VERSOS ESENCIALES
Poesía de DELFINA ACOSTA
A Pablo Neruda.
I
Te pido a ti, perdón, en estos versos,
Neruda, de mil páginas poeta,
pues yo no sé escribir cantando al agua,
a aquel frescor primero de la hierba,
igual que tú, en tu Chile de araucarias.
Yo sólo sé escribir palabras quietas
en este pueblo donde todo muere.
volviéndase en las manos muda piedra
Sucede, sin embargo, algunas veces,
que el corazón procura alguna fiesta,
y salgo a andar, alegre y bien vestida,
por el camino y luego estoy de vuelta.
Me ocurre que me río, que mi risa,
igual al llanto mío desespera.
De mi costado izquierdo sale un verso
aprisionado y triste que gotea.
Ah... si entonara como tú, Neruda;
si alzara por el viento los poemas
mejores de mi vida en dulce nota.
Si el verso hablara a Dios sin una queja.
Sollozo sin su madre, fuego oscuro,
jardín que nunca dio ni una violeta,
invierno sin cerilla, espectro frío
es todo lo que tengo por cosecha.
II
No vi tu mar, apenas lo entreveo
en la delgada orilla de mi río.
No caminé, igual que tú, Neruda,
por calles blancas en Valparaíso.
Mas si supieras, Pablo, cuántos versos
en que nombraste a Chile yo he leído.
De trecho en trecho recorrí tu pueblo
tocando las veredas de tus libros.
Alegre canto el tuyo porque trae
la lluvia primeriza del estío.
Juntaste con tu voz la voz del hombre
que haciéndose a la mar se ha redimido.
Le diste miel al fruto de la tierra.
Cargaste sobre el hombro los racimos
de las morenas uvas y llevaste
vendimia de dulzura a tu destino.
En tantas ocasiones celebraste
la simple excusa de saberte vivo.
Y por vivir mejor te diste, ufano,
a compartir con todos pan y vino.
De tanta fama tuya, don Neruda,
de tanta majestad de ser sencillo,
me queda un solo canto, un verso sólo,
hojeando sin cesar: el hombre mismo.
A Pablo Neruda.
III
Alguna vez creí hablar contigo,
Neruda, allá en tu tierra; tú decías
que la primera música en Parral
fue el soplo virtuoso de la espiga,
y aquel silbido principal del viento
llevando sobre el lomo su familia
de cartas sin destino, de hojarasca,
de lágrimas y páginas escritas.
Contabas que tú fuiste compañero
del sol que madrugaba con la brisa.
Sobre la miel y el pasto quebradizo
tendiste la frazada de tu vida.
También contabas que al amor cantando
del hielo liberaste a la poesía.
jamás te perdonaron los poetas
que honraban las estatuas de caliza,
la musa muerta, la ya fría lágrima
que le quitó el pañuelo a la mejilla.
Jamás te perdonaron los poetas.
Tu nombre fue quemado en una pira.
Volviste, tan alegre, de la hoguera.
Naciste, nuevamente, en tu ceniza.
Una pleamar de estrellas en el norte
levanta cada noche tu poesía.
IV
Pero también cantaste a las muchachas
de boca rola como una ciruela;
tus versos las pintaba distraídas,
en el balcón, prendiendo una candela.
De sus mejillas se nutrió la fuente,
la sal y la pleamar de tus poemas.
Sus ojos eran lámparas, contigo,
en noches visitadas por luciérnagas.
Ninguno, como tú, cantó al amor.
Ninguno, como tú, les hizo bellas
a las mujeres de redondos pechos,
de pies pequeños, de rojizas mechas.
Nombraste a todas; quién no tuvo turno
en el elogio de tu voz contenta.
Con dulces uvas de tu Chile amargo
brindaste por la sal de sus caderas.
Usaste, a veces, rosas de sus madres,
geranios de sus hijas y violetas,
con que alfombrando fuiste sus pisadas.
Las últimas, se hicieron las primeras.
Cantaste a la mujer. Cantando sigues
aunque acostado y yerto en tanta hierba.
No dormirá tu voz, salada y larga.
No habrá de enronquecerse tus poemas.
En: Versos esenciales. Inédito 1999.
Fuente: POESÍAS DEL PARAGUAY – ANTOLOGÍA DESDE SUS ORÍGENES. Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL, Dirección de la obra: OSCAR DEL CARMEN QUEVEDO. Recopiladores y autores: RAÚL AMARAL, MARÍA BARRETO DE RAMÍREZ, AÍDA ORTÍZ DE CORONEL, ELA RAMONA SALAZAR S., RUDI TORGA/ Tel. (595-21) 373.594/ arami@rieder.net.py – Asunción/ Paraguay. 2005. 781 pp.).
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