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ANTONIO L. CUBILLA

  CULTURA CIENTÍFICA: LA NECESIDAD DE LA CIENCIA EN EL PARAGUAY - Por DR. ANTONIO L. CUBILLA


CULTURA CIENTÍFICA: LA NECESIDAD DE LA CIENCIA EN EL PARAGUAY - Por DR. ANTONIO L. CUBILLA

CULTURA CIENTÍFICA: LA NECESIDAD DE LA CIENCIA EN EL PARAGUAY

Por DR. ANTONIO L. CUBILLA

 

 

¿POR QUÉ SE CREE QUE LA CIENCIA ES IMPORTANTE?

En el mundo moderno, la ciencia se hace necesaria porque se cree está asociada al progreso de los pueblos y porque, de manera creciente y en relación con su complejidad, la solución de los problemas de la sociedad está relacionada con el conocimiento científico. Es decir, debe existir ciencia en el país para progresar y para resolver problemas diarios. Los científicos, por eso, han logrado una posición social invalorable, porque sus ideas, sus trabajos, sus descubrimientos, son esenciales para la generación del bienestar social y para resolver diversos problemas del país, ya sean sociales, económicos o culturales. En el concepto ciencia también está implícito el de tecnología, pues aunque esta tiene sus predicamentos diferenciales, está íntimamente asociada a la ciencia propiamente dicha.

 

¿CUÁL ES LA SITUACIÓN DE LA CIENCIA EN EL PARAGUAY?

La revolución científica apareció en Europa de los siglos XVI - XVII mediante el descubrimiento del método científico por Copernicus, Galileo, Kepler, Newton, Descartes y Bacon, pero no llego a Latinoamérica de manera institucional hasta mediados del siglo XX. Como dijera el profesor Rafael Contreras en el libro del Bicentenario sobre la historia de la ciencia: “Desde el punto de vista del cultivo de las ciencias, particularmente de aquellas correspondientes al orden físico natural (incluyendo la medicina, la cartografía, la botánica aplicada, la astronomía y la mineralogía exploratoria), el Paraguay es uno de los países sudamericanos que presentan un panorama menos denso y con escaso producto de difusión universal”. Ha habido aislados inmigrantes científicos de valor como Rengger, Bondpland, Bertoni, Hassler y otros, pero la ciencia institucional entendiéndola como la que se practica no como entretenimiento, sino como un trabajo en una institución, típicamente la universidad, es muy incipiente. Hay dos esfuerzos específicos recientes: uno es un programa de sueldos decentes para profesores investigadores a tiempo completo en la Universidad Nacional de Asunción y otro es el recientemente creado PRONI o programa de incentivo a los investigadores científicos del Paraguay propiciado por el Conacyt y la colaboración de cerca de los ministros de Hacienda y Salud Pública.

 

¿POR QUÉ HAY POCA CIENCIA EN EL PAÍS?

Las causas son históricas y de aislamiento a las corrientes culturales de avanzada. El ethos del investigador, que ya existía desde los inicios de la humanidad, era individual y se financiaba con mecenazgos, se consolidó e institucionalizó luego de la aparición del modelo universitario germánico de Humboldt en 1810. A partir de esta revolución educativa, el sitio de la investigación fue la universidad y su principal actor, el profesor docente universitario. Este nuevo paradigma, mientras se propagaba rápidamente en el mundo desarrollado, no llegó a Latinoamérica sino muy tardíamente, a fines del siglo XX, y está ausente en el Paraguay porque las universidades, aunque mencionan en sus reglamentos, no asumen la misión de la investigación como su principal actividad. Los pocos científicos existentes se iniciaron de manera individual, sin gran apoyo institucional, y formaron pocos alumnos, crearon pocas escuelas, las que al no existir no ramificaron el conocimiento ni las disciplinas, y entonces no existe esa masa crítica de científicos necesarios para impactar en el desarrollo del país.

 

¿QUÉ PASA CON UN PAÍS CON POCA CIENCIA?

No se desarrolla la cultura científica del pueblo, que es una consecuencia de la comprensión por parte de los ciudadanos de cómo funciona el proceso científico y de los mecanismos intelectuales e instrumentos que utilizan los investigadores para descubrir. No están informados de cómo viven y luchan los científicos, cuáles son sus valores y sus maneras de hacer, cómo hablan, cómo razonan, cómo arriban a sus verdades mediante la observación, el raciocinio y el experimento. No hay contagio del quehacer científico y las escuelas ignoran la epistemología científica para usarla como imitación en la enseñanza y, sobre todo, el aprendizaje, este de más valor que aquella. Entonces persisten el conocimiento superficial imitativo, las supersticiones, el pensamiento mágico, las intolerancias, las xenofobias y el racismo, las incomprensiones de sexo y género, el desorden y los modelos no racionales para resolver problemas. Falta ese equilibrio, esa objetividad y esa secuencia lógica matemática del pensamiento científico, muy importantes para vivir creativamente en las cambiantes y fluidas sociedades modernas. Pero lo más grave es que al no haber ciencia de magnitud, no podemos realizar nuestros propios descubrimientos y así renunciamos a la soberanía científica mientras que los avances se producen en otros países y tenemos entonces que comprar a alto precio. También perdemos soberanía cultural al no definir científicamente como propias las pertenencias naturales de nuestra geografía. Se redescubren nuestras riquezas en otros países que las venden al mercado y luego nos venden nuestros productos con otros nombres. Porque somos incapaces, al no poseer el método científico de manera institucional, no solamente de no crear nuevas ideas, nuevos productos, sino de darle un valor actual a nuestro conocimiento ancestral.

Parecería que estamos ante un importe rezago cultural, pero el país está en este estado caótico social.

Es difícil traer a la opinión pública un tema que pareciera esotérico en este momento de convulsión social, donde corre paralela la política preelectoral con su alta dosis de irracionalidad. Pero esa es la tradición histórica y cultural de nuestro país y, por qué no decirlo, de Latinoamérica, cultura a la que pertenecemos. Decía el profesor Eduardo Deves que nuestra historia intelectual se debate en una estéril confrontación entre lo identitario y la modernidad. Este conflicto actual es típico ejemplo y los contendientes, quiero creer bien intencionados, aboga el uno por preservar las costumbres antiguas del campo, la identidad del paraguayo tradicional, y el otro por la modernización interviniendo fuertemente en la naturaleza. Pero la ciencia en general es prescindente de esta confrontación, demuestra mayor neutralidad, y más bien puede contribuir a buscar, utilizando elementos del método científico en las múltiples disciplinas que afectan el conflicto social, a buscar la solución de los problemas de una manera equilibrada y realista más allá de las ideologías.

Hablando de ideologías, que no es mi área de conocimiento y lo digo como simple ciudadano e independientemente de mis creencias —me creo un libertario humanista—, un país paupérrimo como el nuestro necesita del liberalismo para generar riquezas en libertad y de un socialismo moderno para distribuirlas y hacer a la sociedad menos desigual aportando el gesto humanitario tan necesario en las sociedades civilizadas y decentes. Ya no se conocen sociedades de valor que sean netamente liberales ni socialistas puras. Solo en el cerebro afiebrado de los fundamentalistas que viven en el pasado.

 

¿QUÉ MÁS SE PUEDE HACER?

La ciencia, en una primera etapa, debe institucionalizarse, encontrar su sitio de funcionamiento, idealmente la universidad, lo que es bastante complicado porque esta no se quiere reformar, ya que la radicalidad de los cambios para convertir una universidad de docencia en una de investigación no le sería soportable. Entonces no perdería el tiempo tratando de reformar la universidad que es una batalla ya perdida y la mentada reforma, un tema obsoleto. Crearía nuevas instituciones, con gente nueva, joven, bien formada, mejor pagada, dedicada de manera exclusiva o semiexclusiva a la investigación. Existen datos en el Conacyt (institución que hoy es seria) sobre más de 800 investigadores en el país y sus áreas de estudio. Además, se está estudiando quiénes son y qué hacen numerosos investigadores paraguayos estudiando o ya trabajando en el exterior. Estos serían la base de las nuevas instituciones, que podrían ser creadas en base a la existencia de científicos en esa área y o a disciplinas que son críticas para el desarrollo social, cultural y económico del país.

 

¿CÓMO SE HARÍA ESE PROGRAMA TAN RADICAL?

En una etapa inicial, con una gran inversión del Estado. En una etapa posterior, con la colaboración del sector privado en áreas de su interés, sobre todo en ciencia aplicada donde la idea científica se complementa con la financiación de riesgo ante un nuevo camino, la denominada tecno-ciencia, que es el modelo más reciente de práctica científica. Allí no son claros los límites entre ciencia básica y aplicada, entre la creatividad científica y el emprendedurismo. Se crearían los centros de investigación de excelencia, que aglutinen a las mentes dotadas y preparadas para el descubrimiento, en todas las disciplinas, científicas y humanísticas, las unas generadoras de nuevas ideas y productos, y las últimas de ideas y bienes culturales eternos.

 

¿QUIÉNES HARÍAN EL CAMBIO?

Debe iniciarse en la alta política. El futuro presidente de la República debe tomar este tema como uno principal, en el mismo nivel que la disminución de la pobreza y la promoción del desarrollo económico, la educación y la salud. Los últimos presidentes no lo han hecho. Grave error se cometió cuando en la reforma educativa inicial se excluyó del proceso a la educación superior. Más económico y un camino más corto al desarrollo es ayudar a que unos pocos científicos, con una buena financiación y trabajando en ambientes de libertad requeridos por este ethos académico, puedan transformar la economía y la cultura del país. Es menos oneroso que realizar vanos y millonarios gastos, por ejemplo, en educar docentes precarios de primaria o secundaria que por su propia educación y cultura son difícilmente educables para una sociedad del futuro. Esta visión es fundamental para elaborar las políticas de ciencia.

 

¿QUÉ SE ENTIENDE POR POLÍTICAS DE CIENCIAS?

Para iniciar un debate sobre las políticas de ciencia en el Paraguay, se debe entender su significado. Existen dos conceptos en español para la misma palabra y que es fundamental reconocerlos como diferentes: uno es la política como estrategia, como táctica (policy) e implica una decisión, un compromiso hacia una línea de acción particular, y la otra es la política como negociación y compromiso (politics) para alcanzar algún fin. El propósito de realizar decisiones es reducir las incertidumbres de las direcciones preferidas o elegidas. Pero en las sociedades democráticas existen intereses y perspectivas múltiples y variadas a veces contrapuestas, lo que pudiera devenir en conflictos. Cuando este aparece entonces es cuando interviene la conducta política, la negociación para alcanzar un consenso que permita que se realice la acción prevista. Entonces las estrategias y la política son cosas diferentes.

Las decisiones estratégicas o las políticas de ciencia se basan en datos de información de valor científico. Cuanto más verdaderos sean los datos, mejores serán las decisiones. El rol de la ciencia en el proceso de determinar estrategias y políticas de ciencia es bastante complejo. Existe un espectro o continuo en la actividad de las personas que participan en la creación, interpretación y provisión de los datos científicos y aquellas que asumen las decisiones. Debe existir una conexión entre los primeros y los últimos para favorecer las buenas decisiones.

 

EL FUTURO

La ciencia, independientemente de sus múltiples definiciones, está indisolublemente ligada al cambio y la impredecibilidad; es decir, el cambio está implícito en el mismo concepto de la ciencia. Es una paradoja en cierto modo, porque la ciencia busca regularidades, invariables, en un esfuerzo continuo y un devenir en flujo. Sin él, no hay ciencia. Un libro científico dura cuatro años y se vuelve obsoleto. Entonces, el ritmo de la ciencia es el de las transformaciones. Por eso el futuro del país dependerá de la aceptación de los cambios, no en el sentido de ir para atrás en vanos ejercicios de nostalgia —eso no es cambio, es retrogrades—, sino en la identificación de nuevos caminos, nuevas maneras de hacer, mediante nuevas exploraciones, en una visión optimista. Por eso, el mensaje para los políticos que creen en el potencial ilimitado del hombre para descubrir y seguir descubriendo, en el progreso y en el desarrollo de los pueblos, es que apoyen a la ciencia, porque entonces estarán propulsando el verdadero cambio hacia un país mejor.

 

Fuente: SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO ABC COLOR

Publicación del Domingo, 15 de Abril del 2012

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

 

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