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VICTOR ENRIQUÉZ

  DINA, 2006 - Novela de VICTOR ENRIQUÉZ


DINA, 2006 - Novela de VICTOR ENRIQUÉZ

DINA

Novela de VICTOR ENRIQUÉZ

Artwork by REINALDO REMENTERIA

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Xlibris Corporation.

Contact: Orders@Xlibris.com.

Printed in the United States.

2006 (138 páginas)

 

 

PREFACIO

De muchas maneras traté de escribir lo mejor para los lectores, y solamente complacerle en el entretenimiento, en estos días tan difíciles que se vive con el "Falso Stress" que tanto daño está causando en la mente del individuo, que no está ejercitado en la continua lectura.

Pues esta es una de las maneras de huir del "Fenómeno" leyendo y distrayéndose con la imaginación del escritor.

Hoy pongo a "Dina" en vuestras manos, para conocer el fino sentimiento que empeñé en escribir este libro, que dejo en vuestra consideración.

Al fin cuando terminen de leer, tenga yo cumplido el propósito de mantenerlos ocupados, en los más nobles relatos de mi novela

El Autor

 

CAPITULO 1

Un día de verano, al volver del Campamento, Dina dice a su madre de nombre Ester:

Cuando le conocí en Loma Clavel, todo estaba bien, pero él quiso portarse mal conmigo muy pronto.

-Yo sé, mi hija, que esto es así con los hombres ¡Y vaya qué tropiezos hay en esta vida, mi hija mía!

¡Pero Madre! ¿Tan grande es el defecto de los hombres?.

¡Está bien muchacha! Ya me presentaste tus quejas ... ¿Ahora dime el nombre del varón que conociste?.

-Bien, ¿Y para qué decirte su nombre, si creo que empecé mal con ese sinvergüenza? ¡Quizás más tarde! ...

-Siempre agresiva eres tú, hija mía. Mírame bien, yo soy tu madre y no por curiosa me tomarás.

-Dime, ¿Por qué tienes tanto interés en saber mis secretos?.

-Está bien mi hija, si quieres puedes contarme. Pero ahora dime, ¿Cómo fue la reacción de las demás mujeres?.

-¡Dios mío! No sé hasta dónde quiere llegar, ¡Qué curiosa se ha puesto!.

-Pero al menos, no me dejarás así, sin saber nada y con las preguntas en la boca. ¿Verdad hija mía?.

-Está bien; le diré por ahora solamente el nombre del varón, él se llama Rafael.

-¡Cielo, Dina! Ese joven es de una familia muy importante de la Sociedad Encarnacena.

-Aunque fuera San Judas Tadeo. ¡Es un pesado! ...

-¡Dina! Cómo hablas así de un joven tan culto ...

-Madre, se ve que está bien enterada de todo.

-Bien sabes hija mía, además ¿para qué sirve el chisme y la habladuría?.

-¡Qué bien informada está Ud! ...

-¡Dina! No digas tantas cosas imprudentes, porque hasta las paredes tienen oídos.

-Ud. sique es temerosa de la gente, y adulona ...

-Calla, por favor, hija. ¿No ves que se está acercando a nuestra casa doña Claudia, tu maestra de idioma portugués?.

-¡Justo! Porque ella siempre menospreció a la familia de Rafael.

-¡Dios mío muchacha! Por qué estas moviendo escombros del pasado.

-Ya verá Madre, en cuanto llegue la maestra narizona lo que opina de esto.

-¡En qué infierno me has metido! Calla hija mía, esto puede extenderse por toda Encarnación, el chisme.

-Mamá, venga y mire a la señora Claudia como viene con la narigona en popa y el paso tranco que la trae.

-Silencio Dina, porque golpea la puerta, ¿Esa no debe ser la maestra Claudia?.

-¡Claro que no! Porque la narigona palmotea las manos cuando llega a la casa.

-Mientras tú entretienes al visitante yo le arreglaré las butacas, para que puedan sentarse entonces.

-¿Sabe quién es, el que golpea la puerta, Mamá?

-¡No te burle de la gente! Sé más respetuosa muchacha, o nos mete­remos en un lío un buen día de esto.

-En serio, sí no es ninguna persona  quien golpea la puerta ¿Entiende?

-¿Entonces, quién es?

-Mamá, Ud es muy miedosa, ¡karai también!.

-Dime de una buena vez, ¿Quién golpeó la puerta?.

-Sólo fue el perro, si, es el perro que se está rascando la pulga -­luego se rió a carcajada de la situación.

-Buena, termina hija mía con eso y ven a contarme de una buena vez todo lo que pasó en, el campamento.

-¡Increíble! ¿Qué sucede en tú cabeza?.

-No me conteste más así, al final soy tu madre. No sea hija mía que sepas lo que tiene a tu lado, después que yo me vaya.

-¡Que! ¿Qué está diciendo, por favor?-luego Dina corre muy asustada junta a su madre y la abraza, porque ella es un torrente de lágrimas, como resentida.

En esos instantes se escucha el palmoteo de manos de la maestra del idioma portugués en la puerta.

Secándose las lágrimas dice a su hija:

-¡Bien! Es verdad que tú nunca has olvidado la costumbre de doña Claudia, porque Ella sigue con eso de golpear las manos:

-¡Buen día doña Ester! ¿Y cómo está tu Dina? La razón de venir, es que el otro día encontré en un estante viejo, este jarrón antiguo de los antepasados que es muy especial, porque tiene poderes mágicos.

-¡Anda para allá doña Claudia! Usted si tiene cosas imaginativas en la cabeza, para decir. . .-exclamó Dina.

-¡No ... no es así Dina! Es como lo estás escuchando, un jarrón mágico ...

-Doña Claudia, no nos meta miedo a mi hija y a mí, porque estamos con los problemas hasta la coronilla.

-¡No, no se asusten! No hay motivo para asustarse. Esto es un objeto simplemente mágico. Además, como les contaré ...

-¡Espera!-dijo Ester alzando la mano-porque yo me retiro para que pueda hablar a solas con mi hija; también así podré preparar los alimentos para mi marido.

Ya que lo menciona, ¿Dónde trabaja su marido, y qué sabe hacer en su labor el pobre hombre?.

-¡Oiga! Deje tranquila a mi madre que ella tiene algo que hacer para mi papá. Explíqueme más sobre ese jarrón que tiene envuelto en esos trapos viejos, porque me tiene intrigada y ya quiero escuchar algo al respecto.

-Se ve mi hija que tienes poca paciencia, como entenderás, no debes ser así, porque el jarrón tiene una tapa sellada también.

-¡Pero al fin! ¿Qué tiene el jarrón en su interior? Nada se mueve, o está manipulado por usted.

-Como verás, niña, esto pesa como el Kilo y algo . . . Al parecer tenemos que romperlo para saber qué hay dentro, y lo haremos ahora.

-¡Nooooo, espera! ¿Oigo que alguien se acerca?

-Entonce esconde el jarrón en tu dormitorio, luego descubriremos el milenario secreto de los Alquimias Europeos, de los tiempos pasados ...

En eso se escuchó un palmoteo en el portón, salió doña Claudia para ver al visitante, cuando vio a su muy conocido vecino le saluda:

-¿Qué le trae por estos lares, es decir por la casa de Dina?-sé inoportuna la visita y la conversación con Dina ese día.

Pero al retirarse doña Claudia con su vecino, Dina quedó sola con el jarrón en su dormitorio y para no dar motivo de nada, lo escondió en el ropero donde sólo ella podía saber y sin dar explicaciones alguna a nadie.


CAPÍTULO 2

Después de varios meses, entrada ya la primavera, Dina y su madre se aprestaban a salir a caminar por las veredas de Encarnación, por los pulgueros que abundan por las orillas del río Paraná.

Hicieron un largo recorrido por todo lo instalado. Al regreso, cuando se aprestaban a entrar en la casa la madre sufrió un desmayo. Tomándola del brazo Dina logró sentarla en el sofá, luego le dio a oler algo.

Al recobrar el conocimiento, con una sonrisa trató de explicar a su asustada hija el motivo de su descompostura.

Dina se echó al lado de su madre diciéndole:

-¡Madre! ¿Estás embarazada? Dime, porque ayer te vi cuando estabas vomitando en la cocina y, hoy este desmayo ... ¡No puede ser ninguna casualidad!

Avergonzada, Ella mira a su hija y le dice, con lágrimas en sus ojos, porque ya no puede ocultar:

-Hija mía, yo se que esto es muy pesado para ti, sabiendo la edad de tu padre y la mía ...

-Sí, aunque me estoy olvidando de eso ... ¿Qué será del pobre hermano cuando nazca, porque Ud. ya tiene edad para ser abuela no para amamantar?.

-Así es, hija mía. Mañana estaré cumpliendo 54 años, como verás. Pero dime que me perdonas, no hagas más difícil mi vida porque estoy muy afligida por mí vejez y el niño que llevo en mi vientre.

-¡Venga a mis brazos, estoy con Ud!-con un fuerte abrazo y varios besos Dina demostró a su madre su apoyo y consentimiento, aunque en su interior se estaba demoliendo poco a poco.

Esa noche, cuando volvió de su trabajo el padre de familia, se sentaron a la mesa, mientras Dina servía la cena y esto nunca había sucedido en la casa. Entonces ella dirigiéndose a su padre le pregunta:

-Padre, ¿Acaso se ha olvidado del cumpleaños número 54 de la patrona?. Además tiene algo guardado para contarte hoy ... ¡Creo yo!.

-¡Calla! Qué imprudente era. ¿Qué tiene que decir de mi secreto que tengo para con tu padre?.

-¡Oh, sí! Mucho tengo que ver en esto, pero mejor me callo entonces. -Haces bien en callarte, porque a su tiempo tú tendrás también uno idéntico, para contar a tus amistades. Esa noche en calma pasaron en la casa, hasta que el mes de dar a luz llegó a la puerta.

Cuando fue internada doña Ester, los galenos entendieron que la hora del alumbramiento había llegado, pero el gran misterio fue que con las contracciones ella no sentía dolor.

Al cabo de dos horas nació un varón, en un parto normal pero sin dolor, y la criatura lucía estar gozando de muy buena salud.

Aquel día el facultativo se preguntó qué misterio encerraba todo aquello, porque no recordaban ninguno de ellos, haber tenido ninguna paciente en iguales condiciones, y callaron manteniendo en secreto.

Pero Dina estaba sentada en un banco de los pasillos de la Sanidad, ella recordó el jarrón de Claudia. Al poco rato le fue permitido entrar en la habitación de su madre y lo primero que le preguntó fue si recordaba el jarrón:

-¡Calla! Tú no sabes, mi hija, que desde aquel día nunca pude olvidar ese objeto; lo tengo aquí, en mi mente, conozco sus colores tanto de adentro como de por afuera y no se como sucedió eso ademas.

-¡Madre! Creo que estás exagerando las cosas, ¿Cómo podría pasar eso?.

-Allí esta el descuido, no quise escuchar, pero lo vi con mis propios ojos cuando dejaste en la cama. Luego recuerdo que lo toqué también y al parecer le hablé de algo que no recuerdo ahora.

-¿Qué tonterías estás diciendo? Quiero saber si te sientes bien.

-Claro, nunca me había sentido tan bien como en este momento, y creo que mi felicidad en este instante es completa, porque tengo a tu hermano y a ti.

-¿Y cómo me explica, o se puede explicar, el advenimiento del niño en su vida ... madre?

-¿Por qué hablas así niña? ¿Acaso no sabes que tu padre es mi marido y duerme conmigo en mi cama?

-¡Pero, hace como cinco años! Que Ud. me venía diciendo de la menopausia que le vino a los cuarenta y cinco años. Además, me aseguró que la costumbre de mujer fértil la abandonó desde entonces hasta la fecha. No me explico, según la Ciencia una mujer en ese estado no puede tener hijos ya.

-¡Bien! Muchas veces la Ciencia falla, y la voluntad Divina es la que prevalece entre los hombres.

-Quizás madre sea cierto lo que dice, puede ser obra de algún poder que está fuera del control humano, que actúa con tal potencia como pula enseñanza, por la incredulidad de la persona.

-¡Eso creo! Porque desde el día que llegó el famoso jarrón, están sucediendo cosas raras en mi vida.

-¿Cómo es lo que está notando extraño en su ser? Además, Ud. recuerda en el invierno pasado ene contó que papá, después de tener aquella gripe fuerte, al recobrarse con gran dificultad, quedó sufriendo de impotencia sexual permanente.

-¡Sí, recuerdo todo eso! Hija mía; es por eso que mi temor es tan grande, tengo miedo de ese jarrón, porque a partir de esa fecha en que llegó a nuestra casa, tu padre se puso como si tuviera veinte años de edad y lo mismo sucedió conmigo, entonces te puedes imaginar.

Sin decir ni una palabra más, Dina se despidió de su madre, pensando en qué habría de terminar todo esto.

Pero al llegar a su casa, lo primero que hizo fue a buscar lo guardado. Al entrar en su dormitorio donde lo tenía, grande fue su sorpresa porque lo halló sobre el aparador, donde tiene sus perfumes y cosméticos. Entonces ella dijo:

-¡Con que así es tu hábito, señor mágico! ¿Te gustan los gratos olores de mi perfumería?.-al rato notó que el jarrón tenía un destello, como una luz fosforescente. Luego escuchó un silbido que salía, mientras el dormitorio se llenaba con el perfume.

Entonces no pudo Dina estar más en pie, porque sentía un profundo sueño, por terror a caer se fue al lecho y se tendió en él, eran las diez de la mañana cuando esto sucedía.

Luego soñó que se encontraba en un país, donde la gente y su Rey estaban en guerra. Míles de jinetes de ambos bandos se tiraban flechas y lanzas de fuego. Al ver eso, a Dina la sobrecogió un gran terror, porque nunca por su mente había pasado tal tragedia y en ese sopor, le vinieron a su mente los días de su juventud junto a su padre en la ciudad de Encarnación.

-Nunca pensé estar en un país extraño, viendo esta barbaridad de la guerra y su horrible espectáculo-luego sintió que alguien la tomaba de los hombros, Ella se espantó, pero era un oficial del Rey que le dijo:

-Dinar, no temas, solamente el Rey quiere verte, allá, donde él tiene su tienda de campaña-ella, sumergida en un profundo éxtasis, se sintió más temerosa y sin explicarse, si cómo era que estaba en persona viendo y oyendo lo que estaba pasando allí, y con voz temblorosa le dijo al oficial:

-¿Y por qué me llamas Dinar si yo me llamo Dina?-con una amplia sonrisa le repitió que no tuviera temor, que sólo el rey quería verla Pero la joven no podía salir de su asombro y preguntó al oficial en qué año, mes y día ellos estaban peleando y en qué país.

-Bella muchacha no temas. Estamos en el mes de Abid y corno verás, estamos defendiéndonos de la invasión de los Alejandro, unos bárbaros criminales-luego Dina tomó más confianza, se acerca al oficial:

-¿Y por qué me llama Dinar, si mi nombre es Dina?-y él le contesta:

-No temas Dinar, somos tu gente, soy de tu pueblo y de tu nación ¿No ves que hablamos el mismo idioma? Notarás que los otros no hablan nuestra lengua ...

-¿Y qué lengua ellos hablan?-con esta pregunta empezó Dina a tenerle más confianza al oficial del Rey:

-Son heveos, conquistadores que nos quieren imponer sus leyes, por eso estamos peleando-luego acompañó al oficial hasta su tienda de campaña donde había mucho ganado, caballos y también elefantes.

Ella trató de explicar al Rey de dónde venía y por qué se encontraba allí con ellos, pero el Rey ordena a sus ayudantes servir vino fino, para mantenerla ocupada, porque el ejército enemigo en ese momento arreciaba sir ataque en contra de ellos. Se escucharon los clarines reales y el Ejército formó una columna frente al Rey.

Dina todavía no encontró una respuesta a esa situación en la que se encontraba involuntariamente. Pero se escuchó la voz firme del Rey ordenar a su ejército enfrentar la batalla decisiva del mes de Abid, en un abierto rodeado de cerros.

Dina, afligida en gran manera al ver a sus Hermanos de raza y de lengua en situación tan embarazosa, ya que el ejército enemigo era mayor en número de hombres y pertrechos bélicos, y además tenía más animales a sus órdenes en la fila de la batalla, y se sintió enfurecida al ver tocar al Rey cuerpo a cuerpo contra seis heveos, entonces tomó la espada de uno de los soldados caídos y entró en combate junto a su soberano.

Al ver el Rey a la heroína Dina se animó en gran manera y como rayos pelearon los soldados juntos hasta la puesta del sol. Al no poderse ver más el resto del enemigo retrocedieron hasta la orilla del mar, entonces el Rey entendió que fue Dinar quien los venció con su espada que parecía iluminada, porque mató 500 de los mejores soldados, contando entre ellos al hijo del Rey de los heveos que era un astuto general.

Cuando el Rey vio que habían ganado la batalla, ordenó recoger los despojos de grandes cantidades de oro y plata y enseres preciosos, también ganado vacuno, caballos y ovejas que no se podían contar.

Entonces dijo a sus principales dar un 20% de todas las cosas a Dina, y darle también la Casa de Verano y de Invierno, con todos los sirvientes, en la Ciudad Luz.

Al amanecer llegaron al portón principal el resto del ejército con el Rey; y Dina en un carruaje del soberano. Cuando la multitud de la Ciudad Luz vio a su Rey caminando entre los soldados en fila, tuvieron un gran temor, porque dijeron:

-"Que perdieron la batalla y fueron reducidos a esclavos de la soberana que venía en hombros"-pero citando el Rey ordenó tocar música y los panderos, se rompieron las filas y se dieron a la danza en la polvorienta portada de la Ciudad Luz.

Al siguiente día, Dina despertó y entendió que su residencia temía azotea, caminó, subió por las escaleras de madera labrado, una vez allí, entre palmeras y un hermoso jardín, conoció al jardinero del Rey, quien tenía a su cargo el cuidado de todas las plantas del Palacio Real.

Y al mediodía Dinar recibió en su lujoso palacio a cuatro Ministros, gente sabia y ricamente vestidas, con diez esclavos cargados de pergaminos en los cuales daba cuenta a Dinar de su fortuna por el 20% del despojo de la guerra. Estos personajes enviados por el Rey le entregaron los Títulos de propiedad y también una invitación formal, para ver en los pasillos de los Cerros de Jabas, las carreras de caballos y elefantes.

Dina no quiso pensar en el tiempo que vivió con su padre, quien contaba únicamente con el sueldo de adobero en Pacucúa, como engullendo palabras se decía que podían comer solamente con el "sueldo", aunque su padre con gran esfuerzo le hizo terminar el bachillerato.

Ese día sólo puso sus ojos en lo que era de ella, contando sus criados y criadas, oro, plata, pedrería y ganado, que ella ganó con el filo de su espada en los combates cuerpo a cuerpo. Después se dispuso a comer algo servido por sus doncellas y luego volvió a la azotea con uno de sus esclavos y sus doncellas.

Mirando al Sur vio como una nube que venía cubriendo la superficie de la tierra, y con un sonido ensordecedor, como una estampida de vaca. Muy asustada, ella, llama a los principales de sus sirvientes y les preguntó qué eran esos ruidos y sombras que venían llegando a la Ciudad Luz.

Aterrorizados los esclavos gritaron y corrieron a tomar sus puestos de combate, mientras alguien gritaba:

-¡Son los Heteos y Sabeos!-enseguida se cerraron todas las entradas de la muralla de la ciudad, y el Rey caminando por las calles acompañado de su principal General, armaba las tropas para la defensa.

Pero no fueron atacado, el eneinigo solamente llegó y rodeó con todo su poderío la Ciudad, con una gran multitud de animales y maquinarias de tirar piedra.

Al otro día cuando el sol se estaba poniendo en el horizonte, a los cuatro vientos se escuchó sonar el cuerno del carnero llamando al combate, porque el enemigo logró derribar el portón principal del lado Norte de la muralla.

Dinar arriada de espada, junto a sus doncellas y su sirviente, defendió la brecha rota del portón del Norte, porque allí también tenía ella su mansión, entonces vio una gran cantidad de enemigos lanzarse sobre Ella y sus sirvientes, entonces gritó:

-¡El cielo que mire esto y nos ayude a salir de Ellos! Porque no es justo, son 100 contra uno de los nuestros.

Asustada Dinar al ver a su doncella más amada en poder de sus enemigos, se lanzó tras Ellos con gran valentía, pero un enemigo escondido detrás de la columna principal del portón caído se adelantó, y a traición, clavó su espada en la espalda de Dina, saliendo su punta al otro lado, después cayó al piso sangrando y dio un grito de dolor desmayándose ...

En ese instante, ella despertó de su sueño pesado, gritando de dolor y tocándose con las ruanos todo su cuerpo. Aterrorizado entró su padre en la habitación, que justo volvía del trabajo, y le pregunta:

-¡Oh! Has tenido un sueño que te, ha asustado, porque ya son las 5 de la tarde, y no acostumbras dormir basta esta hora.

Pero Ella no estaba bien en si en ese momento, tocándose la cabeza le pidió un vaso de agua, porque sentía un fuerte dolor de espalda y no se sentía bien. Mientras que le decía que sólo había sido una pesadilla, que ya estaba en la realidad y pronto se sentiría bien.

Aquel día calló su padre por lo acontecido a su hija, pero ella reconoció que lo que le sucedió había que analizarlo con cuidado, porque además había algo extraño.

A partir de ese día cambió la conducta de la joven, se tornó callada y solitaria, no quería hablar con nadie, su comunicación cada día que pasaba, se cernía en pensar en lo que pasó con ella y el pueblo del Rey.


CAPÍTULO 3

Al otro día muy temprano antes de irse su padre al trabajo, Dina ya le tenía listo el desayuno y su vianda. Y curiosamente preguntó a su padre, si cómo se llamaría su hermano, y éste sonriendo feliz le contesta:

-¿Cómo querrías tú, que tu hermano se llame? Para que tú seas feliz y le hagas fácil la vida con tu ayuda, porque tu madre y yo estamos entrados en años.

Emocionada, ella se levanta de donde estaba sentada y abraza a su padre, mientras le dice:

-¡Claro! Seré la mejor de las hermanas y al mismo tiempo le serviré de madre y padre, si así la ocasión lo requiriere.

-Yo sabía, mi hija, que podría contar contigo en todo y para todo. Gracias por tu apoyo.

-Pero papá, no me dijo todavía si cómo se llamará el varón de la casa. . .-saliendo a la calle desde la vereda le contesta:

-El se llamará como su abuelo ... Daniel

-Dina quedó sola esa mañana y pensó en lo que pasó el día anterior- en su sueño, y no podía dejar de pensar en ello. Sí, yo escuché que el principal del Rey se llamaba Daniel. Y también, ¿Qué será de las riquezas que me obligaron los Heteos a dejar en la Ciudad Luz?.

Un rato más tarde, Ella se fue a la Sanidad junto a su madre, le contó la plática que tuvo con su padre y le dijo del nombre que él tenía en mente, además por ser el nombre del abuelo, Daniel. Esto también agradó a la madre porque decía que lo consideraba muy justo.

Al tercer día le dieron de alta, y Ester se fue con su hijo a casa. Y todo el tiempo Ella y su madre, cuidaron del niño y de no cometer algún error, y tuvieron prudencia ante los curiosos amigos, porque todos venían a desearles felicidades y saber cómo fue el "parto sin dolor", en un mundo lleno de angustias y penas.

Pasaba el tiempo y el niño crecía sin causar ninguna molestia, hasta que cumplió los 5 años de edad. Luego desde ese día ganaba peso y altura. Y cada día que pasaba tenía que hacer alguna travesura: "Como ahuyentar las gallinas cuando su madre les daba de comer, o corría el cerdo en el corral y se subía a los árboles más altos". Pero crecía como un niño feliz y saludable.

Aunque la travesura era molesta, para su madre y Dina, porque a cada rato tenían que prestarle ayuda en su diablura.

Y al cumplir 6 años de edad el Muchacho ingresó a la Escuela Primaria Municipal de Encarnación. Después cada día su madre recibía quejas de parte sus maestras.

Un día sábado Dina y su madre tuvieron que ir de compras a la Feria, por unas horas v dejaron al niño Daniel solo, pero le previnieron y le instruyeron de como estar solo, prometiéndole que si se portaba bien y no tocaba nada, recibiría un premio por su buen comportamiento.

Además, en la noche iría con ellas al parque de diversiones en Loma Clavel, a pasar unas horas en la calesita.

Las dos se decían que quizás era más fácil atar dos torbellinos de viento juntos que mantener a Daniel quieto. Una vez que, el niño quedó solo en la sala por indicación de su madre, y al cabo de 20 minutos el Muchacho salió al jardín de enfrente.

Porque escuchó que alguien le estaba llamando entre las plantas, una vez allí se encontró con una turba de jovencitos, que venían odiándole por su mala conducta en la escuela; como diez de ellos de su misma edad y otros mayores, cayeron sobre él golpeándolo con odio y furia.

Después de eso todos los padres del barrio se reunieron frente a la casa gritando:

-¡Saquen al diablo de Daniel afuera! Y será echado al río Paraná . ..- en ese momento llegaron la madre y su hermana, cuando vieron la turba frente a su casa sintieron un gran temor, porque no sabían lo que estaba sucediendo allí.

Cuando descubrieron en el piso de la vereda a los muchachos, tendidos, con sangre en la boca y moretones en la cara, otros tenían los brazos rotos y las piernas.

Entonces exclamaron:

-¡Dios mío! ¿Qué pasó aquí con los jovencitos? ¿Fueron sorprendidos por algún huracán?-pero los vecinos, con los ojos encendidos de odio y disgusto dijeron unánimemente:

-¡Si, esto es obra del hereje de tu hijo Daniel! Él fue quien les hizo esto a nuestros hijos-el asombro de las dos fue grande, porque no podía creer, que el niño podía tener tal tempestad en su cuerpo y espíritu.­- luego Dina les dijo:

-¡Cómo! ¿No tienen vergüenza al venir hoy frente a mi casa, y querer linchar a un inocente. niño de tan solo 7 años de edad?-mas esto enfureció a los vecinos, luego juramentaron quemar la casa con todo lo que tenía adentro, porque ese niño nacido "sin dolor" no podía vivir en aquel barrio.

Pero cuando Dina vio las intenciones de Ellos, volvió hablar fuertemente, para que todos escucharan lo que Ella tenía que decirles:

-¡Señores, están llenos de ira y no saben lo que están diciendo! Les ruego que vuelvan a sus casas y cuando todo esté en calma, mi madre y yo, con el jovencito de mi hermano, iremos casa por casa a pedirles disculpas, por lo sucedido aquí ¡Por favor, váyanse!

Pues la multitud crecía en número porque la calle estaba cerrada y bloqueada, todos con la misma petición de llevar al niño al Paraná y esperar qué hacían las pirañas con él, porque no queremos un ser de esta naturaleza-decían.

Al ver Dina que estaban decididos a cumplir lo que se proponían, ya que venían armados con palos y machetes, se acordó de la gran batalla que libro con los heteos, y el Rey.

Entonces se armó de un madero sacado del quinchado, y se propuso defender a su hermano y a su madre, que ya eran victimas de aquella turba. Entró en acción y repartió golpes por doquier, después contaban los vecinos que habían visto pelear a Dina como un rayo.

Cuando fue avisarla la policía de la Delegación de Gobierno, llegaron un poco tarde, porque Dina y Daniel habían acabado con los atacantes, que eran como mil doscientas personas.

Cuerpos tendidos por todas partes, brazos rotos, piernas dislocadas, moretones y bocas sangrada. Al llegar el oficial de policía sólo encontró a Dina, Daniel y su madre, parados y con los rostros limpios y frescos. Asombrado el policía hacía las preguntas:

-¡Señorita! ¿Qué viento o qué mil demonios pasaron por aquí? ¿Quién le golpeó a tanta gente en pocos minutos? Aquí parece que cayó una centella. ¡Dígame!, ¿Qué fue exactamente lo que pasó aquí? ¡Porque esto es increíble!

Dina también sintió un gran temor al ver lo sucedido, porque ella estaba consciente que estaba en la Ciudad de Encarnación, y no en la batalla del Rey.

Ninguno de los tres podía responder nada, sólo se oían llantos de dolor y quejas. Entonces el oficial ordenó arrestar a los tres, y fueron llevados a la Delegación de Gobierno.

Mientras ellos fueron conducidos presos, los vecinos que quedaron sanos ayudaban a los heridos, y otros entraron en la casa de Dina para prenderle fuego, como estaban diciendo todos ellos: "muerto el perro, terminó la rabia".

Grande fue la sorpresa de los incendiarios, porque no pudieron avivar las llamas ya que se apagaba solo, nunca se pudo empezar; al contrario, sintieron un gran sueño y salieron bostezando de la propiedad ajena.

En la Delegación de Gobierno no pudieron encontrar delito alguno en contra de los tres. Entonces el oficial principal dijo, a los acusadores que Dina y Daniel sólo se defendieron de sus atacantes, por eso son inocentes.

Después nunca cesaron los problemas en la casa, unas veces por culpa de Dina y otras de Daniel, y así fueron pasando los años ...

Hasta que unos días de invierno, la madre enfermó de pulmonía, y poseso de su vejez, se agravó su estado de salud, preocupados Dina y su padre la llevaron al hospital, pero allí falleció.

Luego los tres le lloraron por muchos días, porque recordaron que hasta su vejez fue buena y hacendosa, manteniendo la familia en unión y amor.

Fue digna mujer de ser alabada, no solamente por los suyos sino también por todos los que la conocieron, porque fue una mujer Encarnacena de muchas virtudes.


CAPÍTULO 4

Y Daniel, un adolescente precoz, dulce y bello en gran manera, desde las plantas de sus pies Hasta la coronilla de su cabeza, por lo que todas las mujeres lo alababan, también por su candor varonil, más el celo, esgrimía un odio pasional de parte de los hombres Encarnaceno.

Él tuvo que dejar todo por amor a su hermana, que tanto Hizo por él y su anciano padre, y se puso a trabajar de contratista en la industria de la construcción de casas.

Fue privilegiado en los contratos, porque las mujeres le alababan, creando así más odio que dinero, pero la prudencia y los buenos consejos de su hermana, calmaba su mal humor y lo hacían soportar.

Pero un día, cansada Dina de todo lo sufrido, les dijo en voz alta, delante de todos en el mercado:

-¡Daniel, mi Hermano, será nuestro Presidente en el Paraguay ... muy pronto!-éstas palabras bastaron para formar en ese mismo momento, una turba secretar con pretensiones de atentar contra la vida del joven.

Le hicieron emboscadas sus enemigos, pero siempre salió ileso. Por eso una noche tomaron las cosas más livianas y a su anciano padre, apoyado en la oscuridad, fueron para tomar la diligencia a Campichuelo, donde tienen sus tías y algunos parientes.

No antes Dina, las pocas alhajas que su madre le dejó y de ellos puso en un canasto y el jarrón mágico tapado con un mantel, para que pareciera que llevaba merienda para el camino.

Cuando llegaron a la terminal de la Diligencia del Interior, compraron disimuladamente tres pasajes al pueblo de sus parientes. A la medianoche abordaron el vehículo y fueron camino a Campichuelo.

Pero el expendedor de boletos era uno de los que juramentaron matar a Daniel y Dina. Este llamó a todos sus secuaces para perseguir la diligencia, hasta la curva de Los Tres Cerros y allí darles muerte a los tres.

Cuando rayaba el alba llegaron a la curva en un paraje llamado Las Margaritas. Todos bajaron para servirse un buen desayuno. Se sentaron a la mesa a tomar su café con leche, y de pronto llegó la turba de los agitadores de Encarnación, y sin mediar palabra sólo decían: ¡Muerte al, sin dolor!-esgrimiendo garrotes y disparando sus armas asustaron a todos en el paraje.

Y cuando hallaron a Daniel, le taparon con un poncho y le entraron a golpes, pero uno se adelantó con su revólver en mano, para poner punto final a la vida del joven.

Al ver Dina el peligro en que estaban, le dijo a su padre que rápida­mente saliera afuera, y por la premura del tiempo la joven tuvo que hacer una horrenda decisión para salvar a su Hermano de una muerte segura.

Con la velocidad del rayo actuó cortándole la cabeza, con una cuchilla de arado que estaba en el piso al agresor; al ver esto, los demás se llenaron de espanto y corrieron, cuando ella vio el rostro del muerto, quedó estupefacta al reconocer en él a Rafael.

Entre sollozos, dijo a su hermano que el destino le ha jugado una mala pasada, porque había matado a quien ella estaba amando en secreto.

Al ver esta burla del destino, Daniel se llenó de ira y se armó de unas boleadoras y persiguió a sus atacantes matando a pedradas a todos ellos, sin que pudiera escapar ninguno. Aterrorizados los presentes por lo sucedido, se limitaron a decirle a los tres, que la huida al Alto Paraná era la única solución posible, antes que llegara la Caballería por ellos.

Ese día ellos se hicieron fugitivos de la ley; internándose en la selva y la serranía del Alto Paraná. Después de una semana de caminar entre juncos y espinas en la espesura, llegaron a un paraje solitario. Dina muy pensativa dijo, que sería imposible que llegara la civilización con su justicia hasta allí por ellos.

Daniel recorrió los alrededores mientras que Dina y su padre descansaban a orillas de un arroyuelo. Después de recorrer un buen tramo Daniel regresó junto a los suyos diciendo:

-Descubrí un hueco en una caverna en un árbol de Alecrín, que muy bien nos podría servir de albergue.

Allí fueron los tres, pensando resguardarse de una intensa tormenta, que vertía acercándose y que ya dejaba caer las primeras gotas de lluvia, con sus primeras ráfagas de viento. Primero tuvieron que ahuyentar a un tigre que tenía su guarida en el tronco del árbol.

Al fin estuvieron guarecidos los tres y a salvo de la intensa lluvia y frío que azotaban el lugar. Dina, preparaba algunos alimentos con frutas silvestres, que habían recogido por el camino, así también algunos peces del arroyo que había pescado el joven. De esa manera lograron tranquili­zarse al verse guarecidos y escondidos del mundo.

Todos los días Daniel caminaba por el bosque cercano, para cazar algún venado y patos en la costa del lago, en una bahía, de esa manera tenían asegurados los alimentos. Los dos lo pasaban bien, pero el anciano padre no podía adaptarse a esta forma de vivir, estaba acostumbrado a una vida más agradable entre sus compañeros de trabajo, y sus alegres vecinos que le prodigaban sus respetos.

Pero ambos le consuelan con palabras, mientras que Dina le contó del jarrón, aunque el anciano nada entendió. Porque nunca le hablaron de la presencia del jarrón mágico en la casa, ya que a partir de aquel día la suerte de todos cambió.

También los dos pasaron a ser dos seres abominables en la ciudad de Encarnación, porque en una desgracia o como se dice:

-mala suerte, nadie podría estar a favor de ellos en ningún Tribunal de justicia. Dina ese día al ver a su anciano padre llorar, también dejó correr sus lágrimas por tanta desgracia.

Al volver Daniel de cazar pidió a su hermana y a su padre que alegraran sus almas, porque había hallado una cascada en el torrente del arroyo, una piscina natural de aguas cristalinas, para bañarse los tres allí todo el tiempo que desearan.

Esta noticia alegró a su padre porque decía que siempre deseó bañarse en un lugar así, y allá se fueron gozosos para tomar un buen baño. Al contemplar aquella maravilla de la naturaleza, el anciano suspiró diciéndole a Daniel, que este había sido el mejor regalo que podían tener en esos momentos y se bañaron.

Al cabo de dos horas de gran regocijo, ya que el sol calentaba los alrededores, los animales asomaban a la orilla del agua para beber, pero entre ellos también venía una sedienta y hambrienta "Boa" constrictora. El anciano no pudo nadar ni moverse de su lugar, como hipnotizado por el animal quedó a su voluntad, quien en contados segundos le envolvió con su pesado cuerpo oprimiéndole.

Daniel estaba más cerca de su padre y fue en su ayuda tornando de la cabeza al animal, trató de asfixiarlo. Lucharon en el agua tanto la bestia para no perder su presa, como el joven para salvar a su padre, después de recibir ayuda de parte de la joven.

El animal aflojó, el anciano reía a carcajadas, pero todavía preso del pánico que le había causado el sentirse envuelto, por tan peligrosa alimaña.

-¡Este fue siempre mi plato favorito! Un viejo sueño de mi infancia que siempre deseé, pelear y luchar con un monstruo de este tamaño­-dijo. Luego volvieron al refugio.

Todavía en el camino fueron objeto nuevamente de otro ataque, esta vez fue una bandada de murciélagos vampiros que pululaban en aquel lugar, nuevamente tuvieron que luchar los dos para salvar a su anciano padre.

Ese día fue de horror y coraje para los tres, porque jamás pensaron pasar por esos momentos. Al fin, dentro del refugio, Dina mira a su padre y trata de explicarle lo que estaban viviendo por culpa del poder del jarrón mágico, pero el anciano prefirió descansar diciendo que otro día hablarían de ese asunto.

El camino pedregoso al bañadero hirió los pies del anciano, por eso Daniel fue por algunas plantas medicinales, para curarle sus heridas.


CAPITULO 5

Luego pasaba el tiempo sobre los tres en la selva, hasta que un día el padre se recostó en un sillón de mimbre que Daniel le había hecho. Llamó a sus dos hijos, porque se sentía muy avanzado en edad y enfermo, por lo tanto quería estar en paz con ellos. Pero antes que el anciano comenzara hablar Dina se brindó para ofrecer una plegaria de misericordia, ya que también ella estaba decidida a buscar el perdón que tanto necesitaba su alma.

Pero al ver aquel objeto en manos de su hija, el anciano pregunta:

-¡Hija mía! ¿Qué es ese jarrón que tienes en tus manos? ¿Y de dónde lo sacaste, qué hace en tus manos ese objeto extraño?-sorprendida ella por la mirada cansada de su padre, no pudo encontrar palabras para responderle.

Se sintió enervar su alma y sólo pudo llorar, recordando la gran tragedia que habían pasado por culpa del jarrón, además, su anciano padre vino sufriendo inocentemente, por amor a sus hijos, y también se vio envuelto en la virulenta vida de desgracias, llantos y dolor, por tanto tiempo, y le dijo.

-¡Padre! Hace muchos días que traté de explicarte, la razón de tantos problemas que tenemos Daniel y yo, y sufriendo tú las consecuen­cias de nuestra mala suerte.

-Dime, hija mía. ¿A qué llamas mala suerte? Sólo es que cada día, estoy viendo que tanto tú como tu hermano se defiende nada más, que eso.

-¡No padre! ¿Tú te recuerdas de la maestra Claudia?.

-¡Sí, claro que sí! ¿Cómo no voy a recordar a tu maestra de portugués, la señora Claudia? Sí, recuerdo ... Sus padres fueron antropólogos y muchos descubrimientos realizaron en las ruinas de los reyes del Medio Oriente, y su madre fue experta en religiones antiguas, además, coleccionaba objetos de sectas desaparecidas ...

-¡Cómo! ¿Qué quieres decir coneso de que coleccionaba objetos de sectas desaparecidas? ¿Cuáles pueden ser esos? ¿Acaso el jarrón mágico es uno de ello?.        

-Ya lo creo, hija mía. Y no tan sólo el jarrón mágico, sino muchos objetos paganos más hay por ahí que fueron de ellos.

-¿En qué civilización fue eso? Porque presiento que este jarrón es uno de esos objetos pertenecientes a alguna religión. Además, desde aquel día, te juro padre, cayó sobre la familia corno una maldición-pero Dina no se percató de la presencia del joven a la entrada del refugio, y él escuchó el relato de todo aquel secreto guardado por su hermana, tampoco él podía entender bien, sólo sentía en su corazón una gran inquietud del amor al Poder, a cualquier precio. ¿Qué mejor ocasión queésta, pensó en su corazón?.

Porque en su experiencia, en lo que vio en su hermana y en él propio, era posible llegar a ser un hombre poderoso, y con la ayuda del jarrón. Como despertando Dina de un profundo sueldo, de las intenciones de su hermano y le dice:

-¡No, Daniel! jamás te daré este jarrón y nunca lo tocarás con tus manos, ya oíste lo que dijo nuestro padre. ¿Cómo querrás un objeto de abominación tú?-aunque él, muy confiando en que todas las oportunida­des le eran propicias, pensó que sólo tenía que esperar un tiempo, por eso responde a su hermana con la menor importancia de la vida:

-No temas, hermana mía. Se hará todo lo que tú decidas, tus palabras son órdenes.

-Júrame, hermano mío ante nuestro padre, que nunca tocarás con tus manos el jarrón mágico-luego pasó a sentárse en el piso, frente a su hermana, Daniel trata de lisonjear y tranquilizarla:

-¡No temas! únicamente tú me enseñaras lo que viste y pasaste con ese jarrón mágico-así, el mentiroso embauco a su hermana, porque también le decía queél era más fuerte que ella y por lo tanto necesitaba estar en pleno conocimiento del secreto del jarrón, para así poder entre los dos tener una vida mejor en el futuro, y luego le dijo que era necesario que ellos fueran los dueños de los espíritus, para que éstos no enarcaran su destino.

Enseguida le convenció a la soñadora y ella razonó ante su hermano. Además, viendo las condiciones y la perspectiva que les esperaba, Ella contó desde el primer día, cuando doña Claudia vino a su casa con el jarrón mágico y lo que sucedió desde ese momento.

-Te agradezco mucho que confíes en mí.

-Mira, sólo yo sabía todo esto, por lo tanto fue un secreto que guardé ante papá y tú, ahora lo sabemos los tres, por lo tanto, desde este momento espero de ustedes una respuesta, para cambiar nuestras vidas.

Callado el joven mira a su hermana, pero ella no puede soportar ese silencio y le dice regañándole por ese carácter silencioso:

-Daniel ¿Porqué está tan callado? Te he contado toda la verdad, ya no hay ningún secreto para ti ni para nuestro padre-luego se dio vuelta él confianzudo para salir y la preguntona le tira del brazo para que conteste.

Pero Daniel con llanto abraza a su hermana, que a su vez llora también sin saber el motivo, entonces el joven trata de mostrarle el rostro blanco de su padre, recostado en el respaldar del sillón de mimbre.

Después no pudo soportar la escena, viendo el rostro pálido de su padre y se acercó para tocarle. El anciano estaba frío, y ella comprendió con dolor que había fallecido. Los dos hermanos lloraron juntos.

Pasado de esto, conforme a las circunstancias, Daniel se llenó de sabiduría y poder y enseñó a Dina a practicar con él las grandes divisiones de ejercicios mentales, y así aprendió a hacer uso de sus facultades.

Muchos días se prepararon para volver a la Ciudad Luz, en donde el Rey les dio por su valentía el 20% del despojo, y tenían una riqueza incalculable alla.

Los dos trataron de descifrar el tiempo que el jarrón les permitía ser transportados, y cuándo podían volver a su voluntad al Alto Paraná, y de esa manera traer todas las riquezas que Dina poseía en la Ciudad Luz, incluso traer también los sirvientes y las doncellas, para que vieran la gente de Encarnación, de lo contrario quedarse allá, para siempre con el Rey y su pueblo.

Hacían sus investigaciones y pruebas las 24 horas del día, pero sin atreverse a destapar el jarrón, sólo lo observaban en su exterior.

Hasta que un buen día el ambicioso hombre, notó que el jarrón tornaba un color azul fosforescente y sintió como un gran sueño. Entonces fue: que entendió que debía alejarse de su influencia, hasta conocerlo mejor y decía para sí mismo "Qué seria mejor, que él se adueñara de los espíritus, o que los espíritus cíe él".

Entonces investigó todo lo que tenía a su alcance, hablando con el jarrón llegó casi a dominar como el sacerdote de aquella secta religiosa en el siglo pasado, luego se vistió como uno de  ellos.

Después de esto, Dina se llenó de valentía, porque tenía que traer los alimentos y además merodeaba alrededor del lugar, más que el decidido sacerdote, y ella llegó a conocer palmo a palmo el lugar.


CAPÍTULO 6

Un día de neblina, la valiente mujer fue en el barrero de sal para cazar venados, pero por el camino encontró una doncella india de la Tribu Tonga. Cuando Dina le preguntó por qué ella se encontraba en aquel lugar desierto, sola, siendo tan peligroso, y ella le contestó que era la hija del brujo de la Tribu, y que accidentalmente se encontraba en el lugar, por un encargo de su padre.

Muy interesada Dina por el encargo y le preguntó de qué se trataba, y si ella podía ayudarla en algo, la doncella india contestó que si, que ella también podía ayudarla, ya que sólo se trataba de conseguir el cuerno de un chivo montés. Sonriente la heroína le dijo que sí, que ella tenía varios cuernos de ese animal.

La india, interesada, le ofreció muchas cosas, pero Dina también le preguntó para qué quería su padre los cuernos; la doncella le explicó que su padre ya se sentía viejo y nadie le quería creer ni hacerle caso en sus predicciones, y por culpa de eso la tribu venía sufriendo muchos castigos, por no prestar atención a las profecías de su padre, el brujo.

Luego las dos fueron a la choza, donde el sacerdote estaba atareados con el jarrón. Una vez allí, en presencia de él, la doncella se arrodilló y Daniel preguntó a su hermana, cómo había encontrado esa criatura tan bella, en esos lugares de la selva del Alto Paraná.

Al parecer bien, a los tres acordaron que podían hablar con el brujo de la tribu y comunicarle alguno de los poderes del jarrón, quizás de esa manera se llegaría nuevamente a restaurar la autoridad y credibilidad del brujo, de esa manera estaría haciendo un bien a la tribu Tonga, entonces Dina dijo:

-Enseñaremos al brujo a cambio de su hija, para que sea tú mujer- ­pero esto no agradó mucho a Daniel, porque su pensamiento era otro, como decía, que lo haría quizás después de volver de Ciudad Luz, con el tesoro.

Ese día ellos dieron varios cuernos de carnero, para que ella los entregara a su padre, para el oficio de sus encantos. La doncella se despidió. Al transcurrir dos semanas el brujo y su hija llegaron de visita y ellos estaban muy felices, luego les ofrecía sus regalos dejándolos descansar en el piso, frente a la entrada de la casa, saludando, luego les invitaron a entrar. Una vez frente a frente, el brujo le propone a Daniel tomar el gobierno de la Tribu, que en ese momento no tenía jefe, porque el poder le abandonó a su sacerdocio.

Entonces Daniel le propuso ayudarle, para que pudiera de nuevo ejercer su ministerio con honra. Estas palabras agradaron al brujo y él también dijo que la tribu podía contar con él como brujo, y sería agraciado con muchos favores de parte de la población.

Pero él preguntó cuáles eran esos bienes y el brujo contestó que contaría con muchas mujeres, oro, plata y toda suerte que él deseara en su corazón, sería una orden a los Tonga.

-Acepto, puede contar conmigo de inmediato-pero antes que el brujo contestara, la doncella se adelantó y dijo:

-¡Pero debes luchar con el titular! Y esa lucha consiste en golpearse a puño limpio, hasta que quede uno de los dos desmayado, y el perde­dor será, en este caso, el segundo, pero sin privilegio, excepto si muriera el titular, entonces el perdedor sucederá al que murió.

Pareció ser sueño ganado a Daniel, porque veía al brujo de más pequeño y se jactó con su hermana, dando a entender que muy fácilmente ganaría.

Adelantándose Dina, preguntó si se podía comenzar la lucha allí mismo por el poder; pero el brujo contestó que eso no era posible, pues el Consejo de Ancianos debía realizar la pelea.

-¿Qué impide realizar la pelea?-después se mostraron muy animados y confiados ambos Ministros del poder, se fueron junto a los ancianos de la tribu.

Por pedido especial de los dos y una unánime aclamación del pueblo, se vieron obligados los miembros del Consejo a realizar la pelea ese mismo día.

Al mediodía los dos se encontraron frente a frente, dentro de un cuadrilátero y en presencia de todo el pueblo, como testigo de quién sería el mejor.

Cuando el anciano principal dio la orden de iniciar la pelea, fue Daniel quien asestó el primer golpe feroz en la cara de su contrincante. Al cabo de cinco horas de salvaje pelea, Dina gritó para que detuvieran, antes que mataran a su hermano. Este se encontraba destrozado por sus ambiciones y los golpes no cesaban de caer sobre su rostro, entonces levantó los brazos en señal de rendición.

Dos guerreros de la tribu, ayudaron ese día llevarse a casa, a Dina y su hermano en una camilla de mimbre. Una vez dentro de su choza y la joven curó las heridas, con remedios caseros y recostándolo en su cama, le sirvió un buen té de hierbas, para calmar sus nervios y que durmiera.

Cuando él sacerdote del jarrón mágico, quedó profundamente dormido bajo la influencia del té, Dina también trató de tranquilizarse, pero no antes de ver que el objeto de la adoración no estaba en su lugar.

Grande fue la sorpresa de ella, y también al ver a Daniel con el rostro destrozado. Recién allí entendió el motivo de la paliza; y las fuerza del brujo dentro del cuadrilátero.

Al día siguiente muy de mañana, cuando vio a Daniel llorar de dolor y de rabia, por lo que le había acontecido, ella trató de calmarle, contán­dole los pormenores de lo sucedido, y le pidió que tuviera paciencia, porque esto tenía solución, la india- no podía saber nada del jarrón, sólo lo había llevado por curiosidad, al ver la belleza del objeto.

Consolado, propuso a Dina rescatarlo, entonces sugirió que usara la investidura de Segundo Brujo y fuera a investigar dónde se encontraba el tal.

Cuando ellos llegaron a la presencia del brujo, pero sin levantar la menor sospecha empezaron a buscar el jarrón, guardándose de cometer alguna imprudencia a los ojos de ellos, que estaban favorecido por el poder mágico, aunque quizás él misino no se diera cuenta. Al no ver por ninguna parte, Dina le dijo que pidiera al brujo que le permitiera entrar al templo de su dios, para adorarlo y luego marcharse a casa, hasta que él lo llame.

Muy complacido y cortés, el brujo accedió y les acompañó al templo que se encontraba en medio de la plaza, escoltado por media docena de centinelas armados.

Ya dentro del templo suspiró Dina aliviada, al ver al jarrón mágico entre los objetos del santuario. La muchacha pensó que sería cuestión de tiempo, para poder volverlo a tomar en sus manos.

También Daniel clavó seis ojos en él. Una vez terminado el servicio de adoración a todos los dioses, invocó por último al jarrón de su hija, que fue dedicado a sus dioses.

Fue momento para desollar. Dina y Daniel ya no podían soportar la emoción, al ver al brujo acercarse para tocar el mágico jarrón, pero no le fue posible porque su hija llegó y le miró trasmitiéndole algún secreto.

Nuevamente Dina recobró el ánimo, porque ella sabía que la persona que tocara el jarrón se prendaba de su cuerpo y el cambio era instantá­neo, porque el brillo azulado le era visible en ese momento.

Cuando terminó la primera, etapa de ese día, se despidieron con muchas lisonjas y febril engaño, más el brujo, mostrando supremacía en el ministerio, restó importancia a las adulaciones manifestadas.

Los dos hermanos se fueron cantando y danzando de gozo, iban levantando el polvo del camino de vuelta a casa. Ese día toda la tribu fue testigo de la felicidad y bendiciones con que habían sido favorecidos.

Ya que el pueblo hacía tiempo que había perdido el respeto al templo, cuando vieron esto, todos dijeron que había sido un milagro renovador otorgado por algún dios muy generoso que les visitaba. Por tanto también ellos danzaron y palmotearon las manos reuniéndose frente al templo, con gran alborozo y levantando una gran polvareda.

Al ver esto los dos hermanos les sobrecogió el temor, porque no sabían en qué aquello iba a parar y si esto fuera por la influencia del jarrón mágico o en verdad la bendición de algunos dioses muy generosos, que también tenían interés en hacer contacto con el jarrón.

Esto llenó de confusión a los dos, y se sentaron debajo de un árbol mirar lo que ellos estaban haciendo. Muy desanimado, Daniel cree que nunca más verán al jarrón. También desalentada y en su alma disgustada Dina trama venganza contra la doncella ladrona, maldiciéndola.

Muy apagados de espíritu ellos volvieron a casa y se dispusieron a dormir, enojados hasta morir. Pero Dina ideó algo para el día siguiente tratarían de recuperar el jarrón mágico, antes que fuera demasiado tarde

Muy temprano el día siguiente llegó la doncella hija del brujo. Dina despierta su gran talento y busca cómo hacer responsable a la hija de un noble, y dice:

-¿Qué harías, bella doncella, si alguien te robara un objeto valioso?­ pero la doncella fingió que nada interesante tenía que escuchar, le dije el recado que traía de parte de su padre:

-Que se presentara al mediodía en el molino, donde se encuentran los obreros del templo trabajando, y les dijo que su padre necesitaría la vela de cebo para la noche.

Después, sin prestar demasiada atención y no dar mucho crédito a ninguno de los dos, se va sin despedirse. Airada y con una gran cólera Dina la toma del brazo y le exige respeto; pero la doncella, coma sacudiéndose un mosquito, la tira al suelo de un empujón.

Al ver esto el segundo brujo se enciende en cólera, y se abalanza sobre la hija del brujo esperando disciplinarla, pero fue tanta la sorpresa de ambos, porque los dos recibieron su disciplina, como castigarle las nalgas a los juveniles.

Fue grande la humillación sufrida ese día, los dos hermanos se miraron cara a cara pensando hasta dónde llegarían las cosas, ya que había sido objeto de aberraciones por una dulce y esbelta mujer, que más bien sería una de las modelos más bellas del mundo, no la poseedora de una fuerza de elefante.

 

 






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