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Lotte Schulz (+)

  PERGAMINO I, 1965 - Objeto de arte de LOTTE SCHULZ


PERGAMINO I, 1965 - Objeto de arte de LOTTE SCHULZ

PERGAMINO I/ PARCHMENT I, 1965

Dye on leather LOTTE SCHULZ

 

SALÓN ESSO DE ARTISTAS JÓVENES

Patrocinado por la Unión Panamericana y Esso

 

ESSO SALON OF YOUNG ARTISTS

Sponsored by Pan American Union and Esso

Washington, EE.UU., April 1965

 

 

LOTTE SCHULZ (Encarnación, Paraguay, 1925) is self-taught. Her works of painting and sculpture have appeared in exhibitions and competitions in Paraguay, as well as in Sao Paulo, Buenos Aires, Lugano, Tokyo, Madrid and Santiago. She has won awards in the Religious Art exhibition of Asuncion (1956), a Gold Medal in the "La Razon" contest of Buenos Aires (1960), and the Grand Prize of the National Arts Fund of Buenos Aires (1960).

LOTTE SCHULZ (Encarnación, 1925) es autodidacta. Con pintura y grabado ha participado en certámenes y muestras colectivas de Paraguay, así como en San Pablo, Buenos Aires, Lugano, Tokio, Madrid y Santiago. Entre los premios que ha merecido se cuentan el de Arte Religioso de Asunción (1956), una Medalla de Oro en el concurso "La Razón" de Buenos Aires (1960) y el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes de Buenos Aires (1960).

 

 

 

INTRODUCCIÓN

DEL CATÁLOGO DE LA EXPOSICIÓN

Pocos escépticos osarían hoy negar que Latinoamérica posee, como realidad patente y briosa, un arte conformado con elementos heterogéneos, disímiles, opuestos, pero que se integra y emite como una de las más sustanciales verdades culturales que nuestro continente haya gestado. En su poder y en su alcance, en su viabilidad, somos algunos los que creemos sin un asomo de duda desde hace años, más de veinte, quizás hasta treinta. La disimilitud de ese conglomerado que llamamos arte latinoamericano actual es el resultado de actitudes irrelacionadas en el tiempo y en el espacio.

Esas actitudes se pueden definir casi genéricamente. Por un lado, un movimiento nacional, recogido en sus fronteras, mas pleno de vigor; por otro, algún visionario, apostado como franco tirador; más allá, se prueba la existencia de alguna escuela de prédica provechosa en el acto de engendrar artistas; más acá, disuelto a veces en la incomprensión, o en la ignorancia del medio, surge algún grupo de febril tenacidad para llevar a cabo ideas plásticas sanas y certeras. Con estos elementos, sin mencionar nombre o lugar, se ha ido produciendo este fenómeno nuestro que ya goza de reconocimiento mientras va ganando jerarquía internacional.

Pero como toda creación es el resultado directo de conceptos o acciones individuales, hay que aclarar que esas actitudes que antes señalé eran generalmente producidas por artistas independientes, individuos cuyas ideas podían confluir y formar un todo más o menos estrecho de actividad común. De ahí nacían las escuelas y los movimientos. Otras veces han actuado solos, aislados, como anacoretas, inconformes, desajustados u hostiles contra medios adversos. Sus apostolados, si eran desoidos en su tiempo, poco después venían a encontrar resonancias y continuidad.

Esas personalidades que contribuyeron, en lo colectivo o en lo individual, a hacer el arte latinoamericano de esta época, nacieron en el siglo anterior o al principio de éste. Muchos han muerto ya. Los que quedan rebasan los sesenta o andan en vías de ser septuagenarios muy pronto. Ellos sirvieron, con ejemplar postura, para sentar las bases, abriendo nuevos cauces, o cerrando arcaicas posiciones, o redondeando ideas nuevas o sintetizando direcciones opuestas. Ellos dejaron, lista para germinar, la simiente de este chispazo de vida espiritual que, por afinidad de lenguas, de historia y de tradiciones, se llama el arte latinoamericano de nuestro tiempo.

El hecho ya fraguó. Es disímil, como antes dije, pero negarlo ahora sería acto de imperceptividad o de decadente esnobismo. Quizá el mérito máximo que le asista es esa disimilitud de posiciones tomadas bajo distintas circunstancias, que le dan la variedad y la riqueza, que son su principal atractivo. Puede asegurarse que Latinoamérica contribuye a la historia actual del arte con realizaciones que merecen incorporarse a la misma. Mas hay que comprobar, al propio tiempo, la indiferencia o el olvido que con respecto a nuestros pueblos rigen muchos textos con pretensiones de recoger dicha historia. Me refiero en especial a aquellos redactados en el Viejo Mundo, donde, si nuestra América aparece, y ésto sólo hace poco, es con artefactos de culturas anteriores al encuentro de los dos continentes, objetos a los que, también hasta muy recientemente, se les adjudicaba nada más que un interés científico o curioso, relacionado con la antropología o con la etnografía, en cuyos museos dormían el sueño de la ignorancia ajena hacia el arte de latitudes extrañas.

Hace más de cuarenta años que, desde México a la Patagonia, suceden cosas positivas en la plástica de estas tierras latinas de América y ya hasta los incrédulos de ayer en nuestro propio medio, comienzan a deslumbrarse hoy con lo que no habían sabido ver mientras ocurría bajo sus ojos. Por éso, para establecer la continuidad de esa sucesión de hechos había que constatar si los artistas que construyeron los cimientos, habían dejado un camino abierto a generaciones ulteriores. Aún más, a la generación de hoy. Así pues, nació la idea de este concurso.

Un día, la International Petroleum vino con una idea. Esta compañía afiliada a la organización Esso y con intereses en varios países latinoamericanos tenía un proyecto naciente y venía en busca de nuestra experiencia para llevarlo adelante. Con fe en el arte de Latinoamérica, le ofrecimos como instrumento nuestro ejercicio de veinte años consecutivos, esa acumulación de datos de primera mano que constituye nuestra División de Artes Visuales. La idea venía ya delineada: un concurso para los jóvenes pintores y escultores de nuestros países. En dos o tres entrevistas la maduramos en todos sus detalles. Ví enseguida el alcance del plan y sus ángulos más positivos.

El primero era el estímulo que esta justa podía significar para la juventud latinoamericana. De inmediato pensé también en cómo podía servir para explorar el estado presente del arte, dentro de una determinada generación que no había arribado aún al promedio cronológico que señala la madurez creativa. Por último vi con claridad que así era posible determinar, si lo había, el proceso de la tradición, el entronque con los mayores, los ligámenes con aquéllos que habían sentado los principios en que se sustentaba el arte nuevo en nuestra América.

En todo éso, además, se destacaba el hecho de que la industria, el capital privado, en un mundo libre, intervenía en el proceso de aliento al espíritu por medio de un acto de innegable trascendencia cultural. A ese acto, la Organización de los Estados Americanos contribuía, como afirmé antes, con la experiencia y con la fe de su División de Artes Visuales. Con su respaldo financiero a este planteamiento, la empresa Esso ponía de manifiesto un equilibrio saludable entre lo económico y lo cultural, equilibrio que las simplificaciones pragmáticas, que a veces corroen los altos niveles de mando, eluden, olvidan o atacan.

Con bastante premura, aunque gradualmente, se convocó a los salones en los países donde las sucursales de la empresa patrocinadora estaban dispuestas a cooperar de inmediato. La juventud concurrió. El número de participantes fué, en todos los casos, mayor del que se esperaba, dadas las limitaciones en los plazos para presentar los trabajos.

Surgieron nuevos nombres. Unos ganaban recompensas, otros afirmaban la promesa de una consagración ulterior, si este proyecto desembocara en futuros salones. Todas las direcciones del arte actual figuraban para ser juzgadas en la lid. También aparecieron nombres de prestigio que la edad permitía que concursaran. Los jurados, sin el menor asomo de duda, procedieron con cautela y con justa visión en sus deliberaciones. Si hubo margen de error, éste fué tan mínimo que podría considerarse como inexistente. Ahora, el resultado total, apreciado aquí en conjunto, arroja un balance hermoso, se constituye en una muestra donde se ha premiado la probidad y se ha respetado la jerarquía. Tras ellos está el fermento de una juventud continental que aceptó medir sus fuerzas y sabe que lo ha hecho en lucha de buena ley. Pero, además, para los que nos interesa el valor de lo imperecedero, hemos podido ver que la corriente sigue, que nuestra América continúa en una vía ascencional, porque la libertad en la expresión y la independencia en aceptar direcciones, no se ha detenido. Es decir, por encima de todo ésto, hemos sacado en consecuencia que la tradición está en pie, retando al destino.

JOSE GOMEZ SICRE

Jefe de la División de Artes Visuales

Departamento de Asuntos Culturales

Unión Panamericana

Washington, Abril 1965

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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