SALVAR EL FUTURO

  Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Hacia 1919, el número total de físicos y químicos que había en todo el planeta, en su mayoría alemanes y británicos, no pasaba de ocho mil. Para fines de los ochenta, el total de científicos e ingenieros involucrados en la investigación y el desarrollo experimental se estimaba ya en cinco millones, de acuerdo con los datos apuntados por el historiador británico Eric Hobsbawn en su monumental Historia del siglo XX.

De esos cinco millones de investigadores, un millón estaban concentrados en un solo país: los Estados Unidos. Según las proyecciones de Hobsbawn, la población científica norteamericana debía triplicarse antes de finalizar la primera década del nuevo siglo. Si fue así, debemos suponer que Estados Unidos tiene hoy un científico por cada dos habitantes en Paraguay.

Y Paraguay tiene tres graduados de secundaria por cada diez habitantes. O mejor (o peor), hay siete paraguayos que ni siquiera concluyeron la educación secundaria por cada diez. O lo que es igual, tenemos un analfabeto funcional y medio por cada potencial genio estadounidense.

Estados Unidos no alcanzó estos guarismos mágicamente. El país llegó a invertir picos de hasta el 30 por ciento de toda la riqueza generada por su economía en la educación pública, entre 1920 y 1970. Los resultados se pueden observar en los registros de la Real Academia Sueca de Ciencias. Entre 1900 y 1933, Estados unidos solo había obtenido siete premios Nobel; entre 1933 y 1970 alcanzó setenta y siete distinciones.

La educación de calidad estimuló la generación de un número cada vez mayor de investigadores e inventores. El Estado alimentó las ciencias financiando todo tipo de investigación, lo que incluso atrajo a las mejores mentes de todo el mundo (23 ganadores del Nobel de los Estados Unidos no son estadounidenses de origen). La innovación resultante revolucionó la economía. Y una economía creciente retribuyó con mayores impuestos al Estado.

La fórmula es harto conocida. Es exactamente la misma que aplicaron todos los países que alcanzaron el desarrollo. Algunos de los últimos convirtieron la búsqueda de una educación de calidad casi en obsesión política. Como Corea, que compite todos los años por mantener en los índices de evaluación educativa a escala mundial su primer lugar en resolución de problemas, su tercer puesto en matemáticas y su onceavo lugar en física y química.

Es obvio que en Paraguay no vamos a lograr el milagro dejando el problema en manos de la clase política cuasi analfabeta que nos gobierna.

Le invito pues a abandonar su silla y a participar el año próximo de nuestra propia versión de los indignados.

Movilicémonos por la educación. Hay que salvar el futuro.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 04 de Diciembre de 2011, 01:00

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