EDUCACIÓN SIN LÍMITES
Por PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA
Sus uñas de guitarrero lo delatan. Estudia música, pero en la universidad.
Ignacio Chou, un joven de 26 años que nos guió por algunos sitios históricos de Tamsui, en la región metropolitana de Taipei, tiene un razonamiento lógico y sencillo.
“Aquí nunca nadie tuvo temor de los misiles porque sabíamos que nunca los iban a disparar. Taiwán y Singapur tenemos importancia estratégica para la importación de China Continental hacia el mundo. Para que ellos puedan ganar plata, tenemos que existir nosotros”, dice ante una pregunta de cómo los jóvenes taiwaneses de hoy ven las relaciones entre su país y la China comunista.
Taiwán es un país que ama la libertad y se embandera con la democracia y la educación. La gente está orgullosa de vivir en democracia y de poder estudiar y estudiar.
Los tiempos de confrontación con el territorio continental, al parecer, se extiguieron en esta isla, una pequeña nación que está en nuestras antípodas, es once veces más pequeña que el Paraguay, su territorio es mayormente montañoso y tiene cuatro veces más de nuestra población.
El joven taiwanés Chou –hijo de padres diplomáticos– dejó su país a los seis años, aprendió muy bien el español entre Chile y Costa Rica, y el inglés en los colegios de su propio país.
Ahora él está afincado y arraigado en la isla, preparándose para visitar este mes de junio por primera vez la China Continental “para ver qué tal es esa cosa...”, ese lugar adonde sus abuelos siempre quisieron volver, pero nunca lo hicieron, ni lo harán.
“La guerra fría es de la generación de nuestros padres. Los jóvenes no sabemos nada de eso. Ellos tuvieron una vida muy dura, pero para nosotros todo es más fácil”, dice.
A su generación, la política y la discusión de unirse o no al territorio continental importa poco o nada, al igual que a una gran cantidad de jóvenes taiwaneses que están en otra cosa: prefieren estudiar y formarse.
Incluso, de tanta educación, cree que muchos jóvenes de su país hoy no tienen metas fijas porque todo es muy fácil: uno estudia, se gradúa y trabaja, llevando una vida normal.
Sus palabras reflejan la realidad de una educación ilimitada y de calidad. “Lo que pasa es que la educación se ha elevado tanto, demasiado, de forma imparable. Exponencialmente, todo el mundo tiene maestrías y muchos tienen doctorados. Hasta pareciera que ya es muy “fashion” estudiar en exceso.
La gente estudia tanto, que las empresas contratan a los que más estudios tengan. Por eso muchos jóvenes nunca en su vida han trabajado aún y solo han estudiado y siguen estudiando”. Parece un trabalenguas.
Lo que este joven experimenta tiene una explicación. En la República de China, la educación se lleva gran parte del presupuesto gubernamental, y gran parte de la población recibe una buenísima formación superior. La inmensa mayoría de los jóvenes alfabetizados de 15 años en adelante poseen por lo menos un título universitario. En los últimos diez años, el 45% de los estudiantes universitarios han optado por ciencias y tecnología. No pocos obtienen galardones internacionales y estudian afuera.
No hay secretos, la prosperidad económica y la alta calidad de vida de los taiwaneses no es producto del azar. Es el resultado de educación, educación y más educación.
Fuente: ABC Color - Edición Impresa
