PLATA DULCE
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
Si queremos medir el nivel de eficiencia de un Estado, nada mejor que revisar el gasto público. El presupuesto paraguayo es un dibujo grotesco que refleja la total anarquía con la que se vienen distribuyendo el dinero de los contribuyentes y las jugosas remesas de Itaipú a lo largo del tiempo.
Ya sabemos que en la nómina del Estado encontramos un reparto tan absurdo que puede albergar salarios de cerca de 20 millones de guaraníes para un gerente de fotocopias en el Congreso y otro de menos del mínimo salarial para un turno docente.
El monto de la remuneración está determinado por el nivel de enchufe político, la capacidad de presión sindical o la acumulación de privilegios, casi nunca por la importancia que tiene para el contribuyente el rol que ejerce el funcionario y menos por los resultados que obtiene.
Con el reparto de las remesas de Itaipú se repite la misma anarquía.
Itaipú remesa al Paraguay royalties por el uso de las aguas del Paraná y compensación por la cesión al Brasil de parte de la energía que nos corresponde. Desde hace años, la mitad de los royalties y un cuarto de esa compensación se distribuyen entre gobernaciones y municipios de acuerdo con un criterio confuso, que incluye la cercanía de la hidroeléctrica y el número de habitantes.
Esta atomización del dinero hizo que se perdiera de vista el volumen increíble de plata que viene fluyendo desde la Binacional sin que haya resultados visibles, salvo la aparición de una legión de nuevos ricos en cada zona.
Solo entre el 2009 y el 2017, gobernaciones y municipios recibieron en conjunto la friolera de 1.250 millones de dólares, dinero suficiente para dotar de alcantarillado sanitario a todo el país, o cambiar por completo la red de distribución de energía eléctrica, o construir docenas de hospitales públicos o cientos de colegios de primer nivel, o asfaltar un cuarto de todas las rutas interdepartamentales.
Es casi imposible evaluar el impacto que tuvo el gasto de todo ese dinero en conjunto porque cada Municipio, grande o minúsculo, y cada gobernación ejecutó los fondos como quiso.
Para colmo, el reparto nada tiene que ver con las necesidades de cada región. En ese lapso, el departamento más pobre del Paraguay, Caazapá, recibió 53 millones de dólares, mientras que Itapúa, la región más próspera, obtuvo 235 millones de dólares.
En solo ocho años, la Municipalidad de Ciudad del Este alcanzó transferencias por más de 40 millones de dólares, mientras que la Municipalidad de San Pedro apenas llegó a cuatro millones.
El reparto no premia eficiencia. El que gasta mejor no recibe más ni quien gasta mal recibe menos.
Lo más grave es que esta distribución de plata dulce atrofió a la mayoría de los municipios que no construyeron músculo institucional porque no necesitaban recaudar; simplemente se sientan a esperar que lleguen los royalties y la compensación.
Llegó el momento de revisar este despilfarro. No está mal que busquemos generar más ingresos públicos, pero corrijamos también los gastos, incluyendo el que se paga por plata dulce.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 25 de Noviembre de 2018
