Sinuoso y cautivador, el río Paranami -en el departamento de Ñeembucú, al sur de Pilar-, era un largo poema de agua y espumas. El teniente de fragata FERMINIANO OZUNA VALENZUELA -nacido el 11 de octubre de 1944 en General Díaz (del mismo departamento en el que navegaba entonces a bordo de una barcaza)- y sus hombres habían recibido de la Armada Nacional la orden expresa de fundar un destacamento en el Puerto Ita Kora. Era el mes de octubre de 1974.
La ribera estaba poblada de plantas de inga, cuyas frutas eran un manjar para los karaja que saltaban de rama en rama movidos por la curiosidad que les generaba la presencia de la embarcación. Como un contrapunto a las ásperas voces de esos macacos saltarines, se escuchaba un concierto de pájaros. Cantando un improvisado himno de bienvenida, en un tácito acuerdo que solo es posible inscribir en los misterios que tiene la naturaleza, los chirikotes, guyraú chores, havia korochires, karáús e ypaka’as se habían sumado a la algarabía de la jornada.
La travesía, bajando primero el río Paraguay desde Puerto Sajonia, remontando luego el Paraná hasta hallar su confluencia con el Paranamí y deslizarse sobre su zigzagueante cintura acuosa, había sido larga. El músico y poeta Ozuna Valenzuela, mientras miraba el entorno y disfrutaba de la belleza desplegada con generosidad, pensaba en la llegada. Se preguntaba cómo serían recibidos, si encontrarían gente afable o indiferente. Acostumbrado a interrogarse antes de los hechos, cavilaba acerca la probable actitud de los itakoreños.
En cuatro horas completaron los 60 kilómetros que separan a Ita Kora del Paraná. El pueblo se había derramado allí. Era un acontecimiento. El jefe de la dotación ya tenía respuesta en el gesto de los que en el barranco que oficiaba de muelle los esperaban.
"Esa noche los vecinos del pueblo, liderados por don ELADIO MANCUELLO, organizaron en la casa de éste una fiesta de bienvenida en nuestro honor. Luego de una bien servida mesa, siguió la fiesta al compás de polkas y chamamés hasta muy entrada la noche", relata Ferminiano.
"En retribución -continuó-, a tanta amabilidad compuse ITAKOREÑA en nuestro lenguaje jopara, dedicado al pueblo de ITA KORA, a su gente. Me inspiré en la belleza y en la gentileza de las mozas itakoreñas que aquella noche nos colmaron de atenciones, una itakoreña en especial que esa vez lucía sobre sus hombros una negra cabellera que, como una exótica cascada, invitaba al marino a naufragar".
En los días siguientes, mirando el cielo de altas estrellas, recreando en la memoria lo vivido, el compositor le dotó de cuerpo y alma a su obra.
"Un tiempo después, PABLO BARRIOS y su conjunto estuvieron de gira por la zona. Su animador era LORENZO PRIETO, aquel legendario campeón ciclístico. Ellos fueron los primeros en cantar mi polka y en grabarla también, así como lo hicieron más tarde PABLITO y CÉVER
BARRIOS, el DÚO PABLO BARRIOS-JONHNY WALKER, PASCUAL TORRES ECHEVERRI Y LILIAN ROMERO" concluye el capitán de fragata retirado FERMINIANO OZUNA VALENZUELA.
ITAKOREÑA
Itakoreña, flor ribereña, paraguayita dulce y gentil
ñe'embuqueña, mi paisanita, la sirenita del Paraná
es tu boquita panal y rosa, muy candorosa es tu mirar
con esos ojos negros azabaches que son las musas de mi cantar.
Tu piel sedosa, cual blanca rosa, de terciopelo nde tyvyta
nde ropea katu ojerokýva, aipotaitéva jeguakarã
tu cabellera, sutil cascada, en ella quiero yo naufragar
y de tus labios quiero libar he’ẽmbochýva ne mborayhu.
Yo te corono con estos versos y con las notas del mbaraka
como la "Reina Majestuosa" del bello pueblo Ita Kora.
Ya me despido, romoñe’ẽma, bella sureña juky ku’i,
flor que floreces en las orillas del legendario Paranami.