empeño colorado de dar al país, sin prisas que puedan llevar al fracaso, pero también sin inútiles dudas, una verdadera democracia que no se limite a la contienda de los votos en los atrios electorales, sino que busque y alcance la adhesión conciente de la mayoría para el desarrollo de planes nacionales encaminados a hacer el bienestar de todos los paraguayos.

Los progresos alcanzados en este sentido son verdaderamente extraordinarios, pudiendo afirmarse que al presente, dentro de las filas del coloradismo, la influencia de los caudillos de tipo primario ha terminado. Tanto las amenazas como las dádivas, son igualmente inútiles para movilizar la voluntad do los correligionarios y, ni el temor a aquellas, ni la esperanza de estas, son suficientes para torcer las convicciones de nadie.

Avalando este proceso de maduración política, las relaciones entre las autoridades partidarias y nacionales se desenvuelven en el marco de la más franca colaboración para toda obra de bien público, sin que se interfieran en el plano en que son respectivamente exclusivas. Los abusos y la prepotencia en una o en otra dirección son cada vez más aislados, y eso porque ha cundido la conciencia de que el ejercicio de la autoridad —sea en el orden político-partidario, sea en el orden nacional— no es sino la ejecución del bien común con estricta sujeción a los mandamientos de la ley. La vigencia práctica alcanzada por estos conceptos, permite asegurar que la distorsión de los mandos, que hicieron la desgracia de nuestro país durante tantísimos años, pasará definitivamente a ser cosa del pasado, bajo la égida del Coloradismo.

Se dijo alguna vez, que sólo las situaciones de emergencia, como ser un peligro inminente para la seguridad del Partido o una crisis aguda entre correligionarios, son capaces de concitar el fervor del pueblo colorado, para llevarlos a todos los heroísmos como sería en el primer caso, o para lanzarlo a una acción dinámica por sus parciales, como sería en el segundo, aún cuando en éste sobreviniese el enfrentamiento de correligionarios; pero la verdad es que el fervor colorado tiene otros cauces por los cuales discurrir, confirmando mejor los signos de su grandeza. En efecto, la bandera del 27 de octubre, que es bandera de paz y armonía, que suprime los rencores de sector, que incita al diálogo y a la tolerancia, es sin embargo, la fuente de renovada inspiración partidaria que se nutre con el entusiasmo y la adhesión de cada día en el corazón de todos los colorados del país; y el alejamiento de todo peligro de lucha armada, antes que llevarlos a la añoranza bárbara de días cruciales que no deben volver jamás, les despeja el horizonte de sus aspiraciones cívicas, impulsándolos a manifestarse en otros términos y en otro terreno, que si no son los del fervor combatiente, son en cambio los del fervor constructivo, al que antes que las emergencias, convienen los programas y en los que en vez de la exaltación, juega la serenidad.

Una prueba colectiva de ese fervor renovado en esta etapa también nueva que vive el país, lo ha dado la marcha cívica del 17 de Agosto último, que fuera motivada por los sentimientos fraternales del Paraguay hacia Chile, en ocasión de la visita de su Presidente, el General Ibáñez. Bien sabe todo el pueblo paraguayo que la convocatoria fue limitada, por razones prácticas, a los contingentes colorados de las seccionales capitalinas y sus alrededores, y que concurrieron empero, siquiera sea mediante delegaciones más o menos numerosas, los colorados de los puntos más apartados del país. Se trataba, independientemente del motivo de la convocatoria de una ocasión para reiterar la evidencia del indeclinable poderío del Coloradismo y, nadie quiso estar ausente. Una lluvia copiosa y persistente sublimisó la jornada, cuando ante la razonable sugestión de suspender el acto, los treinta mil correligionarios concentrados expresaron su determinación de realizar la marcha. Centenares de testigos extranjeros, delegaciones de todos los países de América y de otras más, constataron, asombrados y entusiastas, la pasta de que está hecho el pueblo colorado, la sinceridad de su vocación cívica y la lealtad de su adhesión al Gobierno y al Partido. El mejor premio para la extraordinaria demostrado fue que tampoco el público que colmaba la Avenida Marisca López se movió de su lugar, realzando con sus vítores un espectáculo verdaderamente sin precedentes.

Desde otro punto de vista, el fervor colorado en esta era do paz, de trabajo y de concordia, en que no lo incitan ni peligros, ni acechanzas, ni rivalidades desorbitadas, se manifiesta a diario en los más distantes lugares del país. Las autoridades de las seccionales e innúmeros correligionarios de las más diversas esferas y actividades, cooperan ya sea individualmente, ya en comisiones, para la construcción de rutas, de escuelas y mercados, de templos y plazas, uniendo así su esfuerzo a los del Gobierno, que como nunca está abarcando todo el territorio nacional. Con el mismo espíritu, gran número de Seccionales ha resuelto el problema de la sede propia, levantado edificaciones adecuadas al efecto, así como la Junta de Gobierno, apoyada en el Coloradismo todo, ha levantado esta “CASA DE LOS COLORADOS”, que es un señalado símbolo de la capacidad constructiva y del empuje progresista del Partido, y es también otra prueba de la unidad de acción y de pensamiento emergente del espíritu del 27 de Octubre.

Hemos mencionado la “CASA DE LOS COLORADOS” y ahora debemos añadir con orgullo, que al día siguiente de su inauguración ha servido de marco imponente para la última Convención Partidaria, en la cual, como una sola voz, los Convencionales del Coloradismo unido, los auténticos voceros del pueblo republicano, proclamaron al correligionario General STROESSNER, candidato del Partido para la Presidencia de la República por un período más. La voluntad unánime del Coloradísimo convergió para avalar la candidatura del Soldado y ciudadano ejemplar, que desde la más alta magistratura de la Nación, está abriendo fecundos y venturosos caminos para la grandeza del Paraguay y la felicidad de su pueblo. Por otra parte la misma Convención ha proclamado la lista de nombres de los candidatos a Miembros de la Honorable Cámara de Representantes y lo ha hecho sin exclusiones que pudieran lesionar la vigencia plena del espíritu del 27 de Octubre. Totalmente representativa de la integración firme de todas las fuerzas del Partido, esa lista encarna una esperanza, en el sentido de que se espera de ella y desde la delicada función legislativa que le tocará ejercer, la más patriótica dedicación a preservar la paz política y social en que vive el país, a perfeccionar los instrumentos jurídicos de su engrandecimiento y a consolidar la armonía institucional en que se desenvuelven los poderes del Estado.

Pero este cuadro alentador que por sí basta para resumir esta etapa excepcional de la vida de la Nación y para asegurar al país los más grandes beneficios de todo orden, es todavía más amplio, más completo. A la unidad dinámica del Partido, a su total identificación con el Gobierno, a las inequívocas manifestaciones que de lo uno y de lo otro se suceden cotidianamente, hay que añadir el aporte invalorable de las FUERZAS ARMADAS, cuya disciplina, lealtad y total dedicación al deber que les asigna las leyes, las señala como un alto ejemplo de patriotismo. El acatamiento al orden establecido se manifiesta en su seno sin una sola defección; pero ellas también, contagiadas de la dinámica poderosa que imprime el Gobierno a sus gestiones impregnadas de los altos ideales de redención nacional que se definen en el Programa y la Declaración de Principios del Partido Colorado, trabajan sin descanso en las más diversas tareas de interés nacional, cooperando más allá de sus funciones específicas, con el fervor que todos los buenos paraguayos deben exigirse a sí mismos. Se mejoran los cuarteles, es cierto; pero este beneficio lo reciben en primer término los ciudadanos conscriptos, que son hijos del pueblo, que al servir a la Patria aprenden a servirse a sí mismos, cultivando su físico y su espíritu, en muchos casos liberándose de enfermedades y del analfabetismo, en otros adquiriendo oficios útiles, y en todos los casos aprendiendo a respetar para ser respetado, a vivir ordenadamente y a interpretar la disciplina no como un instrumento de limitación de la libertad sino como una palanca para la mayor eficacia de toda tarea humana. Ha pasado para siempre entonces, aquella época tenebrosa en que el servicio militar, por la indigencia de los cuarteles y por la arbitrariedad de los Jefes y Oficiales —con honrosas excepciones— antes que un deber que se cumplía con dignidad, era un castigo que se cumplía con resignación. Quienes no ven esto, o se mueven por otros intereses, que no son realmente los que confiesan, o son tan ciegos para no comprender que el progreso de los cuarteles es también progreso de la Nación, porque en ellos cumplen una etapa de su vida todos los ciudadanos, los hijos del pueblo como dijimos, y que esa etapa a la que llegan adolescentes y de la que salen hombres, es acaso la más importante para su formación definitiva. Desde otro punto de vista, el origen constitucional de las FF.AA. y las graves responsabilidades que le atribuye la ley fundamental en todas las naciones civilizadas, reclaman para ellas la situación decorosa a que las nuestras están llegando, más que por gravosas cargas presupuestarias, por el espíritu dinámico y la excepcional capacidad de trabajo demostrados para el mejoramiento de sus unidades y la consecución de diversas obras de bien público en que han comprometido su prestigio. Con verdadero fundamento, pudo decir el Comandante de una Gran Unidad, en memorable discurso hace pocos días, que se sienten obreros también de la reconstrucción nacional y que trabajan “inspirados por el más acendrado y dinámico patriotismo de la ASOCIACION NACIONAL REPUBLICANA”. Si esta es una declaración que hace justicia al Partido Colorado; es también oportuno reconocer que hace honor a la verdad, porque es exactamente así.

La sólida estructura en que descansa la paz política que vive el país, sobre los soportes básicos de la armonía que existe entre Gobierno, Partido y Fuerzas Armadas y su total compenetración en torno a objetivos fundamentales, ha permitido el avance sin pausa de todas las obras en ejecución en el año que fenece. No es el caso de hacer ahora un recuento completo de ellas pero bastarán algunos ejemplos para demostrarlo: la instalación de las aguas corrientes en nuestra capital, lleva un ritmo tan acelerado que ha tenido hasta la virtud de adelantarse a la imaginación diabólica de los eternos negadores; la nueva pista del aeropuerto quedará terminada para febrero próximo y ya se están gestionando nuevos ensanches y la instalación de mayores comodidades, para que pueda responder ampliamente a su destino de encrucijada de todas las rutas aéreas de América; los caminos troncales de Coronel Oviedo a Puerto Presidente Stroessner y Transchaco, avanzan aceleradamente y ya están sirviendo en largos tramos a la economía nacional, en contraposición también a la negación de sus detractores, que hablan de ellos, como obras de empresas extranjeras construidas con capitales extranjeros y al servicio de objetivos extranjeros. También ha hecho progresos extraordinarios la Ruta N° 5, de Concepción a Pedro Juan Caballero y está llegando a su término la Ruta Nº 1, Asunción-Encarnación, cuyo asfaltado ha llegado a Itá. La construcción de escuelas, hospitales y Centros de Salud, ha alcanzado este año cifras desconocidas en toda nuestra historia. Amplios programas de erradicación de enfermedades endémicas, están alcanzando los lugares más recónditos del país, en procura de que todas sus riquezas queden accesibles al hombre paraguayo, a su trabajo y a su tesón, sin perjuicio de la salud que es el primer instrumento para la conquista de esas riquezas. En el orden económico, se ha pasado del control de cambios al cambio libre, sin grandes desequilibrios y antes bien con una fuerte tendencia a la consolidación de nuestra moneda, en una experiencia que no saca de su asombro a muchos países que a pesar de encontrarse en condiciones aparentemente mejores, no pueden dar ese paso de democratización económica, y de otros que pregonando enfáticamente esa democracia como si fuera suya propia, se han visto precisados a imponer algunas normas de control para evitar crisis más graves.

El intercambio comercial del país está siendo reactivado, notándose sobre todo en los últimos días, una total normalización en punto a mercados y un repunte de las posibilidades de colocación de nuestros saldos exportables, aún de aquellos que no tenían habitualmente compradores en el exterior.

Debemos señalar con satisfacción el repunte de la producción en general. Por primera vez, este año tenemos un exceso en la producción de azúcar; hay reservas de aceites vegetales hasta para un año y la próxima cosecha de materia prima para esta industria promete ser óptima.

El ingreso de maquinarias industriales agrícolas al país, ha alcanzado este año cifras récords y se anuncian nuevas partidas para los primeros meses del año entrante.

Por último unas palabras sobre el petróleo, no para repetir lo ya conocido, sino para expresar que compartimos la esperanza de su descubrimiento y que su explotación y los beneficios de ella, revertirán en primer término sobre el pueblo campesino, el hombre de la tierra que tiene el derecho de recibir mejor remuneración por sus nobles productos, que durante siglos, ha nutrido la energía de nuestra raza indomable.

Pero si todo el panorama esbozado, es el fruto de la armonía que permite la paz actual, bueno es destacar que desde el punto de vista político-partidario, esa armonía radica esencialmente en la gran autoridad que ejerce la Junta de Gobierno de nuestro Partido. Surgida de la memorable Convención del 4 de Marzo de 1956, como ratificación y ejecución final del pronunciamiento del 27 de Octubre reúne, sin exclusiones, en su seno a todos los Jefes partidarios que pueden avalar con su concurso la unidad del Coloradismo, por su prestigio y gravitación en el pueblo republicano.

La serenidad, la mesura, el permanente espíritu de conciliación que preside las gestiones y las determinaciones del Alto Organismo Partidario, imponen sin esfuerzo la autoridad de que debe invariablemente estar investida, para asegurar la marcha ordenada del Partido y la disciplina de los correligionarios.

Por otra parte, la pureza de su origen y la jerarquía de su composición, hacen posible que la Junta pueda usar de la máxima tolerancia en la reparación de los inevitables desbordes individuales, apoyándose en el hecho incontrastable de que su autoridad está sólidamente asentada en el consentimiento unánime del pueblo colorado. Con esta base, cuando aparecen tales brotes, antes que provocar un estado de alarma, los somete a un análisis sin apremios, en procura de las soluciones que mejor concuerdan con los atributos de su posición rectora, incompatible con cualquier acto que signifique arbitrariedad o solamente apresuramiento.

Pero, en presencia de cualquier desviación que pueda comprometer la situación partidaria y nacional, y tan pronto como queda establecida la peligrosidad del hecho, la Junta de Gobierno ha actuado, actúa y actuará con toda la energía que le atribuye su responsabilidad superior. Prueba reciente de esta actitud invariable de la Junta es, la sanción aplicada al señor Epifanio Méndez Fleitas, cuya expulsión del Partido conocen todos los correligionarios, así como las causas determinantes de tan severa medida. El señor Méndez, por sí y ante sí, en una actitud individual incompatible con el sentido orgánico de la vida partidaria, se ha alzado en rebelión, desconociendo la autoridad de la Junta y la fuerza de sus determinaciones y ubicándose en desembozada oposición al Gobierno Nacional, con lo cual, en última instancia, se ha enfrentado también con la voluntad unánime de la Soberana Convención última, que ha consagrado la obra gubernamental del correligionario Presidente Stroessner, proclamando su candidatura para la reelección. Todos estos extremos han sido pacientemente observados por espacio de dos años, pero cuando la insistencia del señor Méndez colmó toda medida, la Junta de Gobierno que por su composición siente el legítimo orgullo de representar un Coloradismo sin perseguidos ni perseguidores, creyó llegado el momento de preservar la salud del Partido, y tras dos sesiones consecutivas, en la que todos los Miembros asistentes hicieron su propio examen del caso, para fundamentar su determinación, resolvió por unanimidad de votos su expulsión de las filas del Coloradismo. El hecho de tratarse de un caso aislado, totalmente insuficiente para hacer zozobrar la sólida situación político-partidaria y gubernamental del país, no atenuaba la grave responsabilidad de su protagonista, que por la misma razón de haber alcanzado estatura de Jefe dentro del Partido, estaba más comprometido aún a una conducta compatible con el ordenamiento democrático que rige la vida del Coloradismo, en cuyo seno el voto de la mayoría es suprema ley.

Hecho un somero balance de la vida partidaria en todas sus manifestaciones durante 1957, sólo nos resta desear que los acontecimientos capitales marcados para el año próximo, como ser las elecciones generales y la próxima Convención, y todos los otros que tengan lugar durante su transcurso, confirmen y afirmen las conquistas alcanzadas y contribuyan a acelerar y completar el proceso de la renovación nacional en felices y fecundas consecuencias.

En el orden estrictamente partidario, la Convención a realizarse en Marzo de 1958, estimamos que debe ser un nuevo espaldarazo para el espíritu del 27 de Octubre, y que el Coloradismo todo debe surgir de ella más profundamente unido y fuerte, si cabe. Así lo quiere el pueblo colorado, así lo deben querer los directores partidarios, así lo necesita la Nación para proseguir su marcha ascendente por las múltiples rutas del progreso que le ha abierto con decisión y patriotismo el Gobierno Colorado del General STROESSNER, tan elevadamente representativo, también, de la unidad partidaria.



ANTE LOS DESPOJOS DEL GENERAL FRANCISCO CABALLERO ÁLVAREZ/ 17-XI-1958

Traigo a este acto la palabra acongojada de la Junta de Gobierno de la ASOCIACION NACIONAL REPUBLICANA cuyas filas sufren un gran desgarramiento con la ausencia sin retorno del gran Jefe que hoy abandona la poderosa falange ciudadana que él honró con la profunda fe republicana heredada de su ilustre progenitor.

Pocos hombres sobresalientes han cumplido un destino tan digno del apellido prócer que ostentara con legítimo orgullo, como lo fuera en vida Don FRANCISCO CABALLERO ALVAREZ.

Guerrero como su glorioso padre amó a su Patria y la defendió con heroísmo en los campos de batalla, inscribiendo su nombre en las páginas más brillantes de la gesta chaqueña. Militante fervoroso de la poderosa Asociación política fundada por el adalid invencible de la Guerra Grande, como éste, supo congregar y dirigir con bravura a las milicias coloradas, en su cruenta lucha con los tradicionales adversarios del Partido y, de consiguiente, de la pacífica evolución de la Patria hacia sus grandes destinos.

Es difícil hallar un paralelismo tan singular en la vida de dos hombres, como la del General de División BERNARDINO CABALLERO y la de su hijo FRANCISCO CABALLERO ALVAREZ, también General de División. Soldado por imperativo natural, a quien conocimos desde su niñez como “PANCHOLO”. Ingresó al Colegio Militar, llevando como bagaje junto con su vocación innata, el eminente apellido que, lejos de allanarle obstáculos, le obligó a multiplicar su esfuerzo para vencer la adversidad del ambiente oficial de entonces, muy propicio contra todo lo que significara alguna manifestación de las glorias de nuestro vedado pasado heroico. Así ocurrió, que este joven oficial, cachorro del león legendario, recorriera los más remotos e inhóspitos fortines chaqueños, armado de toda la abnegación y voluntad heredadas, templando su carácter y modelando su personalidad en la dura lucha con la penuria cotidiana.

Ya en vísperas de la tormenta, ocupó un puesto avanzado de la heredad chaqueña, que en el transcurso de la campaña adquirió resonancia de epopeya. La tricolor sagrada que el Destacamento Caballero Alvarez enarbolara en el desierto campo de Nanawa, se cubrió de las glorias más puras de aquella gesta y figuran, con honor, al par de aquellas conquistadas en Acayuazá, Ytororó y Abay. Se cumplía así la incontrastable ley de la herencia.

La brillante foja de servicios del General Caballero Alvarez en la Guerra del Chaco, es del ámbito de la historia nacional. Al escribírsela, se le atribuirá el destacado sitio que legítimamente le corresponde.

Terminada la tragedia de tres años Caballero Alvarez, como tantos otros auténticos defensores de la heredad común, fue radiado del Ejército, incorporándose a la vida ciudadana. Y, como es natural, su convicción política lo llevó a militar en las filas del Partido fundado y engrandecido por su ilustre padre.

Sereno, enérgico, valiente, dotado de una simpatía innata, conquistó desde joven merecida popularidad que lo ubicaba en el plano de los verdaderos conductores políticos. Era pues lógico, que se lo llamara a organizar y comandar la falange ciudadana de los milicianos colorados, convocados para defender al país contra la nueva conjuración legionaria tramada en Concepción que, a semejanza de la del 65, urdida en el Plata, pretendía perpetuar nuestra servidumbre a los intereses extranjeros o extranjerizantes y detener así, el nuevo intento de liberación del colonialismo secular.

Con este contingente de py-nandís encuadrados en los restos leales del Ejército regular, el General Caballero Alvarez constituyó una agrupación escasamente armada pero, con indeclinable moral de vencedores, y enfrentó en Pirí-Pucú a la legión rebelde, engrosada con contingentes azules y verdes estrechamente unidos por el vínculo tutelar de la hoz y el martillo.

Todos conocemos los episodios dramáticos de la campaña inaudita, inexplicable para los corifeos del Plata, pero perfectamente explicable para nosotros, que sabíamos que ahí vencería el que tenía el derecho inmanente de vencer: el hombre de la tierra, el que nació de Ella y se consagró a Ella, sufriendo y muriendo por Ella, solamente por Ella. Y no el General Caballero Alvarez, sino Pancholo, el ínclito Pancholo fue el Jefe paternal y heroico de estos hombres de su tierra paraguaya, que, una vez más la libraron de la barbarie extranjerizante. Los poetas lo cantaron en su prosa popular y los músicos le dedicaron sus melodiosas polkas, que conmovieron y, de hoy en más, seguirán conmoviendo a nuestro pueblo sencillo, con el legendario nombre de “Pancholo”.

Al advenimiento del coloradismo al poder, el General Caballero Alvarez ocupó en el Gobierno y el Ejército, el sitio adecuado a sus merecimientos. Desempeñó altos cargos en las fuerzas armadas y en 1951 fue llamado a integrar el Poder Ejecutivo ocupando “la Cartera de Ministro de Defensa Nacional. En el mismo período se destacó como Miembro titular de la Junta de Gobierno de nuestra Asociación política, en cuyo seno perdurará siempre el recuerdo de su palabra serena, de sus conceptos elevados y sobre todo, de su lealtad a toda prueba con su Partido y con sus amigos. Designado posteriormente, Embajador de la República ante el Gobierno de la Gran Bretaña, desempeñó nuestra representación diplomática ante la Corte de S. James, con gran capacidad, habiendo rendido desde tan alto cargo, eminentes servicios al país.

Reintegrado a la Patria, con su salud quebrantada, gozó de un merecido descanso durante algún tiempo, para luego ser designado Miembro del Consejo de Estado, cargo en el que le ha sorprendido la muerte, tan temprana como inesperada.

La desaparición del General Caballero Alvarez, deja un vacío incolmable en las filas del Coloradismo. La ejecutoria de la vida de este privilegiado varón será un verdadero paradigma para las generaciones presentes y futuras.

Y así como vivió sobre la tierra, rodeado del afecto de cuantos lo trataron, así hoy, a la entrada de la mansión de los justos los aguardarán los espíritus amigos de los humildes pilas que fueron sus soldados, caídos en los campos de Nanawa y los otros, los py-nandís que rindieron sus vidas en los malezales de Pirí-Pucú, todos ellos congregados enrededor de la sombra augusta del Padre del Coloradismo, acompañadas de ABDON, BONIFACIO Y BERNARDINO CABALLERO.

La junta de Gobierno del Partido Colorado, le rinde por mi intermedio, su tributo de admiración por sus virtudes y de profunda gratitud por los eficientes servicios prestados a la ASOCIACION NACIONAL REPUBLICANA y, ruega a Dios le conceda la paz reservada a los justos y a su atribulada y venerable madre y a su afligida esposa, la resignación de los creyentes.



DISCURSO PRONUNCIADO EN LA CONCENTRACIÓN COLORADA DE LUQUE/ 17-V-1959

Excmo. Presidente de la República, correligionario

General Alfredo Stroessner;

Excmo. Presidente de la Suprema Corte de Justicia,

Correligionario Dr. Juan Manuel Frutos;

Señores Miembros de la Junta de Gobierno;

Señor Presidente y Miembros de la Seccional de Luque; Colorados, Coloradas:


Ningún lugar de cita más adecuado para jornadas de afirmación partidaria, que esta histórica ciudad cuna de tantas altivas generaciones coloradas y teatro de memorables gestas que enriquecen el historial político de nuestro glorioso Partido.

La presencia de esta masa disciplinada, de fervorosos correligionarios mensajeros del saluda cordial del campesino colorado a sus más auténticos y encumbrados Jefes partidarios, es un hecho auspicioso que nos llena de legítimo orgullo y compromete nuestra gratitud.

Hecho auspicioso es en efecto, este contacto de pueblo para el diálogo fraterno entre correligionarios con el corazón abierto y la mente despejada, propicios a escuchar la palabra esclarecida de los Jefes que, en esta nueva etapa de profunda trascendencia nacional, fije el rumbo exacto, sin desviaciones, que todos los colorados estamos obligados a seguir. En este clima colectivo, en perfecta comunión espiritual, planteemos algunos problemas de nuestra actual política partidaria, con la unción propia de los ambientes sagrados, porque eso es esta tierra luqueña, santificada con la sangre generosa de centenares de colorados caídos en sus alrededores, heroicamente, en defensa de la gloriosa bandera del GENERAL CABALLERO.

Hace apenas 10 años, que el Partido Colorado, triunfante de una guerra a muerte contra los adversarios coaligados, asumió el poder. Una década, es un día en la vida de una Nación y, no obstante la brevedad del tiempo transcurrido y los contrastes de la penosa marcha, hemos arribado a esta etapa del camino bajo el signo de las máximas realizaciones que ninguna otra agrupación política, en función de gobierno, haya logrado después del 70.

Como es natural, nuestro Partido no podía permanecer indemne a la anarquía ambiente, en la época de su iniciación en el gobierno de la República. Los impactos de la disidencia de más de un lustro, interfirieron ciertamente su facultad creadora, pero no pudieron impedir que en período tan breve, se haya trazado el esquema definitivo de la recuperación integral que basamenta una Nación moderna, en lo económico, en lo social y en lo político.

En considerable proporción, el esquema proyectado, después de allanar las asechanzas adversas empeñadas, vanamente, en anular la fuerza creadora del Coloradismo, es ya una realidad.

Y para demostrar nuestro acertó, nada será tan elocuente como la confrontación de hechos históricos, ocurridos en distintas épocas:

Diez y nueve años después de 1904, gobernaba aún el Partido Liberal. Una publicación de 1923, traza un cuadro del Paraguay de entonces, que nosotros apenados también conocimos y que me permito transcribir textualmente: “El Paraguay —decía la aludida publicación— está pobre y despoblado; carece del utilaje moderno del progreso; la instrucción pública es exigua; faltan las vías de comunicación; se produce poco y mal. Poblarlos con inmigrantes extranjeros y con la reincorporación de los ciudadanos emigrados; fomentar la producción; hacer puentes, caminos, ferrovías; implantar la enseñanza profesional; sanear la moneda; lotear las tierras para fundar la pequeña propiedad son, entre otros, los problemas de más urgente solución en nuestro país. Resolver esos problemas dentro de la constitución, debe ser el propósito de todo buen gobernante”.

El panorama trazado en esta cita, es con certeza de una veracidad indiscutible. Los autores de la publicación no eran ni fueron nunca adversarios del liberalismo. Es por lo tanto un testimonio irrecusable, que se estampa en un folleto titulado “Jornadas Democráticas” (pág. 86), del que son autores, los señores José P. Guggiari y Justo P. Benítez... Desde aquella fecha, 1923, hasta su caída, el Partido Liberal siguió rigiendo los tristes destinos nacionales, trece años más, y podríamos afirmar con el testimonio de los amigos mayores de 40 años, aquí presentes, que las pinceladas de aquel 1923, do haberse pretendido otro esbozo del panorama nacional, hubieran resultado infinitamente más sombríos, en 1936, a la caída del Partido Liberal.

Ahora bien, comparemos la acción gubernativa de 32 años de Gobierno Liberal, con el lapso del régimen colorado y llegaremos a esta conclusión: que en diez años, el Coloradismo acrecentó la fortuna pública y privada; que aumentó la población con inmigrantes extranjeros y miles de compatriotas repatriados; que dotó al país de utilaje moderno para obras de progreso; que incrementó en proporción considerable la instrucción pública; que construyó todas las carreteras modernas existentes; que ligó con líneas de transporte aéreo, todos los puntos de la República, aun los más alejados y antes inaccesibles; que fomentó la producción de nuevos productos exportables y de otros, que antes se importaban para el consumo interno y ahora sobran para su exportación; que implantó la enseñanza especializada para la formación de profesionales dedicados a la explotación de nuestras riquezas básicas; que está en plena consolidación el proceso de estabilización monetaria, apareciendo nuestro país como un islote de moneda estable, rodeado por el maremagnun de la inflación Continental; que ha parcelado la tierra, distribuyendo títulos de propiedad a miles de agricultores que antes deambulaban como parias, intrusos en propiedades fiscales y privadas. La prueba de esta última afirmación, la ofrecemos con cifras estadísticas: Los títulos de propiedad otorgados por el Estado desde 1904 hasta 1939 (35 años) alcanza a 6.124 lotes rurales. Desde 1940 hasta 1947, se otorgaron 2.503 títulos, y desde 1948 hasta 1958 (10 años) el I.R.A. entregó 8.272 títulos de propiedad rural. Es muy importante aclarar, que la política colorada para la distribución de tierras, se basa en el parcelamiento de lotes amplios, mayores de 30 hectáreas, en contraste con las de épocas anteriores que con criterio minifundista formaba colonias a base de lotes menores de 10 hectáreas.

Vemos pues, que el programa esbozado por los eminentes pro-hombres del liberalismo como “propósito de todo buen gobernante”, se esfumó en propósitos bajo el régimen liberal, vigente durante 32 años (sin incluir el “paivato”) pero que el régimen colorado, en 10 años, lo sobrepasó con creces, puesto que existen otras muchas de nuestras realizaciones, no enumeradas en la expresión de “propósitos” de los jerarcas liberales.

Hemos insistido en este parangón indispensable, para definir claramente, el módulo de la capacidad creadora del Coloradismo, con relación a la de nuestros adversarios y para destacar con precisión, ante nuestro pueblo, el contraste de la conducción política de dos regímenes. Y porque es un imperativo para todo colorado la conciencia exacta de lo que somos, sin arrogancia, sin presuntuosidad, con justo sentido de nuestra propia medida.

Hemos recibido una Nación en ruinas, y la presentamos hoy con todas las facultades del fatigado viajero, totalmente recuperado y con suficiente energía para emprender la ascensión hasta la cumbre. Hemos destruido el deprimente complejo de incapacidad, que dificultaba cualquier empresa de alguna envergadura. Hemos devuelto al ciudadano paraguayo su tradicional audacia para trazar rutas, levantar templos, escuelas, hospitales, fábricas y erigir ciudades en el corazón de las selvas. Hemos recobrado para nuestros próceres y nuestros héroes, dentro y fuera de nuestras fronteras, el pedestal que le atribuye la justicia histórica. Hemos readquirido el prestigio internacional, esfumado en la hoguera del 70 y en la perversa mistificación de los caínes del “GRITO PARAGUAYO” y sus corifeos posteriores y actuales.

Somos una Nación de hombres libres, con todos los atributos y la altivez de “un Pueblo de Oro”, según la frase feliz del gran amigo Presidente Kubitschek.

Y el Pueblo Colorado, es la masa mayoritaria de este “Pueblo de Oro”, Sois vosotros, practicantes de una misma religión política, que constituís el caudal inagotable de la más auténtica paraguayidad. En vuestros padres, en vosotros y en vuestros hijos, nació y nace en cada aurora la esperanza que hacia el crepúsculo se convertirá en vivificante energía creadora, de bienes materiales y espirituales, que nutre el complejo organismo de la Nación.

Nosotros los viejos y estos jóvenes directores de nuestro Partido, experimentamos un inmenso orgullo de ser vuestros conductores. . .

Ahora analicemos el factor fundamental, que ha posibilitado las exitosas culminaciones de nuestro régimen:

Ningún organismo social o político es inmune al medio ambiente que lo rodea.

Nuestro Partido, victorioso en su terrible lucha contra tres partidos coaligados, no pudo escapar al contagio de tantas pasiones maléficas, que infestaban aquel ambiente. Y una vez en el poder, afloraron las manifestaciones perniciosas que, durante cinco largos años, minaron su recia fortaleza.. Hasta que un día, obedeciendo al llamado de las voces profundas da los manes partidarios —que deben resonar siempre, permanentemente, en lo más recóndito de toda conciencia realmente colorada— simultáneamente, acudimos al hogar común y una vez allí, sin argucias ni cabildeos, los hombres más responsables del Partido, despojados de todo lo negativo que los repelía, para aportar únicamente lo positivo, se pusieron en contacto primero y luego se amalgamaron, se fusionaron, se integraron en fin en la soñada UNIDAD COLORADA el 27 de Octubre de 1955. Esa fecha quedó señalada en nuestro calendario político, no como una cifra cronológica cualquiera, sino como una efemérides de la que fluye un espíritu de redención para el Coloradismo, algo así como el Belén para nuestra fe cristiana. Y como ésta, tiene sus apóstoles que predican la buena nueva, con fe inquebrantable. . . Aquí mismo, en esta tribuna, están presentes casi todos ellos. En primer término, nos honra con su compañía el que creó el ambiente propicio a la reconciliación y dio las garantías efectivas para su ecuanimidad, fácil de invocar, pero difícil de practicar, particularmente cuando se hallan en juego intereses personales, cuya autovaloración es muy relativa.

No obstante, su optimismo nunca decayó, y su probada tenacidad no conoció obstáculos para practicar la idea de la Unidad, como único medio de consolidar la fuerza moral y material del Partido, tan indispensables para la realización de su programa y el logro de la grandeza patria. Este apóstol máximo de la unidad colorada fue y es, el correligionario General Stroessner.

Honran también esta tribuna muchos de los más devotos y eficaces adalides de la Unidad, prestigiosas figuras del Coloradismo. Los más viejos son luchadores con largas décadas de elevada ejecutoria. Los más jóvenes tienen una tradición cívica que no desmerece la de sus mayores. Y mediante el esfuerzo armónico, coordinado de todos, se ha devuelto al pueblo colorado, los atributos de la más amplia libertad interna, que como tal, no está exenta de las vicisitudes de toda puja electoral.

A los ya importantes capítulos de la normalización institucional, en el orden económico, financiero y universitario, operado por el constructivo Gobierno Colorado del Presidente Stroessner, se agrega hoy la restitución de la libertad de expresión, de reunión y de locomoción.

Significa esto, que en adelante, los demás partidos políticos tendrán la facultad de medir sus fuerzas con las de nuestro Partido. Es preciso pues, dedicar la máxima importancia, a esta nueva eventualidad. En lo futuro, ya no se tratará de cotejos electorales entre colorados, que en realidad, no significa una derrota para ninguno de los bandos ocasionales. Es esta, una lucha sin perdedores. Pero en la que se avecina, sí habrá vencedores... y vencidos. Y para no merecer la humillación de la derrota, existe una sola receta para los colorados: Unidad, la unidad maciza, acerada, inexpugnable por su inmensa masa mayoritaria, a condición de estrechar filas, de no ofrecer claros al adversario, en ningún terreno.

Si en épocas pasadas, sin contar con ejércitos ni policías, pudimos enfrentar a los adversarios, hoy que las Fuerzas Armadas y Policiales se hallan integradas por leales, valientes y capaces republicanos, nada puede arrebatarnos, ni fraudulentamente, el triunfo de las urnas, por la indisputable gravitación mayoritaria de nuestro combativo electorado.

Al comienzo de nuestra exposición, nos referimos a los numerosos colorados que regaron con su sangre los alrededores de esta ciudad.

En efecto, en Marzo de 1912, el Batallón 2 de Infantería con 450 hombres, fue destacado por el comando militar de las tropas del Gobierno Colorado del Dr. Pedro Peña, para defender esta ciudad amenazada por un ejército liberal. Tuvimos el honor de comandar el Batallón 2 que fue desplegado para cubrir el camino a Paso-Pé y la vía férrea. En la madrugada del 14 de Marzo, los azules, procedentes de Yuquyry nos atacaron con un efectivo de 5.000 hombres. Al cabo de seis horas de lucha, después de haber sufrido más de 400 bajas, fuimos aniquilados. Entre los oficiales muertos, figuró el Teniente CORNELIO LOPEZ, que postrado en tierra y acribillado de heridas fue intimado a rendirse. CORNELIO LOPEZ, bravo joven caazapeño —López al fin— contestó con un juramento: Su siniestro adversario, lo ultimó a balazos. Sería un acto de justicia si no, un monumento, que por lo menos una calle de Luque honre la memoria de este heroico mártir colorado.

En representación de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, expreso mi profundo reconocimiento por el homenaje que la Seccional de Luque ha rendido, con este acto magnífico, a la Suprema autoridad partidaria, y felicito al señor Presidente y Miembros de esta disciplinada y aguerrida Seccional, por la marcial presentación de sus mujeres, jinetes infantes que, una vez más, demuestran su inquebrantable decisión de seguir honrando la gloriosa tradición de las hueste del GENERAL BERNARDINO CABALLERO.



MENSAJE A LOS COLORADOS DE LA REPÚBLICA/ 3-VI-1959

Correligionarios:

El 27 de Octubre de 1955, después de dolorosas experiencias, se selló en memorable jornada el reencuentro partidario. La alegría que llevó al pueblo republicano este triunfo de la fraternidad colorada, está en la memoria de todos, y fue en su oportunidad la prueba más elocuente de la ansiedad con que se había esperado en el seno de la familia republicana el momento del gran abrazo sin exclusiones, a la sombra generosa de la bandera del GENERAL CABALLERO.

Fueron obreros desinteresados del 27 de Octubre los más prestigiosos Jefes partidarios; todos concurrieron a la cita de la solidaridad colorada, con generosidad, para ofrecer con su concurso un nuevo testimonio de la grandeza del Coloradismo, con el ejemplo sin precedentes de un gran Partido que se une estando en el Poder, cuando la regla ha sido siempre en nuestro país la de dividirse por la supremacía del mando y aún, por la distribución de sus privilegios.

Recordarán los correligionarios que tras la histórica sesión del 27 de Octubre, todos los directores partidarios dedicaron sus mejores energías a consolidar la unidad sellada bajo tan buenos auspicios, llevando a los colorados de las Seccionales de la capital y del interior la voz de la Junta de Gobierno, cuya autoridad se vio así robustecida, en consonancia con la necesidad de que la dirección superior del Partido contara con el apoyo integral de la voluntad colorada, para canalizar la nueva situación y dar a la unidad el máximo vigor en el mínimo de tiempo.

En esta tarea estábamos todos, cuando sobrevinieron los acontecimientos de diciembre de 1955, que antes que resquebrajar la unidad partidaria, sirvieron para que se redoblaran las energías en favor del mayor acercamiento y compenetración entre todos los colorados. El protagonista de esos acontecimientos, que todos conocen, fracasó en el intento de modificar por la fuerza, mediante un golpe, la situación política y gubernamental, orientada cada vez con mayor decisión a interpretar el mandato ineludible del 27 de Octubre. Fracasada la intentona, el sectarismo recibió un duro golpe, mientras que la consigna de la unidad salió de la emergencia, fortalecida con la ratificación de todos los Jefes partidarios, en la posición solidaria que habían adoptado desde el reencuentro.

La Convención de Marzo de 1956 ratificó ampliamente las gestiones de la Junta que cesaba, que presentó como su más alto galardón la jornada del 27 de Octubre, cuyo contenido tolerante y restaurador y cuya posterior defensa intransigente, mereció la clamorosa aprobación de los Convencionales, por unanimidad.

La nueva Junta surgida de la voluntad soberana de esa Convención, se integró en consonancia con la unidad alcanzada, con los Jefes más representativos del Partido con su saludable criterio de superación de las pasadas desinteligencias. En este punto es bueno recordar, en homenaje a los eminentes correligionarios que concurrieron a la cita del 27 de Octubre, que recién en la Convención y con la integración de la nueva Junta, se plasmó orgánicamente el reencuentro, que se había realizado generosamente, sin condiciones, al amparo de la buena fe, como cuadra entre colorados de ley.

La unidad partidaria entró así en una nueva etapa, definitiva ya, porque a partir de la Convención de 1956, contó con el aval absoluto de la soberana voluntad del pueblo colorado, libre y solemnemente expresada en una asamblea democrática ejemplar.

Con el camino despejado para la vida interna del Partido, se abrían nuevos horizontes, más amplios y promisores, para el desenvolvimiento institucional del país, para su normalización democrática, por cuanto que, siendo Partido de gobierno, la unidad es la base del éxito en la gran empresa de consolidar la paz y la libertad, el progreso y el decoro de la Nación, frente a la pugna enconada del adversario, que no mira en esos bienes los anhelos populares que satisfacen, sino la orientación político-partidaria que los impulsa, para empecinarse en una oposición sin tregua ni medida, que trabe la marcha y, sobre todo, que impida el coronamiento exitoso de su acción.

Así y todo, nada pudo impedir que la unidad colorada tuviera favorable y honda resonancia en todas las conciencias honradas del país, convocadas a la confianza por la prueba de grandeza que acababa de rendir el Partido. No obstante un grupo juvenil partidario, tal vez llevado de ese impulso generoso pero irreflexivo de la juventud, hizo su aparición en las actividades políticas del Partido, con pretensas banderas exclusivas y con una denominación que venía a echar sombra sobre la superada lucha de sectores. Así, lo que debe limitarse a ser un lema pre-electoral, pasó a nominar con carácter permanente un elenco determinado de jóvenes, después de la última asamblea del Comité Central de la Juventud Colorada, y sus integrantes y adherentes, triunfadores en esa ocasión, formaron lo que dio en llamar el “Verticalismo”.

Bajo esa denominación, comenzaron a cobrar forma ciertas manifestaciones agresivas de conducta y de expresión, que en un primer momento se consideró como fruto de la euforia que siempre acompaña al éxito. Habían triunfado en una asamblea, limpia y democrática, en el marco de la unidad partidaria que después del 27 de Octubre, y sobre todo desde la Convención de Marzo, garantizaba plenamente la libertad interna del Partido y su consecuencia necesaria: el imperio de la soberanía popular como fórmula de la integración democrática.

Sin embargo, en la valoración de estos bienes que forman parte indisoluble de la ética política de todo el Partido, el “Verticalismo” se consideró excluyente, y lo que pasó a ser su expresión orgánica después de la asamblea, el Comité Central de la Juventud Colorada, pronto pretendió erigirse en abanderado singular de aquellos postulados, frente a la Junta inclusive, cuya tolerancia fue probada hasta extremos que confinan con la violación de los Estatutos partidarios.

Para estimular el sentido de la responsabilidad e inducirlos a la cordura, los más destacados líderes del “Verticalismo” fueron llevados a altas y delicadas funciones públicas, desde las cuales —es penoso decir—, antes que dar pruebas de capacidad y dedicación al servicio del programa partidario en beneficio de los intereses nacionales, las dieron de sectarismo fanático, con el despido en masa de modestos funcionarios, correligionarios todos, para reemplazarlos con adherentes del grupo. En el orden funcional propiamente dicho, no se les conoce una tarea que haya contribuido a prestigiar al Partido en el Gobierno, en esta hora de realizaciones fecundas y de aspiraciones crecientes, que hay que satisfacer hasta más allá de las posibilidades, en aras de la felicidad del pueblo y velando por el porvenir del Coloradismo.

La persistencia en esa actitud, su agravación por momentos, hasta el punto de inquietar la unidad partidaria en el seno de las Seccionales, determinó a la Junta de Gobierno, tras numerosas gestiones conciliatorias, a rever los Estatutos de la Juventud Colorada y del Comité Central como organismo auxiliar de aquella, ya que esta función había sido abandonada y la amplitud de aquellos favorecía la propagación del mal. Es bueno mencionar, empero, que con esos Estatutos, y con otros anteriores, más amplios aún, la Juventud del Partido cooperó desde el llano con la Junta de Gobierno para la modernización y el fortalecimiento de la organización política de nuestra Asociación, trabajando con disciplina y con entusiasmo en esas tareas, haciendo proselitismo, ganándose legítimamente el inmenso prestigio que hizo el Comité Central un organismo respetable, un brazo vigoroso de la autoridad superior, pese a no estar contemplada su existencia en los Estatutos partidarios. Todo ese capital moral hizo crisis con la dirección desorbitada que le imprimió el “Verticalismo”, hasta hacer impostergable que las cosas se recondujeran a su punto, en bien de la salud del Partido y velando por la unidad de los correligionarios.

Encuadrado en sus límites normales de organismo auxiliar, el Comité Central dejó de tener interés para sus animadores que terminaron por arrinconarlo, después de insistir en una restauración que se hacía tanto más difícil por la actitud cada vez más independiente de sus patrocinadores.

En el seno de la Junta de Gobierno, con todo, el espíritu de tolerancia y conciliación no sufrió merma. Cuantas veces hubo oportunidad de atender inquietudes legítimas de la Juventud, así se hizo generosamente, sin reparar en el matiz de los peticionantes. La bandera del 27 de Octubre, exigía —como sigue exigiendo, y en estos momentos con mayor razón— la máxima amplitud, sin lesionar, claro está, el principio de autoridad que es garantía del orden, sin el cual ninguna tarea verdaderamente constructiva puede realizarse.

Superadas las dificultades que oponía el Comité Central con la Dirección del “Verticalismo”, el grupo siguió actuando como tal, con acentuado ánimo excluyente y exclusivo, notándose que los efectos de esta conducta comenzaban a hacerse visibles en otros ambientes partidarios, fuertemente trabajados por los líderes de dicho grupo. La Junta de Gobierno, sin tomar medidas drásticas, ni siquiera enérgicas, pues persistía en su afán conciliador, tuvo que actuar reiteradamente para devolver la tranquilidad a los espíritus afectados y sacar" adelante la unidad que a toda costa quería minarse en su aspecto más sensible, que es la solidaridad de los Jefes ungidos por la Convención en la dirección superior del Partido.

Entre tanto, la unidad tan celosamente defendida, la unidad grande del Partido, seguía dando sus frutos en las asambleas seccionales, en la incorporación de altos dirigentes colorados que se hallaban distanciados a las funciones públicas y diplomáticas, en la cooperación de los más sólidos valores republicanos en las tareas del Gobierno y del Partido. Sólo aquellos que se sustrajeron voluntariamente, resistiéndose a los reclamos reiterados de la Junta y a las invitaciones también reiteradas del Gobierno, estuvieron, siquiera físicamente, ausente del esfuerzo, porque es de suponer que una honrosa mayoría acompañó y ha de seguir acompañando el empeño de evitar nuevas divisiones en la familia colorada y riesgos inútiles a la posición rectora del Partido.

Así se llegó a la Convención partidaria de 1958, que además de renovar las autoridades de la Junta de Gobierno, proclamó candidato del Partido a la Presidencia de la República al correligionario General de Ejército ALFREDO STROESSNER e integró la lista de candidatos a Miembros de la H. CAMARA DE REPRESENTANTES, para el período constitucional 1958/ 1963. La elección del candidato presidencial contó con la adhesión unánime de los correligionarios convencionales, que conocieron en el General Stroessner a uno de los factores decisivos de la jornada del 27 de octubre. La proclamación clamorosa de su candidatura rubricó este reconocimiento y resolvió exitosamente para el Partido el problema siempre arduo y críticamente importante de la sucesión presidencial.

En cuanto a la integración de la nueva Junta de Gobierno, así como a la selección de candidatos para la Cámara de Representantes, los más conspicuos directores partidarios intervinieron con prudencia y generosidad para que las soluciones confirmaran y consolidaran la unidad partidaria. A la idea de los sectores, anterior al 27 de octubre, sucedió la idea de la integración, y así, entre todos, con renuncias y concesiones reciprocas, para hallar un equilibrio espiritual antes que matemático, que hubiera desdorado la unidad, se constituyó la Junta actualmente en funciones y la representación parlamentaria. Tanto en el organismo político del Partido como en la lista de candidatos a congresales, las figuras sobresalientes de la juventud fueron tenidas en cuenta, pasando por alto las dificultades que algunas de ellas protagonizaron, y siempre con la esperanza de que compartieran con mesura y recto juicio la inmensa responsabilidad del Partido Colorado, como partido gobernante.

Correligionarios eminentes que habían regresado al país al término de prolongadas funciones en el exterior, fueron así mismo tenidos en cuenta, no obstante que durante la larga ausencia del algunos, en la lucha diaria por la defensa del Coloradismo, otros correligionarios habían acumulado méritos y prestigio para aspirar legítimamente a aquellas funciones partidarias y representativas. Se cumplían así con el orden tradicional del Partido y se daba nuevo empuje a la unidad, de manera que quedara patente la sinceridad del reencuentro, su amplitud, su buena fe.

El veredicto de la Convención fue totalmente coincidente con estas preocupaciones y se pronunció por aclamación. La unidad había ganado otra batalla, el Partido salía fortalecido de esta nueva prueba, sobre la que, como todos saben, se habían hecho muchas especulaciones, especialmente en el campo de la oposición.

Para la campaña proselitista en favor del candidato del Partido, se integró una comisión especial que fue, por sus componentes, otra expresión de la unidad conquistada, ya que de ella formaron parte correligionarios que antes del 27 de octubre militaban en distintos sectores y otros que habían permanecido largos años en el extranjero, desvinculados de la política activa, así como jóvenes dirigentes del Partido. Esta comisión así constituida, ejemplificaba la unanimidad que acompañaba al candidato, y, en el orden partidario, la latitud del entendimiento anhelado.

Todo se cumplió en perfecto orden; la mayor tranquilidad presidió las gestiones subsiguientes del Partido, hasta que en vísperas de la inauguración del nuevo período constitucional, los preparativos de una huelga obrera vinieron a poner su nota de inquietud en el ambiente. Transferida la fecha de su declaración para después del 15 de agosto, no fue, sin embargo posible evitarla.

La Comisión de Asuntos Obreros de la Junta de Gobierno, a la que se había pedido su intervención, estudió las reclamaciones de los trabajadores y dio su dictamen, desgraciadamente sin tener en cuenta otras consideraciones. El aumento de salarios, que constituía la parte esencial de aquellas reclamaciones, ascendía a un porcentaje que hacía peligrar la estabilidad económica del país, y el dictamen favorable, dado a conocer antes de su estudio por la Junta, vino a gravar el problema. Los obreros fueron alentados a afirmarse en sus posiciones para presionar sobre la Junta, de modo a forzarla a que interviniera ante los poderes públicos, ratificando el dictamen de la Comisión, con lo que el Gobierno quedaría en situación difícil para negar lo que se pedía.

Todos recordarán las dificultades que confrontó entonces el Partido, por causa de la ligereza con que actuó la referida Comisión. Pero leal a los altos intereses de la Patria, sin desconocer las justas aspiraciones de la clase asalariada que integran en su mayoría correligionarios de todos los oficios y profesiones, la Junta de Gobierno expresó su adhesión a las resoluciones del Gobierno, que concedió las mejoras posibles sin detrimento de la economía nacional, e instó a la vuelta al trabajo. Directores partidarios visitaron las distintas Seccionales, para llevar a los correligionarios trabajadores la voz de la Junta, y de todas las reuniones llevadas a cabo con ese objeto, se sacó en conclusión que la principal causa de la crisis radicó en la actuación de la Secretaría de Asuntos Obreros de la Junta y en el dictamen de la Comisión, cuyos miembros juntamente son los de aquella, habían trabajado fuertemente a la masa obrera con la solución ilusoria y perniciosa del aumento indiscriminado de salarios, a la que, como era lógico esperar, hicieron eco enseguida los comunistas activando la campaña de agitación.

La solución satisfactoria del problema no evitó, sin embargo, que quedara como resabio la experiencia de la actuación irreflexiva de algunos correligionarios y hasta una cierta duda sobre la buena fe de las gestiones cumplidas, ya que era obvio que las concesiones propuestas no podían efectivizarse y que su conocimiento anticipado agudizaba el problema ante la Junta y ante el Gobierno, que debían pronunciarse tomando en cuenta otros intereses más generales y superiores.

El anhelo de unidad del pueblo colorado clamaba por el rechazo de toda duda acerca de cualquier correligionario, y con mayor razón si este ocupaba posiciones encumbradas en el Partido; pero nuevas evidencias vinieron a sumarse y la duda fue inevitable. Una confluencia de los correligionarios que persistían en no incorporarse con franqueza en la corriente de la unidad, con otros que actuaron de manera poco clara en la crisis obrera, trajo la certidumbre de que nuevos problemas se presentarían a breve plazo. La Junta apeló de nuevo a la persuasión, pero antes que ceder y desaparecer, esa confluencia cobró forma y se localizó en la Cámara de Representantes, integrada con la amplitud que ha quedado descripta.

Comenzó por el establecimiento de sectores definidos; mesurado; reflexivo, imbuido de gran sentido de responsabilidad el uno; agresivo, ligero de juicio y temperamental el otro. El Parlamento, en estas condiciones, pronto quedó imposibilitado para cumplir sus funciones trascendentes y superiores; y desplazada de su verdadera esencia, forzando mayorías artificiales, se lanzo a formular declaraciones fuera de su competencia, a proyectar leyes en materias para las cuales carece de iniciativa constitucional, a rechazar otras absolutamente necesarias y a usar los fueros parlamentarios para salvaguardar actividades contrarias a la ley y a la disciplina partidaria. Estos excesos, sistemáticamente tenían origen en el sector pasional e irreflexivo y fueron, también sistemáticamente combatidos y en ocasiones contenidos por el otro, hasta que una serie de substituciones con suplentes, en razón de que los titulares se alejaban para cumplir otras misiones, dio la mayoría a aquellos, con los resultados consiguientes. Paralelamente, en el orden partidario, este sector parlamentario suscitó igualmente una serie de interrogantes sobre sus pretensiones últimas. Algunos de sus componentes, miembros de esta Junta, con otros colorados de figuración, altos funcionarios, en parte dirigentes y alejados a la vida privada por propia voluntad, los demás, se lanzaron también a planteamientos inconsultos, usando otras vías que la legítima, a las que tenían acceso directo, por cuanto que, como queda expresado contaban con voz y voto en este organismo partidario.

Tal el caso de la nota conocida como “de los 17”, dirigida a la Junta y que fue la forma final y atenuada de un manifiesto que se pretendió lanzar a la opinión pública al margen de la autoridad partidaria. En esa nota, en la que se pretende trazar normas a la Junta de Gobierno, se formularon peticiones que nada agregaban a las gestiones que orgánicamente se estaban realizando ya, en total acuerdo con el Gobierno, para abrir el proceso de normalización institucional, con todas las medidas que son pertinentes a tan auspicioso acontecimiento. Pero lo más grave fue su difusión amplia por firmantes de la misma, antes de que la Junta tomara conocimiento de ella, como si se tratara de un pronunciamiento adversario sobre cuestiones que hubieran sido denegadas.

La novedad principal de esta nota, estuvo en que la suscribió en primer término el Dr. José Zacarías Arza, retirado de la vida política por propia voluntad y a pesar de las reiteradas instancias que se le formularon, invitándolo a integrar la Junta de Gobierno y a participar activamente de la vida partidaria, donde sus luces y su prestigio habrían podido prestar tantos servicios a la causa de la unidad de los colorados. Se recordará que fue miembro de la Junta anterior y que nunca asistió a las sesiones, lo cual motivó el envío de varios delegados a pedirle su presencia, lo que no pudo obtenerse ni en circunstancias excepcionales, cuando se exigía de todos los Jefes partidarios la máxima solidaridad. El Dr. Zacarías, que no había cedido a ningún razonamiento y que siempre alegó los suyos, de carácter estrictamente particular, prestó, sin embargo, el concurso valioso de su firma a la nota de referencia, sin reparar que por su forma ese documento en nada se diferenciaba de los ultimatums de la oposición, desde el Partido Comunista hasta el Frente de Liberación Nacional y que coincidía exactamente con las consignas del adversario, para agrietar la fortaleza del Partido en el Poder. La lectura de la prensa extranjera de esos días y de los panfletos que pululaban internamente, así lo indican, y la propaganda capciosa que se hizo de la nota en el exterior, presentándola como una división del Partido en demócratas y antidemócratas, lo confirman.

Pero tanto es cierto, que esa nota se lanzó —ya que no puede hablarse de remisión en sentido estricto— cuando ya estaban maduras las tratativas preliminares con el Gobierno, que al tratarse el problema de la normalización institucional pocos días después, la Junta presentó un parecer uniforme y maduro sobre las más importantes cuestiones del planteamiento, de suyo complejo y delicado. Nadie podrá decir que hubo improvisación ni apresuramiento; todo se trató con serenidad y suficiencia, tal como lo refleja la Resolución del 4 de marzo último, que resume las sugestiones al Poder Ejecutivo; y el eco favorable que éste lo hace en el Mensaje Presidencial del 1º de abril —seis días después— demuestran que también en la esfera gubernamental se había tomado y madurado parecer sobre el asunto.

De la nota, entonces, sólo sacó provecho la oposición, que la tomó como su máxima conquista, mientras de las resoluciones consiguientes del Gobierno, como el levantamiento del Estado de Sitio y el anuncio de otras medidas, no decían sino que era el fruto de la presión ejercida por ellos, por nuestros adversarios, que logró por fin él enfrentamiento de Gobierno y Partido, la primera derrota del Coloradismo, que terminaría por ser barrido del Poder.

El pueblo colorado, leal y disciplinado, comprendió con claridad que había que mantenerse más que nunca unido, para evitar toda zozobra y hacer frente a la nueva situación. Tomó la nota “de los 17” sin magnificarla y se aprestó a secundar el empeño de la Junta de Gobierno y del Partido, para que el proceso ya en marcha no sufriera desbordamientos y para que una democracia efectiva, al servicio real del pueblo, se afirmara con la garantía del Partido y a la sombra de sus principios y su programa. La decisión de hacer juntos todos los colorados el arduo camino, sembrado de acechanzas y peligros, pero prometedor al mismo tiempo de nuevas glorias para el Partido, vino espontáneamente de todas las Seccionales, que asistieron así a las primeras manifestaciones de la oposición.

En estas condiciones se llegó a la crisis última, en la cual el grupo de parlamentarios a que nos hemos referido, después de revisar medidas administrativas ajenas a sus funciones y competencia, adoptó una postura de franco obstruccionismo, haciendo coincidir la protesta estudiantil por el aumento del precio de los pasajes, con una serie de actitudes extrañas, tales como la de declararse en sesión permanente, formular denuncias inexactas y, finalmente, arrebatar la presidencia al titular del cargo en el Alto Cuerpo y convocar a sesiones por conducto de la Vice-Presidencia, estando presente aquél.

También ahora, como antes los obreros, los estudiantes se vieron alentados desde afuera y la actitud de algunos parlamentarios aparece poco clara en estos trabajos. Se sabe que los estudiantes sólo pretendían manifestarse en sus colegios y elevar la constancia de su protesta a las autoridades respectivas, pero que fueron inducidos a salir a las plazas y a ganar las calles. La filiación de la barra que actuó en el Parlamento la noche del viernes último, y los aplausos dirigidos y la nómina de los oradores, echan luz sobre este asunto.

El orden público se resintió y las autoridades competentes tuvieron que emplearse a fondo para restablecerlo sin desgarramientos. El Gobierno, frente a los hechos, se vio compelido a tomar sus medidas: la implantación del Estado de Sitio por sesenta días y la disolución de la Cámara de Representantes, dos recursos de orden constitucional, privativos del Poder Ejecutivo.

El Estado de Sitio se explica por el quebrantamiento de la seguridad interior, evidente en sí mismo; la disolución de la Cámara se vincula a los hechos y circunstancias que hemos relatado con entera claridad y veracidad, pero también con pena, de la que nos consolamos, rindiendo nuestro mejor homenaje al grupo ponderable de parlamentarios que no escatimó esfuerzos para evitar aquellos excesos, con ejemplar patriotismo y lealtad partidaria. No se trata, entonces, de medidas arbitrarias, y así lo ha estimado la Junta, al considerar en sesión extraordinaria de ayer los acontecimientos y las disposiciones adoptadas por el Gobierno.

En cuanto al arresto de algunos correligionarios, entre los que se cuentan miembros de esta Junta de Gobierno, el Gobierno lo ha considerado de toda necesidad, por cuanto que aún en el caso de no haber estado en inteligencia con el adversario, su conducta, sus actitudes y sus procedimientos últimos, estuvieron en un todo de acuerdo con los de aquellos, contribuyendo a la crisis, alentando la descomposición del orden público y quebrantando el principio de autoridad, tres factores que pudieron tener dramáticas consecuencias, de no haber mediado la celeridad de la reacción. No se ha abierto juicio para establecer políticamente la responsabilidad de los mismos, ni se tomará ninguna medida partidaria sin que puedan ejercitar ampliamente el derecho de defensa, que como Asociación de hombres libres, el Partido debe garantizar en todo tiempo a todos sus afiliados, desde el más encumbrado hasta el más humilde. Pero entre tanto es necesario que se normalice totalmente la situación, que el orden público se afirme, para que se pueda analizar con calma las causas y los efectos verdaderos de la crisis. El Partido Colorado es responsable, juntamente con el Gobierno, de la buena marcha del país, cuya tranquilidad debe preservarse a toda costa. El pueblo colorado, todo él en un solo haz, se debe a esta obligación en este momento excepcional, que reclama su lealtad y su decisión, al lado de la Junta de Gobierno que lo convoca con el mandato de la Convención de preservar el poder mediante la disciplina y la unidad, para hacer la grandeza y la felicidad de la Nación.

Salvada la tranquilidad del pueblo, su paz, su seguridad, restablecido el orden al alto nivel de donde fue aviesamente sustraído, haremos cuanto esté a nuestro alcance, sin reparar en esfuerzos ni sacrificios, para cauterizar con todo el amor de buenos colorados las heridas que ha sufrido nuestra unidad, y desde ya abrigamos esperanzas alentadoras, fiados en el buen tino, en la serenidad y la confianza que sabremos poner todos para tan alto objetivo.

Al poner término a esta exposición desprovista de todo eufemismo, tal como debe hablarse en estos momentos de irreprimible tristeza para alcanzar siquiera el bálsamo de la verdad dicha con valor, la Junta de Gobierno del Partido Colorado, por mi intermedio, exhorta a todos los correligionarios a alinearse al lado de sus autoridades Seccionales y a éstas a congregarse en torno a la Junta, para cerrar este paréntesis de tribulación y seguir encarando bajo los auspicios de la concordia las arduas tareas de asegurar para nuestra Patria el destino venturoso que se merece.



DISCURSO PRONUNCIADO EN EL DÍA DEL CAMINO/ 5-X-1960

Excmo. General Presidente de la República;

Excelencias; Señoras; Señores:

En este “Día del Camino” cuyo treinta y cinco aniversario celebramos hoy, nos parece particularmente oportuno, para conocimiento de nuestro pueblo, trazar un panorama esquemático pero definido, de las realizaciones camineras concretadas por el Gobierno Nacional, en la década transcurrida.

Para mayor objetividad del importante análisis y para aquilatar racionalmente el trecho recorrido, conviene arrancar desde el comienzo de la década anterior. En efecto, hasta 1940, las rutas existentes eran rústicos esbozos, que no merecían el nombre de tales; trazadas casi siempre por el trajín de las lentas carretas que originaban profundos surcos en el suelo, tenían más bien la apariencia de canales de desagüe, que no de caminos. Pretender transitar por ellas con un vehículo automotor, para salvar la distancia que separa Asunción de San Lorenzo, era una aventura riesgosa, con probabilidades de fracaso. La comunicación de Misiones con Paraguarí, en conexión con el tren, se hacía por medio de viejos camiones, saldos de la Guerra del Chaco, manejados por audaces conductores ex-combatientes, acostumbrados a vencer todos los obstáculos del suelo chaqueño. Nadie podía viajar por placer, sólo la necesidad ineludible obligaba a tales penosas expediciones. La obligada peregrinación al santuario de Caacupé, con las clásicas carretas, movilizaba durante varias semanas a los peregrinos, para llegar hasta el lugar consagrado y luego regresar a sus hogares. Igual cosa ocurría en toda la extensión de nuestro territorio.

En 1940, mediante una de las cláusulas del Tratado de Paz del Chaco, uno de los gobiernos mediadores, los EE.UU. de Norte América, en cumplimiento del compromiso asumido, acordó al Gobierno Paraguayo un préstamo para la construcción de una carretera moderna, que fue encomendada a la Cía. Hebard, de los EE. UU. Es esta la Ruta II, que lleva el nombre de “Mariscal Estigarribia”, trazada desde Asunción hasta Villarrica con una extensión de 176 kilómetros, con base de piedra y hormigón asfáltico en los primeros 74 kilómetros, siendo el resto construido con la misma base y ripio arcilloso, hasta la capital guaireña. Es justo reconocer, la excelente estructura del tramo asfaltado, pues al cabo de más de 15 años de uso, se mantiene en buenas condiciones y, con una reparación general, puede durar aún mucho tiempo. El Ministerio ha importado ya la cantidad necesaria de asfalto, para este trabajo de carácter urgente.

En aquella misma década se inicia la construcción de la Ruta I, —San Lorenzo-Encarnación— y Ruta IV —Pilar-Misiones— totalizando ambas, con la Ruta II ya mencionada, a fines de 1949, una extensión de 619 kilómetros con base de piedra y ripio, 40 kilómetros enripiado solamente y 166 kilómetros terraplenado. Los puentes y alcantarillas construidos en número de 1.918 unidades, suman una longitud total de 4.484 metros lineales.

Con este acervo vial, y una maquinaria que trabajó durante 10 años, comienza la década 1950-1960. Como contrapartida, el país había contraído una deuda de U$S 6.000.000 con el Eximbank y de cien mil contos con el Banco del Brasil.

Era imperativo de consiguiente, no sólo conservar las rutas construidas, con un utilaje mecánico desgastado por 10 años de trabajo continuado, sino también acrecentar la red con otras nuevas y amortizar los empréstitos, con la honestidad proverbial de los Gobiernos nacionalistas del Paraguay.

Tal el cuadro del panorama caminero, que hubo de afrontar la capacidad creadora del Partido Colorado en función de Gobierno. El prólogo fue penoso. Las viejas máquinas con ya escaso rendimiento, la carencia total de camiones volcadores para el movimiento de la tierra, que obliga a recurrir a los camiones particulares, inaptos, escasos y caros, para conservar las calzadas de ripio, el limitadísimo presupuesto de Obras Públicas que no alcanzaba a 5.000.000 de guaraníes y el compromiso contraído para amortizar los empréstitos externos, parecían condenarnos al renunciamiento o la inacción sin remedio, si no fuera por la fuerza gigantesca del coloradismo al servicio de la Patria, que abatió todos los obstáculos, superó todas las dificultades, para emprender desde el primer instante del Gobierno Colorado, jornadas memorables de reconstrucción en todos los órdenes, habiendo éstas asumido en los últimos cinco años, especialmente, las proporciones de verdaderas cruzadas de una fuerza mística de la que son capaces, únicamente, aquellos grupos humanos profundamente consustanciados con su Dios, con su tierra y con su pueblo, tal como nos inculca la religión política de Bernardino Caballero.

Conciudadanos: no hacemos literatura, somos simplemente hombres de trabajo, que a pesar de nuestros muchos años llegamos al gobierno sin otra ambición que el bien de nuestro pueblo, digno de los mayores sacrificios de sus gobernantes, para proporcionarle el bienestar que merece. Así pues, daré las cifras que, sin otro comentario expresan la obra del Coloradismo en función de Gobierno.

En el transcurso del decenio cumplido en este año, la red vial de la República fue acrecentada con 1.028 kilómetros de caminos troncales, de los cuales 110 kilómetros con pavimento asfáltico. Los puentes y alcantarillas que sirven esta red, alcanzan a 681 unidades, con una longitud de 2.168 metros lineales, Simultáneamente a la construcción de las rutas troncales, surge en todo el ámbito nacional, en las poblaciones y vecindarios no favorecidos por tales vías de comunicación, un justificado afán de romper el aislamiento secular y llegar hasta ellas. En este sentido, las gestiones más frecuentes de nuestros animosos campesinos, son las relativas a la construcción de caminos. Y tales gestiones no tienen atención inmediata, muchas veces, ellos mismos constituyen cuadrillas de trabajo, que abren picadas en la selva, levantan terraplenes, tienden puentes sobre ríos y arroyos, solicitando, a lo más, el acabado de la obra emprendida y la presencia de las autoridades para librar al tránsito público, la ruta construida. Ante hechos semejantes, es difícil encontrar gobernantes que no compartan las vibraciones de su pueblo. Y es así como, en todo acto de inauguración de caminos, escuelas o templos, por humildes que sean, como el caso que hoy nos congrega, hace acto de presencia el Jefe de Estado, el primero en alentar y propulsar toda realización que signifique la voluntad del pueblo para labrar su propio destino.

Ante la imposibilidad de satisfacer todas las aspiraciones con los recursos ordinarios afectados para ese rubro, en 1952, el Gobierno sanciona la Ley 3539, que crea el Servicio de Conscripción Vial, con la finalidad única de construir rutas vecinales, que enlacen las poblaciones no favorecidas por las otras rutas y posibiliten así, su conexión con la red vial de la República.

La aplicación de la mencionada ley, en ocho años de vigencia, ha permitido la construcción de 1.162 kilómetros de caminos vecinales, con 426 metros lineales de puentes y alcantarillas.

El resultado obtenido, considerable sin duda, pudo ser mucho mayor, de haberse aplicado la ley en su verdadero alcance. Para evitar, en el futuro, su transgresión, el Ministerio proyecta las necesarias modificaciones, a fin de adecuarla a nuestra realidad.

Resumiendo los cómputos anteriores, obtenemos que, la red vial, con sus respectivas obras de arte, construidas durante la década de Gobierno del Partido Colorado, alcanza la cifra de 2.190 kilómetros de rutas y 2.594 metros lineales de puentes y alcantarillas. De consiguiente, el total general de la red caminera existente actualmente en la República es de 2.810 kilómetros de rutas y 7.078 metros lineales de puentes y alcantarillas.

Aunque brevemente, examinemos ahora, los recursos empleados en el decenio actual para la construcción de la red ya descrita.

1) Fondos provenientes del Presupuesto Nacional       G. 786.627.373—

2) Fondos en guaraníes provenientes de Empréstitos Extranjeros, 1956/60 .... G.260.754.210—

3) Fondos provenientes del Tributo de Liberación, Ley Nº 3539     G.77.860.035—

TOTAL  G.1.125.241.618—

4) Empréstitos del Birf, en maquinarias - U$S  1.606.000.—

—Amortización e intereses pagados a la fecha - U$S1.198.281—

5) Empréstito (D. L. F.) Fondo de Desarrollo, para asfaltado de la Ruta Oviedo-Stroessner (utilizado en parte) . . .  U$S  2.500.000.—

-Equipos camineros y camiones adquiridos con recursos del Presupuesto Nacional 1956/58/59  - U$S1.015.662.

-Suma pagada a la fecha por estas adquisiciones -  U$S  795.882.

SALDO A PAGAR  U$S 219.780,

Debemos señalar, especialmente, la colaboración voluntaria del Gobierno de los EE.UU. de Norte América con el aporte, en maquinarias, por intermedio de la Misión de Operaciones (USOM) para la construcción de la Ruta Transchaco, cuyo importe asciende a U$S 1.235.000.

Con respecto al préstamo obtenido en 1940/43 del Eximbank, de U$S 6.000.000, para la construcción de la Ruta II y una fracción de la I, ha sido totalmente cancelado con fecha 30 de noviembre de 1958, habiendo el Estado Paraguayo abonado además, la suma de U$S 1.462.559 en concepto de intereses. Es ésta, la norma invariable del Gobierno nacionalista del Presidente Stroessner, en el cumplimiento de sus compromisos Internacionales, como también lo ha demostrado en el caso del tristemente famoso empréstito de 3.000.000 de libras esterlinas, contraído en Londres en 1871/73; y que a pesar del inicuo saqueo que significó para el pueblo paraguayo que no se benefició con un solo penique de la cuantiosa suma, no obstante, nuestro Gobierno continúa amortizándolo y en la actualidad no resta sino un saldo escaso para su total cancelación.

En este “Día del Camino”, no podríamos olvidar en nuestra exposición, algo tan fundamental como las reglas de la construcción del camino mismo. Esto es, lo relativo al uso del camino:

El extraordinario y rápido desarrollo, de nuestra red caminera, ha determinado el aumento considerable de vehículos automotores que lo transitan, con el consiguiente desequilibrio entre la intensidad del tráfico y la capacidad de numerosos improvisados conductores, que no han recibido la preparación adecuada para dirigir con seguridad, tan útiles cuan peligrosos mecanismos, según el piloto que los guíe.

Es indispensable, inculcar la conciencia de la responsabilidad en todos los conductores y las leyes pertinentes deben sancionar con severidad implacable, todas las transgresiones a las reglas de tránsito.

Otro acto de incultura, bastante frecuente, es la destrucción de las señales colocadas a la vera de los caminos, para advertir a los conductores de las modalidades del trazado de la ruta. Se impone, que los transeúntes concientes colaboren con las autoridades policiales, en la represión de tales desmanes. Y las entidades deportivas y turísticas, también pueden prestar una importante ayuda en el mismo sentido.

No podríamos terminar el bosquejo superficial de este importante capítulo de las realizaciones camineras del Gobierno Nacional, sin mencionar el profundo significado social y político de tres de nuestras grandes rutas, ya construidas totalmente algunas y en gran parte, las otras. Nos referimos concretamente a la Ruta Coronel Oviedo-Puerto Stroessner, Ruta V (Concepción-Pedro Juan Caballero) y Ruta Transchaco. El libre tránsito por estas grandes arterias significa el término del aislamiento de esas regiones desiertas, abatiendo con poderosas máquinas la siniestra picada de Chingúelo, la imponente espesura de los bosques milenarios del Alto Paraná y la desolada vastedad del supuesto “Infierno Verde” con el brazo inquebrantable del zapador verde olivo. Ocurre, tal como lo expresara un gran amigo y gran cerebro uruguayo: “Es este el país donde la leyenda se convierte en realidad”.

Como titular de la cartera de Obras Públicas y Comunicaciones, nos permitimos recomendar a la consideración de nuestro pueblo, a los ingenieros, jefes de rutas, capataces, conductores de vehículos y obreros de las cuadrillas del Ministerio de Obras Públicas y de las Juntas Viales, que permanentemente están dedicando sus actividades para la construcción y conservación de las Rutas.

Igualmente señalamos a la consideración y reconocimiento públicos, al Cuerpo de Ingeniería de las FF. AA. de la Nación, en las personas de su prestigioso Comandante, de sus Jefes y Oficiales y sufridos zapadores, que laboran, solos o en colaboración codo a codo, con los demás artífices de la obra caminera del Gobierno.

Señores: en todos los actos humanos, de carácter colectivo enunciados, existe siempre el espíritu creador y la voluntad impulsora que los anima, para convertirlos en realidad. Así, en el vasto proceso que hemos bosquejado, ese espíritu y esa voluntad, capaces de engendrarlos, ha existido y existe.

Y es en mérito a esta constatación y como acto de estricta justicia, que el Ministerio a mi cargo, ha discernido el testimonio grabado en esta medalla, que reza lo siguiente:

“El M. O. P. C. —al Primer Caminero de la República—

Gral. de Ejército Alfredo Stroessner”.



EN EL ACTO DE RECEPCIÓN DE LOS BUQUES CONSTRUIDOS EN ESPAÑA/ 21-X-1960

Excmo. General Presidente de la República,

Excma. Señora de Stroessner,

Excelencias, Señoras, Señores:

La preocupación fundamental de los gobiernos nacionalistas del Paraguay fue siempre, el problema de las comunicaciones con el exterior. Nuestros grandes ríos fueron en todo tiempo las vías naturales transitadas por los medios de transporte que nos da acceso al mar.

Desde los primeros tiempos de la colonia, este país, dotado de abundantes recursos naturales construyó embarcaciones para satisfacer su necesidad vital de mantener contacto con el mundo civilizado. Consolidada la independencia por la férrea voluntad de Gaspar Rodríguez de Francia, a costa del aislamiento de la República, como único medio de evitar la propagación del incendio que devoraba a sus vecinos, surge un hombre excepcional, prototipo del genio creador de naciones, que en menos de quince años y sin más recursos que su voluntad, su talento y su fiero patriotismo, levanta de su postración al país en ruinas creando todo, de la nada. Fue aquel, un milagro sin precedentes.

Entre sus múltiples realizaciones, organiza la flota armada y la mercante, adquiriendo algunas unidades en el extranjero y construyendo otras numerosas en astilleros del país, levantados también por el genio creador de Don Carlos Antonio López. Después... todo se consumió en la inmensa hoguera que ardió durante cinco años.

Transcurrido treinta años desde aquel entonces, algunos sobrevivientes de la hecatombe, poseídos del mismo patriotismo del creador de nuestra antigua grandeza, echan la modesta base de la nueva flota nacional, con un barco destinado al tráfico con el Río de la Plata. La historia del “Sajonia” la conocen todos: en uno de sus viajes a Buenos Aires, cayó en manos de los auténticos herederos de aquellos que tanto hicieron para la destrucción de la flota de Don Carlos y que vinieron, como ellos, a traer al pueblo paraguayo la destrucción y la muerte, tripulando la embarcación adquirida con el esfuerzo de este mismo pueblo.

Fracasada esta tentativa de la segunda flota nacional, hubo de transcurrir más de cuarenta años y fue necesaria la ausencia de los enemigos de la patria del manejo de la cosa pública, para intentar la creación de otra nueva flota, esta actual, que comenzó a organizarse en los últimos años del emprendedor gobierno del General Higinio Morínigo.

Al acto que hoy nos congrega, para recibir estas embarcaciones destinadas a acrecentar el tonelaje de la Flota Mercante del Estado, se le ha dado solemnes proporciones. Y es lógico que sea así, para los que tenemos la conciencia de nuestro pasado y el sentido de nuestro futuro, para los que aquilatamos la grandeza de nuestra historia y la alcurnia de nuestro pueblo y su derecho a la conquista de un venturoso porvenir. Este acto, al que concurren el Presidente de la República con los integrantes de los poderes del Estado, altos exponentes de las Fuerzas Armadas de la Nación, los representantes diplomáticos acreditados ante nuestro Gobierno y una imponente masa popular, este acto para los paraguayos es un episodio cumbre porque marca, nada menos que el instante del reencuentro de la ruta de nuestro destino, aventada en el cataclismo de cinco años, que si aniquiló la grandeza material de la nación, no logró extinguir la simiente de la raza, tan indestructible como los árboles gigantes de nuestras selvas que abatidos por el hacha del leñador, sus raíces potentes hundidas en el seno fecundo de la tierra, hacen surgir de nuevo los retoños que deben perpetuar la especie. Y así es este nuestro Paraguay. Al respecto, es edificante escuchar, algunas crónicas que, sobre motivos semejantes, publicaba “El Semanario” de Asunción del 5 de Julio de 1856. Dice así: “El 2 del corriente, a las cinco menos veinte minutos de la tarde, después de bendecido fue lanzado al agua el vapor “Ypora” el primero que se ha construido en el astillero del Paraguay... al caer al agua fue saludado con una salva de artillería... el buque es de 226 toneladas y 70 caballos de fuerza, construido con todas las condiciones que exigen los ríos interiores por donde debe navegar, en cualquier estado en que se hallen sus aguas. El buque “Ypora” es el primero de otros cuatro del mismo porte y fuerza... de los cuales, algunos están ya en construcción”. “Este buque ha sido trabajado exclusivamente por operarios del país, bajo la dirección del constructor contratado. .. el acto de la botadura del “Ypora” debía ser y ha sido una pequeña fiesta pública en que el Pueblo Paraguayo ha demostrado, cuanto aprecia y estima los esfuerzos del gobierno por establecer mejoras materiales, que lo eleven a la altura y prosperidad que merece y espera de una administración patriótica e ilustrada, que le proporciona tan excelentes medios de desquitarse de sus pasadas desgracias; honor insigne a un gobierno que tal solicitud demuestra por sus compatriotas y por la felicidad del país que le ha confiado su destino. La construcción de este buque y de los que le seguirán; el arsenal y la cerrajería; los puentes que ha echado sobre los ríos, y los caminos que han abierto por entre los bosques espesos, para acortar distancias y disminuir las dificultades del transporte, lo mismo que el camino de fierro proyectado de la capital a Paraguarí y que probablemente seguirá hasta Villarrica, son las respuestas más perentorias, a todas las detracciones y calificaciones injuriosas que dirigen sin cesar, algunos periódicos de los estados vecinos”...

Así se expresaban los redactores de “El Semanario” de aquella época extraordinaria... Y hoy, 104 años después, los editorialistas de la prensa nacional, con gran similitud de conceptos, podrían emular la sugestiva crónica para demostrar, que la cadena de nuestra grandeza destrozada en Cerro Corá, ha reencontrado ahora sus eslabones perdidos, mediante las vastas realizaciones dictadas por los principios nacionalistas del Coloradismo, practicados con fervoroso sentido de Patria por el Gobierno Colorado del Presidente Stroessner. Sólo la fe inquebrantable en la grandeza patria, ha podido determinar esta adquisición de toda una flota de barcos, sin más recursos que los normales del país avalados, eso sí, por la solvencia reconocida de un gobierno que cumple y ha cumplido siempre, con todos sus compromisos, sean económicos o políticos y por la capacidad insuperable de un “pueblo de oro”.

Prolongadas y laboriosas fueron las gestiones realizadas para la adquisición de estas unidades de la Flota Mercante del Estado. Las numerosas propuestas presentadas, procedentes de diversos países, merecieron cuidadosos estudios de los organismos competentes, a fin de seleccionar la más adecuada a las exigencias de nuestro tráfico fluvial y a nuestra capacidad de pago.

La propuesta presentada por representantes de la industria naviera española y el Banco Exterior de España, así como la posición favorable de nuestra balanza de pagos con este país —y en considerable medida, nuestra natural afectuosa predisposición por todo lo originario del viejo tronco paterno— hicieron, que la Flota Mercante del Estado suscribiese con el Banco precitado, el contrato para la construcción de tres buques motores y cinco gabarras, con una capacidad total de bodegas de 5.500 toneladas.

Posteriormente y, ya en ejecución el primer convenio, se suscribió un segundo con el mismo fin, consistente en la construcción de dos buques motores, un petrolero, un buque frigorífico, un remolcador y una balsa a motor para transbordo.

Para informar al contribuyente, que tiene el derecho de conocer, cómo el Gobierno Colorado del Presidente Stroessner, administra los dineros del pueblo, creemos ilustrativo dar algunas cifras:

Los tres cargueros y las cinco gabarras, del primer convenio, que hoy recibimos de los astilleros españoles, fueron contratados al precio básico de 1.975.067 dólares libres. La suma abonada a la fecha, en concepto de amortización es de 817.883 dólares libres (42.19%).

Las unidades del segundo convenio, en ejecución, fueron contratadas en el precio básico de 2.037.883 dólares libres. La suma abonada a la fecha, a cuenta de este convenio, es de 130.470 dólares libres (6.47%).

El convenio suscrito con el Japón comprende cuatro cargueros, un petrolero, un barco para transporte de ganado, dos remolcadores y una balsa para transbordo, que fueron contratados en el precio básico de 3.787.252 dólares libres.

En resumen, las embarcaciones contratadas por la Flota Mercante del Estado que entrarán en servicio, en su totalidad, en los próximos tres meses, suman veintitrés unidades, clasificadas como sigue: 9.000 toneladas de cargueros; 3.400.000 litros de tanques petroleros; 350 toneladas de bodega frigorífica; 2.100 H.P. para remolque; 2.500 toneladas de bodegas para remolcar; un buque para 350 cabezas de ganado y dos balsas motoras con 360 m2 de superficie útil. Todos los cargueros calan 8 pies, y las gabarras 6 pies, con carga completa.

El costo de estas veintitrés unidades es del orden de 7.800.202 dólares libres, sin incluir seguros y fletes.

Para financiar esta considerable erogación, el Gobierno ha creado un recurso especial de 5% sobre las importaciones, hasta tanto la Flota Mercante del Estado pueda, con su acrecentado tonelaje, rendir las utilidades necesarias para amortizar sus compromisos.

Todas las embarcaciones contratadas por los Convenios con España, se construyen en astilleros de la industriosa región vazca. Sus quillas recibieron el primer contacto marino en las aguas del turbulento Cantábrico, donde ensayaron sus primeras cruzadas, antes de lanzarse a la extensa travesía en pos de la esfumada estela de las naos de Salazar, de Inda y de Ayolas. Y nautas experimentados serían los pilotos que condujeron estos navíos, hoy surtos en el puerto de Nuestra Señora de la Asunción, el mismo donde fondearon, hace más de cuatro siglos los bergantines de sus remotos antepasados, no los conquistadores, sino los abuelos que llegaron a la tierra guaraní con la cruz y el amor, para mezclar su sangre con las hijas de Arambaré, engendrando una nueva raza, la nuestra, que fundadamente puede llamarse indo-hispánica.

Creemos interpretar los elevados sentimientos del Excmo. General Presidente de la República y de su Gobierno al expresar nuestro público reconocimiento al eminente Jefe del Estado Español Generalísimo Francisco Franco, a sus dignos representantes y a los directores de los Astilleros Ruíz de Velazco, que no omitieron empeño para el logro de esta magnífica realización, de incalculable trascendencia en la vida económica de la Nación Paraguaya.

Con este acto, se incorporan oficialmente a nuestra marina mercante ocho unidades que ostentan en sus mástiles la tricolor gloriosa, que ensanchará los horizontes de la patria, más allá de nuestras fronteras, y con sus bodegas colmadas de los nobles productos de nuestra tierra, llevarán a los trabajadores de los puertos de escala el mensaje fraternal del trabajador paraguayo. Y en el correr de pocos meses, estos mástiles serán considerablemente acrecentados con la incorporación de quince nuevas unidades, casi todas ya terminadas o en avanzado estado de construcción.

Excmo. General Presidente: muchas y muy importantes realizaciones jalonan la ejecutoria de vuestro gobierno. De todas ellas, la que hoy celebramos es, sin lugar a duda, la de mayor trascendencia en la vida económica, social y política de la Nación. Desde el más humilde al más encumbrado ciudadano del suelo guaraní, ninguno puede desconocer la magnitud de esta obra del Gobierno Colorado que presidís, con esclarecido patriotismo y ejemplar capacidad, sólo comparable al del régimen extraordinario de Don Carlos Antonio López. Y si el pueblo de la República tuviera que pronunciarse sobre este acontecimiento, ciertamente, todos los ciudadanos limpios de corazón proclamarían, que “habéis merecido bien de la Patria”.


 

EN PARAGUARI/ 6-III-1961

Excmo. General de Ejército, Presidente de la República:

Consecuentes con las normas tradicionales de los gobiernos colorados y en particular, el del Presidente Stroessner, concurrimos a esta entusiasta concentración popular, con el objeto de hacer conocer algunos aspectos resaltantes de las gestiones del Ministerio de Obras Públicas a nuestro cargo, que deben interesar a la ciudadanía de la República.

El motivo que hoy nos congrega, en la vieja plaza de esta ciudad, encrucijada de rutas y de historia, es celebrar regocijados su unión con la capital por un camino de primera clase, pavimentado de asfalto que permite un tránsito permanente. Al cabo de varios años de constante esfuerzo, esta antigua aspiración se ha concretado en realidad, mediante el constructivo optimismo del Jefe de Estado, que siempre halla recursos, cuando se trata de realizar obras de positivo beneficio para los intereses de la comunidad.

Como en casos semejantes, nos permitiremos informar al pueblo contribuyente, sobre las alternativas del proceso de construcción de la obra, su costo y la procedencia de los recursos empleados.

El asfaltado de 50 kilómetros de la Ruta I, “Mariscal Francisco Solano López”, que arranca de la bifurcación de San Lorenzo y llega hasta Paraguarí, fue realizado en tres etapas, divididas por dos períodos de paralización, impuestos por la limitación de los recursos atribuidos a tan importante vía de comunicación.

En la primera etapa que se inicia el 29 de diciembre de 1954, se construye un tramo de 10 kilómetros, desde San Lorenzo hasta el kilómetro 23 1/2. El pavimento de 6 metros de ancho y 12 centímetros de espesor, ha insumido por cada kilómetro lineal, 1.800 toneladas de piedra y 45 toneladas de asfalto, administrado en triple riego de penetración, habiendo sido necesario un recalce perfilado en la base y el refuerzo de los andenes. La construcción de este tramo, duró trece meses y su costo total, incluyendo la amortización del equipo mecánico, fue de Gs 8.400.000, vale decir Gs. 140 por cada metro cuadrad. Intervinieron en la realización de la obra, dos ingenieros y 60 obreros, todos ellos nacionales.

Era esta la primera vez que el Ministerio de Obras Públicas emprendía a sola responsabilidad (proyecto, dirección y construcción), un trabajo de este género, con máquinas insuficientes y desgastadas, manejadas por un personal de escasa idoneidad. Es pues natural, que resultaran defectos de construcción imputables a tales factores, que no obstante sirvieron de aleccionadora experiencia en las etapas sucesivas. La segunda etapa con un tramo de 24 kilómetros 500 metros, se inicia en junio de 1957, con implementos y maquinarias nuevas en gran parte, circunstancia que aceleró la construcción, realizada en 16 meses, con resultado satisfactorio. El costo total del tramo, incluyendo la amortización del equipo en operación, fue de Gs. 25.284.000, es decir Gs. 172 por cada metro cuadrado. Intervinieron en la ejecución del trabajo un ingeniero y 90 obreros, todos paraguayos.

La tercera etapa, con un tramo de 15 kilómetros, hasta las puertas de Paraguarí, se inicia en abril de 1960 y emplea 9 meses en su ejecución. Su costo total incluyendo el reacondicionamiento de 4 kilómetros de terraplén y la amortización del equipo mecánico, es del orden de los 25.728.000 guaraníes, lo cual arroja un promedio de Gs. 286 por metro cuadrado de pavimento. Intervinieron en su ejecución, un ingeniero y 160 obreros, todos paraguayos, incluyendo los maquinistas y obreros de la cantera, que fue necesario explotar para este tramo, en las afueras de Paraguarí. Conviene recalcar, que la totalidad de los fondos empleados para la construcción de los 50 kilómetros, procedieron de las rentas ordinarias del Tesoro Nacional.

Creemos útil ofrecer un análisis bien claro del costo de la Ruta asfaltada y para el efecto, consideremos la equivalencia del guaraní con el dólar, en     las tres etapas de la construcción:

1ª etapa (cambio al 60%):       costopor kilómetro      14.000        dólares.

2º etapa (cambio al 80%):      costopor kilómetro      12.800        dólares.

3º etapa (cambio al 120%):    costopor kilómetro      14.293        dólares.

Con esta base, convirtiendo en dólares las inversiones realizadas, obtenemos la suma de U$S 670.605, que dividido por 50 —longitud total asfaltada— nos da un promedio de U$S 13.412 por kilómetro, cifra ésta que conviene recordar.

En efecto, como expresáramos al principio, era esta la primera obra, en su género, que el Ministerio de Obras Públicas se proponía construir por administración directa, con personal nacional, presupuestado, de escasa experiencia.

Se hacía necesario intentar la empresa y correr el riesgo con decisión y energía. El General Marcial Samaniego, entonces Ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, demostró poseer estas cualidades, dando por resultado la construcción de los 10 kilómetros iniciales, que bien puede considerarse como la escuela donde se formaron técnicos y artesanos experimentados, para una más eficiente realización de las etapas sucesivas.

Con la experiencia adquirida, la construcción de los 40 kilómetros siguientes, se hizo con excelente técnica, como lo prueba el intenso tráfico que soporta, desde hace varios años, sin mayor deterioro, pudiendo comparársela con la Ruta asfaltada Nº II, construida por una renombrada compañía extranjera. Es de justicia reconocer la eficiente labor cumplida por los señores Generales Marcial Samaniego y Mario Coscia, que desempeñaron la cartera de Obras Públicas, durante la construcción de la primera y segunda etapas, respectivamente.

De contar con implementos modernos de rendidora capacidad, los departamentos técnicos del Ministerio de Obras Públicas estarían en condiciones de ejecutar obras viales, tan satisfactoriamente, como las empresas extranjeras más idóneas y a costos muy inferiores, como lo prueba el precio unitario de 13.412 dólares por kilómetro que hemos hallado para esta Ruta I, no obstante los factores adversos que acrecentaron su costo.

Resulta necesario crear conciencia, sobre las cualidades reales del hombre paraguayo y de nuestras instituciones y reaccionar contra el humillante complejo de la superioridad de lo foráneo sobre todo lo nacional, incubado por los desarraigados. Las realizaciones magníficas del Gobierno Colorado del Presidente Stroessner, intérprete cabal de los principios cardinales del coloradismo, han probado, en toda su laboriosa y proficua trayectoria, que lo nacional es la fuente inagotable de toda energía creadora, en función de patria.

Y es teniendo en cuenta este objetivo fundamental, que el Gobierno de la República, dedica gran parte de los recursos del presupuesto nacional y de otros provenientes de leyes especiales y de préstamos externos, en el desarrollo de un plan acelerado de construcciones viales que posibiliten las comunicaciones entre los sitios aislados del país.

A fin de dar una idea de la importancia de tales emprendimientos, es interesante conocer las sumas erogadas en tales conceptos por el Gobierno Nacional, durante el fenecido ejercicio de 1960.

Para la construcción, mejora y conservación de rutas troncales Gs. 469.000.000. Provienen de recursos internos Gs. 279.000.000 y el saldo de 190.000.000 de préstamos del exterior.

Estas cifras, importantes por sí solas, no constituyen empero, sino una parte de las erogaciones del plan nacional de obras públicas que abarca además, la construcción de edificios destinados a educación, salud, culto y administración pública. Así, englobando las inversiones empleadas en todas estas obras, nos aproximaríamos al orden de los mil millones de guaraníes.

Tales las cifras escuetas, desprovistas de adjetivos, que expresan en términos aritméticos, indiscutibles, la obra de gobierno del Partido Colorado. Caminos, comunicaciones, centros de enseñanza y salud pública, templos, edificios públicos y castrenses, constituyen una parcial enumeración de las realizaciones más destacadas durante la última década transcurrida, que pasará a la posteridad, como una de las más constructivas de nuestra historia.


Excelentísimo Señor Presidente: el 29 de diciembre de 1954, al celebrarse en San Lorenzo, el comienzo de la obra del asfaltado de esta Ruta, una carretilla cargada de piedra triturada, fue conducida y volcada en el kilómetro cero, como iniciación simbólica de los trabajos. El conductor de la carretilla de la historia, que prometió entonces que el asfaltado llegaría a Paraguarí y, a fuer de primer caminero de la República, una vez más, Señor Presidente, habéis cumplido con la palabra, aquel día empeñada.



DISCURSO PRONUNCIADO CON OCASION DE LA ENTREGA AL PRIMER MAGISTRADO DE LA NACION, LA ESCRITURA DE TRANSFERENCIA DE LOS BIENES DEL F. C. C. P. AL ESTADO PARAGUAYO/ X-1961

Excmo. Gral. de Ejército Presidente de la República.

En representación del Gobierno Nacional, el Señor Ministro de Hacienda, Gral. Barrientos, y el de Obras Públicas y Comunicaciones, Romero Pereira, que tiene el honor de pronunciar estas palabras, han suscrito la escritura pública por la que se transfiere la totalidad de los bienes de la empresa inglesa (Ferro Carril Central del Paraguay) F.C.C.P., al Estado paraguayo.

En todos los actos humanos, hay siempre una lógica y este de hoy, es su demostración elocuente. En efecto, estamos a cien años cabales, de la fecha en que de este mismo andén partía un convoy ferroviario con destino a Trinidad, inaugurando así, el gobierno nacionalista y creador del Presidente Don Carlos Antonio López, el primer ferrocarril de la cuenca del Río de la Plata.

La entidad creada por el más genial de nuestros gobernantes, para labrar el progreso nacional, sobrevivió penosamente a la hecatombe del 70 y después de numerosas alternativas permaneció más de medio siglo, en manos de una empresa extranjera, que la explotó sin tener en cuenta los superiores intereses de la nación, ahora se desprende de ella, en pleno estado de falencia.

Vuestro Gobierno Señor, nacionalista, creador y tan responsable como el de Don Carlos, a un siglo de distancia de su inauguración, con la unción que dedicamos a un patrimonio familiar, recoje hoy estos despojos, con la certeza de encontrar en ellos, por la lógica de la historia, el potencial restaurador de la grandeza patria.

Pongo en manos de V.E., la escritura de transferencia y el inventario de los bienes que pertenecieron a la empresa inglesa F.C.C.P.



DISCURSO PRONUNCIADO EN PARAGUARI/ 5-X-1962

Excmo. General de Ejército, Presidente de la República

Don Alfredo Stroessner,

Excmo. Señor Ministro de Obras Públicas,

Excelencias, Señoras, Señores...


Por temperamento y por afinidad ideológica nacionalista con nuestro gran Mariscal, el General Stroessner cuando pronuncia un juramento o formula una simple promesa, es implacable en su cumplimiento. En más de ocho años de haber tenido la honra de colaborar con su gobierno, no podía señalar la más insignificante transgresión a la palabra empeñada y, aunque no guarde proporción con la importancia de este acto y con la grandeza de este escenario costelado de historia, no obstante, creo oportuno mencionar un episodio, para mí transcendental, ocurrido hace poco tiempo. Fue, señor Presidente en ocasión de presentaros mi dimisión al alto cargo de Ministro de Obras Públicas de vuestro Gabinete de Gobierno. Luego de la atenta lectura de mi modesta exposición, pronunciasteis esta frase que nunca podré olvidar; “Puesto que su decisión es indeclinable, se retirará Ud. de mi gobierno con todos los honores”. Era la palabra de Stroessner, que no tardaría en cumplirse, como ocurre siempre.

Y en efecto, poco tiempo después, tuve el extraordinario y excepcional privilegio de recibir de Vuestra Excelencia la carta de Setiembre p.p., de contenido tan altamente honroso para mi humilde persona, que prueban una vez más la alcurnia de vuestro espíritu y la generosidad de vuestro corazón.

Constituirá, sin duda mi más ilustre blasón de hombre público, que legaré con orgullo a mis descendientes, el histórico documento consagratorio de la última etapa de mi larga vida, con el inapreciable aval del esclarecido Gobernante, que en sólo ocho años de lucha sin tregua por el bien de su pueblo, ha conquistado el derecho de incorporarse entre sus pares de la historia, los Grandes de la Patria.

Recompensado con creces, por los conceptos consagratorios de la precitada carta, entregado a la contemplación serena del grandioso panorama del Campamento Cerro León, un día fui sorprendido por la noticia de una Resolución del Señor Ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, General Marcial Samaniego, noble compañero, viejo colorado, genuino y de buena ley, disponiendo que la nueva ruta Ypacaraí-Pirayú- Cérro León-Paraguarí, lleve mi nombre “como justo reconocimiento a una existencia dedicada al servicio de la ciudadanía”, tal como reza el considerando de la generosa disposición.

Confieso Señor Presidente que me sentí abrumado por la magnitud de tal determinación. En primer término, no me creía con suficientes méritos para recibir semejante homenaje, reservado a los próceres desaparecidas de la Patria y del Partido y luego porque, contraría mi particular idiosincrasia.

No obstante, este gran honor no puedo declinarlo y si lo acepto, es en la absoluta convicción que esta disposición gubernativa fue dictada para honrar en la persona de uno de sus pocos sobrevivientes de la generación de Colorados que desde el ocaso de 1904, empuñara, hace más de medio siglo con altiva dignidad, la inmortal enseña del General Bernardino Caballero y la mantuvieron en alto hasta entregarla a las manos jóvenes y vigorosas de los que se batieron desde Piri-Pucú hasta el Paraná, epilogando en la aurora triunfal de Villeta.

Podría señor sobrellevar el peso de este homenaje, si debo compartirlo con aquellos que fueron mis jefes, mis maestros, mis compañeros y mis hermanos. Conozco señor vuestra real devoción por las veteranas figuras del coloradismo, y en ese concepto y en este sitio santificado por el recuerdo del General Caballero y engrandecido por vuestro patriotismo, permitidme invocar los nombres venerados y venerables de Enrique Solano López, Ignacio A. Pane, Antolín Irala, Ricardito Bragada, Telémaco Silvera, Pedro Peña, Fulgencio R. Moreno, Eduardo López Moreira, Manuel W. Chaves, José Gill, Alejo Ramírez, los encarnacenos Juan Regis y Juan León Mallorquín y Emilio y Cayo Romero Pereira y tantos otros que desaparecieron, alentando siempre en sus animosos corazones la fe inquebrantable en el triunfo de nuestra causa. No podríamos dejar de recordar en este instante, a los hombres de esa misma generación que tuvieron la ventura de contemplar la exaltación del Partido al Palacio de López y desaparecieron en los últimos años tales como los queridos compañeros Bonifacio Caballero, Juan León Mallorquín, Juan Manuel Frutos, Marcos Quaranta, Tiburcio Bogado, Petronilo Zayas, Jorge Patiño, Braulio Zelada y Rigoberto Caballero, denodados próceres del Partido que, con la suma de sus capacidades, colaboraron para justificación del

Coloradismo en el poder y su definitiva afirmación en el plano nacional, en este período inicial del renacimiento patrio, prólogo solamente de las grandes transformaciones que experimentará el país en los cinco años venideros, regido por el Gobierno providencial del Presidente Stroessner, genuino y auténtico sucesor del General Bernardino Caballero.

Asumo pues el papel de personero de estos próceres del Partido, para recibir este nuevo homenaje que me tributáis y expresaros que habéis cumplido, como siempre y con exceso, vuestra noble promesa colmándome de honores al dejar la primera línea de vuestro Gobierno, para encuadrarme en la reserva de nuestro poderoso Régimen, donde estaré siempre en apresto y a vuestras órdenes, Mi General...

Señor Presidente: Las realizaciones de vuestro fecundo gobierno, han acrecentado en grado máximo vuestro acervo político partidario y nacional. Y como lógica consecuencia, en los comicios de Febrero próximo, la masa ciudadana, por abrumadora mayoría, os ungirá con su voto Presidente de la República de todos los paraguayos.

En el próximo lustro, vuestras gestiones de gobierno, rígidamente encuadrados en los principios cardinales del Coloradismo, conquistarán tal suma de bienes para la Nación, que el pueblo paraguayo pletórico y feliz, os consagrará con la más alta dignidad ciudadana, la de “PRESIDENTE DE LA PAZ” para honra y gloria del Partido Colorado.



EN EL CAMPAMENTO CERRO LEÓN/ 1º-III-1965

Excmo. General de Ejército Don Alfredo Stroessner,

Presidente de la República y Comandante en Jefe de sus Fuerzas Armadas.

En las primeras horas de este día luminoso, consagrado con todo acierto a honrar a los “Muertos por la Patria”, le habéis rendido vuestro alto homenaje de Jefe de Estado, en representación del pueblo paraguayo cuyo mandato constitucional ejercéis, depositando en el Panteón Nacional, la corona de laurel que ellos conquistaron con el sacrificio de sus vidas rendidas en defensa de la Patria. Les habéis hecho llegar en las hojas del árbol simbólico, los sentimientos de admiración, respeto y gratitud de millones de paraguayos a todos los héroes y mártires del lustro terrible, desde el primer caído de la batalla de Corrales, un siglo atrás, hasta el sobrehumano adalid de la defensa, abatido con su Patria en Cerro Corá, en una fecha como la de hoy hace 95 años... y a los “Otros”, a los legítimos herederos de esos titanes, a los guerreros del Chaco, también habéis honrado con vuestro homenaje, desde el Tte. Rojas Silva que sucumbió en la zona del Pilcomayo, hasta el humilde soldadito que, al medio día exacto del 12 de junio de 1935, en las márgenes del guaranítico Parapití, cayó muerto por el último disparo de la artillería enemiga.

Ahora, señor, estáis en este sitio famoso, uno de los más resonantes de nuestra historia, cuyo nombre en la prolongada noche que nos impuso la derrota, sobrevivió al olvido mediante un aire musical de alada marcialidad que deleitó nuestra infancia, manteniendo en nuestro corazón, sin sospecharlo, el rescoldo sagrado, que se convertiría en llama, al resplandor de la luminosa antorcha levantada en alto —treinta años después de la hecatombe— por el Prometeo de la Reivindicación Nacional: O’Leary.

Os encontráis señor, en el “Campamento Cerro León”, nombre ahora familiar para todo paraguayo, que evoca en el alma nacional la suma de glorias, grandeza e infortunios de la Patria, en el pasado... Estáis en el recinto de la amplia casona que mandó edificar el Brigadier General, luego Mariscal Francisco Solano López, Comandante en Jefe de los Ejércitos de la República y la ocupó con su Cuartel General. Entre sus recios muros, ya centenarios, pero siempre enhiestos, resonó “la voz potente del supremo adalid de la Epopeya Nacional”, jamás superada por el heroísmo humano de todos los tiempos.

Este edificio y el vecino, que ocupaba el Estado Mayor situado a cien metros al Norte, son los dos únicos aún erguidos, de más de un centenar de espaciosos pabellones, levantados simétricamente en las proximidades de los primeros, destinados al alojamiento de 25.000 soldados, acantonados para recibir instrucción militar.

Tales pabellones, distribuidos en varias filas, encuadrando una plaza de armas de unos 300 metros por 2.000, estaban situados al Este del Cuartel General que constituía el eje Este- Oeste de la plaza. Desde el corredor opuesto al que ocupamos, puede contemplarse la prolongada planicie, extendida hasta la base de la Cordillera de los Altos. De las mencionadas Construcciones, no han quedado sino una serie de pequeños terraplenes cubiertos de maleza, fácilmente reconocibles por sus formas regulares.

En la remoción de algunos escombros, no se hallaron sino tejas y ladrillos rotos. Los adobes de las paredes se han incorporado al terreno y el maderamen quedó a merced del pillaje, como ocurre con las taperas abandonadas. El sitio que proporcionó mayor cantidad de material cocido, recuperado, fue Cementerio-cué, antiguo camposanto del acantonamiento, emplazado en la falda sur de un contrafuerte de la cordillera, cercana al Campamento.

En nuestras largas recorridas de esta propiedad y en la contemplación de este paisaje maravilloso de cerros, bosques, praderas y arroyos, síntesis de nuestra tierra de bendición y armonía, hemos tratado de encontrar las razones que determinaron al Brigadier Solano López a elegir este sitio para el acantonamiento de instrucción del pueblo en armas y su organización en Ejército regular, de imperiosa necesidad para la defensa de la Nación Paraguaya, pacífica, laboriosa, progresista y feliz, amenazada por el único delito de vivir sin anarquía y sin esclavos, como sus velicosos vecinos.

Realista genial, el Brigadier General y Comandante en Jefe, necesitaba una región amplia, despejada de bosques, con abundante agua y buenas praderas, situada en un lugar de convergencia y más o menos equidistante de las principales poblaciones del país. Así fue como recayó su elección sobre Cerro León, que reunía las condiciones apuntadas. Como terreno, es un largo valle flanqueado en sus costados por la Cordillera de los Altos al Este y las Serranías de Tacuaral, Pirayú, Paraguarí y la Cordillerita por el Oeste, con un ancho variable de 5 a 6 kilómetros y limitado al Norte por el Lago Ypacaraí, extendiéndose hacia el Sur por más de 100 kilómetros hasta las proximidades de Villarrica.

Los pueblos de la Cordillera se comunicaban con Cerro León por los pasos de Altos, Caacupé, Azcurra, Tu-í-jhoby, Guardiacué, Chololó y Valenzuela; los de las Misiones por Paraguarí y la región Central por Pirayú y Tacuaral además del ferrocarril y los caminos vecinales. La superficie del valle era entonces de praderas onduladas, desprovistas de arboledas, especialmente aptas para la evolución de las unidades militares de nuestro gran Ejército y con abundante pastajes para apacentar el ganado de la caballería, de los transportes y el abastecimiento de las tropas. La vía férrea, que en octubre de 1864 llegaba a Pirayú, estableció después la estación Cerro León a 3 kilómetros al Este del campamento, donde debía llegar el desvío, para lo cual se construyeron los terraplenes y desmontes aún existentes, asegurando así su rápida comunicación con la capital.

Todo se hizo de acuerdo a un plan magistralmente concebido y rigurosamente ejecutado. Si la guerra hubiese estallado dos años más tarde, la formidable maquinaria de nuestra defensa hubiera funcionado con una eficacia tal, capaz de cambiar, diametralmente el desenlace de Cerro Corá.

Desgraciadamente, el destino, dispuso otra cosa y la adversidad se abatió sobre esta tierra próspera y feliz, donde todo se hundió. Un solo detalle puede dar idea de la magnitud de nuestra derrota: estos edificios, digna residencia del Cuartel General del Mariscal, antes de la guerra, cuatro años después de Cerro Corá, el 13 de octubre de 1874, eran vendidos por el Gobierno Paraguayo de entonces, a la firma Travasso y Cía., sociedad constituida por Juan de Freitas Travasso y Manuel Alfonso de Freitas Amorín, Barón de Santa Victoria (ambos brasileños proveedores del Ejército Imperial)... Después de “liberar” al pueblo paraguayo, con el exterminio, ahora “liberaban” el patrimonio del Estado paraguayo con el despojo.

Esta finca, continuó bajo el dominio de la firma citada hasta el 19 de mayo de 1884, fecha de su transferencia a Parmerola Hnos., ciudadanos argentinos, posteriormente arraigados en el país y de cuyos descendientes la adquirió nuestra sociedad familiar el 24 de diciembre de 1951.

Tal la historia de las alternativas posesorias de los dos grandes edificios, únicos aún en pie, aunque incompletos, de la populosa urbe militar. En efecto, en la escritura de transferencia a Travasso y Cía., el Gobierno Paraguayo le vende los edificios compuestos de ocho lances cada uno. Actualmente, sólo el edificio de la Comandancia consta de ocho lances; el del Estado Mayor cuenta con seis lances únicamente. Según referencias, los dos restantes se derrumbaron bajo la piqueta demoledora de los buscadores de tesoros enterrados, que minaron sus cimientos.

Superior a cualquier libro de historia, la estructura de estos edificios aún existentes, dan a la medida de la contextura de sus constructores. Levantados con materiales, al parecer poco consistentes, la mampostería de adobes de arcilla, encofrada en la base con grandes ladrillones de siete kilos de peso, de gran resistencia, han soportado con ventaja, la incuria del largo siglo de existencia, a pesar de los cupi-í que minaron los muros de sesenta centímetros de espesor desde los cimientos hasta el techo. No presentan grietas importantes que puedan comprometer su estabilidad. Los sólidos dinteles de tayi labrado, colocado sobre las aberturas, han resistido bien las cargas de los pesados muros y techos entejados. Únicamente el encanizado de bambúes y la tirantería de palma del techo de la Comandancia, hubo de repararse con madera aserrada. Las grandes vigas del techo, de ambos pabellones y las cabriadas del gran Salón de 150 metros cuadrados del Estado Mayor, todas de tayi labrado, así como la mayor parte de la carpintería de aberturas con sus rejas de hierro y los pisos de ladrillos, son antiguos o restaurados con materiales recuperados en la remoción de escombros. Lastimosamente estos materiales no fueron suficientes, subsistiendo algunas reparaciones ejecutadas con material anacrónico.

Pero en lo fundamental, los edificios conservan el carácter que les dio su inspirador. Podéis estar cierto, señor Presidente, de hallaros en los viejos lares de nuestro Gran Mariscal, donde ardía permanentemente la lámpara de la Patria mantenida por su inmenso patriotismo y la lámpara de la familia santificada por el heroico amor de la madre de sus hijos: Elisa Lynch

Y es aquí, en este recinto, donde flota perdurablemente lo más grande de la vida, el amor a la Patria y el amor a la familia, síntesis ambos del amor a Dios, es a este sitio que habéis llegado hoy, como Presidente de todos los paraguayos a tomar posesión de esta finca.

Al cumplir el acto de donación que acaba de consumarse, con la promulgación de la ley que acabáis de firmar, en el mismo Salón donde el Mariscal platicaba con los futuros actores de la Epopeya, no hicimos otra cosa que obedecer a un imperativo de conciencia y a un irresistible impulso del corazón.

La fervorosa admiración por la figura del Mariscal, la heredamos de nuestra madre, Residenta de la Guerra Grande, que modeló nuestros sentimientos en el amor a la Patria y la devoción a sus héroes.

Así oí de sus labios, como triste canción de cuna, los relatos del éxodo trágico, desde el día que abandonaron la casa solariega de Ybycuí, con la abuela octogenaria, la madre y ocho hermanas, en el carretón familiar, para incorporarse al Ejército del Mariscal en el Campamento de Azcurra y seguir luego la penosa vía crucis hasta más allá de Caraguatay. Después... ya sin carretón y sin bagajes, el regreso a la casa solariega, poco tiempo antes floreciente hogar, encontrada sin un mueble, sin una abertura en su sitio, totalmente saqueada por las sombrías hordas imperiales de Mena Barreto, que invadieron nuestra heredad, para traernos, según ellos, el “progreso” y la “libertad”. Los relatos de los innumerables episodios se grabaron en mis recuerdos en forma indeleble y, en todos ellos, nunca asomó la menor palabra de reproche y menos de recriminación para el supremo conductor, el “Caraí” como le nombraban sus contemporáneos.

La impronta materna, lejos de esfumarse con el tiempo se convirtió en credo nacionalista al conjuro de las clarinadas de Pompeyo González, joven adalid de acerada pluma, que allá por el 1900 surgió a la palestra, entonando sus “Recuerdos de Gloria”, conmoviendo el ambiente nacional, reanimando a los viejos guerreros aplastados por la derrota y galvanizando a las jóvenes generaciones que agrupadas en tumultuosas falanges, recorrían las calles de Asunción, vitoreando al Mariscal y anatematizando al incubador del “Cretinismo paraguayo” y las “batallas sin gloria de la tiranía”.

Considero como honroso timbre de mi adolescencia, haber integrado esos grupos juveniles, que delirantes de entusiasmo, concurrían al Colegio Nacional y a las plazas públicas, capitaneados por Ricardito Brugada, coreando ¡vivas! a Pompeyo González (Pompeyo González era el seudónimo del joven maestro del nacionalismo, hoy consagrado Apóstol: O’Leary).

Con estos sentimientos y estas convicciones, nos alistamos en las filas de una agrupación política que reverenciaba a la Patria de todas las épocas y entronizaba a sus héroes en los sitiales conquistados con sus cruentos sacrificios. Y tuvimos el insigne honor de recibir el espaldarazo colorado del propio sucesor del Mariscal López, del héroe de las cien batallas, del General Bernardino Caballero en persona, allá por el año 1908, en la ciudad de Buenos Aires, donde nos encontrábamos exilados.

Como podréis colegir, señor, nuestra ejecutoria nacionalista, relatada, no como auto elogio, sino más bien como exposición de motivos, no podía llevarnos por otro camino, que éste, de la donación al Estado Paraguayo, de su legítimo patrimonio, detentado por particulares. Es pues un acaecer normal, en el ámbito de nuestra ideología. Cualquier otro colorado como nosotros, de hallarse en el caso, hubiera obrado igual.

Ahora bien, glosando un párrafo de vuestro brillante mensaje de la última Navidad, resultaría de poca trascendencia el acto, si nos presentásemos ante estas reliquias del pasado, sin haber realizado nada para el resurgimiento de la Nación, hacia el nivel de su pasada grandeza, devolviendo al pueblo paraguayo la felicidad que merece, como herencia conquistada por el sacrificio de sus padres, en la Gran Epopeya.

Es pues el caso de preguntarse, si teníamos el derecho de poner las manos en los despojos de este monumento nacional para restaurarlo y donarlo al Estado Paraguayo?

En lo que nos atañe, nos permitimos contestar humildemente: cuando la Patria, nuevamente invadida, fue a la guerra en defensa de su heredad, concurrimos al primer llamado de la movilización, actuando con todas nuestras energías, desde Boquerón hasta el Parapití, durante toda la contienda chaqueña. Y en la Paz, en la función pública que nos confiaron, pusimos nuestro empeño integral al servicio del pueblo, durante doce años.

En cuanto a vos, que habéis concurrido para tomar posesión de este monumento, podríamos contestar como ciudadano paraguayo, seguro de interpretar los sentimientos de nuestro pueblo, que os asiste el derecho de tal acto de posesión, por la ejecutoria prócer de vuestro gobierno insuperado en este siglo y que os coloca entre los grandes de nuestra historia.

A este respecto, como el caminante que ha recorrido una larga ruta y se encuentra próximo al fin de su jornada, permitidme formular una expresión de anhelos y también un voto.

Continuad señor, conmoviendo al país en toda su extensión, con realizaciones positivas como las ya cumplidas y otras muchas en gestación, probando así que “la capacidad revolucionaria de un régimen para cumplir sus destinos, no se la demuestra con afirmaciones enfáticas, ni composiciones dogmáticas ¡se la demuestra con hechos concretos que partiendo de la realidad, tiendan a transformarla rápidamente al servicio de la Nación!”.

Continuad pues, entregando al pueblo los “monumentos a la libertad” que inauguráis semanalmente en los más apartados lugares de la República, tal este monumento nacional, en cuyo recinto funcionará una escuela pública, por acertada disposición de vuestro gobierno, y como la otra que vais a inaugurar dentro de breves instantes, a 2 kilómetros de este sitio, en la Compañía “Cerro Verá” lugar de nacimiento del vencedor de Curupayty, General José E. Díaz.

Continuad levantando casas de salud en todo el país, para dotar al ciudadano de un cuerpo sano con mente sana.

Continuad distribuyendo tierras al labriego paraguayo y prestándole asistencia técnica y económica, aún cuando algunos califiquen vuestra política de repatriación como el camino al infierno.

Continuad manteniendo inalterable el valor del “Guaraní”, a pesar de las adversas opiniones de los “técnicos” que ignoran la materia.

Continuad impulsando la creación de la energía, aprovechando el potencial de nuestra enorme riqueza hidráulica, que hasta ayer se despeñaba en el abismo de pintorescas cataratas, sin utilidad alguna. Así habréis obtenido la “independencia económica del país”.

Continuad botando al agua embarcaciones de todo tipo, para surcar nuestro admirable sistema hidrográfico y llevar a todos los puertos del mundo la presencia de la enseña tricolor, con sus bodegas colmadas de productos guaraníes.

Continuad elevando el nivel técnico e intelectual de los cuadros del Ejército Nacional, dotándole de establecimientos castrenses de alto nivel, de cuarteles confortables para los ciudadanos llamados bajo bandera, de unidades instruidas eficientemente, aunque no cuenten con todas las armas modernas de muy alto costo, pero que se hallen en condiciones de actuar con decoro, encuadradas en cualquier ejército bien equipado, como se demostró recientemente en los campos de Ayacucho. Que las unidades especializadas continúen construyendo obras nacionales en todos los ámbitos de la República. Así el león de nuestro escudo, seguirá montando guardia al pie de nuestra bandera.

Continuad abriendo rutas en las regiones aún desérticas para realizar la integración geográfica, económica y social de la Nación.

Y cuando esta red se complete, os sugiero señor, la celebración de una ceremonia de alto simbolismo: que diversos grupos de ex-combatientes de la Segunda Epopeya, con vos a la cabeza, en cada lº de marzo enciendan sendas antorchas en la llama perenne del Panteón Nacional y en solemne peregrinación, las conduzcan por las rutas Mariscal López y General Díaz hasta Itapirú; por las rutas General Aquino y General Caballero hasta Cerro Corá; por la ruta Carlos Antonio López hasta el Fortín General Garay; por las Rutas Mariscal Estigarribia y Gaspar Rodríguez de Francia, lleguen hasta Puerto Presidente Stroessner para escoltar al histórico convoy procedente de la Patria de Benjamín Constant, que presidido por el Mariscal Castello Branco, conduzca los trofeos de la Epopeya Nacional, únicos aún en tierra extranjera, restituyéndolos así al pueblo paraguayo, acto transcendental que dará al pueblo amigo del Brasil Republicano, el derecho de llamarse verdaderamente hermano de los descendientes del Mariscal Francisco Solano López. Entonces habrán desaparecido, sino las consecuencias, los últimos vestigios materiales de la gran injusticia. Y ese día el Puente Internacional Paraguay-Brasil, obra maestra del genio político de Juscelino Kubitschek, habrá cumplido su más alto destino.

Creo oportuno, Excmo. Señor y, hasta ineludible, rememorar la histórica frase que pronunciasteis en este mismo sitio, hace 10 años.

“Y aquí estamos —dijisteis entonces— ante el Capítulo de esa historia, materializado para siempre en estos cuarteles legendarios donde hoy vuelven como en la época del Mariscal y de los Jefes, Oficiales y tropas de su Comando, a reagruparse las banderas a cuyo pie murieron sus defensores, y que así pareciera seguir respondiendo a la orden de Solano López, para el reencuentro en Cerro León”. “Que sirva este reencuentro para la prosecución de la jornada a cumplirse por mandato de nuestros héroes. Que al pie de estas banderas y, ante este altar de la Patria, la familia paraguaya sea una sola gran familia, dispuesta a realizar en la paz la política del orden, de la justicia, de la libertad y del progreso, para poder alzar al Paraguay a la altura de sus antecedentes, con la culminación de la victoria efectiva sobre todos los infortunios”.

Tales fueron vuestras palabras pronunciadas dos lustros atrás. De cómo, vuestros anhelos tan bellamente expresados se cumplieron, pueden atestiguarlo las encumbradas personalidades aquí presentes. Ellas, han presenciado o han colaborado en vuestra gigantesca tarea, para llegar a vivir esta “democracia del trabajo, esta democracia efectiva en la cual el esfuerzo comienza al despuntar el sol y la preocupación por el destino del país y de la familia no termina al ponerse el Sol”. Con esta elegante figura, describe el Dr. Felipe Herrera, con justeza y con justicia vuestra gestión de gobierno de todas las horas, de estos diez últimos años.

Tenéis pues, señor, la suficiente alcurnia moral, política y personal para tomar posesión de este monumento donde el Héroe Máximo escribió el primer capítulo de la Epopeya, porque sois un varón de su misma estirpe, que por entero os consagráis al servicio de la Patria y, llegado el caso, estoy seguro, la defenderéis como El, hasta la última extremidad.

Podéis pues, entrar con dignidad a esta casa, hasta ayer patrimonio privado y hoy, mañana y siempre, patrimonio del Estado Paraguayo!

Cuando las futuras generaciones, imbuidas de un profundo sentimiento de justicia por los Grandes de la Patria, erijan el “Monumento de la Gratitud Nacional” a sus próceres máximos, inscribirán en su friso historiado los nombres inmarcesibles de: “Gaspar Rodríguez de Francia; Carlos Antonio López; Francisco Solano López; Bernardino Caballero, José Félix Estigarribia; Alfredo Stroessner. . .

Entonces, las futuras generaciones habrán demostrado poseer, la más alta de las virtudes humanas: el sentimiento de la gratitud.

Excmo. Señor Presidente:

Permitid que este niño, Carlos Saldívar Romero, colorado de cuarta generación, biznieto de Doña Rosa Isabel Pereira de Romero, Residenta de la Guerra Grande, os haga entrega del título de transferencia de esta finca... y permitid también que dedique este acto a la memoria de nuestra madre y de nuestros hermanos Emilio y Cayo, desaparecidos tempranamente, pero nacionalistas de la primera hora, colorados hasta el fin y fraternos compañeros, del entonces joven apóstol de nuestra causa, con cuyo nombre perdurable, pongo punto final a estas palabras: “O’Leary”.



EN EL ACTO DE CLAUSURA DE LAS JORNADAS ILUSTRATIVAS SOBRE EL ESPÍRITU DEL PROYECTO DE CONSTITUCIÓN NACIONAL/ III-1967

Correligionarios de toda la República,

Compatriotas:

La Comisión Electoral del Partido Colorado ha organizado el ciclo de audiciones radiales que me toca el honor de clausurar, hoy día. En él, numerosos y calificados oradores, unos forjados en cruentas luchas republicanas, hombres maduros que afrontaron las penurias de la Guerra del Chaco, de brillante acervo partidario, directores naturales del Partido en las últimas décadas y otros, jóvenes valores que ensayan sus primeros vuelos, guiados por los veteranos; todos ellos han ocupado esta alta tribuna para explicar con diáfana profundidad, con altiva sencillez y con irrefutable verdad los fundamentos que informan el pensamiento colorado contenido en el enjundioso proyecto de Constitución Nacional, fruto de un detenido estudio, largo tiempo discutido en el seno de la Junta de Gobierno y condensado últimamente, en un todo orgánico por los más eminentes juristas republicanos.

Para la alta distinción de que hemos sido objeto por parte de la Comisión Electoral de nuestra Junta de Gobierno, no ofrecemos otro mérito que nuestra modesta actuación pública y nuestra dilatada militancia partidaria, de más de medio siglo, en las huestes republicanas del General Bernardino Caballero.

Quienes, antes que nosotros, ocuparon esta tribuna, han desarrollado en sus exposiciones, con ilustrada suficiencia, la estructura jurídica, política y socio-económica del proyecto de Constitución que los representantes del Partido defenderán, con su talento y sus firmes convicciones para luego consagrarlo con sus votos, en la Asamblea Nacional Constituyente.

Poco es lo que podríamos agregar a las doctas conclusiones de tan distinguidos correligionarios, aparte de repetir los acertados conceptos por ellos expuestos. No obstante, debemos insistir sobre un aspecto fundamental de este apasionante acontecimiento y es, el relativo al acervo político que ostentan los partidos que se enfrentarán en el próximo evento cívico.

Pasaremos una sumaria revista a la ejecutoria de las dos agrupaciones políticas tradicionales, las únicas que han puesto a prueba su capacidad en largos años de manejo de la cosa pública, pues los otros que pasaron meteóricamente por el Gobierno se encuentran aún en el remoto limbo de la concepción, y no ofrecen base alguna para las comparaciones, ya que los primeros hicieron muy poco y mal y los otros, como nonatos, nada hicieron aún, felizmente.

Una Constitución, por genuina, sabia y realista que sea, no será un eficaz instrumento de Gobierno si los hombres encargados de aplicarla no tienen la capacidad técnica y la solvencia política necesarias para utilizarla en beneficio del país.

Contrariamente, los resultados serán beneficiosos cuando los gobernantes, encargados de aplicarla, tienen un amplio bagaje de capacidad, de patriotismo y de apoyo popular para ejecutar las prescripciones constitucionales y convertir en realidad los objetivos de la Carta Magna.

El pueblo paraguayo ha experimentado sobradamente los dos casos apuntados.

La Constitución del 70, aparte su origen bastardo y sin autenticidad paraguaya, era una carta liberal copiada a otras constituciones adoptadas por las Repúblicas del nuevo Continente, a imagen y semejanza de la "norteamericana. Era, como cualquier herramienta de trabajo, eficaz en manos expertas, es inoperante y hasta perjudicial, manejada por incapaces, por ilusos o malvados.

Nuestro país ofrece la experiencia, más aleccionadora sobre ambos casos, como lo veremos de inmediato.

Aún amontonados los; escombros de la Guerra Grande, apenas cicatrizadas las heridas dejadas en el alma paraguaya por aquellos años de bárbaro exterminio, dos lustros después de Cerro Corá, llega a la Primera Magistratura de la República, el General Bernardino Caballero, guerrero legendario al que el Mariscal López en su testamento político de Gazory, designó como heredero y sucesor. Y siete años más tarde, con un elenco de hombres seleccionados por el General en este lapso, es fundada la Asociación Nacional Republicana Partido Colorado, instrumento político de gobierno que de inmediato concita el apoyo de una gran masa popular atraída naturalmente por aquel héroe sin par.

En el cuarto de siglo (1880-1904) de hegemonía colorada, a pesar de los escasos recursos del erario, —más las tres millones de libras esterlinas del Empréstito de Londres fueron totalmente dilapidadas por los legionarios, del 70 al 73— el Gobierno del General Caballero halló los medios para promover la paz pública, el ordenamiento de la administración estatal, la recuperación del patrimonio nacional, la creación de recursos fiscales, la organización de la economía y la capacitación de los ciudadanos en diversos órdenes profesionales.

De este modo se hizo posible, en el orden institucional, la creación de la Universidad Nacional con las Facultades de Derecho y Medicina y las Escuelas de Notariado y de Farmacia, el Seminario Conciliar, el Consejo Superior de Educación, la Superintendencia de Instrucción Pública, el Ateneo Paraguayo, la Escuela de Artes y Oficios y el Instituto Paraguayo.

Así también, se posibilitó la construcción de numerosos edificios públicos, la terminación del Palacio de López, el Departamento Central de Policía, cuarteles para unidades del Ejército Nacional, templos como el de la Encarnación, locales universitarios, secundarios y primarios tanto en la Capital como en el interior de la República, el Hospital de Caridad actual Hospital de Clínicas, aduanas y puertos. Fueron rehabilitados numerosos caminos reales y construidos los puentes necesarios en toda su extensión. En este mismo orden de cosas debe citarse como realización máxima, la prolongación de la vía férrea desde Paraguarí hasta Pirapó, 157 km., y la contratación de su extensión hasta Villa Encarnación.

Para levantar la economía del país se fomentaba la agricultura y se ejercía libremente el comercio de importación y exportación. Para encauzar la producción agrícola se fundó y se puso en funcionamiento la Escuela de Agricultura bajo la dirección del sabio suizo, Dr. Moisés Bertoni, especialmente contratado para ese efecto.

Es también de aquella época la iniciación de las industrias del tanino y del azúcar y el desarrollo de la producción yerbatera que, por largo tiempo, fueron las únicas industrias transformadoras del país.

La inmigración de origen europeo, entre 1870 y 1900, incorporó al Paraguay importantes grupos humanos que se establecieron en poblaciones y colonias, algunas de las cuales, hoy día constituyen importantes centros urbanos.

Las relaciones internacionales con nuestros vecinos, fueron cordiales. Se acreditaron representantes diplomáticos en Argentina, Brasil, Uruguay y Bolivia. Un agente diplomático en Parísatendía también nuestras relaciones con las grandes continúo llamándose romo siempre Bahía Negra, hasta la fecha,

La soberanía nacional era defendida con celo ejemplar. Un Intento de ocupación de Bahía Negra, mimetizado de colonización, fue eliminado enérgicamente por el Gobierno del General Escobar y los supuestos “colonos” fueron capturados y conducidos a Asunción. Así “Puerto Pacheco” continuó llamándose como siempre Bahía Negra, hasta la fecha.

Un acontecimiento auspicioso de enorme trascendencia nacional e internacional fue el caso del Chaco, ocupado hasta Villa Occidental, (Villa Hayes) por el ejército Argentino y cuya soberanía hasta Bahía Negra era pretendida por el Gobierno de Buenos Aires. El diferendo fue sometido al arbitraje del Presidente de los Estados Unidos de América y el alegato correspondiente fue redactado y presentado por el Doctor Benjamín Aceval. La justa causa paraguaya alcanzó su consagración con el fallo favorable del Presidente Ruteford D. Hayes. Consecuentemente, las tropas argentinas evacuaron el territorio del Chaco hasta el Río Pilcomayo que el laudo establecía como nuevo límite entre los dos países. Libre de la ocupación extranjera la Villa Occidental desde entonces se llama Villa Hayes como homenaje de gratitud al gran Presidente americano.

Otro acaecer de gran importancia para nuestro sentimiento nacionalista, mortificado por la tragedia del 70, fue la devolución de los trofeos de guerra por parte del Gobierno uruguayo, que en un gesto amistoso y a manera de acto de contricción, reconociendo el error de la participación oriental en la inicua Triple Alianza, resolvió en 1885 la entrega al Paraguay de los trofeos que en la dolorosa Guerra de cinco años conquistaron las tropas de Venancio Flores.

Con la dignidad que caracterizaba a los grandes soldados del Mariscal López, los venerados despojos que cayeron en manos extranjeras sólo después que no quedaron soldados para defenderlos, fueron solemnemente recibidos por el General Bernardino Caballero, entonces Presidente de la República.

En el interior del país reinaba una paz absoluta. Las indómitas mujeres de la Residenta, después de restañar las heridas de los guerreros sobrevivientes, con los pocos hombres aptos para el trabajo y con los niños convertidos en adolescentes, roturaron nuestra tierra generosa, edificaron sus hogares y, a pesar de la satánica exhortación del bárbaro Sanjuanino, dieron numerosos hijos a la patria, muchos de los cuales quizá le habrían sonreído al perverso personaje cuando, perseguido en su país, buscó y halló asilo en la tierra para guaya, heroica y generosa como ninguna.

Para la conducción de esta masa humana laboriosa y pacífica, el Gobierno del General Caballero designó como autoridades a hombres buenos y sencillos, sin pujos intelectuales, educados en el rígido sistema de Don Carlos, que garantizaban el respeto a las personas y a sus bienes, transcurriendo la vida de la familia paraguaya en un ambiente patriarcal, modesto pero suficiente. Podía transitarse por los caminos del país sin contratiempos. En cada limpió rancho campesino, por humilde que fuese, podía hallar el forastero la hospitalidad sencilla de la gente antigua. El anfitrión, siempre dispuesto a compartir con el huésped el plato familiar, podía ofrecer al pasajero las comodidades de un hogar humilde donde la chacra, la lechera y el carro con su yunta de bueyes proveían con suficiencia las necesidades de la casa.

En nuestras hermosas y fértiles campiñas no existía una sola tapera, ni una sola cruz a la vera de los caminos fuera del “Curuzú-legua”, mojones tradicionales indicadores de las distancias.

Así transcurría la vida de nuestros campesinos, pacíficos, abnegados y valientes hasta el día en que el simún incubado en 1904, todo lo arrasó... Y se multiplicaron las taperas y las cruces, por centenas extendieron sus brazos desolados a la vera de los caminos, transitados desde entonces por lamentables caravanas de hombres, mujeres y niños que iniciaban el éxodo continuo hacia las fronteras de los países vecinos, en aquel tiempo desiertas y hoy día pobladas con un alto porcentaje de origen guaraní.

Estos tristes cuadros, llevamos grabados en nuestra retina, desde la más lejana juventud.

En el lapso comprendido entre 1880 y 1904, se sucedieron en la Presidencia de la República ocho mandatarios. El orden público fue alterado sólo dos veces; la primera el 18 de Octubre de 1891 por un golpe cuartelero organizado por el Partido Liberal; la segunda vez por una revolución campal tramada y armada en Buenos Aires, también por el Partido Liberal. Tal es a grandes pinceladas, la ejecutoria del régimen colorado en un lapso de 24 años, bajo la vigencia de la Constitución del 70.

Veamos ahora, como fue gobernada la República, desde 1905 hasta 1940, con un paréntesis de 18 meses (1936/1937) que debe anotarse en el acervo del febrerismo.

Durante esos 34 años de hegemonía, el Partido Liberal instaló a 24 Presidentes en el Palacio de López; siendo las características principales de ese tiempo, la anarquía y el atraso, fruto de cuatro revoluciones campales (1909-1912- dos en 1921); tres pronunciamientos militares sangrientos (1908, 1915, 1935); la penetración boliviana en el Chaco, que transpasó ampliamente la zona del statu quo Soler-Pinilla; la autodisolución del Congreso liberal y la instauración de la dictadura; la proclamación por plebiscito unipartidario, de una Constitución que no fue discutida por los representantes del pueblo ya que la Asamblea Constituyente nunca fue convocada.

Conviene hacer notar la indiferencia del Gobierno liberal ante la invasión boliviana del Chaco Paraguayo, sumada a la falta de preparación del Ejército y del país, para enfrentar a Bolivia. Señalemos también que el régimen liberal, reaccionó violentamente masacrando sin misericordia a un grupo de estudiantes que en pacífica manifestación llegó el 23 de Octubre de 1931, hasta los jardines del Palacio de López, para expresar al Presidente de la República el unísono clamor del pueblo paraguayo, pidiendo la defensa de su patrimonio territorial, a costa de cualquier sacrificio.

Actitud que contrasta con el abandono de la defensa nacional para la que no se había tomado ninguna providencia, tal como afirma el Mariscal Estigarribia en sus “Memorias”, cuando dice que esa tarea se hizo difícil “no sólo por la carencia de preparación militar sino por la carencia de articulación para la organización de la defensa”.

Al trazar el cuadro comparativo de los ejércitos beligerantes, el Mariscal Estigarribia nos da cifras impresionantes. Es aplastante la superioridad del Ejército boliviano con respecto al nuestro, en instituciones militares, efectivos, armamentos y alto comando. En efectivos por ejemplo, el Ejército boliviano contaba con 6 divisiones de 2.000 hombres cada una;

2.000 jefes y oficiales con 19 generales. El nuestro, en cambio, tenía una división de infantería en formación, con 4 regimientos, un regimiento de caballería, dos grupos de artillería y una compañía de zapadores con 355 oficiales combatientes con 3 generales; 146 jefes y oficiales de los servicios; en total 3.321 hombres de tropa. En armamento, el enemigo contaba con 300 cañones de varios modelos; 1.500 ametralladoras; 150.000 fusiles mauser, 60 aviones de guerra, equipos y municiones para 150.000 hombres. Nuestro ejército contaba con 16 cañones; 24 piezas de mortero; 132 ametralladoras; 12.000 fusiles (entre ellos 7.000 mata-paraguayos); 8 aviones de guerra y escasas municiones para cañones y fusiles.

Respecto del alto-comando, afirma el Mariscal Estigarribia, que el Comando Boliviano residía en el E.M., compuesto de profesionales de primer orden; mientras que en el Ejército Paraguayo, en tiempo de paz, no existía el alto-comando.

A la inmensa superioridad de hombres, armamento y preparación militar, de Bolivia, el Paraguay “opondría la tradición viril de su pueblo y la disciplina de su coraje y confiaría su destino al valor de las fuerzas imponderables de su entereza moral”. Así apreciaba el Mariscal Estigarribia, el broquel del pueblo en armas que le tocó comandar.

Refiriéndose al plan de operaciones de ambos ejércitos, después de relatar el plan boliviano, dice el Mariscal Estigarribia: “En cuanto al Paraguay, no tenía plan de ningún género”.

Tales son, algunos de los juicios más lapidarios del Vencedor de la Guerra del Chaco, consignados en sus “Memorias”.

Mucho podríamos agregar sobre este tema, siempre apasionante. Nuestra presencia en el Chaco desde el 17 de setiembre de 1932 hasta fines de junio de 1935 y el destino que nos asignaron, nos habilitan para comentarlos.

Pero, no es éste el sitio, ni el momento para entrar en detalles, puesto que si lo mencionamos fue, tan sólo, para destacar sus concomitancias con el gobierno liberal de entonces, y no con los ciudadanos de ese partido, que también defendieron la heredad nacional y muchos de ellos, cayeron en la demanda.

Entre los errores capitales que los liberales cometieron durante su hegemonía, origen de sus demás desaciertos, figura en primer término el personalismo fanático que originó las sucesivas divisiones y sub-divisiones conocidas con los nombres de: cívicos, radicales, jaristas, gondristas, scheristas, ayalistas, guggiaristas y otros istas que continúan escindiéndolos hasta la actualidad.

Cada fraccionamiento de estos, desembocaba fatalmente en una revolución campal, o un motín sangriento o un golpe de estado con cambio de presidente (24 presidentes en 24 años de gobierno).

En tales condiciones, el estado de subversión y su secuela de intranquilidad pública, había adquirido una vigencia crónica. No quedaba lugar, ni clima, para ocuparse de la cosa pública, ni de los intereses del pueblo.

Los problemas políticos nacionales e internacionales, el desarrollo socio-económico, en su gran complejidad, pasaban a segundo plano o no se planteaban nunca, apremiados como estaban los gobernantes liberales, por sus problemas de círculos. Esta peregrina modalidad también contagió lógicamente a los cuadros del Ejército, dividido en clanes que respondían a Generales, a Coroneles y hasta a Mayores, conectados a su vez a los políticos, que pretendían tener apoyo en el regimiento, el batallón o la compañía que aquellos comandaban.

Ese era el clima político, que predominaba cuando estalló la guerra con Bolivia. Y como es natural, era imposible pretender que los principales actores del drama, renunciaran a sus facciones, a tal punto que el General Estigarribia no sólo debía combatir contra el enemigo boliviano desplegado al frente, sino también contra el otro, solapado y mimetizado, en los cuerpos de ejército, divisiones y regimientos, de su propio Comando.

Tal es uno de los méritos —y no el menor— del General Estigarribia que triunfó de todos, bolivianos y no bolivianos.

En el interior de la República eran escasas las garantías para la vida de los ciudadanos de todos los partidos. Aquellos que pertenecían al matiz de turno en el Gobierno eran los únicos amos. Semejante estado de cosas, canalizó en forma permanente el éxodo a los países fronterizos. La ley del servicio militar era obligatoria, únicamente para colorados y liberales contrarios a la facción dominante. Como consecuencia lógica de similar procedimiento, los primeros contingentes de reservistas que concurrieron a la movilización de la guerra, fueron colorados y liberales desafectos al régimen. Gran parte de los emboscados de la retaguardia, mantenidos al margen de la contienda chaqueña, pertenecían al grupo gobernante.

En su larga gestión pública de 34 años los liberales suscribieron sólo dos tratados de carácter económico internacional. Uno comercial con la Argentina y otro de navegación con el Uruguay.

Se ocupó de la demarcación de límites con el Brasil, suscribiendo el tratado Ibarra-Mangabeira al cual se oponían los representantes colorados y un grupo de representantes liberales. Perdió la controversia sobre el Arroyo Estrella, cediendo al Brasil muchas leguas de ricos yerbales. Jamás se ocupó del problema del Salto Guaira, que ahora, a 25 años de su caída del poder, sus personeros debaten con histérica intransigencia.

Hubiéramos deseado ocuparnos de uno de los capítulos más importantes de la obra liberal en el gobierno. Es el relativo al Tratado de Paz del Chaco, acontecimiento capital de nuestra historia, en lo que va del siglo. Pero carecemos del tiempo necesario para abordar en profundidad tan importante tema. Además, es relativamente reciente y por lo tanto, del conocimiento de las generaciones jóvenes que deben estar informadas. No obstante, diremos solamente, que la historia jamás justificará un episodio de orden moral, ocurrido al término de ese drama nacional, y es el siguiente:

—El tratado aludido legaliza un retroceso de nuestras fronteras a más de cien kilómetros de la línea de hitos, establecida para marcar el máximo avance de nuestro ejército en el instante del armisticio. Esta línea, según la orden impartida por el Comanchaco, para establecerla, debía ser la frontera definitiva de la cual no retrocederíamos ni un palmo.

Pues bien, el austero Dr. Gerónimo Zubizarreta, se negó a firmar el tratado que consagraba dicho retroceso. Entonces, el Gobierno Liberal, sin empacho alguno, recurrió al paraguayo que nunca debió rubricar el inicuo documento: el General José Félix Estigarribia, conductor del Pueblo Paraguayo en armas, victorioso en la Guerra Chaqueña. Los que así mancillaron la gloria del heroico militar pasarán a la historia como réprobos de la Patria.

Enumeremos ahora, las obras realizadas por el Gobierno liberal en su hegemonía de 34 años.

— Adquisición de diez mil fusiles mauser, dos baterías de cañones de montaña y una draga para el río, en 1905.

— Instalación de alumbrado y tranvías eléctricos en Asunción.

— Creación del Colegio Militar.

— Construcción del Puerto de la Capital.

— Prolongación de la vía férrea controlada por los gobiernos colorados desde Pirapó hasta Encarnación, 138 Km.

— Adquisición de dos monitores, 16 cañones, 24 piezas de mortero, 132 ametralladoras, 12.000 fusiles (incluidos los 7.000 mataparaguayos), 8 aviones de guerra con fuselaje de tela, y escasas municiones.

— En el curso de la guerra se adquirieron algunas ametralladoras pesadas y municiones para fusiles y cañones y camiones, en cantidades siempre insuficientes, como certifica las “Memorias” del Mariscal Estigarribia.

-En cumplimiento del Tratado de Paz del Chaco, los Estados Unidos concedieron un préstamo de unos cuatro millones de dólares, para la construcción de una carretera pavimentada de Asunción a Villarrica, obra terminada por el Gobierno del General Morínigo.

Estas son las realizaciones del Partido Liberal en 34 años de gobierno. Con algunas otras que pudimos omitir forman su acervo positivo.

La balanza de la equidad dirá, de qué lado se inclina su fiel.

Con la muerte del General Estigarribia surge un gobierno apoyado en una fracción del Ejército. El General Morínigo, Jefe del nuevo gobierno elige como colaboradores hombres divorciados de los partidos políticos, pertenecientes al pequeño grupo denominado “tiempista”.

El Congreso auto-disuelto desapareció del todo. El nuevo régimen, no obstante su orfandad popular impuso la paz y fue bastante constructivo.

En 1946, Morínigo se convenció de la imposibilidad de gobernar sin partido político.

Cometió el error de constituir un gobierno de coalición.

La puja de los socios y el desplazamiento del febrerismo, motivó el atraco a la Policía y el estallido de la revolución del 47, atizada por liberales (todos los matices), febreristas, comunistas que tallan por primera vez en el tapete nacional como jugadores de primer orden, y el Ejército levantado con armas y bagajes en un 80%.

Morínigo, apoyado en el Partido Colorado, enfrenta el movimiento y luego de una sangrienta campaña de 6 meses triunfa espectacularmente.

El Partido Colorado, alejado del poder por espacio de 40 años, en llanura absoluta, en permanente actitud opositora, no estaba preparado para las tareas de Gobierno.

El clima de violencias que incubó la revolución predisponía a la malquerencia. Y vinieron los personalismos a formar sus grupos en torno a caudillos que olvidando los intereses superiores del pueblo y del Partido, pelearon por su propia hegemonía.

Tras un período de pacificación espiritual que va desde 1950 hasta 1953, el ambiente político, caldeado por nuevas luchas personalistas o de grupos, volvió a inquietarse seriamente.

Así marcharon las cosas hasta el 4 de mayo de 1954, fecha que marca el punto de arranque de un nuevo derrotero de importantes eventos, llamados a producir el renacimiento de la grandeza nacional, promovido por el Partido Colorado bajo la suprema conducción de un auténtico émulo de Bernardino Caballero.

Desde la aurora del 5 de mayo, recurrimos a los grandes veneros espirituales del coloradismo para dominar la crisis política que había surgido.

Los hombres que se congregaron en la Junta de Gobierno, al llamado de su Presidente, acogieron con emocionado beneplácito, el patrocinio de la autoridad partidaria, para la solución del problema político, tal como lo proponía el alto Jefe que dominaba la situación.

Y ambos, Ejército y Partido en estrecha colaboración, durante tres días de 24 horas de deliberaciones, hallaron la solución adecuada.

La Asamblea Nacional aceptó la renuncia del Presidente de la República y designó Presidente Provisional.

La Junta de Gobierno convocó una Convención Extraordinaria que aprobó su actuación en la emergencia apuntada y proclamó candidato del Partido a la primera magistratura, en las elecciones a realizarse el 30 de junio, al General Alfredo Stroessner, que salió electo y asumió el cargo el 15 de agosto de 1954.

Todo este proceso de tres meses y medio, transcurrió en el más perfecto orden. No hubo un solo detenido o perseguido político, ni exilados. El partido se consolidaba día a día, bajo el signo de la tolerancia y la comprensión.

Era evidente su evolución, hacia una definitiva madurez política, que condujo al auspicioso Reencuentro del 27 de octubre de 1955.

El Ejército, comandado racionalmente, emprendió la inmensa tarea de su recuperación, obtenida en corto tiempo, permitiéndole colaborar eficazmente en las obras de infraestructura nacional.

El Gobierno se abocó de lleno al estudio de la solución de los problemas fundamentales y el orden prioridad para su ejecución. Y así surgieron ordenadamente las vías de comunicación terrestre, las obras sanitarias, la infraestructura para educación y salud pública, las comunicaciones alámbricas e inalámbricas, internas e internacionales, la modernización e instalación telefónica en la capital y ciudades del interior, los transportes terrestres, fluviales y aéreos, la construcción de edificios públicos (todos los Ministerios cuentan con local propio) la construcción de viviendas, fábricas, edificios comerciales, cuarteles modernos, templos, edificios deportivos y sociales, aeropuertos modernos convenientemente equipados; distribuidos todos ellos, en la capital, ciudades y pueblos, a lo largo de las rutas abiertas en toda la República. El país cuenta con la fabricación del cemento, industria pesada que dentro de poco tiempo, abastecerá la creciente demanda de la construcción, en continuo ascenso. Otra industria pesada que entrará en explotación el próximo año es, la energía hidroeléctrica, cuya consecuencia socio-económica es imprevisible. Solamente su exportación a los países fronterizos producirá, en dólares, lo que nuestra exportación de madera actualmente!. En homenaje a la brevedad, no mencionamos el volumen de las realizaciones enumeradas, ni su costo aproximado que los colorados apreciamos debidamente. Los otros, que califican nuestro país de antro de la delincuencia, de la desocupación y de la miseria, pueden recurrir a sus sabios economistas para calcular tales cifras.

¿Cómo, en el corto lapso de su hegemonía, el Gobierno Colorado del Presidente Stroessner, ha podido encamar en la realidad, tantas obras, que sólo para enumerarlas requiera tiempo?

La respuesta para los colorados, es sencilla, Está contenida en una frase magistral del Mariscal Estigarribia, antes citada. Para vencer la enorme superioridad de Bolivia en hombres, armamento y preparación militar, el glorioso Conductor opondría la tradición viril de su pueblo, y la disciplina, el coraje y la entereza moral del hombre paraguayo.

Y así, con ellos venció al formidable enemigo. Era cuestión del Jefe capaz de comandarlos y digno de ellos.

Como Caballero, con los sobrevivientes de la guerra grande, resucitó al país de sus cenizas, con los ex-combatientes del Chaco que son todos los colorados y sus hijos, es decir con el Partido Colorado, Stroessner creó el gigantesco Renacimiento Paraguayo. Caballero - Estigarribia - Stroessner es una línea de cumbres nacionales.

De todas estas obras, —llamadas materiales por los retóricos declamadores de una seudo-democracia—, ha surgido una nueva vida de relación, un nuevo sentido de patria, un concepto real de nuestra geografía, una audacia desusada para acometer cualquier empresa, es decir una nueva mentalidad, o sea el renacimiento del espíritu nacional; tal el torrente desviado por el alud, que vuelve a encontrar su cauce.

Y este es el inmenso caudal de energía, que los colorados supimos encauzar para nuestras realizaciones, objeto de asombro por parte de observadores imparciales que estuvieron ausentes durante diez o quince años.

Para apreciar la distancia recorrida en tan corto tiempo, no debemos limitarnos a circular por las limpias calles de Asunción y sus nuevos barrios con flamante edificación, de todas las categorías. Es preciso recorrer millares de kilómetros de las carreteras troncales y vecinales que surcan el país en toda su extensión y luego, sobrevolarlo desde Encarnación y Paso de Patria hasta Pedro Juan Caballero y Concepción y desde Puerto Presidente Stroessner y Salto Guairá hasta General Garay y la Esmeralda. Así tendremos la visión de conjunto del inmenso quehacer nacional.

Es particularmente impresionante el panorama que se desarrolla a ambos lados de la ruta 7, desde Caaguazú hasta Presidente Stroessner: Perpendicularmente a la ruta asfaltada, se abrieron, cada 2 Km., los callejones divisorios que dan acceso a los lotes de la colonización, callejones que en muchas partes, llegan hasta el Acaray al Norte y el Monday al Sur. Las fracciones resultantes tienen por lo tanto un mínimo de 20 Km2. Los lotes deslindados, están cultivados en su mayor parte, sobre callejones. Y se ven sucesivamente, la colonización mennonita; la colonia “Juan León Mallorquín”, —el procer colorado que reivindicó esas tierras—, la colonia “Repatriación”, estas dos últimas a cargo del Instituto de Bienestar Rural; la colonización dirigida por la Administración de Presidente Stroessner, que ha adquirido gran impulso. Colabora en esta obra extraordinaria, con ejemplar eficacia, un hombre excepcional, que practica, como ninguno, el lema de Don Bosco: “Trabajar es orar”. El Padre Guido Coronel, capacitados centenares de hombres, —desafiando las inclemencias del tiempo y las sabandijas— organiza la “minga”, para abrir caminos en la espesura de la selva, construir escuelas templos y obras sociales, en bien de los millares de colonos que ocupan las parcelas, que el estado paraguayo les ha cedido, en legítima propiedad. ¡Qué gran ejemplo el de este digno salesiano, que ayuda al prójimo, a pleno sol y con aire incontaminado, predicando la cooperación y el amor entre ellos, a diferencia de otros, que hundidos en la penumbra de sacristías periodísticas, propagan, a base de imposturas, el odio y la malquerencia entre paraguayos.

Continuando nuestra excursión aérea, veremos las obras hidroeléctricas del Acaray, difícil de describir en pocas palabras.

La urbanización de Presidente Stroessner, con su aeropuerto, la Villa Ande, el Hotel Acaray, la Aduana, la Delegación de Gobierno, etc.

No debemos perder la visión de la nueva Colonización Japonesa y la antigua Colonización Alemana de Hohenau y las otras de Carmen, Santo Domingo y Capitán Miranda. Es también indispensable contemplar las colonias menonitas de nuestro Chaco, definitivamente incorporadas a nuestra economía. Sus poblaciones, caminos y cultivos son dignos de ser conocidos. Y como último cuadro de los centros colonizados, el de Rosario e Itacurubí.

Solamente conociendo estas grandes áreas de trabajo de todo el país, pueden explicarse el origen del renacimiento nacional, operado por el Gobierno Colorado del Presidente Stroessner.



ANTE LA CONVENCIÓN NACIONAL CONSTITUYENTE/ 26-V-1967

Excelentísimo General de Ejército Don Alfredo Stroessner,

Presidente Constitucional de la República;

Ciudadanos Convencionales:

La Nación paraguaya registra hoy un acontecimiento de relieves excepcionales. Por primera vez en la historia de su organización independiente y soberana, se reúne la Convención Nacional Constituyente, con la participación de representantes del pueblo, postulados por todos los partidos políticos y elegidos en comicios democráticos, conforme a una ley que reconoce el derecho de representación de las minorías.

Este hecho consagratorio para el prestigio de la República, tiene lugar en el Centenario de la Epopeya Nacional de 1864 a 1870, y es deber de esta Convención, erigir el fruto de sus deliberaciones como el más inspirado monumento a los defensores de la integridad del Paraguay y de su independencia.

Deberá ser también la más fidedigna continuidad de los ideales de Mayo, confirmando la obra portentosa de los Proceres de nuestra Independencia, como lo fueron la primera organización en 1813, y la Constitución de la República en 1844.

Esta Convención Nacional Constituyente tendrá en sus manos la oportunidad única y ejemplar, de estatuir con la legitimidad de su representación, las instituciones más conformes con la voluntad del pueblo, y de resolver con una autoridad sin precedentes, el destino futuro de la Nación. Ello entraña un compromiso de insuperable grandeza; pero las lecciones de nuestra historia y el patriotismo de los paraguayos, han de ser suficientes, para orientar a los Honorables Convencionales en la dirección de su deber fundamental, que es el de garantizar para todos los que moran en el suelo patrio y a la sombra de su bandera, una existencia digna, pacífica y ordenada, justa y libre, precedida por la suprema conquista democrática de la igualdad ante la Ley.

Estamos convocados para el único pacto legítimo entre paraguayos de distintos partidos. Ese pacto quedará substanciado en las disposiciones de la Ley Fundamental que habremos de dar a la Nación, y habrá de ser tan amplio, que ampare a todos con la sabiduría de sus providencias, de modo que las disparidades propias de la naturaleza humana, no interfieran la armonía de una convivencia fundada en la solidaridad y en la unidad de destino de todos los paraguayos.

Tenemos la oportunidad singular de emular en la paz, como nunca antes de ahora, el ejemplo de los tiempos de nuestras guerras memorables. En ellas, la unidad del pueblo fue total; la convergencia de las voluntades para el esfuerzo común de la defensa, superó todas las fronteras del sacrificio, y la gloria de sus adalides tuvo su más alto pedestal en la gloria del soldado desconocido, en la gloria del pueblo, que superando penurias y fatigas, rubricó con su sangre generosa la decisión de, “vencer o morir”.

Ahora se impone a nuestro patriotismo, la decisión inexcusable de honrar la paz en las tareas de la Convención Nacional Constituyente; pero el espíritu que debe presidirlo es el mismo, forma parte de la herencia que recogimos de nuestros mayores, y que debemos transmitirlo acrecentando a la posteridad. En nuestra obra debe reflejarse, una completa identidad moral, que sea prenda de la conciliación permanente de los paraguayos, expresión de su unidad, y que tenga también, como los ejemplos de la guerra, vigor suficiente para proyectarse con gloria al porvenir, enriqueciendo desde ya el patrimonio espiritual de las generaciones que vendrán, y trazándoles la línea maestra, cuya continuidad quedará confiada a sus virtudes.

La instalación de esta Magna Asamblea no es obra del acaso, no ha sido impuesta por circunstancias ocasionales, ni viene precedida por las urgencias anárquicas de la anormalidad. Todo lo contrario: ella significa la culminación de un proceso deliberado, es el fruto de condiciones permanentes, y está jerarquizada por la normalidad institucional de la República. Es, en otras palabras, un triunfo de la democracia.

Esos rasgos esenciales, se evidencian en la propia composición de esta Asamblea. Están aquí reunidos, como lo señaláramos al comienzo, Convencionales de todos los partidos políticos organizados, que además del origen eleccionario de sus respectivas representaciones, aportan la conformidad de esos partidos al objeto de la convocatoria.

Las elecciones de Convencionales se realizaron en un auspicioso clima de libertad y corrección, y todos los trámites posteriores hasta este momento solemne, lo mismo que las campañas políticas que precedieron a los comicios, contaron plenamente con las garantías de la ley.

Una saludable publicidad de las posiciones doctrinales y jurídicas que aquí serán sustentadas, ilustró con la debida antelación a los electores, de tal suerte que la libertad de determinación para el voto no fuera solamente formal, sino que constituyera principalmente una toma de conciencia colectiva. Para ello, todos los partidos políticos se movilizaron sin cortapisas de ningún género, siendo públicas y notorias la intensidad de sus actividades y la tolerancia que tonificó el ritmo de su desenvolvimiento.

No en vano la vocación cívica de nuestro pueblo ha permanecido fiel a los grandes principios de la soberanía popular y la democracia representativa. Con firmeza propia de su estirpe, ha sabido sortear todos los escollos y aguardar con paciente vigilancia el momento propicio para darse las instituciones fundamentales que regirán, con la plenitud del libre consentimiento, los destinos de la Nación.

Ha quedado atrás y para siempre la falsa premisa de conferir a la violencia, la virtud de crear el nexo y alumbrar las fórmulas para asentar sobre bases perdurables y fructíferas la fraternidad de los paraguayos. La violencia engendra el odio, abre cauce a las pasiones y genera todos los excesos de la ofuscación. Cuando se desata la violencia, naufraga la justicia, se apartan la razón y el sentimiento, afloran la arbitrariedad y el egoísmo, hasta que por fin se vuelve contra sus propios promotores y termina en desquiciamiento general.

Esta soberana Convención es también un triunfo sobre la violencia. Por eso, no hay excluidos; por eso, no se presenta con la tensión de contendores encarnizados en tren de ejercer revanchas, sino que ofrece el espectáculo de hombres de buena voluntad, dispuestos a emularse recíprocamente en procura del bien común. No tiene ella un trasfondo de paredones y mazmorras, sino que se apoya en la lúcida expectativa de un pueblo, que ha sido rescatado de la zozobra y la precariedad. No se espera nuestras resoluciones con el terror de las vigilias trágicas, sino que ha cundido la esperanza de que seremos capaces de fijar, mediante el diálogo democrático, los moldes definitivos de una convivencia decorosa, en el seno de la familia paraguaya,

Cuando se examinan los antecedentes de nuestras luchas políticas y las circunstancias históricas que rodearon el nacimiento de las dos últimas Constituciones del Paraguay, es fácil comprender que las tareas de esta Convención se inician bajo los auspicios de una situación interna, totalmente diferente. El Paraguay no está en las condiciones de 1870, ni en las de 1940. Los Convencionales no deliberarán entre las ruinas de la Nación, a la sombra de ingerencias extrañas. Y tampoco se impondrá a los paraguayos una transferencia de la soberanía popular, para que alguna voluntad individual resuelva en su nombre.

Nuestras deliberaciones transcurrirán en el marco de una Nación en marcha, dueña de su destino y en plena posesión de sus atributos soberanos, sin que nada empañe la total autonomía de sus decisiones. Y éstas, a su vez, encarnarán legítimamente la voluntad del pueblo, porque serán la obra de su representación democrática, en la más elevada acepción del concepto.

Pero no sería justo insistir solamente en esos atributos, pasando por alto los factores que los impulsaron al primer plano de notoriedad, revistiendo a esta Convención de la jerarquía auténtica, que indudablemente ella tiene.

Es necesario hacer justicia. Si esta Convención, como dijimos, es la culminación de un proceso deliberado, hay que reconocer que la voluntad que ha guiado ese proceso tuvo la virtud de combinar el patriotismo con la tenacidad, para superar las dificultades que se oponían al desarme espiritual, imprescindible a una tarea de la naturaleza y de la magnitud de la que habremos de concluir, entre todos, en los próximos días.

Basta mirar en cualquier dirección, cerca o lejos, para entender que en la base de estas jornadas cívicas, el punto de equilibrio lo determina, la pacificación espiritual de la familia paraguaya. La paz que vive la República, es el primer garante del éxito, en el delicado compromiso que bajo juramento hemos asumido ante la Nación.

Mediante esa paz larga y fecunda, el pueblo ha podido reflexionar en calma sobre sus propias experiencias, y escoger sin fanatismos absurdos, por la sola virtud de su unidad esencial, el camino de la conciliación en aras de la felicidad común.

Desalojados de sus posiciones retardatorias el odio insensato entre hermanos, el vértigo de la anarquía, el falaz entusiasmo por las conspiraciones, el culto incivilizado de la violencia, el degradante asedio del poder por el poder, y cercenadas todas sus sigilosas conexiones, el pueblo se libero de las presiones deformantes que pesaban sobre su espíritu. Otras inquietudes motivaron sus energías trabadas, desatando los resortes vitales de su genio y habilitando sus capacidades innatas, para la conquista de un mayor bienestar.

El trabajo recuperó su prestigio, la cooperación alcanzó un vigor estimulante, y las realizaciones de todo orden, sucediéndose indefinidamente, terminaron enterrando la demagogia de las palabras que, no se explican por la acción, y de las promesas que, no se justifican por las obras.

Con estos frutos de la paz, fue posible mirar en perspectiva hacia el pasado y hacia el futuro, valorar las enseñanzas de aquél y escoger de su caudal, las referencias más eficaces para seguir adelante. Simultáneamente con el progreso material, se operó una maduración de las conciencias, por la simple comparación de las causas de nuestras desventuras, y de los impulsos de nuestras recuperaciones. Y desde que hubo cómo comparar, el pueblo, con su prodigiosa intuición, se determinó por la oportunidad tangible y presente de afirmar sus avances con los elementos que habían abierto una nueva etapa en su vida.

Pero esta nueva etapa necesitaba para consolidarse que se le pusiera por cima una Constitución auténticamente representativa de la voluntad nacional, legítima desde sus orígenes, y por lo mismo, capaz de resumir el compromiso de todos los paraguayos de concurrir a sostenerla y defenderla, sin la excusa de que carece de filiación democrática.

Una voluntad orientadora y coordinadora, respetuosa de los derechos del pueblo, hasta el punto de no invocar su nombre para precipitar reformas arbitrarias a la Ley Fundamental que nos rige, ha abierto con el prestigio de su acción constructiva, el ancho y seguro camino de esta Convención. Recogiendo con serenidad y generoso patriotismo, el ideal de una Carta Magna libremente convencionada por los representantes del pueblo, ha sabido prometer y cumplir, cada cosa en su momento justo, de tal forma, que la vida institucional del país no tenga el mínimo intervalo de paralización. Mediante esa actitud, que por sí sola se recomienda a la posteridad, nuestra Patria dará el ejemplo de pasar de la Constitución vigente a la nueva Constitución, sin que se interrumpa, en ningún momento, su desenvolvimiento constitucional.

Por esos méritos, la Convención Nacional Constituyente con el voto de sus Miembros, ha solicitado la presencia del Excelentisimo Señor Presidente de la República, General de Ejercito Don Alfredo Stroessner.

Excelentisimo Señor: He hecho referencia de vuestra acción de gobernante, pero no sé si mis palabras os hacen suficiente justicia. En todo caso, puedo aseguraros que comparto con los Honorables Convencionales los aplausos con que os han recibido a vuestra llegada, y que valen más que todas las palabras con que se intente describir este éxito singular de vuestra gestión.

Y porque es éxito vuestro, porque a vos os ha correspondido el honor de convocar a reunión de la Convención Nacional Constituyente, porque a falta de claridad de la Constitución Nacional que nos rige, habéis escogido los procedimientos más universales de la democracia para convocarla, porque habéis posibilitado universales el concurso de todos los partidos políticos para sus deliberaciones y resoluciones, y porque sois el garante de la libertad en que debe desenvolverse para encarnar la voluntad popular, invocando el favor del Omnipotente para todos nuestros actos, os invito en nombre de esta Magna Asamblea, a declarar, solemnemente inauguradas sus sesiones.



EN LA CONCENTRACIÓN COLORADA DE LOS MISIONEROS — PUENTE MONUMENTAL DEL TEBICUARY/ 27-I-1968

Ilustre correligionario, General de Ejército Don Alfredo

Stroessner;

Correligionarios Presidente y Miembros de la Junta de

Gobierno del Partido Colorado;

Correligionarias y Correligionarios de Misiones y de toda la República:

La Junta de Gobierno de nuestro glorioso Partido, nos ha dispensado el honroso privilegio de hacer escuchar la palabra de la alta autoridad partidaria, en esta asamblea de hombres libres que congrega a los altivos colorados de las dilatadas cuchillas misioneras.

Me llena de profunda plenitud espiritual, ser el portavoz de los prestigiosos directores partidarios, en este sitio lleno de evocaciones, por donde frecuentemente transitara, en las últimas décadas del siglo pasado, el glorioso fundador de nuestra Asociación política, General Bernardino Caballero.

Las blancas arenas de estas playas, habrán recibido la impronta de sus pisadas, repetidas veces, y sus ojos azules se deslumbrarían al contemplar el torrente cristalino de las aguas del Tebicuary y las verdes alturas de San Miguel, donde acudía a menudo, para recuperar sus energías, en el establecimiento rural que hasta hoy conservan sus descendientes, fervorosos colorados como el heroico abuelo.

Si hoy hemos concurrido, no es solamente para evocar aquel pasado tan caro a nuestro corazón, sino para discurrir sobro el presente y el porvenir del Partido, totalmente consagrado al progreso de la Nación y al bienestar de sus habitantes.

Es esta, la sexta y última concentración realizada, durante la presente campaña electoral republicana, en el interior de la República, para exponer a las grandes masas populares da colorados y no colorados, la plataforma electoral de los candidatos del Partido a la Presidencia de la República y a las bancas del Congreso Nacional.

En las anteriores concentraciones, el líder indiscutido del Coloradismo, auténtico sucesor de Bernardino Caballero, el General Alfredo Stroessner, postulado para la Primera Magistratura de la República, ha ilustrado elocuentemente a la opinión pública nacional e internacional, con enjundiosa suficiencia, sobre la inmensa obra realizada durante el gobierno colorado que encabeza, con excepcional capacidad.

Sin embargo, conviene destacar que es difícil abarcar el dilatado conjunto del quehacer gubernativo, que ha obrado el milagro del Renacimiento Paraguayo, renacimiento en el cual, gran parte de los emprendimientos son verdaderas creaciones, y no reconstrucciones; puesto que era preciso, concebirlos primero, proyectarlos y ejecutarlos después.

No obstante, esas cuantiosas realizaciones fueron casi todas detalladas en las exposiciones de los oradores que se hicieron escuchar en las anteriores asambleas.

Pero, aún así, creemos que es oportuno insistir en los medios empleados para tales obras. No nos referimos precisamente a los recursos materiales indispensables, sino en particular al elemento humano requerido para tales fines.

Conviene anotar, por ejemplo, que por el año 40, existían menos de media docena de ingenieros egresados de nuestra Facultad de Ingeniería. La década siguiente fue poco propicia para la promoción universitaria. Pero a partir del año 50, las promociones de profesionales crecieron a ritmo acelerado y han alcanzado sus más altos y mejores niveles, en estos últimos años. Este desarrollo profesional y universitario, obra del coloradismo en función gubernativa, ha posibilitado la realización de importantes emprendimientos, con especialistas nacionales, cuya eficacia está presente en los Kilómetros de rutas y en las numerosas obras de arte, que cruzamos diariamente.

Este mismo desarrollo puede apuntarse en todas las otras manifestaciones de la formación cultural y profesional, y él ha posibilitado la intervención dé las generaciones actuales, como factor preponderante en el quehacer nacional, cada vez más emancipado de extrañas influencias.

Es esta la respuesta de toda una generación, al esfuerzo del Gobierno Colorado del General Stroessner, en la asistencia que presta a la juventud para capacitarla en todas las disciplinas creadoras, pudiendo palparse, cómo, en poco tiempo, las nuevas facultades fundadas o fomentadas por el régimen colorado, han producido profesionales capaces que colaboran eficazmente en el progreso nacional.

Empero, la preocupación de nuestro gobierno, en este importante empeño, no termina en la formación universitaria. Para acrecentar el nivel cultural y la capacitación profesional de los egresados, se han creado becas, que les permiten viajar al extranjero y perfeccionarse en los mejores y más afamados centros de estudio.

Merced a esta tarea gubernativa, contamos hoy en día, con el elemento humano necesario para intentar las empresas más difíciles; elemento humano al que se agrega, en todos los casos, la capacidad creadora de la Raza, cuya más alta expresión es, sin duda alguna, el coloradismo inmortal.

Veamos entonces, aunque sea someramente, cuál ha sido el resultado de la influencia de estos factores, bajo la égida singular de nuestro ilustre candidato.

Recordemos, cómo eran los caminos en las épocas liberales: inmensos arenales, profundos lodazales y lúgubres picadas donde la acción de la naturaleza era más notable que los rastros dejados por la mano del hombre. En cuanto a puentes, es de recordar que, excepción hecha del existente sobre el Itay, en el camino a Luque y otro sobre el Yukyry, entre Luque y Areguá, los pocos que habían en aquellos tiempos, eran unos estrechos y bamboleantes esqueletos de madera, por donde apenas las carretas podían aventurarse.

Las oficinas públicas, ministerios y otras reparticiones, funcionaban en locales abandonados, generalmente alquilados porque sus dueños no podían utilizarlos ya para otra cosa. Las pocas escuelas existentes eran el espejo en el que se podía mirar el abandono en que había caído la enseñanza pública. Los cuarteles y comisarías ostentaban la muestra de la incuria, que los había convertido en pestilentes locales donde los insectos proliferaban en su medio propicio. Los servicios públicos, en manos de empresas extranjeras todopoderosas, que apenas dejaron el recuerdo de su expoliación despiadada.

Mientras, en nuestra campaña, el anquilostoma, el raquitismo, las plagas rurales y el bocio endémico, alternaban con el luto, la desolación y la miseria que, de tanto en tanto, pero sostenidamente, dejaban las guerras fratricidas desatadas por las distintas facciones del partido gobernante.

Entre tanto, los obrajes y yerbales del Alto Paraguay y el Alto Paraná, eran escenarios de la más humillante condición social a que podía llegar un ser humano.

Pero la prensa oficial, los senadores y diputados, los más empingorotados personajes del régimen, declamaban a diario la huera retórica de una democracia inexistente y de libertades impracticables.

Tal el panorama paraguayo de aquel tiempo.

Felizmente, para redención de la República y bienestar de sus hijos, advino de nuevo el coloradismo al Gobierno, y entre sus miles de seguidores, surgió el líder, el gobernante, el estadista, que hacía tiempo necesitaba el Paraguay. Ese hombre fue y es el General Alfredo Stroessner. Y como el General Caballero, surgió de las filas de nuestro glorioso Ejército, profesando su mismo credo nacionalista encarnado en las doctrinas del coloradismo, demostrando desde el primer momento de su aparición en el escenario político nacional, un profundo acatamiento a la suprema autoridad del Partido de sus convicciones, en un instante crucial de nuestra historia, punto de partida de su triunfal carrera política que ha conducido a nuestra Patria a un nivel de grandeza, insuperado en este siglo.

Una década y un poco más, han bastado para transformar aquel panorama desesperante del pasado, en un presente lleno de magníficas realidades, que antes parecían verdaderas utopías y hoy, pueden ser vistas y palpadas hasta por los más irracionales negadores de la obra gigantesca de Stroessner, al frente del Partido Colorado.

Es que esta labor gubernativa, tiene caracteres tan extraordinarios que resulta difícil describirla en toda su amplitud, en oportunidades como ésta, donde la síntesis debe ser la mejor virtud del orador.

Pero aún así, debemos destacar, para marcar el contraste con lo anterior, que sólo en materia de vialidad, la tarea ha sido tan pródiga que pudiera, ella únicamente, justificar toda la obra de un gobierno. En 1947, el Partido llega al Gobierno y se encuentra con que el país contaba con apenas 270 kilómetros de carreteras trocales, en su mayor parte construidas durante el gobierno del General Morínigo. De entonces a hoy, esos 270 kilómetros se han multiplicado, particularmente en la última década, hasta llegar a 5.000 kilómetros; sólo en rutas pavimentadas, hemos doblado ya el total de todo tipo de carreteras que existían, cuando llegamos al Gobierno.

Acabamos de asistir a la inauguración oficial de la obra de arte más importante de la red vial de la República. Todos hemos admirado su sencilla estructura, síntesis extraordinaria de la ingeniería moderna, sobre cuyas principales características nos ha ilustrado suficientemente el prestigioso Ministro de Obras Públicas y fervoroso colorado, General Marcial Huma niego.

La trascendencia de este puente en el tráfico de la Ruta Mcal. Francisco Solano López, se traduce en cifras impresionantes, al calcular el tiempo ganado por cada vehículo al vadear el Tebicuary sobre su recia loza.

Según datos oficiales, cruzan el puente diariamente, un promedio de 120 vehículos. Antes, con la balsa remolcada a motor (obra del gobierno colorado), en el mejor de los casos se empleaba una hora para vadear el río; ahora, que pone menos de un minuto, se tendrá por lo tanto una ventaja de 120 horas cada día; multiplicada esta cantidad por 365, nos da 43.800 horas al año. La velocidad horaria de un vehículo pesado es, como mínimo, de 50 kilómetros, que multiplicados por las horas ganadas, nos da la respetable cifra de 2.190.000 kilómetros más, que rendirán los vehículos, anualmente!.

Y si en lugar de la balsa remolcada, hiciéramos la comparación con la primitiva “chata corá” de otros regímenes, obtendríamos diferencias increíbles, como increíble es el contraste de tales desgobiernos, con el gobierno colorado del Presidente Stroessner.

Es lógico admitir, que emprendimientos tales como el puente resulten costosos. Pero si se obtuvieron los recursos para realizarlos, es porque el prestatario inspiraba plena confianza a los financiadores, seguros de una inversión adecuada y rendidora, para el progreso nacional.

Creo oportuno repetir aquí mis palabras pronunciadas en un acto de la anterior campaña electoral:… está próximo el día en que podamos viajar por rutas pavimentadas, desde Mariscal Estigarribia, cruzando todo el Chaco, hasta Encarnación, de un confín a otro del país, en una diagonal de progreso que puede constituir el símbolo más acabado de la nueva era instaurada por Stroessner”.

Debemos advertir con claridad, que esta obra es apenas un detalle de la gigantesca realidad que los candidatos del Partido Colorado exhiben, como plataforma política, a la consideración de todos los ciudadanos de la República, colorados y no colorados, y especialmente a los que se califican como “Stronistas”, y dicen no ser colorados; a “esos”, les contestamos invariablemente: “que la mejor manera de ser colorado, es ser “Stronista”.

Paralelamente, hemos dignificado a las oficinas públicas, escuelas y cuarteles, dotándolos de locales confortables, higiénicos y modernos, donde, junto con el servicio administrativo, la educación o la defensa nacional, se dan muestras de pulcritud, higiene, y cuidadoso esmero en el mantenimiento de la propiedad estatal.

Anteriormente, los ministerios ocupaban edificios alquilados estrechos e inadecuados para sus funciones. Actualmente, cuatro de ellos ocupan modernos y amplios locales, construidos ex profeso y los demás se hallan instalados en edificios adquiridos por el Estado y previamente reacondicionados y adaptados a sus fines específicos.

Cabe aquí, aunque sea de paso, mencionar la formidable capitalización que representan para el Estado, algunos entes descentralizados, como Ande, Antelco, Corposana, Flota Mercante, Previsión Social, que, a la eficacia de sus servicios, unen la incorporación de grandes riquezas al patrimonio estatal. Vemos igualmente la pronta recuperación de instituciones oficiales y autárquicas que han elevado últimamente su eficaz administración para ponerse a tono con el momento que vivimos. Y esperamos que, con la nueva etapa iniciada por VALLE-MI, pronto hemos de ver a esa empresa convertida en una poderosa impulsora del desarrollo nacional ya que, junto con la energía hidroeléctrica del Acaray, la producción de esta industria pesada, será la palanca principal de nuestra futura grandeza nacional.

Y, finalmente, hablemos de algo que en otro tiempo fue siempre tema de vacuo palabrerío y hoy es plena realidad: La Libertad.

Muchos son los aspectos en que puede desenvolverse la libertad del individuo y de las colectividades. Nosotros hemos de tocar cuatro de ellos, por creer que son los principales.

La libertad de expresión: Podemos preguntar a propios y extraños, cuándo, en el Paraguay, se ha presenciado el espectáculo que vivimos, en que la prensa oral y escrita ejercita, a placer, la libertad de opinar. Frente a dos órganos colorados, “Patria” y “El Colorado”, la prensa opositora desata diaria y semanalmente una docena de periódicos que dicen lo que quieren, sin censura de ninguna clase, aunque algunas veces sus mendacidades merecieran alguna represión, particularmente aquellas que salen, desde sombrías sacristías marxistoides.

La libertad de tránsito: Esta ha sido una de las más inútiles declaraciones de nuestras anteriores constituciones. Pero cómo había de transitarse libremente, si no había caminos por donde transitar? El Coloradismo con Stroessner ha dado, por fin, verdadera vigencia a este principio; el ciudadano de hoy puede recorrer desde Pedro Juan Caballero hasta Encarnación o Itapirú, y desde Gral. Garay hasta ciudad Stroessner o Encarnación, ejercitando su total libertad de transitar, sin que nadie lo moleste, sin siquiera pedírsele su identificación.

La libertad de trabajo: En este punto, tanto es lo que se ha conquistado que podemos afirmar que en el Paraguay de hoy no hace falta otro requisito para trabajar, que idoneidad y laboriosidad; las empresas contratan libremente sus operarios y técnicos y éstos, pueden dejar sus ocupaciones cuando lo quieran, a diferencia de aquellas épocas en que había que trabajar con el “Urú” hasta morir, enfermo o baleado, por pretender evadirse del infierno.

La libertad política: Y aquí llegamos a la culminación de la obra colorada del Presidente Stroessner. Después de haber intentado todos los atajos de la guerrilla, la subversión, el conato, el terrorismo, nuestros adversarios aceptaron, por fin, el camino de la legalidad y del orden. Y sucedió lo que hace rato venía ofreciendo el coloradismo; los partidos políticos se organizan libremente, ejercitan sus derechos, propalan su propaganda y realizan sus concentraciones. Otorgamos con ello, al pueblo paraguayo la posibilidad, no de votar simplemente, sino de elegir y ser elegido, que aquellos le negaron tanto tiempo.

Ya en la Convención Nacional Constituyente, que hemos tenido el honor de presidir, pudimos constatar que los paraguayos podemos convivir en un clima de respeto mutuo, de patriótico debate de ideas y de ordenado respeto a la ley y a las autoridades, con la sola condición de que preservemos, con todo vigor y energía, esta riqueza sin igual que se llama: La Paz. Sobre ella está asentado nuestro presente de progreso y ella ha de servir de sustentamiento a nuestro futuro de grandeza sin igual.

Correligionarios misioneros:

Por todas las razones expuestas, y por muchas otras que no hemos citado aquí para no cansarnos, os exhortamos para que, con la misma decisión con que, montados en vuestros briosos corceles, cruzáis estas vastas llanuras y aquellas verdes cuchillas, os presentéis el próximo 11 de febrero a depositar los votos que los candidatos republicanos se merecen por su capacidad y amor a la Patria!

A modo de exhortación:

“VIVE CADA DIA DE TU VIDA COMO SI FUERA EL ULTIMO” reza un sabio proverbio chino. Como en mi caso, los días vividos son ya considerables, es lógico esperar que el último, no esté distante.

Por ello, aprovecho la feliz circunstancia que este singular acaecer partidario me brinda, como viejo militante que sentó plaza en las huestes republicanas, lejos de la Patria, cuando el Gral. Caballero se encontraba exilado en Buenos Aires en 1908, para declararos amigos colorados, con la sinceridad que mis viejas convicciones y mi inquebrantable fe de colorado de los tiempos más duros, que la bandera roja con la estrella blanca que juramos en la adversidad, hoy flamea triunfal y orgullosa en la más alta cumbre de la grandeza nacional, sostenida por el potente brazo del genio creador del Renacimiento Paraguayo, el Gral. de Ejército Alfredo Stroessner.

A los jóvenes colorados, en particular, les pido tener fe, fe inquebrantable en el Partido por su pasado heroico y su presente triunfal, identificación total con sus doctrinas y principios, dedicación inteligente, honesta y sin tregua, en cualquier función partidaria o pública que les quepa desempeñar.

Y si la voluntad flaquea o el espíritu se amilana, llegad jóvenes colorados, a los veteranos directores partidarios que, con sus arraigadas convicciones, disiparán las nubes del espíritu y las vacilaciones de la voluntad.

Vuestras virtudes ciudadanas deben estar inspiradas en las más gloriosas figuras del Coloradismo, que, en todos los tiempos, se distinguieron por su nacionalismo vigoroso, su solidaridad con las clases populares, su amor a la bandera tricolor y su permanente vocación democrática.

Virtudes éstas, practicadas con inquebrantable decisión y patriotismo por Stroessner a quien debéis seguir, seguirle siempre, porque él es, no sólo un gobernante excepcional, sino bandera de reivindicación popular y nacional.

Es el mensaje de este viejo colorado, que ya ha transitado su camino, a los jóvenes colorados que están llegando y seguirán llegando sin cesar.



EN LA SALA DE SESIONES DE LA H. JUNTA DE GOBIERNO DEL PARTIDO COLORADO/ 25-VIII-68

Correligionarios:

Se cumple un año, hoy, de la solemne fecha en que quedó sancionada, se promulgó y se juró la nueva Constitución de la República.

No obstante ser tan breve el lapso transcurrido, este primer aniversario encuentra al país progresando en la dirección de los principios, institucionales y previsiones de la Carta Magna, que fue el fruto inteligente de los paraguayos reencontrados en el seno de la gran familia nacional, después de superar dolorosas vicisitudes y desencuentros, a veces trágicos, que habían desvirtuado el diálogo cívico y hacía de las diversas corrientes de opinión, baluartes inexpugnables a la influencia benéfica de la consulta y la cooperación.

Es ya un hecho histórico que la Convención Nacional Constituyente de 1967 figura entre los acontecimientos descollantes del Paraguay Independiente. Tuvo origen insospechable en una sugerencia del Partido Colorado, que fue recogida con firme vocación democrática por el Gobierno del Presidente Don Alfredo Stroessner. A las elecciones para convencionales concurrieron los cuatro partidos políticos organizados del país. La ciudadanía se volcó a las urnas con entera libertad, y el conjunto de los elegidos fue altamente representativo de la voluntad nacional.

Con estos antecedentes, la Convención pudo inaugurar sus deliberaciones en un ambiente de sana expectativa y emulación, que los ciudadanos convencionales supieron prestigiar y consolidar con una conducta y una capacidad que enaltecen la cultura cívica del país.

Me tocó la honra insigne de presidir el magno evento y de ser, por lo tanto, espectador privilegiado de los debates en que con tanto brillo alternaron la sabiduría y el patriotismo, el sentido práctico y la visión de futuro, la cordura y la sensibilidad, y por sobre todas las cosas, el afán de llevar a buen puerto un esfuerzo que auguraba días mejores para nuestro desenvolvimiento político y para la evolución general del país en todos los órdenes.

Durante noventa días resonaron en el viejo Teatro Municipal las voces de los representantes del pueblo, defendiendo puntos de vistas frecuentemente antagónicos, pero que en ningún momento se desvirtuaren para transformarse en fuentes de encono, de agresión, ni de división. Al contrario, en ese marco de amplia libertad, primó un claro sentido de conciliación, testimonio de la responsabilidad y conciencia con que todos asumieron el serio compromiso de forjar para el pueblo, un instrumento digno de sus más gloriosas tradiciones.

Se trabajó con ahínco y con fervor, tanto en la Comisión Redactora, primero, como en las Plenarias después. A puertas abiertas, con toda la ciudadanía por testigo, se fue estructurando, jornada tras jornada, ese monumento jurídico que hoy es honra y legítimo orgullo de todos los paraguayos.

Los problemas del país se debatieron con amplitud exhaustiva. En ninguna ocasión, por moción de orden, fue limitado el estudio y la discusión de los artículos. Y cuando al cabo de las exposiciones quedaban dudas imposibles de eliminar, más de una vez se devolvió el texto a la Comisión, para proceder a su reestructuración en consonancia con la opinión más generalizada del Plenario.

Con este expediente de flexible y fructífera democracia, se consiguieron coincidencias sorprendentes, hasta el punto de que la mayor parte del articulado constitucional contó con el voto unánime de los convencionales. En otros numerosos casos, la posición de la mayoría fue acompañada por sectores de la minoría.

Todo esto consta minuciosamente en las actas de la Convención, que deben ser publicadas, no sólo como fuente para conocer los criterios que informan las disposiciones constitucionales, sino como evidencia de la idoneidad con que se sirvió el mandato de la Nación.

La Constitución del 25 de Agosto de 1967 es, por estas singulares razones, la base más segura para el entendimiento fructífero de los paraguayos. Ninguno puede considerarse desligado de ella, porque directa o indirectamente, desde las urnas hasta la Convención, todos participaron en ella, por el consentimiento y por la confrontación de los votos. Sus títulos son insuperables, y puede afirmarse sin vacilar que jamás el Paraguay tuvo una Constitución tan representativa de la voluntad popular.

Pero, debemos decir también que ello fue posible porque la paz y el orden imperaban en el país, porque se había de-vuelto la confianza y la fe, porque todo transitaba por una ancha ruta de superación por las potentes vías del progreso material y espiritual. En esas condiciones el pueblo tenía la certeza de que la normalización no sería letra muerta, escarnio de ideales y principios que quedan aprisionados en textos que, después, languidecen en el olvido.

En realidad lo que se hizo fue llevar a la norma escrita lo que ya era primeramente pulso popular, intuición de las masas, esa fuente inagotable de sabiduría que ilumina al entendido y diseña la personalidad de los pueblos.

Por eso la Convención Nacional Constituyente pudo rendir un fruto tan completo, cuya autoridad parte de la base misma de su gestación y se manifiesta en toda la escala de su perfeccionamiento. Nada hay en la Constitución que carezca del más auténtico cuño democrático, y hasta le sirve de blasón el hecho de que haya sido promulgada por el Poder Ejecutivo en el mismo acto de su sanción por la Convención. El Gobierno Nacional nada tenía que objetar a la voluntad del pueblo, y la firma del Presidente de la República, diligente y rápida, así lo manifiesta. Es que se trata de un Gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo, que nunca patrocinó ninguna de esas fórmulas sospechosas que se enunciaron y hasta aplicaron repetidas veces en el Paraguay, por las cuales la arbitrariedad del poder era la ley, y las conveniencias de una situación eran la medida de lo justo y de lo injusto, al arbitrio de los mismos encargados de improvisarlas y aplicarlas.

Base sólida y concreta para labrar el presente y asegurar el porvenir del Paraguay, sobre normas que llevan la autoridad del libre consentimiento, esta Constitución que hoy festeja su primer aniversario representa un pacto honroso para todos los paraguayos, del que nadie se siente ni puede sentirse dispensado, y al que lógicamente se presta acatamiento ejemplar.

Por eso la celebración anual de la fecha, dispuesta por el Poder Ejecutivo, es mucho más que un acto protocolar o una decoración calendaría, porque tiene el significado de honrar, actualizar y perpetuar la memoria de ese gran paso institucional que elevó al país con la vigencia de un documento representativo de sus ideales y aspiraciones, y de la libre voluntad de servirlos que ponen todos sus hijos leales.

Aún resuena en este recinto el rumor multitudinario de los 90.000 colorados que desfilaron en homenaje a su máximo líder y es justo exaltar desde este sitio y con ese ambiente, la honra insigne que conquistó el Partido Colorado al haber patrocinado paso tan trascendental, cumpliendo su prédica de años y decenios y haberlo podido hacer en tan claras condiciones de integral legitimidad. Con ello, no sólo ha obtenido un galardón para sí, sino que ha enaltecido la dignidad de la Patria. Y el Gobierno del ilustre Presidente Stroessner, faro señero de esta feliz empresa, se ha ganado con ella el más perdurable y refulgente de sus lauros.

Al saludar a los Convencionales de 1967, y en particular a los de la bancada colorada, sentimos las mismas emociones que en aquellos días memorables de la Magna Asamblea. Y con esa misma emoción con que agradecimos la presidencia de la Convención y con qué saludamos sus éxitos al término de los debates, les hacemos llegar este mensaje, que trasciende al pueblo, porque es para todos los paraguayos, exhortándolos a emular cada día el patriotismo, la diligencia, la cordura y la iluminación intelectual y moral de que hicieron gala aquellos ciudadanos que para siempre, ganaron el bien de la patria.



EXPOSICIÓN ANTE LA CONVENCIÓN DEL PARTIDO COLORADO/ 20-IX-1969

Compañeros Convencionales:

La resolución que acabáis de adoptar, por unanimidad, concediéndome la “Medalla General Bernardino Caballero'’ constituye un acto de singular trascendencia, por entrañar un noble sentimiento de gratitud y de reconocimiento a la prolongada actuación de un viejo colorado.

Comporta para mí un honroso e insuperable privilegio y para vosotros una grave responsabilidad. . .

Los generosos conceptos vertidos en la Memoria de la Junta de Gobierno, así como las palabras pronunciadas por el compañero Convencional Licenciado Ascensión Martínez, con respecto a mi actuación partidaria, son, más que un homenaje a mi persona, una ofrenda a quienes en el campo y en la ciudad, durante más de medio siglo, se afanaron denodadamente por mantener incólume la invicta divisa de Bernardino Caballero.

De consiguiente, esta circunstancia me impone la obligación de rendiros cuenta de mi ejecutoria nacional y partidaria, en sus principales etapas. Me dispongo a hacerlo, venciendo mi natural adversión al autoelogio, en la esperanza de que si los hechos tienen algún valor especial, ellos han de ser interpretados sólo como la expresión de la más absoluta verdad.

Mi primer contacto con la vida cívica nacional ocurrió en los años iniciales de este siglo, al alistarme en 1902 entre los estudiantes del Colegio Nacional de la Capital que comulgaban con el credo de la reivindicación de nuestras glorias y la entronización de nuestros héroes, proclamado con pasión de apóstol por el joven y vibrante guerrero de la pluma Juan E. O’Leary, contra la infamia del “cretinismo paraguayo”, incubada por Cecilio Báez, pontífice del liberalismo criollo.

Durante el Gobierno del Coronel Escurra, en 1903, obtuve por concurso, una de las becas que, para cursar estudios en el Colegio Militar de San Martín, en Buenos Aires, habían sido ofrecidas por el Gobierno argentino al nuestro.

Al cabo de cuatro años, en 1906, recibí mi despacho de Sub- Teniente de Caballería, ocupando el tercer puesto entre 47 compañeros de promoción.

Al reintegrarnos al país, ya había ocurrido la traición del 1904 y gobernaba el régimen de Benigno Ferrara, quien utilizaba el título de “General”, pero que, en realidad era Capitán del ejército mitrista, en el que combatió contra su patria de origen, durante la Guerra Grande.

Tras largos cabildeos, en los primeros meses de 1907 me dieron de alta, siendo destinado a la lejana Guarnición de Bahía Negra, lugar de confinamiento de oficiales indeseables y personas de malos antecedentes policiales. Sin ningún programa castrense que desarrollar, me dediqué a explorar la región llegando hasta Fortín Galpón, donde los “civilizados” liberales crearon, más tarde, el primer campo de concentración del mundo.

Al cabo de cuatro meses, fui trasladado al Regimiento de Caballería en Paraguarí, comandado entonces por el Tte. Coronel Martín Báez, de ingrata memoria. En esta unidad de “élite” del régimen legionario, tampoco existía programa castrense alguno. Nuestro trabajo principal consistía en extraer piedras del Cerro Mbatobí para la construcción del futuro cuartel.

La hostilidad permanente de mis jefes me convenció del propósito de ahuyentarme y me decidí a solicitar la baja. A este efecto viajé a la Capital donde el Coronel Elias Ayala, Jefe del Estado Mayor, desestimó mi solicitud designándome Secretario de la Comisión Mixta Paraguayo-Argentina de estudios del brazo sur del Río Pilcomayo. La campaña, (muy interesante por cierto) iniciada en marzo de 1908, duró hasta setiembre de aquel año. Al regresar a Asunción nos encontramos con el nuevo régimen liberal-radical de Jara y Gondra. Presenté de inmediato mi solicitud de baja, esta vez aceptada sin dilación. Así terminó mi corta odisea en el ejército liberal.

Al promediar setiembre, ocurrió un apresamiento en masa de colorados y algunos liberales cívicos, en todo el país. El General Caballero, el Coronel Escurra y otros eminentes colorados fueron exilados a Buenos Aires. Un grupo de distinguidos abogados, médicos, militares y caudillos de activa militancia, todos colorados, fueron hacinados en la bodega del “Sajonia", engrillados de a dos. Es una lista de honor que todos deben conocer: Dr. Cayo Romero Pereira, Dr. Virgilio Silveira, Capitán Manuel González Filisbert, Don Pastor Filártiga, Cap. Víctor Ojeda Fariña, Cap. Silvio Rodi, Don Manuel Galeano, Cap. Bartolomé López, Cap. Alejandro Rodríguez, Cap. Baldomero Riquelme, Cap. Miguel Riveros, Cap. Bernardino Penayo, Cap. Manuel Antonio Guerreros, Cap. Felipe González, Carlos y Alberto Rodi, Tte. César Russo, José María Silvera, Marcos Amarilla, Fermín Francou, José María Miranda, Leopoldo Escauriza, Samuel López, Isabelino Cortázar, José María Sánchez. Ambrosio Ovelar, Gaspar Maidana, Tte. Marcelino Duarte, Francisco Delvalle, Eusebio Mongelós, Fernando Fúster, Miguel Noceda, Cap. Juan B. Candía, Heliodoro Candía, Cap. Juan Ascensio Acosta y unos diez y seis más cuyos nombres se perdieron en la noche del olvido y la ingratitud. Los vejámenes que sufrieron estos colorados, durante el lento y largo viaje hasta Bahía Negra, sólo fueron reeditados medio siglos después, por los comunistas y los nazis.

El destino final de los confinados fue Fortín Galpón, primer campo de concentración del mundo, que, para “honra y gloria” del liberalismo radical, sus jerarcas instalaron en el Paraguay.

En Asunción, todos los colorados con algún recurso viajamos a Buenos Aires para rodearlo al General Caballero. Mis hermanos Emilio, liberado de su calabozo de Encarnación, y Cayo evadido de Fortín Galpón, también llegaron a la Capital Argentina poco después.

Concurríamos diariamente a la modesta residencia del General Caballero donde se improvisaban reuniones. En una de éstas, le manifesté al glorioso Jefe mi decisión de afiliarme al Partido Colorado. Con su voz serena y pausada, me contestó con estas palabras: “Su padre, que no era paraguayo, fue mi amigo y compañero en las jornadas del 73 y del 76 y durante mi destierro en Corrientes. Sus dos hermanos, aquí presentes, son colorados y han servido al Partido ya en 1904. Ud. tiene derecho a firmar en el “Libro Rojo”. Y en un acto trascendental en mi vida, del que me enorgullezco hasta hoy, estampé mi firma en esta página (mostrando el “Libro Rojo”). Desde entonces, todos mis actos públicos han sido impulsados por aquel hecho acaecido en octubre de 1908; desde allí, hasta hoy.. . y hasta siempre.

Las informaciones recibidas, por aquellos días desde el terruño no podían ser peores. Una permanente y encarnizada persecusión de colorados provocaba el éxodo en masa hacia las desiertas fronteras de los países vecinos. El asesinato de colorados y el despojo de sus bienes era la norma de las autoridades en todo el país. Un clamor unánime de reacción contra la ferocidad liberal resonaba en todas partes. Clamor que el General Caballero no podía escuchar impasible.

Después de laboriosas deliberaciones con los hombres más prominentes que le acompañaban, el viejo guerrero resolvió desenvainar de nuevo su gloriosa espada en defensa de su patria escarnecida y dispuso intentar un movimiento armado, como viril protesta del coloradismo ante tanta iniquidad.

El plan trazado establecía la formación de tres destacamentos que operarían: Uno frente a Yabebyry, bajo la Jefatura del caudillo don José Gill; otro frente a San Cosme, a las órdenes de don Enrique Solano López, hijo del Mariscal, en cuya unidad tuvimos el honor de revistar. Ambos destacamentos a ubicarse sobre la margen izquierda del Río Paraná. Un tercer destacamento al norte del país, en las inmediaciones de Puerto Sastre, sobre la margen izquierda del Río Paraguay, con la Jefatura del Dr. Cayo Romero Pereira.

La campaña sería financiada por el General Caballero y el Coronel Escurra exclusivamente; a este efecto hipotecaron sus pocos bienes y, con los recursos así obtenidos, se compraron los elementos de guerra y se afrontaron la remesa de fondos a los sitios de concentración.

Conjuntamente con el compañero de siempre, el Tte. Bonifacio Caballero, fuimos encargados de las adquisiciones en Buenos Aires. Los preparativos fueron lentos y difíciles y hasta tuvimos que soportar el secuestro de una importante partida de material adquirido y la privación de nuestra libertad, en la policía de Buenos Aires.

A pesar de todos estos contratiempos, en agosto de 1909, estábamos listos para iniciar la patriada.

La orden de ataque simultáneo a los tres destacamentos debía ser impartida por el General Caballero, por intermedio de enlaces situados en Posadas, Ituzaingó, Corrientes y Murtinho.

Lastimosamente, el destacamento Gill se apresuró un tanto y cruzó el Paraná invadiendo el país por Yabebyry. En las inmediaciones de Laureles chocó con las tropas liberales, muy superiores en número, armamentos y cuadros, que se hallaban en la región bajo el comando directo del Coronel Albino Jara, Ministro de Guerra del régimen.

El destacamento Solano López, por su parte, recibió la orden de concurrir a marcha forzada, en auxilio del destacamento Gill ya empeñado, debiendo para el efecto, recorrer más de 150 kilómetros y cruzar el Paraná frente a Yacy Retá, para entrar por San José-mí, actual Ayolas. El destacamento se disponía a cruzar el río cuando recibió del General Caballero la orden de retirarse transmitida por nuestro enlace de Ituzaingó, pues el Comandante Gill, con los restos de su tropa, ya había repasado el Paraná hostigado por la flotilla de guerra liberal.

Durante nuestra retirada, nos enfrentamos con una unidad de dicha flotilla que remontando trabajosamente los rápidos de Yacy Retá con la intención de cortarnos la retirada. Nuestros 400 hombres, enardecidos ante la posibilidad de combatir, se desplegaron a lo largo de la orilla, cubierta de tupida vegetación, y sorprendieron a la unidad enemiga con un nutrido fuego de fusilería. La tripulación del puente de mando fue barrida y el barco, sin gobierno, varó sobre los escollos, a 200 metros escasos de nuestros fusileros. Faltos de toda embarcación para un abordaje, tratamos de volarlo con petardos flotantes, sin resultado positivo.

Fuera de combate nuestro perseguidor, remontamos el río unos kilómetros más arriba para tratar de ganar la orilla opuesta. En este pasaje sufrimos una pérdida, irreparable para mí. Emilio Romero Pereira, nuestro enlace en Ituzaingó, terminada su misión, embarcó en la lancha que debía realizar nuestro pasaje. Durante la operación, ésta sufrió un desperfecto a mitad del río, determinando el desprendimiento del bote que remolcaba. En ese momento soplaba un viento huracanado y ninguno de los tripulantes osó lanzarse al río para recuperar el bote. En tal circunstancia, ante la necesidad de seguir evacuando a los muchos compañeros que esperaban en la isla y confiado en su capacidad de gran nadador, se lanzó al agua, desapareciendo arrastrado por la fuerte corriente y las grandes olas. Aquello ocurría el 12 de octubre de 1909 y sólo cuatro días después encontramos sus restos mutilados, sobre los escollos de la costa argentina.

Concentrados de nuevo en nuestro campamento, continuamos esperando la ocasión propicia para una próxima incursión. Pero, perdida toda posibilidad, el destacamento Solano López se disolvió en abril de 1910.

En mayo, viajamos a Buenos Aires con un grupo de compañeros. Allí tomé la decisión de ingresar a la Escuela de Arquitectura de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.

Durante mis vacaciones de enero de 1912 me trasladé a Asunción donde encontré un clima de profunda anarquía. El Presidente Rojas, sucesor de Jara, había obtenido la participación de algunos colorados en su Gobierno y en el Ejército, ampliando de ese modo el sustentamiento popular de su régimen, con la intención de dominar la anarquía.

Con un audaz golpe de mano, apoyados por una flotilla de guerra extranjera surta en la Bahía de Asunción, un sector del partido liberal radical derrocó al Presidente Rojas, lo deportó a Corrientes y estableció un triunvirato integrado por el Coronel Aponte, Mario Usher y Marcos Codas Caballero.

Las fuerzas militares leales al Gobierno depuesto, fueron desalojadas del centro de la ciudad. En tal circunstancia nos encontrábamos con Cayo Romero Pereira, médico de cabecera del General Caballero que se hallaba gravemente enfermo y con otros jóvenes republicanos, en la quinta del ilustre enfermo. Allí, tras rápidas consultas, se resolvió la defensa del orden constituido. El Destacamento que se hallaba en Barranca Mercedes, compuesto en su gran mayoría por voluntarios colorados, fue llamado urgentemente, mientras se impartían instrucciones a los correligionarios y se movilizaba la mayor cantidad posible de colorados.

A pesar de no ser, entonces, sino un estudiante en vacaciones, obligado por las circunstancias, hube de participar en la operación militar conocida con el nombre de “la retoma”. Enviado por mi hermano Cayo, el 16 de enero fui al encuentro de las tropas que llegaron a Ñemby comandadas por el Mayor José María Valenzuela, valiente oficial jarista comprometido con el Presidente Rojas, a quien me unía una vieja amistad, nacida en nuestra infancia encarnacena. Le informé de la situación y le propuse un plan de ataque con el que estuvo de acuerdo. Una vez llegados a los suburbios de la ciudad, las tropas compuestas por dos batallones con dos pequeños cañones. Estos fueron emplazados en Salinares y camino San Lorenzo (actual Perú y Pettirossi) apuntando contra el Cantón de Carreras, ubicado en la loma de Cerro Corá y Curupayty. Los batallones avanzaron hasta acercarse a este punto, disimulados por la tupida vegetación que cubría aquella zona, entonces despoblada.

Con los primeros cañonazos que hicieron blanco en el cantón, los radicales lo desalojaron, siendo ocupado inmediatamente por nuestra infantería. Con el Mayor Valenzuela, concurrimos a ese sitio en el momento en que el “Adolfo Riquelme”, buque de guerra revolucionario adquirido con el empréstito del portugués Rodríguez, iniciaba un nutrido y certero bombardeo del lugar. Allí el Mayor Valenzuela recibió una herida en un pómulo que le obligó a retirarse para ser atendido, designándome para reemplazarlo en el Comando de las fuerzas. Al día siguiente, 17 de enero, a primera hora, continuamos el ataque consiguiendo avanzar hasta la Plaza Uruguaya, defendida por el Coronel Aponte, uno de los triunviros, que fue herido en la acción. Al retirarse las tropas revolucionarias de ese lugar, dejaron en poder de las nuestras numerosos fusiles, municionas y dos cañones de desembarco con los escudos extranjeros mal borrados. Presionados desde diversos lados por las fuerzas del Gobierno, los sediciosos ganaron la zona portuaria donde fueron recogidos por sus protectores extranjeros.

Restablecido el Mayor Valenzuela, reasumió el mando siendo prontamente recuperada la ciudad en aquel mismo día. Cayo Romero Pereira, que se hizo cargo de la Policía de la Capital, dispuso el regreso del Presidente Rojas y su reposición en la Primera Magistratura de la Nación. Esta resolución se efectivizó como se ve, en gran parte, gracias a la decisión y al esfuerzo de los colorados.

Mientras todo esto ocurría, la salud del General Caballero empeoraba día a día. A tal punto que el 26 de aquel mes, fallece el heroico soldado y gran caudillo. Su muerte causó honda consternación y sus exequias fueron realizadas con la más severa solemnidad y de la más profunda pesadumbre del pueblo.

Murió el glorioso General cuando sobre la patria se cernían negros nubarrones, en medio de la más completa anarquía, culminación lógica de la etapa de iniquidades que se había inaugurado con el desplazamiento en 1904, del gran Partido Nacional que él inspirara, fundara y afirmara en el alma popular.

Días después, el Presidente Rojas, liberal al fin, dio muestras de su “gratitud” al Partido Colorado, intentando desplazar a nuestros correligionarios, sus salvadores, de los cargos que desempeñaban. Se le pidió que integrara su gabinete con personalidades republicanas. No aceptó esas condiciones, siendo en consecuencia obligado a renunciar el 29 de febrero.

Convocado el Congreso, a raíz de la renuncia del Presidente de la República, fue designado en su reemplazo el Doctor Pedro P. Peña, quien prestó juramento el mismo día, formando aceleradamente su Gobierno y reorganizando el ejército con colorados. Fue esa la oportunidad de mi reincorporación al ejército, confiándoseme el mando del 2º Batallón de Infantería.

Los gondristas más cerca y los jaristas más lejos, marchaban sobre la Capital para tratar de derrocar al Gobierno colorado recientemente instalado. Con este motivo fuimos destacado a Luque con el batallón a mi mando, compuesto de 450 plazas, catorce oficiales y los dos cañones capturados en la Plaza Uruguaya. Con esas fuerzas debíamos enfrentar a las comandadas por los Coroneles Chirife y Mendoza y los capitanes Brizuela, Bejarano y Oliver, que en número de 3.000 hombres, armados con artillería y piezas automáticas, marchaban sobre la Capital bajo la jefatura civil de Manuel Gondra y Eduardo Schaerer.

Nuestra misión consistía en resistir defendiendo la vía férrea, el camino a Paso Pé y el de Capiatá, mientras el batallón al mando del Capitán Riveros debía cubrir el camino a San Lorenzo.

El ataque se inició el 14 de marzo al clarear, como a mil metros del pueblo hacia Yuquyry, a caballo sobre la vía férrea. La acción fue encarnizada y duró hasta las 11 de aquella mañana. En ella perdimos unos 400 hombres con tres oficiales muertos y siete heridos, figurando entre éstos el Comandante del Batallón. Fuimos salvados del entrevero por la valentía y el arrojo de los Ttes. Miguel Z. Rojas y Miguel Alcaraz. Evacuado a la Capital, nos tocó ser impotentes testigos del desmoronamiento de aquel corto Gobierno colorado que con tanto esfuerzo y fervor habíamos logrado instalar. Embarcados hacia Corrientes con el grueso de los dirigentes republicanos, sin esperanza inmediata en las posibilidades de una efectiva acción partidaria, volví a Buenos Aires para proseguir mis estudios.

Ese año de 1912 fue particularmente aciago para mí. Después del contraste de Luque, se abatió sobre nosotros una inmensa desgracia; la trágica muerte de Cayo. El último hermano que me quedaba fue abatido por una bala mercenaria recibida en su propio consultorio médico, en la ciudad argentina de Monte Caseros, cuando apenas había cumplido 30 años de edad...

Al culminar mis estudios de arquitectura, en el año 1914, regresé a la patria con el propósito de ejercer la profesión, pero el clima reinante en el Paraguay no era de trabajo. Antes bien, una profunda crisis económica se había abatido sobre nuestro país y, lo que es peor, no había ninguna perspectiva de mejoramiento. Obligado así a expatriarme de nuevo, viajé al Brasil para pasar a España en 1916 y luego a París en los últimos meses de ese año. Conmovido por el patriotismo y los sacrificios del pueblo francés, me alisté en el “Voluntariado de Trabajo para Extranjeros”, organizado para auxiliar a los refugiados de las regiones invadidas por el ejército alemán, durante la primera guerra mundial.

Desmovilizado después del Armisticio, me dirigí al Brasil, viajando posteriormente por Chile, Perú, Venezuela y EE. UU , para regresar a Francia, radicándome en París hasta 1926.

Agobiado de nostalgia, me reintegré a la patria ya en forma definitiva. Los amigos y antiguos compañeros me acogieron cordialmente y como es lógico, volví al abrevadero de nuestros amores, el límpido manantial del coloradismo, fuente inagotable de nuestros comunes e imperecederos ideales.

En aquel momento, el ambiente partidario se hallaba muy agitado. Ya se insinuaba la formación de dos bandos, lastimosamente concretada poco después en la Convención del Partido realizada en 1927. De aquel lamentable acontecimiento surgieron dos sectores; uno presidido por el Dr. Francisco C. Chaves y el otro por el Dr. Pedro P. Peña. Nos tocó, con un importante grupo de correligionarios, militar en el primero de los sectores nombrados, el que, a raíz de los trágicos sucesos del 23 de octubre de 1931, pasó a la abstención. En la Convención que en diciembre de ese mismo año celebramos, fui encumbrado a la Presidencia de la Comisión Central. En aquellas graves circunstancias asumí la alta dirección del Partido para cumplir las resoluciones de dicha Convención, relativas al retiro de los parlamentarios colorados y la abstención a toda participación en los cargos públicos. Y lo que es más trascendental, al mantenimiento del estado de rebelión contra el Gobierno liberal masacrador de estudiantes, actitud sustentada hasta el día del decreto de movilización general para la Guerra del Chaco. En esa dramática emergencia, el Partido Colorado lanzó al pueblo su histórica declaración concebida en estos términos:

“LA COMISION DIRECTIVA DE LA ASOCIACION NACIONAL REPUBLICANA EN SESION EXTRAORDINARIA, ANTE LOS ACONTECIMIENTOS PRODUCIDOS EN EL CHACO: DECLARA: 1º Que la Asociación Nacional Republicana, fiel a su tradición de nacionalismo integral, está dispuesta, como siempre, a emplear el máximo de sus energías al servicio de la soberanía nacional y, sobreponiéndose a toda bandería política, llegar hasta el sacrificio mismo, aún cuando las instituciones encargadas de su defensa continuaran demostrando la indiferencia acostumbrada, cuya formidable responsabilidad estableceremos en su hora. — 2º Que el Paraguay debe liquidar su diferendo de fronteras con Bolivia, ya sea por procedimientos jurídicos o por la fuerza, pero en brevísimo plazo, pues la paz armada en que vive la República puede conducirla a su ruina total. — 3° Que la Asociación Nacional Republicana tiene el convencimiento que el país puede adquirir la solvencia económica y financiera y la idoneidad militar indispensables para afrontar una acción victoriosa con Bolivia, siempre que se lleve a la dirección de la cosa pública a los hombres más capacitados por su talento y patriotismo. — Asunción, 23 de julio de 1932. — TOMAS ROMERO PEREIRA, Presidente. LEANDRO P. PRIETO, Secretario”.

La Patria necesitaba con urgencia el concurso de todos sus hijos. Conceptuamos que, como Presidente del Partido Colorado, debíamos dar un elocuente ejemplo a nuestro pueblo. Fuimos pues de los primeros en alistarnos, como queriendo personificar al pueblo colorado, que, por encima de las profundas divergencias políticas con el Gobierno, empuñaba las armas para la defensa de la Patria. Y el pueblo colorado, comprendiendo la importancia de la convocatoria y el significado de nuestra actitud, respondió como su directorio lo esperaba. Concurrió en masa al llamado de movilización y marchó gallardamente, a la vanguardia de los defensores del terruño.

Me afectaron al Comando en Jefe con sede en Asunción. Iniciada la batalla de Boquerón, solicité mi pase al ejército del Chaco, pues el rol de tal Comando era totalmente inoperante. Y como no se diera curso a mi pedido, decidí desertar del cargo, embarcando en el “Holanda” el 17 de setiembre, rumbo a Pto. Casado. En este puerto, se encontraba el Jefe del Estado Mayor General, Tte. Coronel Ayala, quien no me extendió el salvoconducto requerido. Recién el 1º de octubre, acompañando al Dr. Luis Alberto de Herrera, pude llegar a Boquerón, presentándome al Coronel Estigarribia, amigo de años atrás.

El Jefe que habría de constituirse en el caudillo militar del pueblo paraguayo en armas y conductor victorioso de la guerra, comprendió, con toda seguridad, la intención de nuestra actitud y me incorporó a la 1º División de Infantería, con el cargo de Jefe de Operaciones.

Tuve el honor de revistar en esta gran unidad hasta la toma de Platanillo, pasando, en diciembre a interinar el Cuartel Maestre General por enfermedad de su titular; para, a mediados de enero de 1933, ser trasladado al Estado Mayor de Comansur, con el cargo de Jefe del 2º Departamento.

En ocasión de ofrecerme el cargo, le signifiqué al Coronel Estigarribia mi desconocimiento del difícil servicio de inteligencia que se me confiaba. Me contestó textualmente: “No disponemos de ningún experto en la materia. En este libro de un General francés de Estado Mayor, usted, que conoce ese idioma, puede informarse”. El Mayor Garay, confirmando las palabras del Jefe, me entregó una hoja de papel con el plano de situación de los ejércitos contendientes. Con ese “bagaje” inicié mi complicado cometido.

Tuve la satisfacción de permanecer en el cargo hasta enero de 1935, durante dos años. El concepto que pude merecer de mis Jefes es cuestión que sólo les atañe a ellos. Por mi parte, tengo la conciencia de haber servido a mi patria con mí integral capacidad.

En enero de 1935, después del desastre boliviano de Yrendagué, muchos pensaron que la guerra terminaba y, con tal motivo, el Comanchaco sufrió la avalancha de numerosos jóvenes “guerreros” de la calle Palma. Concurrían a incorporarse al ejército del Chaco con el propósito de regresar pronto a Asunción para participar, como “héroes”, en lo que sería el “Desfile de la Victoria”. Desde aquel momento, sumadas esas y otras causas surgidas en el seno del Estado Mayor chaqueño, me impulsaron a solicitar mi pase a una unidad de la primera línea.

El General Estigarribia autorizó mi regreso a Asunción donde permanecí hasta que ocurrió nuestro serio contraste de Boyuibé, en abril. Regresé de inmediato al Chaco presentándome al Comandante en Jefe, en su Cuartel General de Capirenda. El General Estigarribia consintió en el acto a mi solicitud de incorporación a una unidad del frente y ordenó mi traslado al Segundo Cuerpo de Ejército con P. C. en Carandaity. Allí fui designado Jefe del Dpto. de Operaciones del Estado Mayor del Cuerpo.

El armisticio de junio nos sorprendió en Huirapitindy, Sector Parapití, elegido como P. C. del Cuerpo. Entonces, nos tocó la tarea de hacer construir los famosos hitos que serían plantados en la línea de separación de los ejércitos contendientes. Para este efecto, construimos unos pilotes de quebracho colorado, abundante en el sector, con tres metros de largo, labrados en cuadros de 30 x 30 centímetros y con el escudo paraguayo grabado a fuego en una de sus caras.

Estos pesados maderos debían ser arrastrados a pulso por nuestros desnutridos soldados, a lo largo de una línea de 400 kilómetros. Cuando recibimos la orden del Comanchaco para dicho trabajo, se nos dijo que esa sería la línea de nuestros límites definitivos con Bolivia. “Ni un milímetro menos”, afirmaron en aquella oportunidad.

Pero el Tratado de Paz fumado poco después, dispuso otra cosa. A tal punto que, de los 400 kilómetros de línea marcada por aquellos hitos, en más de 300 kilómetros, ni uno solo de ellos permaneció en territorio paraguayo. Muchos de aquellos pesados pilotes de quebracho quedaron internados, a más de 100 kilómetros, en territorio adjudicado al contendor. . .!

Y los responsables?... la respuesta la ha dado la historia con la severa condenación que ha llegado, y la aún más severa que vendrá, sobre quienes, dando la espalda a tantos sacrificios y dolores, a tantos héroes muertos y vivos, no titubearon en firmar un tratado inicuo que dilapidó lo que el valor y la abnegación del pueblo paraguayo habían reivindicado para la Patria.

Terminada la contienda y reincorporados a sus hogares los sobrevivientes de la heroica gesta, el coloradismo fue protagonista principal de la eclosión popular del 17 de febrero, movimiento auténticamente revolucionario y popular que, desgraciadamente cayó en manos de gente que no supo interpretarlo debidamente, conduciéndolo por caminos desviados.

Tras el fracaso consecuente de esta revolución escamoteada, el Partido Colorado, unido ya en su orientación y en sus fines desde el 23 de octubre de 1931, selló oficialmente su unidad en la histórica Convención de 1938 que elevó a la alta jefatura a aquel ciudadano ejemplar y preclaro encarnaceno que fue el Dr. Juan León Mallorquín.

Bajo la dirección de este gran caudillo el Partido reorganizó sus cuadros, consolidó su unidad y adoptó trascendentales determinaciones. Tales, por ejemplo, la denuncia contra la traición que involucraba la firma del Tratado de Paz del Chaco y la severa condenación del método totalitario aplicado por el liberalismo para la imposición de la antidemocrática Constitución de 1940.

Ausente durante la década del 40, en ese lapso se sucedieron importantes acontecimientos nacionales y partidarios, como la intervención del Partido en el gabinete de coalición con que el Presidente Morínigo trató de dar basamento popular a su régimen, la cruenta guerra civil del año 1947, la lastimosa división partidaria posterior, y otros acontecimientos que gravitaron profundamente en el posterior decurso de la vida paraguaya.

Me reintegré al país en enero de 1950 y en agosto del mismo año fui incorporado al gabinete nacional, pasando a ocupar la cartera de Obras Públicas y Comunicaciones en el Gobierno de don Federico Chaves. En la convención de setiembre de ese año, tuvimos la satisfacción de volver al seno de la alta autoridad partidaria al ser electo, con otros compañeros, miembros de la Junta de Gobierno. Posteriormente, en la Convención de junio de 1952 tuve el honor de ser designado Vicepresidente tercero de la Junta.

Poco tiempo después, el Ministro del Interior don Rigoberto Caballero, renunció a su cargo en los primeros días de diciembre. En esa circunstancia, por esas combinaciones raras que depara la vida, me encontré en la situación de suceder en el Ministerio del Interior a mi viejo compañero y amigo de tantos años.

Mi presencia en esta Secretaría de Estado transcurrió hasta el 6 de enero de 1954. En esa fecha, presenté mi renuncia al cargo, por discrepancia de procedimiento con el Presidente de la República.

Por esos días, y como consecuencia de los cambios producidos en el gabinete, se ausentó del país el Doctor Guillermo Enciso Velloso, quien ejercía la presidencia de la Junta de Gobierno por anterior renuncia del titular don Rigoberto Caballero. A raíz de ese hecho, y en mi carácter de Vice Presidente, asumí el alto cargo en sustitución del Dr. Bernardo Ocampos que había fallecido poco tiempo antes.

Esto ocurría en febrero de 1954. Al presidir la primera sesión, no teníamos ni la más vaga idea de la tarea que nos esperaba. Hubo que remover, reordenar, expurgar y reafirmar, desde el edificio de la sede partidaria, el archivo, las finanzas, etc., hasta el personal administrativo capacitado para manejar el inmenso caudal partidario.

Felizmente, el coloradismo es una asociación de hombres capaces, fervorosos y probos. Al encontrar compañeros y colaboradores de esa clase, pronto nuestra tarea se hizo sentir favorablemente y se vio facilitada con la cooperación de todos. Así pudimos contar, en poco tiempo, con una sala de sesiones decorosa, un archivo modernizado y secretarías especializadas, capaces de accionar eficientemente el mecanismo partidario cada vez más creciente y complicado.

En todo partido político democrático pueden surgir opiniones dispares para la consecución de un objetivo determinado. Pueden aparecer bifurcaciones, pero ellas deben tener un punto único de convergencia, siempre de la periferia al centro y nunca al revés.

En determinado momento, flotaron síntomas inquietantes en nuestro ambiente político. Parecía que el principio de la autoridad se hubiera agrietado, que las jerarquías hubieran perdido sus respectivos niveles y que diversos grupos hubieran adquirido influencias que se hallaban al margen de la normalidad.

Estos complejos fenómenos, todos coincidentes, desembocaron en la crisis del 4 al 8 de mayo, que adquirió singular gravedad.

En la noche del lunes 4 de mayo, se produjo el choque armado en Asunción y el Presidente de la Junta ignoraba su verdadera causa y origen. Fue en la madrugada del 5, después de una larga velada, que el llamado telefónico de un Jefe militar nos puso al tanto de los acontecimientos. El mismo nos transmitió, además, la invitación del Comandante en Jefe de las FF. AA. para una conferencia. Aceptamos en el acto la invitación y en compañía de un emisario, concurrimos al despacho del Sr. Comandante en Jefe, quien nos expuso detalladamente la situación. Al término de su clara exposición, pronunció estas históricas palabras que trataré de reproducir textualmente: “La crisis militar —dijo— está resuelta. La División de Caballería se encuentra cercada y es cuestión de una pequeña presión para rendirla. La operación costará bajas y yo desearía ahorrar las preciosas vidas de nuestros soldados... Ahora, en cuanto a la crisis política, dejo en manos de la Junta de Gobierno de nuestro Partido su solución”. Tales fueron las palabras, únicas en la historia política nacional, pronunciadas por el gran soldado, ejemplar patriota y fervoroso colorado que desde aquel instante comenzó a escalar el sitial de los grandes de la patria.

En ese momento crucial, el General Stroessner pensaba como colorado, sentía como colorado, era, ante todo y sobre todo, el correligionario Alfredo Stroessner, que, confiaba a la rectora autoridad partidaria la solución del problema político emergente de los hechos militares. Sin tratar de imponer el triunfo de las armas, se sometió republicanamente a las disposiciones del Partido, de acuerdo con “los superiores intereses de la Patria”, según sus propias palabras.

De las posteriores conversaciones, y tras un exhaustivo análisis de los hechos y sus consecuencias, se arribó a soluciones patrióticas de las que hoy nos enorgullecemos como paraguayos y como colorados.

El resultado más importante y trascendente de aquellos acontecimientos y esas negociaciones, fue la asunción de la Primera Magistratura de la República por el General Alfredo Stroessner, el 15 de agosto de 1954, tras unas elecciones límpidas que constituyeron un verdadero plebiscito popular en favor de su candidatura, proclamada por la Convención Nacional del Partido Colorado reunida a ese efecto.

Sobre estos sucesos hay un documento oficial de valor irrefutable del que hemos extraído los siguientes párrafos: “La historia destacará con caracteres indelebles la conducta irreprochable asumida por los distinguidos miembros de la Junta de Gobierno del Partido Colorado que desplegaron sus mejores energías y toda su voluntad para superar graves situaciones de hecho que de no haber sido afrontadas con criterio decidido, hubiesen precipitado a la República en un drama sangriento de consecuencias irreparables. Unidos en una sola vocación nacionalista, civiles y militares responsables del futuro del pueblo paraguayo, brindaron un espectáculo digno de aplauso de nuestros compatriotas y del respeto de los extranjeros que con nosotros conviven en esta querida tierra de nuestros mayores. Los militares por haber sabido interpretar sus íntimos deberes, en un momento quizás propicio para que las bajas pasiones de los eternos insatisfechos pugnasen por encontrar en nuestras filas intersticios por donde filtrar el virus de la confusión y de la anarquía; los civiles por haber respondido a esas esperanzas del pueblo y de las FF. AA. de la Nación, cuya primera misión había terminado con la solución, impuesta por las armas, del peligro inminente de una lucha fratricida”. Agregando en otra parte: “Todo ello se evitó para bien de la Nación. Las bayonetas se inclinaron respetuosas ante la ley suprema, establecida por la Constitución; caso pocas veces registrado en los anales de los fastos americanos; ese gesto servirá de ejemplo a las futuras generaciones de ciudadanos que abracen la noble carrera de las armas”.

Tales fueron las palabras consagratorias pronunciadas en el recinto del Congreso Nacional, en la solemne sesión celebrada el 1º de abril de 1955 para escuchar el mensaje del Presidente Constitucional de la República, General Alfredo Stroessner.

Con respecto a la posterior actuación de nuestra Junta de Gobierno, el mismo extraordinario documento se expresa en estos términos categóricos: “Quienes a la sazón asumieron en sus manos los resortes del mando, cumplían como ciudadanos probos, patriotas y desinteresados con el anhelo de miles de colorados: ver a nuestro Partido sirviendo siempre con lealtad la causa de la democracia, de la libertad, de la justicia y manteniendo indemnes los fueros de la civilidad, vale decir, del imperio de la legalidad. Me place consignar la limpieza de sus ejecutorias civilistas, el invalorable aporte de sus servicios y la ilustración de sus consejos y directivas”.

Con referencia a nuestra gestión en la Presidencia Provisional de la República, el enjundioso documento mencionado se pronuncia en estos términos: “En realidad se me hacía traspaso de una Administración Pública encauzada, de una autoridad reivindicada, de una disciplina y una lealtad renacidas en el corazón de los correligionarios honestos y en el espíritu de la masa popular mayoritaria”. Más adelante agrega: “Puedo deciros que mi Gobierno, desde su iniciación, y como sucesor legítimo del mando provisional que fuera ejercido con brillo y sabiduría por el Presidente de la Asociación Nacional Republicana, don Tomás Romero Pereira, a plena satisfacción de la ciudadanía honrada de la República, se encauzó por la senda de paz felizmente preparada para hacer factible la comunidad de los esfuerzos tendientes a la finalidad del bien común”.

Las palabras transcriptas, pronunciadas ante los representantes del pueblo por el primer ciudadano de la República y eminente protagonista de la gran gesta que se iniciaba en el fecundo devenir del coloradismo, traducen una gran generosidad y un sentimiento de fervorosa consideración hacia los luchadores tradicionales del Partido que posibilitaron esta luminosa aurora del renacimiento paraguayo.

Tal es, compañeros Convencionales, la reseña de mi actuación pública y partidaria en esa etapa que considero la más importante de mi carrera política.

El 15 de agosto de 1954, después de transmitir las insignias del mando al Presidente Constitucional de la República, tuve la honra de ser designado Ministro del Interior en el gabinete constituido por el Excelentísimo Presidente Stroessner. Mientras, continuaba ejerciendo simultáneamente la Presidencia de nuestra Junta de Gobierno.

Pronto pudimos auscultar, desde nuestras elevadas funciones, un renacer de optimismo en las filas del Partido. Sin embargo, como consecuencia de la crisis de mayo del 54 y de otras anteriores, numerosos correligionarios permanecían alejados del Gobierno. La conducta que observaron en aquel tiempo, fue en general moderada. No se produjeron, por otra parte, exilios ni persecuciones. Manteníamos relaciones cordiales con muchos de estos eminentes amigos. Algunos de ellos, antiguos compañeros de las jornadas del 912, nos hicieron llegar sus deseos de dialogar para tratar de restablecer la concordia familiar. Cuando tuve la oportunidad de informar al señor Presidente de la República de tales gestiones, me contestó textualmente: “Este asunto nos dará mucho trabajo, pero debemos intentarlo”. Así comenzó el diálogo que culminó en la histórica jornada del Reencuentro Colorado, el 27 de octubre de 1955.

Fue un episodio de verdadera euforia colorada. Se concretó la justa aspiración de consolidar nuestro régimen mediante el esfuerzo mancomunado de todos los correligionarios.

Y como en todo quehacer colectivo, además del ideal, debe actuar un líder indiscutido, en aquella memorable empresa, ese líder fue el correligionario General Alfredo Stroessner. Nosotros, recibimos el honroso calificativo de “Arquitecto de la Unidad Colorada”.

En mayo de 1956, ante la imposibilidad de seguir desempeñando simultáneamente con eficacia la cartera del Interior y la Presidencia de la Junta de Gobierno, le manifesté al señor Presidente mi intención de declinar uno de los cargos. “Cuál le parece más importante”? me preguntó. Ante mi manifestación de que la Presidencia de la Junta de Gobierno era, a mi juicio de mayor responsabilidad, convinimos en mi renuncia al Ministerio del Interior volcándome, desde entonces, integralmente al servicio del Partido. Pocos días después, el Gobierno dispuso la creación del Ministerio Sin Cartera con la finalidad de normar la vinculación entre el Poder Ejecutivo y el Partido de Gobierno. Fue así como tuve la oportunidad de seguir formando parte del gabinete del Presidente Stroessner.

Desde el comienzo de nuestra actuación en la Junta de Gobierno, tuvimos la idea de dotar al Partido de una sede acorde con su tradición y su grandeza. Con ese propósito redactamos el programa básico para proyectar el edificio en el terreno adquirido poco antes para el Partido. Con el concurso de dos calificados arquitectos compatriotas, atacamos la empresa y la Junta de Gobierno, poco después, nos designó Supervisor de la obra juntamente con dos destacados profesionales correligionarios. Aprobado el proyecto por la Junta, se contrató su construcción con una empresa de gran capacidad técnica y solvencia económica.

Anteriormente, tuvimos la satisfacción de habilitar para el diario “Patria”, su actual local propio.

La construcción de la Casa de los Colorados demandó una erogación de unos 30.000.000 de guaraníes, totalmente pagados a la terminación de la obra y aportados por los colorados, exclusivamente, sin recurrir a liberaciones, subsidios, ni préstamos de ninguna especie.

Este edificio, que no es suntuoso, posee, sin embargo, una monumental dignidad y pretende ser el símbolo del ciudadano colorado: franco, valiente, noble, hospitalario y generoso; abierto en todo tiempo, sin puertas blindadas ni rejas de clausura. Todos pueden, sin llamada ni esperas previas, entrar y transitar por sus amplias galerías, y permanecer a su amparo sin ser molestados. Así son y deben ser los colorados, como esta su casa, levantada por ellos y para ellos, hoy y siempre.

El 27 de octubre de 1957 tuvimos la felicidad inmensa de inaugurar esta casa. El acto que revistió una gran solemnidad fue presidido legítimamente, por el colorado Nº 1, correligionario General Stroessner.

Corría el año 1957 cuando, con la complicidad de gobiernos extranjeros adversos al nuestro, los enemigos de siempre intentaron asestar sus primeros golpes al régimen de paz y orden que imperaba en el Paraguay. Un extenso plan de subversión comenzó a desarrollarse con la pretendida invasión del país por los puertos de San Antonio y Villeta. En respuesta a estos hechos, la Junta de Gobierno movilizó a la guardia Urbana, y a su llamado, los correligionarios concurrieron en masa a los lugares de concentración diseminados en todo el país.

Fue aquella una ocasión más, para que el coloradismo demostrara su poderío infalible. Los precursores de Fidel Castro fueron desahuciados en poco tiempo, quedando demostrado que un Gobierno sustentado por un poderoso Partido popular, es invulnerable a este tipo de guerra, que necesita el alzamiento del pueblo para su éxito. En el Paraguay, el pueblo, formado mayoritariamente por colorados, dio sus espaldas a los maleantes y refirmó rotundamente su apoyo al Gobierno. Así, unidos férreamente Gobierno, Partido y FF. AA. presentaron un bloque homogéneo, de puros colorados.

Este mismo cuadro se repitió en los sucesivos intentos de invasión. Todos fueron aplastados en poco tiempo, y los intentos de “Sierra Maestra” fracasaron, sin pena ni gloria.

En setiembre de 1958, tuve el honor de ser reelecto Presidente de la Junta de Gobierno, por tercera vez.

La actividad de la Junta crecía aceleradamente. Miles y miles de conciudadanos en toda la República, se alistaban en las huestes de Caballero. Nuestro caudal popular aumentaba día a día y las necesidades del Partido se acrecentaban paralelamente. La tarea que le cupo a la Junta de Gobierno fue amplia, efectiva, útil y previsora.

Pronto hubimos de lamentar la aparición de nuevos problemas. La incorporación de ciertos valores, como resultado del “Reencuentro”, y la reintegración al país de altos funcionarios que, sin la suficiente raigambre tradicional y el necesario sentido patriótico del coloradismo, permanecieron durante largos períodos en el extranjero, con ventajosas remuneraciones en dólares, determinó un cierto desequilibrio, causado por la apetencia y apresuramiento de algunos y por la desubicación o desconexión con la realidad partidaria de otros. No faltaron los ambiciosos y los ingenuos que se dejaron seducir y, todos juntos, consiguieron deteriorar, en pequeña proporción, la representación parlamentaria y la Junta de Gobierno.

Esta desviación originó la crisis del 29 de mayo de 1959, superada ampliamente gracias al buen tino, la lealtad y el espiritu colorado de los directores tradicionales del Partido que, sin excepción casi, enfrentaron la situación provocada, contando para este efecto con la solidaridad invalorable del Presidente Stroessner y de las FF. AA.

Reunida en setiembre de 1960 la Convención del Partido, la Junta de Gobierno renovó sus autoridades. Después de seis años y medio de ejercicio ininterrumpido de la presidencia del Partido, tuve la satisfacción de transmitir esa alta responsabilidad a un viejo soldado del coloradismo y eminente director partidario, el Dr. Bernardino Gorostiaga. Desde entonces, tuve la honra de ser electo miembro titular de la Junta de Gobierno por las sucesivas convenciones que se reunieron, hasta la fecha.

A fines de aquel año, decliné el Ministerio Sin Cartera, encomendándoseme el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, cuya cartera pasé a desempeñar por segunda vez, hasta setiembre de 1962. En ocasión de aceptarme la renuncia, el Excelentísimo Señor Presidente de la República, General Stroessner, me dirigió una nota cuyo contenido no podemos silenciar porque encierra juicios tan enaltecedores que constituyen el más alto blasón de nuestra vida pública. Dice así en lo fundamental: “En el cumplimiento de esos deberes, usted ha sido, en todo tiempo, pensamiento, acción y guía, sin que jamás hubiese podido sorprendérsele en un instante de desfallecimiento, y menos en un desvío de la línea de su conducta, frente a los destinos de la Patria tan íntima y legítimamente ligados a la función histórica del partido político a que nos honramos en pertenecer. Ese idealismo y esa actitud permanente que definen su inconfundible personalidad de Jefe de Partido y de hombre de Estado, lo señalan como un servidor de la Nación que hizo y hace honor a la memoria de nuestros mayores. Durante la función pública desempeñada por usted en mi Gobierno, ha demostrado estar en posesión de recias virtudes ciudadanas. Su inteligencia, su capacidad de trabajo y su honestidad, se han traducido en ingentes beneficios para la Nación, que hoy mismo al anunciarme su retiro, pueden ser apreciados en mayor grado todavía”. —Agregando luego— “Al verme así en la penosa necesidad de considerar su renuncia al cargo que tanto enalteciera para prestigio del país y de mi Gobierno, debo expresarle el sentimiento que significa para mí su alejamiento de su actual función, circunstancia que se compensa con la seguridad que tengo de que su retiro del Ministerio no excluye el mantenimiento de su patriótica militancia en otras honrosas misiones desempeñadas, con el mismo celo y responsabilidad, en defensa de los ideales nacionalistas de nuestro glorioso Partido. Siempre lo he considerado a usted como una de las columnas más sólidas de mi Gobierno. Como correligionario, ha sido a mi lado el colaborador de todos los momentos más difíciles que hemos tenido que afrontar juntos para asegurar a nuestro pueblo los mejores días a que tiene derecho por sus inmensos sacrificios pasados, y para colocar a nuestro país en el firme sendero de su grandeza definitiva. Sirvan para usted, mi gran amigo, los conceptos aquí vertidos como la expresión de mi más profundo reconocimiento por todo cuanto trabajó en mi Gobierno, honrando a la Patria de José Gaspar de Francia y de los López, y al Partido Político del General Bernardino Caballero”.

Esta carta, cuyo contenido me permito hacer público en esta oportunidad, es la expresión más elocuente de la total identidad de ideales y de propósitos que nos han unido, nos unen y nos unirán siempre, al ciudadano que con excepcional patriotismo rige los destinos de la Nación, ante el general beneplácito del pueblo paraguayo.

Desde la fecha de mi retiro del gabinete, continué actuando en la Junta de Gobierno como lo hacía habitualmente. En diversas oportunidades tuve la satisfacción de dirigir mis palabras, en su nombre, al pueblo colorado.

El l9 de marzo de 1955, en solemne acto público tuvimos el honroso privilegio de ofrecer en donación sin ninguna erogación al Estado Paraguayo de los dos únicos edificios aún en pie del histórico “Campamento Cerro León”. Eran dos reliquias gloriosas que, en ruinoso estado, habían sido adquiridas poco antes por nuestra familia y que requerían una total reparación. Al aliviarnos de la gran responsabilidad de formar parte del gabinete del Presidente Stroessner en 1962, nos entregamos por entero a su restauración, con materiales de la época para obtener la mayor autenticidad posible.

El lº de marzo de 1965, después de terminar los trabajos de recuperación, pudimos finalmente cumplir nuestra oferta. En esa fecha las dos grandes casonas que en su tiempo, fueron ocupadas por el Gran Cuartel y la residencia del héroe genial de nuestra epopeya, pasaron definitivamente a ser propiedad del Estado Paraguayo, mediante la entrega de los títulos correspondientes al Presidente de la República, General Stroessner, continuador republicano de la línea nacional simbolizada por el Mariscal.

Cuando creíamos que la Patria ya no necesitaría de nuestro servicio y nos disponíamos al descanso de un otoñal retiro, nos encontramos repentinamente, sin buscarlo de ninguna manera, embarcados en una nueva tarea trascendental. Nuestra estrella nos tenía deparado, efectivamente, un nuevo privilegio excepcional.

La Convención Nacional Constituyente, inaugurada el 25 de mayo de 1967 y constituida por Convencionales libremente votados por cuatro partidos políticos, me eligió su presidente. Había escalado así la más encumbrada jerarquía ciudadana de una democracia, mediante el voto mayoritario de los colorados. Una de las altas honras que he de transmitir a mis hijos y a mis nietos, es el haber sido presidente de la Convención Nacional Constituyente que, libremente elegida, popularmente consentida y legalmente constituida, elaboró y sancionó la única Carta Magna verdaderamente paraguaya y democrática que hasta hoy ha tenido la República.

El 15 de agosto de 1968, en oportunidad de la reasunción del mando, el Excelentísimo Presidente Stroessner, que nos dispensó siempre afectuosa consideración, nos designó por segunda vez Ministro Sin Cartera de su gabinete. En el sutil cometido de esta Secretaría de Estado, de carácter eminentemente político, empeño toda mi capacidad, ya mermada por cierto, pero siempre fervorosamente colorada.

Todos los ciudadanos y particularmente los colorados tenemos el deber, a la medida de nuestras posibilidades, de practicar la solidaridad social. Esta doctrina, que basamenta nuestros sentimientos, nos impulsó a distribuir gratuitamente 173 hectáreas de tierra a los agricultores más desposeídos de la Compañía “Mbatobí”, en el distrito de Paraguarí. Asimismo, en la Compañía “Cerro Verá” del distrito de Pirayú, en colaboración con los vecinos del lugar, construimos una escuela de 5 aulas y en la Compañía “Cordillera”, del distrito de Piribebuy, hemos terminado recientemente otra escuela, de cuatro ambientes, edificada exclusivamente a nuestra costa.

Habéis escuchado, compañeros Convencionales, con republicana benevolencia, el relato de las principales etapas de nuestro largo transitar público y partidario. La necesidad de aclarar muchos episodios poco o mal conocidos, ha determinado la extensión de esta charla. Espero que sabréis excusarla y justificarla en homenaje a la intención con que ella ha sido preparada. En efecto, su propósito no es otro que el de abriros mi corazón y mi mente para que en los más puros sentimientos que en ellos podáis hallar, se trate de justificar el otorgamiento de la máxima recompensa que nuestro Partido puede discernir a sus servidores más antiguos y leales.

Compañeros Convencionales: si después de esta larga confesión que habéis escuchado, creeis que soy merecedor de este supremo galardón partidario, debo manifestaros todavía, que lo he de aceptar para depositarlo sobre la urna que guarda las cenizas de mis hermanos, porque ellos fueron, en todo tiempo, el ejemplo y guía de mis acciones y el numen tutelar de mis ideales colorados. Será así, el único homenaje que reciben del Partido de sus amores y de sus sacrificios, al través de quien llevó el mismo apellido con honor y con orgullo, en todos los tiempos y en todos los lugares.

Nuestro retiro de la militancia activa del Partido, tal como expresáramos en la nota renuncia que eleváramos a la Junta de Gobierno, no representa, en modo alguno, nuestro alejamiento del Coloradismo. Mal podríamos alejarnos o prescindir de lo que conforma nuestra conciencia e integra nuestra convicción. Nuestro coloradismo ha sido fecundado por el sentimiento heredado de nuestros padres, amigos y devotos admiradores del General Bernardino Caballero. Con el coloradismo nací, con él viví y viviré hasta el fin.

Esta reseña no sería completa si no recalcásemos en forma destacada la invalorable y decisiva cooperación que, en los últimos quince años de nuestra actuación política, hemos recibido del hombre excepcional cuyo advenimiento en nuestras filas ha levantado al Coloradismo a la cumbre más alta de su historia, el correligionario Alfredo Stroessner.

Yo creo que el Presidente no es sólo un Reconstructor, sino un verdadero Creador de la grandeza nacional. Es que la mayoría de las realizaciones presentes son obras enteramente nuevas que no existieron en el pasado; son concepciones originales y realizaciones audaces, sencillamente asombrosas, que constituyen efectivas creaciones.

Y así es, porque el Presidente Stroessner admite y apoya toda iniciativa útil, no comprende el significado de lo imposible y desconoce la fatiga. En los tres lustros que actuamos a su lado, no llegamos a descubrir sus horas de descanso. Es que su inagotable energía se nutre en el amor a la Patria y en la fe en el Partido. Y con amor y con fe no hay dificultades que no se puedan vencer.

Creo oportuno manifestar en esta ocasión que la notable comprensión que ha surgido entre nosotros se debe, principalmente, al hecho de haber encontrado en él los mismos atributos esenciales que adornan a los verdaderos conductores de pueblos y que, antes de ahora, sólo había hallado en el General Bernardino Caballero.

Son estas condiciones de excepcional caudillo y aquellas virtudes de fe y de amor, las que han creado entre nosotros la comunión fraternal de la amistad. Así es cómo puedo decir con inocultable orgullo que me considero amigo de Stroessner: sí, Stroessner así a secas, sin excelencias ni generalatos, porque su sólo nombre engrandece a todas las excelencias y es superior a todas las jerarquías.

Por otra parte, sé que el aprecio y la consideración que me dispensa, es el que tiene reservado para los viejos servidores del Coloradismo, para los hombres que han dedicado sus esfuerzos y sacrificios al servicio de la causa republicana. Porque el respeto del General Stroessner hacia las jerarquías partidarias, su consideración a los sacrificios pasados por la causa y su reconocimiento a la efectiva militancia republicana es sólo comparable a su invariable fraternidad con sus camaradas excombatientes del Chaco y su inmensa admiración por las auténticas tradiciones coloradas y nacionalistas.

Y cuando se ama las tradiciones, se considera la jerarquía natural adquirida a través de una larga militancia, se aprecia las luchas sostenidas y se valora los sacrificios pasados, se está, indudablemente, en la tónica de lo auténticamente colorado, se está en la línea de lo genuinamente nacional.

Por todo ello, Stroessner es el más genuino intérprete de los sentimientos del pueblo colorado.

Ninguna oportunidad ha de ser tan propicia como ésta en presencia de los legítimos representantes del pueblo colorado, congregados en esta Magna Convención para expresaros, ilustre amigo, nuestra profunda gratitud por la amistosa consideración que nos habéis dispensado siempre.

Y a vosotros compañeros Convencionales nuestro reconocimiento sin límites por el supremo galardón que nos habéis otorgado.

Llevad al pueblo colorado el mensaje de este viejo republicano que se llama a cuarteles de invierno, expresándole su permanente gratitud por el respaldo que siempre encontró en sus correligionarios principalmente en aquellos viejos luchadores campesinos en cuyos brazos vigorosos jamás tambaleó la bandera de Bernardino Caballero.

A la juventud colorada la demanda de una constante ilustración, de un cálido y fervoroso coloradismo y de un intenso y sacrificado amor a la Patria.

Colorados de toda la República, volved a vuestros hogares con fe y convicción intransigente en la perennidad del coloradismo y tened siempre presente lo que más de una vez hemos expresado con unción de plegaria: “Los colorados somos hijos de una vieja historia sin término. Lo que fueron nuestros padres, somos nosotros, son nuestros hijos y serán nuestros nietos.. . colorados, colorados, colorados hasta la postrer generación ... ”.



EN EL CÍRCULO DE JEFES Y OFICIALES RETIRADOS DE LA FF.AA. DE LA NACIÓN/ 13-VIII-1971

Señor Presidente del Círculo de JJ. y OO. en Situación de Retiro de las FF.AA. de la Nación.

Beneméritos Veteranos camaradas de la Guerra del Chaco. Señoras, Señores.

El Directorio del Círculo de JJ. y OO. en Situación de Retiro de las FF. AA. de la Nación celebra esta sesión de honor para hacerme entrega de la Resolución y el pergamino que me acreditan como Socio Honorario de esta encumbrada nucleación, en mi carácter de veterano de la Guerra del Chaco.

Tan extraordinaria distinción, una de las más honrosas que he merecido en mi dilatado transitar por los senderos de la Patria me llena de legítimo orgullo, máxime, por los fundamentos de la generosa resolución, que el señor Presidente ha querido puntualizar en su elogioso discurso. En efecto señala Ud. que he seguido la línea y el imperativo de los grandes de nuestra Patria; mi presencia en Comanchaco a las inmediatas órdenes del glorioso conductor del Pueblo en Armas en la Guerra del Chaco, así como mi leal contribución para alcanzar la Victoria y la feliz mención del acontecer más resaltante de mi actuación ciudadana: la entrega de la insignia del mando del Gobierno Constitucional de la República a un heroico Veterano de la Epopeya Chaqueña, el Estadista Genial General de Ejército Don Alfredo Stroessner.

Además, la aludida Resolución considera justo y digno, que esta casa de Guerreros me cuente como Socio Honorario.

Los enaltecedores términos del meduloso considerando, epiloga el Señor Presidente expresando que este homenaje sincero y efusivo es el testimonio del espíritu que alienta esta entidad y símbolo de la ejemplaridad determinada por las acciones de bien común y que origina la gratitud.

Con esta palabra señera, finaliza su breve discurso de profundo contenido, el noble Presidente de esta Benemérita nucleación. Es lo que llamaríamos en buen romance, un “broche de Oro”, pues en nuestro concepto la gratitud es una de las más nobles virtudes del sentimiento humano. Y si las palabras comentadas aluden a nuestra modesta ejecutoria ciudadana, mereciendo la gratitud del semejante, habríamos logrado una permanente aspiración; la de servir a la Patria, ante todo, y a los que conviven con nosotros, sin pretender otra recompensa, fuera de la propia estimación.

Así procedimos invariablemente en todas las emergencias de nuestra actuación pública.

A comienzos de este siglo, nos incorporamos a las huestes juveniles del incontenible movimiento de reivindicación de nuestras glorias con la jefatura del formidable adalid del nacionalismo paraguayo, Juan E. O’Leary.

En 1932, al estallido de la contienda Chaqueña, presidíamos al Directorio de nuestro Partido, nacionalista por autonomacia. Lanzamos en esa dramática emergencia, una proclama, convocando a nuestros correligionarios a acatar sin vacilaciones el llamado de movilización, con la convicción inquebrantable del triunfo final, abroquelados, no por los escasos medios materiales, sino por la justicia de nuestra causa y los imponderables espirituales del inagotable patriotismo paraguayo. Con ese espíritu nos incorporamos al Ejército del Chaco en los primeros días de Octubre de 1932, en el Fortín Boquerón, punto de partida de la trágica y legendaria diagonal que transitaríamos hasta Huirapitindy, próximo al Parapití. Ahí permanecíamos hasta el Armisticio, en Junio de 1935.

En los cargos que nos designara el Comando en Jefe, sea en las grandes unidades combatientes, como en el Comanchaco, nos desempeñamos con nuestra integral capacidad. No perseguimos jerarquías, ni ventajas personales. Nuestro único objetivo, entonces, antes y ahora, consistió siempre en servir a la Patria, con rectitud inflexible, sin claudicaciones.

Tres grandes episodios son los hitos dominantes de mi larga actuación:

En la primera década de este siglo, tuvimos el extraordinario privilegio de conocer y servir a las órdenes del General Bernardino Caballero, legendario lugarteniente del Mariscal López.

Tuvimos también, veinte años después, el singular destino de servir a las órdenes del glorioso y afortunado conductor del Pueblo en Armas en la Guerra del Chaco, el General José Félix Estigarribia, que obtuvo nuestra absoluta victoria militar, venciendo al enemigo extranjero, a pesar de las mezquinas asechanzas de la política interna.

Y el tercero de estos episodios fue, nuestro providencial encuentro en 1954 con otro paraguayo, excepcional como los dos primeros, que surge en el escenario político signado con el carisma de creador del Renacimiento Nacional en todas sus dimensiones. Hemos tenido el insigne honor de colaborar de cerca con el ilustre gobernante, desde aquella memorable fecha, hasta el presente, empeñando en la ardua tarea, nuestra integral capacidad. Y si no obstante nuestra avanzada edad, no abandonamos la primera línea, es fundamentalmente porque ningún ciudadano bien intencionado tiene el derecho de regatear su esfuerzo al hombre que con la jerarquía de auténtico procer, está cincelando la grandeza Nacional.

Es el imperativo que nos obliga a seguir colaborando con el más preclaro Jefe de Estado de este Continente, el General de Ejército Don Alfredo Stroessner.

Beneméritos Veteranos de la Guerra del Chaco:

Este acto realizado para dar cumplimiento a una generosa resolución de vuestra Comisión Directiva, es la elocuente expresión del espíritu de camaradería, forjado en los trágicos cañadones chaqueños. Es un sentimiento que debemos guardarlo como un sagrado tesoro. Y si con tal sentimiento y un genial Conductor obtuvimos nuestra épica victoria, con ese mismo sentimiento labramos y seguiremos labrando la grandeza Nacional, con la jefatura de otro Conductor genial, totalmente modelado para tal alto destino.

Camaradas Veteranos de la Guerra del Chaco:

Me habéis rendido un homenaje superior a mis merecimientos. Es la más alta jerarquía que podéis conceder a un modesto servidor de la Patria.

Por todo ello os expreso, mi más profunda y permanente gratitud.



EN LA CLAUSURA DEL CICLO DE CONFERENCIAS AUSPICIADA POR LA FEDERACIÓN DE FUNCIONARIOS PÚBLICOS/ 3-XI-1971

Excmo. General de Ejército Don Alfredo Stroessner, Presidente Constitucional de la República y Comandante en Jefe de sus FF. AA.

Excelencias, Señoras, Señores.

Los directivos de la Federación de Funcionarios Públicos de la Presidencia de la República, nos han concedido el privilegio de pronunciar las palabras finales, en este acto de clausura de la serie de conferencias pronunciadas, a modo de homenaje, al eminente Conductor de esta patria heroica, que en una fecha como la de hoy naciera en nuestra bella y entrañable Encarnación, el más ilustre de sus hijos: hoy, General de Ejército Alfredo Stroessner.

Ningún cometido como éste, podía ser tan grato a nuestro sentimiento de encarnaceno y a nuestro orgullo de colorado. Para cumplirlo, recurriremos a nuestro caudal ya mermado, aún a riesgo de agotarlo, tal como manifestáramos a los dinámicos directores de la Federación.

Con gran acierto, se ha programado un ciclo de conferencias, dedicadas a recapitular algunas de las facetas más resaltantes del considerable quehacer nacional. La tarea fue confiada a destacados exponentes de nuestro régimen de gobierno, cabalmente informados de sus respectivos temarios. Estos, como es lógico, no podían abarcar la totalidad de la amplia y compleja estructura de la administración pública. No obstante, constituyen compendios suficientemente elocuentes para convencer al más obsecado negador de lo palpable, es decir, el efectivo y espectacular desarrollo de nuestro país, en sus múltiples manifestaciones.

Ya poco podríamos acrecentar tales informaciones. Las cifras estadísticas aportadas por los ilustrados conferencistas dan la medida intergiversable del ancho y largo camino, de continuado ascenso hacia el progreso, transitado por el país en las dos últimas décadas.

En tal sentido, repuntamos fundamentales los datos aportados relativos a educación, red caminera de rutas troncales y vecinales, comunicaciones alámbricas, inalámbricas y radiales, transportes terrestres, fluviales, marítimos y aéreos, salud pública, obras sanitarias, energía térmica e hidroeléctrica, industria del cemento, explotación empresarial de productos agrícolas nuevos, como el trigo y la soja, la Reforma Agraria con su capítulo primordial de la colonización, con paraguayos, unos repatriados del éxodo azul y los demás de las zonas de minifundio, determinando así la recuperación efectiva, geográfica, política y social de vastas extensiones, antes poco menos que desconocidas y hoy pobladas por millares de familias paraguayas arraigadas en el suelo propio, donde la alegría de los niños y el fragor de las máquinas, han sustituido al melancólico alarido del “mensú” y al rugido del tigre, única sinfonía que interrumpía, el solemne silencio de la selva milenaria, en la no tan remota época del “Dolor Paraguayo”.

Nuestras relaciones internacionales han crecido considerablemente, acorde con el ritmo de los otros capítulos. Si antes del advenimiento del coloradismo al poder, manteníamos relaciones diplomáticas, apenas con algo más de una decena de países, en la actualidad, las representaciones acreditadas pasan de cincuenta, abarcando la totalidad de los países democráticos.

En nuestra esquemática lista del dilatado ámbito actual de la administración pública y la consiguiente complicación de su mecanismo, técnico en considerable proporción, exige funcionarios expertos y ágiles, perfectamente informados de los requerimientos del cargo y de los continuos cambios que ocurren, en esta época de vertiginosa evolución en todos los niveles. Ya no es posible admitir al funcionario que se concrete solamente a la puntualidad y al cumplimiento del horario oficial. En la actualidad, es indispensable la permanente aspiración a un continuado perfeccionamiento de la capacidad para el cargo, a fin de acrecentar su rendimiento y contribuir eficazmente al éxito de la institución que integra.

Cualquiera sea la función que desempeñe y cuanto más encumbrada, el funcionario está obligado a estudiar con empeño y capacidad todos los asuntos sometidos a su consideración y presentar a sus superiores los planteamientos o soluciones de su competencia. No es admisible cargarle al jefe el análisis de los problemas que él debe conocer y resolver. Si no lo hace, debe ladearse y ceder el puesto a otros, imbuidos de la indispensable voluntad de servicio. Es imperioso servir al cargo y no, servirse del cargo.

Las cualidades esenciales que debe reunir todo funcional en público son, en primer término, una insobornable probidad, luego, su permanente voluntad de servicio y después, la Capacidad. Si a todas ellas se agrega, el privilegio del talento, tanto mejor, pero, a condición de poseer, ante todo, las cualidades esenciales, pues es bien sabido que el talento sin probidad peor es el peor azote de los pueblos como ya lo decía Bolívar, hace más de un siglo.

El funcionario probo, tendrá siempre la jerarquía moral indispensable para hacer respetar la autoridad de su cargo. En todas las circunstancias, debe estar en condiciones de mirar de frente al más encumbrado ciudadano que requiera sus servicios. Si el funcionario público no observa los dictados de la moral y de las leyes, no tiene el derecho de exigir su cumplimiento a los demás. El colorado que desempeña cualquier cargo en la administración pública tiene doble responsabilidad: como funcionario y como colorado. Si delinque, debe ser sancionado como funcionario, por el gobierno y como colorado, por la autoridad partidaria.

Nosotros los colorados tuvimos, en todo tiempo conductores geniales que nos han guiado por las sendas del bien público. Caballero en el siglo pasado, con su diáfana actuación pública, era un paradigma para todos sus seguidores. A los que recibieron su bienhechora influencia y llegaron hasta nuestros días, los habéis visto actuar en cargos públicos de todos los niveles. ..  sin defraudar el ejemplo de aquel procer. Algunos de aquella generación, que franquearon la’ cumbre de los setenta, ocupan en la actualidad los primeros escaños en la sala de sesiones de la Junta de Gobierno, siempre al servicio del Partido. Todos ellos pueden mirar de frente al más catoniano de los censores morales, seguros de su más absoluta austeridad, durante su larga trayectoria.

Con los escasos y martirizados sobrevivientes de la trágica “vía crucis”, apareció Caballero en el escenario nacional, hace 90 años, para hacer resurgir de sus cenizas a la patria, antes floreciente y poderosa, destrozada y aniquilada por la Triple Alianza. Con su inquebrantable voluntad de servicio, la Patria resurgió penosamente, durante un cuarto de siglo, hasta el día en que los eternos negadores de siempre, volvieron a asestarle el mazazo de Caín, sumiéndola en un penoso letargo de pesadillas anárquicas, del que no despertaría sino después de otro cuarto de siglo, al resplandor de la segunda Epopeya, esta vez triunfal, obtenida mediante las imponderables reservas espirituales del pueblo paraguayo. Pero, también esta vez, tanto sacrificio fue malogrado por los caines de siempre, ciegos instrumentos de la adversidad nacional.

Fue necesario, otro letargo de pesadillas anárquicas, de tres lustros,  para reencauzar a la Patria en la vía del venturoso destino de un verdadero resurgimiento. Y es en esa encrucijada de la historia que llega de nuevo el Coloradismo misional con su carismático Conductor, para reiniciar la inmensa empresa, tal como llegara Caballero en el siglo pasado. Y desde ese instante, tenéis jóvenes colorados un paradigma que emular, el más eminente surgido en el transcurso de este siglo.

También es diáfana su gigantesca actuación y ni sus más encarnizados detractores han podido empañarla.

Para tener una idea de esa gigantesca tarea, bastaría mencionar, someramente lo que vemos a lo largo de las rutas, terrestres o aéreas, que surcan el territorio de la República en todos los rumbos y hacia todas las fronteras. Tendremos así, la oportunidad de contemplar la infinidad pintoresca de los rojos tejados con sus paredes blancas, morada de la familia paraguaya, que surgen por millares en todo el territorio nacional, como por generación espontánea; veremos también millares de torres metálicas enfiladas de este a oeste, como una formación de gigantes desplegados en una línea de 300 kilómetros, conectando las márgenes del Paraná con el río Paraguay conduciendo la energía del Acaray; veremos también la compacta red de líneas telegráficas y telefónicas que permiten el fácil diálogo entre todos los habitantes de la República; veremos también las vastas extensiones rurales que surgen como laboriosos colmenares donde se asientan los hogares paraguayos y se promueve la producción del agro; veremos también el complejo de Viñas-Cué, con sus modernas instalaciones levantadas para procesar el elemento primordial de la alimentación humana; veremos también el otro complejo de Valle-Mí, con su imponente producción de cemento portland, primera industria pesada del país y, sucesivamente, seguiremos viendo las rutas que hemos recorrido, los aviones que nos transportan, los aeropuertos, los puertos, los barcos de la Flota Nacional, las ciudades antiguas que se modernizan y las nuevas que surgen ya adultas, la infinidad de escuelas, colegios y centros universitarios en todos los ámbitos, las severas construcciones militares donde concurren los jóvenes paraguayos a practicar la religión de la Patria y forjarse para su defensa, hasta la última extremidad, si necesario fuere.

Esta enumeración, extensa al parecer, no es sino una fracción, la más aparente, del quehacer nacional. En su casi totalidad, han sido emprendimientos posteriores a 1904, inspirados, concebidos y realizados por nuestro infatigable Presidente Interviene él, en la consideración de todos los problemas, Con perfecto conocimiento. Su intuición de visionario, su prodigiosa memoria y su enciclopédica información, le capacitan para des cifrar cualquier incógnita. Si a estas facultades, agregamos, su inflexible voluntad de servicio, sin tregua ni fatiga, podremos hacernos alguna idea, de los factores que posibilitaron las asombrosas realizaciones de nuestro régimen, en los diez y siete años de su vigencia, con la genial conducción del Presidente Stroessner.

Ciudadanos funcionarios públicos de todas las jerarquías y jóvenes colorados: Os invito a transitar la ruta de este Conductor Predestinado, de nuestra Patria y de nuestro Partido, a quien rendimos este homenaje, como el más ferviente voto de felicidad.



DISCURSO PRONUNCIADO EN LA INAUGURACIÓN DE LA ESCUELA ROSA ISABEL PEREIRA DE ROMERO, DONADA POR EL ARQ. ROMERO PEREIRA, EN MEMORIA DE SU MADRE. (PEREIRA-CUE, AGOSTO 1975).

Excmo. Gral. de Ejército Don Alfredo Stroessner Presidente Constitucional de la República y Comandante en Jefe de sus FF.AA.

Excelencias:

La modesta comunidad de Pereira-cué, se siente engrandecida con Vuestra presencia de Suprema Jerarquía política, de insuperada capacidad en el quehacer permanente del credo político que profesamos.

Por tercera vez, nos cabe el singular privilegio de contar con vuestra augusta presencia en el acto de presidir la inauguración de escuelas, edificadas por nuestra familia, para la educación de la niñez paraguaya.

La primera, tuvo lugar en Cerro Verá, jurisdicción de Pirayú; la escuela “Cayo Romero Pereira”, en 1965.

La segunda, ubicada en Ycuá-porá, jurisdicción de Piribebuy; la Escuela “La Residenta”, en 1969.

Y la tercera es esta, emplazada en Pereira-cué, jurisdicción de Ybycuí, denominada “Rosa Isabel Pereira de Romero”, a solicitud del personal docente y vecinos locales.

En todos los casos, procedimos a servir las aspiraciones de las comunidades respectivas, fiel a los principios nacionalistas de nuestro credo republicano.

En el acto que protagonizamos no fue únicamente la voluntad de servicio, sino un imperativo categórico, ineludible, el factor determinante: honrar la memoria de Nuestra Madre que, nació y vivió con sus padres en su casa solariega levantada en este lugar, entonces llamado “Entre Ríos”, hasta la Residenta.

De esa residencia campesina floreciente, erguida entonces, situada a pocas cuadras de esta Escuela, partió la patética Caravana familiar del “Éxodo terrible”.

Ella incluía a la abuela octogenaria, la madre, un hermano inválido, mutilado en Tuyutí y Siete hermanas. El padre sexagenario, acompañado de las otras dos hijas, fueron incorporados al Ejército Nacional en Piribebuy, poco antes.

Después de Gasory, gran parte de las Residentas, aún sobrevivientes, retornaron a sus hogares.

De la familia Pereira-Franco de Torres no retornaron, la abuela octogenaria y el Padre con sus dos hijas que jalonaron con sus huesos sagrados, la trágica Vía Crucis.

Los que regresaron a la casa solariega, la encontraron saqueada y desmantelada, por las bárbaras hordas imperiales de Mena Barreto, tal como aconteció con “La Rosada”, complejo siderúrgico del Estado, el primero en su género en el Continente Sudamericano, emplazado en la falda de la Cordillerita, pintoresco lugar visible desde este sitio.

Posteriormente, cada miembro de la familia Pereira, siguió su propio destino. Nuestra madre, formó su nuevo hogar con Don Emilio Romero, radicándose en la Villa Encarnación años después.

Tal es, niños amigos de Pereira-cué, la modesta biografía de la persona cuyo nombre ostenta vuestra Escuela.

Y si la demora fue prolongada, antes de cumplir con un deber primordial para los que profesamos el culto de los antepasados, se debió al desarraigo de nuestra madre de su región y al cambio del antiguo nombre de Entre Ríos por Pereira-cué.

Gracias a una auspiciosa casualidad, logramos restablecer la antigua realidad. Y tal hecho fue posible, mediante la prodigiosa transformación experimentada por nuestro país en todas sus latitudes.

Ybycuí particularmente, región Señera en la descollante historia nacional, tuvo el privilegio de presenciar, hace más de un siglo, los fulgores del primer alto horno sudamericano, levantado para forjar las armas de nuestra defensa y la producción de útiles y herramientas necesarios para la producción.

Así es Ybycuí, cuna del procer de la Putría, Bnardino Caballero, el Centauro inmortalizado en el bronce de la llanura del Tacuary familiar, en el memorable monumento erigido por el auténtico continuador de la gigantesca empresa del Renacimiento Nacional, el Gral. de Ejército Don Alfredo Stroessner.

Simultáneamente a la erección del monumento de Tucuary se iniciaron los trabajos de recuperación y restauración de "La Rosada”. Su incansable artífice el Gral. Don César Barrientos, nos invitó a visitar el impresionante obrador. En una de estas oportunidades se presentó, la auspiciosa casualidad de conocer a una profesora de la Escuela de Pereira-cué, la Señorita Aida Benítez quien me descifró el enigma. Según ella, en ese lugar vivió la familia Pereira, existiendo algunos vestigios de la casa solariega. Nuestras posteriores constataciones establecieron la autenticidad de la información.

A invitación de la profesora aludida visitamos el lugar, ubicado a 4 Km., del camino vecinal Ybycuí-Mbuyapey y a 11 km. del monumento de Tacuary. En la localidad funcionaba una escuela primaria de construcción precaria con dos aulas y equipamiento indigente, con el gran mérito de haber sido edificado por el esfuerzo solidario de la abnegada comunidad, que pidió nuestra ayuda.

Nos fue altamente grato concederla y desde aquel instante corrió a nuestro cargo exclusivo, todo lo relativo a planeamiento, remodelación y ampliación del nuevo local.

De su parte el vecindario aportaría el personal auxiliar sin oficio, turnados alternativamente y la mano de obra para tender el alambrado y excavar el pozo de agua.

Un aporte importante y espontáneo fue, la donación al estado, del terreno ocupado por la Escuela por su propietario, Don Pedro Genes Benítez.

En la localidad no contábamos con material de construcción alguno, excepto arena y agua. Era necesario recurrir a Ybycuí, Acahay y otras poblaciones más alejadas hasta la Capital. Del Campamento Cerro León, procede todo el madera men de techos y carpintería de puertas.

El Constructor de la obra, oficiales albañiles y carpinteros, contratamos en Asunción, Pirayú, Ybycuí y otros pueblos de la zona.

El principal problema para el acopio de materiales era el transporte automotor, resuelto felizmente con la espontánea y eficaz colaboración del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, empeñados en grandes realizaciones en esta región.

Sin ella, nuestras mejores intenciones hubieran quedado defraudadas.

Sus altos funcionarios, sus técnicos, su maestranza y todo el equipo, merecen la gratitud de este vecindario, beneficiado con rutas, antes inexistentes y el afán de mejoramiento en todos los órdenes, con el espíritu creador de Stroessner que abarca todos los horizontes de nuestro bello y glorioso Paraguay.

El Ministerio de Educación tuvo muy importante participación en el equipamiento de la Escuela. Proporcionó los bancos para sus cuatro aulas, instaló el equipo de T.V. y luz eléctrica, costeó y levantó la torre de 15 mts. con sus dos antenas. También tuvo a su cargo la pintura de los edificios, la provisión de material didáctico, fotografías y grabados de los próceres y muchos otros efectos que no detallamos.

El ilustrado y laborioso titular de la cartera de Educación, en todos los casos, nos facilitó la tarea.

El expeditivo criterio del dinámico Señor Ministro de Obras Públicas y Comunicaciones allanaba todos nuestros problemas, de su incumbencia, con gran eficacia.

Nuestro especial reconocimiento al Señor Don Ricardo Romero Jefe Regional del M.O.P.C. por su invalorable colaboración para la adquisición de los materiales de construcción empleados, su transporte y la asistencia técnica al constructor, en cumplimiento de nuestras indicaciones, con capacidad y acierto.

Nuestro reconocimiento al Señor Coronel, Presidente de la Comisión Escolar y miembros, por su constante empeño de propulsar la obra, así también a los espectables vecinos Don Pedro Genes Benítez y Fidel Benítez y todos los que participaron en el esfuerzo.

A los niños de la Escuela “Rosa Isabel Pereira de Romero” les exhorto a no olvidar nunca este momento de vuestra vida. Será uno de los más memorables.

El solemne acto que protagonizáis está presidido por un procer viviente de nuestra historia, émulo de esas figuras venerables que dan nombre a vuestras aulas: Francia, Don Carlos, el Mariscal y Caballero, el creador de nuestra religión política. Recordad siempre a Stroessner, con profunda convicción y con fe, en su inagotable capacidad de realizador de la grandeza patria.

En cuanto a mí, Señor, he concurrido a este acto con unción religiosa, como último vástago de Doña Rosa, mi madre, acompañado de mi esposa, mis hijos, mis nietos y sobrinos, para decirle mi incalificable gratitud al que solemnizó este instante, vos Señor, el nieto de Doña Viviana, la Residenta, amiga de Mi Madre. Dios se lo pague.



 

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