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CELSA RAMÍREZ
10 de Mayo de 1950
 
CELSA RAMÍREZ


Datos biográficos:

CELSA RAMÍREZ : Era un día 10 de mayo de 1950 cuando en Guarambaré, Departamento Central, nació Celsa Ramírez, hija de José Nicolás Ramírez y María Lina Rodas, ambos trabajadores asalariados y ambos militantes del Partido Comunista Paraguayo, PCP, organización sometida a una feroz persecución con posterioridad a fin de la contienda civil de 1947, apenas desde tres años antes del nacimiento de Celsa.

Sobre todo por la implacable persecución de que fuera objeto la pareja, María Lina y José Nicolás fueron a vivir a Buenos Aires, Argentina, por largo tiempo. María Lina trabajaba en una fábrica de ropas de vestir, mientras que José Nicolás era obrero de la construcción. Además de sostener a Celsa, María Lina enviaba regularmente un poco de dinero a su madre, Romualda Rodas, quien residía en la ciudad de Itá. Y fue justamente cuando la madre de María Lina enfermara que ella vino al Paraguay, en mayo de 1968, siendo detenida por la Policía Política.

La madre de Celsa estuvo recluida en los calabozos del stronismo durante casi 10 años, siendo liberada el 30 de marzo de 1978, yendo de inmediato a Buenos Aires a juntarse con su marido, José Nicolás, ya muy enfermo por entonces. En 1979 quedó viuda, por lo que finalmente se trasladó a vivir a Formosa, junto con Celsa, ciudad fronteriza con Paraguay.

LA REPRESIÓN DE 1975

A comienzos de los años 70 el stronismo puso en libertad a Derlis Villagra, la mayor promesa juvenil del Partido Comunista Paraguayo, PCP, preso desde que Pastor Coronel asumiera la jefatura del Departamento de Investigaciones de la Policía, a comienzos de la segunda mitad de los años 60.

Poco antes de retornar al Paraguay, Derlis formó pareja con Celsa Ramírez. Ellos acompañaron activamente el proceso de reorganización del partido, que liderara Miguel Ángel Soler, entre los mayores, y Derlis Villagra entre los jóvenes.

El vigoroso trabajo se hizo con cierto descuido, pues lo cierto es que el partido reorganizado estaba en las manos de sus dos “técnicos”: Olegario Rodríguez, entre los mayores, y Taurín Portillo entre los jóvenes. Tanto Soler como Villagra eran plenamente conscientes de la peligrosidad de la distorsión, pues si bien había facilitado la rápida estructuración del esquema político clandestino, el riesgo era proporcional a la distorsión, demasiado grande.

A finales de noviembre se desencadenó la represión al Partido Comunista, siendo justamente los “técnicos” los que inicialmente fueron detenidos. La consecuencia fue terrible, pues en días se desmanteló por completo la organización. Miguel Ángel Soler fue detenido en Fernando de la Mora, cayendo con él el archivo de la incipiente organización. Derlis Villagra y Celsa Ramírez estaban viviendo en Asunción, en una casa alquilada en el barrio Republicano.

Cuando efectivos de la Policía Política fueron hasta el lugar, Celsa, embarazada de más de cuatro meses de su primer hijo, se encontraba sola; fue detenida el 29 de noviembre en esa casa, la que terminó siendo literalmente rapiñada. Derlis no se encontraba en la casa, pero fue detenido y “desaparecido”.

En diciembre de 1975 el intento de reorganización partidaria se había desmontado casi por completo. Sus principales líderes habían sido detenidos y los que consiguieron escapar salieron del país. Los principales jefes del PCP: Miguel Ángel Soler, Derlis Villagra y Octavio Rubén González, fueron “desaparecidos”, técnicamente hablando; en realidad fueron vilmente asesinados, circulando varias versiones sobre las circunstancias en que ello se diera.

Se dijo, por ejemplo, que Derlis había sido amarrado en cruz a un crucifijo gigante, forzando el estiraje de los miembros superiores e inferiores; que Soler le lanzó un escupitajo al jefe del Departamento de Investigaciones, Pastor Coronel, quien le respondió con una patada a la altura del pecho, que a su vez le provocó un paro cardiaco… Se dieron otras versiones, pero nunca se comprobó la veracidad de las mismas; lo cierto y lo concreto es que los tres jefes comunistas desaparecieron; nunca se supo a ciencia cierta qué pasó con ellos.

Celsa Ramírez fue privada de su compañero, pareja y camarada. Tenía apenas 25 años y esperaba un hijo del joven líder comunista. Además, su madre estaba presa y su padre, comunista también, estaba enfermo, en el exilio, en Argentina. Estaba ante una severa adversidad, pero sabía que tenía mucho que honrar y se dispuso a “enfrentar al enemigo”.

BRUTALES TORTURAS

En la sección denominada de “Vigilancia y Delitos”, repartición clave del Departamento de Investigaciones, ya que allí se realizaban las principales operaciones de torturas a los detenidos, se alojó a Celsa Ramírez. La Policía Política sospechaba que ella estaba en conocimiento de muchas cosas con respecto al trabajo partidario, ya que era la pareja de uno de los principales referentes del comunismo paraguayo.

Embarazada de más de cuatro meses, el estado de gravidez de Celsa era visible para todos. Para los investigadores, ese hecho en nada resultó relevante; trataron a Celsa con el mismo rigor con que trataban a los demás prisioneros sometidos a interrogatorios: golpes, descargas eléctricas e inmersiones en la “pileta”.

Los policías la mantuvieron en un pequeño calabozo, tan pequeño que ella dormía en posición fetal en el lugar, pues por sus dimensiones resultaba imposible extender las piernas. Además, Celsa fue forzada a presenciar las torturas que se propinaban los presos comunes entre sí, por orden de los policías, lo que se hizo con la deliberada intención de minar su moral.

Durante los primeros 15 días la tortura fue permanente, repetitiva; en ese período Celsa permaneció engrillada en las piernas, por lo que se le formaron llagas. Los grillos apenas se le retiraron cuando las llagas comenzaron a descomponerse. Con esposas en las manos, ella permaneció durante dos meses y medio. La prohibición de establecer comunicaciones con personas de fuera del lugar de reclusión se extendió durante tres largos meses.

Desde “Vigilancia y Delitos”, Celsa fue conducida a otro centro de reclusión: la Comisaría de Fernando de la Mora, aunque del mismo modo la tenían siempre con esposas, aunque en una sola mano, conectada a un banco. Lo único que ella consiguió es que le cambiaran de mano esposada cada cierto tiempo.

El 21 de abril de 1976 nació su hijo Derlis Miguel, para lo cual Celsa fue trasladada de la Comisaría de Fernando de la Mora al Policlínico Policial “Rigoberto Caballero”. El parto no presentó dificultades y Derlis Miguel se convirtió en el preso político más joven del Paraguay. Ni bien nació, Celsa y su hijo fueron a su lugar de reclusión, Comisaría de Fernando de la Mora, de donde saldrían solamente meses después, el 6 de setiembre, para ser llevados al Campo de Concentración de Emboscada.

CAMPO DE CONCENTRACIÓN

El traslado de Celsa (y Derlis Miguel) al Campo de Concentración de Emboscada tuvo diversas significaciones para ella, algunas positivas y otras negativas. Entre las cuestiones positivas se destacaron tres, de inmediato:

Por una parte, al entrar en contacto con todos sus compañeros, tuvo una información más acabada sobre los alcances de la represión, así como sobre la suerte que a cada cual le correspondió.

Por otra parte, pudo entrar en contacto directo con las verdaderas leyendas vivas del Partido Comunista Paraguayo, PCP, los presos políticos más antiguos del continente, por cuya libertad tanto había luchado: Antonio Maidana, Alfredo Alcorta y Julio Rojas.

Finalmente, el hecho de estar con muchos compañeros de sueños y de lucha le pareció un ámbito más propicio para el buen crecimiento de Derlis Miguel, su hijo.

Entre las cuestiones negativas se destacaron dos, de inmediato:

Por una parte, la falta de informaciones fidedignas sobre la suerte y el paradero de su compañero y pareja, Derlis Villagra. Escuchó versiones sobre su suerte, de hecho, pero ninguna de las informaciones merecía crédito suficiente.

Por otra parte, el Campo de Concentración estaba superpoblado, con más de 500 prisioneros en una estructura capaz de soportar como máximo 300, y reglas muy rigurosas, entre las que se destacaban el intento de someter a los presos a trabajos forzados, la imposibilidad de permanecer en espacios abiertos (Que abundaban) y el régimen de visitas cortas (De 5 a 10 minutos).

Los prisioneros se organizaron y enfrentaron a las autoridades militares y policiales, y en poco tiempo consiguieron mejorar radicalmente las condiciones de reclusión. Es interesante el hecho de que el Campo de Concentración estaba custodiado por policías y militares, una fuerza conjunta creada por el general Alfredo Stroessner para la lucha contra-insurgente. De hecho, el jefe máximo de la prisión era un militar: coronel José Félix Grau.

Celsa Ramírez acompañó las luchas de los prisioneros, lo que sobre todo resulta esencial dejar expresamente sentado si se tiene en cuenta que los presos fueron divididos en sus opiniones. Los directores pedían “buena conducta” y aseguraban que la “buena conducta” o “mala conducta” incidirían sobre la suerte definitiva de cada cual. Uno de los encargados de fiscalizar el comportamiento de los presos era un sacerdote, el “Pa´í Ramón Mayans”, muy amigo del jefe de Investigaciones, Pastor Coronel, y “negociador” de la liberación o no de los prisioneros políticos.

Celsa compartía con otras prisioneras una situación similar, como las parejas de Carlos José Mancuello y Octavio Rubén González, también desaparecidos. De hecho, entre 1976 y 1977 los presos presionaron de diversas maneras por la aparición con vida de los mismos.

Un elemento digno de destacar es que pese a la severa adversidad que Celsa soportara en esos años, sobre todo por la desaparición de su pareja, no dejó de mostrarse alegre y cooperadora con sus demás compañeras y compañeros. Ella poseía una serie de cualidades artísticas, sobre todo en la ejecución del arpa, por lo que participaba activamente de los festivales o “peñas” que se organizaban en el Campo de Concentración los días de visita, para distraer a los familiares de los prisioneros políticos.

LA LUCHA POR SU PAREJA

Pese a que todo indicaba que la desaparición de Derlis Villagra sería definitiva, Celsa no dejaría de presionar a las autoridades por la aparición con vida del mismo, lucha en la que encontraría la plena solidaridad de sus compañeros de adentro y de afuera de la prisión.

La medida más drástica consistió, de hecho, en la huelga de hambre que Celsa declara en compañía de otros presos políticos, reclamando la aclaración sobre la suerte corrida por los presos llamados “desaparecidos” y la liberación de todos los prisioneros políticos. Esa huelga de hambre se inició el 11 de junio de 1978 y tuvo el apoyo de dos instancias de lucha legales, de fuera de la prisión: la Asamblea de Familiares de Presos y la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH.

La JPDH trabajaba de manera articulada con los familiares de los presos y desaparecidos, organizando diversas jornadas de lucha, entre las que se destacaron tres: la ocupación de la Nunciatura Apostólica, la visita relámpago al Congreso y la invasión de los jardines del mismo Palacio de Gobierno por los familiares.

La huelga de hambre en cuestión se hizo articuladamente y tuvo alto impacto no solamente por eso, sino porque existía una coyuntura favorable para ese tipo de combates, desde que los Estados Unidos de América comenzara a promover la redemocratización de los diversos países de América Latina, incluyendo a Paraguay.

Celsa se vio forzada a abandonar la medida de fuerza después de un mes y doce días; el 23 de julio tuvo que acompañar al hijo, Derlis Miguel, al Policlínico Policial, donde se lo internó por un malestar. Después de ingerir alimentos, ya bien recuperada, Celsa y Derlis Miguel fueron llevados a la Comisaría de Fernando de la Mora, el 4 de agosto –no ya al Campo de Concentración de Emboscada– y pocos días después, el 10 de agosto, Celsa y Derlis Miguel salieron en libertad.

Desde afuera, al igual que los demás que iban saliendo en libertad, Celsa acompañó las campañas por la liberación de todos los prisioneros políticos del Paraguay. En ese campo, el general Alfredo Stroessner estaba soportando una dura derrota, pues el Campo de Concentración se estaba desmontando, mientras que la mayor parte de los presos recobraban su libertad.

Un acto especial se dio a fines de 1978, la campaña “Por una Navidad sin Presos ni Desaparecidos”, que convocó a miles de personas y resultó decisivo para la completa liberación de todos los presos. Fue tan relevante que los partidos de oposición democrática aprovecharon ese marco para lanzar el naciente frente anti-dictatorial, el “Acuerdo Nacional”, integrado por los partidos Liberal Radical Auténtico, Revolucionario Febrerista y Demócrata Cristiano, además del Movimiento Popular Colorado, MOPOCO.

DE NUEVO AL EXILIO

Pero la masiva liberación de los prisioneros políticos no significaba el fin de la represión política en el país. La situación había mejorado ostensiblemente durante 1979, pero en marzo de 1980 se produjo un grave incidente que traería de vuelta a flor de piel todos los temores sobre una extendida represión política.

Entre el 7 y el 8 de marzo de 1980 una columna de 20 campesinos –incluyendo a dos mujeres– tomó por asalto un ómnibus de línea y anunció el inicio de la lucha armada contra el stronismo. El Gobierno movilizó 5.000 efectivos militares para sofocar el levantamiento y en el marco del enfrentamiento entre insurgentes y represores, el 11 de marzo del 80, murieron fusilados 10 de los campesinos que se habían alzado en armas.

A eso le siguió, obviamente, una fuerte represión; uno de los presos, ya anciano, murió en el Departamento de Investigaciones.

A partir de esa fecha, 7 y 8 de marzo de 1980, se instaló en todo el país un clima abiertamente represivo, en cuyo marco el Comité de Iglesias aconsejó a algunos políticos de izquierda a abandonar el país. Entre estos, se le sugirió a Celsa Ramírez, y a su nueva pareja, Carlos Salaverry, a hacer lo mismo.

Ambos fueron al Brasil, que por entonces comenzaba a abrirse políticamente. No era aconsejable, de hecho, instalarse en la Argentina, aún sometida a un peligroso régimen militar, capaz de asesinar o hacer desaparecer a cualquier activista de izquierda.

Celsa y Carlos viajaron a San Pablo, Brasil, el 7 de abril. Celsa estaba embarazada y el 11 de ese mes, apenas cuatro días después de llegar al exilio, estaba naciendo uno de los tres hijos más, además de Derlis Miguel, que tendría con Carlos Salaverry.

En el Brasil, Celsa y Carlos participaron de un rico proceso social y político. Ese año, aunque parezca un contrasentido, se fundó primeramente el Partido de los Trabajadores, PT, bajo el liderazgo de Luiz Inacio “Lula” Da Silva, y dos años después se estaba creando la Central Única de los Trabajadores, CUT, liderada por el mismo equipo que coordinaba “Lula”. O sea, primero surgió el partido político, después la central sindical.

Celsa acompañó ambos procesos, tanto social como político, pues tenía relaciones con líderes sindicales y políticos relacionados con el PT, que se habían mostrado muy solidarios con ellos desde que llegaran. Se instalaron en una ciudad industrial que lindaba con San Pablo, de nombre Osasco, que solamente perdía en importancia económica para lo que se llamaba el ABC paulista: Santo André, San Bernardo y San Caetano.

Obviamente que desde el exilio, Celsa acompañó, también, todas las actividades realizadas para apoyar la lucha por la democratización en el Paraguay. Fueron años de lucha continua, de permanente búsqueda de soluciones para todos los países de América Latina. Los paraguayos, de una u otra forma, siempre se organizaban para sumar fuerzas, sobre todo considerando que los militantes brasileños tenían su “Comité de Apoio a los Estranjeiros”.

Ni bien cayó el general Alfredo Stroessner, Celsa Ramírez y sus hijos (Ya estaba separada de Carlos Salaverry) retornaron al Paraguay y se instalaron en la ciudad de Itá, a un poco más de 30 kilómetros de la capital. Celsa siempre dijo “presente” toda vez que se la convocaba y nada testimonia de manera tan irrefutable que hizo posible que sus genes y el de su primera pareja irían a incidir, cuando con alegría pudo ver cómo su hijo mayor, Derlis Miguel, cuyos padres fueron Celsa y Derlis Villagra, se convertía en un destacado militante.

Obs. : Retrato corresponde al artista FEDERICO CABALLERO

Fuente : REBELDES POR LA PATRIA, por ROBERTO PAREDES . SECRETARÍA DE LA MUJER DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA ( www.mujer.gov.py ). Comité de género de la ITAIPU BINACIONAL. COLECCIÓN KUÑA REKO. Editorial SERVILIBRO. E-mail: servilibro@gmail.com / Web: www.servilibro.com.py. Asunción, Paraguay, 2011.





 

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