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JOSÉ ANTONIO MONNIN

  ÉPOCA DE INVIERNO - Cuento de JOSÉ A. MONNIN


ÉPOCA DE INVIERNO - Cuento de JOSÉ A. MONNIN

ÉPOCA DE INVIERNO

Cuento de JOSÉ A. MONNIN


INTRODUCCIÓN


José A. Monnin, nos presenta un cuento súper sensacional, que te hará leer una y otra vez, es un cuento cargado de emociones, sentimientos, pasiones por la cultura guaraní, en ella sabrás lo que muchos de los paraguayos acarreamos no solo en invierno, sino, más bien todos los días de la vida. En ella se encuentra la mitología paraguaya, con el paisaje de la ciudad de Limpio, adornado de caranday, el suelo húmedo, el empedrado, y los pequeños puentes que unen a los barrios del lugar.

No es muy frecuente el idioma guaraní en este cuento, pero si es la que enriquece y da sabor con aire de grandeza, como el brasero, la guampa, el mate, y el “jere”  alrededor del brasero. Desde ahí la charla va generando emociones en los personajes del fabuloso cuento. Como de seguro ya sabe, en el Paraguay, viven los fenómenos mitológicos, las creencias de los guaraníes, y hablar de cada uno de ellos, en diferentes puntos del país, en los encuentros de amigos, es muy tradicional, o como lo presentan esta pareja de Manuel e Isabel, al estar en una casa rodeada de plantas, con el chiquero en el fondo, creando el escenario perfecto para los monstruos de la mitología guaraní.

Por eso, los animo a leer este cuento, porque en ella descubrirás lo que realmente sucede con muchos de nosotros, sin saber a quién contar.    



ÉPOCA DE INVIERNO: “CUENTO”



Cayendo las hojas restantes del otoño. El invierno  con  sus  pasos  frescos llegaba calladamente,  observando a todas las personas entrar en sus casas.

El fuego en el brasero era testigo de muchos sueños como la época de este invierno:

Manuel   llegaba  a  casa  con  la  nariz  roja  y  fresca,  mientras  Isabel  su compañera hacía el fuego para calentarse y poder recibirlo.

¡Hola mi amor ya llegue del trabajo! –Dijo Manuel- ¡Hola mi Manu, ya  te he  preparado  el  brasero y un mate caliente!-Contestó Isabel- ¡Si que eres guapa amor mío, apresúrate  en  venir a mi lado, tengo cosas que contarte!. –Volvió a  decir Manuel- ¡Ya voy, espérame un rato más, tengo que cargar yerba  en  la  guampa!  -Contestó  nuevamente  Isabel-  ¡Es  increíble   esta época   de  invierno!  –Dijo   asombrado  Manuel-  ¿Por  qué  dices  eso? –Preguntó Isabel-.  

No  sé,  si es solo a mí, lo que en cada invierno me ocurre, pero, miro a las gentes volverse pasivas, las calles quedan vacías, los árboles abandonados, las  casas  cerradas  y  el viento silbando como un vagabundo sin destino y sin hogar. Me  es  todo  tan raro, que mi nariz es testigo de la frialdad de la gente.   –Dijo  Manuel-  No  seas  irónico  y  cuéntame  más  de  lo  que  te asombra cada invierno.-Agregó Isabel-  Está bien, espero  no  desparrames el mate sobre mí. Pero cuando  voy  entrando  en  Limpio,  cerca  del  paso ñandejara, escucho como carretas venir, gentes  atormentadas,  gritando,  y es como si fuera que el puente desaparece y Limpio se vuelve como isla en medio de fantasmas. Suelo mirar atrás por si alguien  viene,  pero  no  pasa nada, pero siento que alguien camina conmigo  al  ritmo  de  mis  pasos,  y tampoco  pierdo   la   calma,  por  si  alguna  persona  me  ve  corriendo,  o gritando por las calles,  dirán  que  estoy  loco,  y  la  casa  se  vuelve  muy lejana, que pareciera  nunca  alcanzarla,  y  lo  primero  que  hago  al  verla desde lejos es suspirar bien grande. –Contó Manuel-  ¡Pero no te salgas del texto! ¡Es muy interesante lo que me cuentas!  -Dijo  Isabel-  ¿Segura  qué quieres  escuchar  más?  ¿No  te  estarás  burlando  por  dentro?  –Contestó Manuel- ¡No, claro que no me estoy burlando mi  Manu,  me  parece  muy interesante lo que dices,  además  la  televisión  no  funciona,  y  me  gusta escuchar tu historia. Anda sigue contándome por favor! –Dijo  Isabel-.

Bueno, llegando a  la  entrada  de  costa  azul,  también  ocurre  lo  mismo.

Observo a los árboles y  pareciera  que  tienen  vida,  o  tratan  de  decirme algo, me paro por  un  rato  y  no  veo  a  nadie,  solo  escucho  el  grito  de personas viniendo por el viento, y me pregunto: si, ¿cómo estarás?  ¿Si  no te estarás volviendo loca por estar encerrada del frío? ¡Y cosas  así!  Hasta que de pronto una fuerza se apodera de mis pies, empezando  a  entrar  por el empedrado, tratando de caminar rápido, y un escalofrío subiendo por mi cuerpo, me hacían ver cosas increíbles. Como por ejemplo: indios  sueltos, corriendo de algo, como si tuvieran miedo, y todo desaparecía lentamente, aun las personas iban y venían a una  velocidad  sorprendente,  como  si  el tiempo perdiera su eje. –Agregó Manuel-   ¿Por qué  te  callas?  –Preguntó Isabel- ¡No es nada, solo que no recuerdo una pequeña parte de lo  que  vi!

 –Volvió a, agregar Manuel- Bueno, no te esfuerces, solo cuéntame lo  que recuerdas,   mientras   pongo  más  carbón  al  brasero.  –Dijo  nuevamente Isabel-.

A mitad de camino, doble por la calle del medio para llegar  más  rápido, y nuevamente vi  algo  entre  los  yuyales,  a  hombrecitos  casando  conejos, miraba por las casas a ver si estaba  alguien  afuera,  para  distraerme  pero nadie   estaba.   Dije  que  me  estaba  volviendo  loco.  O  ver  demasiadas películas ya me trabaja en la mente, luego volví a decir que era bueno  que

no esté nadie afuera de sus casas  o  por  las  calles,  porque  sería  ridículo contar a alguien sin saber si te creerán o  no.  Realmente  todo  es  raro,  en cada invierno, me ocurre lo mismo, ya  no  deseo  que  llegue  el  invierno, ahora que pienso, ¿será qué por eso los osos duermen en  invierno?  ¿A  lo mejor tienen el mismo problema que yo? ¿Creo  que  eso  sería  mi  última esperanza?. Ahora que recuerdo,  también  pude ver  varios  caranday  que lloraban, porque decían que eran feas y solo servían para postes  de  luz,  y no  solo  eso,  también  sentí  que  quedaban  pocas,   por   estorbar   en   lo caminos, ni para dar sombras están. Todo es tan raro que por un  momento todo giraba rápidamente y al mismo tiempo lentamente, ¿de seguro estarás pensando que son meras palabras?. –Dijo Manuel- Claro que no mi  Manu, cómo crees eso,  si  lo  que  me  cuentas  es  algo  fantástico  que  me  hace imaginar los hechos, podríamos escribir un libro  de  novela  ficticia  sobre todo  esto.  –Contestó  Isabel-  ¡Yo,  la  relato  y   tú   las   escribes!   –Dijo nuevamente Manuel- Si, eso podríamos hacer, pero aún es muy corto  para poder escribirlo, creo que  debes  contarme  más,  de  lo  que  te  ocurre  en épocas de invierno. –Agregó Isabel-.

Ahora que recuerdo, cerca del arroyo pude ver a  un  señor  bastante  viejo, con un sombrero de paja y con una camisa sucia, recorriendo  el  arroyo,  y es como si buscará algo, después me puse a pensar  y  me  asuste  un  poco porque   me   llamó   la   atención  el  no  estar  abrigado,  y  dije  ¿será  un fantasma? ¿De seguro es un alma en pena? ¡Ojala no me vea! ¡O, si me  ve que sea para mostrarme algún plata yvyguy!  Sería  bueno  eso  para  dejar esta pobreza. Pero el señor seguía buscando algo y no me  anime  a  cruzar por ahí. De repente detrás de mí, llego don Félix con  su  bolsón  y  cuando me habló grite fuertemente, miré en el arroyo y  el  señor  ya  no  estaba,  y don Félix me  dijo  ¿si  estaba  bien?  ¿Por  qué  estaba  quieto  mirando  el arroyo? No es, nada le conteste, solo estaba pensando  y  no  te  vi  cuando llegabas, y por eso me asuste.

Te has asustado de  verdad  mi  amor,  tu  cara  me  lo  dice.  –Dijo  Isabel-

Realmente si me asuste, te imaginas ver un alma en  pena,  y  que  todo  se vuelva callado y de repente te digan,  ¿Mba’e rejapo?  –Contestó  Manuel-

Creo que tienes razón, pero sigue contándome más, espera un ratito, voy a cambiar   la  yerba.   –Dijo   nuevamente   Isabel-    ¡Esta  bien!  –Contestó Manuel-.

Ahora si ya puedes contarme más de lo que te ocurre,  pero  antes  de  eso, ¿cómo es que a mí nada de eso me sucede?  Suelo  andar  por  el  fondo,  o cuando las gallinas están inquietas, y nunca veo ni siento  nada  y  eso  que nuestra casa es pequeña, y rodeada de plantas. –Dijo Isabel- Mejor que  no veas nada, ni sientas mucho menos, porque no aguantarías el susto  que  te podría causar. Yo apenas llego a casa, el frío  me  hace  lento,  y  el  miedo aun más, y te imaginas  tú  que  eres  mujer.  –Agregó  Manuel-  Creo  que tienes  razón,  ahora  cuéntame  un  poco  más,  luego   cenaremos   y   nos acostaremos a dormir, mañana es un día  largo  y  fresco,  ya  casi  son  las nueve de la noche. –Dijo nuevamente Isabel-.

Venía con don Félix  hablando  de  trabajo,  hasta  que  entro  a  su  casa  y nuevamente me veía solo por el largo empedrado,  y  me  llamo  mucho  la atención las nubes negras, que cubrían todo el cielo,  es  como  si  tuvieran ojos enormes que controlaban mis pasos, y detrás  de  esos  ojos  pareciera que  había   una   lucha  campal  y  por  eso  lloraban  las  nubes,  al  soplar congelaba a todos los que estamos de bajo de ella. También al llegar en  la esquina de casa, pareciera que un enorme  hombre  vigilará  la  casa,  y  un miedo recorría mi cuerpo y mi nariz se volvía más fresca que  nunca,  y  el árbol del frente ardía en fuego pero sin consumirse, pareciera que  también peleará contra las nubes. Es todo tan raro y tan difame este mundo  en  que vivimos,  tal  vez,  sea  cierto  lo  que  dicen: “Que  solo   somos   sombras, hombres paganos,  sin  esperanzas  e  influenciados  por  lo  que  vemos  o escuchamos”. –Contó Manuel-¡Son  muy  lindas  tus  historias  amor  mío, mañana seguirás contándome más de lo que vas  a  vivir  nuevamente,  allí afuera!  –Dijo    Isabel-  Creo  que  si  lo  haré,  porque  el  invierno  recién empieza, y cada vez más frío va a ser,  bueno  ahora  vamos  a  cenar  para dormir en paz. -Concluyó Manuel-.


Fin



Esta obra esta protegido por el hecho de depósito que marca la ley Nº 1328/98 del derecho de autor.

Limpio-Paraguay

2012



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