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MANUEL PEÑA VILLAMIL

  EUSEBIO AYALA. PERFIL DE UN CIUDADANO - Por MANUEL PEÑA VILLAMIL


EUSEBIO AYALA. PERFIL DE UN CIUDADANO - Por MANUEL PEÑA VILLAMIL

EUSEBIO AYALA. PERFIL DE UN CIUDADANO

Por MANUEL PEÑA VILLAMIL

SEGUNDA EDICIÓN (44 Páginas)

Asunción - Paraguay


El doctor Eusebio Ayala fue un estadista singular y con justicia se lo conoce como “Presidente de la Victoria”, sin embargo un manto de silencio cubre la memoria de este gran ausente, una de las figuras más destacadas de la vida nacional.

El propósito del discurso no es referirse a su vida pública en especial, de carismática faceta como político, diplomático, gobernante o jefe constitucional de las F.F.A.A. de la Nación en Guerra, tal vez su momento más dramático pero al mismo tiempo el más glorioso.

El objetivo es más bien trazar el perfil de un ciudadano que ofreció a su Patria lo mejor de su capacidad y talento.

Eusebio Ayala vivió sus primeros años el momento de la post—guerra de 1870, culminando su ciclo histórico con una guerra victoriosa.

La revista de este lapso tiene a su vez un significado; rendir homenaje a los hombres de esa generación que en su momento cumplieron un deber histórico. Alejandro Audibert, Manuel Domínguez, Ignacio Pane, Benjamín Aceval, Manuel Gondra, Cecilio Báez, Eligió Ayala, Fulgencio Moreno, Eusebio Ayala son exponentes, para citar a los más connotados, de una generación que tuvo por divisa la bandera nacional.

Hasta hoy no se ha dado la relevancia que merece el período constitucional de 1870—1940. Existe el preconcepto de ser una época de intemperancias propia de la formación institucional de las naciones jóvenes. Esto puede ser cierto, pero es igualmente válido que la vista del árbol no debe ocultar la visión del bosque, como en forma figurada muchas veces se señala. No se debe dejar impresionar por una retórica de artificios, pues si bien cabe admitir falencias, debe señalarse que en dicho período de vigencia de la constitución de 1870 se sentaron las bases democráticas de la Nación. En esa época la simiente de la raíz histórica sirvió para modelar el Paraguay moderno.

La pugna de esos jóvenes de la post—guerra fue ardorosa y brillante. La unidad nacional que representó la victoria del Chaco fue posible por la voluntad de un pueblo de integrarse en un Estado moderno.

Eusebio Ayala fue exponente calificado de esa generación. Por ello debe destacarse la proyección histórica de este ciudadano. Buscó adquirir en las fuentes directas de la cultura y el progreso la savia necesaria para servir a la Patria, postrada pero viril.

Me unen con el doctor Eusebio Ayala recuerdos tangenciales y otros más directos por haber tenido el privilegio de gozar precisamente en sus últimos años de su afectuosa amistad. No fue esta época el del Presidente victorioso, sino del humanista—pensador y filósofo pragmático, arquetipo Victoriano cuya figura había desbordado el escenario de la Patria.

Estas circunstancias me permitieron recoger testimonios y recuerdos de su íntima personalidad, reflejos de su carácter y vigoroso talento, para ahondar en su pensamiento vivo y la praxis de su filosofía sin el ropaje del poder que puede ocultar la dimensión del hombre frente a la historia.

¿ES LA VERDAD, LA VERDAD? preguntaba una escritora, al comentar el significado de un premio vigente en Francia denominado precisamente: Premio Verdad.

La presea era otorgada a la persona que ofreciera un testimonio auténtico de un hecho en que hubiera participado personalmente y ser sobre todo de verdadero contenido humano, llano, sencillo y si cabe hasta desprejuiciado.

El premio fue otorgado en esa ocasión a una mujer: Celeste Albaret. El tema de sus recuerdos; la vida, en sus últimos años, de Marcel Proust, el difícil como controvertido escritor francés. Celeste Albaret no era una escritora de oficio. Fue la empleada de Proust. Muchos escritores cuestionaban los merecimientos de la premiada considerando su limitada capacidad para poder dar un testimonio válido sobre Marcel Proust.

Francia es un país cuyos hombres de letras se han destacado siempre por su equilibrado buen juicio para apreciar el valor de un libro. Por lo que considero que el Premio Verdad fue otorgado merecidamente.

Esta anécdota me da valor para hablar del Dr. Ayala en su condición humana, apoyado en mi admiración por una figura cuya trayectoria me apasiona vivamente, antes que por su capacidad de estadista y probado carácter, por el hondo sentido humano de su sensible personalidad cuyos pensamientos siempre equilibrados eran un deleite escuchar.

El 14 de Agosto de 1875 nacía en Barrero Grande el que llegaría ser Presidente de la Victoria. Las huellas quemantes de una guerra dejaron su secuela de luto y llanto en la Patria desolada. En este ambiente llega al mundo este paraguayo ilustre. Su madre, una auténtica paraguaya se llamaba Casimira Ayala. Su padre fue Abdón Bordenave oriundo de los países vascos de la nación gala.

Una simiente vigorosa gestó un fruto mejor que pronto daría muestras de su brillante trayectoria.

La que después fue su esposa, Marcelle Durand, mujer culta y refinada, ha escrito algunos recuerdos íntimos en memoria de su esposo. Estas notas están en francés, con el estilo preciso que este idioma permite hacerlo para ofrecer un relato de honda ternura.

Merece citar en una traducción libre el comienzo de estas anotaciones; dice así: “Yo no escribo estos recuerdos a la memoria del Dr. Ayala movida por un sentimiento de obligación. Lo hago por placer —placer doloroso— para relatar algunos de los muchos hechos pequeños o grandes que pueden contener la vida de un hombre visto en su intimidad. Y este hombre fue un gran hombre y un buen ciudadano. Yo escribo asimismo para que los amigos de “don Eusebio” puedan a su vez, si ellos lo quieren, evocar íntimamente la imagen y fuerte personalidad de aquel que supo ser; “un amigo para sus amigos.” (1)

Esta oportunidad, el propósito es evocar en nombre de sus amigos desaparecidos, la memoria del Dr. Ayala y honrar a la vez el recuerdo de la mujer que supo ser su noble compañera, en las horas amargas y agradables.

Imaginamos aquellos años de la post—guerra. El retomo de las heroicas mujeres que volvían a los lugares donde habían vivido, buscando rescatar de la miseria sus magras pertenencias. En esa procesión silenciosa retoman a su pueblo, no lejos de Acosta Ñu, dos jóvenes hermanas: Casimira Benita Ayala. La primera sería la madre del futuro prócer. En 1870 tenía 14 años. Cinco años más tarde nacía en Barrero Grande un niño quien llevaría el nombre de Eusebio. El sitio de la casa donde nació según testimonios, estaba en la misma manzana que se ubica la modesta vivienda adquirida por su madre en 1901, donde vivió hasta su muerte, el 4 de Enero de 1925.

La madre del Dr. Ayala no sabía leer. No así su tía Benita, que a estar por la tradición oral transmitida, fue la que inició en las primeras letras al niño—campesino. Debió ser bautizado en algún momento que un cura pasó por el lugar.

En los primeros años después de la guerra no se llevaban registros bautismales en lo que era la iglesia de los pueblos del interior. Era costumbre que el cura que llegaba a bautizar a un niño diera constancia escrita a sus padres, si se daba.

Eusebio Ayala crece en ese ambiente y demuestra prematuramente signos de una viva como despierta inteligencia. Su niñez transcurre hasta los 14 años en su pueblo natal. Durante ese lapso vive al amparo de su madre en la misma forma que cualquier adolescente campesino. Trabajó en el almacén de un tío—anota las memorias de su esposa. “Los domingos actuaba como jinete en las carreras de caballos del pueblo y su única molestia era calzar zapatos para ir los domingos a misa”.

A los 14 años llega a la capital para cumplir el segundo ciclo de sus estudios. El hecho cierra una etapa de su vida para abrir otro de mayor alcance. Esta actitud será siempre una constante en su vida de viajero impenitente con amplitud de miras. Aprender en el gran escenario del mundo buscando nuevos horizontes. No regresar al pasado; “porque la vida se vive, yendo adelante y se aprende, mirando atrás”.

El joven Ayala aspira ser un ciudadano universal como en gráfica expresión señaló Justo Pastor Benítez en una semblanza: “Eusebio Ayala, Doctor en Mundología”.

Comenta Benítez “Por paradoja del destino, el hombre de los planes constructores, paladín del derecho y pacifista profeso le cupo enfrentar una guerra. Y la dirigió con la energía de Clemanceau, aunque sin la violencia del estadista francés. Vivió dignamente, fue útil; falleció en el destierro, el gobernante que condujo a su pueblo en horas tempestuosas, como un rectificador de la historia, o mejor dicho ampliando el sentido de la historia, dentro del marco de la democracia, a la cabeza de la nación en armas.” (2)

Comenta la señora de Ayala sobre este momento: “La vida del niño campesino se cierra en esa fecha, para no aparecer más. El silencio más profundo lo envuelve. El adolescente, el hombre, muy raramente deja traslucir su origen campesino. El doctor Ayala era por disposición innata, el hombre de una gran ciudad. El guaraní usaba en casos necesarios, el prefería un idioma donde pudiera expresar sus ideas adecuadamente, propio de un corazón apasionado por el progreso, las ciencias y el modernismo.” (2’)

Esta actitud de introversión respecto a su infancia no era un preconcepto negativo de su ser, antes bien, era la expresión de un hombre sensible a los recuerdos que busca guiar sus pasos por la reflexión fría de la razón, antes que por los impulsos del corazón.

Leyendo una de las conferencias pronunciadas por Eusebio Ayala en sus últimos años trae, un recuerdo sentimental de su infancia campesina. Es al evocar la figura de Domingo Faustino Sarmiento el 11 de Setiembre de 1939, en Buenos Aires. Empieza así: “Era yo un alumno de una modesta escuela de la campaña paraguaya cuando trabé relación póstuma con Domingo Faustino Sarmiento. Había llegado al pueblo la noticia de su fallecimiento, acaecido días antes en la ciudad Asunción. El preceptor, que así llamábamos entonces al encargado de instruir en las letras primeras, llamó a clase especial para hablarnos del ilustre extinto. Recuerdo que le temblaba la voz de emoción y que una lágrima rodó por sus mejillas. Nos contó una historia maravillosa. Erase un niño que enseñaba ya a otros niños a los quince años, poco más de la edad nuestra...” Dijo más adelante: “Aquello era—pensé mucho después— un apólogo dedicado a enaltecer la vocación docente y a demostrar que un humilde principio no es obstáculo para llegar a las altas jerarquías del mundo con tal de tener inteligencia clara y voluntad fuerte.” (3)

Impresiona la evocación que realiza Ayala del gran educador sanjuanino, plena de añoranzas emotivas de su lejana infancia.

En la década de 1890 Ayala vive en Asunción. Ingresa en el Colegio Nacional, estudia Contabilidad, por la que siente vocación y al mismo tiempo se dedica a la docencia en cursos inferiores para mantenerse. El 26 de Febrero de 1896 recibe su diploma de Bachiller en Ciencias y Letras. Rector del Colegio Nacional era el señor Cleto Romero.

Son estos años formativos que van modelando su carácter en un ambiente más propicio para sus inquietudes intelectuales. Sus nuevas amistades y costumbres van borrando sus hábitos campesinos. Sus metas son las de un joven despejado y de gran receptividad.

De su época de estudiante recordaría con particular afecto los que fueron sus compañeros del Colegio Nacional: Félix Paiva, Juan Benza, Andrés Barbero, Evaristo Acosta, Ramón Cardozo, Pastor Ibáñez. Con este último la amistad fue más estrecha. Los unía el interés de ambos por los estudios contables. Pastor Ibáñez ocupó puestos importantes en la Administración Pública. Fue Director del Tesoro y Contador General de la Nación, luego Ministro de Estado. Ambos solteros vivieron juntos haciendo vida de estudiante en la casa de la calle 14 de Mayo y Humaitá.

Sensible a la Cultura, demuestra tempranamente sus inclinaciones de humanista, cuando es nombrado Director de la REVISTA del Instituto Paraguayo, al aparecer el primer número en 1896. Fue esta publicación la primera en su género al despertar el siglo, y sin duda, la mejor de todas las publicadas en el país hasta la fecha.

El sentido de la amistad que tenía el doctor Ayala destaca su esposa en sus memorias, al citar una anécdota que debió mencionar el esposo. "Estando abierto un concurso para un cargo de contador en la Administración Pública, al saber que se había presentado su amigo Pastor Ibáñez, se abstuvo de participar en el mismo. Años más tarde recordaría, comentando: “Cómo mi vida hubiera sido diferente, si yo hubiese tenido esa plaza de contador.” (4)

El año 1899 ingresa a la Guardia Nacional Activa, creada el año anterior. La libreta respectiva anota las señas siguientes: Regimiento 2°. Bat. 1º, estado soltero, domicilio Oliva 341, este último el de su padre, edad: 23 años, profesión: educacionista. Firma el documento el Inspector General de Milicias General Juan B. Egusquiza. Será siempre una constante en la vida de Ayala cumplir con sus deberes de ciudadano. Conservaba las libretas cívicas de su actividad como elector. Ese año, 1899, muere su padre en Asunción.

En 1901, antes de completar sus estudios universitarios de abogado realiza su primer viaje a Europa. Auto—didacta como era tenía en esa época una sólida formación cultural y profesional y con algunos dineros ahorrados, va acompañado en su viaje al viejo mundo con su primo Antolín Irala y la esposa de éste. Desembarcan en Hamburgo y Ayala se dirige a París. Ocupa el cargo de Ministro Plenipotenciario en la Legación en París Don Eusebio Machaín Decoud Ayala queda adscripto a la Legación paraguaya.

 

 

 

Iniciaba una actividad en un medio que le permitiría ir formándose y sabría aprovechar con inteligencia.

El Ministro Machaín tenía sede permanente en París, con actuación como representante diplomático alterno en Londres y Madrid. En esos años de la “belle epoque” actúa el iniciado diplomático en ceremonias importantes. Representa al Paraguay en los funerales de la Reina Victoria. El Imperio Británico estaba en la proyección más elevada de su poder político y económico a nivel mundial. La muerte de la Reina legendaria cerraba un ciclo histórico del Imperio; largo y brillante.

Toda esa fastuosidad y grandeza debió impresionar hondamente al diplomático, que más que la búsqueda de una carrera, su propósito era aprender en las fuentes directas del progreso que convergían en ese momento en la capital del Imperio. Luce para la ocasión su uniforme de diplomático, ciñendo el espadín correspondiente a su rango, que conservaría como recuerdo de una época plena de grandeza.

Al año siguiente vuelve a representar a su Patria en la coronación de Eduardo VII de Gran Bretaña. Todos estos actos de colorida fastuosidad y tradición, lejos de disminuirlo, consideró como estímulo para superarse y representar con dignidad a la Patria.

Permanece Ayala en Europa hasta 1904, acompañando al Ministro Machaín en misiones especiales en Madrid y Bruselas. En España asiste a la coronación de Alfonso XIII, abuelo del actual monarca español. De sus recuerdos de la Corte Belga está el haber conocido a la ex—emperatriz Carlota, esposa de infortunado Emperador Maximiliano de México.

Cuatro años de intensa vida en el viejo Mundo le permiten completar a Ayala una sólida educación en los más variados aspectos del saber. Su inteligencia despejada y su gran receptividad sirven para modelar su carácter y satisfacer sus inquietudes de cultura. Vuelve al Paraguay para finalizar sus estudios universitarios. Recibe el diploma de Doctor de Derecho y Ciencias Sociales el año 1904 a los 28 años.

Novel abogado emprende en su Patria una actividad intensa. Su objetivo era trabajar en la profesión, ganar dinero para permitirle volver a Europa, que lo mantenía siempre obsesionado. En esta época ingresa al Partido Liberal. El periodismo lo atrae en ese medio de intensa actividad política. En 1905 es redactor de “El Diario” y hasta 1909 alterna en la política y en la vida profesional. En 1909, durante el Gobierno Provisorio de Don Emiliano González Navero, es nombrado Ministro de Relaciones Exteriores. Por primera vez ocupa un cargo ministerial.

El mismo año es enviado a Europa en misión oficial de carácter financiero. Sus gestiones en París y Londres se interrumpen por el golpe militar del coronel Albino Jara en 1911. Este hecho no le impide continuar en el viejo mundo. Vuelve a Londres, pues piensa estar capacitado para actuar privadamente. No le asusta enfrentar el nuevo desafío que él mismo se ha impuesto. Gestiona un préstamo en un Banco de Londres para instalarse e iniciar un trabajo que le permita mantenerse.

Esta información, anotada en las memorias de la Sra. de Ayala demuestra el espíritu emprendedor de un hombre capacitado para actuar en un ambiente extraño y exigente lejos de la patria.

El doctor Ayala tenía un concepto justo del dinero, pero nunca alentó ambiciones especulativas, pudiendo hacerlo. El patrimonio que dejó después de haber sido dos veces Presidente de la República, Ministro de Estado, diplomático, agente financiero, abogado importante, es el reflejo de un hombre sagaz, honesto y equilibrado. Con un sentido pragmático supo ganar dinero, pero sin que el dinero lo dominara bajo ningún concepto.

Conservador y moderado en sus gustos, vivió sin ostentación ni lujos, apreciando el confort como signo de civilización. Dio importancia al cargo que ocupaba, actuando con desenvoltura en cualquier ambiente. Estimaba que la representación que investía con un sentido republicano, implicaba responsabilidad; no desmerecer la dignidad del cargo y proceder, al mismo tiempo, con las limitaciones de la propia Patria.

En los años de su madurez política, desechaba el uso de los símbolos del mando. Siendo Presidente de la República en su segundo período, tres veces se colocó la banda presidencial: al tomar posesión del cargo, en el (Te Deum) de la Victoria y el 15 de Agosto de 1935. En ninguna oportunidad usaba condecoraciones.

Su estancia en Londres en 1911, en forma privada le satisfacía por el ambiente de respetuosa tolerancia de una metrópoli como Londres. El doctor Ayala reflejaba en su conducta el sentido razonador del francés con el utilitarismo pragmático británico, aunados por un renovado optimismo. Este modo de pensar se comprueba en sus propias palabras. En 1922, en Abril, en un mensaje al Congreso decía: “Hay espíritus pesimistas en este país que parecen complacerse en constatar nuestra caída irremediable. Los pueblos jóvenes, como los hombres jóvenes, cuando son sanos y fuertes, tienen naturalmente fe en sí mismos. Amemos nuestra historia, sin llorar eternamente sobre el pasado; amémosla para reconfortar nuestras almas y proseguir con nuevo optimismo la marcha hacia adelante.” (5)

Cuenta la Sra. Ayala algunos recuerdos de su esposo durante su permanencia en Inglaterra, dice así: “... en Londres se instala en una pensión típica de la vida ciudadana londinense. Un círculo discreto y de buen nivel social formado por funcionarios de la city, ex-oficiales retirados de las colonias, señoritas mayores jubiladas formaba ese pequeño conjunto humano de ambiente Victoriano, que integraba ese joven americano deseoso de progresar en la capital del Imperio.

Esos años fueron formativos para el carácter del Dr. Ayala que supo apreciar los valores humanos de la convivencia social dentro de respeto de la ley. Aprendía por convicción, no por imitación, por ello afirmaría desde la alta tribuna de su magisterio intelectual: “Necesitamos la voluntad colectiva cuya fórmula es coordinación en las idea y sistematización en el esfuerzo.” (6)

La rigidez paternal, su sentido de la discreción y la puntualidad serán aspectos salientes de su vida de relación. Eusebio Ayala en su exterior aparentaba una silenciosa indiferencia, pero encerraba un corazón tierno y sensible. “Él tenía el culto de la amistad —dice su esposa— Si podía criticar con terrible claridad a su esposa, su hijo, su familia, con la ironía y causticidad que reservaba para sus adversarios, sus amigos eran sagrados!' Su anecdotario íntimo es demostrativo de este modo de ser, propio de un hombre despejad y amplio; mental y espiritual. La educación rígida y forma de la juventud victoriana era un modelo que admiraba, pensando que la misma había proporcionado al gran Imperio sus estadistas más brillantes.

Durante su estada en Londres recibe un día la visita de un compatriota, que como él estaba también en el viejo inundo con ansias de cultivar su inteligencia. Era el doctor Eligio Ayala.

El encuentro fue gratificante para ambos. En especial para el joven Eusebio. “No se imaginan —dice— la alegría de poder hablar el español, saber noticias de mis amigos y familiares de allá lejos”. La nostalgia de la Patria le traía recuerdos alegres y tristes. Un buen día ambos Ayala se separan, Eligio elige otra pensión. La asociación se interrumpe pero no la amistad y los dos amigos se ven frecuentemente.

El distanciamiento físico no constituye una divergencia en sus comunes ideales. Es más bien el modo de ver la vida. Eligió Ayala tenía la austeridad de un cenobita, que no conjugaba con la actitud admirativa de Eusebio Ayala por la “belle epoque”, como expresión de cultura, civilidad y progreso. La talla intelectual de ambos estaba por encima del prisma circunstancial del momento.

Por ese tiempo conoce en París a la que sería su esposa y compañera de toda la vida, Marcelle Durand Vda. de Langeron, de cuya unión nacería su único descendiente.

La Patria y los amigos lo llamaban y algunos reclamaban su presencia. Volvían a renacer las esperanzas perdidas. Eran horas difíciles y momentos de tormenta. En París y Londres vivían jóvenes estudiantes paraguayos, que estaban pendientes de las noticias de la tierra querida y lejana. Más querida cuando más lejos esta.

Recuerdos de esa época difícil he podido recoger en una correspondencia de Manuel Peña, entonces estudiante de medicina de la Sorbonne de París. En una carta dirigida a su padre, menciona de paso: “He estado a cenar con los doctores Huerta y Ayala el nuevo ministro de Instrucción Pública”. La carta es de fecha 22 de Diciembre de 1910.

Coincide con la iniciación del período presidencial de Don Manuel Gondra, derrocado en Enero de 1911 por el Coronel Albino Jara.

Más adelante comenta: “Vamos a ver lo que hará el nuevo gobierno. Yo no espero demasiado por muchas razones. No porque haya falta de buena voluntad de parte de los gobernantes sino porque estamos en plena descomposición.” Antes de dos meses de inaugurado el período constitucional, el Coronel Albino Jara Ministro de Guerra y Marina, al rebelarse, obliga al Presidente Gondra dirigir su renuncia al Congreso Nacional.

El año 1912 asiste a la Conferencia de La Haya de Legislación Uniforme sobre Letras de Cambio. Regresa al Paraguay para actuar en el campo de la política y la actividad profesional. Su sólida preparación en materia internacional y financiera le permiten figurar en los niveles más exigentes. Quiere servir a su Patria, pero evita la política mezquina de intereses. De este modo se constituye en el representante válido para asistir a reuniones internacionales.

El año 1915 representa al Paraguay en la conferencia Panamericana reunida en Washington. Conoce al Presidente Woodrow Wilson. Le impresiona vivamente la potencia vigorosa de esta Nación intuyendo el papel hegemónico que los Estados Unidos tendrán en el mundo del futuro. Resumiría más tarde su pensamiento en el juicio siguiente: “admiro Francia e Inglaterra, admiro a Berlín hasta en la guerra, pero es en los Estados Unidos donde me siento mejor: nosotros somos pueblos jóvenes con faltas de juventud, es por eso que nuestras miradas deben dirigirse a América del Norte para tomar ejemplo.” (7)

El año 1916, el 3 de Abril, se inaugura en Buenos Aires la Conferencia de la Alta Comisión Internacional de Legislación Uniforme. Integra, con el ex—Presidente Juan B. Gaona y Gualberto Cardus Huerta la representación paraguaya. El Dr. Ayala es nombrado Vice Presidente de la Alta Comisión Internacional de Legislación Uniforme, como correspondiente de la sección paraguaya.

En 1917 publica un estudio sobre “Temas monetarios y afines”. En esta obra expresa Ayala, con autorizada solvencia, la función de la moneda en la economía de las naciones. Con admirable síntesis conjuga las ideas del liberalismo clásico de Adam Smith con la nueva dinámica que por aquella época comienza a predicar Maynard Keynes en materia económica. Señala sobre este particular: “el fin de la institución de la moneda es prevenir y evitar los inconvenientes derivados de la incertidumbre de la interpretación de los contratos y fijar de una manera uniforme las responsabilidades civiles no especificadas, pero no cumplidas en el modo convenido.” Cuanta vigencia tiene hoy estas palabras de substancial contenido ético y económico.

El año 1918 integra el gabinete de Don Manuel Franco como Ministro de Relaciones Exteriores.

En 1921 la convulsionada política interna provoca el alejamiento del gobierno de Don Manuel Gondra, uno de los paraguayos más cultos de todos los tiempos y cuyo magisterio intelectual admiraba profundamente el doctor Eusebio Ayala. Este debe asumir la Presidencia Provisional de la República. Es una prueba difícil que debe afrontar.

Poco comprendido en su momento supo conducir con la habilidad de un gobernante responsable para encauzar al país por las vías constitucionales.

La praxis de sus sentimientos republicanos se ven reflejados en el Mensaje Presidencial leído en Abril de 1922 ante el congreso. “La índole del mandato que recibí del H.

Congreso ha determinado la acción ejecutiva de los cinco últimos meses. Mi primordial preocupación ha sido y es, afianzar un estado de cosas que permite a V.H. llamar a la brevedad posible a elecciones de Presidente y Vice Presidente de la República. Es imperiosa, decía, la necesidad de constituir un P.E. con un mandato que no sea precario.

Estas palabras fueron proféticas, en el sentido de facilitar la transmisión pacífica y legal del mando para iniciar uno de los períodos más fructíferos y estables de la República con la Presidencia del doctor Eligió Ayala.

Impuesto por las circunstancias, y para salvar la grave situación del país acepta la Presidencia Provisional de la República, por cuanto debe sustituir a Don Manuel Gondra por quien sentía admiración y respeto.

Esta fue una prueba difícil que la supo enfrentar con una energía y carácter demostrativos de su temple de conductor. La rebelión de 1922 fue un reto al compromiso que había asumido: Defender el Gobierno. Declaró entonces con toda energía: “Que ellos hagan lo que quieran pero yo no cederé y no entregaré mi dimisión. Voy a luchar.” Agregó asimismo: “El Coronel Chirife, después de haber prometido leal apoyo, comienza a exigir de mí actos que yo no apruebo y no lo haré jamás.” (8)

En esa ocasión se destaca un joven oficial, el capitán José Félix Estigarribia. Diez años después volvería el destino a unir estos dos grandes de la epopeya del Chaco. Con acierto afirmaría el doctor Ayala en el ocaso de su vida-, “cada Nación tiene su destino, que no es otra cosa que la lógica de su porvenir.” (9)

En 1923 considera su misión cumplida; restablecido el orden interno, presenta su dimisión indeclinable. Muchos no comprendieron el gesto, pensando que el Dr. Ayala buscaba ser elegido Presidente constitucional. Sin rencor se aleja del país para abrir el camino a la normalidad y el doctor Eligió Ayala como futuro Presidente de la República, su antiguo compañero de juventud en Londres.

En una demostración ofrecida al doctor Ayala con motivo de su alejamiento, pronunció un discurso con esa amplitud de espíritu tan particular en él, palabras que merecen ser reproducidas por la profundidad y vigencia de sus ideas: “La vida es tan complicada que podemos ser enemigos y amigos a la vez. Muchos intereses separan a los hombres, pero hay o debe haber intereses que los unan a la vez.”

“En nuestro país, señores, nosotros damos demasiado relieve, demasiada importancia a lo que nos divide y no cultivamos lo que nos une, no pensamos que puede haber sentimientos comunes por encima de nuestras querellas. ¿Cómo hacer actuar esos sentimientos comunes?. Mediante la tolerancia: hay que empezar a admitir la posibilidad de la existencia de otras ideas y de otros intereses que los nuestros. Estas, como dije, son las virtudes capitales de una democracia.” (10)

Eusebio Ayala desea servir a su Patria con verdadera vocación, pero al mismo tiempo ama su libre albedrío para ser consecuente con sus inclinaciones intelectuales y de cultura. Por otra parte, aspira dar a su familia bienestar y a su hijo una educación superior, pensando tal vez, lo que le fue negado a él en su infancia campesina. Ha aprendido mucho en el libro de la vida, quiere recoger sus frutos.

Volver a la vida ciudadana y a la actividad profesional, recorrer museos, archivos, en suma, cultivar el espíritu. Su espacio parece no tener fronteras.

Una empresa americana ha iniciado en el Chaco un emprendimiento importante de carácter industrial y ganadero. Le ofrecen al Dr. Ayala un alto cargo. Acepta el desafío con inocultable satisfacción. No se instala en el salón de un Directorio. Se pone al frente de la Administración en el sitio del duro trabajo, donde pone de manifiesto sus dotes de organizador como hombre de empresa. Previsor como era tenía un propósito: ir acumulando lo que iba ganando como funcionario de esa empresa para que su hijo pudiera seguir una carrera de su elección en una Universidad americana del más alto nivel. Pudo ver recomenzado su esfuerzo de padre, al recibirse su hijo de arquitecto en la Universidad de Comell con las más altas calificaciones y premios.

El 15 de Agosto de 1924, asume la Presidencia de la República el doctor Eligió Ayala. Inmediatamente se impone la tarea de organizar la estructura financiera del Estado. Era esto tan importante como organizar adecuadamente y en forma confidencial las Fuerzas Armadas sobre bases modernas en la espera de cualquier contingencia externa. El presidente Eligió Ayala, insobornable, meticuloso, exigente consigo mismo y con los que debían colaborar con él, elige con criterio selectivo a aquellas personas que deben cumplir misiones y cargos de responsabilidad. Las tensiones de fronteras con Bolivia, pueden tener derivaciones insospechadas y es necesario formular una estrategia de vasto alcance.

El doctor Eusebio Ayala es una pieza importante en la estrategia impuesta por el Presidente de la República. Con motivo de los festejos del centenario de la batalla de Ayacucho, Eusebio Ayala es nombrado Embajador especial ante el Gobierno del Perú. Los actos a realizarse en la capital peruana reunirán a personalidades y Presidentes del continente americano. Es esta una oportunidad propicia para conocer el ambiente diplomático americano y buscar los contactos personales tan necesarios para cuando la ocasión reclame. Nadie mejor que el “embajador” Eusebio Ayala. En esa oportunidad conoce al General Pershing, ex-comandante de las fuerzas expedicionarias americanas de la guerra mundial. Conoce al General Agustín P. Justo, futuro Presidente de la Argentina que desde entonces lo uniría una estrecha amistad, tan útil años más tarde. Conversa con el Presidente de Bolivia Dr. Saavedra. En este ambiente internacional alterna el Dr. Ayala como un embajador de alta escuela, hábil negociador, brillante “causeur”, culto y desenvuelto. Su misión no podía ser más acertada.

El año 1925 el doctor Eusebio Ayala está representando al Paraguay como Ministro Plenipotenciario en Washington. Estando en estas funciones recibe las instrucciones reservadas del Ministro de Guerra y Marina Dr. Luis A. Riart enviadas desde Asunción el 18 de Agosto de 1925: Para S. E. el Ministro del Paraguay en Washington, doctor Eusebio Ayala. “Atendiendo la necesidad imperiosa e ineludible de organizar la defensa nacional, el gobierno ha resuelto adquirir el material de guerra que pueda costear con los medios que actualmente dispone. A este objeto adoptó un plan, que se halla en ejecución, en la que se determina la cantidad de material que constituirá la base de la primera adquisición a efectuarse”. Seguidamente da el detalle preciso cómo debe procederse. Las instrucciones reservadas al terminar, señalan lo siguiente: “El señor Presidente de la República doctor Eligió Ayala con gran satisfacción para mí, indicó la conveniencia de encomendar la adquisición a nuestro ministro en Washington doctor Eusebio Ayala, que a mediados del próximo mes se hallaría en París en uso de licencia. “Creo innecesario mayor comentario sobre el concepto que merecía para el Presidente Eligió Ayala el ministro en Washington”. (11).

De esta época y de la actuación de estos hombres es hoy mucho lo que puede decirse, ahora que podemos observar y juzgar con la tranquilidad y ecuanimidad que sólo la historia y los años transcurridos permiten.

El año 1925 fue indudable de gran actividad para el Ministro Ayala, aunque con sede permanente en Washington, sus gestiones, por las razones señaladas, lo llevaba continuamente a Europa.

Durante su permanencia en Washington toma contacto con el Embajador argentino ante la Casa Blanca Dr. Honorio Pueyrredon. Con el diplomático argentino inicia negociaciones preliminares con relación a la construcción de la represa hidroeléctrica en el salto de Apipé sobre el río Paraná. De esa correspondencia, la carta enviada por el embajador Pueyrredon refleja parte del proceso de las tratativas iniciadas en Washington: “He tenido el gusto de recibir su atenta de Setiembre 11 pasado que contesto. Lamento muy sinceramente que su ausencia de Washington nos impida tratar el proyecto de un convenio para utilizar las caídas de agua existentes en los ríos rivereños, pero no será esto obstáculo para que Ud. ponga a contribución de esa idea el apoyo de su autoridad y prestigio.” La correspondencia entre ambos diplomáticos continuó durante los meses siguientes. En una de las notas enviadas por el embajador Pueyrredon se acompaña un proyecto de Protocolo, como base para la firma de un Tratado formal más adelante. Pero en ese momento fue evidente que las gestiones en Europa lo mantenían al Dr. Ayala bastante absorbido, considerando la importancia de la misión que le habían encomendado. (12)

Por esa época estaba en Europa, como parte del plan elaborado por el Presidente Eligió Ayala, una misión militar Paraguaya. Algunos con el propósito de controlar las adquisiciones de armas y otros en misión de estudio. Entre estos últimos estaba el Mayor José Félix Estigarribia. Ayala y Estigarribia se conocían desde antes y siguieron viéndose en París periódicamente. Conforme a las mismas instrucciones reservadas mencionadas, en uno de sus párrafos se señala lo siguiente: “Al señor Mayor Estigarribia se le encomendó se informara de las condiciones en que conseguiríamos capitanes del Estado Mayor francés para instructores”.

Nada escapaba al diligente control del Presidente Eligió Ayala, por medio de su Ministro de Guerra, con la consigna tomo señalaban las mismas instrucciones reservadas llevarlas dentro del más cerrado secreto. “Estas gestiones constituyen secreto de Estado y por eso las gestiones deberán hacerse con carácter reservado.” De este modo durante los años sucesivos fueron llevándose las gestiones en Europa. Mientras, el gobierno debió soportar las más virulentas críticas por parte de la oposición y hasta de personas del Partido liberal ajenas totalmente de la delicada misión que se cumplía en Europa.

En ese ambiente de tensa actividad por la enorme responsabilidad que representaba, el Dr. Eusebio Ayala le escribe una carta particular al Dr. Rogelio Ibarra que se encontraba en Río de Janeiro. La misiva es del 18 de Octubre de 1925 y refleja en forma patética la tensión que estaba soportando Eusebio Ayala en París. “Creo —dice—estaré de regreso para fines de Diciembre o principio de Enero. Tal vez tenga que pasar por New york pues tengo decidido separarme del todo de la política y quisiera arreglar en que ocuparme. No entiendo empero, desinteresadamente de los sucesos. Eso es imposible entre nosotros. Pero estar en la política o, al alcance de ella, en las actuales circunstancias no puede serme a mí ni a nadie de provecho. En cualquier momento me será ofrecido un cargo o alguna misión del cual no haya quien quiera encargarse, y digo francamente que estoy cansa do de ese papel ingrato. Y bien mi teoría es ayudar para que las cosas marchen bien definitivamente, pues prefiero ser pasajero con mar calmo que piloto en la tormenta.”(13)

¡Cuán profética fueron sus palabras, apenas siete años antes de desatarse la tormenta!. Por otra parte la carta refleja la intensa labor que desplegó esos años para no poner en evidencia la misión secreta que estaba cumpliendo.

Al finalizar la década del veinte, Eusebio Ayala se integra a la actividad pública en Asunción. Es Senador de la Nación y forma parte de la Comisión de Límites encargada de seguir las tratativas con Bolivia en busca de la posible solución. Como miembro de la comisión del Senado le toca informar al plenario sobre el proyecto de ratificación del Acuerdo Briand—Kellog de 1928, conocido como Pacto Antibélico.

En uno de sus párrafos de su extensa exposición dice: “El tratado de París confirma y fortifica la moral internacional. Aun cuando fuese una mera expresión de sentimientos sería ya un plausible progreso. Son las naciones más potentes del mundo las que se declaran prestas a renunciar a las fuerzas de que disponen como un medio de obtener los objetivos de su política internacional.”

El año 1930 ocurre la muerte trágica del Dr. Eligió Ayala, siendo Ministro de Hacienda del Presidente José P. Guggiari. Este hecho conmueve hondamente a Eusebio Ayala, pues consideraba que el ex—presidente constituía uno de los factores más esenciales en la solución de los problemas nacionales, cuya capacidad y tenacidad había dado muestras durante su proficua presidencia. Ambos habían actuado juntos en planos y lugares distintos con perfecta compenetración y comprensión, dentro del secreto más profundo.

En 1931, al comienzo del año, su médico le aconseja un prolongado reposo, para calmar sus inquietudes y penas. Casi impuesto por su familia vuelve a París en busca de una ansiada recuperación, no obstante el pesimismo de su propio médico.

Después de unos meses de vivir en París, Ayala experimenta una notable mejoría. Con renovado optimismo, tan propio de su modo de ser, se dedica con gran entusiasmo a las labores intelectuales y estudiar e investigar los aspectos jurídicos de la cuestión de límites con Bolivia, que permanentemente le obsesionaba. Pensaba, y no estaba equivocado en su planteamiento, que la “Antigua Provincia Gigante de las Indias”, origen del Paraguay, durante casi cuatro siglos había estado sufriendo permanentes mutilaciones. Ahora es necesario definitivamente romper con ese maleficio.

Ayala pensaba que en todo diferendo internacional, no son suficientes los títulos históricos, si estos no se apoyaban en argumentos jurídicos. Escribe y pronuncia conferencias en París. Escribe y habla correctamente el francés, lo que le permite actuar con solvencia y fluidez en los foros intelectuales y universitarios. Como miembro de número de la Academia Diplomática Internacional con sede en París, colabora con las más altas personalidades del mundo europeo en la redacción del monumental diccionario diplomático que edita la Academia. Colabora igualmente con la “Revue du Droit International”, importante publicación que se edita en francés e inglés. Expone su tesis sobre el “uti possidetis y su relación con las cuestiones internacionales en América.” (14)

A comienzos del año 1932 se inicia en el Paraguay la campaña política para elegir el futuro presidente de la República. El Partido Colorado, el único oponente, no participa en la contienda electoral.

El 17 de Enero de 1932, un día domingo, se inaugura la Convención del Partido Liberal en el Teatro Granados. El senador Carlos Sosa, telegráficamente pide autorización al doctor Ayala para presentar su candidatura. Ayala, desde París, acepta participar en las elecciones internas del Partido. Existen otros oponentes de gran valor y prestigio como son los doctores Luis A. Riart y Gerónimo Zubizarreta.

En aquella fecha, apenas un adolescente, estaba pasando mis vacaciones en Asunción. Vivía cerca del Teatro Granados. No recuerdo que motivo me llevó a ingresar en el local que se desarrollaba el acto partidario. Lo cierto es que asistí de espectador a la proclamación de la candidatura del Dr. Eusebio Ayala para Presidente de la República. Recuerdo que fue el Dr. Justo Pastor Benítez quien con su encendida oratoria propuso el nombre del Dr. Ayala. Es todo lo que me quedó grabado de aquella mañana, calurosa mañana de verano.

El día 18 de febrero, por la tarde, recibe en París el doctor Ayala la noticia de su proclamación como candidato para Presidente de la República, para el próximo período.

La esposa llevó anotado, casi en un estilo telegráfico, los hechos que iban sucediendo en París los días siguientes.

El Departamento donde vivía la familia Ayala en la Rué de la Forge, se convierte en centro de intensa actividad. El doctor Eusebio Ayala no era un desconocido en ese ambiente. Llegaban felicitaciones de todas partes. Pedido de declaraciones por parte de la United Press International. Igualmente el Comité France—Amerique.

El 22 de Enero llega una invitación oficial del Presidente de Francia Paul Doumer para asistir a una recepción en el Palacio del Elíseo. La descripción que hace la Sra. de Ayala de la recepción impresiona por su brillo y distinción, con sus salones cargados de historia, quedando vivamente emocionada por las muestras de deferente simpatía del Presidente de Francia y Sra. de Doumer.

Continúan las demostraciones oficiales y privadas. El 27 de febrero el Presidente de Francia, por conducto de la Legación del Paraguay, ofrece al doctor Ayala y Señora el Palco Presidencial de la Opera de París para asistir a una función. Concurren acompañados por el Ministro Caballero de Bedoya y Sra.

El 6 de Marzo se embarcan con destino al Paraguay en el “Atlantique” uno de los barcos más modernos de la época. Llegan a Río de Janeiro y son recibidos por el Presidente Vargas, que le ofrece un almuerzo privado con su familia. En Montevideo y Buenos Aires reciben mayores demostraciones en honor del futuro Presidente. El Canciller Carlos Saavedra Lamas le ofrece una comida en su residencia. Evidentemente el doctor Eusebio Ayala era una figura internacional y valoraban sus dotes para la difícil misión que le esperaba.

El doctor Ayala, desde su llegada a Asunción, reside en una casa alquilada, llamada “Quinta Bogarín”, hoy desaparecida, situada frente a lo que es actualmente el Comando en Jefe de la FF.AA. Permanece en la misma residencia hasta el 17 de febrero de 1935 durante todo el lapso de su gobierno.

El 15 de Agosto de 1932, recibe de manos del Presidente José Patricio Guggiari las insignias del mando, en las circunstancias difíciles de la iniciación del conflicto bélico con Bolivia.

Consecuente con el propósito de esta reseña de no entrar en el análisis de la trayectoria del conductor victorioso de la guerra del Chaco por considerar este aspecto, es de una trascendencia histórica que desborda los límites de esta semblanza, se debe evitar todo juicio de valor sobre el tema. Sólo me permito afirmar que sobre este aspecto no caben los supuestos, en el sentido de emitir juicios de lo que hubiera sucedido si otros hubieran sido los conductores en aquel momento histórico, y no el Presidente Ayala y el General Estigarribia. Como bien señala Guillermo Ferrero; “En historia siempre es cosa temeraria querer decir lo que hubiese ocurrido cuando ya es tan difícil explicar lo que ha sucedido.”

El Presidente Ayala durante esos años cruciales dio muestras de permanente coraje humano y fortaleza espiritual en todas las circunstancias en que tuvo que tomar una decisión responsable. El Presidente estuvo siempre dispuesto a asumir la responsabilidad de una equivocación, en la misma forma que nunca reclamó para sí el precio de la victoria. Esta es la arista más saliente del perfil de este ciudadano ilustre, que a medida que transcurren los años se destaca con más brillo.

Durante la contienda bélica, silenciosamente, el Presidente vestía su desteñido uniforme verde olivo, sin entorchados ni insignias de mando y salía de madrugada para viajar en un solitario avión cruzando los cielos del Chaco hasta llegar al lugar donde estaba el Cuartel General del Comando en Jefe del Ejército en campaña. Treinta y más viajes realizó durante toda la campaña bélica, sin reparar en el peligro que podía acecharle. Por ello con razón decía: “Puesto que es necesario hacer la guerra, hagámosla con todas nuestras fuerzas.”

El Dr. Ayala, con equilibrio y sentido práctico, busco personas para colaborar con sentido patriótico, para dirigir como estadista en los momentos difíciles de su gobierno.

Puede afirmarse que nadie, paraguayo o extranjero res dente, le retaceó al Presidente Ayala un pedido de colaboración. Buscaba para cada misión el hombre que a su criterio correspondía mejor, sin mirar sus ideas políticas, cualquier sea el cargo que era necesario ocupar.

Este criterio se ven reflejados en sus palabras de despedida, cuando el doctor Justo Pastor Benítez, Ministro de Relaciones Exteriores fue nombrado plenipotenciario en Río de Janeiro. “Durante dos años, decía el Presidente, de intensa labor y grandes preocupaciones, los componentes del Gabinete hemos logrado mantener estrecha solidaridad y perfecta armonía. Tenemos la suerte de haber realizado en la vida pública el ideal de una familia unida con todos los beneficios consiguientes para la obra común en que estamos empeñados. Por primera vez ahora, la familia oficial sufre una separación, por cierto sensible para todos y cada uno de los que quedamos. El Dr. Benítez deja el Ministerio para ir a desempeñar un puesto de honor y de responsabilidad.”

"Se han bordado comentarios acerca de esta crisis ministerial deliberada y resuelta de común acuerdo. Hay una tendencia a buscar motivos intrincados y hasta algo tortuosos en los actos de los hombres públicos. En lo que a mí res pecta, deseo advertir cordialmente que será mejor buscar razones simples y directas; serán probablemente las verdaderas. La designación del Dr. Benítez obedece al propósito muy legítimo, de mantener en el Brasil una representación que corresponda a la índole de la vinculación que nos liga a esa gran República. No necesitamos según el lenguaje protocolar, cultivar y estrechar la amistad brasileña, por cuanto es desde luego firme y tradicional, pero tal vez sea factible, y es en todo caso deseable, que de esa amistad deriven beneficios recíprocos. Ningún hombre en estos momentos y dentro de la órbita del Gobierno actual, está en mejores condiciones que el Dr. Benítez para ser fiel y autorizado intérprete de una política de realizaciones en el orden internacional. Es: The right man in the right place. He aquí explicado el nombramiento del Ministro en Río.”

“Traduzco los sentimientos de los colegas y amigos del Gobierno al desear al Dr. Benítez, a su digna esposa y a sus hijos un feliz viaje, y al funcionario, completo éxito.”

Se ha transcripto este discurso in extenso, porque dentro de su síntesis, su transparencia refleja el espíritu de un auténtico republicano.

Durante las largas y solitarias vigilias del Presidente Ayala durante la guerra, su esposa anotó algunos hechos y anécdotas. Se hace difícil comentar cada una de ellas. Algunos aparentemente intrascendentes, otros graves, pero todos plenos de emotividad.

La primera anécdota es casi inédita, porque en realidad no llegó a suceder, pero es un relato válido, por su tono íntimo, no oficial, de un diálogo entre el Presidente y su esposa. Dice así: “Esa mañana entró el Dr. Ayala en la habitación con el rostro grave y absorto después de haber permanecido solo en su escritorio. Se acercó con un papel en la mano y dijo: “Debo tomar una decisión y debo tomarla solo, debo procurar salvar a Asunción de un bombardeo y no encuentro sino un solo medio, a pesar que es contra las leyes de la guerra. Yo no encuentro otra salida. Leeré lo que he escrito: “El Presidente de la República del Paraguay previene al Gobierno de Bolivia que si la capital es bombardeada, como se ha amenazado, yo fusilaré, sorteando entre los oficiales superiores que están en la ciudad. A Bolivia corresponde decidir.” (15)

Continúa las anotaciones: “Él se condenaba a sus propios ojos”. Pero él aceptó ese drama de conciencia y asumió solo la responsabilidad, sin que el pulso le temblara. Al día siguiente se transmitió el telegrama. Jamás voló un avión sobre Asunción. Nadie supo más nada.

Tiempo después, comenta su esposa, preguntó al Dr. Ayala: “si hubieran venido los bolivianos, hubieras cumplido tu amenaza? El respondió: Quien sabe. Felizmente no me correspondió decidir el problema.”

Otro momento dramático vivido por el Presidente en la soledad de su despacho privado fue antes de la firma del Protocolo de Paz en Buenos Aires. La tarde de 11 de junio todo estaba listo para firmar el acuerdo. Faltaba fijar la hora en que se suscribiría el documento con toda solemnidad. En línea telefónica permanente están en contacto el Presidente Ayala y el Dr. Luis A. Riart su Ministro de Relaciones Exteriores, en Buenos Aires. El Presidente es categórico en su firmeza; el Protocolo no se firma, si simultáneamente los miembros de la comisión neutral no viajan en avión al frente, para garantizar con su presenciaba línea de separación de los ejércitos. La cesación de las hostilidades debía ser definitiva y el Paraguay exigía plena garantía al respecto, de acuerdo con el General Estigarribia. No hubo concesión.

El Presidente Ayala planteó un dilema de hierro: o se ejecuta inmediatamente el armisticio o no se firma ningún acuerdo. Pasó la noche del 11. Al día siguiente el Presidente Ayala recibe la confirmación del viaje del General Martínez Pita y demás militares neutrales rumbo al Chaco al mismo frente en Villa Montes.

La firmeza de un gran Jefe a la cabeza de sus soldados en orden de batalla, permitió que un armisticio precario se convierta en un cese de hostilidades irreversibles. Lo que delante se obtuviera correspondía a la negociación diplomática.

Una anécdota última, reflejo de su ser superior, a la vez humano y sencillo.

La puntualidad fue siempre un atributo del Dr. Ayala. Salía de su residencia a la misma hora y regresaba puntualmente al medio día. La guardia de la residencia estaba a cargo de un solo oficial. Invariablemente el mismo; se llamaba Patricio O’Dumin. Una mañana el Presidente se adelantó en su horario apenas unos minutos, coincidentemente ese día el oficial O’Dumin dio parte de enfermo y su sustituto no había llegado aún. Habitualmente el Presidente bajaba de su vehículo frente al portón de la residencia donde lo esperaba su custodia.

Relata su esposa que el Presidente no dijo nada, pero su seriedad mostraba su disgusto. Su esposa tratando de justificar la omisión se adelanta a decirle que para el futuro tendrá siempre prevenido a los jardineros para abrir el portón de la residencia. Extrañado el Dr. Ayala de la presencia de varios jardineros, no obstante la extensión de la “Quinta Bogarín”, preguntó quiénes eran. La esposa le contesta que son los dos prisioneros bolivianos que viven en la residencia. Hay que aclarar, para los que no vivieron en aquella época, era costumbre, por la gran cantidad de prisioneros, difícil mantenerlos, distribuirlos en granjas y residencias particulares. La familia del Dr. Ayala por lo visto no fue una excepción.

Al escuchar la explicación el Dr. Ayala, comentó con cáustica ironía: “Qué buena noticia para la Prensa. El Presidente del Paraguay tiene por custodia a dos prisioneros bolivianos.”

Los últimos años de su vida transcurren en Bs. As. Como siempre no tuvo reparos para comenzar de nuevo en el nivel que le correspondía a su capacidad y talento de abogado.

Es en esa época que tuve el privilegio de intimar con el Dr. Ayala. Fueron esos año —1938 y 1939— cuando frecuenté asiduamente su casa de la calle Callao y Juncal, participando todos los domingos en la mesa de su familia. Me unía con su hijo el arquitecto Roger Ayala una sólida amistad, que continuó invariablemente toda la vida.

En amable sobremesa me invitaba el Dr. Ayala a conversar en su escritorio, casi siempre los dos solos. Mi juventud y el limitado horizonte de mi inteligencia, entonces poco cultivada, me impidieron valorar la dimensión de mi interlocutor. Si yo no pude estar a la altura de él, supo sin embargo, colocarse a mi nivel para darme pruebas de su extraordinario magisterio.

El tema del diálogo era variado; derecho, arte, economía política internacional europea, etc.

Hablar de la Patria, del presente como el pasado era habitual. El enfoque de sus juicios era entonces amplio y preciso, llevaba el diálogo pausadamente, sin aparentar emoción. El que era la historia viva!. Señalaba su punto de vista, y razonaba, como un profesor de lógica formal, para extraer conclusiones con modesta objetividad. No recuerdo, en ningún momento haber oído nombrar a una persona y menos hablar en primera persona del singular. Tal era la praxis de este pensador sin fisuras. Su criterio razonador no admitían apreciaciones subjetivas, sin embargo sus deducciones se basaban en hechos positivos.

Con nostalgia y con un sentimiento de frustración, ahora, después de los años vividos, siento haber dejado la oportunidad que este grande hombre me ofrecía para ahondar en el libro de la vida; la experiencia, esa gran maestra. No obstante han quedado grabadas en mi intelecto su sabiduría y grandeza de alma.

Leyendo algunas cartas, notas y recuerdos de sus pensamientos, me permiten recrear la imagen del Dr. Ayala para valorar su dimensión humana cuyo contorno es difícil encasillar en moldes comunes.

Mucho se podría decir de su pensamiento vivo, carácter y la sensibilidad del Dr. Ayala que llevo gravado en el recuerdo.

Es habitual creer que en historia lo único cierto es la tradición escrita, despreciando sin razón la importancia de la tradición oral. Lo primero es válido dentro de nuestro esquema de civilización occidental, transmitido por medio de extensos y pormenorizados testimonios escritos. Pero es esta la sola verdad? Pienso que para nuestro sistema de formación cultural se da más relevancia a lo escrito que a lo transmitido oralmente. Sin embargo al adquirir la historia un sentido universal de todo el género humano, se comprueba que han existido y existen, pueblos, naciones de diversos orígenes y culturas milenarias donde se comprueba que la tradición oral es tan fidedigna y válida como el testimonio escrito.

“La tradición oral sola—afirma Ki—Zerbo— es una fuente histórica incompleta e incierta. Pero sometida al tratamiento metodológico apropiado, proporciona un aporte irremplazable a la reconstrucción del pasado y el grado de certidumbre que generalmente se espera de la investigación histórica”. (15a)

Esta disgresión al margen, es al efecto de explicar el sentido de este perfil ciudadano de un estadista que no buscó entrar en la historia con el áurea, que muchos recurren, de escribir su propia historia para la posteridad sin esperar que otros la juzguen.

El 17 de febrero de 1936 el Presidente Ayala es obligado a abandonar el cargo de Presidente Constitucional de la República. Es privado de su libertad, impidiéndosele salir del país, antes de “rendir cuentas” de su gobierno. El Dr. Carlos A. Andrada, en aquélla ocasión asume su defensa, reclamando para su defendido el beneficio del “Habeas Corpus” ante el Superior Tribunal de Justicia.

El Memorial que presenta el abogado es de alto contenido humano y jurídico. Una copia del citado escrito he encontrado entre los papeles del Dr. Ayala, que éste guardó sin deliberado preconcepto, como tantos borradores escritos por él.

Después de argumentar el Dr. Andrada con enjundia, concluía el escrito forense en estos términos, que hoy a casi 50 años de aquel hecho sigue teniendo vigencia. Dice así: “He prescindido ex profeso en mi escrito de aducir en consideraciones respecto a la personalidad que me ha conferido el honor de representarlo en este juicio, porque sólo pido al Excmo. Tribunal de Justicia la misma justicia a que tendría derecho el último de los habitantes del país. Estaría en peores condiciones el que ha sido hasta ayer el primer ciudadano de la República por su capacidad y el cargo que ocupara y que hoy en la celda de la prisión desprovisto de poder material y de las prerrogativas presidenciales, continúa siéndolo por la dignidad y la fortaleza moral que soporta el cautiverio?”

“No voy a ofender a V. E. poniéndolo en duda, Excmo. Tribunal.”

“En lo que a mí respecta, solo sé decir que recordaré siempre, con legítimo orgullo, que en horas aciagas para nuestra Patria, me ha cabido el honor y la grave responsabilidad de asumir la defensa del preclaro estadista que después de ser “Presidente de la Victoria”, ha obtenido del destino, siempre generoso con él, una suprema recompensa: la ingratitud de sus conciudadanos.”

Tiempo después, Ayala guardó reclusión en su casa, sin tener autorización de salir del país, con centinela a la vista. Más tarde pudo salir al exilio. Se dirige a Buenos Aires, donde es recibido con los honores que correspondían a su alto magisterio por derecho propio.

Desde entonces guardó un silencio obstinado con respecto a su pasada vida pública. Jamás, en las oportunidades que me cupo el privilegio de escucharlo tuvo palabras acusatorias para sus ocasionales detractores. Cuando en 1937 pudo volver a ejercer un justo liderazgo, evitó silenciosamente toda intervención que pudiera perturbar la recuperación de la Patria. Prueba de este sentimiento es el telegrama, de puño y letra, que con fecha 5 de Setiembre envía a Asunción a un dirigente político de gran predicamento en aquel momento. Dice así: “Eduardo Shearer. Asunción. Agradezco su mensaje y deseóle feliz retorno. Eusebio Ayala. Juncal 970.”

Con el natural optimismo de siempre, reflejado en su rostro cordial y amable, no buscó reparaciones u honores, que largamente merecía. Sencillamente dio paso a otros y él siguió transitando por la vida como un simple ciudadano.

El 17 de Febrero de 1938 escribía una carta a su hijo. Lo hacía en pocas oportunidades, pues era la madre que casi siempre se encargaba de la correspondencia familiar.

La carta es desde Bs. As. y le comenta: “Aún no he encontrado nada para mis actividades del futuro y comienzo a estar fatigado de no hacer nada, no hay nada para entusiasmarme, con perspectiva. Es necesario tener paciencia y “aguantar” los tiempos malos. Pienso que tú has tomado alguna decisión para comenzar a trabajar, una vez terminado tus estudios. Convendría que te quedaras algún tiempo en los Estados Unidos para obtener experiencia.” La construcción -el hijo es arquitecto- está debilitada como consecuencia de la crisis. En suma, esto llega regularmente y es necesario esperar.

Nosotros estamos con bastante calor. Permaneceremos, no obstante en Bs. As. por razones de economía.

“Estigarribia ha sido recibido triunfalmente en Asunción pero ha pedido su retiro. Se le ha ofrecido la Legación en Washington. Esto será ‘SWELL” (magnífico) como dicen los americanos.

Te agradezco el envío de los diarios, que me son muy útiles para las crónicas que escribo para la “La Razón” pero sin mi firma.

Te abraza tiernamente. Tu padre.”

Refleja la carta la estatura moral de este grande hombre, capaz de tomar las decisiones más trascendentales para el destino de su Patria, como escribir, con sencillez y nobleza de espíritu, ajeno a toda mezquindad humana.

En Agosto de 1939 el General Estigarribia asume la Presidencia de la República. Como un gesto de merecido homenaje al ilustre republicano, designa al Pueblo de Barrero Grande donde había nacido, con el nombre “Dr. Eusebio Ayala”. Al conocer este hecho, apenas hizo un comentario: “Creo que se han apresurado, todavía estoy vivo.” Posteriormente el Gobierno le ofrece la Legación en Buenos Aires, que declinó amablemente.

Los últimos años residió en Buenos Aires, trabajando como abogado asociado al estudio del Dr. Enrique Gil, prominente profesional del foro argentino.

En repetidas oportunidades había manifestado; “Dejaré la política definitivamente, pero no por ello dejaré de interesarme por los problemas de mi Patria.” Consecuente a esta declaración actuó activamente en la “Cámara de Comercio Paraguayo—Argentina”, que gracias a su dedicación se publicaba mensualmente, un “Boletín” bajo su dirección. Una vez más, servía a su Patria, gracias al prestigio de su nombre.

No obstante, dos penas ensombrecían el merecido “reposo del guerrero”: la ocupación alemana de su amada Francia y la situación de sus amigos y correligionarios que con destino incierto ambulaban las fronteras de la Patria. Parece ser, que a pesar de las circunstancias poco favorables estaba procurando una solución con el gobierno de su país. Su alma generosa no le impediría, pedir si era necesario. Sería el último servicio que prestaría, él “que siempre fue amigo de sus amigos.” El destino no lo quiso.

Consecuentemente, con la serenidad de sus últimos años, fue su muerte. Amaneció en el lecho; sin vida, sin un gesto de dolor. Plácidamente.

Desde entonces sus restos han seguido un destino extraño, no exento de ingratitud para este ciudadano ilustre que honró a su Patria.

Ocasionalmente se escuchan reclamos por el retorno de los restos del Dr. Ayala a la Patria. Creo estar en condiciones de dar, sobre este aspecto, una versión veraz.

Al ocurrir su muerte el 4 de junio de 1942, sus restos fueron inhumados en el panteón de la Recoleta de Buenos Aires, perteneciente a una familia amiga.

Al desaparecer los dueños del panteón, que no tenían descendientes, por disposición testamentaria debió ser clausurado, lo que obligó retirar los restos del Dr. Ayala.

Desde mucho tiempo era deseo de la familia, transladar sus restos al Paraguay. Su hijo había comenzado a construir un panteón con este propósito.

Durante la larga permanencia de los restos en Buenos Aires, atendía a los mismos el Dr. Justo Prieto que había sido su fiel colaborador durante su presidencia. Este había obtenido, en los últimos años, ubicar los restos del Dr. Ayala en el Panteón del Partido Radical, en un gesto de deferencia, al gran hombre que había sido el extinto.

Mientras tanto inicié personalmente en Asunción la gestión necesaria ante la Municipalidad de la Capital. Por Resolución Municipal No. 273 del 12 de febrero de 1970, el Director del Patrimonio autorizó: “el traslado de los restos de Eusebio Ayala, previo pago de los derechos correspondientes con la intervención del Departamento de Higiene del Ministerio de Salud Pública y B. Social”. Así reza textualmente la citada resolución municipal.

De acuerdo con el Arquitecto Ayala, se creyó conveniente, por razones obvias, hacer saber el traslado de los restos al gobierno por conducto del Ministerio del Interior.

El 3 de Abril de 1970 el Arquitecto Ayala se dirigió por nota al Ministro del Interior. La misma, en una de sus partes decía:

“Actualmente por carencia de espacio en el cementerio de Buenos Aires, me veo en el deber de trasladar al país los restos de mi padre. Con ese propósito estoy iniciando la construcción del panteón, habiendo hecho los trámites municipales para cumplir las exigencias legales. Acompaño copia de la autorización Municipal correspondiente”.

“Me cabe expresar al señor Ministro que el traslado lo haré en forma absolutamente privada, no obstante, por haber sido el extinto; un ex—Presidente de la República, creo cumplir un deber de cortesía con las autoridades nacionales expresar mi propósito, como las razones que me mueven.”

La nota, parcialmente transcripta, hice entrega personal al destinatario quien prometió dar una respuesta en la brevedad posible. Esta última nunca llegó, no obstante reiteradas gestiones.

Apremiado por las circunstancias en que se encontraban los restos del Dr. Ayala —depósito municipal de la Recoleta— ante la imposibilidad física de hacerlo su hijo, éste me pidió ejecutar en su nombre lo más conveniente. Con este propósito viajé a la ciudad de Buenos Aires.

El 15 de junio de 1970, acompañado de un familiar del extinto residente en Buenos Aires, se trasladaron los restos del Dr. Eusebio Ayala desde la Recoleta hasta el crematorio de la Chacarita. Se debe dejar constancia de la especial atención de los funcionarios municipales de esa ciudad para facilitar la penosa misión. Hoy las cenizas del ex Presidente Ayala reposan, modestamente, en el Cementerio de la Chacarita de la ciudad de Buenos Aires.

Para cerrar esta semblanza evocativa, cabe citar la oración pronunciada por el Coronel Carlos Fernández, comandante del I Cuerpo de Ejército en campaña durante la guerra del Chaco, con motivo de los Homenajes al Dr. Ayala rendidos en Buenos Aires en el X aniversario de su deceso.

Este destacado combatiente fue, a la vez, autorizado historiador militar de la campaña bélica. Dijo lo siguiente: “... Fue el doctor Ayala un auténtico conductor político de la guerra; no obstante delegar el mando de sus ejércitos en campaña en un eficiente profesional, no por eso dejó de dar sus directivas, regulando el ritmo de las operaciones bélicas conforme a su planeado desarrollo de su política y no descuido ni un momento la parte disciplinaria; sus treinta y más viajes al Chaco, con peligro de su vida, dan testimonios fehacientes de que fue un Generalísimo efectivo.

“Y por singular contraste, tratándose del hombre que confirmó y mantuvo, contra vientos y mareas, en su delicado cargo, al héroe militar, porque sabía que la Unidad de Mando y conducción es garantía de todo éxito, pesa aún sobre su memoria la ignominia de una gran injusticia, ya que es absurdo pretender negar a Eusebio Ayala la gloria reconocida al Mariscal Estigarribia.”


NOTAS

1. Memorias inéditas. M. Durand de Ayala.

2) La Nación Bs. As. 2a. Sección. 29 de Setiembre de 1957.

2’) Memorias. M. D. de Ayala

3) Aspectos americanos de la personalidad de Sarmiento. Conferencia pronunciada por el doctor E. Ayala. Museo Histórico Sarmiento. 1939.

4) Memorias. M. D. de Ayala.

5) Mensaje Presidencial. Abril de 1922. pág. 23.

6) Mensaje Presidencial. Abril de 1922. pág. 23.

7) Memorias.. M. D. de Ayala. 18

8) Memorias.. M. D. de Ayala.

9) Conferencia sobre Sarmiento. 1939.

10) José P. Guggiari—Justo Pastor Benítez. Jomadas Democráticas, pág. 173.

11) Ángel F. Ríos. La defensa del Chaco. Instrucciones Reservadas.

12) Cartas del Embajador Honorio Pueyrredon al Dr. Ayala. Años 1925—1926. Washington.

13) Correspondencia del Dr. Ayala. París. 18—X-1925.

14) Extrait de la Revue de Droit International No. 4.1931. París.

15) Circular a los Comandantes de Cuerpos. Radio Abierto. 30 de Abril de 1933.

15a) Narciso Binayan Carmona. Cita. Revista del Centro de Estudios Genealógicos de Bs. As. N° 3/4. pág. 15 años 1981/82

 

 

 

 

 

 

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