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NABEL FELIPE ESTRUC

  HÉRIB CAMPOS CERVERA (p.) - NOVECENTISTA OLVIDADO - Asesores investigativos: NABEL FELIPE ESTRUC y RAÚL AMARAL


HÉRIB CAMPOS CERVERA (p.) - NOVECENTISTA OLVIDADO - Asesores investigativos: NABEL FELIPE ESTRUC y RAÚL AMARAL

HÉRIB CAMPOS CERVERA (p.)

NOVECENTISTA OLVIDADO

PROSA Y POESIA

LUIS MARÍA MARTÍNEZ (COMPILADOR)

ASESORES INVESTIGATIVOS: NABEL FELIPE ESTRUC y RAÚL AMARAL

CRITERIO EDICIONES

Asunción – Paraguay

2006 (292 páginas)

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

            En realidad todo sucedió de manera inesperada. El gran conocedor del guaraní como del español, digno rioplatense -constructor no destructores como los protagonistas de la hecatombe de 1870- don Nabel Felipe Estruc, que colaboraba conmigo en la edición de la Revista de Cultura ESTUDIOS, vino trayéndome cierta vez un valioso artículo de Hérib Campos Cervera (padre), donde pergeñaba la labor de algunos de sus colegas periodistas: "Semblanzas periodísticas".

            Como la Revista insertaba cosas nuevas y viejas, pero con intención dinámica y esclarecedora, que es lo que es y debe ser la literatura -algo continuo, ni sesgado ni muerto-, lo alenté a don Nabel a que siguiese arrimándome más páginas del escritor prácticamente desconocido.

            Su labor de cosecha hizo que acopiase varias páginas, que ya era algo importante. Inmediatamente lo sustituí en vista de sus compromisos laborales, reuniendo mayor cantidad de escritos. Para orientarnos, solicitamos la asesoría de don Raúl Amaral. Lo que deseábamos, en realidad, era un trabajo sobre la personalidad e importancia del escritor, como que conocíamos su capacidad en la materia: los intelectuales del 900.

            El mismo nos orientó dándonos nombres de algunos diarios en los que había colaborado el escritor y estimó que serían suficientes dos centenares de páginas para tener el perfil real del mismo. Quedamos en que nos repartiríamos las tareas, y don Raúl comprometido en elaborar la introducción y las notas.

            Sin embargo, a poco tropezamos con una dificultad casi insalvable: obtener lo que escribiera Campos Cervera sobre Barrett, que considerábamos de fundamental importancia. Tan solo pares de años después pudimos acceder al material. Mas en esa espera había fallecido don Nabel y don Raúl, siempre embarcado en muchos trabajos y con la salud quebrantada -trabajaba, sin embargo, en su lecho de enfermo-, se vio imposibilitado de cumplir con lo acordado.

            Entonces, para no dejar el material sin utilidad alguna (teníamos ya acopiadas más de doscientas páginas, y siempre surgían más, y el tiempo transcurrido era ya excesivo), decidí llevar a la cima el trabajo, asumiendo todos los roles.

            Y me permito hacer esta pequeña digresión: lamento sinceramente que ya no estén entre nosotros Fernando y Rodrigo Díaz Pérez -parientes del escritor- y que pudieran ver lo prometido: el volumen con los numerosísimos escritos del prodigioso escritor. Las dificultades fueron mayores de lo esperado.

            Me adelanto en expresar mi gratitud al Dr. Alejandro Gatti, que dirige Intercontinental Editora y Criterio Ediciones, por facilitar el conocimiento del presente material, de un intelectual altamente representativo del pensamiento nacional.

            Estimamos que el volumen "Hérib Campos Cervera (p): un novecentista olvidado", título sugerido por don Raúl Amaral, sería uno de los más importantes aportes de las últimas tres décadas, tanto por contribuir a la reflexión a nivel del pensamiento nacional cuanto por alterar la paz de la crítica mecánica, repetitiva, que tiene entre nosotros la presencia del árbol viejo cuanto de su sombra insobornables, desde hace bastante tiempo.

 

            9 de marzo de 2006

Luis María Martínez

 

 

 

HERIB CAMPOS CERVERA (padre):

UN NOVECENTISTA OLVIDADO

 

Luis María Martínez

             Sin ningún género de dudas, Hérib Campos Cervera (padre), escritor del noveciento, fue alguien completamente olvidado y marginado por la crítica literaria. Es más, la difusión de su obra fue absolutamente nula (1).

            Escritor fecundo, de larga trayectoria, de indudable valía, no tuvo la suerte que alguien se arrimase y le diese eco y perennidad.

            Quizás su empecinada concepción crítica para tantas cosas -para la política, los políticos adocenados, para la literatura de pobreza conceptual y estética, para la materializada esterilidad del país, varias veces centenaria- escandalizó a la crítica moderada, tan dada a las tibiezas del hogar, e hizo que este escritor se ganara la desconsideración y el olvido. Olvido llamativo, de fecunda malignidad, practicada hasta hoy por quienes ejercitados en esta venenosa modalidad social, mezclan lo humoral, lo ideológico, lo antisocial, de aldeana vigencia: mencionémosle si hace buenas migas con nosotros, y olvidémosle si se mantiene lejos y no nos da la más mínima importancia, supuestamente merecida.

            Es el trato recibido generalmente por los inconformes, por quienes se muestran adversos al eufemismo, a la adulonería o al servilismo, y todo por tener la aceptación social y gozar de inveterada permanencia, algo así como agua posible de ser absorbida por todos. Los volterianos, de espíritu e intención, siempre reciben este tipo de maltrato. Más, a la larga se imponen y triunfan los tales, pese al furor y a la duración de los rechazos retrógrados y anémicos en significación e importancia. Y las ideas hasta ayer rechazadas: ¡se perennizan!

 

            SU VIDA

             Hérib Campos Cervera era hijo del profesor y periodista español Cristóbal Campos y Sánchez. Nació a bordo, navegando en un barco en el río Paraguay, en viaje rumbo a Asunción, en 1879 (2). Agreguemos que en 1902 recordará el escritor que su padre era profesor de Química, y que tenía título universitario adquirido en universidades europeas. "Mi madre (doña Aurelia Cabral de Cervera) -señala el escritor- me enseñó a vivir en sociedad. Aquí lo conocían todos -agrega- y en España lo mismo".

            Cuando en cierta oportunidad hicieron circular la especie de que no era paraguayo, que era argentino, él lo explicó muy bien en su artículo "Mi nacionalidad". En el mismo establecía que al nacer en aguas del río Paraguay y "ya bajo la jurisdicción de autoridades marítimas paraguayas", su padre lo anotó como paraguayo. "Prefiero ser paraguayo -dice entre otras cosas- porque lo soy" y porque "amo intensamente al Paraguay".

            Un hecho trágico empaña prontamente su existencia, a los diez años: su padre muere trágicamente en 1889, en el lugar denominado "Manorá". En el extenso poema "La ruta de Manorá", el poeta rememorará, con tintes dolorosos y de letanía, el homicidio: "¡Bien lo recuerdo!.../ ¡Jamás lo olvidaré!", repite una y otra vez.

            Se sabe que el padre don Cristóbal dictaba clases y realizaba su labor periodística en la capital y vivía en la Quinta de "Manorá" con "algunos peones encargados de limpiar los terrenos para una precaria labor agrícola". Regresaba generalmente éste al anochecer, recorriendo a tranco de caballo el largo camino (unas cincuenta cuadras) (3).

            Al parecer el Dr. Campos, de "temperamento combativo", dirigía un diario, donde "fustiga" y "era fustigado", pugna que le crea enemigos. Y en aquella época las enemistades políticas tenían "a menudo epílogo sangriento" (4). Así en la noche del 29 de setiembre de 1889 es asesinado el Dr. Campos y Sánchez, hecho nunca aclarado. "Aunque la voz populi lo nombró" (5). Quedaban así siete huérfanos y el octavo en camino.

            Posteriormente su hijo Hérib recordará en 1908 que "en el Paraguay se asesina a los buenos y se premia a los verdugos", cosa que sucede hasta el presente.

            Hérib cursa sus estudios en Asunción y poco después "prosigue la tradición paterna", es decir, se hace periodista. Publica sus primeros versos en diarios de Asunción y en la Revista del Instituto Paraguayo (6).

            En 1908 se presenta como candidato por Encarnación, el distrito, para diputado. (Su programa es curioso y llamativo para la época).

            En 1910 funda el diario "La Verdad", que era -opina Carlos R. Centurión- "un retén de avanzada". Colaboró igualmente en "La Época", "El Tiempo", "El Monitor" "Los Sucesos" "Colorado" en la Revista "Crónica" etc.

            Don Raúl Amaral lo calificará de "periodista polémico y poeta ocasional", y que perteneció a "la generación del 900".

            "En el año 1912 embarcóse para Europa. Desde Madrid y París envió colaboraciones de crítica de arte y de urbanismo. En Crónica, revista asuncena, fueron publicadas muchas de estas páginas. Colección de cartas hay suya, de subido valor literario" (7).

            Al marcharse deja una familia desintegrada: Su mujer, Alicia Díaz Pérez, quizás presa de la decepción o del desencanto por su quebrado matrimonio, se refugia poco después en el Ejército de Salvación de Santa Fe (Rca. Argentina), hasta su muerte. Según contó alguna vez el insigne poeta Juan Ramón Jiménez, Alicia era recordada en Madrid como recitadora de versos, donde gozaba de la admiración de poetas y artistas.

            Deja asimismo un hijo: Hérib, el futuro poeta de "Cenizas Redimidas", con tan sólo siete años, quien queda prácticamente huérfano en compañía de sus tíos. Experiencia de vida que indudablemente habría primado en la concepción dramática y dolorosa de toda su poesía. De este pasaje de vida del segundo Hérib, dirá el poeta Oscar Ferreiro: "Fue verdaderamente un niño abandonado por sus padres aún rodeado de la solicitud de sus parientes", agregando luego de manera severa: "Fue un hijo sin padres y un patriota sin patria".

            Por la ida de Hérib (padre) a Europa, decepcionado al parecer de la política y de los políticos, de lo irrelevante de la labor literaria, de la que no saca nada y tan sólo dolores y amarguras, quizás por apreturas económicas o en busca de mejores oportunidades (París por entonces era la meca universal de las artes), Ferreiro nuevamente trató, pensamos que desaprensivamente, de sepultarlo ética y literariamente de esta manera: "Pintoresco, espadachín y poeta, que vino, vivió y se fue del mundo haciendo diabluras increíbles" (8).

            Josefina Plá agregará otra mota al tigre: que a su paso por Buenos Aires en 1912 "llegó a formalizar compromiso con una distinguida señorita de la sociedad porteña, compromiso que en realidad no siguió adelante" (9).

            Campos Cervera justificará sin embargo su ida a Europa, en su artículo "Torquemada en la Paz", en julio de 1911, que no comprendemos si fue así: "He aceptado el cargo que me ofreció el gobierno actual...", donde pensaba abrir una oficina de propaganda para el Paraguay (10).

            En 1920 sabemos que vivió en París en compañía de su hermano, el ceramista Andrés. Ya en 1902, el escritor refería que tenía "parientes ilustres en Madrid, en Santander, en Úbeda y en otras partes de España".

            Fallece a los 43 años, en la capital francesa según Carlos R. Centurión y Oscar Ferreiro, en tanto que don Raúl Amaral informa de manera diferente: "Se sabe que murió y está sepultado en Madrid". Corría el año 1922.

 

            CRÍTICO PERTINAZ

             Hérib Campos Cervera se ufanaba sin rodeo alguno de que "no tengo pelos en la lengua y que digo las del barquero al más pintado siempre que lo juzgo conveniente que contesto la soberbia... con la soberbia y me burlo de las ridiculeces políticas y literarias".

            De escritores. En Juan E. O'Leary, Campos Cervera criticó "su tendencia patriótica altisonante -patriotera estaba por decir, agrega, "cosa que es la pura verdad-. Además padecía, señala, del "cáncer ercillesco", "al sentir la emoción artística no a través de su temperamento sino a través de los libros". (A pesar de todo O'Leary lo apreciaba de manera especial y emocionadamente lo recordará aún en 1957).

            De Ignacio A. Pane, que enviaba cartas desde Chile refiriendo sus impresiones, opinaba que éstas "solo transmitían puerilidades", e irónicamente sintetizará la importancia de tales misivas de la siguiente manera: "Al hablar de los modismos chilenos, nos dice que allá se usa mucho la partícula azo, para adjetivar de grado positivo, aumentativo y diminutivo. Así dirán en Chile, no me cabe duda alguna, cuando lean sus cartas: esto es un "macanazo".

            Critica a la vez tanto a O'Leary como a Pane porque estaban, decía, en la sociedad de "El Bombo Mutuo", al elogiarse mutuamente en columnas de "La Patria". ¡Malévolo recurso que sigue existiendo, alimentado por la amistad y el mal entendido espíritu de cuerpo!

            A Manuel Gondra, pese a llamarlo "maestro", le critica como a Eusebio Ayala, a Belisario Rivarola, a Gerónimo Zubizarreta y a Víctor Abente Haedo por su "inexplicable esterilidad".

            Mas don Hérib supo apreciar la real capacidad y valor de cada quien: de Rafael Barret dirá que "su pluma era el acontecimiento" y cuyas ideas "llenaron nuestro diminuto mundo intelectual" y muchísimas otras cosas más; de Blas Garay, que era "un prodigio de energía, siendo el más joven... que escribió más libros"; de Fulgencio R. Moreno, que era "un erudito reconocido y probado, investigador hábil y constante"; de Manuel Domínguez, que fue grande como intelectual, destacando además su generosidad; de Juan Silvano Godoy que "él solo con su Museo ha hecho por el Paraguay más que una generación". Elogiará igualmente a Cecilio Báez, a Teodosio González, a Alejandro Audibert y a muchos... a tantos.

 

            LO CULTURAL

             Expresará al respecto un pensamiento que tiene plena validez hasta la fecha: "En la tierra de la mandioca y del poncho, el saber y el carácter son objetos de burlas".

            El 15 de setiembre de 1908 dirá otra verdad de peso: "El Paraguay no ha tenido un solo gobierno que se preocupe de las letras". Es que todos los gobiernos han alentado tan poco el desarrollo del pensamiento en el país, y prácticamente para todos la cultura era y es algo irrelevante. (En el momento que comentamos esto: el país no cuenta con revista cultural de peso; la Biblioteca Nacional está poco menos que abandonada -se deterioran los materiales, se pierden importantes escritos (11)-, no existe una política de edición de libros de nuestros clásicos, y los escritores actuales carecen de todo recurso para editar lo que producen, todo..., todo evoluciona de manera errática). Lo único que prospera es la corrupción. Con poca plata todo podría solucionarse.

 

            DE LA REALIDAD POLÍTICA, ECONÓMICA Y SOCIAL

             Promovió tremenda acusación sobre la venta de las tierras públicas -cosa producida poco después de la hecatombe de 1870-, origen y maldición de los grandes latifundios actuales. "Departamentos enteros -dirá Campos Cervera- poblados por millares de familias pasaron del Estado a manos de la usura".

            Del estado económico del país dirá que es "raquítico", mencionando además que "nuestro desgraciado país tan bello, tan rico, tan lleno de sol y de luz", no merecería estar así.

            Menciona la perniciosidad de las minúsculas revueltas armadas para satisfacer ambiciones personales que "han arruinado a la República" e innumerables razones más sobre la politiquería.

            Estima que la juventud necesita ser estimulada y protegida, y que su destino "es vivir para crear; no vivir para comer", pues el verdadero patriota es aquel que se "gana su pedazo de pan con el sudor de su frente".

            No tiene mejor opinión de nuestra enredada justicia, de los abogados nada éticos, de los usureros, etc., y de aquellos que viven de la política: "Los vividores son los que viven de la política como los jugadores viven del juego". "Todos sus mandatarios -dirá en algún lugar- se han entregado a los manejos de la sucia política y no ha habido un solo Presidente que fundara un museo". Dirá que tales políticos son más conocidos por "ladrones y pícaros", ante todo -modalidad que sigue hasta la fecha- que por otra cosa.

            El militarismo tampoco escapó de sus certeros flechazos: "Nuestro país es pobre y no puede pagar centenas de militares". Y luego agrega algo muy radical: "Eliminar el Ejército, con lo que obtendríamos -dice el escritor- la verdadera revolución".

            También sostendrá algo tremendo de los partidos tradicionales (el Liberal y el Colorado): Que colapsaron. Un criterio parecido tuvo Blas Garay, a pocos años de la fundación de ambas agrupaciones, si se estima que éste ya desapareció en 1899, dijo: "Los partidos militantes de hoy día, y es verdad, ya no sirven, están gastados por una larga serie de desaciertos y errores". "Y así como están constituidos -agregará- son impotentes para realizar el bien".

            Campos Cervera meditará algo similar: "Los partidos tradicionales se han desacreditado y han envejecido con sus jefes. Que se han perdido; se han liquidado" (artículo del 14 de junio de 1911). Pocos días antes, el 30 de mayo del citado año, en otro artículo sostendrá esto que es contundente: "Todos los viejos (partidos), después de probados han fracasado".

            El escritor sabe que el remedio para todos los males estructurales del país se tendrá solo cuando "las masas" se decidan a "hacer algo", que son las que determinan el rumbo de la sociedad.

            Hérib Campos Cervera, Blas Garay, Delfín Chamorro, Ignacio A. Pane fueron quienes -y posteriormente lo serán Héctor L. Barrios, Ángel I. González, Eloy Fariña Núñez, y quizás algunos más- y repito: quienes poseyeron las mentes más receptivas para comprender que tanto el mundo material como el de las ideas, evolucionan o cambian sin detenerse. Así Campos Cervera sostendrá este pensamiento que para la época era algo avanzado, si se piensa que muchos de los escritores del noveciento estaban enfrascados en batallas, clarines y cañones generados por la guerra patriótica terminada en 1870: "El cristianismo tuvo sus mártires como ahora el socialismo y el anarquismo, como mañana, el movimiento que venga detrás de éstos".

            Sin embargo, este gran escritor no evitó valorar en algún momento la resistencia protagonizada por los paraguayos en la guerra de 1864-70. Con pena expresará este hondo sentir de su corazón: "Las cenizas de nuestros héroes es lo único que nos queda". Luego pasará a recordar que los europeos admiraban el valor desplegado por los paraguayos "por defender, palmo a palmo, el suelo de la patria".

 

            DEL GRAL. CABALLERO

             Su artículo titulado "Sensacional" llegará a provocar la exasperación del Gral. Bernardino Caballero, por su gestión como político. Denunciará el escritor algo grave: una tentativa de asesinato buscando acallarlo, de parte de sus partidarios. Mas felizmente nada pasó.

            Es que lo que dice Campos Cervera es urticante: "El general Caballero jamás ha sido patriota...". "El general Caballero debe todo lo que es al Imperio del Brasil". Luego dirá con sangrienta sinceridad: "El Partido Colorado debe repudiar a sus jefes porque representan la página más sucia de la historia del Paraguay", y sigue así con otras consideraciones de parecido jaez.

            Por todo lo que predicó, es bien difícil pensar que alguien de tal pensamiento sea promocionado. Es que Campos Cervera puso siempre el dedo en la llaga, pateó tantas veces la olla de los poderosos, quienes ficticiamente se creen infalibles e intocables. Fantasean con algo que en realidad -como bien lo señaló el escritor en algún otro lugar- es "un macanazo".

            La posición declarada por Campos Cervera chocaría desde luego con la actuación de los políticos profesionales -quienes tienen permanentemente el pensamiento puesto en qué es lo que pueden robar-: "Nosotros somos paraguayos de los que damos y no quitamos".

 

            ESCRITOR IMPORTANTE

             Lo cierto y lo concreto es que Hérib Campos Cervera (padre) fue escritor importantísimo, casi diríamos imprescindible para la comprensión a cabalidad de la vida cultural del 900. Fue pensador prodigioso, exuberante, que sintonizó con acierto todas las gamas de la vida política, cultural y social del país. ¡El más avanzado pensador del 900: su pluma auroral!

            Fue además inspirado poeta, poeta del amor y de profundas reflexiones. Y algo llamativo: que fue el lírico del Lago Ypacaraí. Dicho espejo de agua le suscitaba profunda admiración, que hasta parecía obnubilarle.

            Es obvio señalar: el trabajo sobre Rafael Barrett es realmente profundo, bello y sorprendente. Dio la dimensión humana, humanísima de Barrett, el justo perfil que correspondió a este ser único, sin las sutilezas de lo literario.

            No el del Barrett apostólico, casi mítico, de imaginada irrealidad; sino el del Barrett real, el hombre que estuvo a la altura de las circunstancias y de lo cotidiano.

            Me atrevería a decir que tan solo el ensayo sobre Barrett justificaría plenamente el valor de este libro. Quien ignore este escrito no llegará a comprender realmente quién fue Barrett, cómo se comportó frecuentemente, en qué soñó algunas veces, y cómo se manifestó en él las pequeñas y grandes emociones; pues fue, repito, el Barrett real, el que nos pintó Campos Cervera.

            Lo que expresó Oscar Ferreiro de este escritor a la luz de su contribución real al pensamiento y a la literatura nacionales, queda seriamente deslucido. Es cierto, "hizo diabluras increíbles", mas son de las que pertenecen al grupo de mentalidades singulares, a seres que sí son escritores, al cantar cantan cosas increíbles, y que al decir transmutan el verbo en algo indestructible, en cosa diamantina.

            Por algo se interesaron en sus trabajos -que no es poca cosa- don Miguel de Unamuno, don Ramón del Valle Inclán, José Enrique Rodó y don José Zorrilla de San Martín, y el centroamericano viajero y universal: Enrique Gómez Carrillo, de quien recibiera carta elogiosa en fecha 12 de setiembre de 1912, consignada en las últimas páginas de este libro.

            Hérib Campos Cervera (padre), dinámico y joven aún, de la selecta generación del 900, es el que menos ha envejecido, y sus escritos consagrarían este decir suyo, de manera vehemente:

            "Siempre es noble decir la verdad y más noble será siempre cuando se hiere uno a sí mismo".

 

            9 de marzo de 2006.

 

 

 

NOTAS

(1)       Josefina Plá en su extenso trabajo "Apuntes para una historia de la cultura paraguaya" ni lo menciona, a pesar de su parentesco por afinidad. Luego en el "Espíritu del fuego", biografía de Julián de la Herrería o Andrés Campos Cervera, hermano del escritor, reportará breve comentario del periodista extranjero Mario Pedro Arata y una nota. Tan poca objetividad llama la atención.

            Hugo Rodríguez Alcalá en todos los trabajos reunidos en la "Historia de la Literatura Paraguaya" no lo menciona, a pesar de que el escritor colaboró asiduamente en el diario dirigido por su padre José: "El Tiempo".

            Victorio V. Suárez en su "Literatura Paraguaya (1900-2000) lo hace una sola vez. Quienes lo destacaron fueron Carlos R. Centurión, Sinforiano Buzó Gómez, Raúl Amaral, Juan E. O'Leary, Natalicio González, Teresa Méndez-Faith. De no haber sido así, el escritor hubiese sido un nonato.

(2)       Carlos R. Centurión, "Historia de la Cultura Paraguaya", Tomo I, pág. 508.

(3)       Josefina Plá, "El espíritu del fuego", pág. 83.

(4 y 5) Id. Josefina Plá, obra citada.

(6)       Carlos R. Centurión, obra ya citada.

(7)       Carlos R. Centurión, obra ya citada.

(8)       Raúl Amaral, "Estudios Paraguayos", pág. 219.

(9)       Nota 29 de "El espíritu de fuego", ya citado.

(10)     Algo que ya evidenciaba sus penurias económicas en 1906. Aviso: H. Campos Cervera vende terrenos sobre la vía del eléctrico a 4 años de plazo y 20 veces más barato que V. Morra. Periódico Alón 16-VI-1906, o quizás su más seguro recurso: ¡Los escritores solo cuentan con el salario de la necesidad!

(11)     La verdad es que falta un organismo que acopie -munido de elementos de última generación- los numerosos escritos de muchas valiosas plumas: Fariña Núñez, F. R. Moreno, O'Leary, Eudoro Acosta Flores, Rafael Oddone, Ángel I. González, Alón, José Rodríguez Alcalá, Eugenio A. Garay, Manuel Gamarra, F. Toranzos Bardell, Héctor L. Barrios, Juan Vicente Ramírez, Heriberto Fernández, José D. Miranda, Manuel Verón de Astrada y tantos más que constituyen poderosa legión.

 

 

PROSA DE HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)

EL ALTRUISTA

             En verdad te digo que el altruista no existe. Ese que diga que es altruista, es el egoísta.

            Se miente mucho más a cara descubierta que por la espalda. El que grita para mentir es bien pagado.

            ¿El altruista está solo? No. Lo acompañan más y vive del altruismo.

            ¿Tú crees que el pobre es altruista?

            - Si.

            Pues crees mal: el pobre te engaña. ¿Acaso le ves trabajar para enriquecerse?

            Pobre es Sayé y hace de carbonero; pero Sayé quiere ser rico. ¡Imítale entonces y serás rico!

            Desconfía de los altruistas que hablan del altruismo. Si hay Judas, ellos son.

            ¿Tú crees que el altruista no tiene criados? ¡Ninguno es criado de sí mismo! Convéncete que en este mundo naces y estás solo si te falta la madre. ¿No tienes hermanos? ¿Y crees por ventura tener un solo amigo?

            Engáñate si quieres; pero has de saber que tu amigo eres tú mismo. La inteligencia. ¿Qué es ella?

            - La esencia quinta del mal.

            - ¿Y el corazón?

            - En verdad te digo que éste no existe. La inteligencia lo ha inventado para disfrutar la virtud.

            La virtud la tienes de niño, cuando aún no tienes inteligencia. He aquí la verdad.

            Besa a tu niño, y solo en sus labios hallarás la miel.

            La vida es el amor y el amor es el niño. Bésalo, él no te quiere pero tú sí.

            Bésalo de niño, que cuando sea grande, sabrás que no hubo sino uno solo, Jesús y todos son Judas.

            Besa al niño que le es igual el llanto que la risa.

            Tu hijo: eres tú mismo. Tiene de Dios, sólo la inocencia.

 

            (10-X-1908).

 

 

 

ESTÉTICA DEL AMOR

 

            Para Carlos Lelio

             Cuando habla el corazón existe siempre un tañido. Los poetas expresan un dolor, su desprecio y su nostalgia cuando traducen sus sentimientos en verso. El corazón herido intensamente se apoya para gemir en la tristeza de las rimas. Y cuando el poeta llora en el verso, es porque ha llorado al escribirlo. Heine y Bécquer agotaron su tesoro de sentimiento en sus poesías intensamente melancólicas. Amaron, sufrieron, idealizaron a la mujer imaginándola pura como las encías de un niño. La realidad espantosa de la vida chocó con sus sueños y entonces lloraron errantes y enlutados de melancolía sus propios idealismos imposibles. La mujer ideal no existe, lo que existe es el ideal mismo en el alma del artista. Y como este ideal persiste y nunca muere por lo mismo que el viaje de la imaginación continúa buscando el imposible, el poeta como el ruiseñor de la selva, es el ruiseñor de las almas, el mago músico que necesita escribir para escucharse a sí mismo, para engañarse a si propio, para desahogar su espantosa sed de lo soñado y vívido en su corazón brillante y fúlgido.

            Goethe sintió su Werther. Fue el alemán que más amó. Como a él no le amaron tanto como él quería que le amasen, castigó a las heroínas de sus pasiones en sus libros que ya nunca morían. Pero Goethe hizo prosa. Fue menos romántico que Heine y Gustavo Bécquer, fue menos artista. Superó a ellos incuestionablemente en su ciencia. Goethe llenó de asombro a los críticos por su colosal saber. Con un poco más de pasión sentimental y un poco menos de cerebro, si hubiera dejado a su corazón que hablase con más angustia que su alma, Goethe sería el augusto de los príncipes del arte.

            ¡Qué rimas nos hubiera dejado! ¡Qué cantidad de música y de sonrisas aladas para nuestra inspiración!

            Goethe buscó sus aventuras amorosas para impresionarse en la realidad de ellas y escribirlas después en sus dramas y en sus novelas. Sufría calculadoramente su dolor, amaba presintiendo que sus amores le valdrían una nueva creación.

            No se puede negar que supo amar. Las mujeres que leían sus cartas ya nunca le olvidarían. El sembraba una semilla inmortal, él inutilizaba a las mujeres que le amaron, porque ya esas mujeres acostumbradas al tóxico de su alma vivieron su recuerdo, amaron el ideal que es siempre superior al hombre, todas decían: ¡él o ninguno!

            Sabía Goethe que las heridas del corazón no se cicatrizan. Conocía el resorte de no ser olvidado. ¿Cómo iban a olvidar a su insuperable amigo? ¿Cómo iban a descubrir otro Goethe que formase en ellas el mundo que creó en sus sentidos morales? Goethe se encargaba por lo mismo de amar a mujeres muy inteligentes, muy grandes, para sentir emociones puramente estéticas. La mujer vulgar no existe para el autor de Werther. La vulgaridad nada podía inspirarle y dejaba a los vulgares que se vulgarizasen con ellas.

            Todas las mujeres que amó Goethe fueron inferiores a la inmensa aurora de su genio. Por eso no se casó sino de viejo y corrió su juventud libando en la miel de sus heroínas.

            Las mujeres son incapaces de un amor eterno. Ellas se engañan a sí mismas cuando juran amar hasta la muerte.

            Se explica que así sea porque el amor que es misticismo puro, que es inmaterial, que es etéreo como la luz del cielo, no llega al corazón de la mujer que nace exclusivamente para la maternidad y quiere ser madre apenas entre en los veinte años.

            Los grandes artistas que sienten mucho, buscan un tipo de mujer que no existe. Vano es su intento, su amor es una locura sublime.

            El único caso en la historia de un amor verdadero es el de Eloísa a su desdichado Abelardo. Aquella historia nunca se borrará del alma humana porque es el poema más patético que ha existido. Eloísa y Abelardo se amaron veinte años sin verse, el amor que se tuvieron jamás fue quebrantado.

            Abelardo al dejar el mundo se hizo mutilar y abandonó la vida de la materia. Eloísa no volvió sus ojos hacia otro hombre porque el a quien amó ya no era el mismo. Se encerró en su claustro, amó desde la celda y murió en el éxtasis de su pasión eterna, inmensa, imposible de vencer.

            Emilio Castelar fue azotado en su juventud por una ardiente pasión. Su novia no supo medir la grandeza de su genio y Castelar murió a los 70 años sin haber conocido mujer después de su rompimiento con su novia. Se consagró por entero a sus labores mentales.

            No existe quien le haya superado en la elocuencia ni en el mundo antiguo ni en el mundo moderno. Las más grandes arengas de Demóstenes son pequeñas notas junto a la orquesta Wagneriana de sus discursos.

            Comprendió Castelar que la joven a quien amó no iba a compartir con él las irreparables armonías de la música que llevaba dentro del alma y doblando hacia otra calle de amargura, llevó el blanco armiño de sus ideales a los picos del Tabor, a los mares helenos, a los palacios poblados de sus ninfas orientales. Aquel sublime artista había nacido en Atenas en una noche cubierta de estrellas rutilantes. El mundo de luz que había alumbrado su cuna, siguió reverberando como el espejo de los mares. Azul, eternamente azul, bañó su cuerpo gentil en aguas de montañas para que nadie le confundiese.

            Cuando se tiene conciencia de lo que valen la virtud y la honestidad, se necesita un justo aprecio de sí mismo para elegir una compañera. El hombre superior ocupa una posición imposible para hallarla. El amor eterno no existe en la realidad. Valle Inclán, con esa intuición maravillosa que destila en sus escritos, para no engañarse en sus libros con el ideal, sufriendo un cataclismo, dice de María Rosario:

            "Me propuse superar por ella a todos los amantes que en el mundo han sido. Pero tales juramentos de amor romántico, no fueron otra cosa que locuras gentiles y fugaces y que sin duda por eso me hicieron suspirar y sonreír toda la vida".

            Los amores deben ser gentiles y fugaces.

            Emilio Carrero lo dice en unos versos cuya música celestial suena en mis oídos cantando salmos de sirenas. No conozco en las letras castellanas poesía que le iguale y difícilmente el genio acierta a modular estrofas de tanta cadencia y sentimiento.

            Titula a sus versos Saudades. Para las almas que sienten y únicamente para ellas, transcribo la sedosa canción de este inmenso artista.

 

En el viejo balcón florecida

ella aparecía de blancos;

sus ojos azules me hicieron poeta

de tanto soñar al mirarlos.

 

Yo le hablaba de amor con palabras

que eran como estrellas, jazmines y nardos

que amor es un ciego ruiseñor que sabe

la divina música de un lenguaje mago.

 

¡Oh! Mi hora romántica del claro de luna

cómo añora el alma tu inefable ensalmo

porque ella tenía los ojos azules...

y yo veinte años!

 

En el viejo balcón ya no hay flores

la vida nos ha separado

y sólo en los magos espejos del alma

podré ver tus ojos profundos y claros.

 

La vida me abruma... ¡La vida,

losa de los sueños galanos!

Ya ante los balcones floridos

suena mal mi viejo violín romántico.

 

Nunca hemos de vernos. Tal vez se hundiría

al verla mi viejo palacio de encanto;

que ella ya no tiene los ojos tan puros...

ni yo veinte años!

 

            (Marzo 10 de 1912),

 

            ("EL TIEMPO", 18 de marzo de 1912).

 

 

 

PENSAMIENTOS DE HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)

 

¿Por qué se ríen de ti?

Porque creen que no ves.

Mas el que no mira es precisamente el que no ve. Se ríen de ti ignorando su ceguera. Si llegasen a verse, llorarían.

 ***

Te advierto que conviene pasar por loco y por ignorante en ciertos momentos de la vida. Aprende la chinche y de la cantárida su manera de hacer creer que no están vivas. Cuando te crean muerto, dirán de ti lo que sienten y entonces sabrás quién es Judas y quién es fariseo, quién te quiere, quién te vende, quién te desprecia.

Los luminosos deben debilitar la luz si quieren ver ciertas sombras. La oscuridad es necesaria para apreciar la luz. En el vacío hay seres, en la llama también los hay, en la oscuridad crecen y se multiplican los más numerosos.

No ardas siempre con la misma intensidad. Guarda el aceite de tu lámpara para cuando la noche sea larga y la necesites.

Los insignificantes se dan cuenta de su pequeñez cuando uno se aleja de ellos, cuando quedan solos, cuando se ven a oscuras.

¡Ese es el momento en que se redimen!

La soledad enseña lo que ignoramos. El dolor purifica el alma.

La debilidad da fuerza cuando hay que valerse de ella.

Siempre es útil desaparecer para que se aperciban de que uno existe.

 ***

En la ausencia, vivirán contigo.

 ***

La crueldad es justicia castigando el mal.

 ***

Ningún hombre bueno conscientemente aprueba los escándalos del disimulo ni las mentiras del engaño.

 ***

Debemos ser vengados sin ejercer venganza.

Dios premia o castiga la maldad y la virtud.

El que obra a impulsos de su corazón, no es responsable del mal que causa.

 ***

La belleza causa hastío, si la que se envanece de ella no tiene otras bellezas más sutiles.

La belleza del cuerpo es para un día, la del alma sigue hasta más allá del sepulcro. Lloramos lo material que perdemos.

 ***

El que quiere olvidar, olvida si sabe perdonar.

 ***

Mucho sufrir hizo los sonetos de Petrarca a Laura y mucho amar hizo Margarita a Fausto.

 ***

El que mucho aprieta para castigar, se castiga a sí mismo.

 ***

Todo el que se burla de los demás, acaba en el desprecio.

 ***

La virtud se alimenta de franqueza.

 ***

El amor es la publicidad del goce que la Naturaleza nos envía.

La perfidia se esconde en la falsa honradez.

Hay generosidades que son usuras.

Dios no perdona que se haga lo que Él puede ver.

 

"(COLORADO", 8 de julio de 1912).

 

 

 

 

 

 

 

HÉRIB CAMPOS CERVERA

Por FORTUNATO TORANZOS BARDEL

            Ya una vez, en el desaparecido diario LOS SUCESOS, hablé de la triste circunstancia de cómo entre nosotros se desconoce profundamente el tesoro de las más preciadas joyas poéticas americanas. Cité entonces La Torcaz de Pío Viquez, el Pienso en Ti de Batres Montúfar, el glorioso Nocturno de Asunción Silva y otros contados rayos de sol poético que iluminan nuestras tristezas, haciéndonos olvidar tantas desolaciones.

            Un triste placer experimento ahora al renovar aquellas mis olvidadas expresiones de LOS SUCESOS. Nuestra ignorancia artística sigue en pie. No comprendemos la belleza verdadera o no queremos comprenderla. Quedamos como esfinges cuando una nota viene a herir el silencio de nuestro diminuto mundo intelectual. Y más esfinges parecemos cuando esa nota nos sabe a extraño, a canción de playas remotas, a rumor de alas de pájaros divinos o a pasos de un peregrino errante que gusta pasear su soledad egregia por sendas que no a todos los mortales es dado visitar. ¡Ah el pensamiento! Cómo sabe alargarse a veces, como hebra de luz de sol, para llegar hasta las sombras del misterio de una poesía muy dulce y muy sabia, que no todos podemos comprender... Después nos quedamos solos, como los muertos de Bécquer, y rumiamos ocultamente frases de "envidia subterránea".

            Me sugiere estas ideas un reciente trabajo de Hérib Campos Cervera, publicado por "El Tiempo" y titulado "Sabidurías del Amor". Somos pocos los amigos de este artista que conocemos por qué y cómo nacen esas armonías de su alma sonora, divina caja musical con que el dolor, un dolor inmenso y soberano, hace sonar una magnífica cuerda de dulzuras infinitas, de asperezas atrayentes, de perdón y de cariño, y de ensueño y de gloria, como el violín romántico de aquel Carrere que cantó como una alondra las ilusiones de sus veinte años en un canto que tiene las vibraciones de los triunfos inolvidables. Somos pocos, en verdad, porque Campos Cervera, aunque parezca lo contrario, ha sido y será siempre un solitario. Vive como confinado en una "torre de panorama" en su casita (él dice mi ranchito) de Ciudad Nueva, donde un mundo de paisajes, de curiosidades, de cuadros soberbios y perfumes y sonrisas nos transportan a una noche de Jericó, a una mezquita de Agra o al pórtico soberbio de Aladino, donde antiguas razas del sol dejaron vibrando en los azulejos y en las cornalinas el beso de la luz de luna de sus amores inmensos y sus primaveras gentiles. Nada sabe ya ni quiere saber de política y políticos. Vive pensando en la inocencia de los ancianos arrepentidos y de los niños, ¡pobrecitos! Ama a la juventud con su pesada colma de ilusiones, vive como un esteta para el estetismo puro, para soñar, para la juventud que se eleva, para la gracia de esas mujeres únicas, que Renán hacía sonreír a la filosofía y para una esfera luminosa en que brillan armas, oros heráldicos, palmas triunfadoras y elegancias y refinamientos de una alta aristocracia de que él desciende y de que no se enorgullece.

            Sí, es un aristócrata. Yo he visto las armas del escudo de su nobleza antigua. Sus antepasados vieron la luz de los valles fríos y melancólicos del norte de España que el Cántabro verbera con sus furias implacables. Son las tierras donde aún resuena el viril canto de los guerreros hidalgos y pasiegos, ásperos como sus montañas, pero tiernos y delicados también, lo que hizo que Goethe les llamara "hijos de la tierra del buen vino y de las bellas canciones". Pero su más grande aristocracia, la que él recuerda a veces tímidamente, finamente, es la del arte y la de la ciencia. Doctor y sabio fue su bisabuelo don José de la Herrería, y un gran políglota su abuelo, el conde Cabral de Cervera, que comandaba por sport una flota de veleros que llevaba de la India a las costas de Portugal y España las riquezas de sus artistas y de sus especias. Su tío Antonio Cervera, pintor, fue un artista inmenso, según la voz autorizada de mi maestro don José M. Hidalgo y otro artista es su joven hermano Andrés Campos Cervera, que actualmente estudia pintura en Florencia. ¿Y su padre? El Paraguay no puede olvidar jamás quién fue ese mártir del doctor Campos, cuyas huellas de luz seguimos los que conocemos las virtudes de su talento.

            Estos detalles dan a conocer lo que podríamos llamar la filiación de un escritor y un poeta. Es así. Las reyertas de Byron con su madre, las anécdotas de Voltaire con sus enemigos y sus amantes, la ascendencia intelectual de Alfieri, nos justifican aún más cómo llegaron y por qué llegaron a ser lo que fueron. Le genealogía de Campos Cervera puede darnos a saber ahora por qué ese poeta extraño y profundamente romántico quiere un castillo de Abulfeda, fuentes de pórfido encantadas, perfumes orientales y una cohorte de princesas vaporosas que suavemente murmurasen a su oído hondas cosas del corazón. De todo eso hablan sus Sabidurías del Amor.

            Cuando leí este trabajo suyo tan amplio, tan minucioso, me dije: "Esta es una pieza llena de pellitreques". Acaso con esa sublime inocencia del genio, Campos Cervera ha hecho en ella obra de maestro. ¿Qué importa la incorrección de sus versos, qué el desgaire con que los escribe, cuando ya Cabanyes y Vesseur y Laforgue nos han enseñado su desprecio inteligente por ciertos convencionalismos que han sido y serán la rémora del vuelo de las fantasías azules? En Sabidurías del Amor (justo título) el autor sorprende todas las actitudes, todas las contorsiones, todas las arcanidades, las crufias y los clarimientos de la pasión sublime de Eloísa que no se aprenden en los libros y que no pueden proporcionarlas las más hondas meditaciones. Para expresar el amor es necesario haberlo vivido en el dolor, como no ha ocurrido con ningún joven de nuestra generación. Es entonces cuando puede comprenderse la paradojal expresión de un personaje de Stendhal: "A veces me aman los que no me aman". Campos Cervera ha amado sufriendo, y ha sonreído amando. Varios años se prosternó ante el ídolo negro de Baudelaire: la morfina. Con ella "combó" sus "voluptuosidades" espirituales, según la frase del maestro de Las flores del mal, y divinizó sus dolores solitarios, porque la morfina:

            "Aguza el tiempo

            y llena de un placer callado

            nuestra alma, más allá de su capacidad".

            Ha descubierto todas las actitudes "inéditas" de un amor imposible, aristócrata, que ríe y no ríe, llora y no llora. Ha hecho brillar hasta las más imperceptibles facetas del alma iluminada por la pasión, ha pedido para ellas "una gran armonía de silencio", las ha acariciado con añoranzas de Saadeb, crierosidades de rocas, con zarpazos, con debilidades de esclavo altivo, con altiveces de señor tronado, con luz, con sombra, lo que prueba que en sus viajes no nos trajo de Francia, ni de Alemania, ni de España su alma, sino que nos la trajo del cielo...

            Un día por amor, regó con su sangre hidalga las calles de una avenida inolvidable. Hoy, como siempre, sigue amando, idealizando a una mujer idealizada. Es su Marquesa, un espíritu sutil que ha bebido el amargo de absintio de los más crueles dolores de la tierra y que fue su pasión primera, su "amor inolvidable", como dice él mismo. A ella canta sus soledades, sus vigilias, sus espasmos. La habla de otras cumbres, de otros astros que no son los que vemos, de una vida eterna que arde bajo las lámparas de la primavera salvadora de la muerte. Muchas veces pudo decir con Valle Inclán: "Me propuse superar por ELLA a todos los amantes que en el mundo han sido, pero tales juramentos de amor romántico no fuero sino palabras gentiles y fugaces y que, sin duda, por eso me hicieron suspirar y sonreír toda la vida". Siempre el mismo, nacido para el amor, como un gentil hombre, como un vizconde rubio de los desafíos que vive cantando "madrigales". Yo conozco muchas, muchas cartas célebres de amor, y conozco las inéditas de Campos Cervera. Conozco también los últimos cantos de un enfermo de ideal, poesías suyas que se darán a conocer un día. Y, francamente, en la literatura castellana no he hallado jamás cosas tan sutiles, tan tiernas, tan hondas. Stendhal, Ganivet, el mismo Alfonso Karr se hubieran sorprendido de las misteriosidades de este soñador a quien muchos quieren negar y no comprender y que vive de una pasión inmortal.

            Adorándola, sin embargo, a ella sola con esa misma pasión inolvidable de que nos habla, tiene la teoría de Goethe, quien "era un hombre que explotaba el amor de las mujeres con su poder de fascinación. Cuando le faltaba alguna estaba como el cirujano a quien hace falta un cadáver para la disección". Como el mismo Goethe ha confesado que "saca provecho de todo lo que es aventuras de amor, que considera desde el punto de vista estético todo lo que le acontece en sus relaciones femeninas y que su paliativo mejor e instructivo ante una desventura o un contratiempo es escribir sobre ellos". Y así lo hace. Amó y ama a mujeres difíciles, capaces de comprenderle. Sus cartas le han inmortalizado en el corazón de sus heroínas. "Es un triunfador", como diría un buen amigo, ¡nadie, casi nadie lo sabe! Como el autor de FAUSTO, las mujeres que leen las cartas de Campos Cervera ya no pueden olvidarle. Ya se las conocerá un día, porque estas epístolas deben publicarse. Ellas hacen columbrar nuevos horizontes, y es tan inefable la emoción que causan, es tan bella la ilusión a la que abandonan, que en las ondas de esa poesía realizan un viaje triunfal al infinito.

            Amante del arte de verdad, del que realiza cosas grandes con todo el desinterés del corazón, no he querido callar mis impresiones ante Sabidurías del amor que luminosamente brotaron de la misma pluma que no ha mucho supo cincelar en las columnas de "El Tiempo" las dulcísimas verdades de Estética del amor. Enaltezcamos el talento que se recoge en el silencio de las grandes tristezas. Cantémosla el himno de las más bellas sonrisas, en pago de sus sonrisas. No olvidemos a quien como Campos Cervera, supo decir tan nuevas cosas magníficas a su Marquesa, a quien, aunque se ignore, niñas espirituales y sonadoras, como Concepción García, abrieron el corazón en el entusiasmo de esta frase significativa: "¡Qué feliz debe ser esa Marquesa!"

            Que triunfen siempre los que nos impulsan a la vida por la senda florecida del ensueño. Que triunfen los que aman a los "niños enfermos" y la "inocencia de los ancianos"; los que, como Willete, elevan sus nostalgias a la melancolía de la luna, los que saben las trovas de los castillos encantados, los que pasan con una hermosa carga de perlas y azahares y los que ignorándolo todo por el amor, para el amor mismo nos encienden los horizontes de las más grandes esperanzas...

 

            Asunción, junio de 1912.

            "El Tiempo", 1° de junio de 1912.

 

 

 

JUNTO AL MAR

Poesía de HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)

 

(A Cosete)

 

¡Estoy aquí en el mar!

El viento con furia imperativa,

Arremolina el agua,

La atmósfera esta fría...

¡Cómo tu corazón de hielo

Que no responde al mío!

Te he buscado en las sombras de la noche

Me llegué hasta la playa de la mar,

¡Y aquí te busco en vano;

Miro a lo lejos... y no distingo

Sino el pardo océano!

 

Vienen gimiendo en ondas sucesivas

Las olas encrespadas,

¡Se estrellan en la costa!

Y batiendo los bloques de la muralla férrea,

Con tensión de mesnadas...

¡Retroceden valientes y orgullosas!

 

Estoy solo en la orilla

Meditando en lo triste del destino,

¡Mi pensamiento hacia ti navega

Como la carabela del Almirante,

Que estas playas remotas exploraba

Con su genial instinto de profeta!

 

Vienen a mi memoria

Mil recuerdos históricos

De los siglos pasados.

Evoca a Cristóbal Colón

Balboa y Magallanes,

Y de Vasco da Gama

De Portugal ilustre navegante

Que Camoes proclama

El caballero de la mar andante.

 

Recuerdo a Vicente Pinzón

Y Sebastián Elcano;

¡Son hijos de la EspaÑa poderosa

En su siglo glorioso!

Llenaron con sus nombres las historias

Y con sus hechos al poeta dieron

Los grandes argumentos de su gloria.

 

Al recordar, Cosete, los nombres de los héroes

Que esta mar han vencido,

Mi pensamiento cruje y se reanima,

¡Me parece que hubiera yo vivido

Los tiempos medioevales

De aquellos navegantes fallecidos!

 

Montevideo 1910.

 

 

 

 

 

 

ÍNDICE

 

Introducción

Hérib Campos Cervera (p.): un novecentista olvidado

(por Luis María Martínez)

 

PROSA

-           Meeting de indignación (Expansión del patriotismo)

-           Inmigración (Conferencia)

-           A Ticho Brae

-           Verso y prosa - Salvaje, de J.E. O'Leary, y Ensayos, de Silvano Mosqueira

-           Pane y sus cartas

-           En defensa de mi padre

-           Contestando

-           Lo de Pane

-           A la juventud

-           Un libro curioso

-           Juan Silvano Godoy

-           Literatura. Todos somos marqueses

-           Sensacional. Al ministro Jara

-           El militarismo

-           República sui generis. El Guaraní

-           El patriotismo del general Caballero

-           Cien jóvenes a Europa. Proyecto del Dr. Campos

-           El altruista

-           Epifonemos

-           Rafael Barrett

-           Epifonemos (1)

-           Epifonemos (2)

-           Epifonemos (3)

-           Epifonemos (4)

-           Epifonemos (5)

-           Epifonemos (6)

-           Los paraguayos

-           La neocracia

-           Candidatura política de Campos Cervera

-           Al pueblo

-           Silvano Mosqueara

-           El periodismo

-           Menú (Fragmentos)

-           Mi ratita muerta

-           El divorcio

-           La sábana y el pañuelo

-           El nuevo partido

-           Semblanzas periodísticas (1)

-           Semblanzas periodísticas (2)

-           Siluetas periodísticas

-           Historiando

-           Torquemada en la paz

-           Bolivia y Paraguay

-           Filosofía del altruismo

-           La pluma y la espada

-           La santidad de un anciano: don Pedro Chirard

-           Don Pedro Chirard

-           Mi nacionalidad

-           Estética del amor

-           Llanto de sangre. Literatura americana

-           La poesía moderna

-           Crítica literaria

-           Nos quejamos

-           La juventud y la política

-           Barrett

-           Pensamientos (1)

-           Pensamientos (2)

-           Pensamientos (3)

-           Pensamientos (4)

-           Pensamientos (5)

-           Pensamientos (6)

-           Pensamientos (7)

-           Pensamientos (8)

-           Pensamientos (10)

 

POESÍA

-           Junto al mar

-           Cosete

-           A las niñas solteras

-           Yo      

-           Mi Marquesa

-           Esquema

-           Salmos de amor

-           Mi Marquesa

-           El lago (1)

-           El lago (2)      

-           Sabidurías del amor

-           Urutau

-           Barrett

-           La ruta de Manorá

-           El recuerdo

-           Como el sueño de Leda

 

POEMAS Y PROSAS DEDICADOS AL ESCRITOR

-           Por un cromo..., de Mariano Carmena

-           Hérib Campos Cervera, de Héctor L. Barrios

-           Hérib Campos Cervera, por Fortunato Toranzos Bardel

-           Hérib Campos Cervera, de Segundo S. Del Pero

-           Trazos. Hérib Campos Cervera, de Miguel del Campo

-           De la viuda de Barrett. Al señor Hérib Campos Cervera, de Panchita L.M. de      Barrett

-           Carta de Enrique Gómez Carrillo

-           Una referencia sobre Hérib Campos Cervera durante su estadía en París y en el    taller de su hermano Andrés, por Mario Pedro Ayala.

 

 

 

 

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