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MIGUEL FLORENTÍN ROA
  ALMIRANTE (LA BECA EQUIVOCADA), 2010 - Novela de MIGUEL FLORENTÍN ROA


ALMIRANTE (LA BECA EQUIVOCADA), 2010 - Novela de MIGUEL FLORENTÍN ROA

ALMIRANTE

(LA BECA EQUIVOCADA)

Novela de MIGUEL FLORENTÍN ROA

Editorial SERVILIBRO

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Tapa: JORGE BARRETO

Diseño gráfico y cuidado de la edición:

MIRTA ROA MASCHERONI

Corrección: AUGUSTO GONZÁLEZ

1ª Edición CREAR Y PUBLICAR

Asunción – Paraguay

Enero 2010 (247 páginas)

 

 

ÍNDICE

 

cap 1........ Buscando una carrera

cap 2........ Home sweet home

cap 3........ Este banco habla!

cap 4........ Yo en la cima?

cap 5........ Perfume de mujer

cap 6........A la búsqueda de la mujer

cap 7........A trabajar

cap 8........ El cocinero polizón

cap 9........ Diálogo en la bahía

cap 10...... El alcohol sube en Glasgow

cap 11...... Un cadáver en mi BMW

cap 12...... Una mujer entra al puerto

testimonios

 

 

CAPÍTULO III

 

¡ESTE BANCO HABLA!

 

 

Ya no sé quien soy

Llegó, otra vez, la Navidad.

Mejor pertrechado, fui a Asunción en avión de línea.

Llevaba de Cartagena mis heridas ya cicatrizadas y la mente relajada en olvidos de bautismos y negaciones.

Me miraban con curiosidad las tías y los vecinos.

Mi barra de amigos, de la plaza de Villa Morra, ¿donde están?

Me contaron que muchos desaparecieron del barrio, se iban enamorando, se iban comprometiendo. ¡Uno ya estaba casado!

- Que quemado estás y que flacura. - interrumpió una tía.

- Tus ojos están cansados. -decía otra, alarmada-. Denle algo a este chico.

Mis primas, que me seguían, querían ver fotos de cadetes.

Los hombres mayores de la familia, opinaban que la Escuela que había elegido es del nivel de West Point.

Uno que la conocía, dijo que la disciplina tan apretada hace que la gente abandone por la mitad.           

Otro, trataba de convencerme que aprovechara el programa equiparado al nivel terciario, y que en el último curso pidiera mi retiro para enchufarme en la Universidad de Bogotá. En un año vendría como ingeniero.

No estaba mal la idea.

Cuando me dejaron solo, fui a mi plaza Naciones Unidas de Villa Morra.

Encontré su nombre cambiado.

 

            ¡Un banco que habla!

 

El asiento bajo el árbol estaba aún ahí.

Le pregunté cosas y me habló.

Al acomodarme despacio, para no dañarlo, el asiento de plaza me dijo:

- Se han ido tus amigos. Los Urbieta, Maggereyer, Centurión, Ortiz, Maidana, Prattes, Ferraro, el loco Samandú.

- ¿Y las chicas? le pregunté galante.

- Ahhhh las amigas bellas.

Las Caldarera, Rivas, Acosta, Luteiro y las Nicoli. Y aquellas que no nombro para no abrir heridas.

¿Se sentó, alguna de las nombradas... sobre vos? - Me preguntó el banco-.

- No. Como se te ocurre esa estupidez.

- Bueno. Porque sobre mí, si.

- Prosigue.

- ¡Bueno, pero a que has venido! -me pareció que decía.- ¿A qué has venido? ¿A hacer lo mismo que tu tío Roa Bastos, que se sentaba conmigo a relatarme sus cuentos? ¿Sabías que él se sentaba acá a escribir cuando joven?

- No hablamos de cuentos cuando estamos juntos. Sólo habla de Francia.

- De cual Francia.

- De las dos. Del país y del Supremo.

- Que aburrido.

- ¿Te sorprende que yo venga a hablar con un pedazo de madera?

- No. La leyenda continúa.

Tu tío venía acá con Herib Campos Cervera, el mismo Mayeregger y a veces José Asunción Flores.

- Ahhh, ese último era difícil de traer.

- Contame de los perros. Bueno, los de dos patas.

- Uno de los Urbieta. Lo recordarás porque te enseñó a tocar guitarra.

No lo veo más. Pero aquí ustedes ensayaban, sobre mis cansadas maderas.

- El concertista era él. No yo.

- Si, pero un día cazando, se lastimó un dedo. Justo en la víspera de un concierto. Se le hinchó tanto que, por supuesto, no pudo aparecer entre los alumnos destacados que hacían su primera presentación en público.

- Lo recuerdo, como si fuera ayer.

- Entonces, sentados ambos acá, él te dijo: - Toma mi guitarra amigo. No la puedo ver callada.

- Pero yo era un bruto para eso. Si me contrataban, para que la sostuviera de atrás, en las serenatas en donde ellos tocaban de pie.

- No me grites. Yo se que eras de madera como yo. Pero él te tuvo paciencia, y día tras día, con la herida aún doliendo, se emperró en que ejecutaras.

Y un día te escuché admirado, completar "Capricho Árabe" y "Recuerdos de la Alhambra".

- Tocaste Capricho Árabe, de Tárrega. Bueno, a mí me gusta. Y mirá que los bancos de plaza entendemos de eso.

Ahora, entre nosotros. Qué bien ejecutas la guitarra. Deberías dedicarte a eso.

- Si. Me vas a hacer llorar, y sos sólo madera hablando.

- ¡Música clásica universal en manos de un novato. ¿Y dudaste en Cartagena? Eres débil amigo.

Y recién cuando te desafían, sacas tus uñas. Uñas de guitarrero.

Allá harás lo mismo que aquí. Ejecutarás un concierto.

- ¡Ah si te contara del gordo Octavio! El que me sacó del pozo. Pero, sería demasiado largo de contar.

- Otro día. Otro día.

- Ah, antes de irme. ¿La has visto a ella?

- Escuché cosas, pero sabes que soy discreto. Pero no son cosas buenas.

- Es que... también yo... ¡preguntándole a una madera!

- Más respeto engendro de Roa. ¡Yo soy más que una madera, no cualquiera es un banco!

- Me voy.

- Antes de partir. ¿Le dejas algún mensaje?

- Solamente que, hay otra en su lugar.

- ¿Lo puedes decir más claro?

- Lo dejo en este papel. Toma. Que no lo moje la lluvia.

 

            Para amores del pasado

 

En mosaicos tengo el alma

dibujada así... en cuadritos.

Son terrenos, son parcelas

son, pedacitos de tierra.

Y de ahí tía eres la dueña

de un cuadrado del mosaico.

 

Es un lote de mi YO

de tres milímetros de lado.

Con árboles ya chamuscados

y la choza abandonada.

Hasta el cadáver del perro

que cuidaba tu quimera,

se ve hundido allá en el patio,

según su cruz de madera.

 

Y si recorres la zona

veras que reina mi reina,

pues a metros de tu cabaña,

ella posee un palacio.

 

            Cadete 4-1-12 se reporta.

 

El regreso fue veloz, como todo camino desandado.

El maní, la azafata sonriente, el adiós paraguayo, cariñoso, que se desteñía ya, al otro lado del Amazonas.

El reencuentro tiene sabor a café, más aún en estas tierras.

Los relatos de las pasadas vacaciones se atropellaban en torpe griterío en los pasillos angostos de la Escuela.

Me sorprendía lo importante que ya era. Me asustaron tantas preguntas.

Al día siguiente me enteré por las planillas.

Era yo el número 12, no sólo del curso... ¡de toda la remesa!

- ¡Paragua, te van a dar la placa de alumno distinguido!

- ¡Gabinete! Invítenme una pepsi. ¡Estoy sudando!

En su alegre adhesión, Pedro el cartagenero lo puso en su idioma costeño.

- Ya tu sabe! (sin s) ...¿Cómo carajo era Octavio lo del mosaico? Güeno, tu eres eso, un berraco resistente. Un Omega a prueba de agua. Este finde te llevo a casa. Pa' que esas viejas te vean. Las amigas de mi hermana, un poconón de peladas que no hacen nunca nada.

- Y ahí, tú le explicas como es la vaina.

En algunas regiones de Colombia, no se por qué, a las chicas les dicen viejas, o también "peladas".

En este cuarto año, recién, y con el 12 en la espalda, este gusano...

- Ahí si- ...saldría de su crisálida.

Con permisos flexibles, nos dimos el lujo de visitar la ciudad que nos albergaba.

Me sorprendí que llevara cuatro años sin saber, en realidad, donde estaba.

Se me abrieron generosos los paisajes de la isla.

- ¿Estamos en una isla? -pregunté a Pedro.

- Yo "vivo" en esta isla y tú en un termo. ¡Esta isla se llama Manzanillo! Lo que pasa es que está separada del continente, apenas por un angosto curso de agua. Pero técnicamente, si, es una isla. A nosotros nos llaman costeños. ¡Fíjate allá, el centro de la ciudad, está rodeada por una muralla histórica!

Mientras el taxi se detuvo en una aglomeración, Pedro me dice.

- Te cuento un poco donde estas parado, paragua.

- Contáme.

- Cartagena de Indias, es la capital del departamento de Bolívar, y la quinta ciudad del país en población después de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. Desde 1991 Cartagena es un Distrito Turístico y Cultural. La ciudad está localizada a orillas del Mar Caribe y es uno de los epicentros turísticos más importantes de Colombia, como también el segundo centro urbano en importancia en la costa Caribe colombiana, después de Barranquilla. A partir de su fundación en el siglo XVI y durante toda la época colonial española, Cartagena de Indias fue uno de los puertos más importantes de América. El 11 de noviembre de 1811 Cartagena se declaró independiente de España.

- El mismo año que Paraguay?

- ¡Que se yo!

- …

- Este día, es fiesta nacional en Colombia y en la ciudad es celebrado durante 4 días, conocidos como las "Fiestas de Independencia".

Desde 1933, el 11 de noviembre sirve como día para la elección y coronación de la Señorita Colombia en el Concurso Nacional de Belleza.

- Con el paso del tiempo, Cartagena ha desarrollado su zona urbana, conservando el centro histórico y convirtiéndose en uno de los puertos de mayor importancia en Colombia, así como célebre destino turístico.

- Tu sabes que ahora somos ya, 892.5451, pero si tenés en cuenta su área o esfera de influencia alberga una población total de 1,188,078 que abarca los municipios de Turbaco, Arjona, Turbana, Santa Rosa, Santa Catalina, Clemencia, María La Baja, Mahates, San Estanislao, Arenal y Villanueva, siendo Cartagena su núcleo.

Su centro histórico, la «Ciudad Amurallada», fue declarado Patrimonio Nacional de Colombia en 1959 y por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1984. En el año 2007 su Arquitectura Militar fue galardonada como la cuarta maravilla de Colombia.

- ¡Oiga vendedor! Una banderita nuestra, aquí para este pendejo.

- Oiga mano... ¿y eso que es?

- Más respeto. Es el monumento a mis zapatos viejos

- Wakala. ¿Quién quiere un monumento así?           

- Te explico paragua... digo... mosaico. Te explico.

- Estamos en la parte trasera del Castillo de San Felipe. Esta estatua, está erigida en honor a Don Luis Carlos López, poeta cartagenero quien se hizo célebre por el soneto "A mi ciudad nativa".

- A vos que te gustas las letras. Atendé lo que dice!

 

Noble rincón de mis abuelos.

Nada como evocar cruzando callejuelas,

los tiempos de la cruz y de la espada,

del ahumado candil y las pajuelas,

pues ya pasó ciudad amurallada,

tu edad de folletín.

Las carabelas se fueron para siempre de tu rada

ya no viene el aceite en botijuelas.

 

Fuiste heroica en tus años coloniales,

cuando tus hijos águilas caudales,

no eran una caterva de vencejos.

Más hoy plena de rancio desaliño,

bien puedes inspirar este cariño

que uno le tiene a sus Zapatos Viejos.

 

- Si, ya es tarde.

- Debemos regresar. Pero otro día, buscamos la dirección de las dos familias paraguayas que aquí viven. Estarán cerca del centro, después, con tiempo, vemos.

- Si. Las familias Benítez y Espínola. No te olvides de llevarme.

 

El semestre se deslizó generoso.

Aún con las prácticas militares doliendo en la espalda y afectando el rendimiento académico. Nuevamente matemáticas -el cuco-, mezclada con zafarranchos y ejercicios de terreno. Los cuadernos en el barro. El uniforme manchado. La ecuación, el fusil, en rara complicidad. Los exámenes, los retos, los castigos a la noche.

- No. Dijo un día un oficial.

No más castigos a la noche para ustedes, que ya están en cuarto curso. Ustedes ya son importantes. Tienen prestigio. No se pueden dejar ver por los reclutas, ahí arrastrándose, en el empeño de cancelar una falta grave, todos sucios y sudando. En cuarto y en quinto... eso se hará a las 4 A.m.

- ¡Oh, que privilegio! Me dijo William al oído. Sudaremos a las 4 A.m.

Igual, pasamos todos bien. El semestre quedó cancelado, con las pruebas excelentes.

Los exámenes bien hechos.

Salvo seis, de mi curso, que tuvieron que irse y tristes los despedimos.

 

Mi amigo y compañero William pertenece a una familia en donde todos tienen nombres gringos. Su hermano mellizo le preocupaba. Andaba en tempranos amores con una mujer del bajo.

- ¿Que tienes Willy?, -le dije en el desayuno.

- Me preocupa el futuro de Morki y el pasado de su novia. En ambos veo oscuridad amigo.

- ¿Tu hermano Morki? ¡Ah...ya es mayorcito!

- Tratándose de amores amigo mosaico... ¿cuándo carajo uno es mayorcito?

- ¿Que anda haciendo?

- ¡Esa vieja le está sacando toda la plata que manda mi padre!

 

            Cadete 4-2-7...se reporta.

 

ALUMNO DISTINGUIDO

Comenzaba el segundo semestre de ese año con un paragua peleando la pole position.

Este no soy yo, me decía a la noche. ¿Un concertista ha nacido?

- ¿Soy yo en el puesto número 7?

- Dios mío, atájame en la siguiente curva ¡El vehículo de la vida... vuela¡

 

            La ceremonia

 

Había visto ya varias ceremonias de entrega de la placa. Y esta sería la mía.

En tan rígida disciplina heredada de la Marina Real inglesa, no se acepta que te muevas en una formación.

Somos estatuas de mármol. Está prohibido mirar a los costados. Está prohibido llorar.

Y en esas instancias los parientes del premiado siempre venían.

Viajaban desde ciudades lejanas para presenciar el premio a la constancia.

Se consideraba que el individuo pasó al otro lado del puente del oprobio, la humillación de los castigos a la madrugada, llegando diez minutos tarde al examen final por haber tenido que tomar una ducha fría para no desmayarse de agotamiento sobre su examen.

Eso lo sabían los parientes. Por eso venían. Para, desde lejos, arrimarle una sonrisa pícara como diciendo: "¿No te vas a desmayar ahora no?

Y -abran paso- este era "mí" día.

No se puede mover ni los párpados estando en formación. Y menos con el Almirante, Comandante de la Armada en frente de ti.

Aún así, Octavio, a mi lado siempre, consiguió decir torciendo a estribor su boca.

- Mosaico... ¿tu familia vino?

Hay unos gestos que los humanos tenemos. Son involuntarios.

El cerrar los ojos ante un flash no anunciado, saltar con una explosión cercana, o agacharse al pasar frente a gente mirando televisión.

Yo, instintivamente miré al público buscando mi familia. Sabía que no estaban.

Pero la búsqueda entre el público la hacía repetidamente, obstinadamente.

Y sentí mi soledad, instalándose en la piel, y con una mano quería tomarme la otra, para simular una auto felicitación.

Las rudas voces grabadas en mi subconsciente de todo tipo de "antiguos" gritones, me decían que está prohibido llorar.

La soledad será para siempre tu compañera, marino.

Que es lo que lamentas, si es lo que has pedido.

Julio Cesar y aquel maldito río que separaba tu dignidad alta de la baja, es algo que ha quedado atrás.

¿Quieres compañía que alabe tu triunfo parcial? Pues toma prestados a estos desconocidos lugareños y que posen contigo en una foto con sonrisas falsas.

Total, que es lo que has conseguido. La placa de distinguido. A quien le interesa eso!

¡En Paraguay están viendo futbol!.

Me sacó de mi letargo de estatua, un brusco llamado en los megáfonos. Mi nombre sonó extraño. Como inaugurando parlantes.

Casi temblando, avancé según el ritual harto conocido de colocarme a tres pasos del Comandante.

Olor a perfume caro, me invadió ante tanta proximidad con un jefe que siempre vi a la distancia.

Sus ojos aumentaron de brillo cuando despacio me preguntó:

- ¿Usted es el extranjero no?

- ¡Si señor almirante!

(se contesta gritando, con ensayado protocolo)

Y ya, después en el micrófono, dijo las hermosas palabras soñadas.

- El honor y el ejemplo, etc., etc.

Solo que esta vez agregó "La hermana República del Paraguay, con la cual tenemos hace muchos años, una nacionalidad recíproca según nuestra Carta Magna, nos ha enviado un estudiante aplicado, que a partir de hoy luce nuestra plaqueta plateada"

Al decir Carta Magna se refería a una noble como extraña cláusula en la cual Colombia se manifestaba en defensa del Paraguay ante "el atropello indignante de sus vecinos en la llamada guerra de la Triple Alianza".

Y en virtud de la cual los paraguayos eran considerados colombianos y vice-versa.

Lo cálidamente llamativo es que tal artículo se halla en -nada menos- la Constitución Nacional!

Pedro y William quedaron lejos, atrás en la tabla, lejos, y mi apodo ya era... "mosaico".

Fue desde ahí que dejaron de llamarme "paragua". Ahora era, un respetuoso... mosaico.

- A mi no me molestaba. Al contrario, si era por mí podrían decirme: mosaico plateado de ahora en más.

Estaba yo -como te puedo explicar-... ¡estaba yo insoportable!

 

Volví a repasar lo del mural. Somos un pedacito de Dios, me repetía al espejo. Las cosas me coincidían.

El capellán insistía. "Donde dos o más se reúnan para orar, allí está el Señor."

Claro!

Todos lo dicen... somos músicos! perdón... ¡mosaicos!

Si todos, en el planeta, nos juntamos, formamos una gran figura armónica,... Dios.

- Jamás dudé de mí mismo, dije, pegando un portazo.

El año iba a llegar a su fin cuando nos llega una luctuosa noticia.

Morki, el hermano de William acaba de fallecer.

Conmoción general.

Todo el curso tuvo licencia de tres días.

Yo fui dormir en su casa. Ayudamos a su familia con los detalles usuales de esos casos.

Al tercer día en su casa y en un desayuno a solas, le pregunté los pormenores de tan nefasto suceso. La explicación nadie la tiene me dijo, pero te cuento su historia.

 

            El embrujado caso del hermano de William

 

Era un día como tantos otros, esclavo de la rutina.

- Me cuentan los compañeros de Morki que él estaba raro.

- Seguí William, te escucho...

Todo era lo mismo, todo se repetía día tras día en su colegio. Era la última clase del día; el último vestigio de voluntad de aprendizaje de los alumnos se habla esfumado con la clase anterior.

Esperaban a un profesor que no aparecía, para regocijo de ellos, aunque doliera decirlo. Entonces, el director de la institución pidió a los alumnos que aguardaran diez minutos, pasados los cuales, podrían retirarse.

De más está decir que el director les pidió que esos diez minutos los pasasen en silencio, y lógico...

El silencio fue roto por alguien que habló en uno de los rincones de la sala. El contagio fue rápido, el segundo, animado por la iniciativa que le dio el primero, gritó algo ininteligible mientras se desperezaba.

Un tercero se levantó y fue a conversar con un grupo que estaba sentado en el fondo.

Y así el aula se convirtió pronto en una ensalada colorada de gritos risas y comentarios, en donde los paladares eran rojos escenarios de lenguas que danzaban frenéticamente.

- ¿Después?

Solamente había un muchacho que no participaba del regocijo general; ensimismado; no se ambientaba en aquel ruidoso trajinar de preguntas, risas y chistes.

 

Apenas se le distinguía el rostro, borrado a medias por una sombra que cruzaba la habitación oblicuamente, no obstante se notaban nítidos sus ojos color hastío; los cuales pasaban por ese momento en que miran y no ven, en ese momento en que si la mirada casualmente se clava en otra, no hiere, en ese momento en que la languidez de los ojos es igual a esos carteles de tienda que dicen "cerrado", indicando la ausencia momentánea de su dueño.

Momento ese, -en fin- en que las moscas adivinando que ese cuerpo, aunque limpio, se halla transitoriamente abandonado por el alma que salió a dar paseo, y bajan a friccionarse las alas en la nariz, las patitas - en la boca y, luego de comprobar que los ojos del gigante todavía no se han movido, dan su último paseo para luego emprender vuelo.

- Mírenlo a Morki... El pobre nunca tiene tema de conversación -susurró uno de sus compañeros.

- Si - contestó otro con voz queda - el infeliz es uno de esos que le dicen "desubicados sociales". - No - corrigió un tercero - yo creo todo lo contrario.

- Pero William, en qué clase de colegio estaba tu hermano?

- En un internado. Colegio de Pupilos. Casi todos vivían allí. Él no. Alquilaba una pieza cerca de ahí.

Lo que pasa -prosiguió - es que él no quiere hablar con nosotros porque dice que no sabemos nada acerca de lo que llama "el problema más lindo del mundo";... la mujer, -¡Sí! no se rían, porque según él "donde hay mujeres, hay problemas", pero -insiste- el problema más lindo del mundo es... la mujer. - Cómo pretende que sepamos eso, siendo nosotros internos.

- En cambio él vive en una pensión, que su padre paga puntualmente.

Y así, adquiere experiencias mundanas.

- Dicen - comentó uno, con los ojos muy abiertos -que una mujer va a visitarlo constantemente a su pensión ¿y saben qué hacen?

- Pues lo que él llama "la solución". ¿Suena raro, no?

- Miren - volvió a decir el primero - ya se marcha

- Seguramente irá a solucionar algún problema.

- Y Morki, mi hermano, ese día, se marchó, cansado de respirar aire verde...

 

Caminaba con paso seguro entre la gente que era mucha aquella tarde. A casi todos los escaparates de tiendas les dirigía un rápido y obligado vistazo, al pasar por enfrente de uno de éstos, la curiosidad lo enganchó, y tuvo que retroceder.

Le había llamado la atención lo que de lejos era una cajita, y que de cerca también lo era, pero se podían observar otros detalles como: que dicho objeto era una casita con dos puertas; en la de la derecha se distinguía un pequeño esqueleto cubierto por una túnica blanca y portando una guadaña, en la de la izquierda no se veía más que oscuridad, pero Morki dedujo que, envuelto en esa oscuridad habría otra figura no menos tétrica que la que ahora se dejaba ver.

Morki nunca había visto una cosa así, aunque después de pensarlo mejor, recordó que su hermano William había traído de la Escuela Naval y tenía en la pared un objeto semejante, con la diferencia que la "casita" de Willy era menos aterradora, ya que en ella no aparecía ningún esqueleto ni cosa parecida, sino que sencillamente se veía a un viejecito cuando iba a haber lindo día y una abuelita cuando iba a llover.

Pues bien, de hecho, que lo único que Morki consiguió al hacer la comparación entre los dos objetos que tenía en la memoria hizo, que su curiosidad aumentara aun más.

Se propuso esperar que el dueño de "Mi Carillón", que era como se llamaba la casa, una de las más famosas de Cartagena, se desocupara, a fin de poder hablar tranquilamente con él, acerca de esa "Lámpara de Aladino".

Cuando el dueño del negocio (más antiguo que sus antigüedades con excepción del aparatito en cuestión), se enteró de que a ese joven que hacía rato había visto y que evidentemente lo estaba esperando, le interesaba la "máquina de la vida y la muerte" como él la llamaba; la desilusión se pintó en su rostro, pensó que venía por algo más importante, pues nunca creyó que hubiera alguien que se interesase en lo que él consideraba una tontería, tontería de la cual sacaría poca ganancia pues no le había puesto mucho precio.

Don Giuseppe, nombre con el cual conocían al propietario de esa casa de antigüedades cuyo nombre ya sabemos, luego de haber conversado con Morki, humedeció la punta de su antiguo dedo, y con tan buena arma lidió en forma, contra el polvo que cubría la máquina, mientras con su voz flemosa decía quien sabe qué, en su idioma nativo.

Abandonó pronto su tarea, al comprobar que lo único que hacía era: barro del polvo y trizas de su paciencia. Pero, no obstante aparecieron dos frases, indescifrables hasta el momento, una debajo de cada puertecilla.

Cada minuto era un descubrimiento, por lo cual Morki deseaba ir a su pensión para una vez allí, limpiar y revisar cuidadosamente toda la máquina. Tenía prisa, y no quiso esperar que su nueva adquisición fuese envuelta por el servicial don Giuseppe, y cuando ya se retiraba, éste lo detiene diciéndole:

- ¡Espere! Tengo un documento referente a la máquina... claro... si le interesa

- ¡Si! ¡Pero pronto, por favor! -ruega Morki.

- Pero William, amigo, ¿adónde nos lleva todo esto?

- A que creemos que el fue embrujado. ¿Cómo me dijiste recién?

- Empayenado. Pero no creo...

 

Dicho esto, don Giuseppe penetra en la trastienda y se zambulle en su archivo de polvo y papeles, para extraer lo que antes era la mitad de un todo y que ahora, esa mitad es el todo, o sea que extrae un documento roto en el medio.

Llega Morki -corriendo- a su casa y lo primero que hace es leer ese medio documento referente a su misterioso cargamento; el cual, para su mayor asombro, era un verso profano, que nacía pero no moría:

No toquéis nunca esta caja,

yo la culpo de la muerte,

de todos los de esta casa.

Son quizás dos marionetas

por el diablo dirigidas,

o son dos almas perdidas

entonando sus trompetas.

Pobre de aquel que su...

........////// ... (ilegible por rotura)

 

Igual que aquel pirata que encontró el mapa de no sé qué isla, en la cual existía un tesoro, y que él podría encontrarlo si su mapa estuviera entero, así se sentía Morki.

Porque a esto, nada más que a esto, se reducía el mentado documento.

Mientras lo doblaba tan rabiosa como cuidadosamente le era posible, recordó que en la base de la máquina había dos inscripciones que anteriormente no había podido leer.

Debajo de la calavera con su guadaña, se podía leer, una vez hecha la debida limpieza la siguiente frase:

 

"Vive con los hombres como si Dios te viera, conversa con Dios como si los hombres te oyeran".

 

Bajo la puertita de la izquierda, detrás de la cual no se veía más que oscuridad, había otra frase: "No dejéis que el placer apague la antorcha que os guía por la vida".

 

Morki, buscando el camino que lo guiara hacia el significado de estas palabras, presionó, primero suavemente el esqueleto hacia el interior, luego con más fuerza, pero todo fue inútil, éste no se movió. Lo hacía con la esperanza que al introducir el esqueleto en la puerta de la derecha, apareciera por la de la izquierda, algo así como un ángel o una musa mitológica o cualquier cosa con tal de que satisficiera su curiosidad, que era mucha, defecto que le nubló la memoria, pues don Giuseppe le había dicho como manejar la maquinaria, aunque no le quiso decir más porque. . . "es un objeto que perteneció a toda una dinastía de Enriques con sus números y todos murieron jóvenes; pues entonces algo, hijo mío, algo ha de haber de brujería en todo esto."

Morki, recordó además que don Giuseppe le había dado varias instrucciones acerca de la máquina, pero él, con su nerviosismo por desentrañar tan rápido como le fuese posible, todos los secretos de ella, no le prestó mucha atención.

No obstante pudo recordar algo acerca de una llamita que tenía que poner en frente de la puerta oscura, no estaba muy seguro, pero no le costaba probar, y así lo hizo. Acercó la llama de un fósforo a la puerta de la izquierda y... nada. Aunque... algo iba saliendo, desenredándose de las telas de arañas en las cuales estaba prisionera quien sabe cuánto tiempo atrás.

Era una antorcha que ... salía, como... ¿imantada por la llama?

Apareció, y apenas hizo contacto con ésta, chisporroteó los últimos hilos que traía consigo y se encendió iluminando fuertemente toda la habitación.

Enceguecido por la luz de la antorcha, Morki recordó otra cosa que don Giuseppe le había dicho acerca de ella: "Esa luz tendrá una duración determinada, ella es el reflejo de tu conciencia.

Tú como dueño de tu destino, con cada acto de tu vida, mandarás a ese que te encomendó la soberana Piedad, tu ángel protector, para que renueve esa llama que iluminará, guardará, regirá y gobernará tu vida.

Y si ocurre todo lo contrario; si envías a aquel que te muestra el camino fácil; ese, apagará la llama que te ilumina para encender miles que te quemaran".

 

Feliz e intrigado colgó la máquina en la pared y retrocedió para observarla, cuando llamaron a la puerta.

- Ya voy - dijo caminando de espaldas, para poder seguir mirando el resplandor que producía la luz de la antorcha

- Hola Morki.

- Hola Nany. ¿Sabes? Mi padre no me envió aún mi mensualidad, así es que...

- No me importa -dijo Nany- y siguió con tono mimoso - porque creo que me estoy enamorando de vos y aunque no tengas nunca más dinero, te seguiré visitando.

- Yo no sé de esas cosas.

- Oh, tú no lo entiendes, mi pobre chiquillo, algún día me comprenderás, cuando creas, te desengañes, y vuelvas a creer en el amor.

- Pero....

- Si ya sé lo que me vas a decir, que siendo yo... una cualquiera...

- Pero yo, y aunque no lo creas, también tengo un alma como la tuya

- …?

- Bueno, lo que sucede es que quiero un poco de tu sangre azul, dijo desnudándose.

Ella misma sacudió e hizo la cama, lo desvistió cariñosamente y luego de hacer lo mismo, se zambulló blandamente al lado del joven.

- Me molesta esa luz - protestó Nany

- Tonterías si yo mismo apagué todas hace un momento.

- Me molesta esa luz chiquita y fuerte -recalcó Nany.

Jadeante y sudoroso, Morki se desligó de una sábana que ella jugando, le habla envuelto a modo de turbante en la cabeza y en medio de su frenesí se percató, de que el resplandor, que matizaba de luz el cuarto negro, era la minúscula antorcha.

- Cúbrete los ojos con algo, y así no te molestará.

- De todas maneras me va a molestar, yo quiero que la apagues - lloriqueó ella, mas por capricho que por pudor.

- No - suplicó Morki - No me pidas que haga eso. Compréndeme, no es que yo no lo quiera, es que ¡no puedo! ... ¡Está embrujada!

- Ah! Ahí está la prueba que yo necesitaba. Tú no me quieres más a tu lado! Yo me voy.

- Ah...Al diablo con tu imaginación, ya verás - dijo Morki.

Levantándose... de un solo soplo, nuestro joven apagó la luz de la antorcha ...y encendió miles.

 

            La investigación

 

Cuando Nany fue interrogada por los detectives acerca de la muerte del joven, relató lo sucedido. Aquella noche, como tantas otras, ella visitó a Morki. Haciendo recalcar que ella como íntima amiga, visitaba muy a menudo al joven difunto, pero aquella noche lo había visto un tanto nervioso, además ese objeto en la pared, ella... lo había visto por primera vez.

Ese objeto que ella pintara tan difusamente interesó a los investigadores de la muerte de Morky, que eran, además de la policía, los vecinos pensionistas, sus compañeros de colegio y sus padres... sus padres desconsolados, ellos que habían cifrado sus esperanzas en el porvenir de Morki, su único hijo.

Interesó, a los investigadores aquel objeto que no se presentaba ante las conjeturas más fantásticas como causa directa ni indirecta, de la sorprendente muerte de nuestro joven.

Se resolvió pues observarlo más detenidamente que hasta el momento, o quizá sería mejor desarmarlo y extirpar al mal que engendra en sus entrañas.

Así se hizo.

Al desarmarlo, como único mecanismo se encontró un papel, que para nadie, en ese momento, tenía significado.

El cual contenía unos versos que... morían, pero no nacían.

William se levanto de un salto.

Acá es donde tienes que ayudarme.

Tenemos que juntar los dos papeles rotos

 

/////……

Inocencia no entienda

Ya que es sólo la conciencia

Que los pecados enciende.

 

Acá necesito tu ayuda. Vamos a juntar los dos pedazos de papel rotos...

 

Al hacer coincidir ambas notas, el mensaje era el siguiente

No toquéis nunca esta caja,

yo la culpo de la muerte,

de todos los de esta casa

Son quizás dos marionetas

Por el diablo dirigidas

O son dos almas perdidas

entonando sus trompetas.

 

Pobre de aquel

Que su..........////........

.........inocencia no entienda.

Ya que es sólo la conciencia,

la que nos quita la vida.

 

- Amigo, acá nos damos cuenta que la carga de conciencia, ha matado a tu hermano.

- Si, compañero, no hay brujería ni asesinato. Es el poder de la mente.

- …

- Se lo diré a mi madre.

Tenemos que volver a lo nuestro.

Despidámonos de todos.

 

Nos llaman ya de la Escuela.

 

Días más tarde

 

            Cadete 5-1-3 se reporta.

 

Esto, ya es demasiado, me dijeron los tres mosqueteros.

Un banco que habla, una inteligencia que no funciona, los parientes que nunca vienen, la abolición de tu alegría, la patria siempre lejana y el exilio permanente.

- Pero tú, pícaro mosaico disfrazado, don Juan de los Tejados, vienes y te sitúas en el número 3 con placa y todo.

Y era cierto.

 

Ya en quinto año muchas cosas cambian.

Te dan un uniforme totalmente diferente. Aquella ropa de clásico corte marinero es reemplazada por camisa, con distintivos de oficial. Ya se tiene el grado de Guardiamarina.

Desde lejos y caminando rápido pareces, por fin, un tenientillo.

Además uno sale del dormitorio con 120 camas.

Se sube al último piso, el cuarto, para adueñarse de una pieza, con baño privado, escritorio, ventanal y el permiso anhelado de fumar a piacere.

Sin horario fijo para apagar la luz, puede uno leer su novela preferida al tiempo que escucha música.

Todo lo cual estuvo prohibido en los años anteriores.

 

Todas las veces que podía me escapaba a mi pasión, el deporte, sin siquiera imaginar que esa parte se calificaba. Sin saber, que esa actividad estaba bien cotizada en el duro mercado de las notas.

Octavio, había perdido peso, después de acompañarme en las madrugadas de castigos de tercer y cuarto curso.

Aún así, detestaba el fútbol, el tenis, la natación. No quería jugar ni ping pong.

En vez de eso leía.

- ¿Vamos gordo a jugar un partido?

- No. Gracias, estoy leyendo mitología griega. Aquerón acaba de ir río arriba por el río Querontes, llevando almas en pena. Esa, es una obsesión fatal.

 

 

 

 

CAPÍTULO V

PERFUME DE MUJER

 

El último curso ya iba por la mitad. Estamos en el barco de práctica.

Destino... Argentina.

Hay confort acá. Hay paz, gente tranquila. Invita a la reflexión, al relato.

Con Willy nos sentamos en cubierta. El mar se veía calmo y podía ser cómplice de confesiones de amigos.

Con ese clima de paz, mi nervioso amigo se distendió y lanzó la pregunta.

- Mosaico, tuviste varias novias?

- Si tenés tiempo te cuento por partes.

- Eso es lo que me sobra ahora. Tiempo.

- Está bien, te cuento la primera... Viste que... hay dos clases de personas.

Las que brillan y las que no. El primer grupo vuela alto y el otro no. Al mismo tiempo, hay que entender que los seres humanos somos todos iguales. Te lo hago fácil con un ejemplo. Los aviones Boeing 747, son todos iguales. Para que no choquen, vuelan en diferentes alturas. Aquellos de arriba, ven todo el paisaje. Los que vuelan bajo ven sólo un río y una montaña. La chica que conocí era así. Veía todo el paisaje. Era tan bella que no se la podía mirar. Sus ojos no te lo permitían, debido al reflejo que despedía. Como mirar contra el             sol. Sus ojos verdes enormes, eternamente asombrados por lo bueno o por lo malo de la vida, te hacían desear recostarte eternamente en su regazo y abandonarte allí hasta que llegara el invierno. No era un deseo sexual todavía. Era algo más completo.

Se me ocurrió iniciar con ella, una vida de contemplación y camaradería.

Si me dejaba mirarla, era para mi... ya, mucho premio.

Ya me había dicho mi abuelo, busca una mujer de carácter suave, que tenga los ojos claros. Envejece tú con ella, y cuando lleguen ambos a edades avanzadas, arrugados, verás que esas dos cosas están allí, intactas. Como si nada.

- ¿Me sigues en la historia.?

- Atentamente.

- Fue hace poco, tenía yo unos 17 años, cuando tuve que llevar a mis padres a la iglesia. Fui obligado, es cierto, pero como empezaba a conducir, iba con ellos a todos lados, a condición de que me dieran el volante. Al entrar a la iglesia, me desprendí del grupo y quedé atrás. Ya noté yo, algo diferente en el ambiente. Estaba presente un ángel.

- Los asientos a retaguardia de la acción, tienen la mágica ventaja, de que son pocos los que te observan. Eso permite al feligrés, concentrarse en el oficio.

Entregado a la oración, aproveche algunos minutos para observar tan magníficos ventanales. El vitró y ¡aquellos arcos! de pulcritud estudiada, eran según mis amigos, secretos de los masones.

- Me preparaba a cantar, cuando la vi en un extremo. Había enfocado sus luceros hacia mi lado.

Una vez, otra pasada, una vez y otra mirada. Y ahí ya sin piedad, se destruyó mi barricada.

- La mujer, amigo Willy, -cuando está de cacería- no mira fijo. Hace paneos, mira en abanico.

Su delicadeza le impide clavar la vista, como hacemos nosotros sin cuidado.

La mirada femenina es como la lengua del camaleón. La suelta lejos y trae lo que quiere. Por eso mismo, cuando curiosea solamente, y no quiere que un pelmazo se le adhiera, mira con lamparazos, sin enfocar a su presa.

Pero esta fierecilla, ¡no era todavía una mujer, era una niña que estaba por cumplir quince!.

- El primer domingo la seguí con el auto desde lejos para que no lo notara. Quería conocer su casa. En el segundo domingo, a la salida del templo, se desarrollaba una feria que entretendría a mis padres. Aproveché el tumulto de la salida para buscarla.

- Sucedió en el lugar donde despiden a las novias consagradas, muy cerca de la escalinata. La mujer-niña salía llevando consigo una sobrina. Con alguna torpeza, me puse rígido en su camino. Y desarrollé un monólogo que no lo había pensado. Sin ensayo y sin prisa, sin ponerme colorado, hice a un lado mi enorme timidez y con voz baja pero clara, pronuncié un alegato al atropello.

 

            El Tigre ya vio al Venado

 

- "Señorita, -le dije-, el cura no quiere que nos casemos. Me aclaró que no se puede."

- Dijo además -el sacerdote-que: - "La gente que pide eso, se ha de conocer primero. Me exige que así lo haga. Yo, no soy de obedecer, soy rebelde, pero el caso es que soy taaaan católico que esta vez, tendré que cumplir"

- "Esta noche, a las 7, estaré yo en su casa."

Si la chica no era muda, no le di la oportunidad de demostrarlo. Su palidez la hacía aún más adorable.

No parecía asustada, más bien sorprendida.

De todas formas, me miraba como diciendo "No es esto algo que suceda todos los días". Terminado mi atropello, giré sobre mis talones y me marché.

Esa noche fui puntual.

 

            Ella también

 

Al llegar a su portón, ya estaba bien elegante. Una silla extra en el pasto, una mesita y la invitación a pasar. Con madura corrección me preguntó que me gustaría beber. Comenzó allí el romance más famoso de Sudamérica y alrededores.

Este romance hizo temblar a otro no menos famoso, el de Anita y Garibaldi. Comenzó con un libro de regalo. María... de Jorge Isaacs. No duró tanto, como hubiéramos querido. Mi niña no estaba madura    para este tipo de romances, tan frontales. Jugar a las muñecas con un tigre, puede resultar peligroso.

Un buen día, en una discusión me fui. Despacio, por donde había venido.

Y ahí recordé otra frase de mi abuelo.

"Si quieres conquistar a una mujer... déjala, abandónala. Las mujeres se enamoran de la espalda de uno. Desaparece de su vista en una esquina cualquiera y siéntate a esperar. No tardará en llegar apresurada a tus brazos".

William, fumó durante todo el relato.

Entre la niebla del humo, al final me dijo.

- Yo no te pedí un discurso, una teoría, un poema de Neruda. Te pregunté de tus novias.

- Muy larga tu historia mosaico. Es muy larga. Parece que no nos vamos a entender.

- Así, no me dejas lugar para contar la mía, que es, por comparación, muy corta.

- A propósito. ¿Sabías que Gardel murió en Colombia? Bueno, mi historia sentimental es así, un tango. Un tango.

-…?

- Pero antes de terminar lo tuyo, confírmame ¿...se cumplió la teoría del abuelo tuyo?

¿Las mujeres vuelven si las abandonas?

- ¿Cómo? Claro que se cumple la teoría. El abuelo mandaba masajear 14 cicatrices de venados en su espalda. Sabía lo que decía.

- ¿Espalda? ¿por qué espalda otra vez?.

- Es así, cuando hay una discusión, una lucha frontal, la hembra rasguña en los brazos, en la cara, en el tórax.

- En una pelea.

- Si. Pero con la mujer no hay que discutir. Hay que tumbarla sobre una mesa y subirse encima. Y ahí, rasguña sólo en la espalda. De ahí se sujeta para no caer desde lo alto de sus orgasmos, que son como el Aconcagua. La montaña del orgasmo, que es donde pierde el aire, el pie, la razón, la noción del tiempo, y hasta su identidad. Corre peligro de caerse.

- ¿Se te han caído hembras?

- A mí no. A mi abuelo... catorce. Y siempre me decía:

 

"Observar ese sagrado momento, vale más que un Picasso. Su desvanecimiento dura un rato largo, y cuando vuelve en sí, le cuesta poner las piezas en su lugar. Cuando por fin lo logra, es nuevamente, la mala que era momentos antes."

- No me contestas la pregunta amigo. ¿Esta chica, volvió o no?

- Hice todo lo que dijo el abu. La dejé y en la siguiente esquina, desaparecí de su vista. Me senté en el cordón de la vereda a esperar que viniera corriendo y...

- Vino corriendo.

- Vino ...caminando.

- Y vos ?

- Ella llegó tarde. Yo, ya estaba destrozando otro venado.

 

Willy. Tu turno.

- Fuma y contame. Se escuchar.

- Lo mío no es tan complicado. Éramos novios en mi pueblo. Nos llevábamos de maravilla. Ensayando para una obra teatral en la parroquia local, íbamos juntos todas las tardes de esa primavera. Se formaron dos núcleos de ensayos. Las niñas en el salón, con la profesora de la materia y nosotros bajo aquel árbol con una coordinadora artística. Al terminar, siempre nos encontrábamos a la salida para caminar juntos por el sendero pletórico de sauces y cipreses.

Cada uno a su casa.

- Una tarde  -lo recuerdo como si fuera ayer- tardó demasiado en salir. Preocupado, volví a entrar en su busca. Rodeé la casa parroquial y por una de las ventanas vi, con estos ojos, como la besaba el cura. Era un beso prolongado, cruel, morboso. Del susto, con algo me tropecé y se notó que me escucharon.

Corrí hacia los sauces mientras escuchaba mi nombre. Corrí hacia los cipreses mientras se me iba cayendo el alma. Por pedazos y en cada salto, se me caía la fe. Una parte del camino ya no la divisaba con nitidez.

- Busqué pronto un método para alejarme de todo y encontré solo en los barcos la distancia que yo quería. Y acá se cumple lo de tu abuelo otra vez. Sólo hizo falta que me viera marcharme para que comenzara a escribir. Hasta ahora me escribe.

- Sabes lo que pienso mosaico?

- Dime.

- Acierta tu abuelo. La mujer se enamora de la espalda de los hombres. Recién cuando te vas, te valoran. Por otro lado. Nunca más a una iglesia. La religión es una droga. Los curas son veneno.

- Ahí te equivocas Willy. Ahí estas errado. La religión -cualquiera de ellas- es como una isla. Para llegar ahí existen muchos puentes. Los hay de madera, o de cemento, de hierro, de sogas como el de los pueblos primitivos. Puentes colgantes, puentes flotantes, etc. Si la religión es una isla, los sacerdotes (o pastores) son sus puentes. Porque es a través de ellos que se llega o se conoce la palabra. Lo que tú has comprobado en tu pueblo, es la existencia de un puente podrido. Y cuidado, porque aquí tú le culpaste a TODA la isla, que es, inocente.

Después del estudio de tres días seguidos, tuvimos la oportunidad de sentarnos en la borda a admirar otro día bello.

Estaba permitido fumar y aprovechamos las gruesas que se regalaban.

- Mosaico. Me ibas a contar de tu segunda novia.

- No sé. Te estás burlando. Sabes todo acerca de mí. En 4 años y medio te conté todo.

- Casi.

- Ya sabés que me voy a casar.

- Nos tenés podridos con la expectativa y la tensión de tu cercano casamiento.

Pero nunca diste los detalles.

- Ya sabés todo. No molestes.

- Contale a las cotorras entonces. Perdón, a los tocorreños, como tu les llamas.

 

El capitán del barco "Covadonga", que se deslizaba suave a su destino me advirtió que si no paraba de contar los preparativos de mi casamiento, me iba a confinar a una celda.

- Paraguayo, nos tenés aburridos con la boda. No nos podés hablar de la historia riquísima que tiene tu país? No nos hables de tu alianza, háblanos de la tríplice.

- William continuó. -Yo ya sé que ahora, en pocas horas se van a encontrar ustedes en Buenos Aires, para fijar la fecha de la boda. Ella ya tiene hace tiempo tu anillo y acá vos tenés el tuyo.

- No. Yo me refiero a detalles. Al backstage, esa cosa chimentosa que nos gusta a los noveleros. Y que allá en la base naval no tenemos el tiempo ni la paz para contarnos.

- Si. Está viniendo a Buenos Aires. Coordinamos hace rato este encuentro y es por ello que no quise ir a Japón contigo.

- Eso también lo sé. Vayamos a los detalles. Al grano.

- La conocí cuando yo estaba por terminar el cuartel. El temperamento es como una gran rueda con engranajes. Es decir, tiene dientes y huecos, en forma alternada y sucesiva. Cuando de repente encuentras a alguien que te calza, se me ocurre que los dientes de mi rueda ingresan es los huecos de la rueda suya y viceversa. El resultado es que ambas ruedas encastraron y ponen a funcionar una relación. En este caso, una excelente relación. Me sorprendió el hecho que sus padres conocieran a los míos de antes. Esas cosas de los pueblos. Ya saben quién es quien, con solo nombrarlos.

- Más tarde se encontraron todos en una cena y hablaron de tiempos que yo no conocía. Ya éramos varios en un mismo bote. Al mismo tiempo que ella me iba queriendo, lo hacían también sus padres.

- Un día, le dije a un cuate. No sé si ella me quiere tanto como me adoran sus padres.

- Eso sí. El padre -viejo tigre- reconoció que a su casa llegaba uno con las mismas rayas. Y se puso a controlarlo. De la misma forma aconsejó a su hija, cuidado con este ejemplar.

- No quiero cuidar bebes, mientras ustedes van al cine.

- Hay una tela de jersey o seda, que al caminar se pega al cuerpo de la mujer. Y, cuando las formas son voluptuosas, la endiablada tela se adhiere a las partes más deseadas por los hombres. El monte de Venus deja su escondite habitual y en complicidad con esa tela, surge protuberante invitándote a lujurias impensables. La electricidad que corre por tus manos induce tus protones hacia el monte aludido, (que a estas edades es todavía una reserva natural), para crear la corriente de electrones que hace al jersey chisporrotear. Y yo era, víctima de mis manos. Un electrodo viviente. Y el ruido de esa tela, el chisporroteo, me acusaba. Ese cuerpo era tan perfecto que yo, tenía que ser controlado durante toda la visita por la gente mayor que había en la casa.

Casi, se podía pensar que al despedirme cada noche, algún inspector revisaría, mis humedades y las de ella. Por eso es que, cuando ya era un poco tarde y el novio no se preparaba hacia la salida para la despedida... alguien tosía.

Era la señal.

- Oh... Señor. Que difícil es caminar así.

(¿Podría yo en la otra vida, venir como mujer para ahorrarme este problema?)

- Lo tuyo era sólo pasión, mosaico.

- Al comienzo si, te lo confieso. Pero cuando la relación va a fructificar, hay un momento en que se van agregando afectos de diferente tono. Al instinto sexual se le van sumando el compañerismo, el respeto, la aventura, el coloquio animado, la alegría de las fiestas con amigos y sin ellos, la complicidad, etc.

Pones todo eso en la licuadora y le sumas levadura juvenil, y comienza a nacer el amor. Pequeño al principio, pero después crece.

- Que es el amor Almitra ?

- Ah, te estás burlando colombiano.

- No, no me burlo. Dame otra cerveza y te pregunto de nuevo. ¿Para vos, que es el amor?

- Es la "Sinfonía de los siete velos en fa menor, para piano y orquesta."

- Chau. Me voy.

- Espera, a vos te gusta que se fundamente la moción. Te la fundamento.

- A ver -Dijo William bebiendo con más ganas. Contáme lo de los 7 velos.

- El amor es, lanzarse de un precipicio. Los dos que se aman hacen eso. Se lanzan. Uno a la vez, claro. Cuando uno se tira de arriba, el otro está abajo para sujetarlo. ¡Es un juego! El amor es un juego, peligroso, que te hace sentir bien mientras funcione. Al lanzarse al vacío, de muchísimos metros, una persona puede morir, pero no le va a suceder eso si el otro que está abajo le puso telas bien sujetas a la cornisa. El que va cayendo ve amortiguada su caída en cada tela o velo hasta que, al llegar al suelo, la velocidad ya es menor y su pareja lo sostiene firme entre sus brazos.

Ambos ríen y se abrazan. Se felicitan por la fe al tirarse. Por la confianza clara, de que el otro puso los velos y además está abajo con los brazos abiertos a su amada(o).

- El primer salto uno lo hace con dudas (conoce recién a la persona).

Tiene sujeto a la espalda su paracaídas y la distancia amerita 3 o 4 velos.

Con el correr del tiempo ya se tira de más alto y va a la altura máxima, que son los 7 velos. El tiempo ha pasado y nosotros -ella y yo- nos lanzamos comúnmente sin miedo ya y desde lo máximo del risco. Ya sabemos que no corremos riesgos. Los siete velos me amortiguarán y al final sus brazos me cobijarán allá abajo.

- Eso es el amor. Lanzarse desde gran altura, para sentir el vértigo sensacional, y saber que allí mi pareja ya puso los velos salvadores, y me espera en sus brazos. Es el simbolismo. Me arriesgo en amar, pero tengo confianza que me van a proteger de un eventual golpe.

- ¿Te estrellaste alguna vez ? preguntó William dudando de la definición-.

- Por suerte no. Y ya no creo que me dañe nada. He encontrado la musa de mis sueños y allá voy al casamiento.

- ¿Me invitarás ?

- ¡Claro! Pero sé que no vas a venir. Faltan pocas semanas. Será en Asunción y tu estarás allá lejos, en Colombia.

- Vamos... nos llaman.

El viaje de Santa Marta a Buenos Aires tarda 14 días.

Los mismos ya habían pasado y estamos entrando al río de La Plata.

Nos llama el capitán.

- Tripulantes: estaremos en Baires una semana  -nos cuenta. El personal se va a dedicar a sus trabajos rutinarios menos el paraguayo, que tiene esta semana de licencia. Ya todos saben porque. El mismo, nos agotó al contar lo de su boda próxima. Si lo dejamos ir... podremos descansar de ese monotema.

 

Al bajar al muelle, la gente se daba vuelta asombrada, por el ruido que hacía mi corazón.

Allá iba yo a cambiar de vida. A ofrendar un tesoro que había empezado pobremente, pero con la ilusión que me daban las cartas de mí prometida, fui mejorando año tras año, hasta llegar a este pulido trabajo de tener el primer puesto en la promoción. Por fin junté todos mis anhelos en una sola canasta. Tenía la mujer soñada, tenía una profesión, ya sabía dónde íbamos a vivir. ¿Le podía pedir algo más a la vida?.

A ella la notaba siempre contenta con los avances míos y reconoció que yo estaba en tierras lejanas juntando las ramas para hacer el nido.

Ahora, el nido ya estaba terminado. O casi, faltaba tan poquito. Además, mi prometida era un compendio de todas las mujeres. Tenía la inteligencia de la europea, la practicidad de la norteamericana, la belleza venezolana y la pasión latina. Yo la veía así.

Acordamos encontrarnos en la planta baja del edificio de unas parientes. En el lobby.

Toque timbre mientras en el reflejo de la puerta de vidrio corregía mi camisa bien planchada. Con un pañuelo que traía por si había llanto de emoción, me sequé el sudor.

Su voz sonó clara en el portero eléctrico y me indicó que pasara y esperara al pie del ascensor.

No sabía qué hacer con mis manos. Aclaraba mi voz para pedirle oficialmente matrimonio. La imaginé diciendo: siiii!

Miré hacia la calle y me despedí del mundo de los solteros.

Mi princesa, no se hizo esperar.

Se abrió la puerta corrediza y allí estaba el premio de mi vida. Aún mejor que antes. Más rosada las mejillas. Su perfume era distinto.

Me olvidé el discurso que preparé para este momento y corrí.

Era apenas dos metros, pero mi corazón corrió como cien. No llegaba nunca.

Por fin... la tomé por la cintura y la levanté por los aires mientras enloquecido giraba y giraba. En la lejanía escuchaba sus quejas. Me reía de ella.

- ¡Bajáme... bajáme! Yo reía más.

- ¡Bajáme, te tengo que contar algo!

La bajé rápido, pensé que tenía algún golpe o herida que yo estuviera apretando.

- ¿Qué pasa? dije al notar su seriedad.

- Es que yo... amo a otro hombre.

 

 

 

 

            Sinfonía de los siete velos,

            en fa menor, para piano y orquesta.

 

Me lancé, según el manual, al precipicio.

Como lo venía haciendo todos los días.

Para disfrutar del peligro de la caída libre. (Que es la definición de amor)

Y los 7 velos no estaban esta vez. Nadie abajo... tampoco.

Mi cerebro, entrenado en las lides militares, le ordenaba al corazón que parara de correr.

Nos miramos cinco minutos y medio. Mi mente no reconocía los verbos ni los adjetivos. Me olvidé que en mis pulmones tenía que meter aire. No recordaba, de repente, a que fui a Colombia. ¡Quería contarle tantas cosas!

En mi bolsillo sentía la dureza de mi placa de alumno distinguido, que le iba a presentar como trofeo. Le contaría que esa placa fue hecha con mi sudor, mis lágrimas y el polvo de la tierra cartagenera cuando me arrastraba cumpliendo un castigo del teniente. La iba a sacar en un momento clave, para que ella me dé un beso extra. En esos cinco minutos sentí sobre mis hombros la presencia de un ángel a mi derecha y un diablo a mi izquierda. Discutían entre ellos. Escuché perfectamente a mi ángel cuando decía: "La única pretensión de Mosaico era casarse con ella. ¿Es eso tan malo?." Escuché también al diablo lanzando una estruendosa carcajada. - ¿Es cierto lo que escuché?

- Sí. No sé cómo pasó. Ni yo lo entiendo.

Y ahí, me preparé para mentir. Para que la mentira sea creíble, tiene que ser rápida. A pesar de que yo escuchaba en mi interior la rotura de cristalería fina, y la lava de un volcán quemaba mis viñedos. Alcancé a decir, con lo que me quedaba de oxígeno...

- Yo sólo quiero que seas feliz. -me salió fina la voz.

Es una mentira con fama mundial.

Ella, al reponerse, continuó con desconocida frialdad.

- Acordate que estamos invitados a cenar esta noche en la calle Lavalle, con tu hermana y el novio.

Esa cena estaba planeada de antemano. Y yo la tenía agendada.

Pero ¿cómo iba a asistir a un jolgorio, un muchacho grande recién caido de los 7 velos, sin paracaídas y en total confianza de encontrar brazos seguros, allá abajo?

Ni velos, ni brazos.

Politraumatismo grave de confianza, con diagnóstico reservado.

Me envolví lentamente con los velos abandonados y miré mis huesos rotos.

¿Cena?... Muy por el contrario. ¿No hay un velorio por ahí?

No importa si es un extraño el difunto. Estaré a cubierto para el llanto libre.

Y encima me lo van a agradecer, por colaborar con tristezas ajenas. Mentí nuevamente para defenderme. Ya que estaba arropado por los 7 ensangrentados velos, dije:

- Estoy de guardia en el barco.

- ¿Justo hoy? escuché como un eco.

- Sabes cómo son los barcos militares. Lo siento tanto. ¡Pero mañana si! Mañana nos encontramos sin falta.

Sólo quería hacerme invisible. Puede ser que así, no me tuviese lástima.

Igual... desde lejos escuchaba una melodía acorde... "Free falling" cantaba Tom Petty.

Hacele llegar las disculpas a mi hermana y a su novio. Lo pasamos para mañana.

Le di un beso que me supo a tabaco ajeno.

Caminé hacia el puerto, después corrí.

Figura fantasmal por los muelles grises.

Un hombre herido llevando 7 telas de colores. Multicolor mortaja del hospital del alma.

Cuando me vieron llegar a la nave, mis compañeros no entendieron que pasaba.

El capitán hizo una burla que no entendí. William me siguió hasta los camarotes. Requiriendo una respuesta.

- William apagó la luz y dejáme. Dejáme solo.

- Ah, no. Ahora no.

Me tuviste de confidente tantos meses con este asunto y ahora quieres que cierre la puerta y me vaya. No. Ahora mismo me cuentas todo.

- ¡Discutimos! Es todo.

- Nadie discute -hermano- cuando está tanto tiempo sin verse. Nadie.

- Si.

- Vamos, dime la verdad. Toditica la verdad.

Al día siguiente no salí. A la noche quise escribir dos mil poemas y solo escribí 3. Uno en mi almohada.

Y pensar que, al finalizar la batalla de Waterloo, no quedaron tantos cadáveres en el suelo, como penas en mi cielo.

Si hasta podía verse una lápida "aquí yace un amor, muerto de un exceso de confianza".

Es que cuando el daño se ve venir, se sufre de un dolor simple.

Cuando te sorprende, mueres lentamente en el caldero de los caníbales; quienes, en éxtasis frenéticos, danzan su ritual a tu alrededor clavándote mil alfileres de vudú.

- Que tienes ahí? preguntó mi carcelero amigo.

- Estas son dos poesías que leíamos juntos. Cuatro fotos en blanco y negro de su rostro.

El pelo suelto y la sonrisa de dientes separados que besé toda una vida.

Acá hay una rosa que secamos en un libro.

Estas son sus cartas. Aún tienen perfume.

- Tira todo eso hermano. Vamos!!. Que la tierra queda blanda después de un desengaño, para facilitar clavar los cimientos de un nuevo idilio.

- Es que no estoy enojado. Yo no estoy enojado. Pero si el amor consiste en pegar dos mitades que se complementan, ¡al producirse una separación se convierte uno, en media persona!.

- Estoy socado como en un accidente de auto. No entiendo nada amigo. Dame pistas. Decíme que pasó?

- Yo soy hijo de comerciante -dijo Willy-. Te lo explico así. El amor es una adquisición que no tiene garantías. Y a ti te han robado, a mano armada.

Ya en el futuro, sólo querrás atender tu negocio a través de una ventana enrejada.

 

Salgamos de aquí

 

Zarpamos de Buenos Aires con mi consejero privado extendiendo los 7 velos para usarlos como velamen. Tal vez así nos dieran algún provecho.

Traía yo en una bolsa, todas las penas guardadas.

Mi amigo, dejó salir algunas a cubierta; con su charla diaria.

He observado una que corría hacia el mar. Otra pena se escapó por el aire, con los chistes de él.

Una pena grande salió al sentir el calor de la amistad de la tripulación del Covadonga. Otra pena encerrada bajó a tierra, al tocar nosotros, puertos colombianos. No sabía qué hacer con las novecientas, que aún me quedaban en la bolsa de lona de mi alma joven.

Llegamos de vuelta a la escuela con honores y vítores.

Mis amigos felicitándome porque ya faltaban pocos días para la ceremonia de entrega de títulos y premios.

Me había olvidado que yo era el mejor.

Tenía sobre el trono de alumno sobresaliente, los velos ensangrentados de la última contienda en donde cupido herido, fuera primera plana durante estos días.

Al recorrer los conocidos patios de esa especie de cárcel que estaba por dejar, me brillaba -con los reflejos del sol- la placa de alumno distinguido junto con los distintivos clásicos de Brigadier Mayor.

Este hecho hacía que fuera por donde fuera, se escuchaban respetuosos golpes de taco de gente que se iba poniendo firme a mi paso. Pero yo seguía triste. Me sentía Charles de Gaulle, feliz de volver a Francia, pero triste por los destrozos que los nazis hicieron en ella.

 

            Y llegó, el final de la carrera.

 

La ceremonia se anunciaba para una noche de viernes. Como es tradición se iba a realizar en el estadio de fútbol con mejor lumínica. Se acostumbran cuidar los detalles de este evento pues siempre asiste el presidente de la República. (Ojalá que no se entere que el mejor alumno no quiso cantar una vez la Oración Patria).

Cuando faltaban 8 días, ya habíamos practicado el paso al frente ante el llamado por parlantes para recibir premios.

 

PREMIOS

1) Espada República de Perú al primer egresado de la promoción.

2) Sable West Point al mejor egresado de la promoción.

3) Medalla Kings Point al mejor egresado de la Marina Mercante.

4) Medalla United States Navy al mejor egresado naval.

5) Medalla Francisco José de Caldas al egresado que haya ocupado el cargo de Brigadier Mayor de Batallón.

6) Medalla al mejor deportista.

7) Binocular de visión nocturna al elegido por sus camaradas como el mejor compañero.

8) Medalla de oro al guardiamarina con mejor espíritu militar

9) Medalla de oro al mejor deportista

10) Medalla Bolivariana al mejor promedio académico

11) El presidente de la República hará entrega personalmente del despacho al mejor egresado. Le cambia el identificador de plata, de alumno distinguido, por una plaqueta de oro que dice: Oficial mejor egresado.

 

Cuando uno se dice a sí mismo, "soy el mejor", no tiene la misma credibilidad que cuando lo dicen otros.

Por eso, cuando escuché en los altavoces "el mejor es"...y dijeron mi nombre, caí en la cuenta que era cierto. Octavio temblaba a mi lado aquella noche, los dos éramos importantes.

Él, por haberme enseñado sin pedir nada a cambio, y por haberme cedido su podio como número uno. Este verdadero amigo, me hizo la transferencia de todos sus conocimientos y se quedó sin nada para él. Y yo, por haber entendido que cualquier ser humano con un cero en el primer examen, puede -claro que puede- levantar cabeza y confiar en sí mismo para llegar primero.

Pero eso no lo sabía el público, que llegaba ya en cantidades, a llenar las graderías como si fuera para asistir a algún deporte.

Los faros ya se encendían al cien por ciento.

De los once premios que ensayamos recibir, el 4 y el 10 eran para Octavio.

El 4 estaba pensado para el que iba a seguir la carrera militar. En el décimo se sumaban los promedios desde el primer curso, época en que yo era malo.

Todos los restantes eran para mí.

24 horas antes me llamaron para cancelar uno, que consideraron imposible de entregar a un extranjero.

La medalla Francisco José de Caldas es realmente bella. Es de oro macizo y tiene el simbolismo masónico de las dos columnas de los pares opuestos. Es notable, que esto último, no lo sabe casi nadie. Yo la había visto, en la revista interna que promocionaba la aludida ceremonia.

La explicación que me dieron para no entregármela, hacía referencia a mi condición de extranjero. Si bien nombré el conocido artículo estampado en la Constitución, que aclara que todo paraguayo es colombiano y vice-versa, mi exposición no tuvo eco.

Propuse entonces que se la entreguen a Octavio Parra, mi profesor compañero. Que no solamente era colombiano sino que iba a seguir la carrera naval militar y podría ostentar tan importante presea.

Los oficiales de planta presentaron su desacuerdo por negárseme el distintivo, pero yo los tranquilicé aduciendo que me iba a dedicar a una carrera civil que no utiliza esas distinciones.

 

            Atención! Comenzamos

 

Después del himno, llegó mi momento de mas tensión al pararme a tres pasos del presidente.

Él mismo, me felicitó en voz alta.

Al detenerme frente a él por quinta vez, ya le extrañó tamaña repetición y ambos, más relajados nos miramos como si ya nos conociéramos.

Aprovechó ese momento, para susurrar: "¡paraguayo, estás arrasando con todo!"

Quise reírme y contestar. No querría Ud. excelencia, convencer a mi ex-novia de eso?

Pero supuse que estaba prohibido hablar con semejante investidura y sólo le respondí con una tímida sonrisa.

Cuando un oficial está siendo premiado con más de un sable o espada, la etiqueta indica, que se destacará a un soldado como ayudante para ir sujetando los excesos de premios.

De lo contrario no podría el galardonado manejarse con soltura.

Esa noche, el pésimo estudiante extranjero del primer curso y mejor del último, llevaba de remolque a tres soldados ayudando.

Era por eso que las fotos y los flashes no paraban y escuchaba yo los aplausos de los lugareños entendidos en esos temas.

Las graderías estaban además integradas por los parientes de los que se recibían. Yo, no tenía a nadie.

Por un momento dudé de mi popularidad y del valor de lo que había conseguido.

Pero ya más tarde se me pasaría.

Entre el público pude distinguir a Mr. May (nuestro pintoresco profesor de inglés) que parecía repetir con su estentórea voz, "The race is not for the swift, nor the battle for the strong, but for the man who endures to the end"

Después de la ceremonia, se hizo una hermosa fiesta como corresponde a la ocasión. Al amanecer, me encontré en la playa con mi grupo y unas chicas que nos ayudaron a nunca olvidar lo bueno de ser todos tan... anatómicamente, diferentes.

 

 

Después de la resaca fui a retirar mis cosas.

No había gente en los patios tan conocidos. Solo el personal de guardia.

Ingresé por la puerta de los oficiales y a propósito, entre al lugar antes prohibido para nosotros.

El "casino" de oficiales.

Un viejo capitán de fragata estaba viendo el noticiero. Le saludé como corresponde y me devolvió una sonrisa.

Yo, ya viajaba en primera clase.

Un estafeta me entregó un sobre cerrado.

Era una carta de mis amigos. Mi gabinete, me había dejado un mensaje de despedida.

Decía así:

"Mosaico:

Ha sido bueno conocerte. Con tu sola presencia en Cartagena, nosotros hemos ganado el salario del obrero en la eterna construcción de la catedral del espíritu.

Nos has traído frescor del otro lado de la América latina.

Nos enseñaste polcas y guaranias. También groserías en guaraní.

Nos dejas la solemne tristeza, por la -nunca comprendida- traición de la triple Alianza, y la invitación a conocer Paraguay.

Acá cada uno escribió un pedacito de los recuerdos de estos cinco años. Guárdalos para reírte con nosotros en los futuros embarques.

Será que nos cruzaremos en los mares?"

 

Entré emocionado a los casilleros de mis amigos y les dejé esta carta.

 

Pedro, Willy y Octavio

Tal vez no nos veamos nunca más. ¡Son tan diferentes nuestras rutas!

(Willy. Cuéntale a ellos, la historia de mi chica en Buenos Aires. Tú que sabes, léeles este poema, que en cierta forma, cuenta todo…)

 

Si para recobrar lo recobrado

debí perder primero lo perdido...

si para conseguir lo conseguido

tuve que soportar lo soportado...

si para estar ahora enamorado

fue menester haber estado herido...

tengo por bien sufrido lo sufrido...

tengo por bien llorado lo llorado.

 

Porque después de todo he comprendido

que no se goza bien de lo gozado

sino después de haberlo padecido.

 

Porque después de todo he comprendido

que lo que el árbol tiene de florido, vive...

de lo que tiene sepultado.

 

                        Santa Teresa de Jesús

 

Y fíjense que, si nos comparamos con los árboles, la mitad de mis raíces quedan en vuestro país y en mis flores se verán siempre los colores paraguayos y colombianos.

No voy a recitar ya más vuestra oración patria -es cierto- pero me detendré y me pondré firme, siempre que escuche el sagrado himno de esa tierra noble que me dio albergue, consuelo, premios y castigos, y la noción clara de aquel mural metafísico, del cual nunca me desprenderé, por considerarlo vital para la existencia misma. Aprendí de ustedes la humildad del principiante y el gozo del triunfador.

Me llevo de ustedes la lección del caminante de montañas. Aquel que creyendo que no puede en la llanura, menos lo intentará en la pendiente, hasta que se le demuestra que si la mente lo ordena, no existen los límites realmente.

Mi éxito en la carrera, no es mío en realidad, es vuestro. Mi graduación en esta escuela que es de ustedes, se parece a las carrozas de antaño, que necesitaban ser tiradas por varios corceles para avanzar. Y así lo hicimos, entre todos.

Fui sólo un pirata desesperado en busca de un diploma y ustedes mis guías, mis consejeros y anfitriones. Los portadores del mapa del tesoro.

Mi primer puesto lo tomé prestado de mis tres mosqueteros y mi placa de alumno distinguido se forjó en el crisol de la amistad que me ofrecieron sin tapujos y sin intereses.

Después de estos cinco años me voy deudor de muchas cuentas morales y leales a pagar.

Los he usado para descargar mis iras y mis fracasos temporarios. Y en cada caso he encontrado siempre un lazo, un gancho, una escalera para salir de mis pozos de infortunio.

Incluso William -el irascible-, tuvo que hacer de enfermero en Buenos Aires para curar la gangrena de un amor lisiado, una herida abierta en plena juventud idealista.

Pero de eso ya hace tiempo, y a medida que se olvidan las penas, se va poniendo bueno el vino.

No caben en mis valijas las cosas que de ustedes me quiero llevar.

Las espadas y medallas se entrechocan con libros de poesía, fotos enmarcadas, caracolas con sus lámparas, y trofeos de madera de cuanto torneo inventaron. Regalos caros que cuido y regalos modestos que me hacen llorar de emoción.

Así también yo, les dejo mis consejos de cosas aprendidas en la lucha.

Recuerden que la felicidad está al alcance de sus jóvenes manos.

Les dejo aquí el sendero para encontrarla.

Ahora sé que la felicidad está en un lago cuyo nombre solo tiene tres letras: PAZ.

La misma se consigue si la conciencia es transparente, -clara- pero atendiendo siempre a estas dos cosas: 1) estaréis siempre lejos de los abogados y 2) las cuentas pagadas.

Si a eso les sumáis buena salud, daos por satisfechos. Seréis felices.

 

            A la caza de la mujer perfecta

 

El regreso a Asunción fue esta vez el más rápido de todos.

Ya en mi ciudad querida y con una profesión envidiable, solo me faltaba una mujer estable. ¿Puede acaso un hombre, vivir sin una?. Con mis ilusiones en terapia intensiva, no me iba a dejar convencer por mis amigos que aconsejaban apartarse de las brujas.

Es buenísima la sensación de poner amores en cuarentena y dedicarse a los amigos y jugar fútbol, darle al trago o mentir conquistas en rueda de tereré.

Pero en el fondo, necesitaba conocer a alguien a quien llevar a mi "banco que habla". Allá, en la plaza encantada.

Me situé en el momento real, saqué cuentas y según mi cronómetro Omega, todas mis ex, en este exacto momento están debajo de alguien, sudando placeres y agradeciendo a la anatomía humana, la existencia de ranuras y protuberancias.

Debía yo... dejar de mirar el pasado y renovar el stock.



 

CAPÍTULO IX

DIÁLOGO EN LA BAHÍA

 

Seguíamos en Norteamérica anclados. El capitán estaba con ganas de hablar y yo lo dejaba.

Me gusta escuchar cuando el relator susurra con pasión los momentos leves y levanta la voz cuando amerita.

La oratoria es lo mío. También Hitler lo decía.

Lo animé a que siguiera.

Cuente, capi... yo le traigo más café. Usted cuente.

 

            La pareja despareja

 

Después de la escandalosa boda de mis padres. Y con el mundo calmado. Se dirigen ahora hacia el futuro hogar en Paraguay. Viene con ellos, escapada de su familia, nada menos que la hija de un personaje inolvidable en la historia de Alemania.

Estamos en el Año 1945

 

            La hija de Langsdorff

 

Mis padres, como toda pareja de recién casados, ignoraba a los que circulaban a su alrededor.

Pero la compañera de clases de Ana, era demasiado importante para no escucharla.

En el buque que los trasportaba, además, ya se habían enterado.

- Es la hija de Langsdorff, comentaba todo el pasaje.

- ¡Pobre! Lleva encima tanto pesar -se escuchó decir a alguien.

Una noche, después de la cena, -contaron mis padres- llegó el momento en que Katarina explotó. Fue al pasar frente a Recife.

- ¿Que tienes amiga?

- Suena raro, -dijo suspirando- acá trabajaba mi padre en sus últimos días.

- Como acá. Estamos en el medio del mar, frente a Recife.

- Si. El comandaba el Panzerschiff acorazado de bolsillo: Admiral Graf Spee.

- Es una historia larga y no los voy a aburrir con eso. Menos a ustedes, que están recién casados.

- Conocemos la historia de tu padre. Fue hace 6 años.

- Si. Lo enviaron a esta zona. Le dijeron que no tenía que entrar en combate. Su barco poderosísimo tenía, un defecto de fábrica sobre la cubierta de la cocina. No podían exponerlo a batallas hasta tanto no se corrigiera eso. Yo tenía 10 años cuando se despidió, una fría mañana de agosto.

- Mi padre Hans Langsdorff nació en Bergen auf Rügen (Bergen) en la isla de Rügen, fue el mayor de una familia con tradiciones en leyes y religiosas más que navales.

- Viajó muchas veces, pero en esta ocasión yo tenía mis presentimientos.

Él se fue tenso y a todos en la casa nos invadió la tristeza. Cuando nos quedamos solas con mi madre, ya que mi hermano Johann nunca estaba, yo adquirí hacia fines de noviembre, la costumbre de recibir el periódico, que un canillita tiraba en el jardín. Lo hacía para poder ubicar a papá en el mundo.

- En los primeros días de diciembre, comencé a hacer la cuenta de cuánto faltaba para reunir a la familia en las fiestas que más me gustaban. Los diarios comenzaron a mencionar más al Graf Spee. Los artículos que yo leía se referían al origen de ese nombre en el buque de mi padre. Decían que por extraña coincidencia llevaba el nombre Spee, que fue un almirante muerto acá cerca, en las islas Malvinas cuando peleaba también contra los ingleses.

- ¿Cuándo terminará esta enemistad germano-británica?

- ¿Y él como lo tomó?

- Bueno, él entendió el motivo. Pero no le gustaba una misión en donde debía matar a civiles, según la orden escrita.

 

- Hitler quería detener el envío de alimentos y materiales que desde Sudamérica iba a los ingleses. Para ello le ordenó que hundiera todos los barcos mercantes aliados que transportaran ayuda hacia el norte. Mi padre cumplió la orden con una modificación, no matar a los tripulantes. Su piedad fue una herencia de mi abuelo, quien era Juez de Paz y ministro religioso un tiempo. Lo había educado haciendo énfasis en el respeto a la vida.

- En las siguientes diez semanas, papá y el Admiral Graf Spee fueron extremadamente exitosos, deteniendo y hundiendo nueve barcos mercantes británicos: 50.000 t, y sin haber matado a nadie, ya que rescataron a todos los marineros de los barcos atacados.

- El diez de diciembre del 39 salí a traer el diario que tiraban en mi jardín, envuelto en una funda de plástico para que la nieve no lo mojara y no me gustaban las noticias de la guerra. Pregunté a mi madre si estaríamos todos para la cena navideña y me aseguró que si.

- Vendrá papa para Navidad? -pregunté angustiada a mi madre.

- Lógico. Su licencia empieza el 20. Estará aquí, con nosotros hija.

 

Un diario británico que pude leer después daba cuenta de que un periodista, de una revista de mucha tirada y que estaba asignado a "la vida de los lobos marinos en la isla Flores", vio el ingreso de ese barco a muelle desde la ventana del tercer piso de su hotel, informó urgentemente a su jefe:

- ¿Qué les parece si dejo de lado a los lobos y les envío la crónica de este coloso de acero que está entrando a Montevideo con un agujero de un metro de diámetro sobre la línea de flotación?.

- Hágalo. ¡Autorizado!

- ¿Me pagarán el doble?

- También. Autorizado. Urgente, haga la nota.

Y ya en los siguientes artículos me enteré de la explosión y la retirada de todos a Buenos Aires, en barcazas alquiladas por una argentina solidaria con nuestro país, en franco contraste con la tendencia uruguaya hacia todo lo que fuera británico.

Ni embajador teníamos en ese momento en Montevideo. Con eso les digo todo.

- Y cuántos eran en el escape salvador?

- Mil doscientos, menos los sesenta fallecidos.

- Perdóname, pero tu padre estaba a favor de lo que hacía el Führer?

- Hitler no tenía simpatía por papá, lo consideraba un "tibio" para las cuestiones políticas. Y la tirantez era recíproca. Lo sorprendió muchas veces sin saludar en las ceremonias y conocía sus costumbres. Pero se aguantaban. El 20 me desmayé en la nieve. Acababa de leer que mi padre se había suicidado sobre la bandera de su patria. No pude reaccionar durante varios días.

- El año pasado, en tu cumpleaños, donde ustedes dos se conocieron, había un oficial alemán desertor, invitado de tu padre.

- ¿Al que le rompieron la cabeza con una botella?

- Escuché un escándalo en el fondo de mi patio!

- Esa fui yo. Insinuó cobardía en el río de la Plata.

- Y ahora que harás en Uruguay y Argentina?

- Sólo quiero ver los mismos lugares que él vio antes de morir. Eso es todo. Luego... no sé. Tal vez hago como vos y me caso, con un rico maduro. SHHHHHH, que no te escuche.

 

La charla tuvo que terminar. Nos estaban llamando. Pero la pasamos bien, anclados en Chesapeake. Noté al comandante más relajado después de contar acerca de sus antepasados y la chica alemana que bajó en Montevideo. Pero ahora, nosotros tendríamos que hacer nuestro propio viaje a casa. Y a mí me esperaba mi yugoeslava. Diamante finalmente hallado, después de palear tanta montaña.

El recorrido de costa americana hasta Santos, Brasil, dura 20 días. Se hace normalmente una parada allí para cargar combustible. Otros 10 días más y se llega a Asunción.

 

            Esta vez no sería una llegada tranquila

 

Roger, nuestro maquinista más joven, una vez que atracamos, irrumpió aceleradamente al puente de mando.

- Capitán, necesito hablar por radio a nuestro jefe en Paraguay.

- Es urgente?

- Urgentísimo.

- Adelante.

Estos equipos de radio telefonía son casi todos, de parlantes abiertos. Es decir, todos los que están en la cercanía escuchan la conversación, amén de los otros barcos que están esperando conexión.

- Hola, buen día señor gerente.

- Roger, ¿cómo estás?

- Bien, fue un lindo viaje. Mire, le quiero pedir permiso para bajarme acá, e ir a mi casa porque estamos esperando el bebe para cualquier momento, según dijo el médico.

- Quién va a tener el bebé?

- ¿Cómo? - Roger nos miró azorado, como pidiéndonos explicación a lo que escuchaba.

- Pregunto, -insistió el ejecutivo- La criatura... ¿la va a tener usted?

La cara del compañero había cambiado de color. Sus ojos echaban llamas.

- Señor, sinceramente, no puedo sostener una conversación en un nivel tan bajo. Lo siento. - Y cortó -.

Nos quedamos mirándolo como si fuéramos hermanos mayores. Salió al costado a fumar. Sus puños se crisparon y definitivamente, no era el mismo.

Los capitanes sabemos de estas cosas. Porque también somos, padres, hermanos, hijos. Pero además un comandante es juez, por cuanto tiene que decidir y emitir un fallo todos los días, es cura, que incluso puede casar una pareja, es policía con arma de reglamento y un par de esposas guardadas en el camarote, por las dudas.

Eso, sin mencionar que además es el único autorizado a bordo para administrar un botiquín con medicinas muy comprometidas por el riesgo de adicción que poseen. Allí, está autorizada hasta la morfina.

Nuestro master, se acerco al afectado y maltratado Roger y poniéndole una mano en el hombro, le habló así:

- Compañero, yo te autorizo a que viajes por ómnibus a tu casa, pero al llegar allá, no me culpes si el patrón te echa.

- Tendrás que ir acompañado de mi asistente. Que ahora se hace llamar "almirante". Si este es almirante yo soy Napoleón.

- Gracias señor.

- Almirante, vayan ambos. Nos encontramos en Asunción. Saludos a la chica Stradivarius, o como se llame.

El colectivo llegó a horario. Eran las 16 hs y le dije a Roger que no fuera directo a la oficina.

- Estás muy enojado y no conviene el enfrentamiento con ningún jefe. Siempre el que pierde es uno.

- Bueno.

- Yo voy a ser tu asesor. Ahora cada uno a su casa y nos encontramos esta noche. En la casa del gerente.

 

Todos sabemos que a los gerentes les gusta lucirse. El nuestro en particular, tenía a su alrededor en la oficina, como 9 escritorios con sus ocupantes, ávidos de cualquier novedad siempre.

De entrar ahí, con Roger, a las 4 pm seríamos presa fácil de su ira. Me lo imaginaba, levantándose al gritar: ¡¡¡Están despedidos!!!!

En vez de eso, la sicología indica, que el ser humano, en su hogar, obligado por el rol de anfitrión, es más condescendiente. O por lo menos yo apostaba a ello.

Nos encontramos según lo acordado.

Desde lejos, la señora del gerente, sin abandonar el riego del jardín, felicitó de antemano a Roger por el próximo advenimiento.

- ¿Viste? -le dije, en un susurro -vamos bien.

La figura imponente de Roberto Toñánez surgió en el marco de la biblioteca.

Con un seco ademán nos invitó a pasar.

Según acordamos con mi amigo. El estaría callado.

El portavoz era yo.

Había estudiado de Dale Carnegie, que la manera más eficaz de ganar una discusión era adelantarse al enemigo. No solo por aquello de que "el que pega primero, pega dos veces", sino por la astuta premisa de desarrollar de antemano los argumentos que la otra parte va a desplegar.

Y entonces, me lancé.

- Señor Roberto. Todo parto o alumbramiento, es una fiesta. La naturaleza es la que hace todo. En los partos normales -como va a ser este- hay alegría y todos conversan. Es más, se sabe que cuando los indígenas van por el bosque en fila, la parturienta manda parar, porque ha llegado el momento. Una comadrona del grupo, la asiste en el corte del cordón umbilical y la titular, en cuclillas (inmejorable posición para dar a luz), da la señal de continuar caminando, mientras el bebé llora a gritos. Y aquí no ha pasado nada.

Don Toñanez quería decir algo pero no podía.

- …

- Volviendo a Roger. Mírelo. Da pena. Es que, ya le expliqué que en un parto, el padre es un inútil al cuadrado. ¿Qué puede hacer? Dígame usted. Un padre solo fuma y en los pasillos estorba. Detiene, a la enfermera que sale de odontología para preguntar por su hijo. Ataja al oculista indagando sobre el alumbramiento. Vuelve a fumar. Conclusión, no sirve para nada. Pero atención, don Robert, cuando ese mismo hijo cumple los 8 años y le pregunta a su padre:

- ¿Estuviste en mi nacimiento? Es tarea sine qua non contestar...

SI HIJO, ARRIESGUÉ TODO Y ESTUVE. Lo hice porque no hay en la vida nada que me interese tanto como tu llegada. Todo lo demás es secundario.

Y mi misión solamente comenzó ese día, ahora, sigo trabajando para que no sufras, y tu niñez sea, como la de todos los demás chicos. Sin sobresaltos, con salud y por encima de todo mucho, muchísimo amor.

Por eso, puedes decir siempre: "el día que yo nací, mi padre arriesgó todo y estuvo presente". Don Robert explotó.

- ¡Basta Almirante! Abrí esa gaveta. Sacá 3 vasos y ese Chivas Regal.

Los enamorados llegaron a Paraguay.

La pareja dispareja se instaló sin problemas, salvo, la falta de idioma.

Se cuenta que al llegar, la recién casada quiso ir al correo para contar a su gente que llegaron bien.

La carta prolija, en su idioma, ya estaba. ¿Y ahora, dónde la deposito yo?

La belleza salió a la calle.

Sabía varios idiomas, pero decidió preguntar en inglés. El universo estaba con ella. El transeúnte elegido dominaba ese idioma, porque acababa de llegar de la cárcel de Sing Sing. Y le gustó la idea de gastarle una broma a semejante extranjera.

- ¿Can you tell me where the post office is? dijo ella dulcemente.

El ex-convicto le explicó que él no lo sabía, pero que si le preguntaba a aquel señor de la esquina, seguro que le iba a informar.

- ¿Pero cómo le digo, en el idioma de acá? inquirió la inocente.

- ¡Aporousé!

Suena a francés.... Gracias noble señor.

El hijo de Roger, por su parte, nació sano y a tiempo.

Nuestro discurso al gerente había tenido éxito y todos conservamos nuestros puestos.

 

Yo, aproveché esos días para proponerle casamiento a Michelle.

Ella aceptó encantada pero.... los padres no.

 

WTF?

Michelle estaba ya tan enamorada como yo.

Lo mío se justificaba, por cuanto yo ya tenía su foto pegada en la tapa de mi valija desde hacía meses.

Se puede decir que ya la conocía sin haberla visto. Encontrarla y caer a sus pies me sucedió en un solo día.

A ella, le llevó más tiempo. Primero me estudió. Después, me analizó y más tarde, al darse cuenta que todo lo que yo hacía inspiraba confianza y sinceridad, se acercó al precipicio bien al borde.

Al observar los siete velos en correcta disposición y que allá abajo mi figura se destacaba con nitidez, estaba lista para lanzarse sin miramientos.

Nunca me preguntó cómo es que yo tenía mis sentimientos fracturados por una caída anterior en ese mismo abismo.

Nunca lo preguntó. Y yo se lo agradecía.

Y una mañana de enero, Michelle se lanzó. De la misma manera que usted.

De la misma manera que yo... alguna vez.

Ella tomó impulso y se lanzó, con las mismas ilusiones que usted, ¿lo recuerda?

Cuando la pureza de los sentimientos lo pide, no hay fuerza humana que detenga el salto. Tal vez el único salto que no ordena el cerebro. Lo manda el corazón. Y me lo contó así, con media sonrisa. Mirando al suelo casi.

- Desde hoy, te amo más que a mí misma. Me lanzo desde donde tú me indiques que me lance. Sé que no me voy a golpear. Y aunque me golpee, ya no tengo vuelta atrás. Conocerte y descubrir el misterio de las dos llamas ha sido una sola emoción.

- ¿Llamas? Cuales llamas - le dije- impresionado con esta chiquilla hecha, tan, a mi medida.

- ¿Te cuento amor?

- Escucho con atención.

- De pequeña había ido a una boda de una religión diferente a la mía. El pastor indicó a la pareja que ingresaran a su boda cada uno portando una vela. Una vez que las bellas palabras alusivas a esos casos, ya habían sido pronunciadas, el pastor indicó que ambos, con sus velas encendidas se acerquen a una mayor que estaba apagada todavía. Con ambas llamas apoyadas a la vela mayor, la encendieron y a continuación soplaron las dos más chicas, que quedaron humeantes.

- De ahora en adelante -explicó el pastor- vuestras vidas ya no son dos luces individuales que alumbran vuestro entorno. Ahora, son un solo fuego, una sola luz, inseparable y más brillante. La unión tiene esas cosas maravillosas. Aumenta el brillo del alma e inspira complicidad en la búsqueda del camino. Los felicito por haberse elegido.

Y ahí Michelle, con el rostro ruborizado preguntó en un susurro tan leve, que tuve que acercarme mucho.

- ¿Encenderías conmigo una sola llama para siempre?

La tomé del rostro cuyo dibujo durmió conmigo tanto tiempo. Y no podía yo creer que la naturaleza hubiese esbozado ese diamante puro.

Un día, mi futuro suegro se decidió a otorgarme una entrevista. Por si llegaba ese día, habíamos ideado con mi novia un código de gestos. Habida cuenta de la rigidez del iracundo padre, si Michelle levantaba las cejas yo tendría que seguirle la corriente al veterano. Si ella, sonreía de costado debía yo sentarme. Si la seña era el as de espada, yo tendría que ser sincero al máximo en mis respuestas. Si ella tosía, yo debería disculparme y salir.

El código estaba estudiado. Llegó el momento.

- A ver, que pase ese individuo. Temblando entré a la sala y con un ademán me indicó que me sentara. Lo hice con tan mala fortuna que al pasar, rocé con unos discos que estaban muy al borde de una mesa ratona. Los discos cayeron al suelo y el señor se aguantó la reprimenda, pero usó el tema para darme pie de conversación. Usaba muy mal el inglés, pero no era momento para fijarme en eso, Entonces Michelle traducía.

- A mí me gustan estos discos -comentó mirándome fríamente- Vivaldi, por la variación de las estaciones. Bach cuando estoy eufórico, me calma. Rossini se encarga de alegrarme una tarde. Lo mismo que Verdi. Y si he comido mucho, pongo esta. Ahhhh, la Suite de Cascanueces, de Tchaikovsky. Me transforma.

- Usted, amigo. Que música escucha?

Miré rápido a mi amor, en busca de la seña del código. Michelle me levantó las cejas.

- A mí me gusta....... Beatles, Soda Estéreo, Los Jockers, Rolling Stones y Pink Floyd. Dije con orgullosa honestidad. (Cuando me di cuenta que había confundido el código, ya era tarde)

 

- Michelle... ¡¡llévate a nuestro invitado, y tíralo a la calle!!

 

Las mujeres de la casa no querían dejar irse al marino. Se daban cuenta que si era cierto su amor por la nena, entonces podía ser un buen candidato.

Se le fueron encima al dictador para ver si podían obtener la visa.

- ¡Papa déjalo que llegue! El muchacho tiene sus luces.

- Imposible. Gritó el padre. Que luces ni que centellas. Que precipicios ni que velos. Este hombre es paraguayo. Y eso es sinónimo de serenatas, de alcohol, de doble discurso, parrandas y picardías. Además tiene bigotes, eso lo hace muy mexicano. Son los peores. Es más. Seguro que ya está casado y viene a hacerse el soltero. Mi princesa solo se casará con un paisano nuestro. Y si es necesario nos iremos de vuelta a nuestra lastimada patria.

Entre todos, decidimos posponer el casamiento. Nos dimos un poco más de tiempo. Solo un poco.

Eso me dio la oportunidad de hacer dos viajes más. Como una despedida de soltero.

Volvimos a entrar Richmond, Va.

Al llegar al muelle ya estábamos preparados para salir a pasear.

Hacía un calor paraguayo ese mes en Estados Unidos. Caminábamos de sombra en sombra, para llegar al centro. Al cruzar una plaza, entramos a una ferretería que ostentaba el extraño cartel "The Sarge".

Encaramos al empleado con una pregunta que nos atormentaba.

Existiría en la ciudad una piscina pública donde pudiéramos divertirnos y refrescarnos?

- What? eso no existe en esta ciudad amigos.

Le explicamos que de dónde veníamos, allá en Asunción, por un par de dólares entrás a bañarte a una pileta con trampolines y salvavidas, kiosko con bebidas y yiyis en bikinis.

Al escuchar el relato se acercó a nosotros un señor de mediana edad, que resultó ser el dueño, y nos informó que el tenía una pileta en su casa y que seriamos bienvenidos siempre.

Ahí comenzó una amistad que duraría por siempre.

Se trataba de Carl Ewin. Ex-combatiente de infantería de marina y con dos hijas hermosas.

La piscina de su casa resultó ser un sueño y a pesar que nos extrañó la inocente oferta de llevar extraños a su casa, no analizamos nada y nos zambullimos a piacere todo aquel verano.

Un domingo llega al muelle donde estábamos y sube con su familia a disfrutar de un asado con mandioca, que le habíamos invitado días antes. Traía esta vez, remolcando una jovencísima mujer infernal.

- Ella es nuestra vecina. ¿Puede subir?

- Pero por favor, don Carl. Si es por falta de asientos, nos bajamos nosotros para que suba ella.

El jefe de máquinas, que se había ofrecido como asador ese domingo, quedó idiotizado ante semejante venus con brazos.

Amigo mío de antes, Lorenzo se imaginó en segundos lo que podía hacer con un diosa de estas en cualquier penumbra cómplice. Sintió que un calor le subía a medida que ella se le aproximaba. Tanta era la temperatura que aumentaba en su cuerpo que ya había olor a quemado. Pensó... estoy muy pasional últimamente o es esta parrilla de mierda que me está... ¡socorrooooo me estoy quemando la ropa!

Después de socorrer a Lorenzo con un balde de agua, nos sentamos a disfrutar el momento.

La chica se sentó -por fin- entre él y yo.

Lorenzo habla solamente en guaraní, pero quería expresar su admiración a la belleza americana.

- Decile que me gusta. -prácticamente me ordenó-. Eré py shupé.

- ¿Hace falta Lore?

- Eporandú shupé la jhera.

- Mi amigo quiere saber cómo se llama usted.

- Mi nombre es Dawn, -me dijo exhibiendo una sonrisa impecable.

- También Lorenzo pidió que le dijera que quería salir con ella a otro lugar con menos gente. En vez de eso le dije

- Yo, soy el segundo oficial.

- WOW, suena interesante. Nunca había subido a un barco. Y cuál es tu misión principal a bordo?

- Tengo varias misiones pero ahora mismo hay algo que me preocupa.

- Que te dijo, -interrumpió Lorenzo-.

- Esperá na, me está explicando.

- ¿Que le preocupa a usted? -quiso saber mi pequeña Marilyn Monroe.

- Me preocupa que tengo que hacer la lista para el proveedor de alimentos de tu ciudad y no sé cómo se dicen algunas cosas.

- ¿Por ejemplo?

- Yo sé escribir pan, carnes, tomates, etc. Pero desconozco palabras como jengibre, perejil, berro, etc. No sé qué hacer, estoy desesperado.

- Ah, no te preocupes, yo te traduzco. Anotá.

- No. Pero acá no. Hay un software para eso.

- ¿Y dónde está?

- En mi camarote. ¿Vamos?

- Ok.

Subimos por una escalera mientras Lorenzo gritaba en guaraní blasfemias acerca del día de la amistad.

 

Cuando volvimos a la gente y al asado, ella arreglaba su largo cabello con las manos y, ya, las brasas mías y las de la parrilla estaban apenas tibias.

Me di cuenta además que yo seguía sin saber cómo se dice en inglés perejil, remolacha y berro.



 



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