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DELFINA ACOSTA

  HOMBRES Y PASIONES - Por DELFINA ACOSTA - Domingo, 06 de Marzo de 2011


HOMBRES Y PASIONES - Por DELFINA ACOSTA - Domingo, 06 de Marzo de 2011

HOMBRES Y PASIONES

 

Por DELFINA ACOSTA

Leyendo los libros que conforman la biblioteca paraguaya, me encontré con un texto de páginas amenazadas por la humedad y los ácaros. El título: Hombres y pasiones. La fecha de edición del volumen: 1966.

El autor del texto de marras es Sindulfo Martínez, un periodista sui géneris, ya fallecido, que hizo del periodismo un apostolado, allá por las décadas del 40, 50 y 60. No solamente manejaba con brillantez el arte de dar al lenguaje ese oleaje fosforescente de los términos doctos, hallados en viejos diccionarios, sino que también hacía suyas las historias de los grandes hombres, los civiles de honor, espada y pluma, que tuvo el Paraguay.   

En torno a las figuras, los hombres gravitantes de nuestro país que defendieron la integridad de la patria en la Guerra del Chaco, así como la bandera desgarrada en la Guerra contra la Triple Alianza, y que eran maestros de la oratoria en las tribunas, escribió Sindulfo Martínez. Y escribió bien, por cierto, pues era dueño de la agilidad mental necesaria para manejar la pluma sin vacilar.   

Así, por ejemplo, recordó en sus páginas a Andrés Barbero, aquel laico de la palabra sencilla y del pensamiento noble, siempre y por siempre abrazado a una causa humana por defender.   

La Cruz Roja fue su causa. Eso se sabe.   

Quiso el autor de Hombres y pasiones que se elevara una estatua en su nombre. Y así se hizo.   

Para con Luis A. Riart tuvo un razonamiento que merece una mención aparte: "Si nuestra política tuviera un Nuevo Testamento, Luis A. Riart sería en él la equivalencia de uno de los apóstoles. Pasó por el mundo con la apacible serenidad de un monje, mientras latía en sus palabras y en sus actos un léxico civil de sus grandes ideales. No obstante, jamás rehuyó los peligros de una carpa revolucionaria donde los hombres arman sus pabellones y templan el acero de sus nervios".   

Este libro es un legado para la biblioteca paraguaya. En él aparecen las principales y apasionadas figuras que teniendo que vérselas con las revoluciones, con la anarquía civil, tuvieron el coraje de dejar al descubierto su pecho.   

Tuvo pensamientos triunfales, memorables para el mariscal Estigarribia, quien, perseguido ya por la jauría de la intolerancia y de la ignominia, como si su pasado servicio incondicional en la defensa del territorio chaqueño no tuviera la relevancia que en la guerra sí tuvo, encontró la muerte en las alturas, la muerte que había de llevarlo a una estación gloriosa, dejando a los perros de la jauría regresar a sus miserias con el rabo entre las piernas.   

Me llamaron la atención sus palabras en torno a la problemática de la literatura en el Paraguay. Lector cultísimo, pensador consumado, intelectual sincero hasta el desgarramiento, tuvo la honestidad y la verdad como un puño para escribir lo siguiente: "Nosotros debemos buscar que los pasos paraguayos conozcan y recojan también los polvos sagrados de ese camino. Comprendemos que existen factores que entorpecen, que dificultan y postergan iniciativas emprendedoras. El bilingüismo es uno de esos elementos frustradores. Quizás uno de los más negativos. La enorme inconveniencia que entraña para la elaboración del diálogo, con autenticidad lingüística, es el muro infranqueable que abate muchos intentos. El paraguayo tiene un idioma propio en que conviven, sin predominancia, el guaraní y el castellano. De allí que los personajes, para cobrar expresión real, terrígena, deban emplear esa filosofía vertebrada en base de confluencias étnicas. La empresa, entonces, no es fácil. Puede convertirse en una deformación o en una mistificación de la realidad humana. De ahí que muchas veces se presenta al protagonista de las novelas con el más hermético silencio. Sus bocas están cerradas, con algunos balbuceos sofisticados".   

Gran verdad.   

Cuando Sindulfo Martínez escribió Hombres y pasiones, señalaba, entusiasmado, las palpitaciones de matriz grávida, pródromo de un esperado advenimiento.   

Se refería a las obras de los escritores paraguayos que hacían su aparición en el escenario de la literatura.   

Y nombraba a Gabriel Casaccia, con su novela La babosa, a Augusto Roa Bastos con sus  obras Hijo de hombre y El trueno entre las hojas. Igualmente recordaba a José María Rivarola Matto, quien escribiera en Posadas su novela Follaje en los ojos.   

Vamos a la figura amada de Andrés Barbero. Su estilo era el siguiente: Su nombre carece del fragor de los acontecimientos. El libro de su vida no tiene los rasgos quebrados, casi violentos, de las letras mayúsculas que rompen moldes, ni estruendo de aguas que se despeñan. Tampoco su pecho lleva galas ni su frente exhibe aureolas que se forjan en el choque de las ideas o en la pugna muscular de los hombres. Tiene sí, la seráfica beatitud de una imagen del santoral, modelada en la levadura del Evangelio. Porque en sus pupilas ardió el lampadario votivo de una mística y en su carne el calor jesucristiano de un culto misional. Servir al semejante, solidarizarse con su dolor y abrirle, en las noches de las desventuras, un portal de esperanzas, un resquicio de luz. Andrés Barbero nació en 1877, sobre los rescoldos, las brasas ígneas del desastre. Sus ojos límpidos de niño reflejaron tempranamente el cuadro de la desolación en que se sumió la patria tras la furia del apocalipsis.   

RESEÑA BIOGRÁFICA:   

Sindulfo Martínez nació el 10 de diciembre de 1919. Fue periodista desde muy joven. Adolescente aún, era miembro de la redacción del diario El País, donde ejerció diversos cargos, desde cronista deportivo hasta editorialista. Fue además comentarista de cine y teatro, corrector de pruebas y repórter. Posteriormente fue director artístico de una de las más importantes emisoras locales.   

Fue corresponsal de la poderosa agencia internacional de noticias Reuters, en cuyo carácter escribió artículos para los grandes diarios del mundo, publicados muchos de ellos, con su firma, en los más importantes,  como el Washington Post. Invitado por los gobiernos de Francia, Alemania y España, visitó estos países y al final de su gira escribió Por los caminos del Viejo Mundo. Esta obra mereció las felicitaciones del presidente de la República Francesa, Charles de Gaulle, del jefe del Estado Español, generalísimo Francisco Franco, y en especial, del ministro de Asuntos Extranjeros de España, Fernando Castiella, quien le cursó una conceptuosa carta, en la cual le expresó que el libro de referencia honraba al autor, a su patria, el Paraguay, y servía noblemente, la vinculación tradicional entre este país y España. "Es un libro brillante, del cual pueden estar orgullosos su autor y su misma patria", dijo el ministro español.



Nosotros los poetas

Nosotros, los poetas, llevamos muchas veces   
la decisión del viento más humano;   
se nos cae la barba   
a fuerza de pensar en lo que falta   
en mí, en ustedes,   
que lleváis todavía la cerrazón estricta   
en todos vuestros ojos;   
la celda que os atrapa con su oscuro reposo,   
situándolos bajo   
la neutra medianía,   
que os agota y os pone la fría indiferencia
bajo la piel del alma,   
cual un trozo de hielo.   

Nosotros, los poetas,   
sabemos con certeza lo que os falta en la vida   
(no tenéis esos aires que os conmueven y os lancen   
cual vendaval riesgoso prendido al aguacero   
por lo que vuestras vidas palidecen sin gloria)   
igual que lo que os tiene prisionero en sus redes:   
la inconsciencia que os teje telarañas oscuras.   
Es preciso que a veces nos escuchéis   
atentos,   
porque una atenta lumbre cada vez más tiramos   
hacia vuestras dormidas casas de prisioneros...   

Después ya os ganará el ansia de ser llamas   
y aves en las ramas de la patria infinita.   

Luis María Martínez

 

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Domingo, 06 de Marzo de 2011

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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