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Hace un año les acompaño desde esta página 52 del Gran Diario del Domingo, una larga caminata que comenzó el 21 de abril del 2019 con el artículo “Comenzar a andar por las calles de Asunción, guardadas como tesoros de la memoria” desde el barrio Gral. Díaz, el más cercano al antiguo centro de Asunción, en ese paseo desde mi antigua casa de la calle Alberdi hasta el centro a finales de los años 70, todo pasaba en la misma zona, todo quedaba cerca: una muestra de arte en la Sala Boggiani del Dante Alighieri, el “Cine Club” del Cristo Rey, un recorrido por la vieja Galería de Arte “Miró”, una “palmeada” o un café en el San Marcos.

¿A qué viene todo esto? Es que esta pandemia nos debe hacer repensar, a volver a la “territorialidad”, al barrio, a lo cercano, a la despensa, al zapatero, a la librería de barrio, al sastre, todos ellos vuelven a tener importancia. Los personajes perdidos por una sociedad frenética y sumamente individualista. De chico iba con mi padre al “Circolo Italiano” y luego a sentarnos en la mesa de los italianos del legendario café San Marcos en una Asunción que transcurría mucho más lenta y silenciosa.

Ahí estaban el Señor D’Amore, Sapienza, los Altieri o alguno de los hermanos Scavone. También estaba la mesa de los periodistas de la talla de Edmundo Andrés Vrignaud o Fernando Cazenave; la mesa de judíos, como Levy o el Dr. Isidoro Schvartzman, también la de Chiquitín Maluff o la de los Mopoco (Movimiento Popular Colorado) como Enrique Riera Figueredo, el Dr. González Casabianca o Víctor Duarte Menoret. También la tertulia de los periodistas y artistas como Mabel Valdovinos, Alfredo Seiferheld o Livio Abramo. Allí estaba también la mesa del café cultural de Ana Iris Cháves de Ferreiro y María Teresa Encina Marín o unas mesas más al fondo, “Bicho Pesoa” y su legendario sombrero.

Yo hoy confieso que a mis cortos 15 o 16 años andaba “caraduramente” saltando de mesa en mesa, de silla en silla escuchando anécdotas de un lado para el otro en ese lento centro de la Asunción de principios de los años 80.

CUATRO SILLAS Y UNA MESA

Un día, a principios de los 2000 recibo un llamado de una persona que quería vender unas sillas y una mesa que eran de un café del centro, y le pregunté de dónde eran. Me responde: “eran sillas del café San Marcos”, en ese momento me vinieron “in mente” todos esos nombres y los recuerdos –que terminaron en este sintético dibujo– que les comentaba más arriba, luego de un pequeño silencio le digo: “Amigo, las cuatro sillas y la mesa ya son mías, voy a buscarlas”.

“A VECES EL FUTURO ES EMPUJAR AL PASADO” (CÉSAR AUGUSTO MORRA)

Hoy ellas están conmigo, las miro, están ahí en silencio tratando de contar algunas “secretas historias” nunca develadas de un legendario “setentoso” pasado asunceno. A veces “el futuro es empujar al pasado” a un mundo más lento, menos “hiperconectado” y eso se puede lograr desde “el silencio del paisaje”, “desde el silencio de las sillas”.

Fuente: www.lanacion.com.py

Domingo, 19 de Abril de 2020

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