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DELFINA ACOSTA

  HISTORIAS CON TINTE DE LEYENDA - Por DELFINA ACOSTA - Miércoles, 06 de Abril de 2011


HISTORIAS CON TINTE DE LEYENDA - Por DELFINA ACOSTA - Miércoles, 06 de Abril de 2011

HISTORIAS CON TINTE DE LEYENDA

 

Por DELFINA ACOSTA

Cuántas cosas sucedieron en los pueblos del Paraguay y los libros no tomaron registro de esos hechos. Me refiero a aquellos casos que parecieran haber superado a la ficción, siempre tan delirantes.

Invito al lector a entrar a los apasionantes relatos que fueron corriendo de boca en boca, entre mateadas, alrededor de un brasero encendido o en las rondas de tereré. Sucedió en una compañía de Villeta. Una mujer-niña, de extraordinaria belleza, había entregado su corazón, sus sentimientos, a un hombre que a la larga resultó ser un mentiroso e irresponsable. Bajo los naranjos en flor, en una noche de luna roja, los amantes, desnudos, se juraron amor eterno.

 Estando embarazada de tres meses y sabiendo que sus padres, Esperanza y Eulogio Cañete, tenían entera confianza en sus virtudes de hija que llevaba una existencia de abstinencia sexual, no sabía cómo decirles lo que le ocurría, es decir, no encontraba la forma de explicarles que se hallaba embarazada. Eran sus progenitores gente sencilla y muy crédula. No dudaban, como las humildes gentes del campo, de épocas ya pasadas, de las apariciones del Luisón, del Kurupi, del Pombéro, porque así fueron educados por sus padres, quienes, tiempo atrás, si escuchaban un silbido , se lo adjudicaban al personaje nocturno, por ejemplo, y se metían a rezar.   

La mujer-niña echó la culpa de su embarazo al Kurupi. Dijo, jurando sobre la imagen de la Virgen de Caacupé, que se había echado a correr al ver al trasgo, al monstruo, pero que él le dio alcance rápidamente y la llevó hacia lo más profundo del monte donde la poseyó brutalmente. Claro que hubiera podido matarla Kurupi, según su costumbre, pero no lo hizo por alguna razón que ella no sabía explicar por el momento.

Los padres creyeron el cuento. Y a los vecinos que les salían con alguna picardía les aseguraban que Marta había tenido suerte de no haber sido matada por su violador. Y que un nieto de Kurupi tal vez daría, quién sabe, alguna solvencia económica a la familia.   

El caso Solari   

También ocurrió en Villeta, aunque en el centro mismo del pueblo. Era él don Andrés Solari, italiano, el primer exportador de naranjas de Villeta, un hombre que tenía un pequeño negocio, aunque su fuerte, su verdadera fuente de fortuna, era la usura. Cuánta fortuna, por cierto, amasó don Solari. A mi padre le salvó la hipoteca de la casa cuando los tiempos económicos ponían en vilo el ánimo de los moradores de nuestro hogar. Un nefasta noche

se presentaron en su casa unos malhechores. Le dispararon sin piedad. Querían llevar su dinero, que estaba en una caja fuerte, y como no la podían abrir, la llevaron a la fábrica, la Anderson Clayton, y no, no, no, no hubo caso. Cuenta ya la casi leyenda que un enorme anillo intentaron robarle. Para aligerar la cuestión, el robo (total ya estaba muerto el muy finado), le cortaron el dedo. El bárbaro episodio causó gran revuelo y repudio en Villeta.   


El caso Guido Coronel  
   
Había un cura, un sacerdote, un presbítero salesiano, llamado Guido Coronel. No solamente hacía excelentes servicios religiosos, sino que, dotado de una capacidad para trabajar infatigablemente, levantó una próspera colonia llamada "Minga Guazú". Eran grandes, cuantiosas las ganancias que daba aquella colonia, gracias a su talento y a su afán en dar prosperidad a toda iniciativa comunitaria.   
   
Regularmente solía traer el dinero producido por la gente de la colonia para depositarlo en un banco de Asunción. Ocurrió que durante uno de sus tantos viajes se le aparecieron tres asaltantes en el camino. El religioso, que era hombre de armas tomar, disparó sin pestañear contra los malvivientes enmascarados. Cuánta sería su sorpresa cuando, al retirar las máscaras de los rostros, encontró que sus ladrones habían sido tres personas importantes, pues representaban a la autoridad misma: el juez de paz, el comisario y el intendente.   

La colonia Minga Guazú, después de mucho tiempo de esplendor y gloria económica al frente del padre Guido Coronel, cuando este falleció, se convirtió en ruinas, pues había sido presa de la mala administración y la codicia de los políticos colorados.   

Se fundó "Minga Guazú" cuando el 14 de mayo de 1958 un grupo de jóvenes se ubicaron en plena selva del Paraná, para dar inicio a la entonces Colonia Presidente Stroessner. El sistema de "minga" tenía lugar los lunes bajo la dirección del presbítero salesiano Guido Coronel, que fue uno de los líderes de esta comunidad, enviado para colonizarla.

Se creó primero como colonia por Ley Nº 623, para luego convertirse en distrito el 22 de marzo de 1990 con el nombre que tuvo la antigua colonia "Minga Guazú".   

El caso Delfina Servín

Hacía tiempo que le venían los vecinos y las amigas a contarle a Delfina Servín que su concubino Mateo Gamarra andaba en amores con otra mujer. Un día, resueltamente, fue armada con un revólver a una fiesta donde estaba el tal Mateo, y se acercó a él, quien bailaba animadamente con una dama. Con cinco balazos lo dejó finado en la pista de baile. Gran alboroto se arma en el sitio.

Muchos dijeron que fueron seis los impactos de bala que recibió el desdichado. Vaya uno a saber. Y para el caso no importa, pues el caso es que murió. Le dijo esta mujer, Delfina, la despechada, antes de acabar con su vida, estas palabras que se hicieron populares: "ne’îrã chekuaapa". Ella fue a parar al Buen Pastor. Luego, acostumbrada tal vez al sitio, y después de cumplir con su condena, se dedicó a vender flores, dicen las lenguas,  frente al cementerio de la Recoleta. El caso de Delfina Servín pasó a formar parte de un radioteatro que tuvo mucho éxito. El hecho ocurrió en 1931.

DON SOLARI 

No se sabe en qué cajón   
 tenía el oro escondido,   
 don Solari, italiano,   
 ricachón, también judío,   
 huraño y, peor, soltero   
 de ochenta años y pico.   
 En su almacén sin letrero   
 los fermentados tocinos   
 níquel por níquel vendía   
 al pordiosero y al sirio.   
 Avaro como hubo pocos   
 cenaba solo un mordisco   
 de un pan que rendir solía   
 como el pescado, no el vino   
 con que brindaba en silencio   
 bajo la luz de un bombillo.   
 Nadie sabe cuántos fueron,   
 si dos o tres forajidos,   
 los que entraron por su techo   
 en una noche de estío.   
 La cama al revés pusieron   
 buscando el oro escondido   
 y al no encontrarlo cortaron   
 sus dedos de diez anillos.   
 Pasaron ya treinta años   
 de aquel oscuro homicidio.   
 El ánima de Solari   
 de noche lanza quejidos.   
 Los perros que comen luna   
 lo espantan con un gruñido.   

Delfina Acosta
(Del libro "Romancero de mi pueblo")



MATEO GAMARRA

Atención pido señores un momento pe hendumi   
la desgracia sucedida en el Puerto Guaraní.   
El 12 mes de octubre un baile ojeofrece   
omanó Mateo Gamarra en manos de su mujer.   
   
O je’ói la farra hápe pe pyhareve asaje   
borrándose en este mundo para siempre en ese día.   
Un miércoles desgraciado a las 11 del mediodía   
en la casa de Miguel Medina la desgracia osucede.   
   
Oguahê upépe Gamarra "una polka para mí";   
onohê ombojeroky una tal Emilia Ortiz.   
Sin recelo voi Gamarra Emilia-pe omongeta   
ha héra la iserviha una tal Delfina Servín.
   
Upéicha ndaje Gamarra toda la pieza ojapo   
he’íma chupe Delfina "Anivéna péicha reiko".   
"No hay caso", he’i Gamarra ha upéichante oseguí,  
"si es que ojedisgustárõ che apoíntene ichugui".   

Haupéva ohendu Delfina Gamarra-pe osê he’i:   
"Ha nde ndegozaharã quién sabe che karai;   
che ha’e Delfina Servín ne’îrã chekuaapa,   
kuña jepe niko che, anicheva’erã che burlá".
   
Osêma upépe Delfina con un revólver en la mano   
los cinco tiros seguido Gamarra-pe ojapipa,   
ho’áma upépe Gamarra socorro ojerure,   
"mba’ere piko Delfina rejapo kóicha che rehe".   
   
"Reikuaámapa Gamarra ku Delfina oje’eha   
anichéne rejequeja si a tiempo ro avisa".   
Gamarra no ñe’êvéima más que solo he’i va’ekue:   
"Adiós mante los amigos, pe vyaitékena che rehe". 

1- ...Y la hermosa hija de un matrimonio campesino de una compañía de Villeta se había embarazado del Kurupi. Por supuesto que a los pícaros les costaba creer en la versión, pero los padres de la moza se encargaron de que nadie dudara.

2-  Delfina Servín hizo, más que  historia, una verdadera  leyenda. Despechada, sabiendo que su concubino Mateo Gamarra estaba de amores con otra mujer, de cinco tiros seguidos lo mató. La historia incluso dio lugar a una canción.

3-  Pobre don Andrés Solari. Era usurero y lo mataron para robarle su cuantiosa fortuna. Los malvivientes no consiguieron su objetivo. El crimen cometido causó gran consternación en el pueblo de Villeta y quedó su alma en pena.

 

Fuente: ABC Color

Sección: POLÍTICA

www.abc.com.py

Miércoles, 06 de Abril de 2011

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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