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ROBERTO CÉSPEDES

  AUTORITARISMO, SINDICALISMO Y TRANSICIÓN EN EL PARAGUAY (1986-1992) - Por ROBERTO L. CÉSPEDES R. - Mayo 2009


AUTORITARISMO, SINDICALISMO Y TRANSICIÓN EN EL PARAGUAY (1986-1992) - Por ROBERTO L. CÉSPEDES R. - Mayo 2009

AUTORITARISMO, SINDICALISMO Y

TRANSICIÓN EN EL PARAGUAY (1986-1992)

Por ROBERTO L. CÉSPEDES R.

 

© Roberto L. Céspedes R.

© Novapolis

© Arandurã Editorial

 

Novapolis

Revista Web de Estudios Políticos Contemporáneos

www.novapolis.pyglobal.com

e-mail: novapolis@pyglobal.com

 

Arandurã Editorial

Diseño: Cecilia Rivarola

Edición al cuidado de Alberto Muñoz y Marta Muñoz

Impreso en QR Producciones Gráficas

Edición de 1.000 ejemplares

Mayo 2009

 

ÍNDICE

Prólogo por José Carlos Rodríguez - 9

Introducción por Roberto L. Céspedes R. - 21

 

Primera parte: Sindicalismo y autoritarismo

1. Contexto histórico, legislación e instituciones reguladoras - 33

2. Sindicalismo y autoritarismo - 43

 

Segunda parte: Sindicalismo y transición

3. El discurso sindical - 75

4. Sindicalismo y transición - 87

5. Las huelgas de la transición - 109

 

Tercera parte: Relaciones laborales y transición

6. El contrato colectivo - 157

7. Cambio político y control del proceso de trabajo - 195

8. Relaciones laborales en el sector público - 207

 

Cuarta parte: Problemas y desafíos

9. Sindicalismo, concertación social e integración regional - 225

10. Los desafíos del sindicalismo independiente - 233

 

 

Quinta parte: Bibliografía

11. Teórica e internacional -243

12. Paraguay - 247

 

ÍNDICE DE CUADROS Y GRÁFICOS

 

CUADROS

No. 2.1.: Las demandas del movimiento sindical - 63

No. 4.1.: Escenarios futuros - 100

No. 5.1: Comparación de promedios de cantidad de paros, huelguistas y días perdidos (1986-1988 y 1989-1992) - 118

No. 5.2.: Huelgas según cantidad de paros, huelguistas y díasperdidos por Industria-servicios y Sectores privadopúblico (1986-1988 y 1989-1992) - 122

No. 5.3.: Distribución de algunos grupos y propensión a la huelga (1989-1992) - 126(1989-1992) - 126

No. 5.4.: Inflación y huelgas por mes (1989-1992) - 130(1989-1992) - 130

No. 5.5.: Tasa de propensión a la huelga (TPH) según Sector industria-servicios y Sector privado-público (1986-1992) - 132

No. 5.6.: Tasa anual de huelgas o TAH (1986-1988 y 1989-1992) - 136

No. 5.7.: Duración de las huelgas (1986-1988 y 1989-1992) - 139

No. 5.8.: Localización y duración de las huelgas según cantidad de días (1989-1992) - 142(1989-1992) - 142

No. 6.1.: Sindicación por tipo y cantidad de afiliados, 1987 y 1990 - 161

No. 6.2.: Organizaciones sindicales reconocidas por la DGT/MJT (1962-1990) - 168

No. 6.3.: Convenios colectivos suscriptos, 1950-1990 - 171

No. 6.4.: Contratos colectivos en 1987 - 173

No. 6.5.: Sindicatos con Contrato colectivo. Sindicatos fundados antes y después del golpe. Contratos vigentes y en negociación - 176

No. 6.6.: Sindicatos con Contrato colectivo (1990). Sólo los sindicatos fundados después del golpe. Contratos vigentes y en negociación - 183

No. 7.1.: Tipología sobre Control del proceso de trabajo - 197

No. 8.1.: Huelgas según cantidad de paros, huelguistas y días perdidos por Industria-servicios y sectores privado-público (1986-1988 y 1989-1992) - 216

 

GRÁFICOS

No. 5.1.1: Comparación de promedios de paros (1986-1992) - 119

No. 5.1.2: Comparación de promedios de huelguistas (1986-1992) - 119

No. 5.1.3: Comparación de promedios de días-perdidos (1986-1992) - 120

No. 5.2.1.: Cantidad de paros (1986-1988 y 1989-1992) -123

No. 5.2.2.: Cantidad de huelguistas (1986-1988 y 1989-1992) - 123

No. 5.2.3.: Cantidad de días perdidos (1986-1988 y 1989-1992) - 124

No. 5.3.1.: Distribución (%) de algunos grupos y propensión a la huelga en la industria (1989-1992) - 128(1989-1992) - 128

No. 5.3.2.: Distribución (%) de algunos grupos y propensión a la huelga en los servicios (1989-1992) - 129(1989-1992) - 129

No. 5.4.1.: Inflación y huelgas por mes (%), 1989-1992 -130

No. 5.5.1.: Tasa de propensión a la huelga (1986-1992) - 133

No. 5.5.2.: Tasa de propensión a la huelga en industria y servicios (1986-1992) - 133

No. 5.5.3.: Tasa de propensión a la huelga en los sectores privado y público (1986-1992) - 134

No. 5.6.1.: Tasa anual de huelgas o TAH (1986-1992) - 135

No. 5.6.2.: Tasa anual de huelgas o TAH (1989-1992) - 136(1989-1992) - 136

No. 5.6.3.: Tasa anual de huelgas en industria y servicios (1989-1992) - 136(1989-1992) - 136

No. 5.6.4.: Tasa anual de huelgas en sectores privado y público (1989-1992) - 137(1989-1992) - 137

No. 5.7.1: Distribución (%) de las huelgas según cantidad de días (1986-1988 y 1989-1992) - 140

No. 5.7.2.: Distribución (%) de las huelgas según cantidad de días (de hasta 1 a de 5 a 9) (1986-1992) - 141

No. 5.7.3.: Distribución (%) de las huelgas según cantidad de días (de 10 a 24 y de 25 y más) (1986-1992) - 142

No. 5.8.1: Distribución (%) de la localización y duración (días) de las huelgas (1989-1992) - 143(1989-1992) - 143

No. 5.8.2.: Distribución (%) de la localización y duración (días) de las huelgas (solamente) largas (1989-1992) - 143(1989-1992) - 143

No. 6.1.: Distribución (%) de los sindicatos según tipo, 1987 y 1990 - 162

No. 6.2.: Distribución (%) de los afiliados según tipo de sindicato, 1987 y 1990 - 163

No. 6.3.: Promedio de sindicatos reconocidos anualmente, 1962-1990 (acumulativo) - 169

No. 6.4.: Promedio de reconocimiento de sindicatos por períodos presidenciales (1962-1990) - 166

No. 6.5.: Promedio anual de contratos colectivos suscriptos, 1950-1989 - 171

No. 6.6.: Distribución de convenios colectivos suscriptos por tipo de sindicato, 1950-1989 - 172

No. 6.7.: Distribución de sindicatos (con CC) y de afiliados por central sindical, 1990 - 177

No. 6.8.: Distribución de sindicatos (con CC) por tipo según central sindical, 1990 - 177

No. 6.9.: Distribución de afiliados por tipo de sindicato (con CC) según central sindical, 1990 - 178

No. 6.10.: Distribución de sindicatos (con CC) y de afiliados por sector económico, 1990 - 178

No. 6.11.: Distribución de sindicatos (con CC) por tipo según sector económico, 1990 - 179

No. 6.12.: Distribución de afiliados por tipo de sindicato (con CC) según sector económico, 1990 - 179

 

 

 

PRÓLOGO

 

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ

 

Autoritarismo, Sindicalismo y Transición en el Paraguay fue escrito por partes, en el tiempo de los sucesos que ahí se analizan. Los trabajos habían sido publicados en forma de artículos, pero, por su unidad advienen a conformar un corpus. Fueron convertidos en capítulos de un texto único sobre diferentes aspectos del movimiento y de la situación sindical, en las vísperas y durante los primeros años de la transición a la democracia en el Paraguay.

Pulidos, para evitar duplicaciones, los textos no fueron sin embargo rectificados (desde la cómoda, aunque artificial perspectiva del día siguiente) para no privarles de las huellas del tiempo que los vio nacer. Constituyen una visión, comprensión y reflexión teórica sobre la experiencia de mutación del Estado y de la sociedad en el tiempo de su ocurrencia.

Céspedes en Autoritarismo, Sindicalismo y Transición registró y analizó un proceso histórico del cual el movimiento obrero fue una parte, un protagonista y también una víctima. Ya que, si los sueños del mundo obrero cambian la vida, no la cambian toda, porque en primer lugar no materializan todos sus impulsos y en segundo lugar porque el movimiento obrero tampoco sale indemne de sus luchas.

En algunos de estos artículos se muestran obras perdurables de los eventos de aquel momento heroico; en otros, por el contrario, se dibuja el crepúsculo de algunos sueños de entonces. Y siempre hay ciclos en los movimientos obreros: momentos de auge y de poderío, seguidos y precedidos de otros más opacos, de impotencia y de acallado reflujo.

La sociología puede ser tenida como historia del presente; así como la historia, correlativamente, como una sociología del pasado. Las fronteras disciplinarias son borrosas cuando se hace —como acá— el estudio del presente (o pasado próximo), desde aquel presente y dando realce al aspecto secuencial de los sucesos, a la diacronía, en lugar de reducirse a un enfoque estructural, diacrónico. ¿Se trata entonces de una historia contemporánea o es sociología histórica?

La cuestión no necesita ser resuelta. Suficiente es que los temas sean expresados con claridad, que sus enunciados sean comprobados y que haya una articulación conceptual, como es el caso. Muchos textos clásicos de ciencia social tienen este estatuto interdisciplinario.

Un aspecto destacado de este trabajo es el rigor, la pertinencia con que se desarrollan los temas y su sistematicidad. Es un texto académico, bien hecho, que ‘cierra’ bien su campo de observación, que satura sus enfoques con información completa y que concluye en forma pertinente, ahí donde hay fundamentos para hacerlo de acuerdo a las premisas de partida. Las referencias bibliográficas que otorgan una ciudadanía académica a esta obra son amplias. Incluye al pensamiento local y latinoamericano, a las referencias anglosajonas y europeo continentales sobre el mundo del trabajo. Se trata de una tarea bibliográfica que cubre la referencia al tema.

La serenidad académica contrasta con las características del objeto de estudio que es mítico o, al menos, legendario: el movimiento obrero. Clase peligrosa para las oligarquías antidemocráticas del pasado, el movimiento obrero constituye también y al contrario, la clase prodigiosa de numerosas esperanzas: el profeta colectivo de la emancipación humana de buena parte de los desheredados de los siglos XIX y XX. En Europa oriental y central, así como del Asia, más del 20% de la humanidad derrocó a los despotismos y al estancamiento monárquico en nombre de proletariado, aplastando —en nombre del trabajo— a la burguesía y la nobleza, durante el tiempo del socialismo real o comunismo. Europa nórdica y occidental se democratizó y se volvió social con los partidos obreros socialdemócratas.

Mucha historia se hizo en nombre de la clase obrera, y, si eso ya no es más presente, la historia nunca es sólo aquello que ya pasó, sino principalmente la obra del pretérito que permanece vigente en el presente: el legado que configura la actualidad.

¡El renacimiento del movimiento obrero paraguayo, en el tiempo de este libro y en el libro de este tiempo suscita tantas preguntas!

¿Qué legado de entonces configura al presente, al menos en el mundo del trabajo? ¿Cuál fue su obra emancipadora: institución de derechos, modalidades de vínculos sociales más benévolos, vigencia de valores y signos que entonces se instalaron? Ni la ciencia social, ni este libro, pueden responder a todas estas preguntas tan fácilmente, y menos esta otra: ¿qué podemos esperar del impulso obrero en el futuro? Pero este trabajo responde a preguntas no menos cruciales. La escritura académica recupera la luz de las esperanzas de aquel tiempo, el sentido del discurso sindical, las figuras de aquel futuro deseado y proyectado. También mide la hondura del actual reflujo desde el elevado mirador más glorioso de la marea de aquel tiempo. Y autoriza a preguntarnos ¿qué aprendimos? El registro de la memoria, el rigor y la reflexión –la histórica o/y la sociológica– hace un soberbio aporte para el desarrollo de la conciencia de hoy, útil para la comprensión de los horizontes de la acción futura.

Los grandes capítulos de este libro expresan bien a qué se refiere Roberto Céspedes: contexto histórico; legislación; instituciones reguladoras; sindicalismo y autoritarismo; discurso sindical; sindicalismo y transición; huelgas en la transición; contratos colectivos de trabajo; relaciones laborales y sector público; sindicalismo, concentración social e integración regional; desafíos del sindicalismo independiente.

Una especial atención merece la huelga. Esta es el arma misma y el acto de autoafirmación constitutiva de la clase obrera, de su subjetividad y de su libertad en rebeldía contra al dominio del patrón. Para el trabajador en situación laboral de dependencia, negarse a trabajar, es como votar para el ciudadano, efímero momento de poder ya que el resto del tiempo vive subordinado.

 

El análisis comienza—con la demografía y el estatuto jurídico-político que encuadran la conformación de la clase obrera. Estudia sus reacciones, su actividad, sus conquistas, su intervención política y su horizonte de futuro. Un proceso que podría describirse, desde aquel clásico paradigma hegeliano, como un tránsito de la clase en a la clase para sí. Esto es, de cómo los trabajadores conforman una colectividad y logran actuar en forma colectiva en defensa de sus intereses, que suelen incluir más cosas, como, por ejemplo: sueños.

Pero, la célebre obra de E. P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963), pródiga en conceptos contemporáneos sobreel movimiento obrero, leída desde ahora mismo, nos aporta algomás que cuando apareció, hace medio siglo.

No hay un sólo tiempo, no hay un sólo proceso, no hay un sólo principio.

El movimiento obrero integra una secuencia de impulsos, en cada uno de los cuales, el empuje de los trabajadores prosigue las revoluciones tecnológicas, culturales y sociales que le preceden. Es paciente y es agente de variadas historias o de variadas capas de la espesura de la historia. Se reconstituye como colectividad del trabajo, como núcleo de relaciones sociales propias y de actividad cultural propia partiendo de sus condiciones técnicas, políticas y culturales impuestas. A partir de estas condiciones, se propone y se arroja a materializar los proyectos que elabora. Y hay una historia de latencias, apogeos y decadencias que tiene más de una temporalidad o cronologías: son policrónicas. No sólo hay ciclos que en parte se repiten; no sólo un itinerario de secuencias inéditas que no se repetirán. La espesura del presente es obra del pasado que perdura; los proyectos de futuro estriban en las tradiciones del pasado.

Los tiempos interactúan, como expectativas y como memorias.

De ahí que sea tan valioso para el presente comprender la fecundidad de un tiempo en el cual las organizaciones obreras duplicaron a sus miembros y triplicaron a sus organizaciones. En pocos meses, los sindicalistas pasaron de 202 a 400 organizaciones; de 19 mil a 75 mil sindicalizados. De ahí que sea tan fresco retener la estampa de la juventud de las huelgas que estallaron en contra del empecinamiento de un anacronismo patronal que identificaba la negociación colectiva con la sedición. De ahí que sea tan sorprendente constatar como centenares de contratos colectivos fueron celebraron y de ahí que sea tan sorprendente la proyección política de aquel movimiento.

El vicepresidente de la apenas organizada Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Carlos Filizzola, presentó una candidatura para la intendencia de la Capital y obtuvo la primera gran victoria electoral contra el hasta entonces omnipotente partido de la dictadura, pudo conquistar el gobierno de Asunción. Pocos meses más tarde después, la CUT —en acuerdo con otras fuerzas— presentó candidatos para la Convención Nacional Constituyente, obteniendo más del 10% del electorado, lo que le permitió ser uno de los autores de la Carta Magna actual vigente, la primera constitución democrática de la historia y que fuera realizada en libertad y con participación popular.

Cuando vemos aquel comienzo, su energía, sus propuestas, sus sueños amplios y su coraje, propios de ese tiempo, hoy, veinte años más tarde, podemos pensar que aquellos años fueron ilusos, o que, como dirían los fundamentalistas, hay que buscar a los traidores, alguien vendió al proyecto de los trabajadores paraguayos. Entre nosotros:

¿qué pasó? Ni el sociólogo historiador, ni nadie, poseen la visión del futuro. Este no es un libro de profecías. Porque en la historia humana, los procesos cambian, se inventan, se improvisan, se desbordan.

No hay previsión cuando la creatividad colectiva predomina, particularmente en los tiempos de aceleración del proceso de la historia o de mutación social. Las filosofías de la historia, con sus determinismos y sus destinos predeterminados, ya pasaron a la historia.

Pero, muchas de las limitaciones, encontradas por Céspedes en aquel tiempo, ya prefiguraban desde entonces las debilidades de hoy, y tuvieron fuerte peso una vez pasado el tiempo de embriaguez con el cual se inauguró ese ejercicio de la libertad que enterró la tan longeva opresión. Algunas debilidades son causadas por las heridas generadas en los tiempos de victoria, cuando no importaban, pero que nunca después cicatrizaron. Otras son condiciones desventajosas que se pudieron compensar temporalmente, pero que terminaron minando muchos de los cimientos de la organización, más temprano que tarde.

Una de estas adversidades fue la crisis financiera de fin de siglo, coincidente con el fin del auge de la construcción de las represas hidroeléctricas (Itaipú y Yasyretá). El movimiento obrero fue demográficamente diezmado por la decadencia económica, por la carestía de trabajo, por la acumulación de la pobreza urbana, por la formación de un contingente inmenso de mano de obra disponible a trabajar sin poder exigir derechos, verdadero ejército desempleado de reserva, como el que hablaban los escritores europeos del siglo XIX. La economía urbana se atomizó aún más en pequeñas unidades productivas, o trabajadores por cuenta propia, y los sindicatos se atomizaron detrás de las unidades económicas.

Y hubo más adversidades. El neoliberalismo llegaba a su apogeo.

Del mercado se esperaba todo, y, esta fe económica en la oferta y la demanda venía en Paraguay acompañado con el fortalecimiento de un Estado políticamente clientelista, que pronto aprendió a sustituir la violencia viva –con la cual se oprimía al movimiento obrero– por la astucia y la corrupción del movimiento y su dirigencia.

Armas secretas, letales, que funcionaron con mayor o igual eficacia que la violencia pretérita.

La sociedad económica siguió siendo chata, semi-capitalista, funcionando en forma informal y con una dinámica de crecimiento nulo. Las décadas del ‘80 y ‘90 fueron de crecimiento tendencial per cápita cero. El mezquino desarrollo económico se concentró en el comercio triangular, en la empresa agrícola de soja o de carne, que no generan puestos de trabajo y se niegan a tributar, no en la industria urbana.

Los antiguos vicios corporativos del movimiento sindical fueron utilizados en su contra. Las organizaciones recién creadas se fraccionaron.

De dos centrales de inicio, la vieja Confederación Paraguaya de Trabajadores (CPT) estatista y el Movimiento Independiente de Trabajadores (MIT), que venía a renovar al sindicalismo de Estado; se pasó a una situación de siete centrales. La Central Paraguaya de Trabajadores (CPT) que sobrevivió a la dictadura; la Confederación General de Trabajadores (GGT), auspiciada por el otro coloradismo, el oviedista; la Central Única de Trabajadores (CUT) y la Central Única de Trabajadores Auténtica (CUT-A), brazos del otrora proyecto unitario más cercano a la social democracia; la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), social-cristiana; la Central Sindical de Trabajadores del Estado Paraguayo (CESITEP) y la denominada fracción Clasista.

En cuanto a su participación política, hubo una disminución de su fuerza y de su valor. Después de las jornadas del Marzo Paraguayo (1999) cuando hubo autonomía y altruismo, los sindicatos perdieron iniciativa y prestigio. La mayor parte de movimiento funciona a la sombra política de otros o, cuando combate por intereses propios, estos son estrechamente corporativos y de corto plazo.

Lo dicho no cancela nada de lo ya ocurrido ni carece de excepciones.

La sociedad creció cualitativamente, se diversificó con esta reconformación del movimiento obrero. Parte del propio reflujo consistió en que hicieron su trabajo. En haber ya conquistado el derecho a proponerse metas políticas y sociales. La sindicalización –a pesar de las adversidades que aún subsisten– dejó de ser aquel esfuerzo heroico de los pocos trabajadores que daba rienda suelta a su desesperación o temeridad, en el límite de su sensatez, con exagerado sacrificio de su propio destino personal y el de sus familias.

Dejó de ser, por el otro lado, la correa de transmisión del Estado en contra de los empresarios opositores o de los obreros conscientes.

Parte del reflujo obrero se explica por la pérdida de sus utopías. Los obreros ya no son vistos, y ya no se ven más a si mismos, o no en la misma medida, como representantes de grandes utopías, de discursos globales de la humanidad, con propuestas para todo. Esos sueños inmensamente amplios alentaban sin embargo la materialización de sus intereses más inmediatos. Parte de reflujo es efecto de condiciones materiales y sociopolíticas. La industrialización no ha progresado en Paraguay como proyecto de nación, el capital local prefiere al campo o al comercio de triangulación con poca modernidad económica, menos modernidad cultural y muy poca solidaridad urbana. El Estado permaneció oligárquico, sin espacio para alianzas modernizadoras e industriales, obrero-empresariales, que en otros países de América Latina permitieron la emergencia vigorosa del movimiento sindical.

Pero el futuro no está cerrado. El giro a la izquierda de América Latina y en Paraguay crea para el movimiento obrero, en el presente, un ‘nicho ecológico’ radicalmente diferente al de otrora, si bien igual o más confuso. Los cambios de la superficie de la sociedad y de la política no pueden ocultar la rigidez estructural de una sociedad excluyente y discriminatoria, con una correlación de fuerzas sociales inexorablemente desfavorables para el movimiento social y del trabajo. Esto se verifica y se mide en el crecimiento de la pobreza, de la extrema pobreza, así como en el impugnable paraíso fiscal en que viven los más ricos, en la campana de cristal o fortaleza de codicia y avaricia.

En nuestro tiempo de reconstrucción de expectativas, la historia es maestra y el pasado es un impulso válido para emprender travesías inéditas. Hoy la tarea gremial no transita, como antes, por recuperar la independencia perdida o por crear formas identitarias y expresivas capaces de definir a los obreros como colectividad: eso ya ocurrió. Transita por elevar la participación o por abstenerse en la instauración de formas modernas de solidaridad e igualdad social que amplíen los horizontes de la ciudadanía, para conquistar una sociedad más exitosa y acogedora, desde la dignificación del mundo del trabajo. Se trata siempre de ‘cambiar la vida’, pero, desde otro punto de partida y hacia otro punto de llegada.

Este texto analiza los vestigios y la memoria de la época cercana del renacimiento del movimiento obrero contra la dictadura y en la transición democrática, la época de construcción de un frágil orden político; hace balance de los resultados de la transición y la transformación del mundo de los obreros por ellos mismos, por la apropiación del obrero de sus condiciones de producción y de vida y por el advenimiento de una subjetividad colectiva, una cultura y un horizonte propio de visión sobre las cosas. También insinúa alguna nostalgia y ciertas premoniciones.

Nostalgia, porque, faltando una clase obrera creativa y combatiente, carece la sociedad de un valioso impulso al cambio social que no puede ser suplido. Premoniciones porque el movimiento no es simplemente un objeto de análisis, aunque lo sea. Es también un sujeto colectivo que puede encontrar en los sueños del pasado una fuente para construir nuevos sueños de futuro. Un mundo construido sólo por el mercado y por el capital es un mercado inhabitable. La utopía del neoliberalismo puede conseguir equilibrio en sus ecuaciones, pero, en la vida, realiza esas utopías negativas donde lo único que vale es la mercancía y la mercantilización de la vida en provecho del lucro, que al extremo atentan contra si mismo al producir las crisis mundiales: excesos en que la acumulación de capital se ahoga en el dinero.

Estas últimas son reflexiones ante las cuales el historiador o el sociólogo deben tomar una prudente distancia. Su trabajo es contraponer a la experiencia inmediata y a los sueños inevitables, los elementos duros de la realidad con la cual debe medirse la acción individual y colectiva; aportar rigor y transformar la memoria en historia, la experiencia social en disciplina académica. Para eso, este trabajo compila una inmensa información cualitativa y cuantitativa, la vuelve inteligible y le aporta el espíritu científico que es posible en las ciencias sociales, que no es el mismo que sobrevuela a la ciencia natural o a las matemáticas, fórmulas que el científico social puede emplear, pero, a las cuales no puede reducirse.

José Carlos Rodríguez

20/05/2009

 

 


 

 

 

 

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