SEIS EJERCICIOS MUSEOGRÁFICOS CHILENOS
OSVALDO SALERNO
(EN LA PRIMERA TRIENAL DE CHILE)
FUNDACIÓN RICARDO MIGLIORISI
Fuente digital:
http://www.fundacionmigliorisi.org.py
SOBRE LA MUESTRA
Hay una partida inicial en el trabajo museográfico de la Trienal de Chile de Osvaldo Salerno que no es meramente un cambio de palabras, sino una posición teórica desde donde se resuelve en el espacio los deseos y las ideas de un conjunto de curadores diversos.
El desplazamiento de museografía a edición de espacios implica un pasaje a lo textual, a una retórica: todo espacio editado modifica su física para convertirse en discurso de convencimiento. Es un acto teleológico, más que técnico.
Editor de espacios constituye la aplicación concreta de la ambigüedad “editor de campos” -concepto del crítico chileno Justo Pastor Mellado- para señalar cómo las prácticas curatoriales inciden en las escenas locales generando la infraestructura cultural ausente.
Salerno potenció cada una de las apuestas subrayando su heterogeneidad; encontró el soporte físico preciso para cada objeto exhibido, la iluminación efectista o intimista que demandaba; propuso soluciones notables a los conflictos entre el espacio y las ideas de los curadores; generó un clima para cada muestra, que implicaba una experiencia estética particular y, sin embargo, una identidad visual de la Trienal.
Logró asimismo algo más difícil aún: desdibujó los límites entre la curaduría y el diseño de las exposiciones.
ROBERTO AMIGO
LOS LÍMITES MUSEOGRÁFICOS
La I Trienal de Chile se denominó Los límites porque involucró una reflexión acerca de la situación de extremo, corte y apertura que estremece las zonas linderas. La trienal trabajó las fronteras indecisas que separan los terrenos y los procedimientos del arte y enfatizan los contornos extraños del mapa chileno. Pero la trienal también tuvo ese título porque puso en acción el oscurecimiento de los límites entre el trabajo de la curaduría, la museografía y el hacer del artista.
El arte es hoy una operación de posiciones: dispone un hecho u objeto ante la mirada para que devenga obra. Es un hacer operativo: convierte en obra algo mediante su emplazamiento. La curaduría es la estrategia conceptual de ese emplazamiento. El curador concibe un discurso que permite articular la puesta en obra: propone secuencias, relatos o diagramas formales para que algo comparezca y diga algo nuevo; muestre algo nuevo.
Pero, en este momento, ya estamos en campos de lo museográfico: la disposición de la obra, su ubicación específica, requiere el oficio de quien maneja los dispositivos de la escena: las luces, los lugares, las interacciones de los objetos entre sí, las entradas de tales objetos o sucesos, las pausas. Esa puesta ante mirada (a partir de una apuesta curatorial) adquiere mayor densidad cuando el museógrafo trabaja poéticamente el espacio, es decir cuando es él mismo un artista. Esto ocurre en los montajes de Osvaldo Salerno, que piensa el espacio poniéndolo en cuestión; introduciendo instancias de ironía y crítica, capaces de trastornar el lugar de la muestra en escena activa de representaciones.
Por eso, las exposiciones museografiadas por Salerno en la I Trienal de Chile no se basaron en pura presentación estética de planteamientos curatoriales. Consistieron en intervenciones y manipulaciones que, realizadas en las salas, abrieron en ellas el espacio exhibitivo: una zona de conflicto entre los conceptos y las imágenes, entre las piezas instaladas y su valor de obra.
Ese modelo de museografía supone tres quehaceres. En primer lugar, bajar a tierra el guión de la curaduría. En segundo, realizar inflexiones en sí curatoriales, practicar incursiones en los ámbitos del concepto de la muestra: el museógrafo desafía al curador, discute con él y con él negocia localizaciones que involucran políticas de la mirada. En tercer lugar, el museógrafo se involucra en el quehacer creativo; no sólo trabaja con el artista para definir la posición de su trabajo, sino que concibe esta definición como una propuesta.
De este modo, la museografía de Osvaldo Salerno trabaja los límites entre la obra y el fuera de obra: su puesto, contingente, ante la mirada. Pero también constituye en sí una gran instalación. Los seis montajes realizados en la Trienal pueden ser considerados, en cada uno de ellos y en conjunto, como una obra, una puesta en sitio específico: el trazado de límites orientados no tanto a cerrar como a promover el deseo del otro lado.
TICIO ESCOBAR
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