GUERRA COMERCIAL Y TRAGEDIA

 Por ALBERTO ACOSTA GARBARINO

La noticia internacional más importante de la semana ha sido la decisión del presidente Trump de elevar los aranceles de importación del acero y del aluminio, dos insumos fundamentales para industrias como la del automóvil, la aeroespacial, la construcción, etc.

Por supuesto, esta decisión unilateral de Estados Unidos ha generado la inmediata reacción de las otras potencias industriales como la Unión Europea y China, que amenazan con tomar represalias imponiendo también aranceles a determinados productos norteamericanos.

Esta situación es extremadamente peligrosa porque puede ser el inicio de una guerra comercial de incalculables consecuencias, donde todos pueden perder, pero sin duda alguna, los mayores perdedores serán los países pequeños que son muy dependientes del comercio internacional.

Una situación similar la vivió el mundo después de la Gran Depresión de 1929, cuando las economías de los países desarrollados se desplomaron y los Estados Unidos fueron los primeros en tomar medidas proteccionistas elevando los aranceles de importación de más de 20.000 productos, por medio de la ley Smoot-Hawley.

Esta decisión unilateral norteamericana trajo la represalia de las otras potencias industriales que también elevaron sus aranceles de importación, iniciando una devastadora guerra comercial que redujo el comercio internacional en más de 60 por ciento, lo que a su vez profundizó la crisis económica en cada uno de los países.

Existe un gran consenso entre los economistas de que una guerra comercial perjudica a todos, pero también existe un gran consenso de que los mayores perjudicados son los países pequeños que tienen una gran dependencia del comercio internacional.

El comercio internacional (importaciones exportaciones) sobre el producto interno bruto (PIB) de un país gigantesco como Estados Unidos representa apenas el 27% de su PIB, sin embargo, para México representa casi el 60%, para Chile un 56% y para nuestro Paraguay un 81%.

Esta decisión de Trump de iniciar una guerra comercial a escala mundial pensando solamente en los votantes de Pensilvania nos demuestra la claudicación de los Estados Unidos de su rol de líder mundial.

Esta decisión destruye toda la autoridad moral que tiene desde la Segunda Guerra Mundial, como líder en la construcción de un mundo donde reinen la democracia y el libre comercio.

El comercio entre países es bueno económicamente, porque permite a cada uno de ellos el acceso a mercados más amplios, a utilizar más eficientemente los recursos de que dispone y a importar bienes desde otros países que son más eficientes en producirlos.

El comercio entre países también es bueno para la paz en el mundo, porque permite relacionarse entre sí a personas de diferentes culturas y de diferentes valores, aumentando el conocimiento y la comprensión entre las personas que habitan la tierra.

Por eso después de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, donde murieron más de 60 millones de personas y ciudades enteras fueron arrasadas, el mundo ha ido construyendo instituciones que aseguren la paz como las Naciones Unidas, que ayuden al desarrollo como el Banco Mundial y que fomenten el libre comercio como la Organización Mundial del Comercio.

Durante más de 70 años el líder de este proceso fue Estados Unidos, pero lamentablemente en tan solo un año de gobierno de Trump se está dinamitando todo lo construido hasta ahora.

No es cierta la afirmación del presidente norteamericano de que "las guerras comerciales son buenas y son fáciles de ganar".

Las guerras comerciales son malas y todos pierden.

Pero los mayores perdedores son los países pequeños, como el Paraguay, cuya única manera de crecer y desarrollarse es integrándose a la económica mundial.

Y para eso la inversión y el comercio internacional son imprescindibles.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Domingo, 11 de Marzo de 2018

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