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  IMAGEN DEL MONTAJE YO EL SUPREMO, 1993 - Fotografías de JUAN MONTES


IMAGEN DEL MONTAJE YO EL SUPREMO, 1993 - Fotografías de JUAN MONTES

IMAGEN DEL MONTAJE “YO EL SUPREMO”

Fotografías de JUAN MONTES


 

IMÁGENES DEL SUPREMO

 

El teatro comparte con las artes plásticas la capacidad de seducir nuestra mirada y de fijar y multiplicar imágenes. Es, al tiempo que arte retórica y literaria, arte de la palabra y del sonido, arte de formas, de luces y de colores, y con frecuencia, quien asiste al teatro, tanto o más que los textos que le impactaron, tanto o más que el gesto y la voz de los actores que le impresionaron en su momento, recuerda fugaces imágenes que se agolpan en su memoria y que dejaron en él un recuerdo imperecedero. En el caso de Yo el Supremo, los textos magníficos y complejos de Roa Bastos vienen acompañados de imágenes que difícilmente serán olvidadas por quienes alguna vez hayan sido impactados por su fuerza: la fantástica máquina jeroglífica del poder que ocupa una gran parte del escenario salida de la imaginación de Migliorisi, turbia y oscura (la máquina, naturalmente), los ropajes fantásticos y con frecuencia intemporales, los gestos importantes de los actores, la estética, en fin, de una puesta en escena que combina el barroquismo de los actos sacra-mentales con las sugerentes y terribles imágenes de los autos de fe, en los que morían los herejes. Imágenes, todas de un pasado que aún habita en nuestro imaginario colectivo y que, al ser recreadas, regresan a nosotros y nos perturban.

Pero, a diferencia de las artes plásticas, las imágenes teatrales son fugaces y sólo quedan, cuando quedan, distorsionadas en nuestra memoria. Para evitar esta pérdida, el pintor y fotógrafo Juan Montes ha recuperado mediante el arte de la fotografía, no todas, pero quizá sí las más importantes  imágenes del montaje YO EL SUPREMO. Sin traicionar el espíritu del texto y del montaje, el fotógrafo buscó aquellos ángulos, gestos, texturas y luces más adecuados a sus propósitos, tratando de destacar en esta compleja sinfonía de formas y sentidos multiplicados los más significativos y sugerentes. Y lo logró.

El encuadre, la perspectiva, el manejo de la luz y el momento en el que cada una de las imágenes fue tomada -casi siempre adecuado- producen un efecto expresionista que permite al fotógrafo subrayar el impacto emocional de cada una de esas fugaces imágenes del teatro en los espectadores. Al contemplar estas fotografías, quien no viera en su momento la puesta en escena de Agustín Núñez se siente arrastrado hacia un mundo inquietante de figuras hieráticas y de espacios entre fantasmagóricos y siniestros, a un mundo lejano en apariencia, pero al que siente habitando los oscuros rincones de su imaginación. Quien, habiendo asistido al espectáculo, contemple ahora estas fotografías sentirá resucitar los mismos fantasmas que le inquietaron al enfrentarse a aquella puesta en escena en la que la sensibilidad de algunos de los más destacados artistas con-temporáneos trató, a partir de un texto literario ejemplar, de recrear el espacio escénico imaginario en el que vive y permanecen los «demonios» de un pasado recurrente.

Las fotografías de Juan Montes recuperan estas imágenes y las fijan para siempre en un testimonio gráfico necesario y bello.

 

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EL TEATRO Y EL ARTISTA

 

Juan Montes, pintor y fotógrafo, se ha propuesto, a lo que parece, la conquista de lo efímero, el congelamiento de la fugacidad. Desde el montaje de YO EL SUPREMO, ha ido recogiendo con su cámara fotográfica -y desde una perspectiva personal- movimientos, atmósferas y gestos que quedaron en el fondo de la memoria de los espectadores y crearon emociones que la fotografía pretende rescatar. Porque lo que Juan Montes se propone rescatar con su cámara son tanto imágenes como emociones, en efecto. YO EL SUPREMO, LA DIVINA COMEDIA DE COLÓN y VIDAS Y MUERTE DE CHIRITO ALDAMA constituyen, por ello, un amplio catálogo de emociones pretéritas que reaparecen ante la visión de las fotografías que ahora expone en la Casa Viola, de la Manzana de la Rivera.

 Hay en Juan Montes amor evidente por el espectáculo, un sentir la vida como representación en un sentido casi barroco. Los personajes representados en el teatro -y de manera especial en esas puestas espectaculares, llenas de color y de sombras, de contrastes, ropajes fascinantes y escenografías cargadas de sentido onírico- se prestan para ser retratados en el ambiente en que se mueven y viven, porque cada uno de los movimientos que se producen en el escenario es, en efecto, un cuadro vivo creado por el arte de la representación teatral. Lo que el fotógrafo pintor hace es congelar cada uno de esos cuadros, detenerlo en el tiempo, convertirlo en una imagen visual llena de sentido que nos devuelve al momento en el que, al ser representado, era un cuadro vivo dentro de una secuencia temporal veloz y dinámica.

El arte de Juan Montes es un arte mixto. Si bien, con su cámara, tiene ante sus ojos lo mismo que el resto de los espectadores y ve a los mismos personajes sobre idéntico escenario en la misma representación, al congelarlos y fotografiarlos, nos da su punto de vista en encuadres precisos, con un manejo personal de luces y de sombras, de encuadres que resaltan aquellas emociones que él, personalmente, siente y que son las que nos entrega. Exactamente como un pintor, pero también como un poeta que interpreta la realidad desde una perspectiva única, desde un punto de vista cargado de subjetividad, sumergido en su yo más íntimo. Hay, pues, una doble representación en lo que él hace: la que captura -el arte transformando la vida en otra cosa, en puesta en escena y representación barroca con colores y formas salidas de la fecunda imaginación de Migliorisi- y la que modifica, nos entrega y transmite como interpretación personal. Lo que él fotografía, en fin, no es lo que nosotros como espectadores vemos en el escenario, sino lo que él quiere que veamos, o, mejor, lo que él ha visto y que espera que nosotros podamos volver a ver a través del lente de su cámara.

Con frecuencia lo que él ve es muy barroco. Juega con claroscuros y contrastes, con fondos oscuros preñados de sombra, con gestos y movimientos cargados de tensión y de fuerza, con primeros planos de personajes de dramáticos gestos. Juan Montes tiende a los efectos dramáticos, los busca y los encuentra. Una fuente de luz iluminando parcialmente una escena le permite recuperar el espíritu de Caravaggio, o de Velázquez, convirtiendo la escena de la obra representada en un teatro de Asunción en pleno siglo XX en otra cargada de nuevos -o viejos, si se prefiere- sentidos enmarcados en una atmósfera plena de simbolismos, como si de una obra de Calderón se tratara. Nada de esto es arcaico o pasadista, sin embargo, nada es DEMODÉ, sino todo lo contrario: es la visión barroca de un mundo barroco en un continente cultural, que sigue siendo, en muchos aspectos, barroco, y, al dar cuenta de ese barroquismo, Juan Montes no hace otra cosa que arte de su tiempo, arte contemporáneo  y de avanzada.

La muestra permite a quien la contemple volver a sentir renovadas emociones frente a las obras que un día vio y de las que hoy solo quedan fugaces imágenes en la memoria.


 

 

Fuente: "ARS LONGA" de Vicky Torres

Editorial Arandurã

Asunción-Paraguay 2004 (429 páginas)

 

Victoria Torres J’Rospigliosi –Vicky Torres-, limeña, vive en Paraguay desde 1991. Desde entonces se ha destacado entre nosotros por haber ejercido de manera constante y profesional la crítica de arte en diversos medios de prensa asuncenos y por haberse convertido en una de nuestras principales animadoras culturales. Presidente de la ONG ORBIS TERTIUS, bajo su dirección se han multiplicado en los últimos años actividades hoy tan conocidas como los cafés filosóficos y las charlas de café, los recitales poéticos popularizados bajo el nombre de «Vino, chipa y poesía», los debates sobre los temas culturales más importantes o actuales o la presentación de nuevos valores en el espacio de las artes plásticas. Como crítica de arte se inició en Lima en 1975, ejercicio que no ha abandonado desde entonces.

ARS LONGA no reúne todos los escritos de Vicky Torres sobre arte publicados en nuestro medio, pero sí una gran parte -y, tal vez, la más significativa- de los mismos. Se trata, básicamente, de artículos, muchos de ellos publicados en ABC Color, y de textos especialmente preparados para catálogos. Comprende, no obstante, miradas que van más allá del arte paraguayo y que se internan en el que se ha hecho y se hace en otras partes del continente y del mundo o se aventuran en reflexiones acerca del misterio siempre fascinante de la creación artística.

 

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