Portal Guaraní - LA “GLOCALIDAD” Y UNA FOTO DE LOS GAMELL - Por Toni Roberto

Miradas inspiradoras desde un camioncito de una Asunción que ya fue, en este caso desde la legendaria panadería Flor del Día.

Existe una división geográfica de barrios de Asunción, pero están las que hacemos nosotros mismos, conociendo perfectamente sus casas, sus veredas, su gente y hasta sus autos, que nos hablan de “glocalidad”, un término que se empezó a usar en los años 80 y que desde el punto de vista cultural se refiere a personas que estén dispuestas a “pensar globalmente y actuar localmente”, y que hoy está más vigente que nunca en esta pandemia. Ese concepto y una vieja foto de 1950 que me enseñaron los hermanos Juan y María Asunción Gamell en Sajonia se convirtieron en otro sueño de viaje por los barrios de Asunción.

Miradas inspiradoras desde un camioncito de una Asunción que ya fue, en este caso desde la legendaria panadería Flor del Día, subí imaginariamente a la carrocería y el chofer partió a un viaje “sin destino y sin tiempo” como en un viejo cuadro de la pintora Mabel Arcondo.

Recordé los recorridos de los niños de mi época en la carrocería de alguna camioneta como en la vieja pickup 504 de los Aranda Daroczi. En este camino sin tiempo le pido al chofer que me baje frente al edificio Mirasoles de Alberdi y Segunda, una “atalaya de cemento y ladrillos vistos”, una joya de la arquitectura paraguaya de mediados de los 70, diseñada por los arquitectos Patiño, Miranda y Sténico, donde subo a la azotea para mirar desde su privilegiada vista el sur de la ciudad hasta el Cerro Lambaré y al norte la vieja rivera del río y el puerto.

A veces esta pandemia nos hace dar cuenta que volar no cuesta mucho, la imposibilidad del viaje físico nos ayuda a imaginar, como aquel niño que no pudo acceder a caros juguetes y tuvo que inventar los suyos, alimentando así sus sueños.

Confieso mi predilección por las zonas de Asunción, donde no llegó la fuerte especulación inmobiliaria y me atrevería a decir “ahí donde se detuvo el tiempo”, barrios que ganaron la batalla contra el furor inmobiliario como otros que no pudieron y la perdieron como la hoy ruidosa Villa Morra. Ese dejo en el tiempo, ese silencio se convierte en una atracción turística de estos pequeños lugares perdidos en una escala humana y ciudadana.

Viajar al este hasta el barrio Herrera con su historiador el arquitecto Diego Mayereger y sus recuerdos de esas maravillosas casitas de familias que llegaron del interior en los años 40 y 50, soñando con una vida mejor en la ciudad; o a los límites de Asunción con Lambaré con la escritora y doctora Lourdes Talavera y sus borrosos recuerdos de la Escuela Chaco Paraguayo, que quedaba mitad en Asunción y mitad en Lambaré; o al norte ahí en las “atalayas” de la Chacarita Alta para que Judith Ocampo nos cante un “Nde rendápe aju” y encontrarnos imaginariamente con Flores o el recordado “Vysoka”; o al sur acompañados de Josefina “Pocha” Savorgnan y sus poesías mirando las maravillosas casas de la antigua opulencia de su vieja Sajonia; o a los recuerdos de José Luis Ardissone y el Dr. José Tomás Negrete en sus libros sobre el barrio San Roque; o a la “Guía de mi barrio” de Claudio Pusineri desde su barrio Dr. Francia.

Sigo soñando y como es domingo, me pregunto: ¿Qué cocinamos hoy? Como diría doña Clara Benza de Garofalo, yo, desde esta cuarentena inteligente, agarro recuerdos, los meto en una cacerola y voy buscando inventar un nuevo viaje, ¿podemos hacerlo? Sí. Un viaje barrial, de este a oeste y norte a sur de la ciudad. ¿Una sopa de barrios? Tal vez, practicando la “glocalidad”, total soñar no cuesta nada y para ello no necesitamos tomar un avión, volamos un rato con nuestras propias alas.

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