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Jorge Sáenz

  CONTAGIANDO SU PASIÓN POR LA MÚSICA, LUIS SZARÁN HA TRANSFORMADO LA VIDA DE MILES DE JÓVENES PARAGUAYOS - Fotografía : JORGE SÁENZ


CONTAGIANDO SU PASIÓN POR LA MÚSICA, LUIS SZARÁN HA TRANSFORMADO LA VIDA DE MILES DE JÓVENES PARAGUAYOS -  Fotografía : JORGE SÁENZ

CONTAGIANDO SU PASIÓN POR LA MÚSICA,

LUIS SZARÁN HA TRANSFORMADO LA VIDA DE MILES DE JÓVENES PARAGUAYOS.

 

 

Texto: BLÁS BRÍTEZ

 Fotografía: JORGE SÁENZ

Suena el teléfono. El eco característico de una llamada hecha al exterior me devuelve a la realidad. «Hola», me dice una voz perentoria, casi azorada. «Hola, Luis», le respondo, y mis palabras se espejan en el otro extremo de la línea telefónica, marcándome inescrupulosamente la distancia. «Te escucho apenas. Estoy en Hamburgo», me dice. El director de orquesta y compositor Luis Szarán atiende su teléfono móvil en el intervalo de un concierto en Alemania. Está tras bambalinas, y de fondo se oye lo que parece ser el murmullo entusiasta de los músicos paraguayos de la orquesta Sonidos de la Tierra, que muestra a Europa el temblor armónico de sus instrumentos fabricados con objetos reciclados. No puedo ser más inoportuno, me digo, pero extrañamente la situación no puede ser también menos ideal: lo llamo justamente para una entrevista sobre este mismo proyecto que lleva casi una década llenando de melodías el mundo con niños y jóvenes de toda la latitud paraguaya. «Hablamos a mi vuelta», me dice Szarán cuando le explico el motivo de mi llamada. Parece correr para tomar la batuta, para pararse frente a sus músicos, de espaldas al auditorio, y sacudir el cuerpo en espasmos provocados por la música nacional que celebra, en lejanas tierras, el Bicentenario de la independencia patria. El sonido del teléfono luego de cortada la comunicación se me antoja uno más de los sonidos de la tierra.

Szarán tenía ocho años cuando por primera vez los acordes de una guitarra lo embriagaron para siempre. Eran los de Cayo Sila Godoy

La familia del músico llegó a Paraguay en 1938, como otras que escapaban del nazismo que un año más tarde provocaría la Segunda Guerra Mundial, pero que ya llevaba varios años desatando una guerra particular contra los judíos. Sus padres y otros inmigrantes se asentaron en ciudades del sur del país: Encarnación, Carmen del Paraná, Yuty. Quince años después, el llanto de un niño que respondería al nombre de Luis se oyó en la ciudad conocida como la Perla del Sur.

 

 Tocar el piano también es un momento de reflexión para Luis Szarán

 

 

 

Szarán tenía ocho años cuando por primera vez los acordes de una guitarra lo embriagaron para siempre. Eran los de Cayo Sila Godoy, el gran guitarrista y compositor, quien un día ofreció un concierto en su escuela, en su natal Encarnación. «Me volví loco, corrí hasta mi casa y le dije a mi mamá: ‘Ya sé lo que quiero hacer en la vida’. Emocionada, me alzó y me miró a los ojos. ‘¿Qué es?’, me dijo. ‘Quiero ser músico’, le respondí». Ese niño, hijo de una madre que calificó su vocación artística de locura y de un padre que ejecutaba mediocremente el violín, lleva más de cuatro décadas sacándole belleza a la vida por medio de la música.

Disfruto mucho más creando oportunidades para demostrar el talento de los jóvenes paraguayos, que recibiendo aplausos en un escenario.

A los doce años tocaba la guitarra clásica. El maestro José Luis Miranda, un hombre central en su formación así como en la de una gran cantidad de músicos paraguayos, solía ir regularmente a Encarnación y conocía a la familia Szarán. Luego de escucharlo tocar varias veces la guitarra le dijo que tenía talento y que le regalaría una beca para estudiar si se mudaba a Asunción. «Así, en conspiración con mi hermana mayor, Juana, vine a la capital y estudié con Miranda. A él le debo todo lo que soy profesionalmente. Me enseñó los secretos de la música, pero además valores como persona», dice Szarán con orgullo.

Este director de orquesta, en cuya herencia sonora resuenan los lamentos tuberculosos de Chopin y el dolor de la Polonia de sus padres, ha dirigido ya más de trescientos conciertos en todo el mundo, invitado por orquestas de París, Madrid, Hamburgo, y muchas otras ciudades europeas. Está a punto de cumplir sesenta años, y cuando cualquier otro músico se hubiera subido a la cresta de la ola para no bajar más de allí, Szarán prefiere otra cosa: «En este momento, que ya estoy de vuelta de moverme en un escenario por la vanidad de los aplausos, disfruto mucho más creando oportunidades para demostrar el talento de los jóvenes paraguayos».

 

 

Acaba de llegar de Europa, donde dio una serie de conciertos del Bicentenario con músicos paraguayos. Durante la gira, no pararon de llorar de emoción abrazando a compatriotas «que llegaron desde lejana distancia para celebrar juntos el Bicentenario; hay gente que vive y trabaja en Europa hace más de treinta años y, sin embargo, tiene su mente y su corazón en nuestro país, que tanto nos hace sufrir pero al que amamos con toda nuestra fuerza».

Admira a Vivaldi, por la originalidad temática; Bach, por la ciencia; Haydn, como músico emprendedor; Mozart por la belleza absoluta; Beethoven, por el espíritu revolucionario. Los músicos paraguayos no están ausentes, por supuesto, en su altar musical: José Asunción Flores, «el más grande y profundo de todos», Herminio Giménez, Carlos Lara Bareiro, Remberto Giménez, Juan Carlos Moreno González, «amigos míos todos y grandes artistas y personas». Y no se olvida de Agustín Barrios, «gloria paraguaya en el mundo».

Sin reproducir la imagen estereotipada que se tiene de los compositores e intérpretes de música culta, Szarán ama el folklore de todo el mundo, y lo mismo puede escuchar en la camioneta a «Quemil Yambay, Ramonita Vera y todos los de purahei jahe’o» que a Charly García.

Sonidos de la Tierra tiene ya émulos en varias partes del mundo y le ha valido varios premios. Aunque quizás, el premio más noble sea sencillamente compartir su pasión por la música, a la que considera «una explicación al misterio de la existencia humana».

 

SONIDOS DE LA TIERRA

A través de la formación de escuelas de música, agrupaciones musicales y asociaciones culturales, el proyecto posibilita el acceso directo a la educación musical de niños y jóvenes de escasos recursos en 72 comunidades del interior de Paraguay.

«Sonidos de la Tierra es de la gente», afirma Szarán. «En nueve años pasamos por más de 12.000 familias transformando no solo la vida de sus hijos sino la de las propias comunidades. Muchos chicos que andaban vagando por la calles o patoteando hoy son ciudadanos ejemplares.

Aprendieron a quererse a sí mismos, a respetar a los demás.» Y por supuesto, no es despreciable la cantidad de nuevos talentos musicales descubiertos a lo largo de todos estos años y formados con un nivel óptimo de conocimiento.

 

Fuente digital: http://forma.com.py/musica/2011/11/01/luis-szaran/

Espacio web: forma. com.py

Registro de enlace actualizado: Marzo 2012

 

 

 

 

 

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