LOS POETAS
DELFINA ACOSTA
Somos legión, legión, y nos confunden
con los dementes que sin paz deambulan
por los abandonados parques públicos.
A los poetas nos consume un sueño
de estrellas. Y un rumor de viejas hojas
que el viento de la tarde zarandea
se eleva cada noche de los versos
que en el papel dejamos por si a alguien
le importa todavía nuestro oficio.
Ayer estando el firmamento calmo,
más calmo aún que en otras madrugadas,
me he puesto por ejemplo a transcribir
inútiles noticias sobre un astro.
Me pasan estas cosas. Me sucede
que el cielo yo escudriño y tomo notas
de los luceros y la vía láctea.
¡Señor, Señor, se va mi extraña vida
detrás de versos que la lluvia lee!
INSECTOS ENAMORADOS
DELFINA ACOSTA
Era un gusano que en las altas noches
de mí se enamoraba por creer
que yo tendría el fruto de su amor
en mis entrañas y no pudo amarme
pues yo mi corazón confuso di
al viento que entreabría mi ventana.
Y era un murciélago colgado siempre
del techo de mi alcoba que me amaba
por perdonar su vida y nunca supo
que no le tuve asco. Son los hombres
que cortan la cabeza de su prójimo
en esa causa que se llama guerra
los padres del horror y el asco mío.
Y fueron los insectos y un batracio
que en el jardín mi nombre repetían.
Mi corazón entonces di a un cometa.
AMOR EXTRAÑO
DELFINA ACOSTA
Entonces me miraste y titilaron
los ojos todos que yo amé en silencio
por mi memoria. Así también pasaron
las noches en que el alma presentía
los pasos acercándose a mi alcoba.
Furiosos los trigales golpeaban
mi pecho cuando tú tus manos tibias
bajabas sobre mi hombro. ¿Acaso puede
la caracola remontar el mar
para alcanzar la boca del lucero?
Y en tanto que me hablabas dulcemente
pensaba triste en las negadas bodas
de alguna errante ola y un grumete,
o de una oscura uva y el tonel
en que se guarda el vino. ¿Acaso existe
amor así de extraño como el mío?
ENAMORARSE
DEFINA ACOSTA
Érase una mujer que fue rosal
y los garfios o espinas de su cuerpo
más que doler a su nocturno amante
a ella le dolían y por eso
perder su aroma prefirió una noche,
y sus rosados pétalos abiertos
como una cabellera cuando el pino
bajaba el viento de los astros rojos.
Y se deshizo del capullo último.
Y de sus ramas y el deforme tallo
por el que trajinaban las hormigas.
Era un rosal que se creyó mujer
enamorada y terminó pagando
el precio de un amor que no era suyo,
se cuenta sin embargo. Sólo sé
que amar es darse entera solo al viento.
MUCHACHA DE CINQUENTA
DELFINA ACOSTA
Pero tus ojos tienen todavía
la luz de las pupilas de las gatas
que salen al encuentro de la calle.
Y aquel plateado hilo de tu pelo
es delicada joya, acaso sueño
de la tiara aquella que tu amante
te puso porque reina reclinada
sobre su pecho fuiste en triste tarde.
Y hay en tu voz un nido de jazmines
que sueltan cuando el viento las sacude
un beso de rencor y de ternura.
Y sí, estás enamorada y abres
tus brazos, y esta noche, estando fija
la estrella en el oscuro firmamento,
y atentos a un cantar los marineros,
un largo beso morderá tu boca.
EL SECRETO
DELFINA ACOSTA
No sé por qué pero el silencio estuvo
metiéndose en mis ojos y caía
igual a alguna herida la llovizna,
la que muy lejos cae, en mis pestañas.
Extraña forma de morir aquella.
Y en el jardín los lirios se contaban
con voz de viento y hierba las historias
de otras muertes mías. Los espectros
de rosas insepultas consultaban
en torno a mis insomnios. No sabían
que yo busqué el secreto de la vida
y Dios en su belleza noche a noche.
Aquel perfume suyo fue la infame
respuesta a mis preguntas dolorosas.
¡Señor, hoy brotan rosas sin embargo
de la fangosa tierra de mis dudas!
EL BOSQUE DE LA VIDA
DELFINA ACOSTA
Busqué la guía de los hombres. Fui
por el carril del mundo pero igual
salieron a mi encuentro fogonazos
y lámparas portadas por personas
que erraron el camino y me pedían
la vía exacta hacia la Cruz del Sur.
Volviéronse en mi contra las señales.
Las puertas que buscaba se ausentaron.
Y enfermas de silencio las aldabas
no respondían nunca a mis urgencias.
Pero las garzas me indicaron tibias
pisadas en las playas y los búhos
caída ya la noche con chistidos
al bosque de la vida me llevaron.
Allí sentí el aliento del lucero.
Y el beso de una estrella abrió mi boca.
Fuente en Internet: delfinaacosta.blogspot.com/
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