CACHIVACHES
Por PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA
pgomez@abc.com.py
Imaginen la escena. Pasajeros viajan –cómodamente, es un cumplido– a bordo de un bus de la Línea 36 en plena Avenida Mariscal López en medio de un intenso tráfico. De repente, uno se levanta a tocar el timbre justo donde empieza una pendiente de cuesta abajo. El chofer intenta detener el rodado, pero los frenos no responden. Entonces toma la atinada decisión de avisar a los viajeros que buscaría un árbol para estrellar el trasto rodante para no desencadenar una tragedia.
Una frenada para nada ortodoxa. No es ficción. Es la pura realidad y se dio el jueves a temprana hora pico.
Aterrorizados, los pasajeros se ubican en la parte trasera cuando se produce la colisión. Porque Dios es grande no derivó en una desgracia con vidas que lamentar. Los daños fueron materiales y los viajeros, además del susto, resultaron heridos.
¡El ómnibus a la deriva podría haber ardido en llamas, haberse llevado varios automóviles por delante e incluso arrollado a peatones!
La astucia del joven conductor y la suerte ayudaron para que se diera un milagro, a tallar por cómo quedó descangallada la “lata de sardinas”.
Para colmo, la unidad siniestrada tenía aprobada la Inspección Técnica Vehicular (ITV) a cargo de la firma de Roberto Palermo, según datos recabados por la Policía al intervenir.
¿Cómo es posible que un profesional que haya inspeccionado semejante trasto le diera carta verde para circular con personas en las calles?
La presencia de buses destartalados en las calles de Asunción y el Área Metropolitana sigue rampante. ¿No tienen vergüenza las seudoempresas para lanzar estas carcachas a la vía pública cuando otras se les cruzan con aire acondicionado?
¿Cómo alguien puede ganarse el pan a costa de hacer vista gorda a situaciones que apeligran vidas? ¿Disfrutan de la fortuna que hacen así? ¿Pueden dormir tranquilos?
Una de las mayores calamidades citadinas que aflijen a la población circula sobre ruedas. Las seudoempresas del transporte público de pasajeros son una verdadera plaga en nuestra sociedad. Y los talleres truchos por donde pasan, también.
Muchas de las autoridades y funcionarios encargados del control tienen por oficio no ver que los vidrios son astillables y que los buses carretean. Para el humo negro son daltónicos.
Esta vez el chofer se convirtió en un héroe porque detuvo el armatoste a la deriva contra un árbol salvando vidas. Contrasta con los villanos y desquiciados al volante que juegan alocadas carreras poniendo en riesgo a propios y extraños.
De cualquier manera, hay demasiados trastos materiales y humanos que surgen de las coimas y la corrupción.
¡Todos son unos cachivaches!
Fuente: ABC Color
Domingo, 06 de Marzo de 2016
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