PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
MANUEL PEDRO DE LA PEÑA (+)

  BOSQUEJO DE LA BIOGRAFÍA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ, USURPADOR DE LA PRESIDENCIA DEL PARAGUAY - Por MANUEL PEDRO DE LA PEÑA


BOSQUEJO DE LA BIOGRAFÍA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ, USURPADOR DE LA PRESIDENCIA DEL PARAGUAY - Por MANUEL PEDRO DE LA PEÑA

BOSQUEJO DE LA BIOGRAFÍA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ,

USURPADOR DE LA PRESIDENCIA DEL PARAGUAY

 

Carlos Antonio López nació en el Paraguay como a fines del año de 1790 su padre Cirilo López, de naturaleza y linaje poco conocidos, pues se ignora parentesco alguno por parte de este progenitor, y sin más recurso de fortuna que el de sastre remendón.

Su madre Melchora Ínsfran[sic], descendiente de la casta de color, por parte de sangre, y por la de apellido de unos amos Isfranes, su genio tétrico y desapacible, dominada siempre de la atrabilis, que se ha comunicado a sus hijos.

Basta decir que Cirilo López fue un sastre remendón, y su madre una Ínsfran postiza. para señalar su posición social en aquella época de preocupaciones, y que hasta hoy, aunque más descoloridas, siguen en el país, que espera de la civilización el nivel que se adquiere en el aprecio de toda industria honesta.

No se refiere esto para preguntar aLópez: López: ¿quiénes fueron sus padres y abuelos?, sino para verse si ha degenerado o no, verse lo que él es, y hacerle saber que no porquela casualidad lo ha hechopresi­dente usurpador, ha de imponer a hombres libres con susnuevos títulos, y fausto, sino a esclavos vanos y y frívolos que no tienen verda­deras ideas de la grandeza; que no porque se cometió el abuso y el delirio de elevársele al poder sin haber jamas hecho un bien al estado, dejará dejará de ser un cobarde usurpador e impostor, un pérfido, un malvado, un mentiroso y un traidor a la patria, que ni tiene tronco ilustre, ni nuncaserá el un ramo con esplendor, para para la nueva dinastia que pretendeformar. Pero volvamos a Cirilo y su mujer.

Esta familia vivió primeramente en los suburbios del pueblo en la parte denominada Sanguinas, receptáculo entonces de gente in­moral y soez; y después pasó a establecerse a una legua de la ciudad, cerca de la Recoleta, a la entrada de los montes de Manorá, frente al matadero o tablada para el abasto, madriguera de ladrones, asesi­nos, y de todo lo perteneciente a los vicios de aquellos carniceros, de que estaba rodeado el paraje Manorá, que en guaraní quiere decir lugar de muertes o para muertes.

En estos parajes, y a la vista y roce de estas gentes, fue nacido, criado y educado nuestro Carlos Antonio, conocido igualmente por Caro Manorá, sin más arbitrios que los que adquiría el remendón de su padre, algunos desechos de las entrañas de reses de las carnice­rías, y la protección de los religiosos recoletos.

Siendo mayorcito lo entregaron sus padres al favor y caridad del señor don Pedro Cálcena y Echeverría, y de su señora doña Jua­na de la Mora, quienes lo recibieron en su casa de la ciudad y le proporcionaron los estudios de latinidad y filosofía peripatética que se enseñaban en el país.

En estas aulas demostró ya un carácter misántropo, insolente y pedante. ¡Qué podía aguardarse del lugar de su cuna Sanguinas, y del paraje de su crianza Manorá! Nótese lo que más tarde se ha visto y se está viendo.

Taciturno y retirado, esquivo para el trato social en edad tan tierna, dejó ver su inclinación particular a la misantropía, que le llamaba al silencio y retiro, huyendo de la comunicación de los hom­bres, como aborrecedor de ellos.

Al defender actos o conclusiones, siempre manifestó bastante necedad y sobresaliente cinismo; nunca supo respetar categoría o dignidad alguna; su soberbia se avanzaba a querer con imprudencia descollar sobre todos, dominarlos, tanto que hubo hombres de respe­tabilidad que se dejaron decir: ¡Cómo se conoce que a este imberbe no le han sacudido en la escuela! Y su mismo hermano Fray Basilio López, religioso franciscano, varias veces asombrado de tanta desfachatez, dijo en público: ¿Qué pensará este mocoso para ser tan desver­gonzado?

Nada le importaba el medio ruin de la procacidad o desvergüen­za en las disputas, desde que veía que era el eficaz para negociar los aplausos de docto, y más oportuno le era para ganar crédito, delirar con temeridad e insolencia que discurrir con juíciosidad y decencia. La moderación y prudencia de algunas respetabilidades del país le cedieron el campo en estas luchas literarias, mucho más cuando abusó de aquella actualidad, respecto a la variación del sistema de gobierno, en que ya se hacia sentir el de la tiranía de Francia, y gravitaba hasta sobre los pensamientos. Hasta llegó a armarles el garlito de proponerles de que: Si era justo o no matar a un tirano, y otras conclusiones o tesis semejantes, con que ponía en derrota a todos.

Ningún hombre discreto se atrevió a luchar con él por ver el arma vedada de que haba uso, y así de que obtuvo el triunfo de ocupar las cátedras de filosofía tomística peripatética, y de teología, en que se hizo tan insoportable, que muchos estudiantes exaspera­dos de su despotismo y altanería al dictar y enseñar, abandonaron las aulas, lo que dio lugar a que el dictador Francia las suprimiera.

Aquí fue cuando nuestro Carlos Antonio quedó sin recurso algu­no, sin más saber que su latinidad y filosofía del peripato; pobre y arrinconado en la casucha de sus padres en Manará, perteneciente a él y a sus cinco hermanos.

Falto, pues, de medios para subsistir, dio en hacerse tinterillo, para lo que se acercó a un antiguo abogado formado de igual modo, don Mariano Laríos Galván, cuñado del dictador Francia, munido de todas las embrollas con que aparecen algunos de esta profesión, y fue quien lo formó leguleyo, y le hizo aparecer libelando en la palestra judicial, sin más norma que la que recibió de su maestro, y de la que observaba en la práctica caprichosa del dictador Francia.

De esta suerte apareció nuestro Carlos Antonio con los títulos de abogado del Paraguay, con los humos de haber sido catedrático de latinidad yfilosofiay si audaz fue en las aulas, se hizo sobresaliente en la nueva profesión.

A pesar de las ventajas que pudo darle este ejercicio, jamás llegó a adelantar,por su genioinsolente y de misántropo con que ahuyen­taba a sus patrocinados. Vio con esto que su abogacía de su estado de pobreza y aislamiento, y además, expuesto siempre a precipitarse por su escasez ycodicia, a ser víctima de Francia, tomó luego el partido de buscar una mujer rica bajo cuya sombra pudiera llenar sus deseos; y al afecto se casócon la señora doña Juana Pabla Carrillo, huérfana de padre, y educada en el partido de Ibiraí, su su madre doña Magdalena Viana, señora de clase decente, pero de genio adusto y esquivo hasta el extremo de huir de todo trato de gentes de su clase; y su padrastro don Lázaro Rojas de Aranda, así mismo de estirpe decente, pero de maneras vulgares y costumbres propias de un hombre que envejeció en sus posesiones de campo, quienes convinieron en dicho enlace, o tal vez le proporcionaron por circunstancias particulares.

Desde esta época se le vio aparecera nuestro abogado de Mano­rá don Carlos Antonio López con fortuna, y hecho él afin de familias decentes del pais;y sobre todo sustraído de la necesidad a que lo exponían su pobreza y avaricia para caer en la vorágine de Francia.

Habiéndose adquirido la reputacion de catedratico y la de abo­gado bajo el tono de gran prosopopeya, no dejaba de imponer en aquellos estados de Manorá, seguro de que la gravedad es unmiste­rio del cuerpo inventado para ocultar los defectos del espiritu,ysi es propasada, eleva al seto al grado de oráculo.

Su vestir fue siempre el de los paisitos, que son los compadritos de alli,paraquienes era considerado superior, y el valentón literato que toman, y para los discretos del pueblo, el remedo del dictador Francia; no conoció nunca el frac, ni la levita, sino chaqueta corta y pantalones largos, que los doblaba en los extremos, y el poncho de bayeta odelistado azul y blanco, que era su capa de costumbre.

Su porte y estilo eran una mezcla de lo civil y rustico, con que unas veces ocupaba el rol de decente y otras el pillo de Manorá.

Apoyado en el renombre con que se había creído hallarse inves­tida, de abogado y sabio, y que observando la conducta sombría y de misántropo que le era natural, y tenía Francia, le adquiriría más reputación, dio en imitarla, identificándose a él en cuanto le fue posible; jamás pudo entender que el amor propio se subleva contra una alma altanera que todo lo quiere sojuzgar, y que todos aprecian leer sobre una frente modesta los hechizos de la afabilidad; y sólo a veces, haciéndose violencia, buscando agrado, presentaba el rostro con una sonrisa fingida de meretriz, forzado de lo dicho, de que siem­pre se estima la modestia y se aborrece la presunción, y que cuanto más se muestra el rostro afable, más agrada y se concilia el cariño,

Para los hombres de inteligencia era el anuncio del terror; no se acercaban a él sino por necesidad; sólo se hacía accesible a las perso­nas de quienes podría sacar ventajas; no servía sino a los ricos y en asuntos que no desagradasen al dictador, cuidando de aparecer con­forme con todo el sistema dictatorial y evitando todo peligro, hasta permitir que sus libelos fuesen corregidos por personas favoritas de Francia, que saliesen responsables a cualquier cargo, aunque estos fuesen ignorantes y corrompidos, tal como un tinterillo N. Larrea.

Hízose el enemigo capital de todos los de su profesión en el país y usó siempre para con ellos de su arma vedada a favor del dictados, como también la de su procacidad, de su audacia, de sofismas y paralogismos.

Jamás arguyó ni defendió litigia alguno con razones sólidas ni pudo contrarrestar a los señores Molas, Loizaga y Zalduondo, sino con diatribas, insultos e improperios; nada de alma generosa y noble, todo de muy común y muy pequeño; pequeñas ideas, pueriles senti­mientos; ni sublime talento, ni corazón magnánimo.

Después de casado, con la fortuna de su esposa, era necesitando mendigar favores para su subsistencia, se retrajo más de los nego­cios judiciarios, y se contrajo al usufructo de los bienes dotales, de­jando su choza de lado y pasando a vivir a la chacra de su cansar­te, una legua al norte de la Recoleta, partido llamado de Ibiraí, donde alcanzaban las auras de su fama y los humos de los jaques de Manorá, allícomenzó a engrosar y vino a quedar como un tonel, sacando el -vientre de los malos años anteriores.

Como llegó el caso que los demás abogados que aparecían en las luchas judiciales, y no podan por sus circunstancias de escasez re­traerse de su ejercicio, fueron víctimas de la tiranía del dictador, ya perdiendo la vida, ya cayendo en prisión, se hizo nuestro don Carlos como más necesario, no sólo para patrocinar clientes, sino para ase­sorar jueces. Es gran desdicha cuando estas entitátulas se hacen necesarias!

El dictador Francia, que no quería que nadie apareciese como necesario, viendo la posición que nuestro don Carlos asumía, mandó poner en libertad a los abogados Molas y Zalduondo, quienes pronto lo anonadaron, y le hicieron entrar en su guarida y círculo de Ibiraí y Manorá.

Así se hallaba don Carlos A. López en 1840, cuando la parca amenazaba cortar en el mes de setiembre el estambre de la vida del dictador Francia; pero quiso la suerte fatal que unos meses antes de su muerte volviese a poner en prisión al doctor don Mariano Molas, quien conocía las tendencias de López, lo que le imposibilitó de obrar contra él y poner barreras para salvar la libertad de la patria, des­pués del fallecimiento del dictador Francia.

Muerto éste, quedaba en libertad don Juan A. Zalduondo, otro que lo conocía igualmente, y tal vez el único que lo contendría, lo que conoció López, y se retiró cobarde a la estancia de su esposa en la villa del Rosario, 40 leguas de la capital, buscando sepultarse en el olvido, donde permaneció mientras estuvo libre Zalduondo.

Así que éste llegó también a caer preso como Molas, bajó a la capital, movido de su ambición al mando, a aprovecharse del éxtasis o estupor en que yacía el pueblo a consecuencia de treinta años de terror, y del predominio de las ideas dictatoriales que aparecían en la tropa, valiéndose López de ellas y haciendo resucitar la opinión de su conducta idéntica a la del finado dictador, apoyada por su suegro o

compadre don Lázaro Rojas, por su primo don Pedro N Fernández, por su compadre don Benito Varela y por otros de paisitosde Ibiraí y Manorá.

López, que se había siempre negado a manifestarse claramen­te,porque no eran virtudes las que tenía que mostrar, López que se había hallado impedido para hacer muchas malas obras, pero que nunca había reprimido sus malosdeseos, apareció en la Asunción del Paraguay a aprovecharse de la parálisis de un pueblo que estaba absorto por haber perdido su ser y su vigor.

Una población perlática, por la tiranía que había sufrido, ado­leciendo de las preocupaciones que había heredado de la España, y las había fomentado Francia contra todo extranjero, declarándolos enemigos de la patria; que le hacia creer que la mayor parte de las familias decentes del paísa eran perturbadoras y traidoras; que no sólo los hombres que estaban presos, sino los que habían estado también, casi todos de la clase decente y sus parientes, eran traidores a la patria y al gobierno; y que solamente las tropas y sus emplea­dos eran fieles yleales, y podían contarse como verdaderos patriotas; tuvo que sufrir nuevamente el yugo del despotismo y arbitrariedad de estos, que colocaron a su cabeza de corifeo a nuestro Carlos Antonio, como inmaculado de todos los pecados que los otros adolecían.

Sorprendidos todos, tuvieron que callar y soportar el nuevo yugo de tiranía del sabio de Manorá, que desde entonces se ha hecho tan terrible e insoportable.

Tal es el bosquejo cierto, aunque sucinto, del nacimiento, clase, educación, costumbresy tendencias de don Carlos Antonio López, así como de los medios que empleó para apoderarse del gobierno; más tarde se continuará el de su carreracomo hombre público, si­guiendo en todo el mismo orden de concisión, de claridad y de verdad, sin dejar de recordar otras singularidades, como la de que todos sus hermanos participan del mismo genio y carácter, pues se niegan al trato de la clase distinguida, franqueándose sólo a la de aquella que ,por su origen encuentran mayor afinidad.

Todos presumiendo de sabios, adustos y repulsivos, no han co­nocido las relaciones de amistad; intolerantes y déspotas, jamás han podido soportarse entre sí, que siempre alejados, siempre enemista­dos, han demostrado la ausencia absoluta de toda afección fraternal, debiendo notar que entre estos hermanos se cuentan dos solteronas, a las que el pueblo paraguayo no ha visto una sola vez acercarse, ni en casos de enfermedad, a hermanos colocados en tan alta esfera, Presidente y Obispo.

M. P de P.

[El Grito Paraguayo, Buenos Aires, 25 de noviembre de 1858]

 

Fuente: LA DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY. Por RICARDO SCAVONE YEGROS. Editorial SERVILIBRO. Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ. Diagramación: GILBERTO RIVEROS ARCE. Asunción – Paraguay, Noviembre, 2011 (242 páginas)






Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA