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ALEJANDRO MAZACOTTE

  ENSAYO SOBRE LA GUERRA DEL CHACO – TOMO I - Por ALEJANDRO MAZACOTTE


ENSAYO SOBRE LA GUERRA DEL CHACO – TOMO I - Por ALEJANDRO MAZACOTTE

ENSAYO SOBRE LA GUERRA DEL CHACO – TOMO I

ALEJANDRO MAZACOTTE

 

Ediciones NAPA

COLECCIÓN PRISMA

Asunción – Paraguay

1983 (224 páginas)

 

 

PRÓLOGO

 

            Nada hay tan halagador y satisfactorio para mi condición de veterano de la Guerra del Chaco y de miembro, de las Fuerzas Armadas de la Nación y que llene al mismo tiempo mi espíritu de sano optimismo, que el encontrar dentro de la generación de jóvenes de postguerra por lo menos algunos de ellos que se interesen por la historia de la Guerra del Chaco y dediquen su tiempo a buscar de recopilar datos sobre los acontecimientos ocurridos durante esos tres cruentos años de brava y tenaz lucha, con nosotros, que fuimos los protagonistas directos y que vamos frisando en los setenta y ochenta abriles. Es lo que me ha ocurrido al leer lo que el Doctor Alejandro Mazacotte llama "Ensayo sobre la Guerra del Chaco".

            El estudio detallado y pormenorizado que hace sobre lo ocurrido en esta guerra va a asombrar a mucha gente porque en él van a encontrar sucesos que pasaron en varias oportunidades, es cierto, pero que no son conocidos por muchos de los mismos que estuvimos en el escenario de las acciones guerreras, por tanto, protagonistas de esos hechos.

            El aleve y cobarde ataque a nuestro fortín Carlos Antonio López (Pitiantuta) por el mayor Oscar Moscoso en la madrugada del 15 de junio de 1932 contra la guarnición del fortín, compuesta de un cabo y cinco soldados, con 250 hombres, matando en su cama al cabo 1º Oliverio Talavera, jefe del fortín, mientras los cinco soldados se escapaban protegidos por los montes y la oscuridad de la madrugada, dan la idea exacta de la falacia del procedimiento que venían usando nuestros enemigos. Desde muchos años atrás sus procedimientos en el litigio que sosteníamos con ellos se caracterizaron por lo tortuoso e innoble. No podemos por tanto dejar de mencionar el asesinato del teniente Adolfo Rojas Silva, hecho ocurrido el 25 de febrero de 1927. Y digo asesinato, por la forma traicionera y cobarde en que fuera ultimado por el cabo boliviano Tejerina después de ser engañado ignominiosamente por el comandante del fortín, que lo recibió como a un visitante amistoso. He tenido la suerte de haber sido yo el que, a fines del año 1935, ya después de terminada la guerra, trajo los huesos de este heroico mártir de las tropas paraguayas, para entregarlos a sus familiares en la persona del profesor Doctor Hermógenes Rojas Silva.

            Algo parecido a este luctuoso episodio ocurrió de nuevo el 14 de diciembre de 1928 en el fortín Mariscal López en donde el Teniente 1º. Aparicio Figari Riquelme fue acribillado a balazos en dicho fortín por tropas bolivianas al mando del Capitán Froilán Callejas al acercarse a las tropas enemigas que ya se habían apoderado de otro fortín paraguayo, cuyo jefe, el Teniente 2o. Daniel Russo Padín, tuvo que huir en ropas menores salvando así su vida amenazada.

            Estos episodios que venían sucediéndose en forma casi ininterrumpida ponían a criterio de los que estábamos con la responsabilidad de guardar esas tierras, que sabíamos perfectamente que eran auténticamente paraguayas, nos daban la seguridad que la guerra se produciría en un lapso que no tardaría en llegar.

            Los hombres que vinieron sucediéndose en la conducción de los sucesivos gobiernos del altiplano estuvieron convencidos de que el lado más débil para volver a recuperar la perdida salida al mar después de su desastrosa guerra, que en unión con el Perú, sostuvieron con Chile, era apoderándose de todo el Chaco Paraguayo, dejándonos a nosotros reducidos a la pequeña fracción del territorio que constituye la región Oriental, violando descaradamente tratados, convenios y conversaciones que se hubieran suscrito y realizado con nuestros representantes en varias oportunidades desde la terminación de la Guerra de la Triple Alianza que dejó al Paraguay con apenas un poco más de 200. 000 habitantes, en su mayoría mujeres y niños.

            El Presidente Doctor Eligio Ayala, fue el hombre que como estadista y como patriota fervoroso que era, se dio cabal idea del peligro que representaba Bolivia, que no hacía sino pisotear y desconocer todas las normas jurídicas a las que los representantes paraguayos apelaban en el diferendo que sosteníamos ya desde hacía más de cincuenta años con dicho país, y que ellos pretendían solucionar por medio de las armas, basados en su superioridad económica y poblacional. Con tal motivo, nombró al General Manlio Schenoni Lugo como director de las adquisiciones militares llevando como ayudante al entonces Capitán Arturo Bray. La comisión de adquisiciones, misión tan importante y delicada, estaba constituida de sólo dos personas. La austeridad tanto del Dr. Ayala como del General Schenoni, mirando y analizando la situación económica del país, no permitía gastos superfluos.

            Las compras que nuestros ilustres representantes hicieron en Europa no se redujeron a un solo país. Se adquirieron fusiles de España y Bélgica, la artillería y los morteros de Francia, y los dos modernísimos cañoneros de Italia, estos últimos supervisados y controlados por el ingeniero naval Capitán José Bozzano, hombre de una cultura superior en aquella época y quizás hasta el presente en su ramo. Era aviador. Hablaba además del español y el guaraní; el inglés, el francés y el italiano. Era un erudito políglota.

            Los preparativos militares en el aspecto técnico continuaron con el gobierno del Doctor José Patricio Guggiari guardándose el más absoluto secreto, tanto hasta para con

nosotros, que éramos los directamente responsables de la defensa de la nación.

            Ya con el gobierno del Doctor Eligio Ayala se comenzó también a ocupar militarmente el Chaco fundando fortines frente a los que los bolivianos venían estableciendo en su penetración clandestina sistemática, que de no proceder nosotros en esa forma, hubieran llegado al río Paraguay. No faltaron, como ya hemos visto, los incidentes provocados por las tropas bolivianas. Hasta llegar a la inconcebible agresión de nuestro fortín Carlos Antonio López (Pitiantuta) que rebozó la copa. La soberbia boliviana asentada sobre la belicosidad del Presidente Salamanca y sustentada por el orgullo del ejército formado e instruido por el General alemán Hans Kundt, con las características genuinamente prusianas, creyó probablemente que el gobierno, el pueblo y el ejército paraguayos iban a recibir y callar esta nueva afrenta a su soberanía y a su orgullo de nación soberana.

            Es así como el comandante del Chaco, el Teniente Coronel José Félix Estigarribia al informar al Presidente Guggiari de lo ocurrido, ya estaba ordenando la retoma de nuestro fortín para lo cual organizó un destacamento al mando del capitán Abdón Palacios. El destacamento Palacios retomó Pitiantuta poniendo en fuga, pero en vergonzosa fuga, a igual número de bolivianos. En represalia a esta acción, los bolivianos se apoderan de nuestros fortines Boquerón, Corrales, Toledo y Carayá.

            Fue el inicio de la guerra del Chaco.

            Es lo que nos cuenta en sus más minuciosos detalles el Doctor Alejandro Mazacotte en su libro "Ensayo sobre la Guerra del Chaco", que a mi modesto entender deja de ser "Ensayo" para ser una auténtica "Historia".

            Su libro abarca conceptos sobre fechas en que se produjeron, acontecimientos dignos de ser evocados; lugares en que ocurrieron hechos de trascendencia que permitieron, muchos de ellos, la mayoría, diría yo, el desarrollo de los sucesos que fueron cambiando el curso de las acciones bélicas para inclinar definitivamente el fiel de la balanza hacia el Paraguay, y además, la cita de los hombres que intervinieron en la contienda bélica del Chaco. Pero el Doctor Mazacotte, dada la circunspección, la mesura y la prudencia que caracterizan su educación y sus procedimientos en la vida de relación, da a cada personaje que cita en sus escritos lo que realmente les corresponde. Ni regala ni quita méritos a nadie. Como suele decirse: "Al César lo que es del César".

            Y eso no es demasiado común y corriente en las personas que escriben. Bajo la influencia de la simpatía o la animadversión que se tiene hacia determinada persona se lo ensalza más de la cuenta o se lo trata de hundir o por lo menos de restarles méritos, que a lo mejor los tiene.

            La ofuscación nunca ha sido buena consejera. Hace ya bastante tiempo que conozco al Doctor Alejandro Mazacotte y lo he encontrado siempre muy equilibrado y con un total y absoluto dominio sobre sus reacciones psíquicas. No trato, al emitir estos conceptos de halagarlo, no. No es ni mi costumbre ni mi manera de obrar con mis semejantes. Téngase por seguro y cierto.

            Quiero manifestar que el Ensayo sobre la Guerra del Chaco está escrito en forma sencilla y amena y como ya manifesté más arriba, trae muchos pasajes sumamente interesantes, que sobre todo las generaciones jóvenes debieran conocer para saber apreciar en su justa medida y valorar lo que hicimos nosotros sus mayores, quienes tuvimos la suerte de ser los actores en esa hecatombe que fue la Guerra del Chaco.

            Por el valor histórico que encierra el prolijo trabajo que presenta con su libro el Doctor Alejandro Mazacotte, me permito recomendar su lectura a todos aquellos que tengan predilección por la historia de la Guerra del Chaco.

 

            Alfredo Ramos

            Cnel. D.E.M. (S.R.)

 

 

INTRODUCCIÓN

 

            Desde mi vida estudiantil comencé a leer la historia del Paraguay, matizando un poco las lecciones a veces complejas de las ciencias económicas, aunque apasionantes por sus implicancias sociales y políticas.

            Luego de leer la historia de la infausta y sangrienta guerra de la Triple Alianza, incursioné en el vasto campo de la injusta y también sangrienta guerra del Chaco, que no obstante los nobles esfuerzos desplegados por los gobiernos paraguayos de la época, no se pudo evitar. Leí libros de autores paraguayos y bolivianos. Escuché conferencias de renombrados Jefes y Oficiales, todos ellos guerreros del Chaco. Conversé y sigo consultando con distinguidos y auténticos Jefes y Oficiales excombatientes, y continúo leyendo artículos y relatos periodísticos alusivos al tema, con ánimo de aprender o cuando menos tener una idea clara de la causa y desarrollo de la pasada contienda bélica con Bolivia.

            Tuve también la suerte, aunque debido a circunstancias especiales, de visitar y observar personalmente en 1947 los fortines y lugares donde se libraron algunas de las batallas más importantes. No pocos añosos árboles presentaban aún los impactos de los proyectiles, y los terrenos dibujados de multiformes cicatrices que recuerdan las trincheras, parapetos, zanjas de comunicación, gigantescos nidos de automáticas construidos de robustos quebrachos, refugios subterráneos en los ex P.C. de los Comandos, depósitos de proyectiles en el subsuelo y cementerios, entre otras cosas. Allí comprendí y aprendí a valorar el heroico sacrificio soportado por los gloriosos guerreros del Chaco, razón por la que he decidido escribir este ensayo como el más puro y justiciero homenaje que un civil que no estuvo en la guerra puede rendir a los beneméritos de la contienda con Bolivia en el cincuentenario de aquella gloriosa epopeya. Ellos ofrendaron jirones de su vida en aras de la patria amenazada, dejando en el inmenso Chaco 30.000 muertos, tras recuperar gran parte del territorio invadido, amojonado con rústicas cruces de quebracho y regada de su sangre generosa, desde el lejano e histórico fortín Pitiantuta, hasta allende el río Parapití, como Charagua y Carandayty Moza, ya en pleno territorio boliviano.

 

            El Autor.

 

 

I. INCIDENTES MILITARES EN EL CHACO

 

            1. EL TENIENTE ADOLFO ROJAS SILVA

 

            El cadete Adolfo Rojas Silva ha terminado en forma satisfactoria sus estudios en la Escuela Militar de Asunción, llamada posteriormente Mariscal Francisco Solano López. Hizo los cursos académicos del bienio 1925-1926, siendo promovido al grado de Teniente Segundo de Infantería del Ejército, recibiendo los galones correspondientes junto a otros diez camaradas de distintas armas que también terminaron sus estudios, por Decreto No. 22.933 del 6 de febrero del año 1926.

            Rojas Silva fue un alumno talentoso y distinguido de la Escuela Militar, habiendo dado término a su carrera militar en 18 meses y no en cuatro años como era el plan de estudio entonces vigente, gracias al bachillerato que ha cursado en Montevideo, Uruguay.

            El mismo mes, por Decreto No. 22.971 del 10 de febrero de 1926, el teniente Rojas Silva fue destinado a prestar servicios junto con otros jefes y Oficiales, en el Regimiento de Infantería, "2 de Mayo", con asiento en Concepción, como Oficial de planta.

            Hallándose en servicios en Concepción, fue nombrado Comandante de los fortines Nanawa, luego Presidente Ayala, y Orihuela, con 32 soldados a su mando, de quienes 15 prestarán sus servicios en Nanawa y 17 en Orihuela, debiendo organizar dichos fortines, instruir al personal y mantener con su Comando permanente comunicación, a pesar de la falta de caminos mejorados, modernos medios de comunicación y de la distancia, careciendo en consecuencia de todo apoyo logístico.

            Completado el preparativo, salió de la ciudad de Concepción el joven y gallardo teniente el 25 de enero de 1927, con rumbo a los citados fortines chaqueños, en cuyas proximidades merodeaban personas desconocidas, especialmente de Nanawa, presumiblemente bolivianas, con misión militar y de espionaje, según versiones llegadas a conocimientos de las autoridades nacionales.

            Al llegar a Nanawa y después de hacerse cargo de la Comandancia del fortín, le confirmaron la novedad, en el sentido de que realmente rondaban el sector una especie de grupos de pillaje, cuyos integrantes sin lugar a dudas eran bolivianos.

            Para comprobar personalmente dichos rumores, resolvió organizar una patrulla a larga distancia con 2 suboficiales, 18 soldados y 2 indígenas, uno de ellos el Cacique Ramón. Iniciaron la marcha dirigiéndose hacia el suroeste, llegando el tercer día al campo del fortín boliviano Sorpresa, sitio en que sorprendió a varios soldados bolivianos que se estaban bañando en un arroyo, quienes interrogados por el teniente Rojas Silva, le contaron que el fortín quedaba de allí unos 1.500 metros, adonde resolvió llegar. Pero antes de salir, dio órdenes claras y terminantes al sargento de Sanidad Sánchez, a cuyo cargo dejó el resto de sus soldados, dirigiéndose inmediatamente al Fortín Sorpresa acompañado por los soldados Remigio Argüello, Fermín González, Teodolino Chaparro y el aborigen "Corrientes".

            Ya en el recinto del Fortín, sorprendió al Comandante del mismo el Capitán boliviano Antonio González, originándose "un fuerte intercambio de palabras entre los dos oficiales", que luego iba bajando de tono hasta llegar a conversar de modo aparentemente amistoso, a pedido del astuto anfitrión boliviano, quien desde ese momento ya ideaba acciones macabras, diciendo cínicamente a Rojas Silva que le invitaba a dormir y regresar el día siguiente a su campamento, tras un merecido descanso.

            El joven y pundonoroso teniente no pensó en la traición y aceptó la invitación procediendo con absoluta buena fe y sin pensar ni remotamente que el día siguiente debía morir.

            Esa misma noche sus tres soldados fueron desarmados mientras dormían, y al querer regresar el siguiente día, fueron declarados prisioneros por el Capitán González, a lo que el teniente paraguayo contestó casi gritando: "Jamás seré prisionero en mi propia tierra", plantándose de este modo al ruin traicionero, y ordenando en tono enérgico a sus soldados regresar juntos a sus demás compañeros.

            La reacción del Comandante boliviano no se hizo esperar. Ordenó de inmediato el apresamiento de los paraguayos, lo que pronto consiguieron con Fermín González y Teodolino Chaparro. Mientras tanto, el teniente Rojas Silva y el soldado Remigio Argüello rápidamente ganaron un alto pastizal o pajonal, matizado de pequeños núcleos de especies arbóreas, vegetaciones arbustivas de la zona y de algunas islas. Desgraciadamente, al salir de un matorral a unos mil metros hacia el campamento del resto de sus soldados, un centinela enemigo le intimó rendición, aplicándole por toda respuesta "tres golpes de yatagán sobre la cabeza". El boliviano comenzó a dar gritos desesperados pidiendo que mataran al oficial paraguayo. El cabo boliviano Tejerina que iba siguiendo a Rojas Silva que avanzaba de espaldas, disparó contra él cuatro tiros de fusil que no dieron en el blanco. Disparó el quinto que causó una herida mortal en el costado al Teniente Rojas Silva", muriendo casi en forma instantánea, según Remigio Argüello, quien al intentar tomar el revólver de su Jefe ya ultimado, fue volteado a culatazos también por Tejerina.

            "Rato después llega al lugar del hecho fuerte patrulla que al constatar lo acontecido y frente al cuerpo ya tendido en el suelo de Rojas Silva, lo ultiman a balazos en forma alevosa. El cabo Tejerina fue ascendido y declarado héroe nacional" por el Gobierno boliviano de entonces. Emiliano R. Fernández lo llama "el famoso Tejerina".

            El joven teniente ha pecado de excesiva confianza en el agente militar del agresivo invasor, en el arte de usurpar, genuino "profesor", merecido acreedor de cualquier desconfianza. Inteligente, vigoroso y de gran valor personal, cometió una gran imprudencia al aceptar pernoctar en tan peligrosa madriguera. El teniente Rojas Silva era un auténtico patriota, de juventud esplendorosa, que luego fue baleado con criminal contundencia. Esta dura y abominable lección debe aprender y recordar cada generación de connacionales, civiles o militares, en la guerra o en la paz, los defensores de la patria, sean conscriptos o de las guardias nacionales.

            No son suficientes, valor y coraje personal, inteligencia, agallas, ni arrojo, sino es preciso también cautela, astucia y tener siempre puntería y listo el cerrojo. Debe saberse también que ser cauto y prevenido son virtudes de mucho valor.

            El teniente segundo Adolfo Rojas Silva nació en Asunción el 24 de febrero de 1906 y fue muerto a balazos por los bolivianos el 25 de febrero de 1927, cuando apenas había cumplido 21 años y un día en época de paz, en pleno territorio paraguayo, constituyéndose así en "el primer mártir de la defensa del Chaco, caído en el cumplimiento del deber". En la rústica cruz de quebracho hecha por los bolivianos y clavada sobre la sepultura se lee: "Tte. Adolfo Rojas Silva, 25-II-27".

            "Veinte y ocho días después de estos sucesos llegaron a Nanawa los soldados Isabelino Chaparro (o Teodolino Chaparro), Fermín González y Remigio Argüello, que habían acompañado a Rojas Silva".

            Durante el tiempo del cautiverio, los tres vivieron maniatados y con los ojos vendados. Cambiaron de fortín 3 veces, hasta que "una noche y después de cuatro días de camino, los dejaron en un campo abandonados, siempre maniatados y con los ojos vendados. Este era Masamaklay, donde entonces no existía ningún fortín y de donde rumbeando pudieron regresar a Nanawa, sin volver a saber nunca el lugar donde fue enterrado Rojas Silva".

            Fueron padres del Teniente Adolfo Rojas Silva el señor Liberato Rojas y doña Susana Dolores Silva. Don Liberato "fue Presidente de la República del Paraguay en los años 1910 a 1912", según un artículo publicado en el Diario Patria por el General Mushuito Villasboa el 22 de febrero de 1964.

            Por Decreto No. 514 del 31 de enero de 1936 se ha conferido "el ascenso póstumo al grado inmediato superior al teniente 2o. de Infantería don Adolfo Rojas Silva". En virtud del mismo Decreto se lo ha declarado "Héroe Nacional al teniente 1º. de Infantería don Adolfo Rojas Silva, primer mártir militar inmolado en defensa del Chaco paraguayo", debiendo erigirse también un obelisco en el patio de la Escuela Militar, para perpetuar el nombre del héroe.

            Alguien dijo que "la muerte de Rojas Silva prendió la chispa de la guerra". Otro dijo que "Rojas Silva con su muerte, dio la voz de alerta" sobre la guerra del Chaco, que se veía venir de modo inexorable.

            Los restos mortales del recordado teniente Rojas Silva, fueron traídos por el entonces Teniente Coronel Alfredo Ramos de "territorio argentino", ya usurpado el Chaco paraguayo en aquel lejano poniente. Desde aquel tiempo la Urna con sus restos ya está en Asunción, lejos del alcance de los lobos famélicos que escamotearon una importante fracción del territorio patrio de aquel sector del Chaco, no respetando ni la cruz del joven militar paraguayo inmolado en defensa de la heredad nacional, y que conforma el más caro y el más sagrado hito del territorio patrio, exhibiendo ante el resto de América y el mundo su sacrílega y bastarda condición e inconducta.

            Según cuenta el Coronel, S.R. Alfredo Ramos, y que ha ratificado tres veces al autor de estas líneas, el fortín Sorpresa Viejo donde mataron al teniente    2o. Adolfo

Rojas Silva, quedó luego en territorio argentino como fruto espúreo de una inaudita usurpación del territorio paraguayo, a pesar de la fementida "hermandad" y de todos los reclamos formulados. Los militares argentinos llaman fortín Coronel Brandsen a Sorpresa Viejo después de la anexión a su territorio, para disfrazar su alevosa ocupación y despojo territorial, emulando así a los bolivianos en materia de invasión y usurpación, pero superándolos como estrategas consumados en lo que atañe al desvío del cauce natural del Río Pilcomayo, practicado con sigilo, rapidez y "guapeza".

            Con la invasión, ocupación y anexión a su territorio de un extenso sector del fortín Sorpresa Viejo, la Argentina ha usurpado al Paraguay centenares de kilómetros cuadrados, tras la derrota del ejército boliviano en la batalla de Zenteno Gondra el 11 de diciembre del año 1933, cuando los bolivianos abandonaron precipitadamente el sector Sorpresa antes de quedarse cortados de su base el fortín Muñoz, actualmente General Díaz, presionados por el avance arrollador del victorioso e incontenible ejército paraguayo.

 

            2. DOS GOLPES PARAGUAYOS

 

            Las pequeñas guarniciones paraguayas de la línea de los puestos avanzados del Chaco, reaccionaron una vez de modo sorpresivo ante el descarado y cada vez más abierto avance de las tropas bolivianas hacia el Río Paraguay.

            El primer golpe propinado a los bolivianos tuvo lugar en las proximidades del fortín paraguayo "Galpón", distante unos 60 kilómetros de Bahía Negra, en la margen derecha del Río Otuquis o Negro, en pleno territorio del Paraguay, donde fueron encontrados y apresados 3 militares bolivianos por una patrulla paraguaya el 22 de agosto de 1928: el Coronel Victorino Gutiérrez, Comandante de la Quinta División con asiento en Puerto Suárez, y los tenientes Tomás Manchego, muerto después durante la batalla en Boquerón en setiembre del año 1932, con el grado de Capitán, y Filiberto Lozada, quienes tenían "la misión de estudiar y levantar croquis con el objeto de fundar un nuevo fortín", confirmándose después que se trataba del fortín Vanguardia. Los paraguayos brindaron a los tres trato caballeresco y decente hasta su liberación por mediación de los países neutrales.

            El segundo pero ya sangriento golpe recibieron los bolivianos en el precitado nuevo fortín Vanguardia, que construyeron en territorio que de hecho y por derecho le corresponde al Paraguay, a escasos 22 kilómetros al noroeste del fortín Galpón, ocupado por un Escuadrón de Caballería comandado por el teniente 1º. Antonio Ortigoza, siendo Comandante del Regimiento respectivo el entonces Mayor Rafael Franco, con base en Bahía Negra.

            El teniente Ortigoza enviaba patrullas en varias direcciones cada día, hasta que una de ellas al volver dio parte que había ubicado el citado fortín Vanguardia, y que, una vez comunicada por el teniente Ortigoza dicha novedad al Mayor Rafael Franco, éste le ordenó para que reforzara su tropa con una Compañía de Infantería al mando del teniente Emilio Mussi, con asiento en Puerto Caballo, para atacar y tomar el mencionado fortín Vanguardia.

            Terminado el preparativo correspondiente, se llevó a cabo el ataque el día 5 de diciembre de aquel año 1928, previa orden de rendición no aceptada por los bolivianos. El combate fue sangriento, llegando a pelearse cuerpo a cuerpo, aunque pronto triunfaron los paraguayos, cayendo por segunda vez prisioneros los tenientes Tomás Manchego y Filiberto Lozada, más 20 soldados, 6 murieron , y los que escaparon fueron perseguidos hacia el fortín boliviano Vitriones. Estos prisioneros fueron liberados y canjeados en el mes de mayo del año 1929 por otros tantos paraguayos caídos en poder de los bolivianos en circunstancias análogas, por mediación de la "Comisión de Investigaciones y Conciliación" formada en cumplimiento de un Convenio firmado en Washington el 3 de febrero del mismo año 1929.

            El Capitán David H. Zook dice en su libro "La Conducción de la Guerra del Chaco" que el fortín Vanguardia fue fundado por 1 Capitán, 2 Tenientes (Manchego y Lozada) y una Compañía del Regimiento 13 Quijarro, el 5 del mes de setiembre de 1928, entre el fortín Galpón y Vitriones, siendo este último otro de los fortines fundados por Bolivia en el Chaco Boreal.

 

            3. DOS REPRESALIAS BOLIVIANAS

 

            En represalia de la toma del fortín Vanguardia por tropas paraguayas, el día 14 de diciembre del mismo año 1928, 3 Pelotones bolivianos del Regimiento de Infantería No. 6 Campos, atacaron y tomaron el fortín Boquerón después de breves escaramuzas, a las 7 horas. El mismo día 14 y a la misma hora, tropas bolivianas del Regimiento de Infantería No. 8 Ayacucho, desprendido del fortín 4 Vientos, asaltaron y tomaron también de sorpresa el fortín Mariscal López, desbandándose sus ocupantes, menos 8 soldados y una mujer paraguaya que cayeron prisioneros. El día siguiente 15, un avión boliviano lanzó 4 bombas sobre Bahía Negra, pero no explotaron. La toma de los fortines paraguayos Boquerón y Mariscal López fue anunciada públicamente por el Presidente de la República, Hernando Siles a sus conciudadanos.

            La guerra parecía inevitable. Paraguay y Bolivia rompieron sus relaciones diplomáticas decretando consiguientemente la movilización general. Según algunos escritores militares nacionales, Paraguay hizo la movilización general dentro del mayor desorden y total desorganización, en cuyo lamentable estado le iba a tomar o sorprender la guerra. Por su parte, el Presidente del Consejo Superior de Defensa Nacional boliviano, el General Aguirre, dijo en un informe presentado el día 28 de mayo del año 1932 sobre la movilización boliviana de 1928, lo siguiente; "Si bien la movilización del año 28 ha dejado una lamentable huella, debemos atribuir este resultado a la falta de preparación, pero nunca a la falta de patriotismo de los reservistas que concurrieron con entusiasmo al llamado del Estado Mayor General..."

            Las consideraciones señaladas más arriba demuestran con diáfana claridad que Paraguay y Bolivia se prodigaban recíprocamente una rara competencia en materia de "organización" militar para la guerra, que estaba a punto de estallar.

            Merced a la oportuna intervención del Presidente chileno General Carlos Ibáñez del Campo, quien a través de su dinámico y talentoso Canciller, Dr. Conrado Ríos Gallardo, apeló a medios diplomáticos, firmóse un Tratado en Washington el 3 de febrero de 1929, que dispuso la formación de una "Comisión de Investigaciones y Conciliación", cuyo fallo del 12 de setiembre del mismo año 1929, declaró infortunadamente al Paraguay país agresor y a Bolivia como país agredido, no obstante la profunda penetración que venía consumando alevosamente en el Chaco paraguayo. Así eran los países "neutrales" de la época.

            En cumplimiento de uno de los artículos dispuestos en el citado Tratado, Paraguay tuvo que reconstruir el Fortín Vanguardia, tomado y luego incendiado antes de ser abandonado aquel 5 de diciembre de 1928 por tropas regulares, para devolverlo a Bolivia, la que a su vez reintegró los fortines paraguayos capturados en represalia de la toma y destrucción del fortín Vanguardia.

            En esta forma se han reparado los "daños" ocasionados por el asalto, captura y destrucción por incendio del fortín Vanguardia, que aunque parezca paradójico, fue fundado en territorio indiscutiblemente paraguayo, como muchos otros. Pero Paraguay fue el "agresor".

            Bolivia por su parte, nunca podrá reparar ni devolver la joven vida truncada del talentoso, estudioso y veterano chaqueño, Teniente Primero Aparicio Figari Riquelme, acribillado a balazos el 14 de diciembre de 1928 en el cañadón que conduce al fortín Mariscal López, ubicado en la margen derecha del Río Monte Lindo.

 

            4. EL TENIENTE APARICIO FIGARI.

 

            Para que se conozca mejor al teniente 1º. Aparicio Figari y la trágica circunstancia en que fue inmolado en el altar de la patria que tanto amaba, se ha considerado importante señalar que ha egresado de la Escuela Militar en 1926, con el grado de teniente 2o. de Caballería. Fue camarada de promoción del primer mártir militar del Chaco, el teniente 2o. Adolfo Rojas Silva, inmolado en defensa de la patria cerca del fortín Sorpresa Viejo, siendo el teniente 1º. Aparicio Figari el segundo mártir militar del Chaco; con ascenso póstumo a Capitán.

            Para que las informaciones referentes a la muerte del teniente Figari tengan mayor seriedad y fidelidad, se transcribe a continuación un artículo publicado en el diario ABC Color el día domingo 8 de diciembre de 1974, por el entonces teniente 2o. de Reserva don José Eduardo Conigliaro, sobre los incidentes registrados en la línea de los puestos avanzados de las tropas paraguayas antes de la guerra con Bolivia, en razón de que el teniente Conigliaro lo había reemplazado al teniente 1º. Figari en la Comandancia del fortín Valois Rivarola, apenas una semana antes de su heroico sacrificio en el cañadón del fortín Mariscal López, en la mañana del 14 de diciembre de 1928.

            El teniente 2o. Conigliaro, que ascendió hasta el grado de Capitán durante la guerra del Chaco, me ha autorizado reproducir su artículo citado, que dice así: "En octubre de 1928, las autoridades militares dispusieron el envío de una comisión al mando del Tte. 1º. Medardo Castagnino, para relevar con otro oficial al Tte. 1º. Aparicio Figari, oficial experimentado y de largo servicio en el Chaco, quien recibió orden de trasladarse al C.1 Valois Rivarola, de guarnición en Paraguarí. Acompañan al Tte. 1º. Castagnino, el Tte. 2o. de Administración Pedro Germán López, el Tte. 2o. de Reserva José E. Conigliaro, el Cabo 1º. Hipólito Paraguayo Bogarín y cinco soldados antiguos, pertenecientes todos ellos al C. 1. La comisión partió de Chaco-i llevando 50 caballos para intensificar el servicio de patrulla en la línea de puestos avanzados. Luego de varios días de marcha por una zona totalmente inundada, llegaron a Olguita, lugar en el que se levantaba una construcción de palma, hecha sobre pilotes del mismo material, al igual que el piso, techo y paredes. Se encontraban allí el Mayor Arturo Bray, Comandante del R.I. 6 con asiento en Villa Hayes, de quien dependían orgánica y tácticamente, los núcleos de guarnición hasta el fortín Valois Rivarola; el Capellán Valdez Verdún y el Tte. 1º. Alcibíades Irrazábal".

            "Luego de las presentaciones y tras recibir órdenes, la comisión pudo pernoctar en piso seco después de saborear abundante y sabroso rancho. Al día siguiente continuaron la marcha hasta alcanzar el fortín General Aquino, donde se hallaban los Ttes. 1ºs. Raimundo Rolón y Luis Santiviago, el radio operador Rolón y 60 soldados de tropa. En este lugar pernoctaron dos noches, para seguir camino hasta el fortín General Genes, donde se encontraba el Tte. 1º. De Filippis con 35 soldados de tropa. En el fortín General Genes quedó el Tte. 2o. de Administración, Pedro Germán López. Los demás siguieron hacia Valois Rivarola, un fortín distante 50 kilómetros -de General Genes-, llevando 25 soldados y una parte de la caballada. En este fortín estaba el Tte. 1o. Aparicio Figari con 15 soldados de tropa antiguos, entre ellos los patrulleros Cabos 1ros. Cardozo y Ovando".

            "El Tte. 1o. Figari ofreció amplias informaciones, basadas en su práctica y conocimiento de la zona, tras lo cual se hizo entrega del Comando del fortín al Tte. 2o. Conigliaro".

            "Al día siguiente, cumpliendo la primera orden del Tte. 1º. Castagnino salieron a efectuar trabajos de patrulla. Un oficial -quien fue el Tte. Conigliaro-, un cabo, cuatro soldados y un indio baqueano, que tal vez se llamara Miguel, componían la patrulla. Salieron del fortín en las primeras horas de la mañana, marchando con cautela y luego de cruzar el pique o senda que unía los fortines bolivianos Sorpresa y Chañar, pernoctaron en el mismo lugar en el que mucho tiempo atrás, según el indio baqueano, había pernoctado el Tte. 2o. Adolfo Rojas Silva, y desde donde prosiguiera su exploración hasta el fortín boliviano Sorpresa, lugar de su inmolación".

            "La patrulla regresó el día siguiente y por primera vez, ve a los bolivianos: dos infantes y un jinete montado en una mula, transportando dos grandes bolsas, cargadas seguramente de pan casero que aquellos acostumbraban hacer en los fortines. Los soldados bolivianos iban de Sorpresa hacia Chañar".

            "Llegada la patrulla al fortín Valois y dado el parte de práctica, el Tte. 1º. Castagnino dispone que él mismo y el Tte. 1º. Figari, regresarían al día siguiente al fortín General Genes, quedando en el Valois un oficial -el Tte. 2º. José Eduardo Conigliaro-, dos cabos y diez soldados. A los cuatro días regresan dichos oficiales con 35 soldados de tropa, trayendo órdenes de permanecer alerta, ya que desde Nanawa había llegado la información de que se ha producido un incidente en el sector de Bahía Negra, a raíz de lo cual se esperaba una reacción de Bolivia".

            "En la mañana del 14 de diciembre de 1928, los soldados del fortín Valois se hallaban trabajando en el techado de lo que sería cuadra de tropa, observando los trabajos el oficial Comandante cuando, aproximadamente a las 7 de la mañana, se escucharon tiros de fusil y enseguida ráfagas de ametralladora hacia el fortín Mariscal López, distante aproximadamente 12 kilómetros. Los tres puestos de observación y escucha informaron de la novedad. El oficial -Tte. Conigliaro-, que había escuchado nítidamente el tiroteo, llegó con la premura del caso hasta la habitación que servía de casino, comandancia y dormitorio al mismo tiempo, para dar parte de lo sucedido al Tte. 1º. Castagnino y el experimentado chaqueño Tte. 1º. Figari".

            "Con menos tiempo del necesario para la lectura de este relato, estuvo lista la tropa, compuesta por 35 hombres, saliendo inmediatamente hacia el fortín Mariscal López, quedando en el fortín Valois el Cabo 1º. Cardozo y 14 soldados".

            "Luego de marchar unos 2 kilómetros hacia Mariscal López, el Tte, 1º. Castagnino ordena al Tte. 2º. Conigliaro regresar a Valois, ante la posibilidad de que los bolivianos atacasen también dicho fortín".

            "Alrededor de las 9.30 horas llegó al Valois el Tte. 2º. Daniel Russo Padín, informando que el fortín de su Comando había sido atacado por numerosas tropas bolivianas. Con los precarios medios con que se contaba, se organizó lo que irónicamente puede llamarse defensa. Pasado el mediodía llegó el Tte. 1º. Castagnino con la tropa, 31 hombres, pues dos habían muerto y otros dos resultaron heridos y cayeron prisioneros. Las primeras y pocas palabras que dijo el Tte. Castagnino fueron: Omanó chejheguí Figari".

            "Cuenta el Tte. Castagnino, haber enviado a un cabo bien instruido, llevando una comunicación al Comandante de las tropas bolivianas, intimándole el abandono inmediato del fortín y la libertad del Tte. Figari. En caso contrario las tropas paraguayas atacarían con mil hombres. El Comandante de las tropas bolivianas contesta en una hoja de papel color celeste a rayas: "Al Comandante de las tropas paraguayas: esto no es sino la represalia de lo que ustedes han hecho en Vanguardia. En cuanto al Tte. Figari, debemos lamentar su muerte por imprudencias cometidas ante soldados instruidos para la guerra. Froilán Callejas, Capitán".

            "Esa noche, en el camino de Valois a Genes, se produjo un tiroteo más o menos prolongado, ya que los bolivianos habían interceptado y hecho prisioneros a un oficial -el Tte. Conigliaro- y dos soldados que marchaban a la vanguardia de las tropas paraguayas que se retiraban"

            "Conversando con uno de los soldados heridos en el incidente en el que cayó el Tte. 1º. Figari, contó que el Tte. Figari, un cabo y el relator se habían adelantado fuera de la isla que bordea el cañadón del fortín Mariscal López, montados a caballo. Al internarse en el cañadón fueron alteados por las tropas bolivianas, exigiéndoles la rendición. El Tte. 1º. Figari extrajo su pistola y disparó, alcanzando a un sirviente de A.P. en la oreja izquierda. Instantáneamente el Tte. 1º. Figari fue acribillado por el fuego enemigo".

            "Durante la guerra cambiamos informaciones con el Tte. boliviano Saavedra Goitia, quien había caído prisionero, y que en el incidente que costó la vida al Tte. 1º. Figari, tuvo a su cargo la ametralladora, y tal vez haya sido el apuntador de su pieza".

            "Este oficial confirmó en casi todas sus partes, el relato del soldado que había caído herido y prisionero en diciembre de 1928".

            El teniente Figari era un joven oficial, noble, tranquilo, de alto sentimiento de responsabilidad y envidiable don de mando. Fue un "brillante exponente de la oficialidad de aquella época, que prefirió no sobrevivir a la humillación de rendirse a una intimación del enemigo", al decir del Coronel D.I.M. Juan Lisboa. Nació en Asunción el 15 de junio de 1906, del matrimonio formado por don Feliciano Figari y doña Bertilda Riquelme. Egresó de la Escuela Militar, ahora Francisco Solano López el 6 de febrero del año 1926 y fue designado a prestar servicios en el R.C. 1 Valois Rivarola. Ascendió a teniente 1º. el 14 de julio de 1928 y pasó a revistar en el Escuadrón de Caballería con asiento en el fortín General Genes y como Comandante del fortín Valois Rivarola. El teniente Figari era estudioso y de mucho amor propio. Cumplía sus deberes militares con altura, decisión y valor, demostrando con su muerte su acerado temple y su condición de excelente y gran patriota. El Gobierno, en reconocimiento de su heroico sacrificio, le dio el ascenso póstumo a Capitán en el Arma de Caballería el 17 de diciembre del mismo año de 1928, por Decreto No. 32.278. Sus restos fueron exhumados en el fortín Mariscal López y trasladados a Asunción a pedido de sus deudos, siendo inhumados en la Recoleta, en presencia de altas autoridades del Poder Ejecutivo y numerosos acompañantes.

            Del minucioso relato del entonces teniente 2º. José Eduardo Conigliaro, luego ascendido hasta el grado de Capitán durante la guerra del Chaco por méritos bien ganados como combatiente del Arma de Caballería, se colige con mucha nitidez que la Compañía del Capitán boliviano Froilán Callejas, ha tomado el Fortín Mariscal López mediante ataque sorpresivo alrededor de las 7 horas del ya citado 14 de diciembre de 1928, escapándose precipitadamente su Comandante, el Tte. 2º. Daniel Russo Padín, dejando abandonada a su suerte a su tropa compuesta de 40 soldados y a su compañera Isabel, quien cayó prisionera junto a 8 de sus soldados, escapándose el resto corriendo velozmente hacia los montes cercanos. Cuentan que Isabel "fue tratada con toda cortesía y respeto" por el Capitán Callejas y su tropa.

            Por su parte, el teniente Russo Padín llegó al fortín Valois Rivarola a las 9.30 horas aproximadamente, conforme a la crónica periodística del teniente Conigliaro, entonces Comandante de dicho fortín, insertada más arriba.

            El Capitán Conigliaro ha contado al autor de estas líneas -el día jueves 24 de marzo de 1982, en su domicilio de Asunción- que el teniente Russo Padín llegó a su fortín descalzo, con un pantalón de montar verde olivo y una camisa blanca mangas cortas, también prenda militar, completamente solo, sin ninguno de sus soldados, y a pie.

            No cabe la menor duda que en plena línea avanzada de las guarniciones paraguayas de algunos sectores no se tomaba ninguna medida de seguridad, aun sabiendo que los bolivianos se mostraban muy activos, patrullando en todas direcciones del dominio territorial paraguayo, fundando puestos y fortines, impunemente. En el caso particular del desgraciado suceso del fortín Mariscal López, el Comandante respectivo se hallaba aún en cama a las 7 de la mañana, bajo su mosquitero, aparentemente sin ninguna clase de precaución, puesto de escucha ni de observación, en total estado de abandono, pudiendo dudarse también del grado de instrucción militar de sus soldados, teniendo en consideración los casos acontecidos. Pues, no hay indicio de disciplina, de iniciativa, etc.

            El Capitán estadounidense David H. Zook, Jr., menciona el caso del fortín Mariscal López en su libro "La Conducción de la Guerra del Chaco". En la página 63 dice textualmente: "Luego, el 14 de diciembre, con pocas tropas disponibles de la Cuarta División en el frente occidental, tres pelotones del Regimiento Campos 6 de Infantería atacaron el fortín paraguayo Boquerón y lo tomaron después de alguna lucha. Al mismo tiempo, tropas del Regimiento Ayacucho 8 de Infantería, estacionado en Cuatro Vientos, asaltaron el fortín Mariscal López, derrotaron a la guarnición y mataron 14 hombres, 4 indios y al teniente en comando. Por la tarde los bolivianos retrocedieron...." Se ha comentado más arriba que el Comandante del Mariscal López era el teniente Russo Padín y que se ha escapado del asalto en precipitada fuga hasta el fortín Valois Rivarola, a 12 kilómetros de distancia. De modo que el oficial muerto a que se refiere el Capitán Zook es el teniente Aparicio Figari, muerto en el cañadón que conduce al fortín, a unos mil metros antes de llegar al mismo, En cuanto a los 14 soldados muertos también citados por el Capitán Zook, ha contestado el Capitán Conigliaro en la entrevista que se le hizo en su domicilio el 24 de marzo de 1982, que todos los soldados de Russo Padín se han escapado con vida, menos 8 y la mujer Isabel que cayeron prisioneros, y que ésta fue dejada en el fortín Mariscal López al replegarse los bolivianos el mismo día 14 a la tarde para su base Cuatro Vientos. Isabel fue tratada con toda cortesía y respeto". Acerca de las bajas sufridas por las tropas paraguayas dijo el Capitán Conigliaro que murieron el teniente 1º. Figari y dos soldados de los 35 que llevaron, y que otros 2 heridos cayeron prisioneros, juntamente con 1 cabo y 1 soldado, este último ordenanza del entonces teniente Conigliaro, y él, más 8 soldados del teniente Russo Padín. El total de bajas fue de 16 hombres, siendo 3 de ellos muertos y 13 prisioneros, incluido 1 oficial. El Capitán Conigliaro manifiesta no saber nada de los 4 indios muertos y citados por el Capitán David Zook, ni de la compañera del teniente 1º. Figari que supuestamente viajaba entre los soldados cuando cayeron prisioneros, y que se ha escapado ocultándose en un monte cercano. Estaba embarazada del fallecido teniente Figari, según ha comentado el Coronel Juan Lisboa en un artículo publicado en un diario de la capital el 14 de diciembre de 1962.

            Se ha visto también en páginas anteriores que el Capitán David Zook dijo que los bolivianos habían abandonado en la misma tarde del día que asaltaron y tomaron sin resistencia alguna el fortín Mariscal López, es decir, el 14 de diciembre de 1928, y que infortunadamente los autores de la historia de la guerra del Chaco no mencionan en detalle el incidente ni dicen el por qué las tropas paraguayas, comandadas por el teniente Castagnino no volvieron a ocuparlo y mantenerlo en su poder al ser abandonado por el enemigo, convirtiéndose así en un sacrificio estéril la pérdida de la preciosa y joven vida del destacado teniente Figari y las demás bajas sufridas.

            Sin embargo, esa misma noche del 14 de diciembre de 1928, las tropas paraguayas al mando del teniente 1º. Castagnino abandonan también el fortín Valois Rivarola, cuyo Comandante anterior el teniente Figari, él mismo había sido reemplazado por el Tte. Conigliaro apenas una semana atrás con miras a "intensificar el servicio de patrulla en la línea de puestos avanzados", y se dirigen al fortín General Genes, marchando en la vanguardia de la comuna de unos 60 hombres el teniente Conigliaro, un Cabo y su ordenanza.

            Estando en plena marcha, alrededor de las 23 horas fueron recibidos por "un tiroteo más o menos prolongado" de los bolivianos que habían ocupado e interceptado el camino en el tramo Valois Rivarola - General Genes, sorprendiendo también a la columna comandada por el teniente 1º. Medardo Castagnino que se replegaba apresurada y nerviosamente hacia su base. Durante este confuso incidente nocturno cayeron prisioneros en poder de los bolivianos el teniente Conigliaro, un cabo y su ordenanza que le acompañaban en la punta de dicha columna, sin que nada pudiera hacer el resto de las tropas para rescatarles del poder de los bolivianos.

            El teniente Castagnino llegó con el resto de sus soldados al fortín General Genes, de donde pasó inmediatamente al fortín General Aquino, para dar parte de lo acontecido al comandante del fortín, quedando consecuentemente totalmente abandonado el sector de los fortines General Genes, Valois Rivarola y Mariscal López, a merced de los codiciosos invasores bolivianos, ya que no existe información alguna de que se haya dejado ni pensado dejar por lo menos un puesto de observación en General Genes, lugar bastante retirado de los fortines bolivianos Chañar y 4 Vientos, fundados en el Chaco paraguayo, de donde vinieron o partieron sus atacantes victoriosos, conforme ha confirmado al autor de estas líneas el actual capitán (S. R.) José Eduardo Conigliaro.

 

            5. EL TENIENTE JOSÉ EDUARDO CONIGLIARO.

 

            Al teniente 2º. de Rva. José Eduardo Conigliaro le tocó irse al Chaco en el año 1928, siendo muy joven aún.

            Como aventajado estudiante del nivel medio o secundario del Colegio Internacional, ingresó en la Escuela de Aspirantes para Oficiales de Reserva que funcionaba en la Escuela Militar bajo la Dirección del Mayor Camilo Recalde, egresando con la primera promoción el 9 de agosto de 1928 con el grado de teniente 2º. de Reserva.

            A fines de la primera semana del mes de diciembre del mismo año 1928, ya le reemplazaba al talentoso, querido y veterano chaqueño teniente 1º. Aparicio Figari como Comandante del fortín Valois Rivarola, como ya fuera comentado con más detalles en los dos anteriores títulos de este ensayo.

            En circunstancia difícil, adversa y desafortunada para las escasas tropas paraguayas de la línea de los puestos avanzados del Chaco, el teniente Conigliaro cayó también prisionero con dos de sus soldados, el mismo día en que murió acribillado a balazos el Oficial a quien había reemplazado como Comandante, apenas una semana antes, en una rara, abominable y dolorosa coincidencia.

            El Capitán José Eduardo Conigliaro, actualmente en Situación de Retiro, ha contado al autor de este ensayo que el resto de la madrugada del 15 de diciembre de 1928 pasé en el fortín boliviano Chañar, ubicado al suroeste del fortín Valois Rivarola y noroeste de General Genes. Hasta Chañar lo llevaron a pie, de donde esa mañana pasaron al fortín Sorpresa ya montando una mula, así como desde allí hasta el fortín Muñoz, actualmente General Díaz, pasando por el fortín también boliviano Tinfunqué. Desde Muñoz hasta el fortín Villa Montes ya lo llevaron en camión, pero siempre bien custodiado.

            Contó también el Capitán Conigliaro que todos los jefes y Oficiales bolivianos con quienes había hablado en Villa Montes u otros fortines, invariablemente estaban de acuerdo y coincidían en sus afirmaciones de que Paraguay y Bolivia iban a pelear, que la guerra era un hecho e inevitable.

            Estando en Villa Montes también ha visto pasar por allí durante su cautiverio muchos y variados equipos, caños y demás accesorios para los pozos petrolíferos de Sanandita, en carros tirados por mulas, para The Standard Oil Co. of Bolivia.

            Para dar cumplimiento a unos de los puntos del Tratado firmado en Washington el 3 de febrero de 1929, gracias a la oportuna y acertada mediación del Canciller chileno, Dr. Conrado Ríos Gallardo, trasladaron al teniente Conigliaro los bolivianos a su fortín Esteros, donde volvió a ver por primera vez a los 12 soldados que cayeron también prisioneros aquel aciago día 14 de diciembre de 1928. En el fortín Esteros esperaron durante un mes la anhelada liberación.

            Estando en Esteros el teniente Conigliaro, llegó allí de paso para el fortín Muñoz el General Hans Kundt, Comandante en jefe del Ejército boliviano, que había venido al Chaco en gira de inspección de las tropas bolivianas. Entre otras cosas pasó también revista a los 13 prisioneros paraguayos, quienes formaron para el efecto. Luego se acercó al joven teniente Conigliaro y le dijo: "Yo creí que habíamos tomado un Batallón, y había sido apenas una Escuadra". Entonces el teniente paraguayo le contestó; "Mi General, para capturar un Batallón paraguayo tendrán que pelear mucho" El General Kundt dio dos pasos adelante con aire sobrador y arrogante, y apoyó la mano sobre el hombro derecho del teniente Conigliaro y pronunció, textualmente: "La soberbia de un subteniente con olor a Cadete...", y se alejó del lugar.

            Para el mediodía organizaron un almuerzo en homenaje al General Kundt y su comitiva, sirviéndose los comensales en una larga y bien preparada mesa, siendo uno de los invitados el teniente paraguayo José Eduardo Conigliaro, a quien lo hicieron sentar al lado del Teniente Coronel Ayoroa, uno de los jefes de mayor jerarquía que acompañaba al General Kundt en su visita al fortín Muñoz, asiento de la Cuarta División boliviana y cuyo Comandante era el Coronel Carlos Quintanilla. Dice el actual Capitán Conigliaro que en dicha ocasión le trataron con mucha corrección y consideración los jefes y Oficiales bolivianos.

            Del fortín boliviano Esteros los 11 paraguayos fueron llevados a Formosa, Argentina y de allí a Asunción, dónde llegaron a fines de la segunda quincena del mes de junio de 1929.

            El teniente Conigliaro y los 12 soldados liberados con él estuvieron 6 meses y 14 días prisioneros, y fueron canjeados por los bolivianos capturados en el fortín Vanguardia el 5 de diciembre de 1928. El canje de prisioneros se llevó a cabo durante el mes de mayo de 1929.

            Una vez llegado a Asunción, dio cumplimiento ante el Ministerio de Guerra a las formalidades de práctica de orden castrense, siendo destinado 8 días después a prestar servicios en el Regimiento de Caballería Valois Rivarola con asiento en la ciudad de Paraguarí, cuyo organizador y primer Comandante era el entonces Mayor Luis Irrazábal.

            En 1931 se ha creado la Primera División de Infantería Paraguaya con asiento en Puerto Casado, Chaco, que fue la primera Gran Unidad organizada después de la guerra de la Triple Alianza, compuesta de los Regimientos de Infantería No. 2 Ytororó, No. 4 Curupayty, de Caballería No, 2 Coronel Toledo, de Zapadores No. 1 General Aquino, una Compañía y un grupo de Artillería del General Roa, siendo nombrado como Comandante el entonces Teniente Coronel José Félix Estigarribia.

            Al hacerse cargo de sus funciones el Comandante Estigarribia, llevó de Paraguarí al Chaco, Puerto Casado, al teniente 2º. José Eduardo Conigliaro, nombrándolo Ayudante suyo en la flamante Primera División de Infantería. Este cargo desempeñó el teniente Conigliaro hasta pocos días antes de la iniciación de la batalla del fortín Boquerón el 9 de setiembre de 1932, pasando de nuevo a la Caballería, en el Regimiento No. 2 Coronel Toledo, como Comandante de Pelotón. Posteriormente pasó a la Segunda División de Caballería, al Mando del entonces Teniente Coronel Alfredo Ramos, siempre como combatiente hasta completar los tres años de la guerra. Ascendió hasta el grado de Capitán, por méritos bien ganados durante la contienda chaqueña.

            El Capitán José Eduardo Conigliaro ha recibido las máximas condecoraciones que ha otorgado la Nación a sus defensores: La Cruz del Chaco, La Cruz del Defensor, y la Medalla de Boquerón.

 

            6. BOLIVIA ATACA EL PUESTO FAJA PYTÁ.

 

            Se puede señalar sin temor a equívoco alguno que desde la inmolación del teniente Adolfo Rojas Silva en el fortín Sorpresa en febrero de 1927, la tensión bélica paraguayo-boliviana, no obstante mantenerse latente, iba en constante aumento, pudiendo citarse como una de las tantas pruebas el ataque boliviano al Retén paraguayo Faja Pytá. Este lugar se halla ubicado entre Isla Poí y Pozo Valencia-Boquerón, donde tenía destacado un Retén el Escuadrón de Caballería que guarnecía Isla Poí.

            Pues, el día 16 de enero del año 1930 a las 16 horas, una fracción boliviana de aproximadamente 30 hombres atacó de modo sorpresivo el Retén de Faja Pytá, produciéndose consecuentemente una escaramuza que tuvo por resultado la dispersión y persecución de los bolivianos, cuyas bajas no se pudo constatar. Pero unos días después se pudo saber que el Comandante de la fracción boliviana atacante era el Teniente Trujillo.

            El Retén paraguayo de Faja Pytá estaba al mando del teniente Segundo de Reserva Miguel Ángel Blasco, quien pudo constatar por rastro de sangre que los bolivianos tuvieron bajas, entre ellas el Dragoneante Juan Fernández, en cuya memoria dieron su nombre a un fortín que luego en el curso de la guerra fue capturado por tropas paraguayas el día 30 de octubre de 1932, asignándosele el de Dr. Luis Alberto de Herrera, en homenaje a este gran uruguayo.

            Se considera de importancia destacar que en esos días de enero de 1930, el teniente de Marina Marcos González logró descifrar un cifrado procedente de La Paz que decía: "La Paz, 20 de enero de 1930 - 4a. División - Cifrado No. 436 - Loa puesto en marcha sobre Ballivián.

Escuadrilla saldrá La Paz día 22. Comunique fecha en que 4a, División eatará lista para tomar ofensiva. 5a. División se encuentra sobre Vanguardia. Gobierno Decretó campaña para ambas Divisiones. Puede incorporar reservistas voluntarios. Debe mandar diariamente parte sobre situación. Kundt".

            Este telegrama demuestra de modo incuestionable la actitud belicista de Bolivia, y el lector puede sacar las conclusiones a su manera, o como quiera, en el sentido de si era Paraguay o Bolivia el agresor, apartándose por supuesto de todo cinismo y hablando con decencia y honestidad.

 

 

 

II. LA POBLACIÓN DE PARAGUAY Y BOLIVIA

 

            1. POBLACIÓN Y FUNDACIÓN DE FORTINES.

 

            Al comenzar la guerra del Chaco, el Paraguay tenía solamente unos 900.000 habitantes, mientras que la población de Bolivia era de 3.000.000 de habitantes.

            La República del Paraguay venía aún recuperándose de la sangrienta y aplastante derrota de la famosa Guerra de la Triple Alianza que le trajeron tres países vecinos y "hermanos", no habiéndose cicatrizado aún del todo las heridas dejadas por cinco largos años de una feroz guerra de exterminio, inhumana, despiadada y sanguinaria.

            Bolivia ha comenzado la penetración y ocupación clandestina y sigilosa del Chaco paraguayo, en la primera década del presente siglo XX, pero que cumpliendo su política de "pisar fuerte en el Chaco", y ya estando adentro, avanzó abierta y bravuconamente al sudeste abarcando todo el ancho del Chaco Boreal, desde el río Pilcomayo, en cuya margen izquierda fundó en 1906 el fortín Ballivián, llamado después "El Verdún del Chaco" por los bolivianos, y hacia el este, a escasos kilómetros de la margen derecha del río Paraguay, construyeron el fortín Vanguardia, en las proximidades del río Otuquis o Negro. Bolivia invadió el Chaco, confiada por supuesto, en sus tanques, cañones, metrallas, lanza-llamas y aviones, adquiridos todos ellos y muchos más, merced a las divisas generadas por la explotación y exportación de sus yacimientos propios de estaño y de petróleo, este último ya extraído en parte del territorio histórica y auténticamente paraguayo.

            El Chaco paraguayo tiene petróleo y era escasamente poblado por Paraguay. Fuera de las pequeñas guarniciones militares que iban surgiendo en el Chaco y siguiendo los lineamientos que iban trazando en sus avances las tropas de penetración de Bolivia, puede contarse la población civil de Villa Hayes, Benjamín Aceval, las noveles colonias mennonitas, tales como Filadelfia, Loma Plata y otras, los establecimientos tanineros, y ganaderos, y los indígenas.

            Por desgracia, Bolivia aparentemente ignoraba o sencillamente no creía ni respetaba la historia y la tradición guerrera del pueblo paraguayo. Por eso, después de fundar Villa Montes, en 1906 fundó los fortines Guachalla y Ballivián. Posteriormente fundó los fortines Linares, Magariños, Esteros, Muñoz y Saavedra.

            Según el escritor boliviano Roberto Querejazu Calvo, el Presidente Hernando Siles mandó fundar los fortines Sorpresa, Tinfunqué, Alihuatá, Arce y Cuatro Vientos, al sur, y al norte, Paredes, Pando, Vitriones y Vanguardia. Luego fundaron Ayoroa, Ingavi, Aroma, Florida, Picuiba, Yucra, Ramírez, Fernández, Loa, Bolívar, Camacho, Platanillos, Ayacucho, Junín, Sucre, Madrejón, Madrejoncito, Baptista, Murguia, Chañar, y muchos otros fortines, puestos y miles de kilómetros de rectas o caminos terraplenados con hilos telefónicos y telegráficos, así como verdaderas poblaciones civiles, tales como la del fortín Muñoz, Carandayty, Villa Montes y otras localidades, matizadas con prósperas explotaciones agropecuarias.

            Por su parte el Paraguay tenía en el Chaco, partiendo de Puerto Militar o Campamento Nanawa frente a la ciudad de Concepción, y de allí al norte, los establecimientos tanineros de Puerto Pinasco, Puerto Casado, Puerto Sastre, Puerto Palma Chica, Puerto Guaraní -de los cuales solamente sigue trabajando aunque con cierta dificultad, Puerto Casado-; estando ubicado más arriba Fuerte Olimpo, Puerto Mihanovich, Puerto Leda,... Bahía Negra, Puerto Caballo, fortín Patria y fortín Falcón, éste último localizado en la margen derecha del rio Verde, y en línea recta directamente al sur del fortín Vanguardia boliviano. Al oeste a unos 15 kilómetros del fortín Patria fue fundado el fortín Audivert, y a unos 120 kilómetros al oeste del Puerto Mihanovich fue levantado el fortín boliviano Florida. A unos 80 kilómetros al oeste del río Paraguay fue fundado el fortín General Díaz, constituyéndose en el vértice de un triángulo isósceles que forma con los Puertos Guaraní y de Fuerte Olimpo.

            Y hablando de fortín, se considera conveniente aclarar que etimológicamente significa "Fuerte Pequeño", y desde el punto de vista militar: "Obras en atrincheramiento".

            Prosiguiendo con los fortines fundados por Paraguay en su Chaco Boreal en tiempo de paz para la vigilancia de su territorio y defensa de su soberanía, corresponde citar ahora el fortín Carlos Antonio López (Pitiantuta), a unos 180 kilómetros al oeste de la ribera del río epónimo, arrancando de Puerto Guaraní.

            En el sector de Puerto Casado se fundó el fortín Coronel Martínez a 120 kilómetros oeste de dicho puerto y a unos 6 kilómetros al sur de la vía férrea. A unos 145 kilómetros más al oeste se levantó el fortín Casanillo, a los 155 kilómetros el puesto Pozo Azul, a unos 165 kilómetros más al oeste, pero más al norte, se halla el puesto Mina-cué. A los 175 kilómetros y un poco al sur, se halla el fortín Campo Esperanza. A unos 190 kilómetros suroeste, en línea recta de Puerto Casado, se encuentra Isla Poí, más tarde Villa Militar. A 215 kilómetros oeste del mismo Puerto estaba el puesto Trébol y el fortín Toledo a 250 kilómetros.

            El fortín Carayá o Coronel Hermosa se encuentra a 220 kilómetros al oeste de la orilla del río Paraguay y el fortín Boquerón a 210 kilómetros, seguido del fortín Guaraní a 165 kilómetros y el fortín Rojas Silva a 125 kilómetros de Puerto Pinasco en línea recta oeste. El fortín Juan de Salazar dista 163 kilómetros de Puerto Cooper y el fortín Río Verde a 180 kilómetros oeste del río Paraguay. El fortín Capitán Figari queda a 210 kilómetros del mismo río.

            El Puesto Corralito dista 35 kilómetros de Puerto Militar y el fortín Orihuela está ubicado a 140 kilómetros del citado Puerto. El fortín Cabeza de Tigre a 225 kilómetros y el fortín Presidente Ayala o Nanawa a 250 kilómetros en línea recta y siempre del referido Puerto Militar.

            En el sector Pilcomayo, en la margen izquierda del río del mismo nombre se encuentra el Puerto Galileo, seguido de los fortines -remontando el río-, General Bruguez, General Delgado, ex fortín Patria, y Salto Palmar.

            De este último fortín, internándose al noreste, se encuentra el fortín General Aquino, seguido de los de nombre General Caballero y General Genes, este último ligeramente al sureste del fortín boliviano Chañar. Luego viene el fortín Valois Rivarola, ubicado al sureste del fortín boliviano Tinfunqué, formando casi un triángulo equilátero con el fortín Sorpresa Viejo y Tinfunqué, ocupando el fortín paraguayo el vértice este.

            A 12 kilómetros noreste de Valois Rivarola estaba el fortín Mariscal López Viejo y a 5 kilómetros noroeste el fortín Mariscal López Nuevo, siendo vecino cercano de ambos al oeste el fortín boliviano 4 Vientos. El fortín General Duarte se hallaba ubicado al noroeste del Mariscal López Nuevo, a unos 10 kilómetros, siendo vecino más próximo el fortín boliviano Murguia.

            Como el antiguo puesto adelantado al oeste de Nanawa Masamaklay o Samaklay se hallaba ocupado por los bolivianos, eran ellos los vecinos más cercanos de los defensores de Nanawa. Unos 15 kilómetros al norte de este último fortín estaba el de nombre Pirizal, llamado Bullo por los invasores. El fortín Manuel Gondra estaba ubicado ligeramente al noroeste de Pirizal, siendo sus vecinos más próximos los enemigos del puesto Pozo Negro a unos 8 kilómetros.

            El fortín paraguayo Falcón llamado Rojas Silva por los bolivianos, cuando comenzó la guerra ya se hallaba ocupado por ellos, siendo sus vecinos más cercanos al sureste el fortín boliviano Alihuatá y al noroeste Arco, también boliviano. El fortín paraguayo Boquerón, en poder también de los invasores, tenía al suroeste una herradura de fortines: Yucra, Lara, Ramírez y Castillo.

            Al fortín Toledo amenazaba en todo momento una cadena de fortines bolivianos formados por Platanillos, Fernández, Jacuyubás, Loa, La China, Bolívar y el mismo fortín Camacho.

            El fortín Pitiantuta siempre tenía encima la amenaza de las tropas bolivianas de los fortines Roboré, Suárez, Ravelo, Ingavi, etc., así como Villa Militar y el sector de Bahía Negra.

            Los bolivianos alegaban tener soberanía sobre el Chaco paraguayo. Sin embargo, varios escritores de esa nacionalidad hablaron en sus libros de la política de penetración boliviana en el Chaco, citándose solamente entre ellos a Jorge Antezana Villagrán y a Roberto Querejazu Calvo. Este último escribió en la página 36 de su libro "Masamaklay", segunda edición, año 1975, bajo el título "El Plan de Penetración", que era intención del nuevo Presidente Dr. Daniel Salamanca "prestar especial atención a la cuestión del Chaco. Iba en ello no sólo la honra, sino el supremo interés del porvenir de Bolivia, tanto para asegurar sus territorios del sudeste, constantemente usurpados, como para abrirse una salida al Plata".

            No cabe la menor duda que el término "penetración" se empleaba como sinónimo de invasión, ocupación y conquista de lo ajeno. Pues, no es admisible ni sensato que gobierno alguno tenga la rara tozudez de ordenar la penetración en su propio territorio, lo que implicaría una flagrante contradicción de términos, o que se haya escrito careciendo de la necesaria lucidez mental, discernimiento y raciocinio. Si fuere su territorio, hubiera sido una grosera redundancia hablar de "penetración" y de la política de "pisar fuerte en el Chaco". Sencillamente lo hubieran ocupado y explotado el Chaco conforme a derecho y en ejercicio de su soberanía, así como de hecho lo hicieron y de mala fe, tras sucesivos atropellos.

            De modo que Bolivia invadió y ocupó el Chaco, clandestina y deliberadamente al comienzo y luego por la fuerza venía avanzando hacia el Río Paraguay, con pleno conocimiento de causa, "para abrirse una salida al Plata", para solucionar su enclaustramiento geográfico derivado de la pérdida de la costa del Océano Pacífico, a consecuencia de la guerra en que fue también derrotada por Chile en el año 1882, cediéndole en consecuencia todo el litoral marítimo de Antofagasta.   

 

            2. EL EJÉRCITO PARAGUAYO DE PREGUERRA.

 

            El coronel Carlos José Fernández escribió en el primer tomo de su libro "la Guerra del Chaco" que "el efectivo total de las fuerzas armadas, según la Ley No. 1237, de Presupuesto General para el Ejercicio Financiero 1931-1932; era:

            En el ejército figuraban 2 generales, 44 jefes, 213 oficiales y 3.500 de tropas, y en la armada 5 jefes, 62 oficiales y 600 de tropas. Resumiendo totalizan 2 generales, 49 jefes, 275 oficiales y 4.100 de individuos de tropa.

            Eran general de brigada Manlio Schenone y Manuel Rojas A., y general de división S.R. Patricio Escobar.

            El Dr. Carlos Díaz León, Director de la Sanidad Militar era coronel de sanidad.

            Tres tenientes coroneles: José Félix Estigarribia, jefe de Estado Mayor General; José Julián Sánchez, comandante del grupo norte (Bahía Negra); y Juan B. Ayala, "preparó la creación de la Segunda y Tercera Divisiones sobre la base de los regimientos No. 1 (Concepción) y No. 5 (Bahía Negra)".

            Mayores: Luis Irrazábal, comandante del regimiento de Caballería No. 1 Valois Rivarola, en Paraguarí; Carlos José Fernández; José Domingo Melgarejo, comandante del regimiento No. 5 General Díaz, en Bahía Negra; Gaudioso Núñez, comandante del regimiento No. 4 Curupayty, en Puerto Casado; Juan B. Ayala, comandante del regimiento No. 1 "2 de Mayo", en Concepción y Nanawa (fortín Presidente Eligio Ayala), Eduardo Torreani Viera, comandante del regimiento No. 3 Corrales, en Villa Hayes; José Luis Vera, comandante del Grupo de Artillería No. 2 General Roa, en Asunción; Arturo Bray, Director de la Escuela Militar; Rafael Franco, Director de la Escuela Militar de Aviación, en Campo Grande; y el teniente de Marina Manuel T. Aponte, Director de la Armada, en Asunción. Totalizan 8 mayores, sin Ayala.

            El Ejército y la Armada totalizaban "con el personal de los servicios unos cinco mil hombres, distribuidos en todo el territorio de la República", según el coronel Carlos José Fernández.

            Cabe agregar que con la creación de la Primera División de Infantería en 1931, a base de los regimientos de Infantería No. 2 Ytororó, del No. 4 Curupayty y del regimiento de Caballería No. 2 Coronel Toledo, pasó a comandarla el teniente coronel José Félix Estigarribia, reemplazándole en la jefatura del Estado Mayor General el ya de igual grado Juan Bautista Ayala.

            "A mediado del año 1931 llegaron a Asunción los Cañoneros Paraguay y Humaitá, conducidos desde Italia por oficiales de la Armada -paraguaya-, bajo el comando del capitán Rufino Martínez. Fueron construidos bajo la dirección del capitán José Bozzano. El Presbítero Duarte Ortellado venía como capellán de la Flotilla", escribió también en su libro el citado coronel Fernández. Y haciendo justicia, cabe agregar aquí que el entonces mayor Carlos José Fernández fue nombrado jefe de Estado Mayor de la Primera División de Infantería, al ser creada en 1931.

            Fuera de los jefes y generales citados por el coronel Fernández y que fueron presupuestados para el ejercicio financiero 1931/1932, Paraguay contaba con los siguientes jefes y Capitanes:

            Coroneles de Sanidad:

            Carlos Díaz León, Víctor Idoyaga y Cayetano Masi.

            Teniente coronel: Nicolás Delgado.

            Mayores:

            Francisco Brizuela, Félix Cabrera, José María Cazal, Tomás Mendoza, Paulino Antola, Eduardo Torreani Viera, Manuel García de Zúñiga, Mario López Decoud, José Antonio Ortiz, Tranquilino Ortiz Cabral, Federico W. Smith, Vicente Machuca, Manuel Garay, Fermín Casco, Sigifredo Melgarejo, Fidel Ferreira, Francisco Caballero Álvarez, Roque Samaniego, José Domingo Melgarejo, Camilo Recalde, Gilberto Andrada, Rolando Ibarra, Manuel Muñoz, Luis Irrazábal, Gaudioso Núñez, Julián Arias, Francisco A. Vargas, Alfredo Mena, Pablo Sanabria, Eduardo García, Arístides Rivas Ortellado, Honorio Alfonso Díaz, Hipólito Radice, Higinio Morínigo M., Sampson Harrison. Son 36, más los 7 citados por el coronel Fernández totalizan 43 mayores.

            Capitanes:

            Sinforiano Brusquetti, José Clemente Britos, Raimundo Rolón, Ramón Avalos Sánchez, Feliciano Morales, Francisco Andino, Medardo Castagnino, Lorenzo Quintana Z,, Graciniano Barboza, Andrés Aguilera, Ramón L. Paredes, Luis Santiviago, Alcibíades Irrazábal, Julio B. Jara, Juan González Ferreira, Mauricio Escobar, Ángel Urbieta, Pedro Cazenave, Alfredo Ramos, Restituto Bogado, José C. Ríos, Juan B. Melgarejo, Sinforiano Brusquetti, Abdón Palacios, Leandro González, Pedro Quintana, Juan Nepomuceno Barrios, Arsenio Fretes, Isaías Báez Allende, José A. Migone, Aparicio Miranda Núñez, Atilio J. Benítez, Amancio Pampliega, Santiago De Filippi, Alejo Guanes, Antonio Ortigoza, Enrique M. Paats y Francisco Vera y Aragón. Son 38 capitanes pertenecientes a las quinta, sexta, séptima y octava promociones que egresaron de la antigua Escuela Militar, según datos brindados por el coronel Alfredo Ramos (S.R.) al autor de estas líneas; también existían entonces algunos capitanes de Reserva.

            Cabe observar que de entre estos 38 capitanes, todos los que participaron en la batalla del fortín Boquerón en setiembre de 1932, ascendieron a Mayor el mes siguiente, entre ellos el mismo Alfredo Ramos, Paredes, Palacios, Barboza, Britos, Rolón, Santiviago, Avalos Sánchez, Irrazábal, Jara, González Ferreira, Castagnino, Fretes, Báez Allende, Guanes y otros, siendo nombrados varios de ellos poco después comandante de regimiento, sorprendiéndoles la terminación de la guerra en junio de 1935 cuando se hallaban comandando toda una División, desempeñándose con todo acierto, bravura, fogosidad y distinción. El entonces mayor Alfredo Ramos por ejemplo ya fue nombrado comandante del más tarde glorioso regimiento de caballería No. 1 Valois Rivarola el 12 de diciembre de 1932, para comandar durante la batalla de Zenteno Gondra, el "Destacamento Ramos", volviendo luego al R.C. 1 hasta el 20 de marzo de 1934, fecha en que fue nombrado comandante de la Segunda División de Caballería, donde permaneció hasta la terminación de la guerra, demostrando en todas las acciones bélicas que le cupo comandar inteligencia, perspicacia, valor personal y una iniciativa acompañada de intrepidez y avasallante audacia.

            El mayor Ramón L. Paredes comandó su aguerrido R.I. 4 Curupayty desde marzo de 1933 aproximadamente, para ser también comandante de División y jefe de Estado Mayor. El mayor Abdón Palacios comandó el R.I. 18 Pitiantuta y luego fue comandante de la Quinta División. El mayor Amancio Pampliega comandó el R.I. 17 Yataity Corá, ocupando también la jefatura de Estado Mayor Divisionario: El mayor Juan N. Barrios comandó el R.C. 2 Coronel Toledo y la Primera División. El Mayor Luis Santiviago comandó el R.I. 6 Boquerón. El mayor Alcibíades Irrazábal comandó el R.I. 19 General Escobar. El mayor Julio B. Jara fue comandante del R.I. 2 Ytororó. El mayor Isaías Báez Allende comandó el R.I. 20 Acayuasá. El mayor Francisco Andino fue comandante del heroico R.I. 13 Tuyutí. El mayor Restituto Bogado fue también comandante del R.I. 17 Yataity Corá. Es imposible citar todos los casos, pero sí puede afirmarse que todos ellos cumplieron con abnegación, valor, coraje y patriotismo en horas difíciles para la patria, así como sus superiores y subalternos, para salvar la patria de la "humillación y la deshonra".

            El entonces teniente 1º. Basiliano Caballero por ejemplo, poco antes de la iniciación de la batalla de Boquerón, ascendió a capitán y siguió comandando el regimiento de Zapadores No. 1 General Aquino, fundado por el recio, equilibrado y criterioso mayor Félix Cabrera de entonces, quien fue su primer comandante y el segundo fue el flamante capitán Caballero Irala. Pues, a su regreso de la Escuela Militar de Chile siendo teniente 1º. ya se había hecho cargo de la nombrada unidad el 11 de junio de 1931 en Villa Hayes. El 16 de agosto del mismo año se trasladó a Isla Poí, luego Villa Militar, donde comenzó a trabajar levantando "cuadras para la tropa, casas para oficiales, chacra, tambo, polígono de tiro, fortificaciones alrededor del fortín y algo muy importante entonces, un tajamar de 50 metros por 25 y de 1 a 3 metros de profundidad en rampa, para almacenamiento de varios millares de metros cúbicos de agua", de valor incalculable para todo el Chaco.

            Comenzó a trabajar con 10 oficiales y 77 de tropas. Organizó "la primera línea defensiva de Isla Poí... a escasa distancia del fortín, segundo objetivo importante para el enemigo después de Boquerón.., trabajando con elementos rudimentarios, razón por la que estaban lejos de ser inexpugnables las organizaciones defensivas consistentes "en una franja de alambrada de púas de 5 metros de ancho por 0,40 centímetros de altura y 6 kilómetros de desarrollo, completada con una zanja de comunicaciones, casi sin mimetismo, sin instalaciones para puesto de comandos, provisión de agua y víveres, municiones, puestos sanitarios, telefónicos y otras necesidades", escribió en su libro "Nuestros Zapadores en la Guerra del Chaco", el más tarde teniente coronel Basiliano Caballero Irala.

            El inteligente, aparentemente mesurado pero enérgico y valiente Caballero Irala comandó después el Batallón de Zapadores No. 2 General Genes, así como la División de Reserva General, el Destacamento que llevaba su nombre y hacia el final de guerra, la Segunda División de Infantería llegando hasta Carandayty Moza, el punto geográfico más distante alcanzado en pleno territorio boliviano.

            Y hablando de muchos oficiales y capitanes que se destacaron por su inteligencia, temeridad y heroísmo, así como de los modestos y estoicos soldaditos, de los cabos y suboficiales, directos sustentadores y ejecutores de todas las misiones militares más difíciles, existieron también los que, aunque comenzaron pintando bien en el período de preguerra durante los incidentes en los puestos avanzados de los bandos contendores, una vez comenzada la guerra desaparecieron virtualmente del escenario bélico, no obstante haber adquirido algunas experiencias en los fortines Vanguardia, Masamaklay y otros, exceptuando desde luego los que por descuido o irresponsabilidad escaparon milagrosamente de los fortines Mariscal López y Boquerón en diciembre de 1931, al ser atacados y sorprendidos por los bolivianos mientras aún se hallaban dialogando plácidamente con el encantador y subyugante Morfeo.

 

            3. EL EJÉRCITO BOLIVIANO EN LA VÍSPERA DE LA GUERRA DEL CHACO

 

            El mismo coronel Carlos J. Fernández citó en su ya referido libro "La Guerra del Chaco" una larga lista de jefes bolivianos, que desde luego se justifica plenamente, primero porque su población triplicaba a la del Paraguay; es decir, 3.000.000 de bolivianos contra unos 900.000 paraguayos, y segundo porque durante la primera década del presente siglo XX ya había iniciado la penetración o invasión del Chaco paraguayo, y consiguientemente su preparativo bélico, tanto en materiales como en recursos humanos, en la diplomacia y en el aspecto psicológico, con miras a facilitar el logro de su anhelada meta: La conquista del Chaco paraguayo.

            En consecuencia, se pudo sacar del precitado libro del distinguido coronel Fernández los nombres de los siguientes generales y jefes bolivianos, incluyendo los que ya estaban prestando servicio en el Chaco paraguayo ya invadido y en todo el territorio de Bolivia, y los que fueron movilizados para llenar las unidades que iban creando paralelamente a las necesidades de la guerra, que había comenzado en Pitiantuta con la alevosa provocación del mayor Oscar Moscoso el 15 de junio de 1932, al tomar mediante un sorpresivo asalto el citado fortín guarnecido por un cabo y cinco soldados, asesinando durante su sueño o después de tomarlo prisionero, a su comandante el cabo Oliberio Talavera, escapándose el resto como se verá con más detalle más adelante.

 

            Generales:

            Hans Kundt, mercenario alemán, ídolo, caudillo, maestro y creador del Ejército boliviano. Ismael Montes, Carlos Blanco Galindo, Federico Román, José J. Quiroz, (de división), Raimundo González Flor (de división), Teófilo Vila, Adalid Tejada Fariña, Filiberto Osorio, José Luis Lanza, Carlos Quintanilla y Julio Sanjinés, siendo en total 12 generales.

 

            Coroneles.

            Gerardo Rodríguez, José M. Quíntela, José Vargas Pozo, Federico Díaz de Medina, José E. Anze, Vicente Ledesma, Francisco Peña, Federico Velazco, Felipe Reyes Ortiz, Quintín F. Muguia, Juan Fernández, Victoriano Gutiérrez, José M. Quintanilla, Miguel Alaiza, Rafael Morant, Julio de la Vega, Dr. Manuel Mostazo (de sanidad) y Aquiles Vergara Vicuña, mercenario chileno, quien prestó importantes servicios a la artillería boliviana, totalizando 18 coroneles.

 

            Tenientes coroneles:

            David Toro R., Amelio Segundo Gamarra, Rafael D. Quiroga, Genaro Blacutt, José L. Montaño, J. Emilio Cárdenas, Alberto Sotomayor, Modesto Alcoreza, Armando Pereyra, Adolfo Montalvo, Demetrio Ramos (comandante de la Primera División boliviana de Caballería que libró varias encarnizadas batallas en el sector de Quebrada de Cuevo con la Segunda División de Caballería paraguaya comandada por el entonces teniente coronel Alfredo Ramos), Julio Aguirre, Emilio Aguirre (muerto en el fortín Boquerón), Walter Méndez (apodado el tigre rubio), Víctor Filippi, Heriberto Ariñez, Prudencio Cuenca, Enrique Peñaranda, Vicente Jáuregui, Arturo Guillén, Emilio González Quint, Samuel Alcoreza, Jacinto Reque Terán, Fortunato Castro, Julio Miranda, Germán Rodríguez, Ángel Rebollo, Luis Velazco, Enrique Alcoreza, Ángel Ayoroa, José A. Cárdenas, Julián Terán, Aurelio S. Gamarra, Ángel Rodríguez, Francisco Ballivián, Carlos Bánzer, Manuel Marzana, Luis A. Cuenca, Luis Saavedra, José M. González, Enrique V. Vidaure, Luis Añez, Bernardino Bilbao Rioja (peleó luego en la segunda guerra mundial), José L. Capriles, Rómulo Moreno, René Pareja, Felipe Arrieta, José Taboada, José Luis Serrano, Montt y S. Luna. Total de tenientes coroneles 51.

 

            Mayores:

            Rogelio Ayala Moreira, Oscar Moscoso, Grover Bracutt, Max España, Carlos Soria Galvano, Julio Viera, Roberto Olmos, Secundino Olmos, Quillermo Wichtendhal, Eliodoro A. León, Adolfo Lairana, Froilán Montán, Eleuterio Valdivieso, Miguel Ocampos, Alfredo Rivas, Enrique Eduardo, José Rivera, Alfredo Sánchez, Ezequiel Arena, Felipe Arrieta, Luis Gamarra, Alberto Hoshkofier, José Aramburo, Guillermo Jordán, Germán Jordán (muerto en diciembre de 1932 en el cañadón del campo de Saavedra llamado después Campo Jordán en su homenaje), Esteban Bravo, Francisco Manchego, A. Sains, Daniel Sosa, Dámaso Arena, Alberto Arauz, Benigno C. Sánchez, Eduardo Ávila, Zacarías Murillo, Maximiliano Ortiz, Carlos R. Peredo, César Menacho, Arturo Fortín, Cesáreco Sanjinés, Julio Bretel, Enrique Frías, Antonio Suárez, Amadeo Ballón, Alberto Valdez, Ovidio Quiroga, Julio Fernández, Ángel Custodio Babía, Celso Camacho, Rafael Pabón (aviador, muerto y derribado con su avión por el mayor Carmelo Peralta y su ayudante teniente Rogelio Echeverry, ambos paraguayos, en el campo de Florida el 12 de agosto de 1934), Jorge Joradán (aviador) Guillermo Sánchez, Zoilo Sanjinés, Adrián Velazco, Arturo Vergara y Araní. Total, 55 mayores bolivianos.

            Los jefes bolivianos que ya estaban en el Chaco paraguayo cubrían los fortines Villa Montes, D'Orbigny, Guachalla, Bailivián, Linares, Magariños, Esteros, Muñoz, Tinfunqué, Sorpresa, Saavedra, 4 Vientos y Platanillos, hasta fines de 1931.

            Según el coronel Carlos J. Fernández: "Hasta fines de 1931 la ocupación del Chaco estaba limitada a la orilla del río -Pilcomayo-, hasta Ballivián y de aquí se formaba un gran triángulo jalonado por el río Pilcomayo, por los fortines Sorpresa, Tinfunqué, Cuatro Vientos, Saavedra, Alihuatá y Arce, y por el norte cerraba este triángulo el camino Ballivián - Arce". En 1931 el teniente Víctor Ustares "desde Fernández Platanillos completó su exploración sobre Toledo y Corrales..., se abrió el camino... Muñoz a Platanillos... y finalmente Ustares reconoció el terreno al norte de Corrales".

            Se hace expresa salvedad que la nómina de los generales, jefes y capitanes, estos últimos solamente referentes al lado paraguayo, no pretende ser completa ni perfecta en cuanto a los grados o escalafones militares se refiere, y que haciendo un gran esfuerzo se ha podido agregar muchos nombres militares de ambos contendores, para enriquecer la lista que el coronel Carlos José Fernández incluyó en su citado libro.

            Finalmente, para cerrar este título, se podrá analizar en el siguiente, esquema la serie histórica, valga la expresión, referente al número de militares paraguayos y bolivianos existentes al comenzar la guerra del Chaco.

 

 

 

                        Paraguay:                               Bolivia.

Generales                    3                                  12

Coroneles                    3 (de sanidad)          18

Tenientes coron.         4                                 51

Mayores                       43                                55

Capitanes                    38                                Mínimo estimado en 60

Capitanes de Marina  4                                  ....

 

            Según el coronel Carlos José Fernández: "En reemplazo de la misión militar francesa al mando del general Sever, Bolivia contó con otra alemana desde 1911 al mando del entonces mayor Hans Kundt", quien volvió a Bolivia al terminar la primera guerra mundial, 1914-1918, y luego de nacionalizarse boliviano fue nombrado jefe de Estado Mayor General del Ejército boliviano, "equivalente al cargo de Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas" en Paraguay. Durante su larga actuación creó "Escuela de Clases, Escuela Militar de Aviación y dio mayor impulso a la Escuela Militar, a la Superior de Guerra y otros institutos y servicios... Organizó 6 divisiones de ejército y varias unidades independientes (regimientos de artillería, de ingenieros, etc.)". Montó industrias militares necesarias para las guerras, tales como "de cartuchos de infantería y artillería, talleres de montajes portátiles,... de intendencia y de reparaciones de aviación".

            "Formuló... el  primer plan de operaciones, contra el Paraguay, conocido como el "Plan Kundt", que publicó un diario del Uruguay y elaboró también el plan de compra de armamentos y equipos bélicos.

 

 

 

III. EL FORTIN PARAGUAYO BOQUERON

 

            1. SU FUNDACIÓN.

 

            Como una excepción en este ensayo, se reseñará brevemente la historia del fortín Boquerón.

            Transcurría con aparente indiferencia el año 1927, cuando el capitán de Caballería Tranquilino Ortíz Cabral, comandante de un destacamento "que paraba en ese momento en el fortín Toledo", le ordenó al teniente también de Caballería Eugenio Ayala Velázquez, para que con 8 jinetes realice una patrulla a larga distancia en busca de un lugar adecuado para fundar un fortín entre el de nombre Arce de los bolivianos y el fortín paraguayo Cacique Ramón, luego Isla Poí y posteriormente Villa Militar.

            La patrulla Ayala Velázquez encontró un lugar ideal en el dominio de "los indios makaes, gente de recia contextura y muy guerrera", según la califica el coronel Heriberto Florentín en su libro "Lo que he visto en Boquerón".

            Se trataba de "un extenso campo plano y muy despejado, que favorecía la observación a larga distancia", existiendo en el bosque y solamente a unos pasos de la orilla, una laguna de regular tamaño, que reforzada con tajamares podrá abastecer por cierto tiempo a un pelotón y sus ganados.

            Informado el capitán Ortíz Cabral de tan interesante hallazgo, llegó al sitio, y "previo un minucioso reconocimiento por los alrededores", decidió fundar allí el fortín Boquerón, levantando para ello tres ranchos de paja, "horcones de palo santo y tirantes de palo blanco"; para el oficial, la tropa y la cocina, y un asta-bandera de quebracho, en cuya base se colocó el Acta de Fundación del fortín Boquerón, dentro de un recipiente de metal, depositado en el agujero de un pedazo de palo santo". Las palabras alusivas fueron pronunciadas por el capitán Tranquilino Ortiz Cabral, comandante del destacamento.

            El teniente Eugenio Ayala Velázquez fue "el primer paraguayo" que llegó a ese lugar, según el coronel Heriberto Florentín, Ayala Velázquez fue también el primer comandante del fortín Boquerón.

 

            2. LA ARROGANCIA BOLIVIANA.

 

            Una patrulla boliviana apareció 15 días después de la fundación del fortín Boquerón y luego "de cambiar algunas palabras con el puesto, desapareció en los montes". Los fortines y puestos Jucra, Ramírez, Castillo y Lara formaban una herradura al oeste de Boquerón.

            El coronel Heriberto Florentín dice en su citado libro que "desde entonces las incursiones enemigas menudearon más todavía". Posteriormente, tres hombres a caballo llegaron por el camino que lleva a Arce para preguntar por sus caballos que han "desaparecido del fortín". Entre tanto, otro fotografiaba los alrededores, marchándose luego rápidamente antes de reaccionar el responsable del fortín. Pero pronto paraguayos y bolivianos se "amigaron". El teniente Ayala Velázquez varias veces comió con ellos su locro y saporó en Boquerón, según el coronel Florentín, logrando ellos conocer profundamente lo que es y tiene dicho fortín paraguayo. Hasta que en 1928, el 14 de diciembre al amanecer, asaltaron Boquerón vitoreando Bolivia, en represalia de lo ocurrido en el fortín Vanguardia el 5 del mismo mes, sorprendiendo totalmente a los paraguayos, escapándose su ingenuo comandante de sus maquiavélicos "amigos bolivianos", "así como estaba", sin intentar defensa alguna, abandonando a sus soldados a toda carrera, quienes por fortuna no cayeron prisioneros, dejando intacto el fortín a los invasores, al decir del coronel Florentín.

            El teniente 1º. Heriberto Florentín relevó al teniente Antonio Ortigoza y su escuadrón de caballería a mediados de 1931 en la jefatura de la guarnición de Boquerón, al mando de una compañía de fusileros de 112 hombres de tropa, siendo sus comandantes de pelotones los tenientes 2º. Ruperto Zenteno, Ricardo Benza Carrera y Víctor Manuel Islas. Marcharon a pie de Isla Poí a Boquerón llevando "6 fusiles ametralladoras y la consiguiente fusilería", y víveres para un mes en 3 carretas, permaneciendo 8 meses como jefe del fortín Boquerón.

            Boquerón tenía 5 ranchos o casuchas, dos de ellos construidos por los bolivianos durante su ocupación después del incidente del fortín Vanguardia y devueltos al Paraguay en 1929. Tenía también un tajamar y un pozo con agua potable, y el asta-bandera en la plazoleta.

            Luego de amanecer el día siguiente de su llegada, el teniente Florentín y algunos acompañantes realizaron "un minucioso reconocimiento del terreno circundante... "

            Boquerón se comunicaba con Isla Poí mediante "un frágil tendido telefónico a través de tupida selva... Un servicio de chasqui a mula, una vez por semana,... exponiéndose a la felonía de los indios", y un convoy de carretas con "víveres y correspondencia ordinaria" cada mes o más tiempo en caso de lluvias torrenciales, que siempre demoraban o dificultaban el paso de los rodados por unos días.

            En cierta ocasión, a uno de las dos estafetas se le cansó su montado y durmió en el camino en espera del compañero que fue a Boquerón a pedir ayuda. El infortunado estafeta fue muerto, aparentemente estando en dulce coloquio con Morfeo, por los indígenas, "con un mazazo en la cabeza, hundiéndole el cráneo... "los criminales aborígenes no se llevaron el fusil ni proyectiles, ni los víveres, pero no dejaron rastro del mulo cansado.

 

            3. LAS PATRULLAS DEL TENIENTE FLORENTÍN.

 

            Una de las consignas del teniente Florentín era el patrullaje diario "más allá de la línea de los puestos de seguridad inmediata, con el objeto de controlar todo movimiento del enemigo en la periferia" de Boquerón. Patrullaban 2 veces al día: una "al amanecer y otra al caer la tarde", con 4 ó 5 jinetes, al mando de un cabo o un suboficial. La primera patrulla del teniente Florentín estuvo a cargo del cabo Víctor Saavedra, natural de San Pedro y 4 soldados montados. Salieron de Boquerón a las 17 horas y debían regresar alrededor de las 18.30, una hora y media después, debiendo sospecharse que tuvieron inconvenientes si no llegan de vuelta en dicho plazo. Con esta advertencia y otras recomendaciones se internaron por el "Pique Ramírez" boliviano y regresaron recién a las 21.30 horas, con tres horas de atraso, después de vivir la gente del fortín momentos de incertidumbre y real nerviosismo, imaginando adversas conjeturas.

            El cabo Saavedra informó que se extraviaron, pero que a 7 kilómetros de Boquerón encontraron posiciones, tucas, senda de repliegue, etc., de reciente data, sobrepasando de este modo 5 kilómetros de los 2 fijádoles. Para confirmar el parte de Saavedra, tres días después el teniente Florentín integró un grupo de 7 jinetes y salieron una tarde siguiendo el mismo "Pique Ramírez", llegando al caer la misma frente al posteriormente fortín Ramírez tras confirmar plenamente el parte del cabo Saavedra, de donde después de observaciones, intentos y otras lucubraciones, regresaron después de obscurecer, trayendo casi del linde de la plazoleta un caballo rosillo como trofeo.

            El 25 de setiembre de 1931 el teniente Florentín encabezó otra patrulla y el día siguiente 26 encontró el fortín Ramírez, y desde entonces los patrulleros observaron varias veces. El 12 de octubre de aquel año 1931 el teniente Florentín integró otra patrulla con rumbo al fortín Ramírez, dirigiéndose él y dos acompañantes hacia el fortín, mientras el resto les esperaba en la oscuridad en la ceja del bosque vecino; Florentín y el soldado Víctor Ibarra, oriundo de las Misiones entraron en una de las piezas, cubriendo el tercer acompañante la puerta de entrada. En la pieza estaba sentado de espaldas a ellos el imaginaria dormitando apoyado en la mesa que sostenía un farol que brindaba al lúgubre recinto una luz mortecina. El soldado Ibarra retiró de "un armerillo repleto de armas que en perfecta ordenación parecía custodiar la entrada" al recinto en el costado de la derecha, "un fusil mosquetón, un tubo de repuesto de F.A. y un yatagán", desautorizándole previamente el teniente Florentín a llevar un fusil ametrallador para no dejar rastro...

 

            4. EL RECONOCIMIENTO DEL FORTÍN YUCRA.

 

            Después de la visita nocturna de las patrullas del teniente Florentín al fortín Ramírez de los bolivianos, éste decidió hacer el mismo trabajo sobre el fortín Yucra, "el más próximo pero el más difícil por la ubicación privilegiada que había ganado a la topografía chaqueña: colocado sobre una suave elevación de tierra, aprisionada por un anillo de tupido bosque, y éste a su vez rodeado de cañadones bien despejados y muy aptos para una fácil observación", según escribió en su libro el coronel Heriberto Florentín, quien dice también en su libro que este trabajo más bien se decidió realizar para cumplir lo prometido a los oficiales de Isla Poí, quienes fueron representados por 5 oficiales, entre ellos el teniente Vicente Quiñones, que llegaron a Boquerón para plantear al teniente Florentín y sus oficiales dos cosas a raíz de los problemas políticos que venían aconteciendo en Asunción. La primera consiste en "el abandono total del Chaco..." y la segunda, en "llevar un ataque sorpresivo y violento a uno de los fortines bolivianos más próximos a nuestras posiciones...", -dice-, para llamar la "atención del pueblo y orientarla, si es posible, hacia el Chaco, que debe ser en estos momentos el foco central de la preocupación de toda la nación..., "y evitar que se repita acontecimiento como el del 23 de octubre de 1931... El coronel Florentín dice en su citado libro que él contestó que ellos, los de Boquerón, tenían "preferencia por la última..." La propuesta del teniente Florentín fue aprobada por los oficiales de Isla Poí, cuyo vocero era el teniente Quiñones.

            Para el cumplimiento de lo convenido con los de Isla Poí, prosiguieron el reconocimiento del fortín Yucra, el más próximo de Boquerón, por la vía más accesible, que era la picada Boquerón-Yucra, y por consiguiente muy controlada por ambos bandos. Entre tanto, el teniente Florentín decidió preparar una celada ocupando a caballo dicha picada, tomando posición tres tiradores cada lado. Nadie debía disparar su fusil sin su orden y antes de llegar los patrulleros bolivianos a 100 metros del lugar de la emboscada.

            Transcurrido cierto tiempo aparecieron 10 infantes bolivianos "en fila india" avanzando hacia Boquerón del lado del fortín Yucra... Cuando llegaron a 300 metros, "sonó un disparo escapado". Los bolivianos huyeron por el bosque, "menos uno que se quedó tendido en medio del camino y en actitud desafiante", de bruces. Entonces el teniente Florentín ordenó a su mejor tirador Adolfo Giménez "haga fuego contra" el boliviano caído. Giménez disparó su fusil pero éste no se movió. Florentín le ordenó al soldado Ortellado haga lo mismo que Giménez. Cumplida la orden, el enemigo tendido en tierra seguía inmóvil. Entonces Florentín y sus hombres avanzaron hacia el mismo para aclarar la situación, y encontraron que el soldado boliviano tendido y muerto, había recibido los tres tiros de fusil de los paraguayos, "en la franja acartonada de la gorra grasosa,... dibujando un triángulo perfecto", dice el coronel Florentín, y prosigue, que el general Manuel Rojas, Comandante en jefe que estaba en Isla Poí, le pidió y llevó a Asunción el fusil y la gorra y fueron exhibidos "en la vidriera de la casa Jorba". La gorra tenía la siguiente inscripción: "Pruebas de la buena puntería de nuestros soldados de Boquerón a la distancia de trescientos metros". El dueño de la gorra era el soldado Juan Lara.

            Posteriormente el teniente Ruperto Zenteno al mando de un grupo de combate patrulló hacia Yucra para buscar una vía de acceso bien disimulada para "efectuar una vista ocular a sus instalaciones y dispositivos en general". El teniente Zenteno regresó luego de 4 días sin cumplir su misión debido a "la estricta vigilancia establecida alrededor del fortín...", pero trajo "un croquis bien detallado del terreno que circunda a Yucra".

            Unos días más tarde el teniente Florentín acompañado del teniente Zenteno encabezó otra patrulla para completar el trabajo de patrullaje de éste y localizar el fortín Yucra, logrando encontrar y ver esa noche el fortín después de desplegar titánicos esfuerzos y sacrificios, y sorteando candentes peligros.

            Llegaron a situarse a diez escasos pasos del fortín, que era una construcción rústica con techo de paja, "en cuyo interior ardía una fogata... rodeado de un grupo de 10 robustos cholos que, con sus anchos hombros y sus relucientes rostros, chanceaban jubilosos en torno de la lumbre..."

            El teniente Florentín comunicó el día siguiente por teléfono a Isla Poí el resultado de su patrulla, cumpliendo de este modo lo convenido con el teniente Quiñones y sus cuatro acompañantes, "pero de aquel lado nunca nadie más habló de tal ataque convenido..."

            Felizmente para el país, la propuesta o inquietud de "los muchachos" de Isla Poí pronto se enfrió y apagó, acaso por falta de apoyo, sin dejar rastro como el famoso fantasma boliviano o "pombero boli", el astuto y audaz capitán Víctor Ustares.

            Luego de 8 meses de permanencia en Boquerón, el teniente Florentín fue relevado por el de igual grado, Eulalio Facetti, comandante de una compañía del regimiento de Infantería No. 4 Curupayty.

 

 

 

VIII. PREPARATIVOS Y ACCIONES PARA RETOMAR BOQUERON

 

            1. INCIDENTES PREVIOS A LA BATALLA.

 

            El fortín paraguayo Carayá, llamado posteriormente Coronel Hermosa, que se hallaba desocupado o abandonado, lo ocuparon tropas bolivianas el 7 de agosto de 1932, denominándolo Huijhai conforme a su maquiavélica política confusionista para fines diplomáticos. El 15 de agosto del mismo año una patrulla paraguaya encontró 1 capitán, 1 teniente y varios soldados bolivianos cerca del fortín Coronel Hermosa a la sazón abandonado momentáneamente, de cuyo choque resultó muerto el teniente boliviano Monroy. Dos días después, el 17 de agosto, fue retomado dicho fortín Coronel Hermosa por un destacamento comandado por el capitán Julio B. Jara y constituido por el primer batallón del regimiento 4 Curupayty y un escuadrón del regimiento No. 2 Coronel Toledo. El saldo de este encuentro fue de un soldado paraguayo herido y 6 soldados bolivianos prisioneros, quienes declararon que el teniente coronel Manuel Marzana tenía en Boquerón 1.200 hombres, dedicados entonces a trabajos de fortificación del fortín y alrededores, y que las tropas que se apoderaron de Coronel Hermosa o Carayá, debían tomar enlace con los bolivianos del fortín Toledo "e incursionar en la zona ocupada por los mennonitas".

            Mientras tanto, las tropas de las Primera y Segunda Divisiones paraguayas se concentraban "entre Villa Militar o Isla Poí, Campo Esperanza y Pozo Azul, contemplando "la defensa de las colonias mennonitas y como objetivo principal la ofensiva en la dirección Boquerón-Arce", con misión de observación hacia el fortín Toledo.

 

            2. CONCEPCIÓN OPERATIVA DE ESTIGARRIBIA Y EL DE COMANGE Y ESMAYORAL.

 

            El plan operativo concebido por el teniente coronel José Félix Estigarribia, comandante de la Primera División de Infantería paraguaya, consistía en "iniciar la ofensiva en la dirección Boquerón-Arce, como primer objetivo militar", lo que sugirió varias veces al Comando en jefe del Ejército y Armada Nacionales (Comange), significando las ventajas de la iniciativa y... de la reunión de las fuerzas en el teatro principal de operaciones antes del 20 de agosto de 1932 para impedir la fortificación boliviana en Boquerón y evitar así "pérdidas inútiles".

            El comandante Estigarribia pedía para iniciar la ofensiva, concentrar las tropas disponibles "sobre la línea Casado-Villa Militar, y la provisión urgente de 200 camiones.

            Al comenzar la movilización el Estado Mayor General (Esmayoral), creía que los bolivianos atacarían en dirección Nanawa-Concepción y no "de Villa Militar-Casado".

            Comange y Esmayoral preconizaban el principio de la defensiva y "no compartían... las ideas" del teniente coronel Estigarribia. Por eso aquel agosto de 1932 Comange ordenó al comandante Estigarribia no iniciar "ninguna operación ofensiva antes de terminar la concentración de las fuerzas movilizadas, para evitar comprometerse en acciones sin probabilidad de éxito", preguntándole al mismo tiempo a Estigarribia si dónde se defendería "en el caso de un ataque enemigo, al parecer próximo". El comandante Estigarribia contestó: "La primera línea de resistencia en Villa Militar, la segunda en Pozo Azul y la tercera en Casanillo", insistiendo seguidamente sobre la necesidad y conveniencia de alejar del kilómetro 145, punta riel de Casado, las operaciones militares, tomando la iniciativa, siendo para ello suficientes las tropas "ya concentradas y escalonadas entre Villa Militar-Casanillo".

            Entre tanto, las Primera y Segunda Divisiones se reunían en Villa Militar, marchando a pie las tropas, y transportando los víveres, municiones, forrajes, combustibles y elementos sanitarios", los carros y camiones.

            Días antes de la batalla de Boquerón, Comange nombró jefe de Estado Mayor del Primer Cuerpo de Ejército al mayor Carlos J. Fernández y al de igual grado Manuel Garay, comandante de la Primera División. Pero el teniente coronel José Félix Estigarribia al instalar su Puesto de Comando en Villa Militar, designó como reemplazante suyo en el comando de la Primera División al mayor Carlos J. Fernández, que venía desempeñando el cargo de Jefe de Estado Mayor de dicha Gran Unidad desde la movilización general, y al mayor Manuel Garay, Jefe de Estado Mayor del Primer Cuerpo de Ejército, "evitando así los cambios de comando en los momentos de mayor trascendencia operativa, que es cuando se requiere más cohesión y comprensión entre conductores y subordinados, lo cual en el terreno de los hechos se traduce en unidad de acción, base de todo éxito", dice el coronel Carlos J. Fernández en las páginas 111 y 112 de su libro, tomo I., y que se amplía a continuación.

 

            3. LA CREACIÓN DEL PRIMER CUERPO DE EJÉRCITO.

 

            El Primer Cuerpo de Ejército paraguayo fue creado el 5 de setiembre de aquel año 1932, "bajo las órdenes del teniente coronel José Félix Estigarribia, y constituido por: la D. 1 " (regimientos Valois Rivarola No. 1 de Caballería.

            Fueron nombrados los siguientes jefes: Comandante de la Primera División el mayor Carlos José Fernández, y jefe de Estado Mayor los siguientes: del Primer Cuerpo de Ejército el mayor Manuel Garay, de la Primera División el mayor Gilberto Andrada y de la Segunda División el mayor José C. Britos; y para Cuartel Maestre del Ejército, el mayor Arístides Rivas Ortellado.

            Fue también designado jefe de la Sección Cartografía, el teniente 1º. de Reserva Plácido León Velázquez. Poco después entraron a colaborar los mayores de Reserva Rolando Ibarra y Honorio Alfonso Díaz, el capitán de Ingeniero de Reserva Tomás Romero Pereira, el teniente de Administración Zoilo Mazó, los tenientes Albino Grau, José Eduardo Conigliaro y Miguel Ángel Blasco, y los suboficiales César Pirovano y José R. Esquivel. Estos dos últimos pronto ascendieron a teniente 2º.

            El teniente César Pirovano fue más tarde destacado combatiente del regimiento No. 4 Curupayty, muriendo heroicamente el 7 de diciembre de 1933 en el asalto de ruptura de su unidad en el sector Gondra para completar el cerco de Campo Vía, durante la batalla de Zenteno Gondra, según dato brindado por el actual teniente José R. Esquivel para este trabajo, por intermedio del capitán José Eduardo Conigliaro.

            El 6 de setiembre de 1932, la Primera División de Infantería paraguaya estaba lista para marchar sobre el fortín Boquerón con el siguiente efectivo, según el coronel Carlos José Fernández:

 

 

"Unidades       Oficiales         Tropas             Total               Observaciones

R. I. 2                         39             1.429                1.468               Regimiento Ytororó No. 2 de Infantería

R. I. 4                         34              1.360               1.394               Ídem Curupayty  No. 4 de Infantería

R.C. 2                        25                  423                  448               Ídem Coronel Toledo No. 2 de Caballería

G.A. 2                        15                  415                  430                Grupo General Roa No. 2 de Artillería

B. Z. 1                         6                     85                    91                Batallón Gral. Aquino No. 1 de Zapadores

Totales                    119                  3.712               3.831               Listos para la marcha"

 

            Se considera importante señalar que la Segunda División, al mando del teniente coronel Gaudioso Núñez estaba formada por los regimientos de Infantería No. 3 Corrales y el No. 1 "2 de Mayo", comandados por los mayores José D. Melgarejo y Paulino Antola, respectivamente, y el Grupo de Artillería No. 1 General Bruguez, al mando del mayor José Luis Vera.

            El 1º de setiembre de 1932 el primer batallón del 3 Corrales estaba en Campo Esperanza con 416 hombres, y los dos batallones restantes en Pozo Azul con 1.063 hombres, el G.A. No. 1 General Bruguez en Invernada con 415 hombres, mientras que "los primeros contingentes del 2 de Mayo ya desembarcaban en Puerto Casado. No obstante ello, el comandante de la Segunda División teniente coronel Gaudioso Núñez seguía en Concepción para completar "la organización del Destacamento Nanawa", futura base de la Quinta División.

            Bahía Negra ocupaba el regimiento de Infantería No. 5 General Díaz, también futura base de la Tercera División de Infantería, cuya movilización comenzaba, según el coronel Carlos J. Fernández.

            El regimiento de Caballería No. 1 Valois Rivarola se encontraba en el fortín Coronel Martínez con 650 hombres. En Palo Santo la escuadrilla de Aviación con 55 hombres. En Casanillo el escuadrón del R.C. 2 Coronel Toledo del capitán Alfredo Ramos con 196 hombres, una compañía de camineros de 100 hombres y 104 entre enfermos y sanitarios. En Pitiantuta el destacamento de 40 hombres del teniente Juan Isasi del regimiento No. 2 Ytororó, En los kilómetros 34, 145 y 152, un total de 119 hombres. Y también en Pozo Azul 60 carretas.

 

            4. HACIA LA RECONQUISTA DE BOQUERÓN

 

            Un destacamento formado por un batallón del regimiento de Infantería No. 4 Curupayty y un pelotón del batallón de Zapadores No 1 General Aquino, comandado por el capitán Juan González Ferreira ocupó el puesto Pozo Valencia el día 5 de setiembre de 1932, ubicado sobre el camino antiguo Isla Poí-Boquerón, a 17 kilómetros de éste y 47 kilómetros de Isla Poí o Villa Militar, "con la misión de impedir exploraciones del enemigo hacia Villa Militar", ex-Isla Poí.

            El 6 de setiembre, el capitán González Ferreira dio parte a su comando con asiento en Villa Militar que fue atacado por un destacamento boliviano de Caballería desprendido del fortín Boquerón, "que fue rechazado". Ante esta información el comandante del Primer Cuerpo de Ejército, teniente coronel José Félix Estigarribia, dictó ese mismo día 6 su "Orden General de Operaciones No. 1, disponiendo entre otras cosas que el día siguiente 7, a las 4 horas, marchen a Pozo Valencia "todas las fuerzas concentradas en Villa Militar", con la misión de reforzar a las tropas amigas de dicho puesto, evitando que caiga en poder del invasor, y consiguientemente atacarle en su zona de ocupación, adelantándose en la iniciativa.

            En primer escalón debía marchar la "Primera División de Infantería y el regimiento 3 Corrales", y en segundo escalón la "Segunda División de Infantería menos el regimiento Corrales", y con el regimiento de Caballería No. 1 Valois Rivarola.

            Fijó también dos itinerarios de marcha. El No. 1, el "Camino antiguo de Villa Militar a Boquerón" y el No. 2, la "Recta de Villa Militar a Boquerón".

            El coronel Carlos José Fernández comenta en su libro "La Guerra del Chaco", primer tomo, que "el día señalado, a las cuatro y treinta horas, la Primera División -de su mando- abandonó Villa Militar, a la que nunca más regresaría pues, las operaciones la llevaron hasta las Serranías del Aguaragüé, en los contrafuertes andinos, después de tres años de lucha victoriosa". Fue "la unidad madre del Ejército paraguayo, de cuyo seno surgieron un Comandante de Ejército, dos Comandantes de Cuerpo de Ejército y diez Comandantes Divisionarios. Nunca entregó al enemigo ningún material bélico utilizable y sólo pocos prisioneros que apenas llegan a la docena, por lo que ganó bien pronto el sobrenombre de División de Hierro, y fue conocida por La Invicta",

            Para las 20 horas de aquel 7 de setiembre, "todas las unidades y servicios alcanzaron Pozo Valencia", y el comandante del Primer Cuerpo de Ejército teniente coronel José Félix Estigarribia, quien había llegado allí a las 16 horas, vio desfilar ante él todas las unidades que iban llegando, permaneciendo "de pie hasta revistar el último pelotón", Mientras esto acontecía, siendo las 18 horas, los puestos avanzados del destacamento González han rechazado otra incursión boliviana.

            Se considera importante mencionar que la Primera División del mayor Carlos J. Fernández avanzó en dos columnas sobre el fortín Boquerón.

            El día 8 la Primera División y el regimiento de Infantería 3 Corrales, en cumplimiento de la Orden General de Operaciones No. 2 del Comandante Estigarribia, partieron de Pozo Valencia a las 5.30 horas hacia el fortín Boquerón, debiendo hacer alto cuando la cabeza se halle a 5 kilómetros del citado fortín, y emplear el resto del día en reconocimientos.

            La marcha de aproximación del 8 de setiembre se hizo sin mayores inconvenientes, porque la vanguardia iba desalojando sucesivamente de bolivianos los puestos adelantados. A 5 kilómetros de Pozo Valencia, siendo las 7 horas, la patrulla de punta de Caballería rechazó al enemigo luego de 15 minutos de tiroteos. A las 10.50 horas la patrulla tomó un puesto fijo en su avance, resultando del choque un soldado herido. Siendo las 15 horas el destacamento del capitán Abdón Palacios que marchaba sobre la recta Isla Poí-Boquerón chocó con los bolivianos y tuvo una baja. Luego de 15 minutos dos aviones bolivianos ametrallaron "al grueso de la División en plena marcha", contestando el fuego las ametralladoras pesadas del regimiento Ytororó No. 2. El grueso de la Primera División llegó a las 18 horas al linde este del bosque "que cierra el campo de Boquerón", a unos tres kilómetros de dicho fortín. A las 20 horas, el mayor José Antonio Ortiz informó que la vanguardia de su regimiento 4 Curupayty, después de rechazar "los puestos adelantados, penetró en el campo de Boquerón, donde observa inusitado movimiento de camiones, hacia el sur del fortín",

 

            5. DISPOSITIVO DE ATAQUE DE LA PRIMERA DIVISIÓN PARAGUAYA.

 

            El dispositivo de ataque de la Primera División comandada por el mayor Carlos José Fernández para la retoma del fortín Boquerón aquel 9 de setiembre mediante doble envolvimiento… era como sigue:

            En el ala derecha, el primer batallón del regimiento de Infantería No. 2 Ytororó, del capitán Abdón Palacios, con orden de "cortar el camino de retirada Boquerón-14 de Diciembre". El comandante del regimiento Ytororó era el mayor José Rosa Vera.

            En el centro, dos batallones del regimiento de Infantería No. 4 Curupayty al mando del mayor José Antonio Ortiz. El segundo batallón comandaba el capitán Ramón L. Paredes y el tercer batallón el capitán Juan González Ferreira. Tenían "como primer objetivo, el fortín Boquerón, linde posterior del bosque que bordea el fortín".

            En el ala izquierda, el segundo y tercer batallones del regimiento de Infantería No. 2 Ytororó, comandados por los capitanes Alejo Guanes y Leandro González, con "la misión de cortar el camino de retirada Boquerón-Yucra".

            El regimiento de Caballería No. 2 Coronel Toledo comandado por el mayor Tranquilino Ortiz Cabral, con la consigna de cooperar "en la acción principal, efectuando un gran envolvimiento por el flanco izquierdo del regimiento Ytororó, con misión de apoderarse de Yucra y cortar la retirada del enemigo en la conjunción Yucra-14 de Diciembre-Arce".

            El Grupo de Artillería No. 2 General Roa al mando del capitán Raimundo Rolón, "ocupará posición... entre Isla Samuhú y el Retén No. 1, sobre el camino".

            La reserva de la Primera División constituía el primer batallón del regimiento 4 Curupayty, al mando del capitán Julio B. Jara.

            La reserva del Primer Cuerpo de Ejército del teniente coronel José Félix Estigarribia la constituían el regimiento 3 Corrales al mando del mayor José D. Melgarejo de la Segunda División de Infantería, y el Batallón de Zapadores No. 1 General Aquino del capitán Basiliano Caballero Irala, de la Primera División de Infantería.

            El mayor Carlos J. Fernández reunió a sus comandantes regimentarios para "cambiar ideas y aclarar algunos puntos referentes a la intención y la misión de las unidades designadas para cada subsector", ocasión aprovechada por el mayor José A. Ortiz del 4 Curupayty, para solicitar "para su regimiento el honor del ataque al fortín, para satisfacer el pedido de sus oficiales, en vista del justo deseo de ser los primeros en reocupar su antigua posición chaqueña". El mayor Fernández satisfizo el pedido de honor, no obstante corresponder al regimiento 2 Ytororó por tener ya empleado su batallón Palacios en el ala derecha del sector.

 

 

IX. LA BATALLA DEL FORTIN BOQUERON

 

            1. MARCHA DE APROXIMACIÓN Y LA BATALLA.

 

            A la hora "H" del 9 de setiembre de 1932, que fue a las 5.30 horas, el regimiento No. 2 Ytororó con sus dos batallones encolumnados avanzó al suroeste para atravesar en diagonal el cañadón de Boquerón y llegar a su objetivo: el "camino Boquerón-Yucra". Al mismo tiempo, el 4 Curupayty, "con sus dos batallones desplegados en amplio frente, comenzó su aproximación a las posiciones enemigas que defendían los dos caminos, antiguo y nuevo, de Villa Militar-Boquerón", también buscando su objetivo.

            Por su lado el regimiento Coronel Toledo No. 2 comenzó su marcha una hora antes de la prevista, a las 4.30 horas, en dirección sur, por la senda que iba abriendo a machetazos por el "tupido y espinoso bosque", a pie, en fila india, llevando los caballos del cabestro, para llegar a Yucra su objetivo. Poco antes de obscurecer llegó a una cañada donde pasó la noche, a unos 100 metros del camino Boquerón-Yucra. Como conocedor de la zona, marchaba a la cabeza el capitán Eugenio Ayala Velázquez con su escuadrón.

            La artillería No. 2 General Roa se ubicó a "500 metros más atrás de la base de partida", ya esperando orden para hacer vibrar el espacio con la ronca voz de hierro de sus cañones. Ya se hallaba también en apresto el batallón de Zapadores No. 1 General Aquino para intervenir en la lucha.

            El mayor Fernández acompañó al regimiento Ytororó largo trecho, "observando a oficiales y tropas que marchaban alegres y juguetones al encuentro de la muerte o de la gloria: Era enorme el entusiasmo de estos jóvenes e inexpertos combatientes..., el clásico ¡Viva el Paraguay! que retumbó potente, de campo a monte... los electrizó de coraje, lanzándolos al trote tendido contra el enemigo, agazapado en sus bien defendidas trincheras".

            A las 6 horas la patrulla de punta del 4 Curupayty chocó con puestos adelantados, rechazándolos luego de 5 minutos, y para las 7.15 horas ya encontró mucha resistencia, generalizándose el combate en este frente.

            El regimiento Ytororó comenzó el ataque hacia su objetivo a las 7 horas, "persiguiendo un camión enemigo que se dirige de Boquerón a Yucra. La dislocación y el despliegue se hizo a la carrera". Para las 8 horas llegó a la altura de la punta "del bosque que cierra el campo de Boquerón hacia el sur". El segundo batallón del capitán Alejo Guanes atacó "la entrada del abra, y el tercer batallón atraviesa el bosque tratando de cortar el camino Boquerón-Yucra", recibiendo fuego de fusiles ametralladoras y artillería del noroeste. Entonces el batallón Guanes le cubrió con su reserva su movimiento.

            El General Roa, de artillería, comenzó también a efectuar reglage sobre Boquerón. A las 9.10 horas fue detenido el ala izquierda del 4 Curupayty por un eficaz fuego boliviano, pero la compañía del teniente Eulalio Facetti del ala derecha llegó al "linde exterior del bosque que rodea el fortín", al abrigo del bosque. Minutos después informó el mayor Rosa Vera del Ytororó que tropas bolivianas venidas del lado de Yucra, equivalentes a un batallón, le están atacando y que no tiene "reserva para repeler ataque si éste se vuelve violento".

            El mayor Fernández ordenó que su reserva, un batallón del regimiento Curupayty, apoye al Ytororó. Pero resultó "que dicho batallón ya fue empleado por orden de su comandante, en combate contra el fortín Boquerón, sin orden ni conocimiento superior, con dos compañías y la sección ametralladoras pesadas", estando solamente disponible la compañía del teniente Ruperto Zenteno, la que fue enviada como refuerzo al regimiento Ytororó. Pero según un parte del citado comandante de las 14.20 horas, dichas tropas fueron empleadas porque, al desorientarse, la primera compañía tomó contacto con el enemigo, apoyándole después la tercera compañía y la sección ametralladoras pesadas, "sin previa orden". En efecto solamente la compañía Zenteno reforzó al Ytororó.

            Por su lado el General Roa de artillería recibió orden para apoyar con su fuego sobre Boquerón el ataque del regimiento 4 Curupayty. Siendo las 9.30 horas dos aviones atacaron a un avión paraguayo, originándose un combate de "15 minutos sobre el mismo campo de Boquerón", resultando herido el piloto teniente Rocholl, quien aterrizó en su base de Isla Poí, ostentando su avión varios impactos de balas enemigas.

            Como el ataque del 4 Curupayty no progresaba, el mayor Fernández ordenó a media mañana al mayor Rosa Vera para que cubra su ala izquierda y con el resto de su regimiento Ytororó ataque también Boquerón. Por su parte, la artillería recibió orden de apoyar el ataque.

            Simultáneamente, el mayor Fernández pidió al comando del Primer Cuerpo, teniente coronel Estigarribia, que el regimiento de Infantería 3 Corrales, su reserva, releve "a las tropas dispersas del Ytororó y permitir de ese modo su reorganización, después del rechazo victorioso... del regimiento No. 14 boliviano, cuyo comandante el mayor Adolfo Lairana fue tomado prisionero, muriendo en la acción 1 oficial y 40 soldados bolivianos. Fue un gran triunfo del regimiento Ytororó. El resto de las tropas de Lairana huyó por el bosque, a la desbandada, abandonando ametralladoras, fusiles y proyectiles.

            Al iniciar la marcha el 3 Corrales "hacia la orilla del gran cañadón", siendo las 10.30 horas, encabezado por su comandante el mayor José D. Melgarejo, una bala perdida truncó la joven vida del capitán Oscar Rivas Ortellado, comandante del primer batallón del 3 Corrales, al incrustarse en su cráneo. Sus comandantes de compañías fueron los tenientes Julio B. Otaño, Solano Escobar y Antonio Oddone Sarubbi.

            Cuando el 3 Corrales salió en el cañadón, en la nueva "posición de la batería Rovira, se produjo la explosión de una granada de 75 mm., destruyendo el cañón e hiriendo a varios soldados y oficiales", y a los mayores Carlos J. Fernández y José D. Melgarejo. Al herirse este último en un pie, su regimiento Corrales se dispersó. La herida no era grave, pero "prefirió abandonar sus tropas para hacerse atender en retaguardia"

            El mayor Melgarejo al pasar "por el Comando del C.E. -Cuerpo de Ejército-, dio un informe prematuro sobre la toma de Boquerón, lo cual se transformó en un... comunicado, creando posteriormente una difícil situación a la sección prensa del Ministerio de Guerra, que tuvo que inventar el cuento de "se pelea en los campos de Boquerón", sosteniendo la supuesta ocupación del fortín, que no era cierto", según escribió en su citado libro el coronel Heriberto Florentín.

            El comando de la Primera División, mayor Carlos J. Fernández se hizo cargo del 3 Corrales al ser herido el mayor Melgarejo y un poco más tarde también del regimiento Ytororó para proseguir el ataque a Boquerón, cuando su comando mayor José Rosa Vera, también dejó su puesto para llevar al prisionero boliviano, mayor Adolfo Lairana a retaguardia, abandonando a sus tropas en el momento más difícil, tranquila y orondamente!. El dispositivo para el ataque fue el siguiente: En primera línea la compañía del teniente Ruperto Zenteno.

            La segunda línea al mando directo del mayor Carlos J. Fernández, comandante de la Primera División, formada por tropas desbandadas del regimiento Ytororó y reorganizadas para apoyar a la compañía del teniente Zenteno.

            A las 12 horas informó el mayor José A. Ortiz que tropas del 3 Corrales que combatían en su flanco izquierdo, se replegaron "sin motivo aparente" sobre su base. Veinte minutos después 2 aviones enemigos reconocen y ametrallan las posiciones paraguayas. Y a las 12.25 horas fue "herido por segunda vez" el mayor Fernández, no pudiendo desplazarse más a pie. "A la misma hora se produjo otra nueva dispersión de las tropas de primera línea, motivada por la muerte del teniente" Ruperto Zenteno, comandante de compañía, originando el repliegue de "todas las tropas de nuestra ala izquierda hacia su base de partida de la mañana". El mayor Fernández fue llevado a su Puesto de Comando por no poder caminar debido a su segunda herida, "quedando algunas fracciones de observación" en el lugar de combate.

            Esa tarde, tropas del 4 Curupayty seguían progresando, aproximándose en parte hasta 40 metros de las líneas principales de Boquerón, indicando que los tiros de la artillería General Roa eran buenos. Pues, horquillaban dichas líneas.

            El mayor José Rosa Vera informó haber reorganizado los batallones de su regimiento 2 Ytororó, y que "ocupa la punta del bosque al noreste del polígono de tiro" o Auto Cué, y a las 15 horas habían atacado Boquerón, llegando hasta 100 metros de las posiciones bolivianas, siendo luego rechazados por el "fuego de barrera de la defensa, que resultó infranqueable".

            El comando José Félix Estigarribia comunicó al mayor Fernández 15 minutos más tarde que el capitán Abdón Palacios del primer batallón del Ytororó dio parte "haber ocupado el cañadón 14 de Diciembre, aproximándose al fortín y pide acortar tiros de artillería", y que el mayor Ortiz Cabral del Coronel Toledo No. 2 informó también que "su descubierta" tomó contacto con un retén boliviano que parece ser de Yucra, que capturó un prisionero, a quien le tomó declaración el capitán Alfredo Ramos, que sus "ganados están sin beber hace 24 horas, las tropas sin agua", y que el fortín boliviano Yucra no tiene agua, según declaración del citado prisionero.

            El mayor Fernández nombró "comandante accidental" del 3 Corrales al capitán Basiliano Caballero Irala, con el consentimiento del comandante Estigarribia.

            Un ataque de las 17 horas del regimiento Ytororó fue nuevamente rechazado por el enemigo, y 15 minutos más tarde el capitán Alejo Guanes, comandante del segundo batallón del citado regimiento, dio parte que un avión boliviano "lanzó un mensaje a los defensores de Boquerón".

            Otro ataque del 4 Curupayty de las 17.45 horas, abarcando "desde el camino viejo hasta el nuevo, con esfuerzo principal en su ala derecha, logrando aproximarse a las posiciones enemigas hasta el borde del campo de tiro de la defensa, conservando el terreno conquistado".

            Siendo las 18.30 horas de aquel 9 de setiembre de 1932, el mayor Carlos J. Fernández dispuso la suspensión de los ataques, para que las unidades se reorganicen y reabastezcan "de víveres, municiones y agua" durante la noche.

            Según el después coronel Carlos J, Fernández, los 8 sucesivos ataques paraguayos a Boquerón fueron rechazados por las siguientes razones:

            a. "Al desconocimiento del terreno y a la falta de tiempo para un reconocimiento completo de la organización defensiva del enemigo". Pues, el comando del Primer Cuerpo de Ejército dictó su orden de ataque el 8 a las 15 horas, cuando la Primera División marchaba para situarse a 5 kilómetros este de Boquerón.

            Como lego en la materia cabe preguntar: ¿Por qué el entonces mayor Fernández no apeló a un mejor aprovechamiento de los oficiales conocedores del terreno circundante y de Boquerón mismo para ubicarlo antes de iniciar el ataque, ya que los mismos formaron parte de la guarnición de dicho fortín desde su fundación por Eugenio Ayala Velázquez y el mismo mayor Tranquilino Ortiz Cabral, hasta Antonio Ortigoza, Heriberto Florentín, Eulalio Facetti y los oficiales subalternos como Ruperto Zenteno, Ricardo Benza Carreras, Víctor Manuel Islas y otros, incluso los suboficiales, cabos y soldados, que revistaban en la Primera División? ¿O por qué no hizo uso del derecho natural de iniciativa para sugerir al comandante Estigarribia que se aplace por uno o dos días más la iniciación del ataque, y realizar previamente los servicios de reconocimiento y patrullaje necesarios, de modo a poder atacar, fulminante y preciso, directamente el objetivo con todas las ventajas inherentes y mayor probabilidad de éxito? ¿Y por qué los empecinados ataques frontales?,

            b. El Coronel Toledo No. 2 tuvo demora para cumplir su misión, permitiendo que Boquerón reciba refuerzos.

            c. Para rechazar al destacamento Lairana el Ytororó No. 2 se empeñó a fondo, razón por la que no pudo envolver y atacar Boquerón "por la retaguardia", antes de completar su defensa.

            d. El empleo indebido y prematuro del batallón Mussi, reserva de la Primera División, privándole al mayor Fernández de un eficaz y oportuno apoyo al regimiento Ytororó para completar su maniobra.

            e. Por la muerte del capitán Rivas Ortellado y la herida del mayor Melgarejo, no pudo emplearse con eficacia el 3 Corrales en dos ocasiones debido a la consiguiente desorganización.

            f. Por abandonar a sus tropas el mayor José Rosa Vera al derrotar y capturar al mayor Lairana y llevarlo él mismo a retaguardia, "olvidándose lastimosamente de su delicada misión y de gran responsabilidad"

            g. Por el tormento de la sed, porque el Ytororó fue "empeñado sin agua, y en todo el día no se pudo hacer llegar a las tropas de primera línea, agua ni víveres".

            h. Porque tenía confianza en el mayor Tranquilino Ortiz Cabral y sus tropas, le dio -Fernández- "libertad de procedimiento" para el cumplimiento de su misión.

            Alrededor de las 15 horas del 10 de setiembre llegó "el mayor Eduardo Torreani Viera trayendo la orden de hacerse cargo del 3 Corrales, la que se cumplió con otra orden del mayor Fernández, tomando posesión del cargo. El capitán Caballero Irala pasó a comandar el primer batallón del 3 Corrales en sustitución del malogrado capitán Rivas Ortellado. Por su lado, el capitán Miguel Ángel Yegros fue designado comandante interino del Batallón de Zapadores No. 1 General Aquino, en reemplazo del capitán Caballero Irala.

            Fueron intensas las actividades operativas del día 10, proliferando los pedidos, órdenes y comunicaciones. Patrullas, enlaces y progresiones, fijación de horario para combinar tiros de artillería y de morteros, así como objetivos a batir..., dice en su citado primer libro el coronel Carlos J. Fernández.

            A media mañana del 10, informó el mayor Ortiz Cabral del Coronel Toledo No. 2 que su "tropa está sobre el camino Yucra-Arce" y que la noche anterior escucharon "ruido de motores" sobre dicho camino, que el choque del 9 a la tarde cerca de Yucra fue "con un pelotón de infantería" boliviana, recibiendo "refuerzos en camiones antes de diez minutos" del encuentro, del sur de Yucra, y que ese día escuchaban aún ruido de motores entre Yucra y Arce. En el choque del 9 "murió el conscripto Tranquilino Duarte, del segundo escuadrón...".

            También en la mañana del 10, el mayor Ortiz Cabral ordenó al capitán Alfredo Ramos para que con su escuadrón de más de 300 hombres oriundos de las Misiones intercepte el camino Boquerón-Yucra, reforzado con la "sección de ametralladoras pesadas" del teniente 1º. Victoriano Benítez Vera. A su vez, el escuadrón Ayala Velázquez recibió orden de capturar y ocupar el fortín Yucra para evitar que Boquerón reciba refuerzo del sector Yucra-Arce. El capitán Alfredo Ramos ocupó el citado camino Boquerón-Yucra con el pelotón del teniente Santiago Romero y desplegó los tres restantes en sentido paralelo al mismo, formando consecuentemente su dispositivo la letra L. Alrededor de las 12 horas cayó en poder del pelotón Romero un camión que se dirigía a Boquerón, resultando prisionero el chofer y muerto el ayudante.

            El chofer declaró que detrás suyo venían el general Carlos Quintanilla y el coronel Francisco Peña, quienes al salvar una curva vieron que tropas paraguayas capturaron el camión, volviendo rápida y atolondradamente en busca de Yucra-Arce en su autito, salvándose también del intenso tiroteo de las tropas del capitán Ramos.

            A las 16 horas aproximadamente, rechazaron una patrulla boliviana proveniente del fortín Boquerón. Una hora más tarde, venía del mismo fortín un camión boliviano que fue asaltado y liquidados sus ocupantes por un grupo del escuadrón Ramos, comandado por el teniente Martín Ayala, integrado por 3 sargentos y unos soldados. A la tardecita fueron atacados también del lado de Boquerón por el destacamento del teniente coronel Montalvo de unos 400 bolivianos, con bayonetas caladas, siguiendo el camino "en orden cerrado", apoyados por dos ametralladoras pesadas, logrando salir el enemigo hacia Yucra tras ser prácticamente masacrados, y hubieran tenido más bajas si la ametralladora liviana del teniente 2º. Reinaldo Abbate no hubiese quedado atascada con la primera ráfaga disparada y si hubiesen funcionado las ametralladoras del teniente 1º. Benítez Vera, ya enviadas a retaguardia por falta de cinta y cargadoras mecánicas.

            La baja del escuadrón Ramos fue de un cabo herido en el pie, de nombre Aniano Del Puerto, mientras que las bajas bolivianas fueron de unos 80 muertos abandonados en el terreno.

            El problema más grave afrontado por el escuadrón Ramos fue la sed. Diez de los sedientos presentaban un cuadro agónico y desesperante. Tuvieron que recoger sus orinas para darles de beber a los mismos y salvarles la vida.

            El capitán Ramos recibió orden de su comandante Ortiz Cabral alrededor de las 20 horas del 10 para reintegrarse a su regimiento, igual que el escuadrón del capitán Eugenio Ayala Velázquez, y regresar todos al sector Boquerón para salvar de la tortura implacable de la sed a soldados, clases, oficiales, y caballos.

            En el frente del fortín Boquerón seguían sucediéndose variadas novedades. Después de las 15 horas del 10, el mayor José A. Ortiz propuso al mayor Fernández dedicar "el resto del día a localizar los nidos de ametralladoras, hacer descansar las tropas, cuyas condiciones físicas no eran favorables, aprovisionarles de agua, víveres y municiones a fin de iniciar el ataque al aclarar el día 11".

            Alrededor del mediodía del 10 de setiembre, el 3 Corrales al mando del capitán Basiliano Caballero Irala, recién reorganizado tras los sensibles golpes recibidos durante "su bautismo de fuego", recibió la misión de ocupar las posiciones abandonadas por el regimiento Coronel Toledo del mayor Ortiz Cabral, en el camino de Yucra, "pero no pudo alcanzarlo, pues en la mitad del camino... del batallón de punta, nació la voz de atrás!... atrás!..., originada en la supuesta aparición de una patrulla", motivando el regreso del 3 Corrales al punto de partida. Cuando pudieron, siguieron adelante para interceptar el camino Boquerón-Yucra y completar el proyectado cerco, conforme a la misión dada a los regimientos 3 Corrales y de Zapadores No. 1 General Aquino por el comandante de la Primera División mayor Carlos J. Fernández, llevando las tropas del Z. 1 "además del fusil, ...una pala y un zapa-pico".

            Según el más tarde teniente coronel Basiliano Caballero Irala, "oficiales y tropas no tenían una noción exacta de cómo debían proceder para interceptar el camino…, cometieron el grave error de exponer su ala oeste (izquierda) al enemigo que accionaba del lado de Yucra y ocupar la ceja del monte que pasaba a pocos metros al sur del camino, en vez de colocarse perpendicularmente sobre éste -a caballo-, en dos frentes, ocupando además el lindero de los montes que sigue hacia Castillo y Ramírez".

            "El enemigo cometió una falta mayor aún: los días 12 y 13, fueron aniquilados sucesivamente los destacamentos bolivianos que pasaron desfilando en orden cerrado, sin servicio de seguridad, frente a nuestras posiciones", escribió el citado Caballero Irala en su libro "Nuestros Zapadores en la Guerra del Chaco", quien comentó al que escribe estas líneas que el 12 de setiembre de 1932 sorprendieron a las tropas bolivianas de incursión al pasar frente al regimiento 3 Corrales que comandaba interinamente, las que al desbandarse se refugiaron en una pequeña isla. Entonces ordenó al teniente Antonio Oddone Sarubbi que con su tropa rodeara el lado opuesto de la isla para atacarles, y cumplida la misión, resultaron totalmente liquidadas dichas tropas bolivianas por la del teniente Oddone Sarubbi, lo que equivale decir que murieron en acción todos los bolivianos que se refugiaron en la isla de referencia.

            En esos días las tropas del Z. 1 General Aquino que eran unos 300 hombres, cooperaban con el 3 Corrales combatiendo o comenzando "los primeros trabajos de fortificación en el monte que se extiende hacia el sur".

            Durante los intervalos de calma abastecían a sus camaradas con agua obtenida de unos charcos próximos, porque lo traído de Isla Poí no era suficiente. Sólo un tamborcito de 18 y medio litros se repartía entre 350 sedientos combatientes cada largas 24 horas, según el mismo teniente coronel Caballero Irala. "Las hojas de caraguatá y pulpas de tuna llenaron precariamente las necesidades de los combatientes". Pocos días antes de ser retomado Boquerón, las tropas del Z. 1 General Genes del capitán Caballero Irala fueron empleadas para contener o impedir que los bolivianos procedentes de Castillo rompieran el cerco para liberar a los encerrados en el fortín Boquerón. También sus mejores tiradores recibieron la misión de batir los pozos de agua para impedir que los bolivianos se provean del líquido vital, lo que cumplieron satisfactoriamente jalonando casi en círculo los pozos con cadáveres bolivianos que pretendieron aplacar su sed y la de sus compañeros con su agua.

            Al hacerse cargo del 3 Corrales, el mayor Eduardo Torreani Viera, se puso al frente para cruzar el cañadón y llegar al camino o picada de Yucra. Fueron orillando el gran pajonal hasta "un kilómetro, para luego cortar directamente al norte, tratando de alcanzar la recta carretera que parte por la mitad la vistosa llanura de Yucra; pero..., cuando faltaban unos 200 metros para" salir al anhelado camino de Yucra, cayeron "en las redes de una cortina de vigilancia que empezó a batirles con tiros luminosos, cuyos resplandores en las tinieblas impresionaron a los patrulleros... dando lugar a un repliegue hacia el fondo del cañadón, frustrándose por segunda vez" el deseo de cortar el camino Boquerón-Yucra.

            En dicha ocasión dijo el mayor Torreani Viera: "Con esta unidad no hay nada que hacer, tenemos que volver todos a la base". Por su lado el coronel Heriberto Florentín escribió en su libro "Lo Que He Visto en Boquerón" acerca del comportamiento de las tropas del 3 Corrales lo siguiente: "Lejos estaba del pensamiento de aquel jefe -Torreani Viera- que un poco más tarde... sería la que le iba a dar fama y nombradía en el corazón de su pueblo".

            Estas tropas dispersadas "y reorganizadas, más tarde fueron entregadas al capitán Emilio Mussi y despachadas, de noche ya, hacia el camino Boquerón-Yucra, para reincorporarse a su regimiento", el 3 Corrales. El capitán Mussi se desorientó y comunicó al mayor Fernández, quien le ordenó se quedase donde estaba y buscara por "patrullas al mayor Torreani Viera y al capitán Caballero Irala", y si no les encontrare, se ponga a la orden del mayor José Rosa Vera del Ytororó.

            Ese día 10 a las 22 horas, el mayor Fernández comunicó al comandante Estigarribia que los regimientos Corrales e Ytororó nuevamente no han cumplido "sus órdenes en el tiempo señalado". El Ytororó "sólo tiene 450 hombres, el resto heridos, muertos y desbandados", a pesar de que el 6 de setiembre de 1932, antes de iniciar la marcha a Pozo Valencia tenía 1.468 hombres, lo que significa una pérdida del 69%. El 3 Corrales "ha vuelto a desorganizarse y desorientarse", por cuyos motivos ha suspendido "el cerco proyectado, hasta que dichas unidades estén bien articuladas. El ataque de mañana se suspende hasta despejarse de enemigos las islas del cañadón Yucra, lo que se hará recién mañana".

            A las 4.20 horas del día 11, el mayor Fernández ofreció al mayor Ortiz Cabral del Coronel Toledo, un batallón del 3 Corrales para refuerzo, y éste le contestó: "La oferta que me hace agradezco como corresponde, pero no acepto gente desmoralizada... Si el comando desea desprenderse del Zapadores -era el batallón de Zapadores No. 1 General Aquino- con mil gustos, pues con esa tropa y la mía merece aceptar misión delicada y aún el sacrificio".

            Esta insolencia del mayor Tranquilino Ortiz Cabral calificó el mayor Fernández de irrespetuosa, "de indisciplina casi", consecuencia directa del "estado espiritual del Ejército en vísperas de la guerra, cuyas consecuencias repercutieron funestamente sobre las operaciones militares", y que "ese día alcanzó agudísimo tono, pues ya no era solamente irrespetuosidad, sino derrotismo puro, infundado desde luego, puesto que no se dudó nunca del éxito, fuera de unos pocos que se revelaron sin espíritu de sacrificio, en contraste con otros tantos de infinita confianza en aquellos días gloriosos".

            A las 7.30 horas, el mayor Fernández comunicó al de igual grado Torreani Viera del 3 Corrales que el batallón Sinforiano Rodríguez "sigue para incorporársele" y que limpie de bolivianos la Isla del sur de Boquerón. Luego le hizo decir por Rosa Vera al mismo Torreani que asegure su ala izquierda del lado Yucra. Luego de 24 minutos el mayor Fernández informó al comandante Estigarribia que la resistencia boliviana en Boquerón sigue siendo igual, y "que si llega el otro batallón." del regimiento No. 1 "2 de Mayo", sería bueno reforzar al regimiento Coronel Toledo, porque el primer batallón del citado 2 de Mayo del teniente Fretes, está apoyando al 4 Curupayty desde el día 10.

            Un poco más tarde el mayor Fernández le dijo a su jefe de Estado Mayor, mayor Gilberto Andrada, que tiene informe "que dentro de los bosques" están escondidos numerosos soldados paraguayos y que "tome medidas para reunirlos y organizarlos en unidades por regimientos y hacerlos conducir con oficiales a sus respectivos cuerpos".

            A las 9 horas el mayor Fernández informó al comandante Estigarribia que el 3 Corrales avanza impertérrito hacia el camino Yucra. Que el 4 Curupayty espera en sus posiciones la progresión del flanco izquierdo. Que los comandos del Ytororó y 3 Corrales funcionan mejor, y que a su juicio, los bolivianos de Boquerón conforman "tropas destinadas al sacrificio".

            El mayor Ortiz del Curupayty dio parte que la compañía del teniente Fernando Velázquez tomó un puesto con mantas y proyectiles con la punta cortada, y sigue adelante. El mayor Fernández pidió que le remita dichos proyectiles y dijo: "es una prueba más de la falacia boliviana que viola la Convención de Ginebra"..., y le ordenó que siga progresando, y que según Rosa Vera, el 3 Corrales sigue avanzando.

            El más tarde coronel Fernández comentó en su primer libro que en el ala izquierda la situación era confusa. "Los batallones sin poder juntarse con su comandante de regimiento", el mayor Torreani Viera, de quien el mayor Fernández recibió a las 11 horas un parte sin fecha ni hora, que decía: "Enemigo ataca desde Yucra". Permanentemente soldados del 3 Corrales e Ytororó venían a pedir agua sin saber nada de la situación de sus batallones, ni del ataque boliviano. Entonces el mayor Fernández ordenó a su jefe de Estado Mayor Gilberto Andrada, que mande agua al Puesto de Comando de cada regimiento en latas, tachos y caramañolas, para terminar con los desbandes originados por la falta de provisión regular del líquido vital y evitar la sed, causa de tantos sufrimientos.

            El mayor Fernández informó a su comandante Estigarribia a las 11.20 horas que la "compañía Velázquez fue rechazada por el enemigo y herido su comandante", y muerto otro oficial. El teniente Fernando Velázquez fue herido de gravedad en la frente y abandonado en el lugar, en el sector Punta Brava, quedando en campo de nadie al replegarse su compañía. Luego de 5 días, el día 16 a las 9.45 horas, fue encontrado y llevado por el Dr. Torrico, médico boliviano y dos soldados, con quienes se le ocurrió hacer un recorrido por el campo de batalla en esos momentos en calma. Lo llevaron a la Sanidad del fortín Boquerón, donde le reconoció el capitán Tomás Manchego, quien había sido bien tratado por el teniente Velázquez cuando cayó prisionero el 5 de diciembre de 1928 en fortín Vanguardia. Fernando Velázquez y Tomás Manchego llegaron a hablar. Al teniente Velázquez lo cuidaba el prisionero paraguayo en Boquerón de apellido Aquino, hasta que falleció el 21 de setiembre de 1932 y fue sepultado en el cementerio de Boquerón, "al lado de 3 soldados paraguayos a la izquierda y del capitán Manchego (que murió dos días después que Velázquez), por la derecha...".

            No cabe la menor duda que el teniente Velázquez murió por irresponsabilidad de sus tropas y superiores inmediatos, consecuencia acaso del nerviosismo, inexperiencia y temor de los primeros días de la batalla. El parte del mayor José A. Ortiz, comandante del regimiento 4 Curupayty, dice entre otras cosas: "La compañía Velázquez está desorganizada por la muerte de su comandante y de un oficial..." lo dieron por muerto y ni siquiera intentaron rescatar sus restos mortales. Por lo visto, a ninguno de sus camaradas, de sus jefes y subalternos, se les ocurrió hacer lo que hizo el boliviano Dr. Torrico, no obstante conocerse el lugar donde fue abandonado su supuesto cadáver. Supuesto porque según el Dr. Torrico, el soldado Aquino y otros, el teniente Fernando Velázquez falleció después de 10 largos días de indecibles sufrimientos, en poder del enemigo, porque sus compañeros no lo buscaron y recogieron desde el día 11 a la mañana hasta el 16, las 9.45 horas, en que fue encontrado y llevado por los bolivianos.

            Cerca del mediodía, Rosa Vera informó a su comandante divisionario Fernández que "sus tropas se aferran al terreno por recibir intensísimo fuego de armas automáticas al intentar continuar la progresión" y que el 3 Corrales no se ha empeñado aún sobre su objetivo. Y siendo las 12 horas le dijo el comandante Estigarribia a Fernández que haga camionable el pique de maniobra del Coronel Toledo No. 2 hacia Yucra para abastecer a las tropas "que operan en ese sector".

            El mayor Fernández ordena al de igual grado Gilberto Andrada que despache agua para el 3 Corrales, que diga al mayor Torreani Viera que irá el batallón González Ferreira para apoyarle, que informe "dónde están los capitanes Caballero Irala y Yegros" y que busque al batallón del capitán Sinforiano Rodríguez.

            Rosa Vera informó que sus tropas, al avanzar, recibieron "fuego de artillería desde una posición al oeste de la 2a. Isla", que tiene muchas bajas y que su regimiento Ytororó tiene un promedio de "50 hombres por compañía".

            El mayor Torreani Viera dijo a Gilberto Andrada en un parte de las 11.40 horas: "Estoy con medio batallón. Mussi fue atrás con su tropa desmembrada y desmoralizada. Rodríguez no apareció. Tropa con mucha sed y hambre. Estoy en la punta del bosque a 700 metros posición de artillería enemiga". El mayor Andrada le contestó "que presione fuertemente sobre su primer objetivo, la 2ª. Isla, y lo tome en vista de la necesidad de esa cooperación para el éxito final" Torreani Viera agregó: "Urge relevo tropa regimiento 3 completamente dispersada, dicen tener sed y hambre, mi situación es difícil, no puedo ocupar primer objetivo por tener poca tropa. Estoy entre 1a. y 2a. Isla".

            A las 13 horas siguió diciendo Torreani Viera al mayor Andrada que no se puede contar con el 3 Corrales. Que "gestione cambio unidades por ser completamente inútil, y que a Caballero Irala no lo encuentra más. Dijo también que el 3 Corrales no responde por falta de conductores"... Andrada le dijo que en el puesto de Rosa Vera tiene agua para 3 Corrales y que haga buscar con soldados con muchas caramañolas… y que recoja "fusiles y F.A. bolivianos" existentes en sus alrededores.

            Un parte de las 10.40 horas del capitán Miguel Ángel Yegros del Batallón de Zapadores No. Z.1 General Aquino recibido por el mayor Fernández a media tarde dice que ha llegado al camino Boquerón-Yucra a las 8.30 horas. Le acompañaba el teniente Heriberto Florentín, quien se ha reintegrado el día 10 a la tarde al primer batallón del 3 Corrales. Una patrulla del capitán Yegros enviada hacia Yucra encontró "a dos kilómetros de allí dos camiones bolivianos cargados de cadáveres y moribundos (paraguayos y bolivianos)", resultado de un cuatreraje... Era el resultado del trabajo del regimiento Coronel Toledo del mayor Ortiz Cabral, "que apareció y desapareció fugazmente, dejando libre nuevamente esa importante ruta enemiga".

            El capitán Sinforiano Rodríguez del 3 Corrales llegó también con su batallón a las 9.30 horas donde está el capitán Yegros, camino Boquerón-Yucra, a dos y medio kilómetros de dichos fortines, según parte del 11 de setiembre para el mayor Fernández, comandante de la Primera División.

            Ese mismo día 11 a la tarde el comandante Estigarribia llegó al Puesto de Comando del mayor Fernández para suspender "todo nuevo ataque, pero sí sostenerse cada unidad en sus actuales posiciones, mientras llegaban las otras tropas que había ordenado marchasen hacia Boquerón".

            Dichas tropas eran: dos batallones del "2 de Mayo" de Infantería No. 1, el Grupo de Artillería No. 1 General Bruguez, el escuadrón Antonio Ortigoza, el regimiento de Infantería No. 6 Boquerón y el resto del regimiento de Caballería No. 3 Coronel Mongelós, que ya estaban en Isla Poí, Campo Esperanza y Coronel Martínez.

            El 12 de setiembre a las 8.30 horas, el comandante Estigarribia ordenó al mayor Carlos J. Fernández que el regimiento de Caballería Coronel Toledo se traslade a Villa Militar, ex-Isla Poí, comunicándole además que "según parte recibido anoche, patrullas de caballería enemiga aparecieron en la población No. 7 de la colonia mennonita rusa en cuya dirección apenas contamos con dos pelotones del Coronel Toledo, que conviene reforzar de urgencia"…

            Por su lado, el mayor Rosa Vera ha informado a las 6.10 horas a Fernández "que en el ataque del día anterior se habían apoderado de un nido de ametralladoras", donde murió un oficial enemigo. Y a las 9.20 horas agregó que estaba en el Puesto de Comando de Torreani Viera "con el que ocuparán el camino a ambos lados y perpendicularmente con frente a Boquerón el Ytororó y con frente a Yucra el 3 Corrales. Por su parte, el mayor Torreani Viera informó que ya se reunió con sus batallones.

            Siendo las 12 horas el mayor Fernández pidió al comandante Estigarribia que le facilite "los camiones descargados" al mayor Ortiz Cabral para mandar a Villa Militar los equipos de montar y demás elementos. Torreani Viera informó que a la misma hora "había rechazado del lado de Yucra varias patrullas enemigas de infantería y caballería causándoles algunas bajas. Y que del lado Boquerón también avanzan débiles patrullas", detenidas a distancia por el fuego. El 3 Corrales tuvo un herido y necesita agua en cantidad. Fernández le dijo que el Mayor José A. Ortiz le informó que el batallón Palacios tomó contacto con el 3 Corrales "por el lado de Castillo", y que el capitán Mussi se dirige hacia él "con 300 hombres bien comidos después de beber suficientemente -agua- y descansados, pidiéndole le haga buscar para que no se desoriente nuevamente.

            Al comando del 4 Curupayty se le informó acerca de las novedades del 3 Corrales siendo las 14.56 horas y se le ordenó que permanezca alerta para evitar la huida del enemigo de Boquerón o "que intenten una salida en masa contra el regimiento 3 Corrales".

            El mayor Fernández informó las novedades al comandante Estigarribia y le pidió refuerzos para el 3 Corrales. Pidió también "medidas contra desertores".

            A las 15.30 horas el mayor Fernández informó al mayor Ortiz del 4 Curupayty que según estafetas del 3 Corrales, están siendo atacados por bolivianos de Boquerón "en dos fuegos" y que ataque para determinar su potencia actual de fuego.

            Ese día 12 a las 16 horas el mayor Fernández ordenó a Torreani Viera que comunique "a sus tropas que desde el día 13 se procederá conforme a la Ley Militar en tiempo de guerra contra todo individuo que viniese a retaguardia sin permiso escrito, cualquiera sea el motivo".

            La falta de agua constituyó un serio problema durante la batalla de Boquerón. "Cuando coincidían la llegada de los camiones tanques y de las tropas de la línea de combate", en más de una ocasión "algunos jefes se vieron en la necesidad de recurrir a medidas enérgicas para poder contener la avalancha de los sedientos e imponer orden". Al ver los tanques de agua demostraban "una desesperación rayana en la locura y contenerlas en ese estado constituía una verdadera hazaña de habilidad y energía". Por otro lado, el cuadro de los heridos era desesperante. Sufrían de la sed y no recibían curaciones porque sin agua no se podía esterilizar los instrumentales médicos.       

            "Las tropas comían una sola vez al día; se repartían galletas y una lata de carne conservada, por individuo, pero la mayoría de las veces se daban raciones de grupos. Por falta de vehículos se recurrió al abastecimiento, llamado hormiga, aprovechando los camiones tanques del agua para transportar al mismo tiempo uno o dos cajones de proyectiles y una o dos bolsas de galleta..." Todos estos inconvenientes el mayor Fernández comunicaba al comandante Estigarribia.

            Durante todo el día del 12 de setiembre los bolivianos intentaron romper "nuestro frente desde Yucra, ayudados por débiles fuerzas del lado de Boquerón, más como acción demostrativa que de verdadero ataque. Pero el encargado de la operación, el capitán Ustares -Víctor-, fue sorprendido por un pelotón paraguayo del 3 Corrales, al mando del sargento Justo Garay, siendo muerto el jefe y diezmada su compañía".

            El coronel Carlos J. Fernández transcribió en su citado primer libro "La Guerra del Chaco" una parte del diario de guerra del teniente coronel Manuel Marzana sobre la muerte del capitán Víctor Ustares -Pombero Bolí- aquel 12 de setiembre de 1932. Comienza diciendo que siendo las 9.30 horas, "sale el capitán Ustares con su compañía en dirección sureste ocupado" por los paraguayos, para "constatar la cantidad de tropas enemigas que ocupa toda la orilla del monte y traer al fortín -Boquerón- suficiente cantidad de munición y armamento abandonados por los paraguayos; pero dicho capitán lejos de limitarse a la misión concreta ya indicada, avanza por toda la orilla del monte que se extiende hacia Yucra, y se compromete en combates formales contra el enemigo superior y además emboscado... Hora 16, llega al fortín –Boquerón- un soldado herido de la fracción capitán Ustares (Felipe Cadencia), quien "informó al comando boliviano Marzana que el astuto, valiente y audaz capitán Víctor Ustares había muerto en el combate que sostuvo con tropas paraguayas del 3 Corrales, perteneciente al pelotón del sargento Justo Garay, como ya se ha referido más arriba. Ustares "conocía palmo a palmo el Chaco".

            Un parte del día 12 del mayor Torreani Viera recibió el mayor Fernández el 13 a la madrugada. Le informaba aquél que a un comandante de compañía no le obedecían sus tropas. Informó también que rechazaron con fuertes bajas varias patrullas bolivianas, siendo sus bajas el teniente Camperchioli, muerto y 5 de tropas heridos.

            A las 7.30 horas José A. Ortiz informó que el batallón Abdón Palacios no podría cubrir solo el frente "desde la recta hasta el camino 14 de Diciembre, por lo que se le ordenó mantenga reunido su batallón y cubra con pequeñas tropas su sector", avisando la presencia boliviana. El teniente 1º. Heriberto Florentín llegó junto al batallón Palacios aquel 13 de setiembre con 8 soldados, estableciendo enlace, sobre el cañadón 14 de Diciembre.

            Del Puesto de Comando del capitán Abdón Palacios se dirigió y llegó a la "modesta carpa de campaña" del mayor Carlos J. Fernández, comandante de la Primera División, a quien encontró "rodeado de estafetas a pie y algunos a caballo.., informando… de la ocupación y circulación libre del enemigo sobre aquella franja de terreno de 800 a 1.600 metros..." Luego el mayor Fernández le ordenó regresar por el mismo camino utilizado para llegar allí al sector Yucra. Regresó el día siguiente con sus 8 hombres, con víveres y con agua. Pero a 200 metros del retén Palacios de donde salieron, encontraron un pelotón enemigo que les esperó desplegado en el borde de una Isla. El teniente Florentín y sus hombres desviaron más al oeste, encontrando otra patrulla. Entonces regresaron junto al mayor Fernández, porque su misión no era combatir, salvo case inevitable. Fernández le ordenó volver a su "unidad por el pique de maniobra". Esto demuestra que el 14 de diciembre el cerco de Boquerón no estaba cerrado aún.

            A las 14 horas Torreani Viera informó al mayor Fernández que junto con el regimiento Ytororó dispersaron tropas bolivianas que procuraban entrar a Boquerón. Tuvieron 40 heridos. Las pérdidas bolivianas fueron de 100 muertos, muchos fusiles y dos ametralladoras livianas. Los paraguayos aplacaron la sed con agua de las caramañolas de los muertos bolivianos, retiradas de sus cinturas.

            Después de las 17 horas dos aviones bolivianos bombardearon y ametrallaron las posiciones paraguayas del camino Boquerón-Yucra, y a las 18 horas, la artillería bombardeaba también, anunciando otro ataque, "Un destacamento de 250 hombres... hizo su entrada en el campo de batalla, abarcando todo el ancho del cañadón y parte de la línea avanzaba por el bosque. Los defensores de la garganta de Yucra", motivados por el éxito reciente, les esperaban con tranquilidad. Luego comenzó un violento combate, siendo recibidos los bolivianos "con fuego cerrado y certero", retirándose los atacantes después de oscurecer. Los atacantes crearon momentos difíciles, y merced a una valiente decisión del teniente Julio B. Otaño no tomaron un tramo de la posición paraguaya. Infortunadamente no fueron perseguidos por falta de reserva. A las 23 horas volvieron a aproximarse en un amplio frente por el enmarañado bosque, y "al producirse el contacto se abrió un fuego infernal sin mayor trascendencia". Con la ayuda de la luz solar el día siguiente atacaron las posiciones principales con la misma violencia anterior, pero fueron nuevamente rechazados.

            Sobre estas acciones escribió el coronel Heriberto Florentín en su citado libro: "De este modo, casi diariamente, con intervalos de horas, el enemigo traía el empuje de su esfuerzo renovado, pero siempre rechazado. A veces la presión venía de ambos lados": de Yucra y Boquerón simultáneamente.

            El comandante del Primer Cuerpo, teniente coronel José Félix Estigarribia felicitó a los regimientos 3 Corrales y 2 Ytororó "por la brillante acción contra el enemigo", y también al mayor Carlos J. Fernández, comandante de la Primera División, incluyendo al Batallón de Zapadores No. 1 General Aquino, que también cooperó con dichos regimientos en forma decidida y brillante.

            El más tarde coronel Carlos José Fernández dijo en su primer libro que dicha acción y felicitación era bienvenida porque los autoheridos de los citados regimientos ya llegaban a 48 hombres, según el Dr. César Cañete de la Sanidad. Algunos "tenían infiltraciones de pólvora bordeando el orificio de la entrada" del proyectil.

            En la madrugada del 14 de setiembre engrosaron el grupo de autoheridos un teniente y un soldado, ordenanza de aquél, ambos del regimiento 3 Corrales y heridos en los alrededores del Cuartel General de la Primera División, Siendo las 3 horas "se produjo una falsa alarma... a causa de unos disparos de fusil" al oeste de dicho Cuartel General. La patrulla despachada encontró al citado teniente "y su ordenanza, con reciente herida los dos, quienes manifestaron que fueron atacados por una patrulla enemiga. Con esta noticia se movilizó todo el personal del Cuartel General..., desplegándose en línea de tiradores para defender el Puesto de Comando" del mayor Fernández, quien aún guardaba reposo de las heridas recibidas el día 9 de setiembre. Dos horas después se aclaró la situación al regresar las patrullas enviadas "para constatar la presencia del enemigo", al informar que no encontraron rastros de bolivianos. Como el oficial y su ayudante tenían herida en la pantorrilla derecha e izquierda, respectivamente, "hacían presumir que se trataba de otro caso de mutilación voluntaria".

            Entonces el mayor Fernández ordenó al Dr. Cañete, médico del regimiento Ytororó, para elegir 2 de los comprobados casos de autoheridos, para ser procesados y fusilados, conforme a lo dispuesto por el código penal militar. A "esta orden... se dio una gran difusión" y sirvió de escarmiento la sola amenaza de fusilamiento. "Disminuyeron notablemente los autoheridos".

            El 14 llegaron los dos batallones restantes del regimiento de Infantería No. 1 "2 de Mayo", dedicándose el resto del día y siguientes "al relevo de las unidades, al reconocimiento de los nuevos sectores" y al apoyo logístico, aunque debido a la intensa actividad boliviana informada por el mayor Torreani Viera, se suspendió "todo cambio hasta la llegada" del regimiento de Infantería No. 6 Boquerón, esperada para el 15 de setiembre.

            También ese día 14 el voluntario ruso general Belaieff fue nombrado asesor técnico de la artillería paraguaya, y fue hallada por una patrulla una importante laguna cerca de Pozo Valencia, cuya "custodia y conservación" quedó a cargo de tropas del regimiento Coronel Toledo No. 2. Ese día fue rechazado también otro ataque boliviano precedido por bombardeo de artillería y apoyado con "un carro de asalto", que resultó un fracaso, pues, sus "acompañantes... fueron dispersados con algunas ráfagas de automáticas". Eran tropas del destacamento Enrique Peñaranda.

            Siendo las 5.40 horas del 15, el mayor Fernández ordenó a Rosa Vera se mantenga "en su posición actual para apoyar" al 3 Corrales, y a las 6.20 horas informó Rosa Vera que el 3 Corrales estaba combatiendo con tropas bolivianas que querían entrar y llegar a Boquerón.

            Más tarde el mayor Fernández comunicó al mayor Arturo Bray, comandante del regimiento de Infantería No. 6 Boquerón, con unos 1.800 hombres, "organizado a base de la Escuela Militar y convertido en un destacamento", que el teniente 1º. Heriberto Florentín le servirá de guía o baqueano.

            A las 13 horas, el comandante Estigarribia ordenó al mayor Ortíz Cabral del regimiento Coronel Toledo le mande "un escuadrón completo desmontado... en condiciones de intervenir en el combate".

            El 16 "las unidades y los servicios se dedicaron a la ocupación de los nuevos sectores, especialmente" el regimiento Boquerón No. 6, con la asistencia y colaboración del teniente 1º. Heriberto Florentín, etc. El mayor Ortiz Cabral del Coronel Toledo llevó más tropa a Pozo Valencia, previendo "incursiones enemigas hacia ese sector".

            Para su segundo ataque general a Boquerón, el comandante Estigarribia "concentró en los alrededores" unos 3.100 hombres de la Primera División: regimiento 4 Curupayty y el primer batallón del "2 de Mayo 1.200 plazas, Batallón de Zapadores No. 1 General Aquino 230, Artillería No. 2 General Roa 430, Ytororó No. 2, 1.000 y dos escuadrones del Coronel Toledo 240 plazas.

            La Segunda División al mando del teniente coronel Gaudioso Núñez, con 2815 hombres. El 3 Corrales con 1.000, el 2 de Mayo con 1.400 y el Grupo de Artillería No. 1 General Bruguez con 415 hombres. Este último comandaba el mayor José Luis Vera (hermano del mayor José Rosa Vera. Son villarriqueños). El regimiento No. 6 Boquerón con menos un escuadrón regimentario, 1.650 hombres.

            La Primera y Segunda Divisiones y el regimiento Boquerón totalizaban 7.565 hombres, "de los cuales la cintura exterior con misión defensiva, la constituían 1.120 hombres: hacia Yucra el 3 Corrales con 1.000 hombres y hacia Pozo Valencia un escuadrón de 120 hombres" del regimiento Coronel Toledo.

            Se aprestaban para el ataque: el 4 Curupayty, el Batallón de Zapadores General Aquino y el primer batallón del 2 Ytororó, con 1.860 hombres; el regimiento 2 de Mayo con 1.400 hombres; el regimiento Boquerón con 1.650 hombres y las dos artillerías, General Roa y General Bruguez, con 850 hombres, totalizando todos juntos 5.760 hombres.

            La reserva formaban el 2 Ytororó con 550 hombres y un escuadrón del Coronel Toledo con 120 hombres. Total, 670 hombres.

            La "zona de acción de las divisiones" era como sigue: "Desde el camino Boquerón-Castillo hasta 700 metros a la izquierda el regimiento Boquerón de Infantería No. 6. Desde el ala izquierda del regimiento No. 6 a 700 metros, hacia la izquierda a la Primera División de Infantería. Del ala izquierda de la Primera División hasta el límite de la zona de acción del Cuerpo de Ejército, a la Segunda División".    

            Dice el coronel Heriberto Florentín en su libro que se viene citando que "conforme a los deseos expresados por el mayor Bray", sus 3 comandantes de batallones, capitanes Luis Santiviago, Isaías Báez Allende y Mutshuito Villasboa, del primer, segundo y tercer batallones, respectivamente, le acompañaron "por una senda sinuosa... hacia el cañadón 14 de Diciembre, al oeste del fortín Boquerón, hasta cerca del cruce formado por dicha senda y el pique Boquerón-Ramírez, para estudiar el lugar, de donde saldría el regimiento Boquerón para la maniobra del día siguiente 17 de setiembre. "El primer batallón del capitán Luis Santiviago tenía poco que hacer, puesto que ya estaba instalado en posición, a la derecha del batallón Palacios. El segundo batallón del capitán Isaías Báez Allende era el que representaba el esfuerzo principal", por eso reconocieron juntos con el teniente Florentín el terreno, sin aproximarse "mucho hacia el reducto, no cubierto, hasta entonces", aunque lograron ubicar el centro del fortín Boquerón, "que era su objetivo". "Al tercer batallón del capitán Mutshuito Villasboa se le indicó su ubicación a la derecha y un poco atrás del segundo" batallón de Báez Allende, pidiéndole especial vigilancia del "camino Boquerón-Ramírez... por no existir en esa región ninguna tropa amiga".

            Mientras, el teniente Florentín volvió a presentarse al mayor Bray para informarle que ha cumplido la misión encomendádale; los capitanes Santíviago, Báez Allende y Villasboa fueron a sus respectivas bases, "para traer a sus respectivos comandantes subordinados e indicarles su futura ubicación. El tercer batallón del capitán Villasboa "en el segundo escalón y como reserva", conforme a la "Orden de Operaciones No. 3 (secreto)" del mayor Arturo Bray, comandante del regimiento No. 6 Boquerón.

            A la hora "H" del 17 de setiembre, "las fracciones de primera línea iniciaron sus movimientos de aproximación... después del intenso bombardeo de la artillería y apoyadas por el fuego de morteros Stokes -Brandt-, ametralladoras pesadas y una sección de cañón de infantería -el regimiento 6 Boquerón- logrando ocupar el borde exterior del campo de tiro de la defensa, cuyas trincheras estaban protegidas por tupida tala y alambradas de púa en toda su extensión".

            Los profundos piques de tiro bolivianos para automáticas que surcaban los bosques fueron obstruidos con parapetos de bolsas de arena por los paraguayos, emplazando luego ametralladoras "para batir los nidos contrarios, mientras se cavaban zanjas a un lado y otro", neutralizando así dichos "piques de tiro para llegar al campo de las alambradas, que tenía en la parte boscosa una limpiada artificial de 60 a 70 metros de ancho, eficazmente dominada, pero el fuego cruzado de las armas automáticas y de los fusileros parapetados", impedían cruzar dicha limpiada y destruir "las alambradas por parte de la infantería o zapadores". Tampoco pudo destruir dichas alambradas la artillería ni abrir alguna "brecha para intentar el asalto con probabilidad de éxito. En la orilla exterior del campo de tiro enemigo se detuvieron las tropas de la Primera División, mientras se desarrollaba el movimiento envolvente que efectuaba el regimiento Boquerón para intentar su propio asalto".

            Para las 8.30 horas los batallones del regimiento Boquerón ya avanzaron 200 metros sin encontrar resistencia. A las 9.30 horas, otro parte del mayor Bray decía "que avanzó 400 metros sin mayores resistencias" y que un batallón suyo alcanzó el camino Castillo-Yucra. Siendo las 10.22 horas el mayor José A. Ortiz pidió aclaración sobre el citado parte del mayor Bray en que dijo que su batallón había llegado al camino Castillo-Yucra. Y pedida la aclaración al mayor Bray, "se le comunica que es pique Boquerón-Castillo". El mayor Ortiz informó también que el batallón Irrazábal seguía "disparando sin progresar", y que el teniente Ramírez, no obstante estar herido había enviado un parte diciendo "que sus tropas estaban a 30 metros de "Punta Brava". Instantes después aviones bolivianos sobrevolaron Boquerón durante 30 minutos.

            Siendo las 10.42 horas volvió a informar el mayor Ortiz que el "batallón Fretes sigue infiltrándose sin encontrar resistencia enemiga" y que mantiene enlace con los batallones de los capitanes Abdón Palacios y Julio B. Jara. Once minutos después el capitán Palacios informó "que tropas vecinas progresan poco..." Y a las 11.19 horas agregó que su batallón "Pitiantuta" seguía progresando y que "le extrañaba que el regimiento 6 Boquerón haya avanzado 700 metros sin encontrar enemigo". A las 11.25 horas siguió diciendo el capitán Palacios que el regimiento Boquerón seguía atrasándose, pero que si es necesario, él seguirá progresando con su batallón.

            Siendo las 11.50 horas informó el mayor Ortiz que sus batallones continuaban su progresión y que el batallón del capitán Ramón L. Paredes estaba a 100 metros de "Punta Brava".

            A las 12 horas, el mayor Bray informó "que sus batallones progresan después de haber rectificado su dirección". Cinco minutos después agregó que ha tomado "contacto con el enemigo". A esta misma hora el comando de la Segunda División, teniente coronel Gaudioso Núñez informó que hacia el camino de Yucra "se ha oído intenso tiroteo de todas las armas, en ambos frentes", pero que aún no ha recibido parte alguno, y que el regimiento "2 de Mayo", cuya ala derecha mantiene enlace con tropas de la Primera División, cooperaba con su fuego. Y siendo las 11.15 horas se han escuchado nuevamente intensos combates hacia Yucra.

            El mayor José A. Ortiz del 4 Curupayty preguntó a las 12.07 horas si "a qué se debe calma del ala derecha, donde se lleva el esfuerzo principal", contestándosele que era debido "a la progresión de los batallones. El capitán Abdón Palacios informó a las 13.35 horas que su "primera línea se encuentra frente a la posición enemiga. La trinchera tiene talas. Es necesario que regimiento Boquerón alcance la misma altura para continuar el avance".

            El mayor Arturo Bray comunicó a las 13.44 horas que sus "batallones han salido ya al cañadón", informándosele esta novedad al comandante de la Segunda División. Catorce minutos más tarde informó el mayor Ortiz que "las pocas tropas del regimiento 1 -2 de Mayo- retroceden, según informe del capitán Paredes", informando también el capitán Palacios al mismo tiempo que la "primera línea sigue a la altura de la línea del capitán Arsenio Fretes", y a las 14.50 horas prosiguió diciendo: "La progresión continúa y de acuerdo a la orden estaré sobre las posiciones enemigas para asaltar mañana". A las 15.08 horas dijo que los "batallones primera línea Palacios, Santiviago y Fretes en buen acuerdo progresan en dirección deseada".

            El mayor Ortiz informó a las 15.37 horas que el "batallón Paredes sigue progresando hacia Punta Brava, parece que enemigo no se da cuenta movimiento". Y 13 minutos más tarde volvió a informar que el "batallón Fretes llegó orilla cañadón a 300 metros del borde interior bosque que rodea fortín" Boquerón y que los batallones Julio B. Jara y Ramón L. Paredes continúan avanzando. Luego pidió "agua para las tropas de primera línea para esta noche". A su vez el capitán Palacios pidió también agua para sus tropas.

            El comandante de la Segunda División comunicó a las 18.18 horas que el "2 de Mayo" no ha retrocedido y que la compañía del teniente Núñez Colmán estaba "en contacto con el batallón Paredes". A las 17 horas ya había ordenado al batallón Alcibíades Irrazábal para que "prolongue su línea a la izquierda batallón Paredes. Escalón a la izquierda de compañía Núñez Colmán avanzará altura batallón Paredes" para poder cooperar. 24 minutos después el destacamento Ozorio informó que estaba al oeste del puesto de comando del mayor Arturo Bray y que el capitán Alejo Guanes seguía adelante con su batallón. Un poco más tarde el capitán Palacios informó también que mantenía "contacto por el fuego" con los bolivianos.

            El mayor José Rosa Vera del regimiento 2 Ytororó dio parte a las 17.49 horas que "en vista de confusión, adelanta un batallón en patrulla camino Castillo con el teniente Florentín", en cumplimiento de una orden de su comando Divisionario Mayor Carlos J. Fernández de las 16.10 horas, en que le decía que el "enemigo aparece en el flanco derecho de nuestro dispositivo amenazando el flanco derecho y retaguardia del regimiento Boquerón... Ud. con su regimiento marchará, a marcha forzada, hasta el P.C. del regimiento Boquerón para proteger su flanco derecho..."

            El mayor José A. Ortiz informó a las 17.50 horas que el batallón Ramón L. Paredes continuaba progresando y que "espera que caiga la Punta Brava antes" de oscurecer.

            El capitán Abdón Palacios informó a las 18.45 horas que su "batallón ocupa un frente de 450 metros desde la recta hacia la derecha y profundidad 200 metros, las tropas se hallan a 40 metros de la tropa enemiga fortificada. La fortificación es zanja para tiradores parados, alambres de púas; detrás existen otras zanjas desde donde estuvieron haciendo vivas los enemigos, se impone acción en conjunto. Deseo saber hora de asalto".

            Según el coronel Carlos J. Fernández, "en el sector del ataque principal, que estaba a cargo del regimiento de Infantería No. 6 -Boquerón-, el movimiento de las tropas en su avance hacia las posiciones enemigas fue normal hasta las 16 horas..." A las 16.30 horas el entonces mayor Carlos J. Fernández, comandante de la Primera División, comunicó al comando de la Segunda División que "según parte del ala derecha una columna enemiga apreciada más o menos en 500 o 600 hombres avanza por el camino 14 de Diciembre. Despacho inmediatamente el R.I. 2 y el batallón de Zapadores para contener dichas tropas, que amenazan el flanco derecho y la retaguardia del regimiento Boquerón. Conviene avisar mayor Torreani a fin de constatar presencia enemiga sobre Yucra y si posible cooperar también con algunas tropas en el cerco... Parecen ser tropas de Yucra, que han salido a 14 de Diciembre y en este momento el mayor Bray me comunica que ya están combatiendo con su retaguardia".

            A las 9 horas de aquel 17 de setiembre de 1932 el mayor Arturo Bray elevó el siguiente parte al comandante del Primer Cuerpo de Ejército, teniente coronel José Félix Estigarribia: 1º.) Mis batallones del primer escalón han progresado 300 metros sin encontrar sino débiles resistencias. Progresión lenta causa dificultad bosque tupido. 2º.) Mi tercer batallón va a iniciar movimiento envolvente por pique Boquerón-Castillo".

            Siendo las 15.15 horas el mayor Bray volvió a informar al comandante Estigarribia que el "Cadete 4o. Curso Militar Oscar Otazú muerto heroicamente al frente de su pelotón en un asalto contra ametralladora enemiga... Solicito de ese comando se pida a Asunción su ascenso póstumo a teniente 2º. de infantería"

            A las 16 horas el mayor Bray dio el siguiente parte al comandante Estigarribia: 1º.) El batallón de la izquierda del primer escalón ocupa ya el borde del cañadón que conduce al fortín enemigo y espera aviso de las unidades vecinas de la Primera División para iniciar el asalto a las primeras trincheras. 2º.) El batallón de la derecha sigue abriéndose paso hacia el referido borde entre nidos de ametralladoras que son batidos eficazmente por morteros. El batallón de reserva ha cruzado, combatiendo, el pique Boquerón-Castillo y se halla listo para iniciar su movimiento envolvente en enlace con los demás batallones. 3º.) Tropas muy fatigadas y con excesiva sed. Aún no han llegado los camiones con agua".

            El coronel Carlos J. Fernández escribió en su primer libro que breves instantes después de este último parte, ha recibido en su puesto de comando de la Primera División informe, de que los bolivianos estaban "contraatacando a las tropas del regimiento de Infantería No. 6 -Boquerón- en el cañadón 14 de Diciembre", lo que pronto fue confirmado con la llegada de tropas del regimiento Boquerón en el destacamento del capitán Abdón Palacios por haberse dispersados, llegando el mismo comandante de dicho regimiento, el mayor Arturo Bray, al puesto de comando del mayor Carlos J. Fernández de la Primera División, de donde informó al teniente coronel Estigarribia "de que sus batallones del ala derecha fueron atacados desde el oeste y desde el este, haciendo una salida los defensores del fortín. Los fugitivos dieron la noticia de que el enemigo seguía avanzando hacia la recta Boquerón-Villa Militar siguiendo el pique de maniobra del regimiento 6 Boquerón".

            Para procurar la contención de los bolivianos que avanzaban por el mencionado pique de maniobra del regimiento Boquerón, el comandante Estigarribia puso su reserva a la orden del mayor Fernández, marchando de inmediato el batallón de Zapadores General Aquino No. 1, al mando del capitán Basiliano Caballero Irala, sobre el lugar amenazado a ponerse a disposición del mayor Arturo Bray, "seguido del pelotón de caballería del teniente Osorio, y por último, el R.I. 2 -Ytororó- recibió también la misión de proteger el flanco derecho y la retaguardia del regimiento 6 Boquerón. Estas unidades llegaron hasta el borde de un pequeño cañadón y el R.I. 2 adelantó un batallón hasta la orilla norte del cañadón 14 de Diciembre, desalojando algunos retenes enemigos establecidos sobre el linde del bosque".

            Según el coronel Fernández, "los relatos de algunos oficiales y tropas sobre el ataque boliviano hicieron presumir que los dos batallones del ala derecha del R.I. 6 -Boquerón- fueron sorprendidos mientras efectuaban el movimiento envolvente. Parece que no se había tenido la precaución de cubrir su retaguardia, siquiera con un pelotón, cayendo el enemigo sobre el puesto sanitario establecido en el referido cañadón; inmediatamente se dispersaron los dos batallones y el pánico cundió hasta las filas del batallón Santiviago, según informe recibido del destacamento Palacios". Las tropas desbandadas pertenecían a los batallones comandados por los capitanes Báez Allende y Villasboa. Huyeron despavoridas "hasta la base de partida yendo a parar la mayoría" en el puesto de comando del mayor Bray, habiendo abandonado "muchas de ellas... sus armas y equipos, inclusive los morteros, y hasta las 21 horas nada se sabía de los dos comandantes de pelotones y escuadras".

            El teniente Alejandro Levi Ruffinelli se presentó a las 17 horas, "que ha tenido que abandonar en el bosque los dos morteros". El capitán Isaías Báez Allende llegó a las 21 horas y el capitán Mutshuito Villasboa el día siguiente 18 de setiembre a las 6 horas, en su carácter de comandante del segundo y tercer batallón, respectivamente, del regimiento No. 6 Boquerón.

            El coronel Heriberto Florentín; entonces teniente 1º. que permanecía en el puesto de comando del mayor Bray aquel 17 de setiembre, día de bautismo de sangre del regimiento Boquerón, baqueano y testigo, que aún vive, del desbande de los dos batallones citados de dicho regimiento, escribió en su ya conocido libro que ese 17 verificó "sobre el terreno la ubicación de las unidades, especialmente junto al segundo batallón, que tenía la misión más importante, la de atacar directamente al corazón mismo del fortín y que, por la calma de su frente, parecía ser el llamado a provocar el desmoronamiento". Cuando los batallones iniciaron su progresión, regresó al puesto de comando del mayor Arturo Bray.

            El capitán Báez Allende del segundo batallón dijo en su primer parte de las 8 horas del 17 de setiembre de 1932 que: "El ataque comenzó a la hora convenida" y que avanza "sin encontrar enemigos... Un poco más tarde, otro parte informaba haber progresado más o menos 200 metros sin encontrar resistencia". Instantes después, el mayor Bray y acompañantes escucharon tiroteos hacia el batallón Báez Allende, "síntomas del contacto entre las dos fuerzas; pero la falta de informaciones oportunas hizo que el mayor Bray permaneciera ciego de lo que estaba sucediendo en la primera línea. Este estado de incertidumbre duró una hora, tal vez dos -dice el coronel Florentín- hasta que aparecieron los primeros indicios de desorganización con matices de tragedia: grupos de soldados empezaron a desfilar hacia retaguardia, pasando delante del P.C. -puesto de comando- regimentario, lo cual... llamó la atención del mayor Bray", y le preguntó a un soldado si adónde iba, contestándole: "Voy a traer agua y municiones para mis compañeros". Luego preguntó a un sargento, quien contestó en guaraní que pasaron todo sobre sus cabezas los bolivianos. Se aclaró la incógnita.

            El mayor Bray quedó sorprendido. Quiso hablar con "los jefes directos, pero no fue posible dar con ellos... hubiera deseado actuar con su reserva, más no disponía de nada". El número de fugitivos iba en aumento, porque se desbandaron los batallones Báez Allende y Villasboa. En cambio el batallón del capitán Luis Santiviago continuaba en su puesto de combate.

            Al referirse a las tropas bolivianas que avanzaban "hacia la recta Boquerón-Villa Militar siguiendo el pique de maniobra del regimiento Boquerón", escribió el coronel Florentín en su citado libro que pronto se comprobó que la amenaza no era tan seria. El batallón del capitán Alejo Guanes del regimiento No. 2 Ytororó, acompañado del baqueano teniente 1º. Heriberto Florentín, llegó a la picada Boquerón-Ramírez sin encontrar resistencia, de donde el capitán Guanes mandó patrullar hasta cerca del fortín Boquerón, "mediante lo cual pudo recoger algunos de los materiales abandonados" por los batallones dispersados del regimiento Boquerón No, 6, y "establecer un fuerte retén sobre el pique principal con la intención de detener cualquier movimiento de tropa enemiga que se hiciese sentir por ese itinerario".

            No tardó en aparecer una columna de infantería que venía del exterior para entrar al fortín Boquerón. "'Era una presa segura, pero desgraciadamente la inexperiencia de un oficial del retén" -el teniente Salvador Ré-, le dejó pasar, sin disparar un solo tiro para molestarla siquiera, El teniente Ré fue reemplazado por incumplimiento de su misión, por el teniente Valdovinos y su compañía, "con orden de rechazar todo intento de igual naturaleza", Luego quiso entrar también a Boquerón un destacamento enemigo, y sufrió "una verdadera masacre". El teniente Ré pasó a disposición de la Primera División.

            En la acción del 17 de setiembre de 1932 murieron los cadetes Oscar Otazú y Pastor Pando. Heridos los cadetes Ramos Giménez y Silvio Garay. Desaparecido el cadete Rogelio Fiore, quien fue capturado por los bolivianos.

            Las tropas que sorprendieron por la espalda a los batallones Báez Allende y Villasboa del regimiento Boquerón eran del regimiento de infantería No. 14 del teniente coronel boliviano Montalvo, con 300 hombres, vanguardia del destacamento comandado por el teniente coronel Walter Méndez, apodado El Tigre Rubio, formado por los regimientos de infantería números 14 y 16, y el número 6 de caballería. El sargento chileno Enrique Villalobo Mora que combatía como voluntario a favor de Bolivia tomado prisionero, declaró que los 3 regimientos totalizaban 600 plazas, y que el destacamento Walter Méndez, "tenía la misión de introducir víveres y municiones a Boquerón".

            El destacamento Walter Méndez "volvió a salir de Boquerón en la mañana del día 18 en pequeños grupos, pero esta vez para caer gran parte diezmada por el certero fuego de las tropas paraguayas que asediaban el fortín Boquerón.

            Se ha visto más arriba que el batallón Villasboa estaba colocado "en el segundo escalón y como reserva" del mayor Arturo Bray, quien, según dice el coronel Heriberto Florentín en su citado libro, a las 11 horas del 17 de setiembre de 1932 ordenó al comandante Villasboa del tercer batallón que "inicie cuanto antes su movimiento envolvente. Enemigo da muestra de ceder en los demás sectores..." Sigue diciendo el coronel Florentín que no obstante haber estado "en enlace permanente" con el mayor Bray en su carácter de baqueano, ignoraba "las circunstancias que han inducido al citado jefe a ordenar la salida de su batallón de reserva, con fines de maniobra".

            Más adelante escribió el coronel Florentín que el mayor Bray no llegó hasta el "terreno donde entraron en acción sus batallones, empapándose de las características del mismo y tratando de conducir el ataque con su influencia personal", en cuyo caso se hubiera evitado el desbande de sus tropas mediante oportunas medidas. Desde su puesto de comando, sin medios adecuados de comunicación, no podía "ver les defectos de organización del ataque, ni corregir las fallas en la ejecución de los ataques, lo que es más difícil todavía"

            Al este, el regimiento 4 Curupayty que operaba en el ala izquierda del regimiento Boquerón, atacó ese 17 de setiembre con la misma decisión y bravura de los días anteriores, y cuando su comandante mayor José A. Ortiz supo que tropas bolivianas atacaban por la espalda al regimiento Boquerón, ordenó al capitán Ramón L. Paredes atacar con su batallón "sin contemplación alguna la Punta Brava para alivianar la acción de los regimientos Ytororó y Boquerón", logrando tomar tras sangriento combate "una parte de la ya famosa posición enemiga" a costa de fuertes bajas.

            La Segunda División al mando del teniente coronel Gaudioso Núñez, ala izquierda del Primer Cuerpo de Ejército del teniente coronel José Félix Estigarribia, "apoyó con el fuego… el ataque general" de aquel día 17 de setiembre, y luego, respondiendo a un pedido del comandante de la Primera División mayor Carlos José Fernández, dispuso que el batallón del capitán Alcibíades Irrazábal del regimiento "2 de Mayo" avance hasta "la altura de las primeras líneas" del regimiento 4 Curupayty, y al capitán Juan González Ferreira que con su batallón presione "desde el sur hacia el fortín Boquerón", para evitar que sus defensores accionen contra las tropas del mayor Bray, comandante del regimiento No. 6 Boquerón, que estaba afrontando serias dificultades. Por su lado el regimiento 3 Corrales comandado por el mayor Eduardo Torreani Viera "rechazó otro ataque enemigo proveniente de Yucra.

            En la madrugada del 18 de setiembre los ocupantes del retén del capitán Alejo Guanes ubicado sobre el pique principal citado en el título 9, ya tuvieron ocasión de ver una columna de infantería boliviana proveniente del oeste que marchaba para entrar al fortín Boquerón.

            El 18 de setiembre se combatió en todos los sectores, recrudeciéndose en "el cañadón 14 de Diciembre", donde los bolivianos se empeñaban en mantener libre el camino de acceso al fortín Boquerón, combatiendo de modo sangriento con el regimiento 2 Ytororó sin lograr su objetivo en todo el día, entrar o salir de Boquerón, porque los paraguayos iban conociendo y orientándose mejor en el terreno, procurando tenaz y decididamente cerrar el cerco.

            También el regimiento 4 Curupayty combatió varias horas en el subsector Punta Brava, aunque no pudo mejorar las posiciones conquistadas el día anterior 17. Por su lado, "el batallón Irrazábal... recibió orden terminante para avanzar y ponerse a la altura de la primera línea del batallón del regimiento Curupayty, comandado por el capitán Ramón L. Paredes.

            El 19 de setiembre "fue un día extraordinariamente crítico para las tropas paraguayas de la primera línea y de grave peligro para todas las fuerzas paraguayas porque si el enemigo hubiese hecho cualquier serio intento de salida para romper el asedio en aquellas horas nos hubiera infligido una seria derrota, tal vez un desastre definitivo -escribió en su primer libro el coronel Carlos J. Fernández-. El 75% de los combatientes habían abandonado sus posiciones para tomar el camino Boquerón-Villa Militar yendo al encuentro de los camiones-tanques, que ese día, sumamente caluroso, no llegaron al frente a la hora acostumbrada", debido a una redistribución de dichos camiones entre las unidades por orden del comandante del Primer Cuerpo de Ejército, José Félix Estigarribia, con miras a mejorar el abastecimiento del líquido vital, el agua.      Lastimosamente el abastecimiento de agua y víveres no mejoró debido a desperfectos mecánicos de los camiones y falta de repuestos, y además, "quedaban en llanta muy frecuentemente".

            El coronel Fernández dedicó 8 páginas de su citado libro al grave y alarmante problema de la sed que atacaba de modo inmisericorde a las tropas paraguayas, corroborado con la transcripción de los pedidos de tono casi suplicante de los comandantes de regimientos, de los batallones, compañías, puestos sanitarios y otros servicios auxiliares.

            Los pedidos de agua llegaban en forma de órdenes, de parte, esquela, vale, recibo, pedido de amigo, pintando algunos los dramáticos cuadros de desmayados, insolados, moribundos, además de los que sufrían de raras convulsiones, "bocas espumosas o sangrantes, se revolcaban por el suelo emitiendo palabras ininteligibles o bien se ponían mudos boca arriba mientras las manos procuraban hacer comprender el dilacerante mal del sediento agónico". Por su lado "los animales se convertían en mansos falderillos detrás de los camiones conductores de agua... Y cuando no encontraban nada se aproximaban a los hombres, con sus ojos saltones y humildes y miradas expresivas y ardientes, como si rogaran se les diese un poco del líquido salvador, se acercaban a los recipientes y a las vasijas olfateando el contenido".

            "La falta de agua hizo que aumentara... el número de los autoheridos y aparecieran unos cuantos vivos de otra naturaleza", dice el coronel Fernández.

            Ese 19 de setiembre a las 9.57 horas tropas bolivianas, aparecidas del lado del fortín Yucra con apoyo de artillería, que querían entrar al reducto Boquerón combatieron nuevamente con el regimiento 3 Corrales. Entonces, el mayor José A. Ortiz ordenó al "tenaz e incansable segundo batallón" del capitán Ramón L. Paredes que siga accionando contra Punta Brava, "para evitar que el enemigo intente alguna salida" del citado reducto de Boquerón, aprovechando el ataque al R.I. 3 Corrales de dichas tropas bolivianas proveniente de Yucra.

            Por su lado, el regimiento 2 Ytororó seguía buscando enlace con el batallón del capitán Palacios, sin lograrlo. A las 9 horas tuvo otro tiroteo con los bolivianos, lo que hizo suponer al mayor José Rosa Vera que entre su regimiento 2 Ytororó y el batallón del capitán Luis Santiviago del R.I. 6 Boquerón existían "patrullas enemigas infiltradas", y pidió que el enlace lo establezca el regimiento 6 Boquerón. A la tarde reiteró la necesidad de establecer "enlace con el batallón Santiviago en vista de la presencia enemiga por ese lado que le causa bajas a su regimiento".

            El que escribe estas líneas no resiste la tentación de preguntar si por qué el mayor José Rosa Vera no hizo patrullar por sus propios medios para comprobar si existían o no "patrullas enemigas infiltradas" entre su regimiento y el batallón Santiviago?.

            Según el coronel Carlos J. Fernández, "del 20 al 23... se dedicaron todas las tropas, los comandos y los servicios a la organización del frente y de la retaguardia; se iniciaron ensayos parciales de guerra de posiciones, relevo de unidades... reabastecimiento regular de las primeras líneas", etc.

            El 20 de setiembre de aquel año el comandante del Primer Cuerpo, teniente coronel José Félix Estigarribia dictó importantes medidas, tales como:

            A una pregunta sobre la aplicabilidad "de las leyes penales militares" a los autoheridos, contestó entre otras cosas "que por razones de política internacional nuestro gobierno no ha declarado al Ejército en Operaciones de beligerante contra enemigo exterior; pero esto no obsta..., para que se apliquen las prescripciones legales para caso de guerra, en todo           su rigor".

            Ordenó que el regimiento de Caballería No. 3 Coronel Mongelós "marchase a pie desde Coronel Martínez, en vista de la escasez de montado, y más todavía por falta de agua".

            Dispuso que las artillerías de las Primera y Segunda Divisiones enumeren "los objetivos para facilitar la observación de los tiros por la aviación y por las tropas de primera línea..."

            Para la infantería estableció "procedimientos de combate contra el reducto enemigo" de Boquerón, basado en "las experiencias anteriores", por haberse comprobado que los bolivianos carecen de "elementos suficientes para defender todos los sectores de su extensa línea defensiva". Pues, cuando las tropas del mayor Bray atacaron en el cañadón 14 de Diciembre, el regimiento 4 Curupayty tomó "una parte de la posición enemiga del lado opuesto (Punta Brava); otras fracciones... han podido acercarse impunemente del lado sur del camino viejo, en campo abierto". En efecto, ordenó que si los bolivianos de Boquerón presionan con fuerza "sobre uno de los sectores, todos los otros sectores deberán presionar fuerte e inmediatamente. Igual procedimiento se empleará en caso de ataque venido del exterior", etc.

            Los batallones Arsenio Fretes del regimiento No. 1 "2 de Mayo" y Juan González Ferreira del 4 Curupayty, recibieron orden de incorporarse a sus regimientos respectivos.

            El regimiento Ytororó recibió la misión de efectuar "reconocimiento... del terreno hacia el oeste en previsión de posibles ataques enemigos y se le fijó el 22", para tomar el tajamar que abastece de agua a los bolivianos del fortín Boquerón. Si no podía apoderarse del tajamar, tenía que "mantenerlo bajo" el fuego de sus automáticas.

            Cumpliendo orden del comandante de la Primera División, mayor Carlos J. Fernández, durante los días 19, 20 y 21 de setiembre de 1932, el teniente 1º. Heriberto Florentín realizó 3 vuelos de "reconocimientos aéreos sobre Boquerón y sus alrededores para comprobar la verdadera organización defensiva de dicho fortín y la posible existencia de otras posiciones hacia Yucra y Castillo, y… descubrir... sendas dentro del monte entre Boquerón y Castillo por donde el enemigo se comunicaba con lo del exterior", y para "observar los tiros" de la artillería paraguaya.

            El 19 sobrevoló 3 vueltas Boquerón con el aviador teniente García en un Potez sacando croquis de "los trazados, caminamientos y accidentes topográficos, que eran muy pocos" y luego fueron al oeste para observar el fortín Yucra, ametrallando en el trayecto "un camión en tránsito... y un corral de ganados".

            El vuelo del 20 lo hizo con el teniente Carmelo Peralta, para ampliar el trabajo anterior y observar los tiros de la artillería amiga frente a los regimientos Ytororó y el "2 de Mayo". Cumplida la misión, el aviador Peralta "hizo descender bruscamente el aparato, sin dejar de ganar terreno" rápidamente hacia su base de Isla Poí o Villa Militar, rozando casi la copa de los árboles, al percatarse de la presencia de una escuadrilla de aviones bolivianos Fiat, muy veloces para el lento Potez que piloteaba el teniente Carmelo Peralta. El coronel Florentín dice que en aquella ocasión verificó "la aproximada exactitud" del "primer croquis elaborado de memoria, en el camino Isla Poí-Boquerón", y que comprobó "la existencia del camino ya mencionado, en esa franja libre del oeste" y recién entonces se iniciaron los esfuerzos necesarios para cerrar el anhelado cerco, correspondiendo al regimiento No. 2 Ytororó el mérito de extenderse "hacia la derecha hasta salir en la orilla del gran cañadón de Yucra, el cual estaba bajo control de las tropas de la segunda división". Previamente el Ytororó había relevado al regimiento No. 6 Boquerón "por el oeste".

            Por su lado, el coronel Fernández recuerda en su primer libro el hallazgo del citado camino diciendo que el reconocimiento "del día 20 dio por resultado descubrir una senda, dentro del bosque, que partía de Boquerón hacia Lara y convergía otra vez al camino Boquerón-Ramírez, el cual seguía paralelo al cañadón 14 de Diciembre. Era un desvío que construyó el enemigo como consecuencia de la ocupación nuestra de dicho cañadón". No sería redundancia agregar que los bolivianos pudieron construir porque conocían mejor que los paraguayos el Chaco, territorio éste histórica y auténticamente paraguayo, pero que por ese desvío los bolivianos burlaron por varios días el asedio, aunque también pagando un elevado tributo con jóvenes vidas.

            Aquel 21 de setiembre "la artillería regló disparos sobre las posiciones enemigas de Yucra, para lo cual destacó observadores de sus tiros". Las ofensivas del regimiento 2 Ytororó "hacia el oeste sobre el cañadón 14 de Diciembre, tuvieron por resultado final el completamiento del cerco sobre Boquerón, sellando la suerte de sus defensores, al cortarles toda comunicación terrestre con el exterior", en forma definitiva y total, ya que venían abasteciéndose con cierta normalidad hasta el 23 de setiembre. Fue bautizado el sector "con el nombre de "Punta Mansa" por los valientes y aguerridos soldados del regimiento 2 Ytororó, y, según el coronel Carlos José Fernández, fue tan fiera la lucha, como en "Punta Brava", atacada con bravura y sin pausa por el segundo batallón del regimiento 4 Curupayty, al mando del capitán Ramón L. Paredes, bautizado merecidamente después de la retoma de Boquerón con el honroso nombre de guerra: Batallón Punta Brava.

            En la "Punta Mansa" también el Ytororó "luchó ásperamente en pequeños encuentros pero en forma continuada produciéndose en ambos contendientes una sangría constante".

            Por igual mérito y lucimiento, el primer batallón comandado por el capitán Julio B. Jara, también del R.I. 4 Curupayty, recibió el nombre de guerra: Batallón Carayá, "preludio de nuestra reacción y advertencia al invasor de que ya no se permitirán nuevas usurpaciones", al decir del fogoso y valiente coronel Carlos J. Fernández, sin lugar a dudas haciendo alusión a la retoma del fortín Carayá por el destacamento comandado por el capitán Julio B. Jara el 17 de agosto de 1932, y que estaba formado por su primer batallón y un escuadrón del R.C. 2 Coronel Toledo, como ya se ha visto más arriba.

            El 21 de setiembre al amanecer volvieron a salir de Boquerón "el teniente coronel boliviano Montalvo y su destacamento de socorro... con el mayor Eduardo, sufriendo" fuertes pérdidas, entre las que figuraba 1 capitán, 1 teniente y 45 hombres muertos, "con heridas abdominales y en el cráneo, con armas automáticas", en el combate de esa mañana, según un parte del mayor José Rosa Vera del Ytororó No. 2, Recogieron también numeroso material bélico y otros elementos.

            Ocuparon también "dos caminos de acceso -bolivianos- a Boquerón... con fuertes retenes". Tropas al mando del teniente Alejandro Levi Ruffinelli recuperaron del bosque "materiales de morteros Stoke Brandt menos los tubos", los que fueron recuperados recién el 29 de setiembre después de la rendición de los bolivianos en Boquerón, según el coronel C.J. Fernández.

            El destacamento Enrique Peñaranda que avanzaba abriendo pique desde el sureste para atacar por la espalda al regimiento 3 Corrales, en ayuda de "las tropas que salían de Boquerón...", pronto desistió de su intención al escuchar los primeros disparos de la artillería No. 2 General Roa que por orden del mayor Fernández abría fuego sobre Yucra, a unos 7.500 metros de su emplazamiento para proteger a la infantería que operaba en el sector, lo que coincidió con "el fuego de artillería de acompañamiento" del regimiento Curupayty, cuyo comandante el mayor Ortiz había ordenado también hostigar con morteros y armas automáticas a Punta Brava, "que terminó por desarticular totalmente" la progresión del destacamento Peñaranda, cuyo comandante tuvo la sensación de que su maniobra había sido advertida por los paraguayos.

            El 22 de setiembre, "aniversario de la batalla de Curupayty" de 1866 de la guerra de la triple alianza de gloriosa memoria, fue día de merecido descanso de los gloriosos y aguerridos combatientes del regimiento de            Infantería No. 4 Curupayty, por ostentar orgullosos este nombre, y cuyos festejos jubilosos inquietaron a los bolivianos de la Punta Brava, suponiendo que se preparaba un ataque contra ellos.

            Entre tanto, "en el sector opuesto, en la Punta Mansa", los bravos del segundo batallón del capitán Alejo Guanes del regimiento 2 Ytororó, tras una brillante y sorpresiva maniobra, se apoderaron del tajamar del fortín Boquerón, cumpliendo de ese modo en forma triunfal la misión que le diera el mayor Carlos J. Fernández al regimiento Ytororó el 20 de setiembre de aquel año 1932, y comunicádole por el capitán Alejo Guanes, comandante del citado segundo batallón, a las 17 horas en el siguiente parte: "P.C. Camino 14 de Diciembre, 22 de setiembre de 1932. Al Comandante de la División. Le envío un jarro de agua del tajamar ocupado por el 2o. batallón. Le adjunto un fusil boliviano tomado en el tajamar. Espero parte detallado para comunicarle. (fdo.) Cap. Guanes. Cmdte. Bat. A las 17 hs."

            El coronel Fernández comentó en su citado primer libro que el agua recibida en el jarro era potable y que el capitán Alejo Guanes le mandó "como demostración de la victoria alcanzada sobre el enemigo al quitarle un elemento esencial de subsistencia, y de la alegría que embargaba a los combatientes, como actores de este aislado episodio de la batalla". El tajamar quedaba cerca del fortín Boquerón.

            El día 23 fue de intensa actividad, registrándose en el cañadón 14 de Diciembre violentos combates. El regimiento Ytororó continuó atacando al enemigo. El primer batallón comandado por el capitán Abdón Palacios se ha incorporado de nuevo a su regimiento No. 2 Ytororó. Después de tomar medidas para asegurar su retaguardia del lado oeste, "se empeñaba a fondo contra la Punta Mansa. Los batallones Palacios y Guanes recibieron la misión de progresar "directamente por el camino 14 de Diciembre, contra Boquerón", debiendo el tercer batallón cubrir "el camino 14 de Diciembre, es decir la espalda del resto del regimiento 2 Ytororó que atacará Boquerón..."

            El dispositivo de ataque era como sigue: al llegar el batallón Palacios "a la altura de las actuales posiciones del batallón Guanes, se constituirá en primer escalón. El tercer batallón y S.M.S. en segundo escalón".

            Patrullas enviadas hacia los fortines bolivianos Castillo y Ramírez escucharon ruidos de camiones, "de remoción de tierra y de talado del bosque, preludio de nuevos intentos para abrirse paso hacia Boquerón. Se notaba la falta de un enlace más estrecho como para impedir las infiltraciones de las patrullas enemigas desprendidas del fortín asediado", es decir, Boquerón.

            A las 19.30 horas el comandante Estigarribia comunicó al mayor Fernández que el comando de la Segunda División ha ordenado al 3 Corrales tomar enlace con el regimiento Ytororó, que podrá disponer de dos escuadrones del regimiento Coronel Toledo No. 2 desde el día siguiente 24, que el teniente coronel Camilo Recalde coordinará "la acción de las artillerías divisionarias", anunciando luego que el batallón Manuel Muñoz ha llegado a Campo Esperanza y que el regimiento de Caballería No. 3 Coronel Mongelós ya se encuentra en Villa Militar. Media hora después agregó que el teniente coronel Camilo Recalde fue nombrado comandante de la artillería del Primer Cuerpo de Ejército.

            "Un ataque enemigo, primero y único ataque nocturno realizado durante la batalla de Boquerón, se produjo a las 22 horas -del 23 de setiembre- con gran violencia y sin previo reconocimiento", llegando hasta 40 metros de las posiciones paraguayas, siendo "apoyados los atacantes por el fuego de los defensores del fortín, dando la sensación de un doble ataque".

            El capitán Juan Rovira que tenía reglado desde la tarde "sus tiros para ese campo", apoyó eficazmente a la infantería paraguaya con sus cañones 7,5 hasta derrotar tras 50 minutos de violento combate, a los atacantes, quienes dejaron en el lugar "numerosos muertos y abundante material de guerra".

            El batallón del capitán Antonio Ortigoza "recibió al parecer el ataque más fuerte del enemigo en la noche del 23", siendo su baja sin embargo de solamente "un soldado levemente herido en el dedo grande".

            De esta manera, en la noche del 23 de setiembre fracasó el último de varios desesperados ataques bolivianos para terminar con el asedio al fortín, "quedando desde entonces definitivamente perdidos los sitiados", porque "con los refuerzos recibidos -a pedido del mayor Fernández- se completó el cerco del fortín Boquerón y se aseguró la cintura exterior del asedio".

            Siendo las 11 horas del 24 de setiembre de 1932, por orden No. 82 del comandante Estigarribia, el regimiento de Caballería No. 3 Coronel Mongelós, al mando del mayor Federico W. Smith, pasó a formar parte desde ese día de la Primera División del mayor Carlos J. Fernández.

            Todo el esfuerzo desplegado por el regimiento Ytororó No. 2 para tomar enlace con el 3 Corrales fracasó porque las tropas encargadas de la misión no conocían el terreno, y además, porque los bolivianos se mantenían muy vigilantes. La patrulla estaba a cargo del teniente Víctor Manuel Islas y la compañía de su mando.

            Por su lado, el comando de la Segunda División, teniente coronel Gaudioso Núñez apuraba también al mayor Torreani Viera para que su regimiento 3 Corrales tome contacto con el regimiento Ytororó del mayor Rosa Vera, que estaba "ocupando el cañadón que conduce de Boquerón a Yucra".

            Con miras a facilitar la marcha del regimiento Coronel Mongelós No. 3 de Caballería "hacia el cañadón Ramírez, sin que el enemigo se diese cuenta del movimiento, se inició esa misma mañana del 24 la acción de amarre" por los batallones Julio B. Jara del 4 Curupayty, capitán Orefief Serebriacoff del regimiento 2 Ytororó y el escuadrón del capitán Antonio Ortigoza, al ser relevado por el batallón de Zapadores No. 1 General Aquino al mando del capitán Basiliano Caballero Irala.

            El general José Félix Estigarribia escribió en sus Memorias que el 24 de setiembre recibió "un parte del Cuartel Maestre de Villa Militar (mayor Arístides Rivas Ortellado) con el anuncio de que el agua de la laguna de donde nos abastecíamos empezaba a acusar síntomas de descomposición; en pocos días más quedaríamos privados de esta ayuda vital. Después de Villa Militar no había agua para el suministro de nuestro ejército sino en el río Paraguay, y traerla desde allá era imposible. El ferrocarril de Puerto Casado carecía del material apropiado en cantidad suficiente. Tampoco teníamos camiones para realizar el transporte en el segundo trecho, desde Punta Rieles hasta las tropas. No quedaba otra disyuntiva que apurar la caída de Boquerón donde había agua. "Hasta entonces hice todo lo compatible con la lucha para economizar vidas; pero ante la pavorosa novedad de la inminente falta de agua, comprendí que debíamos apoderarnos de las posiciones enemigas sin reparar en sacrificios".

            Sigue diciendo el general Estigarribia que mantuvo en secreto tan mala noticia, y ordenó "la reunión del mayor número de tropas para alimentar los asaltos".

            El mayor Smith del Coronel Mongelós recibió orden del mayor Fernández para llevar su regimiento por la senda "de comunicación del teniente" Miguel Ángel Blasco. Este oficial guiaba al mayor Smith, "bajo la protección de sus patrullas de observación". Cuando alcanzó "la primera línea continuó hacia el cañadón Ramírez, preparándose para la acción del día siguiente, mientras que las tropas con misión de amarre reiniciaron su aproximación a las posiciones enemigas en ambos frentes, es decir hacia Boquerón en la Punta Mansa, y hacia el oeste en dirección a Castillo".

            Las tropas del regimiento 4 Curupayty procuraron avanzar cavando zanjas mediante el concurso de toda clase de herramienta por no disponer en cantidad suficiente de palas, picos, etc., porque la pequeña partida recibida fue entregada a las tropas del regimiento 2 Ytororó para realizar el mismo trabajo sobre la Punta Mansa, que en esos días tenía "mayor importancia táctica". Eran 6 palas, 2 hachas, y 40 machetes.

            Habiendo pedido el mayor Fernández oficiales de marina para completar los cuadros el 18 de setiembre, el 24 se presentaron los tenientes 2º. Raúl Vera y Juan Doria, quienes "fueron destinados a prestar servicios en los regimientos Ytororó y Curupayty".

            El regimiento 4 Curupayty avanzó mediante las zanjas en su sector como sigue: El tercer batallón del capitán Juan González Ferreira progresó unos 10 metros. El primer batallón del capitán Julio B. Jara "no ha progresado nada según parte del teniente Saldívar". El segundo batallón del capitán Ramón L. Paredes se adelantó unos 7 "metros frente a cada pelotón. Las tropas han adelantado hasta la orilla oeste de la Punta Brava que está ocupando (20 metros más o menos)". El capitán ruso Orefief Serebriacoff, comandante del tercer batallón del regimiento Ytororó, dio parte al mayor Fernández que tropas bolivianas aparecieron a las 12.40 horas frente a la segunda compañía de su batallón "con propósito de atacar", siendo rechazadas después de 10 minutos de tiroteos.

            El 25 al amanecer, el batallón Julio B. Jara "reinició el combate demostrativo mientras que las unidades encargadas de la contención", que son el escuadrón Antonio Ortigoza y los batallones Basiliano Caballero Irala y Orefief Serebriacoff, "realizaron en definitiva un verdadero ataque, llegando el batallón del capitán Caballero Irala a 100 metros de las posiciones bolivianas, fortificándose en el lugar". Por su parte, el batallón del capitán Serebriacoff tras rechazar un contraataque boliviano llegó a la altura de las tropas del capitán Caballero Irala.

            El capitán Ortigoza "tuvo… avance y retroceso" al encontrarse "entre dos fuegos…". Luego dio parte que seguía adelante "a pesar del fuerte ataque a mi espalda -dice- con ametralladoras que vienen del fortín Boquerón".

            Por su lado el Coronel Mongelós No. 3 del mayor Smith, al amparo "de la acción de amarre" salió a la una de la madrugada del 25 de setiembre y tras marchar en columna por senda interceptó "el camino de abastecimiento enemigo, entre el fortín Ramírez y el cañadón 14 de Diciembre", llamado La Pampa por los invasores, donde con un escuadrón cubrió su ala derecha y su retaguardia, y con dos escuadrones atacó al amanecer a unos 400 bolivianos del destacamento Walter Méndez allí atrincherados, quienes "fueron derrotados y dispersados" después de unas dos horas de violento combate, "con lo que quedó libre de enemigos el citado cañadón y definitivamente cerrado el cerco de fuego alrededor de la asediada guarnición enemiga que comenzó desde entonces su penosa agonía" en el recinto del fortín paraguayo Boquerón.

            Es interesante señalar que durante la marcha de aproximación el mayor Smith adelantó una patrulla con la misión de salir al cañadón y tomar en lo posible a algún boliviano prisionero sin hacer uso de sus fusiles, cuyos integrantes no tardaron en regresar rebosantes de alegría con dos bolivianos capturados con magistrales procedimientos, proporcionando en sus declaraciones importantes datos al mayor Smith, quien a su vez utilizando con inteligencia dichas informaciones derrotó con toda rapidez al destacamento Walter Méndez.

            Las tropas del Coronel Mongelós "encontraron en el lugar del combate 20 cadáveres insepultos" y recogieron numerosos trofeos, entre ellos 9 ametralladoras: 3 pesadas y 6 livianas. Y más importante aún, el mayor Smith no tuvo baja alguna.

            Las demás unidades cooperaron en sus respectivos sectores. Mientras el regimiento 4 Curupayty  amagaba un ataque en Punta Brava para distraer la atención de sus defensores, el Ytororó No. 2 adelantaba en Punta Mansa "sus primeras líneas hacia Boquerón para establecer una base de donde batir constantemente con sus automáticas los pozos de agua del fortín".

            Las tropas de la Segunda División que de día no podían "moverse en el campo por el tiro certero de los defensores del fortín -Boquerón-", durante la noche se ubicaron a tiro de asalto. Entre tanto, las tropas "con frente hacia Yucra completaban sus dispositivos para impedir cualquier intento de infiltración" boliviana proveniente de ese lado en auxilio de los encerrados en Boquerón.

            Siendo las 14 horas del 25 de setiembre de 1932, día en que se cerró definitivamente "el cerco de fuego alrededor" del fortín Boquerón como se ha visto más arriba, el teniente coronel Estigarribia dictó su "orden de ataque general para el día 26", disponiendo entre otras cosas que "A la hora H todas las unidades de la primera línea atacarán resueltamente y en estrecho enlace las posiciones enemigas que tienen a su frente..." Las tropas del mayor Smith recibieran una "misión... puramente defensiva y tratará a toda costa de detener cualquier acción del enemigo del lado de 14 de Diciembre, bastándose a sí mismo... Todo el resto de sus tropas -ordenó al mayor Fernández- deberá poder intervenir en la acción sobre Boquerón para realizar el máximo esfuerzo que es necesario": Ordenó también al mayor Fernández, que devuelva sus tropas al regimiento 6 Boquerón, que en el ataque a Boquerón pueden intervenir los 2

escuadrones del regimiento "2 Coronel Toledo, y que tome las disposiciones correspondientes...

            El coronel Carlos J. Fernández escribió en su citado libre que en el ataque general del 26 de setiembre a Boquerón participaron "cerca de 9.000 hombres, apoyados por 8 obuses de 105 mm., 14 piezas de 75mm., 2 piezas de 65 mm. y 11 piezas de morteros Stokes Brandt".

            Las tropas fueron distribuidas en la siguiente forma:

            "En el ataque al fortín Boquerón 5.470 hombres. En la defensa exterior, contra Yucra, 1.790 hombres. Contra Castillo, 1.130 hombres".

            En esta forma, los comandantes de la Primera y Segunda Divisiones, Carlos J. Fernández y Gaudioso Núñez, dejaron "tropas suficientes" sobre el camino Boquerón-Castillo y "del lado del fortín Yucra", cumpliendo la correspondiente orden del teniente coronel José F. Estigarribia, comandante del Primer Cuerpo de Ejército.

            El regimiento de Caballería No, 1 Valois Rivarola que se encontraba en Laguna Capitán, cerca de Villa Militar, "recibió la misión de retomar los fortines Toledo y Corrales".

            El 26 de setiembre a las 5.30 horas, la hora "H" menos 15 minutos, "la artillería inició un imponente bombardeo sobre el reducto enemigo..., dando la sensación de que el recinto del fortín era convertido en escombros. Impresionados los combatientes de la primera línea ante el fragoroso tronar de los cañones no esperaron la hora fijada y diez minutos después... lanzaron los cohetes de luz anunciando que abandonaban la base de partida para iniciar la aproximación para el asalto". Infortunadamente, los bolivianos que permanecían indemnes aún, recibieron con mortíferos fuegos a sus atacantes, quienes sorprendidos y raleados por la tenaz defensa, igual seguían avanzando a costa de crecidas bajas, empujados por la segunda línea que progresaba también sin pausa.

            Al cabo de una hora de lucha enconada y sangrienta, y estéril sacrificio, cesaron los asaltos pero siguiendo el "contacto por el fuego que fue decreciendo paulatinamente" en todos los sectores, comenzando en el frente de la Segunda División, seguido en el de Punta Brava y el del regimiento Boquerón No. 6 "para cesar por completó en el sector del ataque principal". Luego fueron batidos con morteros y automáticas "los nidos de ametralladoras" detectados y ubicados durante el ataque. "Solamente algunas unidades lograron realizar el asalto y apoderarse de puntos de la primera línea de trincheras de la defensa", según el coronel Fernández.

            El coronel Heriberto Florentín dijo en su libro que la artillería paraguaya "recibió la misión de destruir el interior del reducto en lugar de destruir al enemigo de las trincheras que nos estaban deteniendo". Y preguntó:"¿Por qué los comandos de Cuerpo y de División no han dispuesto la concentración de todos esos medios de fuego sobre un sector determinado para romper de una vez la línea enemiga, en lugar de actuar por dosis en todas partes sin ser decisivo en ninguna?. Y luego de citar los 9.000 hombres, apoyados por 8 obuses 105 mm., 14 piezas de 75 mm., 2 piezas de 65 mm. y 11 morteros, ya citados en este título, agregó: "Con estos elementos, especialmente… la artillería y morteros, creemos que era posible abrir una brecha de 200 metros sobre un frente cualquiera dentro de las instalaciones conocidas en la acción de Boquerón, lo cual hubiera sido una operación definitiva".

            Dijo también el coronel Florentín que "los continuos asaltos frontales ordenados por el comando en jefe -el teniente coronel José F. Estigarribia- y principalmente por el de la D. 1 -Primera División del mayor Carlos J. Fernández-, sin suficiente apoyo de fuego ni encuadramiento preciso, dando por resultado avances frustrados con numerosas bajas, iba dejando un sedimento de murmuraciones y de protestas sordas en el ánimo de la oficialidad subalterna. Como una valla protectora contra la obstinación de los asaltos descabellados, se levantó una modalidad viciosa y perjudicial en la primera línea: la mentira de hemos progresado tantos metros…, muy en boga en esos tiempos…."

            Para un lego en la ciencia militar y el arte de la guerra, parece muy razonable y justo todo cuanto afirma en su libro el coronel Heriberto Florentín, y por la misma razón y fundamento, no se pudo resistir a la tentación de preguntar también, si por qué, el entonces teniente 1º. Heriberto Florentín, comandante del primer batallón del mil veces glorioso regimiento 3 Corrales y gran conocedor del fortín Boquerón y zona circundante, como se ha visto más arriba, viendo dichos errores de los comandos superiores, no hizo uso del derecho natural que le asiste como persona para opinar y expresar sus ideas o iniciativa, en este caso como militar ante la patria amenazada, para sugerir su inquietud o señalarles sus errores a su jefe inmediato o a otros superiores, como al mismo mayor Carlos J. Fernández, etc., con quienes tantas veces ha tratado como baqueano o conocedor de Boquerón y sus alrededores. ¿No tenían acaso la misma obligación moral y profesional todos los oficiales y jefes subalternos del mayor Fernández y teniente coronel José Félix Estigarribia?, quienes fueron citados expresamente en su libro por el coronel Florentín.

            En otra disciplina se enseña que el jefe nato, inteligente y capaz, estudia y conoce a sus subalternos, fomenta el desarrollo de su iniciativa y los emplea u ocupa conforme al talento de cada uno en cada caso específico o circunstancia. Estas condiciones estaban dadas plenamente en los dos jefes citados por el coronel Florentín: eran los entonces teniente coronel José Félix Estigarribia y el mayor Carlos José Fernández. Las cualidades extraordinarias demostradas por el después Mariscal Estigarribia como brillante conductor de la guerra victoriosa del Chaco como Comandante en jefe fueron admiradas y reconocidas por personalidades de varios países del mundo, y por casi todos los más distinguidos jefes y Oficiales que combatieron bajo sus órdenes durante los 3 años de guerra.   

            El capitán David H. Zook Jr., lo ha calificado "como precursor del mariscal Erwin Rommel", uno de los mejores generales alemanes qué revistó en el ejército de Adolfo Hitler en la Segunda Guerra Mundial, conocido también con el nombre de guerra de "El Zorro del Desierto".

            Por su lado, el coronel Carlos José Fernández fue un soldado ejemplar, de cualidades patrióticas y guerreras innatas. Disciplinado, decidido, fogoso y valiente hasta la temeridad. Celoso y severo en el cumplimiento del deber. En Boquerón fue herido dos veces y siguió dirigiendo con la misma voluntad y estoicismo su invicta Primera División reforzada, sin abandonar su puesto de comando. El citado capitán estadounidense David H. Zook Jr. lo ha calificado también en su libro "La Conducción de la Guerra del Chaco" como "uno de los mejores jefes paraguayos". Y como culminación brillante de su diamantino curriculum vitae, escribió 6 tomos de libros sobre la guerra del Chaco.

            Retomando el hilo de las acciones heroicas del 26 de setiembre cabe agregar lo que escribió en sus Memorias el general Estigarribia: "Tras una lucha tremendamente porfiada, que duró todo el día 26, nuestras tropas pudieron llegar por la noche a distancia de asalto de la segunda línea enemiga de defensa. Les dirigí entonces la siguiente proclama, una de las pocas que lancé -dice- en el curso de toda la campaña:

            "Rindo el homenaje de mi aplauso a los bravos jefes y soldados del Primer Cuerpo de Ejército por la magnífica jornada cumplida hoy, que coloca a nuestros soldados en el puesto que siempre han merecido: a la cabeza de los mejores soldados del mundo".

            "Han roto en tres partes la poderosa línea de defensa del enemigo, abriéndose paso a machetazos a través de sus tupidas alambradas y asaltando nidos de ametralladoras y líneas sucesivas de trincheras".

            "Todos deberán permanecer firmes sobre el terreno conquistado y continuar mañana sus asaltos con el mismo denuedo y con la misma bravura incontenible de hoy, para reducir la última resistencia del enemigo, con gloria inmarcesible del ejército y de la patria".

            Siendo las 5.25 horas del 27 de setiembre, las tropas del regimiento 2 Ytororó reiniciaron "el ataque al reducto, apoyadas por el fuego de 8 ametralladoras pesadas... para batir el sector de los pozos de agua que quedaban al enemigo, situados dentro mismo del reducto central". Pero el ataque fue frustrado por intensos fuegos recibidos de distintos puntos, ocasionando "26 bajas entre muertos y heridos" al Ytororó en muy breve tiempo, el que a su vez frustró un contraataque intentado por dos pelotones bolivianos con bayonetas caladas.

            Una vez más, aviones enemigos sobrevolaron Boquerón para arrojar a los sitiados bolsas y paquetes, varios de los cuales cayeron en las posiciones paraguayas, conociéndose mediante eso que se trataba de tasajos, proyectiles y medicamentos. También los aviones paraguayos volaron sobre el citado fortín, sin llegar a encontrarse con los del enemigo.

            El R.C. 3 Coronel Mongelós del mayor Smith volvió a castigar duramente al enemigo, causándole muchas bajas y tomando prisioneros nuevamente, entre ellos el capitán Calixto Viscarra, así como equipos bélicos.

            El regimiento "2 de Mayo" de la Segunda División combatió también con endiablada bravura ese día 27 contra el batallón del regimiento Campos comandado por el teniente coronel Cuenca, que causó fuertes bajas a la compañía del teniente Julián Núñez Colmán, quedando reducido a 40 hombres, al "intentar abordar las trincheras y las alambradas de la defensa". El capitán Antonio Gaona y su compañía del batallón Fretes, que cooperó en el asalto, quedó con 30 sobrevivientes solamente. Sigue así devorando vidas inocentes la insaciable e infernal hoguera de la guerra fratricida.

            En el subsector del 4 Curupayty del mayor José A. Ortiz, sus segundo y tercer batallones combatieron "durante todo el día con la decisión y valor de los primeros días de la batalla, a pesar de la eficaz y bien organizada defensa enemiga de la Punta Brava". Pues, el primer batallón del capitán Julio B. Jara fue a reforzar al Ytororó No. 2. El coronel Fernández dijo en su libro que "fueron estériles las pérdidas de las compañías empeñadas, realizando acciones y esfuerzos parciales insuficientes, por lo que la defensa enemiga pudo mantenerse invulnerable y hasta con relativa holgura como para desprenderse de algunas fracciones en beneficios de los otros sectores en más delicada situación..."

            El mayor Arturo Bray dice que su R.I. 6 Boquerón a las 5.30 horas hizo "fuego de ametralladoras y fusilerías... Pero cesa el movimiento del regimiento ante la actividad de las demás fuerzas que cercan el fortín"

            Aviones paraguayos sobrevolaron Boquerón a media mañana, y una hora más tarde aparecieron los veloces aviones bolivianos para lanzar bultos a los cercados como en días anteriores, cayendo uno de ellos en campo paraguayo. Cuando unos soldados se adelantaron para traerlo, fueron alcanzados por bombas de uno de los aviones, causando 3 bajas, según el coronel Fernández. Al promediar la tarde, volvieron a sobrevolar Boquerón los aviones bolivianos.

            Según prisioneros bolivianos, "parece probable que los cadetes Rogelio Fiore, desaparecido el 17, y Mario Coscia, vuelto a desaparecer después de dicha fecha", cayeron prisioneros y fueron llevados en avión a La Paz, así como el cadete Carlos Sisa, "que luchó bravamente en una de las trincheras" bolivianas el 26. El cadete Fretes, quien se destacó en la misma acción, fue encontrado ese 27 "con una profunda herida en el muslo"

            El coronel Fernández escribió en su libro citado que "en el campo enemigo, dentro y fuera de Boquerón, la moral de los combatientes iba debilitándose hasta el extremo de insinuarse rebeliones de soldados contra sus jefes; o bien los que podían abandonaban a sus compañeros y superiores".

            El 28, víspera de la rendición boliviana en Boquerón, reanudáse el ataque general siendo las 5.40 horas, con ímpetu arrollador, transformándose luego en "un espectacular asalto a la bayoneta protagonizado por el regimiento Ytororó No. 2".

            Los tenientes Víctor Manuel Islas y Barrios, al frente de sus respectivas compañías, tomaron por asalto las posiciones bolivianas, y el mayor José Rosa Vera, comando del Ytororó, ha "ordenado el asalto sucesivo de todas las posiciones de resistencia..." El batallón de Zapadores del capitán Basiliano Caballero Irala al desplazarse dejó sin cobertura 400 metros en el flanco derecho del capitán Alfredo Ramos pero que fue ocupado por el escuadrón Butleroff.

            El batallón Ramón L. Paredes del 4 Curupayty siguió combatiendo con la gallarda bizarría de los días anteriores en la cada vez más Famosa Punta Brava, procurando acallar, mediante la infiltración, los nidos de ametralladoras bolivianas, y según    el coronel Fernández, algunos soldados llegaron "hasta cinco metros de esos nidos de la muerte, siendo literalmente fusilados por el enemigo. El tercer batallón, comandado desde la noche anterior por el teniente Saldívar.... hizo a su vez esfuerzos inauditos para conseguir la rehabilitación de su batallón, intentando varias veces poner pie sobre las trincheras enemigas. La compañía Saldívar permaneció 24 horas consecutivas a menos de 40 metros de la posición principal, soportando el fuego certero de los defensores, y sin recibir en todo ese tiempo refuerzo y ninguna clase de abastecimiento". Cabe agregar que hasta ese día 28, el inagotable derroche de tenacidad y heroísmo, además de demostrar la inexorable voluntad de vencer, constituyó un costoso sacrificio de los valientes jefes, oficiales y tropas del comandante José F. Estigarribia.

            El tercer batallón del regimiento 4 Curupayty comandaba el sufrido y veterano chaqueño, capitán Juan González Ferreira, que en "la noche anterior", recibió orden del capitán Ramón L. Paredes para que haga ocupar con "dos compañías la primera línea y que progresara hasta ganar el linde opuesto del cañadón y que si no lograban se enterraran hasta donde alcanzaren", lo que no cumplió, y "a la una de la madrugada" de aquel 28 de setiembre, le remitió al capitán Paredes "un parte de enfermo por intermedio del médico del batallón". En esa ocasión el citado capitán Paredes ordenó al teniente Saldívar para que se haga cargo del tercer batallón y cumpla "la orden dada anoche" al capitán Juan González Ferreira.

            El regimiento 6 Boquerón reinició también el combate por el fuego a las 5.15 horas y se prolongó por 10 horas. "El avance es lento pero se hace temerario ante el perfecto emplazamiento de las armas mecánicas enemigas". El batallón Luis Santiviago se desempeñó brillantemente desde el día de su bautismo de fuego. El batallón Villasboa combatió y superó "situaciones difíciles en los distintos días del combate". Entre los heridos figuran los cadetes Herminio Mendoza, Bareiro y Cattoni. Dos aviones bolivianos bombardearon las posiciones paraguayas. Cumpliendo una orden, el regimiento Boquerón "volvió a asaltar y a ocupar el reducto de la posición. En este asalto actuó el cadete Herminio Mendoza con su unidad". Al mediodía de ese 28 fue llamado el ex cadete Florencio Bogado como refuerzo con su fusil ametralladora. A la noche intervino también con su unidad el cadete Enrique Sánchez Domínguez. Según Florencio Bogado, citado por el coronel Carlos J. Fernández, cuando se rindieron los bolivianos en Boquerón el siguiente día 29 de setiembre, ellos ya se encontraban "dentro de la posición enemiga, menos el cadete Herminio Mendoza, quien se retiró el 28 por haberse herido".

            En la Segunda División, su comandante Gaudioso Núñez decía al mayor Eduardo Torreani Viera del 3 Corrales: "Conviene insistir en la cooperación del batallón Yegros por medio del fuego con tropas vecinas". El mayor José Rosa Vera del Ytororó pidió que el batallón Yegros "aferre al enemigo (fuertes nidos de ametralladoras de su frente...)", para facilitar su conquista. El comandante Núñez alentaba a sus tropas transmitiéndoles las "noticias favorables de los otros frentes", según el coronel Fernández.

            Aquel 28 de setiembre, el tercer batallón del regimiento 2 Ytororó comandado por el ruso blanco voluntario Orefief Serebriakoff, "recibió la misión de asaltar" con su batallón "la posición enemiga que corría delante del asta de bandera del fortín" Boquerón. De inmediato el capitán Serebriakoff avanzó a la cabeza de su batallón hacia su objetivo.

            Pronto le informaron al mayor Fernández, comando de la Primera División, "que un batallón de infantería conducido por un capitán ruso andaba vagando por el subsector del regimiento Boquerón, buscando una punta de isla que debía asaltar". Según el coronel Fernández por su falta de dominio del español había interpretado de modo equivocado la orden de su comandante de regimiento, el mayor Rosa Vera, y que por eso se había desorientado en el terreno.

            El que escribe estas líneas no puede dejar de expresar su impresión acerca del que informó de "que un batallón de infantería... andaba vagando...", con absoluto desprecio e irresponsabilidad, y total carencia del sentimiento de cooperación en plena guerra en defensa del territorio patrio, más todavía si se considera que se trataba de un voluntario extranjero que estaba peligrando el pellejo en defensa del Paraguay, ofrendando su vida momentos después, como solamente saben hacer los auténticos héroes.

            Después de algunas explicaciones aclaratorias del mismo mayor Fernández, el capitán Orefief Serebriakoff se puso de nuevo a la cabeza de su unidad y "ordenó calar las bayonetas y avanzar detrás de él, repitiendo rato a rato: Adelante, paraguayos!".

            Prosigue el coronel Fernández: "Era magnífica y subyugante aquella escena de partir impávidos hacia la muerte nuestros ignotos mocetones del tercer batallón del R.I. 2 -Ytororó-, cuyas bayonetas relucían heridas por el sol. Era como un nimbo de luz, un halo ondulante de refulgentes aceros que aureolaba las erguidas siluetas de los bravos soldados marchando serenos detrás de su capitán, a la voz sin titubeo de: " ¡Adelante, paraguayos! ¡A Boquerón!".

            "Cuando la columna llegó al medio del pequeño cañadón del fortín, cesaron los tiros de ambas partes, sorprendidos o admirados quizás por los contendores por tanta audacia impávida, demostrativa del desprecio a la muerte, o de un amor altanero a la gloria".

            Aunque iba alejándose de su última base de partida en dirección a su objetivo, se escuchaba de tanto en tanto la voz de adelante... del capitán Orefief Serebriakoff... Y cuando el capitán y sus tropas se aproximaron alrededor de 30 metros de las trincheras bolivianas, "lanzó un vibrante grito: ¡Al asalto! ¡Viva el Paraguay!, precipitándose luego hacia las defensas de talas. A este grito reaccionó el enemigo, recibiendo a los asaltantes con el fuego de sus automáticas a quemarropa, cayendo mortalmente herido, el primero, el capitán Serebriakoff, mientras la tropa se tendió al suelo para contestar el fuego y luego arrastrarse hasta los parapetos bolivianos; pero de allí no pudieron pasar, sometidos al fuego de otras posiciones cercanas".

            "El capitán Serebriakoff fue traído en una camilla ya moribundo. Vivió lo suficiente para decirnos -dijo el coronel Fernández-: He cumplido su orden, mi comandante, pero desgraciadamente no pude llegar a mi objetivo. El Destino ha decretado así". Siguió diciendo el coronel Fernández: "Rindió la vida sin quejas, con serenidad, rodeado por sus oficiales y soldados que lloraban de pena. Algunos refirieron en aquel mismo momento que antes de emprender la marcha y después de admirar el limpio cielo de esa mañana, como presintiendo su muerte cercana, había exclamado: ¡Lindo día para morir!..

            "El capitán Serebriakoff y el teniente Von Eckstein ya habían participado en la expedición del general Juan Belaieff para ubicar la laguna Pitiantuta, en 1931. Prestó servicio en el Chaco en el R.C. 2 Coronel Toledo.... Durante la batalla de Boquerón se le designó comandante de compañía en el tercer batallón del R.I. 2 y más tarde comandante interino del citado batallón, en reemplazo del titular, capitán Leandro González, evacuado a retaguardia por enfermedad... A esta circunstancia se debe que el nombre del capitán Serebriakoff haya figurado en los partes del regimiento Ytororó desde el 22 de setiembre de 1932", según el coronel Carlos J. Fernández.

            No estaría demás agregar que quien informó que el capitán Orefief Serebriakoff y su batallón "andaban vagando por el subsector del regimiento Boquerón, buscando una punta de isla que debía atacar", muy pronto se olvidó que cuando el destacamento Walter Méndez, cuya vanguardia comandaba el teniente coronel Montalvo, apareció en la retaguardia del R.I. 6 Boquerón el 17 de setiembre, los batallones segundo y tercero de dicho regimiento huyeron despavoridos, desbandándose totalmente, y abandonando por doquier sus morteros, ametralladoras, fusiles y otros elementos. En cambio el capitán Serebriakoff, aclarado sus dudas, atacó su objetivo a la cabeza de su batallón a cuerpo gentil, y murió como un auténtico héroe.

            El 28 de setiembre, los furiosos ataques paraguayos se estrellaron vanamente contra las fortificaciones bolivianas de Boquerón, sin poder doblegarlas, como los hercúleos esfuerzos anteriores. Entonces el teniente coronel Camilo Recalde le informó por teléfono al mayor Carlos J. Fernández "que los jefes de unidades de los otros sectores opinaban que no se tomará Boquerón sin antes destruir con la artillería las alambradas y trincheras de la defensa; que para realizarlos era indispensable, como medida de seguridad, que la infantería se replegase unos 600 a 800 metros (casi a la base de partida del día 17 de setiembre)", y que el teniente coronel Estigarribia, Comandante en jefe del Primer Cuerpo de Ejército, requería su opinión sobre el particular". Es decir, la opinión del mayor Fernández, quien expuso los siguientes argumentos contra el proyecto del teniente coronel Camilo Recalde, que se resumen como sigue:

            a. Desde el 26 de setiembre sus tropas comenzaron a conquistar "las posiciones adelantadas, y en parte, la principal de la defensa enemiga.

            b. Las tropas no comprenderán el repliegue y quedarán moralmente deprimidas, alentando en cambio la moral de los bolivianos.

            Agregó el más tarde coronel Fernández que el teniente coronel Camilo Recalde aceptó su opinión, aparentemente apoyado también por el comandante Estigarribia. En consecuencia, fue desechado "el proyectado repliegue…"

            Antes de la presentación del proyecto de repliegue del teniente coronel Camilo Recalde, ¿qué opinaban los jefes y Oficiales paraguayos, los rusos blancos y otros amigos militares extranjeros, sobre el empleo masivo o dosificado de la artillería paraguaya?

            En la noche del 28, los soldados bolivianos de Punta Brava, frente al regimiento 4 Curupayty, gritaron desde sus posiciones: "Paraguayos, no nos tiren más que vamos a salir a la recta a entregarnos", pero nadie tomó en serio tan interesante anuncio, manteniéndose por consiguiente "la orden de continuar el ataque al aclarar el día 29".

            El general Estigarribia escribió en sus Memorias: "El día 28 se reanudaban nuestras embestidas. A las 8.45 nuestros regimientos No. 2 y No. 6 lograban, los primeros, romper a punta de bayoneta la segunda línea de defensa, y al terminar el día alcanzaban el último atrincheramiento enemigo".

            El 29 de setiembre de 1932, siendo las 5.20 horas, la compañía del teniente de Reserva Víctor Manuel Islas reanudó "el ataque siendo recibido con un nutrido fuego de automáticas que causó algunas bajas entre los atacantes, pero a las 6 horas más o menos cesó totalmente el fuego de la resistencia y siguió un silencio absoluto preñado de graves expectativas; nuestras tropas avanzadas se arrastraron para ganar distancia de asalto en sus respectivos frentes, al amparo de aquel silencio. Y súbitamente contemplaron una multitud de trapos blancos y semiblancos enarbolados en las trincheras", escribió en su citado libro uno el coronel Carlos J. Fernández.  

            "Los oficiales y clases de los pelotones desplegados para el asalto quedaron perplejos y titubeantes en su difícil marcha de progresión mientras esperaban órdenes aclaratorias de sus superiores inmediatos". Algunos se levantaron, pero la mayoría seguían "en sus posiciones a ras del suelo, entre los pastos, los famosos tucas". Un estafeta del mayor José Rosa Vera del regimiento 2 Ytororó llegó al puesto de comando del mayor Fernández a las 6.35 horas, informando sobre "las banderas blancas y pidiendo instrucciones al respecto".

            Entonces el mayor Fernández fue rápidamente al frente de operaciones y tras avanzar unos 200 metros salió al "campichuelo abierto sobre el frente oeste del fortín -Boquerón-, pero al descubrir las fortificaciones enemigas, a distancia de unos 300 metros adelante, ya escuchó el festejo característico del soldado paraguayo" cuando expresa una intensa emoción: Piipuuuuuu!", al trasponer sin resistencia de ninguna clase ante la mirada impotente de los vencidos "las alambradas y montones de talas bolivianas de cobertura de sus trincheras", haciendo vibrar los cañadones y montes circundantes con el eco sonoro de sus gritos de triunfo, limpio e incuestionable, tras 21 días de sangrientas batallas, donde hicieron derroche inaudito de bravura y heroísmo ambos contendores.

            El teniente Víctor Manuel Islas del glorioso regimiento 4 Curupayty del valiente y acerado mayor José Antonio Ortiz, fue "el primer oficial paraguayo que penetró en el fortín y recibió la rendición verbal y personal del teniente coronel Manuel Marzana", comandante de la guarnición boliviana que ocupaba y defendía el fortín paraguayo Boquerón.

            El teniente Víctor Manuel Islas, respondiendo a un pedido del capitán Luis Santiviago, comandante del primer batallón del regimiento No. 6 Boquerón, le entregó el prisionero teniente coronel Manuel Marzana para llevarlo a retaguardia, en vez de presentarle a su comandante regimentario el distinguido y competente mayor José Antonio Ortiz.

            Se dispuso la formación de los prisioneros bolivianos "en la plazoleta del fortín", estando la entrega de las armas ocultadas y desenterradas a cargo del mayor Esteban Bravo.

            Los oficiales y tropas paraguayos confraternizaron con los valientes defensores de Boquerón hasta horas antes de la rendición, invitándoles con sus raciones de hierro y el agua de sus caramañolas.

            El cuadro que presentaban los heridos era lamentable, imposible de describir. Tenían "síntomas de gangrena y otros eran pasto de insectos y gusanos", por falta de curaciones por carecerse de productos medicinales.

            "El parte de la victoria" del comandante de la Primera División mayor Carlos José Fernández aquel 29 de setiembre de 1932 a las 7 horas, y despachado para el teniente coronel José Félix Estigarribia comandante del Primer Cuerpo de Ejército, decía entre otras cosas:

            "Con íntima satisfacción comunico a ese Comando que nuestro Fortín Boquerón se halla de nuevo en nuestro poder, habiendo el enemigo rendídose incondicionalmente"...

            Sobre la rendición de Boquerón el general Estigarribia escribió en sus Memorias: "El día 29, a las 5:15, prosiguieron nuestros furiosos asaltos. Pero a las 6 horas, el teniente coronel Marzana, comandante del fortín Boquerón, ante lo irremediable, pidió parlamentar. Casi a la misma hora las tropas bolivianas levantaban bandera blanca en toda la línea y se rendían. A las 7:25 horas, el Tte. Cnel. Marzana era llevado a mi presencia para ofrecer su rendición".

            Siguió escribiendo en sus Memorias el general Estigarribia: "El Tte. Cnel. Marzana es un hombre que impresiona bien. Llegó hasta mí en actitud militar, visiblemente afectado; me saludó y me expresó que, ante la furia de mis tropas, a las que ya no era posible contener en sus asaltos, venía a ofrecer la capitulación de él y de las fuerzas a su mando, a fin de evitar una matanza estéril. A pesar de su explicable emoción, conservaba serena la voz. Le contesté que en aquel momento el fortín Boquerón estaba ya en nuestro poder; y a un pedido suyo sobre el punto, le respondí que su vida y la de sus camaradas y soldados quedaban plenamente garantizadas".

            Prosiguió escribiendo el general: "Epilogaba así el primer acto de la tragedia. Aunque a precio de sacrificios dolorosos... La toma de Boquerón retempló la fe de nuestros soldados y del Paraguay entero en la victoria; les llenó de confianza en su comando y en su gobierno, y dio al Ejército una sólida unidad.......... Boquerón era un triunfo rotundo de la estrategia paraguaya. No sólo asestaba un recio golpe a la moral del enemigo... sino que provocaba el derrumbe irreparable de un plan de largo alcance... Boquerón reveló a Bolivia, como un amargo despertar, que la guerra del Chaco no iba a ser lo que supuso y deseó el presidente Salamanca, una conquista fácil y resonante, destinada a cosechar prestigio a costa de un vecino débil, sino un duelo a muerte que, a la larga, obligaría a nuestra contendora a renunciar a un sueño utópico..."

 

            2. BAJAS Y PRISIONEROS BOLIVIANOS EN BOQUERÓN.

 

            Según el coronel chileno, mercenario que prestó servicios en el ejército de Bolivia durante la guerra del Chaco, las pérdidas bolivianas fueron de 1.878 hombres entre muertos, heridos y desaparecidos, y que el coronel Fernández ha citado en su libro que se viene tomando como base de este ensayo.

            En Boquerón se rindieron 844 bolivianos, entre ellos 2 teniente coroneles: Manuel Marzana y Luis A. Cuenca. 3 mayores: Esteban Bravo, Ocampo y el Dr. Eduardo Britos. 3 capitanes: Antonio Salinas, Romero y el Dr. Torrico. 5 tenientes, 11 subtenientes y 820 de tropas.

            El material bélico tomado consiste en: 2 cañones de 75 mm., 1 cañón Krupp, 2 cañones Semag, antiaéreos, 19 ametralladoras pesadas, 39 ametralladoras livianas, 911 fusiles y carabinas, 1 camión en buen estado de funcionamiento, 1 bandera boliviana y todos los documentos del destacamento Manuel Marzana.

 

            3. LAS BAJAS PARAGUAYAS EN BOQUERÓN.

 

            Las bajas paraguayas fueron de 1.513 entre muertos, heridos y prisioneros. Pero según la Sanidad Militar fue de 1890 hombres, debiendo descontarse según el coronel Carlos J. Fernández, 6 prisioneros, El "cadete Fiore y 5 soldados, y los 474 restantes que regresaron a retaguardia", y sumarle 87 pérdidas estimadas para la caballería, artillerías y servicios, no registrados por la Sanidad.

            Por último, cabe agregar que el actual teniente coronel Basiliano Caballero Irala, que ha peleado siendo capitán en Boquerón, dijo en una conferencia pronunciada en el local del Círculo Paraguayo de Ingenieros que en la batalla de Boquerón el Paraguay tuvo 4.000 bajas. 1.000 muertos y 3.000 heridos. Dicha conferencia tuvo lugar el 18 de mayo del año 1982.

 

 

 

XVI. LA BATALLA DE NANAWA DEL 20 DE ENERO DE 1933.

 

            1. LA HEROICA QUINTA DIVISIÓN

 

            Ya se ha visto anteriormente que el fortín paraguayo Nanawa o Presidente Ayala guarnecía la pequeña Quinta División al mando del teniente coronel Luis Irrazábal, constituida por la Brigada de Caballería comandada por el mayor Tomás Mendoza, la que a su vez se hallaba formada por los regimientos de Caballería No. 4 Acá Carayá y No. 5 Acá Vera, este último comandado por el capitán Luis Lasclota, respectivamente, con frente sur, y el regimiento de Infantería No. 13 Tuyutí con frente oeste, "a caballo sobre el camino Nanawa-Samaklay", comandado por el mayor Francisco Caballero Álvarez. El regimiento de Infantería No. 7 "24 de Mayo" al mando del mayor Manuel Muñoz y el regimiento No. 3 de Caballería Coronel Mongelós del mayor Federico W. Smith, integrantes estos dos últimos del Destacamento comandado por el teniente coronel Francisco Brizuela, llegaron a Nanawa el 11 de enero de 1933, siendo ayudante del comandante Brizuela el teniente 2º. Emiliano Ocampos Lanzoni.

            Era ayudante del teniente coronel Luis Irrazábal el capitán Casimiro Flores y su oficial de órdenes el teniente Miguel I. Torres. Colaboraba también con el comandante Irrazábal el mayor (H.C.) Gonzalo Mont Rivas y el capitán Alberto Berg. El sacerdote salesiano Ernesto Pérez Acosta era el Capellán de la Quinta División, conocido cariñosamente por sus ex alumnos y los guerreros del Chaco por Paí Pérez.

            El regimiento Coronel Mongelós se ubicó en puesto Florida, a 8 kilómetros de Nanawa y el escuadrón divisionario comandado por el teniente 2º. Aníbal Mojoli en la Isla Mojoli, llamada Isla Fortificada por los bolivianos. El regimiento 24 de Mayo con frente norte, apoyando su ala derecha en la Isla No. 1, y la batería Krupp 75 mm. "a la altura de la Isla No. 1, con 100 artilleros", al mando del teniente 2º. Juan B. Melgarejo.

            En estas condiciones la Quinta División ocupó el reducto de Nanawa con 2.500 hombres. El regimiento No. 6 Boquerón de la Cuarta División que se encontraba en Rancho 8 y el Grupo de Artillería No. 1 General Bruguez en el fortín Falcón, no pudieron llegar a tiempo para participar en la batalla. Llegaron el 28 de enero.

            Desde el 15 de enero de 1933 los bolivianos trajeron sus primeros ataques contra los puestos adelantados del fortín Nanawa: de Retencué y Tuyutí, hasta que el 19, los paraguayos se retiraron a sus respectivas posiciones por los caminos paralelos que se les había indicado, después de obligar a los atacantes a realizar "un despliegue a fondo".

            Roberto Querejazu Calvo escribió en las páginas 147 y 148 de su libro: "En el lado boliviano, el general Kundt asumió personalmente la dirección de la batalla. Dispuso la organización de tres destacamentos. El coronel Frías comandaba el Destacamento Sud, constituido por los regimientos 42, 16, Lanza, Chichas y la batería Seleme. El Destacamento del Centro, jefaturizado por el coronel Julio Quiroga, lo formaban los regimientos Ayacucho y Abaroa. El coronel Jacinto Reque Terán comandaba el Destacamento del Norte integrado por el Azurduy, 26, 39, un escuadrón del Abaroa y la Sección Ruck del Lanza. Doce cañones KK de 75 mm. del Grupo de Peñaranda -Alfredo- completaban las fuerzas atacantes... El general Kundt tenía tal seguridad en el triunfo que anunció que la caída de Nanawa ocurriría hacia las 12 del día 20 de enero", de aquel año 1933.

            El general Hans Kundt, mercenario alemán, atacó el fortín Nanawa con 5.000 hombres. Según un escrito del general Francisco Andino publicado por el coronel Carlos J. Fernández en las páginas 225 al 235 de su segundo libro, Kundt tenía 13.000 hombres y 10 aviones de caza y bombardeo. Y según el coronel Aquiles Vergara Vicuña, mercenario chileno, citado también por el coronel Fernández, tenía 6.000 hombres.

            El 20 de enero de 1933, a las 8.30 horas, la artillería boliviana abrió un violento bombardeo de preparación durante 10 minutos sobre las posiciones de Nanawa de los frentes oeste y norte, acentuándose en la Isla Mojoli, llamado más tarde Isla Capitán Cristaldo, seguido de una avalancha humana enfurecida con evidente alarde de arrasar y aniquilar a los aguerridos defensores del histórico fortín Nanawa. Eran las tropas del coronel Jacinto Reque Terán. Cuando llegaron a 100 o 150 metros de las posiciones paraguayas, accionaron al unísono las armas automáticas con su bien distribuido y mortífero fuego. Fueron rechazadas con grandes y sangrientas pérdidas, siendo contenidas y repelidas en forma sucesiva y en la misma forma e igual costo, el segundo y tercer ataque.

            Simultáneamente a dichos ataques, las tropas del coronel Enrique Frías avanzaban del lado sur, y luego de una intensa preparación de artillería, atacaron con furia inaudita a las 18.30 horas, siendo también frenados y rechazados con fuertes bajas humanas. Prisioneros capturados después contaron que los hospitales de Samaklay, Murguia, Saavedra y Muñoz se llenaron de heridos aquel 20 de enero de 1933, y los que no murieron por haberse protegido "detrás... de los quebrachos existentes en el cañadón..., parecían cadáveres ambulantes".

            También de modo concomitante a estas acciones, las tropas del coronel Julio Quiroga que tenían la misión de aferrar en el frente oeste de las posiciones paraguayas, y conseguido el objetivo por las columnas norte y sur, limpiar y ocupar Nanawa, hicieron su aproximación, y ocuparon "los ángulos muertos existentes…, y desde los cuales" aferraron a los defensores de su frente, incluyendo el fuego de su artillería, sin causar daño alguno a los paraguayos ni destruir sus automáticas.

            El coronel Fernández dice en su segundo libro en la página 228 que no hubo sincronismo en el ataque boliviano, Reque Terán vio rechazados todos sus ataques iniciados a las 8.30 horas. Enrique Frías atacó a las 18.30 horas, con más de 10 horas de diferencia del destacamento Reque Terán. Además, la artillería boliviana no causó ningún daño a la defensa. No acalló ni una ametralladora y las bajas humanas no fueron de "carácter inquietante". La falta de simultaneidad de los ataques bolivianos permitió batirlos y rechazarlos en etapas sucesivas, facilitando hasta el descanso y reabastecimiento de proyectiles a los bravos defensores de Nanawa.

            El general Estigarribia dijo en sus Memorias: "Aquel día 20 se frustraron todos los asaltos bolivianos". Y Roberto Querejazu Calvo dijo sobre la misma ofensiva boliviana del 20 de enero en las páginas 148 y 149 que el destacamento Reque Terán salió de su base el 19 a las 22 horas "y avanzó en fila india por la senda Ruck, abierta exprofeso para la maniobra. Una lluvia torrencial dificultó la marcha de los soldados", y no pudiendo llegar al camino de Nanawa con su base el día 20 al amanecer, informó a su comando, quien le ordenó que siga adelante en pos de su objetivo. Superados los 6 kilómetros de la senda, continuaron por un tupido bosque con los soldados ya cansados y con mucho frío. Momentos después comenzaron a tronar los cañones y las ametralladoras de modo infernal en los sectores asignados a las tropas de los coroneles Enrique Frías y Julio Quiroga. Entre tanto, las tropas de Reque Terán recién el 21 de enero al amanecer chocaron "contra el flanco derecho enemigo, protegido en una isla de bosque que se bautizó con el nombre de Isla Fortificada –dice-, Durante los días 21 y 22, los tres destacamentos combatieron desde los puntos que habían alcanzado en su avance y sin poder mellar la defensa".

            El día 23 el destacamento Julio Quiroga intentó tomar el antiguo fortín Nanawa, muriendo en la acción el "mayor Alberto Valdés y numerosos soldados".

            El 21 de enero a la noche el teniente coronel Irrazábal comunicó a Comansur que tenía proyectiles solamente para un día de lucha. El convoy que llevaba no pudo llegar en su oportunidad y los bolivianos se guían atacando Nanawa en violentos y sucesivos oleajes. El camino Nanawa-Falcón ya estaba cortado. Los pocos aviones estaban en Asunción en reparación. Ante el inminente riesgo de no poder defender Nanawa por falta de municiones, Comansur ordenó que los aviones fuesen así como estaban para transportar proyectiles "desde Concepción", y careciendo Nanawa de pista de aterrizaje, ordenó también para que se construya en el menor tiempo posible en algún campo cercano del amenazado fortín. Pues, sabía por experiencia que de los cajones lanzados de 1.000 metros de altura, sólo puede aprovecharse "el veinte por ciento de los proyectiles". El general Estigarribia comentó sobre este punto en sus Memorias: "Afortunadamente amainaron los ataques del enemigo, lo que permitió alguna economía de municiones... El 23, día de encarnizada lucha... el campo de aterrizaje de emergencia quedó listo y tres aviones procedentes de Concepción y uno de Villa Militar, aterrizaron en el lugar cargados de proyectiles. De este modo se salvó la peligrosa emergencia. Cuando se distribuyó la primera partida, nuestros combatientes ya no tenían más de cinco cartuchos por hombre".

            Al debilitarse el fuego de los defensores por la escasez de proyectiles, los bolivianos forzaron el flanco derecho, pero por fortuna el peligro fue conjurado y restablecida la situación por la oportuna intervención del destacamento comandado por el teniente coronel Julián Arias, procedente del fortín Falcón. El teniente coronel Irrazábal "pidió autorización para evacuar el fortín" y ocupar un lugar unos kilómetros más al este para eludir el doble envolvimiento enemigo. Pero Comansur se opuso porque colegía "que el ímpetu de los ataques llegaba a su fin, después de cuatro días de combates muy sangrientos", y por razones psicológicas, para que no decaiga la moral del pueblo paraguayo y de los heroicos combatientes, que estaban defendiendo con inigualable bravura el fortín Nanawa. Además, Kundt ha prometido a los bolivianos capturar Nanawa... "antes de las 12 horas del día 20 de enero" de 1932. Porque, según el general Estigarribia, Nanawa tenía "escasísima importancia material".

 

            2. LOS MACHETEROS DE LA MUERTE.

 

            Antes de seguir adelante es justo recordar el titánico esfuerzo realizado por unos doscientos paraguayos que actuaron en los primeros tiempos de la guerra con Bolivia en el sector Pilcomayo, bajo el mando de un aguerrido, astuto y temerario comandante, de nombre Plácido jara. Esta tropa era más conocida por el llamativo y sugerente nombre de "Los Guerrilleros de la Muerte". Estaban armados de fusiles y otras armas no muy apropiadas para la guerra, aunque eficaces a cierta distancia, tales como el Remington, Winchester y machetes con vaina colgados del cinto, y con audaces incursiones mantenían en zozobra a los puestos avanzados de los invasores bolivianos.

            "Los Guerrilleros de la Muerte" recorrieron airosos los sectores de los fortines fundados por los bolivianos en el Chaco paraguayo, tales como Sorpresa Vieja y Sorpresa Nueva, Cuatro Vientos, Tinfunqué, Laguna Bella y Puesto Moreno, este último situado unos 20 kilómetros al norte del fortín Muñoz, actualmente General Díaz, habiendo llegado a librar combates en los dos últimos puntos citados con los bolivianos.

            Unos días antes de la iniciación de la batalla de Nanawa del 20 de enero de 1933 llegó a dicho fortín el comandante Plácido Jara y se disolvió su destacamento, quedando sus tropas como refuerzo de la Quinta División del teniente coronel Luis Irrazábal, siguiendo el viaje a Asunción en cumplimiento de una orden recibida de la capital y entregádale por el comandante Irrazábal.

 

            3. EL DESTACAMENTO JULIÁN ARIAS.

 

            El destacamento Roque Terán mandó ocupar por un escuadrón del regimiento Abaroa el camino que conduce al fortín Gondra, "a fin de evitar que llegase reaprovisionamiento a Nanawa. Una fuerza de 1.000 hombres que venía a reforzar a Irrazábal, chocó contra la pequeña unidad que trataba de cerrarle el paso. El mayor Roberto Carrasco, que comandaba el escuadrón, cayó herido por cuatro proyectiles. Poco después se acercó a socorrerlo la enfermera paraguaya Sinforosa Galeano de Díaz, dándole agua de su caramañola. Carrasco le entregó su linterna y pistola de señales y murió en sus brazos". Querejazu Calvo nada dice acerca del gesto humanitario de tan digna representante de la mujer paraguaya.

            Las tropas paraguayas que derrotaron al escuadrón Abaroa de Carrasco estaban comandadas por el teniente coronel Julián Arias, y ocupaban el camino Nanawa-Falcón al sur de Pirizal, participando así de la lucha desde el 23 de enero de 1933. Murieron en la acción el mayor Carrasco y más de 200 soldados, Estos últimos fueron cremados y enterrados. Entre los papeles del mayor Carrasco se encontró la Orden General de Ataque al fortín Nanawa.

            Por su parte el coronel Carlos J. Fernández escribió sobre las mismas acciones de Nanawa en las páginas 228 y 229 de su citado segundo libro lo siguiente: "Durante los días 21 y 22... el enemigo reorganizó las unidades diezmadas durante el primer día de la batalla, y concentró nuevas unidades para proseguir la batalla. Durante los días mencionados, la Columna Reque Terán progresó al Este, en dirección al Puesto Florida, bombardeando el monte situado al Norte y Noreste de Nanawa. La Columna Frías se apoderó de la punta Sur del monte Nanawa... Nanawa quedaba virtualmente encerrado dentro de un semicírculo de hierro (en forma de herradura)", quedándole solamente el camino con dirección sur para abastecerse, porque el otro que bordea "la orilla norte del monte Nanawa" ya fue interceptado desde el 20 por los bolivianos.

            El 23 al amanecer, el capitán Francisco Andino, comandante del primer batallón del "13 Tuyutí", informó a su comando de regimiento que aparentemente los bolivianos proyectaban una maniobra envolvente por el ala izquierda paraguaya el 24. Entonces el teniente coronel Irrazábal retiró de la línea dos escuadrones del regimiento Acá Verá y alistó al regimiento Coronel Mongelós que ocupaba puesto Florida, "para maniobrar contra la retaguardia enemiga, en caso de que llegase a interceptar el camino Nanawa-Concepción".

            El 24 de enero desde las 4 horas los bolivianos abrieron fuego de cañones y automáticas, escuchándose al mismo tiempo intensos rugidos de motores de camiones, indicadores de movimiento de tropas y traslado de material bélico.

 

 

            4. BREVE CERCO DE NANAWA.

 

            Dos horas después, a las 6, tropas bolivianas del regimiento 41 al mando del mayor René Pantoja del destacamento Frías, cumpliendo instrucciones personales del general Kundt, iniciaron el "ataque envolvente", logrando fácilmente su objetivo. En consecuencia, ocuparon "a caballo el camino Nanawa-Concepción, con frente oeste". El fortín Nanawa quedó totalmente rodeado. La situación era grave. Había que despejar el camino a cualquier costo y no dar tiempo al adversario para que se organice defensivamente. El teniente coronel Irrazábal ordenó inmediatamente para que los escuadrones primero y segundo del Acá Verá ya retirados de la línea para el efecto, ataquen al enemigo y limpien el camino para restablecer la comunicación interrumpida por los incursores. Dichos escuadrones se lucieron al asaltar como relámpago, para derrotar, destruir y dispersar  al resto de las tropas del mayor René Pantoja, que lograron "llegar hasta las cocinas de Nanawa", al decir del coronel David Toro Ruiloba, mediante rápido avance sobre el fortín luego de cortar el camino, atacándole por la retaguardia. Combatieron en forma violenta, sangrienta y horrorosa. Los bravos del Acá Verá enfrentaron a los bolivianos a machetazos, precedidos de una excelente barrera de fuego de automáticas. Hicieron volar cabezas y brazos con admirable rapidez y una bravura endiablada, Querejazu Calvo escribió al respecto en su citado libro: "Repetes y pilas habían pasado a la lucha cuerpo a cuerpo, blandiendo bayonetas y machetes... Pantoja... ordenó la retirada para salvar a su unidad que iba siendo aniquilada... El 41 logró zafarse del compromiso, aunque dejando muchos muertos y heridos..." Dejó también prisioneros.

            El regimiento Coronel Mongelós que debía participar en dicho combate, informó antes de llegar a destino que los aguerridos escuadrones del Acá Verá ya habían derrotado ampliamente al regimiento 41 del mayor Pantoja, muriendo en la acción heroicamente el teniente Víctor Rodríguez, comandante del primer escuadrón del regimiento Acá Verá.

            Los escuadrones paraguayos que derrotaron a Pantoja tuvieron 31 bajas en total. 1 oficial y 6 de tropas muertos y 1 oficial y 23 de tropas heridos.

            Las bajas bolivianas ya sumaban más de 150 muertos constatados, según parte de las 10.25 horas del capitán Luis Lasclota, comandante del regimiento No. 5 Acá Verá.

            Participaron en la batalla de Nanawa 12 aviones, formando tres escuadrillas, que ametrallaban y bombardeaban diariamente las posiciones paraguayas. Dos baterías dispararon sobre los puestos avanzados 1.500 granadas y contra la Isla Mojoli 3.700 granadas.

            El 27 de enero fue derrotado en Nanawa el ala izquierda o norte de los bolivianos, quienes trajeron de nuevo ataques frontales el 29, 30 y 31 de aquel mes de enero, en olas consecutivas, con el mismo resultado negativo como los anteriores: estéril sacrificio de vida de numerosos soldados bolivianos.

            Durante la batalla de Nanawa iniciada el 20 de enero de 1932, sus heroicos y sufridos defensores propinaron demoledores golpes al presuntuoso y petulante mercenario Hans Kundt. Soldados paraguayos le hicieron probar la tremenda e inmisericorde amargura de la derrota, marcando a la vez el comienzo del inexorable deterioro de su prestigio entre los bolivianos, que luego iría empeorando y agravándose con otros espectaculares fracasos, citándose entre otros la batalla de Toledo, 4 de julio también en Nanawa y la de Campo Vía o Zenteno-Gondra. En esta última batalla citada, el ejército de Kundt sufrió el más grande y resonante descalabro el 11 de diciembre de 1933, un año después de haber asumido el cargo de General en jefe del Ejército boliviano, siendo obligado a entregar el mando al general Enrique Peñaranda ese mismo mes de diciembre, en fortín Muñoz, hoy General Díaz, antes de emprender el triste y humillante regreso a la Paz, al denegársele su pedido de marchar directamente a la Argentina, totalmente vencido e incapacitado de cumplir su arrogante "doctrina" de pisar fuerte en el Chaco, y tan lejos de la orilla del Río Paraguay como de Asunción, donde ya nunca llegaría.

 

 

 

ÍNDICE

 

PROLOGO

INTRODUCCIÓN

I. INCIDENTES MILITARES EN EL CHACO

1. El Teniente Adolfo Rojas Silva

2. Dos Golpes Paraguayos

3. Dos Represalias Bolivianas

4. El Teniente Aparicio Figari

5. El Teniente José Eduardo Conigliaro

6. Bolivia Ataca El Puesto Faja Pytá

 

II. LA POBLACION DE PARAGUAY Y BOLIVIA

1. Población y Fundación de Fortines

2. El Ejército Paraguayo de Preguerra

3. El Ejército Boliviano en la Víspera de la Guerra

 

III. EL FORTIN PARAGUAYO BOQUERON

1. Su Fundación

2. La Arrogancia Boliviana

3. Las Patrullas del Teniente Florentín

4. El reconocimiento del Fortín Yucra

 

IV. FRUSTRACIÓN RECIPROCA EN TOLEDO

1. La Captura del Capitán Víctor Ustares

2. La Fuga de Prisioneros Bolivianos

 

V. UN ATAQUE PARAGUAYO A MASAMAKLAY

 

VI. LAS ACCIONES DE PITIANTUTA

1. Bolivia Toma por Asalto Pitiantuta

2. Paraguay Ataca y Retoma Pitiantuta

 

VII. TRES "REPRESALIAS" BOLIVIANAS

1. El Fortín Coronel Felipe Toledo

2. El Fortín Coronel Martínez

3. Bolivia Toma por Asalto Corrales, Toledo, Boquerón, y Ocupa Coronel Hermosa

 

VIII. PREPARATIVOS Y ACCIONES PARA RETOMAR BOQUERON

1. Incidentes Previos a la Batalla

2. Concepción Operativa de Estigarribia y el Comange y Esmayoral

3. La Creación del Primer Cuerpo de Ejército

4. Hacia la Reconquista de Boquerón

5. Dispositivo de Ataque de la Primera División Paraguaya.

 

IX. LA BATALLA DEL FORTIN BOQUERON

1. Marcha de Aproximación y la Batalla

2. Bajas y Prisioneros Bolivianos en Boquerón

3. Pérdidas Paraguayas en Boquerón

 

X. EL SECTOR DEL FORTIN NANAWA

1. La Situación del Fortín Nanawa

2. Las Primeras Operaciones Militares

 

XI. LA RETOMA DEL FORTIN FELIPE TOLEDO

1. La Misión del R.C. 1 Valois Rivarola

 

XII. OFENSIVA PARAGUAYA MAS ALLA DE BOQUERON

1. La Captura de los Fortines Cercanos a Boquerón

2. La Conquista del Fortín Arce

3. La Retoma del Fortín Falcón y Conquista de Alihuatá y Fernández

4. Las Tropas Paraguayas se Apoderan de Platanillos, Bolívar, Jacuyubás y Loa

 

XIII. LA MARCHA HACIA EL FORTIN SAAVEDRA

1. La Misión del Regimiento 3 Corrales

2. El Ataque del Regimiento 3 Corrales

3. El Contraataque Boliviano del 10 de Noviembre de 1932

4. Otras Novedades de Noviembre de 1932

5. Una Infausta Emboscada

6. La Maniobra de la Primera División Paraguaya Reforzada de Diciembre de 1932

7. La Marcha Nocturna del 30 de Noviembre

8. Se Inicia el Ataque Paraguayo

9. Las Acciones del 6 al 10 de Diciembre

10. Las Pérdidas Humanas de Ambos Contendores

11. Las Acciones del Sector Nanawa

12. La Quinta División se Concentra en el Fortín General Duarte.

 

XIV. EL PRIMER CUERPO PARAGUAYO PASA A LA DEFENSIVA FRENTE A SAAVEDRA

1. La Primera División Paraguaya Reforzada

2. El Primer Cuerpo Paraguayo Tomó Nuevas Disposiciones

3. Bolivia Reconquista Plataníllos y Loa

 

XV. CREACION DEL SEGUNDO CUERPO Y REORGANIZACION DEL PRIMER CUERPO

1. La Creación del Segundo Cuerpo Paraguayo

2. Reorganización del Ejército Paraguayo

3. Nuevos Grupos Operativos

4. Acciones Sobresalientes

5. Bolivia Ataca en Varios Frentes

6. Bolivia Intentó Retomar Fernández (Herrera)

7. El Segundo Cuerpo Paraguayo Intentó Retomar el Fortín Corrales

 

XVI. LA BATALLA DE NANAWA DEL 20 DE ENERO DE 1933

1. La Heroica Quinta División

2. Los Macheteros de la Muerte

3. El Destacamento Julián Arias

4. Breve Cerco de Nanawa

 

XVII. LA BATALLA DEL FORTIN TOLEDO

1. El Repliegue de Corrales a Puesto Betty

2. El Repliegue de Puesto Betty a Toledo

3. La Marcha de Aproximación Boliviana

4. Se Inicia la Batalla de Toledo

5. El Comandante Ayala Decide Contraatacar a los Bolivianos

 

XVIII. OPERACIONES MILITARES DEL SECTOR ZENTENO-SAAVEDRA

1. Disidencia Entre Dos jefes

2. El Reconocimiento de Puesto Pabón

3. La Tercera Maniobra del General Hans Kundt

4. El Repliegue de la Primera División Paraguaya

5. Efecto Psicológico del Repliegue

 

 

 

 

ANEXO - MAPA DEL TRATADO DE PAZ DEL 21 DE JULIO DE 1938

 

 

 

 

 

 

ENLACE A DOCUMENTO DE LECTURA RECOMENDADA:

 

 

ENSAYO SOBRE LA GUERRA DEL CHACO

TOMO II

Por ALEJANDRO MAZACOTTE

Ediciones MEDITERRÁNEO

Serie Historia Nº 3

Ilustración, Diseño gráfico y Logotipo:

RAMÓN ROJAS VEIA

Asunción – Paraguay

Noviembre 1984 (361 páginas)


 





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